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RETIRO DE CUARESMA

Predicado por Mons. Marcelo Mazzitelli, Obispo Auxiliar de Mendoza

PARROQUIA SANTIAGO APÓSTOL Y SAN NICOLÁS


16 de Marzo de 2018

I – La conversión y la memoria de la fidelidad del amor de Dios.


Queridas hermanas y hermanos puede que la presencia de uds. hoy aquí lo sientan como
una búsqueda de un momento de paz, de encuentro con el Señor, pero quisiera destacar
que ese deseo nace del gemido del Espíritu en nosotros que nos lleva a crecer en el
deseo de Dios, es más es el mismo Señor quien toma la iniciativa, por lo que los invito a
dejarse encontrar.
Estamos peregrinando en este tiempo rico en oportunidad de cuaresma, que lo iniciamos
con un llamado dirigido al corazón del pueblo y al de cada creyente, “vuelvan a mí”,
“conviértanse de corazón”. Justamente la conversión es lo que define el tiempo de
cuaresma, en el que somos invitados a detener nuestro camino, para que en el silencio y
la austeridad podamos volvernos a Dios. Por ello, junto a la conversión, como hermanas
de una misma realidad, se hace presente la esperanza, aquella virtud que brilla en todo
su esplendor en el tiempo de adviento.
La conversión no es un momento puntual de nuestra vida en el que ha cobrado un giro
que nos hizo reencontrar caminos de discipulado, sino que es un don que va haciendo en
nosotros una actitud para recorrer un camino de conversión permanente. Insisto, la
conversión es un camino en el que el rostro de Cristo se va configurando en nosotros,
hasta poder llegar a decir como Pablo “ya no soy yo, es Cristo quien viven en mí” (Gal
2,20).
Sería incompleto pensar este llamado solamente desde lo personal, porque el Señor se
dirige a su pueblo, es necesario desde lo personal vivirlo con la conciencia de la
pertenencia a un pueblo, a una comunidad.
Este volverse a Dios, significa recuperar en nosotros lo que es el anhelo de los místicos,
de los amigos de Dios, como Moisés que le dice a Dios “déjame ver tu gloria” (Ex
33,18),
“Como anhela la cierva las corrientes de agua,
así te anhela mi ser, Dios mío.
Mi ser tiene sed de Dios” Sal 42, 2-5.

Para escuchar en nosotros este deseo, es necesario el silencio y la purificación de todo


aquello que tapa la voz que nos invita a vivir en el abrazo del Padre que está siempre
mirando el horizonte lleno de compasión, para decirnos que siempre nos ama y nos
espera. El silencio es una cualidad del corazón que conduce a una siempre creciente
caridad. Por ello la caridad, no el silencio, es la meta de la vida espiritual.

La conversión nos pone en el camino de la fidelidad, la de Dios rico en misericordia


frente a la cual nuestra fidelidad se hace canto agradecido en el amor.

1
Teniendo en cuenta esto, les propongo en primer lugar meditar con un texto de una
austera belleza, aquella que desnuda el corazón en los más profundos sentimientos:

Os 2, 16-25
“Por eso voy a seducirla”: Frente al dolor de la infidelidad de la esposa-pueblo, Dios
busca recuperarla seduciéndola, es decir apartándola del camino que llevaba para
“conducirla al desierto”: El desierto tiene un sentido ambiguo en la historia de Israel,
porque es el lugar de la presencia de Dios y también el lugar donde el pueblo se vio
tentado y abandonó a Dios. Pero en este caso la imagen es la de Dios que conduce a ese
pueblo-esposa que le ha sido infiel con otros dioses, al lugar en donde puede hacer
memoria de los tiempos que ha experimentado la presencia liberadora de Dios y en
donde Israel no conocía a los dioses extranjeros y seguía fielmente a Yahveh. La
conversión nos lleva a la memoria de la fidelidad, haciéndonos recuperar la identidad
perdida. La infidelidad, no sólo lastima al que nos ama, sino que nos roba la identidad,
la desdibuja. San Agustín señalaba en el hombre la memoria del pasado y la esperanza
en el futuro, la infidelidad es perder no sólo identidad, sino consistencia humana. Ser
fiel a Otros es la única manera de ser fiel a sí mismo, también frente a aquellos que
pretendiendo ser fieles a sí mismos, con una actitud narcista, se olvidan y desechan los
vínculos.

“Allí le hablaré al corazón”: en la memoria recuperada, se hace consciente del amor fiel
en el presente, el deseo de lo perdido es respondido con la fidelidad que recrea vida con
el perdón, abriendo la esperanza. En el desierto está la oportunidad de recuperar el ideal
perdido, en el corazón de Dios, descubriéndonos profundamente amados, podemos
responder con la fidelidad.

“Yo te desposaré”: Dios suprime la historia de infidelidad de su pueblo, crea una


realidad nueva, conduciéndolo a la disposición interior de ser fiel a la alianza. Así podrá
conocer a Dios, reconociendo sus obras y su amor al pueblo, que pide la
correspondencia con una alegre sumisión a la voluntad de Dios y con el amor al
prójimo.

Nuestra fidelidad tiene como modelo la fidelidad del Hijo al Padre, en ocasiones en
medio de una oscuridad misteriosa y afligida. Ser cristianos es ser fiel. Está vinculada a
la obediencia sostenida, al amor que debe ser cuidado y permanente, es una gracia, un
don.

Perseverar en la Fidelidad

Un autor señala que vivir la fidelidad en sus distintas instancias (a Dios, a la Iglesia, a la
sociedad, a los pobres, a nuestra vocación) nos hace humildes, pero también
responsables. Para poder perseverar en ella es necesario orar como manera privilegiada
de dejar que Dios sea Dios en nuestras vidas, en nuestras comunidades, sin la oración no
hay maduración espiritual.

El camino de la perseverancia se sostiene renovando las opciones fundamentales,


llevando un modo de vida coherente.
2
Para reflexionar:

1. ¿Qué camino estamos recorriendo al escuchar el llamado de Dios a la


conversión? Tanto en la comunidad eclesial como en lo personal ¿qué lugares de
infidelidad a Dios descubro?
2. En la serenidad del desierto y del silencio, hacer memoria de la fidelidad de Dios
en nuestra vida. Gozar con el deseo de Dios.
3. Ante la renovación de la alianza con el Señor, que compromiso estoy dispuesto a
asumir para perseverar en la fidelidad.

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II – La conversión, sed de vida nueva.

Jn 4, 5-42
5. Llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había
dado a su hijo José.
6. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto
al pozo. Era la hora del mediodía.
7. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: "Dame de beber".

El texto ubica a Jesús en un lugar de encuentro, y se pone a la espera, hasta que llega la
samaritana, que por su condición no habría podido esperar una palabra de aquel judío,
sin embargo, Jesús le dice “dame de beber”. Por eso la reacción de asombro de la mujer,
como me pides a mi que soy una samaritana, (una hereje). El diálogo quedó abierto.
Esta mujer sin tener consciencia va a ser conducida en un diálogo a descubrir sus ansias
más profundas. Dice el Papa: “Jesús cuando ve a una persona va adelante porque ama.
Nos ama a todos. No se detiene nunca ante una persona por prejuicios. Jesús la pone
ante su situación, sin juzgarla, sino haciendo que se sienta considerada, reconocida, y
suscitando así en ella el deseo de ir más allá de la rutina cotidiana”.1 ¿Cómo nos
acercamos nosotros a la realidad de los otros? ¿Qué pretendemos y buscamos en ese
encuentro?

9. La samaritana le respondió: "¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí,
que soy samaritana?". Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos.
10. Jesús le respondió: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: 'Dame
de beber', tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva".
11. "Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De
dónde sacas esa agua viva?
12. ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo,
donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?
13. Jesús le respondió: "El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed,
14. pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua
que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna".

Es propio del evangelio de Juan los diálogos que se desarrollan en un doble canal,
donde Jesús va abriendo la posibilidad de abrirse al misterio, sin que el otro entienda del
todo. La samaritana, desde la experiencia de la sed insatisfecha, pasa a descubrir la
posibilidad de encontrar el agua que sacia, la vida plena, la vida eterna.

15. "Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite
venir hasta aquí a sacarla".

“La cuaresma, queridos hermanos y hermanas, es el tiempo oportuno para mirarnos


dentro, para hacer emerger nuestras necesidades espirituales más auténticas, y pedir la
ayuda del Señor en la oración. El ejemplo de la samaritana nos invita a expresarnos así:
«Jesús, dame de esa agua que saciará mi sed eternamente»”.2
1
Francisco, Angelus 23 de marzo de 2014
2
Ibid

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El diálogo permite no sólo descubrir el deseo más íntimo y no consciente, sino que
interpela a recorrer el camino de la verdad:

16. Jesús le respondió: "Ve, llama a tu marido y vuelve aquí".


17. La mujer respondió: "No tengo marido". Jesús continuó: "Tienes razón al decir que
no tienes marido,
18. porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la
verdad".

La Samaritana representa a un pueblo que se inclinó a otros dioses, perdiendo la


fidelidad al Dios de Israel. El diálogo lleno de compasión, hizo que el corazón de esa
mujer se abriera para compartir la verdad de su vida. La conversión, nuestra conversión
no puede realizarse sino es entregando nuestra vida en su verdad, para que el Señor la
recree en su misericordia, posibilitando la respuesta fiel al amor fiel de Dios. La
samaritana empezó a reconocer a Jesús como un profeta.

19. La mujer le dijo: "Señor, veo que eres un profeta.


20. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén
donde se debe adorar".
21. Jesús le respondió: "Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en
Jerusalén se adorará al Padre.
22. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la
salvación viene de los judíos.
23. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere
el Padre.
24. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad".
25. La mujer le dijo: "Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él
venga, nos anunciará todo".
26. Jesús le respondió: "Soy yo, el que habla contigo".
27. En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo hablar
con una mujer. Sin embargo, ninguno le preguntó: "¿Qué quieres de ella?" o "¿Por qué
hablas con ella?.
28. La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente:
29. "Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?

Es muy plástica la imagen de dejar el cántaro, salió con la novedad que la renovó en la
esperanza, dejo una historia para vivir una historia nueva. Tuvo noticia de una fuente
nueva de donde brota vida nueva, vida en abundancia, vida eterna.

30. Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro.


31. Mientras tanto, los discípulos le insistían a Jesús, diciendo: "Come, Maestro".
32. Pero él les dijo: "Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen".
33. Los discípulos se preguntaban entre sí: "¿Alguien le habrá traído de comer?
34. Jesús les respondió: "Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y
llevar a cabo su obra.
35. Ustedes dicen que aún faltan cuatro meses para la cosecha. Pero yo les digo:
Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega.

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Otro diálogo en doble canal, el alimento que mencionan los discípulos y el que hace
presente Jesús: hacer la voluntad del Padre. Una invitación a contemplar la misión en
medio de un pueblo considerado hereje.

36. Ya el segador recibe su salario y recoge el grano para la Vida eterna; así el que
siembra y el que cosecha comparten una misma alegría.
37. Porque en esto se cumple el proverbio: 'uno siembra y otro cosecha'
38. Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado; otros han trabajado, y
ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos".
39. Muchos samaritanos de esta ciudad habían creído en él por la palabra de la mujer,
que atestiguaba: "Me ha dicho todo lo que hice".
40. Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara
con ellos, y él permaneció allí dos días.
41. Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra.
42. Y decían a la mujer:

Todo encuentro con Jesús transforma la vida, siempre, es acercarnos a Dios, cada
encuentro con él nos cambia la vida. Me pregunto cuanto nos disponemos a dejarnos
encontrar, a dejar el cántaro de lo cotidiano habiendo hecho la experiencia de recibir el
misterio de quien está en el pozo de nuestro corazón. Me asombra que las personas que
dicen tener fe no pueden responder quien es Jesús en sus vidas, ¿cómo es posible la fe
sin el encuentro personal con el Señor?

Y conocerlo no sólo transforma el corazón, sino que impulsa a querer compartirlo, a


anunciarlo, nos convierte en misioneros de la misericordia, esperando en el pozo de la
vida a otros para realizar el camino que el Señor hizo con nosotros, derribando
prejuicios y grietas, ayudando respetuosamente a recorrer caminos de verdad, para
dejarse transformar. Con el anuncio nos convertimos en instrumentos de la Misericordia
de Dios para que otros puedan celebrar la fiesta del encuentro con el Señor. Así nos
dirán

"Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que
él es verdaderamente el Salvador del mundo".

1. ¿Cómo es nuestro deseo de Dios?


2. ¿Qué verdad de nuestra vida nos sentimos llamados a entregar?
3. ¿Cómo oramos y que lugar ocupa la oración en nuestra vida?
4. ¿Cuáles son los cántaros que debemos dejar?
5. ¿Cómo vivo y vivimos como comunidad nuestra responsabilidad misionera?

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