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Teniendo en cuenta esto, les propongo en primer lugar meditar con un texto de una
austera belleza, aquella que desnuda el corazón en los más profundos sentimientos:
Os 2, 16-25
“Por eso voy a seducirla”: Frente al dolor de la infidelidad de la esposa-pueblo, Dios
busca recuperarla seduciéndola, es decir apartándola del camino que llevaba para
“conducirla al desierto”: El desierto tiene un sentido ambiguo en la historia de Israel,
porque es el lugar de la presencia de Dios y también el lugar donde el pueblo se vio
tentado y abandonó a Dios. Pero en este caso la imagen es la de Dios que conduce a ese
pueblo-esposa que le ha sido infiel con otros dioses, al lugar en donde puede hacer
memoria de los tiempos que ha experimentado la presencia liberadora de Dios y en
donde Israel no conocía a los dioses extranjeros y seguía fielmente a Yahveh. La
conversión nos lleva a la memoria de la fidelidad, haciéndonos recuperar la identidad
perdida. La infidelidad, no sólo lastima al que nos ama, sino que nos roba la identidad,
la desdibuja. San Agustín señalaba en el hombre la memoria del pasado y la esperanza
en el futuro, la infidelidad es perder no sólo identidad, sino consistencia humana. Ser
fiel a Otros es la única manera de ser fiel a sí mismo, también frente a aquellos que
pretendiendo ser fieles a sí mismos, con una actitud narcista, se olvidan y desechan los
vínculos.
“Allí le hablaré al corazón”: en la memoria recuperada, se hace consciente del amor fiel
en el presente, el deseo de lo perdido es respondido con la fidelidad que recrea vida con
el perdón, abriendo la esperanza. En el desierto está la oportunidad de recuperar el ideal
perdido, en el corazón de Dios, descubriéndonos profundamente amados, podemos
responder con la fidelidad.
Nuestra fidelidad tiene como modelo la fidelidad del Hijo al Padre, en ocasiones en
medio de una oscuridad misteriosa y afligida. Ser cristianos es ser fiel. Está vinculada a
la obediencia sostenida, al amor que debe ser cuidado y permanente, es una gracia, un
don.
Perseverar en la Fidelidad
Un autor señala que vivir la fidelidad en sus distintas instancias (a Dios, a la Iglesia, a la
sociedad, a los pobres, a nuestra vocación) nos hace humildes, pero también
responsables. Para poder perseverar en ella es necesario orar como manera privilegiada
de dejar que Dios sea Dios en nuestras vidas, en nuestras comunidades, sin la oración no
hay maduración espiritual.
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II – La conversión, sed de vida nueva.
Jn 4, 5-42
5. Llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había
dado a su hijo José.
6. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto
al pozo. Era la hora del mediodía.
7. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: "Dame de beber".
El texto ubica a Jesús en un lugar de encuentro, y se pone a la espera, hasta que llega la
samaritana, que por su condición no habría podido esperar una palabra de aquel judío,
sin embargo, Jesús le dice “dame de beber”. Por eso la reacción de asombro de la mujer,
como me pides a mi que soy una samaritana, (una hereje). El diálogo quedó abierto.
Esta mujer sin tener consciencia va a ser conducida en un diálogo a descubrir sus ansias
más profundas. Dice el Papa: “Jesús cuando ve a una persona va adelante porque ama.
Nos ama a todos. No se detiene nunca ante una persona por prejuicios. Jesús la pone
ante su situación, sin juzgarla, sino haciendo que se sienta considerada, reconocida, y
suscitando así en ella el deseo de ir más allá de la rutina cotidiana”.1 ¿Cómo nos
acercamos nosotros a la realidad de los otros? ¿Qué pretendemos y buscamos en ese
encuentro?
9. La samaritana le respondió: "¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí,
que soy samaritana?". Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos.
10. Jesús le respondió: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: 'Dame
de beber', tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva".
11. "Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De
dónde sacas esa agua viva?
12. ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo,
donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?
13. Jesús le respondió: "El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed,
14. pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua
que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna".
Es propio del evangelio de Juan los diálogos que se desarrollan en un doble canal,
donde Jesús va abriendo la posibilidad de abrirse al misterio, sin que el otro entienda del
todo. La samaritana, desde la experiencia de la sed insatisfecha, pasa a descubrir la
posibilidad de encontrar el agua que sacia, la vida plena, la vida eterna.
15. "Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite
venir hasta aquí a sacarla".
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El diálogo permite no sólo descubrir el deseo más íntimo y no consciente, sino que
interpela a recorrer el camino de la verdad:
Es muy plástica la imagen de dejar el cántaro, salió con la novedad que la renovó en la
esperanza, dejo una historia para vivir una historia nueva. Tuvo noticia de una fuente
nueva de donde brota vida nueva, vida en abundancia, vida eterna.
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Otro diálogo en doble canal, el alimento que mencionan los discípulos y el que hace
presente Jesús: hacer la voluntad del Padre. Una invitación a contemplar la misión en
medio de un pueblo considerado hereje.
36. Ya el segador recibe su salario y recoge el grano para la Vida eterna; así el que
siembra y el que cosecha comparten una misma alegría.
37. Porque en esto se cumple el proverbio: 'uno siembra y otro cosecha'
38. Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado; otros han trabajado, y
ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos".
39. Muchos samaritanos de esta ciudad habían creído en él por la palabra de la mujer,
que atestiguaba: "Me ha dicho todo lo que hice".
40. Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara
con ellos, y él permaneció allí dos días.
41. Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra.
42. Y decían a la mujer:
Todo encuentro con Jesús transforma la vida, siempre, es acercarnos a Dios, cada
encuentro con él nos cambia la vida. Me pregunto cuanto nos disponemos a dejarnos
encontrar, a dejar el cántaro de lo cotidiano habiendo hecho la experiencia de recibir el
misterio de quien está en el pozo de nuestro corazón. Me asombra que las personas que
dicen tener fe no pueden responder quien es Jesús en sus vidas, ¿cómo es posible la fe
sin el encuentro personal con el Señor?
"Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que
él es verdaderamente el Salvador del mundo".