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LÓGICA JURÍDICA

MÓDULO:
RAZONAMIENTO INCORRECTO PARTE 1
Curso: Lógica Jurídica
Módulo: Razonamiento incorrecto parte 1

© Universidad Privada del Norte, 2019


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Índice

1. Introducción 3

2. Paralogismos sintácticos 3

2.1. Paralogismo contra el método 3

2.1.1. Contradicción de las premisas 3

2.1.2. Falta de las premisas 4

2.2. Errores deductivos 5

2.2.1. Fallacia disyuntionis 5

2.2.2. Fallacia consequentis 6

2.2.3. Error material 7

2.2.4. Inferencias probables 9

3. Paralogismos semánticos 10

3.1. Falta de definición 10

3.2. Quaternio terminorum 10

3.3. Fallacia hominimitatis 11

3.4. Fallacia ambiguitatis 12

4. Paralogismos pragmáticos 12

4.1. Petición de principio 12

4.2. Circulo vicioso 12

4.3. Redundancia de premisas 12

Referencias 13
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1 INTRODUCCIÓN

Klug, distingue dentro del concepto de falacia al sofisma del paralogismo. Para él “La distinción
radica en la intencionalidad o fin que en la construcción posee el cognoscente o interlocutor.
Así, pues, la argumentación defectuosa hecha “de buena fe” se denomina paralogismo, en
cambio; la argumentación que “de mala fe” busca tendenciosamente llevar al receptor o anali-
zador de la argumentación a errores o conclusiones equivocadas, como si estas fueran las
acertadas, se domina sofisma” (1998, 8).

Atendiendo a esta distinción, nosotros desarrollaremos lo referente a los paralogismos. Las


principales formas de paralogismos son las siguientes:

Fallacia dictionis
“Es el paralogismo en el que, según la clasificación aristotélica, el error radica en la expre-
sión lingüística. Por eso recibe la denominación más generalizada de “error”. Aristóteles y
los Escolásticos tipifican a la fallacia dictionis en dos grupos: los paralogismos sintácticos
y los paralogismos semánticos” (Luján, 2004, 309).

Fallacia extra dictionis


“Es el paralogismo cuyo error deriva de aspectos no lingüísticos, tomando en cuenta el
objeto del cual se habla. La mayor parte de doctrinarios reservan a este tipo de falacias, la
categoría de “paralogismo” propiamente dicho” (Luján, 2004, 321).

2 PARALOGISMOS SINTÁCTICOS

2.1. Paralogismo contra el método

2.2.1. Contradicción de las premisas.


“Este paralogismo contraviene el principio de no-contradicción y se produce cuando en
una argumentación se aceptan como válidas dos premisas o dos conceptos que son entre
sí contradictorios” (Luján, 2004, 311).

Sería el caso de una supuesta acusación formal, que parte de la premisa siguiente: Que de

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las investigaciones no se ha podido determinar la culpabilidad o la inocencia del inculpado,


por tanto, se acusa. En realidad, hay dos premisas que se contradicen, porque por principio
constitucional el inculpado no debe probar su inocencia. Por tanto, si no ha sido posible
demostrar la culpabilidad no debería acusarse.

2.1.2. Falta de las premisas.


“Este paralogismo contraviene uno de los requisitos de la argumentación que es la comple-
titud. Se considera tal vicio bien cuando no se recurre para demostrar la conclusión a una
premisa necesaria, o bien cuando la conclusión se funda en premisa impertinente; o ambas
cosas” (Luján, 2004, 311)

Un claro ejemplo sería el caso que en una sentencia penal se infiera la autoría criminal del
acusado a partir de su sola confesión, sin recurrir a otras premisas. Se incurre también en
este tipo de paralogismo cuando en amparo del artículo 201, (que permite a la Administra-
ción corregir sus errores materiales), de la Ley de Procedimiento Administrativo General se
corrige una resolución publicada, en la cual se asignaba a un funcionario público la remu-
neración del Nivel III, y luego se emite nueva resolución corrigiendo la anterior y afirmando
que es error material haber considerado la actividad de ese funcionario como de Nivel III
durante tantos años, pues ese puesto es de nivel II. Allí hay falta de premisas, pues no se
trata de un error material (y no solo por el paso del tiempo), sino que se está emitiendo
nueva decisión que exige ser completa y poner las nuevas premisas en un nuevo expedien-
te, por el cual se pueda concluir el cambio de nivel.

El autor que venimos siguiendo para el desarrollo de esta lectura, Manuel Luján, propone la
siguiente casuística con su respectivo ejemplo:
“Es el caso también de la motivación referida en las conclusiones del dictamen del
Ministerio Público, pues, aunque el juez esté de acuerdo con todo el dictamen, tiene
que razonar per se, y en todo caso, debe asentir y expresar las premisas a las que llegó
el Ministerio Público no pudiendo exonerarse de ello. Podemos citar como ejemplo de
ello, la resolución N° 2977 del Expediente N° 688-2001 de amparo que expidió la Sala
de Derecho Público y publicada el 27 de marzo de 2002 en la jurisprudencia del Diario
Oficial El Peruano que expresa: “…con lo opinado por la señora Fiscal Superior en su
dictamen de fojas ochenticuatro a ochentiséis; con el escrito que antecede; por los
fundamentos pertinentes (los cuales no conocemos) de la resolución apelada; y CON-
SIDERANDO ADEMÁS…” (Luján, 2004, 312).

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Esta resolución realiza un saltus in concludendo, que es como también se denomina a este
tipo de paralogismo, por la ausencia de las premisas que deberían llevar a la conclusión.

2.2. Errores deductivos


“Estos forman otro grupo de paralogismo en los que la afección no es contra la estructura
de la proposición o premisa, sino contra el modo como se elabora la inferencia; ya sea
distinguiendo innecesariamente la disyunción inclusiva o empleando equivocadamente la
consecuencia” (Luján, 2004, 312).

Son componentes de este subgrupo:

2.2.1 Fallacia disyuntionis.


Luján explica este paralogismo a partir de un ejemplo:
“Así, cuando el cónsul Paulo necesitará que se presenten ante él cualquiera de sus
discípulos, dirá; Ulpiano o Justiniano vendrá al Liceo, (una disyunción implicativa). Si
quisiera que ambos: el enunciado seria Ulpiano y Justiniano vendrán al Liceo (una
conjunción). Por la fallacia disyuntionis, se pretende afirmar que, si fuera a la vez una
disyunción implicativa y una conjunción, para distinguir tal formulación se presenta la
expresión errónea: Ulpiano y/o Justiniano vendrá al Liceo” (2004, 312).

Ahora bien, si analizamos el ejemplo propuesto por Luján, veremos que si lo que se quiere
decir es que vale lo mismo que venga cualquiera de ellos o ambos, la expresión disyuntiva
de implicación subsume perfectamente este condicionamiento, por eso bastaría con decir
Ulpiano o Justiniano vendrá al Liceo, y se habrá satisfecho la exigencia sin necesidad de
inventar una grafía que no es idiomática ni alcanza a ser un símbolo logístico porque no
posee representación, ya que su paralelo es la disyunción inclusiva.

Este error es muy frecuente en la legislación. Muchos escritos particularmente de nues-


tros legisladores poseen la inclusión de un símbolo lingüístico que se gráfica: “y/o”. Por
ejemplo:
El 7 de marzo de 2002 se publicó en el Diario Oficial El Peruano, la Ley 27680, que
reforma la Constitución Peruana de 1993 entre otros en el artículo 192, el cual prescri-
be en su inciso 7) “…regular actividades y/o servicios en materias diversas” como
atribución de las municipalidades.

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Si analizamos tal expresión podemos darnos cuenta del paralogismo, así pues, caben tres
posibilidades:

a) Que se pretenda prescribir que las municipalidades regulan o actividades o servi-


cios en forma excluyente.
b) Que pueden regular actividades al mismo tiempo que servicios en forma concu-
rrente.
c) Que se esté legislando, que las municipalidades pueden regular actividades o servi-
cios, según se presente el caso, incluyendo ambas.

La versión interpretativa nos obliga a reconocer que la versión correcta es la tercera y por
eso el símbolo “y/o”, pero para ello bastaría con que se reconozca que siendo una disyun-
ción inclusiva es suficiente emplear la “o” entre las alternativas, pues valdrá tanto si se
presentan cualquiera de ellas o ambas a un tiempo.

2.2.2. Fallacia consequentis.


Manuel Luján explica previamente las clases de implicación con las respectivas relaciones
que provocan, conceptos que son indispensables para entender este paralogismo.
“Una implicación puede ser de tres tipos: implicación extensiva, denominada también
condicional; la implicación intensiva, denominada también replicación; y, la implicación
recíproca, conocida como bicondicional. Y es que la implicación extensiva establece
una relación suficiente; la implicación intensiva establece una relación necesaria; en
tanto, que la implicación reciproca origina una relación necesaria y suficiente” (2004,
314 – 315).

Una vez comprendidos estos conceptos previos, podemos afirmar que la fallacia conse-
quentis consiste en provocar el convencimiento en el o los interlocutores que una relación
suficiente es necesaria. Por ejemplo, sí partimos que para la existencia de un hijo hace falta
un padre, la existencia de alguien (potencialmente padre) no vuelve necesariamente la apa-
rición de un hijo, pues cabe que esa persona no pueda o no quiera tenerlo.

Un clásico ejemplo propuesto por Aristóteles nos puede ayudar para comprender este
punto:
“Si decimos que la lluvia moja la tierra (si llueve se moja la tierra) diremos que la rela-
ción es solo suficiente, pues cabe que la tierra esté mojada sin que haya llovido” (Luján,

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2004, 315).

Entonces, debemos tener claro que para que una relación sea necesaria, la existencia del
consecuente se tiene que deber única y exclusivamente al antecedente, y por ello se siga
que, teniendo al consecuente, sin haber presenciado o sin que fuera posible repetir la
casualidad se siga la existencia del antecedente, pues en la relación (por ser necesaria)
solo ha podido generarse de ese modo el consecuente.

Por ejemplo, si un día se presenta un sujeto con un nombramiento de Magistrado Consti-


tucional publicado en el diario oficial peruano mediante una Resolución Legislativa, enton-
ces podemos decir “necesariamente” que ese nombramiento le ha sido conferido por el
Congreso de la República, aunque no hayamos estado presentes o incluso aunque no
exista modo de demostrarlo, pues en nuestro país no existe otra forma de acceso a tan
alta magistratura.

Asimismo, Luján nos recuerda otro supuesto de manifestación de este paralogismo:


“La fallacia consequentis es muy común cuando solo existen indicios probables de
culpabilidad, pero se sentencia a alguien, pasando el argumento suficiente como si
fuera necesario. Esto es un error, aun cuando aceptamos que sentenciamos con
probabilidad y no tengamos más remedio que aceptar el truismo que los juicios de
probabilidad son probables” (2004, 315).

2.2.3. Error material.


En realidad, debemos distinguir en los errores materiales tres tipos: el error de cálculo, la
hamartía y el paralogismo mecánico.

“El error de cálculo es el que se produce por una sumatoria equivocada de montos” (Luján,
2004, 316).

Por ejemplo, cuando a un funcionario público cesado se le aplica por error los topes indem-
nizatorios de la Ley 2596, siendo que dicho ex trabajador del Estado había completado los
requisitos de edad y aportación necesarios conforme al Decreto Ley 19990 y, por eso, el
Colegiado ordena que la Oficina de Normalización Previsional, causante del error, expida
nueva resolución. Este es el caso que se contiene en la Resolución N° 3401 el expediente

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de Amparo N° 2043- 2001 expedido por la Sala de Derecho Público su fecha 26 de octubre
de 2001.

La hamartía
“Consiste en los errores del pensamiento que se consignan sin existir una intencionalidad
por parte de su autor. Pueden ser errores tipográficos, o cuando el Fiscal en su dictamen
acusa por hurto a un sujeto que ingreso a una casa violentando la puerta de ingreso y redu-
ciendo a los ocupantes con arma de fuego” (Luján, 2004, 316).

Las resoluciones 104 y 105-2002-ED, publicadas en el Diario Oficial El Peruano pueden


servir para ejemplificar la hamartía; así la Resolución 104 modifica la R.S. 304-1953 que
expidió cédula de montepío a favor de doña Rosario La Cruz Moscoso Vda. De Lenoire,
cuando debió ser Julia Rosario La Cruz Moscoso Vda de Lenoire. La hamartía consistió en
omitir el primer nombre de la recurrente. Y la Resolución 105 corrige la hamartía de la R.S.
147-SC que confirió pensión de Montepío a doña Zoila Corina Violeta Goygochea Cantua-
rias, cuando debió ser Zoila Corina Violeta Goigochea Canturias.

Figura 1.

Por último, el paralogismo mecánico se produce:


“Cuando el error se da como consecuencia de una indebida o defectuosa programación de
algún instrumento o artefacto dedicado al cálculo o elaboración de actos con relevancia
jurídica” (Luján, 2004, 317).

Es el caso de la instalación de una computadora con un programa para calcular los intere-
ses legales de los deudores tributarios acogidos al nuevo régimen para “buenos contribu-

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yentes” y, por error del programador, la maquina incrementase la deuda en un 5%.


Klug afirma que estos tipos de errores son en definitiva “aplicación incorrecta de la ley”
(1998, 9).

Reforcemos esta tesis con este ejemplo.


“El 4 de octubre de 1996 se modificó el Texto Único Ordenado de la Ley de Fomento del
empleo D. Leg.728 mediante el Decreto Legislativo N° 855, (artículo 71). Esta norma
redujo el tope indemnizatorio por despido arbitrario de una remuneración mensual por
cada año a “media remuneración” (sic) (habría que preguntarse si no hubo razones
políticas en ello). El 1 de noviembre de 1996 se publicó el Decreto Legislativo N°871,
con el argumento “que resulta necesario precisar para fortalecer los objetivos de dicha
ley” (sic) que la indemnización es equivalente a “una” remuneración, (siendo que esta
era literatura original de la Ley de Fomento del Empleo y su Texto Único
(D.S.05-95-TR). finalmente, por una fe de erratas de ese artículo en particular afirman-
do que donde dice “una remuneración” debía decir “una remuneración y media”
además eliminaron los números entre paréntesis que antes explicitaba la ley. este
error produjo un sinnúmero de despidos sin causa, pero pagando las cifras indemniza-
torias disminuidas loas cuales por el principio de irretroactividad de la ley se juzgaron
como legítimos y solo les correspondió a los despedidos media remuneración, aunque
fuera absurdo pues los aparentes errores mecánicos” y la fe de erratas no son una
“nueva norma” propiamente ni fue correcta la aplicación del principio de irretroactivi-
dad legal, por tratarse de un paralogismo” (Luján, 2004, 317 – 318).

2.2.4. Inferencias probables.


“Es el tipo de paralogismos que sustentan que la probabilidad basta para demostrar la
verdad en un problema y no hace falta llegar hasta la certeza o la evidencia” (Luján,
2004, 318).

Este paralogismo nos invita a reflexionar sobre la inferencia probable y nuestros juicios
respecto de la posibilidad de algún fenómeno que no han alcanzado el grado de certeza o
evidencia, en el sentido, que estos deberían ser considerados como tales y no aumentarles
en grado por mucha tendencia hacia ello que exista, mucho más sí se trata de restringir o
limitar el ejercicio de algunos derechos o eliminar garantías o privilegio como en el campo
penal.

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3 PARALOGISMOS SEMÁNTICOS

3.1. Falta de definición


“El paralogismo de falta de definición se produce cuando el argumentante supone que un
término o un conjunto de ellos son perfectamente entendible para todos los interlocutores,
cuando en realidad el único al que le parece claro es a él” (Luján, 2004, 318).

De esto da cuenta, Perelman cuando afirma que,


“aunque los términos usados en el Derecho son aquellos que pertenecen al lenguaje
común, no obstante, tendremos que tomarlos con la cientificidad o juridicidad que a ellos
les corresponde. En otras ocasiones ocurre que se emplean términos oscuros o, bien por su
significado como “persona humana” (sobre todo ¿desde cuándo?), “bien común” (especial-
mente en contraluz de doctrinas neoliberalitas); etc.” (1988, 53).

3.2. Quaternio terminorum


“Este tipo de paralogismo se produce por el empleo de algún argumento que vulnere la
primera regla del silogismo. De lo que se trata al vulnerar la regla primera es comparar dos
términos en la igualdad o semejanza con otros dos como si fueran uno solo” (Luján, 2004,
319).

Así, por ejemplo, en la Resolución N°2092 del expediente de Acción de Amparo N°3364-2000
de julio de 2001 se pasa a la situación de retiro al Comandante PNP Puerta Celis, por considerar
el director de la Policía Nacional que debe renovarse los cuadros amparándose en el Decreto
Legislativo 371. El colegiado en la vista le niega razón al demandante e invoca que tal acto
administrativo ha completado los requisitos del Decreto Legislativo 745. No obstante, el Cole-
giado Supremo considera que el accionante posee razón, pues los requisitos o condiciones
para su pase a retiro debieron ser los contenidos en el Decreto Ley 18801, fecha durante la cual
se expidió la resolución de su pase al retiro y no del Decreto Legislativo 745, que no estaba
vigente.

Aquí se ha dado una situación de quaternio terminorum, pues se ha identificado las condiciones
para pasar al retiro a un miembro de la PNP, como si fueran idénticas las condiciones de una
norma pertinente con las de una que no corresponde (aun cuando en la práctica ambas normas
regulen la misma materia y reciban por epígrafe el mismo término).

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El quaternio terminorum es muy común, pues el uso del lenguaje común es correspondencia
con el jurídico, por un lado, y la falta de análisis de la norma, por otro, provoca este paralogismo.

3.3. Fallacia hominimitatis


“Esta falacia se produce cuando en una argumentación se confunde dos términos que
poseen grafemas idénticos pero significantes diversos, como si fueran los mismos en una
inferencia” (Luján, 2004, 319).

Ese sería el caso de la “representación”. En efecto, podría confundirse el instituto de los herede-
ros por representación, cuya figura se encuentra regulada por los artículos 681 al 685 del
Código Civil, con la “representación” como forma de delegación de la manifestación de la volun-
tad por interpósita persona o mandatario cuyo articulado es del 145 al 167 del mismo Código.
El error puede producirse por la homonimia entre los términos.

Por ejemplo, si Pedro, padre de Mario, muere sobreviviendo su hijo que es menor de edad, a la
muerte del padre de Pedro, Mario solicitara se aplique en su caso la figura de la representación.
No obstante, para que alguien pueda representar a otro necesita capacidad de ejercicio. Como
Mario carece de capacidad de ejercicio, entonces, no puede representar a Pedro.

Como es evidente, la conclusión es falsa, pues se ha utilizado el término representación en


forma equivoca: en la premisa mayor se está refiriendo a la figura del Derecho de sucesiones y
en la segunda al acto jurídico de mandato.

Figura 2.

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3.4. Fallacia hominimitatis


Es el caso de la anfibología, cuando una palabra tiene doble sentido.

Es muy común verificar la presencia de este paralogismo en argumentos que utilizan concep-
tos jurídicos cuya determinación de contenido es ausente y que está supeditado a la interpreta-
ción particular que cada operador le dé. De ese modo, pueden presentarse para una argumen-
tación ambigua las nociones de equidad, interés público, urgencia, utilidad pública, buenas
costumbres, pues remiten a criterios o estándares que el legislador no ha definido. Es más,
Perelman considera, que “se recurre a ellas a causa de su misma indeterminación y, cabalmen-
te, para dejar al juez un poder de apreciación” (1988, 54).

4 PARALOGISMOS PRAGMÁTICOS

4.1. Petición de principio


“Se da en el caso que la misma conclusión que hay que probar o alguna proposición que de
ella depende, se toma como principio de la demostración. Como cuando se afirma que una
persona inocente es aquella que no posee culpa; o cuando se dice la verdad es aquello
verdadero absolutamente” (Klug, 1998, 220).

Por la petitio principii se demuestra la premisa a partir de la conclusión.

4.2. Circulo vicioso


“Es una forma especial de petición de principio y consiste en que una proposición se prueba
por otra, y esta a su vez por la primera. Ese sería el caso que se intentase demostrar que
Alberico es el propietario de un inmueble porque vive alii, y luego se pretenda demostrar que
vive allí porque es el propietario. También denominado razonamiento en círculo, dialelo,
demostración en círculo o circulus in probando” (klug, 1998, 223).

4.3. Redundancia de premisas


“Cuando para demostrar una conclusión se repite con otros términos la misma premisa,
una y otra vez. Así, por ejemplo, para demostrar la existencia de una relación contractual se
establezca como premisas: el contrato (premisa A) y la obligación (premisa B), en realidad
se redunda con la misma idea” (Klug, 1998, 223)

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REFERENCIAS

Klug, Ulrich (1998). Lógica Jurídica. Editorial Temis. Bogotá.

Luján, Manuel (2004). Teoría de la Argumentación. En “Razonamiento


Judicial: Interpretación, Argumentación y Motivación de las resolu-
ciones judiciales”. Gaceta Jurídica. Lima

Perelman, Chaim (1979). Lógica jurídica y nueva retórica. Civitas.


Madrid.

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