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1. Falacia de la ambigüedad
a. Historias sobre la falacia de la ambigüedad: la "libertad"

Hay expresiones que resultan ambiguas, como por ejemplo, el término "libertad"1. Este término, como concepto
filosófico complejo, tiene varios significados, entre los que podemos indicar los siguientes:

1. No estar coaccionado por las leyes de un país,


2. Hacer lo que uno desea,

3. Elegir entre varias opciones, etc.

Supongamos que se está debatiendo sobre la prohibición de fumar en espacios públicos que existe en España.

Alguien podría afirmar, para oponerse a dicha prohibición, que tal prohibición no debería existir porque "somos
ciudadanos de un país libre" y muchas personas desean fumar en espacios cerrados. Pero esta apelación a la libertad
es problemática porque aunque un país sea "libre", no por ello es un país en el que no existen leyes. ¿Queremos

decir que "vivimos en un país en donde no deberían existir leyes que nos coaccionen"? Esto podría resultar
contradictorio, pues hay leyes que protegen nuestra libertad (por ejemplo, la ley que nos protege de los robos,

garantiza la libertad que tenemos de emplear nuestro dinero en aquello que deseamos comprar, aunque esto
también depende de lo que establezcan las leyes de un país).

Los partidarios de dicha prohibición pueden alegar que la ley protege la libertad de los fumadores pasivos, quienes

también son libres de no respirar aire contaminado por el humo del tabaco. Podrían señalar también que los

fumadores siguen siendo libres para elegir entre permanecer en un lugar cerrado sin fumar o salir a fumar a un lugar
al aire libre. Podrían, por último, señalar las limitaciones que tiene la libertad de cada uno: nuestra libertad no puede

poner en peligro la libertad de los demás.


Lo mismo ocurriría si se estuviera debatiendo sobre la prohibición de programas de televisión en los que se adivina el
futuro. Se podría también apelar a la libertad que, como ciudadanos, tenemos en nuestro país. Aunque no quedaría

claro si, quien se opusiera a dicha prohibición, podría señalar que son programas inofensivos que cierta gente desea

ver o estaría indicando que el público televisivo puede elegir entre conectarse a ese canal o elegir otro diferente, u
otro significado del término "libertad".

Los partidarios de tal prohibición podrían, por el contrario, apelar a la libertad que supone la protección de las leyes

frente al engaño económico que supone llamar por teléfono para oír tales predicciones; o podrían señalar, por otro

lado, que habría que evitar programas televisivos basados en algo que no está probado científicamente, abusando de
la buena fe de muchas personas con escasos estudios, cosa que ellos mismos no desean.

En definitiva, la apelación a la "libertad" no excluye la necesidad de argumentar y clarificar lo que se entiende por tal

término, al tratarse de un término ambiguo.

b. De nición

El lenguaje natural que utilizamos contiene palabras o expresiones que tienen más de un significado, es decir,

contiene palabras o expresiones ambiguas. Así, por ejemplo, el término "gato" tiene varios significados: puede

hacer referencia a un animal o puede referirse a una herramienta. Por eso, cuando incluimos este término en una
frase, como cuando decimos "El gato no está en el coche", no queda claro lo que queremos decir y tenemos que

recurrir al contexto para entender su significado.


Otras veces no son las palabras sino las construcciones sintácticas las que resultan ambiguas. Así, por ejemplo, la

frase "Los jugadores del equipo X cobraron un millón de euros por ganar el campeonato" puede ser interpretada en
el sentido de que cada jugador cobró un millón de euros o en el sentido de que el millón de euros se repartió entre

todos los jugadores del equipo. (¿Cómo interpretarías las siguientes expresiones: “El ladrón de mi vecino ya ha

salido de la cárcel”, “El burro de mi marido siempre me estropea las flores del jardín”?)

Si te fijas, hay tres formas de ambigüedad:

por usar términos equívocos (caso de la polisemia, que


refiere a conceptos totalmente distintos; gato);

por usar términos análogos (ley, libertad: se refieren a ideas


semejantes pero no iguales, es un problema de laxitud);

y por usar expresiones sintácticamente ambiguas (llamada


imprecisión, que provoca dos interpretaciones correctas pero
distintas: "el perro de mi padre no se levanta"; "los
jugadores cobran un millón").

Aunque el uso de expresiones ambiguas en la argumentación no tiene, necesariamente, que resultar problemático (a

veces, el contexto nos aclara su significado), puede haber ocasiones en que, al ser incluidos en un argumento, puede

conducir a una conclusión ilegítima. Ello se debe a que se produce un

deslizamiento semántico: se pasa de usar uno de los significados de un


término a usar otro significado diferente del mismo.

Veamos un ejemplo de falacia por ambigüedad:

"Los hombres son seres inteligentes. Las mujeres no son hombres. Por
tanto, las mujeres no son seres inteligentes".

En este argumento se ha producido un deslizamiento semántico en el

uso del término "hombre". En la frase "Los hombres son seres inteligentes" se usa el término"hombre" en el sentido
de "miembro de la especie humana" o "ser humano". Sin embargo, en la segunda premisa, "Las mujeres no son

hombres", deja de utilizarse en ese sentido y pasa a utilizarse en otro sentido diferente: "hombre" se usa ahora en el
sentido de "varón". Este cambio de significado en las premisas se traslada, erróneamente, a la conclusión. Se ha

cometido, pues, la falacia por ambigüedad.


Veamos otro ejemplo de este tipo de falacia:

"Es posible demostrar la existencia de Dios. Los legisladores redactan y establecen las leyes que gobiernan la
sociedad. De igual modo, las leyes que gobiernan el universo han sido establecidas por un legislador; por tanto, Dios
existe".

El fallo en esta argumentación se produce porque en la premisa "Los legisladores redactan y establecen las leyes ",
se usa el término "ley" en el sentido de "ley de la sociedad", dependiente de la voluntad de los legisladores. En la
segunda premisa "las leyes que gobiernan el universo han sido establecidas por un legislador", se usa el término

"ley" en un sentido diferente, como "ley de la naturaleza", como regularidad que encontramos en el mundo natural,
que no tiene por qué depender de la voluntad de un legislador. Esta ambigüedad se utiliza para alcanzar la

conclusión de forma incorrecta, intentando ocultar la mencionada diferencia, por lo cual queda invalidado el paso de
las premisas a la conclusión "Dios existe".

Un último ejemplo:

"El fin de una cosa o de una actividad es su objetivo; la muerte es el fin de la vida; por lo tanto, la muerte es el

objetivo de la vida".

Este razonamiento introduce una falacia porque en él se confunden dos sentidos diferentes de la palabra 'fin'. Por un
lado, "fin" significa "finalidad, objetivo perseguido". Por otro lado, "fin" significa "terminación de algo". En el

argumento se produce un deslizamiento: la primera vez que se utiliza tiene un significado y luego, en la segunda
premisa, se usa con un significado diferente.

Medicina contra esta falacia: En definitiva, el modo de mostrar que se está cometiendo esta
falacia es que pongas de manifiesto que un término (o expresión más larga), incluido en el
razonamiento, tiene varios significados. Después señala el cambio de significado que se ha

introducido en el razonamiento que utiliza esa expresión ambigua.


1. Ejemplo inspirado, aunque modificado, de Julian Baggini, "¿Se creen que somos tontos?", Paidós, 2010.

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