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BENEDICTO XVI

JOSEPH RATZINGER

lLa>
Joseph Ratzinger, antes de convertirse en Benedicto XVI, ya
se había ganado una reputación excelente como pensador.
Estamos ante un verdadero intelectual, en el sentido más clá­
sico de la palabra, ante un filósofo que nunca ha abandonado
la búsqueda de la verdad.
Sus escritos sobre pensamiento y teología han sido tra­
ducidos a decenas de lenguas y en ellos se encuentran ya las
ideas que ahora, como Benedicto XVI, defiende desde el pa­
pado.
En esta obra, Benedicto XVI nos presenta los textos, dis­
cursos y homilías fundamentales de su trayectoria. El lector,
tanto si es religioso como si no, se sentirá atrapado por el
pensamiento de un hombre que, sin duda, es un papa y un
intelectual singular.

'Planeta Testimonio
Ratzinger nació en 1927, hijo
í U* iii Icial de policía, y estudió en
un ( ii rio. En marzo de 1939, el
régimen exigió a los seminaristas la
afiliación <>hligatoria a las Juventudes
Hitlerianas y a los dieciséis años
fue llamado a filas. Desertó en los
últimos días de la guerra, pero
fue hecho prisionero por soldados
aliados. Estudió Teología católica
y Filosofía en la Universidad de
Teología y Filosofía de Freising, y en
las de Munich y Friburgo. Domina
cinco idiomas, es miembro de varias
academias científicas de Europa y ha
recibido ocho doctorados honoris
causa de diferentes universidades
(entre otras, la de Navarra). Fue
nombrado cardenal por el papa
Pablo VI en 1977. Fue elegido como
el 265.e papa el 19 de abril de 2005
tras el fallecimiento de Juan Pablo II.
O tros títu lo s de la colección:

Alfonso Basallo y Teresa Dn


PIJAMA PARA DOS
José Ballesteros
EL MEJOR LIBRO
DE AUTOAYUDA DE
TODOS LOS TIEMPOS
María Vallejo-Nágera
ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA
Santiago Martín
EL CAMINO DE LA FELICIDAD
José Pedro Manglano
EL LIBRO DE LA CONFESIÓN
Centro de Estudios Judeo Cristianos
CATOLICISMO YJUDAÍSMO
Padre Roberto Coggi,
Instituto Clemente I Papa y Mártir
y Carlos Soler Ferran
EL TESORO ESCONDIDO
ORAR

Planeta Testimonio
BENEDICTO XVI
Joseph Ratzinger

ORAR

Introducción y selección de textos


de José Pedro Manglano

Planeta
ÍNDICE

Introducción 9
1. ¿Un mundo sin verdad? 11
La enfermedad de nuestro tiempo 11
La muerte de Dios 16
Colección PLANETA TESTIMONIO Escoger la vida 21
Dirección: José Pedro M anglano Búsqueda de Dios y fe 26
© Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, 1990-2008
© por la selección, José Pedro M anglano, 2008
© Editorial Planeta, S. A., 2008 2. El Dios cristiano 35
Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona
(España) ¿Es posible conocerle? 35
Textos cedidos por © H erder 1992, 1995, 2005, 2007; © Edicep 1996, 1999, 2001, 2005; ¿Cómo es Dios? 40
© Sígueme 2004, 2005; © Librería Editrice Vaticana; © BAC (Biblioteca de Autores
Cristianos); © Cristiandad; © Círculo de Lectores; © E ncuentro; © Eufisa;
¿De verdad que es poderoso? 47
© La Esfera; © Palabra Dificultades para creer hoy 50
Composición: Anglofort, S. A.
ISBN 13: 978-84-08-07894-4
ISBN 10: 84-08-07894-1 3. Seguimiento de Cristo 59
Editorial Planeta Colombiana S. A. La peculiar felicidad que promete a los suyos 59
Calle 73 No. 7-60, Bogotá Cada vida tiene su código debarras 69
ISBN 13: 978-958-42-1990-9
ISBN 10: 958-42-1990-1
Pecadores que enseñan el arte de vivir 79
Prim era reim presión (Colombia): octubre de 2008
El apóstol 86
Im presión y encuadem ación: D’Vinni S.A.
Im preso en Colombia - Printed in Colombia
4. La libertad de Cristo 91
Este libro no podrá ser reproducido, ni total El pecado 91
ni parcialm ente, sin el previo perm iso escrito
del editor. Todos los derechos reservados La liberación deseada 96
Conversión y perdón 101 La divina liturgia 266
Domingo, día de libertad 107 Misa 271
El nuevo Templo 278
5. Vida cristiana 115 Arte y música 281
Ser cristiano 115
Vida de piedad 121 11 . La madre de Cristo 287
Hacerse niños 130
Muerte y vida eterna 132 Anexo 1: Los signos del pan y el vino 297
Vida eucarística 144 Anexo 2: El fútbol 302
Anexo 3: El bautismo: yo pero ya no yo 304
6. El amor de Cristo 153 Anexo 4: El celibato 307
Su amor es concreto 153
Revolución del amor cristiano 156 Bibliografía 310
¿Es posible am ar a cualquiera? 163 índice analítico 314
7. El hombre que es Cristo 169
Jesús, Dios y hombre 169
Algunos momentos de su vida 176
Tentaciones de Cristo 184
8. Palabras de Cristo 197
Sus parábolas 197
Las Bienaventuranzas: ¿optimismo o esperanza? 206
El Padrenuestro 214
9. La cruz de Cristo 219
El misterio del sufrimiento 219
Hágase tu voluntad 233
La hora de Cristo 238
¡Resurrección! 246
10 . La Iglesia de Cristo 251
Esta nave nuestra que no es nuestra 251
El sacerdote 259
INTRODUCCIÓN

Hay que reconocer que Benedicto XVI es un papa singu­


lar. Ha vivido pegado al pensamiento y a la teología du­
rante casi un siglo, y no precisamente un siglo monótono
y aburrido. La humanidad de los últimos cien años se ca­
racteriza por una intensa búsqueda de sentido: existen-
cialismo, muerte de Dios, liberación sexual, campos de
concentración, amenazas de destrucción del planeta, sis­
temas totalitarios, capitalismo, intervencionismo esta­
tal, grupos marginados, globalización, modelos de fami­
lia, ideología de género, revolución tecnológica, diversas
lecturas de la libertad, desigualdades a diversos niveles,
escándalos de sacerdotes, liturgias paralelas, cismas, in-
culturación, planificación familiar, aborto y eutanasia,
raíces de Europa... son algunos de los fuegos que han
prendido todos estos años.
El cardenal Ratzinger, Benedicto XVI, ha estado en el
ring de las ideas. Sólo ha tenido una obsesión: la verdad.
Habla con todos y para todos. Es un papa singular, decía,
pues no le importa pagar el precio que sea con tal de ir
desvelando la verdad. Entiende que hay un Logos, una
Razón, una Verdad en la entraña de la realidad y de la
historia. Ese Logos es Cristo, es Luz y es Vida, y desde él
todo adquiere sentido.
9
En este libro recogemos algunas de sus ideas. Pero
con una intención: que en el contenido y el enfoque pue­
dan ser tema de conversación con Dios. Orar con algunas
de sus sugerencias. Resulta fácil orar con sus palabras,
pues su referencia constante es Cristo. Hemos procura­
do que la división de tem as respete su pensam iento
«cristocéntrico». CAPÍTULO 1
Los párrafos escogidos pertenecen a las publicaciones,
discursos y homilías de toda su vida, hasta el año 2008. ¿UN MUNDO SIN VERDAD?
Al final del libro se encuentra la referencia de cada texto.
Seguro que estas páginas enriquecen la oración de los
que tenemos fe y sugieren pensamientos y reflexiones a La enfermedad de nuestro tiempo
cualquiera que sea un «buscador» de buena voluntad.
1 . 1 Un obispo amigo mío me ha contado que, con oca­
J osé Pedro M anglano sión de un viaje a Rusia, se le dijo que en este país había
un 25 por ciento de creyentes y un 13 por ciento de
ateos; el resto, es decir la mayor parte, eran «buscadores».
Resulta impresionante. Setenta años después de la revo­
lución, que ha definido la religión como superflua y en­
gañosa, existe un 62 por ciento de gente preocupada, que
experimentan interiormente la existencia de algo supe­
rior, aunque no lo conozcan todavía. Las cosas terrenas
van bien sólo cuando no olvidamos las superiores: no po­
demos perder el camino justo que distingue al hombre.
No podemos m irar sólo hacia abajo; debemos levantar­
nos y mirar hacia arriba, sólo entonces viviremos justa­
mente. Debemos insistir en la busca de cosas mayores y
convertimos en una ayuda para quienes intentan levan­
tarse y encontrar la verdadera luz, sin la que todo es ti-
niebla en el mundo.
Mirara Cristo, p. 122
2 . 1 Quien intente hoy día hablar de la fe cristiana [...]
es probable que en seguida tenga la sensación de que
10 11
su situación está bastante bien reflejada en el conoci­ bién que sus ideas no tienen nada que ver con la reali­
do relato parabólico de Kierkegaard sobre el payaso y dad. Se le puede escuchar, pues, con toda tranquilidad,
la aldea en llamas, que Harvey Cox resume brevemente sin miedo a que lo que diga cause la más mínima preo­
en su libro La ciudad secular. En él se cuenta que, en cupación. Está claro que esta imagen es en cierto modo
Dinamarca, un circo fue presa de las llamas. Entonces, un reflejo de la agobiante situación en que se encuentra
el director del circo mandó a un payaso, que ya estaba el pensamiento teológico actual, que no es otra que la
listo para actuar, a la aldea vecina para pedir auxilio, ya abrum adora imposibilidad de rom per con los clichés
que había peligro de que las llamas llegasen hasta la al­ habituales del pensamiento y del lenguaje, y la de hacer
dea, arrasando a su paso los campos secos y toda la ver que la teología es algo sumamente serio en la vida
cosecha. El payaso corrió a la aldea y pidió a los veci­ humana.
nos que fueran lo más rápido posible hacia el circo que
se estaba quemando para ayudar a apagar el fuego. Pero Introducción al cristianismo, pp. 39-40
los vecinos creyeron que se trataba de un magnífico tru­ 3 . 1 Yo no dudo en afirm ar que la gran enfermedad
co para que asistiesen los más posibles a la función; de nuestro tiempo es su déficit de verdad. El éxito, el
aplaudían y hasta lloraban de risa. Pero al payaso le resultado, le ha quitado la primacía en todas partes. La
daban más ganas de llorar que de reír; en vano trató renuncia a la verdad y la huida hacia la conformidad
de persuadirles y de explicarles que no se trataba de un de grupo no son un camino para la paz. Este género de
truco ni de una broma, que la cosa iba muy en serio y comunidad está construido sobre arena. El dolor de la
que el circo se estaba quemando de verdad. Cuanto más verdad es el presupuesto para la verdadera com uni­
suplicaba, más se reía la gente, pues los aldeanos creían dad. Este dolor debe aceptarse día a día. Sólo en la
que estaba haciendo su papel de maravilla, hasta que pequeña paciencia de la verdad maduramos por den­
por fin las llamas llegaron a la aldea. Y claro, la ayuda tro, nos hacemos libres para nosotros mismos y para
llegó demasiado tarde y tanto el circo como la aldea fue­ Dios.
ron pasto de las llamas. Con este relato ilustra Cox la si­
tuación de los teólogos modernos. En el payaso, que no Conversión, penitencia y renovación, p. 193
es capaz de lograr que los aldeanos escuchen su mensa­ 4. 1 La verdad no destruye, sino que purifica y une.
je, ve Cox una imagen del teólogo, a quien nadie toma en
serio si va por ahí vestido con los atuendos de un payaso Caminos de Jesucristo, p. 73
medieval o de cualquier otra época pasada. Ya puede de­ 5. 1 Las alegrías prohibidas pierden su esplendor en el
cir lo que quiera, pues llevará siempre consigo la etique­ momento en que ya no están prohibidas. Esas alegrías
ta del papel que desempeña. Y por buenas maneras que debían y deben ser radicalizadas y aumentadas cada vez
muestre y por muy serio que se ponga, todo el mundo más, apareciendo finalmente insípidas, porque todas
sabe ya de antemano lo que es: ni más ni menos que un ellas son limitadas, mientras que la llama del hambre de
payaso. Se sabe ya de sobra lo que dice y se sabe tam ­ lo infinito siempre permanece encendida. Y así hoy ve­
12
13
mos frecuentemente en el rostro de los jóvenes una ex­ 7 . 1 El hombre que entiende la libertad como puro arbi­
traña amargura, un conformismo bastante lejano del trio, el simplemente hacer lo que quiere e ir a donde se le
empuje juvenil hacia lo desconocido. La raíz más pro­ antoja, vive en la mentira, pues por su propia naturaleza
funda de esta tristeza es la falta de una gran esperanza y forma parte de una reciprocidad, su libertad es una li­
la imposibilidad de alcanzar el gran amor. Todo lo que se bertad que debe compartir con los otros; su misma esen­
puede esperar ya se conoce y todo amor desemboca en la cia lleva consigo disciplina y normas; identificarse ínti­
desilusión por la finitud de un mundo cuyos enormes mamente con ellas, eso sería libertad. Así una falsa
sustitutos no son sino una mísera cobertura de una de­ autonomía conduce a la esclavitud.
sesperación abismal. Y así la verdad de que la tristeza del Jesús de Nazaret, pp. 245-246
mundo conduce a la muerte es cada vez más real. Ahora
solamente el flirteo con la muerte, el juego cruel de la 8 . 1 Solamente la valentía de reencontrar la dimensión
violencia, es suficientemente excitante como para crear divina en nuestro ser y de acogerla puede dar de nuevo a
una apariencia de satisfacción. «Si comes de él morirás»: nuestro espíritu y a nuestra sociedad una nueva e íntima
hace mucho tiempo que estas palabras dejaron de ser estabilidad.
mitológicas (Gén. 3, 17). Mirara Cristo, p. 81
Mirara Cristo, pp. 76-77 9. 1 La religión buscada a la «medida de cada uno» a la
6. 1 En la historia de Israel, como la cuentan los Libros postre no nos ayuda. Es cómoda, pero en el momento de
Sagrados, encontramos con bastante frecuencia este in­ crisis nos abandona a nuestra suerte. Ayudad a los hom­
tento: Israel encuentra su elección demasiado pesada, bres a descubrir la verdadera estrella que indica el cami­
andando continuamente junto a Dios. Se prefiere volver no: ¡Jesucristo!
a Egipto, a la normalidad, y ser como todos los otros. 21 de agosto de 2005
Esta rebelión de la pereza humana contra la grandeza de
la elección es una imagen de la sublevación contra Dios, 10. 1 El hombre es grande sólo si Dios es grande. Con
que vuelve cíclicamente en la historia y cualifica, de María debemos comenzar a comprender que es así. No
modo particular, precisamente a nuestra época. Con este debemos alejarnos de Dios, sino hacer que Dios esté pre­
intento de quitarse de encima la obligación de elegir, el sente, hacer que Dios sea grande en nuestra vida; así
hombre no se rebela contra cualquier cosa. Si para él este también nosotros seremos divinos: tendremos todo el
ser amado por Dios está demasiado lleno de pretensio­ esplendor de la dignidad divina.
nes, se convierte en una molestia indeseada, entonces se 15 de agosto de 2005
subleva contra su propia esencia. No quiere ser lo que es
como criatura concreta.
Mirara Cristo, pp. 78-79
14 15
13. 1 Una sociedad que se olvida de Dios, que excluye a
Dios precisamente para tener la vida, cae en una cultura
La muerte de Dios de muerte. Por querer tener la vida, se dice «no» al hijo,
pues me quita parte de mi vida; se dice «no» al futuro, para
11. 1 Una sociedad que hace de lo auténticamente huma­ tener todo el presente; se dice «no» tanto a la vida que
no un asunto únicamente privado, y que se define a sí nace como a la vida que sufre, a la que va hacia la muerte.
misma en una total secularización (que por otra parte se Esta aparente cultura de la vida se transforma en la
hace inevitable una pseudo-religión y una nueva totali­ anticultura de la muerte, donde Dios está ausente, donde
dad esclava), una sociedad así se hace melancólica por está ausente aquel Dios que no ordena el odio, sino que
esencia, se convierte en un lugar propicio para la deses­ vence al odio. Aquí hacemos la verdadera opción por la
peración. Se funda de hecho en una reducción de la ver­ vida. Entonces todo está conectado: la opción más pro­
dadera divinidad del hombre. Una sociedad cuyo orden funda por Cristo crucificado está conectada con la op­
público viene determinado por el agnosticismo no es una ción más completa por la vida, desde el primer momen­
sociedad que se ha hecho libre, sino una sociedad deses­ to hasta el último.
perada, señalada por la tristeza del hombre, que se en­ Creo que, en cierto modo, éste es el núcleo de nuestra
cuentra huida de Dios y en contradicción consigo misma. pastoral: ayudar a hacer una verdadera opción por la
Mirar a Cristo, p. 82 vida, a renovar la relación con Dios como la relación que
nos da vida y nos muestra el camino para la vida.
12. 1 Dice una antiquísima leyenda judía: el profeta Je­ 2 de marzo de 2006
remías y su hijo consiguieron hacer un día un hombre
vivo mediante una correcta combinación de vocablos y 14. 1 El hecho de que nuestros primeros padres pensa­
letras. El hombre formado por el hombre, el gólem, lle­ ran lo contrario fue el núcleo del pecado original. Te­
vaba escritas en la frente las letras con las que se había mían que, si Dios era demasiado grande, quitara algo a
descifrado el secreto de la creación: «Yahvé es la ver­ su vida. Pensaban que debían apartar a Dios a fin de te­
dad.» El gólem se arrancó una de aquellas letras que en ner espacio para ellos mismos. Ésta ha sido también la
hebreo componen esa frase, y entonces la inscripción gran tentación de la época moderna, de los últimos tres
pasó a decir: «Dios está muerto.» Horrorizados, el profe­ o cuatro siglos. Cada vez más se ha pensado y dicho:
ta y su hijo preguntaron al gólem por qué razón había he­ «Este Dios no nos deja libertad, nos limita el espacio de
cho eso, a lo que el nuevo hombre respondió: «Si voso­ nuestra vida con todos sus Mandamientos. Por tanto,
tros podéis hacer al hombre, Dios está muerto. Mi vida Dios debe desaparecer; queremos ser autónomos, inde­
es la muerte de Dios. Si el hombre tiene todo el poder, pendientes. Sin este Dios nosotros seremos dioses, y ha­
Dios no tiene ninguno.» remos lo que nos plazca.»
El Dios de los cristianos, pp. 13-14 15 de agosto de 2005

16 17
15. 1 Al inicio de este camino estaba el orgullo de «ser 18. 1 El ansia fanática de vivir que encontramos hoy en
como Dios». Era preciso desembarazarse del vigilante todos los continentes ha originado una anticultura de la
Dios para ser libres; hacerse Dios proyectado en el cielo y muerte que se va convirtiendo en la fisonomía de nuestro
dominar como Dios sobre toda la creación. Y así surgió tiempo: el desenfreno sexual, la droga y el tráfico de ar­
una especie de espíritu y voluntad, que estaban y están en mas se han convertido en una trinidad profana cuya red
contra de la vida, y son dominio de la muerte. Y cuanto mortal se extiende por los continentes. El aborto, el sui­
más se siente este estado, tanto más el inicial propósito se cidio y la violencia colectiva son las maneras concretas
vuelve en su propio contrario y permanece prisionero del en que opera el sindicato de la muerte.
mismo punto de partida: el hombre que quería ser el único Al mismo tiempo, el sida ha pasado a ser el retrato de
creador de sí mismo y subir a la grupa de la creación con la enfermedad íntima de nuestra cultura. [...] La investi­
una evolución mejor, por él pensada, acaba en la autone- gación médica busca, movilizando todas sus posibilida­
gación y en la autodestrucción. Se da cuenta de que sería des, las sustancias inyectables contra la disolución de las
mejor que no existiese. Esta acidia metafísica es la huida fuerzas de inmunización corporal, y es su deber; a pesar
de Dios, el deseo de estar sólo consigo mismo y con la pro­ de ello, sólo desplazará el campo de las destrucciones,
pia finitud, de no ser molestado por la cercanía de Dios. sin detener la campaña triunfal de la anticultura de la
Mirara Cristo, p. 78 muerte, si no reconocemos que la debilidad inmunológi-
ca del cuerpo es un grito del ser humano maltratado, una
16. 1 El mundo griego, cuya alegría de vivir se refleja tan imagen que expresa la verdadera enfermedad: la inde­
maravillosamente en las epopeyas de Homero, sabía fensión de las almas en una cultura que declara nulos los
muy bien que el verdadero pecado del hombre, su mayor verdaderos valores: Dios y el alma.
peligro, es la hybris, la arrogante autosuficiencia con la
que el hombre se erige en divinidad: quiere ser él mismo Jesucristo hoy, pp. 36-37
su propio dios, para ser dueño absoluto de su vida y sa­ 19. 1 [...] si Dios es, los dioses no son Dios. De ahí que se
car provecho así de todo lo que ella le puede ofrecer. le deba adorar a Él y a nadie más. Pero ¿no están muer­
Jesús de Nazaret, pp. 119-120 tos los dioses hace tiempo?, ¿no está eso claro y, por con­
siguiente, nada dice? Si uno observa atentamente la rea­
17. 1 La «muerte de Dios» es un proceso totalmente real, lidad, debe responder a esto preguntando a su vez: ¿de
que se instala hoy en el mismo corazón de la Iglesia. Dios veras no se da en nuestro tiempo idolatría alguna?, ¿no
muere en la cristiandad, al menos eso es lo que parece. hay nada que sea adorado al lado y en contra de Dios?,
De hecho, allí donde la resurrección pasa de ser un acon­ ¿no surgen otra vez los dioses, después de la muerte de
tecimiento de una misión vivida a una imagen superada, Dios, con un poder tremendo? Lutero, en su catecismo
Dios no actúa ya. mayor, formuló de manera impresionante esta relación
¿Porquésoy todavía cristiano?, p. 91 de una cosa con la otra: «¿Qué significa que hay Dios, o
qué es eso de Dios? Respuesta: se llama Dios al hallazgo
18 19
de aquello en lo que uno debe cifrar el hallazgo de todo antaño había intentado la magia de la naturaleza: hay
bien y a lo que recurre en todas las necesidades. Haber que protegerse de Dios, debe desaparecer, hay que desen­
Dios es confiar y creer en él con todo el corazón, como he mascararlo para poder combatirlo. El psicoanálisis y la
dicho a menudo, que sólo la confianza y la fe del corazón psicoterapia son esta magia del mundo interior donde el
hacen estas dos cosas: Dios e ídolo.» ¿En qué confiamos, hombre se hace con el poder sobre el alma para librarse
pues, y creemos nosotros?, ¿no se han convertido en po­ de la amenaza que representa Dios. Pero el alma escru-
deres el dinero, la fuerza, el prestigio, la opinión pública, table ya no es libre, y el poder adquirido contra Dios se
el sexo?, ¿no se inclinan ante ellos los hombres y les sir­ convierte en poder del hombre contra sí mismo.
ven como a dioses?, ¿no cambiaría el mundo de aspecto El poder de Dios, esperanza nuestra, pp. 50-51
si se arrojase del trono a esos ídolos?
El Dios de los cristianos, pp. 26-27 Escoger la vida
20. 1 La magia es un intento de controlar las fuerzas des­
conocidas, de penetrar en su secreto para no enfrentar­ 21.1 Un ser es tanto más él mismo cuanto más abierto se
nos a ellas totalmente inermes. Se ha dicho que la técni­ encuentra, cuanto más relación es.
ca tradujo este conato al plano racional explorando la Escatología. La muerte y la vida eterna, p. 148
tram a funcional de la naturaleza para poder disponer de
ella. Este proceso estuvo precedido de la desmitificación 2 2 . 1 Pero surge inmediatamente la pregunta: «¿Cómo se
cristiana del mundo, que libró al hombre de la idea de escoge la vida?» Reflexionando, me ha venido a la mente
unas fuerzas divinas misteriosas y le enseñó que vivimos que la gran defección del cristianismo que se produjo
en un mundo creado por Dios con arreglo a unas pautas en Occidente en los últimos cien años se realizó preci­
racionales; él nos confió ese mundo para que conozca­ samente en nombre de la opción por la vida. Se decía
mos con nuestro entendimiento los pensamientos del —pienso en Nietzsche, pero también en muchos otros—
suyo y aprendamos a administrar, ordenar y configurar que el cristianismo es una opción contra la vida. Se decía
su creación a partir de ellos. Pero de este modo se ha ido que con la cruz, con todos los Mandamientos, con todos
imponiendo la idea de que Dios es superfluo, y al final ha los «no» que nos propone, nos cierra la puerta de la vida;
resultado ser un estorbo. Para Dios quedó sólo la subje­ pero nosotros queremos tener la vida y escogemos, opta­
tividad, ya que lo objetivo lo hemos conocido sin él. Pero mos, en último término, por la vida liberándonos de la
en esta esfera de la subjetividad que le resta, Dios se con­ cruz, liberándonos de todos estos Mandamientos y de to­
vierte en mero sentimiento, que significa poco, o apare­ dos estos «no». Queremos tener la vida en abundancia,
ce como el espía que escucha a la puerta de mi existencia nada más que la vida.
privada y me impide la libertad. Aun siendo tan poca Aquí de inmediato viene a la mente la palabra del Evan­
cosa, es el último peligro que me impide el libre desarro­ gelio de hoy: «El que quiera salvar su vida, la perderá; pero
llo. Así comienza de nuevo, de un modo más sutil, lo que el que pierda su vida por mi causa, la salvará» (Le 9, 24).
20 21
Ésta es la paradoja que debemos tener presente ante todo 24. 1 Esta forma de elegir la vida es una mentira, porque
en la opción por la vida. No es arrogándonos la vida para deja a Dios de lado y así lo deforma todo. «¡Escoge la
nosotros como podemos encontrar la vida, sino dándola; vida!» Una vez más, ¿qué significa esto? El Deuterono-
no teniéndola o tomándola, sino dándola. Éste es el sen­ mio nos da una respuesta muy sencilla: escoge la vida, es
tido último de la cruz: no tom ar para sí, sino dar la vida. decir, escoge a Dios, pues Él es la vida. «Si obedeces los
2 de marzo de 2006 mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy,
amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guar­
23. 1 «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la dando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y cre­
muerte y el mal. [...] Hoy cito como testigos contra vo­ cerás» (Dt. 30, 16). ¡Escoge la vida! ¡Escoge a Dios!
sotros al cielo y a la tierra; te pongo delante bendición y Según el Deuteronomio, escoger a Dios significa
maldición. Escoge la vida» (Dt. 30, 15.19). ¡Escoge la amarlo, entrar en comunión de pensamiento y de volun­
vida! ¿Qué significa esto? ¿Cómo se hace? ¿En qué con­ tad con Él, confiar en Él, encomendarse a Él, seguir sus
siste la vida? ¿En tener lo máximamente posible, en po­ caminos.
der lo máximamente posible, permitírselo todo, no co­ Caminos de Jesucristo, p. 97
nocer más límites que los del propio deseo? ¿Consiste en
poder tener todo y poder hacer todo, en gozar la vida sin 25. 1 Si la globalización en la tecnología y en la econo­
límite alguno? ¿No parece esto hoy, al igual que en todas mía no está acompañada por una nueva apertura de la
las épocas, la única respuesta posible? Pero si contem­ conciencia hacia Dios, ante quien todos nosotros tene­
plamos nuestro mundo, vemos que este estilo de vida mos una responsabilidad, entonces esa globalización
concluye en el círculo diabólico del alcohol, del sexo y de concluirá en una catástrofe. Ésta es la gran responsabili­
la droga; que esta aparente elección de la vida debe con­ dad que pesa hoy sobre nosotros los cristianos. Desde
siderar a los otros como rivales; que siempre experimen­ sus orígenes, el cristianismo procedente del único Señor,
ta lo propio que posee como poco y esa elección conduce del pan único que busca hacer de nosotros un solo cuer­
precisamente a la anticultura de la muerte, al fastidio de po, se aplicó a encarar la unidad de la humanidad. Si
la vida, el no quererse a sí mismo, cosa que hoy observa­ nosotros, precisamente en el momento en que la unidad
mos por doquier. El resplandor de esta elección es una externa de la humanidad, antes impensable, es un hecho,
imagen engañosa del diablo, porque efectivamente se nos negamos como cristianos y creemos que no pode­
opone a la verdad, porque presenta al hombre como a un mos o no debemos dar más nada, cometemos un pecado
dios, pero como un dios falso que no conoce el amor, grave. En efecto, una unidad que es edificada sin Dios o
sino que sólo se conoce a sí mismo, y lo refiere todo a sí. incluso contra él termina con el experimento de Babilo­
En este intento de ser un dios, el criterio de referencia nia: en la confusión total y en la destrucción absoluta, en
para el hombre es el fetiche, no Dios. el odio y en la violencia de todos contra todos.
Caminos de Jesucristo, pp. 96-97 Caminos de Jesucristo, p. 119
22 23
26. 1 Los santos, como hemos dicho, son los verdaderos 28. 1 Para una vida feliz es preciso, por tanto, un enten­
reformadores. Ahora quisiera expresarlo de manera más dimiento íntimo con Dios. Sólo si esta relación de fondo
radical aún: sólo de los santos, sólo de Dios proviene la funciona bien, las otras relaciones podrán ser justas. Por
verdadera revolución, el cambio decisivo del mundo. En eso es importante aprender a lo largo de toda una vida, y
el siglo pasado vivimos revoluciones cuyo programa co­ desde la juventud, a pensar con Dios, a sentir con Dios, a
mún fue no esperar nada de Dios, sino tom ar totalmente querer con Dios, de modo que desde aquí surja el amor.
en las propias manos la causa del mundo para transfor­ De esa forma el amor se convierte en el elemento de fon­
m ar sus condiciones. Y hemos visto que, de este modo, do de nuestra vida. Estamos hablando del amor del pró­
siempre se tomó un punto de vista humano y parcial jimo, por supuesto.
como criterio absoluto de orientación. La absolutización Mirara Cristo, p. 115
de lo que no es absoluto, sino relativo, se llama totalita­
rismo. No libera al hombre, sino que lo priva de su dig­ 29. 1 Es importante que Dios sea grande entre nosotros,
nidad y lo esclaviza. No son las ideologías las que salvan y en la vida pública y en la vida privada. En la vida públi­
el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que ca, es importante que Dios esté presente, por ejemplo,
es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el ga­ mediante la cruz en los edificios públicos; que Dios esté
rante de lo que es realmente bueno y auténtico. La revo­ presente en nuestra vida común, porque sólo si Dios
lución verdadera consiste únicamente en m irar a Dios, está presente tenemos una orientación, un camino común;
que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es de lo contrario, los contrastes se hacen inconciliables,
el amor eterno. Y ¿qué puede salvamos sino el amor? pues ya no se reconoce la dignidad común. Engrandez­
20 de agosto de 2005 camos a Dios en la vida pública y en la vida privada. Eso
significa hacer espacio a Dios cada día en nuestra vida,
2 7 . 1 Estas opciones corresponden al contenido de las pa­ comenzando desde la m añana con la oración y luego
labras tener y ser. La autorrealización quiere tener la vida, dando tiempo a Dios, dando el domingo a Dios. No per­
todas las posibilidades, alegrías y bellezas de la vida, pues demos nuestro tiempo libre si se lo ofrecemos a Dios. Si
considera la vida como una posesión que ha de defender Dios entra en nuestro tiempo, todo el tiempo se hace más
contra los demás. La fe y el amor no se ordenan a la pose­ grande, más amplio, más rico.
sión. Optan por la reciprocidad del amor, por la grandeza
majestuosa de la verdad. In nuce, esta alternativa corres­ 15 de agosto de 2005
ponde a la elección fundamental entre la muerte y la vida:
una civilización del tener es una civilización de la muer­ 30- 1 Así- hoy, yo quisiera, con gran fuerza y gran convic­
te, de cosas muertas; únicamente una cultura del amor es ción, a partir de la experiencia de una larga vida perso­
también cultura de la vida: «Quien quiera salvar su vida, nal, decir a todos vosotros, queridos jóvenes: «¡No ten­
la perderá y quien pierda su vida... la salvará.» gáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo.
El camino pascual, p. 26 Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid
24 25
26. 1 Los santos, como hemos dicho, son los verdaderos 28. 1 Para una vida feliz es preciso, por tanto, un enten­
reformadores. Ahora quisiera expresarlo de manera más dimiento íntimo con Dios. Sólo si esta relación de fondo
radical aún: sólo de los santos, sólo de Dios proviene la funciona bien, las otras relaciones podrán ser justas. Por
verdadera revolución, el cambio decisivo del mundo. En eso es importante aprender a lo largo de toda una vida, y
el siglo pasado vivimos revoluciones cuyo programa co­ desde la juventud, a pensar con Dios, a sentir con Dios, a
mún fue no esperar nada de Dios, sino tom ar totalmente querer con Dios, de modo que desde aquí surja el amor.
en las propias manos la causa del mundo para transfor­ De esa forma el amor se convierte en el elemento de fon­
mar sus condiciones. Y hemos visto que, de este modo, do de nuestra vida. Estamos hablando del amor del pró­
siempre se tomó un punto de vista humano y parcial jimo, por supuesto.
como criterio absoluto de orientación. La absolutización Mirara Cristo, p. 115
de lo que no es absoluto, sino relativo, se llama totalita­
rismo. No libera al hombre, sino que lo priva de su dig­ 29. 1 Es importante que Dios sea grande entre nosotros,
nidad y lo esclaviza. No son las ideologías las que salvan y en la vida pública y en la vida privada. En la vida públi­
el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que ca, es importante que Dios esté presente, por ejemplo,
es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el ga­ mediante la cruz en los edificios públicos; que Dios esté
rante de lo que es realmente bueno y auténtico. La revo­ presente en nuestra vida común, porque sólo si Dios
lución verdadera consiste únicamente en m irar a Dios, está presente tenemos una orientación, un camino común;
que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es de lo contrario, los contrastes se hacen inconciliables,
el amor eterno. Y ¿qué puede salvarnos sino el amor? pues ya no se reconoce la dignidad común. Engrandez­
20 de agosto de 2005 camos a Dios en la vida pública y en la vida privada. Eso
2 7 . 1 Estas opciones corresponden al contenido de las pa­
significa hacer espacio a Dios cada día en nuestra vida,
labras tener y ser. La autorrealización quiere tener la vida, comenzando desde la m añana con la oración y luego
todas las posibilidades, alegrías y bellezas de la vida, pues dando tiempo a Dios, dando el domingo a Dios. No per­
considera la vida como una posesión que ha de defender demos nuestro tiempo libre si se lo ofrecemos a Dios. Si
contra los demás. La fe y el amor no se ordenan a la pose­ Dios entra en nuestro tiempo, todo el tiempo se hace más
sión. Optan por la reciprocidad del amor, por la grandeza grande, más amplio, más rico.
majestuosa de la verdad. In nuce, esta alternativa corres­ 15 de agosto de 2005
ponde a la elección fundamental entre la muerte y la vida:
una civilización del tener es una civilización de la muer­ 30. 1 Así, hoy, yo quisiera, con gran fuerza y gran convic­
te, de cosas muertas; únicamente una cultura del amor es ción, a partir de la experiencia de una larga vida perso­
también cultura de la vida: «Quien quiera salvar su vida, nal, decir a todos vosotros, queridos jóvenes: «¡No ten­
la perderá y quien pierda su vida... la salvará.» gáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo.
El camino pascual, p. 26 Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid
24 25
de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la ver­ que él no sabe, y con cada decisión se lanza a una aven­
dadera vida. Amén.» tura de resultado incierto. Me parece que no pocos pen­
24 de abril de 2005 sadores y artistas de nuestro tiempo se han alineado con
el marxismo únicamente a causa de eso, debido a que el
31.1 En ella Dios graba su propia imagen, la imagen de marxismo les proporcionó una respuesta englobadora y,
Aquel que sigue la oveja perdida hasta las montañas y en cierto modo, concluyente a esta cuestión fundamen­
hasta los espinos y abrojos de los pecados de este mundo, tal de la humanidad, y que parecía poner todas las fuer­
dejándose herir por la corona de espinas de estos peca­ zas de nuestra existencia en el servicio a una gran meta
dos, para tom ar la oveja sobre sus hombros y llevarla a moral: crear una humanidad mejor y un mundo mejor.
casa. Como Madre que se compadece, María es la figura Pero en realidad, para muchos este marxismo fue sólo
anticipada y el retrato permanente del Hijo. Y así vemos un paliativo con el que querían acallar el sentimiento del
que también la imagen de la Dolorosa, de la Madre que sinsentido y de la perplejidad que les atormentaba.
comparte el sufrimiento y el amor, es una verdadera ima­ Evangelio, catequesis, catecismo, p. 10
gen de la Inmaculada. Su corazón, mediante el ser y el
sentir con Dios, se ensanchó. En ella, la bondad de Dios 33.1 «Ningún hombre puede habitar en la tristeza.» Pero
se acercó y se acerca mucho a nosotros. Así, María está si el fondo del alma es la tristeza, se llega necesariamente
ante nosotros como signo de consuelo, de aliento y de es­ a una continua huida del alma de sí misma, a una pro­
peranza. Se dirige a nosotros, diciendo: «Ten la valentía funda inquietud. El hombre tiene miedo de estar solo
de osar con Dios. Prueba. No tengas miedo de él. Ten la consigo mismo, pierde su centro, se convierte en un va­
valentía de arriesgar con la fe. Ten la valentía de arries­ gabundo intelectual, que siempre se está alejando de sí
gar con la bondad. Ten la valentía de arriesgar con el co­ mismo. Síntomas de esta inquietud vagabunda del espíri­
razón puro. Comprométete con Dios; y entonces verás tu son la verbosidad y la curiosidad. El hombre al hablar
que precisamente así tu vida se ensancha y se ilumina, y huye del pensamiento. Y puesto que se le ha quitado la vi­
no resulta aburrida, sino llena de infinitas sorpresas, sión hacia lo Infinito, busca insaciablemente sustitutos.
porque la bondad infinita de Dios no se agota jamás.» Mirara Cristo, p. 81
8 de diciembre de 2005
34 .1 [...] no es verdad que la juventud piense sobre todo en
el consumo y en el placer. No es verdad que sea materialis-
Búsqueda de Dios y fe ta y egoísta. Es verdad lo contrario: los jóvenes quieren co­
sas grandes. Quieren que se detenga la injusticia. Quieren
32. 1 J.-P. Sartre ha señalado como drama propio del que se superen las desigualdades y que todos participen en
hombre, como su tragedia, el hecho de que está conde­ los bienes de la tierra. Quieren que los oprimidos obtengan
nado a una libertad que deja en sus manos decidir qué es la libertad. Quieren cosas grandes. Quieren cosas buenas.
lo que debe hacer de sí mismo. Pero esto es justamente lo Por eso, los jóvenes —vosotros lo sois— están de nuevo
26 27
totalmente abiertos a Cristo. Cristo no nos ha prometido sólo en el encuentro con personas creyentes capaces de
una vida cómoda. Quien busca la comodidad, con él se ha entenderte. La fe crece siempre en comunidad.
equivocado de camino. Él nos muestra la senda que lleva Dios y el mundo, p. 301
hacia las cosas grandes, hacia el bien, hacia una vida hu­
mana auténtica. Cuando habla de la cruz que debemos 37. 1 [...] ¿es posible amar a Dios?; más aún: ¿puede el
llevar, no se trata del gusto del tormento o de un moralis- amor ser algo obligado? ¿No es un sentimiento que se tie­
mo mezquino. Es el impulso del amor, que comienza por ne o no se tiene? La respuesta a la primera pregunta es: sí,
sí mismo, pero no se busca a sí mismo, sino que impulsa a podemos am ar a Dios, dado que Él no se ha quedado a
la persona al servicio de la verdad, la justicia y el bien. una distancia inalcanzable sino que ha entrado y entra en
Cristo nos muestra a Dios y, de esa forma, la verdadera nuestra vida. Nos sale al paso de cada uno de nosotros:
grandeza del hombre. en los sacramentos a través de los cuales actúa en nuestra
25 de abril de 2005 existencia; con la fe de la Iglesia, a través de la cual se di­
rige a nosotros; haciéndonos encontrar hombres, tocados
35. 1 [...] en el capítulo 3 de san Marcos, se describe lo por Él, que nos trasmiten su luz; con las disposiciones a
que el Señor pensaba que debería ser el significado de un través de las cuales interviene en nuestra vida; también
apóstol: estar con él y estar disponible para la misión. con los signos de la creación que nos ha regalado.
Las dos cosas van juntas y sólo estando con él estamos 7 de febrero de 2006
también siempre en movimiento con el Evangelio hacia
los demás. Por tanto, es esencial estar con él y así senti­ 38. 1 La educación en la fe debe consistir antes que nada
mos la inquietud y somos capaces de llevar la fuerza y la en cultivar lo bueno que hay en el hombre. El desarrollo
alegría de la fe a los demás, de dar testimonio con toda del voluntariado, inspirado por el espíritu del Evangelio,
nuestra vida y no sólo con las palabras. ofrece una gran ocasión educativa.
13 de mayo de 2005 26 de noviembre de 2005
36. 1 [Cómo empezar a buscar la fe.] Yo diría que nunca 39. 1 Nuestra fe no es una teoría, sino un acontecimien­
con reflexión solamente. Siempre hay que combinar las to, un encuentro con el Dios vivo que es nuestro padre,
preguntas con la actuación. Creo que cada cual tiene su que en su Hijo Jesucristo ha asumido el ser humano, y
propio comienzo. Para muchos la visión de María es, en que en el Espíritu Santo nos incorpora a Él.
prim er lugar, una puerta. Para otros el verdadero co­ Evangelio, catequesis, catecismo, p. 14
mienzo es Cristo. Yo diría que leer los Evangelios es
siempre un camino de acercamiento, haciendo una lec­ 40. 1 [...] la fe cristiana, es decir, la fe en Jesús como Cris­
tura proyectada hacia Cristo, que también incluya la to es verdadera «fe personal». Partiendo de aquí, pode­
oración incesante. mos saber lo que significa. La fe no consiste en aceptar
Nunca se puede buscar la fe de manera aislada, sino un sistema, sino en aceptar a una persona que es su pa­
28 29
labra. La fe es aceptar la palabra como persona y la per­ quedado particularmente grabado en mi memoria el re­
sona como palabra. cuerdo del «Santo Sepulcro», con muchas flores y luces
de colores, que se erigía entre el Viernes Santo y el Do­
Introducción al cristianismo, p. 174 mingo de Pascua y que nos ayudaba a sentir próximo el
41. 1 La fe es una decisión por la que afirmamos que en lo misterio de la muerte y resurrección, a percibirlo con
íntimo de la existencia humana hay un punto que no pue­ nuestros sentidos internos y externos, mucho antes que
de ser sustentado ni sostenido por lo visible y comprensi­ cualquier intento de comprensión racional.
ble, sino que linda de tal modo con lo que no se ve, que esto Mi vida, recuerdos (1927-1977), p. 24
le afecta y aparece como algo necesario para su existencia. 45. 1 Dios quiere hablar al corazón de su pueblo y tam ­
A esta actitud sólo se llega por lo que la Biblia llama «vuel­ bién a cada uno de nosotros. «Te he creado a mi ima­
ta», «con-versión». La fe no se puede demostrar: es un gen y semejanza», nos dice. «Yo mismo soy el amor y tú
cambio del ser, y sólo quien cambia la acoge [...] es un cam­ eres mi imagen en la medida en la que brilla en ti el
bio que hay que hacer todos los días [...] la fe ha sido un sal­ esplendor del amor, en la medida en que me respondes
to sobre el abismo infinito desde el mundo visible e impli­ con amor.» Dios nos espera. El quiere que le amemos: un
ca la osadía de ver en lo que no se ve lo auténticamente real. llamamiento así, ¿no debería tocar nuestro corazón?
Introducción al cristianismo, p. 48 Precisamente en esta hora en la que celebramos la Euca­
42. 1 [...] la fe, que nos llega como palabra, debe llegar a ristía [...] nos sale al encuentro, sale para encontrarse
ser de nuevo en nosotros mismos palabra, en la que aho­ conmigo. ¿Encontrará una respuesta? ¿O sucederá con
ra se exprese también nuestra vida. Creer será siempre nosotros como con la viña, de la que Dios dice en Isaías:
denominado también «confesar la fe». La fe no es priva­ «Esperó a que diese uvas, pero dio agraces»? Nuestra
da sino pública y comunitaria. La fe va en primer lugar vida cristiana, con frecuencia, ¿no es quizá más vinagre
de la palabra a la idea, pero tiene siempre que regresar de que vino? ¿Autocompasión, conflicto, indiferencia?
la idea a la palabra y a la acción. 2 de octubre de 2005
Evangelio, catequesis, catecismo, p. 25 46. 1 Buenaventura. El doctor seráfico dice a sus audito­
43. 1 El dogma no era sentido como un vínculo exterior, res que el movimiento de la esperanza se parece al vuelo
sino como la fuente vital que en realidad posibilitaba de un pájaro, que para volar distiende sus alas todo lo
nuevos conocimientos. que puede y emplea todas sus fuerzas para moverlas;
todo él se hace movimiento y de esta forma va hacia lo
Mi vida, recuerdos (1927-1977), p. 69 alto, vuela. Esperar es volar, dice Buenaventura: la espe­
44. 1 En los antiguos edificios monásticos se encontra­ ranza exige de nosotros un esfuerzo radical; requiere de
ban la Escuela de Señoritas y el entonces Instituto para nosotros que todos nuestros miembros se conviertan en
la Formación del Niño, llamado «jardín de infancia». Ha movimiento, para elevarnos sobre la fuerza de la grave­
30 31
dad de la Tierra, para llegar a la verdadera altura de 48. 1 La fe no es solamente un tender de la persona hacia
nuestro ser, a las promesas de Dios. El doctor francisca­ lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente;
no desarrolla en ese momento una bellísima síntesis de la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad es­
la doctrina de los sentidos externos e internos. Quien es­ perada, y esta realidad presente constituye para nosotros
pera —dice— «debe levantar la cabeza, girando hacia lo una «prueba» de lo que aún no se ve. Ésta atrae al futuro
alto sus propios pensamientos, hacia la altura de nuestra dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el
existencia, es decir hacia Dios. Debe alzar sus ojos para puro «todavía-no». El hecho de que este futuro exista
recibir todas las dimensiones de la realidad. Debe alzar cambia el presente; el presente está marcado por la rea­
su corazón disponiendo su sentim iento por el sumo lidad futura, y así las realidades futuras repercuten en
amor y por todos sus reflejos en este mundo. Debe tam ­ las presentes y las presentes en las futuras.
bién mover sus manos en el trabajo...». Se habla aquí Spe Salvi, n.° 7
también de lo esencial de una teología del trabajo, que
pertenece al movimiento de la esperanza y, realizado co­ 49. 1 El hombre ha sido creado de tal manera que sus
rrectamente, es una de sus dimensiones. ojos sólo pueden ver lo que no es Dios. [...] Dios es esen­
Mirara Cristo, pp. 69-70 cialmente invisible. Esta expresión de la fe bíblica en
Dios que niega la visibilidad de los dioses es ante todo
47. 1 [...] la gran promesa de la fe no destruye nuestro ac­ una afirmación sobre el hombre; el hombre es la esencia
tuar y no lo hace superfluo, sino que le confiere final­ vidente que parece reducir el espacio de su existencia al
mente su justa forma, su lugar y su libertad. Un ejemplo espacio de su ver y comprender. [...] Dios no aparece ni
significativo lo ofrece la historia monástica. Comienza puede aparecer por mucho que se ensanche el campo vi­
con la fuga saeculi, la huida de un mundo, que se cerraba sual. [...] Dios es aquel que se queda esencialmente fuera
en sí mismo, al desierto, al no mundo. Allí domina la es­ de nuestro campo visual, por mucho que se extiendan
peranza que precisamente en el no mundo, en la pobre­ sus límites.
za radical, encontrará el todo de Dios, la verdadera liber­ [...] Con esto tenemos ya un primer esbozo de la acti­
tad. Pero precisamente esta libertad de la nueva vida ha tud que se expresa en la palabra credo. [...] La palabra
hecho iniciar en el desierto la nueva ciudad, una nueva credo entraña una opción fundamental ante la realidad
posibilidad de vida humana, una cultura de fraternidad, como tal. [...] Es una opción por la que no se ve, no se
de la que se formarán islas de vida y de supervivencia en considera como irreal, sino como lo que sostiene y posi­
la gran decadencia de la cultura antigua. «Buscad pri­ bilita toda la realidad restante. Es una opción por la que
mero que reine su justicia, y todo eso se os dará por aña­ lo que posibilita toda la realidad otorga también al hom­
didura», dice el Señor (Mt. 6 , 33). La historia confirma bre una existencia auténticamente humana. Lo que se
sus palabras: añade a la esperanza teológica un optimis­ hace posible como hombre y como ser humano.
mo completamente humano.
Introducción al cristianismo, p. 48
Mirar a Cristo, pp. 70-71
32 33
50. 1 Como ejemplo, quisiera recordar sólo un camino
de conversión de nuestro tiempo: Tatiana Goritscheva.
Esta mujer había aprendido que la meta de la vida era
distinguirse, «ser más listo que los demás, más capaz,
más fuerte... Pero nunca me había dicho nadie que lo más
elevado de la vida no consistía en alcanzar y vencer a los
demás, sino en amar». En el progresivo encuentro con CAPÍTULO 2
Jesús se va dando cuenta de esto desde dentro, hasta que
un día, al rezar el padrenuestro le sobreviene un nuevo EL DIOS CRISTIANO
nacimiento, y... percibe, «no precisamente con mi ridícu­
lo entendimiento, sino con todo mi ser», un nuevo cono­
cimiento que trastoca todo su ser: «que Él existe». Esto ¿Es posible conocerle?
es conocimiento absolutamente real, experiencia, expe­
riencia íntimamente comprensible y, en cuanto tal, com­ 1 . 2 Sin una cierta cantidad de amor no se encuentra
probable; comprobable, claro está, no desde la postura nada. Quien no se compromete un poco para vivir la ex­
del espectador, sino tan sólo desde la entrega al experi­ periencia de la fe y la experiencia de la Iglesia y no afron­
mento de la vida con Dios. ta el riesgo de mirarla con ojos de amor, no descubrirá
Imágenes de la esperanza, p. 41 otra cosa que decepciones. El riesgo del amor es condi­
ción preliminar para llegar a la fe.
¿Por qué soy todavía cristiano?, p. 110
2. 2 El Reino de Dios es Dios mismo. Si Jesús dice: «El
Reino de Dios está cerca», esto significa, por encima de
todo, algo muy sencillo: Dios mismo está cerca. Estáis
próximos a Dios y él a vosotros. Y además: Dios es un Dios
que actúa. No está expatriado en una esfera «trascenden­
tal» que le separaría de la esfera «categorial» de nuestra
vida. Él está presente y actúa. En su aparente ausencia e
ineficacia él está propiamente presente y dominante; do­
minando, ciertamente, de un modo muy distinto a como
se imaginan los soberanos humanos, o a como imaginan
los hombres débiles, pero hambrientos de poder.
Evangelio, catequesis, catecismo, pp. 32-33
34 35
3. 2 Rastreamos todavía más y con mayor profundidad tiene que ser una misma cosa; no hay otro modo de en­
algo de Dios mismo en la bondad de un ser humano que tender el catolicismo, creo yo.
es bueno sin motivo ni causa. Me refirió en cierta oca­ La sal de la Tierra, p. 22
sión un testigo que unas muchachas asiáticas, después
de muchísimos padecimientos, habían sido recogidas y
asistidas por unas monjas. Las muchachas hablaban a 6 . 2 Dios no se manifiesta de un modo demasiado visi­
las religiosas como si fuesen Dios, pues decían que sim­ ble... pero, generalmente, Dios no habla demasiado alto,
ples mujeres no eran capaces de aquella bondad. pero sí nos habla una y otra vez. Oírle depende, como es
natural, de que el receptor —digamos— y el emisor estén
El Dios de los cristianos, p. 50 en sintonía. Ahora en nuestro tiempo, con nuestro actual
4. 2 Ya desde enero, mi hermano había notado que nues­ estilo de vida y de forma de pensar, hay demasiadas in­
tra madre asimilaba peor el alimento. A mediados de terferencias entre los dos y sintonizar resulta particular­
agosto, el médico nos confirmó la triste noticia de que se mente difícil. Y, por otra parte, estamos tan distanciados
trataba de un cáncer de estómago, que ya avanzaba veloz de Dios que, aunque oyéramos su voz, tampoco la reco­
e inexorablemente por su camino. Hasta fines de octu­ noceríamos como suya, así sin más. No obstante, yo di­
bre, aunque reducida a piel y huesos, continuó haciendo ría que a cualquiera de nosotros que esté atento, esté
las labores domésticas para mi hermano, hasta que se donde esté, puede acontecerle que perciba al Señor,
desmayó en una tienda y desde entonces no pudo aban­ «Dios me habla». Y ésa es la gran oportunidad que tengo
donar más el hospital. Habíamos revivido con ella la para conocerle.
misma experiencia de mi padre. Su bondad era cada día La sal de la Tierra, pp. 33-34
más pura y transparente y continuó aumentando en las
semanas en que el dolor iba acrecentándose. El día des­ 7. 2 Yo soy un poco platónico. Con eso quiero decir que
pués del domingo de «Gaudete», el 16 de diciembre de creo que hay una especie de memoria, como un recuerdo
1963, cerró para siempre los ojos, pero la luz de su bon­ de Dios grabado en el hombre, y que hay que despertar­
dad permaneció y para mí se convirtió cada vez más en lo en él. El hombre no sabe originariamente qué debe sa­
una demostración concreta de la fe por la que se había ber, ni tampoco está originariamente donde debe estar;
dejado moldear. No sabría señalar una prueba de la ver­ es un hombre, un ser humano en camino.
dad de la fe más convincente que la sincera y franca hu­ En la religión bíblica, en el Antiguo y el Nuevo Testa­
manidad que ésta hizo m adurar en mis padres y en otras mento, se recogen muchas imágenes de un pueblo de
muchas personas que he tenido ocasión de encontrar. Dios nómada, y se hace siempre hincapié en que Israel
Mi vida, recuerdos (1927-1977), pp. 94-95 era un pueblo en el exilio. Y esa imagen significa —exac­
tamente— lo que es la existencia humana. Nos indica
5. 2 Yo diría que el catolicismo sólo puede entenderse que el hombre es un ser que está puesto en un cami­
debidamente poniéndose en camino. Pensarlo y vivirlo no que no es ficticio, y que acontecerá algo en su vida que
36 37
él tiene que buscar y descubrir qué es, y que también se así, por el contrario, el justo puede llamarse “cielo”»
puede equivocar. (Serm. in monte II 5, 17). El cielo no pertenece a la geo­
La sal de la Tierra, pp. 45-46 grafía del espacio, sino a la geografía del corazón. Y el
corazón de Dios, en la Noche santa, ha descendido hasta
8 . 2 Dios no es una magnitud determinable según cate­ un establo: la humildad de Dios es el cielo.
gorías físico-espaciales. No está a cien mil kilómetros de 25 de diciembre de 2007
altura o a una distancia de años luz. En lugar de eso, la
cercanía de Dios es una cercanía a categorías del ser. 10. 2 [...] el conocimiento de Dios no es una cuestión de
Donde está lo que más le representa, donde está la Ver­ pura teoría, sino que es, en primer lugar, una cuestión
dad y el Bien, ahí rozamos, sobre todo, al Eterno. de praxis vital; depende de la relación que establezca el
Dios y el mundo, p. 101 hombre entre él mismo y el mundo, entre él mismo y su
propia vida.
9. 2 En el establo de Belén el cielo y la tierra se tocan. El El Dios de los cristianos, p. 15
cielo vino a la tierra. Por eso, de allí se difunde una luz
para todos los tiempos; por eso, de allí brota la alegría y
nace el canto. [...] quisiera citar una palabra extraordi­ 11. 2 [... la fe en Jesucristo (...) ¿También puede enseñar­
naria de san Agustín. Interpretando la invocación de la nos a vivir mejor? ¿Puede en realidad la fe cristiana ayudar
oración del Señor: «Padre nuestro que estás en los cie­ a cada persona?] La fe no sustituye a la propia reflexión
los», él se pregunta: ¿qué es esto del cielo? Y ¿dónde está o al aprendizaje en compañía de los demás, pero nos pro­
el cielo? Sigue una respuesta sorprendente: Que estás en porciona la clave para aprender de nosotros mismos.
los cielos significa: en los santos y en los justos. «En ver­ La persona, en cuanto ser racional, se hace en el otro,
dad, Dios no se encierra en lugar alguno. Los cielos son y descubre también su sentido en los encuentros con los
ciertam ente los cuerpos más excelentes del mundo, demás. La fe no es un mero sistema de conocimientos,
pero, no obstante, son cuerpos, y no pueden ellos existir es, en esencia, el encuentro con Cristo.
sino en algún espacio; mas, si uno se imagina que el lu­ Dios y el mundo, p. 235
gar de Dios está en los cielos, como en regiones superio­
res del mundo, podrá decirse que las aves son de mejor 12. 2 Cristo, que es «la belleza de toda belleza», como so­
condición que nosotros, porque viven más próximas a lía decir san Buenaventura (Sermones dominicales 1, 7 ),
Dios. Por otra parte, no está escrito que Dios está cerca se hace presente en el corazón del hombre y lo atrae ha­
de los hombres elevados, o sea de aquellos que habitan cia su vocación, que es el amor. Gracias a esta extraordi­
en los montes, sino que fue escrito en el Salmo: “El Señor naria fuerza de atracción, la razón sale de su entorpeci­
está cerca de los que tienen el corazón atribulado” (Sal. miento y se abre al misterio. Así se revela la belleza
34 [33], 19), y la tribulación propiamente pertenece a la suprema del amor misericordioso de Dios y, al mismo
humildad. Mas así como el pecador fue llamado “tierra”, tiempo, la belleza del hombre que, creado a imagen de
38 39
Dios, renace por la gracia y está destinado a la gloria Tiene un rostro y busca nuestro rostro. Tiene un corazón
eterna. y busca nuestro corazón. Nosotros no somos para él fun­
¿Acaso no ha sido la belleza que la fe ha engendrado ción en una m aquinaria cósmica, sino que son justa­
en el rostro de los santos la que ha impulsado a tantos mente los suyos los faltos de función. Nombre equivale a
hombres y mujeres a seguir sus huellas? aptitud para ser llamado, equivale a comunidad. Por eso
15 de mayo de 2007 Cristo es el verdadero Moisés, la culminación de la reve­
lación del nombre. No trae una nueva palabra como
nombre; hace algo más: él mismo es el rostro de Dios, la
¿Cómo es Dios? invocabilidad de Dios en cuanto tú, en cuanto persona,
en cuanto corazón.
13. 2 ¿Qué significa, entonces, nombre de Dios? Tal vez El Dios de los cristianos, pp. 22-24
podamos comprender de la manera más breve de qué se
trata, partiendo de lo opuesto. El Apocalipsis habla del 14. 2 En la historia religiosa de la humanidad, que coin­
adversario de Dios, de la bestia. La bestia, el poder ad­ cide con la historia de su espíritu e impregna las grandes
verso, no lleva un nombre, sino un número: «666 es su culturas, Dios aparece por doquier como el ser cuyos
número», dice el vidente (13, 18). Es un número y con­ ojos miran en todas direcciones, como la visión sin más.
vierte a la persona en un número. Los que hemos vivido Esta arcaica representación queda estampada en la figu­
el mundo de los campos de concentración sabemos a qué ra del ojo de Dios que nos es familiar por el arte cristia­
equivale eso: su horror se basa precisamente en que bo­ no: Dios es ojo, Dios es mirada. Detrás de eso se encuen­
rra el rostro, en que cancela la historia, en que hace de tra, de nuevo, una sensación primordial del hombre: éste
los hombres números, piezas recambiables de una gran se sabe conocido. Sabe que no hay un postrer oculta-
máquina. Uno es lo que es su función, nada más. Hoy miento; que en todas partes, sin cobijo ni evasión, su
hemos de temer que los campos de concentración fuesen vida está, hasta el fondo, patente a una mirada; sabe que,
solamente un preludio; que el mundo, bajo la ley univer­ para él, vivir es ser visto. Lo que formuló como plegaria
sal de la máquina, asuma en su totalidad la estructura de uno de los salmos más hermosos del Antiguo Testamen­
campo de concentración. Pues si sólo existen funciones, to (Sal. 139, 1-12) articula una convicción que ha acom­
entonces el hombre no es tampoco nada más. Las má­ pañado al hombre a través de toda su historia:
quinas que él ha montado le imponen ahora su propia
ley. Debe llegar a ser legible por la computadora, y eso Señor, tú me examinas y me conoces,
sólo resulta posible si es traducido al lenguaje de los nú­ sabes cuándo me siento o me levanto,
meros. Todo lo demás carece de sentido en él. Lo que no desde lejos penetras mis pensamientos.
es función no es nada. La bestia es número y convierte en Tú adviertes si camino o si descanso,
número. Dios, en cambio, tiene un nombre y nos llama todas mis sendas te son conocidas.
por nuestro nombre. Es persona y busca a la persona. No está aún la palabra en mi lengua,
40 41
y tú, Señor, ya la conoces. confianza que le permita vivir. Aquí se decide la respues­
Me envuelves por detrás y por delante, ta a la cuestión de Dios.
y tus manos me protegen. El Dios de los cristianos, pp. 17-18
Es un misterio de saber que me supera,
una altura que no puedo alcanzar. 16. 2 Dios es realmente, es decir, obra, actúa y puede ac­
¿adonde podré ir lejos de tu espíritu, tuar. No es un remoto origen o una indeterminada meta
adonde escaparé de tu presencia? de nuestra trascendencia. No ha dimitido ante su máqui­
Si subo hasta los cielos, allí estás tú, na cósmica; no es disfuncional, pues pone todo en fun­
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. cionamiento. El mundo es y sigue siendo suyo; su tiem­
Si vuelo sobre las alas de la aurora, po es el presente, no el pasado. Puede actuar y actúa,
y me instalo en el confín del mar, muy realmente, ahora, en este mundo y en nuestra vida.
también allí me alcanzará tu mano,
y me agarrará tu derecha. El Dios de los cristianos, p. 28
Aunque diga: «Que la tiniebla me encubra,
y la luz se haga noche en tomo a mí», 17. 2 Dios es concreto y justamente en lo concreto se
no es oscura la tiniebla para ti, manifiesta lo divino.
pues ante ti la noche brilla como el día [...] Servidor de vuestra alegría, p. 64
El Dios de los cristianos, pp. 16-17 18. 2 Tras la pretensión de ser enteramente libre, sin la
competencia de otra libertad, sin un «de dónde» y un
15. 2 [...] el hombre puede comprender ese ser visto de «para», se esconde no una imagen de Dios, sino una ima­
las formas más diversas. Puede sentirse al descubierto, y gen idolátrica. El error fundamental de semejante volun­
eso le turba. Puede ventear peligros y verse constreñido tad radical de libertad reside en la idea de una divinidad
en su ámbito vital. Y así, esa sensación puede llegar a que está concebida en un sentido puramente egoísta. El
convertirse en exasperación, agudizarse hasta ser lucha dios pensado de esta manera no es Dios, sino un ídolo,
apasionada contra el testigo, al que llega a ver como en­ más aún, es la imagen de lo que la tradición cristiana de­
vidioso de la propia libertad, del propio deseo y acción nominaría el diablo —el anti-Dios—, porque en él se da
ilimitados. Pero también puede ocurrir exactamente lo precisamente la oposición radical al Dios real: el Dios
contrario: el hombre, orientado hacia el amor, puede ha­ real es, por su esencia, un total «Ser-para» (el Padre),
llar en esta presencia que le rodea por todas partes un co­ «Ser-desde» (el Hijo) y «Ser-con» (el Espíritu Santo).
bijo por el que clama todo su ser. Ahí puede ver la supe­ Ahora bien, el hombre es precisamente imagen y seme­
ración de la soledad, que nadie puede eliminar del todo y janza de Dios porque el «desde», el «con» y el «para»
que es, aun así, la contradicción específica de un ser que constituyen la figura antropológica fundamental.
pide a gritos el tú, el acompañamiento mutuo. Puede en­ Fe, verdad y tolerancia, p. 214
contrar en esa secreta presencia el fundamento de la
42 43
19. 2 «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno» 2 2 . 2 Él se llama a sí mismo Padre. La paternidad hum a­
(Me. 10, 18). Sólo queda una frontera, un límite realmen­ na puede dar una idea de lo que él es. Pero donde ya no
te válido, el que hay entre Creador y criatura. Ante él, to­ hay paternidad, donde ya no se siente la paternidad hu­
dos los demás se vuelven absolutamente irrelevantes. mana, ni como fenómeno puramente biológico, ni mu­
La fraternidad de los cristianos, p. 79 cho menos como fenómeno humano y espiritual, tam ­
bién resulta vacío lo que diga Dios como Padre. Donde
2 0 . 2 Se sabe que los griegos llamaron «padre» a Zeus. Pero desaparece la paternidad humana, tampoco se puede
ésa no era para ellos una palabra que invitara a la confian­ pensar en Dios ni hablar de él. No es Dios el que está
za, sino una expresión de la profunda ambigüedad de Dios, muerto; es el presupuesto para que Dios viva en el hom­
de la trágica ambigüedad y terribilidad del mundo. Al decir bre lo que ha ido muriendo cada vez más en el hombre.
«padre», querían decir: «Zeus es como los demás padres La crisis de paternidad que vivimos forma parte de la cri­
humanos. A veces es muy bueno, si está de buen talante; sis de la humanidad que nos amenaza. Dondequiera que
pero en el fondo es un egoísta, un tirano; no se puede la paternidad se muestre sólo como accidente biológi­
contar con él, no se ve lo que maquina, es peligroso» [...]. co, que no reclama al hombre, o bien como tiranía que
La crítica religiosa del siglo xix afirmó que las religio­ hay que sacudir, allí se ha producido una lesión en la cons­
nes surgieron al proyectar los hombres sobre el cielo lo titución básica del ser humano. Para la integridad del ser
que tenían de mejor y más hermoso, para así hacerse el humano se precisa del padre en el verdadero sentido en
mundo tolerable. Pero como sólo proyectaban su propio que se ha manifestado por la fe: como responsabilidad
ser, resultó Zeus y se produjo el terror. El Padre bíblico por el otro; una responsabilidad que no le domina, sino
no es un duplicado celeste de la paternidad humana, que le libera para él mismo: como amor que no quiere
sino que pone algo nuevo: es la crítica divina a la pater­ absorber al otro, pero tampoco le confirma en su situa­
nidad humana. ción haciendo que eso pase por libertad, sino que le quie­
El Dios de los cristianos, pp. 32-33 re para su verdad más íntima, para aquella que está en su
creador.
21.2 ¿Confiamos en él? ¿Le miramos como a una realidad El Dios de los cristianos, p. 29
en el proyecto de nuestra vida, de nuestro afán cotidiano?
¿Hemos comprendido qué significa la primera tabla de los 23. 2 Cuando se difama la existencia de la familia, de la
Mandamientos? Esa tabla es propiamente la interpela­ paternidad y maternidad humanas como obstáculo a la
ción fundamental que se hace a la vida humana; corres­ libertad, cuando se consideran inventos de los domina­
ponde a las tres primeras peticiones del Padrenuestro, que dores la reverencia, la obediencia, la fidelidad, la pacien­
recogen esa primera tabla y quieren convertirla en la pau­ cia, la bondad, la confianza, y se enseña a los niños el
ta básica de nuestro espíritu, de nuestra vida. °dio, la desconfianza, la desobediencia como verdaderas
El Dios de los cristianos, p. 28 virtudes del hombre liberado, entonces entran en juego
el creador y la creación. La creación como un todo va a
44 45
ser relevada entonces por otro mundo que el hombre se —¿Sabías que existe el creador del mundo?
construirá. En la lógica de este inicio, sólo el odio puede —Sí —dijo el criado.
ser camino para el amor; pero esa misma lógica se apoya —Por supuesto —exclamó Leví Isaac—, todos lo di­
previamente en la antilógica de la propia destrucción. cen, pero ¿lo aprenden, además de decirlo?
Pues allí donde se calumnia la totalidad de lo real, donde
se hace mofa del creador, corta el hombre sus propias raí­ Intentemos en esta meditación aprender con mayor
ces. Comenzamos a reconocer eso muy palpablemente a profundidad lo que significa «Dios es creador»
un nivel bastante inferior: en la cuestión del medio am ­ El Dios de los cristianos, p. 37
biente, donde se demuestra que el hombre no puede vivir
en contra de la tierra, sino de ella. Pero no queremos re­ 26. 2 [...] la creación no es meramente objeto de la razón
conocer que eso vale a todos los niveles de la realidad. teórica, de la contemplación y de la admiración; es una
El Dios de los cristianos, pp. 45-46 brújula. Los antiguos hablaban de la ley natural. Actual­
mente se pone en ridículo, y hubo ciertamente mucho
24. 2 La expresión «Dios es» significa además que todos abuso en esta cuestión. Pero subsiste un núcleo: existe
nosotros somos sus creaturas. Sólo creaturas, pero en algo que es lícito a partir de la naturaleza, a partir de la
cuanto tales, verdaderamente provenientes de Dios. So­ brújula de la creación, que posibilita al mismo tiempo,
mos creaturas queridas por él y destinadas a la eterni­ por encima de las fronteras de las legislaciones estatales,
dad: creatura es el prójimo, la persona —tal vez antipáti­ el derecho de gentes. Existe aquello que es justo por na­
ca— que está a mi lado. El hombre no proviene de la turaleza, que precede a nuestra legislación, de suerte que
casualidad ni de la mera lucha por la existencia que lleva no todo lo que se le ocurre al hombre puede convertirse
a la victoria del más apto, del que logra imponerse: el en derecho. Pueden darse leyes que, aun siendo leyes, no
hombre proviene del amor creador de Dios. constituyen un derecho sino una injusticia. La naturale­
El Dios de los cristianos, p. 27 za, por ser creación, es fuente de derecho.
El Dios de los cristianos, pp. 46-47
25. 2 Cuenta Martin Buber en sus leyendas jasídicas que
el futuro rabí Leví Isaac hizo un primer viaje, movido por
su deseo de saber, y visitó al rabí Schmelke de Nikols- ¿De verdad que es poderoso?
burg, contra la voluntad de su suegro. A su regreso, éste
le preguntó con altanería: 27. 2 [...] Conrado de Parzham, el santo hermano porte­
ro fue beatificado primero y después canonizado. En
—¿Y qué has aprendido junto a él? este hombre humilde y bondadoso veíamos nosotros en­
A lo que Leví Isaac respondió: carnado lo mejor de nuestra gente, guiada por la fe en la
—Aprendí que existe el creador del mundo. realización de sus más bellas posibilidades. Más tarde,
El viejo llamó entonces a un criado y le preguntó: he reflexionado a menudo sobre esta extraordinaria cir­
46 47
cunstancia por la cual la Iglesia, en el siglo del progreso a Él. En este mundo, Dios no le hace competencia a las
y de la fe en las ciencias, se ha visto representada en lo formas terrenales del poder. No contrapone sus ejércitos
mejor de sí misma en personas muy sencillas como Ber- a otros ejércitos. Cuando Jesús estaba en el Huerto de los
nardette de Lourdes o, concretamente, en el hermano olivos, Dios no le envía doce legiones de ángeles para
Conrado, a las que apenas parecen afectarles las corrien­ ayudarlo (cfr. Mt. 26, 53). Al poder estridente y pomposo
tes de la historia: ¿es tal vez esto una señal de que la Igle­ de este mundo, Él contrapone el poder inerme del amor,
sia ha perdido su capacidad de incidir en la cultura y sólo que en la cruz —y después siempre en la historia— su­
consigue tom ar asiento fuera del auténtico flujo de la cumbe y, sin embargo, constituye la nueva realidad divi­
historia? ¿O es un signo de que la capacidad de acoger na, que se opone a la injusticia e instaura el Reino de
con inmediatez lo que en verdad importa se da todavía Dios. Dios es diverso; ahora [cuando los Reyes Magos se
hoy a los más pequeños, a quienes se les ha concedido postran ante el Niño], se dan cuenta de ello. Y eso signi­
una mirada que, en cambio, tan a menudo les falta a los fica que ahora ellos mismos tienen que ser diferentes,
«sabios e inteligentes» (cfr. Mt. 11, 25)? Estoy efectiva­ han de aprender el estilo de Dios.
mente convencido de que estos «pequeños» santos son 20 de agosto de 2005
precisamente una gran señal para nuestro tiempo: un
tiempo que me conmueve tanto más profundam ente 30. 2 ¿Existe un límite contra el cual se estrella la fuerza
cuanto más vivo en él y con él. del mal? Sí, existe, responde el [papa Juan Pablo II] (...)
Mi vida, recuerdos (1927-1977), p. 23 el poder que pone un límite al mal es la misericordia di­
vina. A la violencia, a la ostentación del mal, se opone en
28. 2 Como niño se nos ha hecho tan cercano que, sin te­ la historia —como «el totalmente otro» de Dios, como el
mor, podemos tutearlo, tratarlo de tú en la inmediatez poder propio de Dios— la misericordia divina. Podría­
del acceso al corazón del niño. En el Niño Jesús se mani­ mos decir con el Apocalipsis: el cordero es más fuerte
fiesta de la forma más patente la indefensión del amor de que el dragón.
Dios: Dios viene sin armas porque no quiere conquistar 22 de diciembre de 2005
desde lo exterior, sino ganar desde el interior, transfor­
m ar desde dentro. Si acaso hay algo que pueda vencer al 31. 2 El símbolo del cordero tiene todavía otro aspecto.
hombre, su arrogancia, su violencia y su codicia, es la in­ Era costumbre en el antiguo Oriente que los reyes se
defensión del niño. Dios asumió para sí a fin de vencer­ llamaran a sí mismos pastores de su pueblo. Era una
nos y conducimos así a nosotros mismos. imagen de su poder, una imagen cínica: para ellos, los
La bendición de la Navidad, p. 63 pueblos eran como ovejas de las que el pastor podía
disponer a su agrado. Por el contrario, el pastor de todos
29. 2 El poder de Dios es diferente al poder de los gran­ los hombres, el Dios vivo, se ha hecho él mismo cordero,
des del mundo. Su modo de actuar es distinto de como lo se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son
imaginamos, y de como quisiéramos imponerle también Pisoteados y sacrificados. Precisamente así se revela Él
48 49
como el verdadero pastor: «Yo soy el buen pastor [...]. Yo 33. 2 [•••] Ia pérdida de la imagen de Dios, [...] desde la
doy mi vida por las ovejas», dice Jesús de sí mismo (Jn. época de la Ilustración avanza sin cesar. El deísmo se ha
10, 14s.). No es el poder lo que redime, sino el amor. Éste impuesto prácticamente en la conciencia general. No es
es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas ve­ preciso ya concebir a un Dios que se preocupa de los in­
ces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que dividuos y actúa en el mundo. Dios pudo haber origina­
actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo do el estallido inicial del universo, si es que lo hubo, pero
mejor. Todas las ideologías del poder se justifican así, no le queda nada más que hacer en un mundo ilustrado.
justifican la destrucción de lo que se opondría al progre­ Parece casi ridículo imaginar que nuestras acciones bue­
so y a la liberación de la humanidad. Nosotros sufrimos nas o malas le interesen; tan pequeños somos ante la
por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesi­ grandeza del universo. Parece mitológico atribuirle unas
tamos su paciencia. El Dios, que se ha hecho cordero, acciones en el mundo. Puede haber fenómenos sin acla­
nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no rar, pero se buscan otras causas. La superstición parece
por los crucificadores. El mundo es redimido por la pa­ más fundamentada que la fe; los dioses —es decir, los po­
ciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los deres inexplicados en el curso de nuestra vida, y con los
hombres. que hay que acabar— son más creíbles que Dios.
20 de abril de 2005 Cristo y la Iglesia..., pp. 43-44
34. 2 Pero si Dios nada tiene que ver con nosotros, pres­
Dificultades para creer hoy cribe también la idea de pecado. Que un acto humano
pueda ofender a Dios es ya para muchos una idea inima­
32. 2 La cuestión acerca de la verdad es insoluble y que­ ginable. No queda margen para la redención en el senti­
da sustituida por la cuestión acerca del efecto sanador y do clásico de la fe cristiana, porque apenas se le ocurre a
purificador de la religión. [...] Cada uno debe recorrer su nadie buscar la causa de los males del mundo y de la pro­
propio camino; cada uno será bienaventurado a su ma­ pia existencia en el pecado. Por eso tampoco puede ha­
nera, como decía Federico II de Prusia. Así que, a través ber un Hijo de Dios que venga al mundo a redimirnos del
de las teorías acerca de la salvación, el relativismo vuel­ pecado y que muera en la cruz por esta causa.
ve a colarse por la puerta falsa: la cuestión acerca de la Cristo y la Iglesia..., pp. 43-44
verdad queda excluida de la cuestión acerca de las reli­
giones y de la cuestión acerca de la salvación. La verdad 35. 2 La cultura actual, profundamente marcada por
queda sustituida por la buena intención; la religión sigue un subjetivismo que desemboca muchas veces en el in­
estando en el terreno subjetivo, porque lo que es objeti­ dividualismo extremo o en el relativismo, impulsa a los
vamente bueno y verdadero, eso no es posible conocerlo. hombres a convertirse en única medida de sí mismos,
Fe, verdad y tolerancia, pp. 169 y 177 Perdiendo de vista otros objetivos que no estén cen­
trados en su propio yo, transformado en único criterio
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de valoración de la realidad y de sus propias opciones. 37 2 [•••] el hombre de hoy no entiende ya la doctrina
De este modo, el hombre tiende a replegarse cada vez cristiana de la redención. No encuentra nada parecido
más en sí mismo, a encerrarse en un microcosmos exis- en su propia experiencia vital. No puede imaginar nada
tencial asfixiante, en el que ya no tienen cabida los gran­ detrás de términos como expiación, representación y sa­
des ideales, abiertos a la trascendencia, a Dios. En cam­ tisfacción. Lo designado con la palabra de Cristo (me-
bio, el hombre que se supera a sí mismo y no se deja sías), no aparece en su vida y parece una fórmula vacía. La
encerrar en los estrechos límites de su propio egoísmo, confesión de Jesús como Cristo cae por tierra. A partir de
es capaz de una mirada auténtica hacia los demás y ha­ ahí se explica también el enorme éxito de las explicacio­
cia la creación. Así, toma conciencia de su característica nes psicológicas del Evangelio [...] La redención es susti­
esencial de criatura en continuo devenir, llamada a un tuida por la liberación en el sentido moderno de la pala­
crecimiento armonioso en todas sus dimensiones, co­ bra, que se puede entender con acento en la vertiente
menzando precisamente por la interioridad, para llegar psicológico-individual o político-colectiva, y tiende a
a la realización plena del proyecto que el Creador ha gra­ combinarse con el mito del progreso. Este Jesús no nos
bado en su ser más profundo. ha redimido, pero puede servir de símbolo que guíe
15 de noviembre de 2005 nuestra redención o liberación. Si no hay ya un don de
redención que dispensar o administrar, la Iglesia en el
36. 2 Está [...] el postulado de que en la historia sólo pue­ sentido tradicional es una quimera, incluso un escánda­
de ocurrir lo que siempre es posible, el postulado de que lo; no es sujeto de ninguna potestad; su pretendida po­
el engranaje casual nunca se interrumpe y lo que choca testad es, en este supuesto, mera presunción. Tendría
contra estas leyes conocidas es ahistórico. Así, el Jesús que convertirse en un espacio de «libertad» en sentido
de los Evangelios no puede ser el Jesús real; es preciso psicológico y político.
encontrar otro y excluir de él todo lo que sólo es inteligi­ Cristo y la Iglesia..., p. 43
ble desde Dios. El principio constructivo sobre el que
emerge este Jesús excluye por tanto lo divino de él, si­ 38. 2 Es también verdad que en nuestra moderna socie­
guiendo el espíritu de la Ilustración: este Jesús histórico dad occidental existen muchas falsas situaciones que
no puede ser Cristo ni Hijo. Al hombre de hoy que en la nos alejan del cristianismo; la fe aparece como algo muy
lectura de la Biblia se guía por este tipo de exégesis, no le lejano, por lo que también Dios aparece muy lejano [...]
dice nada el Jesús de los Evangelios, sino el de la Ilustra­ En cambio la vida aparece llena de posibilidades y de ob­
ción, un Jesús «ilustrado». La Iglesia queda así descarta­ jetivos [...] Y tendencialmente el deseo de los jóvenes es
da; sólo puede ser una organización humana que intenta el de ser los arquitectos de la propia vida, de vivirla al
utilizar con más o menos habilidad la filantropía de este máximo de sus posibilidades [...] Pienso en el hijo pródi­
Jesús. go que consideraba su vida en la casa paterna aburrida:
Cristo y la Iglesia..., p. 42 «Quiero vivir la vida totalmente, gozármela hasta el fi­
nal.» Y luego se da cuenta de que su vida está vacía, y que
52 53
en realidad era libre y grande cuando vivía en la casa de mente como una pieza anticuada sin importancia, que se
su padre. Creo que entre los jóvenes se está difundiendo la puede dejar desmoronar poco a poco tranquilamente, o
sensación de que todas las diversiones que se les ofrecen, incluso puede cuidarse en un museo. Frente a esto, el Ca­
todo el mercado construido sobre el tiempo libre, todo tecismo fue y es un acontecimiento que, muy por encima
aquello que se hace, que se puede hacer, que se puede de las polémicas intraeclesiales, ha afectado a la sociedad
comprar y vender, al final no puede ser el todo [...] Por al­ secular: una penetración a través del muro silencioso de
gún lado tiene que estar lo mejor. Aquí encontramos la la indiferencia. Creer vuelve a ser la sal que hiere y sana
gran pregunta: ¿qué es por lo tanto lo esencial? No pue­ a la vez; la llamada que reclama una toma de postura.
de ser todo aquello que tenemos y que podemos com­ Evangelio, catequesis, catecismo, p. 30
prar. He aquí el llamado mercado de las religiones que de
alguna manera ofrece la religión como una mercancía y 40. 2 De los dinosaurios se afirma que se extinguieron
por lo tanto la degrada. Pero se nos plantea una pregun­ porque se habían desarrollado erróneamente: mucho ca­
ta, por lo que es necesario reconocer esta duda y no ig­ parazón y poco cerebro, muchos músculos y poca inteli­
norarla, no considerar el cristianismo como algo con­ gencia. ¿No estaremos desarrollándonos también noso­
cluido y experimentado suficientemente, sino contribuir tros de forma errónea: mucha técnica pero poca alma?
para que pueda ser reconocido como aquella posibilidad ¿Un grueso caparazón de capacidades materiales pero
siempre fresca, justamente porque se origina en Dios, un corazón que se ha vuelto vacío? ¿La pérdida de la ca­
que guarda y revela en sí dimensiones siempre nuevas... pacidad de percibir en nosotros la voz de Dios, de reco­
En realidad, el Señor nos dice: «El Espíritu Santo os in­ nocer lo bueno, lo bello y lo verdadero?
troducirá en cosas que hoy no os puedo decir.» El cris­ La bendición de la Navidad, pp. 76-77
tianismo está lleno de dimensiones aún no reveladas y se
muestra siempre fresco y nuevo. 41. 2 «Esto os servirá de señal: encontraréis un niño en­
Radio Vaticana, 15 de agosto de 2005 vuelto en pañales y acostado en un pesebre» [Le 2,12]. Con
otras palabras, la señal para los pastores es que no encon­
3 9 . 2 [...] aquello que no encuentra resistencia es que no trarán ninguna señal, sino únicamente al Dios hecho niño,
ha rozado siquiera las necesidades apremiantes de una y que tendrán que creer en la cercanía de Dios en medio de
época. La peor experiencia del cristianismo en nuestro si­ este ocultamiento. La señal les pide que aprendan a des­
glo actual no es la de su combate público: que regímenes cubrir a Dios en lo desconocido de su ocultamiento. La
autoritarios persigan, con todos los medios bajo su poder, señal les pide que reconozcan que no es posible encontrar
a una minoría indefensa de creyentes es un signo de la a Dios en las realidades tangibles de este mundo y que
fuerza interior que ellos conceden a la fe que alienta a sólo podemos encontrarlo si vamos más allá de ellas.
este pequeño grupo. Por el contrario, es alarmante la in­ Ciertamente Dios puso una señal también en la gran-
diferencia frente al cristianismo, el cual aparentemente eza y en la fuerza del cosmos, detrás del cual vislumbra­
no sufre ya ningún tipo de oposición: es visto pública­ dos algo del poder del Creador. Pero la auténtica señal
54 55
elegida por él es el ocultamiento, empezando por el pobre 43. 2 En la cultura actual se exalta muy a menudo la li­
pueblo de Israel y pasando por el niño de Belén, hasta lle­ bertad del individuo concebido como sujeto autónomo,
gar al que muere en la cruz diciendo estas palabras: «Dios como si se hiciera él sólo y se bastara a sí mismo, al m ar­
mío. Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» [Mt gen de su relación con los demás y ajeno a su responsa­
27,46]. Esta señal del ocultamiento nos muestra que las bilidad ante ellos. Se intenta organizar la vida social sólo
realidades de la verdad y del amor, las auténticas realida­ a partir de deseos subjetivos y mudables, sin referencia
des de Dios, no se encuentran en el mundo de las canti­ alguna a una verdad objetiva previa como son la digni­
dades, sino que sólo podemos encontrarlas si vamos más dad de cada ser humano y sus deberes y derechos inalie­
allá de ese mundo y entramos en un nuevo orden. nables a cuyo servicio debe ponerse todo grupo social.
Ser cristiano, pp. 35-36 La Iglesia no cesa de recordar que la verdadera liber­
tad del ser humano proviene de haber sido creado a ima­
42. 2 Ah, ya que hay tantas necesidades e indigencias en gen y semejanza de Dios. Por ello, la educación cristiana
este mundo, suspendamos por un momento la cuestión es educación de la libertad y para la libertad. «Nosotros
de la verdad; preocupémonos primero de realizar de una hacemos el bien no como esclavos, que no son libres de
buena vez las grandes obras sociales de la liberación y obrar de otra manera, sino que lo hacemos porque tene­
luego podremos darnos otra vez el lujo de preguntamos mos personalmente la responsabilidad con respecto al
por la verdad. Pero la verdad es ésta: quien deja de lado mundo; porque amamos la verdad y el bien, porque
la cuestión de la verdad y la declara innecesaria, amputa amamos a Dios mismo y, por tanto, también a sus cria­
al hombre, le quita el núcleo de su dignidad humana. Si turas. Ésta es la libertad verdadera, a la que el Espíritu
no existe la verdad, entonces todo lo demás es arbitrario. Santo quiere llevarnos.»
Entonces, el orden social se transforma muy rápidamen­ V Encuentro mundial de las familias, pp. 23-24
te en violencia y en participación en la violencia. La ver­
dadera acción liberadora de la Iglesia, que ella nunca
puede dejar de lado y que precisamente hoy posee la má­
xima urgencia, consiste en que ella tiende, le alcanza al
mundo la verdad, la verdad que Dios existe, que Dios nos
conoce, que Dios es así como es Jesucristo, que Dios en
Cristo nos ofrece el camino. Solo si esto es real, entonces
también existe la conciencia y la capacidad de verdad del
hombre, por la que cada uno está inmediatamente fren­
te a Dios y cada uno es más grande que todos los siste­
mas imaginables del mundo.
Miremos al traspasado, pp. 161-162

56 57
CAPÍTULO 3
SEGUIMIENTO DE CRISTO

La peculiar felicidad que prom ete a los suyos


1. 3 Cuando, lentamente, el desarrollo de las votaciones
me permitió comprender que, por decirlo así, la guilloti­
na caería sobre mí, me quedé desconcertado. Creía que
había realizado ya la obra de toda una vida y que podía
esperar terminar tranquilamente mis días. Con profun­
da convicción dije al Señor: ¡no me hagas esto! Tienes
personas más jóvenes y mejores, que pueden afrontar
esta gran tarea con un entusiasmo y una fuerza total­
mente diferentes. Pero me impactó mucho una breve
carta que me escribió un hermano del Colegio cardenali­
cio. Me recordaba que durante la misa por Juan Pablo II
yo había centrado la homilía en la palabra del Evangelio
que el Señor dirigió a Pedro a orillas del lago de Genesa-
ret: ¡Sígueme! Yo había explicado cómo Karol Wojtyla
había recibido siempre de nuevo esta llamada del Señor
Y continuamente había debido renunciar a muchas co­
sas, limitándose a decir: sí, te sigo, aunque me lleves a
donde no quisiera. Ese hermano cardenal me escribía en
su carta: «Si el Señor te dijera ahora “sígueme”, acuér-
59
date de lo que predicaste. No lo rechaces. Sé obediente, que ese salto no termina en la nada sino que, por su na­
como describiste al gran papa, que ha vuelto a la casa del turaleza, es el acto de amor para el que hemos sido crea­
Padre.» Esto me llegó al corazón. Los caminos del Señor o s Y en realidad es lo único que me proporciona lo
no son cómodos, pero tampoco hemos sido creados para que quiero: am ar y ser amado, hallando de ese modo la
la comodidad, sino para cosas grandes, para el bien. auténtica felicidad.
25 de abril de 2005 Dios y el mundo, pp. 37-38
2. 3 [Santidad, ¿cuál es el mensaje específico que usted de­ 4 . 3 La crisis de nuestro tiempo depende principalmente
sea llevar a los jóvenes que desde todas partes de mundo del hecho de que se nos quiere hacer creer que se puede
llegan a Colonia? ¿Qué mensaje les quiere transmitir?] llegar a ser hombres sin el dominio de sí, sin la paciencia
Quisiera mostrarles lo bonito que es ser cristianos, ya de la renuncia y la fatiga de la superación, que no es ne­
que existe la idea difundida de que los cristianos deban cesario el sacrificio de mantener los compromisos acep­
observar un inmenso número de mandamientos, prohi­ tados, ni el esfuerzo para sufrir con paciencia la tensión
biciones, principios, etcétera, y que por lo tanto el cris­ de lo que se debería ser y lo que efectivamente se es.
tianismo es, según esta idea, algo que cansa y oprime la ¿Por qué soy todavía cristiano?, p. 109
vida y que se es más libre sin todos estos lastres. Quisie­
ra en cambio resaltar que ser sostenidos por un gran 5. 3 Un hombre que sea privado de toda fatiga y trans­
Amor y por una revelación no es una carga, sino que son portado a la tierra prometida de sus sueños pierde su
alas, y que es hermoso ser cristianos. Esta experiencia autenticidad y su mismidad. En realidad el hombre no es
nos da amplitud, pero sobre todo nos da comunidad, el salvado sino a través de la cruz y la aceptación de los pro­
saber que, como cristianos, no estamos jamás solos: en pios sufrimientos y de los sufrimientos del mundo, que
primer lugar encontramos a Dios, que está siempre con encuentran su sentido liberador en la pasión de Dios. So­
nosotros; y después nosotros, entre nosotros, formamos lamente así el hombre llegará a ser libre. Todas las demás
siempre una gran comunidad, una comunidad en cami­ ofertas a mejor precio están destinadas al fracaso.
no, que tiene un proyecto de futuro: todo esto hace que ¿Porquésoy todavía cristiano?, p. 109
vivamos una vida que vale la pena vivir. El gozo de ser
cristianos, que es también bello y justo creer. 6 . 3 La verdad de la palabra de Jesús no es exigible teóri­
Radio Vaticana, 15 de agosto de 2005 camente. Sucede lo mismo que en una hipótesis técnica:
su certeza sólo se prueba en el ensayo. La verdad de la
3. 3 Dedicarse especialmente a conseguir una felicidad Palabra divina incluye a todos los seres humanos, al ex­
rápida no encaja con la fe. Y quizá una de las razones de perimento de la vida. Sólo puede hacerse visible para mí
la actual crisis de fe es que queremos recoger en el acto Sl me adentro realmente en la voluntad de Dios tal y
el placer y la felicidad y no nos arriesgamos a una aven­ c°mo se me manifiesta. En efecto, esta voluntad creado­
tura que dura toda la vida —con la enorme confianza de ra no es algo ajeno a mí, externo, sino que constituye la
60 61
base de mí mismo. Y en este experimento vital se percibe 9 3 V em os que todo el entramado del mensaje de Jesús
de hecho cómo la vida se vuelve correcta. No cómoda, e s tá repleto de tensiones, que constituye un gran reto.
pero sí correcta. No superficial, placentera, pero sí llena Siem pre tiene que ver con la cruz. Quien no quiera de­
de alegría en el sentido profundo. jarse quemar, quien no esté dispuesto a ello, tampoco se
Dios y el mundo, p. 39 acercará a Él. Pero debemos saber siempre que precisa­
m ente en Él hallaremos la verdadera bondad, que nos
7. 3 Pero el Señor nos dijo: «Bienaventurados los que llo­ ayuda, que nos acepta y que, además de abrigar buenas
ran.» Es decir, que al parecer, la doctrina de Cristo sobre la intenciones hacia nosotros, hace que nos vaya bien.
felicidad resulta paradójica, al menos comparada con Dios y el mundo, p. 211
la idea que nosotros tenemos del concepto de felicidad. Y
es que no se trata de una felicidad en el sentido de bienes­ 10 . 3 Al cuerpo se le pide mucho más que traer y llevar
tar. Para entenderlo, tenemos primero que convertimos; utensilios, o cosas por el estilo. Se le exige un total com­
tenemos que olvidamos de la escala de valores que gene­ promiso en el día a día de la vida. Se le exige que se haga
ralmente utilizamos: «felicidad es igual a riqueza, pose­ «capaz de resucitar», que se oriente hacia la resurrec­
siones, poder...», porque por el mero hecho de medir estos ción, hacia el Reino de Dios, tarea que se resume en la
bienes como grandes valores ya vamos por mal camino. fórmula «hágase tu voluntad, en la tierra como en el cie­
La promesa de felicidad que recibe el católico no es de una lo». Donde se lleva a cabo la voluntad de Dios, allí está el
felicidad «extrínseca», sino de un estado de felicidad en cielo, la tierra se convierte en el cielo. Adentrarse en la
unión con el Señor. Se le promete que el Señor será un acción de Dios para cooperar con Él: esto es lo que se ini­
faro de felicidad en su vida, cosa que, en efecto, es así. cia con la liturgia, para después desarrollarlo más allá de
Sal de la Tierra, p. 33 ella. La Encarnación ha de conducirnos, siempre, a la re­
surrección, al señorío del amor, que es el Reino de Dios,
8 . 3 La cita del fuego: «He venido a traer fuego a la tierra, y pero pasando por la cruz (la transformación de nuestra
¿qué quiero sino que arda?», es una de las más grandes que voluntad en comunión de voluntad con Dios). El cuerpo
Jesús pronunció sobre la paz, pero al mismo tiempo nos tiene que ser «entrenado», por así decirlo, de cara a la re­
enseña que la verdadera paz es belicosa, que la verdad me­ surrección. Recordemos, a este propósito, que el térmi­
rece el sufrimiento y también la lucha. Que no puedo acep­ no «ascesis», hoy pasado de moda, se traduce en inglés,
tar la mentira para que haya sosiego. Porque la primera sencillamente como training: entrenamiento.
obligación del ciudadano y del cristiano no es el sosiego, Hoy día nos entrenamos con empeño, perseverancia y
sino defender la grandeza que Cristo nos ha regalado, y nuicho sacrificio para fines variados: ¿por qué, entonces,
esto puede convertirse en un sufrimiento, en una lucha no entrenarse para Dios y para su Reino? Dice san Pablo:
hasta llegar al martirio, y precisamente así es pacificador. «Golpeo mi cuerpo y lo esclavizo» (1 Cor. 9 , 27). [...] Di­
Dios y el mundo, p. 210 gámoslo con otros términos: se trata de un ejercicio en­
caminado a acoger al otro en su alteridad, de un entre­
62 63
namiento para el amor. Un entrenamiento para acoger rriente si la traducimos a lo cotidiano: si muchos lo di­
al totalmente Otro, a Dios, y dejarse moldear y utilizar cen, ¿Por Qué no Y0? ¿Cómo voy a perturbar la paz del
por Él. grupo? ¿Por qué voy a hacer el ridículo? ¿No está la paz
El espíritu de la liturgia. Una introducción, p. 200 de la comunidad por encima de mi verdad? La armonía
del grupo se convierte así en tiranía contra la verdad.
11. 3 El dominio del dolor... antes se hablaba de ascesis; Conversión, penitencia y renovación, p. 192
el término no gusta hoy; nos dice más si lo traducimos
del griego al inglés: training. Todos saben que no hay éxi­ 13. 3 Si observamos más en detalle, podemos distinguir
to sin entrenamiento y sin esa superación de sí mismo tres puntos arduos en la piedad cristiana, fundada en el
que el entrenamiento lleva consigo. Hoy se entrena todo Nuevo Testamento, respecto a la búsqueda del rostro de
el mundo con empeño y seriedad para cualquier género Cristo y del rostro de Dios. Fundamental es ante todo el
de arte, y así vemos en muchos terrenos unos rendi­ seguimiento, la orientación de toda la existencia al en­
mientos punta que antes eran impensables. ¿Por qué nos cuentro con Jesús. Al seguimiento pertenece intrínseca­
resulta tan extraño entrenamos para la vida auténtica y mente el amor al prójimo, el amor que procedente del
verdadera, ejercitarnos en el arte de la renuncia, de la Crucificado puede conocer el rostro de Jesús en los po­
autosuperación, de la libertad interior frente a nuestros bres, en los débiles, en los que sufren. Quien sigue a Je­
deseos? sús puede verlo formalmente en ellos; lo ama en el servi­
Conversión, penitencia y renovación, p. 191 cio al que está necesitado de ayuda, está cerca de él, lo ve
y se preocupa por él (cfr. Mt. 25, 31-46). Pero podemos
12. 3 Tomás Moro. Parecía obvio reconocerle al rey la su­ reconocer siempre a Jesús mismo en los pobres sólo si
premacía sobre la Iglesia. No había un dogma explícito nos ha sido confiado su mismo rostro, y este rostro se
que lo excluyera de modo inequívoco. Todos los obispos acerca íntegram ente a nosotros en el m isterio de la
lo habían hecho; ¿por qué iba a exponer su vida él, un lai­ Eucaristía [...].
co, y precipitar a su familia en la ruina? Si no quiere pen­ Caminos de Jesucristo, p. 30
sar en sí mismo, ¿no debe, al ponderar los motivos, dar al
menos la prioridad a los suyos en lugar de seguir obsti­ 14. 3 Idem velle, idem nolle, querer lo mismo y rechazar
nadamente la voz de su conciencia? En tales casos queda lo mismo, es lo que los antiguos han reconocido como el
patente a nivel macroscópico, por decirlo así, lo que ocu­ autentico contenido del amor: hacerse uno semejante al
rre constantemente en lo cotidiano de nuestra vida. Pue­ °tro, que lleva a un pensar y desear común. La historia
do librarme de un asunto incómodo haciendo una pe­ e arnor entre Dios y el hombre consiste precisamente en
queña concesión a la mentira. O a la inversa: acercar las que esta comunión de voluntad crece en la comunión del
consecuencias de la verdad me acarrea un tremendo dis­ Pensamiento y del sentimiento, de modo que nuestro
gusto. ¡Cuántas veces ocurre esto! ¡Y cuántas veces cede­ querer y la voluntad de Dios coinciden cada vez más: la
mos! La situación en que se encontró Tomás Moro es co­ untad de Dios ya no es para mí algo extraño que los
64 65
Mandamientos me imponen desde fuera, sino que es mi 17. 3 Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en es­
propia voluntad, habiendo experimentado que Dios está tas últimas décadas, cuántas corrientes ideológicas,
más dentro de mí que lo más íntimo mío [10]. Crece en­ cuántas modas del pensamiento... La pequeña barca del
tonces el abandono en Dios y Dios es nuestra alegría (cfr. pensamiento de muchos cristianos con frecuencia ha
Sal. 73 [72], 23-28). quedado agitada por las olas, zarandeada de un extremo
Deus Caritas est, n.° 17b al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el liberti-
nismo; del colectivismo al individualismo radical; del
15. 3 Si un gobierno quisiera contentar a todos y evitar ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo
cualquier conflicto, si lo hiciera incluso una sola persona, al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y se rea­
entonces nada funcionaría. Lo mismo sucede en la Iglesia. liza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres,
Si sólo intenta evitar el conflicto para que no se produzcan sobre la astucia que tiende a inducir en el error (cfr. Ef.
agitaciones en ninguna parte, el auténtico mensaje no lle­ 4 , 14). Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, es
gará a su destino. Porque este mensaje existe también etiquetado con frecuencia como fundam entalism o.
para pelear con nosotros, para arrancar al ser humano de Mientras que el relativismo, es decir, el dejarse llevar
la mentira y generar claridad, verdad. La verdad no es en «zarandeados por cualquier viento de doctrina», parece
absoluto barata. Es exigente, y quema. Y es que el mensa­ ser la única actitud que está de moda. Se va constituyen­
je de Jesús también incluye el desafío que encontramos en do una dictadura del relativismo que no reconoce nada
esa pugna con sus contemporáneos. Aquí no se sigue có­ como definitivo y que sólo deja como última medida el
modamente una modalidad encostrada de fe, una fe vani­ propio yo y sus ganas.
dosa, sino que se entabla la lucha con ella para romper esa 19 de abril de 2005
costra y que la verdad llegue a su destino.
Dios y el mundo, p. 209 18. 3 Nosotros tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el
verdadero hombre. Él es la medida del verdadero hum a­
16. 3 El primero, es el camino hacia la «madurez de Cris­ nismo. «Adulta» no es una fe que sigue las olas de la
to», como dice, simplificando, el texto en italiano. Más moda y de la última novedad; adulta y madura es una fe
en concreto tendríamos que hablar, según el texto griego, profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Esta
de la «medida de la plenitud de Cristo», a la que estamos amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da la me­
llamados a llegar para ser realmente adultos en la fe. No dida para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el
deberíamos quedarnos como niños en la fe, en estado de engaño y la verdad.
minoría de edad. Y ¿qué significa ser niños en la fe? Res­ 19 de abril de 2005
ponde san Pablo: significa ser «llevados a la deriva y za­
randeados por cualquier viento de doctrina» (Ef. 4, 14). 19. 3 Pedro reprendió al Señor por aquellas declaracio-
¡Una descripción muy actual! nes- La respuesta de Jesús es de una inusitada dureza:
19 de abril de 2005 «¡Quítate de mi vista, Satanás!» (Me. 8 , 33). Pedro había
66 67
tomado la delantera al querer m arcar el camino de Jesús. virtud, sino en amar junto a él. Por eso los santos verda­
Seguimiento significa que ya no puede uno elegir su ca­ deros son hombres completamente humanos y natura­
mino. Significa poner la propia voluntad en manos de la les seres en quienes lo humano, mediante la transfor­
voluntad de Jesús, darle real y verdaderamente la prece­ mación y purificación pascual, llega la luz en toda su
dencia. original belleza.
Servidor de vuestra alegría, pp. 72-73 Mirara Cristo, p. 107
20. 3 La posibilidad de pecar pertenece a nuestra situa­
ción natural fundamental, en particular después de la caí­ Cada vida tiene su código de barras
da [...]. La educación cristiana no puede intentar quitar
de las personas toda clase de miedo, pues estaríamos en 22. 3 Queridos jóvenes, la felicidad que buscáis, la felici­
contradicción con nosotros mismos. Su tarea debe ser la dad que tenéis derecho de saborear, tiene un nombre, un
de purificar el miedo, colocarlo en su justo medio e inte­ rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Eucaristía.
grarlo en la esperanza y en el amor, de forma que se pue­ Sólo él da plenitud de vida a la humanidad. Decid, con
da convertir en protección y ayuda. Así podrá crecer la María, vuestro «sí» al Dios que quiere entregarse a voso­
verdadera valentía, de la que el hombre no tendría nece­ tros. Os repito hoy lo que dije al principio de mi ponti­
sidad si no tuviera razón de tener miedo. Cuando uno se ficado: «Quien deja entrar a Cristo [en la propia vida] no
propone eliminar totalmente el miedo y sus consecuen­ pierde nada, nada, absolutamente nada de lo que hace la
cias parece no acordarse de que son reales las amenazas vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se
contra nuestra salvación y contra la integridad de nues­ abren de par en par las puertas de la vida. Sólo con esta
tro ser; el miedo, si no se pone en su justo medio, apare­ amistad se abren realmente las grandes potencialidades
ce repetidamente bajo distintos disfraces, como expre­ de la condición humana. Sólo con esta amistad experi­
sión de la angustia fundamental del hombre. mentamos lo que es bello y lo que nos libera.»
Mirara Cristo, p. 87 Estad plenamente convencidos: Cristo no quita nada
de lo que hay de hermoso y grande en vosotros, sino que
21. 3 [...] la cruz [...] exige que ponga en manos de Jesús lleva todo a la perfección para la gloria de Dios, la felici­
mi propio yo, no para que lo destruya, sino para que en dad de los hombres y la salvación del mundo.
él se haga libre y abierto. El sí de Jesucristo que yo trans­ 24 de abril de 2005 y 18 de agosto de 2005
mito es realmente suyo sólo si es totalmente mío. Por eso
esta vía requiere mucha paciencia y humildad, como el 23. 3 «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye
mismo Señor tiene paciencia con nosotros: no es un sal­ mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré
to mortal en el heroísmo lo que hace santo al hombre, con él y él conmigo» (Ap. 3, 20). Son palabras divinas que
sino el humilde y paciente camino con Jesús, paso a egan al fondo del alma y que mueven hasta sus raíces
paso. La santidad no consiste en aventurados actos de ^ as profundas. En un momento determinado de la vida,
68 69
Jesús viene y llama, con toques suaves, en el fondo de los 26. 3 [Sobre su vocación.] No lo vi gracias a un rayo de
corazones bien dispuestos. luz que, de pronto, me iluminara y me hiciera entender
12 de mayo de 2007 que debía ordenarme sacerdote, no. Fue más bien un
lento proceso que iba tomando forma paulatinamente;
24. 3 Cada vida entraña su propia vocación. Tiene su pro­ tenía una vaga idea, siempre la misma, hasta que por fin,
pio código y su propio camino. Recuerda la parábola del tomó forma concreta. No sabría decir la fecha exacta de
criado vago que entierra su talento para que nada le su­ mi decisión. Lo que sí puedo asegurar es que, esa idea
ceda. Él es un hombre que se niega a asumir el riesgo de de que Dios quiere algo de cada uno de nosotros —de mí
la existencia, a desplegar toda su originalidad y a expo­ también—, empecé a sentirla desde joven. Sabía que
nerla a las amenazas que necesariamente eso conlleva. tenía a Dios conmigo y que quería algo de mí; ese sen­
Dios y el mundo, pp. 261-262 timiento empezó muy pronto. Luego, con el tiempo,
comprendí que se relacionaba con mi ordenación de
25. 3 Pienso que es importante estar atentos a los gestos sacerdote.
del Señor en nuestro camino. Él nos habla a través de Sal de la Tierra, p. 59
acontecimientos, a través de personas, a través de en­
cuentros; y es preciso estar atentos a todo esto. Luego, 27. 3 Podría recordar el valor de las decisiones definiti­
segundo punto, entrar realmente en amistad con Jesús, vas. Los jóvenes son muy generosos, pero ante el riesgo
en una relación personal con Él; no debemos limitarnos de comprometerse para toda la vida, sea en el matrimo­
a saber quién es Jesús a través de los demás o de los li­ nio, sea en el sacerdocio, se tiene miedo. El mundo está
bros, sino que debemos vivir una relación cada vez más en continuo movimiento de manera dramática: ¿puedo
profunda de amistad personal con Él, en la que podemos disponer ya desde ahora de mi vida entera con todos sus
comenzar a descubrir lo que Él nos pide. imprevisibles acontecimientos futuros? Con una deci­
Luego, debo prestar atención a lo que soy, a mis posibi­ sión definitiva, ¿no renuncio yo mismo a mi libertad, pri­
lidades: por una parte, valentía; y, por otra, humildad, con­ vándome de la posibilidad de cambiar? Conviene fomen­
fianza y apertura, también con la ayuda de los amigos, tar la valentía de tom ar decisiones definitivas, que en
de la autoridad de la Iglesia y también de los sacerdotes, de realidad son las únicas que permiten crecer, caminar ha­
las familias. ¿Qué quiere el Señor de mí? Ciertamente, cia adelante y lograr algo importante en la vida, son las
eso sigue siendo siempre una gran aventura, pero sólo únicas que no destruyen la libertad, sino que le indican
podemos realizarnos en la vida si tenemos la valentía la justa dirección en el espacio. Tener el valor de dar este
de afrontar la aventura, la confianza en que el Señor salto por así decir— a algo definitivo, acogiendo así
no me dejará solo, en que el Señor me acompañará, me Plenamente la vida, es algo que me alegraría poder co-
ayudará. municar.
6 de abril de 2006 5 de agosto de 2006

70 71
28. 3 Es urgente que surja una nueva generación de Queridos amigos, esto es el misterio de la llamada, de la
apóstoles enraizados en la palabra de Cristo, capaces vocación; misterio que afecta a la vida de todo cristiano,
de responder a los desafíos de nuestro tiempo y dispues­ pero que se manifiesta con mayor relieve en los que Cris­
tos a difundir el Evangelio por todas partes. ¡Esto es lo to invita a dejar todo para seguirlo más de cerca.
que os pide el Señor, a esto os invita la Iglesia, esto es 20 de agosto de 2005
lo que el mundo —aun sin saberlo— espera de vosotros!
Y si Jesús os llama, no tengáis miedo de responderle 32. 3 Dios da ya en esta vida el ciento por uno, dice san­
con generosidad, especialm ente cuando os propone ta Teresa de Jesús, resumiendo el contenido de esta sen­
seguirlo en la vida consagrada o en la vida sacerdotal. tencia del Señor. Toda renuncia por su am or tendrá
No tengáis miedo; fíaos de Él y no quedaréis decepcio­ como respuesta un premio muchas veces superior. Dios
nados. es magnánimo y no se deja vencer en generosidad. For­
9 de abril de 2006 ma parte del servicio apostólico comenzar por renun­
ciar; el celibato es una de las maneras sumamente con­
29. 3 En cierto sentido, el Señor desea venir siempre a creta en que debe plasmarse esta renuncia. Quien, al
través de nosotros, y llama a la puerta de nuestro cora­ cabo de un período de tiempo más o menos largo, echa
zón: ¿estás dispuesto a darme tu carne, tu tiempo, tu una mirada retrospectiva a su vida sacerdotal, sabe cuán
vida? Ésta es la voz del Señor, que quiere entrar también verdaderas son las palabras de Jesús. Es cierto que pri­
en nuestro tiempo, quiere entrar en la historia humana a mero hay que atreverse a dar el salto. Y nadie debería in­
través de nosotros. Busca tam bién una m orada viva, tentar resarcirse con calderilla, por así decirlo, por lo
nuestra vida personal. Ésta es la venida del Señor. que se ha pagado con billetes grandes: el Espíritu Santo
26 de noviembre de 2005 no se deja engañar.
Servidor de vuestra alegría, pp. 87-88
30. 3 Sólo si tiene una experiencia personal de Cristo, el
joven puede comprender en verdad su voluntad y por lo 33. 3 Jesús no rechaza en modo alguno la pregunta de
tanto la propia vocación. Cuanto más conoces a Jesús, Pedro porque éste espere una recompensa, sino que le da
más te atrae su misterio; cuanto más lo encuentras, más la razón: «En verdad os digo que no hay nadie que, ha­
fuerte es el deseo de buscarlo. biendo dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o
20 de agosto de 2005 Padre, o hijos, o campos, por amor de mí y del Evangelio,
no reciba el céntuplo ahora en este tiempo en casa, her­
31. 3 Los Magos m archaron porque tenían un deseo manos, hermanas, madre e hijos y campos, con persecu­
grande que los indujo a dejarlo todo y a ponerse en ca­ ciones, y la vida eterna en el siglo venidero» (Me. 10, 29-
mino. Era como si hubieran esperado siempre aquella 3°). Dios es magnánimo; si examinamos sinceramente
estrella. Como si aquel viaje hubiera estado siempre ins­ nuestra vida, sabemos bien que cualquier cosa que haya-
crito en su destino, que ahora finalmente se cumple. mos abandonado nos la devuelve el Señor acrecentada
72 73
con el ciento por uno. No deja que le ganemos en gene­ dido a esta llamada, una llamada tan grande que solicita
rosidad. No espera a la otra vida para darnos la recom­ y llena la vida entera, pero que sólo la llena cuando se
pensa, sino que nos da el céntuplo desde ahora mismo, mantiene en su totalidad.
a pesar de que este mundo siga siendo un mundo de per­ Servidor de vuestra alegría, pp. 34-35
secuciones, de dolor, de sufrimiento [...].
El camino pascual, p. 189 36. 3 Esto significa también que existe la hora de Jesu­
cristo, el instante que no puede aplazarse, porque no se
34. 3 Santa Teresa de Jesús resume este pensamiento puede calcular y decir: «Sí quiero, por supuesto, pero
con esta sencilla frase: «Aun en esta vida da Dios ciento ahora me resulta demasiado peligroso. Todavía tengo
por uno.» A nosotros nos corresponde únicamente tener que hacer esto o lo otro.» Porque así se puede dejar esca­
el valor de ser los primeros en dar el uno como Pedro, par el instante de su vida y perder, precisamente por cul­
que, fiado en la palabra del Señor, no duda en bogar mar pa de estas cautelas, lo auténtico de la propia vida, que
adentro a la mañana: entrega uno y recibe cien. ya nunca se puede recuperar. Hay la hora de la llamada,
También hoy nos invita el Señor a bogar m ar adentro, que exige una decisión instantánea, una decisión mucho
y estoy seguro de que tendremos la misma sorpresa que más importante de cuanto podríamos imaginar y de lo
Pedro; la pesca será abundante, porque el Señor perma­ que es perfectamente razonable. Tienen preferencia la
nece en la barca de Pedro, que ha venido a ser su cátedra razón de Jesús y su llamada: llegan primero. Tiene una
y su trono de misericordia. importancia decisiva —y no sólo en el primer instante,
El camino pascual, p. 189 sino para siempre y en todos los tramos del camino—
este valor para posponer lo que nos parece tan razonable
35. 3 El segundo hombre con el que Jesús se encuentra ante este «más grande» que es él. Sólo así llegamos ver­
pone algunas objeciones realmente razonables. Desearía daderamente hasta su cercanía.
esperar hasta la muerte de su padre y gestionar mientras Servidor de vuestra alegría, p. 35
tanto los asuntos para que todo discurra por sus cauces
normales, de suerte que pueda dejarlo todo bien dis­ 37. 3 [...] el seguimiento exige que tengamos el valor de
puesto y ordenado antes de partir a otro lugar. Luego se­ estar cerca del fuego, que ha venido para incendiar la tie­
guiría a Jesús. Pero ¿quién sabe cuándo ocurrirá esto? rra. Hay en Orígenes una sentencia atribuida a Jesús:
¿Seguirá teniendo entonces la fuerza de voluntad nece­ «Quien está cerca de mí está cerca del fuego.» Quien no
saria para ponerse en pie y seguir a Jesús? Una cosa ve­ quiera verse quemado, debe alejarse de él. En el sí al se­
mos claramente: que la respuesta a la llamada de Jesús guimiento se incluye el valor de dejarse abrasar por el
tiene prioridad y pide la entrega total. Es decir, tiene pre­ fuego de la pasión de Jesucristo, que es también, al mis-
ferencia y reclama la totalidad de nuestro ser. No basta m° tiempo, el fuego salvador del Espíritu Santo. Sólo si
con entregar una parte de sí mismo, una parte de su tenemos el valor de estar junto a ese fuego, si nos deja-
tiempo y de su voluntad. De ser así, no se habría respon­ 11108 incendiar nosotros mismos, sólo entonces podre­
74 75
mos ser también nosotros fuego en esta tierra, el fuego de la propia vida, porque sabe bien que puede apoyarse
de la vida, de la esperanza y del amor. en el fundamento que le impedirá caer: Jesucristo, nues­
Servidor de vuestra alegría, pp. 36-37 tro Señor.
38. 3 Éste es el fondo y, en definitiva, el núcleo de la lla­
27 de mayo de 2006
mada: que debemos estar preparados para dejarnos 4 1 . 3 En sexto año de estudios de Teología, uno se en­
abrasar, para dejarnos incendiar por aquel cuyo corazón cuentra frente a cuestiones y problemas muy humanos.
arde por la fuerza de su palabra. Si somos tibios y tedio­ ¿Será bueno el celibato para mí? ¿Ser párroco será lo
sos, no podemos traer el fuego a este mundo, ni aportar m ejor para mí? Estas preguntas no siempre tienen res­
ningún poder de transformación. puesta fácil. En mi caso concreto, nunca dudé de lo fun­
Servidor de vuestra alegría, p. 37 damental, pero tampoco me faltaron pequeñas crisis.
Como yo era tímido y nada práctico —no estaba dota­
39. 3 Que nuestro ser en el mundo no es un vivir para la do para el deporte ni para la organización o el trabajo ad­
muerte, no es un vivir desde la nada y hacia la nada, sino ministrativo—, tenía la preocupación de si sabría llegar
una vida que ha sido requerida desde el principio por un a las personas, si sabría comunicarme con ellas. Me
amor infinito hacia el que se encamina, todo esto se ad­ preocupaba la idea de llegar a ser un buen capellán y di­
vierte también en el carro de fuego de Jesucristo. Descu­ rigir a la juventud católica, o dar clases de religión a los
brimos su alegría cuando tenemos el valor de dejarnos pequeños, atender convenientemente a enfermos y an­
incendiar por el mensaje del Señor. Y cuando lo hemos cianos, etc. Me preguntaba seriamente si estaba prepa­
descubierto, entonces podemos abrasar, porque enton­ rado para vivir toda la vida así, si aquélla era realmente
ces somos siervos de la alegría en medio de un mundo de mi vocación.
muerte. A todo ello iba siempre unida la otra cuestión de si yo
Servidor de vuestra alegría, pp. 37-38 sería capaz de vivir el celibato durante toda mi vida. La
universidad estaba, por aquel entonces, medio en ruinas
40. 3 Queridos jóvenes amigos, el miedo al fracaso a ve­ y no teníamos local para la facultad de teología. Estuvi­
ces puede frenar incluso los sueños más hermosos. Pue­ mos dos años en los edificios del Palacio de Fürstenried,
de paralizar la voluntad e impedir creer que pueda exis­ en los alrededores de la ciudad. Aquello hacía que la con­
tir una casa construida sobre roca. Puede persuadir de vivencia —no sólo entre alumnos y profesores, sino tam ­
que la nostalgia de la casa es solamente un deseo juvenil bién entre alumnos y alumnas— fuera muy estrecha, así
y no un proyecto de vida. Como Jesús, decid a este mie­ que la cuestión de la entrega y de su sentido, se plantea­
do: «¡No puede caer una casa fundada sobre roca!» ba en términos muy prácticos precisamente por esta
Como san Pedro, decid a la tentación de la duda: «Quien convivencia diaria. Solía pensar en estas cosas paseando
cree en Cristo, no será confundido.» Sed testigos de la es­ P°r aquellos espléndidos parques de Fürstenried. Pero,
peranza, de la esperanza que no teme construir la casa Corn° es natural, también haciendo largas horas de ora­
76 77
ción en la Capilla. Hasta que, por fin, en el otoño de 1950 solamente a Él, sino también a la salvación de todo el
fui ordenado diácono; mi respuesta al sacerdocio fue un mundo, de toda la historia.
rotundo sí, categórico y definitivo. 24 de abril de 2005
La sal de la Tierra, p. 60
Pecadores que enseñan el arte de vivir
42. 3 Los discípulos tuvieron que ser lo bastante flexibles
como para cambiar su vida cotidiana de pescadores por 4 4 . 3 Evangelizar quiere decir mostrar ese camino, ense­
la de acompañantes en un camino todavía abierto y mis­ ñar el arte de vivir. Jesús dice al inicio de su vida pública:
terioso. [...] Pero al mismo tiempo tuvieron que ser cons­ he venido para evangelizar a los pobres (cfr. Le. 4, 18).
tantes y fieles a la opción básica y esencial. Así que no de­ Esto significa: yo tengo la respuesta a vuestra pregunta
beríamos oponer flexibilidad y lealtad. La fidelidad ha de fundamental; yo os m uestro el camino de la vida, el
ser acreditarse en situaciones cambiantes. En la situa­ camino que lleva a la felicidad; más aún, yo soy ese ca­
ción actual a menudo sólo cuenta el cambio, la flexibili­ mino. La pobreza más profunda es la incapacidad de ale­
dad. Me gustaría manifestar mi desacuerdo con esto. gría, el tedio de la vida considerada absurda y contradic­
Hoy necesitamos más que nunca perseverar en la voca­ toria. Esta pobreza se halla hoy muy extendida, con
ción, hoy necesitamos más que nunca personas que se formas muy diversas, tanto en las sociedades material­
entreguen por entero. mente ricas como en los países pobres. La incapacidad
Dios y el mundo, p. 241 de alegría supone y produce la incapacidad de amar, pro­
duce la envidia, la avaricia... Todos los vicios que arrui­
43. 3 El primer signo es el palio, tejido de lana pura, que nan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace fal­
se me pone sobre los hombros. Este signo antiquísimo, ta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de
que los obispos de Roma llevan desde el siglo iv, puede vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es
ser considerado como una imagen del yugo de Cristo, objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene
que el obispo de esta ciudad, el Siervo de los Siervos de la vida, el que es el Evangelio en persona.
Dios, toma sobre sus hombros. El yugo de Dios es la vo­ Nueva evangelización, 10 de diciembre de 2000
luntad de Dios que nosotros acogemos. Y esta voluntad
no es un peso exterior, que nos oprime y nos priva de 45. 3 [...] ¿qué papel juega Dios propiamente en nuestra
la libertad. Conocer lo que Dios quiere, conocer cuál es la Predicación?, ¿no nos desviamos casi siempre hacia te­
vía de la vida, era la alegría de Israel, su gran privilegio. rnas que nos parecen «más concretos» y urgentes [...]?
Ésta es también nuestra alegría; la voluntad de Dios, en Jesús nos corrige: Dios es el tema práctico y real para el
vez de alejarnos de nuestra propia identidad, nos purifi­ hombre, entonces y siempre. [...] Pensamos que Dios
ca —quizá a veces de manera dolorosa— y nos hace vol­ esta demasiado lejos, que no toma parte en nuestra vida
ver de este modo a nosotros mismos. Y así, no servimos diaria; por ello hablamos de lo próximo, de lo práctico.
78 79
Jesús nos dice: no; Dios está aquí, en la sed de infinitud. con los que Jesús obra, está la auténtica revolución que
Dios es la primera palabra del Evangelio, aquella que podría y debería cambiar el mundo.
cambia nuestra vida si confiamos en ella; y esto tiene Dios y el mundo, p. 234
que decirse con una fuerza completamente nueva, desde
la plenitud de Jesús, en el interior de nuestro mundo. 4 9 . 3 Hemos recibido la fe para entregarla a los demás
Evangelio, catequesis, catecismo, pp. 33-34 [..]. Y tenemos que llevar un fruto que permanezca. Pero
¿qué queda? El dinero no se queda. Los edificios tampo­
46.3 [...] me parece muy importante promover, por decir­ co se quedan, ni los libros. Después de un cierto tiempo,
lo de algún modo, una cierta curiosidad por el cristianis­ más o menos largo, todo esto desaparece. Lo único que
mo, fomentar el deseo de descubrir qué es exactamente. permanece eternamente es el alma humana, el hombre
Pero para esto hay que empezar por sacar a la luz del creado por Dios para la eternidad. El fruto que queda,
día lo más importante. Es decir, lo ya conocido desde por tanto, es el que hemos sembrado en las almas hum a­
hace mucho tiempo, y —a partir de ahí— fomentar el in­ nas, el amor, el conocimiento; el gesto capaz de tocar el
terés por esa inmensa riqueza que el cristianismo contie­ corazón; la palabra que abre el alma a la alegría del Se­
ne, contemplar su enorme variedad, no como un pesado ñor. Entonces, vayamos y pidamos al Señor que nos ayu­
lastre de métodos y de sistemas, sino como lo que real­ de a llevar fruto, un fruto que permanezca. Sólo así la tie­
mente es: un tesoro para nuestra vida que bien merece la rra se transforma de valle de lágrimas en jardín de Dios.
pena conocer a fondo. 19 de abril de 2005
La sal de la Tierra, pp. 20-21
50. 3 Quien ha descubierto a Cristo debe llevar a otros
47. 3 ¡No tengáis miedo, Cristo puede llenar las aspira­ hacia Él. Una gran alegría no se puede guardar para uno
ciones más íntimas de vuestro corazón! ¿Puede haber mismo. Es necesario transmitirla.
sueños irrealizables cuando son suscitados y cultivados 21 de agosto de 2005
en el corazón por el Espíritu de Dios? [...] Dejad que esta
tarde os lo repita: cada uno de vosotros, si está unido a 51. 3 La santa inquietud de Cristo ha de anim ar al pas­
Cristo, puede hacer grandes cosas. Por este motivo, que­ tor: no es indiferente para él que muchas personas va­
ridos amigos, no debéis tener miedo de soñar con los guen por el desierto. Y hay muchas formas de desierto: el
ojos abiertos con grandes proyectos de bien y no tenéis desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed;
que dejaros desalentar por las dificultades. el desierto del abandono, de la soledad, del amor que­
2 de septiembre de 2007 brantado. Existe también el desierto de la oscuridad de
Di°s, del vacío de las almas que ya no tienen concien-
48. 3 Considera el poder y los bienes como una m isión Cla la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos
para convertirse en sirviente. Creo que en esas palabras exteriores se multiplican en el mundo, porque se han ex­
sobre el grande que debe ser el servidor, y en los gestos tendido los desiertos interiores. Por eso, los tesoros de la
80 81
tierra ya no están al servicio del cultivo del jardín de 54 3 Se registran, sin duda, muchas salidas en vano al
Dios, en el que todos puedan vivir, sino subyugados al mar. Pero aun así, sigue siendo una maravillosa tarea
poder de la explotación y la destrucción. acompañar a los hombres por el camino que lleva a la
24 de abril de 2005 luz, a los amplios espacios, enseñarles a conocer la luz y
la infinitud de Dios. Cuando inicié, hace 35 años, esta ac­
52. 3 ¿Qué significa, por tanto, «pescar hombres»? Sig­ tividad, tenía miedo de cómo saldrían las cosas. Pero
nifica llevarlos al aire libre, a los amplios espacios de pude experimentar muy pronto y de manera muchas ve­
Dios, al elemento vital que les ha sido asignado. Cierto ces renovada cuán verdadera es la promesa del Señor de
que cuando alguien se ve arrancado de sus hábitos y cos­ que otorga, ya en este mundo, el ciento por uno, también
tumbres, al principio siempre se revuelve, como ha des­ con aflicciones, sin duda, pero él cumple su palabra (Me.
crito con penetrante pluma Platón en su mito de la ca­ 10, 29s).
verna. Quien está acostumbrado al mar, piensa en un Servidor de vuestra alegría, p. 71
primer momento que, cuando le sacan a la luz, le arre­
batan la vida. Está enamorado de las tinieblas. Por eso, 55. 3 Así es, en verdad: nosotros existimos para enseñar
ser pescadores de hombres dista mucho de ser una em­ Dios a los hombres. Y únicamente donde se ve a Dios, co­
presa cómoda, pero es lo más grandioso y humanamen­ mienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en
te lo más bello que más puede darse. Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida. No so­
Servidor de vuestra alegría, p. 70 mos el producto casual y sin sentido de la evolución.
Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de
53. 3 Los Padres han dedicado también un comentario Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es am a­
muy particular a esta tarea singular. Dicen así: para el do, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que
pez, creado para vivir en el agua, resulta mortal sacarlo haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio,
del mar. Se le priva de su elemento vital para convertirlo por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a
en alimento del hombre. Pero en la misión del pescador los otros la amistad con él. La tarea del pastor, del pesca­
de hombres ocurre lo contrario. Los hombres vivimos dor de hombres, puede parecer a veces gravosa. Pero es
alienados, en las aguas saladas del sufrimiento y de la gozosa y grande, porque en definitiva es un servicio a la
muerte; en un m ar de oscuridad, sin luz. La red del Evan­ alegría, a la alegría de Dios que quiere hacer su entrada
gelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al en el mundo.
resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera. Así es, 24 de abril de 2005
efectivamente: en la misión de pescador de hombres, si­
guiendo a Cristo, hace falta sacar a los hombres del mar 56. 3 Mirándoos a vosotros, jóvenes aquí presentes, que
salado por todas las alienaciones y llevarlo a la tierra de lrradiáis alegría y entusiasmo, asumo la mirada de Jesús:
la vida, a la luz de Dios. una mirada de amor y confianza, con la certeza de que
24 de abril de 2005 vosotros habéis encontrado el verdadero camino. Sois
82 83
los jóvenes de la Iglesia. Por eso yo os envío a la gran mi­ ncreto en que puede ser eficaz, es decir, en la comuni­
sión de evangelizar a los muchachos y muchachas que dad itinerante de los creyentes, que se animan a vivir un
andan errantes por este mundo, como ovejas sin pastor. cam ino alternativo y lo señalan como posible.
Sed los apóstoles de los jóvenes. Invitadlos a caminar con Caminos de Jesucristo, pp. 50-51
vosotros, a hacer la misma experiencia de fe, de esperan­
za y de amor; a encontrarse con Jesús, para que se sien­ 59 . 3 [•••] l°s cristianos han de estar siempre dispuestos a
tan realmente amados, acogidos, con plena posibilidad hacerse esclavos los unos de los otros, y que únicamente
de realizarse. Que también ellos descubran los caminos de este modo podrán realizar la revolución cristiana y
seguros de los Mandamientos y recorriéndolos lleguen a construir la nueva ciudad.
Dios. El camino pascual, p. 117
10 de mayo de 2007 60. 3 En las cuestiones últimas que preocupan al hom­
57. 3 Dios ha elegido crearnos para que todos mutua­ bre no hay que separar más pensamiento y existencia. La
mente intercedamos unos por otros, y humildemente decisión a favor de Dios es una decisión del pensamien­
sólo podemos reconocernos como mensajeros indignos to y al mismo tiempo de la vida, es decir, ambos se con­
que no se predican a sí mismos sino que con un santo te­ dicionan recíprocamente.
mor hablamos de aquello que no es nuestro sino que pro­ Caminos de Jesucristo, p. 65
cede de Dios.
Caminos de Jesucristo, p. 69 61. 3 En sus Confesiones, san Agustín [...] habla de la for­
ma de vida errada de una existencia orientada totalmen­
58. 3 Elocuente es [...] el relato que Cipriano de Cartago te a lo material, formas que se convierten en hábitos, há­
(muerto en 258 d. C.) ha proporcionado sobre su conver­ bitos que se convierten en necesidades y finalmente en
sión a la fe cristiana. Nos dice que antes de su conversión cadenas, en ceguera del corazón.
y bautismo él no se podía imaginar cómo en general se Caminos de Jesucristo, p. 65
podía vivir como cristiano y sobreponerse a los hábitos
de su tiempo. Aquí ofrece una descripción drástica de 62.3 [...] la verdad no puede consistir en una posesión, la
esos hábitos [...] pero también permite pensar en el con­ relación con ella tiene que ser una aceptación humilde,
texto en el que hoy tienen que crecer los jóvenes: ¿se pue­ la cual tiene conocimiento de su propia contingencia y
de ser cristiano aquí? ¿No es una forma de vida superada? acepta el conocimiento como un don, del cual yo puedo
En realidad, todos aquellos que se preguntan esto tienen llegar a ser indigno, del cual no me puedo gloriar como si
razón hablando desde un punto de vista puramente hu­ fuera asunto mío exclusivamente. Si me es dado, enton­
mano. Pero lo imposible, así nos cuenta Cipriano, se hizo ces hay una responsabilidad que también me compete
posible por la gracia de Dios y por el sacramento de la re­ frente a los demás. Además, el dogma también afirma
generación, que naturalmente está pensado en el lugar que la desemejanza entre lo conocido por nosotros y la
84 85
realidad auténtica es en sí misma infinitam ente más 66 3 [•••] en caPÍtul° 3 de san Marcos se describe
grande que la semejanza (Conc. Lat. IV, DS § 806). Pero jo que el Señor pensaba que debería ser el significa­
sin embargo, esta desemejanza infinita no convierte al do de un apóstol: estar con él y estar disponible para la
conocimiento en no-conocimiento, es decir, la verdad no misión. Las dos cosas van juntas y sólo estando con él
se convierte en falsedad. e s ta m o s también siempre en movimiento con el Evan­
Caminos de Jesucristo, p. 68 gelio hacia los demás. Por tanto, es esencial estar con
¿¡ y así sentimos la inquietud y somos capaces de lle­
var la fuerza y la alegría de la fe a los demás, de dar
El apóstol testimonio con toda nuestra vida y no sólo con las pa­
labras.
63. 3 [...] los discípulos que salen al m ar abierto a pescar 13 de mayo de 2005
algo para Jesús deben, en el fondo, darse a sí mismos.
Sólo quien se da a sí mismo descubre que antes le ha sido 67. 3 Pero ahora surge la pregunta: ¿qué debe hacer el
dado todo, que simplemente da de tuis donis ac datis: de testigo? El Evangelio nos da tres respuestas que, en el
lo que previamente ha recibido. Primero debemos dar­ fondo, se reducen a una. Antes de confiar a Pedro la mi­
nos a nosotros mismos, para recibir luego el don de Dios. sión de pastor, Jesús le pregunta: ¿Me amas? Debe amar
En definitiva, de Dios procede todo. Y sin embargo, este a Jesús. A continuación se le encomienda: Apacienta mis
don de Dios no puede llegar hasta nosotros si primero corderos. Debe desempeñar las tareas propias del pastor.
no damos nosotros. Al final todo es gracia, porque las Y finalmente le dice: Antes elegías tú el camino. Pero
grandes cosas del universo, la vida, el amor, Dios, no se ahora lo elige otro por ti y te lleva por él. Ya no es tu vo­
pueden hacer, sólo se pueden recibir como un don. luntad la que establece tu senda, sino la voluntad de otro.
Servidor de vuestra alegría, p. 57 Debe ir en pos de otro. El seguimiento forma parte del
servicio del discípulo; este servicio es un camino.
64. 3 El testigo, pues, debe ser algo antes de hacer algo. Amar, apacentar, seguir: con estos tres verbos descri­
Debe ser amigo de Jesús para no transm itir sólo conoci­ be el Evangelio la esencia del apostolado...
mientos de segunda mano, sino para ser testigo verda­ Servidor de vuestra alegría, p. 68
dero.
Servidor de vuestra alegría, p. 68 68 . 3 A la pregunta «¿dónde vives?», su respuesta resue­
na de forma ininterrumpida: «Venid y lo veréis» (Jn. 1,
65. 3 Nuestra misión no consiste en decir muchas pala­ 38s.). De este modo, los discípulos podían dar otra
bras, sino en hacernos eco y ser portavoces de una sola respuesta a la pregunta sobre Jesús, distinta a la que
«Palabra», que es el Verbo de Dios hecho carne por nues­ daba «la gente», porque ellos estaban en comunidad de
tra salvación. ^da con él. Sólo así, para decirlo con Platón, somos
13 de mayo de 2005 vados desde la «caverna» que consideramos que es
86 87
el mundo y que sin embargo sólo es una parte limitada llegar a ser libres. Tenemos que nacer de nuevo, deponer
de él. el orgullo, llegar a ser niños [...]
Caminos de Jesucristo, p. 66 La bendición de la Navidad, p. 50
69. 3 [...] el camino para conocer a Cristo es un camino 72 . 3 [...} el ser humano no sólo debería pensar qué quie­
de vida. Expresado bíblicamente: para conocer a Cristo re sino más bien preguntarse para qué es bueno y qué
es necesario seguirlo, ya que únicamente así experimen­ puede aportar. Entonces comprendería que la realiza­
tamos dónde vive. ción no reside en la comodidad, en la facilidad y en el de­
Caminos de Jesucristo, p. 66 jarse llevar, sino en aceptar los retos, en el camino duro.
Todo lo demás se convierte en cierto modo en aburrido.
70. 3 Permítasenos [...] una referencia histórica. El ca­ Sólo la persona que se «expone al fuego», que reconoce
rácter peculiar del ministerio cristiano se ve con especial en sí una llamada, una vocación, una idea que satisfacer,
claridad cuando se com para la figura cristiana del que asume una misión para el conjunto, llegará a reali­
«apóstol» con sus paralelos en la historia de las religio­ zarse. Como ya se ha dicho, no nos enriquece el tomar el
nes: el rabbi y el «hombre de Dios» del mundo griego. camino cómodo, sino el dar.
Para ambos es esencial su propia autoridad. En cambio, Dios y mundo, pp. 242-243
para el apóstol lo esencial es el ser permanentemente
siervo de Cristo, estar como Cristo bajo el lema siguien­
te: «La doctrina que yo enseño no es mía, sino de aquel
que me ha enviado» (Jn. 7, 16). Así pues, la autoconcien-
cia tiene que ver para unos con la conciencia de la mi­
sión, mientras que para el apóstol tiene que ver con la
conciencia del servicio. «La meta del discípulo del rabí­
es llegar a ser maestro. Sin embargo, para el discípulo de
Jesús, la condición de discípulo no es el principio sino la
plenitud de su opción vital. Siempre será discípulo.» Po­
dríamos añadir: aun como «padre» sigue siendo siempre
«hermano»: el ministerio de padre que reviste es una for­
ma de servicio fraternal y nada más.
La fraternidad de los cristianos, pp. 82-83
71.3 Debemos ser aceptados y dejamos aceptar. H em os
de dejar transformar nuestra dependencia en amor y, asi,
88 89
CAPÍTULO 4
LA LIBERTAD DE CRISTO

El pecado
1. 4 Después del sínodo de los obispos dedicado al tema
de la familia, mientras deliberábamos en un pequeño
grupo acerca de los temas que podrían ser tratados en el
próximo, recayó nuestra atención en las palabras de Je­
sús en las que Marcos, al comienzo de su Evangelio, re­
sume el mensaje de Aquél: «El tiempo se ha cumplido y
el Reino de Dios está cerca. Convertios y creed en el
Evangelio.» Uno de los obispos, reflexionando sobre
ellas, dijo que tenía la impresión de que este resumen del
mensaje de Jesús, en realidad, hacía ya mucho tiempo
que lo habíamos dividido en dos partes. Hablamos mu­
cho y a gusto de evangelización, de la buena nueva, para
hacer atrayente a los hombres el cristianismo. Pero casi
nadie —opinaba el obispo— se atreve ya a expresar el
mensaje profético: ¡Convertios! Casi nadie se atreve en
nuestro tiempo a hacer esta elemental llamada del Evan­
gelio con la que el Señor quiere llevamos a cada uno a re­
conocernos como pecadores, como culpables y a hacer
Penitencia, a convertimos en otro. Nuestro colega aña­
día además que la predicación cristiana actual le parecía
Sernejante a una banda sonora de una sinfonía de la que
91
se hubiera omitido el comienzo del tema principal, de­ b a ja rn o s sino para hacernos verdaderos y sanos, para
jándola incompleta e incomprensible en su desarrollo. Y sa lv a rn o s.
con ello tocamos un punto extraordinario de nuestra ac­ Pecado y salvación, p. 90
tual situación histórico-espiritual. El tema del pecado se
ha convertido en uno de los temas silenciados de nuestro 4 4 P recisam ente en la fiesta de la Inmaculada Concep­
tiempo. ción brota en nosotros la sospecha de que una persona
Pecado y salvación, pp. 87-88 que no peca para nada, en el fondo es aburrida; que le
falta algo en su vida: la dimensión dram ática de ser
2. 4 [...] la forma más grave del pecado consiste en que el autónomos; que la libertad de decir no, el bajar a las ti­
hombre quiere negar el hecho de ser una criatura, por­ nieblas del pecado y querer actuar por sí mismos forma
que no quiere aceptar la medida ni los límites que trae parte del verdadero hecho de ser hombres; que sólo en­
consigo. No quiere ser criatura porque no quiere ser me­ tonces se puede disfrutar a fondo de toda la amplitud y la
dido, no quiere ser dependiente. Entiende su dependen­ profundidad del hecho de ser hombres, de ser verdade­
cia del amor Creador de Dios como una resolución ex­ ramente nosotros mismos; que debemos poner a prueba
traña. Pero esta resolución extraña es esclavitud, y de la esta libertad, incluso contra Dios, para llegar a ser real­
esclavitud hay que liberarse. De esta manera el hombre mente nosotros mismos. En una palabra, pensamos que
pretende ser Dios mismo. Cuando lo intenta se transfor­ en el fondo el mal es bueno, que lo necesitamos, al me­
ma todo. Se transforma la relación del hombre consigo nos un poco, para experimentar la plenitud del ser.
mismo y la relación con los demás: para el que quiere ser En el día de la Inmaculada debemos aprender más bien
Dios, el otro se convierte también en limitación, en rival, esto: el hombre que se abandona totalmente en las manos
en amenaza. Su trato con él se convertirá en una mutua de Dios no se convierte en un títere de Dios, en una perso­
inculpación y en una lucha, como magistralmente lo re­ na aburrida y conformista; no pierde su libertad. Sólo el
presenta la historia del paraíso en la conversación de hombre que se pone totalmente en manos de Dios encuen­
Dios con Adán y Eva (Gén. 3, 8-13). tra la verdadera libertad, la amplitud grande y creativa de
la libertad del bien. El hombre que se dirige hacia Dios no
Pecado y salvación, pp. 96-97 se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias
a Dios y junto con él se hace grande, se hace divino, llega a
3. 4 No se trata de quitarle al hombre el gusto por la vida, ser verdaderamente él mismo. El hombre que se pone en
ni de coartársela con prohibiciones y negaciones. Se tra­ manos de Dios no se aleja de los demás, retirándose a su
ta sencillamente de conducirla hacia la verdad y de esta salvación privada; al contrario, sólo entonces su corazón
m anera santificarla. El hombre sólo puede ser santo Se despierta verdaderamente y él se transforma en una
cuando es realmente él; cuando cesa de relegar y destruir Persona sensible y, por tanto, benévola y abierta.
la verdad. [...] El Espíritu Santo convence al mundo y 8 de diciembre de 2005
nos convence también a nosotros del pecado, no para re­
92 93
5. 4 Pensamos que Mefistófeles —el tentador— tiene ra­ dia frente al hombre, de que le roba su libertad y las co-
zón cuando dice que es la fuerza «que siempre quiere sas más apreciables de la vida.
el mal y siempre obra el bien» (Johann Wolfgang von Pecado y salvación, p. 93
Goethe, Fausto I, 3). Pensamos que pactar un poco con
el mal, reservarse un poco de libertad contra Dios, en el g. 4 Pecado, en esencia, es —y ahora está claro— una ne­
fondo está bien, e incluso que es necesario. Pero al mi­ gativa a la verdad.
rar el mundo que nos rodea, podemos ver que no es así, Pecado y salvación, p. 97
es decir, que el mal envenena siempre, no eleva al hom­
bre, sino que lo envilece y lo humilla; no lo hace más 9 . 4 «Si coméis de él (es decir, si negáis los límites, si ne­
grande, más puro y más rico, sino que lo daña y lo em­ gáis la medida), entonces moriréis» (cfr. Gén. 3, 3). Sig­
pequeñece. nifica: el hombre que niega los límites del bien y el mal,
la medida interna de la Creación, niega y rehúsa la ver­
8 de diciembre de 2005 dad. Vive en la falsedad, en la irrealidad. Su vida será
6 .4 Como un reflejo de la tentación de Israel coloca la Sa­ pura apariencia; se encuentra bajo el dominio de la
grada Escritura la tentación de Adán, en realidad la muerte. Nosotros, que además vivimos en este mundo de
esencia de la tentación y del pecado de todos los tiempos. falsedades, de no-vivir, sabemos bien en qué medida
La tentación no comienza con la negación de Dios, con la existe este dominio de la muerte que hace de la vida mis­
caída en un abierto ateísmo. La serpiente no niega a ma una negación, un ser muerto.
Dios; al contrario, comienza con una pregunta, aparen­ Pecado y salvación, pp. 97-98
temente razonable, que solicita información, pero que
en realidad contiene una suposición hacia la cual arrastra 10. 4 El hombre es relación y tiene su vida, a sí mismo,
al hombre, lo lleva de la confianza a la desconfianza: sólo como relación. Yo sólo no soy nada, sólo en el Tú y
¿Podéis comer de todos los árboles del jardín? Lo primero para el Tú soy yo-mismo. Verdadero hombre significa:
no es la negación de Dios sino la sospecha de su Alianza, estar en la relación del amor, del por y del para. Y peca­
de la comunidad de la fe, de la oración, de los Manda­ do significa estorbar la relación o destruirla. El pecado
mientos en los que vivimos por el Dios de la Alianza. es la negación de la relación porque quiere convertir a
los hombres en Dios. El pecado es pérdida de la relación,
Pecado y salvación, pp. 92-93 interrupción de la relación, y por eso ésta no se encuen­
7. 4 Queda muy claro aquí que, cuando se sospecha de la tra únicamente encerrada en el Yo particular. Cuando in­
Alianza, se despierta la desconfianza, se conjuga la liber­ terrumpo la relación, entonces este fenómeno, el peca­
tad y la obediencia a la Alianza es denunciada como una do, afecta también a los demás, a todo. Por eso, el pecado
cadena que nos separa de las auténticas promesas de la es siempre una ofensa que afecta también al otro, que
vida. Es tan fácil convencer al hombre de que esta Alian­ transforma el mundo y lo perturba.
za no es un don ni un regalo sino una expresión de envi­ Pecado y salvación, pp. 99-100
94 95
1 1 . 4 Jesucristo recorre a la inversa el camino de Adán. una inesperada conquista técnica. Tener en cuenta el ho­
En oposición a Adán, Él es realmente «como Dios». Pero rario del m in isterio, la capacidad de los crematorios y su
este ser-como-Dios, la divinidad, es ser-hijo y así la rela­ fuerza de combustión y el combinar todo esto de mane­
ción es completa. «El hijo no hace nada desde sí mismo.» ra que funcionara ininterrumpidamente constituía un
Por eso la verdadera divinidad no se aferra a su autono­ program a fascinante y armonioso que se justificaba por
mía, a la infinitud de su capacidad y de su voluntad. Re­ sí mismo. Con tales ejemplos es evidente que no se podía
corre el camino en sentido contrario: se convierte en la continuar mucho tiempo. Todos los productos de la atro­
total dependencia, en el siervo. Y como no va por el ca­ cidad, de cuyo continuo incremento somos hoy especta­
mino de la fuerza, sino por el del amor, es capaz de des­ dores atónitos y en última instancia desamparados, se
cender hasta el engaño de Adán, hasta la muerte y poner basan en este único y común fundamento. Como conse­
en alto allí la verdad y dar la vida. cuencia de este principio deberíamos hoy finalmente re­
Pecado y salvación, p. 102 conocer que es un engaño de Satán que quiere destruir al
hombre y al universo. Deberíamos comprender que el
12. 4 El rencor es el descontento fundamental del hom­ hombre no puede nunca abandonarse al espacio desnu­
bre consigo mismo, que se venga, por decirlo así, en el do del arte. En todo lo que hace, se hace a sí mismo. Por
otro, porque del otro no me llega lo que sólo me puede eso está siempre presente como medida suya él mismo,
conceder con una apertura de mi alma. la Creación, su bien y su mal y cuando rechaza esta me­
Mirar a Cristo, p. 82 dida, se engaña. No se libera, se coloca contra la verdad.
Lo cual quiere decir que se destruye a sí mismo y al uni­
13.4 La cruz, el lugar de su obediencia, se convierte en el verso.
verdadero árbol de la vida. Cristo se convierte en la ima­ Pecado y salvación, pp. 95-96
gen opuesta de la serpiente como dice Juan en su Evan­
gelio (Jn. 3, 14). De este árbol viene no la palabra de la 15. 4 La libertad nace cuando el «yo» se entrega al «tú»,
tentación, sino la palabra del amor salvador, la palabra porque entonces se asume la «forma de Dios».
de la obediencia, en la que Dios mismo se ha hecho obe­ El camino pascual, p. 105
diente para ofrecernos su obediencia como espacio de la
libertad. 16. 4 Una liberación que no tiene en cuenta la verdad,
Pecado y salvación, p. 103 que es ajena a la verdad, no sería liberación, sino engaño,
esclavitud y ruina del hombre. Una libertad que prescin­
de de la verdad no puede ser verdadera libertad. Lejos de
La liberación deseada la verdad, en consecuencia, no hay libertad digna de este
nombre.
14. 4 El último comandante de Auschwitz, Hess, afirm a­ El camino pascual, p. 99
ba en su diario que el campo de exterminio había sido
96 97
17. 4 «Veo lo que es bueno y lo apruebo», dijo Ovidio, el ral, y los Mandamientos traducen el lenguaje del ser al
poeta latino, «y sin embargo después hago lo contrario». lenguaje humano.
Y san Pablo también afirmó en el capítulo 7 de la Epísto­ El camino pascual, p. 45. (En el original, el texto de san
la a los Romanos: «No hago lo que quiero sino lo que abo­ Agustín también está en latín.)
rrezco.» A partir de eso asciende finalmente en san Pablo
ese grito: «¡¿Quién me redimirá de esta contradicción in­ 20. 4 Sospechando de la Alianza el hombre se pone en el
terna?!» Y en ese punto san Pablo comprende realmente camino de construirse un mundo para sí mismo. Dicho
por primera vez a Cristo, y a partir de ese instante llevó la de otro modo: encierra la propuesta de que él no debe
respuesta redentora de Cristo al mundo pagano. aceptar las limitaciones de su ser; de que no debe ni pue­
Dios y el mundo, p. 44 de considerar como limitaciones las del bien y el mal,
18. 4 Básicamente existen tan sólo dos opciones funda­ las de la moral, en realidad, sino librarse sencillamente
mentales: por una parte, la autorrealización, en la cual de ellas, suprimiéndolas.
trata el hombre de crearse a sí mismo para adueñarse Pecado y salvación, p. 93
por completo de su ser y hacerse con la totalidad de la 21. 4 Para que el hombre sea libre ha de ser «como
vida exclusivamente para sí y desde sí mismo; y por otra, Dios». El empeño de llegar a ser como Dios constituye el
la opción de la fe y del amor. Esta opción es, al mismo núcleo central de todo lo que se ha pensado para liberar
tiempo, un decidirse por la verdad. Siendo como somos al hombre. Puesto que el deseo de libertad pertenece a la
criaturas, no está en nuestras manos nuestro ser, no po­ esencia misma del hombre, este hombre busca necesa­
demos realizamos por nosotros mismos; sólo si «perde­ riamente, desde el principio, el camino que conduce a
mos» la vida podemos ganarla. «ser como Dios»: no se conforma el hombre con menos,
El camino pascual, p. 26 nada finito puede satisfacerle. Lo demuestra particular­
19. 4 Los Mandamientos de Dios no son arbitrarios; son mente nuestro tiempo, con su apasionado anhelo de li­
sencillamente la explicación concreta de las exigencias bertad total y anárquica frente a la insuficiencia de las
del amor. Pero tampoco el amor es una opción arbitra­ libertades burguesas, por amplias que éstas sean, y tam ­
ria; el amor es el contenido de ser; el amor es la verdad: bién frente a todo libertinaje. De ahí que una antropolo­
«Quien conoce la verdad, la conoce (se refiere a la luz in­ gía de la liberación, si quiere responder en profundidad
mutable), y quien la conoce, conoce la eternidad. La ca­ a Problema que ésta plantea, no puede hacer caso omi-
ridad la conoce. ¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y So de la pregunta: ¿cómo es posible alcanzar este fin, lle­
amada eternidad!» dice san Agustín cuando describe e gar a ser como Dios, hacerse el hombre divino?
momento en que descubrió al Dios de Jesucristo (Cortfe' El camino pascual, pp. 99-100
siones VII 10,16). El ser no habla únicamente un lengua' p Cuando se habla de la relación de Jesús-Hijo con el
je matemático; el ser tiene en sí mismo un contenido m0' re>se toca el punto más sensible del problema de la
98 99
libertad y de la liberación del hombre, el punto sin el cual esclavitud de la apariencia, retorno a la verdad. Pero el
todo lo demás acaba por hundirse en el vacío. Una libe­ paso de lo aparente a la luz de la verdad pasa a través de
ración del hombre que deje de lado la transformación en la cruz.
Dios engaña al hombre, traiciona su incoercible deseo de Mirar a Cristo, p. 89
infinito.
El camino pascual, p. 101 Conversión y perdón
23. 4 Jesucristo, como hemos visto, abre el camino a lo 26. 4 «Conversión» (metánoia) significa [...]: salir de la
imposible, a la comunión entre Dios y el hombre, porque autosuficiencia, descubrir y aceptar la propia indigen­
él, el Hijo encamado, es esta comunión; en él hallamos cia, la necesidad de los demás y la necesidad de Dios,
realizada esta «alquimia» que transforma al ser humano de su perdón, de su amistad. La vida sin conversión es
en el ser divino. Recibir al Señor en la Eucaristía signifi­ autojustificación (yo no soy peor que los demás); la con­
ca entrar en el ser de Cristo, entrar en esta alquimia del versión es la humildad de entregarse al amor del Otro,
ser humano, en esta apertura de Dios, que es la condi­ amor que se transforma en medida y criterio de mi pro­
ción de una apertura profunda entre los hombres. pia vida.
El camino pascual, p. 161
Nueva evangelización, 10 de diciembre de 2000
24. 4 Aquí se realiza la comunión entre el ser divino y el 27.4 «Convertirse» significa: seguirá Jesús, acompañar­
humano: en la obediencia del Hijo, en el sufrimiento de le, caminar tras sus pasos. Pero insistamos en el hecho
la obediencia. Intercambio admirable (admirable com- de que es Dios el que nos convierte. La conversión no es
mercium), alquimia de los seres: aquí se hace realidad la una autorrealización del hombre; no es el hombre el ar­
comunión liberadora y conciliadora. Recibir la Eucaris­ quitecto de su propia vida. La conversión consiste esen­
tía significa, en su sentido más profundo, entrar en esta cialmente en esta decisión: el hombre renuncia a ser su
permuta de voluntades. En el sufrimiento de este inter­ propio creador, deja de buscarse únicamente a sí mismo
cambio, y sólo en él, se transforma realmente la esencia y de centrarse en su autorrealización, y acepta depender
hum ana, se transform an las condiciones del mundo, del verdadero Creador, del amor creativo; acepta que en
nace la comunidad, nace la Iglesia. El acto supremo de la esta dependencia consiste la verdadera libertad y que la
participación en la obediencia del Hijo es también el úni­ ' ertad de la autonomía que pretende emanciparnos del
co realmente eficaz para la renovación y transformación reador no es verdadera libertad, sino ilusión y engaño.
de las realidades exteriores del mundo.
El camino pascual, p. 163 El camino pascual, pp. 25-26
2g
to * <<^'onvertirse>> quiere decir: aceptar los sufrimien-
A

25. 4 La redención que ofrece el Logos, la Palabra encar °S de verdad. La conversión exige que la verdad, la fe
nada de Dios, es por su misma esencia liberación de la
101
100
y el amor lleguen a ser más importantes que nuestra vida de la conciencia, la culpa personal debe traducirse en do­
biológica, que el bienestar, el éxito, el prestigio y la tran­ lor. Yo recordaría aquí, entre paréntesis, que los Padres
quilidad de nuestra existencia; esto no sólo de una ma­ Je la Iglesia consideraron la «insensibilidad», es decir,
nera abstracta, sino en nuestra realidad cotidiana y en la incapacidad de sentir pesar (de arrepentirse) como la
las cosas más insignificantes. De hecho el éxito, el presti­ verdadera enfermedad del mundo pagano.
gio, la tranquilidad y la comodidad son los falsos dioses
que más impiden la verdad y el verdadero progreso en la Conversión, penitencia y renovación, p. 172
vida personal y social. Cuando aceptamos esta primacía 31. 4 [...] es inevitable «endurecer el corazón», es decir,
de la verdad, seguimos al Señor, cargamos con nuestra rechazar el conocimiento propio y negarse a reconocer la
cruz y participamos en la cultura del amor, que es la cul­ propia culpa si no hay nadie que conlleve esa culpa, la ela­
tura de la cruz. bore y la perdone. Se da, pues, aquí una reciprocidad de
El camino pascual, pp. 27-28 la que todo depende: sin la idea del Redentor que no disi­
mula la culpa sino que la padece en sí, no se puede sopor­
29. 4 «Esta generación pide un signo» [...]. La raíz de tar la verdad de la propia culpa y se recurre a la primera
esta equivocada exigencia de un signo no es otra que el falsedad: la obcecación ante esa culpa, de la que nacen to­
egoísmo, un corazón impuro, que únicamente espera de das las otras falsedades y, finalmente, la incapacidad ge­
Dios el éxito personal, la ayuda necesaria para absoluti- neral ante la verdad. Y, a la inversa, no es posible conocer
zar el propio yo. Esta forma de religiosidad representa el al Redentor y creer en él sin tener el valor de ser veraz
rechazo fundamental de la conversión. ¡Cuántas veces consigo mismo. Por eso, los Padres de la Iglesia llamaron
nos hacemos también nosotros esclavos del signo del también «confesión» o reconocimiento al acto funda­
éxito! ¡Cuántas veces pedimos un signo y nos cerramos a mental de la conversión, y esto en un doble sentido: reco­
la conversión! nocer la verdad y reconocer al Redentor Jesucristo.
El camino pascual, pp. 38-39 Conversión, penitencia y renovación, p. 172
30. 4 Pedro acusa a los oyentes de haber dado muerte al 32.4 «¿Quién conoce sus faltas? Absuélveme de lo que se
que Dios les había enviado para salvarlos. Los oyentes, me oculta», ruega el salmista (Sal. 19 [18],13). No reco­
como dice el texto, preguntan con el corazón compungi­ nocer la culpa, la ilusión de inocencia, no me justifica ni
do: «¿Qué hemos de hacer?» La respuesta es: «Convertios, rne salva, porque la ofuscación de la conciencia, la inca­
y que cada uno de vosotros se haga bautizar» (Ac. 2, 37s). pacidad de reconocer en mí el mal en cuanto tal, es cul-
Aquí aparece muy clara la estructura de la conversión. Pa mía. Si Dios no existe, entonces quizá tengo que refu­
Incluye primero la escucha del mensaje apostólico, y ta rm e en estas m entiras, porque no hay nadie que
después, el pesar por la culpa cometida; es preciso supe j^ e<^a Perdonarme, nadie que sea el verdadero criterio,
rar la «incapacidad para sentir o pensar» o, más exacta cia Carn^ ° ’ el encuentro con Dios despierta mi concien-
mente, la incapacidad de arrepentirse; y con el despertar Para que ésta ya no me ofrezca más una autojustifi-
102 103
cación ni sea un simple reflejo de mí mismo y de los con­ si alguien no podía mostrar la hojita que atestiguaba la
temporáneos que me condicionan, sino que se transfor­ confesión pascual, era considerado u n asocial. Hoy,
me en capacidad para escuchar el Bien mismo. cuando escucho decir que todo esto era muy externo y
Spe Salvi, n.° 33. superficial, reconozco ciertamente que la mayoría lo ha­
cían más por obligación social que por convicción inte­
33. 4 La invitación a la conversión no significa, por tan­ rior. No obstante, no carecía del todo de significado el
to, el esfuerzo espasmódico por alcanzar un alto rendi­ hecho de que en Pascua también los grandes campesi­
miento moral, sino el mantenimiento de la sensibilidad nos, que eran los verdaderos propietarios de la tierra, se
para la verdad y la fidelidad a Aquel que nos hace sopor­ arrodillaran humildemente en el confesionario para
table la verdad, además de fructífera y saludable. confesar sus pecados igual que lo hacían sus criadas y
Conversión, penitencia y renovación, p. 173 criados, que eran, todavía entonces, m uy numerosos.
Este momento de humillación personal, en el que las di­
34. 4 Por último, está el poder del perdón. El sacramen­ ferencias de clase social no existían, no dejaba de tener
to de la penitencia es uno de los tesoros preciosos de la consecuencias.
Iglesia, porque sólo en el perdón se realiza la verdadera Mi vida, recuerdos (1927-1977), pp. 31-32
renovación del mundo. Nada puede mejorar en el mun­
do, si no se supera el mal. Y el mal sólo puede superarse 36. 4 Ciertamente que el amor incluye una disponibili­
con el perdón. Ciertamente, debe ser un perdón eficaz. dad inagotable al perdón, pero el perdón presupone el
Pero este perdón sólo puede dárnoslo el Señor. Un per­ reconocimiento del pecado como pecado. El perdón es
dón que no aleja el mal sólo con palabras, sino que real­ curación, mientras que la aprobación del mal sería des­
mente lo destruye. Esto sólo puede suceder con el sufri­ trucción, sería aceptación de la enfermedad y, precisa­
miento, y sucedió realmente con el amor sufriente de mente de esa forma, no bondad para el otro.
Cristo, del que recibimos el poder del perdón. Esto se ve rápidamente si consideramos el ejemplo de
15 de mayo de 2005 un tóxico-dependiente, convertido en prisionero de su
vicio. Quien realmente ama no sigue la voluntad desor­
35.4 Aunque el modo de vivir y de pensar de cada perso­ denada de este enfermo, su deseo de autoenvenenamien-
na en particular no siempre correspondía a la fe de la to, sino que trabaja por su verdadera felicidad: hará todo
Iglesia [evoca su infancia], ninguno podía imaginar mo­ lo posible para curar al amado de su enfermedad, inclu­
rir sin el consuelo de la Iglesia o vivir sin su compañía so si es doloroso e incluso si debe ir contra la ciega vo­
otros grandes acontecimientos de la vida. La vida, senci­ luntad del enfermo [...]. El verdadero am or está prepara­
llamente, se habría perdido en el vacío, habría perdido el do para comprender, pero no para aprobar, declarando
lugar que la sostenía y le daba sentido. No se iba tan ha­ ueno lo que no es. El perdón tiene su vía interior: per­
bitualmente como hoy a comulgar, pero había días fij°s dón y curación, que exigen retom o a la verdad. Cuando
para recibir el sacramento, que casi nadie dejaba pasar, n° ocurre así, el perdón se convierte en una aprobación
104 105
de la autodestrucción, se coloca en contradicción con la final, estoy siempre satisfecho de mí mismo y ya no com­
verdad y en contradicción con el amor. prendo que debo esforzarme también por ser mejor, que
Mirar a Cristo, p. 96 debo avanzar. Y esta limpieza del alma, que Jesús nos da
en el sacramento de la confesión, nos ayuda a tener una
37. 4 [El sacramento de la penitencia.] Hay sacerdotes conciencia más despierta, más abierta, y así también a
que tienden a transformarla casi exclusivamente en una madurar espiritualmente y como persona humana.
«conversación», en una especie de autoanálisis terapéu­ 15 de octubre de 2005
tico entre dos personas situadas en un mismo nivel. Esto
parece mucho más humano, más personal, más adecua­ 39. 4 Se podría añadir: el perdón es la participación en el
do al hombre de hoy. Pero este modo de confesarse corre dolor del paso de la droga del pecado a la verdad del
el riesgo de tener muy poco que ver con la concepción ca­ amor. Es un precedente y un andar con paso grave en
tólica del sacramento, en el que no cuenta tanto el servi­ este camino de la muerte al renacimiento. Solamente
cio personal. Es necesario que el sacerdote acepte cons­ este andar en compañía puede ayudar al toxicómano (y
cientem ente situarse en un segundo plano, dejando el pecado es siempre una «droga», mentira de falsa feli­
lugar a Cristo, que es el único que puede perdonar el pe­ cidad) a dejarse conducir a lo largo de la oscura línea del
cado. Una vez más es necesario volver al concepto au­ dolor. Unicamente la decisión previa de entrar en el do­
téntico del sacramento, en el que hombres y misterio se lor y en la muerte del camino de transformación hace
encuentran. El «Yo» que dice «te absuelvo» no es el de soportable esta vía estrecha, se hace visible la luz de la
una criatura, sino que es directamente el «Yo» del Señor. esperanza de una nueva vida.
Informe sobre la fe, p. 64 Mirara Cristo, p. 99
38. 4 Sólo en este caso, cuando se está en pecado «mor­ 40.4 Él es continuamente este amor que nos lava. En los
tal», es decir, grave, es necesario confesarse antes de la sacramentos de la purificación —el bautismo y la peni­
Comunión. Éste es el primer punto. El segundo: aunque, tencia— él está continuamente arrodillado ante nuestros
como he dicho, no sea necesario confesarse antes de pies y nos presta el servicio de esclavo, el servicio de la
cada Comunión, es muy útil confesarse con cierta fre­ purificación; nos hace capaces de Dios. Su amor es ina­
cuencia. Es verdad que nuestros pecados son casi siem­ gotable; llega realmente hasta el extremo.
pre los mismos, pero limpiamos nuestras casas, nuestras 13 de abril de 2006
habitaciones, al menos una vez por semana, aunque la
suciedad sea siempre la misma, para vivir en un lugar
limpio, para recomenzar; de lo contrario, tal vez la su­ Domingo, día de libertad
ciedad no se vea, pero se acumula.
Algo semejante vale también para el alma, para mi 41.4 Creo que en la actual industria del ocio, en la huida
/

mismo; si no me confieso nunca, el alma se descuida y, al e la cotidianeidad y la búsqueda de lo diferente, el ver­


106 107
dadero motor, aunque incomprendido y generalmente unos cincuenta cristianos celebrando la Eucaristía do­
ignorado, es la nostalgia de lo que los mártires llamaron minical en el norte de África, y los arrestaron. Se ha con­
«dominicus»: la necesidad de encontramos con lo que servado el protocolo del proceso. El procónsul dijo al
anima nuestras vidas, la búsqueda de lo que los cristia­ presbítero Saturnino: «Has actuado contra la orden de
nos recibieron y reciben el domingo. Nuestra pregunta los emperadores y Césares al congregar aquí a toda esta
es cómo podemos mostrarlo a las personas que lo bus­ gente.» El redactor cristiano añade que la respuesta del
can y cómo podemos reencontrarlo nosotros mismos. presbítero vino de la inspiración del Espíritu Santo. Fue
Antes de ir a las recetas y aplicaciones, que sin duda son ésta: «Hemos celebrado con toda seguridad (securi) lo
también muy necesarias, estimo conveniente lograr una que es del Señor.» «Lo que es del Señor»: así he vertido la
comprensión interna de lo que es el día del Señor. palabra latina dominicus. Apenas es traducible en su po­
La resurrección, fundamento de la vida cristiana..., livalencia. Porque designa el día del Señor, pero remite
pp. 75-76 luego a su contenido, al sacramento del Señor, a su resu­
rrección y su presencia en la Eucaristía. Volvamos al
42. 4 Necesitamos este pan para afrontar la fatiga y el protocolo: el procónsul insiste en pedir explicaciones; si­
cansancio del viaje. El domingo, día del Señor, es la oca­ gue la respuesta serena y magnífica del sacerdote: «Lo
sión propicia para sacar fuerzas de él, que es el Señor de hemos hecho porque no podemos omitir lo que es del Se­
la vida. Por tanto, el precepto festivo no es un deber im­ ñor.» Aquí se expresa de manera inequívoca la concien­
puesto desde fuera, un peso sobre nuestros hombros. Al cia de que el Señor está por encima del señor. Tal con­
contrario, participar en la celebración dominical, ali­ ciencia da a este sacerdote la «seguridad» (como dice él
mentarse del Pan eucarístico y experimentar la Comu­ mismo), cuando era evidente la total inseguridad y de­
nión de los hermanos y las hermanas en Cristo, es una samparo exterior de la pequeña comunidad cristiana.
necesidad para el cristiano; es una alegría; así el cristia­ Casi más impresionantes aún son las respuestas que
no puede encontrar la energía necesaria para el camino dio el dueño de la casa, Emérito, en cuyas dependencias
que debemos recorrer cada semana. Por lo demás, no es tuvo lugar la celebración dominical de la Eucaristía. A la
un camino arbitrario: el camino que Dios nos indica con pregunta de por qué permitió la reunión prohibida en su
su palabra va en la dirección inscrita en la esencia mis­ casa, contestó que los reunidos eran hermanos a los que
ma del hombre. La palabra de Dios y la razón v a n juntas. no podía cerrar la puerta. El procónsul insiste de nue­
Seguir la palabra de Dios, estar con Cristo, significa para vo- Y entonces queda claro, en la segunda respuesta, el
el hombre realizarse a sí mismo; perderlo equivale a per­ verdadero sujeto y motor. «Debías haberles negado la
derse a sí mismo. entrada», había dicho el procónsul. «No podía hacerlo
29 de mayo de 2007 contesta Emérito— quoniam sine dominico non possu-
mus» -. porque no podemos estar sin el día del Señor, sin
43. 4 Era el año 304, durante la persecución de Diocle- ® misterio del Señor. A la voluntad de los césares se con-
ciano, cuando funcionarios romanos sorprendieron a raP°ne el claro y decidido «no podemos» de la concien­
108 109
cia cristiana. Enlaza con el «no podemos callar», con el guíente valga también para nosotros: «Si alguien cree en
deber del anuncio cristiano que habían alegado Pedro y mí, de su entraña m anarán ríos de agua viva» (7, 38). La
Juan para incumplir la orden de silencio impuesta por el vida, la verdadera, no se puede simplemente «tomar»,
sanedrín (Ac. 4, 20). simplemente recibir. Nos introduce en la dinámica del
«No podemos estar sin el día del Señor.» No es una dar. en la dinamica de Cristo, que es la vida. «¿Cómo po­
obediencia penosa a una orden externa de la Iglesia; es dríamos vivir sin él?»
expresión de un deber y un querer íntimo. Es un indica­ La resurrección, fundamento de la vida cristiana...,
dor de lo que se ha convertido en centro de la propia exis­ pp. 73-74
tencia, del ser entero. Indica algo tan importante que era
preciso realizar aun con riesgo de la vida, desde una gran 44. 4 Tales testimonios de primera hora en la historia de
seguridad y libertad interior. A los que así hablaban les la Iglesia pueden dar lugar a consideraciones nostálgicas
parecería absurdo comprar la supervivencia y la paz ex­ si las comparamos al hastío dominical de los cristianos
terna con la renuncia a este fundamento vital. Ellos no centroeuropeos de hoy. Pero la crisis del domingo no co­
pensaron en una casuística que, ponderando la opción mienza en nuestros días. Asoma desde el momento en
entre el deber dominicano y el deber ciudadano, entre el que no se vive el deber interno del domingo —«no pode­
precepto de la Iglesia y la amenaza de la condena a muer­ mos estar sin el domingo»— y el deber dominical apare­
te, pudiera dispensar del culto como urgencia menor. No ce como precepto eclesiástico impuesto, como una nece­
se trataba de elegir entre un precepto y otro, sino entre el sidad externa que se va estrechando cada vez más, como
sentido de la vida y una vida sin sentido. A esta luz resul­ todas las obligaciones que vienen de fuera, hasta que
ta comprensible la frase de san Ignacio de Antioquía que sólo queda la carga de tener que asistir media hora a un
figura como lema de estas reflexiones: «Vivimos guar­ ntual extraño. Indagar cuándo y por qué se puede dis­
dando el día del Señor, en el que resucitó también nues­ pensar de él resulta, con el tiempo, más importante que
tra vida. [...]» «Quien tenga sed, venga a mí y beba», dice indagar por qué se debe asistir normalmente, y al final
Cristo el último día, el más solemne de la fiesta de las no queda otra salida que alejarse sin dispensa.
Chozas (Jn. 7, 38). La fiesta recuerda la sed que padeció La resurrección, fundamento de la vida cristiana...,
Israel en el desierto ardiente y sin agua, que aparece p. 75
como un reino de la muerte sin salida posible. Pero Cris
to se muestra como roca de la que mana la fuente inago ufl 4\ N° SC trata de positivismo ° ansia de poder cuando
table de agua fresca: en la muerte, llega a ser fuente e a glesia nos dice que la Eucaristía es parte del domingo.
vida. El que tenga sed, venga. ¿No se nos ha convertido e d n a mañana de Pascua, primero las mujeres y luego los
mundo, con todo su saber y poder, en un desierto donde tonClPU tuvieron la gracia de ver al Señor. Desde en­
no podemos encontrar ya la fuente viva? El que tenga ees supieron que el primer día de la semana, el do-
sed, venga: Jesús sigue siendo hoy la fuente inagota la crS° ’ SCna Cl día dC é1' de Cristo- E1 día del inicio de
de agua viva. Nos basta llegar y beber para que la frase si- eacion sería el día de la renovación de la creación.
110 111
Creación y redención caminan juntas. Por esto es tan ser arrestados fueron llevados a Cartago para ser inte­
importante el domingo. Está bien que hoy, en muchas rrogados por el procónsul Anulino. Fue significativa, en­
culturas, el domingo sea un día libre o, juntamente con tre otras, la respuesta que un cierto Emérito dio al pro­
el sábado, constituya el denominado «fin de semana» li­ cónsul que le preguntaba por qué habían transgredido la
bre. Pero este tiempo libre permanece vacío si en él no severa orden del emperador. Respondió: «Sine dominico
está Dios. non possumus»; es decir, sin reunimos en asamblea el
21 de agosto de 2005 domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir.
Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades
46. 4 Queridos amigos, a veces, en principio, puede re­ diarias y no sucumbir. Después de atroces torturas, estos
sultar incómodo tener que program ar en el domingo 49 mártires de Abitina fueron asesinados. Así, con la efu­
también la misa. Pero si tomáis este compromiso, cons­ sión de la sangre, confirmaron su fe. Murieron, pero ven­
tataréis más tarde que es exactamente esto lo que da sen­ cieron; ahora los recordamos en la gloria de Cristo resu­
tido al tiempo libre. No os dejéis disuadir de participar citado. Sobre la experiencia de los mártires de Abitina
en la Eucaristía dominical y ayudad también a los demás debemos reflexionar también nosotros, cristianos del si­
a descubrirla. Ciertamente, para que de ésa emane la ale­ glo xxi. Ni siquiera para nosotros es fácil vivir como cris­
gría que necesitamos, debemos aprender a comprender­ tianos, aunque no existan esas prohibiciones del empe­
la cada vez más profundamente, debemos aprender a rador. Pero, desde un punto de vista espiritual, el mundo
amarla. Comprometámonos a ello, ¡vale la pena! en el que vivimos, marcado a menudo por el consumis-
21 de agosto de 2005 mo desenfrenado, por la indiferencia religiosa y por un
secularismo cerrado a la trascendencia, puede parecer
47. 4 Descubramos la íntima riqueza de la liturgia de la un desierto no menos inhóspito que aquel «inmenso y te­
Iglesia y su verdadera grandeza: no somos nosotros los rrible» (Dt. 8, 15) del que nos ha hablado la primera lec­
que hacemos fiesta para nosotros, sino que es, en cam­ tura, tomada del libro del Deuteronomio.
bio, el mismo Dios viviente el que prepara una fiesta para 29 de mayo de 2005
nosotros. Con el am or a la Eucaristía redescubriréis
también el sacramento de la Reconciliación, en el cual la 49. 4 Jean-Paul Sartre, en su obra «A puerta cerrada»,
bondad misericordiosa de Dios permite siempre iniciar nos ha mostrado al hombre como un ser que está cauti­
de nuevo nuestra vida. vo sin esperanza y sin salida. Él resume la triste imagen
21 de agosto de 2005 del hombre en estas palabras: «el infierno, son los otros».
Y porque la realidad es así, porque el hombre es el in­
48. 4 En Abitina, pequeña localidad de la actual Túnez, fierno del hombre, por eso el infierno está en todas par­
49 cristianos fueron sorprendidos un domingo mientras, tes, por eso no hay salida, por eso las puertas están ce­
reunidos en la casa de Octavio Félix, celebraban la Euca­ rradas en todas partes.
ristía desafiando así las prohibiciones imperiales. Tras Pero Cristo nos dice: Yo, tu Dios, me he hecho tu hijo.
112 113
¡Sal! Y ahora, entonces, vale todo lo contrario: el cielo,
son los otros. Cristo nos llama a encontrar el cielo en Él,
a encontrarlo en los otros y así ser cielo el uno para el
otro, dejar que el cielo brille en esta tierra, que venga a
nosotros su cielo. Jesús nos tiende la mano en su mensa­
je de Pascua, en el misterio de los sacramentos, para que
ahora sea Pascua, para que la luz del cielo surja en este CAPÍTULO 5
mundo y las puertas se abran. ¡Cojamos su mano! Amén.
Miremos al traspasado, pp. 162-163 VIDA CRISTIANA

Ser cristiano
1. 5 El cristianismo no era solamente una «buena noti­
cia», una com unicación de contenidos desconocidos
hasta aquel momento. En nuestro lenguaje se diría: el
mensaje cristiano no era sólo «informativo», sino «per-
formativo». Eso significa que el Evangelio no es sola­
mente una comunicación de cosas que se pueden saber,
sino una comunicación que comporta hechos y cambia
la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido
abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra
manera; se le ha dado una vida nueva.
Spe Salvi, 2
2 . 5 «Sed perfectos como vuestro Padre del cielo es per­
fecto» (Mt. 5, 48). Esta conclusión tan inconcebible del
Sermón de la Montaña significa, por tanto: dejaos conta­
giar por la dinámica de un amor que no puede quedarse
contemplando el esplendor del cielo cuando el clamor de
los que sufren sube desde la tierra. Brevemente me con­
taba un obispo que, el día de su primera misa, su padre
le dijo: prefiero verte muerto antes que con el corazón re­
vestido de una coraza. Evangelización, en último térmi­
114 115
no, significa esto: irrum pir con Cristo para devolver lo 6. 5 Id contra la corriente: no escuchéis las voces intere­
regalado, para transformar toda forma de pobreza. sadas o seductoras que hoy promueven modelos de vida
Evangelio, catequesis, catecismo, p. 36 caracterizados por la arrogancia y la violencia, por la
prepotencia y el éxito a todo coste, por la apariencia y
3. 5 El santo es aquel que está tan fascinado por la belle­ por el tener en detrimento del ser. No tengáis miedo, que­
za de Dios y por su perfecta verdad que queda progresi­ ridos jóvenes, de preferir los caminos «alternativos» in­
vamente transformado. Por esta belleza y verdad está dicados por el auténtico amor: un estilo de vida sobrio y
dispuesto a renunciar a todo, incluso a sí mismo. Le es solidario; relaciones afectivas sinceras y puras; un com­
suficiente el amor de Dios, que experimenta en el servi­ promiso honesto en el estudio y en el trabajo; el interés
cio humilde y desinteresado del prójimo, especialmente profundo por el bien común. Vuestros coetáneos, aun­
de aquellos que no tienen la capacidad de corresponder. que también los adultos, y especialmente quienes pare­
23 de octubre de 2005 cen estar más lejos de la mentalidad y de los valores del
Evangelio, tienen una necesidad profunda de ver a al­
4. 5 Los santos son los verdaderos portadores de luz en la guien que se atreva a vivir según la plenitud de hum ani­
historia, porque son hombres y mujeres de fe, esperanza dad manifestada por Jesucristo.
y amor. 2 de septiembre de 2007
Deus Caritas est, n.° 40 7. 5 No son los elementos del cosmos, las leyes de la m a­
5. 5 El hombre nuevo no es una utopía: existe, y en la me­ teria, lo que en definitiva gobierna el mundo y el hom­
dida en que estemos unidos a él, la esperanza está pre­ bre, sino que es un Dios personal quien gobierna las es­
sente, no se trata de un puro futuro. La vida eterna, la trellas, es decir, el universo; la última instancia no son las
verdadera comunión, la liberación, no son utopías, pura leyes de la materia y de la evolución, sino la razón, la vo­
espera de lo inconsistente. La «vida eterna» es la vida luntad, el amor: una Persona. Y si conocemos a esta Per­
real, y también hoy está presente la comunión con Jesús. sona, y ella a nosotros, entonces el inexorable poder
Agustín ha subrayado esta presencia de la esperanza de los elementos materiales ya no es la última instancia;
cristiana en su exposición del versículo de la Epístola a ya no somos esclavos del universo y de sus leyes, ahora
los Romanos: «Con esta esperanza nos salvaron» (8, 24). somos libres. Esta toma de conciencia ha influenciado
Dice a este respecto: Pablo no enseña que habrá una es­ en la Antigüedad a los espíritus genuinos que estaban en
peranza para nosotros, no, él dice: Nos salvaron. Cierta­ búsqueda. El cielo no está vacío. La vida no es el simple
mente aún no vemos lo que esperamos, pero ya somos Producto de las leyes y de la casualidad de la materia,
cuerpo de la Cabeza en quien ya es presencia lo que noso­ Sln° que en todo, y al mismo tiempo por encima de todo,
tros esperamos. hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús
Mirar a Cristo, pp. 68-69 Se ha revelado como Amor.
Spe Salvi 5
116 117
8. 5 Conociendo un poco la historia de los santos, sa­ 1 1. 5 [...] la relación con Jesús es una relación con Aquel
biendo que en los procesos de canonización se busca la que se entregó a sí mismo en rescate por todos nosotros
virtud «heroica» podemos tener, casi inevitablemente, (cfr. 1 Tim. 2, 6). Estar en comunión con Jesucristo nos
un concepto equivocado de la santidad porque tendemos hace participar en su ser «para todos», hace que éste sea
a pensar: «Esto no es para mí»; «yo no me siento capaz nuestro modo de ser. Nos compromete en favor de los de­
de practicar virtudes heroicas»; «es un ideal demasiado más, pero sólo estando en comunión con Él podemos
alto para mí». En ese caso la santidad estaría reservada realmente llegar a ser para los demás, para todos. [...] En
para algunos «grandes» de quienes vemos sus imágenes la vida de san Agustín podemos observar de modo con­
en los altares y que son muy diferentes a nosotros, nor­ movedor la misma relación entre amor de Dios y respon­
males pecadores. Ésa sería una idea totalmente equivo­ sabilidad para con los hombres. Tras su conversión a la
cada de la santidad, una concepción errónea que ha sido fe cristiana quiso, junto con algunos amigos de ideas afi­
corregida —y esto me parece un punto central— precisa­ nes, llevar una vida que estuviera dedicada totalmente a
mente por Josemaría Escrivá. la palabra de Dios y a las cosas eternas. Quiso realizar
«Dejad obrar a Dios», L’Osservatore Romano, 6-X-02 con valores cristianos el ideal de la vida contemplativa
descrito en la gran filosofía griega, eligiendo de este
9. 5 [María] Sabe que contribuye a la salvación del mun­ modo «la mejor parte» (Le. 10, 42). Pero las cosas fueron
do, no con una obra suya, sino sólo poniéndose plena­ de otra manera. Mientras participaba en la misa domini­
mente a disposición de la iniciativa de Dios. Es una mu­ cal, en la ciudad portuaria de Hipona, fue llamado apar­
jer de esperanza: sólo porque cree en las promesas de te por el obispo, fuera de la muchedumbre, y obligado a
Dios y espera la salvación de Israel, el ángel puede pre­ dejarse ordenar para ejercer el ministerio sacerdotal en
sentarse a Ella y llamarla al servicio total de estas pro­ aquella ciudad. Fijándose retrospectivamente en aquel
mesas. Es una mujer de fe: «¡Dichosa tú, que has creí­ momento, escribe en sus Confesiones: «Aterrado por mis
do!», le dice Isabel (Le. 1, 45). pecados y por el peso enorme de mis miserias, había me­
Deus Caritas est, n.° 41 ditado en mi corazón y decidido huir a la soledad. Mas tú
me lo prohibiste y me tranquilizaste, diciendo: “Cristo
10. 5 Vivir el Decálogo significa vivir la propia semejan­ murió por todos, para que los que viven ya no vivan para
za con Dios, responder a la verdad de nuestra esencia y, sí, sino para él que murió por ellos”» (cfr. 2 Cor. 5, 15).
de este modo, hacer el bien. Dicho de otro modo, vivir el Cristo murió por todos. Vivir para Él significa dejarse
Decálogo significa vivir la semejanza divina del hombre, moldear en su «ser-para».
y en eso consiste la libertad: la fusión de nuestro ser con Spe Salvi, n.° 28
el Ser divino y la armonía, que de ahí se sigue, de todos
con todos. 5 [...] para la representación de la figura del pastor la
Fe, verdad y tolerancia, p. 219 Iglesia primitiva podía referirse a modelos ya existentes
en el arte romano. En éste, el pastor expresaba general­
118 119
mente el sueño de una vida serena y sencilla, de la cual para cada uno. Él mismo es persona: es el Hijo del Dios
tenía nostalgia la gente inmersa en la confusión de la vivo, que nació en el establo de Belén.
ciudad. Pero ahora la imagen era contemplada en un La bendición de la Navidad, p. 110
nuevo escenario que le daba un contenido más profun­
do: «El Señor es mi pastor, nada me falta [...] Aunque ca­
mine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas Vida de piedad
conmigo [...]» (Sal. 22, 1-4). El verdadero pastor es
Aquel que conoce también el camino que pasa por el va­ 14. 5 Tener trato con Dios para mí es una necesidad. Tan
lle de la muerte; Aquel que incluso por el camino de la úl­ necesario como respirar todos los días, como ver la luz o
tima soledad, en el que nadie me puede acompañar, va comer a diario, o tener amistades, todas esas cosas son
conmigo guiándome para atravesarlo: Él mismo ha re­ necesarias, es parte esencial de nuestra vida. Pues es lo
corrido este camino, ha bajado al reino de la muerte, la mismo. Si Dios dejara de existir, yo no podría respirar es­
ha vencido, y ha vuelto para acompañarnos ahora y dar­ piritualmente. En el trato con Dios no hay hastío posible.
nos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un Tal vez pueda haberlo en algún ejercicio de piedad, en al­
paso abierto. Saber que existe Aquel que me acompaña guna lectura piadosa, pero nunca en una relación con
incluso en la muerte y que con su «vara y su cayado me Dios como tal.
sosiega», de modo que «nada temo» (cfr. Sal. 22, 4), era La sal de la Tierra, pp. 13-14
la nueva «esperanza» que brotaba en la vida de los cre­
yentes. 15. 5 Un hombre desesperado no reza, porque no espera;
Spe Salvi, n.° 6 un hombre seguro de su poder y de sí mismo no reza,
porque confía únicamente en sí mismo. Quien reza espe­
13. 5 El eterno Sentido del mundo ha llegado a nosotros ra en una bondad y en un poder que van más allá de sus
de forma tan real y verdadera que se lo puede tocar y mi­ propias posibilidades.
rar (cfr. 1 Jn. 1,1). Pues lo que Juan llama «la Palabra» Mirara Cristo, pp. 71-72
significa en griego al mismo tiempo tanto como «el sen­
tido». Por eso podríamos traducir, con toda justeza: «El 16. 5 [...] Zacarías está aquí descrito con una sola frase:
Sentido se hizo carne.» es un hombre que ora. Y esto significa que es un hombre
Pero este Sentido no es simplemente una idea general que cree. Y también que es un hombre que espera. O di­
que se encuentra escondida dentro del mismo mundo. El cho de otro modo: no cree simplemente que tal vez en al­
Sentido se vuelve hacia nosotros. El Sentido es una pala­ guna parte exista un ser superior, del que por lo demás,
bra, una interpelación que ése nos dirige. El Sentido nos no sabe nada y que, por añadidura, no se hace notar, sino
conoce, nos llama, nos conduce. El Sentido no es una ley que cree que Dios existe. Y esto significa que para él ni el
general en la que desempeñamos algún tipo de papel- ruundo es indiferente ni se le ha ido de las manos. Signi­
Ese Sentido está pensado de forma totalmente personal fica que todo lo que tenemos que hacer es abrirnos a es­
120 121
tas manos, porque quiere y puede actuar, aunque hace 20. 5 [Alejandro, niño romano que ha recibido la primera
cosas distintas de las que imaginamos en nuestras ora­ Comunión, le pregunta: ¿Para qué sirve, en la vida de to­
ciones. Hizo cosas distintas de las que esperaba el joven dos los días, ir a la santa misa y recibir la Comunión?]
Zacarías y también distintas de las que había esperado Sirve para hallar el centro de la vida. La vivimos en me­
más tarde. Tan distintas que, al principio, tuvo que que­ dio de muchas cosas. Y las personas que no van a la igle­
darse mudo, para aprender de nuevo el lenguaje de Dios. sia no saben que les falta precisamente Jesús. Pero sien­
Servidor de vuestra alegría, pp. 42-43 ten que les falta algo en su vida. Si Dios está ausente en
mi vida, si Jesús está ausente en mi vida, me falta una
17. 5 [...] la oración debe ser también un camino para orientación, me falta una amistad esencial, me falta tam ­
nosotros mismos, un camino a lo largo del cual vayamos bién una alegría que es importante para la vida. Me falta
aprendiendo poco a poco a ver cada vez más que lo que también la fuerza para crecer como hombre, para supe­
es inadmisible es que todo termine en un enquistamien- rar mis vicios y m adurar humanamente. Por consiguien­
to en nuestro egoísmo. te, no vemos en seguida el efecto de estar con Jesús cuan­
Servidor de vuestra alegría, p. 42 do vamos a recibir la Comunión; se ve con el tiempo. Del
mismo modo que a lo largo de las semanas, de los años,
18. 5 Mediante la oración debemos ser más libres; debe­ se siente cada vez más la ausencia de Dios, la ausencia de
mos tomamos con menos seriedad a nosotros mismos y Jesús. Es una laguna fundamental y destructora. Ahora
con más seriedad a él, para descubrir así la esencia ge- podría hablar fácilmente de los países donde el ateísmo
nuina de la oración: pedir a Dios por la salvación del ha gobernado durante muchos años; se han destruido las
mundo, también hoy. almas, y también la tierra; y así podemos ver que es im­
También hoy debemos confiar en él, pues él —y sólo portante, más aún, fundamental, alimentarse de Jesús
él— es capaz de dar en esta hora la salvación al mundo. en la Comunión. Es él quien nos da la luz, quien nos
Servidor de vuestra alegría, p. 42 orienta en nuestra vida, quien nos da la orientación que
necesitamos.
19. 5 La beata Teresa de Calcuta es un ejemplo evidente de 15 de octubre de 2005
que el tiempo dedicado a Dios en la oración no sólo deja
de ser un obstáculo para la eficacia y la dedicación al amor 21. 5 [...] con un instrumento musical de cuerdas, que
al prójimo, sino que es en realidad una fuente inagotable tiene una cuerda rota, no se puede tocar bien una pieza
para ello. En su carta para la Cuaresma de 1996 la beata musical. Así, en este imperativo («perfecti estote», sed
escribía a sus colaboradores laicos: «Nosotros necesita­ perfectos) nuestra alma es como una red apostólica que,
mos esta unión íntima con Dios en nuestra vida cotidiana. sm embargo, a menudo casi no sirve, porque está desga­
Y ¿cómo podemos conseguirla? A través de la oración.» rrada por nuestras intenciones; o como un instrumento
Deus Caritas est, n.° 36 y 37 musical en el que, por desgracia, alguna cuerda está rota
y. por tanto, la música de Dios, que debería sonar en lo
122 123
más hondo de nuestra alma, ya no resuena bien. Arre­ ranza que no se apaga ni siquiera en las noches de la so­
glar este instrumento, conocer las laceraciones, las des­ ledad.
trucciones, las negligencias, lo descuidado que está, y
tratar de que este instrumento sea perfecto, sea comple­ Spe Salvi, n.° 32
to, de modo que cumpla el fin para el que el Señor lo ha 23. 5 [Agustín] define la oración como un ejercicio del
creado. deseo. El hombre ha sido creado para una gran realidad,
Y así este imperativo puede ser también una invita­ para Dios mismo, para ser colmado por Él. Pero su cora­
ción al examen regular de conciencia, para ver cómo está zón es demasiado pequeño para la gran realidad que se
mi instrumento, hasta qué punto está descuidado, o ya le entrega. Tiene que ser ensanchado. «Dios, retardando
no funciona, para tratar de que vuelva a funcionar. Es (su don), ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el
también una invitación al sacramento de la Reconcilia­ alma y, ensanchándola, la hace capaz (de su don).» Agus­
ción, en el que Dios mismo arregla este instrumento y tín se refiere a san Pablo, el cual dice de sí mismo que
nos da de nuevo la plenitud, la perfección, la funcionali­ vive lanzado hacia lo que está por delante (cfr. Flp 3, 13).
dad, para que en esta alma pueda resonar la alabanza a Después usa una imagen muy bella para describir este
Dios. proceso de ensanchamiento y preparación del corazón
3 de octubre de 2005 humano. «Imagínate que Dios quiere llenarte de miel
(símbolo de la ternura y la bondad de Dios); si estás lleno
22. 5 Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la es­ de vinagre, ¿dónde pondrás la miel?» El vaso, es decir el
peranza es la oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios corazón, tiene que ser antes ensanchado y luego purifi­
todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con cado: liberado del vinagre y de su sabor. Eso requiere es­
ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con fuerzo, es doloroso, pero sólo así se logra la capacitación
Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme —cuando para lo que estamos destinados.
se trata de una necesidad o de una expectativa que supe­
ra la capacidad humana de esperar—, El puede ayudar­ Spe Salvi, n.° 33
me. Si me veo relegado a la extrema soledad...; el que 24. 5 Rezar no significa salir de la historia y retirarse en
reza nunca está totalmente solo. De sus trece años de el rincón privado de la propia felicidad. El modo apro­
prisión, nueve de los cuales en aislamiento, el inolvida­ piado de orar es un proceso de purificación interior que
ble cardenal Nguyen Van Thuan nos ha dejado un pre­ nos hace capaces para Dios y, precisamente por eso, ca­
cioso opúsculo: Oraciones de esperanza. Durante trece paces también para los demás. En la oración, el hombre
años en la cárcel, en una situación de desesperación apa­ ha de aprender qué es lo que verdaderamente puede pe­
rentemente total, la escucha de Dios, el poder hablarle, dirle a Dios, lo que es digno de Dios. Ha de aprender que
fue para él una fuerza creciente de esperanza, que des­ no puede rezar contra el otro. Ha de aprender que no
pués de su liberación le permitió ser para los hombres de puede pedir cosas superficiales y banales que desea en
todo el mundo un testigo de la esperanza, esa gran espe­ ese momento, la pequeña esperanza equivocada que lo
124 125
aleja de Dios. Ha de purificar sus deseos y sus esperan­ mo nuestra vida bajo este signo, día tras día; aceptemos
zas. Debe liberarse de las mentiras ocultas con que se en­ y reconozcamos el signo de Jonás haciendo la señal de la
gaña a sí mismo: Dios las escruta, y la confrontación con cruz al principio y al final de nuestras oraciones.
Dios obliga al hombre a reconocerlas también. El camino pascual, p. 42
Spe Salvi, n.° 33 27. 5 Diría que la adoración es reconocer que Jesús es mi
25. 5 Para que la oración produzca esta fuerza purifica- Señor, que Jesús me señala el camino que debo tomar,
dora debe ser, por una parte, muy personal, una confron­ me hace comprender que sólo vivo bien si conozco el ca­
tación de mi yo con Dios, con el Dios vivo. Pero, por otra, mino indicado por él, sólo si sigo el camino que él me se­
ha de estar guiada e iluminada una y otra vez por las ñala. Así pues, adorar es decir: «Jesús, yo soy tuyo y te
grandes oraciones de la Iglesia y de los santos, por la ora­ sigo en mi vida; no quisiera perder jamás esta amistad,
ción litúrgica, en la cual el Señor nos enseña constante­ esta comunión contigo.» También podría decir que la
mente a rezar correctamente. El cardenal Nguyen Van adoración es, en su esencia, un abrazo con Jesús, en el
Thuan cuenta en su libro Ejercicios espirituales cómo en que le digo: «Yo soy tuyo y te pido que tú también estés
su vida hubo largos períodos de incapacidad de rezar y siempre conmigo.»
cómo él se aferró a las palabras de la oración de la Iglesia: 15 de octubre de 2005
el Padrenuestro, el Avemaria y las oraciones de la liturgia. 28. 5 No denigra al ser humano. Esa relación no lo con­
En la oración tiene que haber siempre esta interrela- vierte en un fin, sino que le confiere su grandeza porque
ción entre oración pública y oración personal. Así pode­ él mismo mantiene una relación directa con Dios y ha
mos hablar a Dios, y así Dios nos habla a nosotros. De sido querido por Dios. Por eso no se debe contemplar la
este modo se realizan en nosotros las purificaciones, a adoración a Dios como un asunto externo, como si Dios
través de las cuales llegamos a ser capaces de Dios e idó­ quisiera ser alabado o precisase de halagos. Eso lógica­
neos para servir a los hombres. mente sería infantil y, en el fondo, enojoso y ridículo.
Spe Salvi, n.° 34 Dios y el mundo, pp. 104-105
26. 5 La muerte de Jonás —de acuerdo con la tradición 2 9 . 5 El rosario y el viacrucis no son otra cosa que una guía
rabínica— fue una muerte voluntaria por la salvación de que el corazón de la Iglesia ha descubierto para aprender a
Israel, y por esa razón fue Jonás «un justo perfecto». El ver a Jesús y llegar así a responder de la misma forma
signo del verdadero justo, del justo perfecto, es la muer­ que las gentes de Nínive: con la penitencia, con la con­
te voluntaria por la salvación de los otros. Este signo nos versión. El rosario y el viacrucis constituyen desde hace
lo ha ofrecido Jesús. Él es el verdadero justo. Su signo es siglos la gran escuela donde aprendemos a ver a Jesús.
su muerte. Su signo es su cruz. Con este signo volverá al
final de los tiempos. Y será este signo el juicio del mun­ El camino pascual, pp. 39-40
do, el juicio de nuestra vida. Pongamos desde ahora mis­
126 127
30. 5 El origen del rosario se remonta a la Edad Media. que expresan la relación entre Dios y el hombre y res­
Por entonces muchas personas no sabían leer, lo que les ponden a un problema fundamental de toda la historia
impedía participar en los salmos bíblicos. Por eso se bus­ de las religiones y de nuestra vida personal. ¿Es justo y
có un salterio para ellas, y se halló en la oración a María bueno pedir algo a Dios, o es quizá la alabanza, la adora­
con los misterios de la vida de Jesucristo. ción y la acción de gracias, es decir, una oración desinte­
Afectan al que reza de una forma meditativa, en la que resada, la única respuesta adecuada a la trascendencia y
la repetición tranquiliza el alma, y aferrarse a la palabra, a la majestad de Dios? ¿No nos apoyamos acaso en una
sobre todo a la figura de María y a las imágenes de Cris­ idea primitiva de Dios y del hombre cuando nos dirigi­
to que pasan ante uno mientras tanto, sosiega y libera el mos a Dios, Señor del universo, para pedirle mercedes?
alma y le concede la visión de Dios. Jesús ignora este temor. No enseña una religión elitista,
Lo que importa no es tanto seguir con esfuerzo cada exquisitamente desinteresada; es diferente a la idea de
palabra de manera racional, sino todo lo contrario, de­ Dios que nos transmite Jesús: su Dios se halla muy cerca
jarse llevar por la calma de la repetición, por lo caden­ del hombre; es un Dios bueno y poderoso. La religión de
cioso. Máxime teniendo en cuenta que no se trata de pa­ Jesús es muy humana, muy sencilla; es la religión de los
labras vacías. Traen a mis ojos y a mi alm a grandes humildes [...].
imágenes y visiones, y sobre todo, la figura de María y a El camino pascual, p. 43
través de ella la de Jesús.
Dios y el mundo, p. 299 33. 5 Al rechazar la oración de petición y adm itir única­
mente la alabanza desinteresada de Dios, se fundan de
31. 5 Jerónimo se preguntaba: «¿Cómo es posible vivir hecho en una autosuficiencia que no corresponde a la
sin la ciencia de las Escrituras, a través de las cuales se condición indigente del hombre, tal como ésta se expre­
aprende a conocer al mismo Cristo, que es la vida de los sa en las palabras de Ester: «¡Ven en mi ayuda!» En la
creyentes?» [La Biblia, instrumento] con el que cada día raíz de esta elevada actitud, no quiere molestar a Dios
Dios habla a los fieles, se convierte de este modo en es­ con nuestras fútiles necesidades, se oculta con frecuen­
tímulo y manantial de la vida cristiana para todas las si­ cia la duda de si Dios es verdaderamente capaz de res­
tuaciones y para toda persona. Leer la Escritura es con­ ponder a las realidades de nuestra vida y a la duda de si
versar con Dios. «Si rezas —escribe a una joven noble Dios puede cambiar nuestra situación y entrar en la rea­
de Roma— hablas con el Esposo; si lees, es Él quien te lidad de nuestra existencia terrena.
habla.» El camino pascual, p. 44
18 de noviembre de 2007
34. 5 La oración apunta a la realidad. Es oída y atendida.
32. 5 Jesús nos incita a la oración: «Pedid y se os dará, Dios es, pues, aquel que tiene el poder, la capacidad, la
buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá» (Mt. 7, 7). voluntad y la paciencia de escuchar a los hombres. Es
Estas palabras de Jesús son sumamente preciosas, por­ tan grande que puede estar también al lado de lo peque­
128 129
ño. Y aunque el universo se rige por leyes estables, no una visión romántica de la pobreza, ni tampoco de emi­
quiere esto decir que esté fuera del alcance del poder del tir juicios morales sobre individuos concretos, pobres o
amor, que es el poder de Dios. Dios debe responder. ricos, sino de la esencia profunda de la humanidad. En la
Servidor de vuestra alegría, pp. 39-40 condición del pobre se manifiesta con bastante claridad
qué quiere decir ser niños: el niño no posee nada por sí
mismo. Todo lo que necesita para vivir lo recibe de los
Hacerse niños otros, y precisamente en esta su impotencia y desnudez
es libre. No ha desarrollado todavía actitudes que disfra­
35. 5 «En verdad os digo, si no os volviereis y os hiciereis cen su realidad original. Riqueza y poder son las dos
como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt. grandes ambiciones del hombre, así se hace esclavo de
18, 3). [...] ¿En qué consiste exactamente este ser niños, sus posesiones y se le va el alma tras ellas. Aquel que, en
que Jesús considera como necesidad ineludible? [...] El medio de las riquezas, no es capaz de seguir siendo po­
exegeta alemán Joachim Jeremias dice con mucho acier­ bre en lo profundo de su ser, consciente de que el mundo
to qúe ser niños, en el sentido de Jesús, significa apren­ está en las manos de Dios y no en las suyas, ha perdido
der a decir Padre. Para comprender la enorme fuerza realmente aquella infancia sin la cual no es posible en­
que se encierra en esta palabra es preciso leerla en la trar en el Reino.
perspectiva de Jesús, el Hijo. El hombre quiere ser Dios El camino pascual, p. 83
y —dando a esta expresión su sentido correcto— debe
llegar a serlo. Pero cuando trata de serlo emancipándose 37. 5 [...] el metropolita griego Stylianos Harkianakis re­
de Dios y de su creaturalidad, poniéndose por encima de cuerda que Platón, en el Timeo, habla del juicio irónico
todo y centrándose en sí mismo, como en el eterno diá­ de un extranjero que afirmaba que los griegos son aeí
logo con la serpiente en el paraíso terrenal; cuando, en paídes, eternos niños. Platón no ve en este juicio un repro­
una palabra, se hace completamente adulto y emancipa­ che, sino una alabanza de la manera de ser de los grie­
do y echa por la borda la infancia como manera de ser, gos: «Comoquiera que sea, hay un hecho indiscutible: los
entonces acaba en la nada, porque se pone en contra de griegos querían ser un pueblo de filósofos, y no de teenó-
su misma verdad, que significa un referirlo todo a Dios. cratas, es decir, eternos niños, que veían en el asombro la
Sólo si conserva el núcleo más íntimo de la infancia, es condición más elevada de la existencia. Solamente así
decir, la existencia filial vivida anteriormente por Jesús, puede explicarse el hecho significativo de que los griegos
puede el hombre entrar con el Hijo en la divinidad. no hicieran uso práctico de sus innumerables hallaz­
El camino pascual, pp. 81-83 gos.»
El camino pascual, pp. 83-84
36. 5 «Bienaventurados los pobres porque vuestro es el
Reino de Dios» (Le. 6, 20). En este pasaje, los pobres ocu­ 38. 5 Añadimos ahora: ser niños significa también decir
pan el lugar de los niños. Insistimos en que no se trata de «madre». Si suprimimos esta posibilidad, eliminamos el
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factor humano de la infancia de Jesús, dejando única­ cual quiere ser salvado. Quisiera hacer con plena con­
mente la filiación del Logos, que nos será revelada preci­ ciencia el último trecho del camino. Quiere morir él mis­
samente por la infancia humana de Jesús. Hans Urs von mo. Si hoy se intentara formular una letanía de los no
Baltasar ha expresado admirablemente esta idea, tanto creyentes, la petición sería la contraria: Señor, danos una
que vale la pena citarlo aquí ampliamente: «Eucharistía muerte repentina e insospechada. Que la muerte venga
significa hacimiento de gracias: nada tiene de extraño repentinamente, sin tiempo para pensar ni padecer. Lo
que Jesús dé gracias ofreciéndose y entregándose conti­ primero que esto demuestra es que no se ha conseguido
nuamente a Dios y a los hombres. ¿A quién da gracias? plenamente la anulación del miedo metafísico. Se la qui­
Da gracias, ciertamente, a Dios Padre, modelo supremo siera domesticar preferentemente produciendo la muer­
y fuente de todo don... Pero también expresa su gratitud te misma, haciéndola desaparecer como cuestión que
a los pobres pecadores que han querido acogerle, que le supera la técnica y que atañe al ser hombre como tal.
abren las puertas de su indigna morada. ¿Da gracias Escatología. La muerte y la vida eterna, p. 76
también a alguien más? Sin duda: da gracias a la pobre
esclava de la que recibió esta carne y esta sangre cuando 40. 5 El hombre no puede hacer o dejar de hacer lo que
el Espíritu Santo la cubrió con su sombra... ¿Qué apren­ le viene en gana; está sometido a juicio, tiene que rendir
de Jesús de su madre? Aprende el "sí”. No un “sí" cual­ cuentas. Y esta evidencia es válida tanto para los podero­
quiera, sino la palabra “sí”, que avanza siempre, incan­ sos como para los sencillos. Cuando tal evidencia es res­
sablemente. Todo lo que tú quieras, Dios mío, “he aquí a petada, establece sus límites a todo poder de este mundo.
la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”... Dios es quien crea la justicia, y sólo Él puede serlo en de­
Ésta es la oración católica que Jesús aprendió de su ma­ finitiva. Nosotros sólo podemos alcanzarla en la medida
dre terrena, de la Catholica Mater, que estaba en el mun­ en que vivamos bajo los ojos de Dios y procuremos hacer
do antes que él y que fue inspirada por Dios para pro­ partícipe al mundo de la verdad del juicio. Por ello el ar­
nunciar por prim era vez esta palabra de la nueva y tículo sobre el juicio, con su poder formador de la con­
eterna alianza...» ciencia, es un contenido central del Evangelio y es ver­
El camino pascual, p. 84 daderamente Buena Noticia.
Evangelio, catequesis, catecismo, p. 37
Muerte y vida eterna 41. 5 En Navidad [recuerda la muerte de su padre] nos
cubrió de regalos con una generosidad incomprensible;
39. 5 Las letanías de los santos explican la postura de la sentíamos que consideraba aquélla su última Navidad,
fe cristiana frente a la muerte en esta petición: Líbranos, pero no podíamos creerlo, puesto que exteriormente no
Señor, de una muerte temprana e inesperada. El que a uno daba signo alguno de decaimiento. Una noche, a media­
se le arrebate súbitamente, sin poder prepararse, sin es­ dos de agosto, se sintió muy mal y necesitó varios días
tar dispuesto, aparece como el peligro del hombre, del para recuperarse. El domingo 23 de agosto mi madre lo
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invitó a dar un paseo hasta el lugar en que habíamos vi­ nosotros mismos, que nos sabemos, ciertamente, de
vido y donde estaban nuestras amistades; caminaron nuevo en completa dependencia de las leyes de la natu­
juntos en aquel día caluroso de verano más de diez kiló­ raleza y de la historia. Dios ya no es —digámoslo ya— un
metros. Mientras volvían a casa, mi madre quedó impre­ sujeto que actúa en la historia; es, en el mejor de los ca­
sionada por el fervor con que rezó durante una breve vi­ sos, una hipótesis al margen.
sita a la iglesia y, cuando llegaron, por la inquietud Mi gozo es estara tu lado, pp. 146-147
interior con que esperaba el regreso de nosotros tres de
una excursión a Tittmoning. Durante la cena, se levantó 43. 5 [...] un horizonte eterno para nuestra existencia no
y cayó desvanecido junto a la escalera. Se trataba de un nos parece deseable: ella ya es bastante lastimosa, y si
grave ataque apopléjico, al cual sucumbió después de todo fuera bueno, entonces la idea de eternidad nos pa­
dos días de agonía. Nos sentíamos agradecidos de po­ rece como una condenación al aburrimiento; en pocas
dernos encontrar todos juntos en tom o a su lecho y de palabras, como demasiado para soportarlo el hombre.
poderle mostrar una vez más nuestro amor, que él reci­ Pero frente a esto hemos de hacer ahora la pregunta con­
bía con gratitud, aunque no pudiese ya hablar. Cuando, traria: ¿es cierto que no esperamos nada más? [...]
después de este suceso, volví de nuevo a Bonn, sentía que Pero en realidad, ¿qué esperamos? [...] deseamos que
el mundo se había vuelto un poco más vacío para mí y las tinieblas de la incomprensión que nos divide, que la
que una parte de mi persona, de mi hogar, se había m ar­ incapacidad para el amor se extinga y que sea posible el
chado al otro mundo. auténtico amor que libera toda nuestra existencia de la
Mi vida, recuerdos (1927-1977), pp. 94-95 cárcel de su soledad, la abre a los demás, a lo infinito, sin
destruirnos a nosotros. Podríamos decir también: ansia­
42. 5 Cada vez más, se insiste en que el sentido de la vida mos alcanzar el verdadero gozo. Todos nosotros.
eterna en el hombre moderno, también en el cristiano Mi gozo es estar a tu lado, p. 152
actual, ha llegado a ser sorprendentemente débil: sermo­
nes sobre el cielo, el infierno y el purgatorio difícilmente 44. 5 El abandono en la esperanza en la eternidad es,
llegamos hoy a escucharlos. Preguntem os de nuevo: pues, simplemente la otra cara del abandono de la fe en
¿dónde está el origen de esto? Yo creo que tiene que ver Dios vivo. La fe en la vida eterna sólo es la aplicación a
de un modo esencial con la imagen de Dios y de su rela­ nuestra propia existencia de la fe en Dios. Y, en conse­
ción con el mundo [...]. Apenas podemos ya imaginarnos cuencia, solamente podrá revitalizarse si encontramos
que Dios haga realmente algo en el mundo y en los hom­ una nueva relación con Dios, si de nuevo empezamos a
bres, que él mismo sea un sujeto que actúa en la historia. comprender a Dios como alguien que actúa en el mundo
[...] Hoy pensamos que el acontecer del mundo se expli­ y en nosotros mismos. «Espero la resurrección de los
ca exclusivamente por medio de factores internos a él. muertos y la vida del mundo futuro», esta expresión no
Nadie se ocupa de él al margen de nosotros mismos, y es una exigencia de fe, yuxtapuesta a nuestra afirmación
por ello tampoco esperamos nada de nadie, al margen de de fe en Dios y que nos lleva más lejos que ésta; sino que
134 135
se trata, simplemente, del desarrollo de lo que significa no es suficiente. La vida eterna existe en medio de la tem­
creer en Dios, en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La poralidad, allí donde nosotros alcanzamos el «cara a
vida eterna no la descubrimos a través del análisis de cara» con Dios; a través de la contemplación del Dios
nuestra propia existencia, ni observándonos a nosotros vivo se puede llegar a algo así como el fundamento origi­
mismos, con nuestras esperanzas y con nuestras necesi­ nario de nuestra alma. Como un amor poderoso, ya no
dades; al hombre que está centrado en sí mismo siempre nos puede ser arrebatado a través de las vicisitudes de la
se le escapa la vida eterna. Es en la entrega a Dios donde vida, sino que constituye un centro indestructible, del
se muestra por sí mismo que él, en quien Dios se ha fija­ que procede el impulso y la alegría para ir avanzando ha­
do, y a quien ama, tiene parte en su eternidad. cia adelante, incluso cuando las condiciones externas son
Mi gozo es estara tu lado, pp. 147-148 dolorosas y difíciles.
Mi gozo es estara tu lado, pp. 153-154
45: 5 ... la vida eterna no es una sucesión infinita de ins­
/ " 's

tantes en los que se tendría que intentar superar el abu­ 47. 5 Por medio del contacto del alma con Dios el hom­
rrimiento y el miedo a lo infinito. Vida eterna es aquella bre aprende a ver las cosas en forma adecuada. Aunque
nueva categoría de existencia en la que todo confluye si­ tuviera todas las prioridades posibles en el cielo y en la
multáneamente en el ahora del amor, en la nueva cuali­ tierra, ¿de qué le servirían? La satisfacción del simple
dad del ser, que está rescatada de la fragmentación de la éxito, del mero poder, del sólo tener, es simplemente una
existencia en el sucederse de los intereses. satisfacción engañosa; una simple mirada al mundo ac­
Mi gozo es estar a tu lado, pp. 152-153 tual, a las tragedias de esas personas triunfadoras y po­
derosas, cuyas almas y cuyos bienes han sido comprados
46. 5 Es, pues, evidente que la vida eterna no es simple­ y están vacíos, nos muestra la profunda verdad de esta
mente «lo que viene después» y de lo que nosotros ahora afirmación. Pues los grandes interrogantes [...] no se dan
no podríamos formamos ni la más remota idea; pues, entre los pobres y los débiles, sino entre aquellos que
como se trata de una forma de existencia, puede estar ya aparentemente no conocen el infortunio de la vida. Todo
presente en el seno de nuestra vida material y de su flu­ quedaría vacío en el cielo y en la tierra si Dios no existie­
yente temporalidad como lo nuevo, lo otro, lo mayor, si ra, y él se ha puesto para siempre de nuestra parte. «Esta
bien siempre de modo fragmentario e incompleto. Pero es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verda­
los límites entre vida temporal y eterna no son de ningu­ dero, y a tu enviado Jesucristo», dice el Señor en el Evan­
na manera exclusivamente de naturaleza cronológica: gelio de Juan (17, 3).
nosotros, por lo general, pensamos que los años previos Mi gozo es estara tu lado, pp. 155-156
a la muerte serían la vida temporal y el tiempo infinito
posterior sería lo eterno. Pero como la eternidad no es 48. 5 La vida eterna es aquella forma de vida, en el cen­
simplemente tiempo sin fin, sino otra forma de existen­ tro de nuestra existencia terrena actual, que no es afec­
cia, entonces una tal diferencia, meramente cronológica, tada por la muerte, porque se extiende más allá de ella.
136 137
En medio del tiempo vive lo eterno, y éste es, por tanto, tuyo». Como el amor de Dios nos es común a todos, to­
la primera invocación del artículo del Credo del que he­ dos nos pertenecemos unos a otros. Donde Dios es todo
mos partido. Si vivimos de esta manera, la esperanza de en todos, también nosotros estamos todos en todos y to­
la comunión eterna con Dios llegará a ser una gozosa es­ dos en uno, somos un único cuerpo, el cuerpo de Cristo,
pera que caracterice nuestra existencia, porque entonces en el que la alegría de uno de los miembros es la de todos
también crece en nosotros una representación de su rea­ los miembros restantes, del mismo modo que el sufri­
lidad, y su belleza nos transform a interiorm ente. Se m iento de un miembro es sufrim iento de todos los
hace, pues, evidente, que en este cara a cara con Dios no miembros.
hay nada egoísta, ningún retom o a lo mero privado, sino Mi gozo es estar a tu lado, pp. 157-158
precisamente aquella liberación del «yo», que da pleni­
tud de sentido a la eternidad. 51.5 Presente y eternidad no se encuentran uno frente al
Mi gozo es estar a tu lado, p. 157 otro y en mutua oposición, como el presente y el futuro,
sino que se interpenetran. Ésta es la verdadera diferen­
49. 5 Podemos solamente tratar de salir con nuestro pen­ cia entre utopía y escatología.
samiento de la temporalidad a la que estamos sujetos y Mi gozo es estara tu lado, p. 158
augurar de algún modo que la eternidad no sea un conti­
nuo sucederse de días del calendario, sino como el mo­ 52. 5 [La utopía] es algo así como el agua y los frutos
mento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos ofrecidos a Tántalo: el agua le llegaba al cuello y los fru­
abraza y nosotros abrazamos la totalidad. Sería el mo­ tos estaban siempre delante de su boca; pero si llevado
mento del sumergirse en el océano del amor infinito, en por la sed que le atormentaba quería beber, el agua se re­
el cual el tiempo —el antes y el después— ya no existe. tiraba y le resultaba inaccesible; y si quería probar los
Podemos únicamente tratar de pensar que este momen­ frutos, martirizado por el hambre, sucedía lo mismo.
to es la vida en sentido pleno, sumergirse siempre de Esta antigua representación de la condenación del orgu­
nuevo en la inmensidad del ser, a la vez que estamos des­ llo como el pecado propiamente humano refleja bien la
bordados simplemente por la alegría. En el Evangelio de hybris: la sustitución de la escatología por la utopía
Juan, Jesús lo expresa así: «Volveré a veros y se alegrará autoconstruida, es decir, pretender llevar a cabo la espe­
vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría» (16, ranza humana por sus propias fuerzas y sin la fe en Dios.
22). Tenemos que pensar en esta línea si queremos en­ Mi gozo es estara tu lado, p. 158
tender el objetivo de la esperanza cristiana, qué es lo que
esperamos de la fe, de nuestro ser con Cristo. 53. 5 La fuerza con que la fe en la vida eterna opera en el
Spe Salvi, n.° 12 presente quizá no pueda observarse en ningún autor de
un modo tan impresionante como en Agustín, que tuvo
50. 5 En el Reino del amor del Hijo no existe, según un que experimentar el hundimiento del Imperio romano y
texto de san Juan Crisóstomo, «la fría palabra mío y de todas sus normas civilizadoras, y por tanto, una his-
138 139
tona llena de angustia y de sobresaltos. Pero él supo y vio medio de esta revolución como se hace presente el Reino
que una nueva ciudad iba creciendo, la ciudad de Dios. de Dios, porque la voluntad de Dios se realiza en la tierra
Cuando él habla de eso, se nota cómo le quema en su in­ como en el cielo.
terior: «Si la muerte ha sido absorbida por la victoria, en­ Mi gozo es estar a tu lado, p. 162
tonces ya no existen estas cosas; y habrá paz, completa y
eterna paz. Estaremos en una especie de ciudad. Herma­ 57. 5 El lugar del purgatorio es, en último término, el
nos, cuando yo hablo de esta ciudad, y también cuando mismo Cristo. Si nos encontramos con él sinceramente,
las contrariedades aquí son grandes, puedo entonces pe­ llegará a suceder por sí mismo de tal manera que toda la
dirme a mí mismo ya no habitarla más...» La ciudad fu­ miseria y la culpa de nuestra vida, que en la mayoría de
tura lo lleva porque en cierto modo es también ya una los casos habíamos mantenido cuidadosamente oculta,
ciudad actual, allí donde el Señor nos reúne en su carne aparece punzante ante nuestra propia alma en ese ins­
y hunde nuestra voluntad en la voluntad divina. tante definitivo de presencia de la verdad. La presencia
Mi gozo es estar a tu lado, pp. 160-161 del Señor transforma todo lo que en nosotros es compla­
cencia en la injusticia, en el odio y la mentira, y actúa
54. 5 La vida compartida con Dios, la vida eterna en como una llama ardiente. Ella se convertirá en dolor pu-
nuestra vida temporal, es posible porque la convivencia rificador, que consume en nosotros todo lo que es irre­
de Dios con nosotros se ha dado: Cristo es Dios compar­ conciliable con la eternidad, con la vitalidad transforma­
tiendo su ser con nosotros. dora del amor de Cristo.
Mi gozo es estara tu lado, p. 161 Mi gozo es estar a tu lado, p. 163
55. 5 Como él ha descendido a las profundidades de la 58. 5 [...] el juicio es el mismo Jesucristo, que es la verdad
tierra (cfr. Ef. 4, 9s), Dios ha dejado de ser un Dios de las y el amor en persona. Él ha entrado en este mundo como
alturas, y ahora nos rodea desde arriba, desde abajo y la íntima referencia para toda vida individual. Que el jui­
desde dentro: él es todo en todos, y por eso formamos cio lo constituye el encarnado, crucificado y resucitado,
parte todos de todos: «Todo lo mío es tuyo.» incluye dos aspectos mutuamente dependientes: signi­
Mi gozo es estar a tu lado, p. 161 fica, en primer lugar, lo que nosotros ya hemos consi­
derado: todo lo vil, desviado y pecaminoso de nuestra
56. 5 El poder del mal, que invade por completo la es­ existencia es puesto al descubierto por este centro de re­
tructura de nuestra sociedad como los tentáculos de un ferencia; y a través del dolor de la purificación hemos de
pulpo, y amenaza con ahogarla en un abrazo mortal, se liberarnos de ellos.
enfrenta ahora a esta serena revolución de la auténtica Mi gozo es estar a tu lado, p. 163
vida como fuerza liberadora, en la que el Reino de Dios,
aunque todavía no ha asumido todo, tal como dice el Se­ 59. 5 Algunos teólogos recientes piensan que el fuego
ñor, ya está en medio de nosotros (cfr. Le. 17, 21). Es por que arde, y que a la vez salva, es Cristo mismo, el Juez y
140 141
Salvador. El encuentro con Él es el acto decisivo del Jui­ incluso si no somos capaces de comprender la lógica de
cio. Ante su mirada, toda falsedad se deshace. Es el en­ este mundo.
cuentro con Él lo que, quemándonos, nos transforma y Mi gozo es estara tu lado, pp. 163-164
nos libera para llegar a ser verdaderamente nosotros
mismos. En ese momento, todo lo que se ha construido 61. 5 [...] unas palabras de un sermón de san Agustín, en el
durante la vida puede manifestarse como paja seca, va­ que me parece extraordinariamente clara la dinámica in­
cua fanfarronería, y derrumbarse. Pero en el dolor de este terna de lo que significa esperar la vida eterna en medio de
encuentro, en el cual lo impuro y malsano de nuestro ser la vida actual: «Una joven dice tal vez a su prometido: “No
se nos presenta con toda claridad, está la salvación. Su te pongas ese abrigo.” Y él no se lo pone. Le dice durante el
mirada, el toque de su corazón, nos cura a través de una invierno: “Preferiría que fueras con una túnica corta”, y
transformación, ciertamente dolorosa, «como a través entonces él prefiere helarse antes que ofenderla. Sin em­
del fuego». Pero es un dolor bienaventurado, en el cual el bargo, ¿es seguro que ella no tiene ningún poder para obli­
poder santo de su amor nos penetra como una llama, per­ garlo?... No, porque, ciertamente, él únicamente teme una
mitiéndonos ser por fin totalmente nosotros mismos y, cosa que ella le diga: “De lo contrario no quiero verte nun­
con ello, totalmente de Dios. ca más”.» Esperar la vida eterna significa esto: no querer
Spe Salvi, n.° 47 perder ya más la mirada de Dios, porque él es nuestra vida.
Mi gozo es estara tu lado, p. 165
60. 5 Romano Guardini [...] dijo a menudo que él sabía
que Dios le preguntaría por su vida en el día del juicio 62. 5 El «llanto y rechinar de dientes» representa en rea­
para, también a su vez, hacer preguntas a Dios: la pre­ lidad la amenaza, el peligro, incluso; en última instancia,
gunta por el porqué de la creación y por todo lo incom­ el fracaso del ser humano. Es una situación que describe
prensible que, como consecuencia de la libertad para el el mundo de las personas caídas en la droga y en los éx­
mal, ha surgido en ella. El juicio significa que se hace a tasis orgiásticos, quienes, en el momento de salir de su
Dios esta pregunta. Hans von Balthasar lo expresa así: aturdimiento, perciben con claridad la completa contra­
los defensores de Dios no convencen, Dios tiene que de­ dicción de su vida.
fenderse a sí mismo. «Él hizo esto una vez, cuando el re­ El infierno se representa normalmente con el fuego,
sucitado mostró sus llagas... Dios mismo tiene que plan­ con las llamas. El rechinar de dientes, sin embargo, sur­
tear su teodicea. Tiene que haberla form ulado ya, ge realmente cuando se siente frío. Aquí, la persona caí­
cuando ha dotado a los hombres de libertad (y con ello da, con sus llantos y lamentos y gritos de protesta, evoca
de tentaciones) no para él, para proclamar su ley.» El día la imagen de estar expuesta al frío por negarse al amor.
del juicio el Señor, en vista de nuestras preguntas, mos­ En un mundo completamente alejado de Dios, y por tan­
trará sus llagas y nosotros comprenderemos. Pero, entre­ to del amor, se siente frío, hasta el punto de provocar el
tanto, él espera simplemente que nosotros vayamos ha­ rechinar de dientes.
cia él y confiemos en el lenguaje de esas heridas suyas, Dios y el mundo, p. 188
142 143
64. 5 Una iglesia sin presencia eucarística está en cierto
modo muerta, aunque invite a la oración. Sin embargo,
Vida eucarística una iglesia en la que arde sin cesar la lámpara junto al
sagrario está siempre viva, es siempre algo más que un
63. 5 Recuerdo bien el día de mi Primera Comunión. Fue edificio de piedra: en ella está siempre el Señor que me
un hermoso domingo de marzo de 1936; o sea, hace se­ espera, que me llama, que quiere hacer «eucarística» mi
senta y nueve años. Era un día de sol; era muy bella la propia persona. De esta forma me prepara para la Euca­
iglesia y la música; eran muchas las cosas hermosas y ristía, me pone en camino hacia su segunda venida.
aún las recuerdo. Éramos unos treinta niños y niñas de El espíritu de la liturgia. Una introducción, p. 113
nuestra pequeña localidad, que apenas tenía 500 habi­
tantes. Pero en el centro de mis recuerdos alegres y her­ 65. 5 La felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis de­
mosos, está este pensamiento —el mismo que ha dicho recho de saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Je­
ya vuestro portavoz—: comprendí que Jesús entraba en sús de Nazaret, oculto en la Eucaristía. Sólo Él da pleni­
mi corazón, que me visitaba precisamente a mí. Y, junto tud de vida a la humanidad. Decid, con María, vuestro
con Jesús, Dios mismo estaba conmigo. Y que era un don «sí» al Dios que quiere entregarse a vosotros.
de amor que realmente valía mucho más que todo lo que 18 de agosto de 2005
se podía recibir en la vida; así me sentí realmente feliz,
porque Jesús había venido a mí. Y comprendí que enton­ 66. 5 La conversión sustancial del pan y del vino en su
ces comenzaba una nueva etapa de mi vida —tenía nue­ cuerpo y en su sangre introduce en la creación el prin­
ve años— y que era importante permanecer fiel a ese en­ cipio de un cambio radical, como una forma de «fisión
cuentro, a esa Comunión. Prometí al Señor: «Quisiera nuclear», por usar una imagen bien conocida hoy por
estar siempre contigo» en la medida de lo posible, y le nosotros, que se produce en lo más íntimo del ser; un
pedí: «Pero, sobre todo, está tú siempre conmigo.» Y así cambio destinado a suscitar un proceso de transform a­
he ido adelante por la vida. Gracias a Dios, el Señor me ción de la realidad, cuyo término último será la transfi­
ha llevado siempre de la mano y me ha guiado incluso en guración del mundo entero, el momento en que Dios
situaciones difíciles. Así, esa alegría de la Primera Co­ será todo para todos (cfr. 1 Cor 15, 28).
munión fue el inicio de un camino recorrido juntos. Es­ Sacramentum Caritatis, n.° 11
pero que, tam bién para todos vosotros, la Prim era
Comunión, que habéis recibido en este Año de la Euca­ 67. 5 Que nadie diga ahora: la Eucaristía está para co­
ristía, sea el inicio de una amistad con Jesús para toda la merla y no para adorarla. No es, en absoluto, un «pan
vida. El inicio de un camino juntos, porque yendo con Je­ corriente», como destacan, una y otra vez, las tradicio­
sús vamos bien, y nuestra vida es buena. nes más antiguas. Comerla es [...] un proceso espiritual
15 de octubre de 2005 que abarca toda la realidad humana. «Comerlo» significa
adorarle. «Comerlo» significa dejar que entre en mí de
144 145
modo que mi yo sea transformado y se abra al gran no­ ración. Recibir la Eucaristía significa adorar a Aquel a
sotros, de manera que lleguemos a ser «uno solo» con Él quien recibimos. Precisamente así, y sólo así, nos hace­
(Gál. 3, 17). De esta forma, la adoración no se opone a la mos uno con él. Por eso, el desarrollo de la adoración
comunión, ni se sitúa paralelamente a ella: la comunión eucarística, como tomó forma a lo largo de la Edad Media,
alcanza su profundidad sólo si es sostenida y compren­ era la consecuencia más coherente del mismo misterio
dida por la adoración. eucarístico: sólo en la adoración puede m adurar una
El espíritu de la liturgia. Una introducción, p. 112 acogida profunda y verdadera. Y precisamente en este
acto personal de encuentro con el Señor madura luego
68. 5 [...] partiendo de esta intimidad, que es don perso- también la misión social contenida en la Eucaristía y que
nalísimo del Señor, la fuerza del sacramento de la Euca­ quiere romper las barreras no sólo entre el Señor y no­
ristía va más allá de las paredes de nuestras iglesias. En sotros, sino también y sobre todo las barreras que nos se­
este sacramento el Señor está siempre en camino hacia paran a los unos de los otros.
el mundo. Este aspecto universal de la presencia euca- 22 de diciembre de 2005
rística se aprecia en la procesión de nuestra fiesta. Lleva­
mos a Cristo, presente en la figura del pan, por las calles 70. 5 En la Eucaristía la adoración debe llegar a ser
de nuestra ciudad. Encomendamos estas calles, estas ca­ unión.
sas, nuestra vida diaria, a su bondad. 21 de agosto de 2005
Que nuestras calles sean calles de Jesús. Que nues­
tras casas sean casas para él y con él. Que nuestra vida 71.5 Recibirla [la Eucaristía], comer del árbol de la vida
de cada día esté impregnada de su presencia. Con este significa, por eso, recibir al Señor crucificado, es decir,
gesto, ponemos ante sus ojos los sufrimientos de los aceptar su forma de vida, su obediencia, su Sí, la medida
enfermos, la soledad de los jóvenes y los ancianos, las de nuestro ser criaturas. Significa aceptar el am or de
tentaciones, los miedos, toda nuestra vida. La proce­ Dios que es nuestra verdad, aquella dependencia de Dios
sión quiere ser una gran bendición pública para nuestra que no significa para nosotros determinación extraña,
ciudad: Cristo es, en persona, la bendición divina para como tampoco para el hijo es la filiación una resolución
el mundo. Que su bendición descienda sobre todos extraña. Precisamente esta «dependencia» es libertad,
nosotros. porque es Verdad y Amor.
26 de mayo de 2005 Pecado y salvación, pp. 103-104
69. 5 De hecho, no es que en la Eucaristía simplemente 72. 5 Hábeas Christi nos indica lo que significa comul­
recibamos algo. Es un encuentro y una unificación de gar: tomarlo, recibirlo con todo nuestro ser. No se puede
personas, pero la persona que viene a nuestro encuentro comer simplemente el cuerpo del Señor, como se come
y desea unirse a nosotros es el Hijo de Dios. Esa unifica­ un trozo de pan. Sólo se lo puede recibir, en tanto le abri­
ción sólo puede realizarse según la modalidad de la ado­ mos a él toda nuestra vida, en tanto el corazón se abre a
146 147
él. «Mira que estoy a la puerta llamando» dice el Señor alguna manera, «hueso de mis huesos y carne de mi
en el Apocalipsis. «Si uno me oye y me abre, entraré en carne».
su casa y cenaremos juntos» (Ap. 3, 20). Corpus Christi Caminos de Jesucristo, pp. 112-113
quiere hacer audible esta llamada del Señor también
para nuestra sordera. Mediante la procesión golpea so­
noramente en nuestra vida cotidiana y ruega: ¡Ábreme, 75. 5 La Comunión me hace salir de mí mismo para ir
déjame entrar! ¡Comienza a vivir por mí! hacia Él, y por tanto, también hacia la unidad con todos
Caminos de Jesucristo, pp. 100-101 los cristianos.
Deus Caritas est, n.° 14
73. 5 Esto no acontece en un momento, rápidamente,
durante la misa para luego desaparecer. Éste es un pro­ 76. 5 La consecuencia es clara: no podemos comulgar
ceso que traspasa toda época y todos los lugares. Ábreme con el Señor si no comulgamos entre nosotros. Si quere­
—dice el Señor— así como yo me he abierto a ti. Abre el mos presentamos ante él, también debemos ponemos en
mundo para mí, para que yo pueda entrar, para que yo camino para ir al encuentro unos de otros. Por eso, es ne­
pueda hacer radiante tu razón oculta, para que pueda su­ cesario aprender la gran lección del perdón: no dejar que
perar la dureza de tu corazón. Ábreme, así como he de­ se insinúe en el corazón la polilla del resentimiento, sino
jado abrirse mi corazón para ti. Déjame entrar. Él lo dice abrir el corazón a la magnanimidad de la escucha del
a cada uno de nosotros, y lo dice a toda nuestra comuni­ otro, abrir el corazón a la comprensión, a la posible
dad: déjame entrar en tu vida, en tu mundo. Vive por mí, aceptación de sus disculpas y al generoso ofrecimiento
para que ella se haga realmente viviente; pero vivir signi­ de las propias.
fica siempre entregarse una y otra vez. 29 de mayo de 2005
Caminos de Jesucristo, pp. 100-101
77. 5 San Agustín, postrado en el lecho de su última en­
74. 5 Todos nosotros «comemos» a la misma persona, no fermedad, consciente de que le había llegado la hora de
solamente lo mismo; así, todos nosotros somos arranca­ morir, se excomulgó a sí mismo. En sus últimos días an­
dos de nuestra individualidad cerrada y somos coloca­ siaba hacerse solidario de tantos pecadores desconsola­
dos en lo más grande. Todos somos asimilados a Cristo y dos por la situación en que se hallan. En la humildad de
así, por medio de la comunión con Cristo, estamos recí­ aquellos que tienen hambre y sed quería encontrar a su
procamente identificados con él, somos idénticos y una Señor, él, que con tan extrema belleza había escrito y ha­
sola cosa con él, miembros de él. En consecuencia, co­ blado de la Iglesia, comunidad en la comunión del cuer­
mulgar con Cristo es esencialmente comulgar también po de Cristo. Este gesto del santo me da que pensar. ¿No
con el otro. Ya no estamos uno junto al otro; cada uno in­ nos acercamos a recibir al Santísimo Sacramento con
dividualmente separado del otro, sino que ahora cada harta ligereza? ¿No sería útil —incluso necesario, por
uno de los otros que comulga es para mí, por decirlo de ventura— imponemos de cuando en cuando un ayuno
148 149
espiritual para profundizar y renovar nuestra relación manifiesta una relación intrínseca con la virginidad con­
con el sacramento del cuerpo de Cristo? Claro está que sagrada, ya que es expresión de la consagración exclusi­
no hablo aquí de la espiritualidad específica del sacerdo­ va de la Iglesia a Cristo, que ella con fidelidad radical y
te, que vive de una manera particular de la celebración fecunda acoge como a su Esposo.
de los sagrados misterios. Pero no debemos olvidar que, Sacramentum Caritatis, n.° 81
ya desde los tiempos apostólicos, el ayuno espiritual del
Viernes Santo formaba parte de la espiritualidad euca­
rística de la Iglesia; semejante ayuno, en un día santísi­
mo como éste, sin misa y sin Comunión de los fieles, era
expresión profunda de la participación en la pasión del
Señor, en la tristeza de la esposa por la ausencia del Es­
poso (cfr. Me. 2, 20). Pienso que, hoy también, un ayuno
como éste, asumido voluntariamente y sobrellevado con
dolor, podría tener su sentido en determinadas ocasiones
(por ejemplo, en días de penitencia o en celebraciones
eucarísticas en las que el número de participantes hace
difícil una digna distribución del sacramento); podría in­
cluso profundizar la relación personal con el sacramen­
to y transformarse también en un abrazo, en un acto de
solidaridad con todos aquellos que desean el sacramento
y que no pueden recibirlo.
El camino pascual, pp. 166-167
78. 5 No os dejéis disuadir de participar en la Eucaris­
tía dominical y ayudad también a los demás a descu­
brirla.
21 de agosto de 2005
79. 5 La contribución esencial que la Iglesia espera de la
vida consagrada es más en el orden del ser que en el del
hacer. En este contexto, quisiera subrayar la importan­
cia del testimonio virginal precisamente en relación con
el misterio de la Eucaristía. En efecto, además de la rela­
ción con el celibato sacerdotal, el misterio eucarístico
150 151
CAPÍTULO 6
EL AMOR DE CRISTO

Su am or es concreto
1. 6 El verdadero amor no consiste sencillamente en ce­
der siempre, en ser blando, en la mera dulzura. En ese
sentido, un Jesús o un Dios dulcificado, que dice a todo
que sí, que siempre es amable, no es más que una carica­
tura del verdadero amor. Porque nos ama, porque quiere
que avancemos en el camino de la verdad, Dios también
debe exigimos y corregirnos. Dios tiene que poner en
práctica lo que simbólicamente denominamos la «ira de
Dios», es decir, oponerse a nosotros cuando nos perde­
mos a nosotros mismos y corremos peligro.
Dios y el mundo, p. 173
2. 6 El apóstol puede decir «gaudete» porque el Señor está
cerca de cada uno de nosotros. Y así, en realidad, este im­
perativo es una invitación a sentir la presencia del Señor
cerca de nosotros. Es una sensibilización ante la presencia
del Señor. El apóstol quiere que percibamos esta presen­
cia, oculta pero muy real, de Cristo cerca de cada uno de
nosotros. A cada uno de nosotros se dirigen las palabras
del Apocalipsis: «Llamo a tu puerta, óyeme, ábreme.»
3 de octubre de 2005
153
3. 6 Por tanto, es también una invitación a ser sensibles 5. 6 [...] un amor sin reservas: un amor que consiste en un
a esta presencia del Señor que llama a nuestra puerta. gran sí hacia mi existencia y que me abre, en su anchura
No debemos ser sordos a él; los oídos de nuestro corazón y profundidad, la totalidad del ser. En él el creador de to­
están tan llenos de muchos ruidos del mundo que no po­ das las cosas me dice: «Todo lo mío es tuyo» (Le. 15, 31).
demos percibir esta presencia silenciosa que llama a Pero Dios es «todo en todo» (1 Cor. 15, 28). Para aquel a
nuestra puerta. Al mismo tiempo, analicemos si estamos quien le da todo lo suyo ya no existen límites o confínes.
realmente dispuestos a abrir las puertas de nuestro cora­ El amor buscado por la esperanza cristiana a la luz de la
zón; o, quizá, este corazón está tan lleno de otras muchas fe no es un asunto particular, individual, no se cierra en
cosas que no hay lugar en él para el Señor, y por el mo­ un pequeño mundo privado. Este amor me abre todo el
mento no tenemos tiempo para el Señor. Así, insensibles, universo, que por medio del amor se convierte en «paraí­
sordos a su presencia, llenos de otras cosas, no percibi­ so». La angustia de todas las angustias, ya lo hemos di­
mos lo esencial: él llama a nuestra puerta, está cerca de cho, es el miedo a no ser amados, a perder el amor; la de­
nosotros y así está cerca la verdadera alegría, que es más sesperación es la convicción de haber perdido para
fuerte que todas las tristezas del mundo, de nuestra vida. siempre todo amor, el horror de la total soledad. Y vice­
Por tanto, en el contexto de este primer imperativo, versa, la esperanza, en el sentido propio de la palabra, es
oremos así: «Señor, haznos sensibles a tu presencia; ayú­ la certeza de que recibiré el gran amor, que es indestruc­
danos a escucharte, a no ser sordos a ti; ayúdanos a tener tible, y que ya desde ahora soy amado por este amor.
un corazón libre, abierto a ti.» Mirara Cristo, pp. 73-74
3 de octubre de 2005
6. 6 Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cual­
4. 6 Amor no es dependencia, sino don que nos hace vi­ quier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que
vir. La libertad de un ser humano es la libertad de un ser nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y
limitado y, por tanto, es limitada ella misma. Sólo pode­ a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá
mos poseerla como libertad compartida, en la comunión imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino
de las libertades: la libertad sólo puede desarrollarse si está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos
vivimos, como debemos, unos con otros y unos para alcanza. Sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar
otros. Vivimos como debemos si vivimos según la verdad día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la
de nuestro ser, es decir, según la voluntad de Dios. Por­ esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imper­
que la voluntad de Dios no es para el hombre una ley im­ fecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la ga­
puesta desde fuera, que lo obliga, sino la medida intrín­ rantía de que existe aquello que sólo llegamos a intuir va­
seca de su naturaleza, una medida que está inscrita en él gamente y que, sin embargo, esperamos en lo más íntimo
y lo hace imagen de Dios, y así criatura libre. de nuestro ser: la vida que es «realmente» vida.
8 de diciembre de 2005 Spe Salvi, n.° 31
154 155
7. 6 El camino que conduce al verdadero amor está vin­ da. Pero he de decir que yo no conozco a ningún ser hu­
culado al perderse, es decir, a las fatigas del éxodo. En di­ mano de esas características y, por tanto, no puedo dar­
cho camino surge también la tentación de lograr esas sa­ le mi opinión a ese respecto. Pero, además, siempre hay
tisfacciones más rápidas, sucedáneas [...]. Sólo más que aceptar que los demás sean como son. En mi caso,
tarde se intuye que este sustitutivo sólo ofrece enormes todos los seres humanos que conozco son buenos y a mí
desengaños, y acarrea la caída en la insoportable sole­ me parece una evidencia de que el Creador sabe lo que
dad, en la frustración del vacío absoluto. En el fondo, hace.
son símbolos del infierno. Porque si nos preguntamos La sal de la Tierra, p. 15
qué significa realmente estar condenado, es precisamen­
te esto: no poder hallar gusto en nada, no querer nada ni 10. 6 ¿Acaso no fue la beata Madre Teresa de Calcuta, en
a nadie, ni tampoco ser querido. Estar expulsado de la nuestro tiempo, un testimonio inolvidable de la verda­
capacidad de amar, y por tanto del ámbito del poder dera alegría evangélica? Vivía a diario en contacto con la
amar, es el vacío absoluto, en el que la persona vive en miseria, la degradación humana, la muerte. Su alma co­
contradicción consigo misma y cuya existencia constitu­ noció la prueba de la noche oscura de la fe; sin embargo,
ye realmente un fracaso. dio a todos la sonrisa de Dios. Leemos en un escrito
Dios y el mundo, p. 176 suyo: «Esperamos con impaciencia el paraíso, donde
8. 6 El segundo elemento con el que Jesús define la amis­ está Dios, pero tenemos en nuestro poder estar en el pa­
tad es la comunión de las voluntades. «Idem velle-idem raíso ya desde aquí y desde este momento. Ser felices
nolle» era también para los romanos la definición de la con Dios significa: am ar como Él, ayudar como Él, dar
amistad. «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo como Él, servir como Él.» Sí, la alegría entra en el cora­
os mando» (Jn. 15, 14). zón de quien se pone al servicio de los pequeños y de los
pobres. En quien ama así, Dios hace morada, y el alma
19 de abril de 2005 está en la alegría. Si en cambio se hace de la felicidad un
ídolo, se yerra de camino y es verdaderamente difícil en­
Revolución del am or cristiano contrar la alegría de la que habla Jesús. Es ésta, lamen­
tablemente, la propuesta de las culturas que sitúan la fe­
9. 6 Verá, no se puede am ar genéricamente. Alguna licidad individual en el lugar de Dios, mentalidades que
vez se puede dar cierta antipatía que haga las cosas un tienen su efecto emblemático en la búsqueda del placer
poco más difíciles, eso sí. Y también, a veces, se puede a toda costa.
llegar a dudar de que un hombre sea bueno y preguntar­ 16 de diciembre de 2007
se si no será que se le ha escapado un poco de las manos
al Creador y, por eso, ahora hay que tener más cuida­ 11. 6 La íntima participación personal en las necesida­
do con esa criatura, que parece menos digna de ser ama­ des y sufrimientos del otro se convierte así en un darme
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a mí mismo: para que el don no humille al otro, no sola­ 15. 6 Sólo dando, recibimos. Sólo siguiendo somos li­
mente debo darle algo mío, sino a mí mismo; he de ser bres. Sólo ofrendando recibimos lo que de ningún modo
parte del don como persona. podemos merecer.
Deus Caritas est, n.° 34 Servidor de vuestra alegría, p. 58
12. 6 «Si alguno dice: “amo a Dios”, y aborrece a su her­ 16. 6 [...] la mejor defensa de Dios y del hombre consiste
mano, es un mentiroso; pues quien no ama a su herma­ precisamente en el amor.
no, a quien ve, no puede am ar a Dios, a quien no ve» (1 Deus Caritas est, n.° 31c
Jn. 4, 20). [...] Lo que se subraya es la inseparable rela­
ción entre amor a Dios y amor al prójimo. Ambos están 17. 6 [...] la caridad no ha de ser un medio en función de
tan estrechamente entrelazados que la afirmación de [...] proselitismo. El amor es gratuito [...] Siempre está
am ar a Dios es en realidad una mentira si el hombre se en juego todo el hombre. Quien ejerce la caridad en nom­
cierra al prójimo o incluso lo odia. El versículo de Juan bre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la
se ha de interpretar más bien en el sentido de que el amor fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pure­
del prójimo es un camino para encontrar tam bién a za y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que
Dios, y que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte creemos y que nos impulsa a amar. El cristiano sabe
también en ciegos ante Dios. cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportu­
no callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor. Sabe
Deus Caritas est, n.° 16 que Dios es amor (1 Jn. 4, 8) y que se hace presente justo
en los momentos en que no se hace más que amar. [...] la
13. 6 La persona ha sido creada para necesitar al otro, mejor defensa de Dios y del hombre consiste precisa­
para superarse a sí misma. Necesita el complemento. No mente en el amor.
ha sido creada para estar sola, lo bueno para ella no es la
soledad, sino la comunidad. Tiene que buscarse y encon­ Deus Caritas est, n.° 31c
trarse en el otro. 18. 6 Éste es un modo de servir que hace humilde al que
Dios y el mundo, p. 76 sirve. No adopta una posición de superioridad ante el
otro, por miserable que sea momentáneamente su situa­
14. 6 [...] hemos olvidado lo importante que es dejar en­ ción. Cristo ocupó el último puesto en el mundo —la
trar a Dios en el tiempo y no usar el tiempo sólo como cruz—, y precisamente con esta humildad radical nos ha
material disponible para satisfacer las propias necesida­ redimido y nos ayuda constantemente. Quien es capaz
des. Hay que dejar de lado los pragmatismos y obligacio­ de ayudar reconoce que, precisamente de este modo,
nes para entregarse en persona a los demás. también él es ayudado; el poder ayudar no es mérito
Dios y el mundo, p. 160 suyo ni motivo de orgullo. Esto es gracia. Cuanto más
se esfuerza uno por los demás, mejor comprenderá y
158 159
hará suya la palabra de Cristo: «Somos unos pobres 22. 6 Existe toda una serie de textos que muestra más
siervos.» bien que Cristo se ve representado de un modo absoluta­
Deus Caritas est, n.° 35 mente general en los pobres y en los pequeños, que ha­
cen presente al Maestro (al margen de su calidad ética,
19. 6 A veces, el exceso de necesidades y lo limitado de sólo por su insignificancia y la llamada al amor de los
sus propias actuaciones le harán sentir la tentación del demás que en ellos subyace).
desaliento. Pero, precisamente entonces, le aliviará sa­ La fraternidad de los cristianos, p. 47
ber que, en definitiva, él no es más que un instrumento
en manos del Señor; se liberará así de la presunción de 23. 6 [...] no debemos pasar de largo ante los que sufren.
tener que mejorar el mundo —algo siempre necesario— Si pensamos y vivimos en virtud de la comunión con
en primera persona y por sí solo. Hará con humildad lo Cristo, entonces se nos abren los ojos. Entonces no nos
que le es posible y, con humildad, confiará el resto al Se­ adaptaremos más a seguir viviendo preocupados sola­
ñor. Quien gobierna el mundo es Dios, no nosotros. No­ mente por nosotros mismos, sino que veremos dónde y
sotros le ofrecemos nuestro servicio sólo en lo que pode­ cómo somos necesarios. Viviendo y actuando así nos da­
mos y hasta que Él nos dé fuerzas. Sin embargo, hacer remos cuenta bien pronto que es mucho más bello ser
todo lo que está en nuestras manos con las capacidades útiles y estar a disposición de los demás que preocupar­
que tenemos es la tarea que mantiene siempre activo al se sólo de las comodidades que se nos ofrecen. Yo sé que
siervo bueno de Jesucristo: «Nos apremia el amor de vosotros como jóvenes aspiráis a cosas grandes, que que­
Cristo» (2 Cor. 5, 14). réis comprometeros por un mundo mejor. Demostrádse­
Deus Caritas est, n.° 35 lo a los hombres, demostrádselo al mundo, que espera
exactamente este testimonio de los discípulos de Jesu­
20. 6 Para que haya pan para todos, primero tiene que cristo y que, sobre todo mediante vuestro amor, podrá
ser alimentado el corazón del hombre. Para que haya descubrir la estrella que como creyentes seguimos.
justicia entre los hombres, la justicia tiene que crecer en 21 de agosto de 2005
los corazones, pero ella no crece sin Dios y sin el alimen­
to fundamental de su Palabra. 24. 6 [Vestir al desnudo...] esas palabras tienen sentido
Caminos de Jesucristo, p. 99 amplio. Se trata no sólo de am ar en teoría y m andar una
transferencia de dinero ocasional, sino de tener los ojos
21. 6 La pregunta «¿quién es mi prójimo?» hallaría pues abiertos para ver dónde me necesitan las personas en mi
una respuesta de contenido nuevo [...] Prójimo es el nece­ vida. Tengo que ayudar a la persona necesitada allí don­
sitado que primero me sale al encuentro, pues por el de me encuentre. Debo pensar en el caso individual y no
mero hecho de ser necesitado es hermano del Maestro, sólo en las grandes acciones.
que se me hace presente en el hombre más insignificante. Dios y el mundo, p. 296
La fraternidad de los cristianos, p. 47
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25. 6 Luego, «exhortamini invicem». La corrección fra­ nuestra pastoral, hay quien se encuentra realmente un
terna es una obra de misericordia. Ninguno de nosotros poco desesperado, no ve cómo puede salir adelante. En
se ve bien a sí mismo, nadie ve bien sus faltas. Por eso es ese momento necesita consuelo, necesita a alguien que le
un acto de amor, para complementamos unos a otros, acompañe en su soledad interior y realice la obra del Es­
para ayudarnos a vernos mejor, a corregirnos. Pienso píritu Santo, del Consolador: darle ánimo, estar a su
que precisamente una de las funciones de la colegialidad lado, apoyamos recíprocamente, con la ayuda del Espí­
es la de ayudamos, también en el sentido del imperativo ritu Santo mismo, que es el gran Paráclito, el Consola­
anterior, a conocer las lagunas que nosotros mismos no dor, nuestro Abogado que nos ayuda. Por tanto, es una
queremos ver—«ab occultis meis munda me», dice el sal­ invitación a realizar nosotros mismos ad invicem la obra
mo—, a ayudamos a abrim os y a ver estas cosas. del Espíritu Santo Paráclito.
3 de octubre de 2005 3 de octubre de 2005
26. 6 Naturalmente, esta gran obra de misericordia [la 28. 6 [...] Madre Teresa de Calcuta. En cualquier lugar
corrección fraterna], ayudarnos unos a otros para que donde ella abría las casas de sus hermanas al servicio de
cada uno pueda recuperar realmente su integridad, para los moribundos y rechazados, lo primero que reclamaba
que vuelva a funcionar como instrumento de Dios, exige es un lugar para el tabernáculo, porque sabía que sólo
mucha humildad y mucho amor. Sólo si viene de un co­ desde allí puede venir la fuerza para un servicio como el
razón humilde, que no se pone por encima del otro, que que ella brindaba. Quién conoce al Señor en el taber­
no se cree mejor que el otro sino sólo humilde instru­ náculo lo conoce en el sufriente y en el necesitado, por
mento para ayudarse recíprocamente. Sólo si se siente eso se cuenta entre aquellos a quienes el juez universal
esta profunda y verdadera humildad, si se siente que es­ les dirá: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve
tas palabras vienen del amor común, del afecto colegial sed y me disteis de beber, fui extranjero y me recogisteis,
en el que queremos juntos servir a Dios, podemos ayu­ estuve desnudo y me vestísteis, enfermo y me visitas­
damos en este sentido con un gran acto de amor. teis, estuve en la cárcel y fuisteis a verme» (Mt. 25, 35).
3 de octubre de 2005 Caminos de Jesucristo, p. 114
27. 6 También aquí el texto griego añade algún matiz; la
palabra griega [en castellano: «corrección fraterna»] es ¿Es posible am ar a cualquiera?
«paracaleisthe»; es la misma raíz de la que viene también
la palabra «paracletos, paraclesis», consolar. No sólo co­ 29. 6 ¿Podemos de verdad amar al «prójimo», cuando
rregir, sino también consolar, compartir los sufrimientos nos resulta extraño o incluso antipático? Sí, podemos si
del otro, ayudarle en sus dificultades. Y también esto me somos amigos de Dios. Si somos amigos de Cristo. Si so­
parece un gran acto de verdadero afecto colegial. En las mos amigos de Cristo queda cada vez más claro que Él
numerosas situaciones difíciles que se presentan hoy en nos ha amado y nos ama, aunque con frecuencia aleje­
162 163
mos de Él nuestra mirada y vivamos según otros crite­ con Dios. Será únicamente una relación «correcta», pero
rios. Si, en cambio, la amistad con Dios se convierte para sin amor. Sólo mi disponibilidad para ayudar al próji­
nosotros en algo cada vez más importante y decisivo, en­ mo, para manifestarle amor, me hace sensible también
tonces comenzaremos a amar a aquellos a quienes Dios ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo
ama y que tienen necesidad de nosotros. Dios quiere que que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama.
seamos amigos de sus amigos y nosotros podemos serlo, Deus Caritas est, n.° 18
si estamos interiormente cerca de ellos.
32. 6 La ética de Cristo es esencialmente la ética del cuer­
7 de febrero de 2006 po de Cristo. Supone, pues, necesariamente desprender­
30. 6 De este modo se ve que es posible el amor al próji­ se del yo y unirse fraternalmente con todos los que están
mo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús. Con­ en Cristo. Y, como ética del desprendimiento, del autén­
siste justamente en que, en Dios y con Dios, amo tam ­ tico abandonar-se, incluye necesariamente la fraterni­
bién a la persona que no me agrada o ni siquiera dad de todos los cristianos.
conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del en­ La fraternidad de los cristianos, p. 75
cuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha conver­
tido en comunión de voluntad, llegando a implicar el 33. 6 [...] san Martín de Porres, quien nació en Lima
sentimiento. Entonces aprendo a m irar a esta otra per­ (Perú) en 1569, hijo de una madre africana y de un hi­
sona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde dalgo español. Martín vivía de la adoración del Señor
la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Más presente en la Eucaristía, pasando noches enteras en
allá de la apariencia exterior del otro descubro su anhelo oración ante el Señor crucificado, mientras durante el
interior de un gesto de amor, de atención, que no le hago día se ocupaba incansablemente de los enfermos y asis­
llegar solamente a través de las organizaciones encarga­ tía en particular a los despojados y despreciados, con
das de ello, y aceptándolo tal vez por exigencias políticas. quienes él, como mulato, se identificaba a causa de su
Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho origen. El encuentro con el Señor, quien se nos da a sí
más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mismo desde la cruz y nos hace a todos miembros de su
mirada de amor que él necesita. cuerpo por medio del único pan, se convertía a conti­
nuación en servicio para los que sufren, en cuidado de
Deus Caritas est, n.° 18 los débiles y de los olvidados.
31. 6 Si en mi vida falta completamente el contacto con Caminos de Jesucristo, p. 114
Dios podré ver siempre en el prójimo solamente al otro, 34. 6 [...] el «Mandamiento» del amor es posible sólo
sin conseguir reconocer en él la imagen divina. Por el porque no es una mera exigencia: el am or puede ser
contrario, si en mi vida omito del todo la atención al «mandado» porque antes es dado.
otro, queriendo ser sólo «piadoso» y cumplir con mis
«deberes religiosos», se m archita tam bién la relación Deus Caritas est, n.° 14
164 165
35. 6 La beata Teresa de Calcuta es un ejemplo evidente 37. 6 La fraternidad de los cristianos entre sí tiene aquí
de que el tiempo dedicado a Dios en la oración no sólo su fundamento dogmático más profundo. Se cimienta en
deja de ser un obstáculo para la eficacia y la dedicación nuestra incorporación a Cristo, en la peculiaridad del
al amor al prójimo, sino que es en realidad una fuente único hombre nuevo. Como la paternidad de Dios, la fra­
inagotable para ello. En su carta para la Cuaresma de 1996 ternidad de los cristianos en el Señor también transcien­
la beata escribía a sus colaboradores laicos: «Nosotros de el rango de las ideas para convertirse en la dignidad
necesitamos esta unión íntima con Dios en nuestra vida de una realidad que sucede realmente y se realiza per­
cotidiana. Y ¿cómo podemos conseguirla? A través de la manentemente en el acontecimiento que es Cristo. Al
oración.» Ha llegado el momento de reafirmar la impor­ mismo tiempo se muestra también aquí la forma concre­
tancia de la oración ante el activismo y el secularismo de ta de realizarse y la fuente de la fraternidad cristiana. Se
muchos cristianos comprometidos en el servicio caritati­ apoya en la realidad de nuestra incorporación a Cristo.
vo. Obviamente, el cristiano que reza no pretende cam­ El acto donde primero se realiza esta incorporación es el
biar los planes de Dios o corregir lo que Dios ha previsto. bautismo (que, si es necesario, se renueva en la peniten­
Busca más bien el encuentro con el Padre de Jesucristo, cia). La realización permanente de nuestra unidad cor­
pidiendo que esté presente, con el consuelo de su Espíri­ poral con el Señor y entre nosotros, su nueva fundamen-
tu, en él y en su trabajo. tación, es la celebración de la Eucaristía. Con ellos se nos
Deus Caritas est, n.° 36 y 37 ha señalado el camino de la realización concreta de la
fraternidad humana [...] la fraternidad cristiana se dis­
36. 6 Sabemos bien que la tierra tiene riquezas suficien­ tingue, de todas las demás fraternidades que superan el
tes para saciar a todos; no son los bienes materiales los círculo del parentesco por la sangre, por su estricto ca­
que faltan, sino las fuerzas espirituales, que podrían rácter realista. Su realidad es captada mediante la fe y
crear un mundo de justicia y de paz. Uno no puede me­ apropiada a través de los sacramentos.
nos que preguntarse por qué entre los cristianos hay tan­ La fraternidad de los cristianos, p. 69
tos pobres, tantos hambrientos. ¿Por qué no correspon­
de a la Eucaristía del Señor el ágape de los cristianos, la
multiplicación de los panes que se lleva a cabo mediante
caridad? El Señor que sufre el hambre de sus hermanos
más pequeños nos dirá un día: «Tuve hambre y me dis­
teis de comer», o bien «tuve hambre y no me disteis de
comer» (Mt. 25, 33. 42). Recemos para que reconozca­
mos al Señor cuando tiene hambre y necesidad de no­
sotros.
El camino pascual, p. 23

166 167
CAPÍTULO 7
EL HOMBRE QUE ES CRISTO

Jesús, Dios y hombre


1. 7 En el Evangelio, la historia de Jesucristo empieza
con las palabras que el ángel dirigió a María, en forma
de saludo: «¡Alégrate!» Y en la noche de su nacimiento,
los ángeles también repetían: «Os anunciamos una gran
alegría.» El propio Jesucristo manifiesta que viene a
traernos una buena nueva, es decir, que el meollo nu­
clear del mensaje es siempre éste: «Vengo a anunciaros
una gran alegría, Dios está aquí, os ama y así será para
siempre.»
La sal de la Tierra, p. 31
2. 7 En Cristo Jesús, Dios no sólo ha hablado a los hom­
bres, sino que se ha convertido definitiva y radicalmente
en su interlocutor. Pues en él Dios se ha hecho hombre y
en cuanto hombre ha salido finalmente de su ser-total-
mente-otro para entrar en diálogo con todos los hom­
bres. El hombre Jesús se sitúa como tal en la comunidad
lingüística que une básicamente a todos los hombres
como seres de un mismo rango.
Cualquier persona puede dirigirse al hombre Jesús,
pero, al hacerlo, a quien habla en él es a Dios. Se deja de
169
plantear pues la pregunta de cómo el hombre mudable nos permiten asomarnos a la existencia filial de Jesús,
puede hablar a un Dios inmutable y absolutamente otro. entrever el origen último de sus acciones, de sus ense­
En Cristo, Dios ha tomado un trozo de este tiempo mun­ ñanzas y de su sufrimiento. Este «orar» de Jesús es la
dano y de la criatura mudable, la ha unido a él y ha abier­ conversación del Hijo con el Padre, en la que están im­
to así definitivamente la puerta entre él y la criatura. En plicadas la conciencia y la voluntad humanas, el alma
Cristo, Dios es un Dios mucho más concreto y personal, humana de Jesús, de forma que la «oración» del hombre
un Dios al que nos podemos dirigir, un «interlocutor del pueda llegar a ser una participación en la comunión del
hombre». Hijo con el Padre. [...] De este modo, el discípulo que ca­
La fraternidad de los cristianos, p. 65 mina con Jesús se verá implicado con El en la comunión
con Dios. Y esto es lo que realmente salva: el trascender
3. 7 Para Juan, Hijo significa ser-que-viene-de-otro. Con los límites del ser humano, algo para lo cual está ya pre­
esta palabra define el ser de ese hombre como un ser que dispuesto desde la creación, como esperanza y posibili­
viene de otros y para otros, como un ser que está total­ dad, por su semejanza con Dios.
mente abierto por ambos lados a los demás, como un ser Jesús de Nazaret, pp. 29-30
que no conoce ningún espacio reservado al puro yo. Es
claro, pues, que el ser de Jesús como Cristo es un ser 6. 7 La fe de los cristianos significa ver en Cristo vivo, he­
completamente abierto, un ser de y para, que no se que­ cho carne por nosotros, al Hijo de Dios hecho hombre, y
da en sí mismo y que no consiste en sí mismo. creer en Dios, en la Trinidad de un solo Dios, Creador del
Introducción al cristianismo, p. 158 cielo y de la tierra; y creer que este Dios que se humilló y
—por así decir— se hizo pequeño vela por nosotros los
4. 7 El nombre propio de Jesús lleva hasta el final el enig­ hombres y forma parte de nuestra historia, y creer tam ­
mático nombre de la zarza [Yo soy el que soy]) ahora es bién que el espacio donde todo esto se manifiesta es
evidente que Dios no lo había dicho todo aún, sino que la Iglesia, lugar privilegiado de su expresión. Por eso la
había interrum pido provisionalm ente su alocución. Iglesia no es una simple organización humana —aunque
Pues el nombre de Jesús contiene la palabra Yahvé en su haya tanto de humano en ella—, es mucho más, pues la
composición hebrea y añade a ella algo más: Dios salva. fe nos exige estar con y en la Iglesia; en la Iglesia se in­
Yo soy el que soy se convierte ahora, por propia iniciativa, terpretan y se viven las Sagradas Escrituras.
en Yo soy el que os salva. Su ser es salvar. La sal de la Tierra, p. 22
El Dios de los cristianos, p. 24
7. 7 Hoy se necesita redescubrir que Jesucristo no es una
5. 7 Para entender a Jesús resultan fundamentales las re­ simple convicción privada o una doctrina abstracta, sino
petidas indicaciones de que se retiraba «al monte» y allí una persona real cuya entrada en la historia es capaz de
oraba noches enteras, «a solas» con el Padre. Estas bre­ renovar la vida de todos. Por eso la Eucaristía, como
ves anotaciones descorren un poco el velo del misterio, fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia, se
170 171
tiene que traducir en espiritualidad, en vida «según el ley de la libertad, permite desplegar la creatividad del
Espíritu». bien, abrir los ojos, abrir el corazón y hallar las posibili­
Sacramentum Caritatis, n.° 77 dades creativas del bien.
8. 7 Si en Cristo vemos al Padre, significa que en él se Dios y el mundo, p. 266
rasga el velo del templo y queda patente el interior de 12. 7 «Vosotros no os dejéis llamar maestro, porque uno
Dios. Porque entonces Dios, el uno y el único, no se hace es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.» Así
visible como mónada sino como trinidad. Entonces el tomada, esta frase resulta realmente incomprensible, ya
hombre llega a ser realmente amigo, iniciado en el mis­ que manifiesta la superación de lo rabínico a favor de la
terio íntimo de Dios. Ya no es esclavo en un mundo os­ revolución cristiana, es decir, la minimización de todas
curo; conoce el corazón de la verdad. Pero esta verdad es las diferencias inframundanas ante el encuentro con el
camino, es la aventura mortal del amor que, perdiéndo­ único que es verdaderamente grande, con el único ver­
se, da vida y es la única libertad. daderamente diferente: Cristo.
Jesucristo hoy, pp. 33-34 La fraternidad de los cristianos, p. 43
9. 7 El encuentro con las manifestaciones visibles del 13. 7 Yo añadiría algo más, y es que el cristianismo ha
amor de Dios puede suscitar en nosotros el sentimiento quedado establecido como única religión verdadera en
de alegría, que nace de la experiencia de ser amados. la historia de las religiones a partir de la figura de Cristo.
Deus Caritas est, n.° 17b Y eso quiere decir que en la figura de Cristo —más exac­
tamente en la palabra de Dios— es donde se encuentra
10. 7 [Jesús] se apoya primero en la estructura del De­ esa fuerza necesaria para la purificación de la religión.
cálogo, pero en el Sermón de la Montaña lo profundi­ Los cristianos no necesariamente viven bien el cristia­
za, lo renueva, lo ensancha, le añade nuevas exigencias. nismo. Pero en Cristo encuentran las pautas y los medios
Con este serm ón irrum pe en una nueva etapa de la que conducen a esa purificación indispensable para que
humanidad, que es posible porque Dios se une a los la religión no sea un sistema opresivo ni de alienación
hombres. del hombre, sino un camino de encuentro con Dios y con
Dios y el mundo, pp. 264-265 uno mismo.
11. 7 «Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los Im sal de la Tierra, p. 27
hombres, hacédselo también vosotros a ellos, porque 14. 7 El discurso sobre el único y universal mediador Je­
ésta es la ley y los profetas.» La regla de oro ya existía an­ sucristo no incluye un desprecio de las otras religiones,
tes de Cristo. Jesús lo supera con una formulación po­ pero se opone decididamente a la resignación de la inca­
sitiva que es mucho más exigente. Esto supone desafiar pacidad para la verdad y a la quietud indolente del «de­
la fantasía creativa del amor, esta regla se convierte en la jar vigente todo». Ella apela al deseo del corazón inserto
172 173
en todos los hombres, al deseo que espera la grandeza, ne raíces en el ayer y capacidad de crecimiento para el
Dios mismo, la verdad común a todos. Por otra parte, eso mañana [...].
afecta a los cristianos, ya que tampoco ellos se satisfacen Jesucristo hoy, p. 21
con un cristianismo habitual, con el mero ritualismo y
con las costumbres convencionales. También ellos tie­ 17. 7 Las grandes épocas en la historia de la fe han forja­
nen que forzar siempre el hábito para encontrar la ver­ do siempre su propia imagen de Cristo, desde su hoy han
dad que se ha hecho carne en Jesucristo. podido verlo en forma nueva y justamente así han cono­
Caminos de Jesucristo, pp. 74-75 cido a «Cristo ayer, hoy y siempre».
En la primera época, el «Cristo hoy» fue representado
15. 7 El que sólo quiere ver a Cristo en el ayer, no lo en­ sobre todo en la imagen del pastor que lleva a hombros
cuentra, y el que sólo quiere tenerlo hoy, tampoco lo la imagen descarriada, la humanidad. El que contempla­
encuentra. Él es desde el principio el que fue, es y vendrá. ba esa imagen se decía: Yo soy esa oveja; intenté enri­
Es siempre, como viviente, el que viene. El mensaje de su quecer mi vida, corrí tras esta y aquella promesa, hasta
llegada y permanencia es parte esencial de su imagen; que fui atrapado en la espesura y no supe cómo salir de
pero este acopio de todas las dimensiones del tiempo ella. Pero él me tomó en hombros y, al portarme, se con­
obedece a la conciencia que Jesús tenía de su vida terre­ virtió en camino. En el período siguiente apareció la
na como un salir del Padre permaneciendo en él, de com­ imagen del pantocrátor, que pronto cedió al intento de
binar en sí el tiempo y la eternidad. representar al «Jesús histórico» tal como fue realmente
Jesucristo hoy, p. 20 en la tierra, pero siempre en la creencia de que el hom­
bre Jesús revelaba a Dios mismo, de que él era el icono de
16. 7 El primer encuentro con Jesucristo se produce en Dios y en lo visible nos hacía ver lo invisible; la mirada a
el hoy; cabe incluso afirmar que sólo podemos encon­ la imagen se convertía en camino donde el hombre tras­
tram os con él porque es un hoy para muchas personas, y pasaba la frontera que para él sería infranqueable sin
por eso tiene realmente un hoy. Mas para acercarme al Cristo. El medievo latino representó a Cristo, en el pe­
Cristo integral y no a un fragmento percibido al azar, ríodo románico, triunfando en la cruz; ésta era su trono:
debo escuchar al Cristo de ayer tal y como se muestra en como el icono de la iglesia oriental intenta m ostrar lo in­
las fuentes, especialmente en las Sagradas Escrituras. Si visible en lo visible, la imagen románica de la cruz quie­
le escucho en su totalidad, sin recortar partes esenciales re evocar la resurrección en el Crucificado y hacernos así
de su figura en aras de una imagen del mundo converti­ transparente nuestra propia cruz con la promesa que se
do en dogma, lo veo abierto al futuro y lo veo venir desde oculta en ella. El arte gótico destaca al máximo el lado
la eternidad, que abarca pasado, presente y futuro. Pre­ humano de Jesucristo: tiende a representar la cruz en su
cisamente cuando se ha buscado y vivido esta compren­ espanto puro e implacable; pero el Dios que padece así
sión integral, Cristo ha sido siempre un «hoy» pleno, ya anónimo, que sufre como nosotros y más que nosotros,
que sólo impera sobre el hoy y en el hoy aquello que tie­ sin la luz del triunfo próximo, se convierte en el gran
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consolador y en certeza de nuestra redención. Finalmen­ iniciada ha de seguir creciendo por medio de nosotros.
te, Cristo aparece en la imagen de la pietá muerto en el Cuando en la noche santa suene una y otra vez el himno
regazo de su madre, a la que no queda otra cosa que Hodie Christus natus est, debemos recordar que el inicio
el dolor: Dios parece haber muerto, muerto en este mundo; que se produjo en Belén ha de ser en nosotros inicio per­
sólo de lejos consuela la sentencia «al atardecer, tristeza; manente, que aquella noche santa es nuevamente un
por la mañana, alegría» (Sal. 30, 6): la certeza de que hay «hoy» cada vez que un hombre permite que la luz del
una pascua. La enseñanza de estas imágenes de un bien haga desaparecer en él las tinieblas del egoísmo [...]
«Cristo hoy» sigue vigente, porque todas se nutren de El niño Dios nace allí donde se obra por inspiración del
una visión que conoce también a Cristo ayer, mañana y amor del Señor, donde se hace algo más que intercam­
siempre. biar regalos.
Jesucristo hoy, pp. 21-22 Homilía adviento 2002
18. 7 «Ya no os llamo más siervos —dice el Señor—, por­ 20. 7 Jesús se hizo niño. ¿Qué es eso de ser niño? Signifi­
que un siervo no está al corriente de lo que hace su amo; ca, ante todo, que se depende, que se recurre, que se ne­
os llamo amigos porque os he comunicado todo lo que cesita, que se remite uno a otro. En cuanto niño, Jesús
he oído a mi Padre» (Jn. 15, 15). La ignorancia es depen­ procede no sólo de Dios, sino de otro ser humano. Se ha
dencia, es esclavitud: el que no sabe, es esclavo. Sólo gestado en el seno de una mujer de la que ha recibido su
cuando hay comprensión, cuando empezamos a enten­ carne, su sangre, su latido, su garbo, su habla. Ha recibi­
der lo esencial, empezamos a ser libres. Una libertad a la do vida de la vida de otro ser humano. Lo propio, que
que se ha extirpado la verdad es mentira. Cristo-Verdad procede así de lo ajeno, no es meramente biológico. [...]
significa Dios que de esclavos ignorantes nos convierte Podemos, pues, decir que la niñez ocupa un lugar tan
en amigos al hacernos participar de su saber. La imagen destacado en la predicación de Jesús porque está en la
del amigo Cristo nos resulta entrañable especialmente más profunda correspondencia con su más personal
hoy; pero su amistad consiste en que él nos da confianza, misterio, con su filiación. Su dignidad más alta, la que
y el ámbito de la confianza es la verdad. remite a su divinidad, no es en último término un poder
Jesucristo hoy, p. 31 del que él disfruta, sino que se funda en su referencia al
otro, a Dios, al Padre.
El Dios de los cristianos, pp. 71-73
Algunos momentos de su vida
21.7 Éste es el misterio de Navidad, que podemos com­
E l n i ñ o D io s prender mejor a través de tantos símbolos. Entre estos
símbolos está el de la luz, que es uno de los más ricos de
19. 7 La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mun­ significado espiritual y sobre el que querría reflexionar
do a través de la luz que somos nosotros; su presencia ya brevemente. La fiesta de Navidad coincide, en nuestro
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hemisferio, con la época del año en que el sol termina su dad; ha tomado sobre sí nuestra condición, eligiendo ser
parábola descendente y empieza la fase en la que se am­ en todo como nosotros, menos en el pecado, para hacer
plía gradualmente el tiempo de luz diurna, según el reco­ que nos convirtamos como Él. La alegría cristiana brota
rrido sucesivo de las estaciones. Esto nos ayuda a com­ por lo tanto de esta certeza: Dios está próximo, está con­
prender mejor el tema de la luz que prevalece sobre las migo, está con nosotros, en la alegría y en la tristeza, en
tinieblas. Es un símbolo que evoca una realidad que afec­ la salud y en la enfermedad, como amigo y esposo fiel. Y
ta a lo íntimo del hombre: me refiero a la luz del bien que esta alegría permanece también en la prueba, en el sufri­
vence al mal, del amor que supera al odio, de la vida miento mismo, y permanece no superficialmente, sino
que vence a la muerte. Navidad hace pensar en esta luz en lo profundo de la persona que se entrega a Dios y con­
interior, en la luz divina, que nos vuelve a presentar el fía en Él.
anuncio de la victoria definitiva del amor de Dios sobre 16 de diciembre de 2007
el pecado y la muerte. [...] El Salvador esperado por las
gentes es saludado como «Astro naciente», la estrella que 24. 7 El buey y la muía no son un mero producto de la
indica el camino y la guía de los hombres, viandantes en­ imaginación piadosa, sino que se han convertido en
tre las oscuridades y los peligros del mundo hacia la sal­ acompañantes del acontecimiento de la Navidad en vir­
vación prometida por Dios y realizada en Jesucristo. tud de la fe de la Iglesia en la unidad entre el Antiguo y el
21 de diciembre de 2005 Nuevo Testamento. En efecto, en Isaías 1, 3 dice: «Cono­
ce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo; Is­
22. 7 [...] al ver las calles y plazas de nuestras ciudades rael no conoce, mi pueblo no entiende.» Los Padres de la
adornadas con luces resplandecientes, recordemos que Iglesia vieron en esas palabras un discurso profético que
estas luces evocan otra luz, invisible para nuestros ojos, preanuncia el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia formada
pero no para nuestro corazón. Al contemplarlas, al en­ por los judíos y gentiles. Ante Dios, todos los hombres,
cender las velas de las iglesias o las luces del Nacimiento judíos y paganos, eran como bueyes y asnos, sin razón ni
y del árbol de Navidad en nuestras casas, que nuestro es­ entendimiento. Pero el Niño del pesebre les abrió los
píritu se abra a la verdadera luz espiritual traída a todos ojos de modo que, ahora, entienden la voz del dueño, la
los hombres y mujeres de buena voluntad. ¡El Dios con voz de su Señor.
nosotros, nacido en Belén de la Virgen María, es la Es­ La bendición de la Navidad, p. 66
trella de nuestra vida!
21 diciembre de 2005 25. 7 Los que sí lo reconocieron —a diferencia de toda
esa gente de renombre— fueron «el buey y el asno»: los
23. 7 El misterio de Belén nos revela al Dios-con-no- pastores, los magos, María y José. ¿Es que acaso podría
sotros, al Dios cercano a nosotros, no sencillamente en ser de otro modo? En el establo donde está el Niño Jesús
sentido espacial y temporal; Él está cerca de nosotros no vive la gente fina: allí viven, justamente, el buey y el
porque ha «desposado», por así decirlo, nuestra humani­ asno. Pero ¿qué es lo que ocurre con nosotros? ¿Nos ha­
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llamos tan alejados del establo porque somos demasiado 27. 7 Aquí comenzó su camino interior. Comenzó en el
finos y demasiado sesudos para ello? ¿No nos enreda­ mismo momento en que se postraron ante este Niño y lo
mos también nosotros en sabihondas interpretaciones reconocieron como el Rey prometido. Pero debían aún
de la Biblia, en pruebas de la autenticidad o inautentici- interiorizar estos gozosos gestos. Debían cam biar su
dad, de forma que nos hemos hecho ciegos para el Niño idea sobre el poder, sobre Dios y sobre el hombre y así
y no percibimos ya nada de él? ¿No estamos demasiado cambiar también ellos mismos. [...] Dios es diverso; aho­
en «Jerusalén», en el palacio, encasillados en nosotros ra se dan cuenta de ello. Y eso significa que ahora ellos
mismos, en nuestra propia gloria, en nuestras manías mismos tienen que ser diferentes, han de aprender el es­
persecutorias para que podamos oír en seguida la voz de tilo de Dios.
los ángeles, acudir al pesebre y ponernos a adorar? Así 20 de agosto de 2005
pues, esta noche los rostros del buey y del asno nos mi­
ran con ojos interrogativos: mi pueblo no entiende; ¿en­ 28. 7 Los personajes que venían de Oriente, con el gesto de
tiendes tú la voz de tu Señor? adoración, querían reconocer a este niño como su Rey y
La bendición de la Navidad, pp. 68-69 poner a su servicio el propio poder y las propias posibili­
dades, siguiendo un camino justo. Sirviéndole y siguién­
Los R e y e s M a g o s r e c o n o c e n a l R e y dole, querían servir junto a él a la causa de la justicia y del
bien en el mundo. En esto tenían razón. Pero ahora apren­
26. 7 Podemos imaginar el asombro de los Magos ante el den que esto no se puede hacer simplemente a través de
Niño en pañales. Sólo la fe les permitió reconocer en la fi­ órdenes impartidas desde lo alto de un trono. Aprenden
gura de aquel niño al Rey que buscaban, al Dios al que la que deben entregarse a sí mismos: un don menor que éste
estrella los había guiado. En él, cubriendo el abismo entre es poco para este Rey. Aprenden que su vida debe acomo­
lo finito y lo infinito, entre lo visible y lo invisible, el Eter­ darse a este modo divino de ejercer el poder, a este modo
no ha entrado en el tiempo, el Misterio se ha dado a cono­ de ser de Dios mismo. Han de convertirse en hombres de
cer, mostrándose ante nosotros en los frágiles miembros la verdad, del derecho, de la bondad, del perdón, de la
de un niño recién nacido. «Los Magos están asombrados misericordia. Ya no se preguntarán: ¿Para qué me sirve
ante lo que allí contemplan: el cielo en la tierra y la tierra esto? Se preguntarán más bien: ¿Cómo puedo contribuir
en el cielo; el hombre en Dios y Dios en el hombre; ven en­ a que Dios esté presente en el mundo? Tienen que apren­
cerrado en un pequeñísimo cuerpo aquello que no puede der a perderse a sí mismos y, precisamente así, a encon­
ser contenido en todo el mundo» (san Pedro Crisólogo, trarse. Al salir de Jerusalén, han de permanecer tras las
Sermón 160, 2). Durante estas jomadas contemplaremos huellas del verdadero Rey, en el seguimiento de Jesús.
con el mismo asombro a Cristo presente en el tabernácu­ 20 de agosto de 2005
lo de la misericordia, en el sacramento del altar.
18 de agosto de 2005 29. 7 ¿Qué hemos de ofrecerte, oh Cristo? Seguramente
te tratem os dem asiado poco cuando sólo intercam ­
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biamos entre nosotros regalos caros que ya no son nuevo a la luz. En este sentido, el bautismo de Jesús an­
expresión de nosotros mismos y de nuestra gratitud ticipa todo el drama de su muerte, y a la vez nos lo hace
—sentimiento que habitualm ente dejamos sin expre­ comprender.
sar—. Intentamos llevarle por regalo la fe, llevarnos a Caminos de Jesucristo, p. 82
nosotros mismos, y aunque más no fuera de esta forma:
¡Creo, Señor, ayuda mi incredulidad! Y no olvidemos A s c e n s ió n
ese día a los muchos en quienes el Señor sufre sobre la
tierra. 32. 7 ¿Qué nos quiere decir, entonces, la fiesta de la As­
La bendición de la Navidad, p. 97 censión del Señor? No quiere decirnos que el Señor se ha
ido a un lugar alejado de los hombres y del mundo. La
B a u t is m o d e C r is t o Ascensión de Cristo no es un viaje en el espacio hacia los
astros más remotos; porque, en el fondo, también los as­
30. 7 La historia de las tentaciones viene después del re­ tros están hechos de elementos físicos como la tierra. La
lato del bautismo de Jesús, en el que se halla prefigurado Ascensión de Cristo significa que él ya no pertenece al
el misterio de la muerte y de la resurrección, del pecado mundo de la corrupción y de la muerte, que condiciona
y de la redención, del pecado y del perdón: Jesús se su­ nuestra vida. Significa que él pertenece completamente
merge en la profundidad del Jordán. Ser sumergidos en a Dios. Él, el Hijo eterno, ha conducido nuestro ser hu­
el río es un proceso que representaba simbólicamente la mano a la presencia de Dios, ha llevado consigo la carne
muerte: se sepulta una vida antigua para que la nueva y la sangre en una forma transfigurada.
pueda resucitar. Dado que Jesús mismo no tiene pecado, 7 de mayo de 2005
no tiene que sepultar ninguna vida vieja, por eso su acep­
tación del bautismo es una anticipación de la cruz, por 33. 7 El hombre encuentra espacio en Dios; el ser hum a­
cuanto es el ingreso en nuestro destino, ya que asume no ha sido introducido por Cristo en la vida misma de
nuestros pecados y nuestra muerte. Dios. Y puesto que Dios abarca y sostiene todo el cos­
Caminos de Jesucristo, p. 82 mos, la Ascensión del Señor significa que Cristo no se ha
alejado de nosotros, sino que ahora, gracias a su estar
31. 7 En el momento en que él sale del agua, el cielo se con el Padre, está cerca de cada uno de nosotros, para
rasga y desde él resuena la voz con la que el Padre lo re­ siempre. Cada uno de nosotros puede tratarlo de tú; cada
conoce como su Hijo. El cielo abierto es un signo que in­ uno puede llamarlo. El Señor está siempre atento a nues­
dica que ese descender a nuestras noches abre el nuevo tra voz. Nosotros podemos alejarnos de él interiormente.
día y a través de esta identificación del Hijo con nosotros Podemos vivir dándole la espalda. Pero él nos espera
es derrumbado el muro entre Dios y el hombre: Dios ya siempre, y está siempre cerca de nosotros.
no es el Inaccesible, por cuanto nos busca en la profun­ 7 de mayo de 2005
didad de la muerte y de nuestros pecados y nos lleva de
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E n v ía a l E s p ír it u Sa n t o ción y la propagación, la sexualidad. Por esta razón, ya en
los inicios de la tradición cristiana, la virginidad y el ayu­
34. 7 El fuego con el que quiso encender el mundo es el no constituyen dos expresiones indispensables de la pri­
poder del Espíritu Santo. Éste es el fuego que procede del macía de Dios, de la fe en la realidad de Dios. Es difícil
carro ígneo de su cruz, que se hace patente en los hombres que la principalidad de Dios siga siendo el eje decisivo de
y les da nueva esperanza, nuevo camino, nueva vida. Una la vida humana si no se refleja también en una expresión
vez más, cuanto más suave parece su fuego comparado corporal.
con el poder aniquilador de Elias, tanto mayor es. Porque El camino pascual, p. 22
es escaso poder el de aniquilar. Esto es muy fácil. El poder
auténtico consiste en la capacidad de construir, de dar 37. 7 Es cierto que el ayuno no constituye el único con­
vida, de abrir los corazones, de transformar. Éste es el tenido de la Cuaresma, pero es un elemento que no pue­
fuego de Jesús, su juicio de la nueva vida. de sustituirse por ningún otro, así como la nutrición, en
Servidor de vuestra alegría, p. 32 el plano de la vida biológica, de la vida humana, no se
puede reemplazar por ninguna otra cosa. Es buena la li­
35. 7 [...] éste es el fuego con el que Jesús da su respues­ bertad en la aplicación concreta del ayuno; responde a
ta: el fuego de Pentecostés, la hoguera de su misericordia las diversas situaciones que vivimos. Pero el ayuno,
y de su renovación, y hace ver a los hombres que antes se como acto común y público de la Iglesia, me parece hoy
enfrentaban entre sí que, a partir de él, deben profesarse tan necesario como en tiempos pasados; es un testimo­
mutuo afecto. Su nuevo fuego no es destructor. nio público tanto de la primacía de Dios y de los valores
Servidor de vuestra alegría, p. 32 del espíritu como de nuestra solidaridad con todos aque­
llos que padecen hambre. Si no ayunamos, no consegui­
mos librarnos de ciertos demonios de nuestros tiempos.
Tentaciones de Cristo El camino pascual, p. 22
36. 7 El cardenal Willebrands me contaba en cierta oca­ 38. 7 [...] El espíritu lleva a Jesús al desierto. El desierto
sión que, después de los coloquios con los monofisitas, es el lugar del silencio, de la soledad; es alejamiento de
su patriarca en Egipto decía, al término de su estancia en las ocupaciones cotidianas, del ruido y de la superficiali­
Roma: «Sí, he comprendido que nuestra fe en Jesucristo, dad. El desierto es el lugar de lo absoluto, el lugar de la li­
verdadero Dios y verdadero hombre, es idéntica. Pero he bertad, que sitúa al hombre ante las cuestiones funda­
visto que la Iglesia romana ha suprimido el ayuno, y sin mentales de su vida. Por algo es el desierto el lugar donde
ayuno no hay Iglesia.» surgió el monoteísmo. En este sentido, es lugar de la gra­
La primacía de Dios no se acepta realmente si no abar­ cia. Al vaciarse de sus preocupaciones, el hombre en­
ca también la corporalidad del hombre. Los dos actos cuentra a su Creador.
centrales de la vida biológica del hombre son la alimenta­ El camino pascual, p. 14
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39. 7 Las grandes cosas comienzan siempre en el desier­ bautismo, el gesto de la Encamación; no sólo se sumer­
to, en el silencio de la pobreza. No se puede participar en ge en las aguas profundas del Jordán, sino que también
la misión de Jesús, en la misión del Evangelio, si no se baja a las profundidades de la miseria humana, hasta su­
participa en la experiencia del desierto, sin sufrir su po­ mergirse en las regiones del amor quebrantado, en aque­
breza, su hambre. Aquella bienaventurada hambre de llas soledades que invaden de un extremo al otro.
justicia, de la que nos habla el Señor en el Sermón de la El camino pascual, pp. 14-15
Montaña, no puede nacer estando el hombre harto de
todo. 42. 7 Jesús se va al desierto para ser tentado; quiere par­
El camino pascual, p. 14 ticipar en las tentaciones de su pueblo y del mundo, so­
brellevar nuestra miseria, vencer al enemigo y abrim os
40. 7 Y no olvidemos que el desierto de Jesús no acaba así el camino que lleva a la Tierra Prometida. Pienso que
con estos cuarenta días. Su último desierto, su desierto todo esto pertenece particularmente al oficio del sacer­
extremo, será el del salmo 21: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por dote: mantenerse en primera línea, expuesto a las tenta­
qué me has abandonado?» Y de este desierto brotan las ciones y a las necesidades de una época concreta, sopor­
aguas de la vida del mundo [...]. Roguemos al Señor que tar el sufrimiento de la fe en un determinado tiempo, con
nos lleve de su mano, que nos permita descubrir aquel si­ los demás y para los demás. Cuando la filosofía, la cien­
lencio profundo donde habita su palabra. cia o el poder político levantan obstáculos contra la fe, es
El camino pascual, p. 14 normal que los sacerdotes y los religiosos sientan su im­
pacto antes incluso que los laicos; arraigados en la fir­
41. 7 El desierto es también el lugar de la muerte: allí no meza y en el sufrimiento de su fe y de su oración, deben
hay agua, elemento fundamental de la vida. Y así, este lu­ ellos construir el camino del Señor en los nuevos desier­
gar de ardiente y cruda luminosidad, se muestra como el tos de la historia.
extremo opuesto de la vida, como abismo peligroso y El camino pascual, p. 16
amenazante. En el Antiguo Testamento la soledad forma
parte de la muerte: el hombre, como persona, vive de 43. 7 Los cuarenta días de ayuno de Jesús en el desierto
amor, vive de relación, y precisamente en este sentido es recuerdan, ante todo, los cuarenta días que Moisés pasó
imagen del Dios Trinitario, cuyas personas son relacio­ ayunando en el monte Sinaí, antes que pudiese recibir la
nes subsistentes, acto puro de la relación del amor. El palabra de Dios, materializada en las tablas sagradas de
desierto, por tanto, no es únicamente la región que des­ la alianza. Esos cuarenta días también recuerdan el rela­
truye la vida biológica; es también el lugar de la tenta­ to rabínico según el cual Abraham, en su camino hacia el
ción, el lugar donde se pone de manifiesto el poder del monte Oreb, no tomó alimento ni bebida durante cua­
diablo, del «homicida desde el principio» (Jn. 8, 44). Al renta días y cuarenta noches, y se alimentaba gracias a la
entrar en el desierto, Jesús se pone al alcance de este po­ mirada y a la palabra del ángel que lo acompañaba. Nos
der, se enfrenta con este poder, continúa el gesto de su recuerdan los cuarenta años de Israel en el desierto, los
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cuales fueron tanto el tiempo de su tentación como el de bailo político. El Señor le dice aquellas palabras que
una intimidad particular con Dios. Los Padres de la Igle­ oímos aquí en la cima de la montaña, como conclusión
sia han visto en general en el número cuarenta el símbo­ de la historia de las tentaciones: «Quítate de mi vista, Sa­
lo numérico de la temporalidad histórica humana y, de tanás» (Me. 8, 33).
esta forma, consideraron los cuarenta días de Jesús en el Dios y el mundo, p. 223 - Caminos de Jesucristo, p. 84
desierto como reflejo de toda historia humana. Las ten­
taciones de Jesús podían ser entendidas entonces en for­ 46. 7 El núcleo de toda tentación consiste en apartar a
ma concluyente, como la aceptación y la superación de Dios, quien al lado de todas las cosas urgentes de nuestra
la tentación originaria de Adán. De hecho, la Carta a los vida aparece como una cuestión de segundo orden. La
Hebreos subraya fuertem ente que Jesús es capaz de tentación que siempre nos acecha es la de considerar que
compadecerse de nosotros, porque él mismo ha sido nosotros mismos somos más importantes que él, al igual
probado en todo, como nosotros, excepto en el hecho de que las necesidades y los deseos del momento. En efecto,
que él no ha pecado (cfr. Heb. 4, 15; cfr. 2, 18). Ser tenta­ procediendo así rechazamos a Dios en su divinidad, con
do es parte esencial de su condición humana, por haber lo cual nosotros mismos nos convertimos en Dios, o más
descendido, en comunión con nosotros, al abismo de bien, hacemos que los poderes que nos amenazan se con­
nuestra miseria. viertan en Dios.
Caminos de Jesucristo, p. 83 Caminos de Jesucristo, p. 84
44. 7 Después de la multiplicación de los panes, Jesús ve 47. 7 «Si eres Hijo de Dios...» Escucharemos nuevamen­
que la multitudes querían hacerlo rey y huye a la montaña, te estas palabras por parte de quienes se burlan de él en
él solo (cfr. Jn. 6, 15). Del mismo modo, rehúye las tenta­ la cruz: «Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz»
ciones que lo limitan al milagro y le dificultan el anuncio, (Mt. 27, 40). Esto es una burla, pero al mismo tiempo un
el cual constituye su auténtica misión (cfr. Me. 1, 35-39). desafío: para ser creíble, Cristo debe probar sus preten­
Caminos de Jesucristo, p. 84 siones. Esta demanda de pruebas aparece durante toda
la vida histórica de Jesús, pues continuamente se le echa
45. 7 [«¡Apártate de mí, Satanás!»]: Jesús mantiene con en cara que él no prueba suficientemente su identidad,
Pedro una relación de confianza y cercanía, por eso tales que tiene que hacer el gran milagro que elimine toda am ­
frases están justificadas. Pedro lo acepta, comprende bigüedad y contradicción y esclarezca a cada uno de
que estaba completamente equivocado. En este caso tra­ modo irrebatible quién y qué es él, o qué cosa no es. No­
taba de impedir al Señor el calvario. Le dice: «Eso de­ sotros planteamos esta exigencia a Dios, a Cristo y a su
sentona de tu misión, debes triunfar, no puedes ir a la Iglesia a lo largo de toda la historia: si existes, Dios, en­
cruz.» Pedro repite la tentación del desierto que se nos tonces también debes mostrarte. Debes rasgar las nubes
describe como la tentación de Jesús por antonomasia, la de tu aislamiento y dam os la claridad a la que tenemos
tentación de ser un mesías del éxito, de apostar por el ca- derecho. Si tú, Cristo, eres realmente el Hijo de Dios y no
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uno de los iluminados que han aparecido permanente­ principios puramente técnicos y materiales, que no sólo
mente en la historia, entonces debes mostrarlo más cla­ ha dejado de lado a Dios sino que, con el orgullo de su
ramente de lo que lo haces; debes dar a tu Iglesia, si ésta presunción, ha alejado a los hombres de Dios, es lo que
debe ser tu Iglesia, un carácter unívoco mayor que el que ha hecho que el tercer mundo sea precisamente el Tercer
en realidad le es peculiar. Mundo en el sentido actual: ha apartado las estructuras
religiosas, morales y sociales existentes y ha introducido
Caminos de Jesucristo, p. 85 en el vacío su mentalidad tecnicista. El mundo de Occi­
48. 7 «Si eres Hijo de Dios...»: ¡Qué desafío! ¿Y no se pue­ dente creyó que podría transformar las piedras en pan,
de decir lo mismo a la Iglesia: si quieres ser la Iglesia de pero ha dado piedras en vez de pan.
Dios, entonces preocúpate ante todo del pan para el Caminos de Jesucristo, p. 87
mundo, pues lo demás vendrá más tarde? Es difícil res­ 50. 7 Naturalmente, nos podemos preguntar por qué
ponder a este desafío, precisamente porque el grito de Dios no ha creado un mundo en el que su presencia sea
los hambrientos nos penetra y debe penetrarnos profun­ más manifiesta; por qué Cristo no ha dejado otro res­
damente en los oídos y en el alma. [...] Jesús no es indife­ plandor de su presencia que conquistara a todos de
rente frente al hambre de los hombres, frente a su nece­ modo irresistible. Éste es el misterio de Dios y del hom­
sidad material, pero la sitúa en el contexto correcto y le bre, en el que no podemos penetrar. Vivimos en este
da el orden justo. [...] «El hombre no vive sólo de pan, mundo, en el que precisamente Dios no posee la eviden­
sino de todo lo que sale de la boca de Dios.» Respecto a cia de lo accesible, sino que sólo puede ser buscado y en­
esto, hay una frase del jesuíta alemán, Alfred Delp, ajus­ contrado mediante la partida del corazón, mediante el
ticiado por los nazis: «El pan es importante; la libertad es «éxodo» desde «Egipto». En este mundo debemos opo­
más importante; pero lo más importante de todo es la nemos a los engaños de las falsas filosofías y reconocer
adoración no extraviada.» Donde no se respeta esta je­ que no sólo vivimos de pan, sino ante todo de la obe­
rarquía de valores sino que se la altera, allí ya no existe la diencia a la palabra de Dios. Sólo donde está viva esta
justicia, ya no hay preocupación por el hombre que su­ obediencia se desarrolla la convicción que también pue­
fre, sino que precisamente también se altera y se destru­ de proporcionar pan para todos.
ye el ámbito de los bienes materiales.
Caminos de Jesucristo, pp. 86-87 Caminos de Jesucristo, p. 88
49. 7 Donde Dios es considerado una grandeza secunda­ 51. 7 Nos encontramos aquí, ante todo, frente al gran
ria que se puede dejar de lado temporalmente o en abso­ problema de cómo se puede conocer y cómo no se puede
luto por otras cosas más importantes, entonces naufra­ conocer a Dios; de cómo el hombre puede estar en rela­
gan esas cosas presuntamente más importantes. No sólo ción con Dios y de cómo puede perderlo. La presunción,
el fracaso del experimento m arxista dem uestra esto, que quiere reducir a Dios a objeto e imponerle nuestras
también la ayuda por parte de Occidente, edificada en condiciones de laboratorio, no puede encontrar a Dios,
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pues ya supone que negamos a Dios como Dios, porque S a lv a d o r , s i q u ie r e h a c e r a lg o , h a d e a s u m ir la o fe r ta d e
nos ponemos por encima de Él, porque dejamos de lado p o d e r y p le g a r s e a la s r e g la s d e l j u e g o [...].
toda la dimensión del amor y de la escucha interior, y re­ El poder de Dios, esperanza nuestra, pp. 51-52
conocemos como real sólo lo que es experimentable y
que nos es dado a palpar. Quien piensa así, se hace a sí 53. 7 El diablo lleva al Señor, en visión, a un monte ele­
mismo Dios y degrada no sólo a Dios, sino también al vado. Allí le muestra todos los reinos de la tierra y su glo­
mundo y a sí mismo. ria, y le ofrece el dominio del mundo. [...]
Caminos de Jesucristo, p. 91 Su verdadero contenido [el de la tentación] se hace vi­
sible si miramos cómo asume una configuración siem­
52. 7 [...] el relato de la tercera tentación de Jesús (Mt. 4, pre nueva a través de la historia. El imperio cristiano in­
8-10). Satanás lo conduce a un monte muy elevado y le tentó muy pronto hacer de la fe un factor político de su
muestra todos los reinos de la tierra con todo su esplen­ unidad. El reino de Cristo debía asumir entonces la for­
dor; se presenta como el verdadero soberano del mundo ma de un reino político y de su resplandor. La fragilidad
que tiene poder y lo reparte. Ofrece a Jesús el poder y sus de la fe, la fragilidad terrena de Jesucristo debía soste­
«pompas» —una expresión que reaparecerá en la fórmu­ nerse mediante un poder político y militar. En todos los
la del bautismo, donde no sólo hay que renunciar al dia­ siglos ha vuelto a presentarse, en múltiples formas, esta
blo sino, concretamente, a sus pompas para poder ser tentación de asegurar la fe a través del poder, y siempre
cristiano—. Las pompas del poder significan la capaci­ la fe se ha visto amenazada precisamente por el peligro
dad de hacer lo que se quiere, de gozar de lo que se quie­ de ahogarse en los abrazos del poder. La lucha por la li­
re, disponer de todo, ocupar siempre los primeros pues­ bertad de la Iglesia, la lucha para lograr que el reino de
tos. Ningún goce te es negado, cualquier aventura te es Jesús no se identifique con ninguna forma política, debe
posible, todos se arrodillan ante ti. Te está permitido ha­ librarse a lo largo de todos los siglos, pues el precio que
cer lo que quieras y tienes la posibilidad de hacerlo. De se paga por mezclar la fe con el poder político consiste en
ese engañoso «ser como Dios», de esa caricatura de la definitiva en que siempre la fe entra al servicio del poder
imagen y semejanza de Dios se vale el diablo para enlo­ y tiene que someterse a sus criterios.
quecer al hombre y parodiar la libertad de Dios. Sata­ Caminos de Jesucristo, p. 92
nás ofrece poder, naturalmente, pagando un precio: un
poder que se apoya en el terror, el miedo, la codicia, la 54. 7 En la culminación del proceso judicial, Pilato plan­
violencia contra el otro y el endiosamiento del yo. Pero tea la elección entre Barrabás y Jesús. Uno de los dos
—parece decir Satanás— esto es precisamente el poder. será liberado. Pero ¿quién era Barrabás? Nos hemos
De otro modo no se puede tener. El que quiere dominar acostumbrado a escuchar sólo la formulación del Evan­
necesita oprimir, necesita la amenaza de la violencia y gelio joánico: «Barrabás era un bandido» (Jn. 18, 40).
ha de ejercerla. ¿Y cómo va a ser redimido el mundo si Pero la palabra griega que se traduce por bandido había
el Redentor no tiene poder? Está claro, por tanto, que el asumido en la situación política de la Palestina de en­
192 193
tonces un significado específico: significaba algo así prendemos? ¿Hoy como ayer, no tenemos que esforzar­
como «combatiente de la resistencia». Barrabás había nos por conocerlo en una forma completamente nueva?
participado en una sublevación y estaba acusado, en este El tentador no es lo suficientemente burdo como para
contexto, de asesinato (cfr. Le. 23, 19-25). Si san Mateo proponernos directamente la adoración del diablo. Sola­
dice que Barrabás se ha convertido en un «preso famo­ mente nos propone que nos decidamos por lo que es ra­
so», esto indica que se ha convertido en uno de los desta­ zonable, que prefiramos un mundo planificado y total­
cados luchadores de la resistencia, más aún, precisa­ mente organizado en el que Dios puede tener su lugar
mente en el auténtico líder de esa sublevación (cfr. Mt. como un asunto privado, pero sin que pueda entrome­
27, 7). Dicho con otras palabras: Barrabás era una figura terse en nuestros proyectos esenciales.
mesiánica. La elección entre Jesús y Barrabás no es ca­
sual, ya que se enfrentan dos figuras mesiánicas, dos for­ Caminos de Jesucristo, p. 94
mas de mesianismo. Esto resulta aún más evidente si 56. 7 [...] Jesús instituye el primado de Dios y define al
pensamos que «Bar-Abba» significa Hijo del Padre. Es mundo como su reino, como Reino de Dios. Y sólo donde
una típica denominación mesiánica, el nombre ritual de Dios reina, sólo donde Dios es reconocido en el mundo,
un líder importante del movimiento mesiánico. La últi­ allí también es honrado el hombre, allí también el mundo
ma gran guerra mesiánica de los judíos del año 132 fue puede llegar a ser justo. El primado de la adoración es el
acaudillada por Bar-Kokhba, el Hijo de la estrella. Es la supuesto fundamental para la redención del hombre.
misma forma nominal, y expresa la misma intencionali­ Caminos de Jesucristo, p. 95
dad. Por Orígenes conocemos además un detalle más
preciso: hasta el siglo tercero, en muchos manuscritos de 57. 7 El poder de Dios en el mundo es discreto, no busca
los Evangelios el hombre en cuestión se llamaba «Jesús ostentación, tal como lo muestra no solamente la histo­
Barrabás», Jesús, Hijo del Padre. Se presenta como una ria de las tentaciones, sino también toda la historia te­
especie de doble de Jesús, reivindicaba efectivamente la rrenal de Jesús. Pero éste es el poder verdadero y perm a­
misma pretensión, pero en una forma completamente nente. La causa de Dios parece continuamente «yacer
diferente. Por consiguiente, la elección es entre un me- como en agonía», pero continuam ente se dem uestra
sías que lidera la resistencia, que promete libertad y el como lo realmente permanente y salvífico. Los reinos del
auténtico reino, y este misterioso Jesús que proclama mundo que en su momento Satanás podía m ostrar al Se­
el negarse a sí mismo como camino para la vida. ¿Sor­ ñor se han ido derrumbando todos. Su gloria, su doxa, ha
prende que las multitudes prefiriesen a Barrabás? demostrado ser mera apariencia. Pero la gloria de Cristo,
Caminos de Jesucristo, pp. 93-94 la gloria humilde y dispuesta al sufrimiento de su amor
no ha perecido. En la lucha contra Satanás, Cristo quedó
55. 7 Si hoy nosotros tuviéramos que elegir, ¿tendría al­ como vencedor: unos ángeles se acercaron y le servían,
guna oportunidad Jesús de Nazaret, el hijo de María, el dice el evangelista (cfr. Mt. 4, 11).
Hijo del Padre? ¿Conocemos realmente a Jesús, lo com­ Caminos de Jesucristo, pp. 95-96
194 195
CAPÍTULO 8
PALABRAS DE CRISTO

Sus parábolas
1. 8 Una parábola me conduce a un camino. Yo veo pri­
mero lo que ven todos, lo que ya sé. Luego me fijo en que
contiene algo más. Así que he de aprender a trascender
mis percepciones cotidianas. Si me apego a lo superficial
y rechazo este camino, no veo la verdad más profunda de
estas historias, toda vez que las parábolas guardan siem­
pre una relación esencial con la vida de Jesús mismo.
Dios y el mundo, p. 230
2. 8 Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que
va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca el
dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo
y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que
es la explicación de su propio ser y actuar. En su muerte
en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo,
al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo:
esto es amor en su forma más radical.
Deus Caritas est, n.° 12
3. 8 La predicación de Jesús no fue nunca mera plática,
simples palabras; era «sacramental» en el sentido de que
197
su palabra era ya inseparable de su yo, de su «carne»; su mismo tiempo una luz que nos guía y nos muestra un ca­
palabra sólo se capta en el contexto de sus acciones-sig­ mino y un sentido. En la Iglesia vemos sólo el ordena­
no, de su vida y de su muerte. miento exterior, que limita nuestra libertad y, al hacerlo,
Todas las parábolas contienen una cristología indirecta, pasamos por alto que ella es para nosotros una patria es­
hablan de Cristo en lenguaje cifrado, y con ello del Reino piritual, en la que estamos seguros en la vida y en la
que irrumpe en el mundo. [...] En este sentido suponen muerte. Vemos sólo nuestro peso y olvidamos que existe
una pretensión muy concreta: son invitaciones al disci­ también el peso de los otros, aunque no lo conozcamos.
pulado, la comprensión de las parábolas está unida al Ser cristiano, p. 45-46
convivir con Cristo; se resisten a aquellos que pretenden
captarlas exclusivamente de modo intelectual, histórico La p e r l a e n c o n t r a d a
o especulativo. «A los que están fuera todo les es dicho en
parábolas, para que por mucho que miren no vean y por 5. 8 La misión reclama ante todo la disponibilidad para
mucho que oigan no entiendan...» (Me. 4, 1 ls). el martirio, disponibilidad para perderse a sí mismo a
Evangelio, catequesis, catecismo, p. 40 causa de la verdad y a causa de los otros: sólo así la dis­
ponibilidad se vuelve digna de fe. Ésta fue la situación de
LOS VIÑADORES la misión y así será siempre. Sólo así se instituye el pri­
mado de la verdad, y así también se supera la idea de la
4. 8 Cuando vieron que el salario de un denario se podía arrogancia desde dentro. La verdad no puede ni necesi­
obtener de una manera mucho más sencilla, no com­ ta tener otra arma que no sea ella misma. Aquel que cree
prendieron por qué habían trabajado durante todo el ha encontrado en la verdad la perla por la cual él está dis­
día. Pero ¿en qué se basaron exactamente para llegar a la puesto a ofrecer todo lo demás y también a sí mismo,
convicción de que era mucho más cómodo estar sin tra­ porque sabe que él se encuentra al perderse, porque sabe
bajar que trabajando? ¿Y por qué su salario les agradaba que sólo el grano de trigo que cae en tierra y muere pro­
sólo con la condición de que a los otros les fuera peor que duce un gran fruto. Aquel que cree y puede decir «hemos
a ellos? Ahora bien, la parábola no fue transmitida para encontrado al amor» tiene que transm itir lo obsequiado.
los trabajadores de otro tiempo, sino para nosotros. Caminos de Jesucristo, pp. 69-70
Cuando nos preguntamos por el porqué del cristianismo,
hacemos exactamente lo mismo que hicieron aquellos Los t a l e n t o s
trabajadores. Damos por supuesto que el «desempleo»
espiritual —una vida sin fe y sin oración— es más agra­ 6. 8 Me parece que en definitiva hay que comprender
dable que el servicio espiritual. Pero ¿en qué nos basa­ desde aquí la parábola del siervo cobarde, que por miedo
mos para suponerlo? Nos fijamos en el esfuerzo que im­ esconde el dinero de su señor, para ponerlo a salvo y pos­
plica la vida diaria cristiana y, al hacerlo, olvidamos que teriormente poder devolvérselo, en lugar de invertir el di­
la fe no es sólo un peso que nos oprime, sino que es al nero como los otros siervos y así multiplicarlo. El «talen­
198 199
to» regalado a nosotros, el tesoro de la verdad, no debe tras la «oveja perdida», la humanidad doliente y extra­
ser ocultado, tiene que ser repartido resuelta y humilde­ viada. [...] Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse
mente, para que obre y (aquí cambiamos la imagen) se esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es
abra paso y renueve como levadura a la humanidad. En el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la
esta instancia, hoy en Occidente somos rápidos para en­ orientación de su vivir y de su amar.
terrar el tesoro, tanto por cobardía —frente a la exigen­
cia de introducirlo en el anillo de nuestra historia y qui­ Deus Caritas est, n.° 12
zá fracasar (lo que es clara increencia)— como también El b u e n s a m a r it a n o
por negligencia: lo enterramos, porque nosotros mismos
tampoco queremos ser importunados por eso, puesto 9. 8 La parábola del buen samaritano (cfr. Le. 10, 25-37)
que podríamos vivir tranquilos nuestra propia vida sin el nos lleva sobre todo a dos aclaraciones im portantes.
peso de su responsabilidad. Pero el don del conocimien­ Mientras el concepto de «prójimo» hasta entonces se re­
to de Dios, el don de su amor en el corazón abierto de Je­ fería esencialmente a los conciudadanos y a los extranje­
sús, tendría que apremiarnos para hacer que todos los ros que se establecían en la tierra de Israel, y por tanto a
confínes de la tierra puedan contemplar la salvación de la comunidad compacta de un país o de un pueblo, aho­
Dios (Is. 52, 10; Sal. 98, 3). ra este límite desaparece. Mi prójimo es cualquiera que
Caminos de Jesucristo, pp. 70-71 tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar. Se unlver­
saliza el concepto de prójimo, pero permaneciendo con­
7. 8 [...] aquel a quien se le entrega el poder ha de saber creto. Aunque se extienda a todos los hombres, el amor
que no lo ejerce por sí mismo ni para él mismo, sino que al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstrac­
le ha sido prestado como servicio, y que delante de Dios ta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi com­
se encontrará como un pobre que es juzgado según la promiso práctico aquí y ahora.
honradez y humildad de ese servicio suyo; no le quedará
nada salvo aquello que haya hecho por los demás en el Deus Caritas est, n.° 15
desempeño responsable de su servicio. J u ic io f in a l
Evangelio, catequesis, catecismo, p. 36
10. 8 Se ha de recordar de modo particular la gran pará­
La o v e j a p e r d id a bola del juicio final (cfr. Mt. 25, 31-46), en el cual el amor
se convierte en el criterio para la decisión definitiva so­
8. 8 Tampoco en el Antiguo Testamento la novedad bíbli­ bre la valoración positiva o negativa de una vida hum a­
ca consiste simplemente en nociones abstractas, sino en na. Jesús se identifica con los pobres: los hambrientos y
la actuación imprevisible, y en cierto sentido inaudita, sedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos o en­
de Dios. Este actuar de Dios adquiere ahora su forma carcelados. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos
dramática, puesto que, en Jesucristo, el propio Dios va mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt. 25,
200 201
40). Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en mente poco significativos, pero que gastan su vida en lu­
el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús char intensamente contra el Mal, y en tratar de devolver
encontramos a Dios. el Bien al mundo; están dando entrada a Dios en el m un­
Deus Caritas est, n.° 15 do. Probablemente no habrá conversiones en masa al
cristianismo, no se darán cambios que pudieran ser con­
El g r a n o d e m o sta z a siderados ejemplares para la historia, pero existe una
presencia nueva y muy fuerte de la fe, que da aliento a los
11.8 Los caminos de Dios nunca conducen a resultados hombres. Ahora hay más dinamismo, más alegría. Hay
rápidam ente mensurables, y eso puede comprobarse una presencia nueva de la fe llena de significado para el
viendo cómo Jesucristo acabó en la cruz. Esto a mí me mundo.
parece muy importante, porque hasta sus discípulos le La sal de la Tierra, p. 19
hacían preguntas parecidas: «¿Qué pasa?», «¿por qué no
nos siguen?», y entonces el Señor les respondía con las El h i j o p r ó d ig o
parábolas del grano de mostaza o de la levadura, para
que comprendieran que la medida que utiliza Dios no es 13. 8 Éste era también el pensamiento del hijo pródigo, el
la de las estadísticas precisas. Sin embargo, lo que acon­ cual no entendió que, precisamente, por el hecho de estar
teció con el grano de mostaza y un poco de levadura fue en la casa del padre, era «libre». Se marchó a un país le­
algo enormemente importante y decisivo, aunque ellos jano, donde malgastó su vida. Al final comprendió que,
entonces no lo podían ver. Para conocer los resultados en en vez de ser libre, se había hecho esclavo, precisamente
estas cuestiones, yo creo que hay que olvidarse total­ por haberse alejado de su padre; comprendió que sólo
mente de proporciones cuantitativas. No somos un ne­ volviendo a la casa de su padre podría ser libre de verdad,
gocio que se contabilice haciendo cálculos del tipo «esta­ con toda la belleza de la vida. Lo mismo sucede en la épo­
mos vendiendo mucho», «tenemos una buena política de ca moderna. Antes se pensaba y se creía que, apartando a
ventas». Nosotros prestamos un servicio que después po­ Dios y siendo nosotros autónomos, siguiendo nuestras
nemos en manos del Señor. Y eso no quiere decir que lo ideas, nuestra voluntad, llegaríamos a ser realmente li­
que hagamos sea inútil. Actualmente, por ejemplo, la fe bres para poder hacer lo que nos apetezca sin tener que
está resurgiendo con mucha fuerza entre los jóvenes de obedecer a nadie. Pero cuando Dios desaparece, el hom­
todos los continentes. bre no llega a ser más grande; al contrario, pierde la dig­
La sal de la Tierra, pp. 18-19 nidad divina, pierde el esplendor de Dios en su rostro. Al
final se convierte sólo en el producto de una evolución
12. 8 Posiblemente estemos ante una nueva época de la ciega, del que se puede usar y abusar. Eso es precisamen­
historia de la Iglesia muy diferente, en la que volvamos a te lo que ha confirmado la experiencia de nuestra época.
ver una cristiandad semejante a aquel grano de mostaza, 15 de agosto de 2005
que ya está resurgiendo en grupos pequeños, aparente­
202 203
El s e m b r a d o r ma veletas, que no saben resistir, sino que se dejan sim­
plemente arrastrar por la corriente del tiempo, entrega­
14. 8 En esta hora en que nos encontramos se repite una dos al «se», a la masa: que se preguntan únicamente qué
vez más la historia del sembrador. Un joven se pone a se decía, qué se hace o qué se piensa, o nunca han llega­
disposición del Señor de la palabra, para hacer de sem­ do a conocer la excelencia de la verdad, por la que mere­
brador. [...] ¿Tiene sentido ser hoy día sacerdote, sembra­ ce la pena enfrentarse al «se».
dor de la palabra? ¿Es que no existen para un joven Servidor de vuestra alegría, p. 20
vocaciones o profesiones con mayores perspectivas de
éxito en las que poder desplegar mejor sus talentos? [...] 16. 8 ¿No formamos parte acaso demasiadas veces del
¿Por qué os aferráis a una posición perdida? Pero la ver­ grupo de aquellos en los que la simiente fue ahogada por
dad es que Dios sigue recorriendo de incógnito la histo­ los abrojos de las preocupaciones o de los placeres? ¿O
ria. Sigue ocultando su poder bajo el velo de la impoten­ nos contamos entre aquellos de quienes Jesús dice que
cia. Y los valores divinos, los verdaderos, la verdad, el en realidad la palabra no ha entrado en ellos, porque en
amor, la fe, la justicia, siguen siendo las cosas olvidadas cuanto la oyen viene Satanás y se la arrebata? Es decir,
y desvalidas de este mundo. Pues bien, a pesar de todo ¿entre aquellos que no sintonizan con la longitud de
ello, esta parábola nos dice: ¡Tened ánimo! La cosecha de onda de Dios, porque el ruido del mundo ha adquirido
Dios crece. Aunque sean muchos los simpatizantes que tal volumen que ya no pueden percibir lo eterno, que ha­
se escabullen apenas lo consideren oportuno. Y por mu­ bla en el silencio? ¿Entre los que, en el tumulto del tiem­
cho que sea lo que se ha llevado a cabo en balde y vana­ po, ya no tienen oídos para la eternidad de Dios? ¿No de­
mente, en alguna parte, de alguna manera, llega a la sa­ bemos meditar seriamente en el peligro de que, al final,
zón la palabra, de ponerse del lado y al servicio de la seamos contados en el número de aquellos de quienes Je­
palabra. Que se atreven a oponerse a la avalancha, al to­ sús dijo que no «producen fruto», es decir que han vivido
rrente del egoísmo, de la codicia, de la incontinencia, y inútilmente? Pero el fruto crece —así lo dice el Señor—
alzan un dique para detenerlo. En algún lugar madura en la paciencia y la perseverancia de quien se mantiene
en el silencio su sembrado. Nada es en balde. En lo ocul­ firme, sople donde quiera el viento del tiempo.
to, el mundo vive del hecho de que siempre ha habido Servidor de vuestra alegría, pp. 20-21
quienes han creído, quienes han esperado y amado.
Servidor de vuestra alegría, pp. 16-18 17. 8 Cristo mismo es el grano de trigo de Dios, que Dios
ha enviado a los sembrados de este mundo. Es la palabra
15. 8 Debemos examinar si nos encontramos también del amor eterno que Dios siembra en la tierra. Es el gra­
nosotros entre aquellos de quienes Jesús dijo que no te­ no de trigo que debía morir para poder dar fruto. Cuan­
nían suficiente profundidad, o que son como la roca, que do dentro de unos momentos celebremos todos juntos la
no permiten echar raíces. O si tal vez pertenecemos —así Eucaristía, tendremos en nuestras manos el pan candeal
debe seguir nuestro interrogatorio— a los que Jesús 11a­ de Dios: el pan que es Cristo, el Señor mismo, el fruto
204 205
que ha dado muchas veces cientos por uno desde la Padre que está en los cielos», y sin embargo debemos
muerte del grano de trigo y se ha convertido en pan para serlo para corresponder a las exigencias de nuestra pro­
el mundo entero. Por eso, el pan de la Eucaristía es para pia naturaleza. Nosotros solos no podemos, pero pode­
nosotros señal de la cruz y, a la vez, señal de la abundan­ mos seguirle a él, adheridos a él, «ser suyos». Si nosotros
te y gozosa cosecha de Dios: en el pasado evoca la cruz, le pertenecemos como sus propios miembros, entonces
el grano de trigo que murió. Pero también anticipa el fu­ nos convertiremos, por participación, en lo que él es y su
turo, el gran banquete nupcial de Dios, al que acudire­ bondad será la nuestra. Las palabras del Padre en la
mos muchos del Este y del Oeste, del Norte y del Sur parábola del hijo pródigo se realizarán en nosotros: todo
(cfr. Mt. 8, 11); más aún, de hecho este banquete nupcial lo mío es tuyo (Le. 15, 31). El moralismo del Sermón,
ha comenzado ya aquí, en la celebración de la sagrada demasiado arduo para nosotros, se recoge y transforma
Eucaristía, donde hombres de todas las razas y de todas en la comunión con Jesús, en ser sus discípulos, en per­
las clases pueden ser gozosos comensales de la mesa manecer en relación con él, en su amistad, en su con­
de Dios. fianza.
Servidor de vuestra alegría, p. 22 Mirara Cristo, pp. 67-68
20. 8 En la comunión con Jesús, lo imposible se hace po­
Las Bienaventuranzas: ¿optimismo o esperanza? sible: el camello pasa por el ojo de la aguja (Me. 10, 25).
Siendo una sola cosa con él somos capaces de la comu­
18. 8 Si andamos a fondo en las Bienaventuranzas, ob­ nión con Dios y, consecuentemente, de la salvación defi­
servaremos que siempre aparece el sujeto secreto: Jesús. nitiva. En la medida en que pertenezcamos a Jesús, se
Él es aquel en quien se ve lo que significa «ser pobres en realizarán en nosotros sus mismas cualidades: las Bie­
el Espíritu»; él es el afligido, el manso, quien tiene ham ­ naventuranzas, la perfección del Padre.
bre y sed de justicia, el misericordioso. Él tiene el cora­ Mirar a Cristo, p. 68
zón puro, es el que lleva la paz, el perseguido por causa
de la justicia. Todas las palabras del Sermón de la Mon­ 21.8 «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia
taña son carne y sangre en él. porque ellos serán saciados» se refiere a los afligidos que
Mirar a Cristo, p. 67 serán consolados (...) se trata de personas que miran en
torno a sí en busca de lo que es grande, de la verdadera
19. 8 El Sermón de la Montaña es una llamada a la imi­ justicia, del bien verdadero. (...) La mirada se dirige a las
tación de Jesucristo. Sólo él es «perfecto como es perfec­ personas que no se conforman con la realidad existente
to nuestro Padre que está en los cielos» (la exigencia que ni sofocan la inquietud del corazón, esa inquietud que
llega al ser, en quien las concretas enseñanzas del Ser­ remite al hombre a algo más grande y lo impulsa a em­
món se concentran y se unen: 5, 48). Por nuestros pro­ prender un camino interior (...). Son personas con una
pios medios no podemos ser «perfectos como nuestro sensibilidad interior que les permite oír y ver las señales
206 207
sutiles que Dios envía al mundo y que así quebrantan la 24. 8 Podemos decir: la finalidad de las ideologías es, en
dictadura de lo acostumbrado. último término, el éxito, la realización de nuestros pro­
Jesús de Nazaret, pp. 119-120 pios planes y deseos. Nuestro hacer y poder, en los que
confiamos plenamente, son conscientes de ser conduci­
22. 8 En el «hacer» somos grandes, grandísimos, pero en dos y confirmados por una irracional tendencia evoluti­
el ser, en el arte del exigir, las cosas son bien distintas. Sa­ va de fondo. La dinámica del progreso hace que todo sea
bemos muy bien qué se puede «hacer» con las cosas y justo: así me lo dijo hace poco tiempo un físico que se
con los hombres, pero qué son las cosas, qué es el hom­ considera importante cuando yo me atreví a expresar
bre, eso ya es otra cuestión. mis dudas acerca de algunas técnicas modernas en rela­
ción con el desarrollo de la vida humana sobre el naci­
Mirara Cristo, p. 12 miento. La finalidad de la esperanza cristiana es, sin em­
bargo, un don, el don del amor, que nos viene dado más
23. 8 Debemos prestar atención a la estructura diversa allá de nuestras posibilidades operativas; tenemos la es­
del acto del «optimismo» y de la «esperanza» para tener peranza de que existe este don, que no podemos forzar,
a la vista su esencia relativa. La finalidad del optimismo pero que es la cosa más esencial para el hombre que,
es la utopía del mundo, definitivamente y para siempre consecuentemente, no espera ante el vacío con su ham ­
libre y feliz; la sociedad perfecta, en la que la historia al­ bre infinita; y la garantía es la intervención del amor de
canza su meta y manifiesta su divinidad. La meta próxi­ Dios en la historia, y de forma especial en la figura de Je­
ma, que nos garantiza, por decirlo así, la seguridad del sucristo, mediante el cual nos viene al encuentro el amor
lejano fin, es el éxito de nuestro poder hacer. El fin de divino en persona.
la esperanza cristiana es el Reino de Dios, es decir, la Mirara Cristo, p. 53
unión de hombre y mundo con Dios mediante un acto
del divino poder y amor. La finalidad próxima, que nos 25. 8 Todo esto significa que el producto esperado del
indica el camino y nos confirma la justicia del gran fin, optimismo lo debemos realizar nosotros mismos, y tener
es la presencia continua de este am or y de este poder que confianza en que el curso, en sí ciego, de la evolución
nos acompaña en nuestra actividad y nos socorre allí desemboque al final en unión con nuestro propio hacer,
donde llegan nuestras posibilidades al límite. La justifi­ en un justo fin. La promesa de la esperanza es un don
cación íntima del «optimismo» es la lógica de la histo­ que en cierto modo ya se nos ha dado y que esperamos de
ria que anda su camino moviéndose inevitablemente aquel que es el único que nos lo puede regalar: de aquel
hacia su último fin; la justificación de la esperanza cris­ Dios que ya ha construido su tienda en la historia por
tiana es la encarnación del Verbo y del Amor de Dios en medio de Jesús. Además todo esto significa lo siguiente:
Jesucristo. en el primer caso no hay nada que esperar en realidad; lo
Mirar a Cristo, p. 52 que esperamos debemos hacerlo nosotros mismós y se
nos da nada más allá de nuestro propio poder; en el se­
208 209
gundo caso existe una esperanza real más allá de nues­ el actuar histórico del hombre en todos los períodos, se
tras posibilidades, esperanza en el amor ilimitado, que al fundamentan sin embargo no sobre la verdad, sino sobre
mismo tiempo es poder. «el ahogar la verdad». El hombre no es Dios, es un ser fi­
Mirara Cristo, pp. 53-54 nito y limitado y no puede, de ninguna manera y por nin­
gún poder, hacer de sí mismo aquello que no es. Por eso
26. 8 El optimismo ideológico es en realidad una pura fa­ todos estos intentos, aunque al principio sean gigantes­
chada de un mundo sin esperanza, un mundo que con cos, acaban en su propia destrucción. Su propio terreno
esta fachada ilusoria quiere esconder su propia desespe­ no los sostiene.
ración. Sólo así se explica la desmesurada e irracional Mirara Cristo, pp. 58-59
angustia, el miedo traumático y violento que irrumpe
cuando un accidente en el desarrollo técnico o económi­ 28. 8 [...] la historia humana con todos sus terrores no se
co plantea dudas sobre el dogma del progreso. El terror precipitará en la noche de la autodestrucción; Dios no
y la actitud violenta de una angustia recíprocamente fo­ deja que se la arranquen de sus manos. Los juicios puni­
mentada, que hemos vivido después de lo de Chemobyl, tivos de Dios, los grandes dolores, en los que está inmer­
tenía en sí algo de irracional y de espectral, comprensi­ sa la humanidad, no son destrucción, sino que sirven
ble únicamente si detrás hay algo más profundo que no precisamente a la salvación de la humanidad. Incluso
un suceso desafortunado pero, a pesar de su importan­ después de Auschwitz, después de las trágicas catástro­
cia, limitado. La violencia de esta explosión de angustia fes de la historia. Dios sigue siendo Dios; él sigue siendo
es una especie de autodefensa contra la duda que pue­ bueno, con una bondad indestructible. Sigue siendo el
de amenazar la fe en una sociedad futura perfecta, ya Salvador, en cuyas manos la actividad cruel y destructo­
que el hombre está por esencia dirigido al futuro. No po­ ra del hombre se transforma en amor. El hombre no es el
dría vivir si este elemento de fondo de su ser quedara único autor de la historia, y por eso la muerte no tiene la
eliminado. última palabra.
Mirar a Cristo, p. 54 Mirara Cristo, pp. 60-61
27. 8 De las decisiones humanas, el texto aparece en esta 29. 8 Pero ¿qué tipo de extraña «felicidad» se entiende
visión como un continuo retorno al episodio de la torre con la palabra «bienaventurado»? Creo que esta palabra
de Babel. Incesantemente los hombres intentan cons­ tiene dos dimensiones temporales: abraza presente y fu­
truir, con sus poderes técnicos, un puente hacia el cielo, turo, aunque naturalmente de forma diversa. El aspecto
es decir, convertirse en dioses con sus propias fuerzas. del presente consiste en el hecho de que al interesado se
Intentan para el hombre aquel infinito poder que por sí le anuncia una particular cercanía de Dios y su reino. Lo
mismo aparece como la esencia de lo divino y que qui­ cual significaría que, precisamente en el espacio del do­
sieran hacerlo llegar a la propia existencia de la altura lor y de la aflicción, Dios y su reino están particularmen­
inalcanzable del Otro Absoluto. Estos intentos, que guían te cercanos. Cuando un hombre sufre y se lamenta, el co­
210 211
razón de Dios sufre y se lamenta. El lamento del hombre neral no se encontrarán todos juntos, reunidos de la mis­
provoca el «descender» (cfr. Éx. 3, 7) de Dios. Esta pre­ ma forma y en la misma persona.
sencia divina, oculta en la palabra «bienaventurado», in­ Mirar a Cristo, p. 63
cluye también un futuro: la presencia, aún escondida, de
Dios llegará un día en que será manifiesta. Por tanto la 32. 8 (Mt. 16, 13-20) También aquí habla Jesús de una
palabra dice: no tengáis miedo en vuestra angustia, Dios casa que se debe construir y que se fundamenta sobre
está junto a vosotros y será vuestro gran consuelo. La roca, para que no puedan destruirla los poderes del abis­
proporción entre presente y futuro es distinta en cada mo. [...] es Jesús mismo quien construye la casa; es El
una de las Bienaventuranzas, pero la relación de fondo quien actúa como hombre prudente que elige la roca: El a
siempre es la misma. quien el mismo Evangelio llama «la Sabiduría» (11,19).
Mirara Cristo, pp. 61-62 Mirar a Cristo, pp. 64-65
30. 8 El elemento propio de las Bienaventuranzas con­ 33. 8 El Evangelio nos dice: existe el verdaderamente Sa­
siste en el hecho de que la paradoja profética se convier­ bio, y él mismo (su palabra) es la roca, él mismo ha pues­
te ahora en modelo de existencia cristiana. Las Biena­ to el fundamento de la casa. Nosotros seremos sabios
venturanzas nos dicen: Si vivís como cristianos os cuando salgamos de nuestro estúpido aislamiento de la
encontraréis siempre ante esta tensión paradójica. Todo autorrealización, que construye la arena de la propia ca­
esto se hace evidente en el retrato que el apóstol Pablo ha pacidad. Seremos sabios cuando dejemos de intentar,
trazado de sí mismo en su segunda Carta a los Corintios: cada uno por su cuenta y aisladamente, construir la casa
«Somos los impostores que dicen la verdad, los descono­ particular de nuestra vida individual. Nuestra sabiduría
cidos conocidos de sobra, los moribundos que están bien consiste en construir con él la casa común, de forma que
vivos, los penados nunca ajusticiados, los afligidos siem­ nosotros mismos nos convirtamos en su casa llena de
pre alegres, los pobretones que enriquecen a muchos, los vida.
necesitados que todo lo poseen» (2 Cor. 6, 8-10). Una ma­ Mirar a Cristo, p. 65
ravillosa síntesis de toda la paradoja de la existencia cris­
tiana... 34. 8 En el Apocalipsis se nos dice que el dragón —el
Mirar a Cristo, p. 62 gran adversario del Salvador— fijó su morada «en la pla­
ya del mar» (Ap. 12,18). A pesar de sus grandes palabras,
31.8 Las Bienaventuranzas no son (como a veces se ma- de su inmenso poder técnico, a veces incluso maravillo­
linterpretan) un reflejo que resuma hábitos cristianos, so, a pesar de su poderío y de su refinada astucia, la bes­
una especie de decálogo del Nuevo Testamento, sino que tia no conoce la verdadera sabiduría, representa la ima­
suponen una representación de la única paradoja cris­ gen del hombre necio de la misma forma que Cristo es la
tiana, que se realiza de formas diversas conforme a la di­ imagen del sabio. Y por eso el dragón al final desapare­
versidad de los destinos existenciales del hombre; en ge­ ce, como la casa construida sobre la arena: su caída fue
212 213
estrepitosa. Encontramos nuevamente, en la relación palabra «nuestro». Para él se trata de algo muy impor­
entre el dragón y Cristo, la paradoja de la esperanza cris­ tante. Y porque sólo hay uno que tiene derecho a llamar
tiana, su miseria empírica y su invencibilidad: «Somos a Dios «mi Padre», Jesucristo, el Hijo unigénito, todos
como los moribundos, que están bien vivos» (2 Cor. 6, 9; los demás hombres tienen que decir en definitiva: «Pa­
cfr. 4, 7-12). dre nuestro.» Así, para nosotros Dios sólo es Padre en
Mirar a Cristo, pp. 65-66 cuanto formamos parte de la comunidad de sus hijos.
Dios es sólo Padre «para mí» en cuanto que yo «estoy» en
el «nosotros» de sus hijos. El Padrenuestro cristiano «no
El Padrenuestro es el clamor de un alma aislada que sólo reconoce a Dios
y a sí misma», sino que está unida a la comunidad de los
35. 8 Dios es totalmente otro y, al mismo tiempo, el no- hermanos con los que formamos el único Cristo, en el
otro. Cuando, unidos a Jesús, decimos Padre, lo decimos que y por el que sólo podemos y debemos llamar «Padre»
en Dios mismo. Ésta es la esperanza del hombre, la ale­ a Dios, pues sólo en él y por él somos «hijos».
gría cristiana, el Evangelio: Él sigue siendo hombre en la La fraternidad de los cristianos, pp. 70-71
actualidad. En él, Dios se ha hecho verdaderamente el
no-otro. El hombre, este ser absurdo, ha superado el ab­ 37. 8 La fe profunda en el Padre nuestro ha de transfor­
surdo. El hombre, este ser desventurado, se ha liberado marse por sí misma, trascendiendo el tiempo, en una
de su desventura: debemos alegrarnos. Él nos ama, y nueva actitud ante Dios y ante los hombres considerados
Dios nos ama, hasta tal punto que su amor se ha hecho como hermanos. Ante Dios adoptará sobre todo las pos­
carne y permanece siendo carne. Esta alegría debería turas de confianza y de amor. El Dios, que en Jesucristo
transformarse en nosotros en el más intenso de los im­ nos ha aceptado como hijos convirtiéndose así en nues­
pulsos, en una fuerza arrolladora que nos impeliera a co­ tro Padre, es el Dios absolutamente fiel y digno de con­
municar a los hombres la buena nueva, para que tam­ fianza, que ha sido fiel a su alianza frente a los pecados
bién ellos celebraran la luz que se nos ha manifestado en de los hombres; y precisam ente por estos pecados y
nosotros y que anuncia el día en medio de la noche de transgresiones ha tenido ocasión de seguir ofreciendo su
este mundo. perdón universal. Es justamente la imagen contraria del
El camino pascual, p. 129 Dios «padre de los dioses y de los hombres» de Homero,
que es un déspota soberano e imprevisible.
36. 8 Cuando los teólogos contemporáneos explican el Y eso no sólo a pesar de su paternidad, sino justa­
Padrenuestro, normalmente se conforman con analizar mente por ella, pues el carácter despótico es un rasgo
la palabra «Padre». Tal cosa responde justamente a la propio de la figura paterna griega. Sin embargo este Pa­
conciencia religiosa que hoy tenemos. Pero a un teólogo dre no es aún la última instancia, porque sobre él o en él
de la talla de Cipriano le parecía que lo correcto era que están el destino y la ley universal contra las que nada
dedicara parte del tiempo de su reflexión también a la puede. Sólo desde este trasfondo, la paternidad bíblica
214 215
alcanza su auténtica grandeza. Pues este Dios es el poder sidades. Esa cuarta petición une ambos grupos de peti­
definitivo, poder por antonomasia, «pantocrátor», y al ciones. ¿Qué es lo que pedimos en ella? Ciertamente, el
mismo tiempo fidelidad absolutamente fiable con un po­ pan para hoy. Es la petición de los discípulos, quienes no
der sin límites. Esas dos cosas juntas pueden mover al viven de cálculos y capitales, sino de los bienes cotidia­
hombre a esa confianza última e inamovible que es a la nos del Señor y que por eso tienen que vivir intercam­
vez amor y adoración. biando con él, contemplándolo y confiando permanente­
La fraternidad de los cristianos, pp. 71-72. (En el
mente en él. Es la petición de los hom bres que no
original, «destino» y «ley universal» están en griego.) acumulan grandes posesiones y que no pretenden darse
seguridad a sí mismos, de los hombres que se satisfacen
38. 8 Y no olvidemos por último que todas las peticiones con lo necesario, para poder dedicar tiempo a lo verda­
del Padrenuestro se expresan con el pronom bre «no­ deramente importante. Es la oración de los sencillos, de
sotros», porque nadie puede decirle a Dios «mi Padre», los humildes, la oración de aquellos que aman y viven la
excepto Jesús. Todos nosotros solamente podemos decir pobreza en el Espíritu Santo.
«Padre nuestro», por eso tenemos que rogar siempre con Caminos de Jesucristo, p. 101
los demás y para los demás, desprendemos de nosotros,
abrirnos, y sólo en tal apertura rezamos correctamen­ 41.8 Pero la petición va todavía hacia algo más profun­
te. Todo esto está expresado en el estar en camino con el do, puesto que la palabra que traducimos por «cotidia­
Señor. no» no nos es conocida en griego: epiousios. Es una pa­
Caminos de Jesucristo, p. 102
labra del Padrenuestro, y significa muy aparentemente
al menos también (aunque los eruditos pueden discutir
39. 8 Pero también las peticiones en tom o a la redención también sobre su sentido): danos el pan de mañana, jus­
de todos los males, de nuestras culpas y del peso de la tamente el pan del mundo venidero. Estrictamente ha­
tentación están resumidas prácticamente allí: danos este blando, es solamente la Eucaristía la respuesta a aquello
pan, para que mi corazón esté despierto para resistir al que significa esta misteriosa palabra epiousios: el pan del
mal, para que pueda distinguir entre el bien y el mal, mundo venidero, pan que ya nos es dado hoy, para que ya
para que aprenda a perdonar, para que se mantenga hoy el mundo venidero comience entre nosotros. Así,
fuerte en la tentación. Sólo si el mundo venidero se hace gracias a esta petición, la oración que pide que el Reino
presente hoy, sólo si el mundo comienza ya hoy a hacer­ de Dios llegue a nosotros, tanto en la tierra como en el
se divino es que se hace verdaderamente humano. cielo, adquiere un sentido concreto y práctico, porque
Caminos de Jesucristo, p. 102
mediante la Eucaristía el cielo viene a la tierra, el m aña­
na de Dios viene hoy e introduce el mundo de mañana en
40. 8 La cuarta petición, la petición del pan, es como la el mundo de hoy.
articulación entre las tres peticiones orientadas al Reino Caminos de Jesucristo, pp. 101-102
de Dios y las tres últimas, que se aplican a nuestras nece­
216 217
42. 8 Quien ama a Dios sabe que únicamente existe una
amenaza real para el hombre: el peligro de perder a Dios
mismo. Y por eso el hombre reza: «No nos dejes caer en
tentación, mas líbranos del mal», es decir, de la pérdida
de fe y, en general, del pecado. Quien aparta a Dios de su
vida para liberarse del verdadero miedo entra en la tira­
nía del miedo sin esperanza. CAPÍTULO 9
Mirar a Cristo, p. 88
LA CRUZ DE CRISTO
43. 8 La oración es esperanza en acto [...] en las invocacio­
nes de la segunda parte nuestras ansias y angustias diarias
se convierten en esperanza. Está presente el deseo de nues­ El m isterio del sufrimiento
tro bienestar material, la paz con nuestro prójimo y final­
mente la amenaza de todas las amenazas: el peligro de per­ 1. 9 Un amigo mío que estuvo sometido durante años a
der la fe, de caer en el abandono de Dios, de no poder la diálisis renal y tuvo que sentir cómo la vida se le esca­
percibir a Dios y de acabar de esta manera en el más ab­ paba paso a paso de las manos, me contó una vez que de
soluto vacío, expuestos a todos los males. En el momento niño le gustaba especialmente el viacrucis y más tarde lo
en que estos anhelos se conviertan en invocaciones, se practicó asiduam ente. Cuando se enteró del terrible
abre la vía de las ansias y de los deseos hacia la esperan­ diagnóstico de su enfermedad, quedó como aturdido,
za, de la segunda a la primera parte del Padrenuestro. pero de pronto le vino al pensamiento: ahora se cumple
Mirara Cristo, p. 72 de verdad lo que siempre pedías, ahora puedes realmen­
te caminar con él y acompañarlo en el viacrucis. Así re­
44. 8 Todas nuestras angustias son, en último término, cuperó la alegría que luego fue irradiando hasta el final,
miedo por la pérdida del amor y por la soledad total que le y se dejó guiar por la luz de la fe. Para expresarlo con
sigue. Todas nuestras esperanzas están en la profunda gran Guardini, hay que descubrir de nuevo la «fuerza libera­
esperanza, en el amor ilimitado: son esperanzas del paraí­ dora que hay en la superación de uno mismo; cómo el su­
so, del Reino de Dios, del ser con Dios y como Dios partíci­ frimiento aceptado íntimamente transforma al ser hu­
pes de su naturaleza. Todas nuestras esperanzas desembo­ mano; y cómo el crecimiento esencial depende no sólo
can en la única esperanza: venga tu reino, hágase tu del trabajo, sino también del sacrificio libremente ofre­
voluntad en el cielo como en la tierra. Que la tierra se haga cido [...]».
como el cielo, que la misma tierra se convierta en cielo. En
su voluntad está toda nuestra esperanza. Aprender a rezar El poder de Dios, esperanza nuestra, pp. 62-63
es aprender a esperar y por lo tanto es aprender a vivir. 2. 9 Sólo cuando se ve bien el nexo entre verdad y amor,
Mirara Cristo, p. 72 la cruz se hace comprensible en su verdadera profundi-
218 219
dad teológica. El perdón tiene que ver con la verdad y por un ciudadano romano, pues quedaría también mancilla­
tanto exige la cruz del Hijo y exige nuestra conversión. do el honor de Roma. Contemplar al más puro de todos
Perdón es, precisamente, restauración de la verdad, re­ los seres humanos, al que era más que hombre, ejecuta­
novación del ser y superación de la mentira oculta en do de forma tan cruel nos produce, por lo menos, un
todo pecado. El pecado es por esencia un abandono de la enorme espanto.
verdad del propio ser y por tanto de la verdad del crea­ Pero ese mismo espanto nos lo debería producir el ver
dor, de Dios. cómo somos realmente, y nuestra propia indolencia. Lu-
Mirar a Cristo, p. 98 tero dijo algo semejante, y me parece acertado, cuando
afirmó que el hombre debía escandalizarse de sí mismo
3. 9 «Porque si uno quiere salvar su vida, la perderá; en para regresar al buen camino.
cambio, el que pierda su vida por mí, la salvará. A ver, La sal de la Tierra, p. 29
¿de qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde
o se malogra a sí mismo?» (Le. 9, 24-25). La cruz no tie­ 5. 9 Sin embargo la cruz no se queda sólo en eso, en ho­
ne nada que ver con la negación de la vida, con la nega­ rror, porque desde ese madero no nos está contemplando
ción de la alegría y de la plenitud del ser humano. Al con­ un fracasado, un desventurado, víctima del más horrible
trario, nos m uestra exactam ente la verdadera forma suplicio de la humanidad. El Crucificado, que nos con­
para encontrar la vida. Quien se obstina y quiere apode­ templa desde la cruz, nos está diciendo algo muy diferen­
rarse de la vida, la pierde. Sólo el perderse a sí mismo es te de las arengas de Espartaco a sus fracasadas huestes.
el camino para encontrarse a sí mismo y para encontrar Desde la cruz nos contempla un Bien infinito que hace
la vida. Cuanto más osadamente los hombres se han que de ese horror nazca una vida nueva. Nos contempla
atrevido a perderse, a entregarse totalmente, tanto más el Bien supremo del propio Dios que se ofrece por noso­
aprendieron a olvidarse, tanto más grande y más rica ha tros y se nos entrega para —con nosotros— cargar con el
llegado a ser su vida. Pensemos en Francisco de Asís, en peso de todos los horrores de la historia. Ese signo de la
Teresa de Ávila, en Vicente de Paúl, en el cura de Ars, cruz, considerado en profundidad, nos muestra, por un
en Maximiliano Kolbe: todas imágenes del seguimiento lado, cómo puede ser de peligroso el ser humano y hasta
que nos muestran el camino hacia la vida, porque nos dónde pueden llegar las atrocidades de las que es capaz,
muestran a Cristo. De ellos podemos aprender a escoger pero, por otro, también nos invita a contemplar el inmen­
a Dios, a escoger a Cristo y a escoger así la vida. so e infinito poder de Dios y que somos amados por Él.
Caminos de Jesucristo, pp. 97-98 Por eso, la cruz es un signo de perdón y de esperanza que
alcanza hasta los últimos confines del mundo.
4. 9 La cruz en sí tiene ciertamente algo de horror que La sal de la Tierra, p. 29, 30
nunca deberíamos olvidar. Ésa es la forma más cruel de
ejecución que se conocía en la Antigüedad. Era, de he­ 6. 9 En nuestro tiempo, hay muchos que se preguntan
cho, una muerte ignominiosa que no podía aplicarse a cómo se puede seguir hablando de Dios y hacer teología
220 221
después de Auschwitz. Y yo a eso respondería que en la mayor aún. Lo que cura al hombre no es esquivar el su­
cruz está concentrado todo el horror de Auschwitz por frimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de acep­
anticipado. Dios ha sido crucificado y, desde la cruz, está tar la tribulación, m adurar en ella y encontrar en ella un
proclamando que ese Dios, tan débil en apariencia, es sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con
un Dios que perdona y es, en su aparente ocultamiento, amor infinito.
Dios Todopoderoso. Spe Salvi, n.° 37
La sal de la Tierra, p. 30 9. 9 La grandeza de la hum anidad está determ inada
7. 9 Para los Padres de la Iglesia, una carencia básica de esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el
los paganos era precisamente su insensibilidad; por eso que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como
les recuerdan la visión de Ezequiel, el cual anuncia al para la sociedad. Una sociedad que no logra aceptar a los
pueblo de Israel la promesa de Dios, que quitaría de su que sufren y no es capaz de contribuir mediante la com­
carne el corazón de piedra y les daría un corazón de car­ pasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrelleva­
ne (cfr. Ez. 11, 19). El viacrucis nos muestra un Dios que do también interiormente, es una sociedad cruel e inhu­
padece él mismo los sufrimientos de los hombres, y cuyo mana.
amor no permanece impasible y alejado, sino que viene A su vez, la sociedad no puede aceptar a los que sufren
a estar con nosotros, hasta su muerte en la cruz (cfr. Flp. y sostenerlos en su dolencia si los individuos mismos no
2, 8). El Dios que comparte nuestras amarguras, el Dios son capaces de hacerlo y, en fin, el individuo no puede
que se ha hecho hombre para llevar nuestra cruz, quiere aceptar el sufrimiento del otro si no logra encontrar per­
transform ar nuestro corazón de piedra y llamarnos a sonalmente en el sufrimiento un sentido, un camino de
compartir también el sufrimiento de los demás; quiere purificación y maduración, un camino de esperanza. En
dam os un «corazón de carne» que no sea insensible ante efecto, aceptar al otro que sufre significa asumir de algu­
la desgracia ajena, sino que sienta compasión y nos lleve na manera su sufrimiento, de modo que éste llegue a ser
al amor que cura y socorre. también mío. Pero precisamente porque ahora se ha
convertido en sufrimiento compartido, en el cual se da la
25 de marzo de 2005 presencia de un otro, este sufrimiento queda traspasado
8. 9 Podemos tratar de lim itar el sufrimiento, luchar por la luz del amor. La palabra latina consolado, conso­
contra él, pero no podemos suprimirlo. Precisamente lación, lo expresa de manera muy bella, sugiriendo un
cuando los hombres, intentando evitar toda dolencia, «ser-con» en la soledad, que entonces ya no es soledad.
tratan de alejarse de todo lo que podría significar aflic­ Spe Salvi, n.° 38
ción, cuando quieren ahorrarse la fatiga y el dolor de la
verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en 10. 9 Sufrir con el otro, por los otros; sufrir por amor de
la que quizá ya no existe el dolor, pero en la que la oscura la verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el
sensación de la falta de sentido y de la soledad es mucho fin de convertirse en una persona que ama realmente,
222 223
son elementos fundamentales de humanidad, cuya pér­ nuestro la respuesta de la fe: «Si comprehendis, non est
dida destruiría al hombre mismo. Pero una vez más sur­ Deus», si lo comprendes, entonces no es Dios. Nuestra
ge la pregunta: ¿somos capaces de ello? ¿El otro es tan protesta no quiere desafiar a Dios, ni insinuar en Él al­
importante como para que, por él, yo me convierta en gún error, debilidad o indiferencia. Para el creyente no es
una persona que sufre? ¿Es tan importante para mí la posible pensar que Él sea impotente, o bien que «tal vez
verdad como para compensar el sufrimiento? ¿Es tan esté dormido» (1 Re. 18, 27). Es cierto, más bien, que in­
grande la promesa del amor que justifique el don de mí cluso nuestro grito es, como en la boca de Jesús en la
mismo? En la historia de la humanidad, la fe cristiana cruz, el modo extremo y más profundo de afirmar nues­
tiene precisamente el mérito de haber suscitado en el tra fe en su poder soberano. En efecto, los cristianos si­
hombre, de manera nueva y más profunda, la capacidad guen creyendo, a pesar de todas las incomprensiones y
de estos modos de sufrir que son decisivos para su hu­ confusiones del mundo que les rodea, en la «bondad de
manidad. La fe cristiana nos ha enseñado que verdad, Dios y su amor al hombre» (Tit. 3, 4). Aunque estén in­
justicia y amor no son simplemente ideales, sino realida­ mersos como los demás hombres en las dramáticas y
des de enorme densidad. En efecto, nos ha enseñado que complejas vicisitudes de la historia, permanecen firmes
Dios —la Verdad y el Amor en persona— ha querido su­ en la certeza de que Dios es Padre y nos ama, aunque su
frir por nosotros y con nosotros. Bernardo de Claraval silencio siga siendo incomprensible para nosotros.
acuñó la maravillosa expresión: Impassibilis est Deus, Deus Caritas est, n.° 38
sed non incompassibilis, Dios no puede padecer, pero
puede compadecer. El hombre tiene un valor tan grande 12. 9 La esperanza se relaciona prácticamente con la vir­
para Dios que se hizo hombre para poder com-padecer El tud de la paciencia, que no desfallece ni siquiera ante el
mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y san­ fracaso aparente, y con la humildad, que reconoce el
gre, como nos manifiesta el relato de la Pasión de Jesús. misterio de Dios y se fía de Él incluso en la oscuridad. La
Por eso, en cada pena humana ha entrado uno que com­ fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así sus­
parte el sufrir y el padecer; de ahí se difunde en cada su­ cita en nosotros la firme certeza de que realmente es ver­
frimiento la con-solatio, el consuelo del amor participa­ dad que Dios es amor. De este modo transforma nuestra
do de Dios y así aparece la estrella de la esperanza. impaciencia y nuestras dudas en la esperanza segura de
Spe Salvi, n.° 39 que el mundo está en manos de Dios y que, no obstante
las oscuridades, al final vencerá Él, como luminosamen­
11. 9 Él tampoco nos impide gritar como Jesús en la te muestra el Apocalipsis mediante sus imágenes sobre-
cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandona­ cogedoras.
do?» (Mt. 27, 46). Deberíamos permanecer con esta pre­ Deus Caritas est, n°. 39
gunta ante su rostro, en diálogo orante: «¿Hasta cuándo,
Señor, vas a estar sin hacer justicia, tú que eres santo y 13. 9 [...] también la adoración (sacrificio) es siempre
veraz?» (cfr. Ap. 6, 10). San Agustín da a este sufrimiento cruz, dolor de separación, muerte de ese grano de trigo
224 225
que sólo si muere da fruto. Pero todo esto indica tam­ ideas. Lo que realmente cuenta no es el dolor como tal,
bién que el dolor es un elemento secundario, que sigue a sino un amor tan grande, un amor que expande tanto la
otro primario y que sólo en él tiene sentido. El principio existencia, que es capaz de unir lo que está lejos y lo que
constitutivo del sacrificio no es el dolor, sino el amor. está cerca, que pone en contacto a Dios con el hombre
Y sólo en cuanto que irrumpe, abre, crucifica y rasga tie­ abandonado por Dios.
ne que ver con el sacrificio, como expresión del amor en Introducción al cristianismo, pp. 242-243
un mundo que se caracteriza por la muerte y el egoísmo.
Introducción al cristianismo, pp. 241-242 16. 9 Sólo el amor orienta y da sentido al dolor. Si así no
fuera, los verdugos en la cruz serían los auténticos sacer­
14. 9 El dolor es, en definitiva, a la vez expresión y resul­ dotes, los causantes del sufrimiento serían los que ha­
tado del desgarramiento de Jesucristo entre el ser Dios y brían ofrecido el sacrificio. Pero como no depende de eso,
el abismo del «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has sino de ese centro interior que lo llena y lo sostiene, los
abandonado?». Aquel cuya existencia está tan expandi­ sacerdotes no fueron ellos, sino Jesucristo, el que volvió
da, que está a la vez en Dios y en el abismo de una cria­ a unir en su cuerpo los dos extremos separados del mun­
tura abandonada por Dios, está desgarrado, está «cruci­ do (cfr. Ef. 2, 13s).
ficado». Pero esa división es lo mismo que el amor, es Introducción al cristianismo, p. 243
llevar el amor hasta el extremo (cfr. Jn. 13, 1), es una
muestra concreta de la expansión que genera. 17. 9 [A la cuestión de si] no es infame pensar un Dios
Introducción al cristianismo, pp. 242-243 que para aplacar su ira exige la muerte de su hijo [...] sólo
se puede responder: pues claro, claro que lo es. Además,
15. 9 Partiendo de aquí se podrían sentar las bases de eso no tiene nada que ver con la idea que el Nuevo Testa­
una auténtica piedad de la pasión y ver la mutua relación mento tiene de Dios. Al contrario, el Nuevo Testamento
que existe entre la devoción de la pasión y la espirituali­ habla del Dios que, en Cristo, se convierte en omega, en
dad apostólica. Podríamos ver que el apostolado, el ser­ la última letra del alfabeto de la creación; del Dios que es
vicio al hombre en el mundo empalma con la mística acto de amor, puro «para», y que por eso entra necesa­
más profunda y con la devoción a la cruz. Una cosa no riamente en el «incógnito» del último gusano (cfr. Sal.
impide la otra, sino que en el fondo más auténtico una 22, 7). Es el Dios que se identifica con su criatura y que,
vive de la otra. Y así podríamos ver que la pasión no es un en su contineri a mínimo —en el ser abarcado y domina­
cúmulo de dolores físicos, como si la redención depen­ do por lo más pequeño— da lo «superabundante», lo que
diera de la mayor suma posible de dolores. ¿Es que Dios lo distingue como Dios.
puede alegrarse del sufrimiento de una criatura, incluso Introducción al cristianismo, p. 243
de su propio Hijo? ¿Acaso puede ver en ellos la moneda
para comprarle a él la reconciliación? Tanto la Biblia 18.9 Que cuando vino el justo al mundo fuera crucifica­
como la fe cristiana no tienen nada que ver con estas do y condenado a muerte por la justicia nos dice despia­
226 227
dadamente quién es el hombre: hombre, tú no puedes so­ toda su seriedad, ha mostrado que el justo, en el pleno
portar al justo, y al que sólo hace que am ar lo escarneces, sentido de la palabra, tiene que ser crucificado. Ahí se
lo azotas y lo atormentas. Sí, así eres, porque, como eres vislumbra algo de lo que en la cruz se revela sobre el
injusto, necesitas siempre que los demás sean injustos hombre.
para sentirte disculpado, y por eso no necesitas al justo, Introducción al cristianismo, pp. 244-245
que quiere que no tengas esa excusa. Esto es lo que eres.
Esto es lo que Juan ha resumido en el Ecce hommo de Pi- 20. 9 Pero la cruz no sólo dice quién es el hombre, sino
lato, que fundamentalmente quiere decir: eso son los también quién es Dios. Dios es de tal manera que en este
hombres, eso es el hombre. La verdad del hombre es su abismo se ha identificado con el hombre y lo juzga para
falta de verdad. El salmo dice que el hombre es engaño­ salvarlo. En el abismo de la repulsa humana se manifies­
so (Sal. 116, 11), que vive siempre contra la verdad; esto ta todavía más el abismo inagotable del amor divino. La
es lo que realmente es el hombre. La verdad del hom­ cruz es, pues, el verdadero centro de la revelación, de
bre es que siempre se opone a la verdad. El justo crucifi­ una revelación que no nos dice nada desconocido, sino
cado es el espejo que se ofrece al hombre para que vea sin que nos revela quiénes somos de verdad al ponernos ante
engaños lo que es. Dios y al poner a Dios en medio de nosotros.
Introducción al cristianismo, p. 244 Introducción al cristianismo, pp. 244-245
19. 9 La cruz es revelación. Pero no revela cualquier 21.9 Tras el grito de Job están hoy los millones de perso­
cosa, sino a Dios y al hombre. Nos dice cómo es Dios y nas que desaparecieron anónimamente en las cámaras
cómo es el hombre. En la filosofía griega se preanuncia de gas de Auschwitz o en las cárceles de las dictaduras de
esto de una forma peculiar con la imagen platónica del izquierdas o de derechas. «¿Dónde está vuestro Dios?»,
justo crucificado. En su obra sobre el Estado se pregun­ gritan cada vez más alto los acusadores. Ciertamente, en
ta Platón cómo se podría lograr en este mundo un hom­ esas palabras hay a menudo más cinismo que respeto
bre total y plenamente justo. Y concluye que la justicia real ante lo terrible del sufrimiento humano. Pero la acu­
de un hombre sólo es perfecta cuando da la impresión de sación es verdadera. ¿Dónde estás, Dios? ¿Quién eres,
que es injusto consigo mismo, porque entonces deja que callas? La respuesta de Dios no es explicación, sino
claro que no sigue la opinión de los hombres, sino que hecho. Responde padeciendo con nosotros, no con un
hace justicia por amor a ella. Por tanto, para Platón, el mero sentimiento, sino en realidad. La compasión de
incomprendido y el perseguido es el auténtico justo en Dios tiene carne. Se llama flagelación, coronación de es­
este mundo. Y no duda en escribir: «Dirán, pues, que pinas, crucifixión, tumba. Ha penetrado en nuestro su­
en esas circunstancias será atormentado, flagelado, en­ frimiento personalmente. Lo que eso significa, lo que
cadenado, y que después lo crucificarán...» Este texto, pueda significar, podemos aprenderlo ante las grandes
escrito cuatrocientos años antes de Cristo, impresiona imágenes del Crucificado y ante aquellas que represen­
a todos los cristianos. El pensamiento filosófico, con tan a la madre con el hijo muerto, en el crepúsculo. Con
228 229
esas imágenes y en ellas, se ha transformado el sufri­ una verdad más profunda que la que se expresa en los
miento para los hombres: éstos han aprendido que Dios tratados eruditos.
mismo mora en lo más íntimo del sufrimiento, que son El Dios de los cristianos, pp. 52-53
uno con él precisamente en sus llagas.
El Dios de los cristianos, pp. 52-53 24. 9 La cruz no quedó como última palabra de Dios en
Jesucristo. La tumba no lo retuvo. Resucitó y Dios nos
22. 9 El Crucificado no quitó del mundo el sufrimiento, habla por medio del resucitado. En el infierno, el rico
pero con su cruz cambió a los hombres, volvió su cora­ Epulón rogaba que Lázaro se apareciese a sus hermanos
zón hacia los hermanos y hermanas que sufrían, y de esa y les avisara de su cruel destino: creerían, piensa él, si al­
manera fortaleció y purificó a unos y a otros. De él pro­ guien resucitara de entre los muertos (Le. 16, 27s). Aho­
viene aquel «temor por lo que pasa entre nosotros» (cfr. ra bien, el verdadero Lázaro ha venido. Está ahí y nos
Le. 1, 65) que falta a la humanidad pagana y que se ex­ dice: esta vida no lo es todo. Hay una eternidad. [...] El
tingue allí donde cesa la fe en el Crucificado. Con todos tema del otro mundo tiene todos los visos de una evasión
los problemas de las instituciones sanitarias, ¿no empe­ del presente. Pero, si ese tema es verdadero, ¿se puede
zamos ya a comprender que hay cosas que no se pueden pasar por alto?, ¿se puede desdeñar como consuelo?, ¿no
pagar? En el cambio que se efectúa, ¿no vamos notando es lo que da precisamente a la vida seriedad, libertad, es­
algo de la transformación que trajo una vez la fe y que peranza?
fue más que un consuelo vacío? El Dios de los cristianos, p. 54
El Dios de los cristianos, p. 54
25. 9 Por causa de una teología mal entendida, muchos
23. 9 [A Job] sólo se le manifiesta su pequeñez, la pobre­ han percibido [...] la imagen de un Dios cruel que pide la
za de la perspectiva desde la que mira el mundo. Apren­ sangre de su propio Hijo. [...] Sin embargo, es justam en­
de a callar, a estar en silencio, a esperar. Se le ensancha el te todo lo contrario: el Dios bíblico no quiere víctimas
corazón, nada más. Esta humildad del silencio es muy humanas. Allí donde él se presenta, en la historia religio­
importante como primer paso en la sabiduría. Pues re­ sa, cesan los sacrificios humanos. Antes de que Abraham
sulta sorprendente que las quejas contra Dios sólo en ponga la mano sobre Isaac, se lo impide el mandato divi­
una m ínima parte procedan de los dolientes de este no: el carnero sustituye al niño. Así comienza el culto a
mundo, y que en su mayor parte provengan de los espec­ Yahvé: la inmolación del primogénito que pide la reli­
tadores saturados que nunca han sufrido. Los dolientes gión ancestral de Abraham es relevada por la obediencia,
han aprendido a ver. Cada uno tiene su propio destino por la fe; el sustituto externo, el carnero, no es más que
ante Dios; no se puede contar a los hombres por cantida­ expresión de este proceso más hondo, que no es sustitu­
des, como si fueran productos. En este mundo, la ala­ ción sino acceso a lo esencial. Para el Dios de Israel el sa­
banza sale de los hornos donde tantos se abrasan: el re­ crificio humano es una abominación: Moloc, el dios de
lato de los tres jóvenes en el hom o encendido contiene los sacrificios humanos, es la quintaesencia del falso
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dios, al que se opone la fe yahvista. Servicio divino, para 29. 9 Nos llaman a todos nosotros a ser Simones de Ci-
el Dios de Israel, no es la muerte del hombre, sino su rene en el viacrucis de Jesús, en todos los siglos de la his­
vida. Ireneo de Lyon acuñó para esta idea la hermosa toria. A mí me parece que aquí [...] viene a la luz el ver­
fórmula: «Gloria Dei homo vivens», el hombre viviente es dadero núcleo del ágape cristiano, su verdadera esencia:
la gloria de Dios. prestación de servicio a Cristo que ama y sufre, tom ar de
El Dios de los cristianos, p. 55 él la «obligación de servicio» de los hermanos más pe­
26. 9 Pero ¿qué significa entonces la cruz del Señor? Es queños en quienes él mismo sufre, para llevar junto a él
la forma que toma aquel amor que ha aceptado al hom­ el yugo de su sí. En esta presentación de servicio, al re­
bre por completo, aun en su culpa y, por lo tanto, aun en correr juntos «dos millas» de su camino, descubriremos
su muerte, hasta las cuales ha descendido. Así llegó a ser finalmente que su yugo, en apariencia tan pesado y opre­
sacrificio : en cuanto amor sin límites que carga a hom­
sor, es en realidad el peso del amor, que de yugo se con­
bros con el hombre, como con la oveja perdida, y lo con­ vierte en alas de ligero vuelo. Descubriremos la verdad
duce de nuevo al Padre, a través de la noche del pecado. de sus palabras: mi yugo es suave y mi carga ligera (Mt.
Desde ese momento existe una nueva clase de sufrimien­ 11,30).
to no como maldición, sino como amor que transforma Mirara Cristo, p. 109
el mundo.
El Dios de los cristianos, pp. 55-56 Hágase tu voluntad
27. 9 [...] [la] cruz de Cristo significa que él va delante de
nosotros y con nosotros en la vía dolorosa de nuestra cu­ 30. 9 «Toda la existencia de Jesús es una transposición
ración. Desde aquí habría que llevar a cabo, asimismo, del poder a la humildad [...] a la obediencia a la voluntad
una teología del bautismo y de la penitencia: cruz, bau­ del Padre. Para Jesús la obediencia no es un factor se­
tismo, penitencia. Estos temas acaban por coincidir y cundario, añadido, sino que forma el núcleo de su esen­
son en último término el desarrollo del único fundamen­ cia.» Su poder no tiene «ningún límite desde fuera, sino
tal tema del amor, que ha creado y redimido al mundo. un límite que llega desde dentro [...]: la voluntad del Pa­
dre libremente asumida. Es un poder que se controla tan
Mirar a Cristo, p. 99 perfectamente que es capaz de renunciarse a sí mismo».
28. 9 Una pastoral de la tranquilidad, del «comprender­ Hemos dicho que el poder de Jesús es algo que el térmi­
lo todo, perdonarlo todo» (en el sentido superficial de es­ no griego deja claro: un poder que nace de la obediencia.
tas palabras) se encontraría en drástica oposición con el El poder de Dios, esperanza nuestra, p. 55
testimonio bíblico. La pastoral justa conduciría a la ver­
dad y ayudaría a soportar el dolor de la misma verdad. 31.9 Jesús [...] es uno con Dios, de forma que el poder de
Dios pasa a ser su poder. El poder que ahora proclama
Mirara Cristo, pp. 99-100 [...] es un poder que viene de las fuentes de la cruz y es,
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por tanto, la antítesis radical del poder arbitrario de la avanzar en la fusión de su voluntad con la voluntad de
posesión total, la permisión total y la posibilidad total. Dios. La redención del mundo descansa en la oración del
El poder de Dios, esperanza nuestra, pp. 53-54 monte de los Olivos: «no se haga mi voluntad, sino la
tuya», oración que el Señor nos enseñó en el Padrenues­
32. 9 «Si comes de este fruto morirás» (Gén. 2, 17). No tro como centro de la fe vivida.
puede ser de otro modo cuando se entiende el poder El poder de Dios, esperanza nuestra, p. 61
como lo contrario a la obediencia, ya que el hombre no
es dueño del ser, aunque a nivel macroscópico pueda 36. 9 Todo ello se encuentra resumido en la oración de
descomponerlo como una máquina y montarlo de nue­ san Ignacio de Loyola, una oración que siempre me ha
vo. El ser humano no puede vivir contra el ser, y cuando parecido demasiado grande, hasta el punto de que casi
lo intenta, cae bajo el poder de la mentira, del no-ser, de no me atrevo a rezarla. Sin embargo, aunque nos cueste,
la apariencia de ser y, en consecuencia, bajo el poder deberíamos repetirla siempre: «Tomad, Señor, y recibid
de la muerte. toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda
El poder de Dios, esperanza nuestra, p. 57 mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo dis­
teis, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a
33. 9 El poder que reside en el ser es más fuerte; el que toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que
opta por él, tiene más posibilidades. Pero el poder del ser ésta me basta.»
no es un poder propio, es el poder del Creador. Y del 8 de septiembre de 2004
Creador sabemos por la fe que no sólo es la verdad sino
también el amor, y que ambas cosas no pueden separar­ 37. 9 «Dichosa tú que has creído», saluda Isabel a María.
se. El poder que Dios tiene en el mundo es el mismo que El acto de fe por el que María fue para Dios la puerta de
tienen la verdad y el amor. acceso al mundo y abrió así el ámbito de la esperanza,
El poder de Dios, esperanza nuestra, p. 58 del «dichosa tú», es fundamentalmente un acto de obe­
diencia: «Hágase en mí según tu palabra»; yo estoy en
34. 9 La fe humana es siempre un creer compartido, y una relación enteramente servicial contigo. Creer signi­
por eso es tan importante el pre-creyente, el que precede fica en ella ponerse a disposición, decir sí. En el acto de
en la fe. El que está más expuesto que los otros, porque la fe ofrece a Dios su propia existencia como campo de ac­
fe de éstos depende de la suya y en determinados mo­ ción. La fe no es una actitud más; es disponer del propio
mentos él ha de llevar el peso de creer por ellos. ser de cara a la voluntad de Dios y, consecuentemente, a
El poder de Dios, esperanza nuestra, p. 59 la voluntad de la verdad y del amor.
El poder de Dios, esperanza nuestra, p. 61
35. 9 [...] la fe es obediencia. Es la unidad de nuestro que­
rer con el querer de Dios, y justamente así es seguimien­ 38. 9 Dando el «sí» al nacimiento del Hijo de Dios en su
to de Cristo, ya que lo esencial en el camino de Cristo es seno por obra del Espíritu Santo, María pone a disposi­
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ción su cuerpo, toda su persona como lugar para la cia a Dios es una relación obediencial con su palabra.
acción de Dios. En estas palabras, la voluntad de María Debemos acercarnos de nuevo a la Biblia en una actitud
coincide con la voluntad del Hijo. La sintonía de ese «sí» de reverencia y obediencia que hoy tiende a desaparecer.
con las palabras «me has preparado un cuerpo» posibili­ El poder de Dios, esperanza nuestra, p. 63
ta la Encarnación, el nacimiento de Dios. Para que la
entrada de Dios en este mundo sea un nacimiento de 42. 9 «Por eso, al entrar en este mundo, dice Cristo: “No
Dios, debe haber siempre este «sí» mariano, esta coinci­ has querido sacrificio ni ofrenda, pero me has formado
dencia de nuestra voluntad con la voluntad divina. un cuerpo; no has aceptado holocaustos ni sacrificios ex­
El poder de Dios, esperanza nuestra, p. 62 piatorios. Entonces yo dije: Aquí vengo, oh Dios, para ha­
cer tu voluntad. Así está escrito de mí en un capítulo del
39. 9 La fe es unión en la cruz, y sólo en la cruz alcanza libro”» (Sal. 40, 7-9). [...] ¿Qué dice el salmo? Es la acción
su plenitud: el lugar de la postración extrema es el verda­ de gracias de alguien a quien Dios ha despertado de la
dero inicio de la redención. Creo que debemos aprender muerte. Pero el orante, en su comprensión de la piedad,
de nuevo y en forma nueva esta espiritualidad de la cruz. no da gracias a Dios ofreciéndole, por ejemplo, el sacrifi­
Nos parecía demasiado pasiva, demasiado pesimista, de­ cio de un animal. En la línea de la tradición profética, él
masiado sentimental; pero si no ejercitamos la cruz, sabe que «no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me
¿cómo vamos a resistir cuando nos cuelguen de ella? abriste el oído». Esto significa que Dios no quiere cosas,
El poder de Dios, esperanza nuestra, p. 62 sino el oído del hombre: que escuche, que obedezca y, con
ello, le quiere a él mismo. Ésta es la acción de gracias ver­
40. 9 La fe es obediencia; nos recuerda la nota esencial dadera y digna de Dios: entrar en la voluntad de Dios.
de nuestro ser: la condición creatural, y rescata así nues­ El Dios de los cristianos, pp. 66-68
tra realidad auténtica. Nos hace conocer la responsabili­
dad como forma básica de nuestra vida; de ese modo el 43. 9 Para la Carta a los Hebreos [...] sólo ha variado una
poder, de amenaza y peligro que era, pasa a ser esperan­ palabra a la luz de lo que se ha cumplido: el lugar del
za. Esta obediencia define nuestra relación con Dios; oído, de la acción de escuchar, lo ha ocupado el cuerpo:
presupone una relación con Dios lúcida y viva, y la hace «Me has formado un cuerpo.» Por cuerpo quiere deno­
posible al mismo tiempo, ya que a Dios sólo lo percibe el tarse al hombre mismo con su naturaleza humana. La
obediente. obediencia se encama. En su más alto cumplimiento, no
El poder de Dios, esperanza nuestra, p. 63 es ya meramente audición, sino conversión en carne. La
teología de la palabra se convierte en teología de la en­
41.9 Para que nuestra obediencia sea concreta y no con­ camación. La entrega de Hijo al Padre sale de la íntima
fundamos a Dios con las proyecciones de nuestros pro­ conversación divina; se convierte en recepción y, por
pios deseos, él mismo se manifestó concretamente por consiguiente, en entrega de la creación resumida en el
diferentes caminos. Primero, en su palabra. La obedien­ hombre. Ese cuerpo, o mejor, la realidad humana de Je­
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sús, es resultado de la obediencia, fruto de la respuesta mos para completar en nuestra carne «lo que falta a las
de amor del Hijo. tribulaciones de Cristo» (Col. 1, 24).
El Dios de los cristianos, p. 68 19 de abril de 2005
44. 9 Nos convertimos en Dios participando en el gesto 47. 9 La muerte sin el acto de amor infinito de la Cena se­
del Hijo. Nos convertimos en Dios haciéndonos Hijo, lle­ ría una muerte vacía, carente de sentido; la Cena, sin la
gando a ser niños; o sea, llegamos a ser eso penetrando realización concreta de la muerte anticipada, sería un
en la conversación de Jesús con el Padre y cuando esa mero gesto despojado de realidad. Cena y cruz son, con­
conversación nuestra con el Padre entre en la carne de juntamente, el único e indivisible origen de la Eucaristía:
nuestra vida diaria: «Me has formado un cuerpo...» la Eucaristía no brota de la Cena aislada; brota de esta
El Dios de los cristianos, p. 69 unidad de Cena y cruz.
El camino pascual, p. 123
45. 9 Nuestra salvación consiste en hacemos cuerpo de
Cristo, como Cristo mismo: tomándonos de Él a diario y 48. 9 Por esta razón, la Eucaristía no es Cena simplemen­
a diario devolviéndonos a Él; ofreciendo cotidianamente te; la Iglesia no la ha llamado Cena a sabiendas, para evi­
nuestro cuerpo como emplazamiento de la palabra. Nos tar esta falsa impresión. La Eucaristía es presencia del sa­
convertimos en Su cuerpo siguiéndole, descendiendo y crificio de Cristo, de este acto supremo de adoración, que
ascendiendo. De todo ello habla la sencilla expresión es, al mismo tiempo, acto de amor infinito, de un amor
«Descendit de caelis». Habla de Cristo y, al hacerlo, habla que llega «hasta el fin» (Jn. 13, 1) y, por ello, distribución
de nosotros. de sí mismo bajo las especies del pan y del vino.
El Dios de los cristianos, p. 69 El camino pascual, p. 124
49. 9 Participar en la Eucaristía, comulgar con el cuerpo
La hora de Cristo y la sangre de Cristo, exige la liturgia de la vida, la parti­
cipación en la pasión del Siervo de Dios. En virtud de esta
46. 9 La misericordia de Cristo no es una gracia barata, participación, nuestros sufrimientos se transforman en
no supone la banalización del mal. Cristo lleva en su «sacrificio», y así podemos suplir en [nuestra] carne lo
cuerpo y en su alma todo el peso del mal, toda su fuerza que falta a las tribulaciones de Cristo (Col. 1, 24).
destructora. El día de la venganza y el año de la miseri­ El camino pascual, pp. 125-126
cordia coinciden en el misterio pascual, en Cristo, muer­
to y resucitado. Ésta es la venganza de Dios: él mismo, en 50. 9 ¿Qué está sucediendo? ¿Cómo Jesús puede repartir
la persona del Hijo, sufre por nosotros. Cuanto más que­ su Cuerpo y su Sangre? Haciendo del pan su Cuerpo y
damos tocados por la misericordia del Señor, más soli­ del vino su Sangre, anticipa su muerte, la acepta en lo
darios somos con su sufrimiento, más disponibles esta­ más íntimo y la transforma en una acción de amor. Lo
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que desde el exterior es violencia brutal —la crucifi­ la Sangre de Cristo se nos dan para que también noso­
xión—, desde el interior se transform a en un acto de tros mismos seamos transformados. Nosotros mismos
amor, que se entrega totalmente. Ésta es la transforma­ debemos llegar a ser cuerpo de Cristo, sus consanguí­
ción sustancial que se realizó en el Cenáculo y que esta­ neos. Todos comemos el único pan, y esto significa que
ba destinada a suscitar un proceso de transformaciones entre nosotros llegamos a ser una sola cosa. La adoración,
cuyo último fin es la transformación del mundo hasta como hemos dicho, llega a ser, de este modo, unión. Dios
que Dios sea todo en todos (cfr. 1 Cor. 15, 28). Desde no solamente está frente a nosotros, como el totalmente
siempre todos los hombres esperan en su corazón, de al­ Otro. Está dentro de nosotros, y nosotros estamos en él.
gún modo, un cambio, una transformación del mundo. Su dinámica nos penetra y desde nosotros quiere propa­
Este es, ahora, el acto central de transformación capaz garse a los demás y extenderse a todo el mundo, para que
de renovar verdaderamente el mundo: la violencia se su amor sea realmente la medida dominante del mundo.
transforma en amor y, por tanto, la muerte en vida. Dado 21 de agosto de 2005
que este acto convierte la muerte en amor, la muerte
como tal está ya, desde su interior, superada; en ella está 53. 9 Volvamos de nuevo a la Última Cena. La novedad
ya presente la resurrección. La muerte ha sido, por así que allí se verificó estaba en la nueva profundidad de la
decir, profundamente herida, tanto que, de ahora en ade­ antigua oración de bendición de Israel, que ahora se ha­
lante, no puede ser la última palabra. cía palabra de transformación y nos concedía el poder
21 de agosto de 2005 participar en la «hora» de Cristo. Jesús no nos ha encar­
gado la tarea de repetir la Cena pascual que, por otra par­
51. 9 Ésta es, por usar una imagen muy conocida para te, en cuanto aniversario, no es repetible a voluntad. Nos
nosotros, la fisión nuclear llevada en lo más íntimo del ha dado la tarea de entrar en su «hora». Entramos en ella
ser; la victoria del amor sobre el odio, la victoria del amor mediante la palabra del poder sagrado de la consagra­
sobre la muerte. Solamente esta íntima explosión del ción, una transformación que se realiza mediante la ora­
bien que vence al mal puede suscitar después la cadena ción de alabanza, que nos sitúa en continuidad con Is­
de transformaciones que poco a poco cambiarán el mun­ rael y con toda la historia de la salvación, y al mismo
do. Todos los demás cambios son superficiales y no sal­ tiempo nos concede la novedad hacia la cual aquella ora­
van. Por esto hablamos de redención: lo que desde lo ción tendía por su íntima naturaleza.
más íntimo era necesario ha sucedido, y nosotros pode­ 21 de agosto de 2005
mos entrar en este dinamismo. Jesús puede distribuir su
Cuerpo, porque se entrega realmente a sí mismo. 54. 9 Esta oración, llamada por la Iglesia «Plegaria Eu-
21 de agosto de 2005 carística», hace presente la Eucaristía. Es palabra de po­
der, que transforma los dones de la tierra de modo total­
52. 9 La transformación no puede detenerse, antes bien, mente nuevo en la donación de Dios mismo y que nos
es aquí donde debe comenzar plenamente. El Cuerpo y compromete en este proceso de transformación. Por eso
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llamamos a este acontecimiento Eucaristía, que es la tra­ ledad de Getsemaní, la soledad de la mortal angustia de
ducción de la palabra hebrea beracah, agradecimiento, Jesús. En esta capilla rezan los fieles; quieren acompa­
alabanza, bendición, y asimismo transformación a par­ ñar a Jesús en la hora de su soledad. Este camino del Jue­
tir del Señor: presencia de su «hora». La hora de Jesús es ves Santo no ha de quedar en mero gesto y signo litúr­
la hora en la cual vence el amor. En otras palabras: es gico. Ha de comprometernos a vivir desde dentro su
Dios quien ha vencido, porque él es Amor. La hora de Je­ soledad, a buscarle siempre, a él, que es el olvidado, el es­
sús quiere llegar a ser nuestra hora y lo será, si nosotros, carnecido, y a permanecer a su lado allí donde los hom­
mediante la celebración de la Eucaristía, nos dejamos bres se niegan a reconocerle. Este camino litúrgico nos
arrastrar por aquel proceso de transformaciones que el exhorta a buscar la soledad de la oración. Y nos invita
Señor pretende. La Eucaristía debe llegar a ser el centro también a buscarle entre aquellos que están solos, de los
de nuestra vida. cuales nadie se preocupa, y renovar con él, en medio de
21 de agosto de 2005 las tinieblas, la luz de la vida, que «él» mismo es.
El camino pascual, p. 113
55. 9 La rotura del velo del templo en la muerte de Jesús
significa que el templo dejó de ser lugar del encuentro de 57. 9 En el lavatorio de los pies se representa quién es Je­
Dios y hombre en este mundo. Desde el instante de la sús y cómo actúa Jesús. Él, que es el Señor, se rebaja, se
muerte de Jesús, su cuerpo entregado por nosotros es el despoja del manto de su gloria y se convierte en esclavo,
nuevo y verdadero templo; la destrucción física del tem­ en el que está a la puerta y realiza en favor nuestro la ta­
plo de piedra el año 70 no hace sino visualizar ante la his­ rea servicial de lavamos los pies. Éste es el sentido de
toria lo que ocurrió ya en la muerte de Jesús. Ahora en­ toda su vida y de su pasión: inclinarse ante nuestros pies
cuentra la frase del salmo su verdadero cumplimiento: sucios, ante la suciedad de la humanidad, limpiarla, pu­
«Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado rificándola con su amor inconmensurable.
un cuerpo» (Sal. 40, 7, Heb. 10, 5). El culto ha adquirido La Eucaristía, centro de la vida, p. 33
así su nueva y definitiva significación: glorificamos a
Dios haciéndonos un solo cuerpo con Jesús, es decir, una 58. 9 El lavatorio de los pies representa para Juan aque­
nueva existencia espiritual en la que él nos envuelve to­ llo que constituye el sentido de la vida entera de Jesús: el
talmente, con cuerpo y vida (cfr. 1 Cor. 6, 17). Glorifica­ levantarse de la mesa, el despojarse de las vestiduras de
mos a Dios dejándonos integrar en ese acto de amor que gloria, el inclinarse hacia nosotros en el misterio del per­
se cumplió en la cruz. dón, el servicio de la vida y de la muerte humanas. La
Conversión, penitencia y renovación, pp. 194-195 vida y la muerte de Jesús no están la una al lado de la
otra; únicamente en la muerte de Jesús se manifiesta
56. 9 Al finalizar la liturgia del Jueves Santo, la Iglesia la sustancia y el verdadero contenido de su vida. Vida y
imita el camino de Jesús trasladando al Santísimo desde muerte se hacen transparentes y revelan el acto de amor
el tabernáculo a una capilla lateral, que representa la so­ que llega hasta el extremo, un amor infinito, que es el
242 243
único lavatorio verdadero del hombre, el único lavatorio perdona nuestras deudas. Todos los días, cuando reza­
capaz de prepararle para la comunión con Dios, es de­ mos el Padrenuestro, el Señor se inclina hacia nosotros,
cir, capaz de hacerle libre. El contenido del relato del la­ toma una toalla y nos lava los pies.
vatorio de los pies puede, por tanto, resumirse del modo El camino pascual, p. 118
siguiente: compenetrarse, incluso por el camino del su­
frimiento, con el acto divino-humano del amor, que por 62. 9 Así interpreta san Agustín su propia situación. Des­
su misma esencia es purificación, es decir, liberación del pués de la conversión quiso fundar un monasterio, aban­
hombre. donar definitivamente el mundo y vivir con sus amigos
El camino pascual, pp. 114-115 dedicado por entero a la verdad, a la contemplación.
Pero en 391, cuando fue ordenado sacerdote en contra
59. 9 Judas representa al hombre que no quiere ser ama­ de sus deseos, el Señor vino a desbaratar este reposo, lla­
do, al hombre que piensa sólo en poseer, que vive única­ mó a su puerta y desde entonces no había día que no lla­
mente para las cosas materiales. Por esta razón, san Pa­ mara; no le dejaba en paz: «¡Ábreme y predica mi Nom­
blo dice que la avaricia es idolatría (Col. 3, 5), y Jesús nos bre!» Agustín llegaría a comprender que esta llamada a
enseña que no es posible servir a dos señores. El servicio diario era realmente la voz de Jesús, que Jesús le impul­
de Dios y el de las riquezas se excluyen entre sí; el came­ saba a ponerse en contacto con las miserias de la gente
llo no pasa por el hondón de la aguja (Me. 10, 25). (por aquel tiempo, el Santo Obispo hacía también las
El camino pascual, p. 115 funciones de khadi, de juez civil) y que, por paradójico
que esto pudiera resultar, era precisamente así como ca­
60. 9 Aceptar el lavatorio de los pies significa tom ar par­ minaba hacia Jesús, como se acercaba al Señor. «¡Abre­
te en la acción del Señor, compartirla nosotros mismos, me y predica mi nombre!» Ante la generosa respuesta de
dejarnos identificar con este acto. Aceptar esta tarea san Agustín sobra todo comentario: «Y he aquí que me
quiere decir: continuar el lavatorio, lavar con Cristo los levanto y abro. ¡Oh Cristo, lava nuestros pies: perdona
pies sucios del mundo. Jesús dice: «Si yo, pues, os he la­ nuestras deudas, porque nuestro amor no se ha extingui­
vado los pies, siendo vuestro Señor y Maestro, también do, porque también nosotros perdonamos a nuestros
habéis de lavaros vosotros los pies unos a otros» (Jn. 13, deudores! Cuando te escuchamos, exultan contigo en el
14). Estas palabras no son una simple aplicación moral cielo los huesos humillados. Pero cuando te predicamos,
del hecho dogmático, sino que pertenecen al centro cris- pisamos la tierra para abrirte paso; y, por ello, nos con­
tológico mismo. El amor se recibe únicamente amando. turbamos si somos reprendidos, y si alabados, nos hin­
El camino pascual, p. 116 chamos de orgullo. Lava nuestros pies, que ya han sido
purificados, pero que se han ensuciado al pisar los cami­
61. 9 [...] el Señor está en presencia de Dios y, en virtud nos de la tierra para abrirte la puerta.»
de su intercesión, nos lava los pies día tras día en el mo­ El camino pascual, pp. 119-120
mento en que nuestros labios pronuncian la oración:
244 245
65. 9 Y entonces ocurre algo notable. Cuando los discí­
pulos regresan, Jesús ya no necesita sus peces. Ha pre­
¡Resurrección! parado el desayuno y ahora es él quien invita a los discí­
pulos; es el anfitrión que les da de comer. Se trata de un
63. 9 [...] el misterio de la resurrección de Cristo nos ele­ agasajo misterioso, aunque no de difícil interpretación.
va por encima de la muerte. Lógicamente, por nuestra El pan es él mismo: «Yo soy el pan de vida.» Él es el gra­
condición de seres humanos vivimos siempre en este no de trigo que ha muerto, que ahora produce el ciento
mundo sometidos a las leyes naturales. En la naturaleza por uno y que basta para proporcionar alimento hasta el
rigen la muerte y la vida. Pero en Cristo vemos que la per­ fin de los tiempos. Su cruz, en la que se entregó perso­
sona es algo definitivo. No es sólo un elemento en el gran nalmente, es la milagrosa multiplicación de los panes, la
proceso del nacimiento y de la muerte, sino que es y se­ superación divina de la tentación satánica de capturar a
guirá siendo un objetivo propio de la creación. En este los hombres con pan y sensacionalismos. Sólo el amor
sentido, el ser humano ha sido arrancado del simple re­ puede llevar a cabo una verdadera multiplicación de pa­
molino del eterno perecer y nacer e introducido en la es­ nes. Los bienes materiales, lo cuantitativo, disminuye a
tabilidad del amor creador de Dios. medida que se reparte. El amor, en cambio, aumenta a me­
Dios y el mundo, p. 92 dida que se va dando.
Servidor de vuestra alegría, pp. 54-55
64. 9 Sea el primero el encuentro con Jesús tras una no­
che de fatiga en vano. Él está en la orilla. Ha cruzado ya 66. 9 Cuando Jesús hace la petición a sus discípulos, és­
las aguas del tiempo y de la muerte. Ahora se halla en la tos todavía no le habían reconocido. Debían, pues, dar
orilla de la eternidad, pero justamente desde allí con­ de comer a un hambriento desconocido, a un hombre a
templa a los suyos, está con ellos. Pide a los discípulos quien no conocían. Y sólo cuando aprenden a dar así,
algo de comer. madura en ellos el amor que los capacita para recibir el
Esto forma parte del ministerio de Jesús, el Resucita­ alimento nuevo, el pan enteramente indiferente, ese pan
do, forma parte de la humildad de Dios: pide la colabora­ en que se convierte Dios para nosotros en Cristo. La di­
ción de los hombres, pide que se comprometan. Necesita mensión social no le adviene a la Eucaristía desde fuera,
su asentimiento. El Señor nos pide que emprendamos sino que es el espacio fuera del cual la Eucaristía ni si­
el viaje con él. Nos ruega que seamos pescadores para él. quiera se puede formar.
Nos suplica que confiemos en él y que actuemos de acuer­ Servidor de vuestra alegría, pp. 56-57
do con las enseñanzas de su palabra. Nos incita a que de­
mos a esta palabra más importancia que a nuestras expe­ 67. 9 Así suena el genuino mensaje de este día: Dios ha
riencias y conocimientos. Nos pide que actuemos y respondido. Dios es realmente Dios. Dios tiene poder so­
vivamos según su palabra. bre el mundo, poder sobre nuestra vida y poder más allá
Servidor de vuestra alegría, p. 54 de nuestra muerte. Dios es Dios. Tiene poder y su poder
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es bondad que otorga vida, y no sólo como simple teoría, es algo hermoso y adecuado que la risa se haya transfor­
sino que lo llevaban ardientemente grabado en su alma mado en un símbolo litúrgico? ¿Y no nos hace felices,
como percepción viviente; por eso estaban llenos de ale­ cuando en las iglesias barrocas escuchamos la risa que
gría. anuncia la libertad de los redimidos a partir de los juegos
Servidor de vuestra alegría, p. 66 de los angelotes y de los ornamentos?
Miremos al traspasado, pp. 152-153
68. 9 Hay un desconocido en la orilla. Aquel discípulo a
quien Jesús amaba lo reconoce: «Es el Señor.» Pedro se
levanta de un salto, se ciñe la túnica y se echa al agua,
para ir así más rápidamente a su encuentro. El primer
presupuesto es, pues, que quien quiera ser testigo de Je­
sucristo tiene que haberlo visto personalmente, tiene
que conocerlo y reconocerlo. Y ¿cómo ocurre esto? Ocu­
rre, nos dice el Evangelio, porque el amor lo reconoce.
Jesús está en la orilla; al principio no lo reconocemos,
pero le oímos a través de la voz de la Iglesia. Es él. Ahora
nos toca ponernos en pie, ir a buscarlo, acercamos a él.
En la escucha de la Escritura, en el trato y frecuencia de
los sacramentos, en el encuentro con él en la oración per­
sonal, en el encuentro con aquellos cuya vida está hen­
chida de amor a Jesús, en las diferentes experiencias de
nuestra vida y de múltiples maneras nos encontramos
con él, él nos busca y así aprendemos a conocerlo.
Servidor de vuestra alegría, p. 67
69. 9 Todas las palabras del Resucitado portan esa ale­
gría, portan la risa de la redención: si vosotros vierais lo
que yo he visto y lo que veo, si vosotros lograrais tener
una vez una mirada de la totalidad, entonces reiríais (cf.
Jn 16,20). En el barroco, era parte de la liturgia el rísus
paschalis, la risa pascual. La prédica de Pascua debía
contener una historia que moviera a la risa, para que la
Iglesia retumbara de alegría. Ésta puede ser una forma
de alegría cristiana algo superficial y exterior. Pero ¿no
248 249
CAPÍTULO 10
LA IGLESIA DE CRISTO

Esta nave nuestra que no es nuestra


1. 10 Yo diría que si no existiera esta nave, habría que
inventarla. Responde tanto a las actuales necesidades
del hombre, está tan anclada en el ser del hombre —en
lo que el hombre es, quiere y debe ser—, que yo creo que
la mejor garantía de que la Iglesia nunca perderá su
fuerza esencial, y la mejor garantía de que esta nave
no puede hundirse con facilidad es, precisamente, el
hombre.
La sal de la Tierra, p. 19
2. 10 [—Seguramente nunca se le habrá pasado por la ca­
beza abandonar la Iglesia. ¿No existe nada en ella que le
moleste e incluso le irrite?]
En efecto, jamás se me ocurriría abandonar la Iglesia,
pues, a decir verdad, es mi patria más íntima. Estoy tan
fundido en ella desde que nací que en cierto modo me
partiría en dos, incluso me destruiría.
Pero, como es natural, en conjunto siempre hay cues­
tiones que le irritan a uno. Empieza en la iglesia local y
puede llegar hasta el ámbito del gobierno global de la
Iglesia, en el que trabajo ahora. Siempre hay personas y
251
cosas molestas. Pero uno tampoco se separa de su fami­ dos mil años. Porque es el mismo Dios el origen de la ju­
lia por mucho que se enfade; y menos cuando el amor ventud y de la vida. Y si la fe es un don que nos viene de
que te une con los demás es más fuerte; cuando es la Él —el agua fresca que nos viene donada siem pre—
fuerza original que sustenta tu vida. aquella que nos permite vivir y de la que después noso­
Lo mismo sucede con la Iglesia. También en este caso tros podemos tomar como fuerza vivificadora por los ca­
sé que no estoy aquí por éste o aquél, sé que ha habido minos del mundo, quiere decir entonces que la Iglesia
desaciertos históricos, que pueden existir contrarieda­ tiene la fuerza de rejuvenecer. Uno de los Padres de la
des fácticas. Pero también sé que todas esas cosas no Iglesia, observándola, había considerado que, con el
anulan la autenticidad de la Iglesia. Por la sencilla razón paso de los años, sorprendentemente la Iglesia no enve­
de que procede de un lugar completamente distinto, y, en jecía sino que cada vez se volvía más joven, porque siem­
consecuencia, siempre se impondrá de nuevo. pre va al encuentro del Señor, cada vez va más al en­
Dios y el mundo, p. 58 cuentro de aquella fuente de la cual brota la juventud, la
novedad, el restauro, la fuerza fresca de la vida.
3.10 No se trata, pues, de hacer todo lo posible en la Igle­ Radio Vaticana, 15 de agosto de 2005
sia, sino de hacer desaparecer lo nuestro, dentro de lo
que cabe, para que aparezca su Iglesia, la Iglesia misma. 6. 10 [...] los astronautas descubren la luna únicamente
Y esto acontece en la medida en que nosotros «creemos». como una estepa rocosa y desértica, como montañas y
No es el hacer, sino el creer, lo que renueva a la Iglesia y arena, no como luz. Y efectivamente la luna es en sí y por
nos renueva a nosotros. sí misma sólo desierto, arena y rocas. Sin embargo, aun­
Conversión, penitencia y renovación, p. 175 que no por ella —por otro y en función de otro— es tam ­
bién luz [...]. La verdad física y la simbólico-poética [...]
4. 10 A mí siempre me impresionan las palabras de san no se excluyen mutuamente. [...] ¿no es ésta una imagen
Pablo en su discurso de despedida a los sacerdotes de exacta de la Iglesia?
Efeso (él ya sabía que en Jerusalén le esperaba la cárcel). ¿Por qué soy todavía cristiano? , pp. 100-101
«Os he anunciado —declaró—, toda la voluntad de Dios. 7. 10 Quien la explora y la excava con la sonda, como la
No os he escatimado nada, ni he procurado hacéroslo luna, descubrirá solamente desierto, arena y piedras, las
más cómodo. Tampoco he intentado daros mi propia debilidades del hombre y su historia [...]. Todo esto es
fórmula, sino que os he anunciado la voluntad de Dios.» suyo, pero no se representa aún su realidad específica. El
De hecho, para eso está la Iglesia. hecho decisivo es que ella [...] es también luz en virtud de
Dios y el mundo, p. 58 otro, del Señor: lo que no es suyo es verdaderamente
suyo, su realidad más profunda; más aún, su naturaleza
5. 10 No se trata de un alimento cocinado, calentado y es precisamente la de no valer por sí misma sino sólo por
recalentado, que se nos vuelve a proponer desde hace lo que en ella no es suyo; existe en una expropiación con­
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tinua; tiene una luz que no es suya y sin embargo consti­ falta de fe, de esperanza y de amor de Dios y a su imagen
tuye toda su esencia [...]. reflejada en el hombre. Y dado que no se atreve ya a lo
¿Por qué soy todavía cristiano?, pp. 100-101 auténtico y grande, tiene necesidad de preocuparse con
las cosas penúltimas. Y sin embargo ese sentimiento de
8. 10 En lugar de su Iglesia [de Dios] hemos colocado la «demasiado poco» permanece en crecimiento continuo.
nuestra, y con ella miles de iglesias; cada uno la suya. Las Mirar a Cristo, p. 80
iglesias se han convertido en empresas nuestras, de las
que nos enorgullecemos o nos avergonzamos [...], que 11. 10 La Iglesia no nace como una federación simple de
nosotros conservamos o trasformamos a placer. [...] ha comunidades, nace del pan único, del único Señor y pro­
desaparecido «su Iglesia». Pero ésta es la única que real­ cede sobre todo de él y es universalmente la Iglesia úni­
mente interesa; [...] Si fuese solamente nuestra, la Iglesia ca, el cuerpo que deriva del pan único. Ella es una, no en
sería un castillo en la arena. virtud de un gobierno centralizado, sino que es posible
¿Por qué soy todavía cristiano?, pp. 100-101 como un centro común a todos, porque constantemente
deriva del único Señor, quien con un pan la forma como
9.10 No se mira ya a la Iglesia como una realidad de fe, un cuerpo. A causa de esto, su unidad llega a ser más pro­
sino como una organización de creyentes, puramente funda que lo que cualquier otra unión humana podría
casual y poco accesible, que hay que remodelar lo antes lograr.
posible según los más modernos criterios de la sociolo­ Caminos de Jesucristo, p. 113
gía. «La confianza es buena; el control, mejor», tal es el
eslogan que después de tantas desilusiones se prefiere 12. 10 El Espíritu Santo, el amor divino, comprende y
adoptar en relación con la estructura eclesiástica. El hace comprender las lenguas, crea unidad en la diversi­
principio sacramental no resulta ya suficientemente cla­ dad. Y así la Iglesia, ya en su primer día, habla en todas
ro; sólo el control democrático aparece como digno de las lenguas, es católica desde el principio. Existe el puen­
fe: en definitiva, el Espíritu Santo es totalmente inafe- te entre cielo y tierra. Este puente es la cruz; el amor del
rrable. Señor lo ha construido. La construcción de este puente
¿Porquésoy todavía cristiano?, p. 95 rebasa las posibilidades de la técnica; la voluntad babiló­
nica tenía y tiene que naufragar. Únicamente el amor en­
10. 10 Una Iglesia que no tuviese la valentía de eviden­ carnado de Dios podía levantar aquel puente. Allí donde
ciar el valor, incluso públicamente, de su visión del hom­ el cielo se abre y los ángeles de Dios suben y bajan (Jn. 1,
bre, habría dejado de ser sal de la tierra, luz del mundo, 51), también los hombres comienzan a comprenderse.
ciudad sobre el monte. Y también la Iglesia puede caer El camino pascual, p. 152
en la tristeza metafísica, en la acidia; un exceso de activi­
dad exterior puede ser el intento lamentable de colmar 13. 10 Así Guillermo de Auvergne distingue la comunión
la íntima miseria y la pereza del corazón, que siguen a la exterior de la interior, que se relacionan entre sí como el
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signo y la realidad. Este teólogo explica cómo la Iglesia 17. 10 [Guardini escribió: «Quien viva con la iglesia senti­
nunca pretende privar a nadie de la comunión interior. rá al principio un cierto enfado, impaciente de que ella lo
Cuando la Iglesia aplica la espada de la excomunión, lo sitúe una y otra vez en oposición a lo que quieren los de­
hace con la única intención de sanar la comunión espiri­ más. Pero cuando se le cae la venda de los ojos, se da cuen­
tual con esta medicina. Guillermo añade un pensamien­ ta de cómo la Iglesia libera a los que viven con ella.»]
to muy consolador y estimulante: sabe que la excomu­ En Guardini, personalmente, esto procede de la expe­
nión es para muchos cristianos una carga tan pesada y riencia de haberse quitado la venda de los ojos y de com­
terrible como el martirio; y no tiene reparo en afirmar probar de repente: «Pero si esto es completamente dis­
que el excomulgado saca mayor provecho de la virtud de tinto.» Esto no es dependencia infantil, eso es valentía y
la paciencia y de la humildad que el que podría lograr libertad para oponerse a las opiniones imperantes.
por medio de la comunión exterior. Dios y el mundo, p. 340
El camino pascual, p. 165
18. 10 [—¿No podría suceder también que alguna vez
14. 10 [...] permanezco en la Iglesia porque creo que hoy, haya que decir: «Sí, el tiempo de la Iglesia ya ha pasado?»
como ayer, e independientemente de nosotros, detrás de Y quién sabe, ¿por qué no iba a ser posible que Dios aban­
«nuestra Iglesia» vive «su Iglesia», y que no puedo estar done a su Iglesia, que se canse de ella y se retire, al menos
cerca de él si no es permaneciendo en su Iglesia. Perma­ temporalmente ?]
nezco en la Iglesia porque, a pesar de todo, creo que no El cansancio de la Iglesia existe, y sin duda también el
es en el fondo nuestra sino «suya» [...]. fenómeno de «cambiar el candelero de sitio». Recorde­
¿Porquésoy todavía cristiano?, p. 103 mos el siglo xi. La iglesia casi se durmió, estuvo a punto
de desaparecer. Situaciones similares podrían repetirse
15. 10 [...] es la Iglesia la que, no obstante todas las debi­ siempre. Entonces el Espíritu Santo nos avergüenza en­
lidades humanas existentes en ella, nos da a Jesucristo; viando de repente la necesaria renovación de un sitio
solamente por medio de ella puedo yo recibirlo como completamente distinto. Las fuerzas renovadoras de su
una realidad viva y poderosa, que me interpela aquí y tiempo surgieron entonces en Teresa de Ávila, en Juan de
ahora [...]. la Cruz, en Ignacio de Loyola, en Felipe Neri y en algunos
¿Porquésoy todavía cristiano?, p. 103 otros. Su nuevo impulso sorprendió y asustó primero a
la institución, pero, en última instancia, se reveló como
16. 10 Por medio de la Iglesia él, superando las distan­ el punto de partida de la auténtica renovación.
cias de la historia, se manifiesta vivo, nos habla y perma­ Dios y el mundo, p. 342
nece en medio de nosotros como Maestro y Señor, como
hermano que nos reúne en fraternidad. 19. 10 [...] quisiera contar un breve episodio [...]. Cuan­
¿Por qué soy todavía cristiano? , p. 104 do se estaba muy próximo a la definición dogmática de
la asunción en cuerpo y alma de María al cielo, se solici­
256 257
taron las opiniones de todas las facultades de teología debería volver la espalda a la Iglesia católica?» Sohngen,
del mundo. La respuesta de nuestros profesores fue de­ después de un momento de reflexión, respondió: «Si el
cididamente negativa. En este juicio se hacía sentir la dogma fuera proclamado, recordaré que la Iglesia es
unilateralidad de un pensamiento que tenía un presu­ más sabia que yo, y que debo fiarme más de ella que de
puesto no sólo y no tanto histórico, cuanto historicista. mi erudición.» Creo que esta escena dice todo sobre el
La tradición venía de hecho identificada con aquello que espíritu con que en Munich se hacía teología, en forma
era documentable en los textos. El patrólogo Altañer, pro­ crítica pero creyente.
fesor en Würzburg (pero a su vez procedente de Breslau) Mi vida, recuerdos (1927-1977), pp. 70-71
había demostrado con criterios científicamente irrebati­
bles que la doctrina de la asunción en cuerpo y alma de
María al cielo era desconocida antes del siglo v: por tan­ El sacerdote
to, no podía formar parte de la «tradición apostólica», y
ésta fue la conclusión compartida por los profesores de 20. 10 [En mi ordenación sacerdotal] éramos más de cua­
Munich. El argumento es indiscutible, si se entiende la renta candidatos; cuando fuimos llamados respondía­
tradición en sentido estricto como la transmisión de con­ mos «Adsum »: «Aquí estoy.» Era un espléndido día de ve­
tenidos y textos ya fijados. Era la posición que sostenían rano que permanece inolvidable como el momento más
nuestros docentes. Pero si se entiende tradición como el im portante de mi vida. No se debe ser supersticioso,
proceso vital, con la que el Espíritu Santo nos introduce pero en el momento en que el anciano arzobispo impuso
en la verdad toda entera y nos enseña a comprender sus manos sobre las mías, un pajarillo —tal vez una alon­
aquello que al principio no alcanzamos a percibir (cfr. dra— se elevó del altar mayor de la catedral y entonó un
Jn. 16, 12s), entonces el «recordar» posterior (cfr. Jn. 16, breve canto gozoso; para mí fue como si una voz de lo
4) puede descubrir aquello que al principio no era visible alto me dijese: «Va bien así, estás en el camino justo.»
y, sin embargo, ya estaba dado en la palabra original. Mi vida, recuerdos (1927-1977), p. 75
Pero semejante perspectiva estaba entonces totalmente
ausente en el pensamiento teológico alemán. En el ám­ 21.10 Estábamos invitados a llevar a todas las casas la
bito del diálogo ecuménico, en cuyo vértice estaban el ar­ bendición de la primera misa y fuimos acogidos en todas
zobispo Jáger de Paderbom y el obispo luterano Stáhlin partes —también entre personas completamente desco­
(de este círculo, sobre todo, nació después el Consejo nocidas— con una cordialidad que en aquel momento no
para la Unidad de los Cristianos), se pronunció Gottlieb me podría haber imaginado. Experimenté así cuán gran­
Sóhngen apasionadam ente contra la posibilidad del des esperanzas ponían los hombres en sus relaciones con
dogma alrededor del año 1949. En tal circunstancia, el sacerdote, cuánto esperaban su bendición, que viene
Eduard Schlink, profesor de teología sistemática en Hei- de la fuerza del sacramento. No se trataba de mi persona
delberg, le preguntó de un modo muy directo: «¿Qué ni la de mi hermano: ¿qué podrían significar, por sí mis­
hará usted si el dogma es finalmente proclamado? ¿No mos, dos hermanos, como nosotros, para tanta gente que
258 259
encontrábamos? Veían en nosotros unas personas a las 24. 10 Conocer la aventura de la cercanía de la palabra
que Cristo había confiado una tarea para llevar su pre­ de Dios en toda su belleza excitante, y embarcarse en ella
sencia entre los hombres; así, justamente porque no éra­ con todas sus fuerzas, pertenece a la esencia de la voca­
mos nosotros quienes estábamos en el centro, nacían tan ción sacerdotal. Por eso, ningún esfuerzo puede parecer-
rápidamente relaciones amistosas. nos excesivo para el conocimiento de la palabra de Dios.
Mi vida, recuerdos (1927-1977), pp. 75-76 [...] El que ama, quiere conocer; desea saber más y más
sobre la persona que ama. Así, el afán de conocer es una
22. 10 Como sacerdote, yo no puedo ofrecer mis ideas tendencia interna del amor.
privadas; soy enviado de otro, y es lo que da relevancia a Conversión, penitencia y renovación, p. 197
mi mensaje: «Somos embajadores de Cristo, como si
Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de 25. 10 Hay una cosa clara: la Eucaristía diaria debe ser el
Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!» (2 Cor. 5, núcleo de la preparación sacerdotal. La capilla debe
20). Esta sentencia de Pablo es la definición exacta de la constituir el centro del seminario, y la cercanía euca-
forma básica y la misión fundamental del sacerdote en la rística debe continuar y profundizarse en la adoración
Iglesia de la nueva alianza. Tengo que proclamar la pala­ personal ante el Señor presente. El sacramento de la pe­
bra de otro y esto significa que debo conocerla, enten­ nitencia debe ser siempre la brasa encendida de la puri­
derla y apropiármela. ficación que menciona el profeta Isaías en el relato de
Conversión, penitencia y renovación, pp. 195-196 su vocación (6, 6); debe ser la fuerza de reconciliación
que nos alivie de todas las tensiones y, guiados por el Se­
23. 10 Pero este anuncio requiere algo más que la actitud ñor, nos lleve a la unión.
de un mensajero telegráfico que transmite fielmente las Conversión, penitencia y renovación, p. 202
palabras ajenas sin que re-afecten para nada. Debo
transm itir la palabra del Otro en primera persona, per­ 26. 10 No basta con comprender el celibato sacerdotal
sonalmente, y ajustarme a ella de forma que sea palabra en términos meramente funcionales. En realidad, repre­
mía. Porque este mensajero no es un telegrafista, sino un senta una especial configuración con el estilo de vida del
testigo. Lo normal es que el ser humano se forme una propio Cristo. Dicha opción es ante todo esponsal; es una
idea y luego busque la palabra adecuada; pero aquí suce­ identificación con el corazón de Cristo Esposo que da la
de a la inversa: la palabra le precede. Él se pone a dispo­ vida por su Esposa.
sición de la palabra y se transfiere a ella. En este proceso Sacramentum Caritatis, n.° 24
de conocimiento, de comprensión y reflexión, de adapta­
ción a esta palabra, consiste la esencia de la formación 27. 10 La liturgia entraña el silencio y la celebración fes­
sacerdotal. tiva. De mis años de seminario, los momentos de la misa
Conversión, penitencia y renovación, p. 196 matinal con su frescor y pureza incontaminados, junto
con las grandes celebraciones llenas de esplendor festi­
260 261
vo, son los más bellos recuerdos que guardo. La liturgia decir misa era necesario aprender latín, algo nada senci­
es bella precisamente porque nosotros no somos sus llo. En realidad, cabe afirmar efectivamente que, a fin de
agentes, sino que participamos en lo que es más grande, cuentas, la preparación para el sacerdocio consiste en
nos envuelve e incorpora. Voy a referirme de nuevo al ca­ aprender a celebrar la Eucaristía. Pero cabe afirm ar
non de la misa romana: el «communicantes» menciona también, a la inversa, que la Eucaristía existe para ense­
los nombres de veinticuatro santos en correspondencia ñam os a vivir. La escuela de la Eucaristía es la escuela de
tácita con los veinticuatro ancianos que, según el cuadro la vida justa; nos conduce a la enseñanza del que pudo
del Apocalipsis, rodean el trono de Dios en la liturgia del decir con exclusividad: yo soy el camino, la verdad y la
cielo. Toda liturgia es liturgia cósmica, un salir de nues­ vida (Jn. 14, 6). El tremendo ministerio de la Eucaristía
tras humildes agrupaciones hacia la gran comunidad consiste en que el sacerdote puede hablar con el yo de
que abraza cielo y tierra. Esto le confiere la amplitud, la Cristo. Hacerse sacerdote y serlo sigue siendo un acerca­
gran dimensión; esto hace de cada liturgia una fiesta; en­ miento a esta identificación. Nunca acabaremos de al­
riquece nuestro silencio y nos invita a buscar esa obe­ canzarla, pero si la buscamos, estamos en el buen cami­
diencia creativa que nos capacita para sumarnos al coro no: el camino que lleva a Dios y al hombre, el camino del
de la eternidad. amor. Con esta vara hay que medir siempre la prepara­
Conversión, penitencia y renovación, p. 203 ción para el sacerdocio.
Conversión, penitencia y renovación, p. 204
28. 10 La liturgia es el contacto con la belleza misma,
con el amor eterno. De ella ha de irradiar la alegría a la 30. 10 [...] por medio del sacramento entramos en cierta
casa, en ella puede superarse y transformarse la carga forma en comunión con la sangre de Jesucristo, donde la
del día. Cuando la liturgia es el centro de la vida, nos ha­ sangre, de acuerdo a la concepción hebrea, representa
llamos en el ámbito de la exhortación paulina: «Estad «la vida». En consecuencia, lo que se afirma aquí es una
siempre alegres; os lo repito, estad alegres. El Señor está compenetración de la vida de Cristo con la nuestra. La
cerca» (Flp. 4, 4). Desde el punto céntrico que es la litur­ «sangre», en el contexto de la Eucaristía, está también
gia, sólo desde él, se comprende que Pablo defina al como un «don», como una existencia que en cierto modo
apóstol, al sacerdote de la nueva alianza, como «coope­ se vacía, ofrecida por nosotros y a nosotros. Por eso, la
rador en vuestra alegría» (2 Cor 1, 24). comunión en la sangre es también inserción en la diná­
Conversión, penitencia y renovación, p. 203 mica de esta vida, de esta «sangre derramada», y por eso
mismo es dinamización de nuestra existencia, por la
29. 10 En la época de mi juventud topábamos aún oca­ cual ésta misma debe convertirse en un ser para los de­
sionalmente, en el mundo rural, con la creencia de que la más, como evidentemente lo percibimos frente a noso­
preparación para el sacerdocio consistía sobre todo en tros en el corazón abierto de Cristo.
aprender a decir misa. Uno se extrañaba de que esta Caminos de Jesucristo, p. 111
creencia perdurase tanto tiempo, aun sabiendo que para
262 263
31. 10 Lo más hermoso y excelso del servicio sacerdotal 33. 10 Sorprende, en primer lugar, el hecho de que Jesús
es poder ser servidor de este santo banquete, poder rechace al que se le acercó primero y le dijo que quería se­
transformar y distribuir este pan de la unidad. También guirle [...] El sacerdocio exige siempre que renunciemos
para el sacerdote tiene este pan una doble significación. a nuestra propia voluntad, a la idea de la simple auto-re-
También él deberá recordar en primer término la cruz: al lación, a lo que podríamos hacer o querríamos tener y
final, también él deberá ser grano de trigo de Dios ; no nos entreguemos a otra voluntad para dejamos guiar por
puede contentarse tan sólo con dar palabras y acciones ella, llevar incluso a donde no queremos. Si no existe, si
exteriores, debe dar la sangre de sus venas, debe darse a no está presente esa voluntad básica de entrega a otra vo­
sí mismo. Su destino está unido a Dios. luntad, de identificarse con ella, de dejarse guiar a donde
Servidor de vuestra alegría, pp. 22-23 no habíamos calculado, no se está caminando por la
auténtica senda sacerdotal y la ruta emprendida sólo po­
32. 10 No sin vergüenza experimenta el sacerdote cómo drá conducir a la perdición. El sacerdocio se apoya en el
en virtud de su palabra, pobre y débil, pueden sonreír los valor de aceptar la voluntad de otro, de responder a la lla­
hombres en el último instante de su vida; cómo por me­ mada de otro y, a una con ello, en obtener paso a paso y
dio de ella encuentran los hombres el sentido en el océa­ cada vez más la gran certeza de que, entregados a esta vo­
no de la insensatez, el sentido a partir del cual pueden vi­ luntad, no somos destruidos, no somos aniquilados, sino
vir; y advierte y siente, con agradecimiento, cómo por que, a dondequiera se nos conduzca y fueran cuales fue­
medio de su servicio descubren los hombres la gloria de ren las mudanzas que nos sobrevengan, estamos llegando
Dios. Experimenta cómo, por su medio, por medio de su realmente a la verdad de nuestro propio ser.
debilidad, hace grandes cosas, y le inunda la alegría por­ Servidor de vuestra alegría, pp. 33-34
que Dios le ha mostrado a él, el más pequeño, tanta mise­
ricordia. Y al experimentarlo, adquiere conciencia de que 34. 10 Como lema espiritual escogí dos palabras de la ter­
el alegre banquete nupcial de Dios, su cosecha centupli­ cera epístola de Juan: «colaborador de la verdad», ante
cada, no es sólo futuro y promesa, sino que ha comenza­ todo porque me pareció que podían representar bien la
do ya entre nosotros en este pan que él puede transformar continuidad entre la tarea anterior y el nuevo cargo; por­
y distribuir. Y sabe que poder ser sacerdote es la mayor que, con todas las diferencias que se quieran, se trataba y
exigencia y, al mismo tiempo, el máximo don. se trata siempre de lo mismo: seguir la verdad, ponerse a
Podemos así comprender perfectamente por qué la su servicio. Y desde el momento en que en el mundo de
Iglesia hace recitar al sacerdote, después de la sagrada hoy el argumento «verdad» ha casi desaparecido porque
Comunión, la oración que repite cada día, en las horas parece demasiado grande para el hombre y, sin embargo,
canónicas, con el salmista de la antigua alianza «llegaré si no existe la verdad todo se hunde, este lema episcopal
al altar de Dios, al Dios que alegra mi juventud» (Sal. 42,4, me pareció que era el que estaba más en línea con nuestro
según el texto griego). tiempo, el más moderno, en el sentido bueno del término.
Servidor de vuestra alegría, p. 24 Mi vida, recuerdos (1927-1977), p. 130
264 265
con gran alegría y agradecimiento. En el tiempo de Ad­
La divina liturgia viento, por la mañana temprano, se celebraban con gran
solemnidad las misas Rorate en la iglesia aún a oscuras,
35. 10 Voy a glosar [...] un bello aforismo de Mahatma sólo iluminada por la luz de las velas. La espera gozosa
Gandhi que hace poco he leído en un almanaque. Gan- de la Navidad daba a aquellos días melancólicos un sello
dhi señala los tres espacios vitales del cosmos, cada uno muy especial. Cada año, nuestro Nacimiento aumentaba
de ellos con su propio modo de ser. En el m ar viven los con alguna figura y era siempre motivo de gran alegría ir
peces y callan, los animales de la tierra gritan; pero las con mi padre al bosque a coger musgo, enebro y ramitas
aves, cuyo espacio vital es el cielo, cantan. Lo propio del de abeto. Los jueves de Cuaresma se organizaban unos
m ar es el silencio; lo propio de la tierra es el grito; lo pro­ momentos de adoración llamados del «Huerto de los oli­
pio del cielo es el canto. Pero el hombre participa en las vos», con una seriedad y una fe que siempre me conmo­
tres cosas: lleva en sí la profundidad del mar, la carga de vían profundam ente. Particularm ente im presionante
la tierra y la altura del cielo, y por eso le pertenecen las era la celebración de la resurrección, la noche del Sába­
tres propiedades: el callar, el gritar y el cantar. Hoy —po­ do Santo. Durante toda la Semana Santa las ventanas de
dríamos añadir— vemos cómo al hombre, después de la iglesia se cubrían con cortinas negras, de modo que el
perder la trascendencia, le resta sólo el grito, porque sólo ambiente, aun a pleno día, resultaba inmerso en una os­
quiere ser tierra e intenta convertir el cielo y la profundi­ curidad densa de misterio. Pero apenas el párroco canta­
dad del m ar en tierra suya. La liturgia rectamente enten­ ba el versículo que anunciaba «¡Cristo ha resucitado!»,
dida, la liturgia de la comunión de los santos, devuelve la se abrían de repente las cortinas de las ventanas y una
integridad al hombre. Le invita de nuevo a callar y a can­ luz radiante irrumpía en todo el espacio de la iglesia: era
tar abriéndole la profundidad del mar y enseñándole a la más impresionante representación de la resurrección
volar, que es el ser del ángel; elevando los corazones, de Cristo que yo consigo imaginarme. El movimiento li­
hace sonar de nuevo en ellos el canto olvidado. Y pode­ túrgico que había llegado entonces a su punto más alto
mos afirmar, a la inversa, que la liturgia bien entendida había alcanzado a nuestro pueblo.
nos libra del histrionismo general y nos devuelve la pro­ Mi vida, recuerdos (1927-1977), p. 32
fundidad y la altura, el silencio y el canto. La liturgia
bien entendida se conoce en que es cósmica, no grupal. 37. 10 [—De joven... ¿qué le atrajo de la fe?]
Canta con los ángeles. Calla con la profundidad expec­ Siempre sentí un interés especial por la liturgia.
tante del universo. Y redime así a la tierra. Cuando estaba en la segunda clase, mis padres me rega­
La imagen del mundo y del hombre en la liturgia..., laron el primer misal. Eso fue para mí como una gran
p. 148 aventura: adentrarme en aquel misterioso mundo del la­
tín y averiguar qué estaba pasando, qué estaban dicien­
36. 10 El año litúrgico daba al tiempo su ritmo y yo lo do, qué significado tenía todo aquello. Y así fue como, a
percibí ya de niño, es más, precisamente por ser niño, partir de un misalito infantil, llegué al misal completo.
266 267
Pero fue paso a paso, como un emocionante viaje de ex­ ción del «ya» en el «todavía no», como expuso Juan en
ploración. el relato de las bodas de Canaán: la hora del Señor no
La sal de la Tierra, p. 25 ha llegado aún; no está cumplido todo lo que ha de su­
ceder; pero ante el ruego de María, de la Iglesia, brin­
38.10 Era una aventura fascinante entrar poco a poco en da ya el nuevo vino, ofrece por anticipado el don de su
el misterioso mundo de la liturgia que se desarrollaba hora.
allí, en el altar, ante nosotros y para nosotros. Cada vez se Te cantaré en presencia de los ángeles, p. 152
me hacía más claro que en ella yo encontraba una reali­
dad que no había sido inventada por nadie, que no era 40. 10 [...] la liturgia está siempre en tensión entre la
creación de una autoridad cualquiera, ni de una gran continuidad y la renovación. Esta historia genera cons­
personalidad en particular. Este misterioso entretejido tantemente nuevos presentes y debe actualizar constan­
de textos y acciones se había desarrollado en el curso de temente lo que fue pasado, para que lo esencial aparezca
los siglos a través de la fe de la Iglesia. Llevaba en sí el nuevo y vigoroso. Necesita tanto el crecimiento como la
peso de toda la historia y era, al mismo tiempo, mucho depuración, y salvaguardar en ambos su identidad, su
más que un producto de la historia humana. Cada siglo «para qué», sin perder el fundamento óptico.
había dejado sus huellas. Las introducciones [del misal] Te cantaré en presencia de los ángeles, p. 155
nos permitían ver lo que procedía de la Iglesia primitiva,
lo proveniente del medievo y lo que se originó en la épo­ 41. 10 La liturgia presupone el cielo abierto, como he­
ca moderna. No todo era lógico, muchas cosas eran com­ mos visto; sólo con esta condición hay liturgia. Si el
plejas y no era siempre fácil orientarse. Pero, precisa­ cielo no está abierto, lo que era liturgia se atrofia en un
mente por esto, el edificio era maravilloso y era como mi juego de roles, en una búsqueda irrelevante de la auto-
hogar. Naturalmente, como niño no comprendía cada confirmación comunitaria, donde no acontece nada en
uno de los detalles, pero mi camino con la liturgia era un el fondo. Lo decisivo es, por tanto, el primado de la cris-
proceso de continuo crecimiento en una gran realidad tología. La liturgia es obra de Dios o no es tal liturgia;
que superaba todas las individualidades y todas las gene­ este primado de Dios y de su acción, que nos busca a tra­
raciones, que se convertía en ocasión de asombros y de vés de signos terrenos, trae consigo la universalidad y el
descubrimientos siempre nuevos. La inagotable realidad carácter público de la liturgia, que no puede concebirse
de la liturgia católica me ha acompañado a lo largo de las desde la categoría de comunidad, sino de pueblo de Dios
etapas de mi vida; por este motivo, no puedo dejar de ha­ y cuerpo de Cristo.
blar continuamente de ella. Te cantaré en presencia de los ángeles, p. 157
Mi vida, recuerdos (1927-1977), pp. 33-34
42. 10 Lo que realmente necesitamos es una nueva edu­
39. 10 El Señor anticipa ya en su liturgia el retorno pro­ cación litúrgica. Deberíamos aprender de la Iglesia
metido: la liturgia es una parusía anticipada, la irrup­ oriental, y también de todas las religiones del mundo,
268 269
donde todos saben que la liturgia no está para descubrir podamos aceptarlo en medio de las tensiones y sufri­
nuevos textos y ritos, sino que perdura precisamente mientos.
porque no se manipulan. La juventud actual es muy sen­ La resurrección, fundamento de la vida cristiana...,
sible a esto. pp. 73-74
La sal de la Tierra, p. 188
47. 10 Es fundamental que se distribuyan los papeles co­
43. 10 La asamblea litúrgica recibe su unidad de la «co­ rrectamente y que el objeto de la liturgia no sea la Iglesia
munión del Espíritu Santo» que reúne a los hijos de Dios misma sino el Señor, al que ella recibe en la Eucaristía y
en un único cuerpo de Cristo. Esta reunión desborda las le sale al encuentro.
afinidades humanas, raciales, culturales y sociales. La resurrección, fundamento de la vida cristiana...,
Te cantaré en presencia de los ángeles, p. 157 pp. 91-92
44. 10 [...] la liturgia debe ser el opus Dei, donde Dios
mismo actúa primero y nosotros, al actuar él, somos re­ Misa
dimidos con su acción. Si esto se olvida, el grupo se cele­
bra a sí mismo y, en consecuencia, no celebra nada. Por­ 48. 10 Los ornamentos litúrgicos —el alba, la estola y la
que él no es ningún fundamento de celebración. Por eso casulla— que el sacerdote lleva durante la celebración de
la actividad general degenera en tedio. la sagrada Eucaristía quieren evidenciar, ante todo, que el
La imagen del mundo y del hombre en la liturgia..., sacerdote no está aquí como persona particular, como éste
p. 137 o aquél, sino en lugar de otro: Cristo. [...] Los ornamentos
litúrgicos nos recuerdan directamente los textos en que
45. 10 [...] la liturgia es participación en el diálogo trini­ san Pablo habla de revestirse de Cristo. [...] Los ornamen­
tario entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; sólo así tos litúrgicos recuerdan todo esto: este hacerse Cristo, y la
no es un «hacer» nuestro, sino un opus Dei: acción de nueva comunidad que ha de surgir a partir de ahí. Es para
Dios en nosotros y con nosotros. Por eso recuerda Guar- el sacerdote un desafío: entrar en la dinámica que lo saca
dini que la liturgia no consiste en hacer algo, sino en ser. fuera del enclaustramiento de su propio yo, y lo lleva a
La imagen del mundo y del hombre en la liturgia..., convertirse en una realidad nueva a partir de Cristo y con
p. 139 Cristo. Les recuerda, a su vez, a los que participan en la
celebración, el nuevo camino, que comienza con el bau­
46. 10 Debe dejar claro que se abre aquí una dimensión tismo y prosigue con la Eucaristía; camino hacia el mun­
de la existencia que todos buscamos secretamente: la do que ha de venir, y que, partiendo del sacramento, debe
presencia de lo que no se puede fabricar, la teofanía, el comunicarse y delinearse ya en nuestra vida cotidiana.
misterio y, dentro de él, el visto bueno de Dios que impe­ El espíritu de la liturgia, pp. 241-242
ra sobre el ser y es capaz de hacerlo bueno, de forma que
270 271
49. 10 [...] hay a este propósito una bella sentencia en la convierta en nuestro sacrificio, porque nosotros mismos,
exposición del Padrenuestro que hace san Cipriano: «La [...], somos transformados en el Logos y nos converti­
palabra y la actitud orante requieren una disciplina que mos, de esta manera, en el verdadero cuerpo de Cristo:
requiere la paz y la reverencia. Recordemos que estamos de eso se trata. Y esto es lo que hay que pedir en la ora­
a la vista de Dios. Debemos ser gratos a los ojos divinos ción. Esta misma oración es un camino, es cam inar
incluso en la postura del cuerpo y en la emisión de la voz. nuestra existencia hacia la Encamación y la resurrec­
La desvergüenza se expresa en el grito estridente; el res­ ción.
petuoso tiende a rezar con palabra tímida... Cuando nos El espíritu de la liturgia. Una introducción, p. 198
reunimos con los hermanos y celebramos con el sacer­
dote de Dios el sacrificio divino, no podemos azotar el 52. 10 «El que se une al Señor es un espíritu con Él.» Se
aire con voces amorfas ni lanzar a Dios con la inconti­ trata de superar, en última instancia, la diferencia entre
nencia verbal nuestras peticiones, que deben ir reco­ la actio de Cristo y la nuestra, de modo que exista única­
mendadas por la humildad, porque Dios... no necesita mente una acción, que sea, al mismo tiempo, suya y
ser despertado a gritos...» nuestra —nuestra en el sentido de que nos hemos con­
Te cantaré en presencia de los ángeles, pp. 159-160 vertido en «un cuerpo y un espíritu» con Él—. La singu­
laridad de la liturgia eucarística consiste, precisamente,
50. 10 [...] la preparación de las ofrendas se presenta, a en el hecho de que es Dios mismo el que actúa, y que no­
veces, como un momento de silencio. [...] no se concibe sotros nos sentimos atraídos hacia esa acción de Dios.
como una acción exterior necesaria, sino como un pro­ Frente a esto, todo lo demás es secundario.
ceso esencialmente interior, cuando se hace patente que El espíritu de la liturgia. Una introducción, p. 198
el verdadero don del «sacrificio conforme a la Palabra»
somos nosotros, [...] o hemos de llegar a serlo con nues­ 53. 10 [Sobre la Plegaria Eucarística.] Se sabía que lo
tra participación en el acto con el que Jesucristo se ofre­ esencial en el acontecimiento de la Última Cena no era la
ce a sí mismo al Padre [...]. De este modo, este silencio no comida del cordero y de los otros platos tradicionales,
es una simple espera hasta que se lleve a cabo un acto ex­ sino la gran oración de alabanza que ahora contenía
terior, sino que el proceso exterior se corresponde con un como centro las palabras de Jesús que instituyeron la
proceso interior: la preparación de nosotros mismos; [...] Eucaristía, porque con estas palabras él había transfor­
nos presentamos al Señor; le pedimos que nos prepare mado su muerte en el don de él mismo, de tal modo que
para la transformación. El silencio común es, por tanto, ahora podemos dar gracias por esta muerte.
oración común, incluso acción común [...]. Caminos de Jesucristo, p. 106
El espíritu de la liturgia. Una introducción, p. 236
54. 10 La Eucaristía fue reconocida como lo esencial de
51. 10 [«Orad hermanos para que este sacrificio mío y la Última Cena, lo que hoy llamamos Plegaria Eucarísti­
vuestro...»] [...] nosotros tenemos que pedir para que se ca: Eucaristía es la traducción de Beracah, y significa jus­
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tamente por eso tanto alabanza como canto de agradeci­ 57. 10 El texto litúrgico del «Sanctus» contiene tres
miento y bendición. La Beracah fue el centro auténtico acentos nuevos respecto al texto bíblico de Is. 6. El esce­
y constitutivo de la Última Cena de Jesús; la Plegaria nario no es ya, como en el profeta, el templo de Jerusalén
Eucarística, que recoge este centro, procede directamen­ sino el cielo que en el misterio se abre a la tierra. Por eso
te de la oración de Jesús en la víspera de su pasión y for­ no son ya sólo los serafines los que aclaman, sino todo el
ma el núcleo del nuevo sacrificio espiritual. Por eso mu­ ejército del cielo, a cuya invocación puede sumarse toda
chos Padres de la Iglesia han caracterizado en parte a la la Iglesia, la humanidad redimida, por medio de Cristo
Eucaristía simplemente como orado (oración), como que une el cielo y la tierra. Finalmente, el «Sanctus»
«sacrificio» en la Palabra, como sacrificio espiritual, pero cambia, a partir de aquí, de la tercera persona de plural
que no obstante es materia y materia transformada: pan a la segunda: «Llenos está los cielos y la tierra de tu glo­
y vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, el ria.» El hosanna, un grito de socorro en su origen, se
nuevo alimento que nos nutre para la resurrección y convierte así en aclamación. El que no tenga en cuenta el
para la vida eterna. carácter mistérico y el carácter místico de la invitación a
Caminos de Jesucristo, pp. 106-107 unirse a la alabanza de los coros celestiales, pierde el
sentido de la totalidad. Esta unión puede darse de distin­
55. 10 La conversión sustancial del pan y del vino en su tas maneras, siempre relacionadas con la representa­
Cuerpo y en su Sangre introduce en la Creación el prin­ ción. La comunidad reunida en un lugar se abre a la to­
cipio de un cambio radical, como una forma de «fisión talidad. Representa también a los ausentes, se une a los
nuclear», por usar una imagen bien conocida hoy por lejanos y a los próximos. Si hay en ella un coro que pue­
nosotros, que se produce en lo más íntimo del ser; un da asociarla con más fuerza que su propio balbuceo a la
cambio destinado a suscitar un proceso de transforma­ alabanza cósmica y a la apertura de cielo y tierra, en ese
ción de la realidad, cuyo término último será la transfi­ instante está especialmente indicada la función repre­
guración del mundo entero, el momento en que Dios sentativa del coro. Este puede permitir un mayor acceso
será todo para todos (cfr. 1 Cor. 15, 28). a la alabanza de los ángeles y un acompañamiento inte­
Sacramentus Caritatis, n.° 11 rior más profundo de lo que en ocasiones puede alcanzar
la propia invocación y canto.
56. 10 La Encamación es sólo la primera parte del movi­ Te cantaré en presencia de los ángeles, pp. 165-166
miento. Cobra sentido y se hace definitiva en la cruz y la
resurrección: desde la cruz, el Señor lo atrae todo a sí e 58. 10 El «Sanctus» celebra la gloria eterna de Dios; el
introduce la carne, es decir, a los humanos y a todo el «Benedictus» se refiere, en cambio, a la llegada de Dios
universo creado en la eternidad de Dios [...]. encamado en medio de nosotros. Cristo, el que vino, es
La imagen del mundo y del hombre en la liturgia..., también el que viene: su venir eucarístico, la anticipa­
p. 142 ción de su hora, convierte la promesa en presente e in­
troduce el futuro en nuestra casa. Por eso, el «Benedic-
274 275
tus» tiene sentido en el acceso a la consagración y como comer » (Mt. 14, 16). En verdad, la vocación de cada uno
aclamación a la forma eucarística del Señor hecho pre­ de nosotros consiste en ser, junto con Jesús, pan partido
sente. El gran instante de la venida, el prodigio de su pre­ para la vida del mundo.
sencia real en los elementos de la tierra, pide formal­ Sacramentum Carítatis, n.° 88
mente una respuesta. La elevación, genuflexión y toque
de campanilla son ensayos balbucientes de respuesta. La 61.10 «Eran asiduos —dice san Lucas— en la fracción
reforma litúrgica, en paralelo con el rito bizantino, ha del pan y en la oración.» Al celebrar la Eucaristía, tenga­
conformado una aclamación del pueblo: «Anunciamos mos fijos los ojos en la sangre de Cristo. Comprende­
tu muerte, Señor [...].» remos así que la celebración de la Eucaristía no ha de li­
Te cantaré en presencia de los ángeles, p. 168 mitarse a la esfera de lo puramente litúrgico, sino que ha
de constituir el eje de nuestra vida personal «conformes
59. 10 [«Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, con la imagen de su Hijo» (Rom. 8, 29).
ten piedad de nosotros.» ] ¿Y no tiene pleno sentido la pe­ El camino pascual, p. 151
tición de misericordia a Cristo en el momento en que se
da de nuevo como cordero indefenso a nuestras manos, 62. 10 Unir el propio destino a Dios significa múltiples
él que es el cordero sacrificado, pero también triunfador ataques y fracasos exteriores; significa también la angus­
y posee la llave de la historia (Ap. 5)? ¿Y no es congruen­ tia interna de no alcanzar el listón de lo debido, el dolor
te pedirle la paz a él, el indefenso y, como tal, triunfador, del fracaso, la conciencia de no haber sido auténtico gra­
especialmente en el momento de la Comunión, cuando no de trigo y, lo que es tal vez lo más opresivo, lo más gra­
la paz fue uno de los nombres de la Eucaristía en la Igle­ ve de todo: significa la pequeñez de lo hecho frente a la
sia antigua, porque suprime las fronteras entre el cielo y magnitud de lo encomendado. Quien lo sabe comprende­
la tierra, entre los pueblos y Estados, y une a la humani­ rá por qué el sacerdote dice cada día antes del prefacio:
dad en el cuerpo de Cristo? «Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro
Te cantaré en presencia de los ángeles, p. 169 sea aceptable a Dios, Padre omnipotente.» Y abandona
entonces la fácil palabrería y, en vez de ello, comprende­
60. 10 Nuestras comunidades, cuando celebran la Euca­ rá en toda su enorme urgencia y atenderá esta llamada a
ristía, han de ser cada vez más conscientes de que el sa­ contribuir a soportar la sagrada carga de Dios.
crificio de Cristo es para todos y que, por eso, la Eucaris­ Servidor de vuestra alegría, p. 23
tía im pulsa a todo el que cree en Él a hacerse «pan
partido» para los demás y, por tanto, a trabajar por un 63. 10 En los Hechos de los apóstoles reaparece esta idea.
mundo más justo y fraterno. Pensando en la multiplica­ «Compartían la cena del Señor con alegría y sencillez de
ción de los panes y los peces, hemos de reconocer que corazón» (Ac. 2, 46). Se volvieron llenos de tristeza. Pero
Cristo sigue exhortando también hoy a sus discípulos a no es así; quien ha visto al Señor no sólo desde fuera,
comprometerse en primera persona: «dadles vosotros de quien ha sentido su corazón tocado por él, quien recibe y
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acepta, conoce la gracia de la resurrección, éste debe estar 66.10 Albert Camus dio expresión estremecedora en una
lleno de alegría. En la aceptación de la cruz se hace visible obra temprana, al describir su viaje a Praga, a la vivencia
y perceptible la resurrección, el mundo se renueva y se lle­ de extranjería, de soledad; en una ciudad cuya lengua no
na de gozo el corazón. Al escuchar estas cosas advertimos entiende está como un desterrado; el esplendor de la
cuán lejos nos hallamos del Señor, cuán alejados de aquel Iglesia es mudo y no consuela. Para el creyente no puede
instante en el que Lucas pone fin a su Evangelio. ser así: donde hay Iglesia, donde hay presencia eucarísti­
Servidor de vuestra alegría, p. 52 ca del Señor, encuentra hogar y patria. Mas para que esto
pueda ocurrir se requiere, a la inversa, otra condición:
64. 10 En la Summa Theologica Tomás dice que la ora­ vivir la fe como asamblea y como unidad; que las perso­
ción es interpretación de la esperanza. La oración es la nas, al entrar en el ámbito de la fe, abandonen lo suyo
lengua de la esperanza. La fórmula conclusiva de la ora­ propio y dejen que se produzca en ellas la catolicidad, la
ción litúrgica, «por Cristo nuestro Señor», corresponde a adhesión al todo como proceso vivo. Es necesario que
la realidad de hecho: Cristo es la esperanza realizada, el asuman la condición de extranjería frente al espíritu de
ancla de nuestro esperar. la época y frente a las múltiples formas de chovinismo;
Mirara Cristo, p. 71 tal extranjería es necesaria para que surja en todos los lu­
gares un hogar para la totalidad, para que en todos los
lugares encontremos de algún modo la misma casa.
El nuevo Templo Templo construido con piedras vivas, pp. 109-110
65. 10 [...] la casa de Dios es la verdadera casa humana. 67. 10 La predicación cristiana primitiva llamó a la co­
Se convierte en la verdadera casa humana, tanto más munidad, a la Iglesia, nuevo templo, construcción de
cuanto menos pretenda serlo, cuanto más apueste por Dios, casa de Dios y cuerpo de Cristo; pero cabe recordar
Dios. Nos basta pensar un momento cómo sería Europa la previa labor conceptual llevada a cabo, por ejemplo,
si despareciesen de ella todas las Iglesias. Sería un desier­ en Qumrán, que aplicó también a la comunidad el nom­
to de utilitarismo donde el corazón tendría que paralizar­ bre de «templo». Lo importante es que sólo a través de la
se. La tierra se hace inhabitable cuando los hombres sólo muerte de Jesucristo alcanzó esta idea su verdadera rele­
quieren construir por y para sí. Pero cuando ceden y brin­ vancia. De un lenguaje espiritualista se pasa ahora a la
dan su lugar y su tiempo, surge la casa común, se hace realidad más palpable. El templo espiritual no es ya una
realidad un trozo de utopía, de lo terrenalmente imposi­ metáfora, sino una realidad costeada con el cuerpo y la
ble. La belleza de la catedral no está en contradicción con sangre cuya fuerza vital ha podido atravesar los siglos.
la teología de la cruz, sino que es su fruto: nació de la dis­ Templo construido con piedras vivas, p. 102
posición de no construir sólo y para sí la propia ciudad.
Templo construido con piedras vivas, p. 112 68. 10 Este giro aparece externamente con especial clari­
dad en el cambio de orientación al orar: el judío, donde­
278 279
quiera que esté, ora en dirección a Jerusalén; el templo es 70. 10 La catedral es la expresión en piedra de que la
el punto de referencia de toda religión, de suerte que la re­ Iglesia no es una masa amorfa de comunidades, sino que
lación con Dios, la relación orante, debe pasar siempre vive en un entramado que une a cada comunidad con el
por el templo, al menos en la orientación del cuerpo. Los conjunto a través del vínculo del orden episcopal. Por
cristianos no oran en la dirección de un templo, sino mi­ eso el Concilio Vaticano II, que puso tanto énfasis en la
rando a oriente: el sol naciente que triunfa sobre la noche estructura episcopal de la Iglesia, recordó también el
simboliza a Cristo resucitado y es considerado como sig­ rango de la Iglesia catedral. Las distintas iglesias remiten
no de un retomo. El cristiano expresa en su postura oran­ a ella, son en cierto modo construcciones anejas a ella y
te su dirección hacia el Resucitado, verdadero punto de realizan en esta cohesión y este orden la asamblea y la
referencia de su vida. Por eso la orientación al este ha sido unidad de la Iglesia. Por la misma razón es también es­
durante siglos la ley básica en la arquitectura cristiana; ex­ pecialmente valiosa para nosotros la iglesia del obispo
presa la omnipresencia del poder congregador del Señor común de toda la cristiandad: la iglesia de Letrán y la
que, como el sol naciente, domina el mundo entero. iglesia de San Pedro en Roma; no como si Dios estuviera
Templo construido con piedras vivas, p. 104 allí más presente que en cualquier iglesia lugareña, sino
porque es expresión de la asamblea, de la unicidad de la
69. 10 El espíritu guarda las piedras para construir; no a casa de Dios, aun habiendo tantas en la tierra.
la inversa. El espíritu no puede sustituirse por dinero y Templo construido con piedras vivas, pp. 108-109
por la historia. Si no construye el espíritu, las piedras se
tornan mudas. Donde el espíritu no está vivo, no actúa e
impera, las catedrales se convierten en museos, en mo­ Arte y música
numentos del pasado cuya belleza entristece porque está
muerta. Ésta viene a ser la advertencia que nos llega de la 71.10 Los artistas no inventan lo que pueda ser bello y
fiesta catedralicia. La grandeza de nuestra historia y digno de Dios. El ser humano es incapaz de inventar por
nuestro poder económico no nos salvan; ambas cosas su cuenta. Dios mismo comunica en detalle a Moisés la
pueden convertirse en escombro que nos ahoga. Si el es­ forma del santuario. La creación artística copia lo que
píritu no construye, el dinero construye en vano. Sólo la Dios mostró como modelo. Esta creación presupone la
fe puede m antener viva la catedral, y la pregunta que visión interior del prototipo; es el traslado de una intui­
la catedral milenaria nos dirige es si tenemos la fe nece­ ción a una figura. La creación artística, tal como la ve el
saria para darle un presente y un futuro. Al final, la pro­ Antiguo Testamento, es radicalmente distinta de lo que
tección al monumento, por importante y de agradecer entiende por creatividad el pensamiento moderno. Hoy
que sea, no puede mantener la catedral; sólo puede ha­ se llama creatividad a la fabricación de lo nunca hecho o
cerlo el espíritu que la creó. pensado por otro, la invención de lo totalmente personal
Templo construido con piedras vivas, p. 107 y totalmente nuevo. Creación artística en el sentido del
Éxodo es, en cambio, un participar en la intuición de
280 281
Dios, participar en su obra creadora; un poner de mani­ razón, del centro de nuestro ser, donde nos encontramos
fiesto la belleza oculta que late ya en la creación. Esto no con el ser del Creador y Redentor.
mengua la dignidad del artista, sino que la fundamenta. Cantad a Dios con maestría, p. 130
Así leemos que el Señor «llamó por su nombre» a Besa-
lel, el artista director de la construcción del santuario 74. 10 No hay una fe culturalmente indefinida que luego
(Éx. 35, 30). Para el artista vale la misma fórmula que se pueda culturizar a voluntad. La opción de fe compor­
para el profeta. El Éxodo presenta además a los artistas ta como tal una opción cultural; ella moldea al hombre y
como personas dotadas por Dios de habilidad y destreza excluye como paradigma otras formas de cultura. La fe
para ejecutar los diversos trabajos que él había ordenado crea cultura y no se limita a portarla consigo como si fue­
(36,1). El tercer elemento es la buena disposición, el «co­ ra un ropaje exterior. Esta premisa cultural, que no es
razón que impulsa» a tales personas (36, 2). manipulable a discreción y fija su norma a inculturacio-
Cantad a Dios con maestría, pp. 122-123 nes subsiguientes, no es algo rígido ni cerrado. El rango
de una cultura se conoce precisamente en su capacidad
72. 10 Una Iglesia que sólo hace música «corriente» cae de asimilación [...]. Ser eterno significa, por el contrario,
en la ineptitud y se hace ella misma inepta. La Iglesia tie­ ser sincrónico con todo tiempo y antes de todo tiempo.
ne el deber de ser también «ciudad de la gloria», ámbito Cantad a Dios con maestría, p. 120
en el que se recogen y se elevan a Dios las voces más pro­
fundas de la humanidad. 75. 10 La liturgia y la música estuvieron hermanadas
Informe sobre la fe, p. 142 desde el principio. Cuando el ser humano alaba a Dios,
no basta con la mera palabra. Hablar con Dios es algo
73. 10 Dice Gregorio: «Si el canto de la salmodia sale de que sobrepasa los límites del lenguaje humano; por eso
la intimidad del corazón, a través de él el Señor todopo­ ha recabado siempre y por esencia la ayuda de la música:
deroso encuentra acceso al corazón, para derram ar en el canto y las voces de la creación en el sonido de los ins­
los sentidos atentos los misterios de la sabiduría o la gra­ trumentos. Porque la alabanza de Dios no es algo exclu­
cia de la contrición. Así está escrito: «El canto de alaban­ sivo del ser humano. Dar culto a Dios es sumarse a lo que
za me honra, y éste es el camino para mostrarle al hom­ todas las cosas pregonan.
bre la salvación de Dios» (Sal. 50, 23). Donde el latín dice La imagen del mundo y del hombre en la liturgia...,
salutare, salvación, el hebreo dice Jesús. Por eso, el canto p. 131
de alabanza abre un acceso donde el Señor puede mani­
festarse, pues cuando la salmodia desata la contrición, 76. 10 La versión musical de la fe es una parte de la en­
nace en nosotros una vía al corazón, al final de la cual lle­ carnación del Verbo. Pero esta versión musical debe
gamos a Jesús...» Éste es el servicio supremo de la músi­ ajustarse también, de modo muy singular, a ese giro in­
ca, que no pierde por eso su grandeza artística sino que terno de la encarnación que antes he intentado signifi­
la colma: la música despeja el obstruido camino del co­ car: la palabra hecha música es sensibilización, encam a­
282 283
ción, atracción de fuerzas pre y superracionales, capta­ penoso que el de la ebriedad; pero este esfuerzo es el de
ción del timbre oculto de la creación, descubrimiento del la verdad misma. Debe integrar los sentidos en el espíritu
canto que reposa en el fondo de las cosas. Pero esta con­ y responder al impulso del sursum corda ; pero no busca
versión en música es a la vez el movimiento inverso: no la espiritualidad pura, sino una integración de la sensibi­
es sólo encamación de la palabra, sino espiritualización lidad y del espíritu, de suerte que ambos, compenetrados,
de la carne. La madera y el metal devienen sonido, lo in­ se hagan persona. No humilla al espíritu el asumir los
consciente e irresuelto deviene sonoridad ordenada y lle­ sentidos, sino que le aporta toda la riqueza de la creación.
na de sentido. Hay una corporeización que es espiritua­ Y los sentidos imbuidos de espíritu tampoco quedan des­
lización, y una espiritualización que es corporeización. naturalizados, sino que participan en su infinitud.
La corporeización cristiana es a la vez espiritualización, La imagen del mundo y del hombre en la liturgia...,
y la espiritualización cristiana es una corporeización en p. 146
el cuerpo del Logos humanado.
La imagen del mundo y del hombre en la liturgia...,
p. 143
77. 10 La fe nace de la escucha de la palabra de Dios.
Cuando la palabra de Dios se traduce en palabra huma­
na, queda en excedente no dicho e inefable que nos incita
a callar... un callar que finalmente convierte lo inefable
en canto, y también pide ayuda a las voces del cosmos
para que lo no dicho se haga perceptible. Esto significa
que la música de Iglesia, emanando de la palabra y del si­
lencio percibido en ella, presupone una constante escu­
cha de toda la plenitud del Logos.
Te cantaré en presencia de los ángeles, p. 161
78. 10 La belleza es el resplandor de la verdad, ha dicho
Tomás de Aquino, y podríamos añadir que la ofensa a la
belleza es la autoironía de la verdad perdida.
¿Por qué soy todavía cristiano?, p. 111
79. 10 [...] la música litúrgica de la Iglesia ha de perse­
guir esa integración de la realidad humana que promete
la fe en la encamación. Este género de redención es más
284 285
CAPÍTULO 11
LA MADRE DE CRISTO

1.11 Comienza con la palabra Magníficat: mi alma «en­


grandece» al Señor, es decir, proclama que el Señor es
grande. María desea que Dios sea grande en el mundo,
que sea grande en su vida, que esté presente en todos
nosotros. No tiene miedo de que Dios sea un «competi­
dor» en nuestra vida, de que con su grandeza pueda qui­
tam os algo de nuestra libertad, de nuestro espacio vital.
Ella sabe que, si Dios es grande, también nosotros somos
grandes. No oprime nuestra vida, sino que la eleva y la
hace grande: precisamente entonces se hace grande con
el esplendor de Dios.
15 de agosto de 2005
2. 11 El icono de la Anunciación, mejor que cualquier
otro, nos permite percibir con claridad cómo todo en
la Iglesia se remonta a ese misterio de acogida del Ver­
bo divino, donde, por obra del Espíritu Santo, se selló
de modo perfecto la alianza entre Dios y la humanidad.
Todo en la Iglesia, toda institución y ministerio, inclu­
so el de Pedro y sus sucesores, está «puesto» bajo el
manto de la Virgen, en el espacio lleno de gracia de su
«sí» a la voluntad de Dios. Se trata de un vínculo que
en todos nosotros tiene naturalmente una fuerte reso-
287
nancia afectiva, pero que tiene, ante todo, un valor ob­ 5. 11 María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del
jetivo. cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso
25 de marzo de 2006 así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente
3. 11 [...] «llena de gracia», y la gracia no es más que el al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno
amor de Dios; por eso, en definitiva, podríamos traducir de nosotros. Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar
esa palabra así: «amada» por Dios (cfr. Le. 1, 28). Oríge­ cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cer­
nes observa que semejante título jamás se dio a un ser hu­ ca de nosotros, más aún, que está «dentro» de todos no­
mano y que no se encuentra en ninguna otra parte de la sotros, María participa de esta cercanía de Dios. Al estar
Sagrada Escritura (cfr. In Lucam 6 , 7). Es un título expre­ en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de no­
sado en voz pasiva, pero esta «pasividad» de María, que sotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nues­
desde siempre y para siempre es la «amada» por el Señor, tras oraciones, puede ayudamos con su bondad materna.
implica su libre consentimiento, su respuesta personal y 15 de agosto de 2005
original: al ser amada, al recibir el don de Dios, María es 6. 11 Nos ha sido dada como «madre» —así lo dijo el Se­
plenamente activa, porque acoge con disponibilidad per­ ñor—, a la que podemos dirigimos en cada momento.
sonal la ola del amor de Dios que se derrama en ella. Tam­ Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de noso­
bién en esto ella es discípula perfecta de su Hijo, el cual tros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del
realiza totalmente su libertad en la obediencia al Padre y Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nues­
precisamente obedeciendo ejercita su libertad. tra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca
25 de marzo de 2006 de cada uno de nosotros.
4.11 El Evangelio de Lucas la muestra atareada en un ser­ 15 de agosto de 2005
vicio de caridad a su prima Isabel, con la cual permaneció 7. 11 Esta poesía de María —el Magníficat— es totalmen­
«unos tres meses» (Le. 1, 56) para atenderla durante el te original; sin embargo, al mismo tiempo, es un «tejido»
embarazo. «Magníficat anima mea Dominum», dice con hecho completamente con «hilos» del Antiguo Testamen­
ocasión de esta visita —«proclama mi alma la grandeza to, hecho de palabra de Dios. Se puede ver que María, por
del Señor»— (Le. 1, 46), y con ello expresa todo el progra­ decirlo así, «se sentía como en su casa» en la palabra de
ma de su vida: no ponerse a sí misma en el centro, sino de­ Dios, vivía de la palabra de Dios, estaba penetrada de la
jar espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración palabra de Dios. En efecto, hablaba con palabras de Dios,
como en el servicio al prójimo; sólo entonces el mundo se pensaba con palabras de Dios; sus pensamientos eran
hace bueno. María es grande precisamente porque quiere los pensamientos de Dios; sus palabras eran las palabras
enaltecer a Dios en lugar de a sí misma. Ella es humilde: de Dios. Estaba penetrada de la luz divina; por eso era tan
no quiere ser sino la sierva del Señor (cfr. Le. 1, 38; 48). espléndida, tan buena; por eso irradiaba amor y bondad.
Deus Caritas est, n.° 40 15 de agosto de 2005
288 289
8. 11 María vivía de la palabra de Dios; estaba impregna­ cerrada, que sólo se representa a sí misma, sino imagen
da de la palabra de Dios. Al estar inmersa en la palabra de Dios. Significa liberarse del polvo y del hollín que ha­
de Dios, al tener tanta familiaridad con la palabra de cen opaca la imagen, la ocultan, y ser verdaderamente
Dios, recibía tam bién la luz interior de la sabiduría. ser humano en la pura referencia a él.
Quien piensa con Dios, piensa bien; y quien habla con María, Iglesia naciente, p. 56
Dios, habla bien, tiene criterios de juicio válidos para to­
das las cosas del mundo, se hace sabio, prudente y, al 11.11 Así, María habla con nosotros, nos habla a nosotros,
mismo tiempo, bueno; también se hace fuerte y valiente, nos invita a conocer la palabra de Dios, a amar la palabra
con la fuerza de Dios, que resiste al mal y promueve el de Dios, a vivir con la palabra de Dios, a pensar con la pa­
bien en el mundo. labra de Dios. Y podemos hacerlo de muy diversas mane­
15 de agosto de 2005 ras: leyendo la Sagrada Escritura, sobre todo participan­
do en la liturgia, en la que a lo largo del año la santa
9. 11 El Magníficat —un retrato de su alma, por decirlo Iglesia nos abre todo el libro de la Sagrada Escritura. Lo
así— está completamente tejido por los hilos tomados de abre a nuestra vida y lo hace presente en nuestra vida.
la Sagrada Escritura, de la palabra de Dios. Así se pone 15 de agosto de 2005
de relieve que la palabra de Dios es verdaderamente su
propia casa, de la cual sale y entra con toda naturalidad. 12. 11 Como Madre que se compadece, María es la figu­
Habla y piensa con la palabra de Dios; la palabra de Dios ra anticipada y el retrato permanente del Hijo [...] Su co­
se convierte en palabra suya, y su palabra nace de la pa­ razón, mediante el ser y el sentir con Dios, se ensanchó.
labra de Dios. Así se pone de manifiesto, además, que sus En ella, la bondad de Dios se acercó y se acerca mucho a
pensamientos están en sintonía con el pensamiento de nosotros. Así, María está ante nosotros como signo de
Dios, que su querer es un querer con Dios. Al estar ínti­ consuelo, de aliento y de esperanza. Se dirige a nosotros,
mamente penetrada por la palabra de Dios, puede con­ diciendo: «Ten la valentía de osar con Dios. Prueba. No
vertirse en madre de la Palabra encarnada. tengas miedo de él. Ten la valentía de arriesgar con la fe.
Deus Caritas est, n.° 41 Ten la valentía de arriesgar con la bondad. Ten la valen­
tía de arriesgar con el corazón puro. Comprométete con
10. 11 «Engrandece mi alma, Señor»: no como si a Dios Dios; y entonces verás que precisamente así tu vida se en­
le pudiéramos añadir algo, comenta sobre esto san Am­ sancha y se ilumina, y no resulta aburrida, sino llena de
brosio, sino de manera que lo dejamos ser grande en no­ infinitas sorpresas, porque la bondad infinita de Dios no
sotros. Engrandecer al Señor significa no querer engran­ se agota jamás.»
decerse a sí mismo, el propio nombre, el propio yo, 8 de diciembre de 2005
desplegarse y reclamar un lugar, sino dejarle lugar a él
para que esté más presente en el mundo. Significa llegar 13. 11 En el mundo actual de la cultura sigue en vigor
a ser más verdaderamente lo que somos: no una mónada sólo el principio masculino: el hacer, el rendir, la activi­
290 291
dad, que incluso puede planificar y crear el mundo, que desmoronarse cada vez más en puro bios y pura raciona­
no quiere esperar nada de lo que después sea dependien­ lidad, dicha piedad podría contrarrestar tal «descompo­
te, sino que se apoya únicamente en la propia capacidad. sición» de lo humano, y ayudar a recuperar la unidad en
A mi parecer, no es casualidad que en nuestra mentali­ el centro, desde el corazón.
dad masculina occidental hayamos separado cada vez María, Iglesia naciente, p. 26
más a Cristo de su Madre, sin comprender que María
como madre pudiera significar algo para la teología y la 16. 11 [El primer texto de la oración de María] se halla en
fe. Todo nuestro modo de comportamos con la Iglesia el contexto de la escena de la Anunciación: María se
queda marcado por esto. La tratamos casi como un pro­ asusta ante el saludo del ángel —es el temor santo que
ducto técnico que queremos planificar y fabricar con asalta al hombre cuando le toca la cercanía de Dios, del
enorme sagacidad y despliegue de energías; nos admira­ totalmente Otro—. Se asustó, y «discurría qué significa­
mos cuando, entonces, sucede lo que san Luis María de ría aquel saludo» (Le. 1, 29). La palabra que el evangelis­
Grignon de Montfort comentaba a propósito de unas pa­ ta utiliza para decir «discurrir» está formada a partir de
labras del profeta Ageo: «¡Hacéis mucho, pero sacáis la raíz griega «diálogo», es decir: María entabla un colo­
poco provecho!» (1,6). Cuando el hacer se independiza, quio interior con esa palabra. Mantiene un diálogo ínti­
ya no podemos soportar las cosas que no se han de hacer, mo con la palabra que se le ha dado, la interpela y se deja
sino que están vivas y necesitan madurar. Debemos asu­ interpelar por ella, para penetrar en su sentido.
mir el símbolo del terreno fructífero, debemos convertir­ María, Iglesia naciente, p. 53
nos de nuevo en hombres que esperan, recogidos hacia
dentro, que en la profundidad de la oración, el deseo ar­ 17. 11 El segundo texto correspondiente [a la oración de
diente y la fe dan lugar al crecimiento. María] se encuentra tras el relato de la adoración de Je­
María, Iglesia naciente, pp. 11-12 sús por parte de los pastores. Allí se dice que María
«guardaba», «confrontaba» y «componía en su corazón»
14. 11 María aparece en su reciprocidad creyente ante el todas esas palabras (- acontecimientos) (Le. 2, 19). El
llamamiento de Dios como representación de la creación evangelista atribuye aquí a María ese recordar compren­
llamada a dar respuesta, de la libertad de la criatura que sivo y meditativo que en el Evangelio de Juan desempe­
no se disuelve, sino que se perfecciona, en el amor. ñará después un papel tan importante para el despliegue
María, Iglesia naciente, p. 23 que el Espíritu realizará del mensaje de Jesús en el tiem­
po de la Iglesia. María ve en los eventos «palabras», un
15. 11 «Bienaventurados los limpios de corazón, porque acontecer que está lleno de sentido, porque procede de la
ellos verán a Dios»: el órgano para ver a Dios es el cora­ voluntad de Dios, dadora de sentido. Traduce los aconte­
zón purificado. A la piedad mariana podría correspon- cimientos en palabras y profundiza en las palabras in­
derle provocar el despertar del corazón y realizar su pu­ troduciéndolas en el corazón —en ese ámbito interior
rificación en la fe. Si la miseria del hombre actual es del entendimiento, donde se comunican sentido y espíri­
292 293
tu, razón y sentimiento, contemplación exterior e inte­ 19. 11 Ese recogimiento de la oración, que hemos reco­
rior, y, más allá de lo individual, se hace visible la totali­ nocido como lo característico del ser de María, se con­
dad y comprensible su mensaje—. María «combina», vierte de nuevo en el ámbito en el que el Espíritu Santo
«confronta» —une lo individual al todo, lo compara y puede entrar y realizar una nueva creación.
examina, y lo guarda—. La palabra se convierte en semi­ María, Iglesia naciente, p. 56
lla en tierra buena. No es captada rápidamente, no que­
da encerrada en una primera comprensión superficial y 20. 11 [Sobre el dogma de la virginidad perpetua de Ma­
después olvidada, sino que el acontecer exterior recibe ría.] No se desprende en modo alguno de los Evangelios
en el corazón el ámbito de la permanencia y así puede ir que Cristo tuviera auténticos hermanos, ni que María
desvelando paulatinamente sus profundidades sin que el volviese a ser madre después de él.
carácter único del evento quede difuminado. Cuando hoy se dice, bueno, aquí no podemos hablar
María, Iglesia naciente, p. 53 de biología y de ese modo apartamos lo biológico como
algo indigno de Dios, cometemos un acto de acusado ma-
18. 11 [El tercer texto de María orante lo encontramos niqueísmo. Porque el ser humano también es biología.
cuando] Jesús, con doce años, es encontrado en el Tem­ Dios y el mundo, p. 284
plo. Primero se afirma: «No comprendieron la palabra
que les dio» (Le. 2, 50). Tampoco para el hombre creyen­ 21.11 Con Dios, con Cristo, con el hombre que es Dios y
te, totalmente abierto a Dios, son comprensibles y razo­ con Dios que es hombre, viene la Virgen. Esto es muy im­
nables desde el primer momento las palabras de Dios. portante. Dios, el Señor, tiene una Madre y en esa Madre
Quien exige del mensaje cristiano la comprensibilidad reconocemos realmente la bondad materna de Dios. La
inmediata de lo banal, cierra el camino a Dios. Allí don­ Virgen es la gran fuerza de la catolicidad. En la Virgen re­
de no existe la humildad del misterio asumido, la pa­ conocemos toda la ternura de Dios. Por eso, cultivar y vi­
ciencia que alberga en sí lo incomprendido, lo lleva y lo vir este gozoso amor a la Virgen, a María, es un don muy
deja abrirse lentamente, la semilla de la palabra cae so­ grande de la catolicidad.
bre piedra; no encuentra tierra. Tampoco la Madre en­ 24 de julio de 2007
tiende en ese momento al Hijo, pero de nuevo conserva
«todas las palabras en su corazón» (2, 51). Desde el pun­ 22. 11 Un himno litúrgico de la Iglesia oriental [dice]:
to de vista lingüístico, la palabra «conservar» no es exac­ «¿Qué hemos de ofrecerte, oh Cristo, que por nosotros
tamente la misma que la empleada después de la escena has nacido hombre en esta tierra? Cada una de las cria­
de los pastores: si en ésta se subraya más el «con», la vi­ turas, obra tuya, te trae en realidad el testimonio de su
sión unitaria, ahora se pone en primer plano el aspecto gratitud: los ángeles, su amor; el cielo, la estrella; los sa­
del mantener y el retener. bios, sus dones; los pastores, su asombro; la tierra, la
María, Iglesia naciente, p. 54 gruta; el desierto, el pesebre. Pero nosotros, los hombres,
te traemos una Madre Virgen.»
294 295
María es el regalo de los hombres a Cristo. Pero eso
significa al mismo tiempo que el Señor no quiere de los
hombres «algo», sino al hombre mismo. Dios no quiere
que le demos porcentajes, sino nuestro corazón, nuestro
ser. Él quiere nuestra fe y, a partir de la fe, la vida; des­
pués, de la vida, aquellos dones de los que se hablará en
el juicio final; alimento y vestidos para los pobres, com­ ANEXO 1
pasión y amor compartido, la palabra de consuelo y la
compañía para los perseguidos, los encarcelados, los LOS SIGNOS DEL PAN Y EL VINO
abandonados y los perdidos.
La bendición de la Navidad, pp. 96-97
[Pan: necesidad para vivir, lo que hace posible la vida]
El pan representa en la Sagrada Escritura todo lo que el
hombre necesita para su vida cotidiana. El agua da a la
tierra la fertilidad: es el don fundamental, que hace posi­
ble la vida.
[Pan 1°: fruto tierra y cielo / creación orientada a la divi­
nización (unión con el Creador)]
Estas palabras son inagotables. Quisiera m editar con
vosotros en este momento en un solo aspecto. Jesús,
como signo de la presencia, escogió el pan y el vino. Con
cada uno de los dos signos se entrega totalmente, no sólo
una parte de sí. Él es una persona que, a través de los sig­
nos, se acerca a nosotros y se une a nosotros. Durante la
procesión y en la adoración, nosotros miramos a la Hos­
tia consagrada, la forma más sencilla de pan y de ali­
mento, hecho simplemente con algo de harina y de agua.
La oración con la que la Iglesia durante la liturgia de la
misa entrega este pan al Señor lo presenta como fruto de
la tierra y del trabajo del hombre. En él queda recogi­
do el cansancio humano, el trabajo cotidiano de quien
cultiva la tierra, de quien siembra, cosecha y finalmente
prepara el pan. Sin embargo, el pan no es sólo un pro-
296 297
ducto nuestro, algo que nosotros hacemos; es fruto de la [Pan 2. °: vida por la muerte / esperanza: pasión y resurrec­
tierra y, por tanto, es también un don. El hecho de que ción] í
la tierra dé fruto no es mérito nuestro; sólo el Creador po­ «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae
día darle la fertilidad. Y ahora podemos también ampliar en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho
algo esta oración de la Iglesia, diciendo: el pan es fruto fruto» (Jn. 12, 24). En el pan, hecho de granos molidos,
de la tierra y al mismo tiempo del cielo. Presupone la si­ se esconde el misterio de la Pasión. La harina, el grano
nergia de las fuerzas de la tierra y de los dones de lo alto, molido, presupone el morir y el resucitar del grano. El
es decir, del sol y de la lluvia. Y el agua, de la que tenemos ser molido y cocido manifiesta una vez más el mismo
necesidad para preparar el pan, no la podemos producir misterio de la Pasión. Sólo a través del morir llega el re­
nosotros. En un período en el que se habla de la deserti- surgir, llega el fruto y la nueva vida.
zación y en el que escuchamos denunciar el peligro de Él se convirtió en pan para todos nosotros y, de este
que los hombres y los animales mueran de sed en las re­ modo, en esperanza viva y creíble: Él nos acompaña en
giones sin agua, volvemos a darnos cuenta de la grande­ todos nuestros sufrimientos hasta la muerte. Los cami­
za del don del agua y de que no podemos proporcionár­ nos que Él recorre con nosotros y a través de los cuales
noslo por nosotros mismos. Entonces, al contemplar nos conduce a la vida son caminos de esperanza.
más de cerca este pequeño pedazo de Hostia blanca, este Al contemplar en adoración a la Hostia consagrada,
pan de los pobres, se nos presenta como una síntesis de nos habla el signo de la creación. Entonces nos encon­
la creación. Se unen el cielo y la tierra, así como activi­ tramos con la grandeza de su don; pero nos encontramos
dad y espíritu del hombre. La sinergia de las fuerzas que también con la Pasión, con la cruz de Jesús y su resu­
hace posible en nuestro pobre planeta el misterio de la rrección. A través de esta contemplación en adoración,
vida y de la existencia del hombre nos sale al paso en Él nos atrae hacia sí, penetrando en su misterio, por me­
toda su maravillosa grandeza. De este modo, comenza­ dio del cual quiere transformamos, como transformó la
mos a comprender por qué el Señor escoge este pedazo Hostia.
de pan como su signo. La creación con todos sus dones
aspira más allá de sí misma hacia algo que es todavía [Pan 3. °: unidad / tarea]
más grande. Más allá de la síntesis de las propias fuerzas, La Iglesia primitiva encontró en el pan un signo más. La
más allá de la síntesis de naturaleza y espíritu que en Doctrina de los doce apóstoles, un libro redactado en tor­
cierto sentido experimentamos en el pedazo de pan, la no al año 100, refiere en sus oraciones la afirmación:
creación está orientada hacia la divinización, hacia los «Que así como este pan partido estaba esparcido sobre
santos desposorios, hacia la unificación con el Creador las colinas y es reunido en una sola cosa, del mismo modo
mismo. tu Iglesia sea reunida desde los confines de la tierra en tu
Reino» (IX, 4). El pan, hecho de muchos granos de trigo,
encierra también un acontecimiento de unión: el conver­
tirse en pan de granos molidos es un proceso de unifica­
298 299
ción. Nosotros mismos, de los muchos que somos, tene­ comprender que sólo a través de la participación en tu
mos que convertimos en un solo pan, en su solo cuerpo, Pasión, a través del «sí» a la cruz, a la renuncia, a las pu­
nos dice san Pablo (1 Cor. 10, 17). De este modo, el pan se rificaciones que tú nos impones, nuestra vida puede m a­
convierte al mismo tiempo en esperanza y tarea. durar y alcanzar su auténtico cumplimiento. Reúnenos
desde todos los confines de la tierra. ¡Une a tu Iglesia,
[Vino: exquisitez de la creación / experiencia del sabor une a la hum anidad lacerada! ¡Danos tu salvación!
divino] ¡Amén!
El vino, por el contrario, expresa la exquisitez de la crea­
ción, nos da la fiesta en la que sobrepasamos los límites 2 de octubre de 2005
de la vida cotidiana: el vino «alegra el corazón». De este
modo el vino y con él la vid se han convertido también en
imagen del don del amor, en el que podemos lograr una
cierta experiencia del sabor del Divino. [...] mientras el
pan hace referencia a lo cotidiano, a la sencillez y a la pe­
regrinación, el vino expresa la exquisitez de la creación:
a través de este signo menciona la fiesta de alegría que
Dios quiere ofrecemos al final de los tiempos y que anti­
cipa ahora, siempre de nuevo. Pero el vino también ha­
bla de la Pasión: la vid tiene que ser podada repetida­
mente para poder purificarse; la uva tiene que madurar
bajo el sol y la lluvia y tiene que ser pisada: sólo a través
de esta pasión madura un vino apreciado.
En la fiesta del Corpus Christi contemplamos sobre
todo el signo del pan. Nos recuerda también la peregri­
nación de Israel durante los cuarenta años en el desierto.
En la procesión, seguimos este signo y de este modo le
seguimos a Él mismo. Y le pedimos: ¡guíanos por los ca­
minos de nuestra historia! ¡Vuelve a m ostrar a la Iglesia
y a sus pastores siempre de nuevo el camino justo! ¡Mira
a la humanidad que sufre, que vaga insegura entre tantos
interrogantes; mira el hambre física y psíquica que le
atormenta! ¡Da a los hombres el pan para el cuerpo y
para el alma! ¡Dales trabajo! ¡Dales luz! ¡Dales a ti mis­
mo! ¡Purifícanos y santifícanos a todos nosotros! Haznos
300 301
un sentido distinto: es un entrenamiento para la vida.
A mi juicio, la fascinación por el fútbol consiste, esen­
cialmente, en que sabe unir de forma convincente estos
dos sentidos: ayuda al hombre a autodisciplinarse y le
enseña a colaborar con los demás dentro de un equipo,
mostrándole cómo puede enfrentarse con los otros de
ANEXO 2 una forma noble.
Al contemplarlo, los hombres se identifican con ese
EL FÚTBOL juego, haciendo suyo ese espíritu de colaboración y de
confrontación leal con los demás.
Desde luego, la seriedad sombría del dinero, unida a
Cuando se hojea la prensa y se escucha la radio, se com­ los intereses mercantiles, pueden echar todo esto a perder.
prueba en seguida que hay un tema dominante: el fútbol Al pensar detenidamente en todo esto, se plantea la
y la liga de fútbol. Este deporte se ha convertido en un posibilidad de aprender a vivir con el espíritu del juego,
acontecimiento universal que une a los hombres de todo porque la libertad del hombre se alimenta también de re­
el mundo por encima de las fronteras nacionales, con un glas y de autodisciplina.
mismo sentir, con idénticas ilusiones, temores, pasiones En todo caso, la visión de un mundo que vibra con el
y alegrías. Todo esto nos revela que nos encontramos juego debiera servirnos para algo más que para entrete­
frente a un fenómeno genuinamente humano. nernos, porque si fuéramos al fondo de la cuestión, el
Surge espontánea la pregunta sobre el porqué de la juego podría mostrarnos una nueva forma de entender
fascinación que ejerce este juego. El pesimista contesta­ la vida.
rá que es una repetición más de lo que ya se experimen­ Mitarbeiter der arheit (Ratzinger)
tó en la antigua Roma: pan y circo; panem et circenses.
Pero, incluso si aceptáramos esta respuesta, tendría­
mos que preguntarnos: ¿y a qué se debe semejante fasci­
nación, que lleva a poner el juego junto al pan, y a darle
la misma importancia? Volviendo de nuevo a la antigua
Roma, podríamos contestar a esta pregunta diciendo
que aquel grito que pedía «pan y juego» era la expresión
del deseo de una vida paradisíaca. En este sentido, el jue­
go se presenta como una especie de regreso al hogar pri­
mero, al paraíso; como una escapatoria de la existencia
cotidiana, con su dureza esclavizante.
Sin embargo el juego tiene, sobre todo en los niños,
302 303
cia mística cualquiera, que tal vez podía habérsele con­
cedido y, si acaso, podría interesamos desde el punto de
vista histórico. No, esta frase es la expresión de lo que ha
ocurrido en el Bautismo. Se me quita el propio yo y es in­
sertado en un nuevo sujeto más grande. Así, pues, está de
nuevo mi yo, pero precisamente transformado, bruñido,
ANEXO 3 abierto por la inserción en el otro, en el que adquiere su
nuevo espacio de existencia. Pablo nos explica lo mismo
EL BAUTISMO: YO PERO YA NO YO una vez más bajo otro aspecto cuando, en el tercer capí­
tulo de la Carta a los Gálatas, habla de la «promesa» di­
ciendo que ésta se dio en singular, a uno solo: a Cristo.
El Bautismo significa precisamente que [el aconteci­ Sólo él lleva en sí toda la «promesa». Pero ¿qué sucede
miento de la resurrección de Jesús] no es un asunto del entonces con nosotros? Vosotros habéis llegado a ser
pasado, sino un salto cualitativo de la historia universal uno en Cristo, responde Pablo (cf. Ga. 3,28). No sólo una
que llega hasta mí, tomándome para atraerme. El Bau­ cosa, sino uno, un único, un único sujeto nuevo. Esta li­
tismo es algo muy diverso de un acto de socialización beración de nuestro yo de su aislamiento, este encon­
eclesial, de un ritual un poco fuera de moda y complica­ trarse en un nuevo sujeto es un encontrarse en la inmen­
do para acoger a las personas en la Iglesia. También es sidad de Dios y ser trasladados a una vida que ha salido
más que una simple limpieza, una especie de purifica­ ahora ya del contexto del «morir y devenir». El gran es­
ción y embellecimiento del alma. Es realmente muerte y tallido de la resurrección nos ha alcanzado en el Bautis­
resurrección, renacimiento, transformación en una nue­ mo para atraemos. Quedamos así asociados a una nueva
va vida. dimensión de la vida en la que, en medio de las tribula­
¿Cómo lo podemos entender? Pienso que lo que ocu­ ciones de nuestro tiempo, estamos ya de algún modo in­
rre en el Bautismo se puede aclarar más fácilmente para mersos. Vivir la propia vida como un continuo entrar en
nosotros si nos fijamos en la parte final de la pequeña au­ este espacio abierto: éste es el sentido del ser bautizado,
tobiografía espiritual que san Pablo nos ha dejado en su del ser cristiano. Ésta es la alegría de la Vigilia pascual.
Carta a los Gálatas. Concluye con las palabras que con­ La resurrección no ha pasado, la resurrección nos ha al­
tienen también el núcleo de dicha biografía: «Vivo yo, canzado e impregnado. A ella, es decir al Señor resucita­
pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2, 20). do, nos sujetamos, y sabemos que también Él nos sostie­
Vivo, pero ya no soy yo. El yo mismo, la identidad esen­ ne firmemente cuando nuestras manos se debilitan. Nos
cial del hombre —de este hombre, Pablo— ha cambiado. agarramos a su mano, y así nos damos la mano unos a
Él todavía existe y ya no existe. Ha atravesado un «no» y otros, nos convertimos en un sujeto único y no solamen­
sigue encontrándose en este «no»: Yo, pero ya «no» soy te en una sola cosa. Yo, pero ya «no» soy yo: ésta es la fór­
yo. Con estas palabras. Pablo no describe una experien­ mula de la existencia cristiana fundada en el bautismo,
304 305
la fórmula de la resurrección en el tiempo. Yo, pero ya
«no» soy yo: si vivimos de este modo transformamos el
mundo. Es la fórmula de contraste con todas las ideolo­
gías de la violencia y el programa que se opone a la co­
rrupción y a las aspiraciones del poder y del poseer.
«Viviréis, porque yo sigo viviendo», dice Jesús en el
Evangelio de San Juan (14, 19) a sus discípulos, es decir, ANEXO 4
a nosotros. Viviremos mediante la comunión existencial
con Él, por estar insertos en Él, que es la vida misma. La EL CELIBATO
vida eterna, la inmortalidad beatífica, no la tenemos por
nosotros mismos ni en nosotros mismos, sino por una
relación, mediante la comunión existencial con Aquel Extrañamente nada hay que enfade más a la gente, que la
que es la Verdad y el Amor y, por tanto, es eterno, es Dios vieja cuestión sobre el celibato. Aunque sólo afecte a una
mismo. mínima fracción de la Iglesia, ¿por qué existe el celibato?
15 de abril de 2006 Va muy unido a unas palabras de Cristo. Hay algunos
—dice—, que renuncian al matrimonio por el Reino de
los Cielos y ofrecen toda su existencia en testimonio del
Reino de los Cielos. La Iglesia llegó muy pronto a la con­
vicción de que ser sacerdote significaba dar este testimo­
nio por el Reino de los Cielos. En el Antiguo Testamento,
el sacerdote tenía una situación paralela, aunque de otra
naturaleza, que sirve de cierta analogía. Israel se instala
en la tierra prometida. Las once tribus recibieron su pro­
pia tierra, su territorio. Sólo la tribu de Leví, la tribu de
los sacerdotes, no recibió ninguna tierra, no recibió nin­
guna herencia; su herencia era sólo Dios. Esto significa­
ba, en la práctica, que sus miembros tenían que vivir de
las ofrendas del culto, y no de la explotación de las tie­
rras como las otras tribus. Su característica fundamental
es que no tenían ninguna propiedad. En el Salmo 16 se
dice: «Tú eres mi copa y la porción de mi herencia. Tú
eres quien garantiza mi suerte. Dios es mi tierra.» Esta fi­
gura del Antiguo Testamento que deja a la tribu de los sa­
cerdotes sin territorio y que, podría decirse, sólo vive de
306 307
Dios, y, por tanto, da verdadero testimonio de Él, se tra­ Por otra parte, no es un dogma. ¿El problema se debatirá
dujo más adelante como unas palabras de Jesús que ve­ algún día en el sentido de elegir una forma de vida de celi­
nían a decir que, en la vida del sacerdote, su tierra es bato o no-celibato?
Dios. En efecto, no es un dogma. Es una costumbre de vida
Actualmente nos resulta difícil entender el carácter de que, desde muy temprano, se fue formando en el interior
esta renuncia, porque la relación con el matrimonio y los de la Iglesia por muy buenas razones bíblicas. Recientes
hijos ha sufrido un gran cambio. Morir sin descendencia investigaciones han demostrado que el celibato se re­
era considerado antiguamente como vivir inútilmente, m onta a tiempos muy remotos —como hemos sabido
«he trazado las huellas de mi vida, pero no he dejado mi por las fuentes del derecho— hasta el siglo n. (...)
rastro; de haber tenido hijos, habría sobrevivido en ellos, La consecuencia que podemos sacar no es decir «ya
hubiera quedado mi inmortalidad a través de mi descen­ no somos capaces». No. Lo que hemos de hacer es esfor­
dencia». Por eso, era una condición superior de vida te­ zarnos en aum entar nuestra fe. Y también tenemos que
ner herederos y, por ellos, permanecer en la tierra de los tener más cuidado a la hora de hacer la selección de los
vivos. candidatos al sacerdocio. Lo importante es que uno elija
La renuncia al matrimonio y a una familia habría que libremente y no diga: «sí quiero ser sacerdote, por ello
contemplarla bajo este punto de vista: «renuncio a algo acepto también esto», o bien «en el fondo las chicas no
que para los demás no sólo es lo más normal, sino lo más me interesan mucho, por lo tanto no será un gran pro­
importante, renuncio a traer nuevas vidas al árbol de la blema». Éste no es un punto de partida correcto. El can­
vida, para vivir con la confianza de que sólo Dios es mi didato al sacerdocio tiene que contemplar la fe como la
heredad, y contribuir así a que los demás crean en la única fuerza en su vida; debe saber que sólo en la fe pue­
existencia del Reino de los Cielos. Así, no sólo con pala­ de vivir el celibato. Sólo así el celibato podrá ser el testi­
bras, sino con mi propia existencia, daré testimonio de monio que edifique a los hombres y además anime a los
Jesucristo y de su Evangelio, entregaré mi vida para que casados a vivir bien su matrimonio. Ambas instituciones
Dios disponga de ella». van estrechamente entrelazadas. Cuando una fidelidad
El celibato, por tanto, tiene doble sentido, uno cristo- no es posible, la otra tampoco lo es; una lealtad conlleva
lógico y otro apostólico. No se trata de ahorrar tiempo la otra.
—como no soy padre de familia, dispongo de más tiem­ La sal de la tierra, pp. 209-212
po—, aunque sea verdad, eso sería una visión demasiado
banal y pragmática. Se trata de una existencia que se lo
juega todo a la carta de Dios, y renuncia a lo que nor­
malmente convierte la existencia humana en una reali­
dad m adura y prometedora.

308 309
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i
312 313
i
t
R ealidad histórica: 17.1, 10.3, 11.3, 22.3, 72.3, 1.6,
39.1,36.2, 37.2,42.5, 7.7, 54.7, 15.8,8.9
15.10, 16.10
S er-para: 72.3, 11.5, 22.5,
3.7, 8.8, 12.8, 17.9, 30.10, E ntrega: 59.3, 72.3, 18.4, 11.5,
60.10 2.6, 15.6, 19.7, 40.8, 3.9,
Su Rostro: 13.3, 58.5, 65.5, 36.9, 37.9, 38.9, 50.9, 65.9,
1.7 a 18.7, 18.8 22.11 (véase C ristianism o-
S ubjetivism o: 20.1, 32.2, Ser para)
35.2 Decisiones: definitivas 27.3,
ÍNDICE ANALÍTICO Cruz: 22.1, 5.3, 9.3, 21.3, 13.4, 41.3
28.4, 26.5, 8.8, 1.9 a 29.9, E speranza: 46.1, 47.1, 48.1, 5.5,
12.10, 53.10 12.5, 22.5, 48.5, 49.5, 5.6,
A burrim iento: 31.1, 38.2, 72.3, Cielo abierto: 49.4, 1.5, 7.5, Cuerpo: 17.2, 10.3, 36.7, 13.9, 6.6, 23.8, 43.8, 44.8, 12.9,
4.4, 43.5,45.5, 12.11 47.5, 32.7, 33.7, 5.11 21.9, 43.9, 44.9, 55.9, 67.10, 64.10 (véase D esesperanza)
A dorar 27.5, 34.5, 67.5, 48.7, Com odidad: 34.1, 5.2, 1.3, 4.3, 76.10, 5.11,20.11 E ucaristía: 38.5, 63.5 a 79.5,
13.9,48.9, 72.10,75.10,44.11 6.3, 7.3, 72.3 (véase Indife­ C ultura de m uerte: 13.1, 18.1, 28.6, 33.6, 7.7, 26.7, 17.8,
Alegría: 5.1, 49.4, 3.6, 1.7, 9.7, rencia, C onform ism o) 27.1, 9.4, 11.1 a 20.1, 21.1 a 41.8, 25.10, 27.10, 28.10,
35.8, 69.9 C om ulgar: 20.5, 63.5, 69.5 a 31.1 29.10 (véase Com ulgar)
Amor: 50.1, 1.2, 1.6 a 37.6 (véa­ 77.5, 17.8, 49.9, 65.9, 30.10, Curiosidad: 33.1, 46.3 Misa: 48.10 a 64.10, 79.10
se Corrección fraterna) 31.10 (véase E ucaristía) Triduo pascual: 46.9ss., 36.10
Apóstol: 63.3 a 70.3, 60.9, 64.9, Confesión: 34.4 a 40.4 Unidad: 25.1,74.5
23.10 Conform ism o: 5.1, 6.1, 9.1 (véa­ D esesperanza: 5.1, 11.1, 15.5,
A postolado: 44.3 a 62.3, 6.5, se Indiferencia, Com odidad) 19.6, 21.9 (véase E speranza)
11.8, 12.8, 15.9 Consuelo: 35.4, 27.6, 35.6, 29.8, D iablo: 13.2, 19.3, 5.4, 14.4, E vangelio: 31.5, 6.7, 68.9,
A teísm o: 1.1, 17.3, 6.4, 49.4, 9.9, 10.9, 22.9, 24.9, 29.9, 62.5, 37.7, 45.7, 47.7ss„ 23.10, 24.10, 77.10, 7.11,
20.5, 25.8 56.9, 57.9, 60.9, 2.11, 22.11 52.7,53.7, 55.7, 57.7, 34.8 8.11,9.11, 11.11
Ayuno: 77.5, 36.7, 37.7, 43.7 (véase Servicio) D ictad uras: 26.1, 17.3, 21.8, Éxito: 50.1, 28.4, 29.4, 47.5,
Conversación: 41.1, 1.4, 26.4 a 21.9 19.6, 44.7, 45.7, 48.7, 11.8,
33.4 Dios: 17.2, 7.5, 2.7, 8.7, 20.9 12.8, 14.8, 16.8, 23.8, 24.8,
Bautism o: 40.4, 37.6, 30.7, 52.7, Cordero: 30.2, 31.2, 53.10, 59.10 C ercanía y relación con Él: 12.9
36.8, 27.9, 45.9, 48.10, Ane­ C orrección fraterna: 25.6, 26.6, 28.1, 35.1, 40.1, 6.2, 8.2,
xo 3 27.6 9.2, 13.2, 14.2, 16.2,41.2,
Belleza: 7.2, 12.2, 40.2, 2.3, C ristianism o: 38.2, 39.2, 2.3, 14 .3,25.3,51.5,2.6, 23.7, Fam ilia: 23.2 (véase P atern i­
21.3, 22.3, 3.5, 48.5, 24.10, 46.3 (véase Fe-seguim iento, 35.8, 7.9 dad)
28.10, 65.10, 69.10, 71.10ss. T ransform ación del cristia­ Idolatría: 19.1, 20.1, 18.2, Fe: 41.1, 42.1, 43.1, 47.1, 48.1,
B ienaventu ran zas: 7.3, 39.7, no) 46.7 49.1, 4.2, 6.7, 34.9, 35.9,
18.8 a 34.8, 15.11 A m istad con él: 25.3, 64.3, Im ágenes negativas: 12.1, 37.9, 40.9
Bondad: 19.2,40.2,9.3,28.8, 5.9 11.5, 12.5, 14.5, 22.5, 15.1, 23.1, 8.2, 15.2, 33.2, Búsqueda: 36.1, 1.2, 7.2
54.5, 2.6, 29.6, 33.6, 7.7, 34.2, 36.2, 6.4, 17.9, 25.9 E du cació n en la fe: 38.1,
57.9, 30.10 R eino de Dios: 2.2 44.1, 11.2, 60.3, 36.10,
Celibato: 32.3, 41.3, 79.5, 36.7, C risto El Justo: 9.2, 26.5, Dom ingo: 41.4 a 49.4, 78.5 42.10
26.10, Anexo 4 18.9, 19.9 D om inio de sí: 3.3, 4.3, 5.3, 7.3, E ncuentro: 39.1, 40.1, 11.2

314 315
M adurez: 16.3, 39.9 A utosuficiencia (au to n o ­ O bediencia: 24.1, 1.3, 48.3, Sacrificio: 4.3, 10.3, 1.9, 13.9,
Seguim iento: 50.1, 1.2, 5.2, m ía): 14.1, 16.1,43.3,4.4, 13.4, 24.4, 50.7, 25.9, 32.9, 16.9, 19.9, 25.9, 26.9, 42.9,
10.2, 6.3, 13.3, 19.3, 37.3, 5.4, 11.4, 33.5,35.5,71.5, 35.9,40.9,41.9, 43.9,3.11 49.9, 55.9, 51.10, 54.10,
60.3, 69.3, 30.6, 4.8 20.7, 13.8, 1.11 O ración: 14.5 a 19.5, 22.5 a 62.10
F elicidad: 28.1, 4.2, 3.3, 7.3, Ser de criatu ra: 19.2, 24.2, 28.5, 35.5, 5.7, 49.10, 64.10, Salvación: 37.2, 5.3, 3.4, 17.4,
22.3,65.5,29.8 25.2, 26.2, 2.4, 50.7, 40.9, 68.10, 16.11 a 19.11 25.4.4.7, 2.8, 16.9 (véase E u­
Fidelidad: 33.3, 41.3, 42.3, 54.3, 14.11 caristía-Triduo pascual)
33.4 Liturgia: 10.3, 47.4, 69.9, 27.10, Santidad: 21.3, 2.5 a 10.5, 19.8
28.10, 3 5 .10 a47 .10 P adrenuestro: 21.2, 56.5, 35.8 a Santos: 26.1, 9.2, 12.2, 27.2,
44.8,61.9 21.3, 3.4, 4.5, 8.5, 3.9, 18.10
G randeza del hom bre: 8.1,10.1, Parábolas: 1.8 a 17.8 Servicio: 3.5, 7.8 (véase C on­
34.1, 35.2, 22.3, 39.3, 52.3, Mal: 30.2, 34.2, 49.3, 56.5, 60.5, G rano de trigo: 13.9 suelo)
5.4, 65.5, 21.6, 13.8, 9.9, 12.8, 42.8, 6.9, 11.9, 21.9, Hijo pródigo: 38.2 Sociedad: 11.1, 29.1, 39.2, 8.3,
10.10 46.9 Oveja perdida: 31.1 15.3, 56.5, 36.6, 12.7, 13.7,
B ondad del hom bre: 3.2, 4.2 M andam ientos (y Alianza): 21.2, Talentos: 24.3 42.7, 48.7, 53.7, 54.7, 56.7,
6.4, 7.4, 19.4, 20.4, 10.5, Paternidad: 4.2, 20.2, 21.2, 22.2, 39.8, 9.9
34.6, 10.7, 11.7,31.8 23.2, 35.3, 37.8 (véase F a­ Soledad: 15.2, 11.5, 12.5, 13.5,
H om bre: 49.1, 21.3, 16.6 M aría: 10.1, 31.1, 4.4, 9.5, 29.5, m ilia) 15.5, 68.5, 7.6, 13.6, 42.8,
Hum ildad: 22.3, 18.6, 23.9, 30.9, 30.5, 38.5, 37.9, 38.9, 19.10, Paz: 3.1, 8.1, 8.3, 12.3, 43.4, 43.8.44.8.8.9, 56.9, 66.10
62.9, 64.9, 62.10, 4.11, 10.11 39.10, C apítulo 11 53.5, 18.8, 43.8, 59.10 S om etim iento: 6.1, 40.5, 4.6,
M artirio: 36.2, 12.3, 8.3, 43.4, Pecado: 1.4 a 13.4, 2.9 32.6, 5.7, 4.8 (véase O be­
48.4, 5.8, 15.9, 16.9, 13.10 Pecado original: 14.1, 20.3, 2.4, diencia)
Iglesia: 15.3, 1.10 a 19.10 (véase M arxism o: 32.1 6.4, 11.4, 17.4, 43.7 Superstición: 33.2
Liturgia) M ás allá: (véase Vida eterna) Piedad: 31.6, 23.10 a 30.10,
Im agen de Dios: 45.1,12.2,10.5, Cielo: 61.5, 10.6, 25.8, 26.8, 37.10, 15.11 (véase C om u­
5.7, 52.7 39.8 nión, Oración, Adorar, Evan­ Teólogos: 2.1
Indiferencia: 45.1, 39.2, 7.9 Infierno: 62.5, 7.6, 24.9 gelio) Trabajo: 46.1, 47.1, 13.11
Individualism o: 21.1, 35.2, 21.3, Juicio y p u rg ato rio : 57.5, Exam en: 21.5 T ransform ación de cristiano:
10.4, 15.4, 50.5, 13.6, 32.6, 58.5, 59.5, 60.5, 64.5, L ectura espiritual: 14.5 3.4, 22.4, 23.4, 1.5, 2.5, 3.5,
37.6, 28.8, 36.8, 66.10, 75.10 10.8, 16.8 Rosario: 29.5, 30.5 11.5, 24.5, 59.5, 64.5, 65.5,
Infancia espiritual: 35.5 a 38.5 M aterialism o: 27.1, 34.1, 31.3, Pobreza: 36.5, 3.6, 22.6, 24.6, 72.5, 7.7, 13.7, 28.8, 1.9,
14.6, 59.9 33.6, 39.7, 16.8, 40.8, 9.9, 44.9, 45.9, 50.9 a 54.9, 30.10,
M iedo: 30.1, 33.1, 20.3, 22.3, 10.9, 59.9 48.10,51.10, 66.10
Juventud: 3.1, 34.1, 27.3, 30.3, 25.3, 28.3, 36.3, 40.3, 47.3, Poder: 12.1, 2.2,27.2, 28.2, 29.2, T rascendencia (necesidad de):
40.3, 56.3, 58.3, 6.5, 23.6, 54.3, 6.5, 42.8, 43.8, 44.8, 30.2, 31.2, 48.3, 34.5, 27.7, 1. 1, 8 . 1, 10.1
14.8 1. 11, 12.11 28.7, 34.7, 52.7, 57.7, 5.8,
M uerte: 12.5, 39.5 a 62.5 (véase 7.8, 22.8, 23.8, 24.8, 25.8,
D esesperanza) 27.8, 28.8, 37.8, 40.8, 5.9, Verdad: 4.1, 7.1, 9.1, 12.1, 27.1,
Libertad: 7.1, 32.1, 18.2, 43.2, M úsica: 71.10 a 79.10 6.9, 33.9, 46.9, 67.9, 69.10, 32.2,61.3, 62.3,3.4, 8.4, 9.4,
5.3, 11.3, 21.3, 43.3, 61.3, 13.11 14.4, 33.4, 3.5, 71.5, 14.7,
71.3, 5.4, 7.4, 14.4 a 25.4, 18.7, 5.8, 6.8, 33.8, 18.9,
10.5, 18.5, 36.5, 3.6, 4.6, N iño Jesús: 28.2, 19.7 a 29.7 34.10, 78.10 (véase Fe-subje-
11.7, 52.7, 54.7, 1.9, 58.9 Rencor: 12.4 tivism o, Curiosidad)

316 317
D olor de la verdad: 12.3, Una necesidad: 3.1, 33.1, 7.6,
28.4, 32.4, 39.4, 59.5, 2.9, 20.6
28.9 Vida: 21.1, 22.1, 23.1, 24.1
E scepticism o: 2.1, 47.7, 50.7 Vida eterna: 5.5, 42.5 a 55.5
R acionalism o: 12.2, 36.2, (véase M ás allá)
41.2,6.3,37.5, 60.5, 24.7, Vocación (elección): 6.1, 22.3 a
25.7, 51.7, 55.7, 22.8, 42.3, 35.3, 36.3, 14.8, 62.9,
27.8, 11.9, 12.9, 21.9, 33.10
9.10 V oluntad de Dios: 1.3, 14.3,
Relativism o: 32.2, 35.2, 17.3, 22.3 a 43.3, 11.5, 4.6, 44.8,
18.3 30.9 a 45.9, 33.10,2.11

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