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P. A. S. L A P I S L Á Z U L I

Traducido por: Corregido por:


A N D R E I N A E S T R E L L A X S
A N N I A H A N N Y
E S T R E L L A X S L A P I S L Á Z U L I
N A N A - C H A N S A N D R A
P. A. S. S A N M A
Sinopsis Capitulo 14

Prologo Capitulo 15

Capitulo 1 Capitulo 16

Capitulo 2 Capitulo 17

Capitulo 3 Capitulo 18

Capitulo 4 Capitulo 19

Capitulo 5 Capitulo 20

Capitulo 6 Capitulo 21

Capitulo 7 Capitulo 22

Capitulo 8 Capitulo 23

Capitulo 9 Capitulo 24

Capitulo 10 Capitulo 25

Capitulo 11 Capitulo 26

Capitulo 12 Capitulo 27

Capitulo 13 Acerca de la Autora


El olor a amoniaco de la orina de los animales y el hedor de la
defecación es todo lo que puedo detectar. Ni siquiera aspirar
profundamente mi cigarrillo es suficiente. Cuando exhalo por la nariz se
adormece un poco, sólo para volver con la siguiente calada.

Los elefantes se mantienen en una valla improvisada no muy lejos de


mí, los sucios gigantes moviéndose sin descanso. Su tamaño hace que
cada pequeño movimiento sea muy ruidoso, pero no me puedo girar para
mirar porque podrían salir y pisotearme hasta la muerte sin que los vea
venir. Puedo oír a los monos parloteando y haciendo ruido a poca
distancia.

Mi pierna izquierda está ardiendo, los tendones de la rodilla se están


acalambrando y tensando tanto que el sudor empapa mi camisa. Es
pegajoso y se funde en mi piel, húmedo todo el tiempo, dejando la tela con
marcas oscuras.

Trato de moverme un poco para que mi pierna no soporte el peso de


todo mi cuerpo, pero la silla se mueve y casi me caigo. Eso sucede porque
a una de las patas le falta la goma de la base, y el tubo hueco se hunde en
el barro que hay debajo de mí. Utilizo una mano para agarrar la estrecha y
oxidada arista metálica alrededor de la ventana. Mis uñas son lo único que
me impiden caer y hacer ruido, mientras mi cigarro sigue colgando de mis
labios. Es que no puedo dejar de mirarlo, a él.

Me duele mucho el brazo mientras utilizo mis músculos. No debo


estar en esta posición, sólo quiero ver lo que le está haciendo. Estoy tan
cerca, y él también, pero ella ya ha tenido su oportunidad.

Al sujetar la ventana y a mi polla, me aferro a la vida. Estoy tan


cerca, el pulso y las sacudidas de mi sudorosa mano hacen que suceda.
Siento un hormigueo en la base de mi columna mientras expulso mi
adolescente clímax, y abro mi boca para sisear con placer.

Mi aliento empaña el cristal y me pierdo el último acto del


espectáculo. Mi uña se rompe y mancha de sangre la superficie mientras
pierdo mi agarre y caigo en el barro arcilloso que hay debajo de mí.

Su fuerte gemido ahoga mi caída incluso a través de las delgadas


paredes. El aire es expulsado de mis pulmones y la humedad se pega entre
mis nalgas ahora expuestas.

Mis manos se aplastan en la suciedad mientras me pongo en pie,


luchando por respirar con mis vacíos pulmones.

Rápidamente me subo los vaqueros y comienzo a correr hacia


adelante, antes de que alguien vea dónde estoy. El lodo arenoso está
aplastado en mi ropa interior mientras avanzo, frotándome y mezclándose
con mi semen.

Mi cigarro me ha hecho un agujero en la camisa y me ha dejado una


bonita ampolla en el pecho. Mierda, mamá se va a volver loca. Subo la
cremallera de mi chaqueta antes de volver a la húmeda y apestosa carpa,
así que ya no puede verlo. Mi corazón está acelerado y no puedo recuperar
el aliento mientras estoy sentado junto a mi madre, mi sudor al menos
disimulando el olor a humo.
¿Me pregunto si volverán después del intermedio? Nunca he
visto nada tan extraordinario.
El nacimiento de mi obsesión, mi payaso.

Al pasar por delante de una mamá, cuyo niño pequeño está llorando
y temblando de miedo, me escabullo por la parte de atrás de la carpa. Me
muero por un cigarro. Todavía puedo escuchar la tonta música de
carnaval y las risas mientras la multitud responde a cualquier estupidez
que esté ocurriendo dentro del recinto.

Le dije a mamá que iba a orinar, estoy seguro de que sabe


exactamente a dónde fui. Camino por la carpa, las rayas azules y rojas
están sucias, mostrando manchas y marcas de desgaste que indican su
antigüedad. Se ve brillante y bonita desde el pueblo, pero de cerca está
sucia y deteriorada. Sacando mi aplastado paquete de cigarrillos del
bolsillo, donde solo quedan cuatro, me doy cuenta que tendré que robar
dinero del bolso de mamá para conseguir más.

La risa retumba en el interior de la carpa mientras lo enciendo,


arrastrando el humo hasta lo más profundo de mis pulmones. Todos los
chicos de la escuela están fumando hoy en día, y ni siquiera me gusta,
pero es una forma de mantener la calma y evitar estar en los radares de
los matones. Soplando anillos de humo y caminando a lo largo de la
cortina de rayas puedo escuchar aplausos mientras otro estúpido acto
llega a su fin.

La carpa se abre justo delante de mí y sale un payaso. Se está


quitando la camisa y sus tirantes cuelgan a los lados, la hierba húmeda
pegándose a sus brillantes zapatos blancos y negros. Se pasa la mano por
el rostro. La mancha en su cara lo hace parecer siniestro, como algo de
una película de terror.

Me paro contra la carpa para que no se dé cuenta que estoy


mirando. De alguna manera, no puedo dejar de observar la forma en la
que está constituido. De repente me siento cohibido de mi estúpido y flaco
cuerpo juvenil, junto con mis brazos delgados.

Sube los dos escalones y se mete en un remolque de aspecto gitano,


cerrando la puerta de golpe detrás de él. Todo se sacude mientras se
mueve por dentro. El hombre con el rostro maquillado me atrae de una
manera enfermiza, una forma que hace que mi estómago se anude y se
revuelva. Un modo que me hace sentir sórdido, y sabiendo que estoy
haciendo algo mal. Dejando caer la colilla de mi cigarro al suelo me paro
sobre él y lo apago en la hierba mojada debajo de mi zapatilla.

Mirando hacia arriba veo a una chica con una malla de lentejuelas,
que no deja nada a mi imaginación, mirando a su alrededor mientras abre
la puerta del remolque del payaso. Sé que no debería estar mirando, pero
su cuerpo apretado y sus piernas musculosas tienen mi polla dura, y sólo
quiero echar un pequeño vistazo.

La vergüenza se apodera de mí cuando me paro en una silla


destartalada detrás del remolque, mirando a mí alrededor para ver si
alguien puede verme, pero aquí atrás es como si fuera un campo abierto.
Las ventanas están sucias, así que no puedo ver claramente, excepto
donde hay un pequeño agujero en la esquina que está agrietado, como un
pequeño agujero de espía sólo para mí.
Puedo ver justo donde su trasero se asoma por debajo de las
lentejuelas, el rosa intenso brilla con la luz apagada y quiero ver más, pero
todo lo demás está borroso a través del cristal, aunque puedo ver la silueta
del payaso que está de pie contra la pared que está más lejos de mí. Hay
una sucia cama entre ellos y puedo ver las sábanas grises a través de mi
pequeño lugar. Las manchas de sudor y el maquillaje se esparcen sobre la
arrugada almohada. Es tan asqueroso como hermoso.

Las sombras se mueven en la parte borrosa de mi visión, y una


mano golpea contra su piel. Conozco ese sonido, es el que escucho cuando
papá golpea a mamá. El ruido es seguido por un leve gemido y un
murmullo que no puedo descifrar a través de las paredes.

La mujer de las lentejuelas se cae en la cama, sus ojos se ven tristes


bajo el resplandor de sus párpados, como si estuvieran muertos por
dentro. Son hermosos, como ventanas en donde se puede observar su
interior, una forma de ver más allá del brillante exterior. Su boca cae
abierta en una perfecta "O" redonda y sus dientes blancos se muestran
bajo el brillante rojo de sus labios. Una lágrima se desliza por su mejilla,
arrastrando con ella la capa de blanca del maquillaje, dejando una
pequeña línea que muestra quién es el verdadero protagonista. Su gran
mano está enrollada alrededor de su delicado cuello, con la mancha de
maquillaje haciendo una impresión en su pálida carne.

El trozo de lentejuelas que lleva es tirado al suelo a su lado y puedo


ver un costado de su pecho, que está siendo empujado hacia el sucio
colchón que hay debajo su cuerpo. Es levantada por su largo pelo y su
amplio pecho está expuesto hacia mí mientras su cuerpo se desplaza hacia
la parte alta de la cama, su rostro viéndose forzado a bajar a la sucia
almohada, ocultándome sus ojos. Ahora puedo ver todo su cuerpo. Tiene
moretones azules, morados e incluso amarillos en las costillas. Su trasero
tiene forma redonda. Esto me hace querer tocarme más, incluso al ver la
marca roja de una mano en relieve que hay sobre ella.
Me desabrocho el botón superior de mis vaqueros y agarro mi polla
mientras la golpea de nuevo, esta vez más cerca de sus partes íntimas.
Partes que sólo he visto en las revistas sucias de Gavin, las que roba del
cajón de la cabecera de la cama de su padre. Ella tiene pelo allí, pero en
las revistas no tienen pelo. Me agarro con fuerza mientras miro al payaso,
el modo en que toca su cuerpo, cómo ella gime y llora.

Grita por más, pero su voz está amortiguada por la forma en que su
cabeza está inmovilizada en la almohada y sus manos sujetan las grises
sábanas. Nunca había mirado la polla de un hombre antes, Dios, es
enorme comparada con la mía. La agarra en sus manos y la hace rodar en
la cama, sus caras están manchadas y la de ella contiene lágrimas.
Sujetándola por el pelo, que ahora está revuelto y despeinado, se pone
sobre su pecho, con los pantalones abiertos en la bragueta, que está
expuesta al rostro de ella. Me ruborizo de un rojo intenso cuando él le
pone la polla en la cara y ella gira la cabeza hacia mí. Sé que en cuanto me
ve sus ojos se abren un poco, pero no puedo moverme, estoy arraigado en
este momento de lujuria y mi cuerpo está ardiendo por su conexión.

Su rostro es tirado hacia adelante y se pierde un instante. Espero


que ella le diga algo, pero antes de que pueda, él le mete la polla en la boca
tan profundamente que estoy seguro de que le toca sus amígdalas.

He oído a los chicos mayores hablar de las mamadas,


fanfarroneando sobre cómo se la chupaban, aunque ver eso delante de mí
es algo totalmente distinto. Sacudo mi polla con el puño al mismo ritmo
que él se mece dentro y fuera de su boca, tratando de calmar mi
respiración irregular. Se siente tan bien, pero al mismo tiempo tan mal.
Papá me golpearía si supiera que estoy tocando mi polla. Lo he hecho
antes, pero nunca así, a la intemperie. O mirando a alguien. Normalmente
lo hago en la cama, imaginando a Emma, de sexto grado, con los botones
desabrochados. Es algo único. Puedo verlo, escucharlo y casi sentirlo,
mientras que la excitación de saber cuán incorrecto es o que me pueden
atrapar sólo me hace desearlo más.
El maquillaje cae por sus mejillas, y sus ojos se llenan de lágrimas
por la falta de aire, mientras él se clava una y otra vez en su boca. Me
deslizo por todo el costado del remolque, pero mi polla sigue dura.

Una punzada de celos me invade y desearía ser ese payaso. Deseo


ser él. Quiero sentir eso, la quiero hacer llorar y gemir, anhelo lo que él
tiene. Aprendimos sobre sexo en la escuela y mamá tuvo una charla a
medias conmigo sobre los condones y esa mierda, pero hasta ahora la
verdadera realidad había sido difícil de alcanzar.

Su cuerpo se dobla por la mitad mientras el payaso le pone sus


rodillas contra las orejas, el cuerpo flexible de contextura circense
inclinándose hermosamente, y su trasero se expone a él y a mí. Siento un
repugnante y vergonzoso nudo en mi garganta mientras la miro así, sus
manos ásperas y sucias tocándola, indagando dentro de ella, haciéndola
llorar y quejarse.

Cuando pone su boca sobre ella casi quiero vomitar, pero eso me
pone aún más caliente. El maquillaje blanco y negro de su cara se pega a
su piel y ella se retuerce contra él buscando algo más. Una parte de su
cara se limpia sobre ella y ahora casi puedo verla, su saliva haciendo que
su piel se ilumine de la misma manera en que sus ojos brillan, y eso me
hipnotiza. Me muevo un poco para poder ver su cara de nuevo y me mira,
sabe que estoy observando, debería huir, pero no quiero.

Cuando vuelvo a mirar, veo que mete su polla dentro de ella, como
en la clase de salud, solo que real, y no tiene condón cuando entra en su
interior. Todo su cuerpo se inclina para encontrarse con él y me sorprende
que todo se ajuste en su interior. Me pregunto si le duele. Ella no está
actuando como si fuera así, de hecho, nunca he visto el rostro de alguien
de esta manera, la felicidad pura se apodera de su cara. Sus ojos tristes se
mueven mientras su cuerpo se estremece debajo de él y observo como saca
la polla, que está resbaladiza y mojada, disparando su semen sobre sus
bonitos pechos con una sonrisa maliciosa en su triste y medio maquillado
rostro, y entonces también eyaculo con la erótica imagen que tengo delante
de mí, vaciándome en mis vaqueros y en mis manos, pero me importa un
carajo.

Puedo escuchar la música de nuevo cuando salgo del trance que


presencié. Tirando de mi bragueta hacia arriba, me apoyo de espaldas al
remolque, todavía de pie en la inservible silla, y trato de respirar como una
persona normal.

Presente

Ese fue el día que cambió. Volví todos los días hasta que el circo se
fue y vi cómo el payaso se follaba a la hermosa chica con ojos tristes. Ella
sabía que estaba observando y nunca dijo una palabra, pero a menudo
nuestras miradas se bloqueaban y era como si me estuviera hablando de
esa forma.

Ojalá hubiese sido ese payaso todos los días, por muchos años.
Todavía quería ser él, con sus músculos abultados, su rostro maquillado y
su polla varonil. Soñaba con ser yo quien la tocara, para hacer que su
cuerpo se inclinara y sus ojos lloraran. Estaba celoso.

Las brillantes luces alrededor del espejo destellan y me ayudan a


mirar mi reflejo, en las paredes hay rayas rojas y azules que hacen que la
habitación sea demasiado oscura para maquilarme el rostro sin las luces.
Primero el blanco, como base. Utilizo una esponja especial y aplico el
maquillaje sobre mi piel, cubriendo cada parte, desde el cuello hasta el
punto en que se cruza con los volados de mi ropa, cerrando los ojos para
cubrir mis párpados. Cuando todo está cubierto uniformemente, abro el
pequeño bote de color negro y rojo, tomando un pequeño pincel mientras
pinto mi rostro. La boca caída, que termina en dos finas puntas en la
barbilla, me hace parecer eternamente triste, y el rojo profundo de mi nariz
se ve como sangre. Una lágrima solitaria en mi mejilla y los ojos vivaces
que circundan a los míos. El ritual es siempre el mismo, cuando me miro
en el espejo lo veo a él, y no a mí. Observo a mi payaso. La forma en que
maquilló su rostro me quemó la cabeza y me llevó mucho tiempo conseguir
que fuera perfecto.

La mujer que respondió a mi anuncio indicando que quería a una


chica para un juego de roles está vestida con una malla de lentejuelas que
compré en una tienda vintage. Brilla y se adhiere a su cuerpo a la
perfección. Sus brazos están atados al columpio que cuelga del techo de
mi garaje. Las luces del show se mueven y giran alrededor de la habitación
mientras me deslizo en los brillantes zapatos blancos y negros con punta
que son dos tallas más grandes. Los pantalones de raso se frotan contra
mi dura polla mientras subo los tirantes por encima de mis desnudos
hombros, y camino hacia ella.

La sombra de sus ojos tiene brillo, sus labios son rojos y su cara
pálida, casi perfecta. Sonrío, pero mi rostro se mantiene triste por el
maquillaje que hay en él, precisamente porque la acción es una
contradicción. La melodía exacta del circo suena suavemente, llenando mis
oídos con el ruido y el placer que deseo recibir en esta noche.

Las noches de circo son para lo que vivo ahora, estos momentos en
los que puedo ser un payaso, donde soy como él. Me tomo mi tiempo para
disfrutar de la forma en que su cuerpo responde a mi placer, combinado
con el miedo distintivo del disfraz de payaso. La gente tiene miedo de los
payasos, gracias Stephen King por dificultarme las cosas.

Se estremece cuando la toco, mis manos rozan las lentejuelas en el


sentido contrario, se siente como papel de lija mientras la arrastro hacia
mí. Ella engancha sus piernas, que cuelgan libremente alrededor de mi
cintura, e inhalo el aroma de su dulce perfume mientras beso sus
desnudos hombros dejando marcas de maquillaje a medida que me dirijo
hacia sus labios llenos. La beso hasta que el rojo es reemplazado por el
color negro antes de cortar lentamente la malla con unas viejas tijeras de
coser.

El sonido de la tela siendo destruida se mezcla con la melodía que se


repite una y otra vez, la banda sonora de mi fetiche. Con ella en nada más
que medias de red, doy un paso atrás para admirar a mi bonita trapecista,
antes de arruinarla para siempre. Su pecho sube y baja. La miro a los ojos,
esperando el momento en que nos conectemos, pero nunca llega, aunque
siempre lo busco, siempre la busco a ella.

Arrodillándome, pongo sus piernas sobre mis hombros para que se


sujete a mí mientras sostengo su peso. Su coño está en mi rostro, mojado
de deseo y terror, empapado para que pueda actuar ante ella. La estoy
probando. Aprieta sus muslos hasta que mi maquillaje mancha el interior
de ellos, y cuando su orgasmo disminuye, cuelga flácida sobre mí, su
cabeza se inclina hacia atrás y su cuerpo tiembla.

Es entonces cuando inclino su cuerpo hacia atrás y la ato de manera


hermosa para que sus pies se encuentren con sus muñecas. Bloqueo el
columpio para que no se mueva más, aflojando mi bragueta y liberando mi
polla. Hice la mía mejor que la de mi payaso. Crecí para ser más grande, le
tenía mucha envidia pero el piercing que tengo me hace sentir más
importante, y quería ser mejor que él.

—Estira los pies —le digo exactamente qué es lo que quiero—.


Inclina la cabeza hacia atrás y no te muevas. —Ella es casi perfecta, más
cercana que las demás. Es bailarina, y su cuerpo flexible es lo que
recuerdo.

Me obedece. Paso mis manos sobre los músculos de sus piernas y


los de su abdomen, que ahora exhibe perfectamente hasta que mis manos
encuentran su húmeda abertura. Mis dedos se deslizan fácilmente y los
muevo hacia adentro y hacia afuera, torturándola lentamente mientras la
observo llorar, de dolor por esta posición y por el placer que estoy
obteniendo de ella.
—No llores. Te vas a ensuciar el rostro, preciosa —murmuro en su
oreja. Está jadeando cuando la dejo de tocar—. Me gusta tu cara así,
maquillada y bonita. No llores. —Le jalo la cabeza hacia atrás, su cuerpo
en un círculo completo.

Es tan asombroso. Me muevo para estar detrás de ella. Con mi mano


cerrada en mi polla me preparo para follarla. No puedo hacer esto
normalmente, no puedo ponerme duro a menos que sea aquí. Maquillado y
con una chica así.

Cuando estoy aquí soy libre, y entonces empujo en su contra hasta


que sus gritos son más fuertes que mi preciosa música, o hasta que sus
súplicas para que me detenga ya no sean coherentes, y sólo entonces
puedo encontrar mi liberación, corriéndome por toda su piel perfecta y su
cuerpo arqueado.

Este es mi circo y ella es mi número estrella, siempre soy sólo el


payaso triste que los hace felices.

Cuando termino de desatarla, la visto y la acompaño a un taxi. Le


dejo el rostro pintado para que recuerde el espectáculo.

Las personas deberían tener miedo de los payasos.


—Sivan. Tu madre está al teléfono. —Quiero protestar mientras
Gavin me golpea con el teléfono de la oficina el pecho, pero seguro que me
escucharía.

Me da una sonrisa de mierda y sigue caminando. No he contestado


una de sus diez llamadas a mi móvil en el día de hoy. —Hola mamá. —
Trato de sonar feliz de hablar con ella.

—Hola hijo. ¿Tu teléfono está en tu auto? ¿O de nuevo en casa? He


estado tratando de localizarte.

Toco mi bolsillo donde sé que está y miento. —Debo haberlo dejado


en alguna parte de nuevo, hoy estoy muy ocupado mamá —sugiriendo
abreviar esto.

—Sólo quería recordarte la cena de esta noche, tu hermana vuelve a


casa de la universidad y trae a una amiga. —La forma en que dice una
amiga revela su intención de forma clara y rotunda. Mi falta de esposa, o
incluso de novia, la tiene preocupada. Hace poco me preguntó si era gay, y
eso me enfadó. No podía responder directamente cómo me ha gustado
estar con hombres, pero que realmente prefiero a las mujeres, o al menos
a ambos al mismo tiempo.

—No lo he olvidado, mamá. —Suspiro mientras abro la pequeña


puerta de la oficina en la construcción y salgo al exterior para sumergirme
en una llovizna. La jornada de trabajo se ha retrasado por la maldita lluvia
otra vez, y nos estamos quedando retrasados de nuevo.

—Te veremos a las seis y media entonces, dúchate antes de venir,


por favor —Pongo los ojos en blanco, y es como si lo viera por el teléfono—.
Te conozco, no vengas aquí todo sudoroso y asqueroso directamente del
trabajo, o peor, del gimnasio.

—Bueno, mamá, estoy ocupado. Nos vemos luego. —Presiono el


botón de fin, sacudiendo el agua de mi despeinado cabello, y vuelvo a
entrar. Va a ser un largo día sin nada que hacer con este tiempo.

Me siento y trato de concentrarme en las estimaciones de los costos


y en el papeleo que debería estar haciendo, mientras que el trabajo
propiamente dicho al aire libre está en espera. Pero mi mente sigue
centrada en lo de anoche. Siempre me quedo con la sensación de que no
es suficiente, porque no es real, sólo se trata de un papel. Mientras esto
sucede estoy temporalmente satisfecho, pero después estoy tan vacío,
celoso y enojado como siempre ha pasado. Comienzo una búsqueda en
EBay1 para piezas de circo clásicas, y recorro las páginas buscando cosas
que podría usar para hacerlas perfectas.

Lo que realmente quiero es un viejo remolque de circo para añadir a


la colección que voy a construir en mi terreno en la costa. Ya no hay
ningún circo de verdad, no del tipo tradicional ambulante. No, los
activistas de la tecnología moderna y de los animales se han asegurado de
que todos se extingan y desaparezcan.

1 EBay: es un sitio destinado a la subasta y comercio electrónico de productos a través


de Internet.
Ese fue el último año que el circo estuvo en nuestra ciudad, al año
siguiente se detuvo a una hora de distancia y tomé un tren, pero mi
payaso y ella ya no estaban en el grupo. Tenía demasiado miedo preguntar
a alguien qué les había pasado, así que me fui decepcionado y enojado, ya
que había malgastado mi mensualidad en el pasaje del tren y en el ticket.
Si hubiesen estado allí, si sólo hubiese tenido una oportunidad de verlos,
habría valido la pena. Pero ya no estaban.

—Me voy al gimnasio, y luego a casa. No puedo quedarme aquí


sentado sin hacer nada. Me estoy volviendo loco —digo a Gavin, metiendo
la cabeza a la vuelta de la esquina en la pequeña cocina en donde está
maltratando nuestra descompuesta máquina de café, tratando de
conseguir su dosis de cafeína.

—Claro, cerraré con llave. También me voy a ir. Necesito café y esta
cosa me odia —responde, golpeando con el puño la parte superior de la
máquina.

—También te odiaría si me golpearas —digo, sacando mis llaves del


gancho de la puerta y poniéndome el abrigo.

—Cena en casa de tu madre, ¿eh? —pregunta, tratando de actuar


como si no quisiera saber si mi hermana estará allí.

No sé todos los detalles escabrosos de lo que pasó, pero sí sé que


tenemos un acuerdo inquebrantable de no salir nunca con los amigos del
otro, eso y que además mi hermana no quiere volver a verle nunca más.

Durante mucho tiempo, las cosas se pusieron muy raras entre él y


yo. Asiento. —Sí, ella estará allí. Te veré mañana.

Cuando cierra la puerta que nos separa mi último vistazo incluye su


mirada de decepción. Todavía le duele, a pesar de que ha seguido adelante
y tiene un bebé en camino. Le duele por lo que tenían. Y eso me pone
celoso. Ojalá pudiera amar lo suficiente como para sufrir por ello, pero no
hay dolor en absoluto, así que no puede ser amor.

En vez de eso, todo lo que siento es vacío e insatisfacción, nunca ha


existido una conexión que me haya parecido tan importante como para
extrañarla cuando ya no la tenía. Reviso que mi bolsa de ejercicio esté en
el asiento trasero antes de subir a mi auto y conducir bajo la llovizna
perpetua.

El agua golpea debajo de los neumáticos mientras conduzco por la


curva a una velocidad mayor de la que probablemente debería, pero me
siento incómodo, y un buen entrenamiento podría aliviar la tensión que
me tiene confundido.

Gruñendo en voz alta entro en el estacionamiento subterráneo del


gimnasio, tomo mi pequeño boleto para luego poder pagar por el uso del
estacionamiento para evitar la lluvia, tratando de encontrar un buen lugar
donde dejar mi auto. La luz tenue y el olor a humedad me hacen sentir
sucio. Agarrando mi bolso, corro hacia el ascensor, y cuando las puertas
se cierran siento que puedo respirar de nuevo, el olor disminuyendo a
medida que subo. Cuando se deslizan y se abren de nuevo, son
reemplazados por el olor a sudor y el sonido del trabajo duro e intenso.

Este lugar se convirtió en mi templo cuando era un niño. Tenía


tantas ganas de parecerme a él que concentré toda mi atención en eso. Me
uní al equipo de rugby y me puse a trabajar. Poco a poco me fui
construyendo para ser como él era. No podía escapar al circo porque ya no
estaba, pero conseguí lo que quería.

El pequeño insignificante que se asomaba por el agujero de esa


ventana se había ido, y al poco tiempo las chicas empezaron a fijarse en
mí, pero no me importaba nada su cariño.

Me pongo mi ropa deportiva y empiezo a entrenar con los auriculares


puestos para poder alejarme del mundo por un tiempo. Cuando el sudor
fluye por mi espalda y puedo olerme, es cuando empujo un poco más
fuerte y durante más tiempo. Esos son los momentos en los que se
produce la transformación, cuando los músculos se construyen y la
familiar quemadura me hace sentir tan bien que es como una adicción.
Cuando siento que he terminado, que cada centímetro de mi cuerpo me
duele, entonces me dirijo a tomar una ducha.

El agua caliente alivia los músculos tensos y me hace sentir relajado


de nuevo. Realmente no necesito cenar en casa de mi madre hoy. Sólo
quiero ir a casa y ver el video de la representación de anoche una y otra
vez, en mi lugar feliz con las luces bajas. Sólo, con mis sucios secretos.

Todavía está lloviendo a cántaros cuando salgo del estacionamiento


subterráneo. La nubosidad es más baja, haciendo que toda la ciudad se
sienta claustrofóbica y pequeña, como si no hubiese escapatoria del
húmedo miasma2. Incluso las canciones en la radio son ahora tristes y
deprimentes, todo el mundo a mí alrededor se siente melancólico.

Me estaciono fuera de la casa de mi infancia con un suspiro. Antes


de entrar reviso mi teléfono para ver si tengo nuevas respuestas a mi
anuncio. Cualquiera que pueda ser mi Columbina 3 , o una persona
potencial, La elegida, pero no hay círculos rojos que indiquen una
notificación. Cada vez son menos frecuentes, y a veces me preocupa que
nadie vuelva a responder, que mi espectáculo se acabe y que no encuentre
lo que busca mi alma. Me quito la sensación de hundimiento, compruebo
mis mensajes de texto y cambio el móvil para silenciarlo antes de salir
corriendo a través de los charcos de agua, hacia la puerta principal de la

2 Miasma: Emanación dañina que puede venir de aguas podridas, sustancias


adulteradas o el cuerpo de una persona enferma.
3 Columbina: Que tiene ciertas características propias de la paloma.
casa. Puedo oler la comida de mamá incluso antes de abrirla, el aroma se
filtra a través del pequeño hueco debajo de la puerta.

Escucho el estruendo de otro auto que se detiene en la entrada, es el


pequeño auto femenino de mi hermana, el que llama Jezebel. Espero a que
ella y su amiga salgan antes de entrar, me gusta saber a qué me enfrento
antes de que mamá se meta en medio.

Las dos chicas corren, riéndose a través de la lluvia hasta donde me


encuentro bajo el pequeño toldo delantero. Sacudo la cabeza y sonrío
mientras mi hermana me abraza.

—Hola, veo que mamá debe haberte sobornado. —Su sonrisa es


contagiosa, mi hermana es perfecta. Ella es mi pequeña Sam, y también
fue siempre mi amiga.

—Hoy no necesitó sobornarme, me emboscó con una llamada a la


oficina.

Nos reímos y veo a la chica que está detrás de ella, quieta, bajo la
lluvia. Su cabeza está inclinada hacia abajo, pero sus ojos miran hacia
arriba por debajo de sus pestañas con un poco de timidez. Tiene el pelo
corto, de color rojo con un corte en forma de hada 4 , está mojado y
desordenado, su cara tiene un piercing, sus bonitos ojos se pierden bajo
un maquillaje atrevido y sus dientes blancos se ven a través de una
sonrisa pícara y recatada.

—Esta es Imogene —dice Sam, tirando de su amiga bajo el toldo,


aplastándonos a todos incómodamente cerca.

4 Corte en forma de hada: Es un corte con un flequillo largo hacia un costado con sus
lados y parte de atrás cortó.
—Hola, Imogene, soy Sivan. —Extiendo una mano para estrechar la
suya, y mi hermana me da una mirada para que ni siquiera piense en ello,
mientras le sonrío.

—Hola Sivan, encantada de conocerte pero, ¿podríamos alejarnos de


la lluvia ahora? —Empujo la puerta principal para que nos asalten los
olores de la cocina de mamá y el hogar.

Me quito los zapatos sucios y los coloco en el estante junto a la


puerta. La alfombra es esponjosa y suave debajo de mis calcetines
mientras voy a buscar a mamá. Mi estómago gruñe con fuerza, y Sam se
ríe detrás de mí.

—Hola, mamá —saludo al entrar en la cocina.

Toda la habitación es un desastre con cuencos y comida, pero huele


como el cielo, y mi vientre vuelve a rugir.

Mi mamá me abraza y me besa en la mejilla.

—Hola chico. ¿Tienes hambre? —Sólo me río y Asiento, tratando de


robar un bocadillo, pero mi mano es golpeada—. ¡Fuera, nada de picotear!
Puedes esperar hasta la cena. Oh, hola a las dos —Ve a Sam e Imogene, y
las saluda mientras agarro un pastelito y me escabullo de su palmada—.
Fuera de aquí. —Me señala mientras escapo a la habitación de atrás y
enciendo la televisión.

Colocándome en el sofá, apoyo los pies sobre la mesa. Puedo


escuchar a las tres mujeres riendo y charlando mientras me pongo al día
sobre lo más destacado del deporte y las noticias. La habitación es cálida y
confortable, es el lugar en el que vivimos cuando éramos niños. Con
fotografías y recuerdos, todos son especiales para mamá.

Ella se llena de los buenos tiempos en este lugar, ahora que se


siente tan sola porque Sam está lejos en la universidad, la casa está llena
de esos fantasmas de momentos felices y de los tristes. Una foto me
persigue más que ninguna otra. Mamá, Sam y yo estamos parados frente a
un elefante de circo, fue tomada ese día después de que el espectáculo
terminara. Puedo ver la culpa en mis ojos, el día en que se perdió mi
inocencia y nació mi secreto.

Doy la vuelta al marco que está sobre la chimenea para no poder


verlo y vuelvo a sentarme, tratando de pensar en algo más que en la
belleza con lentejuelas de anoche. La forma en que se dobló casi por la
mitad, la sensación de su cuerpo sobre el mío y el brillo de sus lágrimas
con las luces. La forma en que su piel se veía con mi maquillaje blanco
esparcida sobre ella, empañando sus buenas intenciones y haciéndola
mía.

Mi corazón latía como si estuviera corriendo un maratón cuando me


miró, con brillantes y azules ojos que me hacían sentir el estruendo de mi
lujuria. La sensación de su piel a través de esas medias de red, y sus
músculos tensos mientras la utilizaba para satisfacer mi deseo.
Mirándonos a través de mi espejo, ese no soy yo, sino mi payaso, y estoy
de vuelta en el verano de mi decimotercer cumpleaños viéndolo follarse a
su preciosa trapecista mientras sus ojos me hacían el amor a través del
agujero en la ventana. Esto es lo único que me puede hacer sentir así de
nuevo.

—Sivan. —Vuelvo a la realidad—. ¿Estás sordo, hijo? La cena está


lista, ven a comer. He estado gritando por ti. —Mamá tiene su mano en la
cadera, dándome una mirada sospechosa antes de que entre y arregle la
fotografía que di vuelta.

Las chicas están susurrando cuando llego a la mesa del comedor, y


por el aspecto que tengo, sé que es de mí de quien están hablando.

—No te detengas —digo sarcásticamente a mi hermana, que ahora


se ríe.
—Basta ya, tenemos compañía. Compórtense. —Nos da esa mirada
secreta de mamá que dice, No eres muy mayor para que te golpee el trasero
hasta que se ponga rojo.

Me deslizo en mi silla, golpeando mi rodilla contra la pata de la


mesa, dejando que se me escape un carajo menos que silencioso y
ganándome una palmada en la parte de atrás de mi cabeza. —¡Mamá!

—Estamos en la mesa, tengamos modales —dice, pero con una


sonrisa en su rostro.

Mamá nos extraña. Veo la soledad en sus ojos cuando mira


alrededor de la mesa. Preparamos nuestros platos, llenándolos con comida
casera, e incluso mi hermana e Imogene parecen cargar sus platos como si
no hubiesen comido de verdad en meses.

—¿Cómo va la universidad? —pregunto a Sam en medio de un


mordisco a la patata asada.

—Estupenda. He estado actuando fuera de la universidad el mes


pasado y ha sido muy divertido. Los exámenes empiezan pronto, así que el
estrés no tardará en llegar, por eso lo estoy disfrutando todo —Su sonrisa
me dice lo mucho que le gusta. Sam está estudiando arte dramático, tiene
un gran talento para ser el centro de atención.

—¿Cuál es tu especialidad, Imogene? —dice mamá.

—Teatro y danza. No podía elegir uno, así que opte por los dos. Sam
ha estado actuando conmigo en un espectáculo cada semana, es muy
buena —responde tímidamente.

No me imagino que sea una artista. Es demasiado reservada.

—Eso es encantador, tal vez debería ir a verla.


Sam se atraganta con su comida y se le salen los ojos. Me río un
poco. —No es tu tipo de programa, mamá. No creo que te guste.

El rostro de nuestra madre se cae un poco, pero asiente con la


cabeza y sigue comiendo en silencio.

Mi interés se ha despertado. —¿Qué clase de espectáculo es? —No


puedo evitarlo. Sam me mira fijamente.

—Es una especie de espectáculo de circo en vivo con un toque de


humor —responde Imogene, mientras mi hermana intenta apuñalarme con
las dagas en sus ojos.

—Suena interesante. —No dejo de mirar a Sam, me gusta que se


ponga un poco nerviosa. La palabra circo está resonando en mis oídos.

—A ti tampoco te gustaría mucho, imbécil. Detente. —Sacude la


cabeza y me lanza su cara que dice, para. La conozco lo suficiente como
para saber que se lo sacaré en algún momento esta noche.

—¿Desde cuándo maldicen en mi mesa? Me disculpo por mis


maleducados hijos, Imogene, realmente les enseñé buenos modales. Se ve
que esta noche se les olvidaron todos.

Mamá sigue mirando entre la bonita pelirroja y yo, sé exactamente


dónde se dirigirá esto en un minuto, pero ni siquiera puedo negar que
tiene algo diferente, fresco y hermoso.

La amiga de mi hermana también está totalmente fuera de los


límites. Sam me dice en silencio, Te mataré, y suelto una ronca risa.
Tenemos un trato, no salimos con amigos. Está escrito con sangre en lo
que respecta a Sam.

Cuando terminamos de comer, Sam se levanta a petición de mamá


para ayudarla a limpiar la mesa y conseguir el postre. Sé lo que está
haciendo, pero no funcionará, nunca sucede. El silencio incómodo es
instantáneo y no sé dónde mirar, porque en verdad esta vez deseo mirarla.
En vez de eso, juego con mi cuchara y evito el contacto visual a toda costa.

—¿A qué te dedicas, Sivan? —Su suave y sedosa voz me hace


levantar la vista, y ya no puedo esperar un minuto más—. Sam no habla
mucho de ti.

—Tengo una pequeña empresa de construcción con mi mejor amigo


—digo las palabras, pero todas me suenan tontas, porque siempre soy un
estúpido. Ninguna mujer se preocupa por mí porque tengo demasiados
secretos.

—Eso suena interesante, supongo que es el mismo mejor amigo que


le rompió el corazón y la decepcionó para todos los que vinieron después...

Ese sería él. Asiento, sonriendo un poco. Ojalá supiera toda la


historia, pero ninguno de los dos me la contará. —Sí, ese amigo.

Ahora está sonriendo, como si supiera un secreto que yo no sé.


Probablemente lo conozca. —¿Qué construyen ustedes? —Está tratando de
matar el silencio con una pequeña charla, y eso me hace sentir incómodo.

—Principalmente locales comerciales y propiedades residenciales. —


No puedo hablar de cosas triviales, me hace sentir incómodo, porque esta
chica me gusta.

Me mira y el silencio es tan grande que es estremecedor. Gracias a


Dios, Sam regresa con una vasija de natillas y tazones de pudín, así que
me levanto para tomárselos. Soy salvado por las cosas dulces y el ceño
fruncido de mi hermana, mientras mi madre viene corriendo detrás de ella
sosteniendo algo que huele a manzanas y a canela tibia. Volver a casa por
comida siempre vale la pena.

—¿De qué hablaban? —pregunta Samantha, mirándome fijamente.


—Trabajo. Ya sabes, la cosa más divertida —respondo. Me encanta
que mi hermana se salga de sus casillas, es una reina del drama.

—Lo que sea, idiota.

Imogene se ríe y me mira directamente. Mamá inicia el interrogatorio


y le hace preguntas a Imogene por el resto de la noche. Veo algo, entre ella
y Sam, y mi hermana está muy a la defensiva con Imogene. Samantha
intenta detener a mamá, y mientras observo su reacción, pienso que es
mucho peor de lo que ha sido con cualquiera de sus amigas hasta ahora.

Cuando veo por el rabillo del ojo que Sam le aprieta suavemente la
mano a Imogene después de que mamá hablara de su familia, e
intercambiaran una mirada, me pregunto si son algo más que amigas.
¿Imogene preguntó por Gavin porque son amantes? Mi mente hace flashes
de la imagen de ellas juntas e inmediatamente quiero borrarla, es mi
hermana.

Me ofrezco voluntariamente a limpiar los platos del postre, mi mente


necesita aclararse con el pensamiento de Sam e Imogene juntas, así que
desaparezco con mi madre hacia la cocina. Lavamos los platos y los
apilamos en el fregadero. Sé que se avecina. Esta no fue la salida más
fácil.

—Imogene parece agradable, ¿no?

Ahí está.

—Sí, es agradable, mamá —Trato de no alimentar sus tontas ideas


casamenteras, y ésta es una idea muy mala, especialmente si ella y Sam
son más que amigas—. También es la amiga de Sam, no puedo salir con
ella, así que puedes dejarlo ahí.
—Sólo pensé, quiero decir, ¿cuándo fue la última vez que saliste con
una chica? —Suena exasperada por mi falta de vida amorosa.
—La de anoche era encantadora. Tal vez la vuelva a ver alguna vez
—le digo la verdad a medias. Nunca la volveré a ver. No me interesa, y su
cara me dijo que a ella tampoco.

—Oh, ¿Cómo era?

Allá vamos.

—¡Mamá! —Sacudo la cabeza, tiene que parar.

—Lo siento, es que...

—Lo sé, mamá. —La arrastro para darle un abrazo.

Quiero mucho a mi mamá, y también la extraño.

Nos reímos y hacemos un lío limpiando la cocina juntos, mientras


me pega en el trasero con un paño húmedo y eso me duele como el
demonio. Pero esto me hace feliz, estar aquí, en casa con mi madre.
Cuando papá estaba vivo nunca era feliz, sólo estaba triste y asustada.
Mamá comenzó a vivir sólo cuando murió.

La puerta se abre y las chicas entran. —Tenemos que irnos a casa,


es un largo viaje de regreso a la ciudad en la oscuridad —dice Sam,
besando mi mejilla y dándole a mamá un abrazo de oso.

—Fue un placer conocerte, Imogene, espero que vuelvas a unirte a


nosotros. —Mamá la abraza y se pone rígida, como un gato que odia los
abrazos.

El afecto de un extraño la hace sentir incómoda, no sabe muy bien


qué hacer con sus manos y éstas le cuelgan a los costados. Mamá no
entiende el concepto de espacio personal.
—También es mejor que me vaya, mamá, puedo seguir a las chicas,
al menos parte del camino. No me gusta que conduzcan tan tarde. —Sam
me mira con una amenaza de muerte en sus bonitos ojos, y sonrío.

—Bien, todos, conduzcan con cuidado. Llámenme cuando lleguen a


casa. Todos ustedes. —Se besan en las mejillas y todos salimos
arrastrando los pies por la puerta, la lluvia ha cesado, pero un viento
helado susurra y otra vez hace frío.

—Te seguiré hasta la autopista. —le digo a Sam, que me da una


patada en el trasero.

Imogene se ríe, y el sonido me llena de un calor que no puedo


explicar, pero me gusta. Quiero que se ría de nuevo, pero en vez de eso se
sube al auto y espera a Sam.

—Vamos a salir, no molestes Sivan. Estaremos bien —dice Sam,


abriendo la puerta, metiendo una pierna dentro y regañándome con sólo
una mirada.

—¿Estás segura, Sam? —pregunto. No me gusta que salgan tan


tarde solas.

—¡Soy una chica grande! —Gana la discusión, y desaparece en su


auto.

Para cuando enciendo el mío, ya se han ido.


Enciendo algunas luces, prendo la cafetera y me paro en mi cocina.
Estoy solo. Siempre he estado solo, pero esta noche mí soledad me hunde
más de lo normal. No tengo a nadie porque tengo un secreto.

Los secretos hacen que las relaciones, incluso las de amistad, sean
difíciles, porque no podemos ser nosotros mismos. Vierto café en mi taza
favorita, sosteniéndola para que caliente mis frías manos.

Caminando despacio me dirijo hacia la puerta que conduce al garaje,


a mi lugar, mi mundo. Abriendo la puerta, doblo la esquina para encontrar
el interruptor de la luz, de esta manera vuelvo a dar vida a mi circo. Aquí
siento que puedo respirar, me siento como yo, y un poco como él.

Pongo mi taza en el suelo y miro a mi alrededor, me ha llevado años


reunir todo esto y hacer de este lugar mi refugio. Las luces de colores, la
música suave y los colores brillantes, cada uno de los artículos
seleccionados cuidadosamente por mí. Gracias al Señor por las compras
en línea y los discretos servicios de entrega. Me desnudo y comienzo a
ponerme los pantalones blancos y negros antes de sentarme frente al
espejo, que está rodeado de luces al estilo de Hollywood que iluminan mi
rostro.
Abro la caja que contiene mi maquillaje, que es como el cofre del
tesoro de este lugar. Agarro una esponja suave y comienzo el proceso de
transformación de mí mismo a mi payaso. Cuando mis facciones están
cubiertas, y la cara de payaso triste está completa, me siento vivo de
nuevo. Busco el mando a distancia y enciendo la pequeña pantalla de la
esquina para poder reproducir cada momento de la pasada noche una vez
más antes de borrarlo. Nunca los guardo por mucho tiempo, y a veces ni
siquiera los miro, pero esta noche me siento solo y quiero sentir algo más.

Me siento en un banco pintado como los que usan los elefantes en el


circo, los triángulos son rojos y amarillos en los lados, un ribete brillante
en la parte superior lo hace teatral, pero también es una pieza práctica.
Presiono el botón de reproducción y apoyo los codos sobre mis rodillas
dobladas, inclinándome más cerca de la pantalla.

Las cámaras lo captaron todo; su rostro, su piel sedosa en esas


medias de red y la forma dulce en que su boca hizo una O perfecta cuando
se vino. Revivo los momentos de éxtasis con vergüenza y arrepentimiento.

La cosa es que ningún hombre podría ver esto sin tener una
erección. Somos de esa manera. Mi polla se frota contra el satén de mis
pantalones mientras reacciona a las imágenes y sonidos que tengo delante.

Esta noche algo es diferente, no es a ella a quien veo, sino a mí, al


payaso, al que me atrapa y me arrastra hasta el fondo de la lujuria.

Lo miro, y es como si fuera otra vez ese niño mirándolos por la


ventana, el estímulo es tan erótico que agarro mi polla y le doy un tirón
con mi puño cerrado como el sucio niño que estaba parado en la silla fuera
de ese remolque masturbándose ante las imágenes de ellos follando.

El sonido de piel contra piel y sus gemidos permanecen en mi


cabeza, son un recuerdo que no puedo purgar de mi alma. Las lentejuelas
parecen parpadear y brillar en las luces del espectáculo, y su maquillaje se
arruina por sus lágrimas y la saliva por chuparme la polla.
Al final es un completo desastre. Nuestro maquillaje facial se
mezclaba para hacer arte en su piel, mi semen bajando por su trasero y el
temblor de sus músculos mientras se esforzaban para permanecer en esa
posición. El armazón a rayas doblando su cuerpo de manera poco natural,
tirando de ella tan fuerte que la hacía deformarse de una manera
magnífica.

Me masturbo hasta que me corro, mi semen caliente cayendo al


suelo. En estos fugaces momentos me siento tan elevado mientras escapo
de este cuerpo y me convierto en él. Puedo oír mi móvil sonando en el
tocador, debe ser mamá controlándome. Borro la grabación y me subo los
pantalones.

Abriendo el mensaje, veo que es de Sam. Me siento sucio abriendo


su mensaje de esta forma, cubierto de semen, con mi cara maquillada y
pensamientos sucios en mi mente. Salgo de la pantalla y me limpio el
maquillaje de mi rostro primero, así borro mi secreto, y finalmente me
pongo mis vaqueros nuevamente. Tomo mis pantalones de payaso y la
camisa que usé en la cena para llevar ambas a la lavandería, y las arrojo
en la máquina.

Una vez que la lavadora empieza a llenarse recuerdo el mensaje.


Mierda. Miro el reloj antes de abrir la pantalla. Eso le debe haber tomado
años para poder llegar a donde quiera que fuera.

Mi auto está atascado. ¿Puedes venir a buscarnos?


Contéstame, imbécil.
¿Debo llamar al AAA5?

5 AAA: La expresión hace referencia a los diferentes tipos de protocolos que ofrecen
diferentes servicios, autenticación, autorización y contabilización.
Antes de que pueda marcar, me llama. Mi hermana odia llamar,
sobrevive sólo con mensajes de texto. —Ya voy, Sam, envíame la ubicación
y me pondré algo de ropa.

—Qué asco, no necesitaba saber que no estás vestido. Gracias. Es


como esquivar una mierda aquí. Por favor, date prisa, Siv.

Suena un poco preocupada, así que voy en busca de unos zapatos y


una camisa limpia.

Veo mi reflejo en el espejo cuando enciendo las luces de mi


habitación. Me faltó quitar una mancha de maquillaje. Mierda.

Deslizándome en unos mocasines, humedezco un paño con agua


tibia y me quito el sucio secreto de mi rostro. El sonido en mi bolsillo me
alerta de las indicaciones para encontrar a mi hermana. Dios, tiene suerte
de que la ame, porque estoy a punto de volver a entrar de lleno en mi
mundo de oscuridad.

Tirando toda la mierda de mi asiento trasero dentro del maletero de


mi deportivo, agarro la chaqueta que dejé en el suelo, ya que estoy
temblando ante la baja temperatura. Mi auto incluso se queja al arrancar,
y conecto mi teléfono para que pueda funcionar como GPS, ya que mi
hermana está atrapada en una zona de mierda de la ciudad, no muy lejos
del campus.

Recordándome a mí mismo maldecirla, salgo y conduzco una hora


hasta el próximo pueblo, bueno, en realidad es una ciudad. Subo el
volumen de la radio y echo un vistazo a mi lista de reproducción,
ignorando algunas de las canciones que escucho. Mi humor está raro esta
noche y estoy inquieto, como si me fueran a atrapar. Exponiéndose mí
secreto.

Alejando el pensamiento de mi mente, subo a la autopista y


conduzco un poco por encima del límite de velocidad mientras rezo para
que no haya cámaras. Todo lo que necesito es una multa, o un policía listo
para arruinar la noche más de lo que ya está. Suerte que ya se han ido a
su casa, joder, es casi medianoche. Sam me lo debe.

Su pequeño y tonto auto está estacionado bajo la luz de la calle, y


puedo escuchar el sonido amortiguado de la música desde el otro lado de
la calle. Todo el lugar se ve oscuro y un poco peligroso, la calle está llena
de charcos de la lluvia de hoy que se refleja como espejos en la calle. Me
estaciono justo detrás de ella en un muelle de carga, la línea roja y el
cartel dicen que no se puede estacionar, pero me imagino que a esta hora
a nadie le importará.

Aterrizo en un charco helado mientras salgo de mi auto, empapando


mis mocasines; genial. Jodidamente genial. El agua helada se desborda en
mi zapato izquierdo mientras me acerco a su auto. Puedo ver su nariz
enterrada en su teléfono, sin duda en Instagram o Facebook. La pintura
roja de su auto está opaca con el paso del tiempo, su brillo se oxidó con los
años de estar estacionado en la calle. Golpeo mi mano en el techo
desgastado por encima de ella cuando llego al auto, haciéndola gritar, y
luego miro a través de la ventana empañada. Abre la puerta con fuerza,
golpeándome en la rodilla.

—¡Perra! —siseo a través del dolor agudo que ahora me sacude la


pierna—. ¿Dónde está tu amiga? —Noto que está sola en el auto.

—Pendejo —Empuja la puerta hasta abrirla, lo que permite que


salga sin mucha gracia—. Ya la recogieron, tenemos un espectáculo, pero
no quería dejar a Jezabel aquí —Recuerdo el día en que recibió este
montón de mierda sobre ruedas que bautizó con el nombre de Jezebel,
estaba tan emocionada por tener su propio vehículo y no tener que tomar
el tren o el autobús—. Creo que su batería se ha agotado. —Sam señala el
capó de su auto.
—Abre el capó. Tengo un par de puentes en mi auto. Iré a buscarlos
y me acercaré a ti. —Me estremezco cuando una ráfaga de viento helado
atraviesa mi gruesa chaqueta.

Tomo la caja de herramientas de mi maletero y luego lo cierro. Me


muevo para acercar mi auto al suyo, dejando las luces encendidas, tiro de
la palanca para abrir el capó y salir con la caja en la mano; el aire frío me
congela los dedos al desatar los cables. Le ofrecí comprarle un auto nuevo
el año pasado, pero está encariñada con este pedazo de mierda. Aunque le
comprara uno, probablemente no lo usaría.

Salgo y me acerco hasta donde ella está jugueteando con el pestillo


de la puerta con la mirada fija, como si fuera una persona ciega, la
palanca oculta elude sus delgados dedos y su mentalidad de niña. El ritmo
constante de la música del otro lado de la calle se hace mucho más fuerte
a medida que las puertas se abren, y una pareja se tambalea afuera para
empezar a besuquearse contra la pared en las sombras. Desenrollo el
extremo de los cables rojo y negro del aparato y los engancho a mi batería
expuesta y luego a la suya.

—Intenta arrancarlo ahora. —Tiene una pierna colgando de la


puerta. Mi cabeza está en el interior de Jezabel cuando intenta arrancarla.
Nada. Ajusto los cables y le digo que lo intente de nuevo. Todavía silencio,
ni siquiera una pequeña señal de vida. Me temo que la maldita reina
Jezabel finalmente ha muerto, y secretamente le agradezco a Dios.

—Bueno, no es tu batería. Tal vez el alternador o la bomba de


combustible, tendremos que remolcarlo a un taller. —Cierro con un golpe
el capó y empiezo a enrollar los cables de arranque, desconectándolos de
mi auto y volviéndolos a meter en la pequeña caja negra en la que los
guardo.

—¿Me estás tomando el pelo? ¡Tengo que ir a un espectáculo! —


Puedo oír que está a punto de empezar a tener una crisis por la forma en
que su voz tiembla y su barbilla también—. ¡Joder! Tendré como unos
cinco minutos para prepararme. —Las lágrimas empiezan, maldición, no
puedo ignorar las lágrimas y lo sabe. Pequeña perra manipuladora.

—Te llevaré. Date prisa, puedes pedir una grúa en el camino. —Me
mira, e incluso a través de sus lágrimas, veo el destello de Gané,
agarrando las bolsas y toda la basura al azar que guarda en su auto, las
mete en mi asiento trasero.

—Llévate todo. No confío en que los de la grúa no roben tus cosas —


digo, mientras cierra la puerta del lado del pasajero y mete las llaves en su
bolso.

Aumento la calefacción del auto, me hormiguean las yemas de los


dedos mientras la sensación vuelve lentamente con el calor. Mi aliento
sigue saliendo en forma de nubes como Puff The Magic Dragon6. Ojalá el
verano empezara, porque detesto este frío.

Sam se sube y da un portazo tan fuerte que el enorme auto se


sacude un poco. Sólo muevo mi cabeza hacia mi pequeña hermana.
Sintonizo mi radio en una emisora de rock, mientras Sam lleva sus dedos
enguantados a las rejillas de ventilación para intentar calentarlos más
rápido.

—¿Adónde? —pregunto, entrando en la carretera. No veo a la pareja


de borrachos de antes hasta que tengo que desviarme para esquivarlos
mientras cruzan la calle en medio del besuqueo. Mis pies están congelados
y los zapatos mojados no ayudan en nada. Sólo quiero volver a casa.

—Cuatro cuadras hacia abajo, y luego a la izquierda. —Apunta hacia


la parte incluso mucho más peligrosa de la ciudad.

Estoy cansado, tengo que levantarme a trabajar mañana, ¿quién


tiene un show a estas horas? Recuerdo que mañana es sábado, así que los

6
Puff The Magic Dragon: Es una canción que habla de un dragón domesticado.
estudiantes están libres, sólo nosotros, los trabajadores que tenemos
nuestros propios negocios que dirigir, tenemos que estar al amanecer con
el trasero arriba. Esperemos que sea un día seco y podamos hacer algo de
trabajo.

—¿Ahora dónde? —digo, doblando la esquina a la izquierda por una


calle oscura y estrecha que es más bien un callejón. Mi auto salta y se
sacude mientras conducimos a través de los baches y sobre los ásperos
adoquines.

—Justo al final, en el estacionamiento. —Todo este lugar parece una


escena de un crimen. No voy a dejar a mi hermanita aquí.

—¿Hablas en serio? —La miro—. ¡No voy a dejarte aquí! —Cierro las
puertas del auto para demostrar algo, y porque tengo miedo.

—Bueno, voy a entrar, porque necesito este trabajo, imbécil. —Por


un minuto desearía tener un hermano, no una hermana, porque me
gustaría golpearla ahora mismo.

—Sam, esto es un maldito antro. Mira, hay un tipo durmiendo en el


estacionamiento, ¡por lo que veo está muerto! —Mi tono es más duro
ahora, tratando de ser el hermano mayor controlador.

—Siv, trabajo aquí tres noches a la semana, no está muerto, vive en


el lugar detrás de ese basurero. Nadie me matará, lo prometo —Ella misma
abre la puerta—. Gracias, me llevarán a casa cuando termine. Gracias por
hacer que remolcaran a Jez, te lo debo.

—¡Como si fueras a conseguir un aventón! Te esperaré, no te dejaré


aquí, Samantha. —Uso su nombre completo para que sepa que hablo en
serio.

—Bien, al diablo. Entra, pero si le dices a mamá te cortaré los


huevos y se los daré al gato de Imogene.
¿Decirle a mamá, qué? ¿Qué hace aquí?

—¿Decirle a mamá, qué? —Ya está caminando hacia las puertas


cuando me doy la vuelta y hago clic con el mando a distancia, asegurando
que mi auto esté cerrado con llave. Lo robarían aquí, eso es seguro.

—Ya verás.

Su sonrisa es malvada y traviesa.


Un cartel sucio y viejo está pegado en una puerta maciza de madera
que Sam abre de par en par, ahí se lee CIRQUE en negrita, y se encuentra
por encima de unas pequeñas letras que dicen de miércoles a viernes.
Puedo ver a una chica muy poco vestida que lanza fuego sobre el húmedo
y blando papel, que ha empezado a despegarse de la puerta.

Siguiendo a mi hermana al interior puedo oler el humo de un


cigarrillo, y la luz roja y tenue hace que el lugar parezca envejecido. Las
paredes revestidas de terciopelo rojo y las lámparas de luz suave se posan
sobre las mesas de madera, la alfombra bajo mis pies fríos y húmedos es
de color rojo rubí, con diseños impresos cada pocos pasos. A mi izquierda
hay una larga barra que parece que data de 1920, con botellas de cristal y
camareras usando sostenes.

A la derecha, en el otro extremo, hay un gran escenario donde una


mujer con un brillante vestido dorado toca el piano, y otra con un poco
menos de ropa yace en la parte superior cantando canciones seductoras,
como de jazz, a un público que en su mayoría se esconde en las sombras.
Toda la habitación parece como la máquina del tiempo de The Great
Gatsby7. Sigo a Sam y llegamos al bar. Puedo percibir el dulce olor de los
cócteles mezclado con la quemadura de licores.

—Voy a ir a cambiarme detrás del escenario. Somos los siguientes.


Siéntate en algún lugar y trata de actuar como si pertenecieras a este sitio
—dice Sam, antes de salir corriendo hacia una puerta que tiene un letrero
desgastado que dice STAFF en letras negras.

Los tonos escalofriantes en la voz de la cantante me ponen la piel de


gallina mientras me siento en una butaca en el bar. Al menos estaré fuera
de la vista aquí arriba. Los intensos tonos de color rojo de todo el
mobiliario, con la luz apagada de las lámparas y de las arañas, crean un
ambiente sexy, apasionado y relajado mientras la música adormece el
ambiente exterior. Estoy absorto en este lugar, mi mirada vaga sobre la
multitud sentada en las mesas que se encuentran debajo de mí, y todas
están ocupadas.

Hago girar mi asiento para mirar la pared donde están las bebidas y
una mujer casi en topless se me acerca. Cuando observo el maquillaje
brillante en sus párpados y luego miro hacia abajo, veo que los bordes de
su inexistente parte superior están cubiertos de lentejuelas, entonces mi
garganta se seca como si acabara de tragarme una gran cantidad de
suciedad por la boca. He estado en clubes de striptease y bares de
caballeros, pero nunca en un lugar como éste. Ella es muy bonita, con
cabello oscuro que se desliza hacia atrás en una suave cola de caballo y
que brilla con las luces del bar.

—¿Qué puedo ofrecerte? —me pregunta con una amplia sonrisa,


notando mi mirada.

—Whisky y agua, por favor —contesto, y me doy la vuelta mientras


la música se detiene y la sala se llena de aplausos. Las viejas cortinas se
cierran, y el terciopelo se mueve como si estuviese vivo.

7 The Great Gatsby : Película de sobre la sociedad Norteamérica de los años 20


Me siento vivo. ¿Qué lugar es este?

—Aquí tienes. Novato, ¿no? —pregunta, obviamente viendo el


asombro en mis ojos.

—Sí, mi hermana está en el show o algo así. La estoy esperando —


contesto, agitando mi vaso y tomando lo que se siente como el sorbo más
refrescante de todos los tiempos, aunque no ayuda en nada a la aspereza
en mi boca.

—Oh, ¿en serio? ¿Está con las chicas de la casa o con el Cirque? —
Su voz chispeante la hace aún más bonita, mientras le sirve un Martini al
hombre que está a unos cuantos asientos.

Cuando ella regresa, contesto—: Ni idea.

—Bueno, el Circo es el siguiente, es un acto especial que tenemos.


Se mueven de club en club. Las damas son otra cosa. Lo disfrutarás. —
Pongo una moneda de diez centavos en el mostrador para mi bebida y le
doy la espalda al bar mientras la música teatral vibra por toda la sala.

Mi corazón cae en la boca de mi estómago cuando reconozco la


melodía que está sonando. Es una de las mías.

Por supuesto, Cirque, es un circo.

Joder, debería irme, pero le dije que la llevaría.

El foco de luz aumenta de un pequeño punto a un gran círculo, a


medida que se abren las cortinas para exponer una escena que me pone
enfermo y excitado. Un aro de Lyra 8 vacío se balancea en el aire en el

8Aro de Lyra: Es un aro que utiliza una persona para realizar diferentes trucos de
acrobacia.
centro del escenario, y desde dos trapecios de seda en cada lado se
balancean dos chicas. Están vestidas con mallas a rayas blancas y negras,
con camisas de lentejuelas, dando vueltas hacia abajo como si estuviesen
fuera de control, deteniéndose a unos centímetros del suelo. La multitud
jadea, mientras yo me ahogo con mi propio aliento.

Por la izquierda, balanceándose y torciéndose en la tela, está mi


hermana. ¡Esto no está pasando!

¿Dónde mierda estoy?

La tela de seda roja se aferra a sus extremidades y su cuerpo está a


la vista, su traje resalta sus curvas y la hace sensual en cada movimiento.

Esa es mi hermana. No puedo mirar. Me doy la vuelta otra vez,


mortificado.

—Veo que encontraste a tu hermana —La chica guapa se ríe


mientras bebo y golpeo el vaso vacío—. Ella está con Cirque, en este
momento son muy populares. Entonces, ¿ella es Sam o Genny?

—Ugh, Sam. No puedo mirar. —Me cubro los ojos y apoyo los codos
sobre el mostrador.

—Deberías mirar. Espera a que llegue Imogene y las cosas se


calentarán mucho —Mi pulso late el doble cuando nombra a Imogene y la
miro. Agarra el Johnny Walker y me llena el vaso—. Puede que necesites
esto, ya que tu hermana está tirándose por el aire suspendida del techo.

Miro por encima de mi hombro, oh Dios, ¿por qué miré? ¿Por qué?

No puedo dejar de verla ahora. Ahí está, mi hermanita, siendo toda


una ramera y haciéndolo tan bien. Otras dos mujeres se les unen en el
escenario, lanzan fuego y hacen malabares con porras encendidas entre
las dos artistas que se balancean sobre ellas. Aparte de ser mi hermana, es
impresionantemente bella y me transporto de vuelta al circo de mi
infancia, la misma sensación de vergüenza e intriga que se convierte en un
nudo gigante en mi estómago.

Las luces son intermitentes. La música tiene ese toque bajo en la


melodía con la que nació mi perversión. Lentejuelas y rayas, medias de red
y rostros cubiertos de blanco, dos hombres disfrazados de payasos y
bufones suben al escenario y levantan a las que lanzan fuego por encima
de sus cabezas, girándolas en círculos, haciéndome sentir mareado incluso
desde donde estoy sentado.

Las luces que giran alrededor de la habitación me dan la sensación


de hacerlo en círculos. Se me revuelve el estómago y no sé si es vértigo,
asco o los tres vasos de whisky que ahora tengo en mi estómago. Cerrando
los ojos trato de calmar la sensación.

Cuando los aplausos rugen a mi alrededor los vuelvo a abrir con


reticencia, primero de cara al bar, pero cuando los silbidos y los gritos se
oyen entre la multitud, me doy la vuelta muy despacio para mirar hacia el
escenario. La música crece a un ritmo vertiginoso y la tensión en el aire se
vuelve tangible, mis propios pulmones se sienten como si no pudiese
conseguir suficiente aire para tomar un aliento, y las olas de náuseas me
provocan arcadas.

La música disminuye nuevamente a un nivel que suena como


respiraciones suaves, un ruido erótico que susurra a través del sistema de
sonido burlándose de nuestros sentidos, haciendo que mi piel se
estremezca. Sam, y quien supongo es Genny, se balancea a tiempo con
cada respiración, y el aro en el centro desaparece lentamente hacia arriba
por encima de la línea de la cortina.

Los sonidos jadeantes se ven intensificados por las llamas que se


liberan al mismo tiempo que ellas se encuentran en el escenario,
aumentando lentamente la tensión. Entonces el sonido se acelera, las
llamas se hacen más grandes, las luces parpadean más rápido y el público
se instala en un silencio de muerte, como si estuviera en trance.

Sam y Genny se posan con un suave golpe en el escenario de


madera. Sus telas sedosas son arrastradas hacia arriba y afuera mientras
ocupan sus lugares, con unas escupe fuego y unos hombres de cara
blanca, la luz cambia a rojo y un foco sigue lentamente a la Lyra mientras
desciende de nuevo, esta vez con ella sobre el aro.

Su pelo corto y rojo se destaca por el perfecto diseño de plumas rojas


de su traje, la iluminación rojiza acentúa la forma en que todo brilla,
convirtiendo su piel rosada. Imogene es como un cuadro antiguo. No
mueve ni un músculo, ni siquiera un parpadeo cuando el aro baja a su
lugar y los otros artistas encuentran su sitio debajo de ella.

—Te dije que se calentaría. —Mi vaso está lleno sin que yo mire a la
mujer del bar. Un rubor caliente sube por mi cuello y mi polla reacciona
ante el brillo y el destello de su disfraz bajo las luces.

Miro a través del agujero de la ventana opaca y rota, observándola de


nuevo, con las extremidades dobladas, la piel expuesta y las mejillas
enrojecidas por el placer que le produce el tacto del payaso.

Tiene su polla enterrada profundamente en su interior mientras ella se


sacude y se dobla para tomar lo que necesita, su maquillaje facial se mezcla
y se extiende por todas partes, pintándola con suciedad teatral y manchas
de lujuria. Sus ojos se frotaron en sus muslos, su nariz se imprimó en su
pecho y su boca pintó de negro el coño de ella cuando la lamió.

Mi mano no puede sacudirse tan rápido como él empuja; su fuerza y


velocidad hacen que ella jadee y llore. El sentimiento es un subidón como
ningún otro, pero la vergüenza es un sucio bajón que me hace parecer
incluso un poco más grande. Su semen irrumpe en su rostro, mezclándose
con el brillo inmaculado que adorna sus ojos, y fundiéndose a la marca de
su belleza que se encuentra justo encima de su labio, manchándola con su
propio deseo y necesidad.

Ella corrió detrás de él cuando salió por la puerta, se desplomó y lloró


cuando el payaso se la cerró en el rostro. Luego lo vi entrar en el remolque
de al lado, donde la señora de los ponis lo estaba esperando.

—Mejoran cada noche. —Una voz ronca a mi lado me saca de mi


pasado y miro lo que se desarrolla delante de mí en ese escenario.

Sam e Imogene están unidas entre sí por la Lyra, dos cuerpos


haciendo una sensual danza acrobática que tiene a las personas jadeando
y susurrando por toda la habitación. El vaivén erótico hacia adelante y
hacia atrás mientras se balancean, se doblan e inclinan hasta el punto de
romperse es espectacular. El pecho de Imogene se mueve jadeante en el
rostro de Sam mientras cuelgan allí, cara a cara, con los ojos cerrados. La
confianza absoluta e inquebrantable fluye entre ellas mientras el ángel
pelirrojo es arrojado hacia el cielo, retorciéndose en una voltereta, en un
borroso resplandor rojo, y luego aterriza en el suelo entre las llamas que se
elevan en torno a ellas.

No sé cuánto tiempo dura el espectáculo, me parece una eternidad,


el intercambio de energía sexual entre Sam e Imogene es electrizante, y ese
pequeño toque que vi en casa fue exactamente lo que pensé que sería. Me
siento mal por mirar, pero no puedo dejar de observar a Imogene.

Ella ha hecho estallar algo en mi mente y estoy bailando un tango


peligroso con los recuerdos, deseos y realidad. Secretos y mentiras se
apoderan de mi conciencia, no tendría que estar viendo a mi hermana de
esa manera, no debería estar así de excitado por ella y otra chica juntas.

Mi corazón late al compás de la música que ahora está retumbando


y cuando finalmente cae el telón no quiero que se detenga, pero estoy muy
contento de que así sea. Me duele la polla, está tan dura contra mis
vaqueros, y en silencio le agradezco al cielo que mi chaqueta sea lo
suficientemente larga como para ocultarla. Me tomo dos whiskys más
antes que Sam venga de entre bastidores, con el rostro y el pelo aun con el
disfraz, pero Imogene está de vuelta en sus vaqueros y suéter. Ella está por
detrás con esos párpados de color rojo brillante y labios escarlata, y no
puedo dejar de mirarla mientras me sonríe tímidamente. No lo entiendo.
¿Después de esa actuación?

—Hey, Siv. —Sam me saluda tímidamente, esperando a que


enloquezca.

—Hola —Doy otro trago—. No se lo diré a mamá, se moriría. —Le


guiño un ojo, tratando de restarle importancia a la situación que me tiene
sentado al lado de mi hermana y su novia con una erección.

—Te mataré si lo haces. Pensé que me llevarías a casa. Estás medio


borracho. —Señala mi vaso. Ni siquiera lo había pensado.

—Puedes conducir. —Vacío mi vaso y pongo unos billetes en el


mostrador mientras me pongo de pie. Me alzo sobre Sam e Imogene.

—Todavía tienes que volver a casa, idiota. —Me golpea el pecho, pero
no puedo sentirlo a través de la chaqueta.

—Tomaré un Uber de tu casa, puedes quedarte con mi auto hasta


que el tuyo esté arreglado. Haré que Gav me busque para ir al trabajo. —
Empiezo a caminar hacia la puerta porque todo en lo que puedo pensar es
en Imogene, la purpurina roja, y también en sexo.
Necesito salir de aquí.

Debo ir a casa, esconderme detrás de mi vida normal y mantener mi


pequeño secreto a salvo.
El viaje es frustrante e incómodo, y estoy notando la cantidad de
bebida que consumí y que se manifiesta con mareos dentro del auto. Estoy
agradecido de que haya adormecido algunas de las conflictivas emociones
que estaba sintiendo, porque la necesidad de llegar a casa y maquillarme
el rostro se estaba volviendo insoportable.

Mi cuerpo rebota, estoy seguro de que mi hermana apunta


directamente a cada bache del camino a propósito. Ojalá encendiera la
radio. Este silencio incómodo está haciendo que mi cabeza palpite con
imágenes, música de circo y secretos ocultos.

—¿Qué te pareció el espectáculo, Siv? —pregunta Sam con un poco


de timidez, echando una mirada de reojo a Imogene.

—Que no podía dejar de mirar —Culparé a la bebida si se enfada. Su


cabeza gira para mirarme fijamente sobre el asiento y el auto se desvía al
mismo tiempo, asustándonos a todos—. ¡Jesucristo, Sam! ¡Mira el camino!

Me agarro al asiento delantero, donde Imogene se sienta y se aferra


por su vida. —Fue un espectáculo increíble, y estoy seguro de que a
aquellos que les gustan ese tipo de cosas les encantó, pero tú eres mi
hermana Sam. Verte con un brillante sostén, luciendo sexy, es raro. ¿Qué
es ese lugar?

Imogene se da la vuelta y habla, su voz sedosa hace que mi polla se


mueva. —Es un local de variedades clandestino, un club de caballeros
pero con diferencias —Pone su mano en el muslo de Sam y la mira con
una sonrisa—. Una versión elegante de un club de striptease. —Ambas se
ríen un poco con su comentario.

—No sabía que tal cosa existía, y vi algunos clubes de striptease en


mi época. Los espectáculos no eran así.

Sam resopla y se ríe de mi comentario. —¡Qué asco! ¡No necesitaba


tener una imagen tuya haciendo un baile erótico en mi cabeza!

—El sentimiento es mutuo entonces.

Imogene echa la cabeza hacia atrás, riéndose, y su pelo corto me


roza la mano. La descarga eléctrica de ese pequeño contacto me hace
sacudirme cuando mi hermana dobla una esquina como si fuera Ben
Collins 9 , o The Stig 10 . Salgo volando, mi hombro chocando contra el
apoyabrazos de la puerta y mi cabeza golpeando contra el cristal de la
ventana. Puedo sentir el bulto que aparece mientras lucho por sentarme
de nuevo en posición erguida.

—¡Sam! —digo un poco demasiado alto—. Qué carajo, deja de


conducir como un animal. —Veo la sonrisa de Imogene en el espejo
retrovisor mientras Sam frunce el ceño y reduce la velocidad un poco.

Mis ojos se fijan en donde Imogene está apretando la mano de Sam y


frotando sus nudillos cariñosamente.

9Ben Collins: es un piloto de automovilismo británico.


10 The Stig: es un personaje del programa de televisión automovilístico británico Top
Gear.
Cierro los ojos.

No debería haber cerrado los ojos.

Las imágenes viciosas que puedo ver a través del sucio vidrio me
cautivan, excitan y hacen que mi piel se llene de lujuria. Sus ojos están
cubiertos de purpurina azul y hoy, su cabello está recogido en la parte
superior de su cabeza con unas plumas que hacen juego con sus brillantes
ojos.
Las gotas de sudor en su piel y esos labios rojos escarlata se separan
ligeramente cuando gime y llora por más. Pequeños susurros y siseos hacen
que mi piel se estremezca y la sangre se me acumule en la polla. Sus ojos se
vuelven hacia atrás sólo un poco mientras él tiene dos dedos dentro de ella,
empujando y forzando hacia dentro y hacia fuera. Sólo puedo imaginar lo
que siente mientras mi mano estrecha mi polla un poco más fuerte.

—Hoy te lo estás buscando —dice, inclinándose sobre su espalda


mientras sus brazos colapsan, empujando su rostro hacia el colchón y su
trasero en alto.

Sus dedos no se detienen, sólo se la follan más fuerte mientras ella


jadea, gime y muerde las sábanas, mientras él chupa y lame la piel de su
hombro. El maquillaje blanco y negro deja un rastro donde ha puesto su
boca. Signos de su agresivo tacto sobre su blanca piel.

Cuando levanta el torso, colocándose por encima de ella, y quita los


dedos, estos brillan con restos de su esencia, deslizándolos entre las
mejillas de su perfecto trasero. Tan redondo, firme y absolutamente
femenino. Sus ojos se fijan en los míos por un segundo y la veo. Se parece a
Imogene.
Mi payaso libera su monstruosa polla de sus pantalones de satén,
colocando sus muñecas en la parte baja de su espalda, sosteniéndola con
un puño, haciendo que se arquee, dándome una vista perfecta de los lados
de sus amplios pechos.

Es tan hermosa. Es un hombre tan bruto. Hay un grito amortiguado


cuando él fuerza su polla dentro de ella, donde no debería estar poniéndola.
No sabía que podía entrar ahí.

Quiero sentirme un poco enfermo, pero aun así mi polla se pone dura
al ver cómo le folla el trasero hasta que sangra y su semen se filtra cuando
termina.

Imogene está triste, con los ojos llorosos, pero no sale ninguna lágrima
y yace allí mirándome, con mi propio cuerpo liberándose sobre la hierba que
está debajo de mí, saliendo a borbotones por todas partes, sintiéndome muy
excitado por lo que he visto.

Luego viene mi vergüenza, la suya, y la violación que sé que ambos


sentimos. El culo se me aprieta al pensar en su gruesa y venosa polla,
tratando de caber dentro, entonces me subo la cremallera y salgo corriendo.

Corro, con lágrimas en mi rostro, mientras el viento se desliza a mí


alrededor, huyendo con mi secreto.

Despierto cuando soy sacudido hacia adelante por una brusca


frenada de mi hermana, e instantáneamente me entra el pánico por lo que
pueda haber dicho mientras dormía. Intento reajustarme sutilmente para
que no se vea mi palpitante erección.
Todos salimos del auto, trato de sacar el móvil del bolsillo de mi
pantalón para conseguir un Uber, mis dedos de borracho tanteando para
desbloquear la pantalla. Sam está conmigo e Imogene desaparece en la
puerta principal del edificio. Una luz del exterior se enciende sobre
nosotros para que podamos ver y que nos vean.

—Siete minutos —anuncio el tiempo que tendré que esperar.

—¿Quieres entrar y esperar?

—No. No es tanto, puedo esperar aquí afuera, es más fácil. —Sin


embargo mis pies mojados y helados no coinciden, me hormiguean por el
entumecimiento y el dolor. Nos quedamos en silencio por un minuto, ella
se balancea sobre sus talones y mira a cualquier parte menos a mí.

—Vas a decírselo a mamá, ¿verdad? —me pregunta con verdadera


preocupación.

—¿Estás loca? No se lo voy a decir, se haría encima. Guardaré esto


en mi archivo de cosas para chantajearte.

Sam se ríe un poco. —Me encanta ser honesta, se siente como si


fuera libre y real.

Entiendo ese sentimiento y deseo de ser quien quieres ser. —Fue


muy bueno, en realidad no debería estar disfrutando de ese tipo de cosas.

Resopla y mira hacia el suelo nuevamente. —¿Por qué? ¿Porque era


yo?

—Bueno, sí. Y fue, ya sabes...

—Sexy, caliente, obsceno, travieso...


Me tapo los oídos. —¡Para! —Pongo una mano sobre su boca,
amortiguando sus burlas, pero ella lame mi mano—. ¡Qué asco, Sam! —
Los dos nos reímos mientras unos faros aparecen al final de la calle—.
Fueron todas esas cosas, Sam, pero eres mi hermana pequeña, así que no
puedo verlo así.

Me sacude la cabeza. —Puritano.

—¿Imogene es tu novia? —pregunto, justo cuando mi Uber se para


frente al pequeño bloque de apartamentos.

Se pone roja, incluso con esta luz puedo verla sonrojarse y tratar de
no sonreír de oreja a oreja. —Es complicado. Así que no, todavía me
gustan los chicos, pero ella ayuda —responde, mientras abro la puerta
trasera del Toyota Corolla y me agacho para entrar.

—Bueno, si tú lo dices. Buenas noches, Sam.

Empuja mi puerta y me dice adiós a través del cristal tintado.

Es complicado, sus palabras hacen que se me seque la boca. ¿Acaso


todo esto no es complicado? Mi vida lo es, más que la de la mayoría en este
momento.

Tengo imágenes de la novia de mi hermana flotando en mi cabeza,


mi polla está tan dura que quiero masturbarme en la parte trasera del
Uber pero no puedo, porque no me he maquillado el rostro y no llevo
puesto el cuello como los payasos. La palabra complicado es una palabra
simple para describirlo, normalmente utilizo jodido o enfermo.
Mis párpados están pesados y el whisky me ha dejado somnoliento,
pero el conductor es tan malo que no me atrevo a cerrar los ojos, ni
siquiera mi hermana es tan peligrosa al volante. Incluso cuando parpadeo
lentamente veo a Imogene columpiándose desde el aro, arqueándose y
doblándose bajo mi tacto. Sacudo la cabeza para mantenerme despierto,
alejándome de esa idea, pero empieza a consumir mi mente mientras nos
movemos por calles oscuras y húmedas.

Está tan tranquilo afuera. Son las cuatro de la mañana y toda la


ciudad está durmiendo. Las luces de la calle brillan en la espesa niebla y el
sonido de los grandes árboles se puede escuchar incluso en el auto. El
viento nos pasa silbando, aullando y soplando. Puedo sentirlo, forzando al
auto, y estoy agradecido de que el tiempo esté tan jodido porque mañana
no podré ir a trabajar otra vez... bueno, hoy, ya que es mañana. Sé que
necesitamos desesperadamente el trabajo diario para ponernos al día, pero
voy a necesitar dormir un poco más para cuando salga el sol.

Ya llevamos dos semanas de retraso debido a las condiciones


climáticas. El verano parece que nunca llega, cada pocas semanas hay un
día que parece primavera, y luego el universo se ríe y vuelve a nevar o
llover. El auto se detiene, salpicando el agua que yace a un lado de la calle.
No puedo esperar a entrar y calentarme para que esta noche ya se acabe.

Me arrastro por el camino, los húmedos árboles derraman


gigantescas gotas de agua sobre mi cabeza y mis hombros, como si no
estuviese ya congelado. El whisky me calentó por dentro, pero ahora me
duele todo el cuerpo por el frío que tengo desde los mojados pies hacia
arriba. Cerrando la puerta de madera detrás de mí, mi sombría, vacía y
solitaria casa me saluda con una luz y un calor apagado. Este es mi
consuelo, mi santuario y el lugar donde me mantengo a mí mismo y a mis
secretos lejos del mundo. Casi nunca tengo visitas, ocasionalmente Gavin
o Sam, pero normalmente nos encontramos en el pub y terminamos
desmayados en su casa. Soy reservado, siempre he sido así, porque tengo
miedo.
Cuando uno no encaja, destaca, y eso nunca es bueno. Lo sé. Fui
uno de los chicos que le hicieron la vida imposible a los que no se
adaptaban, sobre todo para que no me notaran por mis rarezas, y me uní
al equipo de rugby. Era uno de esos chicos que bebían, fumaban,
socializaban y perseguían a las chicas. Nunca tuve novia, sólo un puñado
de chicas a las que besaba y tocaba.

Ellas mentían y decían que follábamos para que el mundo pensara


que eran geniales, y nunca las corregía. Supe con el tiempo que tenía un
problema, sabía lo que necesitaba. Cuando estaba en la preparatoria, una
vez al año tenía que follar sin límites, Halloween era mi día. El payaso se
convirtió en mi firma, me conocían como el payaso, mi cara blanca y mis
rasgos negros eran esperados cada año, nunca se imaginaron por qué.
Gavin era Batman todos los años, y cada miembro del equipo tenía un
disfraz que se convirtió en el suyo, y yo era el payaso.

Me quito los zapatos y los calcetines mojados mientras espero que la


ducha se caliente hasta que haya vapor en la habitación y el espejo se
empañe, de modo que no pueda distinguirme. Odio mirarme a mí mismo,
mi pelo oscuro y rizado está necesitando un buen corte, y mis ojos parecen
cansados y todavía medio enojados. Mientras que el efecto del alcohol ha
desaparecido, el impacto de la resaca ya está aquí. Me lavo lo que se siente
como un día muy largo bajo el agua caliente de la ducha.

Cuando dejo que me queme la piel, ésta me arde, pero espero que mi
cuerpo se adapte. Mientras mis pies fríos y dolorosos se calientan
lentamente, por haber permanecido con los zapatos mojados toda la
noche, levanto mi rostro ante el rocío del agua.

Frotando mis manos sobre mi rostro, me doy cuenta que necesito


afeitarme, pero es tarde y estoy agotado, me quitaré la barba en otro
momento. Me saco la toalla y me pongo un pantalón de pijama de franela
para cerrar la casa. Moviéndome de habitación en habitación con una casa
casi a oscuras, hago una parada para comprobar que la puerta del garaje
está cerrada y con llave. Mi mano sobre el picaporte, con los ojos de
Imogene en mis pensamientos, hace que la tentación de entrar sea muy
fuerte; es un arrastre que trato de ignorar. Quiero pasar por esa puerta y
vivir en ese mundo para siempre, me pregunto si eso es lo que sienten al
actuar así todo el tiempo. Como un mundo propio, un escape de la
realidad donde realmente cobran vida.

Eso es lo que me pasa aquí dentro, cobro vida. Siento cosas que no
puedo experimentar en ningún otro lugar. Es como si mis pulmones sólo
se llenaran de aire cuando estoy ahí dentro, cuando mi rostro está blanco
y me transformo en él. Me pregunto si es quien soy en realidad, si debí
haber huido al jodido circo hace años.

Si hubiera encontrado uno probablemente lo habría hecho, esta


noche me recordó la magia que sentí ese verano. Hoy, en esta noche, un
fuego ruge de nuevo dentro de mí ahora que veo a Imogene en mis
fantasías, a ella en ese aro, en mi circo y en mi cama. Nunca imaginé a
una chica en mi cama.

Ni una sola vez se me ocurrió querer a alguien fuera de estas


paredes de rayas. Tal vez en Halloween, pero incluso entonces deseaba
llevarlas dentro de mi tienda, colgarlas del techo y sentarlas en una silla
de circo. Pintar sus rostros y hacerlas perfectas, convertirlas en ella, sólo
que ahora la he encontrado y sé que es malo que lo haya hecho. La
fantasía y la realidad nunca deben cruzarse, es peligroso.

—¡Argh! —Golpeo mi puño contra la puerta cerrada y me acuesto,


insatisfecho, cansado y con Imogene en mi cabeza.
¡Mi cabeza, se me parte! Late con fuerza. ¿En qué coño estaba
pensando? ¿Cuánto bebí?

Mi cabeza da vueltas junto con la habitación mientras abro mis ojos


irritados y trato de concentrarme en algo. Las arcadas me vienen cuando
toso para aclarar mi garganta que duele, y puedo ver una mancha de baba
en mi almohada. Mi móvil está sonando muy fuerte junto a la cama. No
puedo apuntar lo suficientemente bien como para agarrarlo en el primer
intento, así que tengo que sentarme y recuperar el ruidoso dispositivo
terrorífico.

—Ya voy, joder —No volveré a beber nunca más. Nunca. Mi


estómago se revuelve de asco mientras me muevo—. Cuelga, te llamaré
después, por favor. —ruego para que el sonido desaparezca, el estridente
ruido que atraviesa mi delicado cerebro y causa un caos en mis sentidos.
Eventualmente encuentro el dispositivo que no sabe que tengo resaca y
deslizo la pantalla para contestar sin siquiera intentar ver quién es.

—¿Dónde estás? —ladra Gavin a través del móvil, haciéndome


estremecer.
—En casa, más específicamente en la cama. —Pongo los pies en el
suelo para intentar evitar que el mundo se sienta como un barco en el
puerto.

—Bueno, estoy en la oficina y voy a cerrar. Está empeorando y el


pronóstico no parece mejorar para el resto del día, pero para el lunes
debería estar despejado para que podamos empezar de nuevo. Suenas
arruinado, pensé que habías ido a ver a tu mamá. —Es tan rápido al
hablar que apenas puedo seguirle el ritmo.

—Sí, fui, lo estoy, y por favor no preguntes. Te veré en el gimnasio a


las cinco. —Las respuestas me salen torpe y lentamente mientras empiezo
a sentirme menos como una rata de pantano y más humano.

—Bueno, amigo, suenas jodidamente mal. Para esa mierda o te


golpearé.

Suspiro. Tiene razón. —Oh, joder, ¿Puedes venir a buscarme? Sam


tiene mi auto. —Recuerdo que hoy estoy varado.

—Claro, déjame adivinar, Jezabel esta de huelga. —Nos reímos un


poco y luego cuelga, sin decir adiós. Gav no es famoso por sus modales, es
muy tosco.

Me arrastro hacia la cocina para preparar café y huevos, ya que el


café, los huevos y las tostadas absorberán la resaca.

Tomando dos aspirinas con mi café y removiendo los huevos


revueltos miro hacia afuera a la lluvia torrencial y al cielo gris. Los grandes
árboles en mi jardín delantero están pesados por el agua y las ramas se
doblan hacia el suelo, la bonita casa de jardín que mamá colocó a un lado
se ve empapada y deprimida.

Las flores que se abrieron con la llegada en forma temprana de la


primavera están cubiertas de barro y marchitas, el viento ha despojado a
otras flores de sus diminutas hojas verdes. Espero que sea el último día
del invierno, para que las cosas empiecen a verse mejor.

La ventana se empaña por encima de la estufa donde mis huevos


pasan de ser baba a esponjosos y amarillos, puedo oler ese ligero aroma a
quemado de la tostada cuando sube justo como a mí me gusta.

Llamo al taller para averiguar sobre Jezebel, el auto del demonio,


después de haber comido y puesto todo en el lavavajillas, y parece que
estará lista para ser conducida nuevamente mañana. Organizando el pago
de la cuenta de Sam y el regreso de Jezebel a su casa, me acuesto en mi
cómodo pero feo sofá y hojeo los doscientos veintisiete canales antes de
conformarme con lo más destacado de los deportes, porque todo es una
mierda.

El grupo de Whatsapp de los chicos del club de rugby está repleto de


imágenes y memes, provocando la ira de nuestro capitán, que anoche le
propuso matrimonio a su novia. Las bromas divertidas duran toda la
mañana, e incluso el frío y la humedad no pueden hacernos perder la
práctica.

La adrenalina empieza a aumentar rápidamente mientras guardo mi


equipo y me pongo un vaquero junto con un jersey, sacrificando la
comodidad de mis pantalones de franela y la libertad de no llevar camisa.
Saco una chaqueta limpia y la pongo con mi bolso en la puerta principal.
Esperando a que me recojan no puedo evitar pensar en lo de anoche, en
ella, Imogene.

Estaba impresionante, su pequeño cuerpo exquisito y esa sonrisa


dulcemente tímida hace que mi vientre se caliente con algo que elijo no
nombrar. No puedo resistir el impulso de googlear a The Cirque. Un sitio
web con la misma imagen del cartel de la puerta aparece y me pregunta si
soy mayor de dieciocho años.
Una vez que hago clic en sí, aparece una pequeña barra de carga en
la página, yendo despacio, poniendo a prueba mi paciencia, burlándose de
lo que podría surgir en mi pantalla. La imagen aparece borrosa al principio
y cuando finalmente se carga me encuentro con la imagen de una vieja
carpa de circo iluminada por velas. Hay trapecistas que lanzan fuego, y en
el centro de la imagen hay una Imogene en topless sentada sobre un
trapecio estático, con un culotte de lentejuelas y lo que parecen zapatillas
de ballet rojas atadas a sus delicados tobillos. Su cara esta maquillada con
oro y brillantina roja, creando un rostro vivo que le quita su propia
expresión. Siento que estoy viendo una versión de mí.

El yin de mi yan está frente a mí. Me acerco para no ver a ninguno


de los otros, temiendo que mi hermana también esté en topless. La piel
blanca como el lirio y los pezones rosados de Imogene están espolvoreados
con una brillante purpurina, que resplandece con la luz de las llamas y las
velas. Su boca se levanta con esa tímida sonrisa y no está mirando
directamente a la cámara, pero la captura de ese instante es
deslumbrante.

La lujuria que siento por la imagen en mi móvil se interrumpe con el


sonido de la camioneta de Gavin. Hago una captura de pantalla y voy al
menú para ver cuándo están de nuevo en el escenario. Otra captura de
pantalla y guardo mi móvil, abro la puerta al espantoso mundo exterior, y
corro a través del diluvio hasta donde aguarda en la acera. Hoy me puse
botas aptas para este día, después del episodio de anoche.

—Hola —saludo, cerrando la puerta con un portazo y empujando mi


bolso en el asiento trasero.

—Parece que pasaste una noche de fiesta y terminaste con una


prostituta en tu cama.

Me mira y me doy cuenta de que no me afeité, así que


probablemente me veo peor. —Me temo que no es tan emocionante. Bebí
para poder aclarar la vista mientras miraba el show de mi hermana en un
bar que es un antro. Fue una larga noche y hay algunas cosas que un
hermano nunca debería ver. —Me tapo los ojos ante el recuerdo, olvidando
por un segundo con quién estoy hablando—. Lo siento hombre, no debí
haber dicho nada.

Su ceño fruncido me dice que la idea por sí sola le ha molestado. El


arrepentimiento y la pena son siempre evidentes en su rostro cuando se
trata de Sam, ella es su mayor pesar en la vida y es muy difícil no
mencionar alguna vez a mi hermana. A parte de Gavin, ella es la única
persona con la que me gusta pasar mi tiempo.

Cuando eventualmente regresamos a los vestuarios estamos


mojados, cubiertos de barro y fríos como la mierda. Las duchas con vapor
y las bromas de los chicos llenan el pequeño cuarto.

—Necesitamos emborracharlo, estúpido. Ahora ya no puede follarse


a todas esas hermosas porristas, ¿verdad, capitán? —dice alguien desde
detrás de una fila de casilleros.

—Es una animadora, imbécil —responde Rob, y la risa flota por toda
la habitación—. Pero aún podemos conseguir emborracharlo. ¿No, Cap?

—No me voy a emborrachar. —Intenta escapar de ser ahogado en


alcohol.

—Oh, lo harás. No sólo te emborracharás, sino que también lo harás


mirando a mujeres desnudas —interrumpe Gavin, y un coro de sí, ruge.

No estoy de humor para salir por la noche, así que me seco y me


pongo la ropa, me paso los dedos por el pelo y sacudo el exceso de agua.
Ningún hombre que se respeta a sí mismo tiene un cepillo de pelo en su
bolsa de rugby. Estos idiotas me comerían vivo.

Uno de los jugadores jóvenes que se acaba de unir a nuestro equipo


irrumpe. —Conozco un lugar perverso para ver chicas, fumar puros y
emborracharse —Parece un mojigato, e inmediatamente me pregunto a
qué tipo de bar nos llevará—. Todas las chicas de la universidad trabajan
allí. Tetas firmes y culos apretados. ¡Los sábados son los mejores!

Los chicos aplauden y silban mientras empiezan a molestar a Cap


otra vez. Pobre infeliz, ya sabe lo que pasa si uno de los chicos se casa. Se
sabía que iba a ser así, de hecho, normalmente es él quien instiga al caos.

Oliendo como a una fábrica de colonia y luciendo más frescos que


hace una hora, salimos vestidos y listos a la calle para divertirnos.
Comprobando que el ambiente se pone mucho más feo entrada la noche,
nos dirigimos a un bar de la zona para animarnos y prepararnos para la
fiesta de despedida.

El tiempo transcurre entre cervezas, deportes y hablar de quién se


acostó con quién. Gavin se está emborrachando, así que voy más despacio
porque estamos en el mismo auto. Las chicas bailan, nos rozan y animan a
nuestro equipo. Sólo somos ocho y creo que todas se han acostado con
todo el equipo al menos dos veces, son un anuncio publicitario de
enfermedades de transmisión sexual. He besado a algunas de ellas
estando borracho, tal vez las he agarrado por el culo, pero en realidad
nunca pondría mi polla en una, por si acaso se me cayera después.

Todo el grupo se está emborrachando y alborotando, las personas


empiezan a observarnos, esas miradas de desdén de los otros clientes del
bar a quienes no les gusta el caos. Los dardos vuelan a gran distancia de
las dianas, convirtiendo un juego inocente en un peligro para todos los que
nos rodean.
A medida que pasa la hora y los muchachos se emborrachan más,
acabamos metiéndonos en unos cuantos autos, ya que somos
aproximadamente tres personas lo suficientemente sobrias para conducir.
Con seis hombres apretados dentro del auto y un copiloto borracho,
damos unas vueltas, perdidos durante un rato, antes de llegar a un
edificio familiar, bajo una farola familiar. Aquí es en donde se averió
anoche el auto de mi hermana, y el que está al final de la calle es el mío.

Agarro a Gavin por el hombro y lo alejo un poco de ellos. —No creo


que este lugar sea una buena idea, vamos a buscar otro pub.
Me mira como si estuviera loco, me tira en un incómodo abrazo de
hombre y me arrastra hacia adentro riendo a carcajadas.

No hay manera de que esto termine bien. Incluso si Sam no trabaja


aquí, él la va a ver cerca de otros chicos y se irá enojado. Y si lo hace me
iré, porque ya he visto suficiente de mi hermana medio desnuda para toda
la vida. También podría matar a mis compañeros de equipo si la llegaran a
tocar, porque ella es mejor que todo esto.

¿Cómo no me di cuenta de que esto estaba sucediendo? ¿Qué


demonios pasó para que tenga que desnudarse? Entiendo que esté
actuando en el otro lugar pero, ¿esto?

Permíteme que esté equivocado. ¡Por favor, que ni siquiera esté aquí!

Rezo en silencio a Dios mientras caminamos hacia lo que parece una


vieja fábrica, con revestimientos de ladrillo a la vista y pisos de cemento,
todo el interior frío y poco atractivo. Por favor, Dios.

Mis oraciones no tienen respuesta mientras doblamos la esquina en


la intersección entre un bar de striptease y un club nocturno que está
lleno hasta reventar. Justo ahí, delante y en el centro, en un poste, sin
nada puesto, está mi hermana. Las luces se encienden a su alrededor y los
tambores se oyen en el ambiente, las personas bailan y se enfrentan entre
sí, mujeres, hombres, parejas. Todo el lugar está lleno de satisfacción
sexual y deseo, es posible hasta olerlo. La sensación es como si se
deslizara por la columna a medida que las imágenes a nuestro alrededor
impregnan los sentidos.

Todo lo que veo es a mi hermana. Y ella nos ve. Su impecable baile


tartamudea un poco al ver al grupo que ha dominado muy fuerte a la
multitud y que está a la caza. La veo, avergonzada y con pena. Observo a
mi pequeña hermana en problemas y me voy.

No puedo hacer esto. Me pongo en marcha y salgo por la puerta,


estoy a mitad de camino del auto cuando oigo a Gavin gritar detrás de mí.

—¿Qué carajo, Sivan? —grita. Puedo sentirlo acercarse y aumentar


mi paso para escapar. Su cuerpo me golpea contra la puerta del auto
cuando llego hasta ella—. ¿Lo sabías? ¿Es por eso que dijiste que era una
mala idea? ¿Dejaste que tu hermana se desnudara? —Está a punto de
perder la cabeza por completo.

—No lo supe hasta que vi mi auto allí —Lo señalo, e incluso


entonces no estaba seguro—. No la dejo hacer nada, Gavin. Es una mujer
adulta. No tenía ni puta idea, pero voy a tener una charla con ella.

Lo empujo para ver a Sam parada en la mitad del camino cubierta


con lo que debe ser un abrigo que le robó a alguien, lágrimas cayendo por
sus mejillas. Se detiene dónde está y nos mira. Cuando mira a Gavin, y él
la mira con asco y desaprobación, ella sacude la cabeza y vuelve a entrar.

—Joder, no puedo hacer esto. —Me subo al auto y lo arranco, mi


amigo subiéndose a mi lado.

—Tampoco puedo. Mataré a alguien —Sólo me mira, y puedo sentir


su dolor otra vez.
Un día van a tener que enfrentarse a todo esto, sea lo que sea. De
repente me acuerdo de Imogene, que el Cirque estará de vuelta muy
pronto, pero eso significa que Sam estará allí también.

Quizá eso sea bueno. Puedo sorprenderla y hablar con ella. Me digo
eso a mí mismo, pero realmente quiero ver a Imogene de nuevo en ese aro.
Deseo ver su rostro brillar y esos ojos mientras se mueve y contorsiona en
el escenario. —Sé dónde estará más tarde. Podemos ir a esperarla allí,
tomar un trago y calmarnos. ¿De acuerdo? —Arranco en dirección al sucio
estacionamiento, sintiendo como suspira en voz alta y diciendo algo que no
me interesa oír.

—La amo, Sivan. Traté de no hacerlo, pero no pude lograrlo.

Me mira, y sólo pensar en él y en mi hermana me molesta y me hace


feliz a la vez, siempre hemos sido una familia.

—Entonces haz algo al respecto, sea lo que sea esto entre ustedes
dos. No sé qué hizo a quién y no me importa. Pero si la amas, arréglalo,
Gavin. Para que conste, ahora tiene novia, así que puede que estés
jugando para el equipo equivocado —Su rostro cae un poco y cierra los
puños—. También tienes un hijo en camino con una mujer que odias.

—No volveré a arruinar su vida, Siv. Es mejor que me aleje de ella. —


Está derrotado.

—Lo que sea, Gav —digo mientras aparco en el oscuro


estacionamiento, mirando hacia la puerta donde el viejo cartel apenas es
visible. Imogene debe estar dentro. Echo un vistazo a mi reloj, no durante
un tiempo, pero hasta entonces podemos hacer frente a esta mierda en el
bar.

—¿Qué demonios es este lugar? —Se ve disgustado.


—No tengo ni idea. Vine aquí con Sam anoche, pero no te asustes. —
Golpea la puerta del auto en mi rostro antes de que pueda abrir la mía.

Esto puede salir desastrosamente mal, pero tengo un deseo


imperioso de verla, una necesidad de presenciar su actuación nuevamente.
Las imágenes que vi en la web siguen estando en mi cabeza, lo que me ha
llevado a pensar que esta es una buena idea.

Caminamos a través de la zona de estacionamiento, el hombre


dormido o muerto sigue ahí tirado. Una vez más miro hacia abajo, donde
abraza su botella en un papel marrón, y me pregunto si está soñando con
entrar.

La puerta es pesada cuando la empujo para abrirla, el carmesí


profundo del interior me devora inmediatamente y me atrae cada vez más.
La iluminación y los aromas me alejan de la realidad y me acercan a mi
mundo de fantasía. Las mesas ya se están llenando, pero yo elijo dos
asientos en el bar. No pueden vernos desde el escenario si nos sentamos
aquí. Podemos elegir si queremos ser vistos o no.

—De vuelta otra vez — saluda la chica de anoche, colocando dos


posavasos de papel frente a nosotros. Tiene los pezones pintados y no
puedo ver más abajo. Me distraen de devolverle el saludo.

—Oh. Hola. Sí. No podía alejarme —intento bromear, pero no suena


gracioso, suena raro y pervertido.

Nos sonríe con una media sonrisa y me sirve un whisky en un vaso


sin preguntarme qué es lo que quiero. —¿Y para ti? —Es amigable con Gav
mientras él se desliza en la silla a mi lado.

— Lo mismo que él, pero con hielo.

Le llena el vaso con el líquido de color ámbar y le pone otro repleto


de hielo a un lado antes de que se mueva al otro extremo de la barra.
Siento que destacamos. No me di cuenta anoche, pero todos los
hombres aquí están vestidos con trajes o ropa formal. Me quito el
sombrero de lana de la cabeza y lo meto en el bolsillo, me desabrocho la
chaqueta y me la quito para no parecerme tanto a una persona que vive en
la calle.

—Me estoy volviendo loco, sólo para que conste —dice Gavin en voz
baja mientras una camarera camina a su lado con muy poca ropa. Está
cubierta, pero mostrando suficiente.

Todas las mujeres están vestidas con buen gusto, pero son sexys al
mismo tiempo. Nos sentamos y bebemos, observando también unos
cuantos actos en el escenario mientras mi expectativa por el Cirque
aumenta. Mis palmas están sudadas y la habitación está calurosa. Me
quito el pelo largo del rostro y trato de examinar a la multitud. Todos son
hombres. Excepto el personal y las artistas, hoy sólo hay hombres. No
recuerdo si anoche era igual, no revisé, sólo me fijé en ella.

—Así que, una novia, ¿eh? —pregunta Gavin finalmente. Ahora se


está suavizando un poco, ya que la música y el ambiente son contagiosos.

—Más o menos, creo. Dijo que era complicado. —Giro mi bebida en


el vaso mientras ambos nos damos la vuelta para ver quién ha empezado a
cantar en el escenario. La voz suave hace que mis músculos se relajen y mi
tensión se alivie aún más. Este lugar es mágico.
El sonido inquietante de mí pasado cobra vida a través del sistema
de sonido, y sé que finalmente el Cirque está a punto de subir al escenario.

Los escalofríos me ponen la piel de gallina, un temblor frío y un


sudor ligero me hacen sentir físicamente incómodo. Miro a Gavin, todavía
parece triste y cansado, sé que en el whisky no va a encontrar la
respuesta.

—Oye, son ellas. ¿Te encuentras bien? Podemos irnos si quieres. —


Golpeándolo en la espalda, se gira para enfrentar la actuación ahora.

—Estoy bien. Obviamente quieres ver esto, sea lo que sea.

¿Es tan obvio mi entusiasmo? Sólo asiento y me alejo de él para


mirar.

—Sivan, ¿estás bien? Quiero decir, es tu hermana y acabamos de


verla en ese lugar. —Suena genuinamente preocupado por eso.

—No lo sé. Necesito hablar con ella, pero algo me dice que no quiere
hablar conmigo en este momento.
—¿Entonces por qué estamos aquí? —pregunta, como si no tuviera
sentido estar aquí. Sé que Sam no me hablará esta noche, por supuesto
que no con él aquí, pero necesito volver a vigilar a Imogene. Necesito verla
para poder ir a casa y soñar con ella.

—Quiero ver esto nuevamente. Es por eso. —Bebo un poco, mientras


mi mente ya está encendida con imágenes de rostros pintados y luces.

—Está bien, entonces. —Está molesto.

Mierda. No hay forma de que gane.

Los últimos dos días han sido un desastre y necesito dormir, pero no
puedo porque la novia de mi hermana está dentro de mi cabeza. En mis
poros. Haciendo que mi frágil mente se desmorone, y no tengo defensa
contra ello.

No soy una persona fácil para ser amigo, y él me ha tolerado casi


toda mi vida. Cuando no tenía a nadie siempre estuvo. Sin embargo,
nunca compartí mis secretos, ni siquiera con él, y sé que podría contarle
cualquier cosa. Sabe todas mis otras verdades, pero guardo mi payaso sólo
para mí. No quiero compartirlo. Si le digo a alguien ya no será sólo mío, y
soy egoísta al respecto.

La observamos, y no me importa mirar para ver si está bien.


Samantha e Imogene son perfectas en sus movimientos, pero puedo ver
que los ojos de Sam están hinchados por el llanto y su conexión no es tan
fuerte como la de anoche. La energía que circulaba entre ellas no está
encendida como antes.

Imogene baja atravesando el fuego y sube al escenario para la última


inclinación cuando sus ojos captan los míos. Nos vio. Pensé que
estábamos lo suficientemente bien escondidos aquí. Su mirada se fija en la
mía cuando termina el acto y el ceño fruncido que me hace es una señal
de que no somos bienvenidos.

—¿Podemos irnos? No puedo hacer esto, Sivan. Vámonos, por favor


—ruega Gavin a mi lado y paga la cuenta. Tomo las llaves del auto, me
pongo la chaqueta y el sombrero mientras salimos silenciosamente del bar,
caminando hacia las puertas.

—Mi casa está más cerca, puedes quedarte allí. —le digo mientras
subimos a su auto y ponemos la calefacción a tope.

Sé que ambos hemos sobrepasado el límite, pero no puedo quedarme


aquí y él tampoco.

Siento como si hubiera visto, realmente visto, mi interior. La parte


que escondo, incluso de mí mismo. Se lo dejé ver e Imogene lo vio.

Conduzco más despacio de lo normal, sin querer llamar la atención


de ningún policía a estas horas de la noche. Gavin está en silencio.
Demasiado callado, con los ojos fijos en la calle y con el ceño fruncido.

—¿Es su novia? —pregunta eventualmente.

—Sí, esa es Imogene —respondo, concentrándome en el camino que


ahora está lleno de niebla. Las luces de la camioneta no hacen nada para
atravesarla. Agarro el volante con fuerza y de repente me siento algo
incapaz de conducir en mi estado actual.

—Es hermosa.

Sé que es así, es en lo único que puedo pensar.

Ambos estamos perdidos en nuestros propios pensamientos el resto


del camino hacia mi casa. Siempre tengo un tic nervioso cuando alguien se
queda allí, la posibilidad de que descubran algún secreto es
desconcertante. Conozco a Gavin lo suficientemente bien como para estar
seguro de que no va a husmear por ahí. Hasta donde sabe, el garaje está
lleno hasta el cuello con los muebles de mi difunta abuela, que estoy
guardando para mi madre.

Lo hago, sólo que están en un almacén al otro lado de la ciudad.


Abro la puerta principal y él se para detrás de mí, balanceándose un poco
por la bebida, tratando de entrar en calor. Sus manos están metidas en
sus bolsillos mientras las mías se congelan sosteniendo las llaves.

Una vez dentro subo la calefacción más alta para intentar


descongelarnos, mientras Gavin va directamente al armario del licor,
sacando una botella y dos vasos de cristal que realmente pertenecían a la
abuela.

No es necesario decir nada mientras nos sentamos en los sillones


uno frente al otro y bebemos. Aunque nuestros problemas son diferentes,
ambos estamos preocupados, y ésta no es la respuesta, pero hoy ayuda.

Eventualmente termino tumbado de lado en el sofá, con los ojos


cerrados y con Imogene dando vueltas en mi mente. Gavin está roncando y
el sueño me elude nuevamente. No importa lo que haga, todo lo que
realmente quiero es a una mujer en mi circo, mi rostro manchado de
maquillaje entre sus muslos y su cuerpo a mi merced.

Ya no es suficiente una mujer, no. Sólo necesito que sea Imogene.

Gavin ronca despierto y me mira desde donde yace. —Te gusta la


novia de tu hermana, ¿no? —pregunta, y luego se ríe—. Y yo amo a tu
hermana. Estamos tan jodidos. —Sigue bebiendo como si no se hubiese
dormido.

—Lo estamos, ¿verdad? —Supongo que me conoce más de lo que


creí—. No puedo sacármela de la cabeza. Desde la cena de ayer, no puedo
parar.
—Ningún hombre miraría a su hermana, eso es enfermizo. Entonces
la vi y lo entendí de inmediato. Si te hace sentir mejor, estoy tan
jodidamente destrozado que quiero que se la robes a Sam. Eso, o
atropellarla con mi auto.

Suena como si realmente pensara arrollarla en un abrir y cerrar de


ojos. Agarro la botella de la mesa de café y pongo los últimos restos en mi
vaso, sentándome un poco para que lo pueda bajar, la quemadura en mi
garganta sintiéndose bien. El entumecimiento me lleva a un lugar donde
nada de esto es tan malo como realmente es. Donde hago exactamente eso.

Llévatela lejos.

Róbala.

Róbala.

La resaca de ayer no tiene nada que ver con despertar con el rostro
plantado en el suelo de la sala de estar, en un charco de tu propio vómito,
con el recuerdo vívido de tu hermana bailando desnuda delante de todos
los chicos del club de rugby.

Róbala.

Gracias a Dios que tengo pisos de madera y no alfombra, aunque el


olor me tiene vomitando otra vez. Gavin está mitad en el sofá y la otra
mitad fuera, con la cabeza en el suelo, lo que simplemente terminará en
un dolor de espalda épico.
Consigo un balde y un poco de blanqueador para limpiar mis
fluidos, mientras veo tres botellas vacías de Johnny Black que me hacen
saber exactamente por qué estoy vomitando y sufriendo el comienzo de un
masivo dolor de cabeza.

—Ugh. ¿Qué demonios...? —Mi ruido ha despertado a mi amigo

Se levanta y se cubre el rostro con el brazo. —Dios, ¿cuánto


bebimos?

—Suficiente para olvidar nuestros problemas y ahogar nuestras


penas, la mía ahogada en vómito. —Me levanto mientras limpio el último
desorden. Odio limpiar estando enfermo. Normalmente dejo de beber antes
de ese punto, simplemente porque limpiar tu propio vómito es asqueroso.

—Dios, me siento mal.

—Ve al maldito baño. ¡No voy a limpiar tu vomito también! —grito,


señalándolo con el mango del trapeador que ahora estoy manejando como
un profesional.

Gimiendo como un anciano, se levanta y se acerca al baño de


huéspedes justo al lado de la puerta principal. Puedo oírlo vaciar su
estómago porque no se molestó en cerrar la puerta detrás de él.

Mi propio vientre se revuelve ante la amenaza de nuevas protestas,


pero me trago el impulso e intento vaciar el cubo y enjuagar el trapeador.
Lleno la máquina de café y la enciendo, luego voy a la lavandería, me quito
la camisa y los vaqueros que ahora me dan asco y los empujo en la
lavadora. Debo haber tenido mucho frío anoche, porque ahora hace tanto
calor aquí que es un alivio quitarme la ropa. Lleno dos tazas de café negro
y vuelvo a la sala de estar en ropa interior. Gavin me ve en las duchas del
club todas las semanas, así que para él estoy demasiado elegante.
También se ha desnudado.
—Ve a poner esa montaña en la lavadora. —Apunto a su
desordenada ropa sucia en mi mesa de café, cuando la agarra tira dos
tazas de café hacia abajo.
—Eres como una mujer —comenta, mientras me pasa hacia la
cocina y luego al lavadero.

—Soy una persona limpia. Eso no me convierte en una mujer, me


hace menos propenso a contraer enfermedades —digo cuando regresa.
Agarra el café como si fuera a salvarle la vida, y pienso que en este
momento es posible.

—Amigo, Sam es una stripper con una novia.

Dice las palabras que hemos estado evitando durante toda la


mañana, la realidad vuelve a inundarme y me ahoga. ¿Cómo me perdí todo
esto? ¿Cuán mal se está desmoronando su vida al hacer esto? Recuerdo
sus ojos hinchados y sé que voy a tener que enfrentarme a ella, y eso, es
hoy.

Siento los latidos de mí ahora dolor de cabeza mientras pienso en


cómo me irá. Busco en mí alrededor donde podría haber aterrizado mi
móvil durante la noche. Lo más probable es que ya esté muerto y tenga
que cargarlo primero. Eso me da un poco más de tiempo para ignorar la
inminente confrontación.

—Cállate, imbécil —respondo a su audaz declaración de la evidente


verdad que estaba tratando desesperadamente de olvidar—. ¿Qué puedo
hacer?

—No puedes hacer nada, es una mujer adulta. Tal vez necesite
ayuda —dice mientras mira su móvil. Me sorprende que siga encendido y
recuerdo que lo enchufó al auto de camino a casa—. Tengo un millón de
mensajes de los chicos, todos quieren un pedazo de tu sexy hermana —Mi
sangre se calienta instantáneamente en mis venas. La miraron. Vieron a
mi hermana así, expuesta y desnuda. Joder, va a ser un día infernal otra
vez—. Sivan, los mataré.

Los dos lo haremos. —No voy a ir al gimnasio esta tarde. Si los veo
no voy a parar. Necesito la semana para calmarme y hablar con
Samantha.

Asiente con la cabeza y coloca su taza entre los muslos en el sofá.


Voy a enchufar mi teléfono y espero a recibir un montón de mensajes que
sé que van a llegar. Cuando mi pantalla cobra vida, me desplazo hacia
abajo por las notificaciones y no las abro por miedo a cometer un
asesinato. Me detengo en el número de Sam y lo abro.

No puedo enfrentarme a ti o a esto hoy. Imogene te llevará el auto. Por


favor, déjala en la práctica. Hablaré contigo cuando esté lista. No se lo digas a
mamá todavía.

Mi vida se ha convertido en un gigantesco desastre en dos días. Todo


lo normal se ha ido y ha acabado en esta locura que ahora lo consume
todo. Necesito una ducha y ropa antes de que llegue, la hora del mensaje
es hace más de una hora.

Todo lo que tengo que añadir a la lista de mierda es su llegada a


nosotros dos tristes, arrepentidos, con resaca y en ropa interior. Gavin ya
está rellenando su taza en la cocina y el sol de las diez de la mañana está
entrando por las ventanas.

Sol, gracias, joder, los últimos días han sido sombríos. El solo hecho
de ver esos brillantes rayos me da esperanza de que tal vez las cosas
mejoren. Al menos podemos volver al trabajo e intentar ponernos al día por
las malas condiciones climáticas. Le pongo mi taza junto a la suya y me
sirve.

—Necesito una ducha y tú tienes que irte —digo mientras me tomo


el café caliente, quemándome tanto la boca que no podré saborear el resto
de la taza. Aun así mi cuerpo todavía puede absorber la cafeína que tanto
necesito, así que sigo bebiéndola—. La novia de Sam está devolviendo mi
auto y tengo que llevarla a algún sitio. —Sacudo la cabeza. ¿Cómo me metí
en este lío? Fui a ayudar a mi hermana a salir de un aprieto.

—No puedo estar aquí para ver eso. —Cree que es gracioso, la
sonrisa en su rostro suplicando ser golpeado—. Además, necesito ir a
dormir e intentar olvidar lo que pasó anoche. ¿Qué es ese lugar?

Sólo lo miro de reojo, no lo está mejorando en absoluto. —Te llamaré


más tarde. Es un espectáculo de variedades o algo así. No tengo ni idea de
lo que es. Vete a casa, toma algo de ropa de mi cuarto o te congelarás las
pelotas así. —Me sigue por el pasillo.

Me doy la vuelta en el baño mientras él sigue hacia mi habitación.


Espero, ya que no cierro la puerta. ¿Y si fisgonea mientras no estoy
mirando? Espero.

—Adiós, Siv —murmura mientras me pasa de nuevo al salir.

Entonces respiro y me doy cuenta de que todo acaba de empezar, y


espero que la ducha me alivie un poco las molestias en mi cabeza. Dejo
que el vapor llene la habitación y me meto debajo del chorro. El agua
golpea mi cabeza y la empeora, no la mejora, así que me apresuro a
lavarme.

Frotarme la mejilla me recuerda que necesito afeitarme con


urgencia. Una vez que mi pelo y mi cuerpo están limpios, me quito la toalla
y echo el agua caliente en el lavabo, la nube de vapor cuelga en el aire y
trato de limpiar el espejo lo suficiente como para ver mi rostro cubierto de
pelos. Los círculos oscuros bajo mis ojos parecen como si nunca me
hubiese lavado el maquillaje después de haber sido mi payaso.

Los ojos cansados me miran fijamente, están llenos de preocupación,


culpa e incertidumbre, el brillo que veo en ellos cuando soy él se ha ido.
Hoy mis ojos están tan apagados como yo. Con el rostro limpio y la cabeza
despeinada me visto y me pongo presentable, tan cerca como puedo
lograrlo hoy. Tomo dos aspirinas de la mesa junto a mi cama y las trago
con agua directamente del grifo del lavabo.

El agua gotea por mi barbilla y la froto con mi manga, la lana


raspando mi piel recién rasurada. Al sacarme el pelo del rostro voy a
buscar el resto de las pertenencias que pueda necesitar, como mi billetera,
que debería haber estado con mi móvil pero no está.

Mi chaqueta está en el suelo en la puerta principal, aún húmeda, y


busco en los bolsillos, sacando mi sombrero y mi billetera antes de llevarla
a la cesta de la ropa sucia.

Estoy en la cocina contemplando desayunar, o más café, cuando


oigo mi auto y lo veo desde la ventana. Ella lo está conduciendo.

Imogene se estaciona bajo el gran árbol que domina la calle frente a


la casa. La veo arreglándose el pelo en el espejo de la visera antes de salir.
Su cabello resplandece más rojo bajo el brillante sol de la mañana
mientras camina por el sendero hacia mi puerta. Estoy tan ocupado
mirándola que no me muevo para ir a abrir. Incluso cuando llama,
simplemente la observo desde mi ventana por un rato.

Róbala.

Ese pequeño susurro vuelve. Sacudo la cabeza y voy a abrir la


puerta. Al aspirar profundamente, giro el pestillo de bronce para abrir la
puerta. Su sonrisa es grande y no tan tímida esta mañana, sus ojos
brillantes, a diferencia de los míos, y su pelo rojo enciende mis sentidos.
Puedo oler su dulce perfume a medida que el viento sopla a mí alrededor,
el aroma entra con la fresca brisa.

Nos quedamos allí mirándonos, sin decir nada durante mucho


tiempo, y de repente se vuelve incómodo. Por una milésima de segundo me
siento como él y no como yo, una sonrisa se eleva en mis labios y
finalmente la saludo.

—Hola. —No puedo decir más palabras, sus ojos me las ha quitado.

—Hola. —Me pone las llaves del auto en el rostro—. Traje tu auto de
vuelta, Sam está un poco confundida hoy.

Doy un paso atrás, haciendo un gesto para que ella entre. —¿Está
bien?

Todo lo que puedo oír es el latido de mi corazón en mi cabeza, y su


olor me está mareando. Camino a la sala de estar, pero el olor a vómito y
sudor seco se apodera de mí en la puerta, así que sigo yendo a la terraza
de la parte de atrás y abro la puerta de cristal para que podamos salir.

—¿Café? —Le ofrezco, porque preciso más, y por un segundo


necesito espacio entre nosotros.

—Sí, por favor. —Está sonriendo de nuevo y sus ojos están mirando
a los grandes árboles de mi patio trasero—. Sam estará bien. Sólo está
ocupándose de unos negocios. —Asiento y la dejo allí para poder hacer
café.

Estoy dos pasos dentro cuando la siento detrás de mí. La piel de


gallina que se desliza por mi columna y mi pulso empieza a vibrar. Los
olores dulces y las imágenes de purpurina me asaltan.

Róbala.

Me vuelvo para mirarla; es pequeña, tan pequeña, y muy perfecta.


La miro fijamente. Es de mala educación, pero no puedo parar. Él no
puede detenerse.
—Después de ese café necesito que me lleves a practicar, por favor.
O mejor aún, ¿puedo hacer que me lleven? No quiero llegar tarde otra vez.

Dejo de caminar y la miro, el pequeño murmullo que aún me


susurra, es un pequeño cosquilleo en mi oído que me dice que debería ser
mía y no de Sam.

—¿Dónde es la práctica? —pregunto, pero quiero hacer una


pregunta más.

Me mira fijamente. Puede ver en mi interior. —Tengo un GPS, no te


asustes, son 30 minutos en auto. Podemos tomar el café primero. Puedo
ver que hay una resaca como una nube negra sobre tu cabeza, buen Dios.

Se ríe un poco y nos movemos de nuevo. Mi cuerpo fluye en la


cocina porque me hace sentir elevado, mareado, casi irreal. Hace que me
sienta incluso como él cuando no lo soy. —Bien. Por cierto, no tengo tanta
resaca.

—Viste a tu hermana desnuda columpiándose de un poste. Estás


sufriendo la resaca del infierno, está bien, lo entiendo.

Lleno la máquina y la enciendo nuevamente mientras ella se levanta


para sentarse en el mostrador. Las polainas de compresión negras abrazan
cada músculo de sus piernas, y la delgada camisa que lleva sobre su
sujetador deportivo se ve a través de ella con la luz del sol.

—¿Por qué lo hace? ¿Le hace falta dinero? La habría ayudado.

Inhala un poco, tratando de contener la risa. —Lo hace porque le


gusta, es una buena práctica trabajar en el poste y le permite ganar lo
suficiente para poder viajar el año que viene. No necesita hacerlo, Sivan,
quiere hacerlo.
De alguna manera su respuesta es mucho peor que la idea de que
necesitaba dinero o que estaba en problemas. Mi hermana quiere ser
stripper, ella lo elige. Me siento mal y mi ya débil estómago amenaza con
revolverse de nuevo.

—Te vi anoche, en el Cirque. Te vi mirándome.

Me apoyo en el mostrador al lado de ella, la parte superior se clava


en la parte baja de mi espalda mientras trato de no caer muerto. —Estaba
esperando a Sam —digo, con poca convicción.

—Te fuiste antes de ver a Sam. —Rechaza mi respuesta, y desearía


que la cocina me comiera vivo.

—Gavin estaba conmigo. Se había enfadado, así que nos fuimos.

—Me estabas observando. Sivan, me estabas mirando. —Su voz es


más dura ahora, hay una pequeña acusación en su tono. Su mirada es tan
ardiente como su cabello y es ahí cuando me vuelvo de costado para
mirarla, nivelando nuestros rostros entre sí.

—Lo estaba —confieso, no tiene sentido mentir. Está mirando mi


maldita alma y lo sabría.

Es perfecta. Róbala.

El pensamiento se repite, y antes de que pueda aplastarlo Imogene


me sujeta y me susurra al oído—: Lo sé. —Y me besa.

Nunca lo vi venir, y no puedo detenerlo.

Sus delicadas manos atraviesan mi cabello y su lengua empuja


contra la mía. Giro mi cuerpo hacia ella, así estoy parado de frente, mis
caderas entre sus muslos y mis manos ahora ahuecando su culo,
acercándola.
Deseo más, necesito más. No soy él ahora, no puedo hacer eso, no
puedo tocarla así.

¡Alto!

Los gritos dejan de sonar en mi cabeza. Mi corazón me permite


besarla.

¡Alto! Su voz grita.

Y la empujo hacia atrás forzando el espacio entre nosotros.

—Sam es mi hermana, Imogene. Detente —jadeo las palabras


mientras intenta acercarse de nuevo. Me aparto de ella.

—Lo sé —responde mirando hacia abajo, como si hubiera herido sus


sentimientos.

Es un tirón en mis entrañas, un horrible empujón hacia abajo como


si estuviera equivocado al hacer lo correcto. La culpa me hace avanzar de
nuevo, pero ella salta antes de que lo haga, y toma el café.

Me da una taza y me dice—: Vamos, voy a llegar tarde. —Dándose la


vuelta, sale caminando hacia el frente de la casa.

Tomo mi billetera, mi móvil y dejo mi café en su lugar. No puedo


conducir con una taza de líquido hirviendo en la mano. Camino detrás de
esta mujer que tiene un rostro innegable y me hace sentir como si
estuviera viviendo en mi mundo, incluso cuando no lo estoy.

Lo hace revivir sin el maquillaje y me asusta lo que eso significa. No


sé qué hacer.

La novia de mi hermana me acaba de besar y quiero volver a hacerlo.


La voz del GPS me guía mientras Imogene sorbe café de una de las
tazas de mi casa, con esos labios, esos labios jodidamente suaves,
tentadores, rosados y perfectos.

La espiral de “recalculando” ha aparecido dos veces porque la estaba


mirando y he perdido algunos giro. Cada vez me sonreía, y no con la
sonrisa tímida de cuando la vi por primera vez, no, esta es una sonrisa de
“te desafío”.

—Sam cree que son pareja, Imogene. —Necesito decir algo antes de
explotar, o detenerme y besarla nuevamente.

—Lo sé.

Maldición, ¿esa es su respuesta a todo?, porque no está ayudando.


—Bueno, ¿lo son? —La miro, y luego regreso mi mirada a la carretera. Mis
nudillos están blancos por el agarre mortal que tengo sobre el volante y
puedo sentir mi respiración furiosa resoplando dentro y fuera.

Di no, di que no para poder robarte.

Róbala.
—Vivimos una frente a la otra y actuamos juntas. A veces hay
química y follamos, Sam ve más de lo que en realidad es. Tu estúpido
amigo la lastimó y ahora es pegajosa y necesitada. No soy su novia.
Prefiero a los hombres, si somos honestos. —Aparta la vista hacia la
ventana lateral, con sus dedos enroscados alrededor de la taza, los mismos
que tiraban de mi cabello mientras me besaba. Mientras nos besamos. Me
toco la boca pensando en ello.

—¿Me estás usando para terminar con Sam? Porque si es así, eso es
jodidamente malvado. —De repente me siento usado y me erizo.

¡Cómo se atreve!

—No hay nada que terminar, Sivan. Samantha sabe que no somos
pareja. Ella elige darle a nuestra amistad más peso del que realmente
tiene. No estoy enamorada de Sam, nunca lo estaré —Resopla un poco,
como si estuviera irritada por eso—. Tu hermana está enamorada de la
idea de “nosotras”, pero yo soy una mala idea, Sivan. De todos modos todo
esto es irrelevante porque me marcharé en cuatro meses. Tan pronto como
nos graduemos, me iré.

Me mira fijamente, y la mirada en esos ojos ya está muy, muy lejos.


—¿Por qué me besaste? —Necesito saber por qué. No me acostumbraré a
lastimar a mi hermana, pero me gustó ese beso. Lo sentí en mis huesos, y
fue bueno.

—Porque quería hacerlo —Sonríe de nuevo y hace que mi estómago


se hunda, la agitación de antes está de vuelta—. Me gusta hacer lo que
quiero. —Como si eso lo hiciera correcto, como si Sam no fuera a estar
devastada si descubre que nos besamos.

—Fue una mala idea. Sam saldrá lastimada otra vez y no quiero ser
yo quien lo haga, Imogene. —Me estoy irritando ahora. Esta chica me ha
jodido la cabeza por completo y siento como estoy atrapado en una
burbuja con ella, una de la cual nunca escaparé. El auto me confina, y
desearía poder salir de él.
—No puedes salvarla de todo, ¿sabes? Deberías dejar de intentarlo,
ella es una chica grande. —A medida que salen sus palabras el GPS me
indica que llegamos a nuestro destino, gracias, joder. Me detengo
demasiado rápido, sacudiéndonos a los dos hacia adelante.

Sus palabras abren una vieja herida. Debería ser capaz de salvar a
Sam de todo; debería haberla salvado muchas veces. —No puedo… —Antes
de que pueda decir algo más me besa de nuevo.

Suave al principio, sus labios saben a café y a canela. Su sedoso


cabello corto está bajo mis dedos mientras la acerco más, el cinturón de
seguridad nos impide tocarnos como antes.

—Puedes hacer lo que sea que quieras, Sivan. Quería besarte, y lo


volveré a hacer de nuevo.

Mi rostro está todavía demasiado cerca del suyo y la beso de nuevo,


solo un beso corto, un beso suave, pero uno lleno de lujuria. —¿A dónde
vas después de la graduación? —Quiero saberlo, porque quiero conocer a
esta mujer en mi auto tanto que podría matarme.

—Voy a huir al circo, Sivan. —Guiña un ojo y sale del auto.

Imogene no se aleja mucho antes de congelarse. Al mirar fuera de mi


ventana veo que el corazón de mi hermana se rompe mientras se sienta al
volante de Jezebel. Tenía razón, no podemos enfrentar todo esto hoy, así
que me alejo dejando a Imogene parada quieta a un lado del camino y a mi
hermana sollozando dentro de su auto.

Soy un ser humano horrible y me avergüenzo de mí mismo.

Circo, circo, voy a huir al circo.

Róbala, róbala, llévala a tú circo Payaso. Haz que ella te ame.

Circo, ella se va a escapar.


Detenla.

La locura me habla todo el camino a casa. Luces parpadeantes y un


trapecio oscilante con imágenes de Imogene, y otro payaso, provocan una
violencia dentro de mí.

Con un fuerte rechinar de llantas me detengo fuera de mi casa, mis


manos duelen por el agarre que tengo en el volante, y mi cabeza ya
adolorida se siente como si la sección de percusión de una orquesta
estuviera tocando dentro de ella y no estuvieran sincronizados.

El fuerte golpeteo se siente como si mi cráneo se abriera y arrojara


mi cerebro al frente. Me tambaleo hacia dentro y hacia mi cama, donde
colapso y finalmente me desmayo.

Mi sueño está vivo con imágenes de mi payaso y mi dulce Imogene,


la forma en que sabía cuando me besaba y su delicado olor, que le hacía
desearla toda para él.

Cuando me despierto la tarde está bien entrada y el sol está


ocultándose rápidamente.

La necesidad de escapar de mis pensamientos está quemándome, y


decido perderme buscando cosas para comprar en línea. Abro mi portátil,
balanceándola sobre mis rodillas, y me acomodo en el sofá con un tazón de
fideos Ramen y una cerveza. Los comerciantes de antigüedades en línea
son siempre mi punto de partida, quiero desesperadamente un remolque
para hacer juego con mi carpa. Parece tan solitaria ahí afuera sin el resto
del circo.

Tal vez algún día mi circo estará completo, en esa tierra que compré
en la costa. Teníamos grandes planes para construir allí, pero el consejo y
sus reglas de zonificación no compartían nuestra visión, así que tengo un
gran pedazo de tierra en la que no puedo construir ninguna estructura
permanente.

Aunque una carpa no es permanente. A medida que avanzo por las


páginas y las veo todas, la idea parece cada vez más y más atractiva. Lo
había pensado antes, pero nunca he sido lo suficientemente valiente para
hacerlo. Solo la carpa fue un riesgo importante, y no he estado para verla
en meses. El miedo de ser atrapado siempre superaba lo que podría
conseguir con ella.

Nadie va al desolado pedazo de tierra al final de lo que parece estar


en medio de la nada, y Gavin perdió el interés cuando ya no tenía el
potencial de hacernos ganar dinero.

Construirás tu circo y tu Payaso podrá ser libre. No necesitas estas


paredes y un techo, tienes el circo en tu sangre.

Payaso, podrás tenerla, ella está huyendo al circo. Tú podrías


construir uno solo para ustedes dos.

Sacudo mi cabeza y cierro la pantalla durante unos minutos para


intentar detener la voz que últimamente se ha vuelto mucho más difícil de
ignorar.

Vaciando mi cerveza, abro de nuevo la pantalla, esta vez veo la


pequeña burbuja roja de una notificación que indica que alguien ha
respondido a mi anuncio de un compañero de actuación. Lo necesito, eso
me hará olvidar todo este sinsentido de Imogene y Sam, aplacando la
inquietud que se está elevando a un peligroso nivel de ansiedad.

Sólo el pensamiento de mi cara pintada, y el permitirme ser él por la


noche, hace que mi tensión se disipe. Escribo a la persona que respondió a
mi anuncio con la dirección, la hora y los detalles. Lo he hecho suficientes
veces para saber que no se trata de una conexión personal, estas mujeres
tienen una necesidad y yo tengo un deseo. Nosotros simplemente servimos
al libertinaje que tenemos y nos separamos.
Les pago por un servicio.

Ahora rejuvenecido, continúo mi búsqueda en línea del remolque


perfecto. A la mierda. Comienzo a ofertar por uno que es casi idéntico por
el que eché un vistazo cuando era adolescente. Los colores son similares y
las decoraciones adornadas alrededor de la puerta coinciden con mis
recuerdos, la emoción al hacer clic cada vez que oferto me marea con
anticipación y sueños de tener mi circo por fin. Mis dedos se contraen
esperando la próxima oportunidad para hacer clic para ofertar.

Cuarenta minutos después estoy escribiendo la dirección de la


propiedad de la costa para que mi remolque sea entregado, y no puedo
borrar la sonrisa de mi rostro.

Finalmente estás consiguiendo un lugar para nosotros. Payaso, ahora


entiendes que tu secreto no puede permanecer en el armario para siempre.
Ese payaso en ti quiere ser libre, y nunca te dejará descansar hasta que lo
sea.

Por una vez, la molesta voz en mi cabeza está diciendo una verdad
que estoy empezando a aceptar y entender. Mi teléfono suena con un
mensaje de texto entrante, y en realidad gruño ante la perspectiva de más
mensajes sobre mi hermana de mis compañeros de equipo, o peor aún, de
ella.

Cuando veo el emoticón de Gavin, me siento aliviado que sea él y


ninguna de las otras posibilidades.

¿Qué has hecho?

Nada.

Sam está llorando en mi sofá…

Nada.
Quiero golpearte y chocar tu mano al mismo tiempo. Lo que sea que hayas
hecho fue lo suficientemente malo como para que ella viniera a mí. Debes haberla
JODIDO a lo grande.

Dile que lo siento.

No. Quiero que se quede.

JÓDETE Gav.

Él no responde, y secretamente estoy contento de que esto la haya


obligado a ir con él. Él es mi mejor amigo, y estaba un poco feliz cuando
ellos estaban juntos y posiblemente él fuera una verdadera familia.

Ahora mismo soy un hermano terrible, las palabras de Imogene


todavía siguen ahí, “no puedes salvarla de todo”. Podría haberlo hecho una
vez, pero estaba en el circo observando a mi payaso mientras ella estaba
sufriendo. Nunca dejaré de intentar corregir ese error mientras respire, y
pienso que parte de mi necesidad de ser el payaso fue lo que pasó
mientras estaba lejos con ellos.

Imogene es esta fuerza que se ha interpuesto entre mí y todo lo que


soy, abriéndome y derramando la asquerosa verdad para que todo el
mundo la vea. Su brutal honestidad y su belleza devastadora me ha
convertido en algo que nunca quise ser.

He lastimado a mi familia. He lastimado a Samantha.

En el pasado he intentado tener relaciones, novias e incluso amigos


y nunca funciona. Mi compulsión siempre empeora, mi necesidad de
escapar a mi espacio y ser el payaso se vuelve insoportable y sufro de
ansiedad, tornándome desenfocado y distraído.

El miedo supera mi capacidad de ser racional cuando tengo a


alguien cercano a mí. Soy feliz siendo un solitario, me gusta la
tranquilidad de mi propio espacio y el no tener que esconder lo que sucede
en mi mente cuando estoy a solas. La intimidad y el compromiso me
vuelven físicamente loco, y nada me ha ayudado a lo largo de los años.

Casi me volví completamente loco en la escuela secundaria cuando


tenía una chica que quería estar conmigo cada segundo del día. No puedo
ser el payaso si nunca estoy solo, y lo necesito. Yo soy él, soy el payaso y
nadie ama al payaso.

El timbre suena y cuando abro la puerta me encuentro con el rostro


de la dama que se fue hace tan solo unas noches antes, la que parecía tan
abatida. Está sonriendo y obviamente puede ver que estoy sorprendido de
su regreso.

—Regresaste —digo mientras tomo su abrigo, apurándola a entrar


en la casa por segunda vez.

—Supongo que ellas normalmente no regresan. —Inclina su cabeza


un poco hacia un lado.

—Los payasos no son realmente sinónimo de pasar un buen rato. La


mayoría de la gente les tiene miedo. —Se para muy cerca, sus senos me
rozan el pecho.

—Ese miedo es lo que lo hace tan malditamente bueno. —Su aliento


huele a menta y sus labios rojos están justo frente a mí, lo suficientemente
abiertos como para que pueda sentir su exhalación.

—Ven, vamos a hacerte bonita para mí —digo, terminando el


contacto cercano. Me hace sentir incómodo, como si esto no fuera lo que
quiero, pero sé que es lo que necesito.

Caminamos por el pasillo, mi mano descansando en su espalda baja,


guiándola hacia mi lugar especial. Cerrando la puerta detrás de nosotros,
enciendo las luces que dan vida a la habitación, brillante y gloriosa. La
vida real desaparece y siento que vuelvo a la vida.
Deslizo mis dedos por todas las prendas en el estante y elijo un
atuendo de lentejuelas negro y dorado para que ella se lo ponga. Puedo
decir que ya está usando mallas de red con el vestido que lleva puesto.

—Cámbiate y luego ven a sentarte, igual que antes. —Se siente


extraño que ella ya sepa qué hacer y no tenga que mostrárselo.

Levantando su vestido sobre su cabeza veo que está desnuda debajo,


a excepción de las mallas de red. Estaba preparada.

Deslizándose dentro de la prenda apretada, negra y brillante, su


cuerpo expuesto está envuelto de la mejor manera. Se quita los zapatos,
los coloca junto a su ropa doblada en la esquina y se sienta en la silla
frente a mí.

El ritual hipnótico de maquillar su rostro para que coincida con el


disfraz me ayuda a imaginar que soy él en ese remolque con ella. Utilizo el
gel para el cabello grueso y brillante de la bailarina, para peinar su cabello
hacia atrás y ponerlo en un moño. Cuando su peinado es perfecto, abro la
caja gris que contiene las pinturas de colores y el brillo, un pequeño cofre
del tesoro de mis sueños y deseos.

La capa de base blanca se coloca primero, su piel ya es clara así que


no necesito mucho, solo lo suficiente para ocultar sus pecas y hacer que
todo quede parejo. Labios rojos, más rojos de lo que ya eran, con bordes
afilados y una simetría perfecta. Entonces sus ojos.

—Cierra. —Me acerco sosteniendo el delicado pincel entre mis dedos


mientras me preparo para maquillar sus suaves párpados con un brillo
audaz. Dorado y negro se funden con el traje que lleva puesto. Sus ojos se
agitan cuando termino de pintarlos, los abre cuando aparto el pincel,
parpadeando rápidamente.

—¿Estoy lista? —pregunta ahora suavemente, y hay algo acerca de


esta mujer que me atrae más.
—¿Lo estás? —exhalo mi respuesta hacia ella, mis dedos levantando
su barbilla para mirar esos encantadores ojos mientras brillan cuando las
luces los atrapan.

Ella asiente y se levanta. Sus diminutos pies no hacen ruido en el


suelo cubierto de plástico cuando camina hacia la mitad del espacio
abierto detrás de nosotros.

Tiro del gancho y dejo caer el trapecio estático, el sonido que pasa a
nuestro lado es todo lo que puedo oír.

Agarrándola por las caderas la levanto para que se siente en el


columpio todavía en movimiento. Una vez que se aferra la dejo ir,
alejándome para transformarme.
Este hombre ha enterrado secretos tan profundamente que es
posible que nunca vean la luz del día. En la cena lo vi con los ojos cerrados
y su mente parecía estar en otra parte. No sé por qué, pero siento que se
avecina una mala idea, quiero saber qué es lo que esconde al mundo, con
esa sonrisa de niño dorado y el cuerpo de jugador de rugby es demasiado
bueno para ser verdad.

Siempre hay una razón por la que un hombre como él no tiene


mujer, o anillo de bodas. Seguramente, hay un oscuro y sucio esqueleto
colgando en su armario, deseo sacarlo y comprobar cómo se ve a la luz del
día.

Todos tenemos esqueletos, me gusta bailar lentamente con el mío,


pero la mayoría de las personas los esconden para que nunca nadie los
vea. Bueno, me gustaría ser su nadie, quiero entrar en esos pensamientos
y desarmarlo. Puede que sea el hermano de Samantha, pero en el
momento en que vi a Sivan sentí una profunda atracción dentro de mí. Es
la misma sensación que siento cuando me balanceo en el trapecio y me
suelto, la caída libre hace que la gravedad se asiente en mi vientre
haciendo que ésta sea mucho más real. Luego te agarras, atrapándote a ti
mismo.
Caer es peligroso. Cualquier tipo de caída te puede hacer daño. No te
caigas.

Sam vive en el apartamento de enfrente desde hace cuatro años,


somos amigas, algunos días un poco más que eso. Ella tiene una
naturaleza autodestructiva en la que se pone en peligro a propósito.
Desafiando a que le sucedan cosas malas, buscando problemas que
puedan destruir su frágil corazón, y luego esperando a que alguien la
salve. Normalmente es Sivan o su madre y durante un tiempo incluso yo,
hasta que aprendí un poco sobre su forma de actuar. Sam no se
responsabiliza de su persona, el striptease es un buen ejemplo de su
desprecio por sí misma.

No hace falta que lo haga, pero necesita caer para que alguien
pueda salvarla cuando eso suceda. La cosa es que un día nadie estará allí
y ella golpeará el suelo con fuerza, se hará añicos, se romperá, y una vez
que pase, ya no se podrá salvar, sólo se reparará el daño.

Una parte enferma de mí quiere ser quien la rompa, viéndola caer


sin su red de seguridad debajo. Estoy celosa porque yo no tengo una red,
solo me tengo a mí.

Cuando vi a su hermano observar la actuación de Cirque tuve un


pensamiento cruel, una pequeña idea de cómo quitarle su red. Sería fácil,
porque él me estaba mirando. Cuando Sam llegó del trabajo esa noche
llorando porque su hermano la vio en el trabajo con todos sus compañeros
de rugby la alejé. Le dije que era una prostituta que buscaba atención y
que si él estaba molesto se lo merecía, imagina lo avergonzado que debe
estar, ya que todos los tipos te vieron desnuda. Con mis duras palabras la
ayudé a caer.

—Sam, si actúas como una prostituta. Así es como te van a tratar.


Tu hermano acaba de ver tus verdaderos colores y son jodidamente
desagradables. —Las lágrimas brotaron de sus ojos a lo largo de toda la
actuación, pero no les preste atención en absoluto.
No, porque lo vi observándome de nuevo. Actúe sólo para él. Esta
noche no estoy conectada con ella y se nota, estamos un poco fuera de
lugar y sé que lo conseguiremos en la práctica de mañana.

No hice nada para adaptarme. Sólo lo miraba como él me observaba


a mí.

Secretos.

Él se marchó antes de que saliéramos de detrás del escenario, y eso,


me decepcionó. El viaje de vuelta a casa en su coche fue en calma
mientras Sam se enfadaba conmigo silenciosamente, aun así, podía
percibirlo en el coche. Era un olor característico a jabón, colonia y a
hombre... que probablemente tenía su sudorosa ropa de rugby en alguna
parte. Dejé que el olor y la imagen de sus ojos entrecerrados que me
observaban me alejaran de la ira y la vergüenza, absorbiendo el aire en el
auto, mientras Sam se enfurecía cada vez más.

—No puedo enfrentarlo, Immy. —Odio cuando me llama Immy, mi


madre me llamaba así—. ¿Le llevarías su coche de vuelta? —ruega, con
ojos de cachorro y sus labios en un puchero a la mañana siguiente en la
puerta de mi apartamento.

Mi corazón dio un brinco y tembló de emoción, porque ella jugó en


mi juego. Le rogué y le hice prometer que me llevaría a la práctica, pero no
quiero que sepa que realmente lo que deseo es acercarme a su hermano.

La besé suavemente y acepté hacerle el favor de llevarle su coche, ya


que su preciosa trampa mortal, Jezabel, había sido devuelta. Me sonrió y
tocó mi mejilla, sus ojos resplandecían con ese brillo que cuenta una
historia; sólo que ella acaba de comenzar una pelea. Le quito el pelo de su
rostro y lo coloco por encima de su hombro mientras nos dirigimos a la
puerta de mi casa, ella cree que me ama y sé con certeza que ni siquiera
me gusta. Tengo todo el poder en este intercambio y pienso usarlo.

Me acerco, invadiendo su espacio personal, el sutil lenguaje corporal


lo atrae aún más cerca. Con la zanahoria de la tentación tan cerca que la
podía oler. Me he pasado la vida aprendiendo cómo hacer que la gente me
mire, sé cómo atraer la atención y qué permanezca sobre mí.

Cuando lo acerco tanto puedo ver las pequeñas venas rojas en la


parte blanca de sus ojos, exponiendo su fatiga, ese es el momento que elijo
para atacar. Está vulnerable, cansado, debilitado y muy cerca, su olor es
una mezcla de jabón y somnolencia.

Las mujeres tienen muchas armas a su disposición, Dios les dio


dagas. Elijo mis labios de entre mi arsenal y lo beso, mis dedos se enredan
y tiran de su largo y oscuro cabello mientras trato de acercarlo.

Quiero más, anhelo la sensación de ser besada, es como ese


peligroso segundo cuando te pierdes el agarre y sabes que vas a caer en
picada, pero lo agarras a último momento. Esa misma sensación de
adrenalina y retención en la respiración, mi pulso está tronando y mi
corazón está tratando de salir de mi pecho como si estuviera tratando de
escapar de una muerte segura.

Cuando nuestras lenguas se tocan suavemente, la punzante


sensación de carne de gallina sube por mi columna, y una ardiente lujuria
me lame la piel y me calienta. La emoción vertiginosa de nuestros cuerpos
tocándose oculta mis motivos por un segundo, y busco desesperadamente
más del contacto que me tiene jadeando con necesidad.

Recuerda, quieres quitárselo a ella. Tómalo, pero juega con cuidado,


Imogene.

Cuando se aleja, me empuja de nuevo sobre la encimera, dejando a


mi cuerpo queriendo más, ya puedo afirmar que lo que había planeado no
será suficiente para saciar la locura que crece en mí.
La obsesión no es algo extraño, me gusta aferrarme a las cosas que
quiero, desde el día en que me quitaron todo lo que conocía. He pisado
terreno peligroso con ambos pies y no estoy segura de lo que quiero ahora,
¿Si destruirla a ella o tenerlo a él?

Los dos son uno y lo mismo en realidad, pero en última instancia,


¿me elegiría a mí o a ella? Necesito asegurarme de que no pueda
concentrarse en nada más que en mí, que ni siquiera pueda verla. Quiero
consumirlo, y cualquier sucio secreto que esté escondiendo.

El viaje al teatro en donde practicamos es silencioso, y puedo decir


que está distraído por el número de giros erróneos que hace a lo largo del
camino, el pobre GPS está constantemente recalculando.

La falta de conversación me irrita, ignora lo que sintió con nuestro


beso. En vez de eso, se centra en cuán herida estará la pobre Sam y en
cómo le contó que somos una pareja, ¿Qué carajo? Le he dicho más veces
de las necesarias que no somos nada, absolutamente nada. Su idea
distorsionada de nosotras sólo lo hará más divertido. Quiero romper el
empañado espejo a través del cual está mirando y mostrarle su realidad, la
brutal y real vida que el resto de nosotros hemos vivido.

Le cuento que me voy, que aún no se lo he dicho a nadie, que ha


surgido un puesto en el Cirque Du Soleil de Las Vegas, que he audicionado
sola, y que cuando me ofrecieron un lugar en el nuevo y próximo
espectáculo, me he agarrado a él con todas mis fuerzas. Desde entonces,
he estado viviendo para cumplir esa promesa de una vida circense. Todo
en lo que pienso es en ser la mejor posible cuando llegue allí.

Algo cambió en él cuando le dije que estaba huyendo al circo,


parecía asustado, pero también enojado por mis palabras. No se lo tomó a
broma, como si supiese que iba en serio. Vi a Jezabel, pero él no, y si lo
hizo, no lo dijo.

Cuando nos detuvimos vi a Sam sentada en el coche, luciendo como


un corderito perdido, pero ella en realidad es un lobo esperando saltar
sobre él y así poder salvarla del último desastre que es su vida. Cuando vi
la forma malvada en que su boca se levantó y miró su rostro en el espejo,
le di mi segunda puñalada. Volví a besar a Sivan, pero esta vez no me
detuve y él tampoco, ella no se había dado cuenta de que la había visto y
las consecuencias fueron espectaculares.

Sam se alejó en su coche, yo me paré y vi a Jezabel girar a toda


velocidad a la vuelta de la esquina y fuera de mi vista. Cuando ya no
pudimos ver la pintura roja y opaca, Sivan arrancó su coche y se fue sin
siquiera mirarme.

Me toco los labios que ahora saben a él y me recuerdo a mí misma


que los sentimientos pueden llevar a una caída, debería parar antes de que
empiece.

Mi propia terquedad no me permite siquiera ganar una discusión


contra mí misma, y empiezo la práctica, empujando mi cuerpo hasta el
límite máximo porque no voy a ser quebrada. Otra vez no.

Debido a que Sam se perdió la práctica no le permitirán actuar esta


semana, la jefa maneja un negocio estricto y así son las reglas. Si fallas, te
quedas en tu lugar. Así que ahora tenemos que practicar la rutina
alternativa, cambiando las cosas un poco.

Esto es muy divertido y me gusta esta rutina. Puedo tragar espadas,


mostrando algunos de los muchos talentos que tiene una chica con un
pasado como el mío. Además, los chicos están a mi lado en las telas,
haciendo el acto aéreo más atrevido y divertido. Son más fuertes, es simple
física y con eso podemos no podemos hacer nada. Los dos juntos tienen
una presencia mágica en el escenario, porque cuando no están en escena
están entre bastidores.

Esta atracción siempre se traduce en un fantástico atractivo sobre el


escenario. Es real, y ser real es siempre mejor que fingir.
Con Sam teníamos las mejores actuaciones cuando estábamos
follando, ella confiaba más en mí, lo sentía y eso la hacía mejor.

La conexión fuera del escenario nos hizo actuar mejor juntas cuando
las luces se encendían sobre nosotros. Ella no será la primera, ni la última
artista con la que trabajaré, que necesita de ese estímulo.

Necesito ser la mejor, y hay veces que eso significa follar al que te
ayuda. El jefe está enfadado por la ausencia de Sam y se desquita con el
resto de nosotros.

La práctica dura dos horas más y al final de ella todavía puedo


sentir el movimiento del columpio mientras estoy parada. No tengo quien
me lleve a casa porque se suponía que Sam lo haría... a la mierda. Camino
las dos cuadras hasta la parada de autobús y espero a que el siguiente se
dirija a casa.

Mañana va a ser el lunes más largo de mi vida y estoy hecha


pedazos para cuando mi cabeza golpee mi almohada. Me di cuenta que
Jezabel no estaba afuera y que no había luces encendidas en casa de Sam,
apuesto a que está haciendo algo estúpido e infantil.

Es una semana de muerte, entre clases, exámenes semestrales,


prácticas, y solo estamos a miércoles. Maldito viernes, ¿Dónde estás
ahora? Desde hoy va a empeorar porque actuamos los miércoles por la
noche, así que mis días de veinte horas ahora serán veintisiete, porque no
hay suficientes horas para todo esto.

No he visto a Sam, ya sea aquí en casa, en el campus o en las


prácticas, y la jefa la despidió hoy de manera extraoficial. Me preocupé un
poco, luego recuerdo que ella se hace esto a sí misma, deliberadamente, y
se lo merece.

En la noche del miércoles me visto y voy directo al trabajo, porque es


un poco temprano. Me gusta tener tiempo para maquillarme y vestirme
lentamente, haciendo de los detalles algo importante.
Me siento frente a mi espejo y cierro los ojos por un minuto.

—Tienes que venir con nosotros cariño, es contra la ley que un niño
sea criado así.

Mi madre está arañando al hombre que la mantiene alejada de mí,


sus rojas uñas se clavan en sus grandes brazos mientras la arrastran fuera
de mi alcance. Líneas negras manchan su rostro por donde las lágrimas se
derraman encima de su perfecto maquillaje que la hace tan bella.

La señora de pelo blanco me habla, pero no la escucho; me sacó de la


caja donde me escondía practicando doblarme igual a mamá. No había
terminado, no estaba lista para salir, mamá todavía estaba ocupada con el
hombre payaso y tengo que esperar a que terminen o me meteré en
problemas.

Quiero ser flexible como ella para poder brillar cuando las luces se
encienden sobre mí; tengo que ser útil para quedarme en el circo. El payaso
me dijo que, si no soy, me sacarán de aquí. Intentaba ser de utilidad. Él
hace que todos seamos de provecho, y soy buena haciendo lo que el payaso
me pide.

Cuando espero en la caja como una buena chica, me enseña cosas


útiles. No como mamá que me instruye a balancearme y doblarme, me
enseña otras cosas útiles de las que no se nos permite hablar. Es magia
secreta circense. El circo es un lugar mágico y tenemos que mantenerlo a
salvo, a los forasteros no se les permite conocer nuestros secretos.

—Soy especial —le grito a la señora que ahora me tira del brazo,
haciéndome daño—. ¡Soy especial, tengo magia de circo! ¡Déjame ir! —Me
pongo a llorar y gritar, tratando de quitármela de encima para que pueda
volver a la caravana donde está mamá.
Finalmente me libero y corro, dejando atrás mis zapatos, con los pies
descalzos resbalando sobre el césped mojado mientras me lanzo de vuelta
hacia mi vida, mi hogar y mi madre. Está llorando en el pecho del payaso,
solloza y señala a un hombre que está parado junto a un coche negro al lado
de la puerta. —Sabía que haría esto, que me encontraría.

Envolviéndome en sus brazos, el pecho de mamá tiembla de sollozos


que no entiendo. Quiero a la mamá mágica, deseo quedarme.

No digo nada, me quedo quieta y miro por encima de su hombro a los


oscuros ojos del hombre que me espera. Su traje negro y su pelo oscuro lo
hacen parecer un maestro de ceremonias, sólo necesita un sombrero de
copa.

—No puedes quedarte con el circo Immy, tu papá ha venido por ti y no


tiene magia. —Mamá me sujetó fuerte mientras me caía.

Caí con fuerza, en la oscuridad donde la magia no importaba y nada


era igual. —No olvides que tienes el circo dentro de ti, la magia vive en ti,
hijita mía. Sigue practicando y podrás encontrarnos de nuevo algún día.
Cuando puedes, mi amor, regresas al circo, porque es tu casa. Siempre lo
tendrás dentro de ti.

El payaso me miró molesto y se inclinó hacia donde yo estaba en la


hierba, me hizo sentir el miedo mientras me susurraba al oído, —Imogene,
no puedes contar los secretos o te encontraré y te pondré a dormir. No
olvides que somos familia, y eso significa no decírselo a nadie. —Sollozaba
mientras mi mundo se desmoronaba—. ¿Recuerdas lo que le pasó a la
señora de los perros que dijo que yo era malvado? Sabes lo malo que soy,
Imogene, nunca lo olvides.

Mi padre me sacó del circo ese día, mi madre y el payaso no


regresaron con ellos al año siguiente, o nunca más después de eso.
La carpa desapareció de mi visión, pero nunca de mi corazón. Tengo el
circo dentro de mí. Siempre será así.

Abro mis ojos y me maquillo mi rostro. De memoria dibujo las líneas,


el brillo, y el mundo se desvanece, la magia que hay en mí cobra vida. Nací
para hacer esto, no puedo esperar a ser parte de un espectáculo más
grande; una gran actuación.

Un verdadero circo, no un espectáculo para que un grupo de


hombres se diviertan. El Cirque ha sido mi escalón, era el lugar que más
se parecía a mi hogar hasta que el verdadero circo me aceptó, pero solo
cuando fui lo suficientemente buena. Medias de red, botas de trapecista y
una malla por debajo de mi abrigo, me coloco mi bolso sobre el hombro y
agarro las espadas que necesito para el espectáculo antes de irme.

El conductor de Uber al que llamé para que me llevara al trabajo,


miró con nerviosismo las espadas mientras me subía al asiento trasero de
su coche. —Es más probable que tú seas un asesino en serie que yo, te lo
aseguro —digo, mientras cierro la puerta y me pongo cómoda,
preparándome mentalmente para el espectáculo.

En mi mente me imagino la forma en que mi cuerpo se dobla, la


sensación, el estiramiento y el ardor. El agarre cuando soy atrapada
después de liberarme en el aire, el calor de las llamas debajo de mí, el
silbido al girar mi aro tan rápido que sólo veo las líneas de la luz. Me
introduzco en mi mente y cuando el coche se detiene estoy lista para hacer
lo que mejor hago.

Actuar.
La noche terminó conmigo sintiéndome insatisfecho y casi
contaminado. No había recibido el subidón que necesitaba, como si ella no
fuera la indicada.

Sé que antes de que surgieran estos extraños impulsos esto me


satisfacía, pero ahora no siento nada en absoluto. Me siento deshonrado
por mi necesidad de esta parte de mí y desearía poder dejarlo atrás, pero
no puedo.

Gracias a Dios el sol está brillando y el trabajo me mantiene tan


ocupado que no tengo tiempo para ver o hablar con Gavin, ni con nadie
más. Ponerme al día después de tantos días húmedos es una locura, y
paso toda la mañana en el lugar con la mano de obra mientras él está en
la oficina. Lo estoy evitando y a todo lo que tenga que ver con mi hermana
en este momento. Todavía tengo visiones de los muchachos de mi equipo
mirando a mi hermana pequeña, y solo ese pensamiento me pone violento.
Casi no puedo esperar para practicar el jueves por la noche, para poder
ser físicamente violento con ellos y tener una excusa.

Cuando llega el miércoles estoy cansado, frustrado y de muy mal


humor. El segundero del reloj con aspecto cansado funciona mucho más
lento de lo que debería, ya que cuento para salir de aquí e ir a librar esta
tensión en el gimnasio. No he ido desde el viernes y sé que va a doler, pero
casi ansío el dolor, el ardor de presionarme tan fuerte como pueda. Lo que
sea con tal de salir del interior de mi propia cabeza en este momento.

—¿Has hablado con Sam? —Joder. He evitado esta conversación


durante tres días enteros. Gavin está de pie frente a mi escritorio, que está
cubierto por un desastre apocalíptico de documentos y planos.

—No. —Intento no hacer contacto visual. Toda esta situación es


completamente incómoda y desordenada. Prefiero ignorarlo.

—Deberías, Sivan. Ella es un desastre.

Suena como si me sermoneara e inmediatamente me pongo a la


defensiva. —¿Habló contigo? ¿Te dijo que se desnuda, simplemente porque
quiere? ¿Como si no hubiera una buena razón para ello? —Levanto una
ceja, esperando una respuesta—. ¿Y mi pobre madre? Ella se moriría si lo
supiera. ¿Qué pasa con el hecho de que todos mis compañeros de equipo
han visto el coño de mi hermana? ¿Eh? Gav, ¿todavía quieres que hable
con ella?, porque estoy enojado, tan jodidamente furioso que no seré
amable con ella. —Estoy furibundo, y toda la rabia que he tratado de
reprimir en los últimos días está saliendo a la superficie.

—Estás enojado, lo entiendo. Creo que incluso ella lo entiende, pero


robarle a su novia es un golpe bajo, incluso para ti, Sivan. Ella está muy
lastimada por eso.

Robando a su novia. ¿Es por eso que está fuera de control?

—¿Te refieres a la chica que le ha dicho repetidamente que no son


una pareja, con la que actúa en el escenario? ¿La única por la que ella está
delirando? No la robé. Para el jodido registro, Sam la envió a mi casa y
ELLA ME BESÓ. —No debería necesitar dar explicaciones a mi mejor
amigo. Él no debería estar molesto conmigo y tampoco mi hermana, que
vende su cuerpo por diversión—. ¿Eres jodidamente serio, Gavin? —Me
levanto y empiezo a agarrar mis pertenencias. Mi fusible está
peligrosamente cerca de iniciar una pelea que no estoy listo para tener.

—Sivan, me preocupo por ella y se está desmoronando, tocando


fondo. La cuestión es que no tengo idea de cómo ayudarla. —Las palabras
de Imogene resuenan en mis oídos y me doy cuenta de lo verdaderas que
son.

—No puedes salvarla, Gavin. La mejor manera de ayudarla es dejarla


ir y rezar a Dios para que se ayude a sí misma. He intentado durante toda
mi vida salvar a Samantha de sus demonios, y no puedo. Tengo mis
propios demonios con los que luchar. No puedo hacerlo, y tú tampoco
deberías. Si la amas, deja que supere esta mierda sola. —Me adelanto y
salgo de la oficina antes de que podamos hablar más.

Odio hablar. No quiero hablar. Con nadie.

El consuelo de ponerme los auriculares y sacar la ira de mi vida


sobre mi cuerpo es extrañamente relajante, y ninguna persona me molesta
durante las dos horas completas que estoy entrenando.

Pero mi mente está llena del sabor del beso de Imogene, la sensación
de su cabello entre mis dedos y la noción de vacío cuando me convertí en
mi payaso y no era ella en el columpio desde el techo. El vacío que está
creciendo en mí ya no puede ser llenado por la metamorfosis en el otro yo.
El payaso con la cara triste ya no es suficiente, y tengo miedo de lo que eso
significa para mí.

La ansiedad, la ira y la frustración se acumulan incluso cuando


golpeo una bolsa de boxeo en el gimnasio. No me he sentido tan fuera de
control en muchos años, y ahora no tengo ni idea de cómo recuperarlo.
Esta mujer pelirroja ha descifrado mi vida en unos días, tiró de un hilo y
ahora no puedo parar mientras las puntadas que lo mantienen todo solo
se rompen.
Cuando ya no puedo mantenerme en pie me voy a casa con la mente
ansiosa y mi payaso, que no se queda callado.

Róbala.

Después de una ducha me siento al pie de mi cama con una toalla y


exhalo. Los pensamientos locos en mi cabeza hacen que sienta que me
explotará en cualquier momento. Me siento aquí y recuerdo que es
miércoles, y el miércoles el Cirque comienza sus actuaciones semanales.

Miro la hora y todavía puedo llegar allí, ya que sé que aparecen


mucho más tarde en la noche. He memorizado su horario. Recordando el
error en el código de vestuario de mi última visita, me visto con un
pantalón elegante y una camisa de vestir con una chaqueta deportiva.
Tiene el emblema del club de rugby en el bolsillo, pero servirá.

El gel mantiene mi cabello largo domesticado y fuera de mi cara, e


incluso uso mi mejor loción para después del afeitado. Pero cuando me
miro en el espejo no veo al hombre vestido con un traje elegante para salir,
en cambio veo la cara en blanco y negro de un payaso. Un tonto, un idiota
que va a correr tras una chica que se reirá de él, pero también veo al
poderoso payaso que tuvo a la mujer a su merced.

El payaso tenía el poder porque ella le temía y le quería al mismo


tiempo. Vi el deseo aterrorizado en sus ojos, y anhelaba ese poder, esa
habilidad. Toda mi vida he tratado de replicarlo para poder recuperar ese
momento, incluso si no fuera mi momento.

Conduzco hacia el club burlesco subterráneo donde actúan, es


mitad de la semana y uno pensaría que las carreteras estarían tranquilas
después de las nueve de la noche. El tráfico es una locura y me detengo
más de lo que mi paciencia me permite en los semáforos e intersecciones
en todo el camino hacia allí. Tengo un caso grave de ira en la carretera
cuando entro en el desolado estacionamiento.
Hay solo unos pocos autos más, y Jezebel no es uno de ellos. Estoy
secretamente aliviado de que no esté aquí.

Cerrando mi auto, reviso dos veces la puerta antes de entrar. El aire


está frío, pero no tanto como el fin de semana, y creo que la primavera
finalmente podría haber llegado. Abro la puerta de madera oscura y entro.

Evito a la linda camarera, busco una mesa y ya que el lugar está tan
vacío encuentro una cerca del frente. La pequeña lámpara en el centro
tiene una franja de cuentas alrededor que brillan con un patrón sobre la
mesa.

Una mujer rubia vestida con un traje provocativo y llevando una


bandeja viene a mi mesa para tomar mi pedido. Cuando se inclina puedo
ver su escote, y me pilla mirando. Jugueteando con su cabello se retira
para dejarme ver a la dama en el piano otra vez. Después de dos
espectáculos sé que Cirque será el próximo y siento que estoy cobrando
vida con anticipación por el espectáculo. Un vaso de whisky es colocado
frente a mí, y estoy seguro de que lo que pedí fue una cerveza. Cuando alzo
a ver a la persona unida a la mano que lo puso en mi mesa, me encuentro
con la cantinera de la semana pasada.

—Una cerveza puede no ser suficiente. Imogene dice que vayas a la


puerta cerca del escenario —Señala la puerta donde mi hermana e
Imogene salieron la primera vez que estuve aquí. Debo parecer confundido,
porque me siento confundido—. Quiere que vayas detrás del escenario, te
levantes y vayas a la puerta. Voy a abrirla para ti.

Agarrando el vaso de coraje dorado me lo tomo de un trago. Mi


sentido común dice que debería irme a casa, pero mi payaso, me dice que
todo lo que quiero está detrás de esa puerta.

Pongo el vaso en su bandeja vacía, me levanto y la sigo hasta la


puerta. Ella lleva algo parecido a un traje de conejita playboy sin cola. El
atractivo sexual y la clase que rezuma cada pulgada del club hacen que mi
sangre se sienta más espesa en mis venas, mi polla se agite y sienta la
lujuria en cada paso que doy.

Hay magia en este lugar, la sentí en el momento en que entré. La


mujer del bar usa su huella digital para abrir la puerta, su sonrisa
descarada es dulce y empuja la puerta para que pueda entrar.

—Disfruta el espectáculo, Sivan —dice, y me detengo un momento.


Nunca le dije mi nombre—. Imogene me dijo tu nombre para que no la
jodiese y dejase entrar a otro tipo.

Sacudo la cabeza y me doy la vuelta para ver dónde estoy, y la


puerta se cierra detrás de mí. Está muy oscuro y dejo de caminar por un
segundo, tratando de sentir el espacio frente a mí para no chocar contra
una pared. Luz proviene de una puerta agrietada, me muevo hacia ella
pero me detengo por su olor, luego por sus manos sobre mí y la pared en
la que mi espalda se estrella cuando me empuja contra ella.

—Shh —susurra Imogene, mientras su dulce sabor llena mi boca.

No puedo verla, pero mis manos pueden sentir los bordes ásperos de
la tela de lentejuelas que cubre su cuerpo. Agarro su cuerpo en mis
manos, tirando de ella con fuerza contra mí. Esto se siente mal. No tengo
mi fachada puesta.

Ella muerde mi labio. Intento sentirlo, pero quiero huir y


convertirme en él para poder hacerlo bien. Besándonos, abrazándonos y
sintiéndonos en la oscuridad hace que la obsesión en mí se fortalezca, y sé
que Imogene es ella. Puedo sentir el circo dentro de ella.

Mis ojos se adaptan a la oscuridad, o quizá hay más luz, pero puedo
ver su cabello rojo y el brillo de pequeños pedazos de brillantina que han
caído sobre sus mejillas. Exhala, retrocede un poco y quita mi mano de su
cintura. Sosteniéndola en la suya me empuja hacia la grieta iluminada de
una puerta.
Siento los callos en sus manos por la Lyra mientras mantiene su
palma contra la mía. —¿Qué estamos haciendo, Imogene?

Se detiene y me tropiezo con ella, el calor de su cuerpo contra el mío


nuevamente despierta mi hambre por más.

—Shh —sisea mientras atravesamos la puerta abierta y nos


deslizamos en una puerta opuesta a la primera.

Hay una luz tenue que brilla desde el baño adjunto e Imogene me
empuja sobre una silla. Golpeo mi codo en el reposabrazos, y este se
estremece.

A horcajadas sobre mí siento el calor entre sus muslos contra mi


entrepierna, sus labios me hacen cosquillas en el cuello donde me está
besando pero estoy distraído. Veo un tocador con pinturas faciales y
maquillaje y quiero ser él. Necesito ser él

Cuando me besa de nuevo trato de estar en el momento, quiero


sentirlo, pero no lo hago. Todo lo que siento está incompleto.

Sus pechos están justo en mi cara, tan perfectos, redondos, saliendo


de la parte superior de su corsé que mi polla debería estar dura como un
clavo, pero no lo está. Me estoy desmoronando bajo su afecto y deseo que
ella se detenga. La aspereza de su palma se desliza por mi rostro recién
afeitado mientras ahueca mis mejillas y profundiza su beso.

Ese jodido tocador se burla de mí con la posibilidad de que pueda ir


y transformarme para que todo esto se sienta bien, pero no puedo
mostrarle mi secreto. Me gusta demasiado esta chica.

Esta es una idea horrible.

Sus caderas chocan contra las mías y espero que no pueda notar el
hecho de que mi polla no está dura. La hebilla de mi cinturón se engancha
en la tela de su disfraz y escucho el tirón cuando los hilos se rompen.
Aprieto el agarre que tengo en sus caderas manteniéndola quieta, justo
alejada de mí, para que mi falta de entusiasmo no sea obvia mientras
cierro los ojos, y trato de vivir el momento mientras nos besamos y nos
acariciamos como adolescentes en celo.

—Cinco minutos, Imogene. Haz que se corra o bájate de él. —Una


voz masculina llama desde la puerta y casi me cago encima. Atrapado en el
acto, me siento tonto y expuesto.

Imogene se apoya contra mí, sus brazos me rodean el cuello y sus


suaves labios rozan el lóbulo de mi oreja. —Veamos, ¿una repetición
después del espectáculo? —susurra seductoramente, haciéndome temblar.

Beso su mejilla y levanto su cuerpo ligero como una pluma mientras


me paro. Dejándola en el suelo frente a mí, le limpio el lápiz labial corrido
con el pulgar y ella sonríe, tímida, mirando hacia el suelo.

Sé de inmediato que no habrá ninguna repetición para mí. Soy el


payaso.
Algunas veces puede ser difícil actuar cuando no tienes una
conexión con aquellos que están en el escenario contigo. Arrastrar a Sivan
allí atrás conmigo por un capricho fue probablemente una mala idea, pero
ya le había dicho que soy una mala idea.

Espero pacientemente entre bastidores. Wesley y Scott siempre son


perfectos, su sincronización es como si fueran una sola persona y la
multitud se ha quedado muy callada, ya que son mucho más atrevidos de
lo que pueden ser las chicas.

Mis espadas y mi taburete me esperan en el centro y, cuando el foco


brilla sobre ellos, sé que es mi turno de deslumbrar a la multitud. Lo veo
mientras camino al escenario, sentado en la mesa, la luz roja del club
haciéndolo ver tan oscuro como creo que son sus secretos. Sentí una
conexión con él allí atrás, pero también sentí su vacilación y necesito que
lo supere.

Me arrodillo en la cruz que está pegada al piso, nos alineamos


perfectamente y descanso mi cabeza hacia atrás. Cuando miro hacia
arriba, Wesley me mira a los ojos y doy un pequeño asentimiento antes de
abrir la boca y quedarme quieta.
El frío metal se desliza dentro de mi garganta abierta y todo el
camino hacia abajo, lo siento dentro de mí y sé el momento en que llega a
mi estómago, mientras se detiene justo en el lugar correcto. Cierro los ojos
y me concentro en respirar permaneciendo quieta con un control perfecto,
tal como lo he practicado todos los días desde que tenía cuatro años.

Incluso viviendo con mi padre encontré una manera de seguir


adelante, de aferrarme a esta magia. La segunda espada se desliza hacia
abajo junto a la que ya está en mi esófago, y el sonido del metal frotándose
contra el metal es diferente cuando lo escuchas dentro de ti.

Dos abajo, uno más por venir.

Inhalo por la nariz, exhalo por la nariz. Respiro y espero mientras la


tensión de la multitud aumenta un poco más. Wesley espera y yo cuento
en mi cabeza.

Ocho, siete, siete suena como Sivan y pierdo mi posición.


Concéntrate. Estas no son imitaciones, son cuchillas reales, una pequeña
muesca podría causar daños graves e incluso matarme. Me gusta esa
emoción, ese sentimiento de desafiar a la muerte que no puedo obtener en
ningún otro lado que no sea en el escenario. La tercera cuchilla entra muy
ajustada. Lo mueve muy lentamente, centímetro a centímetro,
descendiendo para coincidir con las demás. Abro los ojos ante su torcida
sonrisa y los mangos de las espadas. La luz es demasiado brillante y está
directamente sobre mí, así que los cierro de nuevo y permanezco en el
momento mientras él espera que se detengan los aplausos, antes de
retirarlos lentamente uno a la vez.

Cuando la última punta de la última cuchilla sale, trago saliva y


agacho la cabeza, asegurándome de no sentir nada malo mientras lo hago.
Cuando miro la mesa con la esperanza de verlo, todo lo que queda es un
vaso vacío bajo la suave luz de la lámpara de mesa. Rápidamente busco en
la habitación, mirando hacia la parte de atrás de la barra donde se sentó
la última vez, pero Beth niega con la cabeza y señala la puerta donde veo
que su espalda desaparece cuando se cierra.
Mi magia se pierde y el resto del espectáculo se realiza sin
sentimiento. Paso por los pasos cuidadosamente ensayados y llego al telón
final. Cuando se cierra tengo la repentina urgencia de llorar, pero lo
contengo y salgo del escenario con un extraño arrepentimiento y la
sensación que tienes cuando el niño en el patio dice que ya no quiere ser
tu amigo.

Decepcionada, camino de regreso al camerino. Esta vez enciendo las


brillantes luces fluorescentes, volviendo al espacio luminoso y clínico.

—¿Quieres que te lleve a casa? —pregunta Wes mientras se quita las


medias sudorosas, y empiezo a desatar el corsé que me estrangula.

—Seguro. Gracias. —Aflojo los cordones, liberando mis senos y mis


pulmones, pero mi mente está en Sivan.

¿Por qué se fue? Parecía estar en eso, parecía estar bien con
nosotros.

Lo reflexiono. ¿Había alguna pista de que estaba incómodo? No lo


estaba mirando por pistas, estaba absorbiendo su energía, preparándome
egoístamente para el espectáculo.

—Tierra a Imogene.

Debo haberme perdido en mis pensamientos. Wesley llama mi


atención, agitando su petaca hacia mí. Lo rechazo, el alcohol es un vicio en
el que nunca me complaceré. —No, no gracias. Estoy bien. —Me desplomo
en el sofá y empiezo a quitarme las botas para poder salir de aquí vestida
como una persona normal.

—No te ves bien. Lo vi irse, ¿qué pasa? Nunca traes chicos detrás del
escenario, esta es tu iglesia.

Sacudo mi cabeza. Está en lo cierto. No sé lo que estaba pensando.


—Hay algo en él, pero es estúpido y arriesgado. No lo sé Wesley, me
sentía atrevida y sin reservas. Ahora me siento como una mierda. —Tal vez
debería comenzar a beber.

—No eres del tipo de amor y corazones rotos, Imogene. Yo sé eso.

No tengo idea de qué es esta estúpida sensación en mi vientre y me


está poniendo al límite. Odio eso. —Sólo vámonos, por favor.

Terminamos de cambiarnos en relativo silencio. Scotty nunca habla


a menos que le hables directamente, es como esta esponja silenciosa que
absorbe todo. Levanto mi bolso, lo coloco sobre mi hombro y Wes me da
una palmadita en la espalda mientras salimos por el bar y entramos al
estacionamiento.

Wesley nos deja a mí y a Scott en la esquina cerca de mi


apartamento. Scott se queda en los dormitorios de estudiantes más abajo
en la calle y caminamos juntos. Está oscuro, pero el penetrante frío de las
últimas dos semanas se ha ido y la noche es casi agradable.

Él tararea a mi lado. Scott es un tipo diferente de artista,


introvertido, tranquilo y más profundo que la parte más oscura del océano.
Se queda en la residencia de estudiantes y lo veo en el campus. Wesley no
es estudiante, es mayor que nosotros, vive fuera de la ciudad en los
suburbios y ha estado con Cirque durante mucho tiempo.

Hay una razón por la que confío en él con las espadas, tiene sangre
de circo. Eso y experiencia. Esta no es la primera vez que caminamos
juntos a casa, pero es la primera vez que me habla.

—Te gusta ese tipo. No deberías, pero lo haces.

Una oración simple que resume toda la inquietud que hay en mí tan
claramente. No debería, porque estoy jugando un juego. El juego es
destruir a Samantha, no sentir a Sivan.
—No debería —Tan simple, pero tan desastroso—. Pero tengo este
sentimiento sobre él y no puedo explicarlo. —Trato de encontrar una
palabra para la conexión, el zumbido o lo que sea.

—Lo tiene en él. Podía verlo en sus ojos mientras miraba. Es como
nosotros, Imogene. Un cirquero. Sabes que siempre podemos identificar a
la gente del circo. Como Sam, ella no es circo —Tenía que decir Sam. Me
trago la verdad. Ella no pertenece al circo, está buscando una emoción
barata—. Tú y yo, está en nosotros, como Wesley. Somos especiales.
Diferentes —Se detiene un poco y me mira ahora. Esta es la conversación
más larga que he tenido con él, no creo que hayamos tenido una
conversación personal antes—. Ese tipo es como nosotros. Puede que esté
ocultando eso y otros secretos, pero es como nosotros.

No digo nada porque no sé qué decir. Estoy asombrada de que


incluso me haya hablado de verdad, pero sé exactamente lo que quiere
decir. Nos detenemos en mi entrada y veo que las luces de Sam están
encendidas. Finalmente está en casa.

—Buenas noches, Imogene —dice Scott, mientras sigue caminando


por la vereda.

—Gracias, Scott —digo detrás de él, pero no se da vuelta ni


responde, solo tararea y sigue caminando. Es un chico extraño pero su
talento es innegable.

Una vez dentro de mi piso empiezo mi rutina nocturna de limpiarme


la cara primero. La pintura de escenario requiere un poco de limpieza para
eliminarla, no es como el maquillaje diario, está hecho para adherirse y
quedarse pegada.

El calor de las luces del escenario derretiría el maquillaje MAC de mi


cara en un segundo, esto es a prueba de balas.

Las toallitas quitan la capa superficial y me veo como una pintura


manchada antes de comenzar con el desmaquillador y el agua. La esponja
áspera que uso para frotar hace que mi piel se sienta un poco irritada, la
sensación corrosiva de la misma toma una capa de piel con la pintura,
estoy segura, pero funciona.

Después de quitar el brillo y la pintura sucia y pegajosa enciendo la


ducha para poder lavar el gel de mi cabello y ahogar las voces en mi
cabeza por un tiempo.

El agua caliente alivia mis músculos y me relajo lentamente,


desenredando la espiral de ansiedad y tensión que he estado llevando
conmigo. Es bueno que se haya ido, soy una idea terrible para cualquier
chico. Aunque pienso en las palabras de Scott. El sí se siente como
nosotros, de alguna manera hay lo mismo en su sangre que en la nuestra
y sufro un escalofrío solo de pensarlo.

Al salir de la ducha me siento aún más desnuda de lo que estoy,


como si al quitarme el disfraz y la máscara me abandonara, y sin todo eso,
no tengo la menor idea de quién soy. Me pongo un par de pantalones
cortos y una camiseta sin mangas antes de comenzar mi ritual de
preparación para la cama.

Mi mochila para la escuela es primero que empaco y es colocada en


la puerta, con las correas hacia afuera para que pueda agarrarla y salir
rápidamente. El teléfono está enchufado para cargar, y compruebo que el
enchufe esté encendido la alarma configurada para las cuatro y media de
la mañana. Empiezo mi estiramiento nocturno tendida en el suelo al pie de
mi cama.

Me doblo para que mis pies descansen junto a mis oídos y empiezo a
contar hasta cien. He hecho esto desde que era una niña con mi madre,
antes de acostarnos hacíamos los ocho ejercicios y luego subíamos a la
caja durante veinte minutos. Me levanto, sacudo los brazos y las piernas,
abro la tapa de la caja y me giro para retorcerme dentro.

Mi corazón se detiene cuando mi mente me engaña. Veo la cara


blanca y la boca baja del payaso en el pequeño espacio en las cortinas.
Sus ojos brillan y me está mirando como lo hacía cuando era pequeña,
esperando para darme una lección. Las lecciones que descubrí más tarde
fueron las que no debería haber aprendido.

La siniestra sonrisa mientras me lastima se arrastra sobre la ilusión


en la ventana. Rápidamente cierro los ojos y me encierro en mi caja.

Mi corazón late con miedo ante la realidad de mi infancia y la


profunda necesidad de aferrarme a ella de todos modos. Siento el dolor
como si fuera real otra vez y me quedo en mi caja más tiempo esta noche.
Mi pequeña caja de seguridad al pie de la cama, solo que esta noche los
sonidos están ahí y los escucho. Mi madre y su amado payaso, mientras
ella se sacrificaba para salvarme de él, pero no estaba a salvo.

Todavía no estoy a salvo de la imagen de él.

Trato de tranquilizar mi respiración y calmarme, necesito relajarme,


es solo mi mente engañándome. Estoy demasiado emocional,
permitiéndome actuar con Sivan. Necesito volver al juego y concentrarme,
cuatro meses y me mudaré a Las Vegas con una gran compañía. Necesito
mantener eso en el centro de mi mente.

Las imágenes de la carpa iluminada en el cielo nocturno


eventualmente me traen la paz que busco y estoy lista para salir de la caja.
Cierro las cortinas con fuerza para que mi imaginación no pueda jugar
conmigo y me meto en la cama. Las suaves fundas y mi cuerpo gastado me
permiten conciliar el sueño rápidamente, pero tan pronto como me duermo
llegan las pesadillas.

Pintura facial y contusiones en mi piel, agonía mientras me acurruco


en una pequeña bola para caber dentro de la caja. Lágrimas silenciosas
mojaron mi pecho, empapando el nuevo y lindo traje que mi madre cosió
para mí.
El aire es denso y siento que estoy respirando mis propias
exhalaciones rancias. Hay menos oxígeno con cada inhalación. Puedo oler la
sangre y el olor aceitoso de su pintura blanca sobre mí y quiero ir a lavarlo.
Se supone que el maestro de ceremonias es el jefe del circo, pero aquí el
payaso gobierna con un agarre firme, manteniéndonos a todos cerca.

Puedo sentir la suave carne en la parte posterior de mis muslos


apretarse mientras mi talón izquierdo está clavándose en un hematoma. No
puedo moverme para detenerlo. Las lágrimas siguen cayendo y mi nariz se
bloquea, lo que hace que sea aún más difícil respirar. Cierro los ojos y trato
de conciliar el sueño pero el dolor de los golpes y los mocos no me deja. Me
caí hoy, me caí tan fuerte que duele en todas partes.

Caer es malo, pero él me empujó y yo me caí, así que tuvo que darme
una lección. No caigas, no caigas, no caigas, no caigas…

La alarma me salva a las cuatro y media, me pongo mis leggins y un


par de zapatillas, me pongo los auriculares y corro dieciséis kilómetros
antes de ir a la universidad.

Mi cuerpo es la herramienta de mi oficio y mantenerlo perfecto es


importante. Cuando regreso noto que las pequeñas plantas de la ventana
de mi habitación están pisoteadas y lucho contra las lágrimas mientras me
apresuro a encerrarme. Mi mente está jugando conmigo, necesito
controlarlo, probablemente era el gato blanco y negro de arriba. Él era mío.
El traidor se escapó por una mejor comida y el amor de una anciana.

Ese maldito gato me da escalofríos y es una amenaza. Podría


quejarme esta vez, pero quejarme de mi propio gato fugitivo suena
estúpido.
Algo en mí se rompió en el camino a casa desde el club, el impulso
incontrolable de transformarse en él se volvió demasiado para reprimirlo.

Estaba temblando de rabia y celos cuando abrí el garaje, mi mundo


y mi circo. Este refugio es donde finalmente me animo, y el único lugar
donde deseo tenerla conmigo. Cuando estamos ahí afuera en la realidad no
puedo hacerlo, simplemente no puedo. Necesito la máscara de cara
pintada, necesito la sensación de fuerza y poder que solo obtengo de ser él.
Una oleada de adrenalina me inunda con la música mientras me despojo
de la rígida ropa que llevaba puesta y me siento en mi tocador, desnudo,
expuesto y listo para ceder a mi necesidad.

Al abrir la caja de madera pintada a mano donde guardo las


pinturas y pinceles ya me siento liberado. Los confines de la realidad
pueden ser agotadores.

El tono de la música de circo en mis oídos mientras miro mi reflejo


en el espejo brillantemente iluminado me hace sonreír, sé exactamente lo
que voy a hacer esta noche y es algo que no me había atrevido a hacer
antes. La pintura blanca llena incluso las crestas de las arrugas en mis
ojos, y cubro meticulosamente la piel para que quede completamente
blanca. Un lienzo en blanco donde lo creo a él de nuevo.
Las líneas negras alrededor de mis ojos siguen los pliegues que el
tiempo y la vida han creado, y una línea larga, delgada y negra que va
desde cada ojo hasta mis mejillas. Cuando terminé, había pintado mejor
las cejas que las chicas del programa “The Only Way Is Essex”.

Tomo otro pincel limpio y abro el bote del profundo y oscuro color
rojo sangre que uso para pintarme la nariz. El alto brillo de la pintura que
encargué en Francia es perfecto.

Queda una cosa, ese detalle que lo hizo tan intimidante y me atrajo
hacia él ese primer día. Su boca triste, mi boca triste.

El ceño fruncido pintado, las gruesas líneas negras rellenas y el


único blanco de mis dientes cuando sonrío crean el rostro amenazador que
vería cuando la tomara violentamente y ella jadeara de placer y dolor. Una
vez que mi cara está perfecta, me pongo de pie y me pongo un par de
pantalones de satén negros y una pajarita de lentejuelas que es un poco
más grande de lo normal, deslizando mis tirantes sobre mis hombros.

Estoy vivo de nuevo.

Esta noche el Payaso yo saldremos. Nunca antes habíamos salido y


siento la liberación cuando me pongo una chaqueta de patrón de arlequín.
Las formas de diamantes brillantes en blanco y negro me lastiman los ojos
pero no puedo salir con el pecho desnudo, todavía no hace tanto calor.

El ribete de lentejuelas rasca mi piel. La sensación es la misma que


cuando tengo mi cuerpo contra una mujer disfrazada, y cada vez que lo
hago tengo una cálida oleada de lujuria y poder.

El primer paso fuera del garaje es desalentador, nunca he salido así.


Me limpio y me cambio antes de abrir la puerta, pero esta noche la voy a
ver, a verla, y luego veré el remolque que me entregaron hoy.

Estoy lleno de energía, no buena energía sino energía. Estoy


enfadado con ella por tocar a ese hombre en el escenario.
El payaso erosiona lentamente mis propios pensamientos y me
consume. Mis pasos se vuelven un poco más largos e inclino mi cabeza
ligeramente mientras agarro mis llaves y billetera del soporte del pasillo, y
salgo a la noche.

Estoy vivo y soy libre.

Yo soy yo.

Estaciono una cuadra lejos del edificio donde mi hermana e Imogene


viven una frente a la otra. Los pisos de la planta baja tienen jardines a su
alrededor, con arbustos gruesos, y están ocultos de la calle por un gran
seto descuidado.

El aire nocturno enfría mi pecho desnudo mientras mi chaqueta se


abre con el suave viento. El área está poblada por estudiantes del tipo
artístico, por lo que en realidad no destaco tanto como uno podría pensar.
También es tarde.

Observé desde mi auto mientras ella caminaba a casa con uno de


ellos, él seguía caminando por la carretera mientras ella entraba. Lo vi
pasar por mi auto antes de salir, me vio y no me importó, solo sonreí y él
siguió caminando.

Hubo un brillo de reconocimiento en sus ojos y dudé por un instante


pero siguió caminando con la cabeza gacha y una sudadera con capucha
sobre él. Cuando su cuerpo desaparece del espejo retrovisor salgo del auto,
cierro la puerta y camino hacia el seto.

Me escabullo por el hueco en el borde de la propiedad, me deslizo y


me escondo detrás de un gran arbusto fuera de su ventana. Hay un
pequeño espacio en las cortinas. Nadie puede ver la propiedad más allá de
los árboles, por lo que obviamente no tiene miedo de que alguien la vea.
Desde donde estoy parado pisoteando las ásteres en el macizo de
flores puedo ver toda su habitación, el pasillo y el baño en el otro lado. Su
piso es una copia del piso de mi hermana y es como si estuviera dentro. Sé
dónde está todo.

Su decoración es un poco ecléctica y desagradable, mis ojos se


sienten atraídos por muchas cosas pero ninguna en la que realmente
pueda concentrarme. La ondulante nube de vapor en la puerta abierta al
otro lado del pasillo me dice que está en la ducha o en el baño, y la idea de
su cuerpo desnudo, húmedo y cálido me hace lamer mis labios negros.

El sabor ceroso de la pintura cubre mi lengua mientras trago el


suspenso que se está convirtiendo en una bestia inmanejable dentro de
mí. Me inclino demasiado cerca y dejo una huella roja en el cristal. Lo
limpio lo mejor que puedo con mis manos y un poco de saliva, el vidrio
está manchado y no tan claro, así que me muevo un poco a la izquierda, lo
que me da una mejor vista dentro de su casa.

Siento como si la estuviera mirando, viendo qué es lo que la hace tan


hermosa para mí. Mi pulso se acelera y coloco una mano sobre el frío
cristal, mi aliento empañándolo ligeramente mientras exhalo lentamente.

Ella emerge de la niebla, húmeda, con el pelo mojado, despeinado y


salvaje. Su cara no tiene maquillaje, no queda rastro de la persona del
escenario. De piel casi blanca espolvoreada con pecas anaranjadas que
combinan con su cabello, no hay nada suave en ella.

Cada músculo está tonificado y definido en la perfección absoluta de


los libros de texto. Mis ojos caen de las pecas sobre sus hombros hacia su
pecho mientras su toalla lila cae al suelo y levanta los brazos, estirándose
hasta el techo. Sus pechos necesitan las marcas de mis dientes. Tan
regordetes y perfectos, tiene los pezones duros por el aire fresco en su piel
aún húmeda, rosada, arrugada y apuntando directamente hacia mí.

Las crestas definidas de sus abdominales y la perforación brillante


que cuelga de su ombligo atraen mi mirada hacia abajo mientras tengo el
momento para saborear cada centímetro de ella. La flexión de los
músculos de sus muslos mientras se pone de puntillas, extendiendo su
estiramiento, es una de las cosas más eróticas que he visto.

Mi polla está hinchada, y cuando veo el pelo pelirrojo


cuidadosamente recortado que rodea su rosado coño no puedo evitarlo.
Bajo mi cremallera y me acaricio, masturbándome con la chica que puedo
ver a través del cristal.

La miro vestirse, y luego me da mi propio pequeño espectáculo,


retorciéndose y estirándose en posiciones que solo he visto en un lugar
antes que este. Cuando se inclina para que las puntas de sus pies
descansen en el suelo al lado de sus orejas, la ropa interior que usa cae
quedándose expuesta para mí, ligeramente abierta. Lamo el cristal,
imaginando mi lengua corriendo por el coño que se burla de mí.

La superficie fresca y lisa imita la humedad que sé que encontraría


entre sus piernas, esas piernas musculosas apretando mi rostro mientras
la follo con mi boca, mi pintura manchando su piel de blanco y negro.
Gimo mientras me corro por todas las flores a mis pies y me compongo,
esperando que no me hayan escuchado.

Miro dentro y ella me mira directamente. Veo su miedo tan claro


como el día. Cierra los ojos, aguanta la respiración y se mete dentro de
una caja abierta. La tapa se cierra de golpe y meto de nuevo mi polla aún
semidura, escabulléndome del jardín hacia mi auto.

La emoción de finalmente poder salir de los confines de la pequeña


habitación donde creé el circo en mi casa está aumentando el control del
payaso en mi mente, y me pregunto si realmente necesitaré ser yo otra vez.

Conduzco en dirección al lote costero donde entregaron el remolque,


y la sonrisa no se puede borrar de mi cara. El íntimo sentimiento de lo que
acaba de pasar me ha dejado una cálida confusión dentro de mí, esa
burbuja después del sexo que te envuelve, porque aún si ella lo supiera o
no, simplemente tuve sexo con Imogene.
La tranquila niebla costera envuelve mi auto cuando doy vuelta en el
camino de tierra, que es la entrada al lote sin vallar que es mi parte de este
paisaje. Es un lugar misterioso, semiárido y desolado.

El viento levanta arena en pequeñas columnas que cruzan el camino


delante de mí, y la arena baila en el viento hasta el final de la pista, donde
veo la hermosa pieza del circo estacionada.

Las luces altas de mi auto lo iluminan y me quedo sentado


mirándolo. Tengo miedo de salir y mirar dentro, en caso de que nunca me
vaya. Me siento y miro mi debilidad manifestada en la vida real. Mientras
me muerdo el labio, la pintura de aceite pesado recubre el interior de mi
boca, el sabor es todo lo que necesito para regresar a la ventana y
observarla.

Ella ya te ha visto ahora.

Al revivir su cuerpo desnudo una y otra vez, me siento aquí, y en mi


cabeza abro esa puerta y ella está dentro esperándome.

Le gusto, sé que lo hago. ¿Pero a ella le gustaría él?

Me fui. Probablemente se enfadará conmigo.

Mi mente se pierde cuando los pensamientos me asaltan, y el límite


entre el payaso y yo se vuelve borroso. Las líneas borrosas pueden ser algo
muy peligroso.

Cuando el amanecer amenaza con salir y veo el resplandor que flota


lentamente sobre el océano, giro el auto y dejo atrás mi secreto.

Tengo que trabajar en tres horas.

La parte superior de la carpa y mi remolque desaparecen detrás de


mí, pero sé que están aquí ahora. Mi pequeño circo está cobrando vida,
pieza por pieza.
Esa cara de payaso plaga mis pensamientos todo el día.

Veo su boca triste y esa pintura negra en sus ojos mirándome, y es


como si supiera que me estoy preparando para volver corriendo a la vida
del circo, como si estuviera esperando para ver si he revelado su sucio
secreto a lo largo de los años. Tenía que hacerlo, mi padre intentó hacerme
hablar sobre el circo durante años. Finalmente me quebré y dejé que todo
se derramara.

La cosa es que no importa qué tan malos sean los recuerdos, los
buenos siempre están ahí, y me aferro a ellos junto con la esperanza de
que algún día pueda encontrar a mi madre.

La clase se prolonga por lo que parece una eternidad, pero no creo


haber escuchado ninguna de las conferencias, estaba perdida en mi propia
cabeza. El sabor del beso de Sivan todavía está en mi boca incluso después
de cepillarme los dientes, dos veces. Estoy distraída, preguntándome qué
habría pasado si se hubiera quedado, y confundida acerca de por qué se
fue. Parecía entusiasmado, luego se fue.

No mentiré, ni siquiera a mí misma. Dolió un poco. Sentí algo con él,


y cuando vi que la puerta se cerró detrás de él y Beth sacudió la cabeza,
me dolió. Hoy tengo práctica desde las dos hasta las seis, luego subiremos
nuevamente al escenario a las diez. Los jueves son largos.

Mi última clase termina al mediodía, dejando el tiempo suficiente


para almorzar, mis maletas y practicar. Decido usar mi auto para variar,
odio conducir. Siempre parece una tarea, un épico y apestoso momento.
Soy una conductora nerviosa, y siento que he tenido un derrame cerebral
cuando llego al teatro de práctica justo fuera del campus. Veo a Jezebel
estacionado, lo que significa que Sam ha salido de la roca donde se
escondió la semana pasada.

Quiero sentirme culpable pero no lo hago, ni siquiera un poco.


Recuerdo ese beso de nuevo, la sensación de sus manos frotando mis
muslos. La forma en que la piel áspera se enganchó en cada cuerda de mis
medias de red, la presión donde su pulgar presionó con más fuerza cuando
agarró mi trasero, sosteniéndome firmemente donde quería que estuviera.

Ese nivel de intensidad que no había sentido en años me golpeó


justo en el plexo solar, librándome de todo pensamiento racional y
derrumbándome bajo su toque.

La jefa se ve hoy como un jodido rayo dorado de sol, y nos está


ladrando antes de que podamos quitarnos los zapatos.

Sam me mira con ojos tristes e hinchados y sus labios tiemblan,


pero aguanta las lágrimas y comienza a calentar. Me estiro en el bar, en el
lado opuesto de la habitación, evitando la inevitable confrontación que
tendrá que venir en algún momento.

Sentándome en el suelo en un split11, sigo estirándome, sintiendo


sus ojos perforando agujeros en mí desde donde está copiando mi rutina
en el suelo. Wes y Scott ya están en las sedas preparándose para correr.

11Split: Posición física en la cual las piernas están alineadas (son colineales) una con la
otra y están extendidas en direcciones opuestas formando entre ellas un ángulo de 180º o
incluso más. (N de T).
Puedo ver que está enojada. Ella y Genny estarán lanzando fuego y
luego realizarán una acrobacia aérea juntas, pero no se presentará
conmigo por un período. La jefa la castigará por algún tiempo, así es como
funciona.

Wesley y yo practicamos con las espadas hasta que realmente me


duele la garganta, luego nos subimos a la Lyra y comenzamos a ejecutar la
rutina que volveremos a realizar esta noche al menos tres veces. Después
de esto es hora de practicar las cosas nuevas, las cosas que todavía
estamos perfeccionando pero aún no están en el programa.

Todos comenzamos con nuestras partes individuales, estoy


trabajando en una rutina combinada en la que hago un trabajo aéreo con
la espada en la garganta. Requiere tener un observador por ahora,
mientras que todavía lo estoy perfeccionando Scott sigue cada movimiento
conmigo, listo para intervenir si me tambaleo. Me gusta trabajar con él,
nunca habla, solo sé que está allí y no deja que termine lastimada. No
puedo evitar pensar en lo que dijo anoche, en que Sivan era como
nosotros.

¿Tal vez esa es la razón por la que se fue?

Me distraigo pensando en él, en la forma en que me poseyó durante


esos minutos antes del espectáculo y luego fácilmente se alejó tan pronto.

No es bueno distraerse cuando te balanceas boca abajo con una


espada en la garganta. La fracción de segundo donde mi mente no esté
enfocada en la presentación es todo lo que se necesita para cometer un
tonto error. Scott jadea y salta debajo de mí, pero me agarro antes de que
lo necesite.

Me caí.

A la mierda, me caí.
No hasta el final, pero me caí. Desciendo al suelo y saco la espada,
mi pulso retumbaba en mis sienes y la adrenalina de lo mal que podría
haber terminado hace que me cueste respirar.

—Joder, ¿Imogene? —Scott suena incluso como si fuera a orinarse


en los pantalones. Así es como me siento, mi vejiga de repente está tan
llena que puede vaciarse espontáneamente.

—Lo siento —murmuro mientras dejo caer mi espada, golpeándola


contra el suelo y corriendo a los baños en la parte trasera del área del
escenario.

Escucho los susurros detrás de mí, todos me vieron caer. Las


lágrimas amenazan con salir al tirar de las correas de mi leotardo hacia
abajo y me lo quito junto con las medias para poder orinar, mis rodillas
golpeándose de lo tanto que tiemblo. Junto mis manos temblorosas. No
estoy segura de si es lo que pensé que vi anoche o solo la caída, pero tengo
de nuevo cinco años y me he caído de la Lyra.

El payaso me levanta, sus manos cavan en mi piel, lastimándome


cuando ya estoy adolorida.

Forzándome a abrir mis ojos, hago todo lo posible para mantener


alejados los recuerdos de lo que sucedió después. Levanto las medias, me
coloco el leotardo y sorbo mis emociones. Me limpio la nariz con un poco
de papel higiénico y trato de calmar mi corazón acelerado y mis manos
temblorosas. He terminado por hoy. Necesito sentarme para actuar con la
cabeza despejada esta noche. Cuando abro la puerta de un tirón para
salir, Samantha está parada allí, su mirada clavada en mí.

—La jefa quiere verte cuando hayas terminado. —Su voz está
mezclada con una ira viciosa.

—Gracias —Intento pasar junto a ella, pero bloquea mi camino. Es


sorprendente lo grande que puede llegar a ser una pequeña bailarina
cuando lo desea—. Mi hermano, Imogene, ¿en serio? Sé que no estás
enamorada de mí ni nada parecido, no soy idiota, pero él es mi hermano y,
al menos, somos amigas. Eso jodidamente dolió. Déjalo en paz. Por favor.

Parece que está tratando de mantenerlo a salvo del horrible


monstruo que soy yo. Pequeña perra. —No puedo evitar que me quiera,
Samantha. Es un niño grande, ¿sabes?

Sus fosas nasales se hinchan de ira y su piel se vuelve rosa,


quitándose del camino para dejarme pasar. No pensaba que ella se
enredaría en una pelea, me tiene miedo.

Soy arrastrada por las brasas de mi nuevo acto, el riesgo es


demasiado alto… mierda. Necesito superar los límites y hacer más, se
espera que haga más una vez que llegue a Las Vegas. Creo que ellos están
enfadados porque pronto me iré y su pequeña estrella brillante ya no
estará aquí para mantenerlo unido. Este es nuestro último mes en el club
donde estamos, luego nos mudaremos y comenzaremos un nuevo
espectáculo. Después de eso he terminado con Cirque y los bares
burlescos de mala muerte para siempre.

Jodidas gracias.

Me estiro sola. Odio cuando me caigo, pero es peor cuando otros te


ven hacerlo. En la esquina doblo mi cuerpo para estar lista para el
espectáculo y trato de no pensar en nada más que en el rendimiento de
esta noche.

Las distracciones son demasiado peligrosas para mí, tal vez debería
dejarlo solo. No quiero, y no estoy segura de poder hacerlo.

Antes de subir al escenario la jefa me regaña nuevamente sobre la


caída, recordándome que me concentre y permanezca en el juego.
Al abrir la puerta del escenario escaneo a la multitud, toda la sala
desde delante hacia atrás. Miro en cada esquina y grieta pero él no está
aquí. Mi corazón se hunde un poco, esperaba que él volviera a mirar
después de anoche.

—Él no estará aquí esta noche, Imogene, puedes dejar de mirar. Es


jueves —dice Sam, de pie detrás de mí en el pequeño pasillo—. Tienen
práctica de rugby los jueves por la noche, luego salen y se emborrachan.
—lo dice como si ya lo supiera.

—No lo estaba buscando, estaba saludando a Beth. —Me siento a la


defensiva cuando la puerta se cierra de nuevo en el muelle industrial.

—Lo que sea Imogene. —Resopla y camina hacia el escenario.

Me obligo a concentrarme en la presentación y no en su ausencia en


la audiencia, pero me siento vacía, como si no actuara para nadie si él no
me está mirando. Esos ojos cubiertos y melena oscura están al frente y en
el centro si cierro mis ojos. El foco de mi mente solo brilla en eso y no
puedo hacer que se aleje, solo hay una cosa resaltada y es él.

Cuando la luz enfoca su rayo cálido sobre mí solo puedo pensar en


cómo se vería resaltado en la luz brillante, resplandeciendo sobre sus
oscuros secretos. La luz los aleja de él y se derraman para que yo los vea.
Siempre soy atraída por la oscuridad en los hombres, y Sivan está
ocultando un lado oscuro por el que estoy atraída peligrosamente.

La pesada cortina de terciopelo rojo cae y la actuación de la noche


finalmente ha terminado. Me desabrocho el corsé antes de llegar al
camerino, no puedo esperar para irme. Solo quiero llegar a casa, lejos de
Sam y el amargo dolor del hecho de que él no estaba mirando. Se fue
anoche, y tengo la impresión de que podría haberlo alejado de alguna
manera. Con la cabeza gacha y mi amarga decepción agobiándome me
meto en mi pequeño auto compacto y me voy, medio vestida, medio
disfrazada todavía. No me importa, solo quiero alejarme de sus ojos
deslumbrantes.
Me detengo en un restaurante veinticuatro horas de camino a casa
con la esperanza de que Sam esté dentro y fuera de la vista antes de llegar
allí. No quiero lidiar con ella esta noche.

Cuando finalmente llego a casa me estaciono en mi lugar con una


mano, mientras sostengo una hamburguesa con la otra. Jezebel está
sospechosamente desaparecida del estacionamiento y suspiro de alivio.
Burlándome de mi hamburguesa, agarro mis maletas y me dirijo al interior
para comenzar mi rutina nocturna.

Después de una ducha caliente voy a mi habitación a vestirme y


estirarme. El hueco en las cortinas me llama la atención cuando un
resplandor de luz de luna arroja una franja sobre mi cama. Cuando me
acerco lo suficiente como para cerrarlo veo una pequeña mancha roja
aceitosa en el cristal y me siento enferma, la bilis subiendo por la parte
posterior de mi garganta. Quiero vomitar.

Sabía que lo vi.

Me estiro rápidamente, me meto dentro de mi caja y empiezo a


contar.

Los números comienzan a confundirse, fruto de mi pánico, y me


detengo. Solo me detengo, cierro los ojos y me concentro en respirar por la
nariz.

—Espera. Cuéntalo lentamente, lo hará más fácil. —Mamá me habla


suavemente mientras empiezo a sentirme incómoda en la caja mucho más
pequeña de hoy.

Entrar en esta es realmente apretado y me duele mucho el codo.


—Ya casi termina. —Me tranquiliza cuando siento que el aire se acaba
lentamente y el ardor en los pulmones se convierte en un dolor que no puedo
soportar.

Cuarenta.

Solo sigue respirando, Imogene. Mis ojos lloran mientras mi cuerpo


grita por más aire.

Treinta.

Muevo los dedos de los pies, y los alfileres y agujas que siento son tan
fuertes que parece que mis pies se están incendiando.

Veinte.

—Estás tan cerca ahora, mi bebé. —La voz de mamá comienza a


sonar muy lejana a medida que mis ojos se llenan de la negrura que
aparece antes de desmayarme.

Diez.

Nadando en la oscuridad de la casi asfixia, me aferro a las luces


brillantes por las que vivo, el trueno de los aplausos de una casa llena.

Aire.

La tapa se levanta y respiro profundamente, absorbiendo la vida de


vuelta a mis pulmones, y desenrollo lentamente mi cuerpo fuera de la
pequeña caja.

—Es demasiado pequeño, mamá —digo, estirándome y doblándome,


para que la sangre vuelva a fluir.

—Tonterías, Imogene, solo tienes que practicar. —El payaso aparece


detrás de mamá, sus grandes manos agarran sus hombros y se inclina para
besar su cuello y susurrarle al oído.
Una siniestra sonrisa blanca aparece entre la pintura negra alrededor
de su boca y sus ojos se centran en mí. Orbes negros en la telaraña de
pequeñas venas rojas que nublan el blanco de sus ojos a medida que se
mueven sobre mi cuerpo, desde mi cabeza hacia abajo, donde están
plantados mis pies descalzos en el suelo. Muevo los dedos de los pies, aun
tratando de sentir todas mis extremidades. No voy a escapar de su mirada
hoy. Que venga a verme y esa sonrisa maliciosa es todo lo que necesito
saber que no he terminado de practicar por hoy.

—Estira rápidamente, luego ve a la carpa a practicar.

La carpa es como nuestro lugar sagrado, donde predicamos a nuestra


gente, y también donde tengo que trabajar con el payaso. Un suspiro suave
se escapa mientras me bajo en un split, volviendo a soltar mis músculos.

Con mis sandalias puestas, corro rápidamente sobre la hierba seca y


la arena para alcanzar sus largos pasos mientras se acerca a la entrada de
la carpa. Las luces no están encendidas durante el día cuando practicamos,
por lo que es sombrío y oscuro, con solo un poco de luz solar entrando por
los huecos y las puertas abiertas. Puedo oler ese hedor ácido de los
elefantes que obviamente estaban aquí antes. Me trago una arcada y pongo
mis zapatos a un lado.

—¿Has estado practicando con las espadas? —Su amenazante boca


se mueve con palabras que hacen que mi piel se vuelva húmeda y fría.

Asiento y me arrodillo sobre el gran punto azul en el centro del anillo.


La sábana de plástico se pega a mis nudosas rodillas. Respiro
profundamente por la nariz y exhalo por la boca mientras me preparo para
lo que viene ahora.

El sonido de los dientes de la cremallera, uno por uno, cuando se


abren detrás de mí. Arqueo la espalda para inclinarme hacia atrás y mis
manos están planas en el suelo. Escucho el plástico arrugarse y chirriar
debajo de sus rodillas mientras se inclina y se instala allí. Mantengo los ojos
cerrados, odio verlo.
—Abre y relájate, mi pequeña bonita.

Lamo mis labios e intento crear la mayor cantidad de saliva posible


antes de abrir la boca y dejar la mandíbula lo más floja posible. Inhala por
la nariz, exhala por la nariz. Respiro mientras lo empuja por mi garganta
una y otra vez, sin descanso. Mis brazos y manos se esfuerzan por
permanecer quietos contra la fuerza.

Caer no está permitido, caer dolerá.

No te caigas, Imogene. No te caigas.

Me despierto dentro de mi caja. No sé cuánto tiempo estuve


encerrada, pero el aire está húmedo por la condensación de mi respiración
y tengo frío, rígida y aún tengo miedo de salir.

Oigo que mi teléfono suena con un mensaje desde el exterior, así que
abro la tapa lentamente y miro hacia la ventana.
El teléfono de la jodida oficina no deja de sonar esta mañana y todos
quieren algo de mí hoy. Dormí una hora, me palpita la cabeza y estoy
distraído y nervioso.

Aflojo mi cuello de la camisa cuando respondo la llamada de otro


proveedor, mi ansiedad me está asfixiando y no de una manera sexy. La
liberación física de la práctica de rugby de esta noche es exactamente lo
que necesito. Gavin habló con el entrenador sobre el incidente con mi
hermana y los chicos han sido amenazados con el banquillo si incluso lo
piensan. Mi autocontrol no lo soportaría si ellos dijeran algo, mataría a
alguien.

—¡Gavin, por favor, jodidamente responde esta! —grito sobre el


molesto timbre mientras cubro el micrófono del pequeño teléfono de oficina
portátil en mi mano. Puedo escuchar sus quejas antes de que el agudo
timbre electrónico se detenga.

—Gracias maldición —dice Gavin de pie en mi puerta mientras


cuelgo el teléfono. Miro el viejo reloj sobre su cabeza, faltan diez minutos
para el almuerzo y me muero de hambre.

—¿Vamos a almorzar? —pregunto, ya agarrando mis llaves y mi


teléfono. No me importa si él dice que no, necesito comer.
Sin una respuesta sale por la puerta, supongo que fue una pregunta
estúpida. Una buena comida podría calmar la sensación de malestar en mi
estómago.

—Necesitamos contratar una secretaria o alguna mierda parecida,


Sivan, en serio. No puedo contestar el teléfono. Jodidamente odio a la
gente lo suficiente sin necesidad de eso.

Tiene razón, es hora. De hecho, necesitábamos a alguien que nos


ayudara con todas las cosas de la oficina desde hace mucho tiempo pero
ambos tenemos problemas de confianza.

—Resuélvelo, estoy de acuerdo en que no podemos seguir así.


Además, sería bueno tener algo de tiempo para disfrutar realmente del
dinero que finalmente estamos ganando. —Lo cargo directamente sobre él.

—Eres un imbécil, ¿lo sabes, no? —Sacude la cabeza, ingresando


dentro de mi auto.

Sabía exactamente con quién estaba haciendo negocios desde la


universidad, así que no le respondo. —¿Qué comemos?

—Curry.

Sabía que esa sería su respuesta antes de preguntar, y doblo en la


esquina para dirigirnos al pequeño restaurante indio cerca de la oficina
que alquilamos.

Los desteñidos manteles de color marrón y las sillas de roble de


aspecto cansado no han cambiado desde principios de los noventa, y el
olor a curry ha impregnado las paredes.

Nos sentamos junto a la ventana del establecimiento. El sol brilla,


por lo que es un buen lugar cálido, también me gusta ver el mundo
exterior. Me gusta observar. Siempre lo hago.
La anciana propietaria del lugar viene a saludarnos y tomar nuestro
pedido, su cabello es blanco malva y su piel del color del café fuerte con
muy poca leche. Cuando camina hacia atrás su columna vertebral se
encorva un poco.

—¿Por qué no le pedimos a Sam que nos ayude en la oficina? Casi


ha terminado la universidad y, de manera realista, ¿qué hará mientras
intenta encontrar un trabajo real como artista?

La sugerencia de Gavin es cualquier cosa menos inocente y miro a


mi mejor amigo con cuidado, reflexionando sobre lo que acaba de decir.

Antes de que pueda decir algo él lo refuta, defendiendo su pedido. —


Sabes que podría necesitar algo para evitar que haga estupideces como
desnudarse por diversión, Siv. —Las palabras salen como una súplica
desesperada esta vez.

Solo lo miro, tratando de decidir cuál de los muchos pensamientos


que tengo debería salir de mi boca a continuación. —¿Estás follándote a
Sam? —Ese pensamiento ganó, seguido de—: Gav, mi hermana ni siquiera
me habla. Tiene más problemas que Vogue en este momento. Y se estaría
conformando, conformándose con menos que sus sueños.

No sé por qué mi hermana me ha enfadado. Bueno, porque quiero a


Imogene y eso le destrozaría el corazón.

—Desearía estarme follando a tu hermana, pero está demasiado


jodida para eso en este momento. Sivan, creo que necesita conformarse un
poco y ordenar su vida. Algo está mal, está durmiendo en mi sofá y no se
irá a casa. Necesitas hablar con ella sobre toda esta mierda.

Él podría tener un punto pero todavía no estoy listo para hablar con
mi hermana, y ella claramente no quiere verme o hablar conmigo tampoco.

—Ella tenía sentimientos por esa chica.


Cuando él dice "esa chica" como si no fuera nadie quiero darle un
puñetazo en la cara. —Imogene. Ella tiene un nombre, esa chica. —Lo
miro, y se salva por la llegada de la comida caliente y cerveza fría—. Y ella
me besó, Gavin. Sabes que toda mi puta vida he estado rescatando a mi
hermana de todo en su vida. Tal vez le he hecho mal, porque parece tomar
malas decisiones a propósito. —Empujo un trozo de pan en mi boca y
trago, se pega y tengo que bajarlo con cerveza rápidamente para no
ahogarme—. Tal vez mi padre la dañó tanto que nunca estará bien.

Sirviendo arroz y curry en mi plato, está en silencio y sirve su propia


comida.

—Tal vez, Sivan. No puedo evitar el hecho de que me preocupo por


Samantha. Tampoco puedo seguir ocultándolo —La amarga desesperación
en su voz dice más que sus palabras—. Así que está jodida, ¿no es así? —
Mastico y trago el bocado de pollo con mantequilla que metí mientras
hablaba. Dejo mis cubiertos y suspiro ruidosamente.

—Pregúntale. Si ella dice que sí, está bien para mí. —Continúo
comiendo mi almuerzo.

—¿Entonces besaste a la amiga?

Mis ojos se cruzan con los suyos a través de mi grueso flequillo, y sé


que él es mi amigo y no debería estar celoso de que incluso pregunte, pero
lucho contra el impulso de gruñirle como un perro protegiendo un hueso y
solo Asiento.

—¿Valió la pena? —continúa.

Quiero gruñir. —¿Valió la pena qué?

—Tu hermana odia tus entrañas.

En realidad nunca lo pensé. Mi mente solo ha estado en una cosa, la


chica pelirroja que subió a esa caja anoche con terror en sus ojos y el circo
en su corazón.
Incluso ahora es ese dulce aroma floral y sus gruesos labios rosados
los que están en mi mente. Dejo de escucharlo mientras ella es el centro de
atención en ese columpio y nuestro beso entre bastidores se repite como si
lo estuviera viendo en la tele.

—¿Y bien, lo fue? —pregunta de nuevo.

—Tengo la sensación de que lo fue. Suena estúpido, pero esa chica


tiene algo. —No sé qué es, pero lo quiero. La quiero, y también mi payaso.

—Suena que lo tienes mal. —Se ríe de mí.

Por lo general no persigo chicas, hablo de ellas o incluso las miro,


para ser honesto. Me doy cuenta de lo fuera de carácter que esto es para
mí. Me gusta una chica, realmente me gusta una chica. Ella mueve algo en
mi interior, haciendo que el payaso cobre vida incluso cuando mi cara no
está pintada. Todavía no estoy seguro de si me gusta esto. Mis secretos
están demasiado cerca de la superficie.

—¿Qué pasa si lo tengo?

Él se ríe. —Tu madre estará tan jodidamente feliz de saber que no


eres marica. —Eso es cierto—. Pero en serio, nunca te había visto notar a
una mujer. Obviamente ella es algo especial, si la eliges sobre Sam, así que
sé es más que nada.

—No tengo ni idea de cómo hacer esto, siempre he estado solo. No


tengo citas. —Realmente no tengo ni idea de cómo hacer esto, pero estoy
seguro de que esa sesión de toqueteo entre bastidores no será todo lo que
ella querrá.

—La llamas y la invitas a salir. No es tan difícil —Sacudiendo su


cabeza, arroja la servilleta en el plato vacío frente a él. Piensa que esto es
gracioso, y supongo que lo es—. Sabes que pensé que ibas a terminar
siendo un viejo gruñón solitario con los muebles de tu abuela en tu garaje
y un pene marchito.
—Gracias, eres un buen compañero. No tengo su número, no puedo
llamarla —Tragué lo último de mi comida y me recosté en la silla estirando
las piernas hacia un lado—. Así que problema resuelto. De todos modos,
esto es demasiado complicado. Odio lo complicado.

—Sí, pero ella te gusta.

Le pagamos a la señorita en el mostrador y el timbre de la puerta


suena cuando dejamos nuestro lugar de almuerzo favorito. El sol del
mediodía es cálido y lo absorbo por un minuto, de pie en la acera al lado
de mi auto.

Gavin tira de la manija de la puerta. Todavía está cerrada y su


golpeteo en el techo del auto atrae mi atención de donde mi mente se
había alejado, de vuelta hacia ella.

Necesito superar esto…y rápido.

La risa llega de fuera mientras nos acercamos a los vestuarios del


club de rugby. Gav me da una palmada en el hombro, sé que significa
“simplemente aguanta”.

Todos vieron a mi hermana desnuda y estoy enfermo solo de


pensarlo. Cuando nos acercamos a la puerta verde oscuro que tiene el
escudo de nuestro club en pintura amarilla desteñida da un paso para
estar delante de mí.

—Calma tus tetas y no hagas nada estúpido.

Todo mi cuerpo está tenso cuando abre la puerta y entramos. Sé que


habrá palabras y burlas, lo haría si viera a una de sus hermanas.
Simplemente no sé si no vaya a soltar los dientes frontales de quien me lo
diga.
El entrenador ya está dentro dando una charla animada…bueno, un
buen grito es más preciso. Quiere una victoria este fin de semana y espera
que la entreguemos.

Me cambio mientras él sigue hablando, me siento en el banco con


una pierna a cada lado y espero a que termine de gritar que somos unos
afeminados. Todos gruñimos y resoplamos mientras realizamos simulacros
y hacemos burpees hasta que realmente podemos morir por ellos, antes de
que el entrenador comience un partido de práctica uno contra el otro.

Divididos en dos pequeños equipos, jugamos. Mi equipo sin


camisetas y el equipo de Gav con camisetas. El choque de cuerpos uno
contra otro y la respiración entrecortada mientras me persiguen para
conseguir el balón es exactamente lo que necesitaba para recuperar mi
vida real.

El agotamiento físico y el contacto brusco me recuerdan que


ninguna de estas personas aceptará quién soy cuando se ponga el sol y el
mundo se oscurezca. A nadie le gustan los payasos, nadie acepta a los que
son diferentes a ellos, lo sé mejor que nadie.

—No lleguen tarde el sábado, idiotas, y dejen a sus pájaros en casa.


No quiero ninguna interpretación de ansiedad. —El entrenador nos
despide cuando todos comenzamos a desvestirnos al costado del campo.
Odia a las novias y a las esposas, están prácticamente prohibidos en los
juegos fuera de casa.

Caminamos penosamente en varios estados de desnudez al vestuario


para tomar una ducha. No hay muchas bromas amistosas esta noche, los
muchachos se toman en serio la victoria. Mi cabello está húmedo y
pegajoso por el sudor, y muchos de nosotros apestamos, el olor almizcleño
y húmedo de veinte hombres todos transpirando como cerdos permanece
en la habitación incluso cuando la mayoría de nosotros nos dirigimos
hacia las duchas. Agarro mi bolsa de aseo y una toalla para poder lavar la
suciedad de mi cuerpo.
—¿Te unes a nosotros después para un enfriamiento? —me
pregunta el capitán debajo de la ducha junto a la mía.

El agua cae sobre mi cara y cuerpo mientras lo pienso por un


segundo. —No hay razón para no hacerlo, ¿verdad? —respondo mientras
me lavo. El agua caliente se está agotando y necesito apurarme si no
quiero mis bolas congeladas en un minuto.

—Sivan, son hombres. No puedo detenerlos, lo sabes —dice,


sacudiendo su cabeza hacia mí.

Sé que él no puede hacer nada para evitar que me tomen el pelo,


solo espero que, como mis compañeros, lo piensen dos veces. —Claro, iré.
—Cierro el agua apenas tibia, agarro mi toalla y la envuelvo alrededor de
mi cintura antes de ir a mi lugar y ponerme la ropa.

El hedor de antes ahora se mezcla con el desodorante, la loción


después del afeitado y el gel de baño para hombres, pero todavía se
mantiene atrapado en la nube de vapor de la ducha.

Los chicos están más tranquilos de lo normal. Sé que es porque


quieren reír y hablar sobre Samantha pero no se atreven. A la mierda. Me
aclaro la garganta y me levanto, mis jeans todavía desabrochados, y casi
me tropiezo cuando me subo al banco.

—Necesito decir esto porque, a la mierda, es simplemente extraño —


Todos se juntan para verme—. Mi hermana es una stripper. No sabía que
era stripper hasta que la vi tan desnuda como ustedes. Ella es mi
hermana, muchachos, ¿pueden mostrarme el mismo respeto que
desearían si fuera su hermana pequeña? No puedo evitar que se quite la
ropa, pero pueden dejar de hablar de eso. De acuerdo, ¿estamos bien? ¿Se
acabó? —Asienten y hacen comentarios mientras me bajo del banco y me
abrocho los jeans, antes de ponerme una camiseta de manga larga y un
cárdigan.
—Eso requirió algunas bolas —dice Gavin, de pie junto a mí en una
toalla mientras me ato las botas.

—No podía soportar más de las miradas raras —Lo miro, mi cara a
la altura de su entrepierna mientras se quita la toalla—. ¡Maldición Gav,
de verdad! —Me alejo y giro la cabeza para no ver su pubis.

Él solo se ríe y se aleja.

Unos cuantos tragos es todo lo que logro aguantar antes de estar


demasiado cansado para esta mierda y los dejo en el pub. No deseo volver
a tener una resaca de tres días. Es tarde, y sé que me he perdido el Cirque,
lo que me enojado a pesar de que no tenía intención de regresar esa noche.

La tentación estuvo allí algunas veces durante la noche, esa pequeña


voz que decía que quería ir a verla. En cambio, observé a los muchachos
emborracharse y ahora estoy de camino a casa. Solo, a mi casa vacía.
Huelo a humo y cerveza rancia, así que me quito la ropa para cambiarlas
por mis pantalones deportivos.

Tan pronto como me siento en mi cama para ponérmelos me siento


inquieto, como si algo en mí fuera arrebatado de su lugar, y en vez de mi
sudadera quiero usar otra cosa.

Agarro la llave del cajón al lado de mi cama. Cerrándola con fuerza


en la palma de mí mano desaparece, como estoy a punto de hacerlo.

Mi payaso, eso es lo que está mal. Ya no está contento de


esconderse, quiere volver a salir. Los susurros estaban en silencio hoy,
pero ahora es como si yo simplemente fuera él. Ya no existo, y él se hace
cargo de mi mente.
Voy a dormir en mi remolque esta noche. Mi circo llama al payaso y
él no puede ignorarlo. Pintar mi cara lleva tiempo, ya que me aseguro de
que cada detalle sea perfecto, cada línea donde debe estar. Mi nariz
resplandece perfectamente con el brilloso rojo sangre, mis ojos
enmarcados en sus círculos negros. Pantalones de raso negro y tirantes,
estos tienen lentejuelas en un patrón blanco y negro que causaría
epilepsia si lo miraras demasiado tiempo.

Elijo un collar de payaso con volantes esta noche sobre la corbata de


moño, pliegues blancos con un borde posterior sujetándolo bien. Cuando
trago, mi manzana de Adán empuja contra él. Los bordes lisos de la tela
rozan mi cuello mientras lo acomodo para que el cierre quede en la parte
posterior.

Mirando a mi reflejo soy quien estaba destinado a ser. Me pongo un


blazer estampado de color rojo y negro que obtuve de un comerciante de
antigüedades que había liquidado a un coleccionista de circo. Creo que
compré todas sus cosas más pequeñas, los trajes y la ropa eran auténticos
y muy tentadores.

Salgo del garaje otra vez, aún no estoy acostumbrado a la libertad de


dejar salir al payaso de la caja escondida y cuidadosamente construida.
Agarro mi teléfono, las llaves y una taza de café para viajes en la oscura
cocina, si enciendo las luces la gente podría ver dentro.

Al amparo de la oscuridad y la espesa neblina que se ha asentado


fuera, me deslizo de nuevo en mi auto y me alejo hacia la parcela costera,
hacia mi carpa y remolque.

El aire del océano llena mis pulmones y veo las bombillas


balanceándose en la brisa. Los instalé con un interruptor de día/noche
para que se encendieran cuando se pusiera el sol.

Estoy en casa.
Introducir la pequeña llave en el agujero del remolque, con solo las
tenues luces oscilantes de la carpa, es difícil. Tomo una nota mental de
que necesitaré traer a alguien aquí para que conecte mejores sistemas
eléctricos e iluminación. Tenía instalados dos urinarios cuando se levantó
la carpa.

Finalmente dentro del pequeño remolque, tomo un minuto para


mirar alrededor. Usando la luz de la linterna de mi móvil, puedo ver la
cama individual, el armario, la mesa auxiliar, el tocador y la caja. Es casi
idéntico al de mis recuerdos; perfecto.

Abro la pequeña ventana para tener una vista despejada de mi


carpa. La luna refleja su luz sobre el océano en la distancia, lo
suficientemente cerca como para que en el desolado silencio pueda
escuchar el oleaje. Olas rompiendo en la costa rocosa, la luz de la luna,
suaves manchas de niebla en el fondo y mi carpa destacando justo en
frente de mí; me acuesto en la cama boca abajo, apoyado en los codos, y
solo miro todo.

Esto es lo que quería desde que estuve en primera fila ese verano.
Ese circo me hizo querer todo esto, y finalmente estoy logrando ese sueño.

En la oscuridad, acostado en una cama como en la que él la follaría


implacablemente, estoy en casa.
Ruedo sobre mi espalda y dejo que mi imaginación me lleve al
pasado; los sonidos son lo primero.

La música de circo baila en el aire. El sonido de aplausos y risas


antes de que termine el acto del payaso; él y la joven con coletas casi han
terminado.

El olor de las manzanas de caramelo, el algodón de azúcar y las


palomitas de maíz vuelven a mí, recuerdo cómo me escabullía en ese
momento y me escondía en la parte trasera de la carpa, siguiendo las rayas
hasta la salida donde sé que saldrá pronto.

Esa mueca, los músculos abultados de sus brazos y su enorme polla.


No puedo dejar de mirarlo. Veo la forma en que todas las mujeres lo miran,
pero ella, ella lo mira de manera diferente.

Sus ojos se ponen tristes cuando él deja su remolque. Veo las


lágrimas brillando tanto como sus jugosos labios y su maquillaje de ojos.
Cuando me mira siento cuánto ama a ese payaso, y desearía que fuera a mí
a quien amara.

La alerta de mensaje de mi móvil me hace abrir los ojos y terminar


con el espectáculo que estaba viendo en mi cabeza. Me siento, con el
resplandor de la pantalla iluminando mi rostro, y le veo en el espejo de la
pequeña cómoda. Es exactamente igual a como es en mis sueños.

Su cara se ha vuelto mía, mis brazos se hinchan con los mismos


músculos y las venas de mi cuello se tensan contra el collar. Deslizando el
pulgar por el móvil estoy listo para un mensaje de Samantha, que
necesitará ser rescatada de una u otra mierda. Me sorprende cuando veo
el nombre de Gavin junto al ícono no leído.

De nada, cabrón.

Imogene 07712345678. Llámala idiota.

Estoy sonriendo. Es involuntario, pero estoy sonriendo tanto que me


duelen las mejillas y la pintura de mi cara se arruga donde mis hoyuelos
se forman en las mejillas. Voy a llamarla mañana, la llamaré mañana.

Esta noche voy a disfrutar de este lugar, mi lugar, mi hogar. En


lugar de llamar a Imogene me siento en la cama. El brillo de la luna arroja
una luz blanca lechosa sobre mi regazo, y miro su número guardado en
mis contactos como “Mi Trapecio”.

El aire del océano silba cuando el viento se levanta, y tiemblo


cuando golpea mi piel expuesta. Mis dedos se deslizan sobre las letras
mientras escribo un mensaje en el espacio que aparece cuando hago clic
en su nombre, borrando el mismo hasta que queda en blanco nuevamente.

Repito esto una y otra vez hasta que recuerdo que soy él, no yo; y
que puedo hacer esto.

Me gustó besarte.

Miro la burbuja verde con las palabras en ella hasta que veo los dos
pequeños ticks que me notifican que lo ha leído.

Espero, mis ojos pegados a la pequeña pantalla.


Cuando aparecen los tres puntos bailando debajo de mi mensaje
necesito tragar, pero el collar evita que baje, mis nervios atascándose en
mi garganta y ahogándome mientras veo los pequeños puntos, esperando.

Solo esperando que aparezca una burbuja azul debajo de la mía.

Lo sé ;)

Lo sé. De nuevo con el 'Yo sé'. El pequeño emoji del guiño me


recuerda su rostro, y la sonrisa que tenía cada vez que me respondía con
'Lo sé'.

Lo siento por irme.

Los puntos aparecen de inmediato esta vez.

No, si lo sintieras hubieras regresado. ¿Por qué te fuiste?

Esta mujer no tira golpes, solo dice exactamente lo que hay. Me


siento culpable por irme pero ella tiene razón, si lo sintiera hubiera vuelto.
Pero no lo siento, estaba enfadado.

Te tocó, y no podía mirarlo sin querer matarlo.


Es la verdad.

Batea para el otro equipo, Sivan. Preferiría haberte tocado.

De repente me siento estúpido. Me froto la barbilla y la pintura


blanca se me cae de la mano, embarrando y manchándome. La mezcla
aceitosa y pegajosa cubre las puntas de mis dedos.

Me gustas, Imogene.

Mirar la pintura al óleo blanca en la punta de mis dedos me da la


confianza que nunca tuve, no soy yo, es el payaso que habla con ella
ahora.

Lo sé. Tú también me gustas.

El sudor comienza a gotear sobre mi piel a pesar de que tengo frío.


Sentado, con el viento soplando a través de la ventana, mi mano tiembla
un poco y dejo el móvil sobre el colchón desnudo.

Le gusto. Le gusto a la chica de cabello rojo y ojos brillantes.


Fingiendo que ella ve esto, todo yo, la cara pintada y la ropa brillante, me
permito soñar por un momento tenerla aquí conmigo en nuestro pequeño
mundo.
Quiero besarte otra vez.

El sabor de su boca todavía está fresco en mi mente, sus dedos


enganchándose en mi cabello desordenado cuando se puso áspera por la
necesidad. Dios, quiero sentirla así de nuevo.

Mi polla se endurece mientras mi lengua prueba su memoria, la


sensación pegajosa de sus productos para el cabello entre mis dedos. El
piercing labial furtivo es frío contra mi piel mientras su boca roza
suavemente contra la mía. Su pecho redondo y lleno alzándose contra mi
pecho.

Lo harás. Buenas noches, Sivan. Xx

Lo haré.

Ven a verme jugar el sábado. Te llevaré a cenar después y podrás besarme de


nuevo. Esta vez con las luces encendidas.

Sin puntos bailando, sin respuesta. Reemplazo mi rechazo con la


imagen de ella estirándose y trepando a esa caja, como la que está en el
fondo de esta cama.

Deslizo los pantalones de satén por mis piernas, la tela sedosa


contra mis piernas bien afeitadas hace que mi polla sea más dura. Es
como si sus dedos bajaran por mis piernas, y me tenso. Los músculos por
los que tanto he trabajado son rígidos y tensos mientras lucho por
contener mi clímax. Ni siquiera me he tocado, pero las imágenes vívidas en
mi mente, y estar aquí, así, libre de ser simplemente quien he querido ser
durante más de la mitad de mi vida, me excita tanto que todo mi cuerpo lo
siente.

Un grito escapa de mis labios pintados mientras cubro mis ojos con
las manos. La teatral pintura se ensucia y se mezcla, extendiéndose,
sangrando en una imagen sucia que se ve como él después de que
terminaron.

La pintura facial en blanco y negro se desliza hacia arriba y hacia


abajo mientras agarro mi polla, convirtiéndose en una mezcla gris fea. La
pintura aceitosa es un lubricante que me permite moverme más fuerte y
más rápido con facilidad. El esperma sale de mí con un gemido y lo veo
dispararse hacia mi estómago.

Resbaladizo con mi corrida y la pintura de cara grasienta, todavía


semi erecto, me miro en el viejo espejo moteado y sucio, y la vergüenza de
lo que veo me hace retroceder a la realidad.

Me levanto los pantalones, me limpio la pintura y corro para


limpiarme la mano pegajosa. Me subo la ropa, cierro la ventana y me
despido del circo.

Por ahora.

El cuello de mi chaqueta está levantado y el gorro que encontré en


mi coche me baja por la cara mientras salgo de mi coche hacia la puerta
principal y entro lo más rápido que puedo. La casa está en absoluta
oscuridad, y solo enciendo la pequeña luz sobre la estufa para poder ver,
para no ser visto por ningún vecino husmeando a altas horas de la noche.
Me desnudo en la lavandería y agrego el disfraz a la pila que ya está
esperando en la máquina. Agrego jabón y lo enciendo para que pueda
secarlo por la mañana.

Al salir veo mi cara veteada. Es una mancha de la perfección que


creé horas antes, se ve sucia, siniestra y casi tan oscura como los
pensamientos que me atormentaron todo el camino a casa.

Luchando contra mi propia mente, obligándome a conducir hasta


aquí y no ir a mirar por la ventana. Quería ir a verla dormir. Era una
necesidad, más que un deseo, algo está atrayendo a mi payaso hacia ella y
no sé cuánto tiempo puedo contenerlo.

La indignidad que siento al ver al monstruo mirándome aplasta la


confianza que escondo detrás de mí todos los días, y me ducho para
limpiarme de mis sucios secretos.

Sin el desmaquillador especial tengo que frotar muy fuerte para


limpiar mi cara con solo jabón común. Me entra en los ojos y arde,
haciéndome llorar. Mi piel es rosada y sensible por la forma en que la he
fregado y omito el afeitado para dejar que la irritación se calme.

Elimino meticulosamente hasta el último remanente del payaso de


mi cuerpo, limpiando mi polla sucia de la suciedad que evocó mi mente.

Destruido, me derrumbo en mi cama y me quedo dormido casi al


instante. El cansancio de las últimas dos semanas asegura que ni siquiera
sueñe, y duermo como un bebé sin preocupaciones ni problemas.

Gracias a Dios por los despertadores o me hubiera quedado en


estado de coma durante días. El molesto ruido me despierta justo después
del amanecer y demasiado pronto después de que me fui a dormir, la
sensación de cansancio me pesa en los párpados mientras me levanto y
me pongo mi equipo de correr. Saco mi móvil del cargador, pongo los
auriculares y abro la pantalla para encontrar mi lista de reproducción,
pero recibo un mensaje de notificación en la pantalla.
Me encantaría besarte con las luces encendidas, después de que te pongas
todo caliente y sudoroso. Recógeme temprano ;)

Encendí la aplicación de música, comencé a correr e hice diez millas


con una sonrisa en mi rostro y un latido cardíaco extra rápido en mi
pecho. Diez millas es un largo camino para convencerse de que pude hacer
algo que nunca antes había logrado.

La ansiedad y la paranoia que siento cada vez que alguien se acerca


demasiado a mis secretos comienzan a aparecer. Mi mente está débil, y los
pensamientos comienzan a hacerme dudar de que alguien pueda amarme.
No solo yo, yo y mi secreto.

El esqueleto en mi armario no es fácil de amar.


—¿Y? —Gavin me atrapa en la máquina de café—. ¿La llamaste?

Arrugo la frente. —Fue después de medianoche, no la llamé —Se ve


triste—. Pero gracias por eso. Le envié un mensaje de texto —Lleno su taza
de café mientras la sostiene frente a mí—. ¿Cómo conseguiste su número?

—Lo robé del móvil de tu hermana mientras estaba en el baño —Su


traviesa sonrisa me recuerda a nosotros como niños haciendo cosas que
no deberíamos hacer—. Deja esa cosa por todas partes.

Niego con la cabeza y vuelvo a llenar la cafetera. —Gracias hombre.


¿Le preguntaste a Sam si ella quiere trabajar aquí? —Recuerdo la
conversación de ayer miro el caos de la cocina de la oficina. Realmente es
hora de que obtengamos ayuda.

—Está pensando en eso.

Sus ojos lo delatan, algo está sucediendo con ellos, lo sé. —Está
bien. —Me encojo de hombros, empujando mi taza vacía en el viejo
fregadero.

—¿Te envió un mensaje de texto?

La energía posesiva llega hasta la superficie. No quiero decirle, no


quiero compartir lo que el payaso y ella tuvieron anoche. Es mío, mi
secreto, mi payaso y mi niña. —Sí. —Paso junto a él y salgo por la puerta,
sin querer compartir más.

Me sigue, por supuesto. Esto es muy divertido para él, pero no lo es


para mí, estoy petrificado. He guardado este secreto durante más de la
mitad de mi vida, me aseguré de que nadie lo supiera y ahora quiero
invitar a alguien a mi vida. Tal vez incluso comparta a mi payaso con ella,
y se me debilitan las rodillas, temeroso de lo que pueda pasar.

—No puedes decir que sí y marcharte después de que me convertí en


un súper espía para conseguirte su número.

Oh si puedo. —No dijo mucho, era tarde. Vendrá al juego mañana.


Conmigo.

Sus ojos se abren un poco más de lo normal antes de que se tome


un buen minuto para procesar mi respuesta. Me instalo detrás de mi
escritorio, abro el portátil y continúo como si no dijera nada, pero lo estoy
pendiente de él y su reacción.

—¿Te perdiste la parte en la que el entrenador dijo que no había


pájaros en el juego? —No. Simplemente no me importa eso—. Pero en
serio, ¿traes a una chica a un juego? Realmente te debe gustar.

—Vete a la mierda, ¿quieres?

Se echa a reír y me siento como ese chico en el vestuario de la


escuela otra vez. Odiaba ser ese chico.

—Sivan, no has tenido una novia real desde la secundaria, déjame


disfrutar de esto un poco.

Mi niño interior quiere esconderse. Pero el payaso en mí, con su


rostro amenazador, quiere golpear a mi amigo en la cara.
—Como compañero, solo déjalo, por favor. Conocí a una chica, nos
besamos y le pedí que viese el juego y cenara conmigo. Joder, podríamos
odiarnos.

No lo haremos. Sé que no lo haremos. Nunca he querido a una mujer


como ella.

—Está bien, joder, solo te estaba molestando, Sivan. Estoy feliz por
ti. —Solo porque saliste con mi hermana y quieres follártela.

Pisotea fuerte fuera de mi oficina; sabe exactamente lo que estaba


pensando. Hemos sido amigos el tiempo suficiente para que lea mi mente
ocasionalmente.

Cuando abro mi correo electrónico, hay un mensaje del hombre que


me vendió el tráiler, y siento un cosquilleo de emoción cuando lo abro.

Sivan,

Gracias por su compra. Ya que indicó que es un coleccionista de


parafernalia de circo, pensé que podría estar interesado en los siguientes
artículos que me han llegado:

- Remolque de león / jaula de animales

- 4 x remolques restaurados de circo

- Miscelánea variada de circo/carnaval

- Disfraces de circo antiguos y mix de accesorios

Básicamente, tengo todo el circo, la carpa y los animales. Realmente


me gustaría mover esto en un lote, para que no demore meses en venderse.
Si está interesado en ver la colección, llámeme. Todavía no he anunciado ni
avisado a nadie más, pensé en contactarte primero.
Saludos

Sr. R. Masters

Estoy a punto de saltar de mi silla con entusiasmo; por las


posibilidades. Podría completar mi circo, tener todo lo que necesito para
hacer que mi mundo sea perfecto.

Si calculo los ahorros y la cuenta de inversión que tengo, el dinero


no es un problema. Debería estar en condiciones de hacer una oferta
decente sobre todo o, al menos, los artículos que quiero.

Respondo con un poco de entusiasmo a su correo electrónico y


organizo una cita para ver la colección el domingo, ya que está a tres horas
en coche desde aquí.

Hoy está catalogando todo el lote y me lo enviará más tarde esta


tarde. Sé que actualizaré mi bandeja de entrada cada cinco minutos hasta
que lo obtenga. La colección proviene de un circo ambulante francés; mi
circo era francés.

Sus acentos susurran en mis oídos incluso ahora, la forma en que


sonaba el Maestro del Anillo cuando hacía anuncios, incluso sus dulces
gritos sonaban en francés. Mi corazón me rebota en el pecho con júbilo y
anticipación.

Cuando Gav vuelve a entrar tiene la cara en el móvil y envía


mensajes de texto con furia. —Hola, voy al sitio y luego a casa. No hay
mucho que hacer hoy mientras estamos terminando dos compilaciones. La
próxima semana será un infierno, por lo que también podrías terminar
temprano hoy.

Sé que la próxima semana no tendremos tiempo para nada más que


trabajar, ya que comenzaremos a abrir nuevos caminos en dos sitios
nuevos y terminaremos los cabos sueltos en las construcciones actuales.
—Suena bien. ¿Qué vas a hacer esta noche? —pregunto, pero mis ojos
están en mi bandeja de entrada, buscando impacientemente el correo con
fotografías de las cosas del circo.

—Tengo que ir a ver a Miriam, hay papeles que debo que firmar. —
Oigo un quiebre en su voz, una tristeza. Miriam es una perra, no ha hecho
más que lastimarlo desde el primer día.

—¿Papeles? —pregunto, porque no ha dicho nada sobre ella o el


bebé en dos semanas. Normalmente me dice lo puta que es al menos dos
veces al día.

—Pruebas de paternidad y documentos de custodia. Quiere que la


pague la pensión, la muy puta.

Ay. Me preguntaba si el bebé era suyo pero nunca dije nada, es mi


amigo y ya estaba sufriendo lo suficiente—. ¡A la mierda!

Solo se encoge de hombros y mete su móvil en el bolsillo. —Te veré


mañana en el juego con tu nuevo pájaro. —Se remueve un poco antes de
salir de la oficina. Escucho que la puerta se cierra poco después.

Actualizo mi correo una vez más antes de asegurarme de que esté


configurado para entregarse a mi móvil si el ordenador está apagado.
Decido aplacar a mi madre y pasar por su casa camino a casa, me ha
dejado unos veinte mensajes de voz y no he escuchado ninguno de ellos.
Sé lo que dicen: ¿dónde estás, hijo? Te extraño. Sam está molesta, ¿qué
está pasando? Los he evitado porque temo equivocarme y decir—: Sam es
una maldita stripper, mamá.

Tal vez esta no sea la mejor idea que he tenido pero ya estoy a mitad
de camino y podré terminar de una vez, si no dejará de llamar y aparecerá
de visita.

Siempre estoy un poco aterrorizado de que pida algo de la abuela


que tengo en el garaje, así que evito tenerla lo más cerca posible de mi
casa.
—Mamá —llamo a través de la puerta abierta. La puerta de
seguridad está cerrada pero la puerta principal abierta, la gusta el aire
fresco.

Paro en el escalón delantero y miro su pequeño jardín perfectamente


mantenido; pasa mucho tiempo atendiéndolo. Los brotes de primavera en
los árboles y las plantas en ciernes se ven frescas, y el aire en el jardín se
siente limpio. Mi casa no se siente así porque esconde secretos. Mis
secretos.

—Mamá —grito más fuerte ahora—. ¿Podrías abrir la puerta, mujer?


—La escucho venir, golpeando las puertas, arrastrando los pies, buscando
las llaves que sin duda tiene en su bolsillo o en algún lugar que olvidó.

—Ya voy, hijo —Más golpes y arrastre de pies. Aparece en el pasillo


con las llaves sonando en su mano.

—Hola, mamá. —Me envuelve en un abrazo excesivamente celoso y


me lleva adentro. Huele a mermelada de albaricoque y bollos, alguien ha
estado aquí para el té de la tarde. Mi móvil está vibrando en el bolsillo y sé
que son las fotografías que he estado esperando, pero no las voy a abrir
aquí. Tendrán que esperar hasta más tarde.

—¿Cómo estás? ¿Te he llamado, sabes? No he sabido nada de


ninguno de ustedes, niños paganos, desde la cena, y estaba preocupada.
Si Gav no me hubiera dicho que estabas vivo habría ido a tu casa, ¿sabes?
—dice mientras nos desplazamos a la cocina, donde enciende la tetera.

—No tomo té, mamá. —Tengo que recordarla, mientras mete una
bolsita de té en una taza.

—Mierda, lo siento. —Reemplazándolo con un poco de café


instantáneo de un frasco, busca la leche en el viejo refrigerador.
Las cosas tiemblan cuando la puerta se cierra de nuevo, la deja ir y
vuelve al mostrador. Me siento en la mesa de madera, que me recuerda
demasiado a mi padre. Su silla todavía está aquí pero ninguno de nosotros
se sienta en ella. Me gustaría quemarla en una hoguera.

—Janice estuvo aquí antes. Su hija acaba de tener un bebé. Vino a


presumir —Vino a presumir lo normal que son sus hijos—. Es un niño
pequeño, tan dulce —continúa sobre eso.

Me alejo y mi mente vuelve a la primera vez que vi a Imogene aquí en


la cena, con esa sonrisa tímida y el brillo en sus ojos. Dios, ella es
exquisita.

Una taza de café decorada con flores se desliza debajo de mi nariz,


sacudo la cabeza y miro a mamá, ahora sentada frente a mí. —¿Dónde
fuiste, hijo? —Siempre supo cuando estaba soñando despierto.

—Estaba pensando en mis cosas. —Tomo un sorbo de café, todavía


demasiado caliente, y sostengo la taza en mi mano, el calor empapando mi
piel.

—Sí, tienes un brillo en tus ojos. ¿Qué cosas?

Mi madre está aburrida y sola. —Una chica, si quieres saberlo. —Su


rostro se ilumina, y una sonrisa como no había visto en años aparece en
su rostro arrugado. Mamá era hermosa, todavía lo es, pero cuando era
más joven era una mujer impresionante. Los años de problemas con mi
padre la dejaron envejecida y cansada.

—Una chica dices, ¿eh? —Bebe un poco del horrible té de hierbas


que tanto ama.

—Sí mamá, una chica. La llevaré a mi juego mañana. —Su sonrisa


no podría ser más grande, y parece que podría llorar lágrimas de felicidad.

—Realmente te debe gustar. ¿Puedo conocerla?


Debería decirle pero, ¿y si Sam ya ha dicho algo? —Ya la conociste,
mamá. —La guiño un ojo. Mamá es afilada como un cuchillo y lo pilla de
inmediato.

—¡Oh, oh, lo sabía! La vi mirarte.

Necesito explicar lo de Sam porque surgirá, y preferiría evitar una


tormenta de mierda. —Realmente me gusta, y creo que le gusto. Pero
mamá, es un poco complicado, debido a Sam. —Suspiro. Sé que esto va a
lastimar a mi hermana pero siento que es mi turno ahora.

—Es más que una amiga para Sam —dice mi muy perceptiva madre.

—Algo así, mamá. No fui tras ella. Lo juro por Dios, me besó y fue...
—Mamá me sonríe, y siento que esto podría estar bien—. Fue jodidamente
espectacular.

Me da una palmada rápida en el brazo por maldecir. — Te mereces


ser feliz. Sam, conoces a Sam hijo, está molesta.

Mi madre aceptó que mi hermana nunca estaría bien hace mucho


tiempo. Yo, por otro lado, pasé mucho tiempo y energía tratando de
corregir los errores en su vida. No sé qué ha cambiado.

Imogene cambió, ella te mostró la verdad.

Simplemente no quiero seguir ayudando a mi hermana. Ya no es mi


trabajo, es una adulta.

—Sam puede cuidarse sola. Sé que ustedes dos le ofrecieron un


trabajo en la oficina, fue muy amable de tu parte.

Fue amable, no estaba seguro de que fuera una buena idea, pero
Gavin quería. —Sí, estábamos pensando en eso —Me encojo de hombros y
termino mi café. Raspando mi silla hacia atrás me levanto y pongo mi taza
en el lavavajillas. Mamá me pasa la suya desde su asiento en la mesa—.
Gracias. Necesitaba ese té.
—Es un placer. Es bueno saber que todavía me necesitas para algo.

Puse mis manos sobre sus hombros y le di un pequeño apretón. Mi


madre es una santa, me preocupa cada día que mis secretos salgan y la
lastimen. Todos mis secretos. —Te amo, mamá. —Beso la parte superior
de su cabeza antes de dejarla ir—. Mejor me voy a casa, tengo un juego y
una cita mañana.

Saco mis llaves del bolsillo y ella se levanta. —Gracias por visitar a
tu vieja madre. —Recibo un beso en la mejilla antes de caminar hacia la
puerta principal.

Me aseguro de que ella se encierra detrás de mí. En el momento en


que estoy en mi coche abro mi móvil para poder ver el correo electrónico,
esperando con impaciencia mientras se cargan las imágenes. Las
pequeñas flechas grises que giran me vuelven loco, tardan una eternidad
en descargarse a través de la red menos que estelar.

Cuando finalmente lo hacen la excitación y la emoción de la caza


mientras los reviso me hacen salivar. Lo quiero todo. Hasta la última pieza
debe ser mía.

Respondo a su correo pidiéndole que ponga un precio a todo el lote y


confirme mi cita para el domingo. El sol de la tarde cae bajo en el cielo y la
brisa se ha levantado, los árboles susurrando y haciendo un sonido
espeluznante. Decido ir a mi carpa y ver dónde irán todas mis cosas
nuevas.

En el camino llamé a los contratistas de electricidad y plomería que


habían conectado las luces originales y las conexiones de agua para que
podamos organizar y preparar las extensiones.

No están conectados a nuestro negocio, y son de otra ciudad, por lo


que evitan la posibilidad de chismes. Soy cuidadoso con mi secreto, y tener
estas cosas a la intemperie me pone paranoico y nervioso, pero también
me excita y me da poder.
El cielo es brumoso y el aire frío al final del día, el viento aullando y
agitándose mientras estrecho la mano de los dos hombres que conectarán
mis nuevas adquisiciones cuando lleguen.

Quiero que sea perfecto. También necesito poder convencer a los


funcionarios de zonificación del consejo de que es una estructura no
permanente. Con las nuevas adquisiciones incluso podría salirse con la
suya llamándolo lugar de interés, pero nunca estará abierto al público, así
que tal vez no. Me siento en el escalón del remolque del payaso y veo las
olas a lo lejos, donde mi terreno se encuentra con el océano.

El golpeteo rítmico de las olas y el cielo oscuro calman la locura


paranoica que comenzaba a surgir. Quizás este lugar sea mi respuesta;
tener un hogar para mi payaso evitará que mi vida real se salga de control.

Inhalo el aire marino y exhalo mi ansiedad y preocupación al tener


mi pequeño mundo. Cuando se va el sol y mis hilos de luces cobran vida,
entro en la tienda, el templo de mis sueños.

Justo en el centro de la carpa, en un punto azul gigante, paro y miro


los trapecios que se mueven suavemente por el viento que sopla a través
de los huecos.

El fantasma de ella lo mueve con mis recuerdos, y mi mente evoca


imágenes eróticas de Imogene balanceándose desde esa gran altura.

Miro mi reloj, tengo tiempo.

Es viernes y Cirque estará en el escenario en pocas horas. Con un


salto en mi paso dejo mis sueños y voy a perseguir esta nueva realidad.
Vestido con una fresca camisa blanca, vaqueros oscuros y abrigo
negro, cierro mi casa y conduzco al estacionamiento cutre del club.

Me quedo sentado en mi coche por un minuto mirando a Jezebel,


estacionada visiblemente en el medio del lote. Una lámpara solitaria se
alza iluminando una pequeña sección del pavimento debajo de él, donde el
hombre muerto en vida yace con su botella cómodamente debajo de su
brazo.

Caminando hacia las puertas de madera a través del lote mal


iluminado y con olor a humedad me asusto cuando el muerto se mueve de
repente. Estoy a punto de cagarme.

Le entrego mi abrigo a la tetona dama del mostrador cuando entro


por las puertas. La iluminación bermellón y el olor a humo me saludan al
entrar, mi corazón latiendo un poco más fuerte en mi pecho. La dama del
piano todavía está en el escenario, y la bella mujer del bar me guiña un ojo
mientras miro a mí alrededor para decidir dónde establecerme. La mayoría
de las mesas ya están llenas, y hay solo unos pocos asientos vacíos en el
bar. Opto por el bar y la sonrisa familiar de la chica de cabello oscuro
sirviendo bebidas como si hubiera nacido para ello. Hace calor dentro y me
enrollo las mangas hasta los codos antes de descansarlas en la barra.

—¿Cerveza o whisky esta noche? —Me siento tentado por su dulce


voz pero tengo un juego mañana, tengo que quedarme con el agua.

—Whisky y agua, sin el whisky. —Le guiño un ojo mientras niega


con la cabeza y me da una sonrisa traviesa.

—¿Estás seguro? Tu hermana está en el escenario esta noche,


¿sabes? —Mi estómago se hace un nudo ante la idea. Sacudo la cabeza y
me pone un vaso de hielo y una botella de agua fría—. No hay pase detrás
del escenario esta noche, ya es demasiado tarde.
Sonríe ampliamente y continúa con su trabajo preparando bebidas y
limpiando el mostrador. Es bonita, no la exquisita belleza de Imogene pero
tiene esa linda apariencia de ella.

—No esta noche —contesto cuando ella vuelve a pararse frente a mí.

—Así que, señor Alto, Oscuro y Musculoso, tampoco hay ningún


compinche esta noche. ¿Estás aquí para mirar, o eres uno de esos tipos
habladores? ¿Debería llamar al gorila? —bromea conmigo.

—Solo quiero mirar. —Trago el agua, de repente incluso más caliente


que antes.

—Quieres mirarla —agrega a mi comentario—. No estás aquí para


mirar a tu hermana, y si lo estás, estoy llamando al gorila. —Su cola de
caballo se balancea y gira mientras trota de nuevo.

La música se detiene y sigue el aplauso poco entusiasta de la


multitud. Sé que ellos son los próximos y me chupo los labios esperando
que esa música se filtre a través del sistema de sonido.

Entrecerrando los ojos un poco cuando las luces de la casa se han


atenuado, miro alrededor de la habitación y giro la silla para mirar hacia el
frente. Las cortinas de terciopelo se mueven ligeramente mientras trabajan
para preparar el escenario detrás de ellas.

Cuando se abren las cortinas ella no está en el escenario, pero veo la


espada en el centro esperándola.

Me recuerdo a mí mismo que no es una amenaza. El sonido


estridentemente penetrante de la melodía familiar adormece mis
pensamientos y me transporta a mis sueños. Los movimientos
exactamente cronometrados de los dos hombres en el escenario me
hipnotizan, el ritmo me atrae a un trance donde mi payaso y yo somos una
sola persona.
Es cautivadora mientras realiza sus actos uno tras otro, terminando
con ella haciendo el amor sensualmente al aro antes de que se retire de la
vista.

Mi piel está caliente por la tensión sexual, el deseo y la profunda


necesidad de transformarme. Me voy otra vez antes de que ella pueda salir
de la puerta del escenario, caminando rápidamente hacia mi coche. La
tranquilidad desolada envuelve el exterior del club, dando la ilusión de que
no hay nada dentro. Esconden los secretos que se guardan dentro, como
yo.

Regreso a casa para colgar el esqueleto al armario donde pertenece.


Tal vez mañana, si no está usando lentejuelas, balanceándose de un aro o
haciendo el amor en el aire podré controlar a mis demonios.
La luz del sol se filtra a través de las cortinas de mi dormitorio.
Todavía no tengo ganas de levantarme o brillar, así que tiro el edredón
sobre mi cabeza y entierro la cara en la almohada.

El sueño inquieto, los recuerdos vívidos y una erección que me


obligó a despertarme para hacerme una paja me asegura que me siento
como el gusano, y no como el pájaro, esta mañana. Necesito arrastrar mi
trasero pronto para poder ir al gimnasio y estar listo para el juego de esta
tarde.

Se supone que debo almorzar con Gavin antes de ir a buscar a


Imogene. La estoy yendo a buscar. Sonrío en mi almohada de plumas solo
de pensarlo. Mi móvil está vibrando en la mesita de noche y gruño
mientras quito las fundas, me dejo caer e intento alcanzarlo sin realmente
sentarme o dejar mi nido.

Las yemas de mis dedos apenas lo agarran mientras lo arrastro


hacia mí. Estoy demasiado emocionado por el hecho de que realmente
logré de lo que debería.

Te fuiste de nuevo. Te vi mirándome. Me hizo sonreír. ¿Te veré mañana?


Hay un mensaje de Imogene, una llamada perdida de Sam, otro de
Gavin y un correo electrónico sobre los objetos de colección del circo.
Desearía haberlo dejado en la mesita de noche y haber vuelto a dormirme.

Empiezo llamando a Gavin primero.

—¿Para qué tienes un móvil? —dice al segundo de contestar.

—Para enviar mensajes de texto, como las personas normales. Nadie


llama a menos que alguien haya muerto. ¿Quién murió? —Lo escucho
resoplar.

—Nadie murió, maldito imbécil. Estaba buscando a Sam y


preocupado, así que te llamé —suena irritado y un poco molesto.

—Estuvo en su espectáculo anoche, pero no le hablé. Me llamó, pero


perdí la llamada.

Silencio.

—Llámala, por favor. —Ahora solo suena desesperado—. Arregla lo


que sea que haya entre ustedes dos. Va a lastimarse, Sivan

¿Por qué? ¿Por qué tengo que solucionar el problema? No voy a


renunciar a Imogene por ella, lucharé con ella.

—La llamaré. Joder. Gav, esta vez no renunciaré a lo que quiero —


En mi mente puedo verlo fruncir el ceño y sacudir su cabeza hacia mí—.
Ella siempre ha ido primero, traté demasiado de arreglar lo que hizo y no
puedo. Es mi maldito turno de ser feliz, porque ella nunca lo será.

—Te veré en el gimnasio, jodidamente llámala, por favor.

Cuelga. Si esto fuera 1999 habría golpeado el receptor con tanta


fuerza que el móvil se habría roto. Los móviles inteligentes simplemente no
ofrecen la misma satisfacción.
Marco el número de Sam. Tiene uno de esos molestos tonos de
llamada, así que oigo una estúpida canción de One Direction hasta que
hace clic en su correo de voz.

Bueno, lo intenté.

Estirándome, lentamente fuerzo mi cuerpo hacia arriba y balanceo


mis piernas sobre el borde de la cama. Con mis pies descalzos sobre la
alfombra levanto mi cuerpo en posición vertical y estiro hacia el techo,
tratando de despertarme correctamente. Con una mano en mis bóxers, voy
en busca de cafeína y comida.

Llamo a su puerta. Me tiembla la mano y mi corazón late con fuerza


esperando que ella abra. Antes de que lo haga, la puerta detrás de mí se
abre y mi hermana pequeña me mira.

—Hola —dice tímidamente.

—Oye.

—¿Realmente me vas a hacer esto? —Señala la puerta de Imogene.

—No te estoy haciendo nada a ti, Sam, estoy llevando a una chica
que me gusta a mi juego de hoy —La miro allí de pie, arrugando la cara,
preparándose para lanzar una rabieta—. Necesitas crecer, Sam. He
terminado de salvarte, cuidarte y ponerte en primer lugar. No puedo
salvarte. Siento que papá fuera un imbécil y te lastimara, pero no puedo
arreglarlo, y no estoy intentando nada…

Cierra la puerta de golpe y desaparece detrás de ella; su pequeño


cartel de bienvenida oscila de lado a lado. El clic de la apertura de la
cerradura de Imogene es todo lo que necesito para olvidar a mi hermana.
La escucho quitar la cadena de la puerta, se abre y su sonrisa es todo lo
que veo.

Al salir y cerrar detrás de ella, la llevo adentro. Lleva puesto un


vestido suave y floral que abraza cada curva de su cuerpo. Su corto cabello
peinado en picos desordenados, sus carnosos labios brillan con un gloss
rosado y huele a flores de primavera y dulzura.

Poniéndose de puntillas besa mi mejilla y susurra un suave “hola”


en mi oído. Le devuelvo el beso en la mejilla e instintivamente tomo su
mano en la mía. La forma en que su rostro se sonroja y una sonrisa se
dibuja en sus labios cuando me aprieta la mano es la perfección. Tengo
esa sensación de mariposas en el estómago, la misma que tengo cuando
me siento a pintarme la cara.

—Hola —respondí eventualmente, sonriendo a su lado. Esos grandes


y brillantes ojos me miran a través de sus pestañas, escondidos y tímidos,
pero lo sé mejor—. Nunca he llevado a una chica a un juego, por lo que los
muchachos podrían molestarte un poco. ¿Está bien? —Tengo que
advertirle un poco, pasarán todo el día meándose. Lo sé.

—¿Nunca? No lo creo —La brisa hace que la falda de su vestido flote


alrededor de sus rodillas—. Los hombres como tú tienen a todas las chicas
cayendo a sus pies. —Me da una pequeña mirada descarada,
desafiándome; piensa que estoy mintiendo.

Tiro de su mano para acercarla, así puedo mover su pequeño cuerpo


fácilmente para situarla frente a mí. Su cabeza se inclina hacia atrás para
poder mirarme. —Nunca, Imogene. Eres especial. —Cuando digo las
palabras su rostro se sonroja aún más, y me siento como un idiota
confesando esas cosas en una primera cita. No es una primera cita si ya
nos hemos manoseado, ¿no?—. No salgo, y estoy bastante seguro de que
Samantha lo mencionó, le gusta restregar que soy diferente.

—Esto se siente muchísimo como una cita, Sivan. ¿Lo es? —Me está
tomando el pelo. Su pequeña sonrisa diabólica y sus ojos ansiosos se
burlan de algo oscuro en mí, y quiero agarrarla por el cuello y mostrarle
por qué no salgo.

La cosa es que quiero salir con ella. Conectamos y lo siento, sé que


ella lo hace. —Esto es una cita, Imogene, definitivamente es una cita.
Espero que sea la primera de muchas.

Arruga su nariz en esa linda sonrisa y cierra un ojo para bloquear el


sol que la deslumbra. Me acerco aún más para que mi sombra pueda
cubrir su rostro. —Bien, esperaba que fuera una cita real. Realmente no
salgo tampoco. A los chicos no les gusta lo que hago, se ponen celosos. —
Veo la acusación en sus ojos. Me puse celoso y me fui.

—Bien, porque realmente me gusta lo que haces. —La acompaño a


mi coche, mi mano en la parte baja de su espalda, el contacto cálido y
reconfortante.

Me gusta tocar a Imogene. Abro la puerta como un caballero y la


cierro una vez que está dentro.

Está en mi coche.

Respiro profundamente mientras me acerco al lado del conductor.

Robarla. Llévala lejos.

Correr. Corre al circo.

Sacudo la cabeza para tratar de silenciar a la voz que salió de la


nada. Me detengo un momento antes de conseguirlo, asegurándome de
estar listo para esto.

Todo el mundo desaparece cuando estoy cerca de esta mujer, es


como si nada más existiera más allá de ella. Me consume. Cada rincón de
mi mente ha sido invadido por pensamientos sobre ella.
Sintoniza mi radio a su preferencia y se sienta con sus pequeños
pies cruzados en los tobillos. Su vestido se ha subido ligeramente,
mostrándome sus musculosos muslos. Su dedo toca su pierna a tiempo de
la basura que está escuchando. No puedo escucharlo porque todo lo que
puedo oír es a mi payaso diciéndome lo que debería hacerle.

Gavin está apoyado contra su coche esperándome cuando llegamos


al club. Hay gente entrando y saliendo, y veo algunos muchachos entrando
en los vestuarios.

Sacude la cabeza cuando ve que realmente tengo a un pasajero en el


coche y comienza a caminar hacia donde voy a estacionar. Al llegar a mi
lado del coche tiene una sonrisa engreída en su rostro. Empujo la puerta y
salto al asfalto, las pequeñas piedras crujiendo bajo mis pies.

—Hola —digo, empujándolo en mi camino juguetonamente—.


Muévete, imbécil. Necesito abrirle la puerta a la dama.

Empuja hacia atrás, sonriéndome. —Realmente trajiste un pájaro al


juego —bromea.

—Sí, y me gustaría sacarla del coche, idiota. —Me muevo hacia la


puerta del pasajero y la abro. Extiendo mi mano para ayudarla, es bajita y
mi coche está muy alto.

Esta vez es ella la que me sostiene de la mano, y veo que la pequeña


sonrisa tímida regresa; está nerviosa por esto. —Son solo un grupo de
hombres cachondos, no debes preocuparte —digo, abriendo el maletero
para agarrar mi bolso—. Este es mi mejor amigo, Gavin —Señalo a Gav,
con su sonrisa tonta—. Estúpido, esta es Imogene.

Él extiende su mano para que ella la estreche, obligándola a soltar la


mía.

—Hola Gavin, el chico que destrozó a Samantha para todos los


demás, y el mejor amigo del estúpido de Sivan. —Me río de su saludo y
Gavin niega con la cabeza.
—Hola, Imogene. —Avanza delante de nosotros y ella camina
conmigo hacia la puerta del vestuario hasta detenernos. Realmente no
puede entrar, pero no deseo dejarla afuera.

—¿Vienes? —pregunto mientras Gavin cierra la puerta de golpe


detrás de él. Me mira como si estuviera loco.

—¿En el vestuario de los hombres? ¿Estás loco?

—Es justo, ya que he estado en tu vestuario.

Sacudiendo la cabeza, dice—: No, Sivan. Te esperaré aquí.

El rechazo pica, aunque sea una respuesta totalmente racional.

—Está bien, ve a sentarte en las gradas de allí —Señalo sobre su


hombro—. Te veré desde el campo y te buscaré allí después. —La guiño un
ojo y se sonroja de nuevo.

Entrar es difícil mientras la veo alejarse, el viento levanta su vestido


lo suficiente como para poder ver la curva de su trasero debajo de la tela.

—OOOOOooooooooooooooooh. —El coro de voces y maullidos me


golpea en el segundo en que entro al maloliente vestuario.

El entrenador me mira mal y niega con la cabeza. Dijo que no debía


haber polluelas, yo traje una y causó el caos. Es mejor que juguemos bien
o estaré en la mierda durante un mes.
Nunca antes había visto un partido de rugby, y mi último intento de
aprender a través de Google esta mañana fue un fracaso definitivo, ya que
no tengo ni idea de lo que está pasando. Todos parecen estar chocando
entre sí sin ninguna razón, cubiertos de hierba y barro. El hombre con el
silbato, el árbitro creo, tiene la cara morada. Lo sopla tan fuerte que sus
globos oculares podrían salirse.

Los hombres sentados a mí alrededor en los bancos se están


involucrando mucho, gritando, chillando y cantando canciones. El sol está
quemando mi piel blanca y sé que me veré como un tomate cuando salga
al escenario esta noche. Había planeado usar un disfraz rojo, supongo que
tendrá que ser negro o azul si no quiero ir combinada. Estoy aburrida, lo
que suena terrible, pero no tengo absolutamente ningún interés en el
deporte, y si no fuera por el pequeño guiño de Sivan habría sacado el libro
que escondí en mi bolso.

Todos corren hacia los vestuarios; hombres sudorosos, sucios y


descomunales, y me emociono. Leeré hasta que vuelvan.

Sivan deja la línea de corredores neandertales cuando pasan por el


estrado donde estoy sentada, sube dos escalones a la vez y se sienta a mi
lado. Apesta. Ni siquiera en el buen sentido de apestar, sino en el de
asqueroso, sudoroso y húmedo. Bloqueo la nariz, porque asco. No me
estoy acercando más a él así.

—¿Estás bien? —pregunta, y su voz me hace querer escalarlo, a


pesar de como huele.

—Estoy bien. Me estoy quemando un poco. —Señalo dónde el sol ha


frito mi escote.

Sus ojos permanecen allí mientras me responde. —Son solo


cuarenta minutos más de esto, luego te sacaré del sol. —Gira mi rostro
hacia él con sus manos sucias y me sonríe con una sonrisa cursi.

Está presumiendo de mí y lo sé. Lo que no sé es por qué coño se


siente tan bien. —Será mejor que te vayas. —Veo a Gavin tratando de
llamar su atención detrás de nosotros, y le señalo.

Recibo un beso apestoso en la mejilla antes de que salte del borde de


las gradas. Podrían ser hombres de treinta y tantos años, pero actúan
como de doce aquí, muestra el niño interior en ellos.

Mi niña interior está muerta.

Un payaso la mató; cuando me di cuenta de lo que me había hecho,


morí. Cuando sucedía no estaba mal, porque no sabía lo que era, pero
luego, en el mundo real, aprendí cosas y morí. Solo se volvió malo cuando
otras personas me dijeron lo que era. Cuando se burlaron de mí y me
ridiculizaron por ser una puta y una zorra me dolió, porque cuando era
solo una niña hice esas mismas cosas y me recompensaron por ellas.

Hay aplausos y gritos cuando todos vuelven corriendo al ahora


empapado y lodoso campo de juego, recinto, o como se llame. Llevan
camisetas verdes con pequeños pantalones cortos. Puedo decir que la
visualización de los muslos de estos hombres es bastante impresionante.
Para un grupo sucio, no se ven tan mal.
Ahora que estoy mirando puedo ver por qué a Sam también le
gustaba Gavin. Para ser un pelirrojo, es bastante caliente. Nunca me han
atraído los pelirrojos, porque soy una, creo que somos como el mismo lado
de un imán, nos repelemos. Me imagino niños pálidos de cabello pelirrojo
sin esperanza de poder salir a la luz del día.

Mi padre tenía la piel aceitunada y el cabello oscuro, benditos sean


sus buenos genes. Heredé el cabello rojo de la familia de mi madre, mi
padre lo llamó cabello de circo.

Me salpica cerveza cuando la multitud a mí alrededor se pone de pie,


rugiendo de emoción y gritando tan fuerte que me duelen los oídos. No
estoy segura de qué hacer, y me levanto cuando todos se sientan de nuevo.

Parezco un poco tonta y lo veo mirándome con una sonrisa,


sacudiendo la cabeza. Esta mierda continúa para siempre. Cuarenta
minutos se sienten como una semana mientras estoy salpicada de cerveza,
me codean y tropiezo.

Acabo de decidir que esta es una cita de mierda, realmente. Solo


quería mostrarles a estos hombres de las cavernas que tiene una chica.
Estoy pensando en razones para terminar con esto, para alejarme de él y
simplemente irme, pero este estúpido golpeteo en mi pecho se acelera
cuando me mira y me juega con mi cabeza.

La disfunción que es mi mente comienza a ponerse nerviosa y olvida


el efecto que sentí cuando lo toqué, o la satisfacción que recibo cada vez
que veo a Sam. Escuché su pequeño intercambio en mi puerta, me hizo
feliz de la manera enferma que anhelo. Me satisface saber que me está
eligiendo. Pero también lo elijo, y eso es una estupidez: me voy al circo y
nunca volveré.

Cuando finalmente salen disparados del campo supongo que son los
ganadores por los golpes en la espalda y los choques de cinco que siguen,
me saluda y señala el vestuario. Asiento y espero a que las hordas se
vayan para poder bajar sin arriesgarme a ser pisoteada como Mufasa en El
Rey León.

Cuando todos los rezagados han desaparecido, supongo que al bar


del club, camino hasta el fondo. El sol está empezando a hundirse más
abajo pero todavía hace calor mientras camino hacia los vestuarios y
donde está estacionado su coche. La arena y la hierba ensucian mis
zapatos abiertos y el viento sigue levantando la falda de mi vestido. Puedo
oler la cerveza que se derramó sobre mí.

El interior de mi zapato está pegajoso donde cayó por mi pierna; me


siento sucia y solo quiero irme ya.

Puedo escuchar risas desagradables amortiguadas por las paredes


de ladrillo rojo, no estoy segura de qué hacer exactamente mientras
espero, así que voy a apoyarme en su coche. No quiero pasar el rato
cuando todos comiencen a salir de allí.

Saco mi móvil y me desplazo por las notificaciones y publicaciones


de Facebook que me perdí. No estoy segura de por qué tengo un móvil,
nunca lo miro y no llamo a nadie. Si alguien me llama no contesto. Escribo
mensajes de texto ocasionalmente, pero eso es todo. Ah, y uso la función
GPS para no perderme. Todavía me pierdo, pero me pierdo menos.

Hay un mensaje de texto de mi padre. Lo miro, contemplo abrirlo,


pero no puedo hacer eso y hacer esto, sea lo que sea. Lo apago y lo guardo
en mi bolso.

Cuando miro hacia arriba veo a dos hombres que vienen hacia mí.
Reconozco la parte superior de la zanahoria como Gavin, pero Sivan no
está con él. Empiezo a morderme las uñas a medida que se acercan. Estoy
sola, me dejó aquí para que los jodidos leones se alimentaran. Leones.
Gavin tiene una sonrisa desagradable en su rostro, me incomoda.
Sé un poco de lo que pasó entre él y Sam, lo suficiente como para
saber que tiene una racha desagradable. Es un hombre calculador. No
confío en él, ni siquiera un poco, y su verdadera naturaleza se muestra en
la sonrisa de su rostro cuando se acerca a mí. Él es el depredador, yo soy
la presa. Trago saliva y trato de detener el conteo en mi cabeza, la retirada
de la realidad mientras el miedo me agarra por la garganta y me
estrangula.

El pánico me pincha la piel cuando se me ponen los pelos de punta y


lucho contra el instinto de correr. Mis músculos se tensan cuando
involuntariamente me preparo para que algo malo suceda; me pasan cosas
malas.

Es Sivan sacudiendo su cabello mojado detrás de ellos lo que


finalmente me permite respirar. Mantengo mis ojos enfocados en él cuando
me alcanzan. —Hola, Imogene. Este es Cap.

Miro al hombre junto a Gavin de pies a cabeza antes de mirarlo a los


ojos—. ¿Cap? ¿De Verdad?

Él se ríe y extiende su mano. —Soy el capitán, mi nombre es Lance.

Agito su enorme mano. —Hola Lance, soy Imogene, pero no tengo


duda de que fui el tema de conversación allí, así que ya lo sabes. —Sonríe
y asiente con la cabeza, dejando ir mi mano.

Sivan se acerca a mí y me pasa un brazo posesivo por los hombros


antes de decir—: Tengo una cita, muchachos. Te veo el jueves.

Antes de que se escuchen sus protestas, me está llevando por la


cintura hasta su coche, con demasiada prisa para esperar a que suba no
tiene problemas para lanzarme al aire. Inclinándose sobre mí hace clic en
mi cinturón de seguridad antes de cerrar la puerta, y trota a su lado del
coche, arrojando su bolso en el asiento trasero, antes de subir y encender
el coche. Gavin y el capitán hacen muecas y le hacen gestos con las manos
mientras avanzamos.
—Lo siento, pero antes de que salga el resto de los lobos prefiero
llevarte lejos y tenerte solo para mí.

—Está bien. —Junto mis dedos en mi regazo, recuperándome de


tener sus manos sobre mí y el miedo de antes.

—El deporte no es lo tuyo, ¿verdad?

No puedo ocultar mi sonrisa. —Eso es obvio, ¿eh?

Se ríe un poco, una profunda burbuja de risa que sale de su vientre.


—Sí. Podrías haberlo dicho, te habría recogido después.

Sacudo la cabeza. No, quería verlo, todo de él. —Quería saber todo
sobre ti.

Su rostro cae y lo veo antes de que lo atrape. Lo sabía. Misterios.


Secretos oscuros, sucios y profundos. —Ya sabes, ya que podría querer
salir contigo. —Intento aclararlo antes de que él se aleje.

—¿Qué quieres para cenar? —pregunta cortésmente, pero la luz lo


ha dejado y algo atormenta su rostro.

—¿Qué tal pescado y patatas en la playa, así puedes dejarme


después en el trabajo? ¿Vas a mirar y correr de nuevo esta noche? —No
puedo evitar picarle.

—Voy a mirar, pero no me iré. Es una cita y me debes un bis,


recuerda.

Me acerco y le pongo una mano en el muslo. Mis dedos blancos se


frotan suavemente sobre la mezclilla oscura mientras conducimos la corta
distancia hacia el mar y un pequeño pueblo de pescadores que me encanta
visitar para dar un paseo tranquilo. Sabía que era el lugar más cercano
cuando preguntó.
Cubre mi mano con la suya, frotando un pulgar sobre mis nudillos,
y tengo esa tonta sensación de primera cita. Bueno, lo que imagino que
debería sentir.

Después de la cena y de mi espectáculo, Sivan todavía está sentado


en el bar. Veo a Beth menear las cejas mientras subo los escalones para
unirme a él. Mi cara todavía está maquillada pero me he vuelto a poner el
vestido.

Sivan me mira de arriba abajo. Su lengua humedece sus labios y veo


la sutil contracción en los dedos que descansan sobre su pierna. Froto mis
muslos juntos tan fuerte como puedo, dando un paso para estar más cerca
de él ahora.

Él es como nosotros. Recuerdo las palabras de Scott nuevamente, y al


mirar a Sivan lo siento, una atracción que no puedo ignorar.

No obtengo ninguna de las resistencias habituales, no recibo las


molestias desagradables y molestas que suele traer el contacto con un
hombre. Toco el bar, indicándole a Beth que me traiga una bebida antes de
que llamen la última ronda de esta noche. Se reanuda la música del piano
y las mujeres que trabajan en el piso comienzan a ofrecer las bebidas
finales de la noche a los clientes.

Sus sujetadores negros con flecos y pantalones cortos con tacones


son la razón por la que hay tanta gente aquí. El efecto elegante puso la fea
verdad de clubes como estos, y de repente quiero llevar a Sivan lo más
lejos que pueda.

Girando su whisky en el vaso, Sivan no me quita la mirada por un


minuto, la interacción silenciosa solo me pone más cachonda. Quiero
besar esos labios y pasar mis manos sobre el rastrojo de su mandíbula.
Dándome la vuelta para estar de pie entre sus piernas extendidas, el
vaquero apretado y oscuro no deja nada a la imaginación. Puedo ver cada
músculo y bulto.

Tomando el vaso de su mano me presiono contra él para poder


dejarlo en el mostrador detrás de él. Mi pecho empuja al ras contra el suyo
y siento sus manos deslizarse por la parte posterior de mis piernas hasta
mi trasero, sosteniéndome allí. Puedo oler su aftershave, el aroma
masculino y jabonoso, y su duro pecho contra el mío hace que quiera
tocarlo.

Mis manos están sobre sus hombros y las deslizo hacia abajo,
empujándome un poco lejos de él; su posesivo agarre en mi trasero me
impide llegar lejos. Las crestas de cada músculo debajo de la camisa de
vestir azul son duras mientras arrastro mis manos sobre ellas.

—Imogene, ¿puedo besarte aquí? —pregunta, echando la cabeza


hacia atrás y mirándome a los ojos. Sus iris marrones oscuros coinciden
con su cabello oscuro.

Me muerdo el labio con fuerza porque quiero morderlo. Inclinándome


para estar tan cerca de su cara que mi nariz está a solo un pelo de la suya,
digo—: Sí, por fa… —No puedo terminar antes de que sus labios estén
sobre los míos, suaves, pero duros.

Sus manos se aprietan más fuerte, apretándome más cerca pero al


mismo tiempo sosteniéndome lejos de donde realmente quiero estar.
Controlando nuestro contacto, su lengua rueda con la mía. Enredo mis
manos en su cabello, tirando, sosteniendo su rostro más fuerte contra el
mío. Siento los ojos sobre nosotros, sé que las cabezas están volteadas y la
gente está mirando, ser el centro de atención es para lo que vivo.

Ser el centro de su atención es lo más emocionante, como estar en el


escenario. Solo quieres más de eso.
No obtengo más después de nuestro beso. Actúa caballerosamente y
me lleva a casa, solo inocencia, cogiendo mi mano y dándome un beso
suave de buenas noches en mi puerta. Me quedo mojada e insatisfecha.
Quería más, mucho más.

Me trató como a una dama, no intentó aprovecharse ni meterse en


mis pantalones. No, él me respetó. Nunca me han respetado antes. Se
siente extrañamente bien, pero increíblemente molesto porque estoy
cachonda.

Mis estiramientos alivian el deseo acumulado mientras sigo mi


rutina nocturna. Mi ojo capta la pequeña mancha roja en la ventana y me
estremezco con terror que la cara en blanco y negro trae a la superficie.

Bloqueé al payaso mientras me metí en la caja y me escondí con mis


secretos, aun saboreando a Sivan en la punta de mi lengua.
El domingo después de nuestra primera cita compré la colección de
circo del Sr. Máster. Durante las semanas que siguieron fue entregado al
lote costero, uniéndose a la carpa para completar mi fantasía.

Las jaulas de leones y animales son mis piezas favoritas. Me


recuerdan al lugar de mi pasado, el lugar de nacimiento de mi payaso. Ha
cobrado vida y he pasado algunas noches aquí.

Es más difícil encontrar tiempo ahora que Imogene y yo somos más


serios. De hecho, las cosas son muy serias. Hemos estado saliendo
durante dos meses y mi ansiedad por su partida se está descontrolando;
sé que ella se va. Fue abierta al respecto desde el principio; está siguiendo
su destino y eso es en Las Vegas, con el circo.

He pensado seriamente en las cosas, y después de hablar con mamá


y Gavin voy a hablar con Imogene esta noche. Miro alrededor del circo
silencioso y fantasmal y me siento como en casa, pero sin ella no es en
casa. Voy a preguntarla si quiere que vaya con ella. No puedo ir para
siempre, bueno, podría, pero necesito estar seguro de nosotros antes de
hacerlo. Quiero pasar unos meses con ella en Estados Unidos, para ver si
esto es para siempre.

Mi corazón dice que sí, mi payaso dice que nunca lo amará y que me
lastimaré.
Después de cerrar el remolque regreso a mi coche. La radio
reproduce la extraña música de Imogene, no es lo que me gusta, pero me
hace sentir más cerca de ella. Voy a perseguir a esta mujer al otro lado del
mundo, y sin duda estoy enamorado de ella. Me despierto queriendo estar
con ella, me voy a la cama deseando que esté conmigo, pero mi secreto
mantiene una distancia entre nosotros.

A medida que la conozco quiero saber más, quiero saberlo todo,


todos sus secretos y deseos, pero no estoy seguro de poder compartir el
mío con ella. Sé que en algún momento tendremos que pasar de besarnos
como adolescentes a tener relaciones sexuales, y tal vez pueda compartirlo
con ella.

Mi payaso no se ha ido, y ahora más que nunca la necesidad de él


en mi vida me hace hacer cosas de las que me avergüenzo. Estar con
Imogene me hace necesitarlo. No puedo ser él con ella todavía.

Necesito liberación, así que llamo a la mujer de mis anuncios.


Tenemos un acuerdo y está funcionando. A veces todo es demasiado,
necesito ese sentimiento, necesito ser él y tengo que controlarlo.

Esos días la llamo y viene a ayudarme a superarlo. Pago un servicio


y me lo entrega. No me siento atraída por ella, no la deseo ni la quiero, solo
necesito ser él tanto que no hay otra manera. El miedo a perder a Imogene
por él es demasiado.

Anoche, cuando acompañé a la mujer a la que ahora llamo a Betty


fuera de mi casa, me sentí enfermo. No es lo que quiero, pero no puedo
dejarlo ir. Lo necesito.

Cuando llego a su piso Imogene me está esperando en el último


escalón, pero hoy su cara no es la brillante luz sonriente que suele ser, sus
ojos están un poco hinchados y se ve triste.
Hay días en que puedo ver que ella esconde un dolor tan profundo, y
otras veces lo esconde demasiado bien y nadie, ni siquiera yo, puede verlo.

Salgo del coche. No soy ese tipo, soy un caballero. Mi madre me


golpearía en la cabeza si no le abriera la puerta a una mujer.

Imogene me abraza y su abrazo es fuerte. Se rinde a mí; necesita


algo hoy, tal vez más de lo que puedo darle. Beso la parte superior de su
cabeza, su cabello está creciendo y es suave sin el gel que necesitaba para
domarlo cuando era más corto. Me encanta cómo huele a lima y flores
cuando respiro.

—Hola hermosa. ¿Estás bien? —pregunto mientras me aferro un


poco más fuerte. Cuando mis brazos la empujan contra mí, mi corazón
siente que se desliza.

Este abrazo es dejarla ir, y me hace querer atarla y mantenerla aquí


contra mí para siempre.

Ella asiente, pero deja un olor a lágrimas contra mi pecho. —¿Qué


pasa? —Trato de moverla para poder ver su rostro, pero se aferra a mí,
aquí en la acera.

Miro hacia arriba y veo a mi hermana espiando a través de sus


cortinas, la expresión que usa me dice lo que necesito saber. Perra.

—Imogene, háblame. Vamos, vámonos. La levanto en mis brazos,


todavía me sostiene. Se inclina hacia atrás e incluso con lágrimas sonríe,
sus manos acarician mi cara, la sensación familiar de los callos en sus
palmas ásperas contra mi piel recién afeitada.

—Solo estoy teniendo un día difícil. Mi papá me llamó, tu hermana y


yo nos peleamos y me di cuenta de que me voy. Me voy y no te tendré a ti.
—Traga saliva y veo el estremecimiento en su labio mientras lucha para
dejar de llorar.
—Sube al coche, quiero hablar contigo Imogene. —Abro la puerta
aun sosteniéndola del suelo.

Meneando las piernas trata de escapar mientras la coloco en el


asiento. Sus labios son demasiado tentadores, y cuando me inclino para
abrocharla los beso suavemente, saboreando su sabor. La forma en que su
brillo labial sabe a Fruit Loops y su lengua sale a buscar la mía hace que
quiera mantenerla atada aquí mientras pruebo cada centímetro de su
cuerpo. He visto lo que hay debajo de esa ropa, ella no lo sabe, porque es
él quien la ha visto.

A través de su ventana, por la noche, cuando no sabe que él está


mirando. Cuando no estoy con ella la estoy mirando, quiero preguntarle
desesperadamente sobre la caja pero no es algo que ella haya compartido
conmigo en absoluto. Algunas noches ella nunca sale, otras está
exactamente veinte minutos. La he cronometrado.

Conozco todos los detalles de su rutina antes de acostarse, es


precisa y siempre la misma. Quiero verla hacerlo de cerca, sin el cristal
entre nosotros, pero no se queda dormida y tiene que estar en casa a una
hora determinada.

Si se hace tarde se pone ansiosa, nerviosa y retraída. Tengo mis


propios problemas, así que nunca le pregunté acerca de los suyos,
tomamos todo lo que podemos obtener el uno del otro y amamos cada
minuto.

Sabíamos que teníamos un tiempo limitado, sabíamos que


terminaría y no le pusimos un nombre. Nunca declaramos nuestras
emociones en voz alta.

Cuando dejo de besarla se limpia las lágrimas, pero más ruedan por
sus suaves mejillas, pequeños ríos de ellas cayendo por su cara, formando
charcos en su camisa. Los beso, mis labios deteniendo las pequeñas líneas
fluidas de emoción salada. Cierro su puerta. Cuando miro hacia la casa
Sam todavía nos está mirando, amargada y enojada.
Mi hermana se ha destruido y quiere llevarnos a todos los demás con
ella. Mi hermana tiene problemas muy reales. Durante años los dejé a un
lado, hice todo lo posible para salvarla, pero esta vez me estoy salvando de
ella.

Me subo al coche, al lado de mi chica, y parece que la nube oscura


que veo en el horizonte me está siguiendo dentro. La tristeza que le brota
me está quitando la confianza poco a poco.

¿Se está preparando para romper conmigo?

Respiro y enciendo el coche. No sé a dónde vamos. Cirque se mudó a


un nuevo club e Imogene pidió renunciar temprano. Todavía practica con
ellos, pero ya no hace shows. Sé que mi hermana tuvo algo que ver con su
decisión.

Su brillo se ha desvanecido lentamente. Extraño verla actuar, ahí es


donde ella cobra vida. Estoy tentado de llevarla a mi circo en este
momento y hacer que actúe para mí.

Una idea me golpea. —¿Puedo llevarte a un lugar especial?

Qué mejor lugar para hablar con ella. Puedo decir que conozco al
tipo que lo posee a través del trabajo. No es una mentira, pero tampoco
toda la verdad. Sus ojos hinchados se iluminan un poco y alcanzo su
mano, colocándola en mi muslo.

—¿Dónde? —Sonríe como una niña que espera su regalo de


cumpleaños.

—Espera y verás. Quiero hablarte sobre algunas cosas —


Inmediatamente la preocupación le frunce el ceño—. Cosas buenas,
Imogene. ¿Qué tal si me dices por qué lloras?

Inhala y exhala, fortaleciendo sus emociones para hablar conmigo.


—Mi padre me llamó hoy, realmente no hablamos. Sabe algo que
quiero conocer, y no me lo dirá. Simplemente peleamos, siempre peleamos.
Arruinó mi vida. —Sostengo su mano contra mi pierna. Su voz se enoja
cuando lo menciona, algo que nunca ha hecho antes—Luego Sam me dejó
caer en la práctica de hoy. A propósito. Me duele. No me gusta caerme.
Odia que seamos... lo que sea que seamos.

Hay un pequeño gruñido en sus últimas palabras, como si estuviera


enfadada conmigo por no definir esto. No soy el que me voy, ella sí, era la
que no quería hacer nada.

—Joder, Sivan, me he enamorado de ti tan jodidamente duro —Me


encanta cuando ella jura, suena tan mal en su dulce boca. Lo que más me
gusta es lo que dice entre esos improperios—. Quiero quedarme. Quiero
quedarme contigo, pero he soñado con esto desde el día en que mi padre
arruinó mi vida. ¿Sabes cuándo estás buscando algo que es mejor que
conseguirlo, pero todavía no lo dejas ir? —Sé exactamente lo que quiere
decir—. Sola estoy nerviosa, creo. No sé, tal vez solo tengo síndrome
premenstrual y eso es lo que me hace llorar.

Trata de descartar sus sentimientos, los primeros que me ha


mostrado desde que todo comenzó. Viéndola a mi lado es la chica que se
sube a la caja, no la de la máscara que usa en público, y eso la hace aún
más atractiva.

—Imogene, yo también me he enamorado de ti. ¿Crees que no me


muero un poco cada vez que pienso en que te vas? Caer duele, lo has
dicho muchas veces. Bueno, a mí también me duele, bebé.

Aprieto su mano mientras me mira con esos ojos súper abiertos. Su


boca se mueve dos veces antes de que salgan las palabras. —No te caigas,
Sivan, no valgo la pena.

Aparta la vista de mí y mira por la ventana. Sigo conduciendo, pero


la ira se está pudriendo dentro de mí. Ella lo vale. Así que vale la pena.
Este es tu salida chico. Eso o alejarla de nosotros. Te está
presionando, va a empujar al payaso por el borde.

No hablo más, y ella tampoco.

Esto es lo que suele suceder, los secretos se interponen entre las


personas e Imogene tiene tantos como yo. Frustrado ahora, el encanto y la
emoción de compartir mi circo con ella han desaparecido, reemplazándolo
ahora por la vergüenza y el asco en mí mismo por pensar que podría hacer
esto.

Sin un plan mejor, ni ideas de qué hacer, sigo conduciendo.

Cuanto más nos acercamos a mi refugio, más se eleva lentamente mi


tensión. Voy a mi mundo, y ella viene conmigo. Me detengo para repostar
mi coche, estuve allí y volví una vez hoy, y dos veces ayer. La pequeña luz
roja de combustible está encendida.

Imogene se mueve en su asiento, nerviosa; su pierna rebota. Cuando


salimos de la estación de servicio y veo que el brillo de las lágrimas vuelve
a caer la culpa me revuelve el estómago. Mis secretos ya la están
lastimando, tal vez es hora de la verdad. Quiero ir con ella primero, ver si
esta atracción es más que el payaso que me habla. Necesito tiempo lejos de
él para poder conocerla.

Cuando bajamos por el camino de tierra que conduce al circo


comienza a mirar a su alrededor, observando los alrededores. —¿Dónde
estamos, Sivan?

Suena asustada, no preocupada, realmente asustada. Asustada


como si me estuviera convirtiendo en el asesino del hacha
—Este hombre con el que trabajo posee este lugar. Pensé que te
gustaría —Las mentiras salen de mi lengua fácilmente. Puedo sentir su
inquietud, la forma en que cierra la mano en un puño, sus respiraciones
rápidas—. Imogene, este no es un mal lugar. Cálmate.

Llego a tocar su rostro y se aleja de mí. La toco de todos modos,


enfadado por su reacción. No la he lastimado y no lo haría. Mientras
conducimos sobre la cresta, y la carpa aparece, jadea, su mirada
escaneando la escena frente a nosotros.

—Dijiste que amas el circo, es lo único que realmente has dicho que
amas. Pensé que te gustaría —Detengo el coche en el parche sombreado
que limpié detrás del remolque—. No me dices nada, Imogene, nada que
signifique nada de todos modos. Quiero saber todo acerca de ti.

Desbloqueo nuestras puertas y salgo, porque su silencio me hiere.


Sale antes de que pueda abrir su puerta, eso realmente me irrita, merece
ser tratada como una dama y no lo ve.

La aplasto contra la puerta del coche que acaba de cerrar de golpe,


atrapada entre mis brazos; quiero mostrarle la verdad, pero ella esconde la
suya.

El riesgo ya no parece valer la pena.

—Lo siento —susurra suavemente, luchando por detener su llanto.

—Ven, paseemos, ¿quizás ver el atardecer? —Doy un paso atrás, el


susurro en mi cabeza me dice cosas que me da miedo escuchar. Toma mi
mano y la llevo entre los remolques hacia el centro, donde está la carpa.

—¿Qué es esto, Sivan? ¿Quién te dijo que me trajeras aquí?

El pánico rompe su suave voz en trozos fragmentados de sonido que


luchan por salir de su aliento hiperventilado. No lo entiendo, dijo que el
circo era su casa, que la encantaba, que estaba dentro de ella.
—Nadie me dijo que te trajera aquí, pensé que te gustaba el circo.
Pensé que sería el lugar perfecto para decirte que te amo —Está
temblando, rodeándose con sus brazos a través de su pecho, volviéndose
loca—. Podemos irnos. Vámonos. —Intento moverla hacia el coche, pero
niega con la cabeza.

Se le escapa un gemido que se pierde al aire libre cuando se


desploma de rodillas frente a mi preciada carpa. No sé qué hacer, no
esperaba esto. No lo entiendo porque no la conozco.

Esto es jodidamente estúpido. No puedo irme y correr tras una


mujer que no me cuenta nada sobre ella.

Correrás, o te la llevarás.

Sacudo la cabeza. ¡Basta, joder!

Arrodillándome a su lado la atraigo hacia mí y la sostengo mientras


solloza. Cada aullido solo lleva mi culpa y vergüenza más cerca de la
superficie. Esto es mi culpa, la he roto.

Sosteniendo su cabeza contra mi pecho no dice nada, ahora los


gemidos son suspiros; está agotada. Su cuerpo se debilita, un peso muerto
en mis brazos mientras lo agarro para que no se caiga al suelo, odia caer.

—Imogene, lo siento. Pensé que te gustaría. Quería decirte cómo me


siento, preguntarte si quieres que vaya contigo por un tiempo. Podemos
irnos.

Sacude la cabeza, todavía enterrada en mi camisa. —Sivan —dice mi


nombre tan suavemente que apenas puedo escucharlo—. Este lugar,
¿conoces al dueño? —pregunta ella, comenzando a moverse para poder
mirarme—. Necesito preguntarte algo, ¿es él un...? —Traga saliva. La miro
a los ojos mientras corren alrededor—. ¿Está él aquí? —Se aleja y se sienta
de rodillas.
—Lo conozco, y no, solo somos nosotros aquí. Nadie más, estamos
solos. ¿Estás bien, Imogene?

Se limpia la cara con las manos y me mira. Fuerza una pequeña


sonrisa en su hermoso rostro. El sol de la tarde besa sus pecas, se muerde
las uñas; un hábito nervioso. Entonces lo dice.

—¿Es un ... es un payaso, Sivan?

Lo sabe. Conoce mi secreto y está asustada.

—No, es un coleccionista —Otra mentira simplemente sale de mi


boca. Observo mientras se relaja visiblemente y suspira profundamente.
Ese aliento me aplasta, me roba el mío, me quita la esperanza y la
aplasta—. ¿Por qué?

—¿Realmente quieres venir conmigo? —esquiva la pregunta.

—Sí, quiero ir contigo. Te quiero, Imogene, más que a nada —


Nuestros dedos se entrelazan mientras ella toma mi mano—. Te amo. Por
primera vez en mi vida, amo a alguien, y eres tú. —Su sonrisa es radiante,
me mira como si nadie le hubiera dicho que la amaba.

—No deberías amarme, Sivan. Soy difícil de amar —Cierra los ojos,
sin mirarme, así no puedo ver lo que siente—. Tengo secretos. Sé que tú
también —Se está escondiendo de mí. Sabía que lo hacía, pero cuando la
oigo decirlo, me duele. Lo quiero todo de ella—. Quiero saber tus secretos
para poder contarte los míos.

Sacudo la cabeza, pero ella no puede verlo con los ojos aún cerrados.
—Mis secretos te asustarían, y luego tendría que perseguirte. No me
preguntes, no quieres que mis secretos sucios te sigan, Imogene. Miro
hacia otro lado, más allá de la tienda hacia el océano.

—Ven conmigo, ven. No voy a decirte que te amo, Sivan, pero sí


quiero que vengas conmigo —Su mirada sigue la mía hasta el horizonte en
la distancia—. Cuando estés listo para contarme sobre los esqueletos en tu
armario, podremos volver a hablar de esto.

No tengo un esqueleto en mi armario, Imogene. Tengo un payaso.

—¿Me vas a contar sobre el tuyo? —Quiero saberlo, necesito


conocerla, a toda ella.

—Algunos de ellos, tal vez —Sonríe ahora, centrada solo en mí—.


Nací en un circo, uno casi idéntico a este. Cuando tenía once años, mi
padre finalmente nos alcanzó y encontró a mi madre. Se involucró en mi
bienestar y me sacaron para ir a vivir con él —Moviéndose nerviosamente
con sus manos, se detiene y mira a nuestro alrededor nuevamente—.
Vivíamos en un tráiler como ese.

Señala mi remolque, el primero que compré después de conocerla.


Gran parte cobra sentido, la razón por la que me siento tan atraído por ella
es porque realmente es de este mundo. —¿Estás bien? ¿Quieres irte? Lo
siento mucho, Imogene. —Mi cielo parece ser su infierno; no quería
lastimarla.

—Estoy bien, esas lágrimas han estado esperando mucho tiempo


para salir —Se muerde el labio y su concentración se agita
nerviosamente—. ¿Podemos caminar? Quiero decir, ¿verlo
adecuadamente?

Levantándome del suelo extiendo una mano para ayudarla,


tomándola con una suave sonrisa. —Podemos quedarnos todo el tiempo
que quieras. Él no viene aquí, solo recoge todas estas cosas. Trata con
antigüedades y coleccionables. —Mi pulgar recorre sus nudillos, cuatro
pequeños bultos y vuelve. Su cabello se agita en la suave brisa mientras
mira todo a nuestro alrededor, ahora con asombro en sus ojos.

—¿De verdad quieres huir al circo conmigo, Sivan? No es como esto,


pero es el circo. Lleno de feriantes y artistas sin deseo de tener raíces,
horas locas y trabajo duro. ¿Quieres estar conmigo a través de todo eso?
¿Qué pasa con tu trabajo? ¿Tu mamá? ¿Sam?

Sus preguntas comienzan mientras caminamos alrededor del círculo


de tráileres que ahora están instalados, interconectados, creando un
semicírculo alrededor de la parte posterior de la carpa. En el centro está el
grupo de jaulas de animales y luego mi impresionante carpa.

—Sí, quiero ir contigo. Hablé con mamá antes de preguntarte y ya


hice arreglos con Gavin, puedo tomarme unos meses de descanso para
decidir qué es lo que realmente quiero hacer. Sam no lo sabe, y tampoco la
estoy preguntando. Te he preguntado a ti. Si me quieres contigo, Imogene,
estaré allí.

Nos detenemos donde estamos, ahora al lado del tráiler; mi tráiler,


su tráiler. Se da vuelta para mirarme y, de puntillas, me besa. Solo un
beso suave e inocente, pero un beso que dice más que las palabras.
Imogene me ama, como yo la amo. Tiene miedo de lo que estoy ocultando,
pero ella me ama.

—Quiero quedarme por ti, Sivan, pero no puedo. Así que, por favor,
ven conmigo. —Sus manos están unidas detrás de mi cuello y puedo sentir
su cuerpo contra el mío.

Esta, esta sensación es de estar como en casa, y nunca quiero


perderla.

—¿Estarías molesta si ya hubiera reservado mi billete?

Se ríe, un sonido del que nunca me cansaré, uno que no se escapa a


menudo. Es una chica seria la mayor parte del tiempo pero cuando se ríe
es mágico.

—No, en absoluto —Sus pasos se vuelven más ligeros cuanto más


nos acercamos a la tienda, como si llamara a su alma; flota hacia ella.
Voy a seguirla. La verdad es que la seguiría a todas partes, nada
podría detenerme.

De pie en el umbral de la tienda se vuelve hacia mí, algo en ella ha


cambiado. No reconozco la expresión de su rostro cuando me dice—: Esta
es mi iglesia. —Y desaparece dentro.
De repente parece un extraño, como si los meses que hemos pasado
juntos se hubieran eliminado. Está nervioso y más tranquilo de lo normal.

Vuelve el cosquilleo de miedo que surge cuando estoy cerca de


cualquier hombre. Echo un vistazo a las cerraduras de las puertas,
pensando en volver corriendo a la gasolinera. Debería haber corrido.

Sigo viendo al payaso en mi ventana. Sé que mi mente me está


engañando pero se siente real, es como si me estuviera advirtiendo.

Tuvimos una desastrosa primera cita en su estúpido juego de rugby,


y después de eso simplemente 'sucedió'. Fue fácil con él, no cuestionó mis
caprichos, ni una vez dijo nada cuando necesitaba estar en casa, cuando
nunca, ni una sola vez me dormí o lo dejé hacerlo. Nos besamos como
adolescentes detrás de las gradas de la escuela, pero cada vez que pensaba
que incluso podría acercarse al sexo, lo detenía.

Sivan me hizo sentir preciosa, como si fuera algo tan especial que no
podría llevarlo más lejos. Cuando Cirque se mudó a su próximo lugar de
exhibición anuncié mi traslado y me retiré. La jefa me permite entrenar y
practicar con ellos pero no he actuado en semanas. Lo extraño mucho,
pero Sam, Sam me dejó caer.
No, ella jodidamente me tiró a propósito. Se está desmoronando y me
culpa. La robé a su salvador, la rompí el corazón y para ella soy el
enemigo. Corrió hacia Gavin. Desearía tener las agallas para decirle a
Sivan cómo es esa relación, la razón por la que falló una vez antes, pero no
quiero perderlo. No lo haré, no por ella.

El camino en el que estamos ahora está desolado y no he visto otro


coche en mucho tiempo. No hay señales de tráfico, el alquitrán se
convierte en tierra y las ruedas del coche rebotan en la pista llena de
baches.

No sé por qué me trajo aquí, pero tengo la sensación de que sus


secretos y este lugar tienen algo que ver con el payaso que estoy seguro de
haber visto en mi ventana a altas horas de la noche.

Esa sensación enferma de ser observada cuando sientes que te


miran. Sé que alguien me está mirando, tal vez solo mi mente dice que es
el payaso, pero estoy segura de que lo veo en mis sueños. Los pecados de
mi pasado visitan mi presente, los que guardaba tan bien se escaparon de
mi imaginación.

Mi jaula de recuerdos cuidadosamente cerrada se ha abierto, el león


rugiente de mi vergonzosa juventud me está mirando. Dijo cosas, cosas
que quiero creer; que me ama y quiere seguirme al otro lado del mundo en
busca de la felicidad que aún se me escapa. Mi corazón dice que puedo
confiar en él, pero mi experiencia me dice que nadie me amará, que nadie
quiere que sea feliz.

Fue una idea estúpida empezar con esto, nació de mis celos por la
forma en que estaba allí para Sam, y ahora es exactamente eso para mí.

—¿Por qué me estás haciendo esto? —ruego por una respuesta ante el
dolor que me abrasa todo el cuerpo. Los pulmones arden, mis senos se
sienten como si sangraran y todavía hay agua en mi oído izquierdo,
haciendo que el mundo suene como si todavía me estuviera ahogando.

—Porque puedo, Imogene.

—Pero pensé que me amabas. Eso es el amor. —Lágrimas caen por mi


cara. Mi nariz se bloquea con el agua, los mocos y la ira.

—¿Me amas, niña? ¡¿Eso es lo que crees que es esto?! —Su pintura
facial está manchada y mezclada en un desastre.

Hace que parezca que salió de las páginas de un espectáculo de


terror, como el que vimos en Francia antes de que comenzara la temporada.
Sacudo la cabeza, no lo amo, pero realmente pensé que él nos amaba a mi
madre y a mí.

—No. Nadie ama a un payaso —siseo, y su mano se conecta con mi


mejilla. Mis dientes crujen mientras caigo al suelo.

A la mierda, me caí de nuevo.

Su zapato blanco y negro se planta en medio de mi espalda con la


fuerza suficiente para mantenerme clavada en el suelo. El pompón en la
parte delantera de mi disfraz se me clava, haciendo que no pueda respirar.
El acto del agua no salió según lo planeado, no contó correctamente. No fui
yo, conté bien. Conté, él simplemente olvidó que no podía respirar; me
estaba ahogando.

—Vamos dentro Imogene, sabes lo que sucede cuando te caes.

Está oscuro dentro, las rayas pueden ser de un color diferente, pero
este es mi templo, mi lugar sagrado, mi hogar.
Respiro el olor. Me siento acomodada, y mi miedo es reemplazado
por la nostalgia y el aguijón amargo de la pérdida. Con los ojos cerrados
me paro en el medio, este es rojo, el mío era azul. Cuando llegamos me
desplomo; el miedo y la felicidad chocan en una tormenta emocional para
la que no estaba preparada. Agrega la declaración de amor de Sivan y
perdí todo el control.

Sin embargo él me abrazó cuando me caí al suelo y todo en mí salió


en sollozos. Estaba en el suelo junto a mí, sosteniéndome. Me doy la vuelta
para ver que me siguió, se sentó en los bancos mirándome. Me da mi
espacio, pero también le gusta mirar. Él lo ve todo.

Mirando hacia la parte superior de la tienda, el enrejado de trapecio,


los columpios y las escaleras están perfectamente instalados. Si cierro los
ojos puedo verla, puedo ver a mi madre columpiándose.

Empiezo a hablar, y el sonido viaja ruidosamente en la gran carpa.


—Cuando te besé por primera vez fue por las razones equivocadas, pero
luego te besé de nuevo y las razones desaparecieron. Para el tercer beso no
importaba por qué te había besado primero, porque todo lo que quería era
hacerlo de nuevo. Luego se convirtió en algo más que besos, trató sobre
cómo me siento cuando estoy contigo, como si perteneciera. El único otro
lugar al que pertenecí es aquí, en medio de un circo...

Me giro para poder mirarlo.

Él se recuesta, su largo cuerpo estirado, piernas cruzadas en los


tobillos mientras su largo cabello cae sobre su rostro, cubriendo un ojo.
Pero están sobre mí, él me mira.

—Me trataste de manera diferente, como si yo importara. No era solo


un polvo rápido que pudieras inclinar por la mitad. Joder, ni siquiera
hemos tenido sexo y han pasado meses. Pero importo, y no sé cómo ser
alguien que importa. Siempre he sido nadie. Entonces, cuando dices que
me amas, no entiendo eso —Cierro los ojos y me trago todas estas
emociones. Puedo sentirlo mirándome—. No me quedaría por ti pero tú te
irás por mí. ¿Por qué Sivan? ¿Por qué dejarías todo por una mujer con la
que ni siquiera has tenido sexo?

Solo me mira, su rostro inexpresivo, y me hace sentir una nueva ira.

—¿Por qué Sivan? —grito ahora, mi voz más alta debido a la acústica
en la tienda—. ¡Por qué!

Su cabeza se inclina hacia un lado y una expresión extraña aparece


en su rostro, su sonrisa no es una feliz como cuando se ríe, es siniestra.
Lamiéndose los labios, como si pudiera saborear algo en ellos, se sienta y
me mira a los ojos.

—¿Por qué? ¿Quieres saber por qué, Imogene? —suena enojado, sus
palabras retorciéndose con ira—. ¿Por qué te amo? ¿Por qué no he tenido
sexo contigo? ¿Por qué no te he usado y me he ido? ¿Por qué te seguiría
por todo el mundo?

Sus manos están entretejidas con sus dedos índices juntos, como la
iglesia y la rima que jugamos de niños. Se los pasa por la nariz, de modo
que descansan sobre su frente mientras apoya los codos sobre las
rodillas—. ¿Por qué Imogene? Déjame preguntarte por qué, ¿por qué me
besaste?

Sivan está furioso, con el ceño fruncido. No le respondo, mis ojos le


dicen que no quiere saber la respuesta.

—Dime y te diré por qué, porque ahora mismo estoy listo para
alejarme, Imogene.

Debería dejarlo ir. Sé que no valgo la pena, se merece más que yo. —
Lo hice para lastimar a tu hermana, para mostrarle que yo no era la
indicada para ella. Quería destrozar su pequeña vida perfecta porque
estaba celosa —Se siente extrañamente liberador admitirlo en voz alta—.
No lamento haberlo hecho, solo lamento la razón por la que lo hice.
Se pone de pie y comienza a caminar por el banco. Todo ello tiembla
con los pesados pasos que da. —Te amo porque te veo. No te follé y me fui
porque no eres una puta. Si quisiera una puta, pagaría por una.

Sigue caminando, así que me giro para seguir su movimiento


alrededor de la tienda.

—Te seguiría por todo el mundo sin follarte primero porque siento
algo más que eso por ti, y sé que cuando tengamos sexo cambiará todo.
Hace eso. Entonces mi Imogene, mi razón es porque te amo, joder. Y no
necesito una razón para amarte, solo lo hago.

Sus palabras son posesivas y enojadas pero brutalmente honestas.


Veo las lágrimas en sus mejillas cuando se para justo en línea, conmigo a
mitad de camino de los bancos escalonados.

Son lágrimas de ira y dolor.

—Dices que te has caído, bueno, me he caído tan fuerte que se ha


roto cada parte de mí. No te quedarías por mí y no te lo pediría, Imogene.
Tengo cosas que tampoco dejaría ir por ti —Da un paso hacia abajo. Más
cerca de mí, pero todavía un poco ensombrecido por la falta de luz—.
Todos tenemos secretos, todos pensamos que nadie debería o podría
amarnos, pero supe en el momento en que te vi en la casa de mi madre
que eras mía. Excepto...

Otro paso más cerca.

Quiero correr, pero mis pies están pegados al gran punto donde
estoy parado.

—Tengo muchas ganas de alejarme ahora mismo, porque sé que me


vas a hacer daño. Pero por primera vez me duele, lo que significa que debo
amarte. Voy contigo, Imogene. ¿El por qué realmente no importa, verdad?
Da otros tres pasos para que estemos en el mismo nivel, la barrera
del anillo nos separa. Su pecho sube y baja con ira y veo cuán apretados
están sus puños.

Debería estar asustada, quiero estar aterrorizada, pero algo sobre él


me hace quedarme aquí. Tenemos una conexión innegable que nos une.
No es sexual, es una conexión del alma. —No deberías amarme, nadie
debería, Sivan.

Salta sobre la barrera como si ni siquiera estuviera allí.

Sin nada entre nosotros mis rodillas se sienten débiles, y mi instinto


dice que esto es malo. Me he caído y caer significa dolor. Caí en el jodido
amor, la peor caída de todas.

—Pero lo hago —declara.

Ahora, parado sobre mí, aquí en esta tienda, le creo. —Lo sé. —Y de
alguna manera lo hago, pero eso es lo que más me asusta.

La carpa es mi templo, pero también fue un lugar donde sucedieron


cosas que ahora sé que estaban mal. Cosas que me avergonzaron más
adelante en mi vida, dolores que no se pueden deshacer, pesadillas que me
despertarán para siempre.

Las luces parpadean a nuestro alrededor, cambiando la oscuridad


turbia a un resplandor dorado. Hay un haz de luz que brilla sobre nosotros
donde estamos parados a solo unos centímetros entre nosotros. No puedo
moverme, así que da ese último paso para cerrar el espacio. Siento su
mano agarrando mi cintura, sosteniéndome en el lugar. Enfoco mi mirada
en su pecho justo frente a mí, petrificada por lo que podría ver expresado
en su rostro.
Subiendo por mi costado, su mano explora mi cuerpo, esta noche un
poco más agresivamente que antes, su agarre más fuerte, su toque más
fuerte, y cuando levanta mi barbilla para que tenga que verlo, dice—:
Mírame, Imogene.

Luego me levanta. Mis piernas rodean sus caderas y su cinturón de


cuero se me clava. Aquí, en el centro del lugar, me abraza posesivamente y
me besa.

Esta vez no me detengo, es como si hubiéramos sido liberados, y mis


manos recorren cada centímetro que puedo tocar. Su cabello me hace
cosquillas en la nariz cuando se le cae en la cara, y sus manos me agarran
por el culo, manteniéndome lo más quieta posible. Pero aun así mi cuerpo
quiere más y me muevo contra él, tratando de convencerlo.

Su autocontrol es admirable, porque nunca se rinde. Nos besamos,


tocamos y exploramos, pero nunca debajo de nuestra ropa, y él siempre se
detiene.

Dijo que el sexo lo cambia todo.


—Aquí no, ven. —La pongo en el suelo.

Siento que necesita más; yo necesito más. Tomo su mano y la llevo


fuera de la carpa, las confesiones que compartimos dentro de 'su iglesia'
me han dejado sentir crudo y expuesto.

Soy vulnerable, me ha abierto y estoy sangrando. El payaso está


fuera, incluso sin su cara, y no puedo volver a meterlo en su caja ahora.
Sostengo su mano en la mía y camino hacia la puerta de la carpa, las
luces de colores brillando en la tierra mientras salimos al aire de la tarde.

El sol se puso mientras estábamos dentro y ahora la luna es una luz


plateada en el cielo casi negro. Las bombillas brillantes se mueven sobre
sus cuerdas mientras el viento gira sobre nosotros.

—¿A dónde vamos?

—Solo confía en mí, Imogene, ven.

La llevo un poco más rápido de regreso a donde comenzamos,


pasando las jaulas y hacia mi remolque. Saco la llave de mi bolsillo,
esperando que no pregunte por qué la tengo. O si lo hace, que tenga una
buena mentira para convencerla de que venga conmigo.
La puerta chirría cuando la abro y me hago a un lado para que
pueda ir primero, pero está congelada. Sus ojos miran dentro y la siento
temblar solo en la mano que sostengo.

La levanto y la llevo dentro, cerrando la puerta cuando la acuesto en


el extremo de la cama. Cuando me giro para mirarla tiene la caja de
madera abierta. Mira hacia dentro levantando la tapa con una mano, la
otra sobre la boca, y ahoga un jadeo.

Hay marcas dentro de la tapa, rasguños y lo que parecen ser


dibujos. Nunca abrí la caja. No quiero perder el momento que comenzamos
en la tienda, no quiero perderla.

Pongo mi mano sobre la de ella y cierro la tapa. Tomando su rostro


en mis manos la beso y la llevo de regreso a donde estábamos.

Su cuerpo se relaja bajo mi toque. Por primera vez, permito a mis


manos estar debajo de su camisa y que toquen la piel suave que he visto a
través de la ventana.

Es mejor de lo que imaginé que sería cuando la estaba mirando.


Tropezando ligeramente, le paso la suave camiseta sobre la cabeza. Mira
hacia abajo, su rostro se aleja y el tímido sonrojo que recuerdo de la
primera vez que la vi en Cirque desempolva su rostro, levantándose para
combinar con el exuberante rosa de su sujetador de encaje.

Ahuecando su pecho en mi mano se sienten más duros de lo que


parecen. El acondicionamiento de su cuerpo lo hace todo firme, con
músculos entrenados con precisión para el desempeño. Es perfecta. Es
como lo recuerdo, solo que ahora estoy dentro del tráiler con ella.

No soy el niño desviado que mira a través de la ventana. Desearía


grabar esto para poder verlo más tarde, pero tendré que confiar en mi
mente para reproducirlo una vez que termine. No quiero que termine
nunca.
—¿Esto significa que finalmente vamos a hacer algo más que
besarnos, Sivan? —Su mano cubre la mía donde se aferra a la tentación
regordeta cubierta de encaje.

Inclinándome para pasar mis labios sobre la curva de su cuello


susurro suavemente contra su carne desnuda. —¿Quieres más, Imogene?

Muerdo donde se unen su cuello y clavícula. Jadea, sus manos en


mi cabello ahora forzando mi rostro contra ella.

—Siempre quise más —Palabras de aliento y desesperadas,


puntuadas por jadeos mientras beso cada centímetro suyo.

Deslizando mis dedos debajo de su sujetador, los ganchos se sueltan


fácilmente y el encaje se cae de su cuerpo, lo que me permite admirarlos
de cerca. Como cuando los vi a través del cristal, sus pezones se ponen
como piedras y no puedo resistir la tentación de morderlos.

Empujándola suavemente para que se siente en la pequeña cama,


me arrodillo entre sus muslos. Deslizando el suave sujetador rosa de sus
brazos, lo arrojo a mi lado, mi piel oliva viéndose mucho más oscura
mientras toco su cremosa piel.

Esperé, imaginé, la vi por la noche y quise que este momento llegara


tanto que me dolió, pero ahora es real. Sus fuertes muslos se aprietan
contra mis costados, es tan fuerte.

Las pecas en su pecho me provocan, y respiro su aroma floral


cuando me inclino entre sus pechos. Se sienten perfectos en mis manos.
Cuando mi boca los toca estoy perdido para él. Imagino que la pintura
negra se corrió por su perfecto pecho, donde mi piel toca la de ella.

Suaves gemidos y jadeos escapan de su boca abierta mientras


muerdo el dulce pezón rosa que he deseado tocar desde el otro lado del
cristal. Los ruidos eróticos que salen de la boca de Imogene solo lo
provocan para liberarse de los confines de mi mente, y él quiere jugar.
Cae hacia atrás, sus manos agarrándose, los codos cerrándose y su
cabeza se inclina hacia atrás para que no pueda ver sus ojos, solo el aleteo
de sus pestañas y la forma en que su lengua lame esos labios regordetes
mientras miro sobre sus pechos.

Mi boca prueba cada parte de ella que está expuesta a mí. Sabe a
algodón de azúcar y cierro los ojos, permitiendo que mis manos memoricen
cada curva para poder verla en mis sueños nuevamente.

Sus brazos se rinden y ella se aleja de mí, lejos de mis manos y boca,
y quiero que vuelva. Está hurgando con el botón de sus pantalones y el
sonido de los dientes de la cremallera cuando se separan es música para
mis oídos.

Falta la música.

Se levanta de la cama y su entrepierna está justo frente a mí


mientras arrastra sus vaqueros hacia abajo. Se me agota la paciencia y se
los quito. Se queda en bragas de encaje rosa que combinan con el
sujetador que yace en el viejo piso de madera.

Todavía no me atrevo a quitárselas, apenas me estoy aferrando a mi


cordura tal como está, pero no tengo oportunidad ya que ella las sacude y
las patea con un pie para que vuelen lejos de nosotros.

Este es el espectáculo que vi a través del agujero en la ventana


cobrando vida y mi pulso se está arqueando con la realidad, pero de
alguna manera querer era mejor que tenerlo, porque no tengo mi cara
pintada y mi ropa de payaso.

Se siente mal. Como si me estuvieran engañando.

Sin embargo no puedo parar, esta noche nada podría impedirme


hacerle el amor. La amo. Él no la ama, pero yo sí.

—¿Qué estás esperando, Sivan? —gime, volviendo a sentarse frente


a mí de nuevo con las piernas abiertas, completamente expuestas a mí.
Puedo ver su excitación.

Me quita la camisa y sus ásperas manos pasan sobre mi piel,


encendiéndola con pinchazos, ya que cada terminación nerviosa se ve
afectada por el contacto de piel con piel. Las arrastra alrededor de mi
nuca, obligándome a acercarme para poder besarme. Se siente como una
traición, como ese primer beso que pretendía dañar. Intento reducir la ira
pero está cerca de la superficie. Me libero de su agarre. Su rostro está
nivelado con mi cinturón mientras lo desabrocho, sus dientes muerden su
labio inferior y se vuelve blanco por la presión cuando elimino el último
obstáculo entre nosotros. Despacio.

Bajando mis pantalones y empujándolos con mis pies, sus dedos se


enroscan en la cintura de mis calzoncillos, el frío toque provocándome
más. Mi pene está duro pero no por ella, no, porque estamos aquí. Me
siento culpable por eso, pero no he podido hacer esto con ella y ahora,
aquí, finalmente puedo.

Descanso mis manos sobre sus hombros mientras los desliza por
mis piernas, y cuando están en mis tobillos salgo de ellos, un paso más
cerca de ella.

El calor de su aliento me lo hace más difícil, está demasiado cerca.

El papel de lija de sus palmas corriendo por mis muslos antes de


que agarre mi trasero en sus manos hace que mis rodillas golpeen, las
cierro para que permanezcan erguidas. Sus cortas uñas se clavan en mi
piel mientras me obliga a acercarme, y el impacto del primer contacto que
su lengua con mi polla la hace saltar.

Su mano suelta mi trasero y se aprieta alrededor de mi erección, su


agarre mortal y las suaves lamidas son mejores que mi imaginación.

Deslizo mis manos en su cabello, sosteniéndola donde está, y


mientras envuelve sus labios alrededor de mí, él gana. Me fuerzo a entrar
en su boca y tomo todo de ella. Me follo su boca, miro sus ojos llorar y
siento que traga cuando la dejo respirar.

No tiene náuseas ni una vez, no trata de alejarme o detenerme. Me


deja usar su dulce boquita para saciar mi necesidad. Cuanto más empujo,
más toma.

Sus dos manos han caído para descansar sobre sus piernas. Al
mirarla a los ojos estos se han quedado en blanco, Imogene es solo un
caparazón. Conozco esa mirada, la he visto antes, por el agujero del cristal
de su ventana. Eso solo mejora esto mucho más, como si lo hubiera tenido
en mi cabeza durante mucho tiempo.

Es como si mis sueños hubieran cobrado vida. Me detengo antes de


perder todo el control y correrme por esa hermosa garganta. Su barbilla
está húmeda con saliva y sus ojos se han humedecido, manchando el
rímel por sus mejillas sonrojadas.

Traga saliva pero no hace contacto visual conmigo, y se mueve


nerviosamente con los dedos en su regazo. La luz de color desde el exterior
de la ventana la hace ver como si estuviera en el escenario, solo para mí.
Envolviendo mi mano alrededor de ese delicado cuello la levanto de la
cama para que esté de pie con su cuerpo contra el mío.

—¿Qué me has hecho, Imogene? —Estuve bien hasta que la vi. Me


mira, pero sé que se ha ido, no sale una respuesta de su boca mientras
sostengo una marioneta hecha solo para mí—. ¿Qué te he hecho? —Mis
dedos la encuentran empapada mientras acaricio su clítoris, haciendo
tensar todo su cuerpo. La atadura que tenía con mis acciones se ha
perdido, y finalmente me he ido.

Él la tira sobre la cama. La levanta y deja caer para que rebote en el


colchón, pero ella no se resiste. Quiero hacer que se detenga pero ya no
tengo el control, así que me siento en la caja al pie de la cama y lo miro.
Sus dedos sacan gemidos cuando la tocan, deslizándose dentro de
donde tan desesperadamente quería estar. Su espalda se arquea fuera de
la cama forzándolos más profundamente, queriendo más, necesitándolo.

Cuando veo que sus ojos cobran vida nuevamente, rasga mi pecho,
dejando un dolor tan profundo que me quema el alma. Ella cobró vida por
él. Celosamente veo como él reemplaza sus dedos con su boca y sus gritos
llenan el pequeño remolque.

Sus dedos se entrelazan a través de su cabello oscuro y peludo,


sosteniéndolo allí mientras disfruta de él. Sus manos están dejando
marcas en sus muslos donde los separa, los músculos tensos, presionando
contra él.

Cuando su clímax termina y baja lentamente, observo cómo su


pecho sube y baja más despacio y sus ojos se clavan en los de él. Sus
pensamientos se comparten sin palabras mientras sube sobre su pequeño
cuerpo. Sus piernas se envuelven alrededor de él y veo sus dedos de los
pies señalar mientras empuja dentro de ella, donde debería estar, pero
perdí y él ganó.

No le dejaría irse ahora que me ha dejado de lado. Hacen el amor


durante horas y lo veo, estoy dentro pero aun así solo puedo mirar. La veo
montarlo a horcajadas hasta que ambos gritan con soltura y se derrumba
sobre su pecho desnudo, sus respiraciones sincronizadas cuando él la
abraza y besa la parte superior de su cabeza de la misma manera que yo.
Quiero estrangularlo, pero debajo de eso me siento satisfecho, como si esto
fuera lo que debía ser.

Lo único es que Imogene piensa que soy yo, y no lo soy. Este soy yo,
sentado aquí mirando, incapaz de actuar.
Moviéndose alrededor, el sonido y el repentino aire frío en mi piel me
despiertan. Imogene está sentada en la pequeña silla en la esquina,
envuelta en las sombras, solo una pequeña luz de color brillando en su
rostro. Me quedo quieto y veo como se levanta y comienza a estirarse y
contar.

Mirando mi reloj, el pequeño brillo en las manos oscuras muestra


que son las dos y media. Me quedé dormido, olvidé el tiempo. Tuvimos
sexo, no, ellos tuvieron sexo, yo observé.

La tristeza me envuelve cuando siento el punto cálido en las sábanas


donde estaba acostada a mi lado. La deseaba tanto en la carpa, luego
entramos aquí y perdí el control. Siento los lugares en mi cuerpo donde
ella tocó, observándola mientras cuenta.

Cada estiramiento contado con cuidado, asegurándose de que cada


uno se haga exactamente bien. Verlo sin el cristal entre nosotros es
extraño e inquietante, miro su rostro mientras se retuerce como si tuviera
dolor. Con el pecho en el suelo y la espalda arqueada en un círculo
completo, los pies al lado de las orejas, cuenta. Después viene la caja.

La caja, tienes una caja para ella.

Cierro mis ojos. No quiero que sepa que estoy despierto y


observándola, pero la escucho. Exhala muy lentamente mientras se
levanta, sus pies deslizándose por el suelo hasta el fondo de la cama. El
pestillo de metal se abre y la tapa chirría sobre sus bisagras cuando lo
levanta. Siento que la cama se mueve mientras descansa contra la barra
de metal al final. Puedo escucharla moverse antes de que comience a
respirar. Diez de ellos antes de un largo tiempo de espera, luego el sonido
de ella succionando y la tapa cuando se cierra, el pestillo cayendo con un
ruido sordo y ella se va durante veinte minutos. Intento quedarme en la
cama, intento fingir que estoy dormido y dejo que sus secretos sean suyos,
pero no puedo.
La inquieta curiosidad se apodera de mí y quiero saber qué hace allí,
por qué se mete en la caja. Sacudiéndome de lado a lado nada es cómodo,
y me siento, con los pies descalzos plantados en el sucio suelo de madera
junto a la cama.

Mirando alrededor del pequeño espacio, la luz proveniente del


exterior a través de la ventana de vidrio descubierta, como la que yo
miraría, escuchando el viento soplando afuera. La carpa emite un sonido
de aleteo, y el aire silba y gime, produciendo efectos espeluznantes, como
si fuera un animal salvaje que corre salvaje. Me levanto para mirar afuera.

Todo el lugar es muy bonito por la noche; con el viejo carrusel


iluminado y las cadenas de luces en lo alto que le dan vida. Es
exactamente lo que recuerdo y estoy muy feliz. Este es el mayor contenido
que he tenido desde ese verano.

Ahora, con Imogene en mi vida, finalmente tengo lo que siempre he


querido.

Me siento en la esquina donde estaba antes y todavía puedo oler su


perfume mezclado con el aroma del sexo cuando me recuesto contra el
respaldo cubierto de tela. Espero en silencio, mis ojos pegados a la vieja
caja desvencijada. Su sujetador está atorado sobre el pestillo para que no
pueda encerrarse. No sé por qué, pero estoy tentado a sacarlo.

La paciencia es una virtud que tengo en abundancia, esperaré para


siempre si es necesario. Al ver las manecillas brillantes que pasan en mi
reloj sé que son casi veinte minutos, luego saldrá.

Tendré preguntas, y necesito que ella las responda.

La bisagra chirría y protesta cuando la abre por dentro, la tapa se


golpea con fuerza contra la cama y veo cómo se desenrolla de la caja. No
lleva nada más que bragas y camiseta.

Cuando me ve salta un poco, y yo me siento hacia adelante.


—¿Qué estás haciendo, Imogene? —Mira al suelo, con la barbilla
apoyada en el pecho, y su cabeza se mueve de un lado a otro. Abre y cierra
las manos, mueve los dedos de los pies, pero ni una sola vez me mira —.
¿Por qué estabas dentro de la caja? ¿Por qué son las dos y media de la
mañana tan importante? ¿Es esta la razón por la que no te quedarás
conmigo durante la noche? —Quiero saber, lo he visto una y otra vez, he
visto su ritual siempre y ahora quiero saber por qué—. No lo entiendo. —
Mi voz es suplicante y tensa mientras le ruego que me lo diga.

—He hecho lo mismo todas las noches desde que pude caminar. Si
no entro en la caja no puedo dormir, tengo que hacerlo. Si no lo hacía bien
cuando era más joven me metía en problemas. Mi padre una vez me quitó
la caja como castigo y me volví loca. No dormí durante cuatro días
seguidos —Sus ojos brillan de tristeza mientras habla de su pasado—. Lo
odiaba, ahora sé que estaba tratando de ayudarme, pero me hizo daño.

Se da la vuelta, cierra la caja, se sienta en la tapa y se pone las


rodillas contra el pecho. No quiero hablar porque parece que ella podría
continuar.

Deslizando su mano hacia arriba y hacia abajo por la parte superior


de la caja se ahoga en su propia mente nuevamente. —Esta es mi caja,
Sivan. Pasé mucho tiempo aquí como niña. Escondiéndome y practicando
—Mirándome a los ojos, se ve pérdida ahora—. Quiero irme ahora, por
favor.

Habla suavemente, luego se levanta y se pone los pantalones. Mi


hermoso ángel volador está dolido y quiero quitárselo, quiero salvarla del
dolor. Me levanto y la llevo a mis brazos, suave contra mi cuerpo desnudo.

—Lo siento, Imogene.

Solloza antes de responderme, sus brazos envueltos alrededor de mi


cintura apretados. —No podrías haberlo sabido, Sivan. Mis recuerdos más
felices y mis peores pesadillas están envueltos en una carpa grande y
brillante y no sabía cómo sentirme aquí, pero me gustaría irme a casa
ahora.

Nada sobre nosotros, ni una sola palabra sobre lo que compartimos


esta noche. Me mira y no puedo resistir el deseo de besarla, tomar su boca
y hacerle saber lo que siento.

—Vamos, Imogene, podemos hablar mañana. Esto es demasiado


para una noche. —Me da una pequeña sonrisa antes de ponerse sus
bailarinas.

Me pongo la ropa arrugada, fría por estar en el suelo. Cuando estoy


vestido y tengo las llaves del coche y mi móvil en la mano, nos deslizamos
hacia afuera y cierro la puerta de madera detrás de mí.

El final de mis sueños se hace realidad.

El regreso a la realidad deja un fuerte dolor en mi pecho mientras


ella en silencio sostiene mi mano, con lágrimas rodando por sus mejillas.
El mejor y peor día de mi vida, termina con un beso en la frente
afuera de la puerta principal. No tuve intención de invitarlo a pasar. Me
sentía sucia y usada, pero a la vez amada, y está matando mi cabeza
intentar descifrar todo lo que estoy sintiendo. Una vez la puerta se cierra y
oigo su carro alejarse, estando sola dejo salir un suspiro y colapso encima
de mi cubrecama. Estando en posición fetal, dejo que mis lágrimas caigan
sin restricción alguna. Me es imposible describir el sentimiento de felicidad
que sentí al estar allí, en esa carpa. No era solo estar ahí, era estar allí con
él. La forma en la que finalmente derrumbo las paredes junto conmigo.
Algo cambio. Él dijo que cuando tuviéramos sexo todo cambiaría, y ahora
me pregunto si jodí todo al empujarlo. El dolor entre mis muslos y la
evidencia ahora seca que se pega en mi ropa me hacen sentir sucia y
utilizada, pero cuando estaba pasando sentí algo más. No estaba siendo
usada, estaba siendo adorada. Solo en esos pequeños momentos donde él
estaba en mi boca, no pude sentir nuestra conexión. Estaba enterrado
entre la oscura verdad de mi infancia, y lo traje junto con la realidad del
tiempo que estuve en el circo con mi madre y el payaso. Nada es siempre
luces brillantes y brillos, incluso cuando no lo vemos, hay oscuridad, el
lado contrario de la moneda

Mi almohada está mojada por mis lágrimas cuando me levanto a


lavarme y ponerme ropa interior limpia; un paño caliente alivia el dolor.
Mis partes de chicas han estado en descanso tanto tiempo que el jueguito
de esta noche las ha dejado cruda. Necesito orinar, pero va a arder como el
infierno. Sentada en el baño, dejando que mi orina salga una gota a la vez,
decidí que necesitaba una ducha, el paño no había ayudado del todo. Ya
que se acerca el momento de despertar decido dejar de lado dormir y me
sumerjo en el agua caliente. Me visto con una camiseta sin mangas color
celeste y un par de pantalones de pijama de algodón, luego voy a
prepararme algo de té. El sol está comenzando a salir y puedo ver el cielo
aclararse por la ventana de mi cocina. El silencio del amanecer, nada se
mueve afuera mientras el día se acerca sigilosamente a las personas
desprevenidas que todavía están profundamente dormidas.

Se me escapa un bostezo mientras me llevo mi té caliente a la sala y


me siento en mi sofá. No tengo una televisión, así que agarro un libro de la
mesita auxiliar y doblo las piernas debajo de mí. No aprendí a leer hasta
que tuve trece años, pero una vez descubrí palabras que se volvieron una
obsesión para mí.

Obsesión.

La palabra dice incluso a mi misma me hace cuestionar si Sivan no


es otro problema obsesivo, que lo estoy haciendo más grande de lo que es.
Cierro mis ojos y vuelvo a horas antes donde me sostuvo en su pecho, y sé
que es más que una obsesión. Es una conexión real. Aquel circo, el
remolque, estoy segura que es lo mismo que casa. Hogar, se siente como
en casa. ¿Me pregunto si podríamos regresar? ¿De quién es el lugar?

Él tenía una llave, entonces ellos deben saber que estaba allí; él era
tan relajado y caminaba libremente por el lugar como si perteneciera allí.
Sé que la caja era mía, tenía mis marcas dentro de la tapa, justo como las
que están debajo de mi cama. Cuando estaba aprendiendo a doblarme y
encajar dentro de las cajas así era como iba a contar. Ahora ese tiempo
está arraigado en mí y no necesito las marcas, pero ellas me tranquilizan
cuando estoy teniendo un mal día.

En los días que creo verlo, esos días me ayuda contarlas. Las luces y
la manera en que se instalaron las cajas era la misma, la única diferencia
era que las cuerdas de la tienda de campaña eran de diferente color. Todo
el lugar era demasiado parecido al de mi pasado como para que sea una
coincidencia, tengo miedo de que su amigo sea el que mira a través de mi
ventana en la noche.

Me quedo dormida unos segundos con mi libro abierto en mi mano,


acurrucada en el sofá, mis sueños ya no son acerca de mi pasado, ahora
son sobre Sivan.

Un fuerte golpe en mi puerta me despierta, el sol ahora brilla con la


fuerza de la media mañana a traves de mis ventanas. Pongo mi libro cerca
de la media taza de té frío.

Poniéndome de pie, me estiro y arreglo mi camiseta sin mangas así


no sorprendo a la persona que está en la puerta. No espero a nadie, y
Sivan dejo todo muy claro, así que no queda otra opción más que Sam.
Miro por la pequeña mirilla, pero el vidrio está tan sucio que no puedo ver
nada. Asegurándome de que he puesto la cadena, abro la puerta y echo un
vistazo afuera para ver quién demonios es. Mis ojos se encuentran a mitad
del pecho de mi invitado, camisa de vestir blanca, chaleco gris oscuro, un
nudo Windsor perfecto; mi padre. Desengancho la cadena contra mi
voluntad, pero sé que no lo desafiaré. Si ha venido hasta aquí es porque
está realmente molesto. La puerta se abre, con la brillante sonrisa en su
cara rodeada por rastros de pimienta y sal que solían ser negros como la
noche. Sus manos en los bolsillos a excepción de sus pulgares, zapatos
brillantes y el hedor de una costosa colonia. —Hola, Imogene. —Él entra y
besa mi cachete.

—Hola, papá. —Esto era lo último que necesitaba hoy.

—Ve y ponte algo encima, no deberías estar abriendo la puerta


vestida así. —Cierra la puerta y me giro yendo a hacer lo que dijo, porque
eso es lo que haces, como te dicen. Cuando vuelvo mi padre está sentado
en mi lugar en la silla, sus piernas estiradas frente a él, como siempre ha
sido. Bueno, no siempre, hubo un tiempo antes en el que él no era así. No
se ve tan molesto, pero no tengo dudas de que esto no es una simple
visita.

—¿Ya estas lista para tu viaje? —habla como si fuera a volver.

—Sí, solo necesito empacar lo del apartamento esta semana. Voy a


conservar lo esencial. —Cruza sus brazos, mierda.

—¿Por qué no te quedas donde tu novio antes de que te vayas? ¿No


sería más fácil? —Aquí vamos.

—No tengo un novio, papá. —Trato de mentirle, pero debía hacerlo


mejor.

—Entonces él no sabe cómo funciona ¿es lo que estás diciendo?

Mi padre puede ser un imbécil, pero me conoce, él entiende todo.


Simplemente no puede aceptarlo, no podrá aceptarme después de saber la
verdad. —Tú nunca les dices y luego nadie puede acercarse lo suficiente
como para tener un futuro contigo, Imogene. Parece un buen chico, de
Buena familia, tiene dinero y un negocio próspero, ¿por qué no se lo dices?
¿Sabe que te vas a ir?

No estoy lista para esta conversación, porque se ha donde está


yendo. Quédate Imogene, tú niña estúpida.

—Él sabe, bueno, sabe un poco, sabe de la caja y el circo. Está


planeando en venir conmigo —decirlo en voz alta hace que rompa en
llanto, lo hace tan real. Me desmorono en la mesa de café frente a papá,
cubro mi cara con mis manos y lloro. Lloro por todo.

—Imogene, esa no es una buena idea. Lo sabes ¿Es como los otros?
Por favor dime que no es como los demás ¿Le pediste que fuera contigo?
Sacudiendo mi cabeza, limpio mi rostro con mi manga. —No, me
pregunto si podía venir. Él no es como los otros, juro que no lo he
perseguido, mentido ni manipulado. Nada, papá, lo juro. Le gusto, de
verdad le gusto. —Es la verdad, no lo perseguí. Yo lo empecé, sí, con malas
intenciones, sí, pero fue él quien me invitó a salir. Aún espero que vuelva a
casa, no lo he perseguido ni una vez. No es una obsesión, esto es diferente.

—No lo sé papá, él… tengo sentimientos esta vez. Buenos


sentimientos, no sentimientos locos.

Se sienta hacia adelante, de modo que su cara esta cerca de donde


estoy sentada en la mesa de madera. —¿Estás segura, bebé? —Se que está
preocupado, y no puedo culparlo, pero estoy segura. —¿Debería hablar con
el por ti, explicárselo? No quiero que salgas lastimada Imogene, pero no
quiero que este chico se involucre ciegamente. Bebé, ¿le has hablado
acerca de tus problemas? —Mis problemas, aquí vamos.

Él se refiere al hecho de que actuó sexualmente por mi infancia


abusiva, que imagino conexiones donde no las hay, y me obsesiono y acoso
personas incomodándolas. O simplemente giro hacia otro lado y
deliberadamente me acerco para hacerles daño. Mis problemas no son solo
el hecho de que necesito meterme dentro de una caja o no puedo dormir.
No, cualquier interacción con las personas es un problema.

A mi padre le preocupa que al hacer esto pueda ir más allá. Cuando


me mude aquí todo se tornó en forma de pera. Llegaron órdenes de
restricción y mi padre tuvo que intervenir para asegurarse de que
permaneciera en la escuela. Fue cuando me uní a Cirque, necesitaba una
salida, algo en lo que enfocarme. Y me lo proporciono, me ayudo a
obsesionarme de buena manera.

—Solo déjalo papá, dudo que quiera venir conmigo. —No quiero que
hable con Sivan, nunca—. ¿Me dirás donde está ella? —Lo intente, siempre
lo intento.

—No, Imogene no te lo diré, porque no sé donde está.


Lo sabe, lo sé; él lo sabe. Solo quiero una oportunidad para
confrontar a mi madre por todas las cosas que me han pasado. Pero no me
dirá ni su nombre. —Entonces vete, papá, estoy bien. Lo que tengo con
Sivan está bien, no es como antes. —Trato de asegurarle mi cordura.
Cuando en verdad lo dudo yo misma.

—Imogene, la mudanza es una mala idea. No puedo ayudarte en


otro país, ni siquiera es Europa ¿Por qué América mi bebé? —Porque es lo
más lejos que puedo estar de mi pasado. —¿De verdad estas bien?

—Papá, estoy bien.

Extiende su mano para tocarme, pero se detiene a mitad de camino.


El afecto nunca fue su fuerte. La perfección es más su estilo. —Solo me
preocupo. —Se ve tan radiante como su reloj, y sé que volverá a
desaparecer de nuevo en pocos minutos y alejarse hasta que la cague, o le
pregunte donde esta ella. —Tengo que irme. Tengo un almuerzo con
algunos socios.

Ambos nos levantamos y me abraza, todo mi cuerpo se paraliza y él


se aleja rápidamente. Mi padre quería a su hija, la niñita perfecta para
amar y apreciar. En su lugar, me tuvo a mí, quebrada, maltratada, y con
más problemas de los que sabe qué hacer con ellos. Él aún me ama, solo
que no todo de mí.

—Adiós, papá.

Tan pronto como la puerta se cierra quiero volver a llorar.

¿Por qué me llevó con él? Yo era feliz, no sabía nada más, así era
feliz. El mundo real estaba lleno de cosas que no quería saber.

¿Podemos hablar? Siento que necesitamos hablar


Después de que mi padre se fue empecé a leer mi libro y fui a
correr, cuando entre a mi casa recibí un mensaje de Sivan.

No soy muy buena conversando, Sivan.

Está bien. Te dije como me siento, Imogene. Quiero ir contigo, pero solo si tú
me quieres allí contigo.

No entiendo porque, pero quiero que vengas conmigo.

Estoy enamorado de ti, no lo puedo ocultar más. No quiero eludir el tema de


que quiero estar contigo, Imogene. Por eso, porque te amo, joder.

Tengo secretos y problemas, no soy alguien fácil de amar.

Tus secretos son tus secretos, Imogene, como los míos me pertenecen. No
me importan, pero te amo. Que, te subes a una caja antes de acostarte, yo también
hago cosas que no quiero que veas. Te amaré con tus secretos y tus problemas.

Quiero conocer tus secretos, me volvería loca si no lo hago.

Podemos trabajar en eso, en Las Vegas, juntos.

¿Podemos volver? Al circo.

Cuando tú quieras, tengo un juego de llaves y a mi amigo no le importa,


siempre y cuando no movamos nada.

¿Podemos ir hoy en la noche?

Lo olvidaste, ¿verdad?

¿Olvidarme qué cosa?

¿La cena? Con mi mamá…

Carajo, lo olvide ¿Entonces, mañana?

Mañana. Te traeré a cenar más tarde, hermosa ¿Vamos a hablar sobre el


hecho de que finalmente tuvimos sexo, o lo seguiremos ignorando?
Seguiremos ignorándolo. Sin embargo, ♥ tu pene tiene un piercing. Eso es
algo que no puedo.

Él no me responde el mensaje, ignorar el tema es lo mejor por ahora.


Esto es demasiado.
Ella no quiere hablar, así que le mando un mensaje porque me estoy
volviendo loco con pensamientos y preguntas, y ella tiene todas las
respuestas que necesito. Tenemos una cena con mi mamá en la noche y
quiero ser capaz de decir que voy a ir con ella, no que tal vez vaya. Lo de la
caja cobra sentido ahora, solo un poco. Observarla hacerlo en la misma
habitación, sin ninguna ventana de por medio, fue inquietante. Estoy
comenzando a entender partes de Imogene y su pasado, pero debido a que
no quiere compartirlo completamente me veo obligado a llenar los espacios
en blanco por mí mismo. Paso mi día tomando una siesta y voy al
gimnasio por una sesión más larga, llevar mi cuerpo al límite me ayuda a
olvidar lo que paso la noche anterior. Mientras manejo de vuelta a casa mi
teléfono suena ruidosamente a través del bluetooth del carro, es Gavin.

—Entonces, ¿vas a cruzar el Lago con ella?

Sin ningún saludo, como siempre. —No lo sé. Creo que sí, ella
estaba muy poco interesada al respecto.

—¿A qué te refieres?

—Hablamos sobre algunas cosas y le pregunte, y se puso rara y…

—Dime que finalmente te la follaste.


Que tacto. —Eres un idiota, ¿lo sabes, no? Sí, tuvimos sexo la noche
anterior. —Lo admito porque él es como un perro con un hueso por el
hecho de que he tenido una chica por meses sin clavarla.

—¡Aw, sí! Finalmente.

Es un completo idiota. —¿Me llamaste por algo? —Odio compartir


cualquier cosa sobre ella con él, ella es mía.

—Quiero los detalles. Por eso llamaba, oh y perdí mis llaves así que
necesito que abras el lunes. Pero, mayormente quiero detalles. —Actúa
como si tuviera catorce y nunca hubiera tenido sexo.

—No compartiré detalles. Tuve sexo con mi novia, es lo único que


obtendrás. —Cuando llego a la entrada veo a Jezebel estacionada en la
calle, no era lo que necesitaba hoy—. Gav, tengo que cortar. Sam está en
mi casa. —Aunque él lo sabe.

—Sí, quiere hablar contigo acerca de irte, le dije que no interfiriera,


pero tiene un bicho en el trasero.

Me detengo en mi lugar y antes de sacar la llave de contacto digo—:


Gracias por avisarme, te veo el lunes.

Busco a Sam en su auto, está vacío y no está en los escalones de la


entrada, así que voy y abro la puerta esperando encontrarla parada
esperándome, pero en cambio encuentro la puerta principal abierta. El
miedo se hunde en mi estómago, se siente como si hubiera tragado plomo,
¿por qué esta adentro? ¿Cómo logró entrar? ¿Y qué es lo que ha visto?
Sam no ha sido ella misma últimamente, esto solo muestra lo inestable
que es. Creí que de verdad estaba mejorando con ella y Gavin
aparentemente juntándose de nuevo, pero cuando nos escuchó hablando
sobre que me iré empezó a actuar como una niña de nuevo.

Mi hermana piensa que el mundo entero le debe algo porque nuestro


padre fue un cabrón abusivo, bueno, el me ha abusado a mi también pero
nadie me da nada.
—¿Samantha? —llamo desde la entrada.

—Oh, hola —responde desde la dirección de la cocina y el salón,


gracias a Dios.

—¿Cómo lograste entrar aquí?

—Agarre las llaves de Gavin. Sé que tiene una de este lugar.


—La encuentro viniendo de mi cocina sosteniendo mi taza en sus manos
como si fuera la dueña del lugar.

—Sam, no puedes venir a mi casa cuando no estoy y ponerte


cómoda, podrías haber llamado para decir que vendrías. —Miro su cara
engreída.

—¿Qué? Entonces podrías ignorar mi llamada y fingir que no existo


de nuevo. Incluso me evitas en la oficina.

—Esto es irrumpir y entrar. Robaste mi jodida llave.

Se sienta en el sofá y pone los pies sobre la mesa de café. Estoy


furioso y es todo lo que puedo hacer para no correr por el pasillo y revisar
la puerta del garaje.

—Entonces, ¿realmente irás a los Estados Unidos con ella?

La manera sarcástica con la que pregunta me hace querer gritar. —


Es una posibilidad por el momento. Yo quiero acompañarla, pero depende
de ella. —Me siento, porque necesito tener una verdadera conversación con
mi hermana. Lo he evadido por demasiado tiempo—. Sam, estoy saliendo
con ella. La amo y ahora es parte de mi vida. Comienza a replicar, pero
antes de que salga una palabra de su boca, continúo—. O detienes esta
lucha contra ella y te sientes feliz por mí, porque finalmente soy feliz, Sam,
por primera vez desde siempre estoy feliz. O te saco de mi vida, porque no
renunciaré a ella.
—¿Así que me vas a descartar? Soy tu familia, Sivan. —Su cara se
vuelve casi púrpura de la ira mientras echa humo—. Soy tu hermana,
¿hablas en serio? ¡Ella me folló, tuvimos sexo, seguido! ¡Vas a elegir a mi
amante sobre mí! Jódete, Sivan. La destruiré antes de que te vea irte con
ella.

Tira mi taza por la habitación, el líquido caliente se derrama por


todas partes mientras se rompe y se astilla por todo el piso.

—Vete. —Las palabras salen demasiado calmadas a comparación de


la ira que siento, demasiado callado para la tormenta que se avecina. —
Lárgate y no vuelvas. Samantha, si te le acercas, le diré a mamá que le
pasó a nuestro padre. Ve, se feliz con Gavin y déjame a mí y a Imogene
solos. ¡Lárgate! Ahora. —Ella comienza a llorar cuando se levanta del
asiento y se para cerca de mí, ni siquiera la reconozco en estos
momentos—. Sam, necesitas ayuda, y estoy cansado de tratar de ayudarte.
Solo vete, por favor.

—Váyanse a la mierda, tú y ella, Sivan. —Ella suelta y comienza a


caminar hacia la puerta.

—Las llaves, Sam, dámelas. —Extiendo mi mano y ella vuelve y


golpea el viejo llavero de Gavin en mi mano—. Adiós, Sam.

Ese intercambio de palabras ha tardado mucho en llegar, incluso


antes que Imogene, pero duele. Mi hermana es una persona muy dañada,
pero no puedo dejar que me impida curar mis propias grietas y seguir
adelante.

Este viaje y tiempo fuera es exactamente lo que necesito. Tal vez,


solo tal vez, pueda dejar a mi payaso y ser yo mismo.
¿Puedo saltarme la cena? Mi papá ha estado aquí y necesito algo de tiempo
para pensar acerca de todo ¿Puedo tomarme esta noche? Podemos hablar en la
mañana.

Su mensaje solo hace que la noche empeore, me aferraba a la


esperanza de verla más tarde, ahora debo enfrentar la cena solo con mi
madre quien debe haber hablado con Sam para entonces.

Que se vaya todo al infierno. La necesitaba esta noche, solo quería


escogerla por encima de mi propia sangre y ahora ella necesita tiempo.

Está bien. Te extraño, ¿necesitas que te repita que te amo? ¿En qué andas
pensando? Porque yo no necesito pensarlo, Imogene. Lo sé.

Pudo haber sido rudo, pero he tenido un día horrible y que necesite
tiempo para pensar apesta cuando lo único que necesito es a ella todo el
tiempo. Róbala, así no podrá apartarte más. Mi payaso habla de nuevo, su
voz se vuelve cada vez más fuerte. Lo ignoro, pero aún sigue allí. No se
callará por ahora, lo sé.

Mando otro mensaje, esta vez es para Betty.

Necesito ser él, esta noche. Necesito sentir lo que me robo la otra
noche con Imogene. Ella me confirma que estará allí cuando llegue a casa
para la cena. Yo también necesito pensar.

Sivan, por favor no te enojes. Lo viste aquella noche, tengo varias cosas en
mi vida y si voy a compartirlas con alguien necesito estar segura.
Betty se fue bajo el manto de la oscuridad justo antes del amanecer,
me limpié y dormí. Los últimos dos días finalmente me alcanzan. Me sentí
mejor después de pintarme la cara, me sentí completo, como si la división
en mí estuviera cosida y podría simplemente ser. Eso nunca dura, tan
pronto como limpio mi cara y me veo nuevamente, me avergüenzo. Acabo
de tener sexo con una mujer que no es mi novia. No es la primera vez, pero
antes de que Imogene y yo tuviéramos sexo, esto no se sentía incorrecto.
Ahora esta tan mal que me duele el hecho de pensar en ello. Ella me
dejaría si supiera, cualquiera de esas veces.

El aguijón de su rechazo aún duele, así que no la llamo, no le mando


un mensaje, solo espero. Ella quería tiempo para pensar, se lo daré.

Es tarde cuando finalmente me levanto de la cama. El sueño tan


necesario me dejó con un fuerte dolor de cabeza, pero al menos me siento
humano de nuevo. Arrastrándome y tomando un poco de café negro con la
esperanza de que me alivie el dolor de cabeza, voy al gimnasio, un poco de
liberación física podría hacerme bien. Desde que la temporada de rugby
terminó hace dos semanas, he echado de menos la liberación de energía, y
estoy demasiado tenso.

Sudor y testosterona, el lugar apesta. Algunos de mis compañeros de


equipo están aquí, manteniendo sus cuerpos listos para la próxima
temporada, y para sacar rollitos. No entiendo cómo las mujeres
encuentran atractivos aquí a los hombres; apestamos al cielo, estamos
empapados de sudor y posiblemente con nuestra peor ropa.

Las mujeres son demasiado confusas.

Recibo algunas palmadas en la espalda mientras nos cruzamos entre


el equipo. Nuestro entrenador comenzará el programa de entrenamiento
fuera de temporada aquí la próxima semana. No les he dicho que planeo
irme, que no estaré cerca. Honestamente tengo treinta años, es hora de
que deje de jugar con los chicos. Creo que Gavin y yo somos los
muchachos más viejos del equipo ahora, incluso Cap es más joven que
nosotros. Tantas cosas que dependen de ella para tomar una decisión.
Estoy dispuesto a renunciar a toda mi vida y ella necesita pensarlo.
Desahogo mi frustración al área de boxeo y la aviento en una bolsa que no
puede devolver el golpe. No me haría daño, como ella podría.

—Hola, Siv. —Cap agarra la bolsa, sosteniéndola para que pueda


golpearla aún más fuerte—. ¿Algo te molesta, hombre?

Molesto ni siquiera alcanza para describirlo. —Algo, sí. —Continúo y


el no dice más, solo sostiene la bolsa hasta que estoy destrozado y no
puedo golpear más. Cuando me detengo e intento recuperar el aliento, me
duelen los brazos y me arde el pecho.

—Sivan —dice Cap.

—Sí —resoplo, doblado por la mitad mirando al suelo, mis manos en


mi cintura; el sudor gotea de mi nariz sobre las esteras debajo de nosotros.

—Ve a hablar con la pajarita, esto no es sano, hombre. Te matarás a


ti mismo. —Me golpea con fuerza en la espalda y se aleja.

Ve a hablar con ella, es muy fácil para ellos decirlo. No tienen


secretos sucios que esconder, amenazando con arruinar sus vidas. Hago
que mi cuerpo dolorido se mueva hacia el vestuario. Gavin entra por las
puertas, parece un toro en una corrida de Pamplona. Conozco esa cara
enojada y sé que me está buscando. Obviamente, Sam fue y lloró como un
bebé para él, ya que no tome su mierda.

Sigo caminando y agarro mi bolso y las llaves. Puedo ducharme en


casa, realmente no me importa. Saco la toalla, me limpio la cara, luego me
la engancho al cuello, saco mi teléfono y cierro el bolso con la cremallera,
colocándolo sobre mi hombro. Deslizo el dedo por la pantalla para ver la
hora, pero en su lugar aparece una pantalla llena de notificaciones.

Diez llamadas perdidas y cuatro de ellas de Imogene, las otras eran


de mi mamá, Gavin y un número que no conozco en absoluto. También
hay dos mensajes y abro el suyo primero.
No quiero que vengas conmigo. No quiero verte de nuevo, no puedo verte de
nuevo, Sivan. Sé que estas escondiendo y simplemente no puedo.

Me desplomo en el banco frente a mi casillero y no tengo idea de


qué decir cuando mi mejor amigo viene a la vuelta de la esquina. Él me da
un puñetazo que aterriza directo en mi mandíbula. El segundo me hace
ver las estrellas, y en el tercero estoy fuera de combate.
Le había pedido tiempo porque mi mente desconectada no podía
procesar todo. Estaba bien hasta que mi padre había llegado y me echo
por una bola de mierda. Sé que le importo y que se preocupa, pero eso no
siempre es de ayuda para mí, a veces provoca que me vuelva más loca de
lo que ya estoy.

He estado en la caja tres veces, he corrido hasta que mis pies laten,
he hecho estiramientos y contado y tratado todo lo que normalmente me
hace enfocarme, y nada ha calmado mi corazón o detenido el tren de
cargas corriendo por mi mente. Intente con las espadas, arrodillándome al
centro del suelo de mi habitación, la empuje hacia abajo por mi garganta,
lentamente, cuidadosamente, todo el camino. Cerré mis ojos con ella en mi
garganta, de la manera que lo había hecho por años, pero cuando cierro
mis ojos lo veo a él, la manera que cambian mientras el frota su polla
hacia abajo por mi garganta. Mis ojos se abren y no puedo hablar, retiro la
espada lo suficientemente rápido para evitar la arcada que viene, mi
garganta se tensa alrededor de la hoja y entro en pánico, esperando que no
haya hecho ningún daño mientras otra arcada se apodera de mi de nuevo,
retirando la espada entera hacia afuera.

Nada está funcionando hoy, quizás debería enfrentarlo y acabar con


esto. Colocando la espada en el vestidor, escucho un toque en la puerta.
Dos veces en un día. No puedo hacer esto si mi padre vuelve. Llorare, y si
es Sivan no sé lo que haré.

Pero, no es ninguno de ellos. Abro la puerta para encontrar a Sam


ahí parada. Se ve un poco enferma, su piel esta pálida y puedo ver una
capa de sudor en su frente.

—¿Puedo pasar para hablar un rato, Immy? —¿Immy? La manera en


la que lo dice hace que mi piel se erice.

—Tengo que enseñarte algo, por favor. —Su voz tiembla con
desesperación y suplica. Destrabo la puerta y la abro, tan tentada como
estoy de lanzarla en su cara, algo está mal con ella.

—Pasa, Sam. —Abro la puerta para que pueda pasar a mi casa, ella
ha estado aquí muchas veces. Sabe sobre la caja, mi infancia y quizás un
poco sobre el payaso.

—¿Dónde está tu computadora? —pregunta con desespero, sus ojos


observando la habitación.

—En la cocina, cargándose, ¿por qué? ¿Qué está mal Sam? Estas
actuando raro, incluso para mí.

Me lanza una mirada enfurecida. —Solo búscala por mí, Imogene,


necesitas ver esto. Antes de que hagas algo estúpido con mí hermano.

Ya había hecho algo estúpido con su hermano, lo deje ver mi caja, lo


deje hacerme el amor. No había sido sexo, era amor, y ahora estoy
completamente jodida. Voy a buscar mi laptop de la encimera y se la doy.
Con manos temblorosas la abre, introduce una unidad USB y sin esperar
a que se active apropiadamente, por lo que va más lento de lo usual.

—Vamos. —Maldice, tecleando fuerte, tratando de que reaccione


más rápido.
Su comportamiento maniático me preocupa. La he visto sin peluca
antes pero esto esta bordeando en la locura. Eventualmente la coloca
frente a mí en la pequeña mesa y reproduce algo que parece un video de
YouTube en blanco y negro. Pero no es YouTube. No, son mis esperanzas
siendo destrozados, mis sueños muriendo, y mi corazón rompiéndose
mientras mi pesadilla viene a la vida en la pantalla. Lo veo suceder. Lo veo
cambiándose a mi villano.

Cada pincelada de ese pincel va limpiando todo lo bueno que había


sentido, reemplazándolo con miedo y dolor. Cuando lo veo ir a ella, y sus
manos están en su cuerpo, su boca en su piel, como si fuera la mía hace
dos días, mis lágrimas empiezan a caer y la cierro de golpe. Sam la abre de
nuevo.

—Mira la fecha y tiempo Imogene, ha estado engañándote. Mi


hermano es un imbécil. Uno con secretos que no imaginabas hasta hoy. Lo
siento, pero se lo del payaso. Sé que podría haberte hecho daño si lo
encontrabas por ti misma. Tenía que mostrártelo.

La cierro de nuevo.

No puedo respirar, mis pulmones no se llenan y el oxigeno no está


llegando a mi cerebro. Coloco mi cabeza entre mis rodillas para intentar
detener el mareo que flota en mi, haciéndome sentir enferma del estomago.
Vi un payaso en mi ventana, vi a Sivan en mi ventana. Arcada tras arcada
vienen de mí y nada sale. Sam esta murmurando y hablando mientras
frota su mano en mi espalda. No puedo escuchar sus palabras, mis oídos
suenan con la verdad y finalmente me siento derecha.

Empujándola lejos, grito—: ¡Vete Samantha, solo jodidamente vete!

Rompe en llanto y sale corriendo por la puerta principal, pensó que


lo odiaría y la querría a ella. Se como su mente funciona, pero no la quiero
a ella. Lo quería a él, pero ahora quiero correr, sola.
Pensé que lo amaba, pero no puedo enamorarme de mi pesadilla.
Encuentro mi teléfono cargándose en mi habitación y le envío un mensaje.

No quiero que vengas de nuevo. No quiero verte de nuevo. No puedo verte de


nuevo Sivan. Se todo sobre tu secreto y lo que escondes y simplemente no puedo.

Apago mi celular luego de eso, trabo la puerta de mi casa con llave y


seguro, y cierro todas las cortinas y ventanas de la casa.

¿Por qué estaba tan atraída por él y sus oscuros ojos que sabía que
escondía secretos, nunca podría haber soñado que esto era todo? ¿Quién
se disfraza de payaso? De ese payaso, ese payaso en particular, ¿cómo lo
supo? Mi mente no se detiene y me meto compulsivamente dentro de mi
caja, quedándome todo el tiempo que puedo, luego rompo la tapa y respiro
antes de cerrarla de nuevo. He hecho esto por mucho tiempo.

Lo oigo golpeando mi puerta, gritando mi nombre, rogándome que


hable con él, pero no salgo de mi caja.

Me quedo donde estoy a salvo de todo.

Cuando todo está tranquilo y tengo mis dedos atascados en la tapa


de la caja por horas, manteniéndola abierta solo un poco, la abro para
poder salir. Está oscuro y todo el piso está cubierto por el miedo y la
oscuridad de la noche. Me voy al baño, mi cuerpo en agonía. Después de
mi ducha y de lavarme los dientes, ni siquiera me molesto con mi rutina,
sé que no voy a dormir de todos modos. Me arrastro a mi cama y levanto la
mitad del edredón sobre mi cuerpo.
El sueño no llega porque si cierro los ojos lo veo, y si abro los ojos
me imagino que está ahí fuera mirándome. No le sorprendió que me
metiera dentro de la caja porque me ha visto hacerlo antes, me ha estado
observando y pensé que me estaba volviendo loca.

Cuando la luz del sol entra por las cortinas y ya no puedo quedarme
en la cama, me levanto. Lo mantengo todo cerrado y encerrado, el miedo
tiene sus garras hundidas en mí ahora y no abriré ni saldré hasta mi vuelo
a Las Vegas.
Los sonidos de discusiones y arrastrar los pies, el sabor metálico de
la sangre en mi lengua y el dolor distintivo en mi mandíbula y mi cara.
Empiezo a salir de mi breve inconsciencia. Gavin, estaba lo
suficientemente enojado como para golpearme, Imogene lo sabe, no quiere
volver a verme. No puedo no verla, necesito verla.

Ella es mía.

Abriendo los ojos, están hinchados y no puedo abrir el izquierdo en


absoluto, el derecho es una rendija y tengo una vista borrosa de mí
alrededor. Cap tiene a Gavin por la camisa y lo está moliendo, dos de los
muchachos están detrás de él pero no puedo ver sus caras. Tanteando a
mí alrededor, agarro el banco y me levanto, así estoy sentado en el suelo.
Me apoyo en él y me pregunto qué le dijo mi hermana.

—Vete, Gavin. No me importa, este no es el lugar. Vete a casa, Hugh


puedes llevártelo, lo buscaré más tarde. —Oigo que Cap les dice que se
vayan, luego la puerta se cierra de golpe, el sonido rebota en las paredes y
en el interior de mi dolorida cabeza.

—Siv, hombre, voy a tener que arrastrarte a un médico. Tu nariz no


se ve tan bonita ahora mismo.

Sólo asiento y me levanto para poder estar de pie.


La habitación se mueve como un oleaje oceánico mientras alcanzo la
pared más cercana para sostenerme. Dos de mis compañeros de equipo se
acercan a mí y me ayudan lo suficiente como para salir. No puedo ver,
pero siento las miradas en mí. Oigo susurros cuando salimos del gimnasio,
chasquidos de llaves y el clic de las cerraduras de los autos.

—Llévate mi auto a casa, yo lo llevaré en el suyo. —Cap habla con


alguien mientras me ayudan a subir a mi auto.

Gav obviamente tuvo un día de campo conmigo después de


desmayarme, todo duele. Pero, mi corazón es el que más me duele. Su
mensaje causó más dolor de lo que su paliza jamás podría causar. Me
agarro el pecho mientras siento físicamente como si me estuvieran
apuñalando con un cuchillo de sierra.

Los secretos arruinarán tu vida; nunca permanecen secretos.

Un par de horas después me dicen que mi corazón roto, son en


realidad dos costillas rotas y mi nariz ha sido colocada en su lugar. Estoy
adolorido, pero el daño en mi corazón no se compara.

—¿Por favor podemos ir al edificio de mi hermana camino a casa? —


Le pido a Cap, quien ha estado callado desde que nos fuimos de la sala de
emergencias—. Necesito ver a Imogene.

—Claro, si estás dispuesto a hacerlo. —Sacude un poco la cabeza.


No veo realmente a donde vamos, mis ojos se enfocan en nada mientras los
recuerdos de Imogene pasan como los arboles que se alinean en la calle
por la que pasamos. Cuando llegamos corro por las escaleras y golpeo la
puerta. Grito, mi voz haciendo eco en las paredes, nada. Me encuentro con
el silencio del rechazo, la tranquilidad sorda de la verdad.

La he perdido.
No me rindo. Mi alboroto llama la atención de los vecinos y los
peatones, mi capitán se para al lado de mi carro, sus brazos doblados y
sacudiendo la cabeza, cuando colapso en el piso, mi cabeza contra la
puerta, desesperado por estar cerca de ella incluso si es con una barrera
de madera entre nosotros. Me desmorono en un montón en el suelo con la
cara destrozada. Me pierdo y encuentro que todo lo que queda es él. La
razón por la que lo perdí todo. Mi payaso.

Cap se acerca y me echa una mano del suelo.

—Vamos a llevarte a casa, hombre. Esto no está ayudando. —¿Qué


puede saber él? Me está ayudando, ella me ayuda.

Cuando vamos camino a casa ya no es un amigo, sino alguien que se


interpuso en mi camino. El nudo en mi estómago avergonzaría a un boy
scout al tirar cada vez más fuerte, sin soltarse nunca. Cuando volvemos a
mi casa, aparca mi auto y soy obligado a preguntarle si quiere entrar hasta
que pueda conseguir quien lo busque. No lo quiero en mi casa, quiero
estar solo. Quiero cambiarme y pintar mi cara, ya no soy yo mismo. He
perdido todo por lo que me preocupaba y ahora todo lo que queda es él, no
puedo ser yo mismo porque siempre he sido él. Cap llama a alguien para
que lo venga a buscar y nos sentamos en el vestíbulo. Sostiene su teléfono
en su mano y me observa por unos minutos, antes de que diga—:
Entonces, ¿puedes decirme de que se trata todo esto? Ustedes son mejores
amigos y el golpeo la mierda fuera de ti, así que no te atrevas a decir que
nada, Sivan.

Mirándolo ahora, no respondo, porque como le digo que soy un


payaso, y ha salido a la luz y ha arruinado mi vida entera.

—Mi hermana causo esta mierda entre nosotros, los amigos no


deberían salir con las hermanas de sus amigos, no está bien.

Media verdad sale y el incluso la cree. Veo sus líneas de expresión


fruncirse al centro de su frente. —Tuve una pelea con ella y le dijo algo a
él, es privado Cap. No te preocupes.
—Claro que me preocupo, puede que seas distante y tranquilo Sivan,
pero eres parte de mi equipo y te considero un amigo ¿Quieres que hable
con él?

Dios, joder no quiero. Puedo vivir sin la verdad siendo regada


alrededor a todo el que conozco. —No, yo lidiare con ello.

Su celular vibra en su mano, el asiente y se levanta. —Ya vinieron


por mí.

Lo sigo hasta la puerta, cuando se va la cierro, con seguro y


desaparezco del mundo.

Dentro de mí mismo.

Metiendo cada cosa que puedo en mi SUV, vacio mi garaje y parte de


mi habitación. Cargo todo lo que puedo y despojo al resto en un lío
irreconocible en medio de lo que ha sido mi santuario durante tanto
tiempo. El sol sube y un nuevo día llega, pero no lo veo, todo lo que veo es
mi mundo cayendo encima de mí mientras recolecto todas las valiosas
pertenencias. Luego de tres viajes, mi casa está desprovista de mí, me
mudo a mi circo. Mi cuerpo entero palpita con dolor por la paliza que
Gavin me dio, pero la agonía real está ardiendo en mi corazón, quemando
y marcándome con la verdad. La tristeza que agarra mi corazón y lo
estrangula se hace permanente mientras bloqueo mi puerta y me voy.

Al menos has aceptado que eres yo, chico, ahora solo tienes que
robarla de vuelta.

Una vez empacadas todas mis pertenencias en sus nuevos lugares y


preparo todo para poder vivir aquí afuera, la única cosa que no está aquí
exactamente como debería, es el tráiler que compre hace dos días que
tiene una ducha e inodoro. Los usan para eventos y shows. Lo alquile por
un año y lo vaciarían mensualmente, o lo que sea que hicieran para
limpiarlo. Necesitaba una solución para vivir aquí permanentemente y
ellos lo llenaban de suministros.

Ahora es mío. Mi tiempo.

Dentro de uno de los otros tráiler dispuse mi mesa de vestimenta,


ropas y maquillaje. La luz es perfecta y se siente como el lugar correcto
para que comience mi transformación. No más vivir dos vidas. Ya les había
dicho que me iba. Me he ido.

Una vez que el aire sopla alrededor en la tarde, el olor salado se pega
a mi piel y cuando lamo mis labios lo puedo saborear. Mi boca está seca y
todo lo que tengo para beber son unas cuantas cervezas calientes en una
vieja nevera de acampar. Es primitivo aquí afuera, simple, real y honesto.
En mi soledad acepto que siempre he estado aquí, mi corazón siempre ha
estado aquí. Había sido robado por este circo hace tantos años y solo
ahora estoy volviendo. El dolor que vivía en mí por tanto tiempo está
siendo apaciguado por la aceptación, pero la agonía me golpea el pecho
donde mi corazón roto esta colgando por la vida. Y la esperanza.

Tengo nueve tráileres, seis jaulas para animales y un camión de


transporte para animales que huelen como a orina de cien años. El olor de
amoníaco es tan fuerte que quemaría tus ojos si entras. Las pequeñas
jaulas que se alinean en los lados son barbáricas. Cuando las veo recuerdo
el sonido de monos gritando y perros gruñendo desde sus prisiones,
mientras me paro detrás de los tráileres esperando. Ahora solo el sonido de
los fantasmas pueden ser escuchados, el antiguo sistema AP que vino con
la colección que compre está conectada y estoy desesperando por
reproducir la pista en mi nuevo hogar, pero no aún. Primero, necesitaba
terminar de desempacar y preparar todo perfectamente para cuando
Imogene llegue a casa esté listo para ella. Ya la siento aquí.

Abro la caja en mi tráiler, la que ahora es mi hogar. Tiene pequeñas


marcas dentro y una pesada tapa, el olor viejo del polvo y la madera
envejecida cuando respiro. Trate de meterme en ella pero mi forma
inmensa no está hecha para un espacio tan pequeño. Ya que el gimnasio
está fuera de servicio, instalé un área de ejercicios improvisados afuera.
Con el entrenamiento y el empujar mi cuerpo pasan las horas más
solitarias al principio del día, el momento en que creo que puedo volver a
mi vida. Después de mi entrenamiento, una carrera en la playa desierta y
una ducha fría, comienzo mi día. Las bombillas parpadean alrededor del
espejo mientras abro la tapa de mi caja de madera de pinturas y pinceles,
listo para ser yo mismo. La capa blanca va primero.

Cuando salgo de la puerta de madera que cruje y mi pie aterriza en


la pequeña caja de madera que sirve como un paso para entrar y salir, el
sol brilla sobre mi secreto. Sonrío y vuelvo mi cara hacia el calor de los
rayos y los cielos azules brillantes y claros sobre mí, y luego me pongo en
camino para seguir trabajando. Mis costillas todavía me duelen donde se
rompieron, pero se ha vuelto más soportable con el paso de los días. Mi
teléfono sonó y sonó sin parar los primeros tres días, así que lo dejé correr
sin carga y no lo volví a cargar. No tengo ningún deseo de hablar con mi
hermana o Gavin, su traición me hirió y cortó la cuerda que tenía sobre la
realidad.

El sol baja, haciendo que el océano tome un color naranja el cual


hace a mis ojos dolor si lo veo. El atardecer ilumina mi cansancio físico
mientras el sudor y el salado aire del océano se pega en mi piel. La pintura
de mi cara se mezcla con la transpiración y se derrite fuera de mi cara, la
máscara de perfección creada al inicio de mi día se ha convertido en un
desastre aceitoso negro, blanco y gris, salada mugre que sofoca mi piel y
obstruye mis poros. El cansancio empuja mis parpados juntos y el hambre
gruñe dentro. Mi estomago suena mientras empaco lo último de mis
pertenencias lejos en las cajas de madera que estaban llenas con disfraces
y accesorios. La tapa se cierra sobre las lentejuelas y plumas exhibidas
abiertamente, me llaman. Cierro todas las puertas y me dirijo a mi nuevo
hogar, el terreno desigual y áspero bajo mis pies hace que cada paso sea
más difícil. La pendiente es leve pero estoy cansado, y parece mucho más
empinada de lo que realmente es.
Sentado en el taburete de madera pintado a juego con la tienda de
campaña, enciendo la pequeña cocina de gas para acampar y pongo a
hervir una olla con agua. Busco entre las cajas de comestibles que cargué
de la cocina para encontrar un poco de pasta y un frasco de salsa
preparada, rápido y fácil de llenar mi barriga gruñendo y calmar al oso en
mi estómago.

La salsa de tomate comprada en la tienda de ácidos me da


indigestión, y burbujas de reflujo en mi garganta mientras veo el sol
deslizarse por debajo del horizonte, bañándome en la oscuridad durante
unos minutos antes de que las cadenas de luces zumben y se despierten,
arrojando el colorido resplandor a su alrededor. Me pregunto si pueden
atrapar la atención de otros que lo pueden ver desde lejos. Como las
polillas, pueden ser atraídas por las luces que brillan y brillan en el borde
del océano. Hasta ahora nadie se ha atrevido a aventurarse por el camino
privado claramente señalizado hacia mi espacio. No estoy seguro de lo que
haría si lo hicieran. Empacando mis platos de la cena que fueron lavados
con agua fría bajo una manguera, tengo la sensación de que alguien me
está mirando así que me apresuro y me meto dentro de mi remolque,
cerrando la puerta detrás de mí.

Mi corazón se acelera sin razón, no tengo nada que temer, nadie


sabe dónde estoy. Ella sabe dónde estoy, sabe quién soy. La necesidad de
encender mi teléfono y conectarme con sus púas en la esquina de mi
mente. Sentado en su caja, imaginando que ella está dentro de ella,
sostengo el dispositivo muerto en mi mano y lo volteo una y otra vez. La
tentación de acercarse a ella es tan difícil de ignorar. La amo y eso no
desaparece. Cuando una relación termina, el amor no desaparece, se
queda atrás y se convierte en otra cosa. Mi amor por Imogene se está
doblando y retorciendo lentamente como ella lo hizo, y se está convirtiendo
en venganza. Amargo y desagradable, es cáustico como si me comiera vivo.

Haré que me ame. No puede solo irse, no la dejare ir.


Oprimo el botón de encendido y espero a que el teléfono se despierte
y me reconecte con la realidad, un nuevo mundo donde yo soy yo y ella va
a ser mía.

Voy por ti, Imogene, tu caja no puede mantenerte a salvo de mi


amargo amor.
He estado empacando frenéticamente, la necesidad de salir es lo
único que consume mis pensamientos. El plan original era quedarme un
tiempo en el apartamento, en caso de que quisiera volver. Pero ahora no
volvería aquí aunque quisiera. La ventana de mi habitación y todas las
demás que dan a la calle han sido cuidadosamente cerradas con papel de
periódico para que nadie pueda ver nada, incluso si las cortinas están
abiertas por una grieta.

Sam ha llamado a mi puerta un millón de veces, su voz quejumbrosa


hace que mi pelo se ponga de punta peor que las uñas de un pizarrón. La
ignoro, y todo lo demás. El timbre del teléfono, el ruido de las alertas por
correo electrónico y la molesta y arcaica fuente del teléfono fijo que nunca
supe que tenía. Todo el ruido alimenta mi terror y mis pesadillas; el sueño
es un lujo perdido que ya no tengo. Estoy exhausta, sin sueño y
probablemente alucinando, pero reviso mi teléfono porque el sonido que le
asigné baila en mis tímpanos, burlándose de mí y aterrorizándome a la
vez.

No he oído nada de él, nada después de que gritara y gruñera y


golpeara a mi puerta. Se fue y se quedó en silencio. Su voz se había ido y
lo extrañaba tanto, sus estúpidos textos y sus tontos mensajes se habían
ido, las únicas cosas que quedan son el miedo y el dolor insoportable
donde una vez sentí algo tan fuerte por él.

No puede ser real. Mi mente está nadando en la neblina del


agotamiento y es hora de comenzar mi ritual, mi religión y mi red de
seguridad. Así es como digo mis oraciones.

Cuando salgo de mi caja me subo a mi cama, el sonido de alerta del


mensaje todavía suena en mi mente, deslizo la pantalla de mi teléfono
inteligente, si realmente fuera inteligente no dejaría que me enviara un
mensaje.

Las pequeñas aplicaciones se iluminan y los círculos rojos de


notificaciones sin respuesta y sin abrir están en la esquina de cada una de
ellas, algunas han pasado a tener tres dígitos, pero no me importa. Paso
las aplicaciones y abro mi mensajero, si era él será el primero en llegar, si
mi mente no me engaña veré su foto en la esquina. No estoy segura si
quiero que sea verdad, pero está ahí. Su cara sonriéndome, tratando de
ocultar lo que es.

Te extraño Imogene. Déjame llevarte al aeropuerto. Despídete de mí, me lo


merezco. No trataré de explicarme o hacerte entender, solo quiero despedirme. El
amor no desaparece y yo te amo, pero tú te vas y necesitamos esta despedida.

Mirando su rostro sonriente, leyendo sus palabras, coloco mis


rodillas contra mi pecho y las abrazo con fuerza, sosteniendo juntos mis
pedazos rotos. Quiero verlo, en cambio, cuando mis ojos parpadean veo
una cara pintada de blanco con labios y ojos negros, veo a mi propio
diablo. Caer, no importa lo que te haga daño. Tal vez el adiós lo haga más
fácil, ¿tal vez enfrentarme a mi miedo me arregle? Mi mente cansada no
puede pensar a través de la niebla, ya nada está claro. Necesito
desesperadamente dormir sin pesadillas, tal vez verlo me dé eso.

Está bien, solo una despedida, Sivan. Necesito estar en el aeropuerto a las
5:00 mañana en la tarde. Solo una despedida. Más nada.

Tan pronto como presiono enviar me arrepiento, pero extrañamente


hay algo de alivio en ello, tengo preguntas que sólo él puede responder y
esta despedida es la resolución que necesito. Siempre oyes a la gente
hablar de cierre. Nunca he tenido ninguno. No sé dónde está mi madre.
¿Dónde está el payaso? Debe estar cerca, estoy segura. Es por eso que mi
padre vino por mí, aunque sospecho que tuvo más que ver con lastimar a
mi madre que con amarme o quererme. Su familia había sido dueña del
circo, él estaba enojado con su padre por venderlo, por vender el amor de
su vida a otra familia. Ella dijo que él no tenía el circo en él, pero yo creo
que sí, que está escondido bajo una vida de dolor y el amor no
correspondido que él tenía por ella.

Ella nunca lo amó, mi madre sólo adoraba al payaso.

Mi abuelo, que era un idiota, dejó el circo por otro “mundo del
espectáculo” y se fue al teatro y a los bares de espectáculos. Bares como
los lugares donde el Cirque actúa ahora. Creó un pequeño imperio de
entretenimiento e hizo el dinero que nunca pudo con un circo. El negocio
familiar es ahora de mi padre y él lo odia, el trabajo lo enfurece más y más
con cada año que pasa. Cuando me trajo ese día, había un brillo en esos
ojos negros y oscuros, pero ahora han sido entorpecidos y su magia se ha
ido. Su alma fue vendida con ese circo, es un maestro de ceremonias sin
anillo. Se aferra a tantos secretos y verdades que quiero saber, que podría
darme un cierre, pero eso lo lastimaría y le recordaría ese brillo en sus
ojos, así que no lo hará.
En cambio deja un desorden, que mi magia se desvanece
lentamente, poco a poco la estoy perdiendo. Este nuevo trabajo me
ayudará a mantener lo poco que me queda.

El sueño me lleva lejos.

Floto a través de aire, me quita el pelo de la cara, y rápidamente al


girar hacia atrás en la otra dirección, lo fuerza a retroceder. Se pega a mi
rímel y maquillaje.

De un lado a otro, mi cuerpo hace el amor suave al aire mientras me


balanceo y vuelo a través de él. Gracioso y preciso, tal como lo practicamos;
no hay lugar para errores. Tengo que columpiarme con Dante, el compañero
de mi madre para estas prácticas. Todavía soy muy joven y no tenemos a
nadie que me acompañe. Hasta entonces hago las espadas y las llamas, y
subo a las cajas de los magos, todas las cosas aburridas, esta es la
emoción que busco. Me suelto y mi cuerpo se retuerce y gira a medida que
me doblo, y lo hago girar hasta que estiro los brazos y me conecto, la presa
perfecta. Respirando, me relajo mientras él se agarra a mis muñecas y nos
balanceamos en lo alto cerca del techo de la carpa, todo se desdibuja a
medida que avanzamos más rápido y me preparo para liberarme de nuevo.
Dejarse ir requiere confianza, coraje y una creencia absoluta en todo lo que
te va a atrapar, incluso si eres tú mismo.

Cuando me suelto, mis ojos se abren y veo su siniestra sonrisa negra


mientras me mira, me distrae y pierdo la fe en mí misma, y el miedo levanta
los pelos de mis brazos. Luego fallo, me caigo, tengo el estómago en la
garganta y siento como si cayera más despacio que el resto de mi cuerpo
ahora con plomo, agitándome y agarrándome al aire trato de contenerme,
pero no puedo. Su risa resuena a través de la carpa vacía y sé exactamente
cómo seré castigada más tarde. Me darán una lección una y otra vez. La red
me atrapa y me escupe en el aire tres veces antes de que se vuelva lo
suficientemente lenta como para que rebote en ella, mirando la parte
superior de la carpa. Las lágrimas caen por mis mejillas mientras trepo y
lucho por escapar de la red que tanto me salva como me condena.

—Vamos chica, sabes lo que pasa si te caes. Vamos a practicar.


Tienes algunas lecciones que aprender. —Su voz ronca me dificulta
tragarme las lágrimas con las que me ahogo al saltar del borde del
dispositivo de seguridad. Algunos días desearía que no estuviera allí para
poder caer y morir. Nunca voy a ser lo suficientemente buena, él nunca me
llamará “Buena chica” como llama a mamá. No, no soy la buena chica de
nadie. Él no me ama.

Cuando la luz de la mañana, filtrada por las cortinas y el papel de


periódico, finalmente se ilumina lo suficiente para despertarme de mi
sueño desesperadamente necesario pero inquieto, abro los ojos a mi último
día aquí. Mañana estaré en un nuevo país y nada de esto será real. Tengo
que empezar de nuevo desde cero. Mi estómago refunfuña y gruñe por
comida, pero sé que no tengo mucho, en el apuro de irme he vaciado la
despensa. Hay algo de pan casi rancio y Nutella que silenciará el abismo
en mi vientre, pero no calmara mis nervios lo suficiente.

Hoy es el día. Me voy hoy mismo y voy a ver a Sivan. Diciendo adiós.

Mi estómago se revuelve ante la bondad del chocolate que me trago


cuando pienso en él. No puedo hacer que baje y mi bocado de pan está
pegado a la mitad de mi estómago gruñendo. Trago fuerte, forzando
dolorosamente el bulto de comida en mi garganta. Siento que se estira a
medida que se mueve. Miro a mí alrededor, las cajas apiladas en un
rincón, las cubiertas blancas sobre los muebles que se empujan contra
una pared lista para que los de la mudanza la lleven al almacén, y me doy
cuenta de que me habría ahogado y habría muerto sola. Siempre estoy
sola. Cuando tuve a Sivan esa soledad no estaba allí, pero no le dije la
verdad sobre mi pasado, sobre el payaso, y ahora se ha convertido en lo
que me destruyó para empezar. Comiendo pan seco y Nutella, en un piso
vacío y cerrado, solo, gracias a Dios que me voy porque esto es triste y ya
no quiero estar triste. Quiero ser delirantemente feliz. Quiero ser la
protagonista de mi nuevo acto y olvidarlo todo, lejos de donde el payaso
pueda llevarme.

Él es el payaso ahora. Y tienes que despedirte.

Lo amo, de verdad, y este momento de vacío cavernoso me hace


sentirlo hasta los huesos. ¿Y si Sam estaba mintiendo, tal vez se lo
inventó? Es una perra amargada. La duda se arrastra a medida que mi
soledad y mi corazón roto tocan mi mente como un violín, haciéndome
encontrar maneras en las que no podría ser verdad.

Sam odiaba que me amara, ella hizo esto, no es un payaso. Nadie se


viste de payaso.

Ella es la loca. Me alegré de que quisiera venir conmigo, quería que


viniera. No le echó el ojo a mi problema de la caja, ni a ninguno de mis
problemas de hecho. Durante estos meses ha estado jodidamente increíble
y dejé que esa perra conspiradora me lo arrebatara.

¡Que se joda!

¿Todavía quieres venir conmigo?

No. Quiero despedirme para que mi corazón pueda curar la herida que le
cortaste.

Coloco mis cosas en la puerta principal y espero a que venga, tal vez
aún pueda hacer que cambie de opinión.
Es asombroso lo que se puede comprar en Internet hoy en día, todo
un circo, una esposa, una puta, drogas de todo tipo para hacer todas las
cosas horribles.

Quería hacerle cosas horribles.

Hoy iba a despedirme de ella, se estaba despidiendo de Sivan, pero


yo ya no soy Sivan. Yo soy el payaso y no hay forma de que la deje ir. Él
puede decir adiós, pero yo me estoy aferrando, haré que me ame aunque
me muera por hacerlo. La tetera metálica silba y escupe en la estufa de gas
de mi cocina rudimentaria en el exterior de mi remolque, las dos tazas de
viaje están preparadas con café instantáneo y listas para usar. Cuando
vierto el agua que aún burbujea sobre los granos marrones, el olor a
cafeína llena el aire durante unos segundos. La comodidad de ese aroma y
el calor de una buena taza de café me dan ganas de beberlo enseguida. Le
agrego su edulcorante y cierro la tapa para que se mantenga caliente.
Compramos las tazas de viaje a juego en una cita una tarde en una
pequeña tienda de café tostado. Le gustó la que tenía el acabado de
escarcha roja, y eligió la de rayas blancas y negras a juego para mí.
Incluso las pequeñas cosas que hacíamos mostraban quiénes éramos en
realidad.
Espero en silencio que mi auto arranque después de haber estado
aparcado tanto tiempo. Al inclinarme y colocar las tazas de café en los
portavasos calientes del centro, agarro las llaves que cuelgan de mi boca
porque sólo tengo dos manos. Me veo en el espejo de la visera, es el primer
día en muchos que mi cara está limpia y sin pintar. No porque no sea yo
hoy, sino porque necesita creer que soy Sivan. Quiero que recuerde ese
amor, esa conexión, los sentimientos que ataron un nudo en la cuerda que
entrelazaba nuestras almas. Ella necesita verlo porque no quiere verme,
aunque yo soy todo lo que queda. Y quiero que sienta la desolación que me
ha dejado, la nada total que ahora consume mis días. Imogene se convirtió
en todo para mí tan rápidamente, me dio esperanza y me hizo creer en la
idea de una vida con ella, y así de fácil me dejó de lado.

Cuando me contó sus secretos, al menos algunos de ellos, no me fui


ni huí. No la eché de mi vida cuando la encontré en una caja al final de la
cama. Me quedé. Amé sus secretos con ella. La respetaba a ella y a las
cosas que necesitaba para sobrevivir el día. Pero, ella no podía hacer eso
por mí, simplemente me cortó. Estaba a punto de renunciar a todo por
ella, de seguirla, de demostrarle mi amor, ahora he renunciado a mi vida.
Pero haré que me demuestre su amor a mí en su lugar.

Cuando salgo del camino de tierra y me dirijo a la carretera, puedo


sentir la ansiedad. Dejar mi circo hace que me pique la piel con urticaria y
tengo sudor en cada pequeña grieta. Tragar requiere esfuerzo y mis
respiraciones superficiales no me dan el oxígeno que necesito; una
sensación de asfixia se apodera de mí. La manta de aprensión que se
extiende sobre mi cara me dificulta la conducción y me duelen las manos
por el agarre que tengo en el volante. Tomando la salida, trato de
calmarme, forzando respiraciones profundas, usando todos los
mecanismos de afrontamiento que conozco. Cuando me detengo fuera de
su casa me tiemblan las manos al apagar las llaves del contacto. Salgo y
meto las manos en los bolsillos, tratando de ocultar los temblores. Mi piel
áspera pincha y pellizca, pero no trato de calmarla.
En la parte superior de los escalones de concreto, de pie en el
resplandor del sol de la tarde está Imogene. Sus ojos se vuelven hacia
abajo para no mirarme a los ojos, sus pestañas revolotean y la dulce y
tímida sonrisa tira de un lado de su boca hacia arriba. En algún lugar de
su interior está feliz de verme, se le escapa en la cara cuando sus mejillas
se ruborizan de color rosa pálido a juego con sus uñas pintadas. Le
arrancan el pelo detrás de la oreja y lo sacan de los ojos.

—Hola —digo mientras me paro en el escalón frente a ella, nuestras


caras alineadas ahora.

—Hola, Sivan. —Me mira, hay lágrimas en su párpado inferior que


se derraman lentamente en sus pestañas. Tiene sus bolsos a su lado en el
escalón superior, incluyendo el que yo conozco que contienen sus espadas
para tragar.

—¿Estás lista para irte? ¿Permiten espadas en los aviones hoy en


día? —Apunto a la bolsa—. Mi desodorante es considerado un arma mortal
y tiene que estar en una bolsa transparente y sin abrir.

Imogene deja escapar una pequeña risita y agarra el asa de su


maleta. —Está reservado como equipaje facturado y lo he arreglado de
antemano, ellos consideran que es un equipo deportivo. Estará bien.

Me encogí de hombros y agarré su equipaje. Parece tan natural,


como si no hubiéramos estado separados.

Sólo encajamos juntos, en todos los sentidos.

Ella me entrega el asa de su equipaje y agarra la bolsa de la espada


más pequeña y una mochila rosa con rayas de caramelo. Abro la parte
trasera del auto y levanto su equipaje pesado dentro. Tomando otros los
coloco dentro con ella; huelen como ella. El aroma de la felicidad, el
perfume florido de todos mis sueños hechos realidad. Ya ha subido al auto
antes de que pueda abrirle la puerta.
Mi madre me daría una mirada. Extraño a mamá, no hemos hablado
en absoluto. Estoy seguro de que Sam le contó la versión de la historia en
la que ella estaba haciendo lo correcto, o peor aún, alguna mentira que
inventó. Cuando entro y saco las llaves de mi bolsillo, Imogene se estira y
agarra mi mano temblorosa en la suya. El tacto me sacude y mi temblor se
detiene.

—Espera, Sivan. —Puse las llaves en mi regazo y le di el café, su


sonrisa es radiante mientras me lo quita—. Mi vaso. Gracias.

Introduzco la llave en el contacto y la enciendo sin arrancar el auto.


—Imogene, esto es difícil. Las despedidas siempre son difíciles. —Ella bebe
el café, lamiéndose los labios después de terminar. Su lengua tienta al
monstruo que se esconde bajo mi brillante superficie. Devorando más café,
me mira sin decir nada. Sé que está pensando en qué decir por la mirada
lejana que tiene en los ojos.

—Lo sé. —Parpadea lentamente, sus hermosos y grandes ojos


brillando con lágrimas sin derramar y una profunda tristeza. —Pero, no
me entiendes. No toda yo, y Sivan, no puedo. Si fuera otra cosa, podría
hacerlo. Podría incluso amarte si fueras un asesino con hacha, pero eso es
lo único que no puedo amar. Es mi pesadilla, y no puedo enamorarme de
mi pesadilla. Nadie ama a un payaso, nadie.

—¿Crees que no lo sé? ¿Sabes lo difícil que es encontrar a alguien


que te ame cuando tus secretos son, literalmente, sus miedos cobrando
vida? Lo sé, Imogene. —La ira hierve a fuego lento bajo mi fría máscara e
imagino lo que sería hacer que ella me viera. Verme de verdad—. Lo sé. Lo
sé, carajo. No es la primera vez que pierdo a alguien que me importa por
mis secretos. Estoy seguro de que has tenido chicos que no han podido
aceptar el toque de queda de las dos y media de la mañana, o la cosa de la
caja. Los secretos son los que nos mantienen solos. Pensé que finalmente
había encontrado a alguien con quien estar a solas. —Tomo un sorbo de
mi taza, ya se está enfriando.

—Me equivoqué, está bien, siempre me equivoco.


—Vamos, Sivan, no quiero perder mi vuelo. —Sigue bebiendo pero
ahora su lenguaje corporal cambia, está tensa y se aleja un poco de mí,
mirando hacia la ventana.

Su mirada se mueve de mí al exterior del auto; sin respuestas, sin


disculpas ni explicaciones. Nada. Me bloquea, como la noche que me vio a
través de la ventana. Imogene se cierra y no registra nada a su alrededor.
Se va a algún lugar, a su caja, pero hoy no hay caja, así que se encierra en
su mente.

Conduzco y bebe su café, mientras que el mío ha perdido su sabor,


convirtiéndose en nada en mi boca, así que lo dejo.

Nadie te quiere ¿Quién no es nadie? Ella lo es.

—No llegarás tarde —hablo porque el silencio hace que me pique la


piel y me tiemblen las manos para alcanzarla. Mis palabras no se
registran, pero sigo adelante—. Te amo, lo sabes, ¿verdad, Imogene? Te
amé la primera vez que te vi en la entrada de la casa de mi madre. Ojos
tímidos y esa dulce sonrisita que me ocultaba tus secretos. Entonces,
cuando te vi por primera vez en el Circo, esa noche lo liberé todo para mí.
Te vi y fue como si todo lo que había escondido cobrara vida.

Ella no me mira, pero dice—: Quería saber qué es lo que escondes.


Todo el tiempo supe que tenías una oscuridad bajo la superficie del chico
de oro. Siempre hay algo debajo de una capa superior prístina. Entonces
eras tú, y no te asustaste ni me preguntaste por qué tenía que ir a casa.
Me trataste como si fuera preciosa.

—Eres preciosa, Imogene. Para mí lo eres. —No tiene ni idea de que


es mi diamante, mi estrella resplandeciente en la oscuridad de la noche.
Ella es más preciosa que nada en este mundo, porque es mía.

—Sivan, yo también te amaba.

—¿Amaba? ¿Ya no me amas? —Sabía que me amaba, no lo dijo, pero


lo sentí. Cuando hicimos el amor en mi circo, su amor se manifestó en la
forma en que adoraba mi cuerpo, y se dejó liberar conmigo—. Todavía me
amas, Imogene.

—Te amo, pero a él... No puedo amarlo. Y tú y yo sabemos que eres


tú, y eso no cambiará.

No, eso nunca cambiará mi brillante estrellita, pero cambiaré tu


opinión. Sus ojos cerrados muestran el brillo de su sombra de ojos. Es
como mil piedras preciosas que brillan a la luz del sol.

—Adiós, Sivan.

El beso suave en mi mejilla arde y quiero agarrarla y no dejarla ir,


pero sabía muy bien que este era el final cuando la fui a buscar. Me duele,
joder, la agonía que me desgarra el cuerpo es peor que cualquier hueso
roto o latido. Esto es tortura, esto es lo que se siente cuando te quitan las
uñas de los dedos o cuando te extraen los dientes de uno en uno. Este
dolor se siente como si nunca fuera a terminar. Besando su mejilla,
respirando su dulce aroma por última vez, la acerco para un último
abrazo. Una última oportunidad para ponerla en mi contra, ese último
poco de amor antes de que se vaya. Su cabeza está en mi pecho y beso el
lugar en la parte superior de su cabeza donde la besaría antes, sólo que
esta vez no me está abrazando. Sus brazos están a sus lados, mi dulce
ángel ya me ha dejado ir, ya se ha despedido.

—Adiós, Imogene. Te amo, por favor recuerda que, pase lo que pase,
te amo.

La dejo ir. Se escapa y sale de mi vida.

Desengaño, lees sobre ello y suena tan tonto, pero cuando lo sientas
lo sabrás. El dolor paralizante que arraiga dentro de ti donde una persona
una vez alivió el dolor, lo infesta, hace un hogar, y nunca te deja.
Mi corazón está roto. Mi amor se ha ido, y todo lo que queda soy yo,
el payaso.

Cuando vuelvo al circo, está oscuro. El cielo nocturno es negro, y


nubes pesadas cubren hasta las estrellas más brillantes. La profunda
oscuridad que reside en mí se está manifestando a mí alrededor, y no sé
cómo encontrar la luz de nuevo. No me siento yo mismo; me siento
desnudo, expuesto e incompleto. Desbloqueando el camerino, entro y me
despojo de la ropa del impostor y comienzo mi transformación final. Esta
es la última vez que seré Sivan. Él está muerto. Un día murió mirando por
una ventana, y en su lugar nací yo. Ahora soy libre.

Cara de tiza blanca, los anillos negros alrededor de mis ojos


perfectamente simétricos, las pequeñas líneas rectas de mis mejillas. El
brillo rojo sangre en mi nariz parece como si hubiera sangrado de las
arterias de mis enemigos. Limpio el negro de mis dientes para que brille
blanco dentro de mi ceño, los puntos caídos se detienen en mis hoyuelos.
El satén sedoso de mis pantalones contra mi piel, y el chasquido del
elástico mientras subo mis tirantes, le da a mi pulso un cargo extra.

Hay un profundo trueno dentro de mí y no puedo esperar a permitir


que la tormenta se libere. Tirando de mi collar de volantes alrededor de mi
garganta estrangulo el último vestigio de la realidad. La risa brota de mi
vientre, llenando el remolque cuando me miro en el espejo de cuerpo
entero. ¿Por qué no lo hice hace años? Empujando mis manos dentro de
los guantes blancos, moviendo mis dedos para que puedan moverse
apropiadamente, coloco el sombrero negro en mi cabeza, mi cabello largo y
desgreñado sobresale por debajo de él. Una respiración de limpieza
profunda llena mis pulmones con un nuevo propósito, un nuevo deseo y
una necesidad viciosa.

Abriendo la puerta, salgo a mi Circo.


—Bienvenidos todos y cada uno. No tenemos maestro de ceremonias,
ni reglas, ni amor aquí. La risa será a tu costa y la diversión es sólo mía,
tu dolor será mi disfrute. El espectáculo ha comenzado, por favor tomen
asiento mientras esperamos que Betty se una a mí en la lona.

Fin del primer acto

Disfruta la interrupción.
La autora Ashleigh Giannoccaro
escribe romance oscuro y tenebroso y
horror erótico, auto-editada por elección,
escribe las historias que otros no se
atreven. Actualmente reside en
Johannesburgo, Sudáfrica, con su
esposo y sus dos hijas. Ashleigh disfruta
escribiendo historias que hacen que te
enamores de los que no son amados y
que te dejen haciendo preguntas.
Cuando no está escribiendo se la puede
encontrar con su Kindle en un lugar
soleado leyendo, o viajando con su
familia.

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