Sólo dos meses después de la sentencia sobre el procés se ha
confirmado lo que se sospechaba desde un principio: que el poderoso juez Manuel Marchena no era tan justo e imparcial como muchos pretendían. Con un añadido: que tampoco es un genio en el manejo de los instrumentos jurisprudenciales. El Tribunal de Justicia de la UE ha sacado a la luz sus limitaciones y amaños, dejando una vez más muy mal parada a la justicia española a los ojos de Europa.Y ahora la pregunta es cuánto tardará el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en concluir que el juicio mismo contra el independentismo se pareció algo a una farsa. Si no es que antes el Constitucional español no aporta más en ese sentido.
La sentencia del TJUE es un varapalo sin muchos precedentes
contra el máximo organismo de la justicia de un país democrático. Marchena no sólo vulneró el derecho de Oriol Junqueras a asumir su condición de parlamentario europeo tras permitirle participar en las elecciones al mismo, sino que lo sentenció antes de conocer la opinión del TJUE sobre la cuestión prejudicial de ese asunto que el propio Supremo había elevado.