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Investigadora del Instituto de Investigaciones Científicas, Culturales y Tecnológicas (IMICCyT), de la
Universidad de Xalapa y colaboradora del Cuerpo Académico en consolidación: Estudios en Educación,
Problemática Curricular, de la Universidad de Xalapa.
*
Analista y Especialista en Seguimiento y Capacitación en la Secretaría del Trabajo, del Servicio Estatal de
Empleo, Xalapa, egresado de la Maestría en Educación de la Universidad Pedagógica Veracruzana.
vez menos valorada, y la prensa es un medio que ha fomentado dicha devaluación al
presentar notas de algunos maestros que han “cometido errores”: paros y huelgas,
violaciones, pleitos, etc.
Hoy, afirma Adorno (1986) la cosificación de la profesión de enseñar produce un
profundo giro, el profesor ha pasado a ser un verdadero vendedor de conocimientos, al que
se compadece porque no es capaz de hacer valer éstos de mejor manera en su propio interés
material. Esta situación se debe, en gran medida, a la pérdida del poder adquisitivo de su
salario, por ejemplo, la diferencia entre lo que persigue un profesor de primaria de Estados
Unidos con el de un mexicano, es sorprendente. El primero gana quince veces más (Díaz
Barriga, 1994). Así, los salarios de los maestros representan el “saber técnico”, que se
oferta, saber que no es valorado, verbigracia, los programas de estímulos académicos que
acrecientan las exigencias laborales, y cuyos estímulos no reflejan los esfuerzos de los
docentes.
Por otra parte, la globalización ha provocado que los estudiantes sean diferentes a
los de antaño. Ahora son más perceptivos que auditivos, por eso, es común que se aburran
ante una clase totalmente expositiva de un maestro que no emplea medios didácticos
“atractivos” como el ordenador y el cañón, o técnicas de enseñanza constructivistas. Esos
alumnos, son también más exigentes, y en algunos casos acatan menos las órdenes de los
maestros, lo cual sin duda preocupa a los docentes interesados en la enseñanza.
Esos y otros factores provocan en los profesores malestar, término que se utiliza
para manifestar que algo provoca desazón o incomodidad indefinible. Todo cambio y
transformación no sólo desconcierta sino que incomoda. Por ello, el análisis del malestar de
los docentes es relevante, además de pertinente, puesto que un profesor sometido a bruscos
cambios, sin previo aviso, y mal retribuido, puede hacer mal su trabajo, sin darse cuenta
que los principales afectados serán los estudiantes. Frente a esto, la institución debe ser
reflexiva y cuidadosa al exponer a los profesores ante tanta presión. Nuestra experiencia en
la docencia nos ha permito observar que la institución no está atenta en las afectaciones de
los docentes, generalmente se exige sin meditar en si se está o no de acuerdo, y en lo que
dichas exigencias implican en la vida familiar y personal del maestro. Por ello, son
objetivos de este trabajo:
· Conocer cómo se manifiesta el malestar en los profesores de Universidad y
qué lo provoca.
· Analizar algunas características de los profesores que manifiestan
malestar, con el propósito de que los futuros y los ya docentes reflexionen
sobre éstas, evitando caer en malestar.
Como se aprecia, a partir de los objetivos, los supuestos hipotéticos de este trabajo son:
Como en líneas anteriores se dijo, el concepto malestar se utiliza para mostrar que algo
provoca desazón o incomodidad indefinible. Lo cual supone que cualquier persona puede
presentar malestar, provocado por diversas razones, y cuyo sentido será diferente entre una
y otra persona, ya que como los sujetos reaccionan de manera distinta ante determinados
eventos o situaciones, especialmente problemáticas, algunos manifestarán mayor malestar
que otros. Malestar que sin duda, puede afectar la tranquilidad, la seguridad y hasta la
efectividad de las actividades, por ejemplo, en el trabajo. Por ello, en las empresas se ha
intentado favorecer el ambiente laboral de los trabajadores, con el propósito que rindan
más, evitando lo que les cause malestar: bajos salarios, condiciones de riesgo e
insalubridad, maltrato, etcétera..
Recientemente se habla de malestar docente para definir la situación incómoda de
los enseñantes dentro del sistema educativo a causa de condiciones personales y
sociolaborales. No se sabe con certeza si antaño los maestros mostraron desazón o
molestias. Quizás sí lo hicieron, pero con seguridad dicho malestar era de otra naturaleza.
Afirma Abraham (1986), antes la escuela era un lugar de aprendizaje respetado,
ahora se ha convertido en un tema polémico, en el cual el profesor se revela ya no como el
maestro, como lo fue, por ejemplo, Sócrates para Sófocles, sino como “una persona que hay
que combatir”, puesto que es un agente encargado de transmitir la ideología del grupo que
está en el poder.
Así, en las escuelas, colegios y universidades se expresan insatisfacciones y quienes
las expresan son, por supuesto, los profesores a través de huelgas, ausentismos, permutas,
etcétera.
El malestar docente, tan difuso como extendido, invade cada vez más la atmósfera
que se respira en las escuelas. Éste, evidentemente es una especie de enfermedad seria,
ocasionada por el desencanto, la frustración, la ansiedad..., que genera el sistema educativo
a muchos de los maestros (Esteve, 1999).
Para efectos de este trabajo, no interesa analizar los estados de subansiedad o
trastornos psicóticos de los profesores, ya que no se centra en el estudio de la patología de
los maestros. Por ello, se retoma la definición de Ortiz Oria:
(...) nos referimos a un estado de cosas anímico del profesor que le lleva a aumentar la
frecuencia de sus estados ansiógenos o depresivos, a la disminución de su capacidad de
alerta y activación ante la situación, insuficiencia de su capacidad creativa, al
distanciamiento e inhibición frente a las situaciones, comportamientos de huída frente
a los problemas, deterioro de su autoconcepto profesional, magnificación y
dramatización de las dificultades, vulnerabilidad en las interacciones..., de agente y
agencia de influencia se transforma en personalidad altamente porosa a las
interacciones negativas del contexto escolar, astenia profunda en los conflictos,
desmotivación para la actividad educativa y caída de los umbrales de fatiga... (Ortiz
Oria, 1994:39).
Dos son los polos fundamentales para analizar el malestar de los profesores: el propio
sujeto (condiciones personales) y los factores sociales y ambientales (dentro de éstos, se
incluye el ambiente o clima suscitado en el aula y en la escuela, con alumnos, colegas y
directores). Brevemente se esbozan algunos de ellos:
Factores sociales
a) Cambios en la manera de enseñar
La didáctica, recuperando el discurso de la globalización, reclama un nuevo profesor capaz
de formar estudiantes en los ámbitos: epistemológico, heurístico y axiológico. Es decir, ya
no basta con enseñar conocimientos teóricos, ahora se necesita que los prepare para ser
hábiles y competentes en el mercado de trabajo, y además, inculque valores como:
solidaridad, hermandad, democracia, etc. Como se observa, las exigencias son amplias,
tanto, que se espera que el maestro sea un ejemplo.
Factores personales
Como todo humano, el académico cuenta con un perfil psicológico determinado que
determinan su vocación para la labor educativa; por ello es de vital importancia que
únicamente quienes tengan inclinación o aquellos que estén interesados en cultivarla se
involucren en esta exigente labor ya que –de no ser así- no se lograrán resultados óptimos al
transmitir el conocimiento o (en el peor de los casos) significarán experiencias traumáticas
para el alumnado. Actitud, coraje, sensibilidad son cualidades necesarias para la práctica
cotidiana de los maestros. El malestar para el profesor se presenta en el caso en que la
inclinación vocacional no esté claramente definida o se encuentre en vías de desarrollarla.
Otro punto a considerar es que algunos maestros han optado por la labor docente y el
cultivo-aplicación de cualidades magisteriales no como el resultado de un análisis
vocacional, sino como una alternativa durante el crecimiento de los hijos pequeños o ante el
desempleo; esta situación es evidente en la opinión de que –a pesar de los profesores
disfrutan la actividad académica - al encontrarse ante la disyuntiva entre una oportunidad
laboral en alguna compañía ejerciendo su profesión y mantener su actual labor, optarían por
la primera.
b)Edad y género
Es bien conocido que dentro de la labor magisterial las mujeres han encontrado un franco
espacio de desarrollo. Si bien es cierto que algunas circunstancias –como el acercamiento
natural de enseñanza hacia sus descendientes- inducen a pensar que es ella la persona más
adecuada para la labor de transmisión de conocimiento, también lo es que los hombres
cuentan con las mismas características y frecuentemente a ellos no se les brinda la misma
apertura en este ámbito. Muchos de los hombres que cuentan con las características
vocacionales requeridas para esta profesión desisten de su intento al considerar que la
retribución que obtendrán de la profesión serán menores comparadas con las que podrían
generar en otras ocupaciones, así como sentirse hasta cierto punto “desplazados” por la
competencia femenina.
Por otra parte, la forma en que la biografía personal marca el desempeño del trabajo
docente es algo conocido. Sin embargo, no hay un análisis de los significados cambiantes
del malestar docente de acuerdo al ciclo vital: No es lo mismo el malestar docente a los 25
años que a los 50 años. Las causas o las razones cambian y se estructuran o se configuran
en la subjetividad individual de los profesores de una manera diferente de acuerdo a edad,
sexo, etc Abraham Ada (1978)
Factor económico
En los países latinoamericanos se encuentra que la crisis económica incide directamente en
la castigada retribución económica a todas las profesiones. Los salarios estándares son
bajos y –debido a la gran oferta de aspirantes- las condiciones de exigencia para lograr
obtener y mantener un empleo educativo se incrementan considerablemente. Los
profesores trabajan más horas, aceptan salarios bajos y toleran situaciones –como clases
con alumnos en exceso- que, bajo otras circunstancias, jamás admitirán. Es frecuente que
los académicos tengan que trabajar en más de una escuela para mantener una calidad de
vida aceptable. Esto incide de manera definitiva en la calidad de enseñanza impartida, así
como en el notorio incremento del malestar adjudicado al profesor.
a) El estrés docente
Pettegrew y Wolf (1982) al estudiar el estrés docente, observó tres tipos de estrés: uno
vinculado a las tareas que realiza el maestro, en las que muchas veces se presentan
enfrentamientos con estudiantes o con colegas; el segundo, relacionado a la discrepancia
entre el rol ideal y el irreal y, tercero, el estrés general circundante en su labor.
Al maestro inevitablemente le afecta lo que suceda en su entorno social, con su
práctica docente y en su mundo intrapersonal. Para Ada Abraham (1986) los enseñantes
jóvenes presentan mayores dificultades para enfrentar estas situaciones, dada su falta de
experiencia, pero sobre todo, su sensibilidad y vulnerabilidad. De tal manera que el estrés
es más común entre ellos.
Selye (Congreso Médico de 1936) “definió el estrés como un índice de desgaste del
cuerpo, o la respuesta no específica del mismo a cualquier requerimiento” (en Ortíz, 1994:
74).
Una de las principales fuentes de estrés es la idealización que ha hecho la sociedad
de la labor docente, como se mencionó. El maestro joven manifestará ansiedad por no
cumplir dicha expectativa social y al no lograrlo, se estresará.
El estrés se refiere a la tensión y esfuerzo que se generan en el cuerpo por una
respuesta no específica, no visualizada y la ansiedad es la emoción de la incertidumbre.
Configura una reacción emocional compleja, integrada por diversos componentes:
a) cognitivos, centrados en procedimientos e imágenes
distorsionantes de la realidad; b) psicofiológicos tales como
alteraciones en la tasa cardiaca, en la respiración, transpiración..., y
c) conductual motrices, tales como tartamudeos, temblores, tensión
muscular, etc. (Ansonera et al, 1983, Coates, Thorensen, 1976;
Esteve, 1987; Jiménez, 1984, Zingle y Anderson, 1990).
Un maestro que padezca de ansiedad, que sienta amenazada su integridad del yo, con
seguridad modificará su comportamiento e incluso puede hacer un uso excesivo de
mecanismos de defensa, ya que se siente desvalido, desprotegido, temeroso, sus
sentimientos de inseguridad salgan a flote y sean evidenciados por todo.
Según Esteve (1994) el estrés designa las respuestas fisiológicas desarrolladas como
consecuencia de los estímulos amenazantes, con la doble posibilidad de euestrés y el
distrés.1 Así se hablaría de ansiedad sólo en el caso de la presencia de modelos cognitivos
dispuestos a atribuir a la realidad significaciones amenazantes subjetivas.
1
Para Selye (1956). no todo estrés es negativo o perjudicial (distrés), también puede ser benéfico
o positivo (euestrés), si actúa como estímulo emocional.
corroborar este enunciado, hizo investigaciones con ratas, a las que expuso a altas y bajas
temperaturas, comprobando que esto les causaba lesiones traumáticas. Para el maestro la
situación es similar, el hecho de estar expuesto a situaciones peligrosas o simplemente
inseguras e inciertas, “ocasiona trastornos al normal funcionamiento de la fisiología
orgánica como: 1) hipertrofia de la corteza suprarrenal, lo que conlleva a secreción de
corticoides; 2) trastornos metabólicos; 3) úlceras gástricas y/o intestinales; 4) alteraciones
de la resistencia del organismo” (Oria, 1994:76).
Los maestros ante esos trastornos que les están aconteciendo, tienen que adaptarse.
En ese proceso adaptativo se da, de acuerdo con Ortíz Oria, inicialmente una reacción de
alarma, seguida de una fase de resistencia, para concluir en agotamiento.
Las fases de alarma se presenta cuando el profesor, asombrado por las nuevas
reacciones que aquejan a su organismo, se pone alerta e intenta adaptarse: alimentarse
mejor, hacer ejercicio, tomar los asuntos con calma, etc. No obstante, cuando a un maestro
se le dificulta adaptarse, podrá manifestar taquicardia, pérdida del tono muscular,
incremento de presión sanguínea, pérdida de peso, hipertensión arterial, hipertermia...
(Ortíz Oria, 1994).
b) El agotamiento docente
El término ha sido asociado al concepto de estrés y se refiere al cansancio fisiológico o
psíquico. En la bibliografía anglosajona aparece el término burnout, que se traduce al
castellano como los sustantivos, estrés o agotamiento y como los adjetivos estresado o
agotado. Esteve (1994) considera que la traducción “salir quemado” o “quemarse” refleja
un poco más el sentido que la palabra burnout quiere proyectar. Este concepto hace
referencia a las presiones por las que atraviesan los profesores en el desempeño de una
diversidad de actividades, a las que se ven sometidos, llevándolos a dedicar más tiempo y
energías de las que no disponen.
Con frecuencia se expresa que los individuos que se manifiestan cansados en clase,
que se sienten estancados en vez de dinámicos aportan mucho menos de lo que podrían a
los alumnos (véase Kanter, 1980). Las energías y el entusiasmo parecen ser características
propias de los maestros efectivos en la enseñanza y sin embargo, los maestros cada vez más
se muestran cansados. Para Esteve, ello se debe al malestar por el que están pasando la
mayoría de los docentes y una de sus principales causas es el agotamiento. Éste varía desde
una fatiga específica, por ejemplo la fatiga mental (momentos de distracción y/o falta de
concentración) y el cansancio físico que se refleja en las ojeras por somnolencia o inclusive
en la forma de caminar; hasta la fatiga inespecífica que afecta a todo el organismo. “Este
tipo de cansancio no específico es lo que constituye la fatiga estresante” (Ortíz, 1994).
De esta manera, el docente puede padecer de un simple agotamiento, sintiendo un
leve dolor muscular, somnolencia, fatiga mental, etc. que desaparece con el descanso, pero
también se le puede presentar el agotamiento crónico que estriba en fuertes dolores de
cabeza y/o de músculos y huesos, desgane, apatía, insomnio, incapacidad de enfrentarse a
los problemas, entre otros. Los profesores que sienten el burnout, es decir, sensaciones de
estrés crónico, son los “profesores quemados”, los cansados de trabajar por la acumulación
de tensiones, han gastado muchas energías y ahora sienten desfallecer. El desfallecimiento
alude a la pérdida progresiva del idealismo, la energía y el propósito (Faber, 1984). Al
“profesor quemado” ya no le interesa nada, en su sentir cree que lo que haga o deje de
hacer, no importa.
Llamase agotamiento, cansancio o desfallecimiento, es un hecho que los maestros se
ven fuertemente afectados. En vista de que empiezan sutilmente a sentirse fatigados, no se
percatan de que este cansancio va en aumento al grado de afectar sus vidas.
Por el agotamiento crónico, los maestros descuidan no solamente sus clases y a los
alumnos; también la familia paga las consecuencias. Es probable que los profesores que
sienten burnout abandonen su trabajo, enfermen, ingieran bebidas alcohólica y drogas, se
divorcien o abandonen a sus parejas...2
Aparte del estrés y el agotamiento, existen muchos males que afectan la salud del
maestro, como la depresión, la neurosis, la histeria...
Por efectos del tiempo hasta aquí termino con las siguientes reflexiones:
Es necesario reivindicar el papel e imagen de los docentes, quienes alcanzarán sus máximas
motivaciones al saber que cuenta con la confianza de los otros, que son autónomos en sus
salones de clases y que hagan lo que hagan nadie se atreverá a objetarle porque es el
encargado oficialmente de educar a los alumnos. Si no se le da esa confianza a un maestro,
dice Abraham, perderá motivaciones y puede sufrir procesos de regresión descendente en la
escala de Maslow.
Son múltiples las motivaciones que orillan a un joven egresado a decidirse por la
docencia universitaria. Antes dar clases en Universidad era un privilegio que pocos tenían,
2
Esto según estudios (Maslach y Kackson, 1981,; Capel, 1991; Cherniss, 1992). Citado en Ortíz
Oria, 1994.
actualmente eso ha cambiado, cada vez entran a ésta sin tener la mínima vocación, ese
llamado hacia el interior o predisposición innata, no aprendida, hacia la docencia. Al no
tener vocación ni actitudes y aptitudes para enseñar, es natural que vean más el lado oscuro
de la docencia, que el lado luminoso. De allí que Gilbert (1996) plantee la necesidad de
una selección a los aspirantes a maestros basada en una serie de cualidades tanto
pedagógicas como de personalidad y carácter.
El papel de maestro ha sido y sigue siendo esencial para todo cambio social, por lo
tanto, pongamos un poquito de cuidado en ellos: los transmisores y constructores del saber:
los maestros.
Bibliografía
Abraham, Ada. (1986) El enseñante es también una persona. Paidós. España
Abraham, Ada (1987) El mundo interior de los enseñantes. Paidós. España.
Adorno T. (1973) Tabúes relativos a la profesión de enseñar. Consignas.
Cherly I. Travers (1994) El estrés del profesorado. Madrid, España.
Díaz Barriga, A. (1994). La tarea docente. Una perspectiva didáctica grupal. Nueva
imagen. México.
Hernández M. Griselda (2002) La práctica docente desde la percepción de los estudiantes.
Tesis doctoral, Madrid, España.
Ortiz Oria (1994) Los riesgo de enseñar. Madri, España.