Está en la página 1de 13

Ser competente: ¿Por qué? y ¿Para qué?.

Un análisis del malestar de los docentes

Griselda Hernández Méndez§


Marcelo Bibiano Anastasio*

Los cambios sociales acelerados a los que estamos asistiendo, productos de la


globalización, han hecho que las exigencias para el docente sean diferentes a las de hace a
penas unos cuantos años. Actualmente, la concepción de educación se asocia a expresiones
como “la era del ordenador”, “la súper carretera de la información”, “la sociedad de
consumo”, etcétera. Así, tomando en cuenta que México es un país subdesarrollado, lo más
probable es que un maestro poco formado en las nuevas tecnologías (si es que la escuela
cuenta con éstas), y al que se le pide que sea competente, vea limitada su enseñanza.
La ideología económica y política de la globalización neoliberadora se expresa de
tal modo en la educación, que el currículo es moldeado bajo los requerimientos de ésta. La
naturaleza de lo que es valioso en educación ‘digno’ de ser enseñado deviene de políticas
financieras, de los bancos de desarrollo internacional...
Ante ese contexto, la modificación del rol docente es un imperativo, lo que implica
para el maestro, no solamente estar actualizado en pedagogía sino también en informática,
en lenguas, en conocimientos, etcétera. De hecho, cada vez más se exige a los maestros que
sigan estudiando, ya que una licenciatura no es suficiente para poder impartir clases en el
nivel superior. Acontece que el saber codificado que un profesor va desarrollando en forma
progresiva y paulatina en su asignatura, tenderá a desaparecer, porque ahora tanto él como
sus alumnos tienen un alto nivel de accesibilidad a las mismas fuentes (Ander-Egg, 2001).
Bajo este escenario, la imagen del maestro ha cambiado, ya no es visto como lo fue
durante la independencia o durante la revolución, cuando fue considerado como apóstol,
socialista o revolucionario (Hernández, 2002). Ahora es percibido, según Díaz Barriga
(1994) como “una especie de parásito social”, puesto que se observa que su enseñanza no
obedece a ningún proyecto social y político del país, definido. Su imagen está siendo cada

§
Investigadora del Instituto de Investigaciones Científicas, Culturales y Tecnológicas (IMICCyT), de la
Universidad de Xalapa y colaboradora del Cuerpo Académico en consolidación: Estudios en Educación,
Problemática Curricular, de la Universidad de Xalapa.
*
Analista y Especialista en Seguimiento y Capacitación en la Secretaría del Trabajo, del Servicio Estatal de
Empleo, Xalapa, egresado de la Maestría en Educación de la Universidad Pedagógica Veracruzana.
vez menos valorada, y la prensa es un medio que ha fomentado dicha devaluación al
presentar notas de algunos maestros que han “cometido errores”: paros y huelgas,
violaciones, pleitos, etc.
Hoy, afirma Adorno (1986) la cosificación de la profesión de enseñar produce un
profundo giro, el profesor ha pasado a ser un verdadero vendedor de conocimientos, al que
se compadece porque no es capaz de hacer valer éstos de mejor manera en su propio interés
material. Esta situación se debe, en gran medida, a la pérdida del poder adquisitivo de su
salario, por ejemplo, la diferencia entre lo que persigue un profesor de primaria de Estados
Unidos con el de un mexicano, es sorprendente. El primero gana quince veces más (Díaz
Barriga, 1994). Así, los salarios de los maestros representan el “saber técnico”, que se
oferta, saber que no es valorado, verbigracia, los programas de estímulos académicos que
acrecientan las exigencias laborales, y cuyos estímulos no reflejan los esfuerzos de los
docentes.
Por otra parte, la globalización ha provocado que los estudiantes sean diferentes a
los de antaño. Ahora son más perceptivos que auditivos, por eso, es común que se aburran
ante una clase totalmente expositiva de un maestro que no emplea medios didácticos
“atractivos” como el ordenador y el cañón, o técnicas de enseñanza constructivistas. Esos
alumnos, son también más exigentes, y en algunos casos acatan menos las órdenes de los
maestros, lo cual sin duda preocupa a los docentes interesados en la enseñanza.

Esos y otros factores provocan en los profesores malestar, término que se utiliza
para manifestar que algo provoca desazón o incomodidad indefinible. Todo cambio y
transformación no sólo desconcierta sino que incomoda. Por ello, el análisis del malestar de
los docentes es relevante, además de pertinente, puesto que un profesor sometido a bruscos
cambios, sin previo aviso, y mal retribuido, puede hacer mal su trabajo, sin darse cuenta
que los principales afectados serán los estudiantes. Frente a esto, la institución debe ser
reflexiva y cuidadosa al exponer a los profesores ante tanta presión. Nuestra experiencia en
la docencia nos ha permito observar que la institución no está atenta en las afectaciones de
los docentes, generalmente se exige sin meditar en si se está o no de acuerdo, y en lo que
dichas exigencias implican en la vida familiar y personal del maestro. Por ello, son
objetivos de este trabajo:
· Conocer cómo se manifiesta el malestar en los profesores de Universidad y
qué lo provoca.
· Analizar algunas características de los profesores que manifiestan
malestar, con el propósito de que los futuros y los ya docentes reflexionen
sobre éstas, evitando caer en malestar.

Como se aprecia, a partir de los objetivos, los supuestos hipotéticos de este trabajo son:

· Existe malestar docente en la universidad que afecta a los maestros en su


desempeño, y en sus relaciones con los colegas, con los alumnos y con la
dirección, y en sus vidas personal y familiar.
· No todos los maestros padecen malestar docente, por diversas razones que
tienen que ver con su ingreso a la enseñanza, estabilidad laboral, gusto por
la tarea de enseñar, entre otras razones.

Concepto de malestar docente

Como en líneas anteriores se dijo, el concepto malestar se utiliza para mostrar que algo
provoca desazón o incomodidad indefinible. Lo cual supone que cualquier persona puede
presentar malestar, provocado por diversas razones, y cuyo sentido será diferente entre una
y otra persona, ya que como los sujetos reaccionan de manera distinta ante determinados
eventos o situaciones, especialmente problemáticas, algunos manifestarán mayor malestar
que otros. Malestar que sin duda, puede afectar la tranquilidad, la seguridad y hasta la
efectividad de las actividades, por ejemplo, en el trabajo. Por ello, en las empresas se ha
intentado favorecer el ambiente laboral de los trabajadores, con el propósito que rindan
más, evitando lo que les cause malestar: bajos salarios, condiciones de riesgo e
insalubridad, maltrato, etcétera..
Recientemente se habla de malestar docente para definir la situación incómoda de
los enseñantes dentro del sistema educativo a causa de condiciones personales y
sociolaborales. No se sabe con certeza si antaño los maestros mostraron desazón o
molestias. Quizás sí lo hicieron, pero con seguridad dicho malestar era de otra naturaleza.
Afirma Abraham (1986), antes la escuela era un lugar de aprendizaje respetado,
ahora se ha convertido en un tema polémico, en el cual el profesor se revela ya no como el
maestro, como lo fue, por ejemplo, Sócrates para Sófocles, sino como “una persona que hay
que combatir”, puesto que es un agente encargado de transmitir la ideología del grupo que
está en el poder.
Así, en las escuelas, colegios y universidades se expresan insatisfacciones y quienes
las expresan son, por supuesto, los profesores a través de huelgas, ausentismos, permutas,
etcétera.

El malestar docente, tan difuso como extendido, invade cada vez más la atmósfera
que se respira en las escuelas. Éste, evidentemente es una especie de enfermedad seria,
ocasionada por el desencanto, la frustración, la ansiedad..., que genera el sistema educativo
a muchos de los maestros (Esteve, 1999).
Para efectos de este trabajo, no interesa analizar los estados de subansiedad o
trastornos psicóticos de los profesores, ya que no se centra en el estudio de la patología de
los maestros. Por ello, se retoma la definición de Ortiz Oria:

(...) nos referimos a un estado de cosas anímico del profesor que le lleva a aumentar la
frecuencia de sus estados ansiógenos o depresivos, a la disminución de su capacidad de
alerta y activación ante la situación, insuficiencia de su capacidad creativa, al
distanciamiento e inhibición frente a las situaciones, comportamientos de huída frente
a los problemas, deterioro de su autoconcepto profesional, magnificación y
dramatización de las dificultades, vulnerabilidad en las interacciones..., de agente y
agencia de influencia se transforma en personalidad altamente porosa a las
interacciones negativas del contexto escolar, astenia profunda en los conflictos,
desmotivación para la actividad educativa y caída de los umbrales de fatiga... (Ortiz
Oria, 1994:39).

De esta manera, se concebirá al malestar docente como: el decaimiento del estado de


ánimo de los maestros, provocado por el desencanto, la frustración y la ansiedad que les
produce el sistema socioinstitucional, y que los lleva a disminuir la efectividad de su
enseñanza (ser menos creativos, ausentarse frecuentemente, no preparar las clases, etc.),
mostrar desmotivación, fatiga, depresión, actitudes defensivas o comportamientos de
huída.
A continuación se analizan algunos de los factores que lo provocan.

Factores que originan el malestar docente

Dos son los polos fundamentales para analizar el malestar de los profesores: el propio
sujeto (condiciones personales) y los factores sociales y ambientales (dentro de éstos, se
incluye el ambiente o clima suscitado en el aula y en la escuela, con alumnos, colegas y
directores). Brevemente se esbozan algunos de ellos:
Factores sociales
a) Cambios en la manera de enseñar
La didáctica, recuperando el discurso de la globalización, reclama un nuevo profesor capaz
de formar estudiantes en los ámbitos: epistemológico, heurístico y axiológico. Es decir, ya
no basta con enseñar conocimientos teóricos, ahora se necesita que los prepare para ser
hábiles y competentes en el mercado de trabajo, y además, inculque valores como:
solidaridad, hermandad, democracia, etc. Como se observa, las exigencias son amplias,
tanto, que se espera que el maestro sea un ejemplo.

b) Cambios de la actitud de la sociedad hacia los enseñantes


La imagen que anteriormente la sociedad tenía del maestro ha variado, ya que al no ser el
único medio de transmisión de conocimiento pierde prestigio, pues ahora compite con la
computadora, la televisión, la prensa, etcétera. Y si a eso le agregamos, las ‘fallas’ que
algunos docentes han tenido, como las huelgas, los ausentismos, el ingerir bebidas
alcohólicas, asistir a antros, etc., todo ello ha contribuido a que la sociedad cambie su
actitud hacia los enseñantes. Hoy se le culpa, decíamos, de ser poco motivadores e
impulsores, y se les acusa de no saber enseñar y de ser responsables de las bajas
calificaciones o de la reprobación de los estudiantes.
Tanto Ortiz (1994) como Esteve (1988) comentan que el trabajo del maestro ya no
se valora como antaño. Actualmente si un profesor hace un trabajo de calidad dedicándole
más tiempo en horas de las que configura en su jornada laboral, pocas veces se valora
expresamente este esfuerzo; sin embargo, cuando la enseñanza fracasa, a veces por un
cúmulo de circunstancias ante las que el profesor no puede operar con éxito, el fracaso se
personaliza inmediatamente haciéndole responsable directo de las consecuencias. Si todo
va bien, los padres piensan que sus hijos son buenos estudiantes, pero si van mal, “los
profesores son malos”. Del mismo modo piensan los estudiantes, si obtienen un 10,
arguyen “me saqué diez”, pero si obtienen una nota menor, dicen: “el (la) maestro(a) me
puso 6 (o 7...)”.

c) Crisis o ruptura de la imagen del maestro


Hernández (2002) reconoce cuatro factores principales, generadores del deterioro de la
imagen social del maestro: a) las bajas retribuciones, b) la proletarización de la docencia, c)
la incorporación de la mujer a la docencia y d) el protagonismo de los medios de
comunicación.

Factores personales

a) La vocación y las expectativas del profesor al ingresar

Como todo humano, el académico cuenta con un perfil psicológico determinado que
determinan su vocación para la labor educativa; por ello es de vital importancia que
únicamente quienes tengan inclinación o aquellos que estén interesados en cultivarla se
involucren en esta exigente labor ya que –de no ser así- no se lograrán resultados óptimos al
transmitir el conocimiento o (en el peor de los casos) significarán experiencias traumáticas
para el alumnado. Actitud, coraje, sensibilidad son cualidades necesarias para la práctica
cotidiana de los maestros. El malestar para el profesor se presenta en el caso en que la
inclinación vocacional no esté claramente definida o se encuentre en vías de desarrollarla.
Otro punto a considerar es que algunos maestros han optado por la labor docente y el
cultivo-aplicación de cualidades magisteriales no como el resultado de un análisis
vocacional, sino como una alternativa durante el crecimiento de los hijos pequeños o ante el
desempleo; esta situación es evidente en la opinión de que –a pesar de los profesores
disfrutan la actividad académica - al encontrarse ante la disyuntiva entre una oportunidad
laboral en alguna compañía ejerciendo su profesión y mantener su actual labor, optarían por
la primera.

b)Edad y género

Es bien conocido que dentro de la labor magisterial las mujeres han encontrado un franco
espacio de desarrollo. Si bien es cierto que algunas circunstancias –como el acercamiento
natural de enseñanza hacia sus descendientes- inducen a pensar que es ella la persona más
adecuada para la labor de transmisión de conocimiento, también lo es que los hombres
cuentan con las mismas características y frecuentemente a ellos no se les brinda la misma
apertura en este ámbito. Muchos de los hombres que cuentan con las características
vocacionales requeridas para esta profesión desisten de su intento al considerar que la
retribución que obtendrán de la profesión serán menores comparadas con las que podrían
generar en otras ocupaciones, así como sentirse hasta cierto punto “desplazados” por la
competencia femenina.
Por otra parte, la forma en que la biografía personal marca el desempeño del trabajo
docente es algo conocido. Sin embargo, no hay un análisis de los significados cambiantes
del malestar docente de acuerdo al ciclo vital: No es lo mismo el malestar docente a los 25
años que a los 50 años. Las causas o las razones cambian y se estructuran o se configuran
en la subjetividad individual de los profesores de una manera diferente de acuerdo a edad,
sexo, etc Abraham Ada (1978)

Factor económico
En los países latinoamericanos se encuentra que la crisis económica incide directamente en
la castigada retribución económica a todas las profesiones. Los salarios estándares son
bajos y –debido a la gran oferta de aspirantes- las condiciones de exigencia para lograr
obtener y mantener un empleo educativo se incrementan considerablemente. Los
profesores trabajan más horas, aceptan salarios bajos y toleran situaciones –como clases
con alumnos en exceso- que, bajo otras circunstancias, jamás admitirán. Es frecuente que
los académicos tengan que trabajar en más de una escuela para mantener una calidad de
vida aceptable. Esto incide de manera definitiva en la calidad de enseñanza impartida, así
como en el notorio incremento del malestar adjudicado al profesor.

En cuanto a la perspectiva profesional del profesor universitario, es común encontrar


opiniones sobre insatisfacción. Éstas dependen principalmente del factor económico, de
desarrollo, por falta de oportunidades de crecimiento y retos a vencer.

Ahora, es conveniente analizar algunos de los padecimientos o malestares de los profesores,


veamos:

Entre los principales malestares que aquejan al maestro se encuentra el estrés, el


agotamiento o fatiga, la ansiedad entre tantos más.

a) El estrés docente

Pettegrew y Wolf (1982) al estudiar el estrés docente, observó tres tipos de estrés: uno
vinculado a las tareas que realiza el maestro, en las que muchas veces se presentan
enfrentamientos con estudiantes o con colegas; el segundo, relacionado a la discrepancia
entre el rol ideal y el irreal y, tercero, el estrés general circundante en su labor.
Al maestro inevitablemente le afecta lo que suceda en su entorno social, con su
práctica docente y en su mundo intrapersonal. Para Ada Abraham (1986) los enseñantes
jóvenes presentan mayores dificultades para enfrentar estas situaciones, dada su falta de
experiencia, pero sobre todo, su sensibilidad y vulnerabilidad. De tal manera que el estrés
es más común entre ellos.
Selye (Congreso Médico de 1936) “definió el estrés como un índice de desgaste del
cuerpo, o la respuesta no específica del mismo a cualquier requerimiento” (en Ortíz, 1994:
74).
Una de las principales fuentes de estrés es la idealización que ha hecho la sociedad
de la labor docente, como se mencionó. El maestro joven manifestará ansiedad por no
cumplir dicha expectativa social y al no lograrlo, se estresará.
El estrés se refiere a la tensión y esfuerzo que se generan en el cuerpo por una
respuesta no específica, no visualizada y la ansiedad es la emoción de la incertidumbre.
Configura una reacción emocional compleja, integrada por diversos componentes:
a) cognitivos, centrados en procedimientos e imágenes
distorsionantes de la realidad; b) psicofiológicos tales como
alteraciones en la tasa cardiaca, en la respiración, transpiración..., y
c) conductual motrices, tales como tartamudeos, temblores, tensión
muscular, etc. (Ansonera et al, 1983, Coates, Thorensen, 1976;
Esteve, 1987; Jiménez, 1984, Zingle y Anderson, 1990).

Un maestro que padezca de ansiedad, que sienta amenazada su integridad del yo, con
seguridad modificará su comportamiento e incluso puede hacer un uso excesivo de
mecanismos de defensa, ya que se siente desvalido, desprotegido, temeroso, sus
sentimientos de inseguridad salgan a flote y sean evidenciados por todo.

Según Esteve (1994) el estrés designa las respuestas fisiológicas desarrolladas como
consecuencia de los estímulos amenazantes, con la doble posibilidad de euestrés y el
distrés.1 Así se hablaría de ansiedad sólo en el caso de la presencia de modelos cognitivos
dispuestos a atribuir a la realidad significaciones amenazantes subjetivas.

Los bajos salarios, la falta de tiempo, las exigencias institucionales, las


responsabilidades, la relación profesor-alumno... son fuentes que generan estrés docente.
Sin embargo, cabe señalar que no todos los maestros tienen estrés y de los que sí lo
presentan, se da en ellos en diferentes niveles, ya que entra en juego la personalidad del
profesor y su capacidad de adaptación al contexto social de la enseñanza. En ese sentido, el
estrés alude a un proceso adaptativo de reacción ante un agente estresor, que se manifiesta
mediante cambios en los niveles de hormonas y en el tamaño de muchos órganos (Tache,
Tache y Selye, 1977). El estrés produce ciertas alteraciones al organismo. Selye, para

1
Para Selye (1956). no todo estrés es negativo o perjudicial (distrés), también puede ser benéfico
o positivo (euestrés), si actúa como estímulo emocional.
corroborar este enunciado, hizo investigaciones con ratas, a las que expuso a altas y bajas
temperaturas, comprobando que esto les causaba lesiones traumáticas. Para el maestro la
situación es similar, el hecho de estar expuesto a situaciones peligrosas o simplemente
inseguras e inciertas, “ocasiona trastornos al normal funcionamiento de la fisiología
orgánica como: 1) hipertrofia de la corteza suprarrenal, lo que conlleva a secreción de
corticoides; 2) trastornos metabólicos; 3) úlceras gástricas y/o intestinales; 4) alteraciones
de la resistencia del organismo” (Oria, 1994:76).

Los maestros ante esos trastornos que les están aconteciendo, tienen que adaptarse.
En ese proceso adaptativo se da, de acuerdo con Ortíz Oria, inicialmente una reacción de
alarma, seguida de una fase de resistencia, para concluir en agotamiento.

Las fases de alarma se presenta cuando el profesor, asombrado por las nuevas
reacciones que aquejan a su organismo, se pone alerta e intenta adaptarse: alimentarse
mejor, hacer ejercicio, tomar los asuntos con calma, etc. No obstante, cuando a un maestro
se le dificulta adaptarse, podrá manifestar taquicardia, pérdida del tono muscular,
incremento de presión sanguínea, pérdida de peso, hipertensión arterial, hipertermia...
(Ortíz Oria, 1994).

La adaptación dependerá de factores psifisiológicos por parte del sistema simpático;


así como por la activación de sistemas de defensa, aumentando la resistencia al estrés que
ha provocado la alarma, e intentando compensar los desequilibrios (Ortíz, 1994). Hay una
resistencia al estrés, para la cual los niveles hormonales se equilibran, la corteza suprarrenal
disminuye la segregación de la corticoides.

La fase de agotamiento se presenta cuando el profesor realiza un sobre esfuerzo para


resistirse al estrés. El agotamiento es inevitable si las energías terminan para seguir
luchando y se producen alteraciones somáticas. Aparece el distrés que puede conducir al
maestro a numerosos daños patógenos tanto de orden somático como psicológico (Esteve,
1987).

b) El agotamiento docente
El término ha sido asociado al concepto de estrés y se refiere al cansancio fisiológico o
psíquico. En la bibliografía anglosajona aparece el término burnout, que se traduce al
castellano como los sustantivos, estrés o agotamiento y como los adjetivos estresado o
agotado. Esteve (1994) considera que la traducción “salir quemado” o “quemarse” refleja
un poco más el sentido que la palabra burnout quiere proyectar. Este concepto hace
referencia a las presiones por las que atraviesan los profesores en el desempeño de una
diversidad de actividades, a las que se ven sometidos, llevándolos a dedicar más tiempo y
energías de las que no disponen.
Con frecuencia se expresa que los individuos que se manifiestan cansados en clase,
que se sienten estancados en vez de dinámicos aportan mucho menos de lo que podrían a
los alumnos (véase Kanter, 1980). Las energías y el entusiasmo parecen ser características
propias de los maestros efectivos en la enseñanza y sin embargo, los maestros cada vez más
se muestran cansados. Para Esteve, ello se debe al malestar por el que están pasando la
mayoría de los docentes y una de sus principales causas es el agotamiento. Éste varía desde
una fatiga específica, por ejemplo la fatiga mental (momentos de distracción y/o falta de
concentración) y el cansancio físico que se refleja en las ojeras por somnolencia o inclusive
en la forma de caminar; hasta la fatiga inespecífica que afecta a todo el organismo. “Este
tipo de cansancio no específico es lo que constituye la fatiga estresante” (Ortíz, 1994).
De esta manera, el docente puede padecer de un simple agotamiento, sintiendo un
leve dolor muscular, somnolencia, fatiga mental, etc. que desaparece con el descanso, pero
también se le puede presentar el agotamiento crónico que estriba en fuertes dolores de
cabeza y/o de músculos y huesos, desgane, apatía, insomnio, incapacidad de enfrentarse a
los problemas, entre otros. Los profesores que sienten el burnout, es decir, sensaciones de
estrés crónico, son los “profesores quemados”, los cansados de trabajar por la acumulación
de tensiones, han gastado muchas energías y ahora sienten desfallecer. El desfallecimiento
alude a la pérdida progresiva del idealismo, la energía y el propósito (Faber, 1984). Al
“profesor quemado” ya no le interesa nada, en su sentir cree que lo que haga o deje de
hacer, no importa.
Llamase agotamiento, cansancio o desfallecimiento, es un hecho que los maestros se
ven fuertemente afectados. En vista de que empiezan sutilmente a sentirse fatigados, no se
percatan de que este cansancio va en aumento al grado de afectar sus vidas.
Por el agotamiento crónico, los maestros descuidan no solamente sus clases y a los
alumnos; también la familia paga las consecuencias. Es probable que los profesores que
sienten burnout abandonen su trabajo, enfermen, ingieran bebidas alcohólica y drogas, se
divorcien o abandonen a sus parejas...2

Es sin duda, la falta de reconocimiento es lo que más incide en el agotamiento docente.


Todo maestro espera que se le reconozca su esfuerzo, así como el actor ansía el aplauso de
los espectadores, el maestro espera expresiones de agrado por parte de sus alumnos en la
clase y, por supuesto, la comprensión de los contenidos manejados por él. La excesiva
apatía de los estudiantes llega a cansar hasta al maestro más diestro en la enseñanza y si a
eso se le agregan otros factores como la falta de promoción y de espacios para la
autonomía, los bajos salarios, etc., es obvio que el cansancio vaya en aumento hasta llegar
al desfallecimiento “nada de lo que haga importa”.

Aparte del estrés y el agotamiento, existen muchos males que afectan la salud del
maestro, como la depresión, la neurosis, la histeria...
Por efectos del tiempo hasta aquí termino con las siguientes reflexiones:

Es necesario reivindicar el papel e imagen de los docentes, quienes alcanzarán sus máximas
motivaciones al saber que cuenta con la confianza de los otros, que son autónomos en sus
salones de clases y que hagan lo que hagan nadie se atreverá a objetarle porque es el
encargado oficialmente de educar a los alumnos. Si no se le da esa confianza a un maestro,
dice Abraham, perderá motivaciones y puede sufrir procesos de regresión descendente en la
escala de Maslow.
Son múltiples las motivaciones que orillan a un joven egresado a decidirse por la
docencia universitaria. Antes dar clases en Universidad era un privilegio que pocos tenían,

2
Esto según estudios (Maslach y Kackson, 1981,; Capel, 1991; Cherniss, 1992). Citado en Ortíz
Oria, 1994.
actualmente eso ha cambiado, cada vez entran a ésta sin tener la mínima vocación, ese
llamado hacia el interior o predisposición innata, no aprendida, hacia la docencia. Al no
tener vocación ni actitudes y aptitudes para enseñar, es natural que vean más el lado oscuro
de la docencia, que el lado luminoso. De allí que Gilbert (1996) plantee la necesidad de
una selección a los aspirantes a maestros basada en una serie de cualidades tanto
pedagógicas como de personalidad y carácter.
El papel de maestro ha sido y sigue siendo esencial para todo cambio social, por lo
tanto, pongamos un poquito de cuidado en ellos: los transmisores y constructores del saber:
los maestros.

Bibliografía
Abraham, Ada. (1986) El enseñante es también una persona. Paidós. España
Abraham, Ada (1987) El mundo interior de los enseñantes. Paidós. España.
Adorno T. (1973) Tabúes relativos a la profesión de enseñar. Consignas.
Cherly I. Travers (1994) El estrés del profesorado. Madrid, España.
Díaz Barriga, A. (1994). La tarea docente. Una perspectiva didáctica grupal. Nueva
imagen. México.
Hernández M. Griselda (2002) La práctica docente desde la percepción de los estudiantes.
Tesis doctoral, Madrid, España.
Ortiz Oria (1994) Los riesgo de enseñar. Madri, España.

También podría gustarte