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Hermes Tovar Pinzén, La batalla de los sentidos. Infidelidad, adulterio y concubinato a fines de la colonia, Bogota, Fondo Cultural Cafetero, 2004, 221 p. (Ilustraciones de Gustave Doré). Desde la portada el libro sorpren- de, cautiva yemociona. Una edicién de lujo, pasta dura y bellas ilustra- ciones de Gustave Doré, ambientan la investigacién que el profesor Hermes Tovar Pinzon venia realizan- do durante varios afios. La batalla de los sentidos es un libro profun- do, agradable y muy bien escrito. El amor y los sentidos son los invita- dos principales de la funcidn. Histo- riar los sentidos que median entre los cucrpos amados es el objetivo prin- cipal del autor, ya que la pasidn frente al otro y el enamoramiento no tienen un sentido tinico, fisioldgico, sino también los condicionamientos del tiempo y el espacio, ya que los sen- tidos actiian estratégicamente entre lo bioldgico y lo cultural, y no sélo son instrumentos de pasiones sino fundamentos del aprendizaje y la memoria, Aunque su corazén fuera de bronze se le bolberia de mantequilla. La propuesta de la sociedad co- lonial era la muerte de los sentidos, el dogma los vigilaba y domesticaba hasta reducirlos al ambito de lo es- trictamente privado, sin embargo, hombres y mujeres infringieron es- tos cédigos sobre la moral, porque lo que se erige como dogma es re- sistido. La infidelidad, cl adulterio y el concubinato fueron las “contra- instituciones” que evidenciaron la resistencia ante la muerte de los sen- tidos; asi, ante la inevitabilidad del matrimonio, ellas crearon una con- tra-moral reproducida en ¢l seno mismo de la moral cristiana, des- codificando el sacramento matrimo- nial que regulaba el amor como sim- plereproduccién, y luchando por un derecho al erotismo que huia de la violencia, el fastidio y el lugar co- mun. Aunque la vida sexual fue en- cubierta por una serie de normas que Resefias marginaban cualquier pretension ex- perimental de los sentidos, la socie- dad codificé conductas que desa- fiaban los imaginarios de una vida afectiva ajena al erotismo. Segiin Hermes Tovar, la sociedad colonial cred contraconceptos ¢ima- ginarios del amor para mantener el principio y el derecho a la libertad, a la creacién y a la paz interior. Para argumentar la insubordinacion de la sociedad colonial ante la muerte de los sentidos, dividio el libro en dos partes. En la primera parte se ocupa de mostrar cémo la corona espafiola se preocup6 por introdu- cir su orden y control en la vida de Ja sociedad colonial en detrimento del mundo prehispanico, siendo mucho mas riguroso cuando se tra- taba de la vida afectiva, con este orden los sentidos estaban vedados yel cuerpo se cubrid de “artificios, lenguajes y conductas que lo aisla- ban de toda pasion”. Sin embargo, el colonialismo no triunfo plenamente con la privatizacion de los sexos ni con el castigo a las practicas abier- tas que colocaban la vida intima al margen de la ley, porque la socie- dad creé sus espacios de realizacion personal y desinhibié la vida afecti- va. En medio de esta batalla, las mujeres no figuraron como las victi- mas, porque en cl mundo colonial ellas resolvieron sus desavenencias y devastaciones afectivas con recur- sos similares alos empleados por los hombres, ya que el matrimonio no era necesariamente una carcel sino 187 un refugio del cual era posible huir de diferentes maneras, y las muje- res fueron capaces de construir otras alternativas a pesar de los riesgos y peligros de hombres y tribunales enfurecidos ante el escandalo y la burla personal y social. Elamory la union de parejas ilicitas no nacian de Japlena voluntad masculina, lo que negaria o dejaria de lado los senti- mientos afectivos de las mujeres, porque ellas también crearon las condiciones para establecer una vida sexual dentro o fuera del hogar. El concubinato, la infidelidad y el adulterio fueron ventanas de una cultura erdtica, tanto de hombres como de mujeres, porque era evi- dente la “existencia de un desbor- dado mundo de fornicacion”. La vida sexual también se apoderaba de curas y monjas que gozaban de los placeres de la pasi6n, haciendo casi imposible conciliar su erotismo con la ética que forzaba al celibato encontra de la naturaleza humana. En la sociedad colonial, la violencia y el crimen fueron recursos utiliza- dos por muchos para resolver el nudo indisolble del matrimonio y la monogamia defendidos por el cris- tianismo, por lo tanto, no era exa- gerado saber que se mataba por amor y por ganar un espacio de li- bertad, pues la infidelidad era una opcidn y el crimen otra. El chisme y el rumor ayudaron a configurar fantasias y realidades de un mundo que desbordaba los es- pacios reservados del matrimonio, 188 ya que el adulterio y el concubinato io eran aventuras intranscendentes, cran pasiones heroicamente costo- sas sobre todo si los amantes eran descubiertos y procesados, tenien- do en cuenta que la justicia colonial local estaba mediada por el poder de sus habitantes. Segtn Hermes Tovar, la insti- tucionalidad del matrimonio al redu- cir el erotismo a Ja reproduccién, maté la pasion y los sentidos que, al desafiar el dogma, consiguieron una mayor libertad en la creacién y forja del deseo como patrimonio espiri- tual y personal mas que como ins- tancia religiosa e institucional, por esto la infidelidad contribuyé a la destruccién del sistema colonial que regulaba la vida, el cuerpo y sus de- seos. E] afan liberador de los senti- dos trajo una Iluvia de nifios ilegiti- mos y expésitos, y fortalecio una sociedad mas expuesta a la pobre- za yal abandono, como efecto de la intolerancia de la Iglesia a legitimar uniones de hecho, y del Estado, a reconocer los hijos del amor furti- vo. Una gran poblacion flotante y marginada, moral y politicamente, materializaba ese intenso proceso de cambio material que, como testimo- nio de la desnudez del deseo, desa- fiaba con nifios la doctrina de la re- produccidn sdlo bajo el matrimonio catdlico. En la segunda parte del libro, Hermes Tovar Pinzén realiza un acercamiento a los escenarios don- Historia y Sociedad 11 de se conftontaba esta revolucién de los sentidos, la fiesta y 1a guerra: las, fiestas contra el dogma, las disputas afectivas de un soldado de la “gue- tracivil” con su mujer y las razones de Manuela Saenz de luchar “no s6lo por su propia libertad afectiva sino por lade América, como si una y otra fueran una misma cosa”. Jnicialmente el autor analiza la for- ma como se utilizaron las estructu- ras religiosas catGlicas para mante- ner la reproduccién del mundo indigena ya que, desde el siglo XVI los naturales utilizaron gestos ymas- caras para defender el pasado que se disolvia en medio de la prédica, la tortura y el teatro que esceni- ficaban acontecimientos de la vida religiosa de los catélicos. La fiesta puso en marcha la solidaridad y el poder de los sentidos, el licor libe- raba los silencios y la danza recubria las imagenes de sus pasiones que volvian a vivir en un mundo embria- gado de deseos. La diversion y la fiesta se convertian en mascaras para ocultar verdades profundas del mun- do de las creencias prehispdnicas, “apropiarse de la memoria es el pri- mer esfuerzo de liberacién por par- tede los colonizados”, pues el ritual ylafiesta fueron el espacio para pre- servar la memoria y los retazos vi- vos de su pasado. Con el tiempo la sociedad alcan- zaba mayores niveles de mestizajes y estos rituales de danza y licor se ampliaron hasta convertirse en un Resefias drama social que la Iglesia Catélica no dud6 en censurar, pues su em- presa “civilizadora” se perdia en el “comercio de la came”. Los indige- nas derrotados en su fe por la pré- dica y la vigilia le abrieron paso a la nueva sociedad de mestizos que atremetera contra el dogma caloli- co acercando los cuerpos al desper- tar de los sentidos. La doctrina, el catecismo y el confesionario que re- gularon desde el siglo XVI el modo de amar, se diluyeron a lo largo det siglo XVIII con el incremento de la poblacion libre y el relajamiento de Jas costumbres. La fiesta contuvo los ptincipios del amor profano: buscaba Jas sombras, el aislamiento, la intimi- dad, el goce y el tacto, pues las fies- tas coloniales no fueron sélo espa- cios para la fe, el regocijo y el reco- nocimiento de un orden establecido. Después de la fiesta de los indi- genas en la que se construian ritua- Jes alternos, la fiesta de los mestizos se encarg6 de construir los espacios para unir los cuerpos, los ojos y la pasion. En esta medida, la Iglesia se empeiié en elaborar e imponernue- vos calendarios y sentidos de la vida queimpidieran que mulatos y mesti- ZOs encontraran momentos y espa- cios para el desarrollo de la pasion mediante la practica de los sen- tidos, por ejemplo, en el siglo XVII durante 172 dias no se laboraba, es decir, un 47% del tiempo estaba dedicado al servicio de Dios y sélo un 53% del tiempo anual era para labores productivas, “con tantas 189 horas libres era de esperar que las comunidades ingeniaran formas de diversién al margen del tiempo que el Sefior les pedia”, pues la fiesta tenia dos momentos, el que contro- laba la Iglesia con sus misas, proce- siones y rituales, y el que usaban hombres y mujeres, en sus merca- dos, chicherias, casas y plazoletas: la sociedad mestiza aproveché cl calendario catélico para hacer de la ciudad el lugar de creacién de una cultura marginal. Seguin el autor en el siglo XVII lo que se ponia de manifiesto era un problema erdtico que la Iglesia ha- bia enmascarado en la semdntica de Ja moral, pues hombres y mujeres hacian de las fiestas espacios para la comunicacion de sus deseos y la exhibicion de su lascivia, era la cri- sis de la moral para la Iglesia y el goce para una sociedad cansada de sentirse reprimida interior y exterior- mente. En sintesis, mas que una es- tructura formal de conciliacién, la fiesta termino siendo un universo de confrontacion de ideologfas en don- de el rito, las creencias y el amor li- bre se desbordaron sobre los cuer- pos embriagados de fe y de deseos. La guerra fue otro escenario que permitié la aventura de los sentidos. La guerras de Independencia de las colonias americanas introdujeron cambios en la disciplina social, en las estructuras de poder, en la construc- cién de imaginarios y, de hecho, en los sistemas legales que regian el 190 ordenamiento juridico de los colo- nizados, incluso los instrumentos de control social de la vida afectiva tam- bien se resquebrajaron. La Indepen- dencia no solo introdujo una nueva jurisprudencia yun trato diferente a los casos de concubinato, adulterio einfidelidad, sino que presencid la ruptura de relaciones familiares al enviar los esposos a los frentes de guerra. Todo aquello que la Iglesia combatia en la colonia como que hombres y mujeres entraran en con- tacto, se derrumb6 como presuncién de delitos sexuales. Por ejemplo, en estos delitos los procuradores y de- fensores comenzaron a evocar una nueva moral del liberalismo, hubo entonces una preocupacién por la “Sensibilidad” del delincuente. En un detenido anilisis sobre las cartas, ¢l amor, la distancia y la in- certidumbre, el autor muestra por medio del soldado José Manuel Cardenas, cémo las guerras se con- vertian en escenarios donde la “for- taleza masculina” flotaba en medio de las debilidades que generaban las glorias pasajeras ¢ inconclusas, ger- minando la angustia propia del silen- cio y desvaneciéndose el consuelo en la comunicacién intima de la fa- milia para hacer mAs llevadera la soledad y la guerra. Finalmente, basado en el caso de Manuela Saenz, Hermes Tovar dis- cute la dimensién del conflicto en la vida cotidiana de quien esperaba mas aca de las trincheras, porque en Historia y Sociedad 11 la Independencia la vida cotidiana no permanecié ajenaa violaciones, ve- jaciones, secuestros, seducciones y aventuras amorosas de todo géne- ro. Por ejemplo, Manuela Saenz “fund6 en la nueva repiblica el ca- pricho de amar con libertad a su hombre en medio de una sociedad de amores furtivos ¢ ilustres cornu- dos”. En contra de la historiografia tradicional colombiana, el autor in- tenta mostrar cémo la participacién de las mujeres en la Independencia de Colombia no sélo se puede ana- lizar siguiendo los patrones basicos de la historia politica, pues no se pueden valorar unicamente las cir- cunstancias politicas que agitan la coyuntura “mientras que los afectos y los sentimientos, nacidos en me- dio del conflicto, se esfuman en lo incierto”. Segun el autor, Manuela Saenz pudo sintetizar pasion y libertad, porque tenia plena conciencia de “que la liberacion del cuerpo era un espacio para escenificar revolucion yamor’”, pues ella no hizo caso de los prejuicios sociales ni de “las cantaletas del honor” para abando- narasu marido y tener una relacion informal con Simén Bolivar. La batalla de los sentidos es una agradable innovacién historiografica en América Latina, su fluida narrati- va invita al lector a sentir y vivir las travesias del amor que hombres y mujeres “comunes” hicieron en el periodo colonial, pues en América Reseiias los reyes, barones y princesas de la fornicacién son indios, negros, mu- latos, curas, criollos y chapetones, haciendo todos del amor una tragy dia y de los sentidos unos instrumen- tos de liberacién. La obra de Hermes Tovar Pinzon contribuye y encabeza una renova- cién historiografica en América La- tina, querevaltia la posicién del amor en los procesos civilizatorios de las sociedades y convoca a hacer del amor un ejercicio libre de la pasion ylos sentidos. A partir de un fructi- fero “dialogo ¢ interaccién” con las fuentes, especialmente con juicios criminales, muestra como por me- dio de la infidelidad, el adulterio y el concubinato, la sociedad colonial se resistio contra el dogma que la con- quista y la colonizacién quisieron imponer. Ya que la infidelidad y otras formas condenadas por la Iglesia y las costumbres han sido estudiadas desde la perspectiva del matrimo- 191 nio y la moral, desde el derecho al divorcio y la separacién, desde los malos tratos, “pero no desde la descodificacién del sacramento que regulaba cl amor como simple re- produccién’”. El adulterio se ha es- tudiado mas como castigo a una su- puesta “sociedad de machos” y no como “el derecho al erotismo que huia de la violencia, el fastidio y el lugar comin”. El autor no pretende desentrafiar un caso notable ni el cuerpo del sistema judicial de la épo- ca, ya que basado en un buen acer- vo documental y un contexte latino- americano, evidencia por medio de estos delitos que el cuerpo se con- virtié en residencia de conflictos so- ciales, religiosos ¢ ideolégicos, pues con él se desafiaba el dogma. Diego Andrés Ramirez Giraldo Historiador de la Universidad Na- cional de Colombia, Sede Me- dellin.

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