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Eliud Torres Velázquez

IV Congreso Latinoamericano de Antropología “Las antropologías


latinoamericanas frente al mundo en transición”
Simposio Niñez indígena, resistencias y autonomías: Miradas antropológicas
en diversos contextos de violencia en América latina.
Del 7 al 10 de octubre del 2015, en Centro Histórico de la Ciudad de México.

LA FIESTA Y LA PROTESTA EN LATINOAMÉRICA: LA IRRUPCIÓN DE


LOS NIÑOS Y NIÑAS INDÍGENAS COMO ACTORES POLÍTICOS.

Introducción
Dentro de las cosmovisiones originarias de América Latina, niños y niñas
integrantes de las comunidades indígenas son concebidos como sujetos sociales
capaces de expresarse, opinar, organizarse, decidir y actuar en aspectos de la
vida social tales como las fiestas tradicionales, las actividades comunitarias, el
trabajo y la política.

Estudios con pueblos indígenas sobre la importancia de la comunidad en la


socialización, aprendizajes y participación social de niños y niñas, han sido
realizados por Antonio Paoli (Paoli, 2003, 231 pp.) y Angélica Rico (Rico, 2007,
203 pp.) con los tseltales, Lourdes De León (León, 2005, 396 pp.) entre los
tzotziles, Kathia Núñez (Bermúdez y Núñez, 2009, 136 pp.) en la región cho´l, así
como Yolanda Corona (Corona, 2008) con los nahuas. Estos trabajos detallan la
riqueza cognoscitiva de las interacciones cotidianas interpersonales, familiares y
comunitarias para la niñez indígena en los ámbitos cultural, social y político.

Una experiencia de este tipo, muy cercana al trabajo que Patricia Medina (Medina,
2003, 121-148 pp.) realizó con niños mayos en Sinaloa respecto a la fiesta como
experiencia y práctica formativa, es la documentada recientemente en el pueblo
nahua de Santa Ana Tlacotenco, Milpa Alta. Niñas y niños de la comunidad, de
entre 10 y 15 años, participan en las fiestas religiosas y el ciclo agrícola
caracterizadas ellas como aztequitas y pastoras mientras que ellos como
vaqueros.

Dos adultos, mayordomos de la danza, se encargan de invitar a las niñas que


participarán en la danza de las aztequitas para conformar una cuadrilla de
jovencitas (de entre 12 a 16 años) y otra de niñas (de entre 3 hasta 13 años
aprox.), y posteriormente comenzar los ensayos de las danzas tradicionales de la
región. Originario de Santa Ana Tlacotenco, Susano Leyva, músico y maestro
nahuatlato por más de 50 años, impulsa un grupo de danza profesional con las
niñas, para transmitir a las nuevas generaciones saberes mediante los cantos y
diálogos tradicionales (Vásquez, 2015).

El aprendizaje de las danzas va acompañado de enseñanzas en torno al idioma


náhuatl, de la interacción con adultos que desempeñan cargo comunitario,
convivencia con familias del barrio y reconocimiento social por asumir el
compromiso de representar las danzas con fe y mucho respeto. Los tres planos
del enfoque sociocultural planteado por Bárbara Rogoff (Rogoff, 1997, 20 pp.), es
decir, la apropiación participativa, la participación guiada y el aprendizaje1, son
posibles de identificar en estas actividades tradicionales nahuas.

Las mencionadas investigaciones aportan esenciales elementos comprensivos


para identificar medulares diferencias sobre la manera en que conciben a la niñez,
los pueblos originarios de Latinoamérica2 y las sociedades modernas con
perspectiva occidental. Los niños y niñas como objetos de protección o como
sujetos (individuales) de derechos, son conceptos que resumen la manera en que
la visión europea dominante piensa a la niñez. La vida cotidiana actual de los
pueblos originarios de Latinoamérica, está compuesta por prácticas y creencias de

1
Cada uno de los cuales se corresponde con un ámbito del individuo mutuamente constituyentes:
el personal, el interpersonal y lo comunitario, respectivamente.
2
En particular, pueblos de tradición mesoamericana en Chiapas y Morelos.
ambas visiones que se sincretizan y no pocas veces se confrontan en los ámbitos
interpersonal, familiar y social de la infancia y su relación con los adultos.

El trabajo es uno de los aspectos sociales donde emergen las divergencias en


torno a las visiones sobre la infancia, pues mientras que para los pueblos
indígenas niños y niñas pueden y deben participar paulatinamente en las
actividades económicas, para las sociedades e instituciones occidentales tales
como la Organización Internacional del Trabajo es necesario erradicar el trabajo
infantil3. Así, Manfred Liebel (Liebel, 2013, 99) destaca que la presencia de la
niñez en ámbitos como el trabajo y la política, desde la diversidad de los contextos
socioculturales en Latinoamérica, se contrapone con la construcción histórica y
cultural que de la infancia se ha hecho desde la perspectiva occidental.

De la participación infantil política a la participación política infantil


En este sentido, Alejandro Cussiánovich (Cussiánovich, 2010, 22) señala que la
participación infantil, antes que un concepto emanado de la Convención sobre los
Derechos del Niño ha sido una práctica cotidiana en los pueblos indígenas de
Latinoamérica. En otro trabajo (Torres, 2015a, 69), se ha analizado cómo es que
en cuestiones políticas dicha noción occidental de participación infantil es
desbordada por la realidad y prácticas latinoamericanas de las comunidades,
organizaciones políticas y movimientos sociales. Así que en el presente texto se
hablará de participación política infantil y no de participación infantil política.

De manera incipiente, la participación política infantil podría caracterizarse como


aquellas prácticas, discursos y decisiones que niños y niñas llevan a cabo en las
actividades cotidianas, organizativas y políticas de comunidades, organizaciones
políticas y movimientos sociales que resisten a las políticas neoliberales y que

3
En el centro de México, la diferencia respecto a la manera de concebir al trabajo se remite a los
mitos de las tradiciones mesoamericana y cristiana: entre los antiguos nahuas el trabajo es
esencial al género humano, pues los dioses crearon a Oxomoco y Cipantónal para encargarles
“que no holgasen, sino que siempre trabajasen”; mientras que en el pasaje bíblico el trabajo es un
castigo impuesto a los hombres como consecuencia de un episodio vivido por la pareja original
Adán y Eva. (López, 1994, 108).
trabajan en torno a la autogestión y autonomía. Es una participación que
trasciende a la niñez como sector y se vincula con la acción colectiva de los
movimientos sociales, pues niños y niñas son integrantes plenos de la comunidad
organizada a la que pertenece su familia; es una política que se aleja del Estado,
del sistema de partidos políticos e instituciones gubernamentales; y son niños y
niñas cuya conformación subjetiva está permeada por la socialización política.

En lo que respecta al ámbito jurídico internacional de los derechos humanos, para


poder garantizar en Latinoamérica el derecho a la participación infantil y el
cumplimiento de la Convención sobre los Derechos del Niño, primero será
indispensable respetar el derecho a la consulta de los pueblos indígenas y el
Convenio No 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes.
En México, son Los Acuerdos de San Andrés, que conciben a los pueblos
indígenas como sujetos de derecho, los que no han sido cumplidos por el Estado
mexicano a casi 20 años de su firma. Los pueblos indígenas no esperan al Estado
y han decidido ejercer sus derechos de facto, aunque también consideren recurrir
a tribunales nacionales e internacionales reclamando sus derechos colectivos.

Este tipo de participación de niños y niñas, primero es política en la medida en que


necesariamente implica el establecimiento de vínculos colectivos y relaciones
intergeneracionales entre la niñez, los jóvenes, adultos y ancianos quienes afirman
determinada identidad política. Como colectividad, al igual que los jóvenes y
adultos, la niñez va asumiendo una postura política crítica sobre diversos ámbitos
y situaciones de la sociedad a la que pertenecen; como sujetos, niños y niñas
expresan dicha postura política de acuerdo a su edad, roles, saberes y
habilidades.

Estas características de la participación política infantil solo son un esbozo y para


nada absolutas o generalizables en los movimientos sociales y organizaciones
políticas, en donde también existe prácticas adultocéntricas. Siguiendo a Roger
Hart en su Diagrama de la Escalera de Participación (Hart, 1993, 10), hay matices
en el tipo de acciones y decisiones políticas en las que se involucran niños y
niñas, las cuales van de la manipulación y la participación simbólica a la
información, comprensión, participación auténtica y organización.

Así, a través de fiestas tradicionales, conmemoraciones, aniversarios políticos,


marchas, mítines, protestas y otras formas organizativas, niñas y niños expresan
su particular perspectiva sobre problemáticas sociales y situaciones políticas que
les atañen. Al identificarse con sus comunidades y pueblos en lucha, o al
reconocerse como sector trabajador, diversas infancias latinoamericanas
convierten las expresiones culturales en actos políticos y las acciones políticas en
manifestaciones creativas y festivas.

Movimientos sociales, redes activistas y ciudadanía digital


En los últimos 20 años, dos tipos de procesos sociales han hecho posible que la
niñez latinoamericana vaya adquiriendo un papel social relevante como actores
políticos. Por un lado, se han incrementado las experiencias autonómicas y de
resistencias de pueblos originarios a los proyectos neoliberales de explotación de
bienes y recursos comunes, así como de la consolidación y aparición de
organizaciones de niños, niñas y adolescentes trabajadores que exigen trabajar en
condiciones dignas y justas.

Por otra parte, y tal como lo señala Guiomar Rovira (Rovira, 2015, 48), la
accesibilidad a las redes digitales y el uso intensivo de los dispositivos
tecnológicos han hecho posible el surgimiento de una gran diversidad de medios
alternativos de información y comunicación: boletines de correos electrónicos,
portales informativos, blogs de organizaciones sociales, radios libres comunitarias,
revistas electrónicas, cuentas personales y colectivas en facebook, twitter y
youtube, así como mensajería de texto vía whatsapp y transmisiones de video en
vivo mediante el streaming. Este periodismo ciudadano digital ha sido protagonista
fundamental en tres experiencias mexicanas: el zapatismo chiapaneco, el
movimiento estudiantil #YoSoy132 y la desaparición de los estudiantes de
Ayotzinapa.

Si al creciente número de experiencias de organización, autonomía y resistencia


documentadas por la amplia diversidad de medios independientes, se le agrega
que son las propias organizaciones políticas y movimientos sociales quienes
documentan e informan sobre su posición, actuar y situación, luego entonces es
muy factible el seguimiento veraz al devenir de múltiples experiencias
latinoamericanas de niños y niñas participando en cuestiones políticas4.

Así, los sucesos y experiencias políticas de niños y niñas latinoamericanos que a


continuación se presentan, han sido documentados mayoritariamente en dichas
redes activistas digitales durante el periodo del 2012 al 2015.

Un caso muy cruento por su sistemática violencia para extinguir el proceso


autonómico, es el del Municipio Autónomo San Juan Copala, de cuyos 122
integrantes desplazados, 26 eran niños y niñas, desde recién nacidos hasta los 14
años de edad. El 27 enero del 2012, a la caravana de indígenas triquis que se
dirigía a San Juan Copala, Juxtlahuaca, en la región Mixteca, Oaxaca, les fue
impedido el paso en la carretera de Tlaxiaco por policías estatales bajo el
argumento de que no había condiciones de seguridad. En medio del bloqueo
carretero policial, niños y niñas protestaron coreando las consignas: “¡Señor
policía que lástima me da, teniendo tú las armas, no puedes protestar!” “¡Copala
vive y vive, la lucha sigue y sigue!”, “¡Que sube, que baja, Copala no se raja!” y
“¡Hombro con hombro, Copala! Copala! Copala somos todos!”.

En 2013, el 2 de febrero, en Zacacuautla, Hidalgo, después de 59 años de no


realizarse la fiesta tradicional en torno al Día de la Candelaria, se llevó a cabo el

4
Experiencias políticas que niños, niñas y adolescentes latinoamericanos siempre han tenido, pues
históricamente han participado en las luchas de sus padres y comunidades, sean mineros,
trabajadores, despedidos, maestros, acompañándolos en huelgas, marchas, tomas de tierras, etc.
(Cussiánovich, 2008, 11).
Carnaval “Agua, Monte y Carnaval”, como respuesta comunitaria al creciente daño
forestal y amenazas a la población que talamontes cometían impunemente.
Mediante talleres culturales previos a la festividad, niños y niñas escogieron un
animal de la región para construir con semillas sus máscaras mientras que los
adultos confeccionaban el vestuario, ensayaron el recorrido y el día del carnaval
salieron a danzar, junto a jóvenes, adultos y ancianos, para ahuyentar a un par de
hombres adultos enmascarados que merodeaban con hachas en mano la plaza
central de la comunidad, dispuestos a tumbar cualquier árbol que se les pusiera
enfrente.

Días después, el 17 de febrero, en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, en la colonia


Álvaro Obregón, arribó una caravana de apoyo a las comunidades de los pueblos
indígenas ikoots y binnizá en resistencia para impedir la instalación de un parque
eólico. En la marcha comunitaria que recibió a la caravana, fue posible observar a
un grupo de niños y niñas que dieron la bienvenida a los solidarios y marcharon
con cartulinas que decían: “La tierra, el viento y el mar, no se venden, se aman y
se defienden”, “Viva la asamblea de los pueblos indígenas”, “Viva la lucha de los
pueblos, muera el mal gobierno”, “¡Fuera! Mareña Renovables, viva la resistencia”.

En Tetela de Ocampo, Sierra Norte de Puebla, la lucha de los pueblos nahua y


totonaco en contra de la Minera Espejeras que comenzó en 2012, se intensificó
durante el 2013, pues fueron otorgados los permisos de explotación sin la consulta
a los pueblos campesinos e indígenas de la zona. En diversas protestas, los niños
y niñas han participado elaborando dibujos que son pegados en las puertas de las
casas, cuya intención es sensibilizar al resto de la comunidad con consignas tales
como “Agua sí oro no”, “No a las minas, sí a la vida”, “Mi vida vale más que el oro”,
“Defiende mi futuro actuando en el presente. ¡Di no a las minas!”.

Hacia finales de ese 2013, el 19 de diciembre, en las inmediaciones de la Plaza


Murillo en La Paz, Bolivia, niños y niñas, pertenecientes al Movimiento
Departamental de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores de y en la Calle
(Modenat’s), quienes exigían participar en el diseño de la Ley 548 Código Niño,
Niña y Adolescente y protestaban para que no se les restringieran sus derechos
laborales a los adolescentes y menores de 14 años de edad, fueron golpeados y
dispersados con gas lacrimógeno por policías. Finalmente, en julio del 2014, con
la participación de la Unión de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores de
Bolivia, UNATSBO, fue aprobada una ley que no prohíbe el trabajo de niños y
niñas menores de los 14 años de edad, sino que se realizó una regulación que
diferencia a los niños según los tipos de trabajos y edades.

De lo sucedido en el Caracol I de La Realidad, Chiapas, en mayo del 2014,


durante el homenaje al asesinado compañero Galeano, es de resaltar lo que para
los propios zapatistas es evidente: el relevo generacional a 20 años. Ahora están
haciendo la lucha y dirigiendo la resistencia quienes eran pequeños o no habían
nacido al inicio del alzamiento. Más de 2000 personas bases de apoyo zapatistas
llegaron de los cinco caracoles para exigir justicia y recordar a Galeano, muchos
bebés en brazos de sus jóvenes madres así como niños y niñas tomados de la
mano de adultos y ancianos participaron en los diferentes actos realizados.

Menos de un mes había pasado de los hechos violentos del 26 de septiembre del
2014 en contra de los normalistas de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero, cuando se
comenzaron a ver en marchas y protestas a niños y niñas exigiendo la aparición
con vida de los estudiantes. La niñez indígena y no indígena, acompañados de
familiares, maestros y compañeros, ha manifestado constantemente su sentir,
preocupaciones y exigencias mediante carteles, dibujos y otras formas de
expresión creativa. “Yo no quiero ser la 44”, “Yo también quiero justicia”,
“Ayotzinapa aguanta, los niños se levantan”, “Soy una niña que está preocupada
por los estudiantes” y “Sr. Granadero de EPN y Mancera: ayúdame a buscar a los
43, no me golpees, tengo 13 años” son algunas frases elaboradas por niños y
niñas.
El 17 de febrero del 2015, organismos defensores de derechos humanos así como
representantes de la Tribu Yaqui, iniciaron una campaña de información y
sensibilización sobre el intento de imposición gubernamental del Acueducto
Independencia. Construcción que dañará severamente el Río Yaqui y con él, la
forma de vida de cinco pueblos yaquis: Vícam, Cócorit, Belem, Bácum y Pótam. La
niña Teresa es el personaje que protagoniza la Campaña Justicia Yaqui.

En Cherán, Michoacán, el 15 de abril del 2015, se llevó a cabo la fiesta


conmemorativa de los cuatro años del levantamiento en defensa del bosque, así
como la instauración del Concejo Mayor del Gobierno Comunal. En el desfile y
fiestas tradicionales purépechas, participaron la ronda comunitaria, jóvenes,
maestros, jubilados, niñas y niños de la comunidad, quienes portaban carteles con
frases tales como “Yo cuido la naturaleza”, “¡Juchari uinapikua jindeskari t´u!
¡Nuestra fuerza eres tú!”, “Los bosques son nuestro tesoro natural ¡No los
destruyas!” y una manta con la frase “Mi voz, la voz de todos los niños NO está en
los partidos políticos, porque nunca la han escuchado. ¡Viva nuestra fuerza!”.

Para los niños, niñas y adolescentes trabajadores organizados de Latinoamérica,


los NATs, hay tres fechas anuales significativas en su exigencia de trabajo digno y
justo. El 1 de Mayo, Día del Trabajo; el 12 de junio, Día mundial contra el trabajo
infantil; y el 9 de diciembre, Día mundial de la dignidad del niño, niña y
adolescente trabajador. En el presente año 2015, en países y localidades donde
hay población indígena y Nats organizados, tales como Perú, Bolivia y Chiapas, el
primero de mayo se llevaron a cabo marchas festivas con carteles coloridos,
globos, instrumentos musicales y disfraces; mientras que el 12 de junio,
impulsaron una campaña en redes sociales para que las personas compartieran
testimonios y experiencias de haber sido niño, niña y adolescente trabajador,
mediante el hashtag #VIDATRABAJOYDIGNIDAD.
El 23 de mayo del 2015, el Pueblo Creyente de Simojovel realizó una
peregrinación a la comunidad de La Pimienta, para protestar por la muerte de dos
niños y la hospitalización de 29 más a causa de la aplicación de vacunas por parte
del Instituto Mexicano del Seguro Social. Un grupo de niños y niñas enarbolaban
pancartas que decían “Nosotros los niños queremos vivir”, “Somos el futuro de
nuestro pueblo no nos maten, queremos vivir”, “Los niños pedimos justicia”,
mientras que otros participaban como oradores.

En diciembre del 2014, la comunidad otomí de San Francisco Xochicuautla,


Lerma, Estado de México, quienes resisten al proyecto carretero autopista Toluca–
Naucalpan, fueron los anfitriones del Festival Mundial de Resistencias y Rebeldías
contra el Capitalismo, convocado por el Congreso Nacional Indígena y el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional. Niños y niñas participaron en algunas danzas
tradicionales y portando carteles que decían “Los niños de Xochi no queremos
autopista”. En Julio del 2015, sucedieron varios eventos donde niños y niñas
estuvieron presentes: durante el recibimiento a los familiares y estudiantes de
Ayotzinapa portando las fotografías y nombres de los estudiantes desaparecidos,
de la mano de sus madres en el desalojo violento por parte de policías estatales
para dar paso a maquinaria, y durante las protestas posteriores con pancartas que
decían “Eruviel entiende Xochi no se vende”, “Chavos despierten, agamos (sic)
conciencia no a la autopista salvemos nuestros bosques”, “Respeta mi futuro” y “El
asfalto seca la vena del volcán, tu camino de muerte no va a pasar”.

La represión y la muerte también...


Mientras el presente texto estaba en elaboración, sucedió el ataque de militares a
comuneros nahuas de Ostula, Michoacán, el 19 Julio 2015, para detener al líder
de autodefensas. Durante la agresión, fue asesinado Hidilberto de 12 años, así
como lesionados 10 integrantes de la comunidad, entre ellos Yeimi de 6 años,
Delfino de 17, Heriberto de 16 y Karina de 12 años. El gobierno federal ha dicho
que el Ejército no es responsable.

“¿Cual fue el delito de Hidilberto?”, “No disparen somos niños”, “Queremos que
nos cuiden no que nos maten”, “Queremos justicia” y “El pueblo no mata al
pueblo”, se preguntaban y afirmaban niños y niñas en carteles durante el entierro
de su familiar, amigo y compañero Hidilberto; mientras que en las redes sociales
se debatía sobre los motivos por los que niños y niñas están presentes en
manifestaciones políticas agredidas por la policía y el ejército.

Este hecho muestra que no solo en la fiesta y en la protesta niños y niñas están
implicados políticamente, sino que también son objetivos explícitos en las
agresiones de las fuerzas policiacas para desalentar la protesta, organización,
autonomías y resistencias. Este tipo de violencias estatales hacia niños y niñas
están en incremento y diversificándose.

Otro caso que ejemplifica claramente esto, es el sucedido el 20 de noviembre del


2014, en la Ciudad de México, cuando se realiza una multitudinaria marcha
exigiendo la aparición con vida de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Al
finalizar la manifestación, cuando los asistentes se retiraban, la policía federal y
del Gobierno del Distrito Federal arremeten y golpea indiscriminadamente a
hombres y mujeres, algunos de ellos iban acompañados por niños y niñas. Más
aún en torno a la niñez, el protagonista de la foto más difundida en redes sociales
esa noche, un hombre que cargaba a su hijo de 3 años y que era golpeado por
policías de semblante fiero mientras miraba angustiadamente cómo su esposa,
hermana y madre caían al piso violentamente, es Juan Martín Pérez, Director
Ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México.

Un caso más ha sido el de José Luis Alberto Tehuatlie, de 13 años, quien el 9 de


Julio del 2014 resultó lesionado en la cabeza con una bala de goma lanzada por
policías estatales, cuando estos pretendían romper el bloqueo carretero que
realizaban pobladores de San Bernardino Chalchihuapan, Puebla. Un día
después, el video del niño de la camisa a cuadros agarrándose la cabeza donde le
impactó la bala instantes antes, bañado en sangre y desfalleciendo, estremeció las
redes sociales. José Luis muere el 19 de julio del 2014 y el velorio se convierte en
un acto de protesta, como el de Hidilberto, al mostrar junto al féretro los proyectiles
lanzados por la policía aquel día.
En noviembre del 2014, el Movimiento Latinoamericano y del Caribe de Niñas,
Niños y Adolescentes Trabajadores, MOLACNATs, declara que “A sus 25 años, la
Convención sobre los Derechos de los niños está de luto por José Luis Tehuatlie y
México”, en alusión a los 43 normalistas desaparecidos. En junio del 2015, Elia
Tamayo, madre de José Luis, marcha con la fotografía de su hijo a lado de los
padres y madres de los estudiantes de Ayotzinapa. La represión y la muerte
también están dirigidas hacia niños y niñas en las protestas políticas, pero también
genera nuevos lazos de solidaridad entre los familiares, colectividades y pueblos.

Niños y niñas, actores políticos.


Así, al hacer un breve repaso por algunas experiencias políticas de la niñez
indígena en México, Bolivia y Perú, como espacios de socialización, aprendizajes
y constitución de subjetividades, queda de manifiesto la importancia y peculiaridad
de la participación de niños y niñas indígenas como actores políticos en las fiestas
y las protestas latinoamericanas. Son espacios colectivos de formación y
afirmación de determinadas identidades político-culturales que se encuentran y
acompañan entre sí. En este sentido, la fiesta y la protesta como acciones
colectivas se combinan para afirmar que la política del siglo XXI está rompiendo
viejos estereotipos, convirtiéndose en alegría y solidaridad colectiva entre quienes
se organizan autónomamente y resisten a las políticas neoliberales, haciendo
emerger nuevos actores políticos.

En los últimos diez años, se ha incrementado significativamente la llegada de


empresas trasnacionales a México y Latinoamérica dispuestas a imponer la
explotación de los recursos naturales y bienes comunes que los gobiernos
cómplices ofrecen. También ha crecido la ofensiva de instituciones como la
Organización Internacional del Trabajo y empresas como Fundación Telefónica en
contra de la infancia trabajadora que se organiza, mediante campañas de
erradicación del trabajo infantil en Latinoamérica que ignora por completo a los
sujetos niños y niñas trabajadores.
La forma de vida comunitaria de pueblos originarios se está viendo perturbada,
violentada y amenazada; mientras que la ilegalización del trabajo infantil genera
condiciones que favorecen la explotación y el abuso laboral. Ante tal panorama,
las experiencias políticas de la niñez indígena están aumentando y
diversificándose, pues son integrantes plenos de sus pueblos y comunidades, así
como quienes poseen una identidad como sector trabajador.

Niños y niñas se implican y participan políticamente, enfrentando dichas


situaciones desde sus posibilidades de acción y acompañamiento adulto, quienes
muchas de las veces están ocupados, preocupados y priorizando la organización
comunitaria para responder a estas violencias estatales y empresariales. Esto
deviene en importantes restricciones para acompañar la participación política
infantil.

Algunas de las limitaciones identificadas, que por supuesto no son generalizables


ni totales en las experiencias referidas pero que se presentan con cierta
recurrencia, están relacionadas con insuficiente información comprensible para
niños y niñas sobre lo que sucede, así como inconsistencia de mecanismos para
que expresen sus ideas, emociones, preocupaciones y dudas. También resulta
evidente la necesidad de espacios comunitarios donde su opinión sea escuchada
y propuestas consideradas por parte de los adultos, además de facilitadores para
que niños y niñas se organicen y lleven a cabo acciones en torno al conflicto o
problemática presente.

Es necesario recalcar que todas estas posibles formas de participación política


deberán ser acorde a la edad, saberes y roles que niños y niñas desempeñan de
por sí en sus comunidades. No son adultos chiquitos jugando a la política, son
actores sociales que quieren participar en los conflictos comunitarios, pues las
cuestiones políticas por supuesto también les atañen.
Esto puede significar un reto educativo para las organizaciones políticas y
movimientos sociales: la construcción de herramientas pedagógicas para la
participación política de niños y niñas que puedan ser compartidas y replicadas. Si
las comunidades comparten las causas y consecuencias de las violencias
estatales y empresariales, así como fiestas y protestas, también las estrategias y
herramientas del trabajo formativo político infantil.

Como adultos, es necesario propiciar las condiciones indispensables para la


emergencia de sujetos con pensamiento crítico y comprometidos con el bien
común. Informar, escuchar, analizar, criticar, preguntar, proponer y actuar, son
acciones en las que hay que acompañar a niños y niñas. Con lo que emerge una
exigencia mayor para los adultos que así decidan hacerlo: recuperar la creatividad,
paciencia, escucha y espontaneidad perdida al paso de los años.

Por tanto, en los actuales contextos latinoamericanos de violencias hacia las


resistencias y autonomías es sumamente importante que niños y niñas ya estén
en las calles, como integrantes de sus comunidades, posicionándose sobre
determinadas situaciones sociales y políticas que directamente les afectan y de las
cuales tienen una opinión y acción. Si como ha dicho Pablo González Casanova5
sobre la crisis que viene y la preparación que los jóvenes deberán detener no sólo
en su inteligencia y conocimientos, sino en su voluntad, coraje y moral
cooperativa, más vale que los adultos estemos acompañando a niños y niñas en el
mismo camino.

5
González Casanova pide a los jóvenes luchar por la moral social, Periódico La Jornada, viernes
25 de septiembre del 2015, p. 3.
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