En mi mundo, hay árboles que no muestran sus encantos a los
primeros hombres que coman sus frutos; a veces podridos y a veces maduros. A decir verdad, hay árboles que no muestran nada. Solo ramas agrietadas que se alzan al sol y no piden ni hieren a nadie y, tal vez, solo tal vez, por eso, son ignoradas. Estos, son los árboles menos queridos por la gente de mi pueblo. “Cómo querer algo, que poco te da de lo que quieres”. - Me dice cuando pregunto, el cuidador del huerto. Y casi siempre, como siempre, casi me convence. Cómo convencerme, si yo, además todos en el pueblo, sabemos que este tipo de árboles, tan insulsos a la vista, son los más privilegiados en cuanto al sabor de la fruta que ofrece.