Noches enteras, días, meses ahogándome en una agonía de la que era incapaz de salir. Desaparecer, era lo que más ansiaba, cerrar los ojos y dejar de existir, de sufrir… ya no podía más. Toda alegría borrada de mi vida, de mis labios, de mis ojos… No había nada ni nadie que pudiese reparar lo que era irreparable. Mi corazón. Y entonces aparecieron tus ojos… increíblemente celestes y llenos de una sorprendente luz que traspasó mi alma en cuestión de segundos. Te miré, no sabía quién eras, no importaba… solo importaba la paz y la serenidad que provocabas en mi interior… Lloré como nunca, mientras ahogaba mis gritos para que nadie pudiese oírlos. Ahora sí, sabía tu nombre, sabía quién eras… un guapísimo modelo inglés, elegante y distinguido que había conseguido tocar mi alma sin ni siquiera conocerme. Y escribí… Sacando de mi alma toda esa muerte que me arrastraba a un abismo oscuro y frio al que no quería volver. Ya había estado antes ahí, sí, hacía muchos años… pero ahora estabas tú, dentro de mi, llenándome de fuerza y valentía, devolviéndome la inspiración perdida hacía tanto… GRACIAS, no puedo decir más que GRACIAS, eternamente, porque Irreparables nunca habría sido posible sin ti; porque eres el ser más bondadoso, humano y gentil que pueda conocer nunca. GRACIAS, desde lo más profundo de mi corazón, porque siempre serás mi más maravillosa inspiración. GRACIAS, David, por tus sonrisas, por tus miradas, por tu fuerza, por este increíble gesto desinteresado con el que has bendecido mi historia. Yo lo sé, tú lo sabes, no hace falta más. Al ángel que salvó y sigue salvando mi vida cada día. D.J.G.
IRREPARABLES Rachel White Michael Harrison, empresario joven y rico sufre un accidente en su viaje de novios en el que pierde a su recién y amada esposa, alejándose de todo y todos durante años, decide dedicarse de pleno a sus negocios. Para él ya no hay más vida, la marcha de, la que cree, su alma gemela lo sumerge en una agonía profunda de soledad y vacíos en el que se acomoda durante años… Nancy Sanders, joven estrella del patinaje artístico, pierde su oportunidad de los mundiales tras una grave caída provocada por una pelea con su padre; un ejecutivo muy reconocido y admirado en su profesión que controla cada movimiento de su hija… Su ilusión por superarse no decae en ningún momento, sigue adelante buscando un nuevo motivo en su vida para no perder las ganas de vivir… Ambos se conocen algunos años más tarde, surgiendo entre ellos una atracción tan intensa que ni la diferencia de edad, ni las múltiples complicaciones que surgen alrededor, ni la presencia de una tercera persona que se dedica de lleno a intentar separarlos, logran impedir que se desate un amor profundo y verdadero. Él le da la seguridad y la fuerza que tanto ansiaba… él le descubre un mundo desconocido para ella, lleno de sensaciones y placeres que nunca creyó poder sentir… él es el hombre que siempre esperó sumida en un profundo vacio lleno de soledades y miedos, de humillación y abusos al que su propio padre la tiene sometida… él es la ilusión por la que nunca dejó de luchar… Ella es la única que ha traspasado esa muralla que forjó alrededor de su corazón tras la muerte de su esposa… ella saca lo mejor de él, devolviéndole la sonrisa, la ilusión y la pasión que dejó olvidada en años… Ella es vida, alegría, fuerza, juventud… esperanza en su vida… Ella es todo lo que necesita en su vida porque es la mujer perfecta para él.
PRÓLOGO Todo en aquel jardín parecía salido de un cuento de hadas. Las mesas y las sillas vestían fundas blancas con adornos en color crema. Los centros de rosas amarillas elegidos por la novia daban una elegancia maravillosa digna de una reina. Ella era la que se había encargado de elegir todo lo relacionado con la boda. Sus gustos eran extremadamente exquisitos y por ello había seleccionado mantelería de seda blanca traída de China, cristalería de Sèvres tallada a mano, cubiertos de la más fina plata y vajilla de la mejor porcelana del mundo. Se había montado un precioso altar rodeado de arcos que lucían flores blancas. Al igual que la inmensa alfombra que recorría por cerca de veinte metros y unas grandísimas carpas que daban una elegancia suprema al enlace y de las que colgaban unas majestuosas lámparas de cristal, adecuadas para iluminar todo el jardín entrada la noche. Al igual que las miles de bombillas que entrelazaban los arboles de aquella propiedad de cerca de tres acres, situada en North Beverly Park, California. Se trataba de una impresionante mansión propiedad del padre de Elizabeth, un prestigioso y muy reconocido arquitecto, que no había dudado en ofrecer a su hija la boda de sus sueños. Ella era su única hija, su mayor orgullo y aquel día se la entregaría a Michael Harrison, un joven arquitecto e ingeniero civil, con el que trabajaba desde hacía muchos años y que se había convertido en su mano derecha. No había nadie mejor para su hija, su única heredera, que aquel joven al que ya quería como a un hijo. Cerca de 1.500 personas habían sido invitadas a la ceremonia que ya era toda una celebridad por la cantidad de personajes importantes que acudirían a ella. Martin se había encargado de hacer llegar la noticia a todos los colegas de la profesión, amigos de la familia y empresarios millonarios que conocía a Elizabeth desde hacía años. Y no había escatimado en gastos para aquel enlace, una boda millonaria para la reina de su corazón que luciría un impresionante vestido de la diseñadora africana Amsale Aberra, tal y como ella le había pedido. Sus zapatos habían sido diseñados con cristales de Swarosky al igual que la tiara que adornaba su precioso cabello negro y de la misma Italia había hecho venir a un grupo de jóvenes cantantes, que entusiasmaban a la joven, para amenizar la ceremonia con sus canciones. Todo saldría a la perfección, aquel cuento de hadas con el que ella siempre había soñado estaba a punto de cumplirse. No solo por tener la ceremonia que siempre había querido sino porque sabía que había encontrado en Michael al hombre perfecto para ella. Y estaría a su lado hasta el final, amándolo hasta el último día de su vida…
Capítulo 1 HASTA QUE LO QUIERA DIOS Toda la familia de Michael había tenido que trasladarse a los Ángeles para el enlace. Ellos eran de Long Island, New York, y aunque Martin Phillips quiso hacerse cargo de los gastos del traslado y la estancia, Michael no había cedido en esa ocasión. Sabía del gasto millonario de la ceremonia, un carísimo regalo para los contrayentes, por lo que no estaba dispuesto a ese gasto extremo que le correspondía a él. Alojó a los suyos en uno de los hoteles de lujo de la zona, The Península Beverly Hills, no muy lejos del lugar del enlace donde él mismo tenía reservada una habitación para poder prepararse. Sabía que allí no les faltaría nada y estarían muy cómodos, ya había estado en aquel hotel en varias ocasiones y para él era el mejor de la zona. Michael había estado muy tranquilo en los días cercanos al enlace, rodeado de trabajo y viajes inesperados, pero aquella mañana al ver a su familia allí, no había podido evitar emocionarse en el aeropuerto. Llevaba meses sin ver a su madre y sus hermanos por motivos de trabajo pero aún así siempre estaba muy pendiente de todos, de que no les faltase nada. Como hermano mayor y cabeza de familia, se sentía responsable del bienestar de todos ellos. Su padre era el único al que no había invitado a aquella ceremonia… la relación padre e hijo estaba totalmente rota desde hacía muchos años… La separación inesperada de aquel matrimonio los había alejado definitivamente, y aunque sus hermanas mantenían contacto con él, Michael había cerrado su corazón a toda posibilidad de reconciliación o acercamiento con quien tanto daño había hecho a su madre, a la que amaba más que a nada… Por ello, al ver a su familia en el aeropuerto y abrazarse a su madre y sus hermanos, no pudo evitar llorar de la emoción. Aquel día era el gran enlace, uniría su vida para siempre a la mujer que amaba, y sería para siempre suyo, prometiendo cuidarla, respetarla y amarla para toda la eternidad. ¡Estaba tan enamorado de Elizabeth!. No podía imaginar una vida sin ella, sin sus sonrisas, sus abrazos, sus besos apasionados. Tal vez a veces pudiese parecer una joven malcriada y consentida, era hija única y siempre había tenido todo cuanto había deseado. Incluso él mismo, en ocasiones, no podía negarle nada, pero tras esa fachada de joven rica, Elizabeth era una bellísima mujer de la que se había quedado prendado cuando pudo ver cómo era ella realmente en su interior… Hacía ocho años de aquel día…podía recordar cuando regresó de Europa y Martin hizo las presentaciones. Al principio solo le había parecido una joven bonita y presumida, una niña rica acostumbrada a tenerlo todo y a todos. Fue con el tiempo cuando comenzó a conocerla realmente, descubriendo su otro yo, uno que a veces estaba oculto y que solo él conseguía sacar. Michael necesitó la autorización de Martin para poder salir con ella, no podía olvidar que trabajaba para él y aunque fuese tratado como un hijo desde el primer momento, Elizabeth era su mayor tesoro y no iba a dejar que cualquiera se acercase a ella. Pareció muy contento al saber la noticia y desde aquel momento siempre trató de hacerla feliz y de amarla como nunca amó a nadie. Había encontrado a la mujer con la que pasar el resto de sus días. Y lo harían en una preciosa casa que habían comprado en Larchmont, en el condado de Westchester, New York. Una propiedad junto a la bahía de cerca de dos acres de la que Elizabeth se había enamorado y que no distaba mucho del trabajo. Ella era la socia mayoritaria en las oficinas de Manhattan, herencia de su padre, que había cedido la mayoría de sus acciones a su única hija, y por consiguiente a su futuro esposo que había sido su mano derecha en los negocios desde hacía muchos años. Sabía que estaba en buenas manos y lo único que sentía era saber que ambos se marcharían a otro estado tras la luna de miel. Michael estaba nervioso en la habitación de aquel lujoso hotel donde se alojaban también amigos y familiares. Edward y John estaban con él, bromeando sobre la situación y ayudándolo a vestirse para el enlace. Todos vestían chaqué, la etiqueta lo exigía. Michael llevaba levita negra y pantalones a rayas, su chaleco gris de botonadura cruzada y la corbata del mismo color con un nudo Hannover. Su camisa blanca con gemelos de plata en los puños al igual que el pisa corbata y zapatos de hebilla doble. Edward y John eran sus mejores amigos junto con Sarah, todos habían estudiado juntos y pertenecían a la misma pandilla desde hacía muchos años. Allí se encontraban todos, riéndose de los nervios del novio que no dejaba de atusarse el nudo de la corbata. Sabían que aquel era un paso muy importante para él y trataban de animarlo bromeando sobre la situación. En unos minutos sería un hombre casado por lo que se le acababa la posibilidad de romances, de juergas y salidas con amigos. Michael sonreía ante sus bromas. Edward era el único que permanecía más serio, muy atento con su amigo pero pensativo y casi sin hablar sobre la ceremonia. Era su testigo de boda junto con John, siempre habían sido inseparables y era un orgullo poder compartir ese día con ellos. Alguien golpeó la puerta de la habitación, eran Carol, Helen y Danna, las hermanas y madre del novio, quienes aparecieron preciosas vestidas, peinadas y maquilladas para la ocasión. Él no era el único nervioso aquel día, su madre trataba en vano de contener las lágrimas, sus hermanas no paraban de comprobarle la corbata, el chaqué, la camisa y Jeremy, su hermano pequeño, lo miraba embobado y orgulloso de verlo tan feliz. Abajo les esperaban los coches, unos fabulosos Audi A8 en color negro, que aguardaban en la entrada del hotel y que los llevarían a la mansión donde tendría lugar la boda. La vio acercarse despacio, deslumbrante, preciosa como jamás la había visto, totalmente segura y muy sonriente del brazo de Martin. Vestía un impresionante vestido de corte princesa, con cuerpo de escote envolvente y mangas a codo trasparentes con aplicaciones de encaje. Su espalda con transparencias y con unos preciosos botones que llegaban hasta la cintura. Su pelo semirecogido del que colgaba un larguísimo velo de encaje. No podía dejar de mirarla porque realmente parecía una princesa; su princesa de cuento de hadas. En su mano, un precioso regalo de familia que Michael le había entregado con todo el amor. Se trataba de una preciosa y carísima pulsera de Tyffany de diamantes y oro blanco de 18k que había llevado madre y su abuela con orgullo; ahora brillaba en su mano de camino al altar. Martin le cedió su brazo en aquel altar y mirándolo muy fijamente lo llamó hijo mientras le dijo, con lágrimas en los ojos, que se la entregaba para hacerla su esposa y para cuidarla. Sabía que lo haría, sabía que amaba a su hija, sus ojos se lo decían. No podía estar más seguro de ello y más orgulloso de la elección de Elizabeth. Aquel día no perdía una hija a pesar de que se marcharía a otro estado, sabía que ganaba un nuevo hijo con aquella boda porque Michael era lo que siempre deseó para su pequeña. La ceremonia no se alargó mucho, se casaron ante todos sus familiares y amigos en aquella inmensa mansión preparada para la ocasión, por la que desfilaron cerca de 1500 invitados que felicitaban a la joven pareja por su recién compromiso. La ceremonia estuvo animada constantemente por aquellos cuatro jóvenes tenores que enamoraban a todos con sus canciones y sus voces. No habían sido contratados para amenizar con su música el acontecimiento, para la novia aquellos jóvenes eran sus invitados de honor ya que los admiraba muchísimo. Y no cesaron de deleitar a todos con aquellas románticas canciones elegidas para el enlace, escogidas con agrado por Elizabeth, que sugirió una especial para el baile con su recién esposo. Hablaba de una historia de amor eterno en la que los jóvenes se prometían estar juntos para siempre en lo bueno y en lo malo, cuidándose el uno al otro. Serían siempre uno amándose hasta el final, porque lo mejor que les había pasado era conocerse y unir sus vidas hasta que lo quisiera Dios… Así se lo cantaba aquella joven a su esposo, mientras lo abrazaba, lo miraba, mientras bailaban delante de todos que observaban a la pareja amarse con la mirada. No había muchos matrimonios tan llenos de amor, tan llenos de ilusión por estar juntos y compartir una vida plena al lado del otro. ¡Tanto que se amaban, tanto que deseaban hacer juntos…! No se podía amar más de lo que ellos se amaban… Michael la abrazó y la besó mientras bailaban, no podía dejar de mirarla tan preciosa, tan sonriente… Solo deseaba estar a su lado el resto de su vida. Sabía que serían eternamente felices, juntos, en su maravillosa casa cerca de la bahía que llenarían con hijos. Algo de lo que ya habían hablado hacía mucho tiempo. Ambos querían tener hijos, no iban a esperar mucho tiempo para buscarlos y aunque al principio ella trabajaría en las oficinas con los nuevos proyectos junto a Michael, tenía muy claro que cedería toda la responsabilidad en su esposo al quedar embarazada. Elizabeth quería criar a sus hijos, no pensaba depender de nadie para cuidarlos. Quería tener al menos tres y no quería perderse ni un solo momento junto a sus bebés. Sus risas, sus miradas, sus juegos, sus llantos, sus primeros pasos y sus balbuceos… aquellos momentos eran los más maravillosos para una madre y era algo que no estaba dispuesta a perderse. Ya sentía todo aquello con tanta fuerza… Hacía días que había visitado a su ginecóloga debido a un retraso en su menstruación. Algo muy normal tras los nervios por los preparativos de la boda, pero no quedándose tranquila y sospechando sobre la buena noticia, le había pedido unos análisis para descartar un posible embarazo. Y había dado positivo. No quiso decir nada a nadie, ni siquiera a Michael que no dejaba de preguntarle sobre su malestar. La veía cansada pero radiante, tenía algo especial en la mirada pero no imaginó el por qué hasta que ella se lo confirmó con una sonrisa y lágrimas en los ojos. Y esperó a aquel día para darle la buena nueva, en aquel jardín lleno de personas amigas y familiares que vieron al joven abrazar a Elizabeth y girarla en sus brazos mientras la besaba. Realmente hacían una pareja preciosa y todos esperaban que aquel inmenso amor durase para siempre. Se lo merecían. El viaje de novios lo harían por Europa en un principio, donde estarían tres semanas exactas, querían conocer Francia, Austria, Italia y Grecia. Luego irían a Dubái otras dos semanas y finalmente pasarían una semana más en Tailandia. Un impresionante viaje de novios donde ya no tendrían que encargar al bebé. Michael estaba un poco preocupado por Elizabeth, en su estado no sabía si era recomendable que hiciese viajes tan largos, pero ella estaba tan feliz por los últimos acontecimientos en su vida y se encontraba tan bien de salud, que no dudo en disfrutar de su maravillosa luna de miel. Deseaba muchísimo conocer Europa, Michael había estado en varias ocasiones por algunos proyectos de trabajo y la verdad es que le gustaba bastante, sobre todo Francia e Italia donde ahora podría disfrutar al máximo junto con su recién esposa. Sonaba tan raro llamarla así… pero estaba tan fascinado con saber que era su mujer que no podía dejar de mirarla totalmente enamorado y embelesado mientras ella hablaba de monumentos, tiendas, ropa, comidas… En los días en Paris pudieron visitar grandes monumentos de una riqueza arquitectónica impresionante, ambos como arquitectos sabían apreciarlo, era la ciudad perfecta para visitar. Les encantó la catedral de Notre Dame, por supuesto una visita obligada estando en Paris. Misteriosa, oscura y profunda en donde quedaron embobados viendo los vitrales en forma de roseta que daban una luz tenue y colorida. Visitaron el Museum Pass, dentro de la catedral, sus gárgolas muy conocidas, la famosa campana que inspiró al jorobado, según contaba la leyenda, y unas impresionantes vistas del Sena hacían de aquel lugar el más romántico para una pareja de recién casados. Una bellísima obra de arte de estilo gótico que juraron volver a visitar algún día. La capilla de Sainte Chapelle les llamó la atención por sus grandes vitrales en la capilla superior. 1134 escenas de la historia sagrada que pudieron contemplar tranquilamente sentados en unas sillas que, generosamente, habían colocadas para que los visitantes pudieran observarlas con tranquilidad. El segundo día por Paris lo dedicaron a visitar el Panteón, un bellísimo edificio, no una iglesia, que más bien parecía una catedral por su gran cúpula central y su planta en cruz. Debajo de su cúpula colgaba el péndulo que León Foucault usó para explicar la rotación de la tierra. Pero si Elizabeth tenía especial entusiasmo por visitarlo era por poder conocer las tumbas de sus grandes Pierre, Marie, Monnet y Dumas, entre otros muchos. Le habían fascinado desde niña y siempre quiso ir a visitar sus restos. A Michael le interesaba mucho más la fachada de aquel edificio, con el pórtico del templo con veintidós columnas y su cúpula sostenida por una columnata que la rodeaba. Los museos Orsay y Rodin también estuvieron en las visitas para aquel día junto con la del palacio de Luxemburgo y sus preciosos jardines. Más retirado, pero no por ello menos merecido, la Basílica del sagrado corazón, una maravilla de la arquitectura neo bizantina y romántica, en la que destacaban no solo su inmensa campana de diecinueve toneladas, sino el color de su estructura al ponerse el sol. Una joya de dimensiones inmensas que iluminaban la colina de Montmartre. De allí se llevaron de recuerdo una graciosa caricatura que les hizo una joven mientras tomaban un café helado con mantequilla salada. Por la noche visitaron la famosísima Torre Eiffel, donde Michael había reservado mesa en el restaurante situado en el segundo nivel, a 115m. Un romántico restaurante llamado Julio Verne en el que la pareja cenó tranquilamente a la luz de las velas, con unas impresionantes vistas de Paris a sus espaldas. La torre iluminada con miles de bombillas era el lugar más hermoso que ninguno pudiera haber imaginado. Ya en el tercer nivel y sabiendo que se encontraban a 276 metros del suelo, tomaron un estupendo champagne que les ofrecieron en el bar. Allí, juntos, besándose, donde se juraron estar siempre el uno con el otro, donde se juraron no separarse jamás… porque amor como el de ellos merecía la pena conservar para siempre. Era el cuarto día cuando, de camino al museo del Louvre, Elizabeth se volvió loca comprando souvenirs en la Rué de Rivoli y lo mismo sucedió al día siguiente cuando fueron a ver el Arco del triunfo y pasaron por los Campos Elíseos. Cartier, Valentino y Dior fueron los elegidos por la joven que mostraba contenta las bolsas a su marido. Le tocaba llevarlas. Lo cierto es que había tardado mucho en visitar aquellas boutiques de lujo porque llevaban allí una semana y aquel era el primer día que se había decidido a ir de compras. Michael reía ante lo consentida que era en algunas ocasiones. No podía evitarlo… estaba tan enamorado de ella que no podía no contentarla con sus caprichos, un poco caros, eso sí, pero en el fondo no importaba, ellos podían permitírselo. Sucedió en aquella grandísima calle, cuando Elizabeth fotografiaba de lejos el arco del Triunfo y se dirigían de vuelta al hotel donde se hospedaban, el Champs Élyseés Plaza que no distaba lejos de allí. Michael hablaba por teléfono con Martín, quien había llamado a su hija para ver cómo iba el viaje. Elizabeth estuvo feliz de escucharlo y minutos después pasó el móvil a su esposo, quien bromeó con su suegro sobre las bolsas que colgaban de su brazo. Su hija se había vuelto loca comprando en todas las tiendas donde habían entrado pero no pudo regañarla por el descontrol, era su consentida y todos lo sabían. Primero se escuchó un grandísimo golpe metálico y varios frenazos seguidos, cristales rompiéndose, gente gritando ante el pánico y el horror de aquella imagen tan aterradora. Michael se giró sobre sus pies, aún hablaba con Martín sobre los maravillosos monumentos de Paris, cuando la escena que vio ante sus ojos lo hizo temblar de terror. Vio gente corriendo hacia el lugar del accidente, espantadas, con los brazos en la cabeza, pero él solo podía buscar a su esposa con la vista. No la veía. Delante de él se mostraba una escena catastrófica en la que un autobús había chocado con algunos coches, terminando subido en la acera, a pocos metros de él. Veía sangre, horror, personas tratando de salir de aquellos vehículos que habían golpeado uno tras otro al intentar esquivar el golpe… pero no veía a Elizabeth. Y allí, ante él, inmóvil, rodeada de sangre pudo ver la figura de una mujer debajo de aquel autobús. La reconoció y sintió un escalofrío recorrer cada parte de su cuerpo. Sus ojos se abrieron horrorizados. Era Elizabeth. El teléfono cayó al suelo de golpe al igual que aquellas bolsas que ella había comprado. Corrió todo lo rápido que pudo hasta aquel autobús y cayó de rodillas ante él, llorando, gritando a su mujer que yacía bajo aquel vehículo. Sujetó su mano y tiró de ella. Tenía que sacarla de allí, tenía que ayudarla... ella estaría bien en cuestión de minutos. Sacó su cuerpo de aquel horror, lleno de sangre y la sujetó en sus brazos. La llamó, la besó, le habló… pero ella no contestó. Sus ojos abiertos, fijos, mirando la nada…estaba muerta. ¡¡Nooo!! ¡No podía ser, aquello no estaba sucediendo! ¡Ella despertaría, ella se pondría bien! ¡No podía estar muerta! ¡¡No podía!! -¡Nena, por favor…! ¡Despierta!- Le imploraba sentado en el suelo de aquella calle. Lleno de la sangre de su esposa a la que no dejaba de besar y abrazar.- ¡Elizabeth te pondrás bien! ¡Te vas a poner bien! – Casi era una súplica. La gente se acercaba a aquel hombre sin consuelo que no podía dejar de gritar y llorar, mirando a la joven sin vida que estrechaba contra su cuerpo. Trataban de calmarlo, trataban de hablar con él para sacarlo de aquella escena. Habían llamado a una ambulancia que no tardó en llegar al lugar del accidente aunque nada podía hacer por la joven. Elizabeth había recibido un golpe brutal que la había lanzado al suelo golpeando su cabeza y rompiendo su cráneo de inmediato. No había sufrido, la muerte había sido inminente y eso mismo dijeron los médicos al llegar a aquel lugar y acercarse a ella, apartando a Michael que trató de resistirse. No quería dejar de abrazarla, no quería alejarse de ella. Pudo ver como se miraban negando con la cabeza al tratar de comprobar las constantes de Elizabeth. Lo supo. Lo supo desde el mismo momento en que la vio tirada en el suelo. Su esposa estaba muerta. Se acercó a ella gritando, con las ropas empapadas en sangre pero unos brazos lo pararon a pocos metros. ¡Aquello era una locura, estaban recién casados! ¡¡Ella no podía dejarlo así!!¡No podía! -¡¡Nooooo!! ¡¡Por favor Elizabeth no me hagas esto!! ¡No me dejes, no por favor!- Gritaba sin consuelo mientras trataba de llegar hasta ella. - ¡¡Dios mío, NOOOOOO!! - Gritó con el alma entera cuando logró soltarse y abrazarla. Miró al cielo mientras imploraba…pero nadie lo escuchó. Acababan de casarse, estaban de luna de miel, felices por el embarazo de Elizabeth, por la vida juntos que deseaban llevar y todo se había desvanecido de momento. Todos los sueños, todas las ilusiones, todas las cosas que habían planeado hacer juntos. Ya nunca más… ¿Cómo podría seguir viviendo sin ella? ¿Cómo podría seguir adelante si ella se había ido para siempre de su lado? No podía creerlo, ya no tenía nada, su corazón se había apagado junto con el de ella para siempre, porque aquella joven era su alma gemela. ¿¡Cómo podía haberse ido de aquella forma…!? ¿Adónde había ido sin él si ya no podría ser feliz ni volver a sonreír sin ella? Aquel amor tan grandioso, tan inmenso acababa de morir junto con aquella joven… todo él estaba muerto para siempre.
Sus manos estaban manchadas de sangre aún, sentado en una de las sillas de aquel hospital, cabizbajo, sin poder creer el vuelco que había dado su vida en cuestión de minutos. ¿Cómo era posible que pudiera suceder algo así en la vida de dos personas tan inmensamente felices? Había pasado de tenerlo todo a ser el hombre más infeliz del mundo. Escuchó su nombre en aquella sala y al levantar la vista vio a dos hombres vestidos de negro que hablaban con una de las enfermeras que lo señalaba a él. Eran los del seguro, ellos se encargarían de todo desde ese momento, lo cual se agradecía. Habría muchos trámites para el traslado hasta California y ellos se encargarían de toda la documentación, de los certificados, la embajada, la tanatopraxia y todo lo necesario para la repatriación. Debía hacer unas llamadas, aún no sabían nada. Recordaba que estaba hablando con Martin cuando sucedió todo pero no había encontrado el momento ni las fuerzas para hablar con él y decirle que su única hija había muerto. Lo único que tenía era una bolsa a su lado con las ropas y pertenencias de Elizabeth. Tapó su rostro con sus manos ensangrentadas, no sabía cómo podría reunir el valor para superar aquello. Plantarse delante de aquel hombre y decirle que acababa de perder lo único importante que tenía en su vida. Su amada hija.
Todo el mundo allí se encargó de ofrecerse para hacer llamadas, sabían que no se encontraba en condiciones. Eran conscientes de la gravísima situación. Estaban de luna de miel, un hombre recién casado que acababa de ver morir a su esposa ante sus ojos sin poder hacer nada para evitarlo. Enfermeros, médicos, personal, auxiliares, todos allí trataban de darle lo mejor, de ayudarlo con algún tranquilizante, con psicólogos… No necesitaba nada de eso, solo la necesitaba a ella… y eso jamás se haría realidad…nunca más… El viaje de vuelta a casa no tardó mucho, había pagado una gran cantidad de dinero para acelerar el proceso, aunque a Michael se le hicieron eternos esos dos días, solo en aquel hotel, llorando sin consuelo, acariciando cada cosa que aún olía a Elizabeth. Deseaba aferrarse a todo lo que le recordaba algo de ella porque era lo único que le quedaba, sus recuerdos felices. Tantos momentos en los que pensó en aquellos días, cada encuentro, cada sonrisa, cada palabra… Su voz aún sonaba en su cabeza, su risa aún estaba presente en aquella habitación… pero su vida acababa de irse dejando la suya totalmente destrozada. Las llamadas a Martin, a su madre… No sabía cómo había encontrado las palabras adecuadas para explicar lo que había sucedido y es que era lo más difícil que había hecho en su vida. No podía dejar de pensar en aquel hombre que no había tenido consuelo al enterarse de lo sucedido, a lo que había que sumarle el dolor de no poder estar cerca de ella para verla. Sabía que la espera sería tremendamente dura para él, aguardando la llegada al aeropuerto del féretro de su hija. Y no pudo resistirlo. Vio a Martin corriendo sin consuelo mientras abrazaba el ataúd de su hija, ni siquiera había dejado que los de la aduana la llevasen a una sala adecuada para la familia. Lo vio aferrarse a ella como si quisiera sentirla a través de la madera, pronunciaba su nombre sin cesar mientras imploraba ver a su hija por última vez. Solo una vez antes de despedirse de ella para siempre. Michael fue rápido y pudo sujetarlo antes de caer al suelo. Vio como se sujetaba el pecho, Martin estaba sufriendo un infarto, pero pudo evitarle el golpe agarrándolo con fuerza antes de desplomarse y caer. Aquella situación era tan caótica para todos…la pérdida de Elizabeth supondría un cambio radical en la vida de muchas personas, pero en especial en la de Martin y en la suya propia. Los días que vinieron después fueron realmente duros, sobre todo para Michael que solo deseaba que pasasen pronto. El entierro de su mujer, la recuperación de Martin, las visitas de familiares y amigos que no dejaban de llegar para dar el pésame, los proyectos del trabajo que habían quedado parados ante el infarto de su suegro, etc. Pasó unos meses en casa, con su familia y amigos que intentaron animarlo de todas las formas posibles. En vano. Trataba de disimular delante de ellos todo lo que podía pero no eran tontos y sabían que aunque hablase, sonriese, comiese... etc., Michael estaba totalmente hundido. Todo iba más allá cada noche que salía con sus amigos, ni siquiera llegaba para dormir, se quedaba toda la noche fuera, bebiendo, de un lado a otro, tratando de evadirse… había noches que se quedaba con John, Edward o Sarah, en casa de alguno de ellos, tratando de ocultar su estado delante de los suyos… Como si no lo imaginasen… Hubo noches descontroladas, llegando a límites que nunca pensó rebasar, con Sarah, con Edward… Todo le daba igual… para él ya nada tenía sentido… solo quería beber, dormir y no despertar nunca más… Era adulto, sabía lo que hacía, era responsable de cada decisión tomada… a pesar del alcohol ingerido, Michael sabía lo que hacía…pero de verdad todo le daba igual… Una noche en la que salió con Edward y Sarah a despejarse todo se le fue de las manos. Bebió en extremo, sin controlar para nada el consumo excesivo. Cuanto más bebía más facilidad para olvidar tenía… y no paró… ni siquiera cuando Edward trató de detenerlo al verlo tomar unas pastillas… ¿Qué pastillas eran? ¿¡Estaba tomando drogas!? No sabía de donde las había sacado, ni desde cuando las tomaba, y aunque trató de persuadirlo no consiguió detenerlo. Acabaron de nuevo en casa de su amigo, estaba tan borracho, llorando, desahogándose con él que decidió quedarse allí, como muchas otras noches. Era su mejor amigo, él lo sabía todo de Michael desde hacía muchos años y siempre se había preocupado muchísimo por su estado. Nadie mejor que él para tratar de olvidar… Y Sarah, ella siempre conseguía hacerlo sentir mejor y aquella noche fue muy larga… Fue la última de descontrol, de alcohol, de sexo desenfrenado… Michael supo que no podía seguir de aquella forma, no conseguiría nada más que preocupar a los suyos y joderse la vida totalmente… Decidió poner un punto y final a aquellas salidas y a todo lo que sucedía después... en casa de Edward… en su habitación… No se arrepentía, de nada, todo lo pasado en aquella casa había sido por decisión propia, nadie nunca lo obligó a nada y disfrutó…no iba a negarlo… pero aquello no era lo que quería en su vida… En aquel momento quería estar solo y lejos… nada más… Después de aquello, Michael, trató de refugiarse en el trabajo, tenían abiertos cerca de doscientos proyectos entre las oficinas de California y New York, y ahora mismo él era el único capacitado para tomar decisiones, estando sobrio, por supuesto. Lo habló con Martin con el que tenía una confianza extrema. Lo necesitaba, tenía que pensar en otra cosa, debía centrarse en lo único que siempre le había gustado desde el instituto. Y Martin tampoco confiaba en nadie más para aquel cargo, después de todo lo ocurrido tampoco tenía ni fuerzas, ni ganas, ni ilusión para seguir adelante con nada. Sería una ayuda para ambos… Relegaba a su yerno y mano derecha para llevar sus oficinas, para tomar cualquier tipo de decisión, sabía que tomaría la adecuada. Tenía muy claro que después de finalizar aquellos proyectos cedería todas las acciones de New York a Michael. Ahora mismo las de su hija pasaban a su poder, pero aún así no sería el accionista principal porque Elizabeth solo tenía un cuarenta por ciento, sumados a los veinte de él, Michael se convertiría en el mayor socio con un sesenta por ciento de acciones. No tenía más que pensar, para él ya no tenía sentido ni los proyectos, ni el dinero, ni las mansiones… Todo cuanto tenía habría sido para su única hija… ahora… ya no tenía a nadie. Después de la muerte de su mujer hacía cinco años, tras una horrible y dura enfermedad, Martin juro cuidar a Elizabeth y darle todo cuanto pudiese…pero tras su final todo cuanto poseía había dejado de tener sentido. ¿Para qué amasar más dinero?¿Para quién reunir riquezas? Michael siempre había sido un hijo para él y aún más al casarse con su pequeña; bien estarían aquellas acciones en su poder porque sabía que era un grandísimo arquitecto y que el trabajo le serviría de ayuda. En principio se quedaría en California hasta terminar con todos los proyectos que tenían abiertos, desde allí y con la ayuda de amigos de confianza, manejaría las oficinas de New York. Contrató a Edward y John, confiaba en ellos plenamente y serían los encargados de supervisar los proyectos mientras él permanecía en otro Estado. Sabía que serían años muy difíciles y duros pero también sabía que el trabajo lo ayudaría a no pensar, a no sentir, a poner un parche en aquella herida que trataría de cicatrizar con los años. Su familia no estuvo para nada de acuerdo con aquella decisión, sabían que aquello le traería consecuencias en su vida. Necesitaba a su familia cerca y estar a más de cuatro mil kilómetros de distancia no sería de ayuda. En aquellos momentos extremadamente duros debía pasar un duelo consigo mismo, pero ocultándose tras el trabajo, solo conseguiría entrar en un bucle de desolación y soledad. Pero no escuchó a nadie, ni a Danna, que le rogaba que se tomase un tiempo con ellos, ni a sus hermanas que charlaron con él tranquilamente del asunto, ni siquiera lo consiguieron sus amigos Edward y John a quien la familia había pedido ayuda. El primero casi se lo había suplicado, nadie lo conocía como él, eran los mejores amigos desde la infancia, pero Michael no hizo caso a sus consejos aunque agradeció la preocupación de todos. Estaba claro que el quedarse allí supondría el riesgo de volver a perder el control como tantas noches atrás… No era lo que quería ni lo que necesitaba. Tomaría el control de su vida aunque fuese refugiándose en el trabajo. Volvería algún día, no sabía cuando, pero regresaría a New york, con su familia y amigos, a su preciosa casa a la que fue incapaz de ir después de la muerte de Elizabeth. Aquello no era un adiós definitivo… Lo tenía decidido, su suegro lo necesitaba, sus proyectos lo necesitaban y él mismo, en lo más profundo de su ser, también lo necesitaba. Ocultarse, evadirse, abstraerse… cualquier cosa que lo hiciera no pensar en su amada Elizabeth y en lo destrozada que había dejado su vida tras su muerte. Capítulo 2 CUANDO NO TIENES MÁS SALIDA Steven la había acompañado a retirar la denuncia que había interpuesto hacía semanas. Sabía que aquel paso no lo había tomado por sí misma pero, a pesar de la complicidad que ambos tenían, no consiguió que le dijese el motivo de aquel cambio. Pudo ver sus ojos llorosos en el momento que se acercó a su casa y le pidió que la acompañase a dar aquel paso tan decisivo en su vida. Por supuesto trató de convencerla para que no lo hiciese, sabía por lo que había pasado, conocía toda la historia y debía ser fuerte y seguir adelante por muy dura que fuese la situación. Estaba seguro que había recibido amenazas, no le cabía dudas… sabía hasta donde podía llegar. Aún no entendía cómo había sido capaz de hacerle algo así a aquella chiquilla, no había ser más miserable que él. Nancy solo tenía diecisiete años y había sufrido un auténtico infierno a su corta edad. Acostumbrada a tenerlo todo, criaba entre comodidades y lujo, junto a una familia aparentemente unida y llena de amor. Había estudiado en uno de los mejores colegios de New York, el Stuyvesant High School, donde había sacado las mejores notas de todas. Siempre fue una chica muy lista, noble, con una capacidad intelectual impresionante, y al venir de una familia rica siempre pudo optar a los mejores centros. Conocía a sus padres desde hacía muchos años, trabajaba para Sanders desde que salió de la universidad de arquitectura y había visto crecer a aquella chiquilla que siempre tuvo una mirada perdida. Ahora sabía por qué y sintió deseos de defenderla, de alejarla de su padre y protegerla para siempre. A su lado no le faltaría nada, se encargaría de cuidarla como se merecía… ¡Tanto que había sufrido en silencio durante tantos años! La observaba allí sentada, esperando que la llamasen para poder retirar aquella denuncia por maltrato y abusos sexuales que puso unas semanas antes, decidida a cambiar su vida radicalmente. Se sintió con fuerza para hacerlo, aún a pesar de su corta edad era alguien muy fuerte y lo demostró cuando se enfrentó a él aquella última vez que trató de golpearla. Nancy peleó durante minutos, los más largos de su vida, no era la primera vez pero sí sería la última. Recibió golpes durante años, casi siempre cuando trató de defender a su madre, y también hubo amenazas por si abría la boca y contaba algo a alguien. Escuchó los peores insultos y lo vio maltratar a Madison desde niña, casi siempre cuando venía tarde y con algunas copas de más. Recordaba la primera vez que trató de evitarlo, con tan solo nueve años, no podía olvidar el dolor de aquel golpe en su rostro que la hizo caer de espaldas. Casi sin querer aquella noche, sin poder evitarlo, pero con más fuerza y decisión las demás veces. Aún así, nunca retrocedió. Siempre se levantó dolorida, magullada pero volviendo a sujetar a su padre y evitando algún golpe a su madre que imploraba que parase. Madison nunca trató de pedir el divorcio, a pesar de los continuos maltratos, ella estaba muy enamorada de Allan, siempre lo estuvo, y sabía que aquel cambio tan radical que había dado era solo por su culpa. Había tenido un desliz hacía años, en uno de los largos viajes de su esposo, y en aquel momento ellos estaban tan mal como pareja que Madison fue débil al reencontrarse con un antiguo novio. De ahí nació Evelyn, pero ninguno supo la verdad hasta algunos años después. Lo mantuvo oculto todo el tiempo. Sanders lo descubrió casi sin querer, tras unas pruebas médicas rutinarias y, desde entonces, se volvió un hombre sin escrúpulos, sin sentimientos, un hombre oscuro y calculador que se sentía totalmente engañado. Todos pagaron las consecuencias de aquella mentira, desde Madison que trató de defenderse implorando perdón, hasta Nancy, que recibía los desprecios y golpes de aquel hombre al que siempre conoció como su padre. No lo era realmente… al menos no biológicamente. Fruto de otra relación de la que nadie hablaba mucho, Allan Sanders la acogió y la crió como a una hija desde muy pequeña, queriéndola, cuidándola, protegiéndola y dándole todo cuanto tenía. Ahora estaba desquiciado, casado con una mujer a la que adoraba y que lo había engañado como a un imbécil… Aquella mujer pidió perdón mil veces y trató de explicarle que aunque no fuese el padre biológico de Evelyn, podría quererla como a una verdadera hija, pero su esposo solo conseguía envenenarse por dentro al mirarla. Y tantos golpes e insultos que recibió solo por defender a la pequeña… Sabía que había hecho mal, sabía que no tenía perdón, pero ya no podía hacer más que arrepentirse de lo sucedido e implorar perdón. Nunca, en todos esos años, supo hasta donde había llegado Allan con Nancy, ella jamás contó nada a nadie, avergonzada, asustada y amenazada por aquel hombre que decía llamarse padre pero que era el ser más miserable del mundo… Nancy no podía olvidar la primera vez que sucedió, con tan solo nueve años, era una cría asustada de los gritos y golpes de su padre, al que siempre había adorado, pero desde aquella noche se convirtió en una niña totalmente aterrorizada solo con verlo aparecer. La primera noche fue la más larga y amarga para aquella jovencita que sólo pudo darse cuenta de lo que estaba sucediendo cuando sintió a Allan encima de ella. Lo vio entrar en su habitación, borracho, quería hablar con ella, de todo el asco que le producía saber que Evelyn era fruto de un engaño… y ella, no era su hija tampoco… No tenía nada realmente… Madison había destrozado su vida y él destrozaría la de sus hijas… ¡Tanto que la había querido… Nancy siempre fue su ojito derecho y ahora… ahora pagaría las consecuencias de todo el mal que le habían hecho a él! La vio echada en la cama, con aquel pequeño camisón que dejaba sus piernas al aire… la miró, la acarició… con odio… con deseo… con locura… Nancy trató de apartarlo, lucho por gritar y quitárselo de encima, cuando la tumbó en la cama y comenzó a tocarla, su padre estaba totalmente desenfrenado y aquella jovencita no pudo con su fuerza. Temblaba, no sabía lo que iba a hacer pero le asustaban sus ojos… su fuerza… Sintió sus manos acariciando sus muslos, sus pechos mientras la estrechaba contra su cuerpo. Tapaba su boca con la otra mano, casi no podía respirar, solo llorar. Quería hablarle, implorarle que se detuviese pero ni siquiera pudo soltar ni una sola palabra tras aquella enorme mano que le aprisionaba la boca. Sanders estaba fuera de control, lamiendo la piel de su hija y reprochándole lo hermosa que era y a cuántos chicos metería en su cama en unos años. Pero, ¿de qué estaba hablando? ¡¡¡Se había vuelto loco!!! Sintió algo duro debajo de ella, no sabía que era, solo era una niña aterrorizada que no tenía ni idea de sexo, de relaciones, de hombres, de monstruos como aquel que tenía encima y que la penetró con toda la fuerza de aquella erección. Y no fue la única vez, Sanders se sintió tan excitado con aquello que lo que sucedió aquella noche, en aquella habitación, se repitió varias veces. Cuando Madison salía fuera debido a la enfermedad de Evelyn, médicos, revisiones… entonces se emborrachaba, tratando de olvidar aquel engaño, odiándose a sí mismo por lo que le hacía a Nancy y sintiéndose tremendamente mal por lo sucedido… pero no podía evitarlo… La buscaba, le pedía perdón, pero con besos, abrazos, caricias… sexo… sin pensar en el daño atroz que llegaba a hacerle cada vez, sin ni siquiera imaginar cómo destrozaba su vida para siempre. Para él, toda su vida era mentira, todo su matrimonio, amaba a Madison, siempre lo había hecho y aquel engaño… no podía soportarlo… por eso descargaba toda su rabia con ella, en la cama, mientras le suplicaba que parase, cada vez, implorando que todo aquello terminase pronto… Cuando la escuchaba llorar, implorar… solo podía pensar en su mujer, en cuánto la odiaba, en cuanto la amaba… en cómo quería hacerla sufrir… en cómo deseaba que todo aquello fuese mentira… la imaginaba ahí, con aquel hombre… no veía el rostro de Nancy, la veía a ella y la odiaba por ello… ¡Quería hacerle tanto daño por su engaño! Sus hijas sufrirían por su culpa, las dos… La decisión de aquella chiquilla sobre la denuncia llegó años después, ante la última y gran bronca que tuvieron al negarse rotundamente a pagar el tratamiento de Evelyn, y podía hacerlo… no era su hija legítima… ninguna lo era… Nancy no se encontraba en casa aquella noche, ese día terminaba muy tarde sus durísimos entrenamientos para las olimpiadas. Cada día, durante horas y desde hacía muchos años, entrenaba sin descanso con Brian McDyllan, un fabuloso patinador con el que hacía pareja deportiva y con el que había ganado muchas medallas de oro. Habían intentado algo más fuera de las competiciones, durante unos meses, pero después de todo lo vivido, Nancy no logró mantener una relación normal con ningún chico. Ambos hacían una pareja única y brillante en el hielo, con movimientos perfectos, impecable coordinación y una complicidad de un equipo unido que llegaba tanto al público como a los jurados que los habían votados en muchas ocasiones. Eran unos patinadores que arriesgaban muchísimo cuando salían a la pista, era como si no tuviesen miedo a nada, los giros, los saltos, las formas libres que realizaban eran de una perfección exagerada. Hacían levantarse a la gente de las gradas cuando salían a patinar, conseguían erizar el vello de todos los que allí se encontraban… aquellos jóvenes eran los favoritos para ganar los mundiales de nuevo y lo sabían… El año anterior estando en los Nacionales Nancy tuvo una durísima caída mientras hacían un triple twist lifts, un mal tropiezo de Brian impidió cogerla a tiempo y la joven cayó contra el hielo golpeándose la espalda severamente. Meses de recuperación vinieron tras la caída pero ella estaba decidida a seguir adelante y a confiar plenamente en su compañero, como siempre. Llevaban meses entrenando de nuevo y cada día tras el instituto Nancy corría a entrenar durante horas totalmente ilusionada. Aquello era su sueño, a su corta edad, era una gran estrella del patinaje pero ella siempre se esforzaba por hacerlo aún mejor. Brian la acompañó hasta casa y al entrar, Nancy comprendió que sucedía algo bastante malo. Lo miró y le pidió que entrase con ella; estaba aterrorizada. Vio algunas cosas tiradas en el suelo y escuchó gritos que venían de la habitación de arriba. Subió todo lo deprisa que pudo y encontró a Madison en el suelo, sangrando. Sanders había vuelto a beber y el infierno se había vuelto a desatar en casa. Aquella jovencita gritó, lo empujó, lo insultó, no podía seguir haciendo esas cosas. Había destrozado a su familia por completo. Brian intentó sujetarlo antes de que aquel puño llegase a la joven de la que estaba enamorado, pero Allan, robusto y desquiciado, empujón al joven patinador con una sola mano hasta golpearlo contra la pared. La miró y se fue hacia ella, golpeándola sin parar, trataba de defenderse pero en el forcejeó dejó caer a Nancy por las escaleras, a la que intentó sujetar cuando la vio resbalar, tratando de cogerla por el brazo pero su cuerpo había comenzado a descender muy rápidamente hasta llegar abajo. Le dolía todo el cuerpo, los golpes de los escalones le habían fracturado varios huesos pero sobre todo, sentía un dolor muy agudo en la espalda. Nancy supo que algo no marchaba bien, supo que todo se había terminado para ella en el instante que escuchó aquel chasquido que la dejó tirada en el suelo… Recordó las palabras del médico cuando cayó aquel día en los Nacionales, una sola rotura más, y Nancy no podría volver a patinar nunca más… Y así fue. Todos sus sueños y esfuerzos durante tantos años se desvanecieron aquella noche. Una operación de espalda, donde le colocaron un disco intervertebral artificial, luego vino la caída en los Nacionales y ahora… Su carrera como patinadora artística había terminado para siempre y lo sabía. Muchos meses pasaron para que Nancy pudiera estar recuperada física y mentalmente, todos hablaban de lo joven que era, de cuantas cosas le quedaban aún por vivir. Los demás no podían entender que aquel había sido su sueño desde niña, por el que había estado luchando tan duramente… Sabía que se recuperaría, ella era muy fuerte y siempre veía el lado positivo de las cosas…pero aún así nunca podría olvidar que su propio padre había sido el causante de aquel desastre. Pudo haberse retraído tras aquello, por miedo a cualquier otro golpe, por miedo a que volviese a violarla, pero sin embargo aquello hizo mucho más fuerte a la joven que no dudó en hablar con un viejo amigo de la familia, Steven Brown. Sabía que él la ayudaría y la cuidaría, era un gran amigo. Steven trabajaba con su padre, era un hombre mucho mayor que ella, la vio crecer, y siempre se preocupó mucho por su bienestar cuando Sanders viajaba y la dejaba sola con Madison. Ahora no dudaría en estar ahí a su lado, pese a que Allan era su jefe, no podía permitir aquella situación, y la alojó en su casa en cuanto Nancy le explicó lo que había sucedido. No podía volver allí, no debía estar cerca de él… Tuvo deseos de ir y matarlo a golpes, hacerle ver qué clase de hombre era haciéndole algo así a la jovencita que había criado durante tanto años como a una hija, pero supo que solo traería más problemas a la joven. Se quedaría con él, sin lugar a dudas, él estaba ahí para cuidarla y podía vivir en su casa todo el tiempo que quisiera. Por supuesto que Sanders fue a buscarla y a pedirle explicaciones por aquella denuncia, él lo negaba todo delante de su empleado, que no los dejó solos en ningún momento, ni siquiera cuando él se lo pidió. Nancy no estaba preparada para eso, se sentía fuerte, totalmente segura de su decisión pero la vio temblar al verlo aparecer. Se acercó a Steven y le agarró la mano, sintió como temblaba. Él la miró para tranquilizarla, no la dejaría a solas con él. Lo echó de allí, puede que fuese su jefe pero aquella era su propiedad, su hogar, y no iba a consentirle entrar de aquella forma amenazando y dando órdenes. Lo quería fuera de su casa y lejos de Nancy… Llegó pegando gritos, desquiciado y ordenando a su hija que retirase aquella denuncia, cosa que no hizo en aquel instante, sintiéndose fuerte al lado de aquel ingeniero que la protegía…Meses después encontró la forma de obligarla, sin golpes, sin gritos… pero de la forma más devastadora de todas… Se había negado a pagarle el tratamiento a Evelyn, un carísimo medicamento que debía tomar hasta que pudieran hacerle un trasplante de médula. Era el único que podía pagar más de 400.000$ anuales que costaba aquel medicamento para la hemoglobinuria paroxística nocturna, una enfermedad rara de la sangre que podría hacer morir a su hermana pequeña. Pero se había propuesto no ceder en el asunto, Sanders se sentía tan tremendamente insultado y humillado que no pensaba en el daño ocasionado a aquella niña. Todo su odio iba más allá… Solo estaría dispuesto a pagar el tratamiento de aquella bastarda si ella retiraba aquella denuncia que había manchado su prestigio como empresario y gran arquitecto. Perdió grandes proyectos después de aquello y lo tendría en cuenta, Nancy estaba en sus manos, no al contrario, porque sabía que cedería ante aquel chantaje. -¿¡Cómo puedes ser tan miserable!? – Le escuchó decir mientras se acercaba a él. Segura, llena de odio y asco hacia su padre. - ¿Después de lo que me has hecho? ¿Después de todo el daño que nos has hecho a todos? – No solo hablaba de lo que le había hecho a ella, los golpes, los insultos, sus borracheras, los miedos. Sanders era un empresario muy importante en New York, un arquitecto muy reconocido y aquella denuncia de maltrato y abusos había manchado su nombre para siempre. Iba a retirarla, así tuviera que caer en amenazas y chantajes. De todas formas sabía que ya no podía caer más bajo. La observó, sabía que le había hecho daño, no sólo por aquellos golpes cuando trataba de defender a su madre, había destrozado su vida, sus sueños… había abusado de ella muchas noches, muchos años…y se sentía el peor hombre encima de la tierra después de hacerlo... No era consciente de sus actos cuando bebía…sabía que no era excusa pero no podía hacer nada más… La deseaba… había momentos en los que solo deseaba hacerla suya y no podía buscar la forma de parar… luego, después, se arrepentía de lo que había hecho… sabía que no estaba bien… -¿Tienes idea de lo que le has hecho a mi carrera con estas acusaciones? -Le dijo tranquilamente, sentado en aquel sofá blanco. -¿Y tú vienes a decirme eso a mí? – Nancy no podía creer lo que acababa de escuchar. - ¿Qué le has hecho tú a mi carrera, a mi vida, a todos mis sueños? ¡¡Me has criado desde que era una niña y siempre te he querido como a un padre!! – Le gritó. -¡Me importa una mierda con quién se acostase mi madre, tú nos has criado, eres el único padre que hemos conocido y eres el ser más despreciable del mundo! Steven estaba trabajando, estaban solos en aquella casa, pero Nancy se sentía tan fuerte y segura que no se acobardó ante aquel hombre. No se podía ser más miserable y ruin llegando allí y soltándole que ella había destruido su carrera cuando él había sido el causante de que sus sueños como patinadora se desvanecieran. ¡Tantas veces que hablo con él para que dejase de beber antes de aquella noche fatídica!. Era otro hombre totalmente distinto cuando lo hacía, él que siempre fue un hombre tan trabajador y amable con su familia. Había dado un vuelco radical desde que descubrió aquel engaño y todos habían pagado las consecuencias. Ella más que nadie. -Escucha Nancy… -¡¡No!! - Le gritó. - ¡No te vuelvas a atrever a pedirme perdón, ni a plantarte delante de mi tratando de hacerme sentir como si tú fueses la victima de todo esto! - Sus ojos estaban llenos de lágrimas pero no por debilidad. - ¡No pienso ceder a tus chantajes, ni a tus amenazas! ¡¡No pienso retirar la denuncia así te pudras en la cárcel!! Sanders se levantó y la miró tan segura y fuerte que dudó, por un segundo, en que aquello fuese a salir bien. Fue un segundo, al instante comprendió que aquellas palabras eran fruto de Steven, habrían hablado muchísimo durante aquellos meses y él la habría convencido a dar aquel paso. Pero seguía seguro de ganar esta vez porque aquella joven nunca dejaría morir a la pequeña.. Se abrochó el botón de aquella chaqueta y miró a Nancy mientras sonreía. Lo había intentado a las buenas, siendo educado y estando sereno ante ella. ¿Quería conocer al verdadero Sanders? ¿Iba a retarlo? No sabía lo que estaba haciendo. Se acercó a la salida y antes de abrir la puerta se volvió y miró a su hija, de pié en aquel salón lleno de la luz que entraba por aquellos grandes ventanales que mostraban el jardín tras ella. Era cierto que las había criado como hijas suyas, pero ya no podía mirarlas sin sentir un odio inmenso por aquel engaño y por todo su sufrimiento. Steven tenía una preciosa casa en Schuylerville que heredó al fallecer sus padres, allí acogió a Nancy de inmediato al enterarse de todo. Vivía con su mujer Emmie, una joven enfermera que no había dudado en abrir las puertas de su casa a la joven asustada. La conocía desde siempre y se llevaban muy bien. Hablaron mucho sobre lo sucedido y era ella la que la había aconsejado denunciar a Allan pese al miedo que pudiera sentir, aquello que había hecho no podía olvidarse como si nada, debía pagar por aquellos golpes y por abusar de ella. -Cederás, Nancy, o te aseguro que nunca podrás perdonarte ver morir a tu hermana. – Le soltó sin dudarlo… altivo, serio, fijos sus ojos en los de ella… - Te juro por Dios que la dejaré morir como a una perra si no retiras esa denuncia. Harás lo que yo te diga o lo que te he hecho no será nada comparado con lo que les haré a ellas. -¡No te atreverás…! – Sabía que sí… –¿Sabes qué puedo hacer con tu madre? No le queda otra que estar a mi lado para salvar a su bastarda. - Sus amenazas eran precisas y totalmente devastadoras. – ¡Y ni te imaginas lo que la puedo hacer sufrir…! ¿Sabes qué puedo hacerle a esa niña que vive bajo mi techo? – Y tembló de terror… Me obedecerás, harás todo cuanto te diga que hagas o la vida de ellas será un infierno al igual que la tuya. -¡¡Fuera de esta casa!!- Le gritó desesperada… -¡Cuidado! – Amenazó… mirando a su alrededor, contemplando la casa de aquel ingeniero que trabajaba para él. - Steven tiene una bonita casa… -La miró de pasada. – Veamos si puede seguir pagándola cuando pierda su empleo… - La vio casi llorando, era suya de nuevo. -Todo aquel que trate de ayudarte conocerá mi ira, Nancy, y… conozco tanta gente en New York que dudo que pueda volver a conseguir un empleo en este Estado… -¡¡Te odio, Sanders!!-¿Es que iba a despedir a su amigo por ayudarla? ¡Estaba sola de nuevo! -No más que yo a ti… ¿Quieres destruir mi carrera y mi prestigio? Yo destruiré la de todos los que te importan… Cerró la puerta de un porrazo al salir, ella permaneció de pie, aterrada por lo que acababa de escuchar. No tenía salida, no le había dejado más escapatoria. Se saldría con la suya… Nancy sabía que debía retirarla… ¿Cómo iba a dejar morir a su hermana?¿Cómo iba a ser feliz sabiendo que seguía maltratando a su madre? Madison no podía irse de su lado, solo le quedaba Sanders y todo su dinero para salvar la vida de su hija pequeña. Y sabía que lo haría. Odiaba tanto a Madison por su engaño, detestaba tanto a la pequeña, que estaba totalmente segura que su amenaza era tan real como destructiva. Y no pudo decir nada a Steven, no quiso implicarlo más de lo que ya estaba. Se marcharía de su casa, buscaría trabajo y alquilaría algún apartamento porque Sanders haría daño a todos los que tratasen de ayudarla y no podía hacerle algo así a su amigo y Emmie. Los quería, eran buenos amigos y sabía que tratarían de apoyarla en todo al enterarse de aquella charla con su padre, obviando aquella amenaza y manteniéndola en aquella casa… Por eso no dijo nada, guardó aquel secreto para ella y vivió con aquello como buenamente pudo. Pero lejos de Sanders. La vida le había dado todo a aquella chiquilla durante muchos años, tuvo muy buenos profesores, sacado las mejores notas de su clase, viajado por Europa, viviendo en una casa de lujo con una familia de la que siempre estuvo orgullosa. ¿Para qué? ¿De qué le había servido todo aquello? Casas, dinero, viajes, idiomas… Golpes, insultos, gritos, abusos…El precio había sido muy alto. Y no quería nada de todo eso, Nancy deseaba un cambio total en su vida, estaba decidida a hacerlo. Buscaría un trabajo sin ayuda de nadie, sin apellidos, sin conocidos, y trabajaría duro para poder seguir estudiando… tal vez no en grandes y reconocidas universidades como Harvard, a la que siempre deseó ir, pero eso ya daba igual. Deseaba conseguir las cosas por sus propios méritos, no tener que deberle nada a nadie y mucho menos a su… a aquel hombre al que había querido como a un padre. No quería nada de él. No lo reconocía, era otra persona muy distinta la que había llegado a esa casa con las más duras amenazas que nunca pensó escuchar… y no deseaba volver a verlo nunca más. Retiraría la denuncia por su madre, por su hermana, pero eso haría que su odio se acrecentase más y más. ¡¡Lo odiaba tanto!!¡¡Había destrozado a esa joven totalmente!!¡¡Había destrozado a su familia y a él no parecía importarle en absoluto!! Se había ido de aquella casa dejándola totalmente desolada… lo sabía, la conocía, pero para nada había sentido remordimientos por ello. Trató de pedir perdón, sí… ¿para qué?¡No estaba arrepentido realmente! Una persona que se arrepentía sinceramente de algo no buscaba un ataque tan demoledor como el que él había usado con ella, cuando le reprochaban el error cometido… Una persona arrepentida realmente no se acercaba cada noche a su habitación a seguir cometiendo el mismo crimen… y lo hizo durante años… destrozando totalmente a la joven que nunca volvió a ser la misma chica risueña y feliz de antes. La relación padre e hija había quedado rota para el resto y no había vuelta atrás. Capítulo 3 LA MUJER PERFECTA PARA MÍ Michael ojeaba algunos documentos en aquel avión, el vuelo duraría más de cinco horas, volvía de regreso a New York pero esta vez no se trataba de una visita por navidad ni tampoco para pasar unos días en familia; esta vez era para quedarse. Hacía días que había recibido la llamada de su madre, llorosa, extremadamente emocionada y muy triste. Su hermano pequeño Jeremy había tratado de quitarse la vida. No supo que decir en aquel instante al oír a su madre, que con la voz entrecortada, le contó lo sucedido. Se encontraba en una reunión, con unos clientes árabes, venidos expresamente desde Dubái para concretar un gran negocio, cuando vio varias llamadas insistentes de su hermana Carol y su madre; supo que había pasado algo grave. Salió de la sala y al descolgar el teléfono y enterarse de lo sucedido tuvo muy claro qué debía hacer. Su obligación era estar ahí, al lado de su familia. Le necesitaban, sus hermanas, su madre, que desconsolada imploraba por su regreso. Hacía tanta falta en New York, con ellos… nada volvió a ser igual tras su marcha. Habían pasado siete años desde que Michael decidió quedarse a vivir en California, sabía que Martin lo necesitaba ante la pérdida de Elizabeth, de la que nunca se recuperaría. Pero sus negocios, aquellos proyectos de los que se hizo cargo durante aquel tiempo ya habían terminado hacía meses. Ya no tenía nada que hacer allí. Debía regresar, su familia contaba con él, con su fuerza y su entereza ante las adversidades, además de llevar las riendas de las oficinas de New York que, hasta entonces, había tramitado desde la distancia. Fueron sus grandes amigos, contratados por él, y excelentes arquitectos, los responsables de manejar los proyectos en su ausencia y aunque él siempre estuvo al corriente de cada paso que se daba, desde Los Ángeles, sabía que debía volver y tomar su lugar en aquella oficina. Edward y John se habían convertido en socios de la misma, uno de los antiguos accionistas vendió su parte a aquellos jóvenes que siempre soñaron con hacer negocios a lo grande. Y fue él quien los avaló ante la millonaria cantidad que había pedido, sin pensarlo en lo más mínimo. No solo eran amigos, para Michael aquellos jóvenes siempre fueron grandes hermanos con los que compartió momentos únicos desde la infancia y al morir Elizabeth, ambos estuvieron a su lado, haciéndose cargo de cada uno de los proyectos que quedaron abiertos. Confió en ellos entonces y no se arrepintió, por eso cuando necesitaron su aval un año después, les tendió la mano para que pudiesen seguir avanzando. Y era un orgullo trabajar con ellos, poseían un veinte por ciento de las acciones entre los dos, al igual que el otro socio que aún ni siquiera conocía en persona. Martin cedió sus acciones a Michael, en aquel momento era el socio mayoritario con el sesenta por ciento de las acciones, y sabía que había llegado el momento para comenzar su vida en New York. De hecho aquella reunión en los Ángeles era precisamente un importante proyecto abierto en New York y que él cerraría aquel mismo día. Preguntó muchas veces qué había sucedido con su hermano, pero nadie supo decirle qué había pasado por la cabeza del joven Jeremy para hacer algo así. Intuían algún problema con su pareja, al que nadie conocía, ya no estaban juntos e imaginaban que aquella había sido la causa de su intento de suicidio. Michael siempre tuvo mucha complicidad con su hermano pequeño pero esta vez no consiguió escuchar ni una sola palabra de él cuando lo tuvo frente a frente, en aquel hospital, con las muñecas vendadas. No hablaba, estaba callado en aquella cama, muy afectado, mirando por la ventana pero sin ver más nada que su enorme sufrimiento. Fue Helen, su hermana quien lo encontró en el baño, rodeado de sangre, y quien llamó inmediatamente a la ambulancia mientras trataba de apretar sus muñecas para cortar la hemorragia… ¡Nunca olvidaría aquella imagen! Su hermano pequeño se había cortado las venas… Supo que debía estar a su lado, junto a su hermano y su madre, destrozada, que no sabía qué decir para hacerle ver que era joven y tenía una maravillosa vida por delante. Eso no le servía a aquel joven en esos momentos, su amargura era tan grande, su dolor tan profundo, que solo pensó en acabar con todo de la forma más sencilla y cobarde. No había luz en su vida, no había ilusión ni esperanza… solo quería cerrar los ojos y acabar para siempre con todo. Pero falló. Recordó sus muñecas tapadas con vendas y sintió una enorme pena por su hermano… ¿Qué le había sucedido como para querer quitarse la vida? ¿Cómo podía ayudarlo si no sabía qué le había sucedido realmente? Estaría a su lado, siempre, lo apoyaría en todo lo que pudiese y para empezar le ofrecería un buen puesto en sus oficinas, a su lado, donde podría estar pendiente de él. Sería una buena forma de tenerlo cerca y vigilarlo, al menos durante un tiempo y además le serviría de motivación. Necesitaba tener ocupada su cabeza durante todo el día, era la mejor forma de avanzar. Si alguien podía ayudarlo en aquel trance de su vida, era sin duda Michael. Alquiló a un amigo un impresionante apartamento de dos plantas en el edifico One 57, conocido como Carnegie 57, un lujoso rascacielos comercializado con noventa plantas situado en Midtown Manhattan, y del que disponía de más de seiscientos metros cuadrados. Las vistas sobre el Central Park eran las mejores de todo New York y aunque el precio del alquiler era desorbitado, al igual que las dimensiones para un hombre solo, sabía que merecía la pena. Era el mejor lugar para vivir. Aún no se encontraba con ganas de ir a su preciosa casa en Larchmont, la cual no visitaba desde hacía exactamente siete años y la que deseó vender en muchas ocasiones. Al final, siempre pensó en Elizabeth y en lo ilusionada que estaba con aquel lugar por eso fue incapaz de ir a verla, pero también de venderla. Ahora que viviría en New York de nuevo sabía que tendría que dar ese paso algún día, era su casa, la que eligieron juntos, y debía encontrar las fuerzas para poder ir hasta allí. El One 57 le venía muy bien para ir al trabajo, sus oficinas se encontraban en Midtown, cerca de la Quinta Avenida, un edificio de 58 plantas que no distaba lejos de allí, así que era idóneo para él. Pasaría muchas horas trabajando, como en California, donde no había tenido más vida que sus proyectos y sus negocios. En todos aquellos años, Michael jamás estuvo con ninguna otra mujer, y en realidad tuvo muchas oportunidades con mujeres muy importantes en el mundo de los negocios. Era un hombre muy atractivo, un hombre de cuarenta y cuatro años, corpulento, bien cuidado físicamente, con un bronceado perfecto que resaltaba sus impresionantes ojos azules y sus pestañas largas y negras. Su cabello era de un negro brillante, ondulado, con algunas canas que lo hacían mucho más interesante. Algo de perilla de unos días lo hacían un hombre increíblemente irresistible además de su sonrisa grande y perfecta… aunque no la dejaba ver casi nunca. Se había vuelto un hombre muy serio, casi tosco, muy reservado que agradecía los cumplidos de cualquier mujer pero que jamás había intentado tener nada con ninguna de ellas. Se codeó con grandes empresarios, con importantes hombres de negocios que les presentaban a sus hijas con la idea de poder tenerlo como yerno, pero todo aquello estaba de más para él. No le interesaba para nada ningún tipo de relación y realmente tampoco necesitó un desahogo en todos aquellos años. Estuvo metido de lleno en proyectos, viajes, negocios, reuniones, ejecutivos, empresarios, olvidando por completo cualquier tipo de afecto y cariño de una buena compañera. Su primer día en la empresa sucedió a los tres días de su llegada a New York, antes decidió dedicar un tiempo a su familia a la que últimamente también tenía algo olvidada. Necesita ver a Jeremy con quien quería tener una charla larga y profunda, su familia se lo había pedido, así que estuvo unos días con sus hermanas, sobrinas y con su madre a los que no veía desde hacía cerca de un año. Tenía una preciosa casa en East Patchoque, Long Island, donde Michael había crecido con sus hermanos y donde pasaría unos días disfrutando de ellos. Todos lo necesitaban. Fue muy agradable estar allí con todos ellos donde se hablo de muchas cosas que habían pasado en aquellos años. Michael tenía unas sobrinas guapísimas de su hermana Carol, con las que solo coincidía en navidad y lo cierto es que agradeció aquellos momentos rodeados de niños, de hermanas pesadas que preguntaban constantemente sobre relaciones personales, de su madre a la que todo le parecía poco para que se sintiese cómodo y de su hermano pequeño al que vio totalmente hundido. Tenía una mirada muy extraña, lo sentía muy perdido, muy lejano, pero por más que intentó charlar con él no consiguió que le explicase el motivo por el que había intentado desaparecer para siempre. No volvería a alejarse de ellos, era el hermano mayor y se sentía muy responsable de todos desde que su padre los abandonó, dejando a su madre sumamente sola y hundida. No les faltó de nada, Michael cuidó de ellos en la distancia todos esos años, desde California, pero sabía que el dinero no lo era todo. Necesitaban volver a ser una familia unida y tras su marcha todo había ido de mal en peor. Carol se había separado de su marido al enterarse de una infidelidad, Helen había tenido varios embarazos fallidos, lo cual la sumió en una fuerte depresión y Jeremy hacía tan solo unos meses trató de quitarse la vida. Su familia lo necesita y él estaría ahí para ayudarlos a todos. Michael miraba unos documentos mientras caminaba por el hall del edificio, tenía una importante reunión con sus socios y con grandes empresarios de la oficina que lo conocerían aquel día. Vestía un traje de chaqueta ajustado color negro, con camisa blanca y corbata de seda. Le gustaba vestir bien, por eso usaba trajes de Armani, de silueta ajustada, zapatos de piel brillante con cierres de hebilla doble y cinturones de piel aterciopelada y encerada. Desprendía siempre un agradable olor a perfume, usaba el mismo desde hacía muchos años, se decantaba por Clive Christian y aunque tenía gran variedad donde elegir, esa era su favorita. Sintió un golpe seco, fuerte y los papeles que sujetaba se le soltaron de las manos junto con el maletín que se abrió al golpearse con el suelo. Se agachó de inmediato a recogerlos al igual que la joven con la que había tropezado, que trató de cogerlos antes de que él pudiese quejarse por nada. -¡Dios, lo siento mucho! ¡No lo había visto! – Dijo una jovencita. La escuchó hablar con una voz muy dulce, mientras recogía aquellos documentos…pero ni siquiera la miró. Michael se levantó tan pronto como consiguió los papeles, notando la mirada fija de aquella chica, que le tendía los documentos que ella misma recogió. No prestó atención a aquellos ojos que se fijaban en los suyos intensamente, solo la miró de pasada, dos segundos, dejándola extrañada por su sequedad mientras trataba de levantarse del suelo… -Lo siento… - Pero no la miró… Se ajustó la chaqueta y siguió adelante sin ni siquiera dar las gracias a la joven por haberlo ayudado a recuperar los documentos. Lo observó hasta que giró la esquina. No había visto nunca una persona tan seca como aquel hombre… pero, le gustaron aquellos ojos azules tan inmensos como la soledad que pudo ver en ellos. En una de las salas de la planta 57 se reunieron aquellos empresarios que deseaban conocer a Michael Harrison, tenían muchos proyectos de los que hablar, grandes negocios por proponer que esperaban fueran del agrado del socio mayoritario, un joven que había heredado aquella empresa tras la muerte de su mujer pero que demostró durante años ser un excelente empresario. Conoció a Allan Sanders, entre otros, el socio con el que trabajó en la distancia en aquellos siete años. Ambos hablaron largo y tendido sobre muchos de los proyectos que ya había cerrado y otros muchos que aún estaban en activo. Sanders era un gran ingeniero con el que tenía muchas cosas en común, sus ideas de proyectos eran muy parecidas, al igual que con Steven Brown, que trabajaba para él. Le parecieron personas muy competentes con las que sería agradable hablar de negocios. De hecho Allan le mostró un proyecto millonario que tenía en mente y del que hablarían tranquilamente para negociar juntos las condiciones. Edward y John le enseñaron el edifico, era la primera vez que estaba allí y le enseñaron todas las instalaciones y a algunos empleados que le ofrecían la mano al saber que era el jefazo, como lo llamaban allí. No solo visitó las oficinas, Michael quería conocer cada parte de aquel edificio, y a sus empleados, no solo a los grandes arquitectos que trabajaban en las plantas más altas, también quería saber del trabajo de sus obreros en la constructora, situada entre las plantas veinte y veinticinco. Para él ellos también eran importantes en aquella empresa, y quiso conocerlos antes de ir a la cafetería con sus socios y amigos. Para aquel empresario cada persona que trabajaba en su edifico era sumamente importante, todos debían sentirse a gusto con su labor, si todos remaban en el mismo sentido llegarían lejos. Por ello se acercó al personal que trabajaba para él, tratando por igual desde al conserje, que le abriría la puerta cada mañana, hasta los grandes arquitectos con los que diseñaría importantes proyectos millonarios. Hablaba con Edward, John y Robert de camino a una de las cafeterías que había en el hall, la principal, cuando, al abrir la puerta de cristal sintió el cuerpo de una joven chocar contra el suyo. Sujetó por un momento sus brazos delgados pero fuertes y bien bronceados, y ni siquiera le dio tiempo a nada más. La joven salió disparada después de pedir disculpas pero no sin antes mirar a Robert que bromeaba con ella. -¡¡Cuidado Nancy!! – Al verla tropezar con Michael. - Oye, ¿cuándo me vas a dar unas clases particulares? – Dijo moviendo la cintura y mordiendo sus labios. La miraba embobado mientras la veía alejarse con aquellas mayas ajustadas que se pegaban a su cuerpo bien moldeado. –Tengo todo el tiempo del mundo para ti, preciosa. John y Edward rieron sus gestos provocativos y sensuales, estaba claro qué clases quería dar con ella. Pero no se cortó para nada por estar el nuevo jefe delante, Robert siguió sincerándose en voz alta. -¡¡Dios, qué polvazo tiene!! – Soltó ante el asombro de Michael que lo miró totalmente extrañado por el comentario machista y ordinario que acababa de decir. -Perdona, ¿¡qué has dicho!?. – Le reprochó aún sin creer lo que había escuchado. Michael era un hombre bastante serio en el trabajo y no le gustaba aquella clase de comentarios, mucho menos de alguien que acababa de conocer. Era su primer día en aquel edificio, acababa de conocer a aquel joven amigo de Edward y John, y se atrevía a ser tan descarado delante de él. No entendía aquella broma si es que lo era. Desde luego tendría que aprender a comportarse de otra forma delante del jefe. -Michael tiene las hormonas revolucionadas por la edad. - Lo disculpó John.- No se lo tengas en cuenta. -¡Qué hormonas ni leche! No soy el único en este edificio al que le gustaría hacerle un favor a esa chica… uno tras otro, claro. – Soltó descarado ante la mirada seria de Michael. - ¡Vamos! ¿Es qué estáis ciegos? – Dijo aún con sus bromas mirándolos a todos. - Pensaríais lo mismo si la hubieseis visto moviendo ese culito en clases de baile, o en la piscina con esas dos… -Y fue mucho más ordinario esta vez, haciendo un gesto con sus dos manos mientras se las acercaba al pecho. John reía su broma pero lo detuvo antes de terminar aquella frase que ya se imaginaba cómo terminaba. Todos lo imaginaban. -Vale, Robert, nos hacemos una idea. - Dijo mirando a su amigo. Entraron en la cafetería y siguieron hablando de proyectos y negocios, que interesaban muchos más a Michael, que la opinión personal que tuviera aquel joven sobre los revolcones que le daría a esa chica; la misma que ya había tropezado con él dos veces en el mismo día. Pese a que apenas la miró en ninguna de las dos ocasiones, la reconoció de inmediato. Era la misma chica que aquella mañana tropezó con él tirando sus papeles y su maletín al suelo. La misma que se había disculpado con él, recibiendo su más absoluta indiferencia. No sucedió lo mismo horas después, cuando quiso entrar por una puerta que llevaba a una de las oficinas de Steven y volvió a encontrársela de frente. Estaba justo enfrente de ella, y aunque al principio ni siquiera se percató de que era la misma joven, después de varios intentos esquivos por entrar la miró fijamente. Ambos intentaban pasar por el mismo sitio y ante la situación cómica la vio sonreír mientras lo miraba a los ojos. Se trataba de una joven de unos veinte años que vestía ropa de deporte muy ajustada, marcaba su cuerpo perfectamente torneado, seguramente debido al deporte. Nancy la llamó Robert aquella mañana en la cafetería antes de decir aquella ordinariez, aunque ahora que la tenía tan cerca podía entender el por qué de aquel comentario. Era una chica preciosa que llamaba la atención de cualquier hombre. Era de pelo moreno, lacio, de ojos grandes, negros como el azabache y cuando sonreía podía ver cómo se le marcaban unos hoyuelos a los lados de sus labios. Delgada, no muy alta, con un cuerpo perfectamente cuidado, que traía loco al joven Robert. -¿Qué te parece si tu pasas por la izquierda y yo por la derecha? Seguro que así lo conseguimos…- Bromeó mientras sonreía. Él permaneció serio, sin decir absolutamente nada y cuando intentó pasar volvió a encontrarse con el cuerpo de la joven. ¿Era una broma? ¿Jugaba con él?. No tenía mucha gracia. -Me has dicho a la izquierda… Dijo seco. -Me refería a mi izquierda…- Lo cortó mientras volvía a sonreír y marcaba con gracia aquella frase. Michael se quedó parado delante de ella, observándola muy de cerca. Sus inmensos ojos negros lo ponían muy nervioso. Su sencilla sonrisa lo hacía sentirse totalmente extraño. Agachó los ojos y pareció mostrar una leve mueca con sus labios, parecía una sonrisa. Así que movió su cuerpo hacia su lado derecho, dejándola pasar mientras lo miraba descaradamente. Supo que lo seguía mirando cuando pasó por su lado sonriendo, diciéndole adiós y bromeando mientras lo llamaba guapo. Fue entonces cuando no pudo evitar girarse, mirando descaradamente a la chica que se alejaba por aquel pasillo. La observó con aquella ropa ajustaba, mientras caminaba directa al gimnasio. Era perfecta. Muy joven, pero realmente perfecta. Las primeras noches en aquel apartamento tan grande fueron algo extrañas. Allí tenía muchas comodidades y un mayordomo que mantenía el lugar limpio y ordenado mientras él estaba en la oficina. Al llegar él mismo se servía su cena mientras seguía observando documentos de trabajo. Llevaba años cenando solo, en California, se había acostumbrado a aquel silencio y a aquella tranquilidad que lo relajaba. Ahora tenía unas vistas impresionantes de la ciudad con aquellos ventanales que rodeaban casi todo el apartamento. Podía ver aquellas luces infinitas en el horizonte, la ciudad de noche era preciosa. Enfrente de aquellos cristales, bebiendo una copa del mejor coñac, pensativo. Recordaba a Elizabeth, cada noche, al llegar del trabajo y quedarse solo. Durante todos esos años no hubo ni una sola noche que no se hubiese acostado pensando en ella, en lo felices que habían sido juntos, en aquel accidente y en cómo había dejado su vida tras su muerte. Nunca habló con nadie de ello, Michael se guardó para él todo el sufrimiento de haberla perdido y aunque delante de todos disimulo su dolor, él sabía que nunca superaría aquello. Ni siquiera sabía si quería hacerlo. Se dedicó durante todos esos años a disimular su amargura, sacándola solo cuando nadie podía verlo. Como aquella primera noche en new York, la ciudad donde habrían vivido felices si no hubiese sucedido aquel accidente. Se recostó en el sofá con la camisa medio abierta, a oscuras, con aquel vaso de coñac francés de más de mil dólares que tanto le gustaba. Había lágrimas en sus ojos, no pudo volver a recuperar su vida tras aquel viaje a Paris, nada fue igual desde entonces. Sabía que debía intentar sobreponerse al dolor, a la pérdida, pero nunca encontró la fuerza para olvidar a su esposa. Miró su mano, aún llevaba la alianza de boda, siempre la llevó con él. Llevaba la de Elizabeth colgada al cuello con una preciosa cadena de oro y colocó la suya a su lado. Las dejó en una mesita, a su lado. Debía poner punto y final a todo aquello, al menos debía intentarlo. Vio la señal en su dedo que aquella alianza había dejado después de tantos años. Lloró. Sentía tanto dolor en su interior… Pidió perdón en aquel sofá, echado en él, mientras tapaba su rostro con las manos, tratando de ahogar un grito de desesperación. Sentía que acababa de dar un gran paso en su vida, el primer paso decisivo para olvidarla… Y le dolía tanto… Sintió vibrar su móvil en aquel sofá… era Edward… hablaron durante un rato… era su mejor amigo y sabía que debía ser muy dura la vuelta… por eso lo llamó… podía ir hasta su apartamento, podía estar a su lado, charlarían… Él siempre quería estar a su lado en los peores momentos de Michael… cuando más necesitaba a alguien… Sintió la voz de su amigo distinta, sabía que lloraba y quiso ir hasta allí, insistió varias veces pero la negativa de aquel empresario lo hizo permanecer en casa… Agradecía muchísimo su preocupación, siempre maravilloso con él, pero quería estar solo… era lo mejor… -Michael, sabes que siempre puedes contar conmigo… - Le dijo muy dulce… - No quiero que estés solo esta noche… sé que debe ser muy duro… -Edward, de verdad… te lo agradezco… -De verdad que no me importa ir… lo sabes… - Insistió… -Lo sé… - Claro que lo sabía… y también sabía para qué quería ir hasta allí… No era tonto… Su tono de voz lo decía todo…- Pero, es mejor que no vengas… necesito estar solo… de verdad… Miró tras aquel ventanal, unas vistas increíbles de Manhattan. Era mejor estar solo, no quería hacer ninguna locura… ya no más. Hacía muchos años que se había jurado no volver a perder el norte de su vida… Edward solo en su apartamento, de noche y con él en aquel estado, después de unas copas… no era buena idea… para nada. Aquella noche apenas pudo dormir y notó sus ojeras en aquel cristal, después de la ducha. Fue duro pero supo que era lo mejor, aunque no sería la última noche que pasaría llorando y recodando tantas cosas vividas con Elizabeth. Había dado el primer paso y ya no podía echarse atrás por muy duro que le resultase todo. La propuesta de Sanders le pareció realmente interesante, hablaron durante horas en su despacho sobre aquel proyecto que el ingeniero tenía en mente. Necesitaba que Michael fuese el arquitecto que lo diseñase, sabía que era el mejor, y aunque tuvo varias propuestas para trabajar con otros grandes las desestimó todas. Se sintió halagado por sus palabras y aunque se trataba de una propuesta francamente arriesgada, se trataba de un proyecto multimillonario, estuvo de acuerdo en trabajar con él. Estrecharon las manos como grandes empresarios y todo quedó pendiente de contrato y papeleo. Estaba pagando el desayuno en la barra de la cafetería, había varias en todo el edificio pero le gustaba aquella en particular. Quería observar bien a sus empleados, de cerca, y aquel lugar era el mejor, lleno de personas descansaban tranquilas tomando comiendo algo. Alguien lo empujó en el brazo, derramando, en su carísimo traje, la copa de agua que estaba bebiendo. Giró la cabeza y vio a aquella chica de nuevo que trataba de secar sus ropas con unas servilletas. -¡Dios, lo siento…! – Le dijo pasando sus manos por su pecho mojado… ¿Otra vez ella? Debía ser una broma. ¿Es que estaba siguiéndolo? Era imposible que aquello fuese coincidencia, tres veces en dos días… La escuchó disculparse como las otras veces, aunque esta vez con una tímida sonrisa que trataba de ocultar con la mano. ¿Se reía? Pues a él aquello ya empezaba a no hacerle gracia. -¿No crees que deberías ir con más cuidado? – Le dijo mientras le separaba las manos de su pecho y seguía secando la chaqueta. – Estoy bien… ya lo hago yo…– Y la miró sabiendo que estaba siendo tremendamente seco con ella. Más de lo habitual en Michael. -Oye, de veras que lo siento… es que llego tarde a clase y voy con prisas pero… te debo una, guapo. Y la vio salir disparada en cuanto el camarero le dio una botella de agua que pidió al tropezar con él. Desde luego debía tener prisas porque en cuestión de segundos había salido de la enorme cafetería. No estaba seguro de si aquella chica era una de sus empleadas porque notó desde el principio que lo tuteaba como si nada, cosa que nadie más hacía allí. La vio pasar con mallas ajustadas, top, y botines de fittnes y no sabía si daba clases en el gimnasio que había en la primera planta o si ella era una alumna más. ¿Lo había llamado guapo? ¡Qué chica más extraña y alocada! Definitivamente no era empleada suya. Pudo ver a lo lejos a John que se acercaba con Sarah, una antigua amiga de ambos que acababa de llegar de un viaje de negocios. Le había extrañado no verla en la reunión que tuvieron con los socios, y lo cierto es que no preguntó por ella a sus colegas porque estuvieron muy ocupados poniéndolo al día de todo. Michael y Sarah se abrazaron cariñosamente, ellos habían sido mucho más que amigos en la universidad y guardaban un grato recuerdo de los años que habían estado juntos. Era muy agradable tenerla allí trabajando en el edificio porque sabía que era una profesional de los pies a la cabeza; en cuanto a lo que ellos tuvieron juntos, sabía que saldría a relucir cualquier día. Sarah siempre intentó volver con Michael después de que la relación se acabase y ni siquiera fue por problemas entre ellos, sino porque él se había marchado a California a trabajar y no quiso llevar una relación en la distancia. Al regresar lo hizo con pareja y él sabía que Sarah nunca lo llevó bien. Aún a pesar de ello, eran grandes amigos y siempre lo pasaron muy bien juntos, incluso después de la muerte de Elizabeth. Años después las cosas entre ellos, el cariño, la conexión, la complicidad, el respeto, la atracción… nada se había perdido aunque Michael estuviese cerrado totalmente a cualquier tipo de relación de pareja. Almorzaron juntos los cuatro amigos, hablando de viejos momentos vividos en pandilla, cuando iban a la universidad y se dedicaban a hacer gamberradas como cualquier joven de aquella edad. Fueron horas de risas y recuerdos que hicieron olvidar todo tristeza a aquel empresario que llevaba mucho tiempo sin pasar un rato como aquel. Sarah aprovechó unos minutos a solas con él para acariciarlo y mirarlo como hacía muchos años, proponiéndole poder volver a tener algo juntos cuando él estuviese preparado. Había esperado muchos años su regreso y estaba tan feliz de tenerlo cerca de nuevo… Michael se sintió muy halagado por su propuesta y sus cumplidos pero cortésmente le explicó que él aun no estaba preparado para ningún tipo de relación seria con nadie. Su sorpresa fue aún mayor cuando la escuchó decir que podrían verse esporádicamente, alguna noche, sin que eso tuviese que terminar en un compromiso. Habían pasado muchos años de lo de ambos pero Sarah estaba decidida a no olvidarlo y, por supuesto, a seguir llevándolo a la práctica. -Podríamos volver a recordar viejos tiempos…- Michael sabía por dónde iba… - En tu casa… en la mía… en la de Edward… Seguro que él estará encantado de unirse a nosotros… Sonrió al escucharla…hacía mucho tiempo de aquello y aunque fue muy placentero no deseaba volver atrás… aquello se había acabado… Las puertas dobles de aquella sala de junta se abrieron y el golpe en la frente fue tremendo. Sujetó la zona dolorida comprobando que había sangre en su mano, tenía un buen golpe en la ceja derecha. -¡¡Diossss!! Pero, ¿¡quién demonios…!? - Y antes de terminar aquella frase vio aparecer a Nancy tras la puerta, con las manos en la boca, asustada y tratando de agarrar su mano llena de sangre. ¡No podía creérselo! ¡¡Otra vez aquella chica!! Pero, ¿es que se había propuesto matarlo a golpes? ¡Cinco golpes en tan solo dos días! Y aún ni siquiera era por la tarde, aún quedaban horas para finalizar la jornada. Definitivamente debía de poner algún remedio a aquello. -¡¡No puedo creerlo!!¿¡Otra vez tú!?- Le dijo enfadado mientras la escuchaba pedir perdón. - ¿Es qué voy a tener que venir con un guardaespaldas a trabajar? – Soltó mirándola totalmente serio, estaba bastante enfadado. -¡Estás sangrando! – Y trató de tocar su ceja ensangrentada recibiendo un desprecio total de Michael, que se echó para atrás antes de que pudiese tocarlo. -Estoy bien. - Sacó un pañuelo de su bolsillo y tapo la herida. -¡Ay, dios, no sabes cómo lo siento! – Lo decía en serio, estaba tan apurada pero eso le daba igual, su enfado era monumental. -¿Qué pasa contigo? ¿Es qué no puedes dejar de golpearme? - La recriminó mirándola de muy mala forma, estaba cansado de aquella chica. -Yo... lo siento, de veras. - Sin saber qué más decir. – Ya sé que… -¿Esto es algo normal en ti o es que la has tomado conmigo?- Su voz era tan seca y su expresión tan seria… Nancy lo miró totalmente cortada, de verdad había sido un accidente y aunque le había pedido disculpas no parecía aceptarlas. No sabía dónde meterse porque era cierto que aquel no era el primer golpe del día. -Bueno, tampoco hace falta que seas tan grosero… te he pedido perdón. – Le soltó. -¿¡Grosero!? ¿¡Crees que soy grosero!? - Pero, ¿quién se creía que era para hablarle así...? – ¡Esto es increíble! - Se enfurecía por momentos. Conseguía descolocarlo. - Me has golpeado cinco veces en dos días. Creo que tengo motivos para estar cabreado. -Ya he dicho que lo sentía… -¿Y crees que con eso es suficiente? – No parecía mejorar para nada. Nancy agachó la cabeza… sabía que llevaba razón, la verdad es que había tropezado con aquel hombre más veces de las que creía y sabía que podía tener motivos para estar enfadado. Sobre todo con lo de aquel día en que había terminado sangrando. Lo miró mientras le sonreía, seguramente no sería tan ogro como parecía, sencillamente no habían tenido un buen comienzo. Se conocieron golpeándose, y luego volvieron a verse con más golpes y más tropiezos. Eso había que arreglarlo, seguro que podían hacerlo. -Oye, mira, creo que hemos empezado con mal pié, ¿qué te parece si lo intentamos de nuevo? – Le dijo sonriendo y tendiéndole la mano. – Soy Nancy… la loca que te ha estado atropellando estos días y la que acaba de abrirte una brecha en la ceja. Michael la miró, desde luego no salía de su asombro. Lo intentaba, era cierto que al menos intentaba ser agradable pese a su sequedad. ¿Es que aquella chica no se sentía ofendida por la forma en que él la había estado tratando? Cualquier otra persona ya habría cesado su empeño de ser agradable con él y se habría dado media vuelta. Pero, ella se mantenía delante de él con aquella sonrisa tan inocente y preciosa. Su mano estaba tendida pero él no la apretó, solo se quedó mirándola fijamente. Estaba siendo poco educado y lo sabía. Aquellos ojos lo miraban de una forma que… -Normalmente se estrecha la mano de quien te la ofrece y la mía está tendida desde hace rato… Dijo sonriéndole, sin perder las ganas de arreglar las cosas. La vio bajar la mirada un segundo, su mano seguía ahí, sola. Definitivamente aquel hombre no quería arreglar nada con ella. Y muy contrariada por la situación y la aptitud de Michael, quiso abandonar el intento solo que en el último momento lo vio dar unos pasos hacia ella. Apenas se notó pero aquel hombre sonrió levemente y le tendió la mano mientras le decía su nombre. Nancy estaba tratando de ser agradable y tampoco tenía por qué ser tan duro con ella. -¿Sabes Michael? Creo que tú y yo tenemos un grave problema con las puertas… - Y le guiñó un ojo mientras le estrechaba la mano. -Sí, yo también lo creo… Aunque tal vez, si fueses un poco más despacio en tu día a día no andarías arrollando a la gente… - Y esta vez su voz sonó mucho más dulce. -Tienes razón… es que siempre voy con prisas y… - Trató de disculparse… - Te prometo que a partir de ahora tendré más cuidado… Así no tendrás que venir con un guardaespaldas al trabajo… Y le volvió a guiñar un ojo mientras bromeaba… Había recordado sus palabras al comienzo de aquel tropiezo, cuando aún estaba enfadado… Pobre… tenía motivos… No había dejado de golpearlo entre prisas y carreras… -Te lo agradezco… Se miraron y sonrieron cómplices de aquella broma… Michael era un hombre mayor que ella pero muy atractivo… Serio, seco, altivo… pero no sabía por qué supo que solo era fachada… Su mirada escondía muchísima soledad… Segundos fijos sus ojos en los de ella… preciosos ojos negros totalmente penetrantes… cautivadores… Nancy era una joven preciosa… Alocada, risueña… capaz de sacarle una sonrisa con una de sus bromas a pesar de lo distante de él… Capítulo 4 EL CONTROL DE UNA VIDA Solo llevaba unas semanas en New York y Michael tuvo que hacer un viaje con Edward, Sarah y Sanders a Canadá y Miami, donde tenían varios proyectos que debían terminar de concretar. Edward y Sarah tenían en proyecto dos mega mansiones en Vancouver, Canadá, de más de cuarenta millones de dólares cada una, y aún faltaba concretar algunas cosas con el socio mayoritario, Michael, que prefería conocer en persona al millonario empresario que había encargado un proyecto de tales dimensiones. Sanders proyectaba una cadena de hoteles en Miami, hoteles de alto lujo y construcciones de alto standing, con las mejores calidades jamás vistas en el mercado. Llevaba varios años con aquel proyecto y ya lo tenía todo preparado y montado solo a la espera del diseño de uno de los mejores arquitectos que conocía: Michael Harrison. El proyecto sería en común, ambos empresarios se harían cargo del tema económico, ellos mismo lo financiarían, ya habían hablado de ello durante aquellos días y a Michael le había parecido un buen negocio para arriesgar. Se trataba de unos inmensos hoteles de cinco estrellas situados en la costa y preparados adecuadamente para soportar los grandes y continuos huracanes de la zona. Ahora solo necesitaba el exquisito gusto de aquel arquitecto para el proyecto con el que llevaba años en mente. Ambos eran unos empresarios muy competitivos y sabían que trabajarían muy bien juntos. Antes de marcharse a aquel viaje, que duraría dos semanas, Sanders se había encargado de buscar a Nancy para dejarle las cosas muy claras. Sabía cada paso que daba no solo dentro del edificio, sino en su vida personal. Controlaba todo lo que hacía y precisamente la tenía trabajando allí para ello. Todos en el edificio sabían que Nancy era su hija y él mismo se había encargado de hacer correr la voz sobre ella. Lo cierto es que no la dejó en buen lugar ante aquellas personas a las que inspiraba mucha pena. Nadie podía entender cómo una joven, hija de uno de los socios de aquel edificio, había terminado limpiando baños, oficinas y suelos sin que pudiese tener opción a un mejor puesto. Escucharon durante años los rumores sobre aquella denuncia que manchó totalmente la carrera de Sanders, había perdido grandes negocios por culpa de su hija, la cual retiró las acusaciones de maltrato y abusos sexuales meses después. Insuficiente para limpiar el nombre de Allan Sanders. La mayoría de los empleados del edificio la tenían por una buscona, una chica fácil que disfrutaba calentando a los ejecutivos. Ella solita había conseguido joder a su padre, nunca volvió a ser lo mismo desde aquella denuncia por eso, el propio Allan se encargó de correr la voz sobre lo fácil que podía llegar a ser meterse en su cama a su joven edad. Él también sabía cómo manchar la reputación de su hija y no había tenido ningún tipo de escrúpulos para hacerlo, humillándola hasta la saciedad, haciéndola pagar por todo el daño que le había hecho en su momento. Y aunque muchos la deseaban, por no decir todos, se mantuvieron al margen de toda aquella historia que apestaba por donde quisiera que se viese. La relación Sanders e hija era muy complicada y ninguno quiso tener problemas con aquel empresario, por lo que a pesar de las bromas o indirectas que pudieran lanzarle, nadie nunca llegó más allá con ella. Nancy lo sabía, había escuchado tantos comentarios en todos esos años… Insultos que creían que no escuchaba, comentarios sobre sus intenciones en aquel edificio, palabras obscenas, hirientes para cualquier mujer… y un largo etcétera que trató de obviar haciendo caso omiso a cualquier provocación. Le dolía, por supuesto que todo aquello le hacía mucho daño pero sabía que aquella fama venía por parte de Sanders, él mismo se había encargado de soltar todas esas clases de comentarios falsos sobre ella. Para dañarla, para humillarla, para hacerle pagar por aquella denuncia que él nunca perdonó. Y ella… ella tampoco lo perdonó nunca… -Me marcho dos semanas de viaje. Ya sabes lo que tienes que hacer… - Le ordenó cuando estuvieron solos en aquel gimnasio. La había buscado precisamente para dejarle las cosas claras, como cada vez que se marchaba. - ¡Cuidado, Nancy! -No te preocupes, tengo una lista de las cosas que me están permitidas, Sanders. - Le dijo de forma sarcástica. – De todas formas, no sé de qué te preocupas, ya se encargan tus esbirros de controlar cada paso que doy cuando no estás… ¡¡Estaba tan cansada de todo su control!! ¡De que algunos de sus empleados a los que pagaba un extra se encargasen de vigilarla constantemente! ¿Qué clase de vida era esa? -No te pases. Sabes que no me gustan las chulerías. - Estaba furioso. -Podrías haberte evitado la molestia de venir a decirme lo mismo de siempre. Son muchos años bajo tus órdenes como para olvidar qué tengo que hacer. – No le tenía miedo, una cosa es que tuviese que hacer lo que él le ordenase por Evelyn y otra muy distinta que se acobardase ante él. Ya no le tenía miedo… O al menos eso quería demostrarle… -Si no fueras tan zorra no tendría que estar recordándotelo cada vez que viajo, querida Nancy. Lo vio alejarse pegando un portazo y con aquella sonrisa…seguro de tenerla bajo sus pies… La tenía bien sujeta, ambos lo sabían, Nancy no tenía más salida que obedecerlo en todo… no sabía cuándo y cómo podría cambiar aquello… pero no lloró… se mantuvo firme, con lágrimas en los ojos que se tragó una a una. Se desahogó bailando duramente, era lo único que la hacía desconectar, olvidarse de todos sus problemas y de la clase de vida que llevaba y le esperaba. Tragó saliva, cerró los ojos y los puños hasta hacerse daño en las palmas de las manos… miró al frente… todo estaba bien, se repetía… estás bien Nancy… Todo está bien… y siguió bailando. Entró en la cafetería para almorzar… normalmente pedía comida y la llevaba al gimnasio, donde comía sola. Hacía mucho que no se sentaba allí en una de las mesas y almorzaba tranquilamente, prefería evitarlo porque así no escuchaba los comentarios de muchos de los empleados que hablaban a sus espaldas. Aquel día vio a lo lejos a Michael, estaba sentado en una de las mesas del fondo, solo, mirando el periódico mientras esperaba la comida. Hacía semanas que no lo veía, pensó que no volvería a coincidir con él porque ni siquiera sabía si trabajaba en el edificio o venía a visitar a alguien. Se alegró de verlo, aún recordaba el último golpe que le dio con la puerta y ni siquiera tuvo la oportunidad de preguntarle días después por la herida de su ceja. Pidió la comida para llevar y se acercó a la mesa de aquel hombre con el que parecía tener una conexión especial. Miraba el periódico y no la vio llegar hasta que la escuchó hablar con mucho énfasis. -¡¡Hola!! ¡Cuánto tiempo sin verte! – Le dijo muy sonriente. - Pensé que ya no querrías volver a verme… por los golpes… – Y la vio señalar la ceja. Michael la observó unos segundos y recordó el golpe con la puerta. -He estado de viaje… - Dijo agachando al cabeza y no dando mucha importancia a la conversación… -Entonces, ¿no me has estado evitando? – Trataba de tener una conversación con él, aunque fuese tan seco… -No… claro que no. - Michael no era nada cortés, respondía aquellas preguntas sin ningún otro tipo de interés en seguir charlando. -Pensé que andabas ocultándote de mí para evitar comerte alguna puerta más. – Quería sacarle una sonrisa. - ¿Sabes qué? – Se acercó aún más a él y no pudo dejar de mirarla fijamente. Vio un morado en su pómulo izquierdo, difuminado con el maquillaje, tratando de disimularlo… Algún golpe, seguramente debido a sus continuas carreras… La tenía muy cerca de su cara y… ¡era preciosa! – Te prometo que desde aquel día no he vuelto a golpear a nadie… - Lo miraba de una forma muy profunda…y lo ponía nervioso. – He cumplido mi promesa y voy más despacito por los pasillos, aunque te confieso que me ha costado bastante. Se echó para atrás en aquel asiento para poner un poco de distancia entre ellos… Aquella jovencita se acercaba demasiado a él… y lo ponía nervioso… La miró muy tímido y bromeó con ella. -¡Vaya! No sé si me alegra saber que mi vida es la única que peligra en este edificio. Parece que todo el mundo está a salvo… menos yo… – Michael sonrió ante la risa graciosa que mostró Nancy por su comentario. Notaba que le gustaba a aquella joven, era muy obvio y ella tremendamente joven. Señaló su ceja, tenía unos puntos de esparadrapo. Seguro que le quedaría alguna pequeña cicatriz por su culpa. -¿De verdad estás bien? – Sentía aquel golpe. -Sí. No es nada, en serio. – Muy cerquita de su cara, poniéndolo nervioso por segundos. ¡No entendía porque se ponía de aquella forma! ¿Qué demonios le pasaba? La escuchó decir que se alegraba de volver a verlo y la vio alejarse mientras él le daba las gracias cortésmente. ¡Le ponía tan nervioso! No iba a negarlo… sintió una opresión en el pecho cuando Nancy se había acercado más a él, mirándolo muy de cerca, fijamente, y sus ojos se clavaron en los suyos sin ni siquiera parpadear. Respiró hondo cuando se quedó solo en aquella mesa, pensativo. No sabía porque aquella jovencita lo ponía tan nervioso, por qué lo hacía reír de aquella forma. Era una chica muy simpática que lo trataba de una manera muy dulce y le gustaba… su forma de mirar, de hablar, de bromear con él. Edward había preparado una cena en el restaurante Alain Ducasse en Essex House, a tan solo diez minutos del edificio donde vivía Michael. Allí se verían aquellos amigos que tenían ganas de celebrar la vuelta del empresario. Era uno de los mejores restaurantes de New York, un estupendo restaurante francés donde probarían exquisiteces de la cocina gala y al que ellos estaban acostumbrados a ir. No había mejor lugar para celebrar que Michael había regresado a casa después de muchos años y esta vez era para quedarse. Durante toda la noche estuvieron charlando y bromeando, recordando viejos tiempos vividos, los cuales ya no volverían más. Se habló de todo lo sucedido durante su ausencia, John y Edward eran hombres casados, el primero padre de familia de dos preciosos hijos de los que Michael era el padrino. El segundo ni siquiera tenía en proyecto tener descendencia. Sarah era otra historia y todos la sabían. Degustaron la mejor comida francesa, y bebieron el mejor vino que tenían en el restaurante, para ellos el dinero no contaba aquella noche. Eran grandes empresarios que se reunían después de muchos años y no pusieron límites. A la salida Michael acompañó a Sarah a su coche, no sabía cómo había sucedido pero cuando se dio cuenta sus colegas se habían marchado dejándolo a solas con ella. No era la primera vez y no le molestaba para nada compartir aquellos momentos con ella, solo que intuía cómo acabaría todo. Y no se equivocó. Sin poder evitarlo terminó con los brazos de Sarah rodeando su cuello. Ella lo besaba con muchísima entrega y él se dejó besar. La tenía muy cerca, como años atrás y no pudo decir que no le gustase estar abrazado a una bellísima mujer como ella solo que… No estaba preparado para ningún tipo de relación seria con nadie, y sabía que ella sentía algo más por él. Insistió, Sarah seguía abrazándolo y besándolo, recordándole cada momento que habían pasado juntos, nunca tuvieron problemas y la verdad es que el sexo fue algo muy bueno entre ellos, pero… ¿para qué? No quería hacerle daño… Para Michael solo sería un desahogo, una noche de sexo que finalizaría al amanecer mientras que para ella sería algo más… ambos lo sabían. No era justo, eran amigos, muy buenos amigos, y no quería que aquello se estropease… Ella lo estuvo esperando todos esos años, desde que se marchó a California, y no llevó muy bien su compromiso con Elizabeth… mucho menos la boda. Luego, después del accidente ella creyó tener alguna posibilidad con él y…volvió a marcharse. Pero ahora estaba ahí y aprovecharía la última oportunidad que tenía para recuperarlo, era en ese momento o nunca. No le importaba esperar a que él estuviese preparado, a que pensara las cosas… y si lo que deseaba realmente era algo mucho más prohibido ella no tendría problemas… podría hablar con Edward, planear encuentros, por él haría lo que fuese… Pero aunque Michael dijo que lo pensaría en el fondo supo que no serviría para nada porque no sintió más que deseo carnal al besarla y tenerla cerca. Nada más. No le había despertado ningún otro sentimiento en su interior… Sarah era una gran amiga y una bellísima mujer… El sexo estuvo muy bien años atrás pero ahora no era lo que deseaba… y no quería hacer daño a ninguno de los dos… Estaba almorzando tranquilamente cuando sintió caer una bandeja en su mesa y al levantar la vista vio a aquella jovencita que muy alegre se sentaba en una de las sillas. -Hola guapo… ¡Qué hambre tengo! - Se quedaría allí para almorzar con él. Así se lo dijo y no supo que decirle en aquel momento. Echó un vistazo a su uniforme. ¿Trabajaba en aquel edificio de limpiadora?¿Era empleada suya? Durante todos aquellos tropiezos nunca la vio vestida con aquel uniforme, siempre vistió mallas y ropa de deporte… Pensó que iba a clases en el gimnasio pero… ¡¡Dios!! ¿Es que ella no sabía quién era él? No podía saberlo, desde el primer día lo trató como a uno más y de saber que era el dueño ella no habría tratado de ligar con él. Sí, claro que estaba ligando. Sabía que lo hacía, no era tonto. Era muy obvio que aquella chica trataba de ligar, sus bromas, sus miradas, su tonteo… -No sabía que trabajases aquí… - Le dijo tranquilamente mientras miraba su uniforme negro. -¡Oh, sí! Limpio las oficinas de los jefazos, en las últimas plantas. – Le contestó mientras miraba su comida y la iba organizando. Tenía mucha hambre. – Empecé en los sótanos, pero como llevo muchos años aquí…voy subiendo de nivel. –Le dijo mientras sonreía. Michael estaba serio, tratando de asimilar que aquella jovencita con la que había estado charlando tranquilamente aquellos días era una de sus empleadas. Precisamente una de las chicas de la limpieza… ¡y tonteaba con él…! ¿Es que de verdad no sabía quién era? Levantó la cabeza ante aquel silencio y lo observo muy inquieto, nervioso mientras miraba su ropa de trabajo. Lo entendió. No hacía falta que dijese nada más… Cogió su bandeja y trató de marcharse para no incomodarlo pero aquel arquitecto lo evitó en el último momento. Se disculpó por su comportamiento y la invitó a sentarse de nuevo. -No quiero molestar a nadie. – La notó triste. -No me… molestas, Nancy. – Pero titubeó al decirlo y ella lo notó… -Déjalo, de verdad. - Era obvio que no pintaban nada juntos… -Perdona, es que no sabía que trabajases aquí, siempre te he visto con ropa de deporte y… Sabía que sonaba a excusa, había sido un idiota con aquel comportamiento fuera de lugar. Sabía que la había hecho sentir inferior y él se sintió tremendamente mal por ello. – Discúlpame, por favor. -Oye, lo entiendo. Mira, estoy acostumbrada. - Trataba de mostrar que no le importaba pero no era así y él lo sabía. – Tu traje de Armani, tu corbata de Gucci, tu maletín de piel, tu reloj suizo de Jaeger Le coultre… - Michael se quedó boquiabierto, su descripción era impecable. Buena vista… desde luego… ¿La chica de la limpieza podía reconocer un Armani y un reloj suizo de lejos? Entiendo que, a un ejecutivo como tú, no le agrade sentarse a comer en la misma mesa con la chica de la limpieza. – Y dio unos pasos para alejarse de allí. - No volveré a molestarte más. Intentó hablarle pero Nancy se alejó de allí sin dudarlo. Estaba muy cansada de la gente que juzgaba a los demás solo por quien y no por cómo eran. Conocía mucha gente así, era joven pero había vivido muchas humillaciones desde que dejó de ser la maravillosa hija de un empresario y pasó a limpiar baños. Pensó que era distinto, creyó ver algo en él distinto, cuando tropezaron, todas las veces, por eso trataba de ser agradable con él pero había entendido sus miradas. No tenían más que hablar. Ella seguiría haciendo su vida y trataría de evitarlo para que aquel ejecutivo no se sintiese mal por su presencia. Se acordó de ella aquella noche, cuando estaba sentado en aquel sofá carísimo de piel y cerró los ojos para relajarse. En cuestión de segundos vio su rostro en su cabeza y él mismo se sintió muy extrañado. ¿Por qué se acordaba de aquella chica? ¿Por haberla humillado? ¿Por qué sabía que trabajaba para él? Se sintió bastante mal por su comportamiento aquella tarde, debió haberla parado para terminar de aclarar las cosas. Hasta el momento siempre había sido una joven muy agradable, simpática y no se merecía que él la humillase de aquella forma. Desde luego entendía que pudiese sentirse mal. Recordó sus palabras concretas cuando describió a la perfección su vestimenta y accesorios. Realmente se había fijado muchísimo en todo en cuestión de segundos y… ¿cómo sabía de aquellas marcas? ¡Era extraño cómo había conocido su traje de firma y su reloj de Jaeger solo con mirarlo de lejos! Era muy extraño… Y sus modales en la mesa… no le había parecido una chica sencilla sino todo lo contrario. Nancy tuvo gestos muy refinados mientras preparó la comida de aquella bandeja. Su forma de sentarse en la mesa, de coger los cubiertos y separar los alimentos… Su manera tan elegante y firme de caminar… Realmente era una chica muy extraña… A la mañana siguiente se paró a su lado en la barra de aquella cafetería, la vio de lejos, con aquella ropa deportiva tan ajustada y pensó en arreglar lo sucedido el día anterior. Se lo debía por lo amable que siempre había sido con él. Era el dueño de aquel edificio y por lo tanto su jefe, pero tampoco iba a pasar nada por disculparse con ella… La saludó sonriente mientras trató de explicarle lo sucedido. Nancy, lo miraba solo de pasada, sin dar mucha importancia a sus palabras y trató de cortar la conversación aceptando sus disculpas pero mirando para el camarero. -No me lo vas a poner fácil, ¿eh? – Le dijo mirándola de reojo y sonriéndole. Se miraron muy de cerca, realmente aunque quisieran negarlo se atraían bastante. Pese a la edad, las diferencias sociales… allí había algo y ambos lo habían notado. -No me gusta la gente que se deja llevar por las clases sociales, Michael.- Su mirada parecía tan sincera… -Nancy, yo no… -He intentado ser agradable contigo porque pensé que eras distinto. No sé por qué pensé que valorarías a la gente por cómo eran y no por quienes eran. - No podía dejar de mirarla a los ojos. – Pero, como veo que eres de esos que dan importancia al uniforme que utilizo para trabajar… siento mucho haberte molestado estos días. No volverá a pasar. -¡Vaya! Ahora eres tú la grosera conmigo porque ya me he disculpado… - Le dijo sonriéndole… -Soy lo que ves, Michael… no hay más. Si crees que soy la típica chica que trata de ligar con un ejecutivo para escalar puestos… te equivocas. - Estaba bastante seria hablando con él. - Tengo muy claro cuál es mi sitio en este edificio… - Por supuesto que lo sabía, su propio padre lo dejaba muy claro… -¿Estabas ligando conmigo? – Claro que lo sabía, desde el primer momento. – Yo pensé que solo intentabas ser agradable. Nancy trató de coger el zumo que había pedido y alejarse de aquel hombre pero sintió su mano sujetando su brazo, dulcemente, mientras le repetía que solo era una broma. La escuchó quejarse de dolor, su rostro compungido ante aquel roce, suave, delicado, pero doloroso. Miró su brazo marcado por un golpe y notó como sus ojos evitaron los suyos. -Me he caído… - Sonó a excusa. -No me extraña… siempre vas corriendo, - Y sonrió mientras trataba de convencerla. - Por favor, no te vayas. Creo que te has llevado una imagen muy equivocada de mí y me gustaría… -¿¡Explicarme como eres!? – Negó con la cabeza, segura de su actitud. - No te preocupes… no hace falta. - Comenzó a sentirse incómoda en aquel lugar. Era cierto. Lo miraba y veía a un ejecutivo… ella solo era la chica que limpiaba las oficinas. -Bueno, no solo se trata de eso… me gustaría charlar contigo un rato. – Le sonrió sin dejar de mirarla fijamente. -No creo que tengamos mucho más de qué hablar. – Sabía que estaba siendo muy seca con él pero era lo mejor, ahora lo entendía. – Mira, tropecé contigo y ya me he disculpado, ¿no? No le demos más importancia a todo esto… Ha sido un placer conocerte, Michael, y te aseguro que nunca más volveré a molestarte. -¿Ni siquiera vas a dejar que te invite a desayunar? – Sus ojos eran inmensamente profundos… ¿Por qué seguía insistiendo? No lo entendía. No tenía sentido que siguieran charlando y bromeando. Ellos eran muy distintos en todos los sentidos. -Desayuna con tus colegas, con las chicas de la oficina. - Estaba muy triste… ella no era nada… Le había quedado muy claro en todos aquellos años en el edificio. - ¡Mírame…! ¡Soy la chica de la limpieza!¡ ¿Entiendes? En este edificio no nos mezclamos con los ejecutivos… Ni siquiera tendría que estar hablando contigo. -¿¡Cómo dices!? - ¿¡La había escuchado bien!? Clases sociales, diferencias entre personas. - Lo que has oído. -¿Por qué no ibas a poder hablar conmigo? - ¿Es que sabía quién era? No, imposible… Su actitud con él la delataba. - ¿¡Qué es eso de que no podéis mezclaros con los ejecutivos!? -Órdenes de los de arriba. – De su propio padre. -¡Eso es una tontería! - Dijo riendo… - ¿¡Órdenes!? – Pero, ¿de qué le estaba hablando!? ¡Era una broma, claro! - ¿Quién ha ordenado algo tan estúpido y clasista? - ¡Era una tremenda absurdez! ¿Quién había ordenado algo así? -Ya… yo también pienso que es una estupidez, pero los jefazos de este edificio no lo ven así… -¿¡Los jefazos!? – Le extrañó todo aquello. ¿En serio John y Edward permitían una norma tan clasista como aquella!? - ¡Me da igual lo que digan, Nancy! ¡Nadie puede prohibirte hablar con una persona solo porque nosotros trabajemos en un despacho y tú te dediques a limpiarlo! ¡¡Es absurdo!! -Sí, lo es, pero los enchaquetados tenéis vuestro sitio y nosotros el nuestro. – Absurdo, clasista. De hecho ésta es la zona de la cafetería para los obreros… deberías estar en el fondo, ahí es donde ellos se reúnen… Sabía que la cafetería estaba dividida en dos partes pero aquello le daba igual. Prefería estar en aquella zona para sentirse más cercano a sus trabajadores… -Me gusta más esta zona. – Dijo mirando al fondo y viendo las mesas llenas de personas trajeadas. - Y voy a seguir desayunando aquí aunque haya una estúpida norma, en este edificio, que diga que las personas deben relacionarse según su nivel social… - Aquello sería algo que cambiaria… totalmente seguro que lo cambiaria… - Me parece algo tan ridículo… -Mira… déjalo, Michael. No pasa nada, de verdad… No estoy enfadada. - Medio sonrió con una mirada extraña… - Es solo que te evitarás problemas si me mantengo lejos de ti, no quiero darte problemas, de verdad. – Los tendría, muchos problemas… - Además… seguro que mis conversaciones no son tan interesantes como las que puedas tener con los ejecutivos con los que trabajas. Michael la observó fijamente… Nancy era una chica muy extraña pero muy cautivadora a la vez. Tenía algo en sus ojos que… Parecía sentirse poca cosa, apartada, pero a la misma vez era una chica a la que le gustaba dejar claras las cosas… Y él, pudo haber dado esa imagen aquella tarde, más preocupado por intuir su tonteo y saber que trabajaba para él, que realmente por el nivel social que pudiera tener, pero para nada era un hombre que se dejase llevar por el dinero o las apariencias. Nunca fue así y nunca lo sería. Él nunca fue un hombre de dinero, siempre trabajó duro para estudiar su carrera y trabajó intensamente para ayudar económicamente. De verdad que sentía haberla ofendido porque aquella no había sido su intención en ningún momento. Lo observó muy fijamente durante largos segundos, parecía sincero de verdad… puede que estuviese equivocada… puede que se mereciese una oportunidad… pero… eran muy distintos. Michael le quitó aquel zumo de las manos, intentaba abrirlo sin conseguirlo; giró la tapa con facilidad y echándolo en una de las copas que había en la barra le pidió amablemente que se quedase con él mientras tomaban algo. Tenía una sonrisa tan bonita… -Te asombraría saber lo aburridas que son esas conversaciones… - Y le guiñó un ojo mientras sonreía… - Te aseguro que tu compañía es mucho más interesante y en cuanto a los problemas que puedas ocasionarme, no creo que vaya a perder mi empleo porque charlemos mientras tomamos un zumo, ¿no? – Obviamente no lo perdería… -Nunca se sabe. – Y miró a la nada. Claro que podría traerle complicaciones, y muchas. -Bien, pues me arriesgaré. - Y la miró a aquellos preciosos ojos negros… fijos los suyos en los de ella… muy profundos, bellísimos. Agachó la cabeza pensando… acababa de decirle algo muy bonito y dudó si quedarse o marcharse, pero terminó sonriéndole, mirando sus inmensos ojos azules y diciéndole que lo olvidaría todo… pero él pagaba el desayuno. Solo era una excusa para otra de sus bromas y Michael sabiéndolo, aceptó. Siguieron allí de pie, hablando tranquilamente sobre el tiempo que llevaban trabajando en aquel edificio, sobre sus empleos y sobre las clases de baile que Nancy impartía en el gimnasio. Michael le dijo que era arquitecto, aunque obvió decirle que era el dueño de la mayor parte de la empresa, y le explicó que trabajaba con sus colegas de la profesión en las últimas plantas del edifico. Ella sabía que debía ser muy bueno para llevar tan poco tiempo allí y trabajar en las últimas plantas de aquella empresa. Michael asintió, la falsa modestia no iba con él para nada. Sí, era un gran arquitecto, siempre lo había sido. Bromearon durante aquel rato que estuvieron allí y se miraron fijamente a los ojos… se gustaban, estaba claro y ambos lo notaron. Estaba claro que aquella jovencita risueña y sencilla lo hacía reír con sus comentarios; era interesante charlar con ella, muy interesante. Le resultaba tan cautivadora su forma de expresarse… elegante, distinguida, muy correcta, sencilla y natural al cien por cien. Nancy resultaba muy seductora para aquel hombre que se sentía realmente intrigado por las maneras tan exquisitamente correctas de su acompañante. Nancy, vio la hora en el reloj de pulsera de Michael y comprendió que llegaba tarde a clase… otra vez… así que ante sus prisas él volvió a bromear sobre sus carreras. -¡Oh, no seas malo! ¡¡Llego tarde, me van a matar y esta vez es por tu culpa!! – Bromeó. - Por cierto, si alguna vez quieres dar clases de baile… puedes acercarte al gimnasio. Me encantaría tenerte por allí… - Y recogió la mochila de deporte que tenía en sus pies. -No, gracias… - Dijo riéndose. -Prometo no darte mucha caña. – Sí que lo haría. -Lo mío no son las mallas. – Cogiendo su taza de café. -Pues es una pena… - Dijo mirándolo de arriba abajo mientras terminaba aquel café… - …tienes que estar de miedo con ellas. - Le soltó mientras le miraba el trasero descaradamente. Michael se atragantó con aquel sorbo de café al escucharla ligar con él de aquella forma, y cuando quiso mirarla para decirle algo, Nancy ya se había marchado muy sonriente. No dejaba de bromear con él y tenía que admitir que cada vez le gustaba más aquel tonteo. ¿Le acababa de mirar el culo? ¿Era intuición suya o esa chica acababa de mirarlo de arriba abajo mientras le tiraba una indirecta sobre cómo debía estar con ropa ajustada? Ni siquiera pensó en decirle la verdad, sabía que en el momento en que lo hiciese aquella joven lo trataría como el resto de sus empleados. Como todos en aquel edificio. Y le gustaban tanto sus bromas… Era una jovencita muy sencilla, risueña, bromista y muy pícara con sus indirectas… Desde que había llegado a New York era la única persona que lo había tratado como a Michael, no como al empresario Harrison que todos conocían. Y le gustaba… Se sentía muy bien cuando estaba cerca de ella, lo hacía reír, más de lo que nadie lo había hecho en todos aquellos años. Y soltó una leve sonrisa a sabiendas que una preciosa cría de poco más de veinte años había estado ligando con él, sutilmente, dejándolo sin palabras en aquel instante. Le gustó, sí, bastante. Ella le gustaba… Alguien lo golpeó en la espalda y al volverse vio a Edward que acababa de llegar justo a tiempo para verlo mirar embobado a Nancy mientras se alejaba con aquella ropa tan ajustada y provocativa. -Tiene un buen trasero, ¿eh, Michael? – Lo miró sin saber qué decir. – No te preocupes, no serias el único que alguna vez se ha quedado embobado mirando a esa chica. Te aseguro que a mí también se me han ido los ojos… - Bromeaba. - …sobre todo a ese precioso culo que tiene. -No sé de qué me estás hablando, Edward. – Y terminó aquella copa de agua que había pedido, dispuesto a dar por zanjada la conversación e irse al despacho. En aquel momento no le dio más importancia a las miradas de su amigo, ni siquiera días después cuando volvió a verlo cerca de aquella jovencita, en el hall del edificio. Charlaban muy sonrientes, solo parecían hablar, sin más, pero… aquella sonrisa de su amigo lo puso en alerta. Sabía que Michael quería acercarse a sus empleados e interesarse por sus problemas, cercano a ellos, siempre lo dejó muy claro en las reuniones que tuvieron mientras estuvo en Los Ángeles, pero aquella chica… Decidió darle una charlita cuando lo vio cerca del gimnasio, observándola bailar, apenas sin parpadear, fijándose detenidamente en todos sus movimientos. ¿Tres veces en menos de una semana? ¿Qué le pasaba a Michael con aquella joven? No le pareció casualidad para nada tenerlo allí, embobado tras aquel cristal. Se acercó hasta él y fijándose en Nancy y en su precioso cuerpo comenzó a hablarle de aquella guapísima profesora de baile. -Un poco joven para nosotros, ¿no crees? – Sin mirarlo, solo se fijaba en ella y notando la mirada de su amigo clavada en él, giró la cabeza para guiñarle el ojo. – La profesora… digo que es algo joven para nosotros. -No digas tonterías. – Se excusó. – Baila muy bien, eso es todo. Trató de persuadirlo contándole que aquella jovencita no tenía muy buena fama en aquel edificio pero Michael ni siquiera preguntó a qué se refería, Edward se encargó de contarle toda la historia sobre aquella chica; una historia que lo dejó totalmente helado. ¡Nancy era hija de Allan Sanders!! Pero, ¿¡qué hacía la hija de uno de los socios de aquel edificio limpiando oficinas!? ¡No entendía nada! ¿Es que Sanders se había vuelto loco? -¡Estás de coña! – Le soltó al escucharlo decir que su padre era uno de sus socios. - ¿El padre de esa chica es Allan Sanders? -Así es… -¿¡Su padre es uno de nuestros socios y esa chica está limpiando oficinas!? – De verdad no podía creerlo. - No lo entiendo. -Te aseguro que es mejor así. Cuanto menos entiendas sobre la historia de Sanders y su hija, mejor para ti. - Era un consejo como amigo. - Por muy buena que esté esa cría, que hay que reconocer que está de miedo, es mejor tenerla lejos. Lo escuchó hablar de lo fácil que era meterse en su cama, de todas las relaciones que había tenido con altos ejecutivos y de la relación extraña que mantenía con Steven, uno de los arquitectos que trabajaba para Sanders, casado y con hijos. Ella era su protegida. Todos sabían que Steven había estado pagando los estudios a la joven, además de haberla estado manteniendo durante años… era obvio a cambio de qué. Debía tener cuidado con ella, podía parecer una chica inocente y dulce pero todos en aquel edificio sabían cómo era realmente. -¿Sanders permite que digan todas esas cosas de su hija? – Le parecía tan extraña aquella historia y tan inaudito que un padre permitiese tales insultos hacia su propia hija. -Es el propio Sanders el que reniega de Nancy, es una vergüenza para él, para su carrera. - No parecía caerle muy bien la joven. – Denuncias, maltrato, abusos… Casi arruina la carrera de Sanders, y eso que es su padre… la muy hija de… -Vale, lo pillo, Edward. - Dijo evitando que siguiera con aquel insulto. -Ten cuidado, colega, no te metas en problemas. Un polvo con esa chica tendría consecuencias demasiado caras. - Michael lo miró extraño… solo había tomado un zumo con ella. - Es un consejo como amigo. Aquella historia hizo pensar mucho a Michael aquella noche que no daba crédito a todo lo que había escuchado. Realmente no le dio esa impresión, cuando la tuvo delante, cuando la miro, cuando habló con ella… Todo era tan extraño. ¿Por qué Edward decía que todos opinaban lo mismo? ¿En serio esa jovencita dulce había estado con tantos hombres como para crearse esa fama de chica fácil? Dijo altos ejecutivos…Pero, ¿si ni siquiera tenía edad para ello? Ahora entendía sus maneras refinadas, su saber estar, su elegancia y increíble distinción. Nancy no era una simple chica de la limpieza, una joven obrera como el resto, trabajadora y sencilla. Había sido criada entre lujos y comodidades, de ahí aquel misterio abrumador que veía en ella, que tan extraño le pareció desde un principio. Sin embargo, parecía una chica tan humilde… sus ojos parecían tan vivos y a la vez tan desesperados… Cerró los ojos y la recordó bailando, era impresionante cómo se movía. Simplemente pasó por el lado del gimnasio y al escuchar la música miró hacia dentro… la vio… perfecta, preciosa, con una ejecución y sensualidad únicas. Bailaba con un joven, suponía que sería un alumno o compañero, pero solo pudo mirarla a ella durante segundos, minutos… ni siquiera supo cuanto tiempo había estado ahí parado hasta que Edward apareció. Estuvo horas sin poder dormir… se sentía muy intranquilo y no sabía por qué. No era el trabajo ni los proyectos, no era la familia y los amigos… era aquella joven que lo había dejado embobado… Pero, ¿qué pasaba con él? ¡Era una cría! ¡Casi le doblaba la edad! Luego recordó toda la historia… Sus tropiezos, su voz dulce, sus bromas, su coqueteo, su preciosa sonrisa y su mirada tan profunda. Y las palabras de Edward. Una chica fácil, altos ejecutivos, denuncias, maltratos, Sanders… Alejó cualquier pensamiento de su mente, necesitaba descansar… Capítulo 5 UNA REALIDAD MUY DISTINTA Aquel fin de semana se dedicó de lleno a su familia, es lo que haría a partir de ahora, pasar más tiempo con su madre y sus hermanos. Long Islang distaba a poco más de una hora en coche de Manhattan, y Michael, con su coche estuvo pronto en casa de su madre. Allí esperaban todos, desde la vuelta del arquitecto, la familia había decidido pasar los fines de semana todos juntos. Volverían a reunirse como siempre, antes de que Michael se marchase a California, y pasarían grandes momentos de conversación, contando historias y bromeando sobre otras. Pudo ponerse al día de todo lo que había pasado en las vidas de su familia solo en aquellos dos días. Habló con Carol que parecía llevar bastante bien la separación con Damián, no pudo perdonar ni olvidar saber que había estado con otras mujeres durante su matrimonio. Pensó en tener alguna charla con ella, siempre tuvieron mucha complicidad pero la veía muy bien, animada, sonriendo, gastando bromas y sin evitar el tema cuando alguien preguntaba. Era como si hubiese quitado un peso de encima. Aún así estaría pendiente de ella y las niñas. Helen era la mayor de las hermanas de Michael, ella sí que andaba necesitando ayuda. Desde hacía varios años sufría una fuerte depresión por culpa de los cuatro abortos que había sufrido. Deseaba muchísimo ser madre, ella y su marido Charles, pero ninguno de los embarazos parecía cuajar y Michael le ofreció la ayuda económica para poder ir a uno de los mejores médicos de New York. Sin reparar en gastos, era su hermana, y haría todo lo que estuviese en su mano para poder ayudarla. -¿Sabes lo que es confiar en alguien y descubrir que te ha estado mintiendo desde el principio? Escuchó decir a Jeremy. Trataba de hablar con él, sentados en el balancín del porche mientras las chicas preparaban la cena. De paso echaban un ojo a las peques que jugaban tranquilamente en el jardín de la entrada. Sabía que sería duro para su hermano pequeño pero necesitaba saber qué había pasado por su cabeza antes de tratar de quitarse la vida. No podría ayudarlo si no confiaba en él. Y lo haría, todo lo que estuviese en su mano. -Estuvimos juntos seis años y no creas que pensaba que íbamos a casarnos algún día… - Sonrió cínicamente. – Casado, viviendo una vida que no es la que le pertenecía, pero es la que él eligió y follándose a un joven enamorado a escondidas de su mujercita, que lo esperaba cada noche ajena a todo. Lo miró extrañado. No sabía que salía con alguien y mucho menos que estuviese casado. A Jeremy le gustaban los chicos, Michael lo supo desde siempre y lo ayudó desde pequeño a no sentirse inferior que los demás, a valorarse y quererse pese a lo que los demás pudiesen decir… apoyo su homosexualidad y le dio valor y fuerza para no sentir vergüenza de gritarlo al mundo entero. -¿Cómo se puede ser tan estúpida? – Se refirió a aquella mujer ajena de la infidelidad de su marido. – Tu marido llega cada noche tarde a casa y sin ganas de sexo y crees cada excusa que pueda soltarte. -¿Qué pasó? ¿Se cansó de las mentiras y quiso cambiar de vida? Jeremy lo miraba de reojo mientras sonreía, dolido, destrozado, aquella risa era de puro dolor… estaba muy enamorado de aquel hombre que tanto daño le había hecho a su vida… -Había estado acostándose conmigo todos esos años, pero no era a mí a quien deseaba. – Soltó de repente, y las lágrimas cayeron de sus ojos. Las limpio rápidamente, lleno de un odio muy profundo. - Es tan cobarde que es incapaz de admitir que está enamorado de otra persona, alguien con el que nunca podrá estar. No tiene huevos para mirarlo a la cara y decirle que lo ama… - Y se alegró enormemente de ellos. – Por eso me utilizó todo este tiempo para satisfacer sus deseos, nada más. Dijo que yo le recordaba a él… Nunca fui nada en su vida, solo un juguete sexual. -Tienes que hacer borrón y cuenta nueva, Jeremy. ¡No puedes dejar que todo esto te quite las ganas de seguir adelante! No merece la pena. - Su hermano valía muchísimo para estar así de abatido por un miserable. - ¿Quitarse la vida por un hombre que nunca te valoró? ¿Por alguien que te ha estado utilizando todos estos años sin importarle cómo pudieses sentirte? -Ahora estoy bien. - Mintió descaradamente pero Michael sabía que lo hacía. -No es cierto. ¡Venga ya Jeremy! ¡Intentaste cortarte las venas hace dos meses, no me digas que estás bien y que ya todo pasó! -Nunca le importé… - Dijo llorando sin consuelo mientras se apoyaba en el hombro de su hermano. – Ahora veo que nunca me valoro como hombre, ni como persona… mucho menos como amigo. – Estaba tan destrozado por culpa de aquel miserable. - ¿Qué querías qué hiciera, Michael? ¡Lo amo! ¡Siempre lo he amado y me conformaba con poder verlo a ratos, a escondidas! Abrazó a su hermano que imploraba ayuda aún sin pronunciar una palabra. Todo aquello lo había hundido de tal forma que no encontró la salida a tanto dolor y desesperación. Solo arrebatarse la vida. -Tú no te mereces una vida así, hermano. – Lo abrazó fuerte. Era su hermano, su joven hermano que tenía mucho que aprender de la vida. - ¿Un amor a escondidas? ¿Una historia entre las sombras con alguien que solo quiere echar un polvo? – Ellos siempre pudieron hablar de aquel tema sin tapujos, Michael siempre fue su mejor amigo. – Tú vales mucho más que todo eso, Jeremy. Eres una gran persona, siempre te lo dije, y quiero que te valores por encima de todo. – Sus consejos siempre fueron los mejores. - No puedes arruinar tu vida porque un jilipollas no sepa ver todo lo bueno que hay en ti… Él siempre lo comprendió, nunca lo hubiera conseguido sin sus consejos, en el colegio, en el instituto. Había gente muy cruel pese al siglo en el que estaban pero Michael siempre trató de hacerle ver lo maravilloso que era. Le daría un puesto de trabajo en su empresa, un buen lugar donde comenzar a sobreponerse de todo lo sucedido. Conocería personas muy competentes en aquel edificio, personas con las que trabajaría codo a codo cada día. Y encontraría una motivación, pasajera, duradera, eso ya dependía de él, si pasados unos meses querría buscar otro empleo o seguir bajo las órdenes de su hermano. -Oye, Michael, de verdad te lo agradezco pero lo último que necesito en estos momentos, es ir a tu empresa y trabajar allí. – Escuchó a su hermano, sentados en aquel balancín del porche. Sabía que le haría bien, estar trabajando, estar a su lado, lo motivaría. Tratar de quitarse la vida era algo muy grave y sabía que debía sentirse tan mal… -No te lo estoy pidiendo Jeremy. Soy tu hermano mayor y después de lo que ha pasado necesitas despejarte y dejar de auto compadecerte. – De verdad quería ayudarlo, para eso estaba ahí. - Tú lo necesitas, mamá lo necesita. Ha sufrido muchísimo con todo esto, con lo de Elizabeth. Se lo debemos. Y así fue como aquel joven acabó aceptando trabajar en aquel edificio, no mintió al decir que era lo último que le haría bien. Estar allí, con él… Lo volvería a ver, solo deseaba estar lejos, no volver a encontrárselo nunca… pero no podía decírselo a Michael, ninguno podía hacerlo. Claro que todos sabían de quien se trataba pero aquella historia ocultaba un pasado mucho más oscuro y doloroso que debía mantenerse oculto, por el bien de todos, por el bien de Michael. No querían que sufriese más después de lo de su mujer, no querían que decidiese marcharse de nuevo… Era mejor callar, ocultar, fingir… El desayuno era un café, y unas tostadas con mermelada de fresa, acompañado de un zumo de naranja aderezado con un poco de miel. Un buen periódico del día para saber lo ocurrido desde por la mañana y… una buena compañía como la que acababa de sentarse frente a él. Apareció con unos short y un top completamente ajustados a su cuerpo, perfectamente torneado por el deporte. Llevaba una camiseta de tirantas encima de aquel top, dejando ver uno de sus hombros bronceados. Unos botines blancos de fittness y el pelo recogido con una cola alta. Soltó su bandeja mientras le sonreía y le preguntaba si estaba ocupado, cosa que Michael negó con la cabeza mientras le ofrecía asiento en su mesa. Se había vuelto una costumbre el desayunar juntos…pero le gustaba… Su desayuno eran cuatro tortitas de harina con muchísima nata por encima, un vaso de leche y otro de zumo de melocotón. Y después de eso…seguía teniendo un cuerpo perfecto… Michael reía solo de pensarlo… -¿Vas a apuntarte a clases de baile? - Le preguntó mientras partía sus tortitas. – El otro día te vi en el gimnasio, mirándome mientras bailaba, y… pensé que tal vez querías dar clases. Bromeaba con él, siempre lo hacía. Sabía perfectamente que no había ido hasta allí para dar clases pero le gustaba provocarlo y sacarle sonrisas como la que acababa de soltar. Le encantaba su sonrisa… -Sólo pasaba por allí y te vi… no sabía que bailases tan bien. - Fue su primer piropo… sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo, pero no podía evitarlo. Negar que aquella chica le atraía era mentirse así mismo. -Deberías pasarte algún día con más tiempo, así podría enseñarte una de las coreografías que preparé para mis chicos de la universidad. Podrías darme tu opinión… -El tonteo cada vez era mucho más descarado por parte de ambos. Michael no entendía de danza, de pasos de baile, no sabía en qué podría ayudarla. Pero le prometió acercarse un día que estuviese menos atareado para ver más tranquilamente uno de sus bailes. Nancy usaba muñequeras en ambos brazos, tal vez por eso no percibió inmediatamente aquellos golpes… solo cuando trató de ajustarse una de ellas pudo ver aquel color morado en su piel… solo unos segundos, pero era obvio que aquello no eran producidos por unos tropiezos… ¿Tal vez un novio celoso? ¿Quizás uno de los obreros de los que hablaba Edward? Se notaba que alguien había tratado de sujetarla con tanta fuerza como para marcarle la piel de aquella forma y era obvio que ella había tratado de resistirse… Se miraron, Michael había visto los golpes y ella bajó la mirada, nerviosa, temiendo que hiciese preguntas… Pero no lo hizo. Solo la miró fijamente a sabiendas de que ocultaba algo y que aquellas muñequeras eran solo para cubrir los golpes. La escuchó hablar francés cuando la llamaron por teléfono, una pronunciación exquisita que dejó más que helado al arquitecto. Era uno de sus alumnos que la llamaba por una urgencia y mientras ella trataba de calmarlo, Michael se empapó de la perfección que la joven tenía con aquel idioma. Robert se acercó a su mesa para decirle que Edward quería hablar con él, era algo importante pero Michael no dejó aquel desayuno con Nancy, iría al terminar, dentro de unos minutos. Por muy importante que fuese podía esperar a que terminase de desayunar. Aquel joven los dejó solos de nuevo, seguro de haber visto algo extraño en aquellas miradas, cosa que advirtió a sus colegas John y Edward. -No deberías hacer esperar a los jefazos, Michael. – Dijo al terminar la llamada. -¿Jefazos? – Peguntó sonriendo. Era la segunda vez que la escuchaba hablar así de él mismo. Le hizo gracia la forma de llamarlos. - No te preocupes, pueden esperar unos minutos. – Y siguió tomando aquellas tostadas que aún quedaban en su plato, sin prisas, cambiando el tema de conversación. - ¿Dónde has aprendido a hablar francés? -En una academia. – Mintió, quitándole importancia a su interés por los idiomas. - ¿Te has vuelto loco? ¿Quieres que te echen? - Le dijo acercándose a él aun más. - ¡No puedes hacer esperar a los jefes, no los conoces! Llevo muchos años trabajando aquí y he visto despidos por menos de lo que tú acabas de hacer. - Para Michael aquello era muy interesante y bastante cómico. -¿¡En una academia!? – Sabía que no era cierto. – Tu pronunciación es exquisitamente perfecta, Nancy, eso no se aprende en una academia. -Oye, te hablo en serio. – Estaba preocupada por él, ese comportamiento con los jefes no iban a tolerárselo. Lo despedirían inmediatamente. – En este edificio no se andan con tonterías, los jefazos no son como puedan parecer en un principio. -¿¡Ah, no!?¡¡Cuéntame, por favor!! ¿Cómo son los jefazos? – Bromeaba con ella totalmente aunque Nancy no lo sabía. Era bueno saber opiniones de los trabajadores. -Mira…Sanders…es un jilipollas de mucho cuidado… - Y vio como Michael soltaba una carcajada impresionante ante su reflexión. ¡Era su padre y acaba de insultarlo! - ¡No te rías! ¡Hazme caso y ten cuidado con él! Lo conozco y no es de fiar… Es el peor ser que hay encima de la tierra. Ella mejor que nadie lo sabía. - En cuanto a Edward es un pijo remilgado que no te pasará ni una… ¡Ni una! – Le recalcó haciendo un gesto. - No lo olvides… Intenta no tropezar con él nunca o te pateará el culo directo a la salida. Es otro jilipollas estirado, aquí hay muchos…. - Nancy preparaba su comida, muy elegantemente, se notaba que había sido criada entre comodidades… - Y luego está John… es más pasable, pero no deja de ser jefe, así que no te fíes por si acaso. No tenía muy buena impresión de sus amigos, la verdad, y no lo entendía. Puede que Edward resultase un chico bastante pijo, eso era cierto, pero nunca lo había tenido por alguien clasista que tratase diferente a la gente humilde. Era cierto que habían pasado muchos años separados, pero, ¿tanto habían cambiado sus amigos? -La verdad es que me lo pintas muy negro. – No dejaba de sonreírle, le encantaba aquel juego. ¿Es que has tenido problemas con ellos alguna vez? -Nooo… claro que no. Intento pasar desapercibida, es lo mejor para que las cosas me vayan bien en este lugar. – Eso era imposible, pensó Michael. Nancy comenzó a desayunar tranquilamente. – Cuanto menos existas para ellos, mucho mejor. La miraba embobado mientras relataba, a su parecer, cómo eran los dueños de aquel edificio. Sanders, John, Edward… no se salvó ninguno. Ni siquiera él. La peor se lo llevó Sanders y era obvio que no había conexión padre e hija, Edward fue el siguiente y aunque no fue tan dura también se llevó lo suyo… Para Nancy John era el único que le parecía mejor persona. -¡Vaya! ¿Y esa es una opinión tuya personal o es más a nivel general? - Seguía bromeando con ella. -Lo piensa mucha gente aquí, solo que nadie se atreve a decir nada. Ya sabes… patada en el culo. - Y rió ante su gesto gracioso… -Y… ¿qué me dices del nuevo jefazo? He oído que está por aquí desde hace poco. ¿No lo conoces? – Sabía perfectamente la respuesta pero le parecía todo tan gracioso… tenerla justo frente a frente, hablando de él como si fuese un extraño. -Oh… He oído cosas sobre él, pero aún no lo conozco y, si te soy sincera, tampoco tengo mucho interés en tropezármelo. Son todos iguales, ricos, estirados y rodeados de gentes que solo les hacen la pelota. - Terminó de tomarse aquel zumo. Veía a Michael muy pendiente de sus palabras. Sí, era cierto que tenía demasiadas personas regalándole el oído desde hacía muchos años. – Las chicas en el vestuario hablan de un hombre muy guapo para su edad… -¿¡Para su edad…!? – Dijo Michael sorprendido… definitivamente no sabía quién era. - ¿¡Tan mayor es!? – Obviamente, bromeaba. -No, bueno, no sé. No he preguntado, la verdad. Dicen que en las fiestas de la alta sociedad las mujeres se lo rifan… ¡es el viudo de oro! – Soltó en susurros, acercándose a él para que nadie la escuchase… - Guapo, rico y fiel a su mujer desde que murió… ¡Pobrecillo… parece que la quería mucho! Supongo que sería una mujer maravillosa para que un hombre siga manteniendo su memoria después de tantos años. – Michael la miró a aquellos ojos que tanto le fascinaban… sus palabras eran ciertas. Sí que la quería y por supuesto que había sido una mujer maravillosa… la mejor. - Dicen que es un hombre muy serio y distante desde entonces… algo así como Edward, pero yo no lo creo. -¿Y eso por qué?- Preguntó curioso… parecía estar muy bien informada… -Se dice que le gusta relacionarse con sus trabajadores, hablar con ellos, interesarse por sus vidas… - Se acercó a él y habló en voz baja. - He oído que viene a esta cafetería a desayunar algunas veces. - ¿Cómo era posible que no se diese cuenta que él era el jefe? ¿Es qué veía allí a alguien nuevo con más de cuarenta años y enchaquetado? Solo algunos ejecutivos desayunaban en aquella zona de la cafetería, seguramente a los que le parecía una estupidez estar separados según un puesto de trabajo… pero seguro que a ella le sonaban sus caras de otras veces, él solo llevaba allí unos meses. - Así que, quien sabe… tal vez nos lo encontremos algún día mientras tomamos algo. -Podría ser… - Michael reía su indiferencia… - A lo mejor se sienta con nosotros y nos invita a desayunar… - Jugaba con ella. -No estaría nada mal… ¿no dicen que se preocupa por sus empleados? Pues que se rasque el bolsillo. - Le encantaba aquella situación. Tenerla allí, bromeando sobre él… pero sin ni siquiera saber quién era. Sonreía con sus bromas. - Dudo que sea como Edward Bennett, nunca lo vi preocuparse por los empleados que no van vestidos de chaqueta. Ni siquiera saluda a los obreros cuando los tiene cerca…y mejor no te digo como trata a las limpiadoras; es otro capullo estirado como Sanders. Y ambos soltaron una risa por aquel comentario. Ahora sabía qué pensaban sus empleados no solo de él, sino de sus colegas, y era bueno saberlo para poder cambiar algunas cosas. Era cierto que le gustaba relacionarse con la gente que trabajaba para él, saber de sus vidas, poder ayudarlos o escucharlos ante algún problema. -Deberías sonreír más… Tienes una sonrisa preciosa. - Dijo mirándolo fijamente a los ojos más bonitos y profundos del mundo. Inmensamente azules… Escuchó aquello y no pudo evitar ruborizarse, agachando la cabeza le dio las gracias, explicándole que llevaba mucho tiempo sin hacerlo… aunque últimamente debía admitir que sonreía mucho más… Gracias a ella... -Gracias, la verdad es que últimamente sonrío más que de costumbre. - Dijo mirándola fijamente… -Y, ¿tengo yo algo que ver con eso? – Sonrió sin dejar de mirarlo fijamente. – Con tus sonrisas. – Aclaró por si dudaba. Aquello dejó de piedra a Michael que aunque no dejó de mirarla, no supo qué decir… Estaba ligando con él descaradamente y podía pararlo en cualquier momento, pero no lo hizo. Le fascinaba aquel juego cada vez más. Se embelesaba con su mirada tan llena de vida y extraña a la vez. -No te cortas, ¿eh? – Fue lo único que pudo decir, sin dejar de mirarla, de sonreírle. Claro que tenía que ver con ella, con sus bromas, pero eso era algo que se guardó para él… Lo que empezaba a sentir por aquella jovencita lo sabía él, nada más que él y aunque le parecía algo totalmente descabellado e imposible no encontró las fuerzas para alejarla de su vida. Nancy Sanders ya había entrado en ella hacía mucho, poco a poco, sin darse cuenta pero directa a su corazón que palpitaba acelerado cuando estaba cerca de ella. Arriba, le aguardaban las preguntas de Edward que ya sabía sobre su desayuno con aquella joven, Robert no había tardado mucho en contárselo. Lo miró, antes de contestar a su amigo, éste le agachó la mirada y fue cerca de John que no sabía de qué iba el asunto. No dio muchas explicaciones sobre el asunto, dirigió la conversación a aquellos planos que estaban en la mesa y sobre lo que debían hablar. Aquel proyecto era lo importante en aquellos momentos no un desayuno inocente con una jovencita. Al término de aquella reunión, Michael buscó los datos de Nancy en el ordenador de su despacho. Antes preguntó a Martha, su secretaria principal, donde se guardaban los datos de los trabajadores, sin dar más explicaciones, y aunque ella se ofreció a buscarle los datos, prefirió hacerlo él mismo. Encontró la ficha de Nancy entre las limpiadoras del edificio, como una más, solo que su currículum no era uno más, para nada. Joven de veinticuatro años, licenciada en lenguas extranjeras, con una de las mejores notas de aquel año en la universidad de Princeton, la cual pagó Steven Brown hasta finalizar la carrera. Nancy era licenciada en alemán, francés y español, a lo que había que sumarle su lengua natal, inglés. ¿¡Con poco más de veinte años era políglota y estaba limpiando oficinas en aquel edificio!? ¿Es que se habían vuelto locos allí? ¡Nadie encontró un puesto mejor para esa joven en su empresa!¡¡No podía creerlo!! Nancy limpiaba las oficinas de Sanders y Steven, el último era uno de los mejores ingenieros que trabajaban en el edificio. Edward le dijo que él la protegía… pero, ¿de quién? ¿De quién tenía Steven que proteger a aquella joven? Y, ¿por qué venía su dirección en la ficha de Nancy? No entendía nada de aquella historia. Lo hizo llamar a su despacho, sabía que era la persona que podía explicarle toda aquella locura y no dudó en preguntarle cuando lo tuvo frente a frente, extrañado por el interés hacia Nancy. -¿Es qué hay algún problema con ella, Michael? - Lo escuchó preguntar. Lo notó preocupado, era cierto que la protegía como le habían dicho pero no sabía a qué venía ese acercamiento que ambos tenían. ¿Tenían algo juntos o lo habían tenido?¿Eran solo amigos? ¿Con qué ojos la veía aquel ingeniero? -He oído que es hija de Sanders y tu protegida… - Se sentó tranquilamente en aquel sillón de cuero negro. - ¿No habéis encontrado un puesto mejor en este edificio para una joven licenciada en cuatro idiomas, que como chica de la limpieza? Estaba tranquilo, sereno, le interesaba de verdad aquella historia pero no quería preguntarle a Nancy, Steven podría contarle algo más sobre ella. Si eran amigos, seguro tenía otro punto de vista sobre la joven, y quería saber cuál era. Aquel joven se sentó frente a Michael, no sabía el motivo de tanta curiosidad pero era su jefe y debía contestar a sus preguntas. -Tendrías que preguntarle a Sanders… es él quien no permite que Nancy ocupe otro puesto, le gusta tenerla limpiando suelos. – Y al soltarlo se quedó muy a gusto. No soportaba a aquel hombre y cada vez podía disimularlo menos. -¿Por qué? ¡Es su hija…! - Le interesaba de verdad. -Es una larga historia, Michael y cuanto menos sepas de ella, mejor para ti. - Él sí que sabía todo desde siempre… la verdad… no lo que contaban en aquel edificio… -Ya he escuchado eso antes… - Edward y sus opiniones. - ¿Qué hay de cierto en lo que cuentan de ellos? – Quería saberlo… - Me han hablado de denuncias, maltratos, venganzas… ¿Qué sabes tú sobre todo eso? -Lo que sé… - Y paró un segundo para pensar. - …es que no deberías creer todo lo que dicen de esa joven… Nancy es una chica maravillosa que ha tenido muy mala suerte en la vida. Esa es la verdad. No podía contarle nada más, no le pertenecía a él contar la historia de aquella chiquilla, si quería saber algo más debía preguntarle a ella misma. Puede que fuese verdad que Michael quisiera saber qué se escondía tras todas esas habladurías solo por ser el dueño, pero le pareció tan extraño su interés… Quiso levantarse para irse pero lo pensó mejor. Se paró delante de Michael y pensando en qué decir para no meter la pata con todo aquello. No quería tener problemas con Sanders… -Bueno, hay gente que afirma que tu defensa se basa en la excesiva confianza que tenéis… Steven lo había entendido perfectamente. Llevaba años escuchándolo. -La defendería a costa de todo, Michael. Nancy es la mujer más linda que he conocido en mi vida… - Sus ojos brillaban al decirlo… Michael lo miraba, no parecía mentira lo que había escuchado entre ellos…. - Y haría cualquier cosa por ella. -Entiendo… - Y quiso dar por terminada la conversación, no quería seguir escuchando… le había quedado muy claro que ella y Steven eran mucho más que amigos… -No, te equivocas… No entiendes nada. - Michael levantó la vista y lo observó fijamente. - Sólo has escuchado insultos sobre ella, ¿verdad? - Y ante el silencio de aquel empresario supo que era verdad. – Se supone que llevo acostándome con Nancy al menos siete años… eso supondría haber tenido relaciones sexuales con una cría de entre dieciséis y diecisiete años… La realidad es que la cuido y la defiendo porque siento muchísima lástima por ella… -¡Le daba tanta pena que hablasen tan mal de ella! No se lo merecía. -Lo cierto es que se escuchan muchas cosas sobre vosotros. - Demasiadas historias… -Lo sé… llevo años escuchándolas pero, ¿para qué desmentirlas? – No servirían de nada. Sanders seguiría pregonando historias a sus espaldas. - Los rumores nunca cesarían. - Se quedó pensativo un segundo… - ¿No te han dicho que Nancy fue una joven estrella del patinaje antes de que su padre arruinase su carrera por una paliza? -¿¡Cómo!? – Por supuesto que nadie le había dicho algo así… -Eso es mejor obviarlo. La gente prefiere el morbo, los insultos, así tienen más para hablar en los pasillos durante los descansos. – Su protector, su máximo defensor… - Pero, la verdad de todo es mejor callarla. Esa no le interesa a nadie. -Pero, ¿de qué me estás hablando Steven? - ¿Había dicho una paliza? Los ojos de Michael se abrieron impresionados por la noticia que acababa de darle aquel joven. Se incorporó en aquel sillón, sin poder pronunciar ninguna palabra pero totalmente helado y sorprendido por la historia que comenzaba a descubrir. -¿Nadie te habló de los golpes, de las humillaciones, de los insultos? –Steven la defendía a muerte, podía ver la preocupación en sus ojos. – Es más fácil maltratar y abusar de una cría, sabiendo que no puede defenderse de ninguno de los calificativos, ofensivos y humillantes, que se escuchan en este edificio porque es el propio Sanders el primero en pregonarlos. -¡Steven! - Dijo asombrado. - ¿¡Te has vuelto loco!? -¡Qué acababa de decir! - ¿¡Estás acusando a una persona de algo muy grave!? – Hizo un gesto con la mano para que parase de hablar. Se levantó y se acercó a él. Pero, ¿qué era todo eso que le estaba contando? ¿Se había vuelto loco? -¿No querías saber la verdad o es que tú tampoco quieres escucharla? – Lo retó. Casi lloraba solo de pensar cuánto había sufrido Nancy. ¡La quería tanto y lo había pasado tan mal viéndola sufrir! –Aquí nunca nadie ha preguntado por la verdad de toda esa historia, solo algunos conocemos a la verdadera Nancy y sabemos que nada de lo que se dice de ella es real. Sanders humilla a su hija hasta el extremo y no permite que nadie, absolutamente nadie, intente ayudarla. -Pero estás hablando de maltrato y abusos… quiero que entiendas que son acusaciones muy graves, Steven.- Gravísimas para no ser ciertas. -Aquí la gente prefiere no saber, no preguntar… Saben que hay algo oscuro en toda esta historia pero es mejor hacer como si no vieses los golpes, ni siquiera cuando te la encuentras por los pasillos asustada y magullada. Miran a otro lado porque nadie quiere enfrentarse a Sanders. - Había muchísima tristeza en sus ojos, contando aquella desgarradora historia… ¿En serio todo aquello era real? Pero, ¿qué historia le estaba contando aquel ingeniero? ¡¡Sanders!! ¡¡Allan Sanders pegándole a una cría de veinte años!! -Vale, para. – Le dijo para tratar de entender lo que le contaba. –Para Steven, por favor. – Se levantó de aquel sillón, cerrando los ojos, suspirando. La cosa era más complicada de lo que había imaginado. - ¿¡Dices que Sanders maltrata a su propia hija!? - ¿Y eso lo sabía Edward? Pues lo había obviado en su charla… -Yo he visto los golpes mejor que nadie… he visto a una joven aterrorizada y magullada por las heridas que su padre dejó en su cuerpo después de violarla. – Miraba a aquel empresario, no daba crédito a sus palabras. ¿¡Qué había dicho!? ¡¡Violación!! - Le llevó años dejar de tener pesadillas cada noche… cuando se despertaba gritando y temblando muerta de miedo, a sabiendas que aquello solo acababa de empezar. Sanders nunca pararía. – Pudo ver la expresión de Michael que no podía creer lo que acababa de escuchar. Se sentó en el borde de aquella mesa, cerca de él… sin hablar, aún con los ojos totalmente abiertos después de haber escuchado aquella durísima verdad. Le contó cómo vio a Nancy destrozada en comisaría, retirando una denuncia que nunca debió quitar. No le contó la verdad en aquel entonces, cuando se marchó de su casa, pero sí años después cuando de verdad sintió que no podría soportar toda la carga ella sola. Steven quiso contárselo todo, no sabía por qué, quizás porque estaba cansado de que todos solo quisieran escuchar la versión de Sanders ignorando la crudísima realidad de una cría que se había hecho mujer a base de golpes. Tal vez Michael intentase ayudarla ofreciéndole un puesto mejor, pero… no serviría para nada. Sanders no lo permitiría y la propia Nancy renegaría de cualquier ayuda que quisieran ofrecerle porque sabía perfectamente que seguiría teniéndola en sus manos. Se decidió que, por el momento, todo lo que se había hablado en aquel despacho quedaría única y exclusivamente entre ellos. Nadie debía saber que habían hablado de aquella joven, ni la propia Nancy. Michael prometió que pensaría en toda aquella historia y que intentaría buscar una solución para aquella jovencita que estaba siendo chantajeada en su empresa. No sabía cómo, no sabía qué iba a hacer pero estaba claro que no podía hacer cómo si no supiese nada. Aquella historia era tremendamente dura… ¿Sanders había violado a Nancy? ¿A su hija? ¿Golpeado hasta la saciedad y humillado solo porque su madre había tenido un desliz y lo pagaba con ella para vengarse? Aquella noche permaneció en el despacho, solo, mirando por aquel ventanal de cristal… tenía un gravísimo problema entre manos. Sanders y él tenían negocios juntos, un proyecto millonario del que ninguno podía echarse para atrás… pero… ¿cómo iba a trabajar con él sabiendo todo lo que sabía ahora? Si el proyecto seguía adelante estaría trabajando con un ser mezquino, un maltratador de jovencitas, un monstruo que había violado a su propia hija? Si rechazaba aquel proyecto, supondría un gasto millonario por incumplimiento de contrato…No quería siquiera imaginar en la cifra que podía llegar a pedir Sanders si Michael finalizaba aquel proyecto. Pero, ¿qué pasaba con sus principios? Era incapaz de plantarse delante de él, mirarlo a la cara y hacer como si no pasara nada. ¡Pobre Nancy! ¡Cuánto había tenido que sufrir y cuánto estaría sufriendo aún!¡Cómo podía ayudarla? Y tan risueña que le parecía, tan llena de vida… había vivido un autentico infierno junto a Sanders, maltratada, violada, humillada, chantajeada… Y aún así, siempre tenía una hermosa sonrisa en su cara… Recordó sus golpes… no se trataban de tropiezos… no era culpa de novios celosos… Era el propio Sanders el culpable de aquellos golpes que Nancy trató de ocultar… Pero… ¿cómo podía ser tan ruin y tan mezquino como para golpear a su propia hija? Pensó muchísimo en ella aquella noche…Toda la noche… Capítulo 6 UN PELLIZCO EN EL CORAZÓN Edward lo notó extraño aquella mañana, cuando estaban todos reunidos en la sala de juntas. Lo vio absorto, distraído, pareciera que no escuchara la conversación que tenían sobre negocios. Sanders estaba allí de pie, explicando los últimos preparativos antes de comenzar con el proyecto. La constructora que ellos tenían en el edificio ya se había encargado de ojear los documentos, los planos. Solo faltaban unos puntos por concretar y el visto bueno de Michael. Nada más. Lo miraba allí de pie… no podía dejar de pensar en aquella jovencita… ¿De verdad había hecho todo aquello que contaba Steven? Parecía un hombre educado, amable, serio. ¿Cómo era posible que tuviese dos caras tan distintas la una de la otra? La vio sentada en una de las mesas y esta vez fue él quien se acercó a ella, Nancy estaba radiante aquella mañana. Cada vez se sentían más a gusto el uno con el otro y bromeaban constantemente sin reparos en los que se encontraban cerca. Aquella mañana charlaron un poco sobre comidas, recetas. Nancy había llevado algo de comer aquel día y estaba sentada allí, tratando de hacer que Michael probase su nueva receta de delicioso brownie. No podía dejar de mirarla, tan sonriente, tan llena de alegría…hablándole de cómo había preparado aquella maravilla que al final hizo que probase. Le acercó un pedazo en su propio tenedor, mirándolo con aquellos preciosos ojos oscuros y agitando el cubierto mientras Michael dudaba en probarlo. Estaba delicioso y así se lo hizo saber a la joven que agradecía sus cumplidos culinarios. Durante la charla llegaron a conversar sobre buenos vinos, tales como el que Michael tomaba para almorzar cada día. Un impresionante Chateau Haut-Brion de Burdeos de más de quinientos dólares la botella. Nancy dio un sorbo de la copa de Michael, hacía años que no probaba algo tan delicioso pero podía reconocer su sabor, su olor de lejos. No era la primera vez que probaba un Brion de Burdeos, no solía beber alcohol, pero recordó algunas fiestas en casa, en familia, rodeados de ejecutivos, de lujos y exquisitos vinos como aquel. -Hace mucho que no lo probaba… tienes buen gusto para los vinos. – Le dijo devolviéndole la copa. -Gracias, tú también. – Levantó la mano para avisar al camarero que se acercó rápido a la mesa. Pidió una copa de aquel vino francés para Nancy que se asombró por la invitación. -¡¡No, por favor!! ¿Te has vuelto loco? ¡Es un vino carísimo! Ha sido suficiente con mojarme los labios… - Sabía que hablaban de un vino carísimo y por supuesto se negó a la invitación. -No voy a arruinarme por invitarte a una copa. - Le dijo. -Ya, pero… es mejor así. No suelo beber y después de tanto tiempo… me basta con probarlo, Michael. Gracias, de todas formas, es un detalle por tu parte. – siguió comiendo su pastel con elegancia. Se notaban sus maneras refinadas. – Un amigo me dijo un día que los buenos vinos se prueban en pequeñas cantidades… así lo saboreas más. - La vio cerrando los ojos mientras hablaba. Y cuando dejas pasar un tiempo y vuelves a probarlo, te sientes invadida de nuevo por ese maravilloso sabor… como si cada vez fuese la primera… - Michael sonreía ante sus palabras y sus gestos… Estaba muy graciosa. - ¿De qué te ríes? – Preguntó. -De ti… - Seguía riéndose. - ¿Quién te ha dicho esa tontería? - Colocando el codo en la mesa, elegante, sus dedos en la sien, sin poder dejar de mirarla y sonreírle. -Unos amigos… - ¿Se estaba riendo de ella de verdad? -¿Unos amigos? – ¿En serio era tan ingenua como parecía? - Yo creo que esos amigos tuyos te soltaron eso porque no querían compartir el vino contigo… - Y la vio poner cara dudosa. -¡No…! - Sin decirlo muy segura. -Si pruebas algo, un buen vino, en este caso, y te gusta… ¿por qué no deleitarse un poco probando más? -Porque, al final llega un momento en el que ya no es lo mismo… - Nancy apoyaba sus codos en aquella mesa y lo miraba fijamente, muy sonriente… - Te acostumbras a su sabor, a su aroma y ya no lo disfrutas igual. -¿Eso crees?- No podía dejar de sonreírle. – Eres una chica muy graciosa, Nancy. – La vio fruncir los ojos. ¿Se estaba riendo de ella? - ¿Entonces no debería tomar una buena taza de café cada mañana al levantarme, ni beber una buena cerveza al salir del trabajo para no acostumbrarme a su maravilloso sabor? – Se rió mientras la miraba… ¿Por qué le gustaba tanto aquellas conversaciones con esa chica? La tenía ahí delante, mirándolo sin pestañear, sonriéndole y se sentía muy nervioso… Lo siento, no sé tú, pero yo no estoy dispuesto a perderme algo así cada día. Hay que disfrutar de las cosas que tenemos a nuestro alcance, Nancy, uno nunca sabe cuándo podrá volver a saborear las maravillas que hay en la vida. Lo miraba embobada, aquel hombre elegante, sus ojos increíbles… No podía evitar estar súper enganchada a él. Lo sabía e intuía que él lo notaba. Claro que debía notarlo, babeaba descaradamente por él, como nunca lo había hecho por nadie. -¿Cómo por ejemplo? –Preguntó tímida. -Una buena taza de café, una comida en un restaurante francés, una copa de vino en buena compañía… - Hablaban muy compenetrados, sin dejar de mirarse. – Mil cosas más… Sin saber por qué, sin entender por qué, Nancy consiguió rebasar un límite que jamás pudo pasar con nadie. Eran sus ojos, eran sus sonrisas, era todo en aquel hombre. -¿Y si fuese algo que tienes a tu alcance, cerca de ti, pero no sabes si debes probar? – Aquello no iba por el vino… por supuesto que no. El tema de la conversación había dado un giro muy grande y él lo sabía. Ambos lo decían todo con aquellas miradas. La vio tan fijamente ahí, clavando sus ojos en los de él… -¿Por qué no ibas a poder probarlo? – Jugaban… -Tal vez, no debas. - Pensó en su padre, no permitía que se acercase a ningún hombre… nunca. Tal vez, pagues un precio muy alto tan solo por intentar alcanzarlo. ¿Te arriesgarías a probarlo? Y quiso seguir con aquella charla. Le fascinaba aquella jovencita que tenía frente a él, parecía querer entrar en su alma solo con una mirada. Lo conseguía. Lo hacía sentirse muy nervioso, pero le gustaba, por extraño que pareciese. -Bueno… a veces hay cosas en la vida que deseamos y que no son tan fáciles de conseguir, pero supongo que esas son las que realmente merecen la pena. Hay que luchar por lo que uno quiere, pese a todo. - Lo bloqueaba totalmente, no sabía a qué se refería. ¿Qué precio? – Y en cuanto al precio que a veces hay que pagar… eso ya depende de si crees que merece la pena o no. Quizás debas plantearte si quieres rebasar ciertos límites para probar eso que no sabes si debes probar. -¿Y tú nunca rebasas límites? – No se cortó, lanzada, directa. Notó la mirada de Michael unos segundos fija en los suyos. -¿¡Cómo dices!? – Sin rodeos, sin más preámbulos, pero siguió jugando con ella. -¿Eres el arquitecto perfecto y responsable que nunca se arriesga a probar algo que quizás no deba? - Insistió. Michael la miró fijamente, suspiró mientras se levantaba de aquella mesa y le sonreía… Había probado muchísimas cosas y algunas no prohibidas pero sí fuera de los límites que siempre pensó en no rebasar. -Bueno, lo prohibido siempre es algo muy tentador para todos, pero ¿es que hablábamos de mí? - La vio sonrojarse y le sonrió mientras la miraba descaradamente. – ¿Es a mí a quien no sabes si debes probar? – Y el rubor y el silencio de aquella jovencita lo hizo comprender que había acertado. Sí, era él. Sonrió mientras la veía apartar la mirada. Notaba cómo trataba de esquivar sus ojos fijos. He rebasado muchos límites en mi vida, Nancy, pero hace mucho que aprendí a no perder el control por nada ni por nadie. - Y antes de marcharse la escuchó de nuevo… -¿Nunca? – Sin mirarlo siquiera. -Nunca. – Seguro. No supo si debían seguir con aquellas preguntas, pero Nancy, no se detuvo, no quería hacerlo, no podía hacerlo. Michael tenía una influencias sobre ella… nunca antes le sucedió con nadie, solo con él, desde el primer día que tropezaron en la entrada de aquel edificio. -¿Y si deseases algo con toda tu alma? ¿Tampoco lo perderías? - Aún estaba de espaldas. Lo estaba provocando y aquello le gustaba. ¿Podría perder el control con ella? Sí, podría… Ya lo creo que podría hacerlo, en cualquier instante… pero se dio media vuelta y la vio aún sentada, mirándolo con aquellos ojos tan inmensos, tan penetrantes y profundos. -No lo creo… - Y la vio bajar la mirada… triste… si él no le seguía el juego era mucho más complicado acercase… había momentos en los que ponía una barrera entre los dos y entonces… - … aunque nunca se sabe. Tal vez algún día descubramos otro Jean de Pontac capaz de diseñar un vino de la exquisitez de Chateau Haut-Brion… - Y lo vio sonreír…- …entonces sí, seguro que podría volver a perder la cabeza. - Antes de irse le guiñó un ojo mientras la veía sonreír por sus bromas. Ambos sabían que no hablaban de vinos… Nancy no pudo negarse a aquel regalo, cuando dos días después encontró una botella de aquel exquisito vino francés junto a su taquilla del gimnasio. No pudo creerlo hasta que quitó el envoltorio que lo cubría y comprobó que era la misma de la que hablaron días antes. Aquel vino costaba muchísimo dinero para ser un regalo…y era obvio que lo era. ¡Estaba loco! ¿Cómo se le había ocurrido? ¡No podía aceptar un vino tan caro! Sonrió al mismo tiempo que dudó en si aceptarlo… Si Michael se había molestado en llevarle aquel vino era porque realmente sentía algo por ella. Era obvio. Y recordó sus miradas, sus sonrisas… Sabía que era mayor que ella pero… no le importaba. Michael era muy especial y lo supo desde el mismo instante en que tropezaron por primera vez y lo miró a los ojos. Unos ojos llenos de dolor y soledad que la penetraron en cuestión de segundos. Sabía que estaría desayunando en la cafetería pero vio que no estaba solo, John, uno de los socios de aquel edificio se sentaba a su lado. Nunca había hablado con él pero sabía perfectamente quienes eran los dueños. Se acercó, estaban hablando, y puso suavemente una de sus manos en el hombro de Michael. Fue rápido, él bebía un sorbo de aquella copa y sintió el contacto de algo suave en su mejilla. Un beso. Michael miró sorprendido a Nancy que se alzaba muy sonriente a su izquierda y giró la mirada hacia John, un segundo tan solo, que estaba totalmente atónito por aquella confianza. No dijo nada, solo observó a aquella joven que acababa de besar a su amigo. ¿De qué se conocían y por qué había tanta confianza entre ellos? Permaneció callado, terminando su desayuno pero sin perder un ápice de lo que allí estaba pasando. La joven agradeció el detalle de Michael con aquel vino tan exquisito y le dijo que lo reservaría para su cumpleaños, así podría invitarlo y brindarían juntos. Se alejó de aquella mesa segundos después, volviendo a besar la mejilla de aquel arquitecto y pidiendo disculpas a John por la interrupción. John la miraba descaradamente mientras se alejaba, estaba claro que tenían algo y nadie le había dicho nada sobre el asunto. ¡Michael y Nancy juntos! ¡¡Su amigo se había vuelto loco!! ¿Se acostaba con aquella chiquilla? -¡Vamos suéltalo, John! – Sabía que le daría una larga charla sobre lo sucedido. -Bueno, tengo que admitir que la chica tiene un buen revolcón. – Dijo mientras la miraba de arriba abajo. – O dos. – Remató mirando a su amigo y bebiendo un poco de café.- Pero… ¿sabes quién es su padre? – Vio a Michael afirmar con la cabeza. - ¿Y qué opina Sanders de que te acuestes con su hija?. -¡Oh, vamos, es una cría… no me acuesto con ella! –Dijo Michael rápidamente. – Me cae bien, es una chica muy simpática y con la que se puede conversar de… -¿No te acuestas con ella y le regalas una botella de vino de quinientos pavos? - Ni siquiera lo dejó terminar. – Hay muchas mujeres en este edificio que me parecen más que simpáticas y como mucho las invito a tomar café alguna mañana, no las asombro con un Chateau Brion. Conocía a su amigo hacía muchos años y sabía perfectamente que aquella jovencita no solo le caía bien. Nadie regalaría un Chateau Haut-Brion de Burdeos solo por tener buenas conversaciones. Era obvio que había algo más. Se miraron en aquella mesa, Michael acercó la taza de café y tomó un poco. Pensativo, callado, no sabía por qué lo había hecho en realidad. Unas bromas con aquella jovencita, unas risas, y un detalle carísimo para alguien que podía malinterpretar aquel gesto. ¿Realmente solo había sido para agradarla o había algo más que intentaba ocultar? -Oye Michael, ¿te gusta la chica? – Le dijo sonriente. -¡No me extraña! ¡Si te soy sincero yo también la he mirado alguna vez! ¡Qué demonios! – Soltó volviendo a mirarla mientras salía de la cafetería. - ¡Claro que la he mirado… me la follaría sin pensármelo dos veces si tuviese unos añitos más y si no fuera hija de Sanders…! Yo y cualquiera de este edificio… - No iba a mentirle para nada… Vio a su amigo mirarlo sorprendido ante su sinceridad… -¡¡Vaya…!! – Dijo con una leve sonrisa… -¿¡Te sorprende!? Nancy será una cría… pero es una cría que está tremenda y eso es indiscutible… - Lo miraba fijamente, conocía a Michael hacía muchos años. - ¿O es que tu abstinencia sexual te ha hecho perder el buen gusto por una mujer bonita? Michael miró a John, sabía que quería escuchar su opinión con respecto a Nancy… No tenía por qué ocultar algo que era obvio… Era una chica cien por cien preciosa… -Para nada… - Medio sonrió viendo como su amigo esperaba una respuesta. –Y si estás esperando oírme decir que esa chica está increíble… -Lo espero… sí, señor… - ¡Claro que quería oírselo decir! -¿De verdad es necesario? - Ellos tenían demasiada complicidad. Muchos años de amistad, de “ligoteos”, de miradas cómplices… conocían sus gustos perfectamente. -Tú dirás… Acabo de ver como una empleada tuya, de poco más de veinte años, te da un beso en la mejilla porque le has regalado una exquisitez de quinientos pavos. – Le sacaría la verdad, con indirectas, con bromas, pero quería escuchárselo decir. – Vamos, Michael... que nos conocemos… Se echaron unas risas de amigos. Ambos se conocían demasiado bien. -Tú lo has dicho, John. Es indiscutible que está tremenda y por supuesto que me he dado cuenta. ¡Ni que estuviese ciego! –Admitió, por fin. – Pero, es una cría a la que casi le doblo la edad… no le des más importancia porque no la tiene. No se quedó tranquilo pese a sus palabras. Los ojos de Michael al verla cerca, acariciando su espalda, rozando su rostro con sus labios, le gritaron otra cosa bien distinta. -Ya… - Soltó pensando en qué decirle. - ¿Sabes? He oído muchas cosas sobre esa chica durante todos estos años… buenas, malas… para nada es una mujer que pase desapercibida en este edificio. Eso estaba claro… - Puedo asegurarte que no hay ni un solo tío aquí al que no ponga cachondo… pero es normal, con ese cuerpo y esa cara. – Claro que él la había mirado alguna vez, debía estar ciego para no hacerlo, él y todos… pero era la hija de Sanders. -¿Adonde quieres llegar con todo esto, John? – Era mejor hablarlo claro… Michael agachó la cabeza, sabía que John le estaba dando un discurso por aquel tonteo que se traía con Nancy. Se mantuvo callado. ¿Para qué iba a decir nada? Sabía que llevaba razón… Nancy significaba problemas y eso solo con la edad que tenía… mucho más por ser la hija de Sanders… -¿Crees que después de lo de Elizabeth voy a sorprenderme porque te la ponga dura una jovencita de veinte años? Joder, Michael… llevas siete años sin sexo, yo ya me habría vuelto loco. – Le daba exactamente igual. Tenía derecho de hacer lo que quisiera con su vida y mucho más después de tantos años de soledad. - Pero, acepta mi consejo y búscate otra jovencita a la que meter en tu cama si no quieres tener problemas. -¿Problemas con quien? – Nadie iba a decirle lo que debía hacer con su vida… - ¿Sanders? -Allan tiene una relación muy extraña con esa chica y si te digo la verdad, no me interesa saber por qué. – Fue totalmente claro con su amigo. No quería problemas. – Ahora mismo está de viaje, pero cuando vuelva y sepa que has estado tonteando con su hija pondrá el grito en el cielo y, conociéndolo como lo conozco, dudo que esto no tenga consecuencias. Michael apoyó los codos en aquella mesa y colocó los puños bajo su barbilla. Pensaba. Sabía que su amigo tenía razón, sabía que debía retirarse antes de tener más problemas…antes de comenzar a sentir algo por aquella jovencita. -¿Dices que tengo que mirar hacia otro lado cuando veo, cada día, a una joven a la que humillan y denigran en mi edificio? – Definitivamente, era muy injusto todo lo relacionado con Nancy y no podía creer que sus amigos nunca hubiesen intentado hacer nada para cambiar las cosas. Ellos nunca habían sido así.- No hablamos de si me follo a esa chica o no… Esa cría de la que hablas, es licenciada en cuatro idiomas aparte de ser la hija y protegida de dos grandes ingenieros que trabajan en este edificio. Se dedica a limpiar baños y oficinas sin ninguna esperanza de acceder a otro puesto, más acorde a sus capacidades, solo porque Sanders disfruta humillándola. John supo en aquel momento que tendrían problemas, muchos problemas. Michael siempre fue un hombre muy justo y nunca se dejó pisotear por nadie, pero tampoco permitió nunca injusticias delante de él. -Michael… déjalo estar… Es lo mejor para todos, en serio. -¿Quieres que mire a otro lado, como habéis estado haciendo todos, solo para evitar problemas con Allan Sanders? - No iba a hacerlo. - Eres uno de mis mejores amigos, me conoces… y, ¿de verdad me estás pidiendo que haga como si no pasara nada? -Para no interesarle la chica te preocupas demasiado por ella…- Prefirió bromear un poco aunque no esperó la contestación que Michael le dio. -Yo no he dicho que no me interese… Definitivamente habría muchísimos problemas con Sanders y se refería a los negocios, a discusiones, a los proyectos que tenían juntos. Michael estaba más interesado en esa chica de lo que imaginó en un principio, y realmente le habría dado igual de no ser la hija de Allan Sanders. -Sí, es verdad. –Terminó el café y se levantó.- Has dicho que no te has acostado con ella… aún… - Cogió su maletín, su chaqueta y le pidió a Michael que de verdad pensase las cosas y tuviese cuidado. Aquella historia comenzaba a complicarse aunque él no lo viese venir. Al término de la jornada Michael se acercó al gimnasio, estuvo pensando todo el día sobre cómo solucionar las cosas…no encontraba cómo hacerlo y de verdad que deseaba ayudarla. Sintió la necesidad de verla cuando pasó por aquella cristalera enorme y la vio recogiendo antes de salir. La observó unos segundos, pensativo. ¿Qué estaba haciendo con aquella cría? ¿Se había vuelto loco? Sabía que ella tonteaba cada vez más con él. Solo era una… Cerró los ojos y suspiró. Debía parar todo aquello cuanto antes, pero… Abrió la puerta y vio como ella se asustaba, no esperaba a nadie, aunque le agradó muchísimo su visita pese a verlo más serio que de costumbre. Nancy vestía una blusa estrecha de color rosa y una falda negra, de tablas, que dejaba ver unas preciosas piernas torneadas. Se desabrochó alguno de los botones de aquella camisa y se la ajustó bajo su pecho con un nudo. Dejó las zapatillas a un lado y colocó una canción muy marchosa en aquel equipo de música. Le debía una coreografía. Michael no estaba allí para eso pero no pudo negarle nada cuando la vio sonriendo y decidida a bailarle. Estaban solos, sus alumnos ya se habían marchado y así podría dedicarle aquel baile que sus chicos le pidieron para una prueba de la universidad. Aquel increíble cuerpo comenzó a moverse al ritmo de la música. Descalza en aquel suelo que brillaba, con unas piernas increíblemente moldeadas y fuertes. Sus muslos perfectos, podía verlos cuando giraba, pese a que trataba de colocar sus manos pegadas a la falda para evitar mostrar su ropa interior. En vano. Michael pudo ver varias veces unas pequeñas braguitas azules y un trasero increíble. La vio bailando a menos de dos metros de él, sensual, moviendo las caderas de un lado a otro, totalmente provocativa, mirando tras el espejo, viendo como se embobaba con aquel baile… con ella. Miró su estómago, su piel bronceada, y siguió subiendo hasta sus pechos, hasta aquella blusa que se ajustaba peligrosamente. ¡Dios! ¡Nunca se había sentido tan perdidamente atraído por ninguna mujer como con aquella cría que tenía delante! ¡Aquella boca roja, de labios carnosos, su sonrisa perfecta y blanca, su pequeña naricilla que arrugaba graciosamente a veces y sus inmensos y profundos ojos negros que lo hacían perderse por completo! ¡¡Estaba jugando con fuego!! Se acercó a él, con unos pasos seguros, y se paró a muy poca distancia, arriba, abajo, mientras lo miraba provocándolo. Y ya lo creo que lo provocaba. Se le acercó tanto en un momento de la canción que notó su trasero rozándose contra su miembro, un solo segundo pero suficiente como para notar aquel contacto. La miró sonriendo…lo estaba provocando… definitivamente. La canción hablaba de cómo una chica lo volvía loco, alguien que no podía negarlo más, alguien que pensaba en ella aunque no quisiera admitirlo… de cómo lo volvía loco cuando hacían el amor. Los pasos siguieron unos minutos más, retirada de él, mirándose en el espejo que cruzaba todo el gimnasio, y al volver al estribillo la vio venir de nuevo. La miraba fijamente, sonriéndole, sabía que lo volvería a hacer, y podría retirarse a tiempo… podría hacerlo… pero no lo hizo. La dejó volver a pegarse a él, mientras giraba sensual girando aquel precioso y perfecto trasero que volvió a chocar contra su cuerpo. La miró a un lado, de espaldas mientras bajaba sexy, al otro lado, provocadora y justo enfrente, acariciando su pecho y sus piernas mientras se agachaba muy sensual… terminando pegada a él al terminar la canción. ¡La tenía tan cerca…! No había ido hasta allí para verla bailar pero desde luego de saber aquello… habría ido antes… totalmente. Le había parecido el baile más sexy que jamás había visto, no sabía si era porque aquella chica le encantaba o porque realmente el baile lo merecía. Tan preciosa que se veía ahí… tan cerca de él, agitaba por el baile… mirándolo fijamente a los ojos… provocándolo sin cesar… -¿Estás ligando conmigo, Nancy? – No se apartó de ella, la tenía muy cerca de su cuerpo. Su voz sonaba muy dulce, él también sabía provocarla. -Has tardado en pillarlo, ¿no crees?. – Su sonrisa era totalmente pícara mientras mordía su labio inferior. - ¿Tengo que bailar expresamente para ti para que entiendas una indirecta? -Bueno… lo cierto es que no sabía si terminar de creérmelo… es la primera vez que una cría de veinte años intenta ligar conmigo y me ha sorprendido, la verdad…- Le gustaba demasiado como para ponerse serio con ella… Y menos con aquella mirada con la que parecía querer comérselo aquel día… -Eso no te lo crees ni tu… - Le contestó segura de sus palabras al cien por cien… - Con ese cuerpo, esos ojos y esa sonrisa… - Volvió a acercarse a su cuerpo cuidado por el ejercicio… a pesar de llevar traje podía ver un cuerpo fuerte bajo aquella ropa… - …debes tenerlas loquitas a todas… incluido a las crías de veinticuatro años como yo… - Y su voz bromeaba mientras acariciaba su camisa de seda pegada a su pecho… Se sonreían cómplices a sabiendas de lo que estaba pasando… era en vano seguir negando lo que empezaban a sentir. Ambos lo sabían, lo sentían en lo más hondo de sus almas. Tan cerca que estaban el uno del otro… casi podían sentir la respiración agitada por el acercamiento de sus cuerpos. Pero, uno de los alumnos de Nancy abrió la puerta de golpe, rompiendo aquel momento de conexión total. Tenía que hablar urgentemente con ella. Michael la miró fijamente y se alejó de ella mientras suspiraba. Estaba claro que ambos estaban tonteando y no tenían pensamiento de dejar de hacerlo. Las noches de Michael pasaban tristes, solas, rodeado de lujos, de grandes comodidades pero sin más compañía que la soledad. Había sido así durante siete largos años en los que nada le importó más que sus negocios… Trabajaba hasta altas horas de la madrugada, pensando en los proyectos que estaban en activos y en los otros muchos que tenía en mente. Pero desde que había llegado a New York, las cosas habían cambiado. Había momentos en los que echaba de menos una buena compañía, unos abrazos, unas caricias…Y era ella la responsable de aquel cambio. Recordó aquel baile muchas veces en aquellas noches que vinieron después, cerrando los ojos, pensando en lo que sintió al sentir que la rozaba, que la tenía tan cerca de su cuerpo. ¡Era tan preciosa! ¡Nunca había conocido una chica tan increíblemente perfecta como Nancy! Y le hacía sentir cosas cuando lo miraba, cuando lo rozaba, cuando bromeaba con él o le soltaba alguna indirecta. Y sus conversaciones… Sentía que podía hablar con ella de todo... sentía algo muy especial por aquella chica y sabía que estaba metiéndose en un gran lio. Una de las noches, en la cafetería, terminando de concretar una de las reuniones que tendrían al regresar Sanders, tomaba un café bien cargado para despejarse un poco. Solo estaba él en aquel lugar, el camarero se encontraba recogiendo para poder cerrar y vio aparecer a Nancy con algunas chicas de su misma edad. Parecían alumnas de baile por la forma de vestir y por la mochila que llevaban todas. Pidieron algo de agua fresca para llevar y salieron, todas menos Nancy, que se sentó a su lado muy sonriente. Veía los documentos encima de la mesa, siempre trabajando, se le veía muy ocupado. Michael soltó aquellos papeles y apoyó los brazos en la mesa mientras la miraba. Ambos sabían que no podían seguir evitando aquella conversación y fue ella quien rompió el silencio. -¿Hasta cuando piensas seguir evitando lo que es obvio para los dos? – Se miraban con tanto deseo… Michael agachó la cabeza y suspiró. La tenía a menos de un metro de distancia y fijos sus ojos en los de él. Había llegado el momento de hablar seriamente, sin más indirectas. -Nancy, ¿sabes la edad que tengo?- La vio mover la cabeza afirmando. Se hacía una idea. - ¿No crees que deberías estar hablando con chicos de tu edad y no tratando de ligar con alguien mucho mayor que tú? -¿Y tú no crees que deberías dejar de ocultar lo que sientes por mí en lugar de hacerte el duro? Fue muy directa. Michael no esperó aquella pregunta y tuvo que agachar la mirada para no ponerse nervioso. Era muy clara y muy directa. No se andaba con tonterías. Quería saber cuál era el problema, y así se lo dijo, acercándose a él y metiendo su brazo entre los suyos que se apoyaban en la mesa. Cada vez la tenía más cerca y no sabía qué podría pasar. -Haber… estás casado, tienes cuatro hijos, dos perros y una hipoteca por pagar… – Bromeando. La miró de reojo. - ¿No te gustan las chicas? – Michael sonreía mientras negaba con la cabeza. No sabía cómo pero aquella chica siempre conseguía sacarle una sonrisa. - ¡Oh…ya lo sé…! Te haces pasar por ejecutivo y arquitecto pero en realidad eres el chico de mantenimiento de este edificio y tienes miedo de que te descubra y ya no me gustes. Es eso, ¿a que sí?- Y le hizo una mueca con la cara. Michael reía ante sus bromas y sus gestos y supo que era la oportunidad de explicarle que era el dueño de aquel edificio, pero no lo hizo. Sabía que todo terminaría en el momento en que ella lo supiese, sus bromas, sus miradas… todo. No sabía por qué, pero no pudo hacerlo pese a que entendía que era lo mejor. -¿Tengo pinta de chico de mantenimiento? – Nancy terminó muy pegaba a él mientras se reía. Apoyaba su barbilla en su brazo, muy pegado a él. -No me importaría que lo fueras… - Mirándolo de reojo, tan sincera que él pudo notarlo… Sabía que ella no se había fijado en él por su puesto de trabajo en el edificio… ni siquiera sabía quién era… Aquellas confianzas desde el primer día la habían delatado totalmente… - De hecho hasta ahora todos los ejecutivos habían pasados desapercibidos para mi, son todos iguales. Hasta que tropecé contigo y vi algo distinto en tus ojos… y no me refiero a lo bonitos que puedan ser, que lo son… No mentía… podía notarla en sus ojos, en su voz… -¿Tienes idea, de verdad, de la edad que tengo? – En serio le preocupaba. -¡Oh, Dios! ¿Por qué es tan importante la edad, Michael? - ¿Es que no veía que a ella no le importaba aquello? - Tienes unos cuantos más que yo, ¿y qué...? No veo qué tiene de malo. - Soltó sin dejar de mirarlo. -¿¡Unos cuantos más!? ¿Llamas unos cuantos a que casi te doble la edad? - Ojalá pudiese verlo de la misma forma que ella. - ¿Eso no es un problema para ti? Se miraban muy de cerca, pocos centímetros los separaban. Ella levantó la vista y miró su boca muy cerca de la de ella. No le importaba para nada la edad que Michael pudiese tener, sabía lo que sentía, cómo la hacía vibrar cuando estaba a su lado… y veía que a él le pasaba lo mismo. -Me gustas Michael. Me gustas muchísimo… La miró muy cerca…su boca… a él le pasaba lo mismo… Sonrió agachando la cabeza, esa chica conseguía ruborizarlo siempre. -¿Siempre eres tan directa? –Y la vio acercarse hasta su rostro lentamente. Él no se apartó. Miró su boca, varias veces…estaba muy cerca de la suya. -¿Sabes una cosa? – Lo escuchó preguntarle muy bajito, sin dejar de mirar sus labios. – Me encanta tu risa, tus labios…y ahora mismo sólo puedo pensar en lo cerca que tengo tu boca y en cómo me gustaría besarla. Y lo hizo… Y Michael dejó que lo hiciera. Lo besó muy cerca de los labios, una vez, otra vez. Besos muy suaves, muy dulces. Su respiración comenzó a hacerse agitada. ¡No sabía cuánto deseaba besarla…! ¡Y la tenía tan cerca…! Podía oler el suave y fresco gel de baño que desprendía su piel después de la ducha que acababa de darse. Su pelo aún estaba mojado. Pudo retirarse, tuvo tiempo para hacerlo si hubiese querido hacerlo, pero Michael dejó que Nancy se acercase hasta su boca, lentamente, mientras sintió los labios suaves de aquella joven rozar los suyos. Una vez, otra vez, mientras veía aquellos preciosos ojos más cerca que nunca. Sólo lo rozaba, suavemente, mientras miraba sus ojos, su boca…No podía evitar desear besarla con toda su alma. Y lo hizo, Michael consiguió besar sus labios varias veces, mientras ella pegaba su boca a la de él. La dejó ahí, besando sus labios que disfrutaron de aquel sabor a fresa que desprendía por el gloss labial que llevaba puesto. Fue dulce, sensual y cuando quiso apartarse un poco, ella, sujetó su cuello y lo acercó de nuevo a su boca que aún deseaba más. Se besaron, en aquella cafetería, y siendo vistos por aquel camarero que durante muchas semanas fue testigo del tonteo que tenían. La dejó que hiciese todo lo que quisiera… en su boca, despacio… saboreando cada beso, cada roce de su lengua en sus labios…Y él también la besó, sin pensar en nada más en aquel momento, solo que deseaba besarla con toda la fuerza de su alma. -No puedo Nancy. - Se apartó de ella casi con una súplica. – Por favor, no me hagas esto… Sentía su respiración ahogada y un deseo irrefrenable que no sabía cómo dominar al estar tan cerca de ella. ¿Qué es lo que le pasaba con aquella jovencita? ¿Es que se había vuelto loco? Se levantó de la mesa, seguro de que tenía que marcharse de aquel lugar, no podía controlarse cuando la tenía cerca… La había besado… ¡Y le había gustado tanto que no supo cómo había conseguido apartarse! -¿Vas a decirme que no te gusto, Michael? – Su pregunta fue muy suave, casi suplicante. Lo había visto temblar durante aquel beso, siempre que ella estaba cerca. -¡No puede ser!- Claro que no podía ser… era su jefe… -¿Es por mi edad? Te juro que para mí no es importante que seas mayor que yo… - Se acercó a él, mirándolo totalmente asustada al saber que Michael no cedería. -No es tan fácil, Nancy…No me conoces de nada…no sabes quién soy realmente… -Y estuvo a punto de decirle la verdad de quien era en realidad pero Nancy tapó su boca y se acercó aún más hasta él, poniendo sus manos en su pecho que aún estaba agitado por aquellos besos. -No necesito saber nada…sé lo que siento cuando te tengo cerca… y sé que tú sientes lo mismo por mi… - Muy cerca de su cuerpo… - … lo veo en tus ojos. ¡Me necesitas con toda tu alma! Michael negaba con la cabeza, agitado aún por aquel acercamiento, por el sabor de sus labios… ¡No podía ser! ¡Solo era una cría y además era una empleada de él! ¡Era una locura! -¿De verdad esto es un adiós definitivo? - Suplicó… - ¿Ni siquiera lo vas a pensar? - ¡Tenía miedo a aquella respuesta! – Si lo que quieres es que me aleje de ti, solo tienes que mirarme a los ojos y decírmelo… y te aseguro que no volverás a verme nunca más. Y aquellos ojos… La tenía tan cerca… quiso apartarla de su cuerpo, de su vida…era lo mejor para ambos… Nancy había llegado a su vida tranquila para desarmarla y revolverlo todo…todo lo que había dentro de él… ¿No volver a verla nunca? ¿No sentirla cerca como en aquel instante? Sus bromas, sus risas, sus miradas tan vivas y risueñas… Pero, ¿¡qué le pasaba!? ¡¡Solo era una cría a su lado!! No pudo hacerlo…porque el deseo de volver a tenerla cerca y volver a besarla fueron mucho más grandes que todo el follón que se armaría con Sanders y sus amigos. Definitivamente iba a meterse en un gran lío por ella… -Está bien… - Fijó sus ojos azules en los de ella… No podía decirle adiós para siempre, no podía. - Te prometo que lo pensaré… - Y acarició su mejilla acalorada por el momento. - … es todo lo que puedo decir por ahora. La vio sonreír mientras él se alejaba de aquella cafetería donde por primera vez se habían besado. ¡Y cuánto les había gustado aquel beso! A los dos… Nancy solo había estado unos meses saliendo con Brian, hacía algunos años, cuando ambos eran pareja artística. Después de lo sucedido con Sanders, ella nunca pudo volver a estar con nadie más… nunca… se había cerrado totalmente a cualquier relación con un chico… todos le recordaban aquel horror que deseaba borrar de su mente. Pero con Michael todo era tan distinto… desde el primer día supo que había algo muy especial en él y ahora sabía qué era… Michael era el hombre con el que había estado soñando toda su vida. Para Michael, aquel beso había significado muchísimo, y él lo sabía aunque no quisiera admitirlo. No hablábamos de deseo, de atracción física que la había desde luego, se trataba de algo más intenso, algo que sintió dentro de su corazón al rozar sus labios, al mirarla a los ojos en aquel momento. No fue igual que con Sarah, cuando se besaron intensamente hacía unas noches, solo fue deseo, necesidad…Pero con Nancy hubo algo mucho más intenso. Michael sintió ese pellizco en el corazón que había sentido hacía muchos años, cuando conoció a Elizabeth, cuando la vio por primera vez y supo que quería compartir con ella el resto de su vida. Nancy era una cría, aquello no podía ser… era hija de Sanders, uno de sus socios… se había metido en un buen lío… Cerró los ojos sentado en el asiento de su coche, antes de arrancarlo, y echó la cabeza hacia atrás. ¿Qué iba a hacer ahora? ¡No podía dejar de sentir aquello tan grande que lo invadía por segundos pero tampoco podía complicarse la vida, su carrera, su futuro, por aquella jovencita de veinticuatro años que se le había metido muy dentro de su ser! Definitivamente tenía que pensar muy bien las cosas antes de tomar una decisión, pero lo que sí era cierto, es que aquella chica conseguía nublarle los sentidos con una sola mirada… Capítulo 7 VOLVIENDOME LOCO Steven preparaba los últimos preparativos en la sala de junta mientras Nancy y su compañera terminan de limpiar la sala para una reunión importante. Comienzan a entrar ejecutivos cuando aún terminan de recoger los cubos y el carro de limpieza y Michael y Nancy se encuentran de frente. Hay mucha gente, no dicen nada, solo se miran, se sonríen… le accede el paso a ella y a su compañera y entra en la sala con sus colegas. Había temblado al verla… su cuerpo había vibrado solo con volver a verla después de aquella noche pero no pudo decirle nada, no podía demostrar delante de todos que aquella chica lo ponía nervioso; ella aún no sabía quién era y había tenido suerte de que ninguno de los presentes hubiese comentado algo que desenmascarase su identidad. Sabía que debía hablar con ella pero también sabía que nada sería igual entonces… Sanders también asistió a aquella reunión, había llegado aquel mismo día, tan solo unas horas antes. Traía nuevos datos del proyecto que tenían pendiente y podría informar a todos los que estaban reunidos en la sala, grandes colegas de la profesión con ganas de saber de qué se trataba. Era un magnifico negocio de muchos millones de dólares que solo necesitaba unas ultimas comprobaciones para dar comienzo a la constructora que ellos mismos tenían en el edificio. Disponían de grandes de la construcción encargados de edificar los proyectos que ellos diseñaban y preparaban en las oficinas. Todos juntos hacían el mejor equipo de todos. Hicieron un descanso y Michael aprovechó para ir a su oficina, dos plantas más arriba, había olvidado unos documentos importantes y necesarios para la reunión. Esperó el ascensor varios minutos, mientras hablaba con algunos de sus colegas sobre el gran proyecto que todos esperaban. Vio a Sanders hablando con uno de los chicos de mantenimiento, un joven bien robusto que parecía bastante agitado mientras le contaba algo. Minutos después lo vio al fondo del pasillo, muy acalorado mientras sujetaba a Nancy y la obligaba a entrar por las puertas que daban a las escaleras de incendio. Las puertas del ascensor se abrieron… pero no entró. Supo que pasaba algo… aquel joven hablando con Sanders, el odio en sus ojos, la fuerza con la que había arrastrado a su hija… Recordó las palabras de Steven sobre las palizas que hacía años que recibía de su padre y sin terminar de creer algo tan inhumano, se acercó hasta aquella puerta que se abrió al empujar la barra que la bloqueaba. No vio nada, no escuchó nada. La puerta se cerró tras él y de pronto escuchó un golpe seco más arriba, una planta por encima de él. Alguien había salido en aquel momento. Subió aquellos escalones y al girar en el descansillo vio a Nancy totalmente asustada, tratando de controlar las lágrimas que deseaban salir desesperadamente. Temblaba, su cuerpo intentaba mantenerse en pié pero sus piernas se doblegaron y cayó de rodillas en aquel suelo duro. Michael trató de sujetarla, subiendo los escalones de dos en dos para poder sostenerla antes de caer, pero las rodillas de Nancy rozaron el suelo antes de que él pudiese impedirlo. -¡¡Nancy!! – Y sujetó sus brazos para levantarla pero aquella joven no podía siquiera mantenerse en pié. Temblaba de terror. Levantó su rostro con sus manos y vio aquel golpe atroz en su mejilla y en sus labios que sangraban por la fuerza con la que la habían golpeado. Su cuello estaba marcado por unas grandes manos que casi la habían estrangulado y en sus brazos, descubiertos, también se podían percibir los dedos marcados de alguien bastante fuerte. -¡Por Dios, Nancy! ¿¡Quién te ha hecho esto!? – Le decía mientras sujetaba su cara y secaba las lágrimas de sus mejillas. Sabía perfectamente cuál era la respuesta. Nancy levantó la mirada y lo vio, muy cerca de ella… era Michael. Se echó encima de él, abrazándolo muy fuerte, mientras su cuerpo se convulsionaba ante el terror que tenía metido en el cuerpo. Lloró aún con más fuerza, abrazada a él, mientras notaba como la abrazaba y la estrechaba contra su pecho que la hacía sentir segura. Michael acarició a aquella joven mientras la abrazaba, intentando que recobrase la serenidad después de lo sucedido. Sabía que era difícil pero debía tranquilizarse por su bien. Volvió a preguntarle quién la había golpeado y escuchó como respondía con una excusa típica de gente que es maltratada y trata de ocultar la verdad, por miedo, vergüenza… -Me he caído por las escaleras… - No se lo creía ni ella… -No me digas que te lo has hecho al caer por las escaleras, Nancy, tienes una mano señalada en el cuello… - Dijo mirándole el cuello y viendo señales en él. Tocó aquellas marcas con cuidado. – No puedo ayudarte si no me dices la verdad. -¡Nadie puede ayudarme! – Dijo llorando sin consuelo y volviendo a caer en sus brazos fuertes. ¡¡No sé qué me habría hecho si no llegas a aparecer!! -¡Estás temblando! – Y la abrazó con más fuerza aún, sintiendo cada parte de su cuerpo pegado al suyo. La sentía moverse debajo de sus brazos… estaba totalmente aterrada. – Tranquila. – Susurró muy cerca de su oído. – Vamos, cálmate… nadie va a hacerte nada. Estás a salvo… -¡Estoy muerta de miedo, Michael! ¡¡No puedo más…!! Trato de hacerme la fuerte, trato de luchar, pero ya no puedo más… - La escuchaba llorar, destrozada, implorando una ayuda que nadie podía darle. Estaba sola en todo aquello y no conseguía ver ninguna luz a aquel infierno. - ¡Estaba loco! Hablaba del dueño del edificio como si estuviese acostándome con él… no me escuchaba… no sabía de qué me estaba hablando pero no atendía a razones. ¡¡Se ha vuelto loco!! Michael se sintió tremendamente culpable por aquello. En cuanto vio el enfado de Sanders supo que algo no marchaba bien e imaginó que se había enterado de la relación que mantenía con Nancy. Y no se había equivocado. Aquella pobre muchacha no sabía quién era él y por más que trató de explicarse, Sanders no la creyó y la golpeó hasta la saciedad. ¡Era un miserable! ¿Cómo podía haber pegado de aquella forma a su propia hija? Su móvil vibró bajo aquel pantalón y ambos se separaron un poco. Descolgó, era John, que estaba extrañado por su tardanza, lo esperaban en la reunión y Michael lo tranquilizó explicando que solo serían diez minutos y que podrían empezar sin él. Miró a Nancy, parecía estar más tranquila en aquel momento. Volvió a secar sus lágrimas y ella le sonrió levemente. Aquella chica destrozada no tenía nada que ver con la joven alegre que ligaba con él desde hacía meses. ¡Y la veía tan indefensa, tan extremadamente delicada! Se disculpó, la camisa de Michael estaba manchada de sangre pero él no dio importancia al comentario y trató de que ella se marchase a casa a descansar. Hablaría con el encargado para que no hubiese problemas por faltar a su turno, pero ella debía reponerse después de lo sucedido. Las miradas de aquellos empresarios durante la reunión fueron totalmente descaradas. No dejaban de mirarse, Sanders sabía que había estado con Nancy solo con ver su camisa llena de sangre y la forma en la que entró en la reunión tras el descanso. ¿Se estaba follando a su hija y se quedaba ahí plantado delante de él? Había dejado las cosas muy claras a Nancy y sabía que no lo desobedecería nunca más. Al principio trató de negarlo, suplicándole que parase y jurándole que no sabía de qué estaba hablando, pero sabía que le mentía, y que después de sus golpes y sus amenazas haría memoria y se alejaría de aquel hombre para siempre. Ahí lo tenía, sentado frente a él, con unas miradas desafiantes, llenas de odio. No era tonto, seguro que Nancy ya le había contado todo pero… ¿por qué no se atrevía a acercarse a él para decirle algo? No la defendía ni lo haría nunca, claro que no… Aquello solo había sido una diversión para aquel empresario, que después de saberlo todo, se habría intentado quitar de en medio para no tener un problema con él. Aquella historia estaba acabada y Nancy volvía a estar bajo sus órdenes. Solo tenía a Steven de su lado, un empleado de él al que pondría a raya si se metía más de la cuenta en aquel asunto. Edward se acercó a él después de la reunión, lo había notado muy extraño desde la vuelta y quería saber si tenía dudas sobre aquel proyecto. Podían sentarse a hablar con Sanders tranquilamente en privado y resolver cualquier tema que no estuviese claro. Michael calmó a su amigo, todo estaba bien, le dijo, y se excusó explicándole que estaba cansado. No solo él lo había notado extraño, todos allí sabían que le pasaba algo pero aquel empresario bromeó con todos para no levantar sospechas. ¿Qué iba a hacer ahora?¿Cómo iba a meterse en aquel proyecto con Sanders si se dedicaba a pegar a aquella chica y a humillarla cada vez que podía? Aquella jovencita a la que vio llorar sin consuelo, a la que sintió temblar bajo sus brazos. Sabía que detener aquel proyecto acarrearía muchísimas preguntas, muchos problemas con sus socios y miles de millones invertidos que no recuperarían. Había dado su palabra como empresario y sabía que debía seguir adelante con todas las consecuencias pero, Nancy… Sus principios lo obligaban a alejarse de aquel hombre, a no tener nada que ver con él, sin importar los problemas que pudiera traer después. Coincidió con Nancy dos días después, en una de las salas de reuniones, vacía, y de donde salía una vocecilla que cantaba con una dulzura especial. Miró hacia dentro y la vio agachada, de espaldas a él, tratando de quitar unas manchas del suelo mientras escuchaba música con unos auriculares. Ni siquiera se dio cuenta de que estaba allí dentro. Soltó los papeles que tenía en la mano en una de las mesas cercanas y se apoyó en ella, muy sonriente, mientras la escuchaba emocionada cantar una canción de amor. Minutos después Nancy vio unos pies a su lado y se sobresaltó. Miró hacia arriba y vio a Michael que le sonreía abiertamente. Rápidamente se ruborizó por su presencia y quitándose los cascos de los oídos se acercó a él. -Bailas bien…cantas bien… ¿Hay algo que se te de mal? – Tonteó con ella. Vio como se acercaba a él, aún tenía señales en su rostro por los golpes de Sanders pero estaba preciosa… -Olvidaste decir que también beso bien… - Y se acercó hasta él hasta apoyar sus manos en sus muslos fuertes, que se apoyaban en aquella mesa. – Aunque si lo has olvidado… puedo refrescarte la memoria. -No lo he olvidado. – Dedicándole sus mejores sonrisas. La tenía muy cerca de su cara, de su boca... y no podía dejar de mirarla fijamente a los ojos. Habían llegado a un punto en el que ambos se buscaban y tonteaban el uno con el otro. Sabía que no podría tenerla tan cerca durante mucho tiempo… si seguía allí Nancy acabaría buscando su boca y él no podría negarse. Le acarició la mejilla y le preguntó por los golpes, aún podía ver sus marcas a pesar del maquillaje que había usado para disimularlos. -¿Cómo estás? –Tierno con ella, aquello no una preocupación normal. -Bien. – Entre sus piernas, muy cerca de él. Y lo la apartó… - No es la primera vez. Estoy acostumbrada. - ¡Qué bonita se veía aquella mañana! Quiso saber si haría algo para cambiar aquello, debía ser fuerte y denunciar aquellos golpes pero Nancy no quiso hablar de aquel tema. ¿Para qué? Ella sabía que no podía hacer nada contra Sanders. Michael vestía una preciosa camisa rosa que se pegaba a sus brazos y su pecho, las mangas recogidas y algunos botones abiertos. Un pantalón claro muy pero que muy ajustado a sus piernas y a su perfecto trasero. Parecía estar dejándose algo de perilla, no estaba afeitado… pero estaba endemoniadamente guapo aquella mañana. -Si tengo que elegir, prefiero hablar de lo guapo que estás hoy con esta camisa medio abierta. Tocó el cuello de aquella camisa con suavidad, mirándolo, provocándolo. Le gustaba que hiciera aquello, Nancy tenía una forma de acercarse a él, de tocarlo, de mirarlo…conseguía hacerlo temblar… - …y hueles tan rico… - Sonrió muy cerca de su boca. Sintió como sus manos rozaron parte de su cuello desnudo, aquel día no llevaba corbata y había desabrochado algunos botones de su camisa. Sexy, algo informal. Rozó su piel unos segundos, suficientes para que él lo notase… ¡Dios… lo volvía loco! Pero, ¡solo era una cría! -El otro día dejaste tu olor a perfume en mis ropas, en mis brazos. - Michael reía sus comentarios. – Estuve toda la noche acordándome de ti… - Y se acercó hasta su mejilla que besó dulcemente. ¡Deseaba ayudarla de verdad! Sabía que no podría hacerlo sola desde el mismo instante en que la vio tan asustada por lo sucedido. Y estaba preocupado por ella, lo estaba de verdad. No sabía cómo lo haría pero necesitaba decirle que estaría ahí siempre. -Escúchame… - Le dijo dulce, muy dulce. - Quiero que sepas que si necesitas mi ayuda, estoy aquí… ¿de acuerdo? - Y sujetó su cintura para alejarla de él y levantarse de aquella mesa. En cualquier momento podría entrar alguien o verlos cuando pasasen por el pasillo. Y estaban muy cerca el uno del otro, casi pegados. Llamarían la atención. -Te lo agradezco, pero… - Vio como se acercaba a la puerta y se detenía al escuchar su voz. - … cuanto menos te inmiscuyas en toda esta historia, mejor para ti. Te evitarás problemas, muchísimos problemas. Su voz sonaba tan débil, triste. Realmente se sentía sin escapatoria. No había salida para aquella jovencita. -¿Con quién? – Quería que se lo dijese, que pronunciase su nombre… pero no lo hizo, tenía demasiado miedo. – Dime con quién Nancy. Aunque no lo creas… puedo ayudarte. -No. No puedes… pero gracias por querer ayudarme. ¡Eres un cielo! – Sí, lo era. Agachando la mirada. ¿Cómo iba a poder ayudarla si él solo era un trabajador y Sanders uno de los dueños? ¡Qué bueno era y cómo se preocupaba por ella! ¡¡Era adorable!! -Vamos, dime quién te golpea, Nancy. – Y aunque su voz era sumamente suave y delicada, no consiguió convencerla. -Créeme, es mejor que no lo sepas, Michael… - Lo miró con una tímida sonrisa. - …pero, no te preocupes por mí, de verdad… Estoy bien…– Mintió. Le encantaba aquella chiquilla, fascinado lo tenían aquellos increíbles ojos profundos, pero no era tonto, por mucho que le gustase tontear con ella, aunque la dejase bromear y acercarse a él, sabía que no podrían tener nada. Nancy solo era una cría y no podía tener nada con ella que fuese más allá de aquel juego. En las salidas con sus amigos, Sarah siempre intentaba quedarse con él a solas. Sentía su mano debajo de aquella mesa, acariciando su muslo, el roce de su mano cuando paseaban y trataba de estar siempre a su lado, sus besos en las despedidas… nunca besaba su mejilla, siempre trataba de besarlo, insistiendo en pasar la noche juntos como hacía años. Sus amigos no eran tontos y lo notaban, de hecho a veces John tenía que tirar de Edward para dejarlos solos a conciencia, pensando que Michael debía aprovechar el momento y tener algo con ella, ya fuese un desliz, unas noches locas o algo más serio. Eran adultos y podían dejar las cosas claras desde un principio. Trataba de explicarle a Sarah que seguía pensando las cosas, no era fácil para él, llevaba muchos años sin estar con una mujer y no quería utilizar a su amiga de toda la vida para un simple desahogo. Lo invitó muchas veces a su casa, por las noches, una cena, una merienda, una charla… pero ambos sabían adonde llevaría aquello. Por el momento tenía dos personas esperando una respuesta… Sarah, una mujer con la que podría tener una relación tranquila y llena de cariño pero con la que no habría nada más… no estaba enamorado de ella y sabía que no lo estaría nunca. Y Nancy, una jovencita cariñosa y dulce que le daba todo lo que él necesitaba, que lo hacía vibrar cuando se acercaba a su cuerpo. Deseaba besarla cuando veía aquella boca tan cerca de la suya y sabía que habría mucha pasión con ella. Le hacía sentirse vivo de nuevo… pero Nancy era una cría para un hombre como él. Una cría que conseguía hacerlo débil con solo mirarlo. A veces se quedaba mirando por aquel cristal del gimnasio, viéndola en clase, con sus alumnos, coordinando pasos en clases de zumba o reggaetón, o con las coreografías que preparaba para los jóvenes que estudiaban baile. Pero ninguno bailaba como ella… La veía maravillosa, con aquellos movimientos perfectos que lo hacían despertar sus instintos carnales, dormidos desde hacía años. Sus mallas pegadas a aquel cuerpo moldeado por el deporte, sus tops que se ajustaban a sus pechos y a una finísima cintura… Les hablaba mientras bailaba, guiándolos con aquellos pasos al ritmo de la música, sin perder la sonrisa… y era tan extraño… ¡Con todo lo que estaba viviendo…! ¿Cómo podía sonreír y disfrutar con un simple baile? Era como si desconectase de todo lo malo que había en su vida. Sí, estaba seguro que Nancy desconectaba cuando estaba con sus alumnos, bailando… tal vez era su forma de evadirse, tal vez aquello era lo único que la mantenía fuerte y con ganas de luchar. Quiso saber si seguía pensando en ella, si ya había tomado una decisión sobre ellos. En aquel ascensor, cuando se encontraron aquella mañana, solos, ella con su carrito de limpieza y él con unas carpetas de documentos importantes. El montacargas estaba estropeado, habían llegado los técnicos hacía tan solo unos minutos y ella debía seguir trabajando, así que metió aquel carrito en los ascensores principales, en el mismo que subió Michael unas plantas más arriba. Se sonrió al verla, no era tonto y sabía que era peligroso tenerla tan cerca en un sitio tan pequeño. Ninguno de los dos se controlaría. Le dijo que aún debía seguir pensando las cosas, no era una respuesta que a ella le hiciese gracia pero era la verdad. Para él no era fácil, estaba luchando contra algo que sentía y contra su sentido común. -¿Tan difícil es saber si te gusto? - Preguntó coqueta. - Te veo mirándome mientras bailo, cuando crees que no te veo… y sé que te pones nervioso cuando estoy cerca de ti… como ahora. -Y apartó el carro que los separaba, acercándose hasta él todo lo que pudo. -¡Nancy…! – Sabía lo que haría, ya la conocía y pronunció su nombre bromeando mientras la vio tocar la solapa de su chaqueta. Volvía a tontear con él. -¿Vas a decir que no estás nervioso ahora? –Tonteaba con él descaradamente. -No creo que haya un solo hombre en este edificio al que no pongas nervioso, Nancy… ¡Cómo le gustaba aquella chiquilla! - …sobre todo si te tienen tan cerca… Y no se equivocaba. Sabía que era una chica muy deseaba en aquella empresa, y era obvio el por qué. Sus ojos no se apartaban de los de ella, y no podía dejar de sonreír con sus bromas. Le encantaba cuando hacía esas cosas… le encantaba cuando lo provocaba y conseguía perderlo. -Ya… pero a mí solo me gusta ponerte nervioso a ti. - Y aupándose consiguió rozar sus labios. Siguió con las manos en los bolsillos mientras Nancy seguía muy cerca de él. El ascensor tardada mucho en llegar arriba. Los minutos se empezaban a hacer eternos. No sabía cuánto podría estar ahí, pegado a ella y controlándose para no besarla. Subió sus brazos hasta su cuello, lo rodeó con ellos y se pegó totalmente a su cuerpo mientras tiraba de él para poder besarlo. Era más alto que ella y se inclinó para recibir aquel beso húmedo que no tenía nada que ver con el de la cafetería. La miró mientras lo hacía… y abrió su boca para dejarla entrar todo cuanto ella quisiera. Sintió su lengua rozando la suya… una vez… otra vez… mientras lo abrazaba con fuerza para sentirlo cerca. Sacó su mano del bolsillo y acarició su cintura, mientras ella se acercaba aún más a su cuerpo. Estaban completamente pegados, sintiendo la respiración agitada del otro, notando cada parte del cuerpo pegado al de ellos. Siguió dejando que lo besara, durante unos segundos… maravillosos segundos en los que Nancy se adueñó de su boca, de su lengua, de su voluntad… de todo su ser. La separó despacio, debía controlarse, no podía perder los papeles de aquella forma y menos en el edificio donde todos podían verlos. No podía olvidar quien era aunque lo volviese loco. Se miraron, aún seguían muy cerca, agitados, mirándose con deseo… Nancy seguía sabiendo a fresa… lo volvía loco. -¿Estás loca? – Le reprochó casi con un susurro, sin más voluntad que la que ella le dejaba tener. Pero ella siguió acercándose a su boca, primero suave, dulce, sensual… en unos segundos ardiente, apasionada… metiendo su lengua de nuevo, adueñándose de aquel hombre que cada vez tenía menos fuerza para resistirse. -Quieta… - Susurró alejándose de aquella boca, cerrando los ojos y suspirando. Trataba de coger fuerzas para controlar un poco sus instintos que en el aquel momento estaban disparados. – Por favor… - Su voz casi no sonaba, casi no podía siquiera pedírselo… no tenía voluntad para alejarla. -No estaba segura de haber dejado claro cuáles eran mis intenciones contigo. - Le dijo bromeando mientras mantenía sus brazos rodeando su cuello. -Bueno… he perdido la cuenta de cuántas veces me has metido la lengua en menos de medio minuto... - La provocó, no le recriminó, él la había dejado y no se arrepentía de ello. - … sí, creo que me han quedado muy claras cuáles son tus intenciones. Se sonrieron ante la complicidad que había entre ambos, con sus bromas, sus indirectas, sus provocaciones. Nancy se mordía los labios mientras agachaba la vista ruborizada. -Mi lengua es un poco revoltosa. – Bromeando, sabiendo que le había gustado muchísimo sentirla tan cerca. -¿¡Un poco!? Yo diría que bastante. - ¿Iba a regañarla por aquello? Para nada. Nunca le había gustado tanto besar a una chica como a aquella jovencita que se le echó encima en el ascensor. ¡Y qué rico sabían sus besos! ¡¡Dios, cómo le gustaba Nancy Sanders!! ¿Revoltosa? Su lengua lo volvía loco, su sabor, su calor… -Pero, te ha gustado… ¿a que sí? – Pasando la lengua por sus labios… sensual, provocativa… una tentación total para aquel arquitecto. Estaban muy pegados cuando las puertas del ascensor se abrieron y se separaron de un salto. Había llegado la planta de Nancy y ni siquiera se habían dado cuenta. Edward y John esperaban para entrar y dejaron paso a la joven que sacó el carro de espaldas, sin dejar de mirar a Michael que trataba de disimular su agitación. Era complicado. -¿No sabes que existen los montacargas para que subáis los carros por allí? –Le preguntó Edward mientras le dejaba sitio para salir del ascensor. Nancy se volvió y lo miró, oh, sí, era uno de los jefazos. Le explicó que estaban estropeados y no podía subir el material de limpieza cincuenta plantas, que era donde estaban las oficinas de Steven. -Ese no es mi problema… - Le recriminó secamente. – Te esperas a que lo arreglen, no creo que tarden mucho, pero que sea la última vez que metes ese carro en uno de los ascensores principales. Michael lo miró fijamente, sabía que no podía decirle nada delante de ella. Nancy no era tonta, sabía que Edward era uno de los jefes y él no podía mandarlo a callar sin que ella supiese su verdadera identidad. La miró y agachó la cabeza, su colega se había pasado una barbaridad. Seguramente estaría cabreado por algo y ella era la que había pagado las consecuencias. -No sabía que Sarah usaba brillo de labios… - Y le señaló la boca en donde tenía restos del gloss de Nancy. Sacó un pañuelo y se limpió el brillo, Edward aún no sabía nada sobre el asunto de Nancy, pero John sí y no pudo quedarse callado cuando comprendió que había estado besando a esa chica en el ascensor. -No creo que sea precisamente de Sarah… ¿verdad, Michael? – Preguntó John. Edward lo miró extrañado. ¿Es que había pasado algo que él no sabía? Sabía que tenía un tonteo con Sarah, nada que llegase lejos, lo conocía hacía muchos años pero… ¿de quién era entonces el brillo de labios? Michael miró a John, sabía que volvería a darle la charla. -¿Qué es lo que me he perdido, chicos? - Edward estaba intrigadísimo. -Nada… - Contestó rápidamente. -¿Nada? Yo no diría eso, Michael. ¿Llamas nada a morrearte con una de tus empleadas en el ascensor? - Desde luego fue claro y conciso, dejando a Edward totalmente contrariado. Lo miró extrañado, sin saber de qué cojones estaban hablando. Le preguntó mirándolo fijamente pero Michael no supo qué decir. No iba a negarlo, era evidente que John se había dado cuenta de lo sucedido. -Últimamente, nuestro querido Michael tiene un interés especial en la joven profesora de baile. – Sonaban irónicas sus palabras, sabía que aquello iba a traer muchos problemas aunque Michael no lo viese. - Digamos que… en sus ratos libres, la hija de Sanders, se dedica a darle clases particulares a nuestro amigo. Y debe ser muy buena porque parece que a Michael no le importa repetir. - Y le dio un golpecito en el hombro. -Déjalo ya, John… Edward recordó a Nancy, acababa de salir del ascensor donde había estado con Michael a solas. ¿Se había liado con esa chica? Pero, ¿es que Michael se había vuelto loco? ¡¡Nancy Sanders!! ¡¡Era una cría además de su empleada!! ¡¡Definitivamente su amigo había perdido el norte de todo sentido!! Salieron del ascensor y se dirigieron al despacho de Michael, allí siguieron charlando sobre el tema; Edward estaba fuera de control. -¿Qué cojones te pasa, Michael? ¡Es la hija de Sanders! - Casi gritó. Michael lo miró sentado en su sillón, estaba un poco cansado de la conversación y de que fuese tan importante para todos a quien metiese en su cama. -¡No puedes haber perdido el control de esta forma! - Puso sus manos en la mesa de Michael de un golpe. Edward estaba fuera de sí para el asombro de sus amigos. -¡Eres un hombre de negocios muy respetado y tienes una imagen que cuidar! -No me vengas con eso, Edward. - Estaba cansado de tener que aparentar. -¡Es la verdad! ¿Qué imagen crees que estás dando follándote a una de tus limpiadoras? – Rabioso, celoso… - El gran arquitecto Harrison en las portadas de las revistas del corazón al lado de una infeliz que se dedica a quitar mierda. -Pero, ¿qué te pasa, Edward? ¿Desde cuándo eres tan clasista? – No lo recordaba así. - ¿No puedo follármela porque es la hija de Sanders o porque es una simple limpiadora? - Preguntó enfadado. -¡¡Sencillamente porque es una zorra que te está calentando para joder a su padre!! – Desde luego que Edward había perdido el control de aquella conversación. ¿En serio todo aquello era por los problemas que tendrían con Sanders? - Es lo que ha hecho con todos los tíos de este edificio desde hace años… calentarlos a todos y ensuciar el apellido de un gran arquitecto como lo es Allan Sanders. Es lo mismo que te pasará a ti si sigues adelante con todo esto. John intentó calmar a su amigo y colega que parecía estar fuera de sí, todos sabían que aquella historia traería problemas con Allan Sanders pero debían tratar de solucionar los problemas charlando, no discutiendo de aquella forma. Michael tenía un dolor de cabeza espantoso y se levantó a tomar una pastilla, echándose un poco de agua y tomándolo de un sorbo. Habían comenzado los problemas… -Bueno, obviando a qué se dedique… - Dijo mirando a su amigo Edward que intentaba echarse un trago para calmar los nervios. - …yo no conozco mucho a esa chiquilla ni sé qué hay de cierto en todo lo que cuentan de ella, pero desde luego te arriesgas a un escándalo, Michael. – John hablaba con la voz calmada, todo lo contrario a su amigo que no dejaba de moverse por la estancia. Nervioso. – Y no solo me refiero a la diferencia de edad, sino a todo el escándalo que rodeó a esa cría hace años. Los periodistas se cebarían contigo y lo sabes. Siento tener que decirte esto, pero Edward tiene razón. Nos estarías perjudicando a todos. -¡Me dijiste que no tenías nada con esa chica! ¡¡Me mentiste, Michael!! - Lo miró dolido. Pero, ¿qué le pasaba a Edward? -No te he mentido. -¡Te estabas morreando con ella en el ascensor, joder! – Dijo furioso. -No tengo nada con Nancy, ¿de acuerdo? - Miró a sus amigos bastante enfadado. – No olvido quien es su padre y por supuesto no me he acostado con ella, ¿estáis conforme? -Michael, solo tratamos de aconsejarte lo mejor. - Escuchó decir a John que siempre había sido el más tranquilo del grupo. - Somos tus amigos y esta historia con esa cría es una tremenda locura. Sabía que lo hacían por el bien de todos pero ¿qué podía hacer él si cada vez que la tenía cerca sentía temblar todo su cuerpo? ¡¡No podía evitar sentir algo dentro de él más fuerte que su propia voluntad! -Os agradezco el consejo John, pero soy bastante mayorcito para saber a quién tengo que meter en mi cama. - Los miró fijamente a los dos, mientras les pedía que salieran de su despacho. No quería seguir hablando de lo mismo, sabía lo que tenía que hacer. No era tonto… Se quedó un rato allí sentado, con los codos en la mesa de su escritorio y los puños sujetando su barbilla. La historia comenzaba a complicarse y aún más que lo haría. Aquella había sido la primera discusión con sus amigos, pero sabía perfectamente que si seguía viendo a Nancy, no sería la última. Debía parar aquello, las bromas, las miradas, los besos pero… no conseguía tener fuerzas cuando la tenía tan cerca. Solo había una forma para hacerlo, sabía cual… estaba seguro que ella misma se alejaría de él al saber la verdad… se sentiría engañada. Eso supondría no volver a abrazarla nunca más, no volver a saborear aquellos besos tan deliciosos que cada vez lo volvían más loco. ¿Cómo iba a hacer? ¿Qué iba a hacer? Cerró los ojos, apretó los puños, suspiró y en sus ojos aparecieron lágrimas… no las dejó caer, aguantó, debía ser fuerte… No sabía cómo lo haría, ni siquiera sabía qué haría pero debía buscar una solución lo antes posible. Era un empresario maduro, serio, cabal… no un adolescente con las hormonas revolucionadas. Capítulo 8 ERES TODO EN MÍ… Eran finales de noviembre, la navidad se acercaba y las calles estaban preparadas para las fiestas, con preciosas luces recorriendo la ciudad, escaparates colmados de detalles de la época para animar a la gente a las compras navideñas. Las aceras llenas de nieve, los abrigos, bufandas, gorros y demás complementos comenzaban a verse en los neoyorkinos que calmaban el frío con lo que podían. Aquel era un invierno bastante frío. Nancy tenía todo preparado para aquel día, era su cumpleaños, y como era día laboral no lo celebraría en casa con las amigas sino que lo haría al salir del trabajo; se dirigiría a la pista de hielo de Bryant Park, donde recordaría viejos tiempos. Aquella pista de hielo no era tan conocida como el Rockefeller Center pero al menos no estaba tan aglomerada y podía estar más tranquila y relajada. Le gustaba aquel ambiente, rodeados de tiendas destinadas a la venta de productos navideños, donde solía acercarse para comprar algunos detalles. Siempre solía ir sola pero aquel año era especial, quería intentar ver a Michael para proponerle que la acompañase, deseaba compartir ese momento con él. Le parecía un hombre encantador con el que había descubierto muchas cosas, con el único que había logrado abrirse totalmente, olvidando por completo todo el trauma vivido en su vida. Michael la hacía sentir especial… la hacía sentirse mujer y le gustaba provocarlo porque notaba como trataba de contenerse, a veces en vano, mirándola con un deseo irrefrenable. Veía algo en sus ojos que nunca vio en ningún otro hombre… una necesidad inmensa de amar y ser amado, igual que ella. Lo escuchó poner una excusa ante su proposición y aunque trató de insistir dejó de hacerlo cuando lo notó serio, distante. Tal vez estaba enfadado, quizás no era un buen día. -Nancy, creo que lo mejor es que pongamos un poco de distancia entre nosotros. – Le dijo sin querer si quiera mirarla. Sabía que podría ceder si miraba sus preciosos ojos que tanto le fascinaban. -¿Estás enfadado por lo del ascensor? - Lo miró con tristeza, pensando que tal vez no volverían a tener esa complicidad de días antes… Quizás sus besos lo habían incomodado pero… no era lo que percibió cuando lo tuvo tan cerca. No sabía qué le había pasado pero no era la misma persona que aquellos días en los que habían tonteado. Sus palabras casi fueron desagradables, apenas sin mirarla. ¿Es que había hecho algo malo? ¿Qué había cambiado y por qué la trataba de aquella forma? -Te dije que necesitaba pensar y no puedo hacerlo si te tengo todo el día agarrada a mi cuello tratando de besarme. – Sabía que aquello le dolería, estaba siendo demasiado serio con ella, obviando lo que sentía cuando estaba a su lado. – Si no te importa quiero estar solo. -¿¡Estás hablando en serio!? – Seguramente sería una broma, ¿no? Medio sonrió, temerosa de que realmente estuviese diciendo aquello de verdad. -Sí, estoy hablando en serio, Nancy… ¿o me vas a obligar a sentarme en la zona de los ejecutivos para poder desayunar tranquilo sin que nadie me moleste? – La miró apretando la mandíbula, conteniendo aquello que sentía. - ¿No tienes nada mejor que hacer que estar detrás de mí todo el día? - Sabía que estaba haciéndole daño así que cogió el periódico y comenzó a leer. Era mejor no mirarla… Agachó la cabeza sin saber dónde meterse. ¿Por qué le había hablado de aquella forma? ¿Por qué la trataba tan mal? ¡Se sintió tan mal al escucharlo tan seco con ella! ¡Tan distinto…! Sintió un nudo en el pecho que apenas la dejaba respirar y quiso decir algo pero solo tenía ganas de llorar… No quería volver a verla y de nuevo ponía un muro entre ellos. Aquella mañana tenían a varios clientes muy importantes en el edificio, tenían pendiente un millonario proyecto con unos empresarios de Hong Kong, venidos especialmente hasta allí para poder tramitar el contrato. Después de finalizar todo el papeleo fueron a almorzar juntos, en la cafetería del edificio donde todos los ojos apuntaban a aquella mesa llena de grandes empresarios. Michael estuvo toda la mañana escuchando comentarios de alabanza sobre su trabajo en California, conocían los grandes proyectos con Martin Phillips y como se hizo cargo de todos tras la muerte de Elizabeth. Palabras de elogios que llegados a un momento le comenzaron a resultar demasiado incómodos. Nancy tenía razón, todos lo trataban como al jefazo, alabándolo en todos los sentidos. Era molesto… era falso y estaban tan cansado de todo eso… Desde que había llegado a New York todo el mundo lo trató con demasiada cortesía, regalándole el oído a todas horas y con todo lo que él opinaba. Hubo momentos en los que, en alguna reunión, era complicado escuchar opiniones diversas aunque él mismo insistiera en escucharlas. A todos les parecía perfecto todo lo que decía o hacía. Y aquello era bastante incómodo y exasperante. John y Edward eran una gran ayuda porque ellos eran amigos antes que socios y de ellos sí que conseguía un trato normal, pero para el resto él era un gran empresario y el jefe, por lo que el trato era bastante lejano y pelota, por llamarlo de alguna forma. Siguió escuchando aquellas palabras incluso durante el almuerzo con aquellos empresarios, estaba saturado… No le gustaba que todo el mundo hablase de lo maravilloso que era su trabajo, su elegancia, su saber estar… Vio entrar a lo lejos a Nancy y temió que ella se acercase como otras veces aún a pesar de la negativa que le había dado aquella mañana. ¡Tan seco y distante que había estado con ella! Era lo mejor para todos. Desagradable, frío, lejano, grosero incluso… ¡Pobre Nancy! Agachó la vista y siguió hablando con sus colegas. Ella no lo miró, pasó por su lado sin molestarlo, sin sonreírle… Era normal después de cómo la había tratado y se sintió tan mal al verla irse de su lado contrariada, sin saber qué pasaba pero fuera de lugar. Solo le había faltado decirle que no hacían nada juntos, ella limpiadora, él ejecutivo… aunque sus formas casi lo habían dejado en el aire. Supo que se había excedido con ella, pero pensó que era lo mejor para todos. Recordó sus palabras aquella mañana cuando le comentó que era su cumpleaños y que deseaba ir a patinar con él al finalizar la jornada. Intentó ser fuerte y le dio una negativa por respuesta, a pesar de estar deseando verla en aquel ambiente en el que ella se había movido tan bien. De hecho hacía tiempo estuvo mirando videos en youtube, donde aparecía en las olimpiadas con un joven con el que se compenetraba muy bien. La vio patinando con aquella figura perfecta, con aquellos saltos en el aire y con unos movimientos tremendamente difíciles, pero que ella realizaba a la perfección. El público en pie, los jueces hablando maravillas de aquellos jóvenes que apuntaba muy alto. Reconoció que estuvo muy seco con ella y lo sintió en el alma pero… ¿qué iba a hacer? No podía seguir viendo a Nancy, no podían seguir besándose de aquella forma… Le haría daño, se haría daño y las cosas se complicarían en los negocios. En aquel instante, rodeado de grandes empresarios, charlando sobre proyectos futuros, fiestas de sociedad, bellas mujeres, champagne, dinero, lujo… fue entonces cuando se arrepintió de haber rechazado su proposición. Ella era la única persona en aquel lugar que siempre lo trató de forma distinta, y lo hacía sentir uno más. Lejos de los negocios y las reuniones, lejos de todo lo frio que podía llegar a ser ese mundo. Por eso la buscó en el gimnasio, no la encontró, pero insistió en las oficinas de Steven, donde la vio con su uniforme de limpiadora, su carrito de limpieza, su pelo recogido por una cola que dejaban sueltos algunos mechones y sus auriculares para escuchar música. Se acercó a ella y le sonrió. Estaba seria con él, muy distante. Era comprensible. Nancy le dijo que Steven no se encontraba, acababa de salir, pero él no buscaba a Brown, la buscaba a ella. No dijo nada, siguió limpiando aquella mesa, separando los papeles de su amigo, nerviosa, sabía que la miraba fijamente, dando unos pasos lentos, entrando en el despacho donde estaban solos. -Perdona por lo de antes, Nancy. He estado muy arisco contigo y… -No se preocupe, no tiene que darme explicaciones. – Estaba con la mirada en el suelo, de verdad no quería seguir ilusionándose con alguien que iba a tratarla de aquella forma. Era tan extraño… Parecía necesitarla desesperadamente pero a la misma vez la alejaba y la humillaba cuando le apetecía. -Lo sé, pero me gustaría dártelas, la verdad. – Ya le dije que no tiene que preocuparse. Me ha quedado todo muy claro. Si no le importa, tengo que seguir trabajando. – Y comenzó a guardar las cosas en su carrito. No quería seguir en la misma sala que él. -¿Me metes la lengua hasta la garganta y ahora me hablas de usted? – Sonrió mirándola fijamente, apoyándose en la mesa de Steven, muy cerca de ella. - ¡Vaya, qué cambio!, ¿no? Me gustaba más la Nancy del ascensor… -No he sido yo quien ha querido poner distancias. – Él un ejecutivo, ella una limpiadora… Había quedado claro. - Usted es un ejecutivo y yo la chica de la limpieza que no sabe mantenerse en su sitio. No lo olvidaré. Michael agachó la cabeza sin querer decirle la verdad. Debía obviar que sus colegas le habían aconsejado muy mal sobre ella, aparte de la locura de estar liado con una de sus empleadas. Pensó en una excusa… - Vamos, no seas injusta conmigo, Nancy. Yo nunca te he tratado como a alguien inferior a mí. – Intentó convencerla. -Hoy sí lo ha hecho. - Y le había dolido en el alma, más de lo que nunca hubiese imaginado. -Nancy, hoy ha sido un mal día… demasiado trabajo y estaba muy saturado. No debí… - No siguió, la vio mirarlo dolida y acercándose hasta ella, sujetó su mano, haciéndola acercarse bastante a su cuerpo. Estaba triste, nerviosa, podía percibirlo. – ¿Ni siquiera vas a mirarme? – Y levantó la mirada, triste, melancólica, bien distinta a la de aquellos días. – Da igual los problemas que pueda llegara a tener al cabo del día, tú siempre consigues sacarme una sonrisa, y yo…- Suspiró acariciando sus mejillas. - … yo solo he conseguido estropearte el día de tu cumpleaños. -Da igual. – Bajando la mirada de nuevo. – No. No da igual y aunque no lo creas me encantaría ir contigo a patinar… de verdad. -No es cierto. – No quería su lástima. -Sí que lo es. -¿Y cuando vuelvas a tener otro día malo volverás a echarme a un lado? – Preguntó mirándolo fijamente. - Lo siento, pero te recuerdo que es la segunda vez que me tratas de esta forma y si no querías que me acercase a ti solo tenías que decirlo desde el principio. – Aquello le había dolido de verdad. – ¡Me gustas, Michael, me gustas muchísimo, por eso quería pasar este día contigo y enseñarte cómo soy realmente fuera de este edificio! Pero, no voy a obligar a un hombre a pasar un solo minuto a mi lado si no se muere de ganas por hacerlo. Su genio le encantaba, la forma en la que Nancy conseguía dejar las cosas bien claras manteniendo su sitio y su dignidad. Aquella jovencita era una autentica caja de sorpresas y estaba deseando averiguar todo de ella, sin más secretos, sin más vaivenes. Sí quería conocerla, se moría de ganas por hacerlo. -Me gusta tu carácter… - Le dijo para su sorpresa. - …tienes genio y eso me gusta muchísimo en una mujer. – Acercó su mano hasta su barbilla y la levantó, solo un segundo. – Quizás no sea mucho, tal vez no sea suficiente para ti, pero te aseguro que lo que acabo de decirte es más de lo que le he dicho a una chica en muchos años. -¿De verdad quieres seguir conociéndome, Michael? – Y su mirada cambio por completo. Volvía esa complicidad, esa entrega absoluta a conquistarlo. Podía verlo en sus ojos que lo miraron de aquella forma tan mágica. -Lo cierto es que mi cabeza me dice que debería dejar esto tal como está, pero, hay otra parte en mi… - No dijo que fuese su corazón. - …gritándome,constantemente, que ni se me ocurra dar un paso atrás. Sí, Nancy, me gustaría seguir conociéndote. – Segurísimo de su decisión y sus ganas de compartir con ellas unas horas lejos de todas aquellas miradas. –Te advierto que al final podrías acabar enamorado de mí… - La vio sonreír. Preciosa. No lo dudaba, enamorado sería poco. -No soy un hombre que se enamore fácilmente. - Aunque sus ojos gritasen lo contrario, aunque su alma entera saltase de júbilo por tenerla cerca… -De mí sí que lo harás… -Segura al máximo de sus palabras, acariciando aquella chaqueta, jugando con él de nuevo… a Michael le gustaba y ella lo sabía. -Estás muy segura de ti misma por lo que veo… - Dijo sonriéndole pero sabiendo que era cierto. Se miraban cómplices de lo que iba a pasar entre ellos si ninguno de los dos daba un paso atrás en toda aquella historia. Pero, ninguno quiso darlo. -Estoy segura de lo que veo en tus ojos, Michael. – Y se aupó para rozar sus mejillas con un beso que hizo temblar el cuerpo de aquel empresario. -¿Y puedo saber qué es lo que ves en mis ojos? – Le preguntó sonriendo, incitándola a seguir con aquel juego que tanto les gustaba a los dos. ¡Cómo le gustaban aquellas charlas con ella! -Que me necesitas con toda tu alma. – Susurró muy cerca de sus labios, fijando sus ojos en los del otro. Al cien por cien segura de lo que decía. Agachó la mirada un segundo, Nancy lo hacía temblar, lo hacía sentirse como un jovencito nervioso y enamorado. ¿Cómo podía tener ese efecto en él? Un hombre serio, maduro, responsable, cabal, seguro de cada paso que dio en su vida… y ahora, en solo unos meses, con unas pocas charlas y miradas había logrado desestabilizarlo por completo. Definitivamente aquella cría se había metido en cada parte de su alma, de su propia piel y no haría nada para sacarla de ahí. No, no lo haría. Decidió verla en el parking sobre las nueve, la recogería e irían juntos a dar una vuelta. Deseaba tomar algo con ella, estar unas horas fuera de aquel edificio donde nadie los conociese… aunque sabía qué significaba todo aquello. Irían en su coche a patinar, solo un rato, suficientes para sacarle la sonrisa más bonita de todas a aquella joven que supo que aquella noche sería especial. Lo vio con unos documentos, apoyado en un precioso y carísimo Mercedes AMG CLS 63 S, de 585 CV y V8 cilindros, color negro perla, el cual parecía ser suyo. Pero… ¿ese era su coche? ¡Le gustaban los coches caros por lo que veía! No es que ella entendiese de coches ni de sus precios, pero sabía reconocer una maravilla como aquella de lejos. -¿¡Este es tu coche!? – Preguntó muy sorprendida. - ¡¡Vaya!! El sueldo de arquitecto está mucho más valorado de lo que yo pensaba. - Y acarició la carrocería de aquel coche mientras se acercaba a Michael y le quitaba aquellos documentos de la mano. No entendía mucho de coches, pero estaba claro que aquel costaba una pasta muy elevada. -¡¡Vamos, devuélvemelos!! Son importantes. - Su voz era muy dulce, no podía ser de otra forma con ella. Trató de cogerlos pero se encontró con el cuerpo de Nancy muy cerca del suyo. Empezaba a jugar… -Mi cumpleaños también es importante y… - Miró la muñeca de Michael y vio la hora en su reloj. - …a partir de ahora se termina la jornada laboral, nada de trabajo, o tendré que ir a dar las quejas al jefazo. La miró fijamente mientras pasaba su lengua por sus labios, pensativo. Sería una noche maravillosa pero muy complicada para tener autocontrol de sí mismo estando cerca de ella. Lo sabía, pero sujetó su cintura y la acompañó hasta el asiento del copiloto. Sujetó aquellos documentos y los guardó en la guantera del coche. Por dentro era aún mejor, la tapicería era de cuero negro y estaba claro que era un coche de un lujo superior. Muy amplio por dentro y bastante cómodo, con detalles minuciosos y muy refinados, como las molduras de fibra de carbono en el salpicadero y el panel de instrumentos, con unas terminaciones muy elegantes que creaban un ambiente muy distintivo. Techo corredizo de cristal, asientos delanteros y traseros multicontorno con función masaje e iluminación de ambiente en diferentes tonalidades. Y eso solo a simple vista, mejor no preguntar… aquel increíble coche rondaría los 180.000 USD. Casi no se atrevía a moverse por no ensuciar nada y Michael, mirándola de reojo a su lado, la tranquilizó con una sonrisa cómplice. Nancy le preguntó bromeando si realmente era arquitecto y aunque hubiese sido el mejor momento para sincerarse con ella, él solo le preguntó donde quería ir. El lugar elegido era una preciosa pista de patinaje llamada Bryant Park, muy cerca de donde trabajaban y en donde Nancy estaba acostumbrada a patinar en invierno. Era uno de sus lugares favoritos, donde pasaba muchas horas, pensando, cuando estaba triste. En verano pasaba largos ratos en la biblioteca municipal o sentada en el césped, cuando dejaban, donde ahora habían colocado una enorme pista de hielo. Le encantaban las casitas de cristal alrededor de la pista, unas maravillosas y coquetas tiendas en las que podías encontrar multitud de detalles para regalar en navidad. Lo cierto es que llegaron en unos minutos y aunque al principio Michael estuvo reacio de ponerse unos patines, al final logró convencerlo. No habían ido hasta allí solo para verla de lejos, quería patinar con él, no encontraría mejor profesora que ella. No lo dudaba en lo más absoluto. Así que aquel empresario no pudo negarle nada a Nancy aquella noche en la que estaba radiante, con unos pantalones negros elásticos que se pegaban a sus piernas, unas botas de montaña del mismo color que cambio por unos preciosos patines azules que se colocó con total destreza. Al principio trató de ponerse de pie, llevaba muchos años sin patinar, exactamente desde que estuvo en la universidad, pero ella lo sujetó riendo, abrazándolo y tratando de que mantuviese el equilibrio. No podía parar de reír intentado no caer, era vergonzoso verla a ella ahí parada, con aquella naturalidad y a él, andando torpemente mientras se sujetaba a la barandilla para no resbalar. La miró a su lado, estaba pegada a él, pero trató de soltarse y dar unos pasos cerca del punto de sujeción. Lo consiguió y miró a Nancy a unos metros de él. No parecía tan difícil. ¿No? Ella se acercaba, giraba, moviéndose de espaldas, frenando… mientras charlaban tranquilamente sobre la facilidad de Nancy para mantener el equilibrio. -Mira… si eres bueno, algún día te enseñaré a hacer algo así. Y la vio alejarse rápidamente, con unos pasos largos y firmes, girando antes de llegar a las esquinas, de espaldas, dando pequeños saltos, levantando las piernas y girando rápidamente sobre sus pies. ¡Era impresionante verla hacer eso! La miraban, todos lo hacían, él lo hacía… No podía dejar de observarla mientras patinaba, parecía desprender una luz maravillosa en su rostro, en sus ojos mientras hacía piruetas y mostraba sus habilidades como patinadora. Se acercó a él y frenó de golpe justo a su lado… Tenía una sonrisa especial aquella noche. -¿No me irás a decir que eso también lo has aprendido en una academia? – Bromeó con ella, recordaba la conversación que tuvieron en la cafetería sobre sus habilidades con los idiomas y como ella trató de evadir las respuestas. Negó con la cabeza y muy sonriente le preguntó por su regalo. Era su cumpleaños… La miró con sorpresa, él no había traído nada, de haber sabido antes que era su cumpleaños tal vez hubiese tenido un detalle con ella, pero... -No seas tonto… Quiero un beso. - Y se acercó a él que trató de echarse para atrás rozando con la barandilla de aquella pista. – Esta vez no pienso lanzarme sobre ti… tienes que dármelo tú, es mi regalo. Sabía que pasaría algo así… su voz sonaba muy dulce, sensual y sus labios, con aquel gloss que ella solía usar, lo esperaban desesperadamente. Se hizo el duro. -¿¡Un beso!? ¿Quieres un beso como regalo? - El juego empezaba a gustarle cada vez más. Le gustaba hacerse el duro con ella porque eso hacía que lo provocase aún más y aquello lo volvía loco. – Yo… no suelo regalar mis besos a cualquiera. -Yo no soy cualquiera. – Dijo poniéndole ojitos y acariciando su abrigo negro de corte cruzado y galones. Llevaba una bufanda gris ahuecada en el cuello que Nancy comenzó a tocar muy sensual. Michael tenía gustos carísimos pero muy elegantes. – Además, es mi cumpleaños, y no me has regalado nada… seguro que podrás hacer una excepción, ¿no? Acercó sus manos a las mejillas heladas de la joven, que notó el calor de aquellos guantes. Se miraban tan cerca que casi podían percibir los latidos de sus corazones. Acelerados, muy acelerados. -Eres una chica muy persistente, ¿no te rindes nunca? – Y movió su cabeza negándolo mientras cerraba los ojos y le sonreía. Se miraron a pocos centímetros, a sabiendas que deseaban aquello con todas sus ganas. - Me gusta… - Le susurró acercándose hasta sus labios. Michael agachó su cabeza unos centímetros, estaban tan pegados que no hizo falta nada más… y la besó, primero con un pequeño toque en los labios… paró, la miró de nuevo y volvió hasta sus labios que lo aguardaban con deseo. -¿Contenta? - Le preguntó sin separarse de su lado y sin soltar su rostro que mostraban una nariz enrojecida por el frio al igual que las mejillas. -Bueno, si te soy sincera…- Y trató de hacerse la dura, mordiendo sus labios y pasando su lengua por ellos. - …lo esperaba un poquito más… ¿intenso? No sé, pensaba que te esmerarías más por ser un día especial. Michael no podía dejar de sonreírle ante sus comentarios, desde luego era obvia la atracción que existía entre ambos y ya no hacía falta ocultar las cosas más tiempo. Se moría de ganas por besarla. -¡No tienes arreglo, Nancy! – Se mordió los labios y suspiró mientras reía sus comentarios. Estaba fascinado con aquella chica. Y acercó su boca de nuevo a la suya, de forma distinta, como nunca lo había hecho. Rozó sus labios con ganas, con entrega, una vez, otra y sintió la lengua de aquella jovencita rozar sus labios. Sonrió, la miró y se apartó de su boca solo unos centímetros, sin soltarla. -Quieta… - Le susurró sin dejar de mirar sus labios. – Deja que lo haga yo… - Y abrió la boca de Nancy con la suya, metiendo su lengua dentro de ella, varias veces, saboreando su sabor, sintiendo su deseo irrefrenable. Aquel día usaba gloss de sandia… lo volvía loco, daba igual el sabor, solo podía abrir sus boca, besar sus labios, meter su lengua mientras la estrechaba contra su cuerpo que ya no podía más. Los brazos de Nancy rodearon su cuello mientras sentía como Michael se olvidaba de cualquier problema, desatando toda la pasión y el deseo que ella le provocaba. Se besaron durante minutos, sin parar, mirándose mientras lo hacían, cerrando los ojos en algunos instantes y sintiéndose el uno al otro con total entrega. -¿Qué tal ahora? - Le preguntó pícaro, sabía perfectamente que le había gustado. -Me gusta… besas muy bien, Michael. – Se había hecho el duro todo ese tiempo pero siempre supo que la deseaba con toda su alma, apenas podía ocultarlo ya. Besaba muy distinto a Brian, sus besos no tenían nada que ver. Era apasionado, sabía hacerlo, despacio, jugando con sus labios, con su lengua… Quería aprender con él sin lugar a dudas. – Si tengo que ser sincera contigo… - Quería serlo. – Solo he besado a un chico en mi vida y de eso hace… - Lo miró tímida, solo había besado a Brian. - … hace muchísimo tiempo. -Ya lo había notado. – Le soltó sin nada cortés. -¡¡Oye!! No eres nada galante. – Sin dejar de sonreírle. – Tienes una forma muy sutil de decirme que no beso bien. – Y consiguió ponerle ojitos, haciendo debilitar a aquel empresario. - ¿Tan mal lo hago? Pero Michael no contestó, seguía mirándola totalmente embelesado, regalándole una preciosa sonrisa, besándola suavemente. Una vez, otra vez, no sabía cuál de los dos estaba más enganchado por el otro. Estaba claro que tenían una atracción fortísima. -¿Crees que sería mucho atrevimiento pedirte unas clases más? Así, podría aprender mucho más rápido. – Juguetona. La miró, agitados los dos…aquel momento había tardado mucho en llegar pero había merecido la pena al cien por cien. La tenía tan cerca, pegada a su cuerpo, sintiendo como trataba de reponerse ante aquel beso. -Sí que lo sería, pero… - La vio morderse los labios y deseó volver a ellos. - …como hoy es tu cumpleaños, no estaría bien que me negase a darte alguna clase extra. ¿No? Sintió su lengua húmeda muchas veces, dentro de él, pero no se apartó, al contrario. Metió la suya, la movió con sabiduría y experiencia y le mostró solo con un beso todo lo que llevaba guardado en todos aquellos años de abstinencia total. Nancy había desatado en él un deseo grandioso, irrefrenable… y no sabía cómo iba a controlarlo después de haberla besado y sentido de aquella forma. La escuchó decir que aquel había sido el mejor regalo de todos, en muchos años. Sus besos eran lo mejor que había probado nunca. Nancy se aupó, y lo besó de nuevo. Tenía que aprovechar el momento. Le comentó que le fascinaba su sabor, aquel día era a sandia, el resto había sido a fresa… y le encantaban. Bromearon sobre ello y la joven le informó sobre la larga variedad de sabores que tenía en casa. Usaría uno por día para que Michael los probase todos, ya que le gustaban tanto sus besos con sabor a fruta, podría aprovechar y empecharse de ella todo lo que quisiera… y ante aquel comentario volvieron a reír y a besarse. Un golpe seco y fuerte los separó de aquel momento romántico dejando caer a Michael al suelo que sintió el frio y duro hielo en su trasero. Nancy consiguió mantener el equilibrio por su gran habilidad con los patines, pero no dejó de reír ante aquella caída ocasionada por un crio que no pudo frenar a tiempo. Le tendió la mano y lo ayudó a levantarse, se agarró a ella fuerte, pasando su brazo por encima de sus hombros… desde luego ella sí mantenía bien el equilibrio y ante sus bromas por el golpe Michael solo pudo conseguir sonreír embelesado por aquella jovencita que le estaba haciendo pasar un momento único. Hacía mucho que no disfrutaba tanto y de tan buena compañía. Sintió la mano de Nancy en su culo, acariciándolo y la miró asombrado por la confianza que se había tomado. Sin soltarla le preguntó bromeando: -¿¡Me estás tocando el culo!? - Créeme, sé lo que duelen esos golpes contra el hielo… trato de darte un masaje… - Mentía. …así te aliviaré el dolor. - Y siguió haciéndolo mientras lo explicaba. Mirándolo mientras disfrutaba de ello. -No estoy muy seguro de que sólo estés intentando aliviarme el dolor. – Tampoco él se apartaba… le gustaba… le gustaba muchísimo. -¿Crees que estoy intentando aprovecharme porque es mi cumpleaños? – No dejaba de tocarlo, de acariciarlo… él la dejaba mientras bromeaban. -Pues… sí. - Lo pensó solo un segundo… estaba totalmente seguro de que lo hacía adrede, pero le gustaba. - La verdad es que sí. - La vio sonreír sin dejar de acariciarlo… podía sentir su mano en su trasero, rodeándolo despacio. -Bueno, es redondito, durito y en su justa medida. Yo diría que es divino para aprovecharse. - Y le dio un pellizco que lo hizo mirarla sorprendido. - Tienes un culo perfecto, Michael. Tomaron algo en la cafetería de aquella pista, donde podían seguir contemplando a la gente patinando tras la cristalera que rodeaba el lugar. Y allí charlaron de muchas cosas, entre ellas la impresionante habilidad de Nancy con los patines. Le explicó que hacía años se había dedicado a ello profesionalmente y que debido a un accidente tuvo que retirarse. Claro que aún podía ponerse unos patines y hacer algunos giros como lo de esa noche, pero realmente no podía volver a saltar en el aire ni hacer las piruetas que había realizado durante muchos años. Aquello se había acabado para ella, pero le gustaba recordar viejos tiempos en aquellas fechas, en su cumpleaños, cuando decidía volver a colocarse unos patines y sentirse viva de nuevo. -Y, ¿aquel accidente tiene algo que ver con lo sucedido, hace días, en el trabajo? – Sabía que hablaba de los golpes. – No evites la conversación, Nancy… la gente habla, se escuchan muchas cosas sobre ti. - Dio un sorbo al café que tomaba mientras la miraba fijamente. Vio como se movía en aquella silla, empezaba a ponerse nerviosa, sabía que aquel tema no era de su agrado pero deseaba saberlo de sus labios, quería la verdad. -Nada de lo que escuches sobre mí en ese edificio es cierto, Michael. - Siguió probando su helado de nata. – Solo unos pocos me conocen realmente. -Entonces… ¿no es cierto que seas la hija de Allan Sanders? – No se anduvo con rodeos. Vio el rostro de Nancy, desencajado ante aquella verdad y la vio afirmarlo después de pensar un poco la respuesta. -Eso… tampoco es del todo cierto. - Parecía bastante afectada con aquel tema. – Es el hombre que me crió y me acogió como a una hija, me dio su apellido, me alimentó y me pagó unos estudios en las mejores escuelas. Recuerdo que cuando se casó con mi madre era un hombre bueno, amable y cariñoso… - Su rostro se volvió muy triste. - … después todo cambió, ya ni siquiera lo reconozco… - Encogió los hombros muy afectada. - …hace años dejé de ser su hija… ahora soy la chica de la limpieza. Agachó la vista al suelo, tal vez ocultando aquella verdad por la que tanto había sufrido, según le conto Steven. La miraba fijamente y aquella era la primera vez que mantenían una conversación totalmente seria sobre ellos. -¿Desde cuándo te pega? - Y la vio asombrada, abriendo los ojos y la boca ante su comentario. Para nada imaginaba que él supiese algo de todo eso… no había mucha gente en aquel edificio que supiese esa desgarradora verdad. - Sé que fue quién te golpeó en la escalera… ¿Por qué está tan furioso contigo, Nancy? -Si has escuchado cosas sobre mí, también sabrás por qué me odia tanto. - Oí algo sobre una denuncia. - Tampoco quería contarle todo lo que había escuchado. -Sí, claro, pero eso vino después… los golpes vinieron mucho antes. - La vio quitarse aquel gorro de lana y tratar de atusarse el cabello algo despeinado. Estaba muy nerviosa y trataba de evitar su mirada. – Casi siempre cuando venía borracho y… pegaba a mi madre. Intentaba defenderla y al final… - Ella también era golpeada. -¿Nunca has intentado plantarle cara? – No dejaba de mirarla preocupado por todo aquello. ¡Qué fácil eran las cosas vistas desde fuera! Nancy no había hecho otra cosa desde niña que tratar de defender a su madre y a ella misma, pero los golpes eran mucho más fuertes cuando lo intentaba, y así se lo dijo a Michael que no salía de su asombro por el infierno que debía haber pasado aquella chica que intentaba no perder la sonrisa. -Siempre… solo que entonces pega mucho más fuerte. – Se encogió de hombres, con lágrimas en sus preciosos ojos queriendo salir. Pero las contuvo, medio sonriendo, tratando de ocultar su terror. Sanders sobraba aquella noche allí. -¿Y qué hay de tu verdadero padre? ¿Nunca ha intentado defenderte de él?- Estaba claro que alguien debía dar la cara por ella. Sanders se aprovechaba de ella porque era una mujer pero con un hombre que estuviese a su lado, protegiéndola, todo sería distinto. -De él no sé nada. Mi madre nunca contó mucho sobre aquella historia, solo sé que lo amó con toda su alma y que por razones que desconozco nunca pudo estar con nosotras. – Una vida entera llena de sufrimientos, de golpes, de ausencias, de reproches… - Ni siquiera sé si sabe que existo. Prefiero pensar que no sabe nada de mí, es mucho menos doloroso que vivir sabiendo que a tu verdadero padre le importa una mierda lo que le pueda pasar a su hija. Ni una llamada, ni un abrazo, ni un solo beso en tantos años… - Bajó la cabeza sin querer seguir pensando aquellas cosas que estropeaban la velada con Michael. Nancy trató de evitar aquella conversación pidiendo hablar de algo alegre, de él, por ejemplo, quería saber cosas de Michael. Era su cumpleaños y quería disfrutar de aquella noche… hablar de Sanders o de aquel hombre al que ni siquiera conocía, les amargaría la velada. Quería saber por qué era tan reacio a mantener una relación con una chica, qué le había pasado en su vida, quien le había hecho tanto daño… quería saber de Michael. -Yo no soy reacio a estar con una chica… - Él sabía que mentía. -¡Claro que lo eres! – Y se levantó para sentarse más cerca de él y sujetar su brazo apoyado en aquella mesa blanca. Lo veía sonreír muy cerquita y le fascinaba. – ¡Fíjate cuánto tienes que pensar para decidir si quieres que salgamos juntos! ¿No te gusto lo suficiente? La tenía muy cerca y sus miradas eran fijas en el otro. ¡Claro que le gustaba! No hacía falta adivinar mucho para saber que estaba muy colado por Nancy pese a que trataba de disimularlo… -Las cosas no son tan fáciles como crees… - La miró, no había contestado a su pregunta. - Claro que me gustas… eres una chica preciosa. -Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Por qué tienes que seguir pensando? -Principalmente porque, por mucho que me gustes… - Lo recalcó. - … tienes veinticuatro años, Nancy. – Lo corrigió, acababa de cumplir veinticinco. Michael sonrió. – Es cierto… veinticinco has cumplido hoy… - Recalcó de nuevo. - Yo tengo cuarenta y cuatro… tengo edad suficiente para ser tu padre… - La miraba medio sonriendo, hablándole muy dulce… - … y yo no suelo salir con chicas que podrían ser mis hijas… Se levantó. Provocándolo… y al verla acercarse hasta él se echó atrás en aquella silla, notando como se sentaba encima de sus piernas y rodeaba su cuello con sus brazos. -¿Y sueles meterle la lengua a las chicas que podrían ser tus hijas? – Preguntó pegada a sus labios. Sonrió. Nancy no tenía arreglo y seguía igual de persistente. - Lo digo porque tus besos ahí abajo… - En la pista de hielo… - …han sido húmedos, apasionados y profundos… nada que ver con los que un papá le da a una hija… ¿no crees? - Y se metió en su boca de nuevo, sin pedir permiso, ya no lo necesitaba… dejando que sintiese su lengua húmeda y caliente rozando la suya. Definitivamente no querría tenerte como padre… -¿Ah no? – Replicó sin dejar de sonreírle. Él también la provocaba. -Sabes demasiado rico… - Susurró cerca de su oído. Jugaba con él, consiguiendo sacarle las sonrisas más bonitas de todas y eran solo para ella. Definitivamente Michael tampoco podría controlarse con una hija así… lo volvía demasiado loco. - Serias el papi más sexy del mundo y con esos ojos y esa boca… - Rozó sus labios con sus dedos, mirando aquellos ojos bellísimos. Notaba sus manos calientes en su cintura y en sus piernas, acariciándola despacio… - …no sabría cómo contenerme para no besarte… - Jugaba con su bufanda, con él… Sus bocas volvieron a pegarse con ganas… la dejaba hacerlo, mirándola ahí, encima de él, saboreando su saliva dentro de su boca, en sus labios que conseguía morder con suavidad. - Y… me apuesto contigo lo que quieras, a que tú tampoco querrías tenerme como hija. Estaba claro que no… y no hacía falta mucho más… no podían dejar de mirarse pegados. Nancy tenía unos preciosos ojos negros que brillaban de una forma increíble… Michael presumía de unos inmensos ojos azules con unas grandes pestañas negras que resaltaban aún más la inmensidad de aquel color. -Tendría un grave problema si lo fueras… - Un gravísimo problema, porque sería incapaz de encontrar la forma de controlarse… aquella atracción era tan intensa que todos los presentes podían notarlo. - …porque yo tampoco sabría cómo controlarme… - Y la vio sonreír abiertamente a unos centímetros de sus labios, mirándolo fijamente… era en vano ocultar la fuerte atracción que sentían el uno por el otro… Apoyaron sus frentes y Michael la vio cerrar los ojos durante un segundo mientras rozaba su nariz con la suya. Se miraron, totalmente juntos, sintiendo sus respiraciones agitadas. Aquellos ojos negros lo ponían tan nervioso… profundos, sinceros, bellísimos… deseando meterse dentro de él, de su interior… queriendo conocer cada parte de su ser. Nancy sentía que Michael escondía algo de su vida, seguía pensando que alguien lo había hecho sufrir muchísimo y por eso era de aquella forma. Él lo negó, contándole que hacía años estuvo felizmente casado con una mujer maravillosa, pero ocultó la realidad de aquella separación… sabía que Nancy comenzaría a atar cabos en cuando supiese que era viudo. Solo le explicó que ella, jamás, lo hizo infeliz… el tiempo a su lado fue la mejor época de su vida. Él no podía dejar de mirarla, ahí, sentada en sus piernas, apenas pesaba, era una chica delgada y le gustaba tenerla tan cerca de su cuerpo. No podía negar que todo en ella le fascinaba. Elizabeth fue siempre una bellísima persona y él había sido el afortunado, pero ahora era Nancy la responsable de aquel cambio en él. Se lo reservó… seguiría siendo afortunado por ello pero en silencio. -¡Esto es una locura, Nancy! ¡No sé que estoy haciendo aquí!– La miró sin saber qué hacer... sentía tanto en su interior… sentía tantas cosas por aquella jovencita. - ¡Eres una cría! – Dijo cerrando los ojos y pasando las manos por su pelo. -¡No lo soy, Michael! – Sujetó su rostro con las manos, hablándole muy pegada a él. – No pienses más en mi edad, por favor. Olvida que tengo veinticinco años… déjate llevar… -¡No puedo! Veinticuatro, veinticinco… ¿qué más da? Aunque tuvieses treinta, Nancy. ¡Eres una cría a mi lado! ¡¡Esto no tiene sentido!! Aquella joven se levantó de sus piernas, decidida, alegre, sonriente. Habían hablado de Sanders, de su esposa, de su edad, pero era una noche especial para ellos y deseaba disfrutar de él plenamente, sin pensamientos tristes. Sujetó su mano y tiró de Michael, quería bailar, allí mismo, en aquella cafetería en la que sonaba una melodía de navidad pero en la que todo el mundo estaba sentado. No era precisamente un lugar para bailar. -¡Nooo! ¿¡Qué dices!? ¿¡Te has vuelto loca!? - Intentaba tirar de ella pero consiguió levantarlo a base de tirones. - ¡No voy a bailar aquí! ¡¡Todos nos miran!! – No dejaba de sonreír abiertamente. Se sentía tan vivo a su lado. - Olvida la gente, Michael… - Y pasó sus brazos alrededor de su cuello. Ya lo tenía bien sujeto. – Ese es tu problema… estás pendiente de lo que la gente de tu alrededor pueda decir… ¡Estás conmigo, ven aquí y disfruta del momento y de la canción! - Y cogiendo sus manos hizo que la abrazase, pegándolo a su cuerpo que deseaba aquel contacto. -Pero, nos están mirando todos… - Rodeando aquella cintura. No le gustaba sentirse el centro de atención, siempre había sido un hombre muy discreto. -¡Claro que nos miran…! – Dijo riendo y levantando la cabeza, jugando con él… - Me tienen envidia porque bailo con el hombre más guapo de esta cafetería. - Lo vio mirar a otro lado, algo avergonzado. - ¿Qué digo de la cafetería? ¡El hombre más guapo de Bryan Park, de to...do New York! – Y consiguió toda su atención con sus comentarios, con sus halagos… olvidándose de toda la gente que los observaba… Nancy conseguía todo de él… - Olvida la gente, Michael. La canción que sonaba era Have yourself a merry Little christmas, interpretada por el gran Allan Jackson, una preciosa melodía de navidad que fue perfecta para ambos, allí pegados, sin dejar de mirarse, de acariciarse. Al principio se sintió algo incómodo porque veía todas aquellas miradas de los allí presentes, que reían ante el atrevimiento de aquella pareja que bailaba… parecían muy enamorados. Después se olvidó de ellos… Solo podía sentirla muy cerca de su cuerpo mientras acariciaba su espalda y la sentía temblar bajo sus brazos. -¡Qué rico hueles! – Pegó su cara en su pecho… cerrando los ojos, impregnándose de su aroma. - ¿Qué perfume usas? ¡Me encanta! -Este concretamente es… Clive Christian. - Y Nancy lo miró riéndose… asombrada por sus gustos extremadamente caros. -¿¡Perdona!? – No podía ser… - ¡¡Clive Christian!! Estás de coña, ¿no? - Me gustan los perfumes buenos. - Afirmó al ver su expresión. Nancy conocía ese perfume y su precio. -¿¡Los perfumes buenos!? Ese no es un perfume bueno… ¡Es el perfume! - Definitivamente Michael la asombraba por momentos. - ¡¡Dios!! ¡Tus gustos son…! – No terminó. - ¿En serio eres arquitecto? – Era broma, claro… - Yo creo que me mientes… sí… - Rozó su nariz fría con sus dedos… jugando como una niña con aquel hombre que se sentía como nunca en sus brazos. - … tienes gustos de gran empresario rico y estirado… como mi padre… - Rieron el comentario, obviamente por distintos motivos… - Me lo pone usted muy difícil para regalarle algo por navidad, señor arquitecto… - La miraba embelesado, suspirando mientras observaba aquellos preciosos ojos negros que tan nervioso lo ponían. -¡No tienes que regalarme nada por navidad! – Lo decía en serio, apenas estaban conociéndose. -¡Claro que tengo que regalarte algo!¡¡Es navidad!! Y estoy loquita por ti… pero, eso ya lo sabes, ¿no? – Por supuesto que lo sabía. - Aunque mi sueldo no me alcanza para tus exquisitos gustos así que… tendrás que conformarte con un detallito más acorde con la economía de esta limpiadora. Nancy rozaba su nariz fría con la de Michael, bromeando, rozando sus labios muy despacio, mientras tarareaba aquella canción y le sacaba una sonrisa a aquel arquitecto embelesado con ella. -Nancy, en serio, no tienes que… -¡¡Cállate!! No lo estropees… - Lo rodeó aún con más fuerza, apoyando su cabeza en su pecho y Michael cerró los ojos, sintiendo aquel momento como el más maravilloso de su vida en muchos años. Nancy era todo en él, por qué seguir negándolo más tiempo… su alma entera sabía que aquella joven era la luz que su vida necesitaba… Toda su esencia se dispersaba por cada rincón de su alma, ella lograba que todo el temor se alejase de su vida porque a su lado había vuelto a renacer por completo. Besó su cabello, la sentía en aquel momento tan pequeña, tan débil en sus brazos y sin embargo le parecía una chica realmente fuerte, una jovencita luchadora y tenaz que nunca había perdido la sonrisa ni las ganas de luchar pese a lo que había vivido. Y, ¡tan difícil que resultaba todo! Ahí a su lado, todo era sencillo, mágico pero sabía que debía pensar con la cabeza porque aquella relación era muy complicada. -¡¡Michael!! Abrió los ojos y giró la cabeza hacia aquella voz tan familiar. ¡¡Era Carol!! Separó a Nancy de su cuerpo y miró a su hermana testigo de aquel sentimiento tan difícil de ocultar en aquellos momentos. No sabía qué decir, lo había pillado abrazado totalmente a una joven y ella no era tonta; le esperaba una larga conversación con su hermana además de saber que contaría todo en casa. La conocía. -¡Carol! ¿¡Qué haces aquí!? –Preguntó mirándola muy sorprendido. -Vine a traer a las niñas a patinar. –Y señaló la pista abajo, podía verlas tras el cristal divirtiéndose mientras se deslizaban con destreza. - Pero, no imaginaba que te encontraría aquí… y acompañado… Miró a Nancy tras él, tímida, en silencio, observando a aquella muchacha que parecía ser amiga de Michael… ¿o era algo más? Carol tendió su mano hasta la de Nancy que la estrechó gustosa mientras escuchaba a Michael presentársela como su hermana. La miró con los ojos bien abiertos… ¿Hermana de Michael? ¡Dios, qué vergüenza! Habían estado abrazados, besándose… ¿los había visto? No tardó en ir a por las niñas, era tarde, no sin antes mirar a su hermano de reojo cómplice de lo que estaba sintiendo. ¡Michael con una chica! Aquello sí que era una bomba… nadie lo había vuelto a ver acompañado desde lo de su mujer y por supuesto el estar ahí con ella, abrazándola, besándola… debía ser alguien importante para él. Pero, de eso ya hablarían en privado. Michael llevó a casa a Nancy, en la parte norte de Brooklyn, en el barrio de Williamsburg, donde compartía piso con unos amigos. Se trataba de un barrio bohemio, el nuevo Soho para muchos y en donde se podía encontrar toda clase de extranjeros, polacos e italianos hacia el norte y afroamericanos e hispanos hacia el este. Era un barrio de una enorme diversidad étnica y social, tranquilo, de edificios bajos y una interesante movida artística. Se detuvieron en S4th, cerca de un edificio de ladrillos vistos de cinco plantas, con escaleras de emergencia algo oxidadas y una pequeña puerta de entrada que estaba elevada por seis o siete escalones. Aquel Mercedez Benz desentonaba bastante en aquel lugar pero ninguno de los dos dio mucha importancia a eso. Se quedaron dentro del coche unos minutos, mientras se miraban y disfrutaban de aquella despedida. -¿Ya lo hago mejor? – La escuchó preguntarle cuando lograron separar sus bocas. Solo un milímetro, no mucho, así podía seguir sintiendo su respiración agitada y sus labios que seguían resistiéndose a la despedida. Se dejaba llevar, acariciando su frente con sus dedos, sus mejillas sonrosadas. Él tampoco quería marcharse de allí. Definitivamente no quería hacerlo. -Mucho mejor. -Como ves, soy una alumna muy, muy aplicada. Me gusta tomarme las cosas en serio. – Besando aquellos preciosos labios, mordisqueándolos. – Eso y que me vuelve loca este profesor tan guapo e interesante que consigue hacerme temblar solo con mirarme. – Y se metió en su boca, moviendo su lengua tal y como él le había enseñado. Olvidándose de todo. Nancy acarició la mano de Michael apoyada en su pierna, mientras le agradecía aquella noche especial en la que lo había pasado realmente bien a su lado. Ambos lo habían pasado genial… -¿Podremos volver a repetirlo? – Preguntó miedosa de la respuesta. -Bueno, sé que todo esto es una locura, pero… - No se lo pensó más. - …sí, me gustaría. - Le contestó mirándola fijamente mientras sentía el calor de aquella mano que seguía acariciándolo. Apoyó su mano en su pierna y se acercó hasta sus labios, mirándolo muy de cerca, provocándolo con solo una mirada. Rodeando su cuello se dejaron llevar de nuevo, abriendo sus bocas con intensidad, rozando sus lenguas con puro deseo. No querían parar, ninguno de los dos. Su mano se entrelazó con la suya, acariciándolo mientras se la acercaba a los labios para besarla con dulzura. Se quedó cayado unos minutos, pensativo y ella pudo percibir la tensión del momento. -Has estado muy callado desde que nos encontramos a tu hermana, Michael. ¿Estás enfadado conmigo? -No veo por qué debería estarlo. No has hecho nada malo. – Le contestó mirándola de reojo. -Bueno, nos vio besarnos y… -Nancy, ya estoy muy grandecito para tener que dar explicaciones a mis hermanas porque me vean besando a una chica, ¿no crees? – Sonriendo, cambiando aquel momento de seriedad entre ellos. -Y, después de lo de esta noche… - Y no sabía siquiera cómo preguntarlo…- ¿Cómo se supone que debo tratarte mañana cuando te vea en el trabajo? Aquello sí que era un problema… se habían besado, abrazado, acariciado y sincerado el uno con el otro. Y al día siguiente, ¿qué? ¿Un hola y un adiós? ¿Seguían tonteando mutuamente como si no hubiese pasado nada entre ellos? Algo había cambiado aquella noche y los dos lo sabían. -Supongo que como siempre… - Y ante la mirada triste de Nancy que esperaba algo más, soltó su mano y pasó su brazo por encima de su cabeza. – Lo he pasado genial esta noche, Nancy, en serio… - Decía mientras apartaba aquel mechón de su rostro. – Eres una chica preciosa y sabes que me gustas mucho, pero por el momento no quiero tener nada serio con nadie. - Le dijo mientras levantaba su barbilla para que lo mirase a los ojos. ¿Un rollo de una noche, de dos? Estaba muy bien, sentir cosas, vibrar a su lado, olvidarse de todo y todos durante unas horas. - No quiero hacerte daño, Nancy. – Y sus ojos la miraron de una forma tan profunda y sincera… - Ya te dije que tenía que pensar las cosas antes de tomar una decisión. Su voz sonaba dulce en aquel coche y sus ojos le decían algo muy distinto… Michael trataba de hacerse el duro, no sabía por qué, intentaba frenar aquello que estaba sintiendo por ella… por su edad… o eso le había dicho él. -No me estás haciendo daño. No soy tonta y sé que no estamos juntos, pero me encanta estar así contigo. Besarte, acariciarte, olerte… - Pegándose a su cuello mientras lo veía sonreír. – Sentirte tan cerca de mí. La mirada de aquella chiquilla se le metía muy adentro, haciéndolo sentir una opresión en el pecho que hacía mucho que no sentía… Sabía lo que era, estaba bastante grandecito para saber que aquello que se removía en su interior no era una simple atracción física por Nancy. -A mí también me gusta. – Acercó sus labios a su cabello, la tenía tan cerca de su cuerpo que ni siquiera tuvo que moverse para darle un beso en la cabeza. Lo miró fijamente, sin decir nada, sonriéndole. Aquel coche olía a su abrumador perfume, el mismo que había quedado impregnado en sus ropas mientras bailaron. Volviendo a poner su mano en la pierna de Michael, sabía que aquello le gustaba y acercándose a él se detuvo a solo unos centímetros de su boca. -Vale… - Dijo provocándolo. – Tú sigue haciéndote el interesante, el duro, pero que sepas que estás tan pillado por mí como yo de ti… - Y rozó su mejilla con un beso. -¿Eso crees? ¿Qué me hago el duro contigo? – Aquella forma de mirarla. Claro que se lo hacía… claro que estaba pillado por ella… y más de lo que él había imaginado. Ahí la tenía, cerca de su boca, cerca de su cuerpo… Y controlándose… La vio mover la cabeza asistiendo sin dejar de mirarlo y cuando intentó besarlo se retiró, dándole un golpecito en su nariz y sonriéndole. -Nooo… - Suavemente. – Debo seguir haciéndome el duro… - Lo miró algo cortada. La acababa de rechazar. - Ya te dije que no suelo regalar mis besos y a ti… -Volvió a tocarle la nariz. - …ya te he regalado demasiados besos hoy. ¿Es que la iba a dejar marcharse así? ¿Sin beso de buenas noches? ¿Ni siquiera uno pequeñito…? Lo vio mover la cabeza negándolo y resignada apunto su número de teléfono en un papel… se lo dio… ya que iba a seguir resistiéndose no le quedaba otra que esperar a que quisiera llamarla por teléfono para verla. Ella no tenía el suyo así que, debía esperar a que Michael quisiera dar un paso más en toda aquella historia. Miró aquel número y moviéndose en aquel asiento, metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó su móvil. Marcó el número… llamó a Nancy, un segundo… ya podía llamarlo para lo que necesitase de él. La vio sonreír mientras salía del coche, sin un beso… Pero no se marchó a casa, rodeó el auto hasta llegar a la ventanilla de Michael que la abrió con una sonrisa. Sabía que volvería a buscarlo… Agachó la cabeza sonriente mientras pulsaba aquel botón y dejaba que Nancy se acercase a él. -¿De verdad vas a dejar que me vaya así? – Y le puso una expresión triste que no pudo obviar… - Solo un beso… un besito solo… - Y le puso una expresión triste, bromeando y sacándole una sonrisa. Se acercó hasta ella y la besó de nuevo. Solo se estaba haciendo el duro, a él también le gustaba aquel juego y ella lo sabía. Para ambos aquella noche había sido el principio de algo que no podría seguir oculto, no mucho tiempo más. No querrían admitirlo, no desearían aceptarlo… pero Michael y Nancy estaban totalmente enamorados el uno del otro. Él, un hombre de más de cuarenta años, se había enganchado a aquella jovencita a la que casi le doblaba la edad… pero no podía con aquello, era más fuerte que su propia voluntad. Cuando quiso darse cuenta, el sentimiento era demasiado fuerte como para obviarlo. Se sentía totalmente vivo a su lado, con sus juegos, sus bromas, su forma de provocarlos, sus besos, sus caricias… Se había vuelto loco por Nancy y a cada minuto a su lado sabía que sería más difícil apartarla de su vida. Capítulo 9 LA LUZ QUE NECESITO EN MI VIDA Tenía varios mensajes aquella mañana, al levantarse… Sonrió al ver aquellos whatsapps de Nancy… Unos corazones, unos muñequitos enamorados… muchos besitos… y mil gracias por aquella noche de cumpleaños tan mágica… Se rozó los labios recordando sus besos… su sabor… realmente no sabía cómo iba a terminar todo aquello, pero Nancy le fascinaba en todos los sentidos y no iba a negarlo. Tenerla aquella noche tan cerca de su cuerpo, metiendo su lengua dentro de su boca… lo había excitado muchísimo. Envió un mensaje sonriendo y le envió un beso. Sarah lo esperaba en su despacho muy sonriente… Llevaba meses en New York y tan solo habían salido una vez. Sentía que la esquivaba. Aquel día se verían en unos minutos en una reunión pero deseaba estar a solas con él, pese a sus negativas por tener algo más con ella. Sarah seguía insistiendo y era complicado decirle que no sin hacerle daño. Ellos eran grandes amigos y habían vivido muchísimas experiencias juntas… ¿Una más qué importaba? Pero Michael no pensaba lo mismo… Sabía que no tendría nada serio con ella pese a ser una mujer maravillosa y conocerlo mejor que nadie… y ahora menos que antes. Michael tenía muy claro lo que sentía en brazos de aquella jovencita y lo distinto que era con su amiga… sensaciones totalmente distintas. La tenía pegada a su cuerpo, tratando de convencerlo para tomar algo aquella noche, una cena, unas copas y una visita a su casa… los dos solos. -No creo que puedas negarte a una proposición como esta, ¿no? – Y tirando de aquella chaqueta se pegó a su boca con muchas ganas. Estaba apoyado en su mesa y la tenía encima, rodeando su cuello con los brazos y metida entre sus piernas… Trataba de excitarlo, de convencerlo, pero… -Sarah, ya te he explicado que… -Ya me has explicado que no quieres una relación seria, por el momento. - Le dijo sin soltarse de su cuello. - Pero, te recuerdo que no te he pedido una petición de matrimonio… Quiero una noche de sexo, Michael… quiero volver a follar contigo como lo hacíamos antes… no puedes negarte. - Y seguía rozando sus labios insistiendo hasta la saciedad. - Dime que sí… vamos… Quiero sentirte dentro de mí, de nuevo. - Y puso su mano en su sexo acariciándolo, excitándolo como solo ella sabía hacer. Sus manos acariciaban aquella pequeña cintura mientras notaba como rozaba su cuello con sus labios… Lo conocía demasiado bien… sabía qué le gustaba, cómo le gustaba y cuándo le gustaba… Tenía muchísima ventaja sobre todas las mujeres que pudieran acercársele. -Sarah, por favor… - Quiso resistirse pese a saber que una noche a su lado lo volvería loco… el sexo entre ellos siempre fue superior. -¡Oh, vamos, cariño! ¡¡Llevas años sin estar con una mujer... no me digas que no tienes ganas de sentirme, de acariciarme…!! – Rozó sus piernas fuertes, apretándolas con fuerza, haciendo que sintiera el calor de sus manos. ¡Cómo lo deseaba! - ¡Mírame y dime que no deseas venir a mi casa esta noche, Michael! – Sus ojos se miraban con deseo… estaba claro que la deseaba, no era de piedra. La puerta de aquel despacho se abrió y John y Steven entraron con unos planos en las manos… Interrumpieron en el momento adecuado, pensó. La alejó de su cuerpo y se levantó de aquella mesa… Miró a Sarah, no iba a darse por vencida, lo sabía perfectamente y también sabía cuánto le costaría resistirse. Estuvo toda la reunión observándolo y no precisamente como a un jefe. Trató de evitar sus miradas fijas en él, conseguía ponerlo nervioso… No iba a ser nada fácil llevar aquella situación con calma… y no es que no le apeteciese estar con ella una noche… por supuesto que sí, pero… sabía que ella después querría más… mucho más… y no deseaba hacerle daño, era su amiga de verdad y estaba enamorada de él desde que iban a la universidad. “¿Quieres que volvamos a vernos esta noche? Tengo entradas para el cine… me encantaría que vinieras… ¿Te apuntas, guapo?” Sonrió al ver aquel mensaje… John estaba explicando los puntos de un nuevo proyecto en New York… se trataba de un impresionante rascacielos de lujo diseñado por él y Edward… Michael ya conocía el proyecto y había dado su visto bueno, así que ahora les tocaban a los ingenieros echarles un vistazo a los planos. No supo por qué pero contestó a Nancy inmediatamente… pensó un segundo si debía pararlo, pero desde luego se lo quitó de la cabeza. ¿Volver a verla? ¿Volver a besarla? Escribió rápido mientras sonreía… “¡Sorpréndeme…! ¿Qué película es?” Se echó atrás en aquel sillón, mirando la pantalla del móvil… escuchaba a John mientras sonreía escribiendo a Nancy. Tenía ganas de verla… muchas ganas… Aquella jovencita revolucionaba su cuerpo, su alma, su vida entera. “Sorpresa” Michael vestía un pantalón gris y una camisa de rayas lila. Su abrigo negro y una buena bufanda que colgaba de sus hombros. Apoyado en su lujoso coche esperaba a Nancy en aquel parking. Quería verla de nuevo… ansiaba volver a probar sus besos… No había podido negarse a volver a estar con ella unas horas, negándose a la petición de Sarah que no se lo había tomado muy bien. Había rechazado una noche de sexo a su lado y no entendió por qué. La vio venir sonriente… estaba preciosa con aquel vestido gris, por encima de las rodillas, sujeto con una lazo en su cintura… botas bajas con adornos de borreguito y un abrigo del mismo color que llevaba en la mano. Llevaba el pelo suelto, casi siempre lo tenía recogido en una cola, pero aquella noche, después de la ducha en el gimnasio se había maquillado y alisado el pelo. ¡Estaba realmente preciosa! No esperó aquel abrazo efusivo y dio unos pasos atrás al sentir el cuerpo de Nancy encima de él… chocó con el coche pero no la soltó. Sintió su boca acercarse a sus labios, besos pequeños, muchos besos y se echó a reír mientras la sujetaba con una sola mano. -¡Nancy, para… aquí no…! – Pero no se apartó… siguió besando sus labios mientras la escuchaba decir lo largo que se había hecho el día esperando aquel momento. Michael reía su actitud, las ganas que ponía y la ilusión que reflejaba solo por quedar un rato con él. Abrió su boca y dejó que Nancy se metiese en ella, no sin antes mirar a ambos lados… seguro que estaban solos en aquel aparcamiento, por si acaso. -¡Tenía muchas ganas de verte, Michael! – No pesaba nada… aún la tenía encima, sintiendo su pequeño cuerpo pegado a su pecho… - ¿Y tú a mi? – Preguntó mirando sus preciosos ojos azules. Soltó su cintura y la bajó… sonriendo… cogió aquellas entradas de sus manos y le preguntó por la película que irían a ver… cambiaba el tema… sonriéndole en todo momento. Obviamente no iba a decirle lo que le hacía sentir solo con estar cerca de él… eso se quedaba para Michael. Subieron al coche y se dirigieron al Village East cinemas, no distaba muy lejos de las oficinas… Se trataba de un antiguo teatro que ahora era un acogedor cine donde disfrutarían de una película romántica. Idónea para ambos. Allí sentados, cómodos, como una preciosa pareja de enamorados comiendo palomitas en la última fila de la sala. La miraba embelesado, sonriéndole muy cerca… ¿Qué estaba haciendo allí con aquella jovencita? ¿En serio iba a plantearse tener algo serio con ella? ¡Debía haberse vuelto loco pero… no podía evitar desear estar cerca de ella! Nancy se movió en aquel asiento y se acercó a sus labios, los rozó delicadamente, despacio mientras acariciaba su rostro con las manos. La besó, primero tranquilo, sosegado… luego sintió como trataba de abrir su boca para apoderarse de ella, como el día anterior… la dejó hacerlo, pero solo unos segundos, rozando su lengua con tranquilidad, una y otra vez… ¡Dios cómo le gustaban sus besos! -Sabes a fresa… - Le susurró aún con los ojos cerrados y sin apartar sus labios del todo… Las manos de Nancy se metían por su cabeza, por su pelo… acariciándolo. -Espero que te guste… - Y sin esperar contestación siguió rozando su boca… a oscuras… nadie los veía… Era la oportunidad de estar solos, comiéndose a besos… Y lo hizo con todas las ganas. Nancy se acercó aún más en aquel asiento y pasó sus manos por su cuello, tirando de él que no se resistió a aquel acercamiento. Se quedaron allí segundos, minutos tal vez… sin ganas de separar sus bocas por nada en el mundo. -¡Nancy, quieta…! – Le dijo riendo, sintiendo sus labios en los de él… no iba a parar. Era imposible resistirse, era en vano tratar de parar. - No quiero que vengan a llamarnos la atención por escándalo público. - Y no dejaba de reír, sabiendo que no se conformaría… - Vamos a ver la película, ya ha empezado. -Dicen que las parejas van al cine a estar tranquilos y poder besarse sin que nadie los moleste. ¿Pareja? ¡Ellos no eran pareja! La miró mientras hablaba y lo besaba a la misma vez. -¿Por eso has querido sentarte en la última fila? – Seguía besándola mientras bromeaba. La vio sonreír mordiéndose los labios… sí, definitivamente lo había hecho por eso. -¡¡Es que estás tan guapo hoy…!! – Y le puso ojitos mimosos. - ¿De verdad quieres que deje de besarte? – Lo veía contenerse… seguía haciéndose el duro con ella… - Un beso más… solo uno… Le pidió haciéndose la inocente. Y se lo dio… solo que Nancy volvió a aprovechar aquel acercamiento para poder meterse de nuevo en su boca sin control. Sujetó su cara y la separó de su rostro… Hacía trampas y él tomaría medidas. Bromeó. No iba darle más besos aquella noche… por tramposilla. Por supuesto fue una forma de hablar. No había nada que desease más que besarla hasta la saciedad, esa noche y todas las demás… Salieron a dar un paseo. La película había terminado pronto y decidieron caminar un rato por la zona mientras hablaban del argumento, de los actores… el tema era indiferente… querían estar juntos. La vio bailar, la escuchó cantar, en mitad de la calle, con un grupo de jóvenes que representaban una de las canciones más conocida en aquel momento. Era tan natural, tan sencilla… le fascinaba todo en ella… No le hacían falta grandes lujos para poder sonreír, para vivir y ver las cosas más sencillas de la vida y disfrutar de ellas. Allí, en aquella calle llena de gentes, olvidándose de si alguien podía verlos… en aquellos momentos, junto a aquella jovencita… todo le daba igual. Comieron un buen perrito caliente en Crif dogs, en 113 St Marks Pl, muy cerca de donde se encontraban. Un local nada habitual para aquel empresario que al principio se sintió un poco fuera de lugar allí. La gente era muy sencilla y él despuntaba bastante con aquel traje de corte italiano y su carísimo abrigo de firma. El local estaba lleno, y se acomodaron en unos taburetes colocados a la izquierda, colocando las bandejas en estanterías de aluminio que hacían de mesas. Unos perritos, unas patatas, una buena cerveza… y la mejor compañía de todas. Consiguió hacerlo sentir a gusto con sus bromas, sus risas… ¡Estaba preciosa aquella noche! Hablaron de tantas cosas… sus vidas, sus gustos, sus familias… sus sueños… A veces tenía que pensar un poco las cosas antes de decirlas, con cuidado, sin dar demasiada información sobre quien era realmente. Sabía que debía ser sincero, ella tenía derecho a saber quién era, pero estaba tan seguro de que las cosas se estropearían entre ellos… Nancy no volvería a besarlo, ni a abrazarlo como lo había hecho aquella noche ni la anterior… y no deseaba que eso sucediese. ¡Se sentía tan vivo a su lado! Nancy era sencillamente maravillosa. Y supo que no se equivocaba al pensar aquello, cuando al salir de aquel local vieron a una mujer algo mayor a la que, de forma despectiva, sacaban de un bar cercano. Se trataba de una vagabunda que pedía limosna y trabajo cada día, sentada en aquel suelo frío, helada, hambrienta, suplicando una ayuda que muy pocos brindaban… Solo había entrado al servicio un momento y los camareros la habían sacado de mala forma como si fuese basura. Nancy se acercó a ella mientras discutía con aquellos hombres… eran unos auténticos imbéciles que trataban a las personas según sus clases sociales. Aquella mujer era una persona con derechos y no podían echarla de aquella forma solo porque no tuviese dinero. Para ellos era una desahuciada de la vida, una piojosa, así la llamaron… para Nancy, era una persona que imploraba un poco de ayuda. La escuchó defenderla con ganas, enfrentándose a aquellos hombres que no se cortaron en seguir la discusión con ella. Nancy estaba agachada, tratando de hacerla levantar del suelo cuando vio a uno de aquellos camareros dirigirse a ella, con decisión. No iban a aguantar las replicas de aquella jovencita. Entonces Michael dio unos pasos y se acercó para calmar el ambiente, era obvio que no iba a dejarla allí sola discutiendo con aquellos hombres. Se puso en medio de ellos, dejando claro que no iba a dejar que aquello fuese a más. ¿En serio iba a enfrentarse a una jovencita? Miró a aquel camarero con decisión, frunciendo su expresión. No iba a permitírselo. Vio como se quitaba su abrigo y su bufanda y se lo echaba encima a aquella mujer que temblaba de frío con aquellas finas ropas harapientas. Ninguno de los dos dio crédito a aquel gesto… Michael la miró fijamente… ¿en serio iba a helarse por una extraña? -¡Estás helada! ¡Tranquila, ya pasó todo! - Le dijo mientras sujetaba su rostro mojado por las lágrimas. No podía dejar de llorar, sin atreverse siquiera a levantar la cabeza y mirar a aquella jovencita que le brindaba su ayuda. -Su abrigo, señorita… - Y trató de quitárselo sin conseguirlo, las manos de aquella jovencita volvieron a colocárselo bien. Ella tenía otro en casa. Michael observaba la escena impresionado por aquel gesto y accedió a invitarla a cenar tras la súplica de Nancy que se lo pidió con muchas ganas. Y allí, en uno de los locales de alrededor, vieron a esa pobre mujer devorar toda la comida que habían pedido. Era cierto que estaba hambrienta… saboreando los alimentos como si llevase semanas sin probar bocado. Pudieron escuchar su historia, Nancy preguntaba preocupada por ella… Mujer de unos cincuenta años, sin papeles, separada, con dos hijos que estaba a punto de perder por no tener trabajo. Su marido la golpeaba desde hacía muchos años y un día pudo encontrar la fuerza suficiente para dejarlo y seguir ella sola su vida… pero las cosas no eran fáciles para una mujer de esa edad… ¿quién iba a darle trabajo ahora? No tenía experiencia, siempre se había dedicado a su casa, a su marido, a sus hijos. Y ni siquiera estaba allí legalmente. Lo tenía todo muy difícil, casi imposible… porque, sin papeles nunca conseguiría trabajo. Y, ¿ahora qué? ¿Debía haber seguido aguantando los golpes y las humillaciones más años? Sí… había comprendido que debía haber sido fuerte resistiendo esos golpes, por sus hijos, porque ahora… ¿qué iba a hacer sin ellos? Nancy estaba muy emocionada con aquella historia… la sentía muy cercana. Y prometió a aquella mujer, Liz, que la ayudaría en todo lo que pudiese… hablaría con algunos amigos para ver si entre todos conseguían buscarle un trabajo adecuado a sus posibilidades. La vio sacar dinero de su bolso y se lo entregó pese a sus negativas… ya habían hecho suficiente por ella aquella noche. -¡Vamos, cógelo, compra comida para tus hijos y algo de ropa que te caliente! ¡Este invierno es muy frío y debes cuidarte! – Sus manos trataban de darle calor… -¿Cómo voy a poder pagarles esto que hacen por mi? - Dijo la mujer llorando sin consuelo. Nunca nadie… -No tienes que pagarnos nada, Liz. Te ayudaremos encantados. - Miró a Michael sin saber si realmente él también lo haría… y vio sus inmensos ojos azules mirarla muy fijamente. -Sí, Liz… te ayudaremos. - Mirando a Nancy, definitivamente, adoraba a aquella jovencita que sonreía ante su respuesta. Michael la invitó a ir al edificio donde estaban las oficinas, seguro que podía hablar con alguien para que buscase un puesto para ella… no sabía cómo haría lo de los papeles, pero… encontraría una solución. Sacó una de sus tarjetas, la firmó y se la dio a aquella mujer mientras Nancy entraba en los servicios. Debía entregarla en la entrada, la llevarían hasta él inmediatamente… Antes de marcharse sacó su cartera y entregó dinero a aquella mujer… Bastante dinero. -Coma algo caliente, Liz… y vaya a casa a descansar. - El cuerpo de aquella mujer se abalanzó sobre el de Michael que no supo qué hacer en aquel momento… tenía a una… vagabunda pegada a su cuerpo. Pensó un segundo… tenía a una… mujer desolada y desesperada pegada a su cuerpo. Sonrió mientras le devolvía el abrazo, tratando de tranquilizarla y miró a Nancy, a su lado, a la que abrazó con ganas cuando se quedaron solos. La vio tiritar de frío, un poco encogida, tratando de darse un poco de calor hasta entrar en el coche… aquella noche helaba y solo tenía puesto un vestido y unas medias negras… su abrigo, su bufanda, sus guantes… todo se lo había dado a aquella mujer que, realmente, lo necesitaba mucho más que ella. Entonces se quitó su carísimo abrigo negro, colocándoselo a ella y sujetó sus manos para tratar de darle algo de calor. El gesto que había tenido con aquella mujer lo había dejado sin palabras… pero, estaba loca… ¡No podía ir por New York sin ropa de abrigo… caería enferma! Levanto su cabeza con las manos y la miró unos segundos, sin decir nada… ¿Por qué no podía tener unos añitos más? Todo sería más fácil… Sonrió solo de pensarlo y se acercó a sus labios, despacio… la besó, suave, una vez, otra… sin dejar de mirarla mientras rodeaba su cintura con sus brazos… pegándola a su cuerpo. -¿Ya me has levantado el castigo? – Bromeó… eso dijo en el cine y hasta ahora no la había vuelto a besar en toda la noche. -Lo que has hecho hoy por esa mujer ha sido increíble… - Y se quedó en silencio sin dejar de mirarla embelesado. -Cualquiera lo hubiese hecho… - Quitando importancia a su gesto… -No es cierto… Yo ni siquiera me habría fijado en ella. Nunca me habría parado a ayudarla de no ser por ti, Nancy…- Y aquello le había gustado… algo dentro de él se había removido con aquella acción. - Tú has hecho que deje de verla como a una vagabunda y la vea como lo que es… una persona que de verdad necesita ayuda desesperadamente. - Sus ojos no dejaban de mirarla de una forma tan especial… podía notarlo. - Eres maravillosa, pequeña… -Oh… ¿por eso me he ganado un beso?- Bromeaba de nuevo. -No… - Y acariciando su rostro con dulzura se agachó hasta sus labios… - Esta noche te los has ganado todos. Y se metió en su boca con todas las ganas del mundo… besándola apasionadamente, mordiendo sus preciosos labios, rozando su lengua con la de él… apoderándose de ella en tan solo unos segundos. En plena calle, delante de todos, abrazando aquel pequeño cuerpo contra el suyo, oliendo su perfume, sintiéndola agitada. Nancy conseguía hacerlo mejor persona… Nancy era la chica más increíble que hubiese conocido nunca… No solo se había ganado unos besos… aquella noche, en aquel lugar, Nancy se había ganado por completo su alma entera. -¿Aún tienes que seguir pensando, Michael? – Le preguntó cuando la llevó hasta casa, parados justo delante del portal. Puede que estuviesen saliendo juntos aquellas noches y que el tonteo entre ellos hubiese llegado a mucho más… pero aún las cosas no estaban del todo claras… aún no eran nada… solo dos personas que se atraían con muchísima fuerza y que se lo demostraban con caricias y besos. -¿Tan difícil es decir que sí? No lo entiendo… - Y lo vio sonreír ante sus palabras y su preocupación. -Bueno, aunque no lo creas… no es fácil pensar en una relación con una chica tan… - No terminó la frase cuando vio cómo lo miraba. Volvían al mismo tema de siempre. -¿Otra vez con lo de la edad? ¡Oh, vamos! – Pensaba que aquello ya estaría más que superado. ¡Sigues con lo mismo…! - Nancy agacho la cabeza sin saber qué más podía hacer al respecto. - No puedo cambiar eso, Michael. Podría hacer cualquier cosa para gustarte, lo que fuese… cambiaría… -No tienes que cambiar nada, Nancy. Me gustas tal como eres. -Y se acercó a ella un poco más, acariciándola. -Eso no es verdad. Si te gustase tal como soy te daría igual la edad que tengo… y no pondrías excusas tontas para salir conmigo. - ¡Tenía tanto miedo de que aquello los separase definitivamente! Salían juntos, charlaban, se reían, se besaban pero Michael seguía poniendo un muro entre ellos. Dio unos pasos hacia ella y le abrazó contra su cuerpo, rodeándola con sus brazos que la sintieron temblar. Y se quedó unos segundos allí, sintiéndola pegada a él, acariciándola para hacerla sentir segura. ¡Ay, dios que difícil era todo aquello! - Aún no he dicho que no. - Le dijo al verla tan apagada. -Tampoco has dicho que si. - Sin soltar su cintura y notando su respiración agitada mientras apoyaba su cabeza en su pecho. ¡Se sentía tan segura a su lado, en sus brazos! Aún llevaba puesto su abrigo. Estaba muy guapa con él… aquella noche la veía sencillamente perfecta. No podía dejar de mirarla con ternura, aquella jovencita se le había metido muy adentro y pese a todos los problemas no quería alejarla de su vida. -Supongo que tenías razón cuando dijiste que era algo reacio a tener una relación con una chica. - Recordaba aquella conversación. - No se… tal vez el haber estado tanto tiempo sin ningún tipo de compromiso haga que las cosas ahora sean más complicadas para mi… sobre todo si la chica es una jovencita de veinticinco años… - Por supuesto que no era fácil para un hombre que llevaba tantos años sin estar con una mujer… un hombre que había perdido al amor de su vida en un trágico accidente. - Quieras o no… entre nosotros hay una diferencia de edad a tener en cuenta, Nancy. - Y la miró fijamente sin soltarla, sin despegarla de su lado. -¡Han debido hacerte mucho daño para que te cierres a ser feliz de esta forma! – Y su pequeña mano acarició el rostro de aquel arquitecto, sin dejar de mirarlo a sus impresionante ojos. Había sufrido muchísimo pero por algo muy distinto a lo que ella estaba imaginando. - ¿Es que de verdad has dejado de creer en el amor, Michael? Uno no elige de quien enamorarse, ¿sabes? No eliges razas, ni sexo, ni siquiera edades. Solo miras a los ojos a esa persona y sientes que es la mitad que completa tu vida para siempre… Bajó la mirada sonrojada. Era lo que sentía en aquel momento, como nunca… y jamás pensó poder sentirse así por nadie… ¿enamorarse de un hombre después de todo lo que había vivido? Pero, había pasado y ahora tenía tanto miedo de que nada fuese real. ¿La mitad que lo completaba? Pensó unos segundos mientras la miraba… desde luego lo que sentía por ella no era ninguna tontería… a su lado, en sus brazos se sentía tremendamente vivo de nuevo. - Me gustas muchísimo, Michael… - Lo vio sonreír… - …y cuando estoy contigo… - Miraba a la nada, pensativa. - …haces que me olvide de todo lo malo que rodea mi vida. - Volvió a mirarlo, esta vez sin apartar la vista. - ¿En serio crees que me importa la edad que tienes? Me importa lo que me haces sentir aquí dentro… - Y sujetando su mano la acercó a su pecho. La miró, tenía los ojos cerrados y suspiró, su mano podía percibir sus latidos acelerados… como los de él. - Yo no te haré daño, nunca… Déjame cuidarte. Michael sonrió abiertamente al escucharla. ¿Ella iba a cuidarlo a él? Qué graciosa estaba diciendo todas aquellas cosas. No conocía a nadie que necesitase más ayuda que ella y sin embargo… ¡Cómo la adoraba! -¿¡Tú me vas a cuidar a mí!? – Alejó su mano de su pecho y golpeó suavemente su nariz roja, por el frio, acercándose a su rostro, provocándola… -¿Y cómo piensas hacerlo? -Para empezar mimándote muchisiiiiisimo… - Pasó sus manos por su cintura, de nuevo, y levantó la cabeza mientras se pegaba a su cuerpo totalmente. - Te llenaría de besos cada mañana, por todos lados… no me cansaría de hacerlo nunca hasta que te sintieses el hombre más feliz de la tierra. - Podía ver en sus preciosos ojos una necesidad increíble por amar y ser amada. Nancy lo necesitaba tanto o más que él a ella. - Te mimaría y te consentiría muchísimo… te cuidaría cuando estuvieses enfermo y te amaría con toda mi alma… siempre. Michael reía sus palabras, sus besos que comenzó a darle por toda la cara, sin darle opción a nada… lo sujetaba con fuerza… Había resultado ser muy besucona y así se lo dijo mientras recibía una tanda inmensa de besos… deliciosos besos que le encantaban y que aceptaba con gusto. -Suena muy bien… - Le dijo acariciándola. - Y, la verdad es que es muy tentador… - Bromeaba. -Yo nunca te haría daño. - Terminó diciéndole, poniéndose seria, sacándolo de lo más hondo de su alma… solo deseaba quererlo pero estaba en manos de aquel hombre aceptar ese inmenso amor o darle la espalda para siempre. Lo sabía perfectamente… Nancy estaba muy enamorada de él, podía verlo en sus ojos… Y se acercó a ella despacio… apartando el cabello de su rostro y besándola dulcemente, en aquel portal donde todos podían verlos. ¿Y ya qué más daba? Solo sabía cómo le gustaba estar a su lado, besando aquella maravillosa boca que lo volvía loco en cuestión de segundos, acariciando su precioso cuerpo, pegado al suyo… mirándola a los ojos y sintiendo cómo le recorría por dentro un sentimiento inmenso que lo hacía vibrar de forma incontrolada. Estaba perdidamente enamorado de aquella jovencita. Aquella mañana la vio aparecer en una de las salas dispuestas cerca de las oficinas donde podían tomarse un respiro, sentados en unos cómodos sofás, tomar un café caliente y charlar tranquilamente mientras desconectaban un poco del trabajo. Se había sentado hacía unos minutos con Steven y Edward… Acababa de tener la visita de Liz a su despacho, con quien habló tranquilamente sobre el puesto que podía desarrollar en aquel edificio. Así que avisó a Martha, su secretaria de confianza para que localizase al personal dispuesto para aquellos casos. Quería a aquella mujer en plantilla en cuanto su visado estuviese en regla. Él le daría una oportunidad. La voz de Nancy lo hizo girar la cabeza hacia la puerta. No llamó, ni pidió permiso para entrar lo que molestó a Edward que volvió a recriminarle su actitud. Aparecía con su ropa deporte, parecía muy contenta y necesitaba hablar con su protector que no dudo en salir de la sala para atender a la joven. Pudo ver aquellas caricias y aquel abrazo tras el cristal mientras su amigo le reprochaba la actitud de aquella joven. -Al menos podías habértela buscado con un poco más de educación. –Soltó mientras Steven estaba fuera con ella. Desde luego la había tomado con ella, eso estaba claro. - Aunque claro, para un polvo que más da… Michael se levantó y salió de aquella sala mirando a su amigo que comenzaba a cansarle entre insultos e indirectas. Respiró hondo y pasó muy cerca de Steven y Nancy que sonreían felices mientras él sujetaba su rostro con las manos y se acercaba a darle un beso. Pudo verla algo más tarde, cuando pasando cerca de las escaleras y mientras ojeaba unos documentos, sintió como tiraban de su chaqueta hasta apartarlo del pasillo central. Era Nancy, radiante, preciosa que tras aquella noche juntos quería volver a repetir el encuentro aquel fin de semana. Muy cerca de ella, mientras tocaba su piel descubierta bajo aquella camisa. ¡Siempre hacía lo mismo…y realmente no quería que parase! Cerró los ojos y suspiró hondo… ¡cómo le gustaba aquella jovencita! -Te veías tan guapo hoy en aquella sala… - Y mordió sus labios mientras intentaba acercarse más a él que dio algunos pasos para atrás hasta chocar contra la pared. Ya no tenía escapatoria. -Y tú estabas muy contenta con Steven. - ¿Eran celos o curiosidad lo que sonaba en su voz? – Os lleváis muy bien, por lo que veo. -¿No estarás celoso de Steven? – Ella lo había notado… sí, algo sí que lo estaba. - Somos muy buenos amigos… - Le dijo sin darle mucha más importancia. ¡La tenía encima! -Ya me he dado cuenta. Siempre os veo muy juntos… - No quería que se notase mucho pero eran obvio sus celos. Nancy sonrió muy cerca de su boca, mirándolo sonriente. ¡Que tonto era! ¡Estaba tan loco por él que habría hecho todo cuanto le hubiese pedido! ¿Steven? Era solo un buen amigo pero quiso jugar con él a sabiendas que aquello eran celos… quisiera o no. -Si tú no vienes conmigo… no tendré más remedio que pedirle a Steven que me acompañe. Quería provocarlo para ver que hacía pero a Michael no le gustó aquella broma… él sabía que Steven la veía como algo más y ella… no estaba seguro de que Nancy no lo supiese. ¿Estaba jugando o es que realmente no veía que aquel hombre estaba loco por ella? Tal vez estuvieron juntos en un pasado o quizás aún seguían estando juntos en ocasiones… no sabía qué pensar de todo aquello. -Estupendo, seguro que estará encantado de ir contigo… - Serio, muy serio… La apartó de su cuerpo para marcharse de allí. No tenía muy claro aquella relación de amigos. Nancy sujetó su mano y tiró de él. ¿Qué le pasaba? ¡Era una broma! Quería ir con él. ¿No iba a seguirle el juego esa vez…? -¡Michael! ¡No quiero ir con Steven! – Claro que no quería. - Era una broma… - Y sus palabras sonaron muy tristes. -Nancy, esta noche he quedado con unos amigos. No puedo… -Diles que te ha surgido algo especial… - Y sin soltar su mano que acariciaba suavemente, se acercó hasta mejilla, rozándola con sus labios, sin dejar de mirarlo. - Seguro que lo entienden… -No conoces a Edward y a Sarah… - Sabía que se molestarían. Él sí los conocía… - Ya los he dejado tirados dos veces por estar contigo. No puedo volver a poner otra excusa. ¿Sarah? ¿Iba a salir con ella? Agachó la cabeza preocupada… Era complicado luchar contra aquella mujer… bonita, amable, de la edad de Michael… Uf, lo tenía complicado con él… Y no sabía nada sobre la relación que podían tener, pero no le gustó para nada. -¿Vas a salir con Sarah? – Le preguntó bajando la mirada y mordiéndose el labio… Sabía que tonteaban… lo había visto muchas veces cerca de ella, riendo juntos, dándose las manos, mirándose de una forma que la encelaba. - ¿No te gustaría más salir conmigo esta noche? Podemos ir donde tú quieras… tú eliges esta vez… - Sonreía… trataba de convencerlo. - Dejamos las compras para otro día… – Pero no obtuvo la respuesta que esperaba. La miraba tan entusiasmada con aquella cita… pero siguió negándose a cancelar la quedada con sus amigos, y era obvio que no podía llevarla con él. Llevaban semanas detrás de él para tomar algo y, aunque desease estar con Nancy, no podía volver a dejarlos a un lado. -Ya he quedado con ellos. No estaría bien que lo cancelase ahora… - Era cierto, pero… esperó otra respuesta. ¡Si hubiese tenido ganas de estar con ella… lo habría cancelado! Pensó. -Tienes razón… - Miró al suelo, triste… podría haberla invitado a estar con él y sus amigos, pero no lo hizo… seguramente se avergonzaría de presentarla en su círculo. Su edad volvía a ser un impedimento. Estaba claro que lo que había vivido con él no era nada serio… Se estaba haciendo ilusiones con Michael cuando, en realidad, solo lo estaban pasando bien juntos. Nada más. Si hubiese tenido ganas de volver a verla nada se lo habría impedido. -Es solo que tenía muchas ganas de volver a… - Pero no lo dijo… siguió triste y cabizbaja. Déjalo, entiendo que tengas otros compromisos… - Se aupó y rozó sus mejillas suavemente, sin poder mirarlo a los ojos. -Ya quedaremos otro día… si tú quieres, claro… - Pero no lo dijo muy segura de sí misma y él pudo notarlo. No, no lo harían, no volverían a quedar juntos…por eso estaba triste… todo había sonado a demasiada excusa. Si Michael hubiese deseado estar con ella tanto como Nancy lo deseaba, hubiese cancelado cualquier salida con amigos. No lo hizo, no lo haría… debía dejar de engañarse… no había sido tan especial como ella imaginó… al menos para él y aquellas noches juntos… ella solo era alguien con quien lo pasaba bien, con quien pasar el rato, por quien sentía una tracción física muy grande pero nada más… Se retiró de su cuerpo, controlando unas lágrimas que quisieron salir… no las dejó, se las tragó y se dio media vuelta, entendiendo que no iban a quedar juntos. Solo caminó hacia la puerta y se despidió de él. Michael miró hacia un lado y suspiró… ¡Claro que prefería estar con ella pero…! No debía dudarlo para nada solo que… La vio alejarse de su cuerpo, sin ni siquiera mirarlo. Había intentado quedar con toda la ilusión del mundo y él… era un completo idiota. -Espera… - Le dijo sin poder negárselo. Definitivamente Sarah se enfadaría muchísimo, no era la primera vez que cancelaba una cita con ella… pero vio sus ojos, a unos metros de él, tristes… Él también tenía ganas de volver a estar con ella unas horas… muchísimas ganas. - Haces conmigo lo que quieres, lo sabes, ¿verdad? – Pudo ver una tímida sonrisa en sus labios. ¿¡Ah, sí!?¿¡En serio!? ¡Debo estar volviéndome loco…! – Sus ojos azules la miraban nervioso… ella conseguía ponerlo de aquella forma… - Cancelaré la cita. - Y sintió el cuerpo de Nancy abalanzarse contra el suyo, obligándolo a dar unos pasos atrás. ¡Estaba tan contenta! Lo besaba sin detenerse, una y otra vez… le encantaba y no iba a detenerla. La bajó de su cuerpo sin dejar de tenerla cerca… aquellos encuentros con Nancy comenzaban a hacerse algo habituales… los abrazos, los besos, la confianza, sus miradas… debía decidirse rápido y contarle la verdad sobre quien era… corría el riesgo de que algún día ella lo descubriese y no podía seguir mintiéndole pero, ¡tenía tanto miedo de su reacción! ¡Sabía que no se lo tomaría bien! -Tengo una buena noticia que darte… - Lo escuchó atenta. - Tu amiga Liz ha estado esta mañana por aquí y… hemos estado charlando un rato. - Debía controlar sus palabras para no descubrirse. Alguien me debía algunos favores así que… hice unas llamadas para arreglar el problema con su visado. -¡¡Michael!! – Era más de lo que había esperado de él. -En cuanto tenga los papeles en regla podrá acceder a un puesto como limpiadora en el edificio. - Podía ver sus ojos llenos de alegría. - Ahora mismo es a lo más que puede acceder porque no tiene experiencia ni estudios… pero al menos tendrá un contrato, un buen sueldo y la posibilidad de luchar por sus hijos y por ella misma. -¿¡Lo has conseguido!? – Le preguntó muy feliz por la noticia. - ¿Hablaste con los dueños y conseguiste que le dieran una oportunidad? ¡¡Eres maravilloso, Michael! – Y comenzó a besarlo por toda la cara, sacándole una gran sonrisa... -No… tú eres maravillosa. - La sonrisa de Nancy lo tenía totalmente embobado… ¡Tan linda que se veía ahí, a su lado, ilusionada porque por fin las cosas le saliesen bien a Liz! – No habría ayudado a esa mujer de no ser por ti. -¡Oh, no…! No te quites mérito, Michael. - Le dijo sujetando las solapas de su chaqueta y acercándolo aún más a ella. - Puede que necesitases un empujoncito… pero tú hiciste las llamadas, tú convenciste a los dueños y solo tú has salvado a esa mujer y a sus hijos de un trágico final… y… Empezó a jugar con él de nuevo… - …yo voy a darte las gracias por lo que has hecho llenándote de besitos por todos lados. ¿Qué te parece? – Preguntó mirándolo con aquella mirada pícara. ¿Qué le iba a parecer? Le encantaban sus besos, sus bromas… y si ese era el precio por haber ayudado a una extraña… se dedicaría de lleno a hacerlo cada día. Y aquella la hizo reír muy cerca de sus labios… ¡Y ella que pensaba que no significaba nada en su vida! Michael lo había hecho por ella… su interés por Liz y su forma de ayudarla, todo había sido por ella. -Tengo la sensación… que de una forma u otra… siempre consigues salirte con la tuya… - Le dijo mientras sentía todos y cada uno de los besos que le había prometido… por sus ojos, su nariz, sus orejas, su cuello… sacándole una maravillosa sonrisa… -Eso espero… - La escuchó decir mirándolo fijamente a los ojos… y ambos sabían a qué se estaba refiriendo exactamente… Alguien abrió aquella puerta de emergencia y los vio muy juntos… Se apartó de ella y agachó la cabeza mientras aquel joven pasaba y los miraba descaradamente… Estaba claro que aquellos encuentros efusivos debían terminar, al menos allí en el edificio… al menos mientras conseguía sacar fuerzas para contarle quien era realmente… Michael solía acercarse a ver a su familia los fines de semana, aquello no podía dejarlo pero al menos podría verla un rato aquella noche. Hablaría con Edward, con Sarah, no sabía qué se inventaría pero cancelaría la salida con ellos… deseaba estar con Nancy aunque solo fueran unas horas. Irían a comprar algunos regalos de navidad, algo que a él no se le daba muy bien y le vendría bien algo de ayuda femenina sobre todo para elegir algo para su familia. Y se le hicieron eternas las horas para volver a verla, recordando a cada segundo cada uno de sus besos la noche anterior. Sus besos le volvían loco, cada vez más, sus caricias lo hacían vibrar como hacía años que no lo hacía. Sus preciosos ojos negros le mostraban una sencillez y humildad enormes para haber sido una niña rica. Su cuerpo pegado al suyo trataba de controlar sus instintos que solo deseaban saciar aquella enorme necesidad de hacerla suya durante horas… Capítulo 10 ¡¡CÓMO TE DESEO, PEQUEÑA!! Cuando la vio aparecer en el parking tan sonriente y contenta por aquel encuentro, olvidó la enorme bronca que había tenido lugar en su despacho con su colega y amigo Edward. Ni siquiera llamó a la puerta, entró dando un portazo y soltando unas fotos encima de su mesa en donde ojeaba unos documentos que Martin le había enviado desde California. -¿Quieres decirme qué significan estas fotos? – Estaba muy cabreado, mirando a su amigo que apartó la vista de aquel portátil para mirar un segundo aquellas fotografías. Se trataba de aquellas noches que había tenido con Nancy, en donde aparecían los dos, patinando, besándose, abrazándose, paseando por Bryant Park como una pareja de enamorados, entrando juntos en el cine… Comiéndosela a besos. Alguien les había estado haciendo fotos de cada cosa que habían hecho juntos las noches anteriores. Miró de reojo a su amigo, de pié cerca de su mesa mientras esperaba una contestación suya a aquel encuentro amoroso. -¿¡Es qué ahora te dedicas a seguirme, Edward!? – Dijo mientras seguía escribiendo en aquel ordenador. Tranquilo, intentado no alterarse pese a que no entendía por qué alguien había estado siguiéndolo. - ¿O la sigues a ella? -Sanders vino a traerlas a mi despacho…No tienes ni idea del cabreo que tiene y de las amenazas que he tenido que escuchar porque no puedas mantener tu polla lejos de esa zorra. – Estaba totalmente fuera de sí, moviéndose por aquel despacho mientras pasaba las manos por su pelo algo alborotado aquel día. Pero, ¿qué le estaba pasando? -¡No te atrevas a venir a mi despacho a recriminarme nada! – Esta vez subió la voz, mirándolo enfurecido. –Si Sanders tiene algún problema conmigo que venga él, aquí, para decírmelo y que deje de enviarte como recadero. No te pega nada Edward… -Es normal que quiera una explicación… ¡Es su hija! -¿¡Qué explicación quieres que dé!? – Señaló las fotos encima de su mesa. – Creo que está bastante claro... ¿o es que necesitáis un resumen detallado y por escrito? – Michael estaba bastante cabreado aunque trataba de no elevar mucho la voz, ya se habían pegado demasiados gritos y llamado demasiado la atención. No dudaba que afuera todos habían escuchado parte de aquella conversación ante el descontrol de Edward. - ¿En qué cojones estás pensando Michael?- Estaban muy cerca el uno del otro. Desafiantes. – Sanders no se anda con tonterías en este asunto. Ha amenazado con detener el proyecto de los hoteles y buscar otros socios que no traten de joderlo todo por follarse a su hija. ¿Eso es lo que quieres? -No, no es lo que quiero Edward… - Le contestó furioso… -¿Tienes idea de cuántos millones se perderán en este negocio solo para que tú puedas revolcarte con esa cría? - No le importaba para nada hablarle de aquella forma… tenían demasiada confianza como para andarse con rodeos. No sabía que Sanders había ido con esas a su amigo, lo esperaba, eso sí era cierto, pero al menos podía habérselo dicho a él. ¿Tan poco hombre era para darle la cara? ¿Es que tenía miedo de que Michael pudiese reprocharle algo? Estaba harto de que todos estuviesen pendientes de su vida, de con quien hablaba, de a quien metía en su cama. ¿Es qué acaso tenía que dar explicaciones de su vida personal? Sabía las consecuencias de aquella relación con Nancy, no era tonto, pero él asumiría las consecuencias… si quería seguir viendo a esa chica, nadie se lo impediría. -Escúchame, Edward, porque solo lo diré una vez. – Y esta vez estaba bastante enfadado. Se acercó a su amigo que lo miraba erguido, rabioso. - No voy a consentir ningún tipo de chantaje en mis negocios. Nunca lo he permitido y nunca lo haré… y ni Sanders ni nadie conseguirán nada de mí con amenazas. -¡Michael, entra en razón, por favor! - Le gritó. - ¡Somos amigos, sabes que siempre te he apoyado en todo pero esto es una locura! – Aquello era cierto, Edward siempre fue su gran amigo, al que contó cada problema que tuvo en su vida… Él sabía todo de Michael… - ¡Estamos hablando de un negocio de muchos millones y no puedes joderlo todo por follarte a una cría! ¡Por dios, piensa lo que estás haciendo! -No tengo nada más que decir sobre este tema. – Y dando por terminada la conversación se sentó de nuevo en su sillón y siguió mirando aquella pantalla que mostraban unos documentos muy importantes. – Si no te importa tengo mucho trabajo. –Y señaló la puerta para que saliese. Nancy metió sus manos por debajo del abrigo de Michael, sujetó su cintura y acercándose hasta sus labios, lo besó suavemente. Cada vez la dejaba hacer más cosas porque él lo estaba deseando también. Quería pasear por las calles de New York y mirar algunas tiendas para poder comprar algunos regalos navideños, así que se metieron en aquel elegante coche y se dirigieron al mercado navideño de Unión Square, donde Nancy podría enseñarle preciosos puestos artesanales en donde poder elegir un precioso regalo para aquellas fiestas. Allí visitaron los puestos de comidas y probaron los deliciosos dulces alemanes, los cuales encantaron a aquel arquitecto, que disfrutó de la compañía de Nancy durante las horas de paseo. Pudieron ver las luces bailando al son de la música en Main Course, las vidrieras espectaculares de algunas de las tiendas más conocidas de Manhattan, el Holiday Train Show del Bronx donde pudieron ver las maquetes de trenes que circulaban por entre las maquetas de monumentos de New York y los almacenes Macy´s, donde Nancy disfrutó como una niña en la octava planta, Santaland, en la aldea de navidad de Santa Claus con sus elfos y renos. Cada navidad subía hasta allí para sentir la navidad en todo su esplendor y cantar villancicos en el Pupper Theater. Michael la miraba embelesado mientras la veía disfrutar como una niña de aquellas fiestas, de las luces, la música, los regalos, los dulces…La necesitaba, definitivamente la necesitaba en su vida, su alegría, su entusiasmo por las cosas más sencillas, su ilusión por cada cosa que hacía… No podía dejar de mirarla y pensar que no podía dejar que se alejase de su lado nunca. Michael quiso visitar la quinta avenida para comprar algún regalo a los suyos, Armani y Cartier fueron sus tiendas donde eligió un precioso regalo para su madre, a gusto de la joven Nancy que, aunque trató de persuadirlo para elegir algo más sencillo en los mercadillos de Bryant Park, al final lo ayudó a elegir un precioso colgante de cerca de 1800 USD. Se trataba de una maravilla llamada Trinity, tres anillos, de tres oros entrelazados, rosa por el amor, amarillo por la fidelidad y el blanco por la amistad. No conocía a Danna pero sabía que le encantaría. Cenaron en la cafetería de Fanelli, cerca de la quinta avenida, donde Nancy conocía al encargado que los colocó en una de las mesitas del salón. Allí cenaron una buena hamburguesa de búfalo con pan de cebolla y una buena cerveza, recomendación de la joven que ya había estado allí varias veces con sus amigos. Lo cierto es que llevaba muchos años sin comer una buena hamburguesa con patatas fritas... restaurantes, cenas de sociedad, elegantes, buena comida… pero cuando se lo confesó aquella noche durante las compras, ella decidió llevarlo al mejor lugar para comer una buena hamburguesa… al menos para ella. Y no pudo negarse cuando la tuvo allí, a su lado, ofreciéndole probar un poco de su comida, le encantaría… probó su cena, de manos de la jovencita que sonreía feliz mientras lo miraba, estaba deliciosa. Definitivamente era la mejor hamburguesa que había probado, o tal vez se debía a la de años que hacía que no probaba una. Le gustaba comer sano, Nancy no parecía darle importancia a eso, aunque su precioso cuerpo dijese otra cosa. Un helado de nata al terminar, con un delicioso caramelo liquido cubriéndolo. ¡Delicioso le dijo mientras le daba a probar! Abrió la boca y saboreó el contenido de aquella cuchara mientras la miraba fijamente; Nancy también probó el de fresa de Michael, que entre risas y bromas pasó sus dedos por los labios de la jovencita. Se había manchado un poco los labios. -Tú también te has manchado un poco… - Le dijo bromeando con él mientras pasaba sus dedos cubiertos de nata por la boca y la barbilla de aquel arquitecto. Vio su cara de asombro mientras manchaba su cara de nata, pegajosa, fría, echándose para atrás en aquella silla, riendo, sin poder creer lo que acababa de hacerle. ¡Estaba loca totalmente pero dejó que se acercase hasta él para lamerlo, con ganas, rodeando su cuello con sus brazos y saboreándolo por completo. -¡¡Nancy!!¡No puedo creerlo! ¡¡Estás loca!! – Dijo cerrando los ojos, abrazándola, riendo, sintiéndola encima de él, mientras pasaba su lengua por su barbilla, por sus labios… la escuchó decir una y otra vez lo delicioso que estaba. - ¡Definitivamente no puedo contigo! - Sin dejar de reír, olvidándose de toda la gente que había en aquel local y dejando que se sentase en sus piernas, abrazándola y metiéndose dentro de su boca con más ganas que nunca. ¡¡Cómo adoraba a esa chiquilla risueña que lo llenaba completamente de vida!! Lo cierto es que pasaron una velada maravillosa, riendo las bromas de la joven, era una chica muy risueña… charlando, contándose anécdotas y recordando los primeros días en los que se conocieron y no dejaron de tropezar. Y ahora, estaban allí, tratando de disimular algo que ya era bastante obvio. Se sintió tremendamente a gusto a su lado, todo el tiempo, parecía como si la conociese de siempre… Nancy lo hacía olvidarse de todos sus problemas, a su lado el tiempo pasaba muy rápido, a su lado nada más importaba. Allí, junto a aquella jovencita se sentía como un completo adolescente, olvidándose de todo y todos. Sentados dentro de un fotomatón, Nancy encima de sus piernas, rodeándolo con sus brazos y pegando su cara a la de él. Quería un recuerdo de aquel día y casi lo había obligado a entrar allí. Sonó un pitido y saltó el flash… una vez… Nancy sacó la lengua y puso cara de broma, haciendo reír a Michael que disfrutaba solo con verla tan feliz. La miró, embelesado… y saltó de nuevo. Unieron sus frentes, mirándose muy de cerca, completamente pillados el uno por el otro. Y quedaron reflejadas en aquella última foto esas miradas, esa complicidad. Nancy decidió quedarse las últimas fotos, cortando las primeras y dándoselas a Michael. Ella se quedaría con las mejores… él aun no estaba seguro de qué pasaría, necesitaba pensar… ella no, así que decidió quedarse aquellas dos en las que se miraban de aquella forma tan maravillosa… si él al final no decidía arriesgarse a estar a su lado… al menos ella podría tener un recuerdo precioso de aquellos días. Acercó a casa a Nancy y esta vez la acercó hasta la puerta, sujetando las bolsas de las compras y despidiéndose con un beso que ella no tuvo que pedir. Minutos después se encontró arriba, sentado en el sofá de aquel pequeño y cálido salón, tomando una última copa que sabía le traería problemas. Quiso ser fuerte y negarse a subir, sabía lo que pasaría pero decidió tomarse la última a pesar de saber que, tal vez, después no encontraría la voluntad para marcharse. Y allí estaba, muy cerca de Nancy, acariciando su pelo y mirándola muy de cerca mientras ella se le acercaba para besarlo. La dejó hacerlo, se quedó quieto esperando su llegada y sintió aquella pequeña mano en sus piernas, apoyándose en ella para poder besarlo, bien, sin más preámbulos. Aquella noche entre charlas y compras ni siquiera se habían besado y se morían de ganas los dos. La sintió apoyada en su pecho y en unos segundos se vio casi tumbado en aquel sofá, besándola y acariciándola, sintiendo como comenzaba a excitarse bajo aquel pantalón, lo hacía perder el control totalmente. La tenía encima, sintiendo aquel pequeño cuerpo que deseaba como nunca… la acarició, la siguió besando sin detenerse, poco a poco, saboreando aquellos labios que lo volvían loco, mordiéndolos con cuidado mientras la miraba muy de cerca… aquella mirada tan limpia y profunda lo llenaban de paz. Sintió sus pequeñas manos acariciando su cabello, suave, dulce… mientras sus labios rozaban su cuello, una y otra vez. Notó su respiración ardiendo en su piel, tan cerca de su boca y entendió que entraba en un punto en el que no habría marcha atrás. ¡No podía seguir! ¡No debía hacerlo! -¡Nancy, para, por favor! – Le rogó… pero sin dejar de besarla, casi sin voluntad… la había perdido totalmente mientras Nancy se adueñaba de su boca. -¿Por qué? – Y siguió besándolo… ¡Sabía tan rico aquellos besos! ¡Se sentía tan bien en sus brazos! No quería parar… -Porque me gustas muchísimo y no voy a querer parar. - Cerraba los ojos, se dejaba llevar. Sintiéndola encima de él… estaba muy excitado. -Yo tampoco. - Susurrando muy cerca de su oído. -No… - Sentía sus besos por todos lados… - …esto no está bien. - Dijo acariciando aquel precioso culo que ni siquiera sabía cómo había empezado a tocar. Solo sabía que sus manos estaban ahí… Y cómo le gustaba tocarlo. -¿Qué no está bien? Tus manos no parecen opinar lo mismo que tu… - Y se rió totalmente pegada a su boca, no quería alejarse en aquel momento. Michael estaba muy excitado con sus besos, sintiendo su pequeño cuerpo encima. Sentía su respiración tan agitada… - Dime… ¿crees que está suficientemente duro o debería seguir haciendo ejercicios para fortalecerlo más? – Y sujetando sus manos lo hizo apretar su trasero, con fuerza. Lo provocaba… -No deberías provocarme de esta forma. - La miró con muchísimo deseo. - Llevo muchos tiempo sin estar con una mujer… y tú consigues llevarme al límite en cuestión de segundos. Nancy volvió a su boca, metiéndole la lengua hasta el fondo, notando como la apretaba contra él… y sintió su dureza bajo aquel pantalón. ¡Michael estaba descontrolado con ella encima! Se incorporó en aquel sofá y sujetando sus piernas la sentó encima de él, acercándola hasta su sexo, excitado, sin dejar de morder aquellos preciosos labios que lo volvían loco. Y perdió el control totalmente. Puso sus manos en su rostro, la miró fijamente, agitado… muy agitado y la besó con extremo deseo. ¡Deseaba hacerla suya como nunca…! Y Metió su boca en su cuello, lamiéndolo, haciéndola gemir mientras la apretaba contra su sexo… aquel sonido lo perdía aún más. Sintió los labios de Nancy en su cuello, sin tregua alguna, haciéndolo gemir ante el contacto de aquella boca que no tenía piedad con su piel, lamiéndola, chupándola… notaba el calor en su piel que también ardía de deseo y la dejó ahí unos segundos mientras acariciaba sus piernas y subía por aquella pequeña cintura, metiendo sus manos por aquel chaleco y rozando su piel desnuda, cálida, suave. Y llegó más arriba, mirándola mientras sentía sus pechos en sus manos. Levantó aquel chaleco, solo un poco, descubriendo un precioso sujetador de encaje blanco. La miró con un deseo incontrolable y acercó su boca hasta sus pechos mientras los apretaba con sus manos. Michael estaba hambriento de ella. Definitivamente comenzaba a perder el control. -Me gusta… - La escuchó susurrarle en el oído mientras la sentía volver a su cuello… - Me gusta sentir tus manos acariciándome. - Y la sintió moverse encima de él, notando su excitación máxima bajo aquel pantalón. - Me gusta esto que siento cuando estoy contigo, Michael. - Notó sus manos desabrochar su corbata y unos botones de aquella camisa, metiendo sus manos dentro, acariciando su pecho que ardía tanto como ella y volviendo a su cuello descubierto que sentía su lengua por su piel. Debía parar… no podía seguir acariciándola, pegándola a él de aquella forma, desbordándose como lo estaba haciendo…. -¡¡No…!! – No podía más. - ¡Nancy, no…! – La hizo sacar sus manos del interior de aquella camisa, dejando de sentir aquellas pequeñas y cálidas manos en su pecho. ¡Lo había vuelto loco con aquellos besos! Ella quería seguir, estaba agitada tratando de acercarse a su boca. - ¡Por favor, no me hagas esto…! - Le suplicó y esta vez sí que paró. Echó la cabeza hacia atrás, deteniéndose y subiendo las manos hasta su frente. Cerró los ojos, suspiró…debía parar, no podía hacerle eso a Nancy. Ni siquiera sabía quién era realmente… ¿cómo iba a acostarse con ella así? Se lo debía, le debía una verdad antes de todo aquello. -¿¡He hecho algo malo!? – La escuchó preguntar preocupada y sujetando su rostro con sus manos volvió a besarla, esta vez más suave, controlándose. -¡No puedo! ¡Lo siento, de verdad! - Intentó apartarla dulcemente y se levantó de aquel sofá en donde había perdido el control durante unos instantes. Se abrochó los botones de aquella camisa y se colocó la chaqueta, era mejor que se marchase de aquel lugar. -Sigues viéndome como a una niña, ¿no? – Su voz dulce sonó llena de tristeza y miedo y la vio agachar la cabeza casi a punto de llorar. Debía irse de inmediato, si la veía así terminaría abrazada a ella y… - ¿Es eso…? Michael, ¿qué es lo que pasa? Cuéntamelo, por favor… Agachó la cabeza… ¿cómo iba a decirle la verdad? Se lo tomaría muy mal… lo sabía. Llevaba meses mintiéndole, haciéndole creer que solo era un empleado de aquel edificio, como ella, cuando en realidad era el dueño y su propio jefe… con quien había estado ligando desde el primer día. -Tengo que irme, Nancy. Cogió el abrigo y se marchó dejando a Nancy totalmente contrariada. No podía entender qué le pasaba. Habían estado tan bien aquellos dos días y había momentos en los que sentía que él se olvidada de todo y se dejaba llevar, otros, como aquel, volvía a parecer ocultar algo y tratarla como a una cría. Así nunca podría llegar a su corazón… o eso creía ella. Ni siquiera se marchó a casa, Michael estuvo toda la noche en su despacho, tratando de trabajar, de mirar planos y proyectos que alejaran cualquier pensamiento de Nancy y él en aquel sofá… ¿Cómo una niña? ¿De veras pensaba que la veía como una niña y por eso se había marchado de allí? De no haberlo hecho aquella noche habría terminado acostándose con ella, de eso no le cabía la menor duda… ¡Dios, cómo la deseaba y cuánto le había gustado sentirla encima! ¡Era imposible controlarse estando cerca…! Cada vez le costaba más trabajo poder contenerse, sintiendo sus manos en su piel, sus ojos clavados en los suyos, su boca pegaba a sus labios, su lengua húmeda saboreando la suya… Nancy lo hacía perderse totalmente. Se metió en la ducha de aquel despacho para relajarse un poco. Allí mismo, en su despacho siempre tenía algunos trajes y algunas camisas; algo de ropa por lo que pudiese pasar. Además no era la primera noche que pasaba allí, revisando proyectos, trabajando sin descanso. Cerró los ojos mientras sentía el agua caliente caer por su espalda, quería relajarse pero solo podía pensar en Nancy… Puso sus manos en su sexo y se acarició, despacio, como hacía mucho que no hacía, mientras recordaba todo lo que había sentido a su lado, con ella encima, pegada totalmente a él. Y allí, en la soledad de aquel baño acabó lo que había comenzado aquella noche, masturbándose sin prisas pero sin control, viendo en su mente aquellos hermosos ojos que lo desestabilizaban en cuestión de segundos, su boca dulce y fresca que creía estar besando mientras rozaba sus labios con la lengua, su perfecto e increíble cuerpo que conseguía llevarlo al límite con solo pegarse al suyo. Y saboreó aquel intenso orgasmo mientras pensó en ella como hasta ahora nunca lo había hecho. Llevaba años sin sexo, sin sentir a una mujer pegado a su cuerpo de aquella forma, sin esas caricias tan placenteras… sin perder el control como lo había hecho al sentirla encima de él y en aquel baño a solas. Tenerla encima, moviéndose de aquella forma, no había sido muy buena idea, pero le había gustado tanto… ¡Cómo lo había puesto en cuestión de minutos! Sacó aquellas fotos y las miró detenidamente cuando terminó de ducharse. Sentado en aquel sillón, con unas impresionantes vistas de Manhattan a su espalda y una buena copa de coñac en su mano. Era tan preciosa y se sentía tan maravillosamente bien a su lado… Cerró los ojos recordando aquellos besos en su cuello, en sus labios... Sus increíbles ojos tan profundos y bellos que le demostraban un mundo muy distinto al que hasta ahora conocía. Con ella no necesitaba lujos ni riquezas, ni prestigio, ni proyectos millonarios… Nancy era sencilla y humilde, sin necesidad de comodidades, de joyas, de restaurantes elegantes. Nancy era hermosa y bellísima como ninguna otra, y no necesitaba de maquillajes, ni vestidos de boutique. ¡Tan distinta a todas las mujeres que se acercaron a él en todos aquellos años! Lo tenía totalmente embelesado… Cerró los ojos, suspiró mientras sonreía. Sí, estaba bien pillado por aquella jovencita y no iba a renunciar a ella. Lo primero era hablar con ella y decirle la verdad sobre su identidad, pero sabía que aquello le traería problemas. No sabía cómo haría, qué diría para que pudiese tomarlo bien y no sentirse engañada. Edward fue el primero en notar la marca en su cuello, aquella mañana, cuando Michael intentaba hacer el nudo de su corbata negra y vio entrar a sus amigos en aquel despacho. Tenían unos planos en las manos. Se colocó bien el cuello de su camisa blanca y se colocó aquella chaqueta negra, a juego con los pantalones. Michael era un hombre extremadamente elegante y muy coqueto, le gustaba vestir bien y a juego con ropas de Armani o Dolce & Gabanna, entre otras. Se había dejado de afeitar hacía días, a veces lo hacía, y aunque su barba no era muy cerrada, estaba irremediablemente guapo con aquel nuevo look. -¿Has estado toda la noche trabajando, Michael? – John fue el primero en preguntar… sabía que no era la primera vez. -Sí… - Se abrochó aquellos botones y se retocó el cabello. - He estado revisando el proyecto de Hannover, hay algunos puntos que aún no están muy claros en… -Creo que has estado revisando algo más que unos proyectos. - Lo interrumpió Edward. Michael lo miró sin decir nada, no sabía a qué se estaba refiriendo. - Una noche loca, por lo visto… Soltó serio delante de sus amigos, sin ni siquiera mirarlo. -¿¡Cómo dices!? – Preguntó Michael extrañado mientras se terminaba de abrochar su correa negra de Gucci. -Tu cuello, Michael… - Seguía sin mirar a su amigo, no podía entender su actitud. - Al menos, dile que la próxima vez te de los chupetones en una zona menos visible, tienes una imagen que dar ante tus empleados… ni qué decir delante de los clientes. - No iba a darle tregua a aquella joven. John miró a Michael. Era cierto… vio aquellas marcas en su cuello, eran inevitables a la vista y obviamente no podría ocultarlas. ¿Un rico y prestigioso empresario con marcas en el cuello? No quedaba muy bien, la verdad. -¡Caramba con la pequeña Nancy! – Dijo riendo, tratando de quitarle importancia al asunto. Veía a su amigo serio, no decía nada. -Supongo que es lo que tiene cuando te follas a una adolescente. - Iba a por ella a muerte… Lo miró serio, no dejaba de atacarla y ya empezaba a cansarle todo aquello. - Son difíciles de controlar, ¿no? -¿Has terminado, Edward? – Fue lo único que dijo. - No. - Rotundo sin dejar de mirar a su amigo. - O aprendes a controlarla, Michael, o a partir de ahora tendrás que venir a trabajar con chalecos de cuello alto. Es lo menos que puedes haces para cubrir esas marcas. - Lo miró lleno de rabia, sabía que se estaba metiendo en un terreno difícil con su amigo, porque también era el dueño y jefe de aquel edificio. -No sabía que ahora también ibas a seleccionar mi vestuario. – Era sarcástico. Edward se estaba pasando y ambos lo sabían. - ¿Me cambio de ropa o esta camisa y este traje te parecen adecuados? – Él también sabía ser sarcástico. - Eres un empresario muy respetado pero yo también soy socio de esta empresa y no voy a consentir que nuestra imagen se vea dañada, solo porque seas incapaz de controlar a tu zorrita. - Y ni siquiera dejó que contestase a sus críticas. - Me importa un carajo que te la folles siempre y cuando no interfiera en nuestro trabajo. Michael estaba de espaldas a su amigo, sin querer dar mucha importancia a sus palabras, pero se volvió a mirarlo muy serio al escucharlo decir aquello. Acababa de cruzar el límite. -Si tienes algo más que decir sobre cómo debo llevar mis negocios… me gustaría escucharlo, Edward. - Podían ser amigos desde siempre pero entraba en un terreno delicado. – Soy todo oídos… No era tonto, veía la mirada de aquel empresario y sabía perfectamente que era mejor dejar el tema, por el momento… -Sabes perfectamente que llevo razón, Michael. Nunca antes te habías comportado de esta forma… - Ambos lo sabían. - Tu reputación, tus negocios, siempre fueron lo primero, lo más importante para ti, pero tu obsesión por follarte a esa putilla te nubla la cordura por completo. -¿Sabes, Edward? Al final terminaré por follármela… sí, lo haré. – John los miraba sin querer meterse mucho en aquella conversación. – Al fin y al cabo Sanders y tú ya dais por hecho que me acuesto con ella, ¿no? Lleváis meses acusándome de meter a una cría en mi cama y de pensar más con la polla que con la cabeza… - Estaba furioso, sí, lo estaba. -¿Acaso es mentira? – Más tranquilo, directo pero bajando el tono de voz. Edward tenía muchísimo carácter, su temperamento era el más fuerte de aquellos amigos, pero Michael, enfadado, no se quedaba atrás. Era complicado hacerlo perder los papeles, en el trabajo mucho más. Siempre fue tan serio y disciplinado… su amigo no lo reconocía en aquellos momentos. Llevaba meses perdiendo el control por culpa de una cría que solo estaba calentándolo. Allí, muy cerca el uno del otro, mirándose mientras se retaban. Era la primera vez que discutían de aquella forma. Siempre fueron los mejores amigos, los mejores confidentes… ahora se distanciaban, se enfadaban, no había forma de encontrar un término medio en aquel tema… Edward no cedería nunca. -Sí, hasta ahora lo era. -¿Había dicho hasta ahora? - Pero, la verdad es que la niña está de miedo… ¿por qué tengo que seguir controlándome si al final seguiréis pensando lo que os dé la gana? – Se acostaba con una jovencita con la que llevaba meses controlándose, manteniendo el tipo… ¿para qué? Las criticas y los rumores no habían dejado de llegar a sus oídos. - Mi palabra no tiene ningún valor para vosotros. -¿¡Tu palabra!?¿Me vas a decir que esas marcas en el cuello no te las ha hecho ella?- Preguntaba deseoso de escucharlo decir que sí. Eran de ella. -Edward… -John Intentó calmarlo, desde luego Michael no tenía por qué aguantar todo aquello. Sí, puede que tuviesen negocios juntos y que aquel proyecto con Sanders se viese en peligro por sus devaneos con aquella jovencita, pero desde luego Edward lo machaba demasiado. – Si Michael dice… -No lo defiendas, John. – Soltó furioso. Sabía que siempre trataba de calmar aquellas discusiones, siempre fue el más pacifista de los tres, pero esta vez, en aquel asunto, Michael no tenía defensa alguna. – Sabes tan bien como yo que todo esto podría solucionarse si dejase de revolcarse con esa cría de la que se ha obsesionado. Dando unos pasos directos a su amigo se colocó muy cerca de él. No le gustaba para nada aquel comportamiento de Edward y no iba a dejar que siguiese cruzando el límite con él. No iba a seguir aguantando sus indirectas ni sus modales con él. Eran amigos, sí, los mejores, pero eso no le daba derecho a meterse de aquella forma en su vida. ¿Qué demonios le pasaba últimamente? -Puedes seguir pensando lo que quieras, Edward. No voy a dar más explicaciones sobre lo que hago y dejo de hacer en mi vida privada. – Era la primera vez que se hablaban así, ellos, que siempre se contaron todo. – Si quiero meter en mi cama a una jovencita de veinte años, es asunto mío y de nadie más. -Me parece genial… pero haz el favor de controlarla, y tú también, no tienes quince años para venir a la oficina con chupetones en el cuello. - Salió del despacho totalmente cabreado por la situación, no esperaba una respuesta de su amigo, sabía que estaba loco por aquella cría y no razonaba ante nada. Michael recordó a Nancy aquella noche, cuando tuvo que apartarla de su cuello, de su cuerpo… Sabía que le había dejado una señal en su piel, pudo verlo al ducharse en aquel despacho. No le importaba… era grandecito para tener que estar dando explicaciones a nadie sobre lo que hacía en la cama con una mujer, aunque sabía perfectamente que no daría muy buena imagen. -Por lo que veo te gusta de verdad. - John era distinto a Edward, su tono de voz era distinto cuando hablaba de ella. Siempre fue el más conciliador de los tres. -¿De qué sirve que me guste? – Miró a su amigo mientras abrían aquellos planos. - Es la hija de uno de mis socios que ha amenazado con cancelar un proyecto millonario si vuelvo a verla, casi le doblo la edad y encima trabaja para mí… - Sabía que era una locura toda aquella historia. - Es una buena combinación para que ni siquiera me lo plantee… - Comentó con ironía. - …sin contar con que tengo a mis mejores amigos totalmente en contra de todo esto. ¡Genial! Puede que al principio pensase que aquello era una autentica locura, pero John comenzaba a ver a Michael afectado por todo lo sucedido… Nancy le gustaba de verdad. Lo conocía, eran muchos años juntos, compartiendo tantas vivencias… -Oye, Michael… si de verdad te gusta esa chica y crees que podéis llegar a algo… - Conocía a su amigo y si había llegado a dar la cara por aquella jovencita era porque reamente le gustaba. - …no creo que tengas que dar más explicaciones. - Lo pensaba de verdad. -¿Crees que no sé qué lleváis razón? – Sí claro que lo sabía al cien por cien. - Sé que es una locura perder este proyecto solo por… -Sanders es un capullo, entre otras cosas, claro… - Soltó sincerándose. - Y sí, es un buen marrón el que tienes encima, pero tú mejor que nadie sabrás si realmente merece la pena. -John… cuando la tengo cerca… - Cerró los ojos. - …me siento completamente vivo. ¡No sé qué me pasa con ella… me tiene hechizado, me tiene embobado solo con mirarme, con hablarme!. Se quedó pensativo, no dijo nada más, solo suspiró mirando al suelo. -Parece que no se trata sólo de cómo te pone Nancy. - Se miraron sinceros, eran muchos años de amistad y se conocían a la perfección. Vio a su amigo agachar la cabeza, preocupado por la situación. - Desde luego tienes buen gusto para las mujeres… Elizabeth, Sarah, mujeres muy bonitas, pero Nancy… - Bromeó con él. - …es realmente preciosa. - Sonrió mirando a su amigo… Michael no era un hombre de rollos de una noche, aquella chica le había llegado de verdad a su alma entera, lo conocía muy bien. -Nunca había sentido algo tan intenso por nadie, John, ni siquiera por mi mujer. - Seguía mirando al suelo, emocionado, sincero, con su amigo, con él mismo. Era a primera vez en todo aquel tiempo que admitía algo así. - He estado enamorado pero nunca de esta forma. Nancy hace que mi alma entera se sienta llena por completo… - Necesitaba sacar todo lo que sentía para afuera de una vez. - …siento un pellizco en el pecho cada vez que me besa… es como... – Pensó. - …es como si mi corazón se detuviese por segundos cuando la veo. Vio lágrimas en sus ojos y supo que realmente estaba enamorado de aquella jovencita. Sí, su mejor amigo estaba totalmente pillado por Nancy Sanders y realmente sabía que no lo había buscado… ¿cómo habían pasado las cosas? ¡Qué más daba! Conocía a Michael y sabía que nunca habría buscado una relación con una cría de poco más de veinte años pero había pasado y, ¿ahora debía rechazar aquel sentimiento? Las cosas no serían fáciles para ellos y no solo por la edad que los diferenciaba. -No sé que me deparará el futuro con ella… - Lo escuchó decir cabizbajo… - …no sé siquiera si tendremos futuro juntos, solo sé que cuando la tengo cerca y miro sus ojos… me siento en el cielo. Ella me hace ser mejor persona, no sé cómo explicarlo. - Miró a su amigo que comenzaba a entender cada una de sus palabras… - La he visto preocuparse de verdad por una vagabunda hasta el extremo de helarse frio por cederle su abrigo. Nancy ve más allá de lo que realmente vemos a simple vista en las personas, John, y lo mejor de todo es que me hace verlo a mí también. -Tienes mi apoyo, amigo mío. - Y lo dijo totalmente seguro… Michael era su amigo y definitivamente era feliz con Nancy. - Si esa cría ha conseguido devolverte las ganas de vivir después de todos estos años… tienes mi aprobación total. Estaré a tu lado decidas lo que decidas. - Se miraron sonriendo… al menos tenía el apoyo de un buen amigo como John. - Si quieres mi opinión, no es la mujer con la que pensé que terminarías, pero… es tu elección y si tú eres feliz me basta con eso. Michael apretó su mano con fuerza, recibiendo unas palmaditas en la espalda… Realmente le veía bien un apoyo como el de John… después de tener a todos en contra era agradable saber que tenías el apoyo de alguien a quien apreciabas de verdad. -Creo que vuestras vidas, tan distintas y tan parecidas a la vez, se han unido por alguna extraña razón. Realmente no conozco mucho de esa chica pero, no sé por qué, tengo la sensación de que ella te necesita tanto como tú… - Siempre había sido muy observador, con todo el mundo, y no se había equivocado esta vez. - Pero ten cuidado con Sanders, Michael. – Y puso su mano en el hombro de su amigo. - No me gusta cómo se está tomando todo esto… no creo que os lo vaya a poner fácil… - Eso estaba claro. - Y en cuanto a Edward… -¡Edward! – Michael suspiró… - Él sí que no me lo va a poner fácil. - Ambos lo sabían... -Ya se le pasará… - Solo fue una forma de hablar. -Sabes que no. - John lo miraba de cerca… ojeaba uno de los planos que había abierto en aquella gran mesa. Levantó la vista y fijó sus ojos en los de Michael, a su lado. Lo sabía… No hacía falta que se sentasen a hablar de qué había pasado entre ellos… podía imaginarlo después de saber que hubo noches de descontrol, de alcohol y salidas al morir Elizabeth. Lo supo en aquel momento y el comportamiento de sus amigos en aquel instante, lo cercioró. Dio unas palmaditas en la espalda a su amigo y salió de aquel despacho. No iba a seguir interponiéndose entre aquella pareja, ya tenían demasiadas personas en contra como para que él también complicase las cosas. Michael se merecía ser feliz y él sentía algo por aquella jovencita… ¿por qué frenarlo? No sería él quien lo hiciese. Capítulo 11 MICHAEL HARRISON Nancy evitó a Michael en los pasillos del edificio, con Edward y John, en el Hall mientras hablaba por teléfono, en la cafetería junto a Sarah, a la que vio sumamente cerca de él. Reían, se tocaban las manos, se miraban de una forma que desconcertó a Nancy por completo mientras observaba como aquella mujer se acercó hasta él para besarlo. Y no se apartó. Michael dejó que Sarah lo besase una y otra vez, allí sentados, delante de todos, delante de ella que quiso llorar en aquel momento. Eran besos de verdad… no los que se daba a un amiga. Eran los mismos besos que le daba a ella… ¿Es qué se había estado riendo todo este tiempo? ¿Había estado jugando? No lo entendía, solo tenía ganas de llorar. ¿Por qué no le había dicho que estaba con Sarah? Porque estaban juntos… de eso no cabía duda. Michael la vio salir corriendo de aquella cafetería y comprendió que lo había visto besar a Sarah, a la que ni siquiera esperó mientras desayunaba. Sintió unas manos tapando sus ojos y pensó en Nancy, solo que al volverse en aquella silla comprobó que se trataba de su amiga. Aquella noche habían quedado los cuatro amigos pero Michael cambió los planes a última hora y ella venía a reprocharle su actitud mientras coqueteaba con él. Se sentaron juntos a desayunar y hubo un momento en el que se encontró hablando de nuevo de ellos, de la relación que Sarah quería retomar. Sin más la vio cerca de su boca, robándole aquellos besos que no supo como rechazar sin dañarla. Sabía que estaba enamorada de él. Vio a Nancy pasar por su lado varias veces en aquella mañana, sin ni siquiera mirarlo, estaba enfadada, no por lo de la otra noche, estaba seguro que había sido por lo de Sarah. Y la detuvo en aquel pasillo, cerca de los servicios, cuando intentó pasar por su lado con aquel carrito sin ni siquiera levantar la vista para saludarlo. -¿Estás tratando de evitarme, Nancy? – Le preguntó mientras le sujetaba el brazo para hacerla parar. - Tengo trabajo, no puedo pararme. – E intentó soltarse de aquellas manos, en vano, porque Michael no la soltó, tirando de ella para que lo escuchase. -Vamos, ¿qué es lo que pasa? - No iba a dejar que se fuera. Se miraron, casi estaba llorando pero aguantó las lágrimas y colocándose un mechón rebelde detrás de la oreja, se dispuso a ser sincera con él. Era lo mejor. Definitivamente por muy doloroso que fuese debía saber la verdad sobre ellos; estaban juntos Sarah y él estaban juntos.. -Te he visto con Sarah… He visto como la besabas… - Y lo soltó, tratando de ser fuerte y aguantar firme. Vio como trataba de hablar pero ella siguió hablando, no quería explicaciones, no tenía por qué dárselas. - …Y me parece genial, en serio, si eso es lo que has decidido… Seguro que serás muy feliz con ella. – Y agachando la cabeza trató de irse, el cuerpo de Michael se lo impidió. – Aunque si soy sincera, pienso que podías haberme avisado antes porque hasta anoche estabas besándome a mí… No sé si es que lo has decidido todo en una noche o es que ya estabais juntos y no sabías cómo decírmelo… -¿De qué estás hablando? Yo no estoy con Sarah, es una buena amiga, nada más. – Quería explicárselo. -¿¡Una buena amiga!? ¡La estabas besando, Michael! ¡Qué digo… te la estabas comiendo! No soy tan idiota para pensar… – No pudo terminar… miró a otro lado mientras se comía aquellas lágrimas a punto de salir. -Bueno también tú me besas y eso no significa que estemos juntos.- Supo que había sonado duro pero era la verdad y ella tenía que entenderlo. -Pero, ¡no puedes estar besando a dos chicas a la vez! ¡Eso es jugar sucio! – Le reprochó. Eso no estaba bien… - Anoche estabas en mi casa, conmigo y ahora… -Vamos, Nancy, no seas cría. - La interrumpió notando como se ponía triste, sabía que aquella forma de llamarla no le gustaba. - Sarah y yo nos conocemos hace muchos años, somos dos personas adultas y no tenemos ningún compromiso con nadie. - Sincero pero cruel. - No tenemos por qué dar explicaciones de lo que hacemos... - Eso también dolió. -¡Genial! ¿A mí tampoco? – Ni siquiera lo miró… Agachó la cabeza sabiendo cual era la respuesta… ¿Por qué hacía esas preguntas? Sabía la respuesta. -No deberías preguntar esas cosas. No te gustaría escuchar la respuesta y lo sabes. - Y aunque trató de ser suave en su tono de voz, no lo fue en sus palabras. Había sido demasiado sincero. Y la vio a punto de llorar. No sabía por qué había dicho aquello aunque fuese cierto. -¿Entonces yo no te importo nada? Lo que ha pasado estos días, ¿no significa nada para ti? ¡Estaba tan triste… Y tenía tantas ganas de llorar…! Había entendido muy bien aquella contestación. La miró fijamente. En esos momentos era cuando realmente notaba la edad de Nancy. Era una cría aún y tenía mucho que aprender… -Yo no he dicho que no me importes. - Miró a un lado y suspiró. - Tu también estás ahí… - No quería hacerle daño. -Ya… - ¡Qué fácil era para él! - … pero a mí no me gusta compartir al chico que me gusta con ninguna otra mujer. - Eso sí lo tenía claro… aunque sabía que él no era su chico… - Ya sé que no estamos juntos, pero… - Estaba a punto de llorar y Michael se dio cuenta. -Nancy… - No quería verla así. -¿Ella te gusta? - Dijo con miedo, sabiendo la respuesta pero sin querer escucharla. Era obvio que le gustaba si la besaba de aquella forma… - ¿Sarah te gusta más que yo? -Pero, ¿por qué preguntas esas cosas? – Sonrió. Si decía la verdad le haría daño. Nancy estaba celosa. - Déjalo ya, por favor… -¿Te gusta o no, Michael? – Insistió… La vio asustada por su respuesta, y trató de provocarla. ¡Qué inocente era! ¡Dios… se había enamorado de una cría…! ¡Una cría que lo tenía loco y ni siquiera se daba cuenta! -Sarah es una mujer preciosa, claro que me gusta, pero… - No mintió en lo bella que era pero estaba claro que él no quería nada con ella aunque Nancy no lo dejó terminar… Lo miró enfadada… ella era una mujer preciosa y ella… ella solo una cría a la que nunca le daría una oportunidad… estaba muy claro. -¡Estupendo! ¡Ella es una mujer preciosa y a mí solo me ves como a una cría! ¿No? - ¡Ya no podía más! - Bueno… lo cierto es que me estas montando un escenita de celos por un beso con una amiga, cosa que ella aún no ha hecho… Demuestra ser mucho más madura que tú en ese aspecto, ¿no crees? - Aquello era verdad. -Pero, ella… -Ella sí que podría tener motivos para estar celosa de ti, Nancy… - La interrumpió… - …o tengo que recordarte tus besos en el ascensor, en la pista de hielo, en el cine, en tu casa… - No le reñía aunque lo pareciese… le encantaba provocarla… - ¿Sabes cuánto me van a durar estas marcas en el cuello por nuestro fogoso encuentro de anoche? – Inclinó la cabeza para que pudiese verlas… Su tono de voz era calmado, la provocaba…sus ojos también… -Pero, es que no dejas de verme como a una cría, Michael. - Se vino abajo, a sabiendas que aquellas marcas eran suyas… - No te veo como a una cría… eres una cría, Nancy. - ¡Cómo le gustaba provocarla! Tanto que la vio tratar de alejarse de allí, casi llorando pero volvió a sujetar su brazo y la atrajo hasta él. Miró… no había nadie… Notaba como temblaba, sabía que había llegado el momento de decidir qué hacer con aquella situación. No podía seguir alargándolo más. Así que le preguntó qué le pasaba, cuál era el problema… ¿es que estaba celosa de Sarah? -¡Genial, pues entonces quédate con ella! – Dijo enfadada y con lágrimas en los ojos… - Es la adulta, ¿no? - ¡Cómo le dolía que la viese como a una niña! – No te pide explicaciones porque beses a otra chica, no te deja chupetones el cuello cuando estáis juntos y seguro que te dará muchos menos quebraderos de cabeza que una cría de veinticinco años. Es perfecta para ti. –Y antes de marcharse lo escuchó de nuevo… -¿Eso quieres? – Y lo miró con tristeza… él sonreía…- ¿Qué me quede con Sarah? ¿Pensaba que lucharías más por mí? Pero, veo que no has tardado mucho en rendirte! – Jugaba con ella… Ella se sintió con fuerzas de decir la verdad, por fin, se habían acabado los juegos entre ellos… todo ese tiempo tratando de acercarse a él, con sus bromas, con sus juegos…no para que la viese como a una cría sino para hacerlo sentir vivo… Al final para nada, solo para que Michael la tomase a broma. -¿¡Cómo no voy a rendirme!?¡No puedo conquistarte porque no dejas de tratarme como a una niña! ¡No me tomas en serio… no eres sincero! – Lo miraba desesperada. Implorándole con la mirada. - ¡Solo me ves como a una cría y no te das cuenta que soy una mujer desesperada porque la veas con otros ojos! ¡¡Ya no sé qué hacer!! – Y la vio de verdad afectada por todo aquello… - ¡No puedo luchar con Sarah! La tenía ahí delante, realmente desesperada, sus ojos brillaban y podía ver lágrimas en ellos. ¿Es que iba a abandonar? ¿No pensaba seguir luchando por él? No podía dejarla así, debía demostrarle la verdad… debía darle algo por lo que ella se sintiera segura de lo que ambos sabían. ¿Es que había olvidado sus besos aquellos días? ¿Es que de verdad no veía que estaba totalmente enamorado de ella? -No tienes que luchar con nadie, Nancy… - Su voz sosegada, dulce, mirándola tierno. Sabía que lo estaba pasando mal. - Nunca has tenido rivales que puedan hacerte sombra. Y sí, he besado a Sarah pero eso no significa que quiera o tengo algo con ella. - Estaba dispuesto a ser sincero con Nancy. -¿¡Cómo que no!? ¡Yo no beso a alguien con quien no quiero tener nada…! – No lo entendía… -No es tan fácil como tú crees. - No lo era para él, pero sabía que tampoco debía haber sido fácil para Nancy verlo besar a otra mujer después de lo que habían vivido aquellos días. – Oye, siento que hayas visto como besaba a Sarah, de verdad que lo siento, pero es una buena amiga a la que no quiero hacer daño. Aunque no lo creas, es complicado rechazarla constantemente cuando sabes que de verdad siente algo por ti. - Siempre estuvo enamorada de Michael y él lo sabía. - Ella también espera una respuesta… como tú. - Ya… - Miró al suelo, aguantando las lágrimas… - Solo que con ella todo sería más fácil y conmigo… - Tragó saliva y mantuvo la entereza. - …conmigo todo es más complicado porque soy una cría que te daría muchos problemas, ¿no? -Sí. - La provocó. - Tú lo has dicho tal y como es. - Le soltó. - Ella es una mujer maravillosa con la que podría tener una relación sin complicaciones. Somos adultos, sabemos lo que queremos y nos conocemos muy bien… - Vio las lágrimas caer por sus mejillas… -Entiendo… no tienes que preocuparte más. - Y pasó sus manos por su rostro, secando aquellas lagrimas, sin mirarlo… - No volveré a acercarme, si es lo mejor para ti…yo me alejaré para siempre. Michael sonrió… dio unos pasos hacia ella y acarició sus mejillas sonrosadas… la miró muy cerquita a sus preciosos ojos negros… Llenó sus pulmones de aire y suspiró, controlándose… No era fácil estaban tan cerca de ella… - No quieres que te diga que eres una cría… pero realmente lo eres. Una cría inocente que no ve más allá de sus narices. – Sus ojos la miraron de forma distinta… sonreía. ¿Por qué sonreía si ella estaba sufriendo? – ¿Quieres que te hable como a una mujer? ¿Qué te trate como una mujer? - Y se pegó aún más a ella. - ¿De verdad quieres que sea sincero contigo?- La miró con una sonrisa muy provocadora… Estaba dispuesto a ser sincero… Sujetó su brazo y la arrastró hasta la puerta de aquellos baños, en los que no había nadie, solo ellos. Pegó su espalda contra la pared y se acercó a ella, totalmente, juntos sus cuerpos, haciendo que notase su excitación. Sintiendo su nerviosismo, su respiración agitada… Nancy estaba temblando solo por tenerlo tan cerca… Pero, ella lo había querido así. -No puedo creer que estés celosa de Sarah, Nancy… No deberías… - Le dijo mientras miraba su cuerpo de arriba abajo y fijaba sus ojos en los de ella. - …no es a ella a la que quiero meter en mi cama cada noche… - Susurraba muy cerca de su boca. - ¿¡Qué había dicho!? ¿¡En su cama!? - …no es ella en la que pienso cada minuto, cada segundo del día… - ¿¡Pensaba en ella!? ¿En serio? - ¿Quieres que te hable como a una mujer? ¡Eres tú la única que me pone cachondo y ya deberías saberlo! – Le soltó sin más… -¿Quieres que te trate como a una mujer? – Y sujetando su mano se la acercó hasta su sexo que notó excitado bajo aquellos pantalones. Movió su mano para que Nancy pudiera acariciarlo… ¡no podía más! - Así es como tú me pones… - Lo notó duro… La boca y los ojos de Nancy se abrieron, no podía creer lo que acaba de decirle… y sin embargo le había sonado a gloria. ¿En serio aquello era verdad? Su mano aún seguía tocándolo, él no la soltaba, y no sabía cómo mirarlo sin ruborizarse ante aquella rigidez. Era la primera vez que acariciaba a un hombre y no sabía para donde mirar… ¡Lo estaba tocando! Tragó saliva… estaba muy nerviosa. Michael soltó su mano y acariciándole las mejillas hizo que levantase la mirada hasta sus ojos. Quería la verdad… la tendría. Deseaba que le hablase como a una mujer… lo haría. -¿Aún quieres que sea sincero contigo? ¿Aún quieres escuchar la verdad? – Le preguntó pegándose a su boca… La vio decir que si con la cabeza… estaba tan sorprendida que no podía siquiera hablar. - Desde que he llegado a este edificio no has dejado de buscarme, de provocarme… Su boca estaba a tan solo tres centímetros de la suya, lo notaba excitado… Sintió su mano en su precioso culo que tanto le gustaba a Michael, acariciándolo, y le gustó. Sabía que se excitaría más. ¿Tienes idea de cuántas veces he tenido que controlarme estos últimos meses? - Preguntó completamente pegado a su cuerpo, a su cara. - Te acercas a mí, me tocas, me acaricias, te pegas a mi cuerpo mientras metes tu lengua en mi boca, y tengo que contenerme para no olvidar quien soy y dónde estoy. – ¡Michael no podía más! - ¡Ni te imaginas cómo me pones y cuantas ganas tengo de meterte en mi cama y follarte sin parar! Y abrió su boca hasta meterse sin piedad en ella, sin detenerse, sin control alguno. Su lengua en la suya, dentro de ella, rozándola, lamiéndola, apoderándose de aquella boca que lo volvía loco, acariciando su cuerpo pegado a aquella pared y rozándose a ella para que pudiera sentir su excitación. Ahí tenía la verdad. Su verdad… la que llevaba meses callando, desesperado, mientras trataba de controlarse por su edad, por Sanders y por todo lo que los rodeaba. Pero, ya no podía más, Nancy lo hacía perder la cabeza, el control total de su cuerpo, de su ser… -¡¡No puedo más Nancy!! – Agarró su rostro con ambas manos y pegó su cara a la suya mientras lo oía agitado, excitado… - ¡Te juro que no puedo más…! Metió su cara en aquel cuello que mordió, que lamió, que saboreó con ganas… Nancy lo hacía perder el control total de todos sus sentidos, olvidándose de donde estaba, de quién era… Se pegó a su boca para hablarle muy agitado. -Me gustó sentirte encima de mí, anoche… - Excitados, pegados, mientras sujetaba su rostro con sus manos y se pegaba a sus labios… - … me gustó que te volvieses loca, Nancy, me gustó que me hicieras perder el control. ¡No tienes idea de cuánto me costó marcharme de tu casa! ¡Ni te imaginas cómo te deseo! - Le había marcado el cuello aquella noche cuando perdió el control al tenerlo tan cera. Sabía que Nancy había visto aquellos chupetones y también estaba seguro que, aquella risa vergonzosa que tenía en aquellos momentos, era sin duda porque le gustaba ver aquellas marcas. ¿Es qué lo había hecho a sabiendas de que Sarah podría verlos? ¿Era su forma de gritarle a su rival que habían estado juntos? Ella no tenía rivales… no había absolutamente nadie que pudiese hacerle sombra a aquella chiquilla alocada que lo llenaba de vida. Y por supuesto que no le molestaban aquellas marcas… Las vio la misma noche, cuando se quitó la camisa para meterse en la ducha… la apartó a un lado y comprobó que su piel estaba marcada por la fogosidad de Nancy… Se rió, recordando el momento. ¡Tanto que la deseaba! ¡Tantas ganas que tenía de sentirla! Y lo habría hecho allí mismo, en aquel baño sin importarle nada… La habría metido en uno de aquellos baños y se la habría follado sin parar, como un completo adolescente, de no ser porque vio como la puerta se abría y entraba una chica, que no supo que decir al verlos tan apasionados. Lo reconoció, era el dueño del edificio. Pero no dijo nada, solo lo miró y se disculpó. Michael se apartó de Nancy, de su cuerpo que aún temblaba por aquel acercamiento… la miró pícaro y excitado aún, y le dijo adiós cariñosamente, dejándola en aquel baño con aquella chica que aún no salía de su asombro. ¡Era el dueño del edificio dándose el lote con una chica de la limpieza! -Hablaremos después… - Le dijo mientras la notaba respirar agitada… - Hay algo… - Y miró a la joven que se peinaba frente al gran espejo del aquel baño… - …hay algo de lo que tenemos que hablar y es importante. - Definitivamente se lanzaría a aquella locura con ella… ya lo había hecho, en todas aquellas salidas, pero antes debían hablar, no podía seguir ocultando su identidad con Nancy. Era demasiado arriesgado, alguien podría decírselo en cualquier momento y ella no se lo perdonaría. Nancy tuvo suerte de salir pronto del baño, antes de que aquella joven le hubiese reprochado algo por su actitud con Michael Harrison, el dueño del edificio y el gran jefazo, como allí lo llamaban… La miró descarada, pensando en todas las cosas que se oían de ella… esta vez había escalado bien alto… nada más y nada menos que con un gran empresario… Aunque el secreto no duró mucho más… Estaba en una de las clases de baile, reunida con sus alumnos cuando vio a Edward allí, con los brazos cruzados observándola fijamente. Hizo un gesto a Timmy, uno de sus alumnos más avanzados para que se hiciese cargo de la clase y se acercó hasta él. Era la primera vez que veía a uno de los jefazos en su gimnasio y suponía que vendría a dar clases. No es que hubiese tenido problemas con él, nunca, pero le resultaba muy extraña la manera con la que últimamente la trataba. Apenas habían dirigido tres frases desde que trabajaba allí, pero desde hacía unas semanas veía sus miradas fijas, desafiantes… -¿Puedo ayudarle en algo?- Trató de ser cortés con él. -Ahora entiendo por qué está tan encaprichado contigo… -Y notó como la mirada descaradamente de arriba a abajo. - ¡Yo también te follaría sin parar!¡¡Estás increíble!! No supo que decir en aquel momento… ¿qué acababa de decirle?¿Se había vuelto loco? Pero, ¿de qué iba, Edward? -Perdón… ¿¡cómo dice!? – No tenía derecho a presentarse delante de ella y soltarle aquello por muy jefe que fuese ¿¡Cómo se atrevía a…!? -¡Vamos Nancy, yo también soy uno de los jefes, no disimules conmigo! – La expresión de Nancy cambiaba por minutos. No entendía de qué iba todo eso pero desde luego no le gustaba nada. ¡Me han dicho que en tus ratos libres te gusta dar clases privadas a los dueños del edificio! Y, fíjate tú por dónde… vengo a comprobar la mercancía antes de probarla. ¡No podía creer lo que acababa de decirle! ¿¡La estaba llamando puta!? Pero, ¿es que se había vuelto loco? Nancy se irguió totalmente cabreada y lo miró fijamente, segura de sí misma… -Salga de mi gimnasio inmediatamente. - Y señaló la puerta por donde había entrado… - No sé de qué me está hablando pero no voy a consentirle que venga aquí a insultarme… -Que tú no me vas a consentir… ¿qué? – La retó… - ¡¡No me provoques Nancy!! – Le soltó muy cerca de su cara, encendido totalmente. ¡Cómo la odiaba! – Me importa un carajo de quien seas hija… tú aquí no tienes ningún tipo de privilegios… Así que deja de joderme… - Nancy intentó decir algo pero Edward siguió recriminándola. – Dedícate a tus bailes, a limpiar tus oficinas y a poner cachondo a todos los empleados, como has hecho siempre… Pero, deja en paz a Michael o te juro que te arrepentirás… -¿¡Qué!? - ¿De qué hablaba? - ¿¡Michael!? ¡No voy a dejar de verlo porque usted me lo diga…! –No entendía nada de nada… ¿Por qué tenía tanto interés en aquel arquitecto? -Ya lo creo que lo harás… - Se encargaría personalmente… -Pero, ¿qué le pasa? ¡No puede venir hasta aquí para decirme con quien puedo salir y con quien no! – Hasta el momento su vida personal no era de su incumbencia, y por supuesto que no iba a dejar que nadie se metiese en la relación que tenía con Michael… - ¡No es asunto suyo! -¡¡Michael es asunto mío!! ¿Me oyes? – No pudo evitar soltárselo… - Si vuelves a acercarte a él… -¡No se atreva a amenazarme! – No iba a consentírselo pese a que aquellos ojos la hacían temblar… Tan fijos en los de ella… desafiantes… ¿¡Michael era asunto suyo!? ¿¡De qué iba todo eso!? No le había gustado para nada aquella frase… ¿¡Es que a Edward le gustaba Michael!? ¿¡Es que le gustaban los hombres!? Sus palabras desde luego lo habían parecido. - ¡Escúchame, bien, zorra! – Le agarró el brazo hasta hacerle daño. – En este edificio somos cuatro jefes y te aseguro que, ahora mismo, tienes a tres en tu puta contra. – Estaba claro que se trataba de su padre, de él y… ¿John o el señor Harrison al que ni siquiera conocía? - Cuando Michael se haya cansado de follarte, que lo hará, no te quedarán jefazos que te salven el culo… Sabía que no debía hacer aquello y menos delante de aquellos alumnos pero en aquellos momentos todo le daba igual… - …y te aseguro que, cuando eso pase, me encargaré personalmente de joderte de todas las formas posibles… Y sus ojos fijos en ella la hicieron temblar por un segundo… de miedo… No entendía muy bien lo que acababa de pasar… ¿Había dicho que Michael era uno de los…? ¡No, no! ¡¡Espera!! ¡¡Michael uno de los dueños del edificio!! Pero, ¡¿es que aquello era una broma porque no tenía nada de gracia!? Intentó recordar las palabras exactas de Edward, tal vez ella las había malinterpretado porque aquello era imposible. Haber… llevaba meses conociendo a Michael, meses charlando con él, ligando con él… Nunca hablaron de él más que lo necesario, pero… ¡No, por favor! Esto tenía que ser una patraña de Edward. ¿Cómo iba a ser uno de los jefes si nunca le había insinuado nada sobre eso? ¡Habían estado ligando… habían estado besándose…! ¡¡Era de locos!! Y una equivocación, seguro… Pero pensó en cada una de sus palabras aquellos meses, de su forma de besarla y abrazarla pero siempre sin llegar más allá, sin ningún tipo de compromiso… Escondía algo que le impedía estar a su lado… pero nunca imaginó que pudiera llegar a ser… ¡Dios! ¿¡Su jefe!? ¡¡Era una locura!! ¡¡Michael era el dueño del edificio!! El jefazo que le faltaba por conocer… Quiso llorar de impotencia, de rabia, de inquietud y dolor… Todo lo que había vivido con aquel hombre en todos esos meses… ¿Había sido mentira? ¿Un juego cruel? Se habían besado, acariciado… se habían mirado y abrazado como una pareja de enamorados… sí, siempre vio algo especial en sus ojos y notó su nerviosismo ante el acercamiento de su cuerpo… pero… ¿y entonces? ¿De verdad Michael era el dueño de aquel edificio?¡¡Quería morirse…!! Se acercó a las oficinas de la última planta, el despacho del socio mayoritario estaban allí; hasta ahora no había subido nunca, ella no se encargaba de la limpieza de aquellas oficinas. Y recordó cada momento al lado de Michael, todas sus bromas, sus besos, sus abrazos… y aquel misterio que parecía esconder desde siempre. Sí, algo extraño ocultaba, algo le pasaba pero… ¡No podía ser aquello! Lo comprobaría enseguida… Las puertas del ascensor se abrieron y la secretaria principal del señor Harrison se extraño al verla por allí. Nancy la conocía, era una buena mujer, de unos cincuenta y largos años y siempre se habían llevado muy bien. Ella era una de las pocas personas que la conocían en aquel lugar. Las otras tres, jóvenes y bonitas apenas la conocían… eran chicas nuevas que llevaban allí poco tiempo… Preguntó por el señor Harrison, el nuevo dueño, el único que le faltaba por conocer y el mismo que estaba reunido con grandes empresarios en una de las salas cerca de donde ella se encontraba. Giró la cabeza al pasillo central que llevaba a las salas de juntas… Sus pies comenzaron a caminar, despacio, seguida de Martha que intentaba detenerla explicándole que no podía entrar en aquel lugar. La sala estaba rodeada por un cristal que dejaba ver a todas las personas de dentro. Habría unas veinte, todas sentadas en aquella enorme mesa de color negra colocada en medio de la estancia. Presidiendo la reunión vio a Michael, de pié, explicaba unas diapositivas tras él a todos los presentes… Llevaba una precioso traje gris merengo, bien ajustado a su cuerpo, corbata negra y camisa blanca… Estaba increíblemente elegante. -¿Quién es el señor Harrison, Martha? – Y esperó cualquier respuesta menos la que le dio aquella mujer que señaló a Michael con decisión. Nancy cerró los ojos y miró hacia el suelo… ¿Se había estado riendo de ella todo ese tiempo? ¿¡Cómo había podido!? ¡¡Se había abierto a él totalmente, le había contado tantas cosas…! Pero él solo se había reído de ella durante aquellos meses, ocultándole su identidad desde el principio… ¿Cómo había podido ser tan estúpida? ¿Cómo no se había dado cuenta de que algo no era del todo cierto en aquel hombre? ¡¡Todo había sido un juego para él!! ¡¡Y se sentía tan mal..!! Quiso morirse en aquel instante… ¡Había confiado en él…! Después de todo lo sucedido en su vida nunca logró acercarse a un hombre más que a Steven, su gran amigo, y… ¡No podía creerlo! Solo había sido un juego estúpido de empresario rico con ganas de pasarlo bien… Capítulo 12 ORGULLO, ENFADOS… Quiso irse de aquel lugar, marcharse para siempre de aquel edificio y no volver a verlo nunca más. Pero, Nancy, se detuvo cuando solo había dado unos pasos directa al ascensor. Se irguió, levantó la cabeza y pasó por el lado de Martha, su secretaria y amiga de ella, que intentó detenerla antes de abrir aquella puerta de cristal.. ¡No iba a irse de aquella forma! ¡No iba a consentirle que se riese de ella! Michael escuchó aquel golpe, la enorme puerta de aquella sala de juntas se abrió dando un golpe contra la pared y al volverse pudo ver a Nancy, que se acercaba a él con la expresión de alguien que acababa de descubrirlo todo… Lo sabía… Sus ojos se lo gritaban. -Señor, Harrison he intentado detenerla, pero… - Detrás de ella. - Tranquila, Martha, no pasa nada. - La calmó con un movimiento de mano y se marchó de aquel lugar. Tragó saliva, aquello iba a ser complicado, podía verlo en sus ojos. Nancy seguía moviéndose por la estancia directa a él ante la sorpresa de los presentes que no daban crédito al comportamiento de aquella joven. Todo le dio igual en aquel instante, incluido Sanders, que también estaba en aquella reunión y la haría pagar aquel descaro a golpes. No importaba nada en aquel instante, solo plantarle cara a aquel hombre que se había estado riendo de ella todos aquellos meses. -¡Así que el dueño del edificio! ¡¡Uauuuu!! – Soltó cuando lo tuvo a menos de dos metros. Sus ojos estaban llenos de rabia. -Nancy… - Quiso decir algo pero ella estaba fuera de control, y lo entendía. No lo dejó hablar, lo interrumpió enfurecida. -Creo que se le olvidó mencionar ese pequeño detalle en nuestras conversaciones, señor Harrison. – Así es como tendría que llamarlo de ahora en adelante. -Escúchame, ahora mismo no es el momento para esto, estoy en mitad de una reunión importante… La miraba fijamente, sin enfados por haber interrumpido aquella reunión, ni siquiera por hablarle de aquella forma delante de todos. La entendía perfectamente. - …pero te prometo que cuando termine hablaremos tranquilamente de todo esto y te explicaré… -¿¡Explicarme!? – Volvió a interrumpirlo, esta vez subiendo la voz. - ¡Está todo muy claro! ¡Llevas meses jugando conmigo, tratándome como a una completa estúpida, mientras yo te abría mi corazón por completo! – Y su voz se elevó en aquella sala llena de empresarios. – Eres igual de miserable que mi padre… ¿¡qué digo miserable!? Eres un completo hijo de puta sin sentimientos. -¡¡Nancy!! – Steven se levantó de aquella silla tratando de hacerla callar. No tenía ni idea de por qué había llegado a aquella reunión de aquella forma, ella no era así, y podía notar que no solo se conocían como jefe y empleada, pero… Nancy no podía perder los papeles de aquella forma… -Yo me encargo Steven... – Y aunque trató de decir algo más Michael lo obligó a mantenerse al margen de todo. Aquello era asunto suyo. La miró a su lado, estaba llorando… ¡Y le dolieron tanto aquellas lágrimas por su culpa! Sabía que aquello debía pasar, siempre supo que ella se sentiría engañada al saber la verdad de todo pero tuvo tanto miedo de contarle quien era… ella lo hacía sentirse único y nunca quiso que aquello se acabara. -¿Te has divertido todo este tiempo riéndote de mí? De eso va todo esto, ¿no?- Lo miró muy fijamente. - Pensé que eras distinto a todos… ¡Dijiste que querías ayudarme y te creí! - Y las lágrimas que trató de ahogar comenzaron a caer por sus mejillas delante de todos. Había creído en sus palabras… tanto miedo que le producían aquellos golpes… y tan segura que se sintió en sus brazos… pero todo era mentira… -Nancy no me he reído de ti. - No quería verla sufrir de aquella forma… No era justo. -Eres como todos los empresarios ricos que trabajan con él… - Sabía a quién se estaba refiriendo. - …calculadores, fríos, capaces de utilizar a la gente solo para conseguir vuestros propósitos… Solo os importan los negocios, el dinero, el prestigio… - Su padre, sus colegas… los conocía de hacía muchos años, gente con la que ella no tenía nada que ver. - No importa lo que tengáis que hacer o el daño que podáis hacer a los demás. Eso os da igual… - ¡Michael esto es inaudito! – Dijo la voz de Edward al final de la sala. Hasta el momento se había mantenido al margen, disfrutando de la escena, sabiendo que todo entre ellos se había jodido. – Llamaré inmediatamente a seguridad. -Suelta el teléfono… - Le ordenó cuando lo vio descolgar. – …he dicho que lo sueltes, Edward. Tenían a diez empresarios venidos de distintos estados para conocer los detalles de un gran proyecto en común y como dueño de la empresa, no podía permitir aquella escena. ¡Era una vergüenza! Pero Nancy ni siquiera prestó atención a aquellas palabras, siguió cerca de Michael, destrozada… para nada le interesaban ni los negocios, ni los empresarios allí reunidos, ni el ridículo que pudiera estar haciendo. -Pero… ¿por qué yo, Michael? – La miró y la vio sufriendo muchísimo por todo el daño que le había hecho. - ¡Yo no te había hecho nada para que quisieras lastimarme de esta forma! – Preguntó destrozada, llorando sin consuelo… - ¡Ni siquiera me conocías! -Nancy, por favor…- Le pidió dulcemente intentando sacarla de allí. - ¿Qué es lo que buscabas? ¿Se trataba solo de pasar un buen rato acostándote conmigo o esto tiene que ver con mi padre? ¿Es otro de sus retorcidos intentos por humillarme? – De verdad que ya no podía más con todo aquello… Y Michael podía verlo en sus ojos. Sanders estaba allí, en silencio, presenciando la escena como todos. - ¿Te lo dijo él? – Y lo señaló al final de aquella mesa, mirándola sin cesar…- ¿Ibas a dejar que me enamorase de ti para que todos pudieran burlarse de mí? ¿Para que él pudiese seguir haciéndome daño? – Vio sus lágrimas en sus mejillas… Realmente le había hecho daño y no sabía cuánto lo sentía… -No… - Su voz sonó muy suave, no podía dejar de mirarla con muchísima lástima. Le había hecho mucho daño y podía verlo en sus ojos que no dejaban de llorar. Ni siquiera pensaba en aquellos empresarios que presenciaban la escenita, sorprendidos por aquellas palabras, por el trato de aquella joven hacia el dueño del edificio. Todo le dio igual en aquel instante. Su sufrimiento era mucho más importante que cualquier proyecto, pese a que los demás no pudiesen entenderlo. -¿Cómo has podido ser tan cruel? ¡Creí que tú me protegerías de él… creía que serías tú…! – Y bajó la mirada totalmente hundida. Por un solo momento creyó que había encontrado la persona que la ayudaría a salir de todo aquel infierno, pero era solo una fantasía. No podía escapar nunca… Pensé que te importaba de verdad… - Y sujetó su pecho un segundo ante la presión de aquel sufrimiento que la invadía por segundos. - …pensé que te preocupabas por mí… - Lo miró con aquellos increíbles ojos llenos de lágrimas y desolación. -Nancy, entiendo que tenéis que hablar largo y tendido de esto, pero te aseguro que no es el momento… - Le dijo John suavemente mientras se acercaba hasta ellos. No debía ser fácil para su amigo aquella situación, la mujer a la que amaba estaba rota totalmente y tenía a unos clientes sumamente importantes esperando y presenciando ese momento. – Michael… - Lo miró, haciéndole ver que debía acabar aquello de inmediato. La observó allí, delante de él, totalmente desconsolada, implorando una ayuda, un amigo, una persona que de verdad no quisiera hacerle daño. Y él estaba ahí, para siempre pero ella ahora mismo no confiaba en él y era normal por todo lo sucedido… Quiso abrazarla y tratar de calmarla pero no lo hizo, no podía hacerlo… no en aquellos momentos. Vio tanto sufrimiento en sus ojos… tan aterrorizada cuando hablaba de Sanders… Claro que la protegería… siempre lo haría… sus ojos se lo pedían con toda la desesperación del mundo… Miró a su alrededor. Todos los presentes lo miraban sin querer decir absolutamente nada, pero estaba claro que la situación era incomodísima. Bajó la mirada, cerrando los ojos y tratando de controlar sus ganas de abrazarla. -Hablaremos después, Nancy, por favor… - Fue lo único que pudo decir en aquel momento. - ¡Nooo! – Y evitó sus manos en sus brazos… Se sintió fuerte por unos segundos… - Tú y yo no tenemos nada de qué hablar… - Y se giró para marcharse de aquella sala, sintiendo la mano de Michael sujetando su brazo para calmarla. No podía irse de aquella forma, él nunca se había reído de ella… nunca quiso hacerle daño. La mano de Nancy se giró bruscamente hasta llegar al rostro de Michael que no esperó aquella bofetada aunque la tuviese merecida. – No vuelva a tocarme nunca, señor Harrison. Yo no soy como las demás mujeres que usted haya podido conocer. ¿Se ha divertido? Me alegro… pero a mí no vuelva a acercarse en la vida. ¡Yo no existo para usted! – Y vio una fuerza increíble en sus palabras, estaba decidida. Y allí se quedó, plantado, delante de todos aquellos empresarios que acababan de ser testigo de aquel desplante que acababa de hacerle Nancy. Se sintió humillado en aquellos instantes pero cerró los ojos, respiró y se dirigió a los presentes. La reunión proseguía después de aquella interrupción. -Siéntate Steven. –Le ordenó cuando lo vio levantarse tratando de ir tras Nancy. Eran hombres de negocios y se debían a su trabajo, a aquellos empresarios que no daban crédito a toda aquella escena romántica en mitad de una reunión tan importante. También él quiso ir tras ella para abrazarla y explicarle todo lo que había pasado en realidad, pero se mantuvo firme, allí, con total naturalidad. Prosiguió su discurso serio, a veces dubitativo, pero tratando de que nadie notase lo afectado que estaba por lo sucedido. Y lo estaba, bastante, no solo porque había visto todo el dolor de Nancy en sus ojos, no solo porque sabía que se sentía engañada, humillada… sino porque él mismo necesitaba abrazarla y hacerla sentir que estaba a su lado para ayudarla. No la dejaría sola…no estaba sola. Aunque una parte de él también estaba bastante cabreado. No podía llegar en mitad de una reunión y humillarlo y avergonzarlo delante de todos los presentes. Tenía una imagen que cuidar, un nombre que todos conocían y elogiaban y con aquella actitud lo había dejado en muy mal lugar delante de todos. Y precisamente aquel día, cuando tenía aquella sala llena de empresarios muy importantes con los que tenía grandes negocios… Lo había dejado en muy mal lugar delante de todos ellos… Steven lo esperó en su despacho, sentado en una de aquellas cómodas sillas que decoraban la estancia. Lo vio allí sentado, esperándolo y supo que quería una explicación. Lo cierto es que estaba algo cansado del tema. Ya había tenido que dar explicaciones a sus colegas y amigos, en aquella sala de juntas, al término de la reunión. Estaba claro que las cosas no se quedaron calmadas después del numerito de Nancy. Sanders y John salieron rápidamente con aquellos clientes que quizás dejasen de serlo por lo sucedido, pudiera ser que el proyecto con ellos se hubiese estropeado por completo. Edward permaneció en la sala con él y no fue precisamente para darle unas palmaditas en la espalda. La discusión fue monumental, las miradas entre ellos echaron chispas. Y tenía razón, Michael sabía que no podía sino bajar la cabeza y admitir que Nancy se había excedido con su entrada y sus insultos. Aquello comenzaba a escapárseles de las manos. Vio a aquel ingeniero sentado en una de las sillas de su despacho, cerró la puerta tras él, le aguardaba otra charla sobre el mismo tema. Agotado. -Steven no es un buen momento… -Le dijo soltando aquellos documentos en su mesa. Quería buscarla y hablar con ella pero todos lo entretenían con preguntas. -Yo creo que es el mejor… -Dijo seguro de sí. - ¿Qué es lo que hay entre Nancy y tú? –Era directo, desde luego. -He oído que os lleváis muy bien… tal vez deberías preguntarle a ella. – Y se desabrochó aquella chaqueta que colocó detrás de su sillón. -No seas sarcástico conmigo, Michael… Llevo muchos años conociéndola, nadie mejor que yo sabe de lo que es capaz… ella jamás habría entrado en una sala de esa forma… - Sabía de lo que hablaba porque nadie la conocía mejor que él. - … y muchísimo menos se habría atrevido a insultar y golpear al jefe como lo ha hecho hoy. -Pues lo ha hecho, Steven… - Lo miró enfurecido… - tal vez no la conozcas tanto como crees… - Estaba cabreado, no iba a mentir, Edward y John le habían estado llenando la cabeza de ideas y… y aquel bochorno delante de unos clientes tampoco ayudaba mucho… -La conozco perfectamente… y sé que has debido hacerle algo gravísimo para que actúe de esa forma… Su voz sonaba tranquila aunque sabía que estaba rabioso por dentro. Siempre le había parecido un hombre recto y muy correcto, en los meses en el edificio nunca lo escuchó levantar la voz ni discutir con nadie. Pero aquella mañana aunque pareciese sereno sus ojos mostraban otra cosa muy distinta. -Oye, Steven, me acaban de dejar en ridículo delante de unos clientes muy importantes, e incluso puede que me acaben de joder un proyecto millonario que casi estaba cerrado, por lo que, como comprenderás, estoy muy cabreado… - No lo miraba pero podía ver su enfado… - No me parecería justo pagarlo contigo… Así que, por favor… - Y señaló la puerta, ordenándole dejarlo solo… -¿No te parece justo? – Su tono cambió totalmente. Michael lo observó. - ¿Sabes que es lo que no me parece justo a mi? Cada uno de los golpes que va a recibir Nancy por lo que ha hecho hoy en esa sala… Recordó a Sanders, allí sentado, totalmente frío, disfrutando de la escena y… ¿es que la golpearía por lo sucedido? ¡No se atrevería! Y sintió un escalofrío por todo el cuerpo. -¿También tengo la culpa de lo que haga Sanders con su hija? - ¿Es qué acaso tenía él la culpa de que aquel hombre fuese un miserable? – No he sido yo quien ha entrado en una sala y ha abofeteado al dueño del edificio delante de todos. – Aquello lo había enfurecido bastante. - No puedo impedir que Sanders quiera hablar con Nancy sobre lo que ha hecho hoy y reprenda su comportamiento… -Sanders no hablará con Nancy… - Estaba tan seguro de eso como de que al día siguiente saldría de nuevo el sol… - Él nunca habla con ella… Se dedica a dejarle las cosas bien claras de otra forma mucho más concreta… así se asegura que no lo olvide la próxima vez. Michael lo miró entendiendo sus palabras… ¡Una paliza! Pero, ¿qué podía hacer él? Por supuesto que no quería que la golpease, por muy enfadado que estuviese nunca le desearía nada malo a Nancy. - Para nada pienso que tengas la culpa de las palizas que le da, solo él es el responsable de un comportamiento tan mezquino, pero te importa una mierda lo que le pase a ella, como a todos… - No iba a callarse porque fuese su jefe, con respecto a Nancy no iba a callarse. - No es vuestro problema… - ¿En serio crees que me importa una mierda? - Por supuesto que no… - De ser así habría tardado dos segundos en ponerla en la calle… ¿o es que crees que voy permitiendo que empleadas mías me abofeteen sin que eso tenga consecuencias? -¿¡Te importa!? – No estaba seguro de lo que estaba pasando entre ellos… - Sí… me importa aunque no lo creas, pero no puedo permitirle que me avergüence delante de unos clientes como ha hecho hoy. – Eso era cierto… - Tengo negocios con grandes empresarios, Steven, lo sabes, y no puedo dejar que nadie tire mi imagen y mi reputación por los suelos… ni siquiera Nancy. -Para vosotros solo es un juego… para todos… - Le dijo sin pensárselo dos veces… ¿Imagen? ¿Negocios? Nancy era mucho más importante que todo eso…- Solo veis a una chica preciosa, con la que pasar un buen rato, a la que poder follarse para alardear con los amigos…- Vio en sus ojos muchísima tristeza. Steven de verdad quería a esa chica. - …solo veis lo que salta a la vista y olvidáis que solo es una cría que no sabe en quien confiar porque está muerta de miedo… Vio unas lágrimas en sus ojos e intentó decir algo pero Steven se levantó y se acercó a la puerta para salir. Se detuvo, con la cabeza agachada, en silencio y antes de abrir la puerta lo miró totalmente tocado. -Sigue creyendo que algún día acabará todo este infierno… pero se equivoca… Nunca acabará, lo sé. - Y vio sus lágrimas en su rostro… No sabía que decir, viéndolo de aquella forma… - Y te juro por dios que he pensado muchas veces en llevármela lejos de aquí… los dos solos, donde no pueda encontrarnos nunca… Sería capaz de abandonarlo todo por ella… ¡Lo abandonaría todo…! Michael lo miró fijamente… ¡Vaya! ¿¡Los dos solos!? Realmente aquello no era un cariño de amigos… no había dudas… ¿Y decían que no había nada entre ellos? No lo creía… los ojos de aquel hombre decían lo contrario… -¡Vaya! Eso no suena a un simple cariño de amigo… - Estaba harto de que tratase de ocultar la verdad… estaba muy claro… Y se miraron a sabiendas de que todo había quedado descubierto… Michael no era tonto…y a Steven todo le daba igual en aquellos momentos… -No lo es… - Confirmándolo todo… Michael cerró los ojos y suspiró… -No soporto verla sufrir, verla golpeada día tras día… y me aterroriza solo pensarlo porque temo que cualquier día consiga matarla de una paliza. - Agachó la cabeza destrozado… - No puedo hacer nada por ella, pese a que daría mi propia vida por evitarle tanto dolor. – Steven estaba enamorado de Nancy desde hacía muchos años…- No sé qué es lo que ha pasado entre Nancy y tú, pero… no te acerques a ella, Michael. – Y no era una orden, pero tampoco sonó a súplica…. – No quiero que vuelvas a acercarte a ella… - Esta vez decidido… - Tú no viste su cara hoy, en la reunión… la destrozara… Nancy lo sabe… yo lo sé… - ¡Pobre Nancy! - … y lo peor de todo es que Sanders sabe que no hay nadie que pueda detenerlo… Fue precisamente Edward el encargado de dar la siguiente charla sobre el asunto, minutos después de escuchar a Steven, agotado mentalmente de toda aquella historia… Comenzaba a pasarle factura… Y así se lo hizo saber su amigo que además de recordarle la vergüenza delante de aquellos empresarios y clientes que presenciaron toda la escenita, también le reprochó los problemas que habían surgido desde que aquella joven había entrado en su vida… Ella, que había entrado en una sala, en mitad de una importantísima reunión, avergonzándolo mientras lo insultaba y lo abofeteaba delante de todos… ¿Cómo podía tomarse aquella confianza con él? Le daba igual que se acostasen juntos pero no podía dejar que aquella historia perjudicase su trabajo y el de los demás… Hundiría su imagen como gran empresario si no ponía punto y final a esa historia… Nancy Sanders no era buena para él… no era buena para Steven y no era buena para nadie de aquel edificio… No era la jovencita inocente que él creía… la chica luchadora que tenía a todos en contra… incluido a su padre… Al principio trató de no escuchar aquellas palabras de Edward, sabía perfectamente qué era verdad y qué mentira en la historia de Nancy pero al final, aquellas palabras hicieron algo de mella en él… Ya estaba cabreado por lo sucedido y escuchar a su amigo afirmar que Steven y ella se acostaban juntos desde hacía muchos años, lo enfureció aún más… Escuchó algo sobre un dinero que aquel ingeniero pasaba a la joven cada mes, desde hacía muchos años… y pudo ver las cuentas que su amigo traía reflejadas en unos papeles… transferencias hechas cada mes, sumas bastante altas y recordó las palabras de aquel hombre en su despacho, minutos antes, cuando admitió desear llevar a Nancy lejos de todos… Supo que estaba enamorado de ella…no era una amiga y ellos se llevaban tan bien… tenían tanta complicidad solo con una mirada… Y el propio Steven había confirmado sus verdaderos sentimientos… -¿¡Has estado revisando las cuentas de Steven!? – No podía creer que hubiese hecho algo así… ¿¡Te has vuelto loco, Edward!? – Lo increpó con aquellos documentos en las manos… -Tenias que verlo con tus propios ojos… ya que últimamente no te basta con la palabra de tus amigos… - No iba a darle tregua con aquella chica… -Pero… -Sanders me previno hace semanas. – Lo interrumpió. – Me dijo que nos llevaríamos una sorpresa y mira tú por dónde… no se equivocó. -¡No puedes hacer algo así! – Le recriminó aquel acto. -Claro que puedo… tengo influencias, conocidos y sólo me ha bastado levantar el teléfono para tener la información que necesitaba en mi mesa en cuestión de minutos. - No me estoy refiriendo a eso, Edward. ¡¡Se llama privacidad!! – No estaba de acuerdo con aquel comportamiento. -Se llaman pruebas de que esos dos llevan años acostándose juntos y de que la chica por la que has estado embobado estos meses, por la que te has enfrentado a todos nosotros no es más que una fulana que busca tu dinero y tu prestigio… - Desde luego se había explayado bien… pero Michael no pudo decir nada… agachó la cabeza… no quería creerlo pero aquellos documentos… - ¿Adivinas quién ha estado pagando sus estudios en una de las universidades más caras de New York? – Pasó sus manos por sus ojos, por su rostro, por su frente… aquello no podía ser cierto. - ¿Sabías que estuvieron viviendo juntos y que la estuvo manteniendo económicamente durante años? ¿Por qué aceptaba Nancy dinero de aquel hombre? ¿Y por qué iba nadie a pasar una cantidad todos los meses solo por amistad? ¿Qué es lo que le daba a cambio? Solo pensarlo hacía que se volviese loco… ¿En serio todo había sido falso en aquella jovencita? ¡No podía ser! ¡No quería creer nada de lo que Edward le contaba y sin embargo había pruebas…! Pruebas de algo que no tenía ninguna explicación razonable. Miles de dólares, cada mes en las cuentas de Steven, transferencias siempre a nombre de Nancy Sanders. ¿Por qué? -¡Basta, Edward, por favor! – Había escuchado demasiado. -Estás a punto de perder negocios muy importantes por alguien que se acuesta con uno de tus ingenieros por dinero. ¡¡Joder, mira los documentos y desengáñate de una puta vez!! – Gritó cogiendo los papeles de aquella mesa. Ya los había visto. - ¡No es ninguna jovencita inocente y puritana, Michael! ¡Solo es una golfa que te ha estado engatusando con su inocencia y su carita de niña buena para sacarte el dinero como lo ha hecho con Steven todos estos años! ¿¡Qué más necesitas para ver que se ha estado riendo de ti!? No podía creer aquello, la joven con la que había disfrutado aquellos meses no era la misma de la que hablaba Edward. Le había parecido una joven ingenua, luchadora, inocente, amable, cariñosa… no iba a creer toda aquella historia, pero, ¿por qué aceptaba aquel dinero de Steven desde hacía años? ¿Qué ocultaban? Pasaron unas horas antes de intentar hablar con ella sobre todo lo sucedido, ambos estaban muy cabreados y no daría resultado ninguna charla. Por eso esperó un poco antes de acercarse al gimnasio, donde la vio bailando desesperadamente. La vio por las cristaleras de fuera, no quiso entrar de momento, la observó unos minutos… sabía que estaba muy enfadada y suspirando hondamente pensó en lo difícil que sería hacerla entender el por qué de su silencio… Siguió machacándose hasta hacerse daño, varias veces, sin querer parar. Sus piernas no soportaron aquellos ejercicios con los que llevaba horas, furiosa, olvidándose de sus lesiones, que aún estando recuperadas no debía machacar en exceso… La imagen de Steven se reflejó en aquel cristal… había entrado por una de las puertas laterales… Podía verlo allí, observándola bailar… Quería hablar con ella pero no se detuvo hasta volver a caer al suelo, quejándose de dolor, intentó volver a levantarse pero sus piernas se doblegaron hasta golpearse bruscamente… no podía seguir… Steven se agachó a su lado, acariciando su pierna dolorida y levantando el rostro de Nancy… lloraba desconsoladamente… la abrazó con fuerza, la acarició con dulzura… los veía hablar muy cerca, mirándose fijamente y en un solo segundo comprendió que todo había sido mentira… Se besaron… Michael pudo ver como aquel ingeniero levantaba el rostro de Nancy con ambas manos y se acercaba a su boca con total entrega… La besó despacio, abriendo sus labios, adueñándose de aquella boca que tan loco lo había vuelto aquellos meses… Y no fue corto… siguió ahí segundos, minutos tal vez… agachó la cabeza, furioso por haber sido tan estúpido de creer en la inocencia de Nancy… Edward tenía razón… y él había sido un imbécil abriendo su corazón a aquella jovencita que ahora besaba a Steven en aquel gimnasio… Y cómo la besaba… Volvió a mirar… Steven la sujetaba con ganas, metiendo su lengua en su boca, saboreando aquellos labios que él creía suyos… solo suyos… pero todo era mentira… Le habían mentido desde el principio…y los creyó, a ambos… cuando le aseguraron que ellos solo eran amigos… Mentira… Todo había sido mentira… Dio unos pasos directo a la puerta… Furioso… aquella mocosa no iba a reírse de él… Cuando notaron la presencia de Michael en aquel gimnasio se separaron y lo miraron asombrados… estaba muy enfadado… Ambos se habían cansado de decirle que solo eran amigos y ahora… Se alzaba allí, delante de ellos, mirándolos fijamente, a los dos… no dijeron nada, Steven estaba bastante agitado después de aquel beso y miró contrariado a la joven detrás de él… sabía que iba a traerle más problemas con aquel empresario… - Déjanos solos, Steven… - Le pidió muy serio, sin ni siquiera mirarlo… Solo la miraba a ella que no apartaba la vista del suelo… Lo escuchó hablar, intentaba explicar lo sucedido pero lo miró un segundo… - Te he dicho que nos dejes solos… - Y aquello fue una orden… No iba a escuchar ningún tipo de excusa… no las quería… Capítulo 13 EL PRIMER ENFRENTAMIENTO Steven miró a Nancy a sabiendas que acababa de complicar la historia con Michael… Solo quiso besarla una vez… probar sus labios, su sabor después de tantos años amándola en silencio… Fue allí a escuchar lo sucedido en aquella sala y la encontró abatida, desolada, haciéndose preguntas de por qué se había reído de ella, destrozada por lo que sentía en su interior en aquel instante… dolía tanto… La abrazó, la acarició, a sabiendas que estaba enamorada de Michael, así era el amor… Sus palabras, sus lagrimas, todo lo que sentía en aquel instante era la mejor prueba de lo que sentía por aquel hombre… y se alegró tanto por ella… sí, porque estaba seguro que él podría ayudarla con Sanders… era un hombre bueno, decidido, tenaz y entregado… era lo que ella necesitaba… un hombre capaz de defenderla ante todos… y lo había encontrado… Se acercó sin que ella pudiese evitarlo y la besó como nunca lo había hecho, como siempre había deseado… sintiéndose vivo como nunca mientras saboreaba aquellos maravillosos labios… mientras la estrechaba contra su cuerpo y la sentía pequeña en sus brazos, temblorosa, sorprendida… pero, Michael lo había presenciado todo… -Ya veo que no soy el único que ocultaba algo… - Ella sabía de qué estaba hablando pero se equivocaba… aunque no iba a explicarle nada… no tenía que darle explicaciones de nada… - ¿Te presentas en mitad de una reunión y me dejas en ridículo delante de unos empresarios porque te he ocultado quien era en realidad y te descubro besándote con Steven? - Lo miró sin decir nada… seria… secándose las lágrimas… - Para ser solo tu amigo, como decías, le has dejado que te meta la lengua hasta la garganta…- Le soltó mirándola totalmente decepcionado… No podía creer que hubiese confiado en ella… era un completo ridículo… -No voy a darle explicaciones sobre mi relación con Steven, señor Harrison… -Siguió hablándole de usted… - Es mi jefe pero mi vida privada no es asunto suyo. -Deja de una vez ese comportamiento conmigo, ¿quieres? Llevas meses buscándome y provocándome así que deja de tratarme como si fuera un extraño… - ¿A qué venía esa actitud hablándole de usted? - No soy el único que ha estado mintiendo todo este tiempo… - Solo podía ver en su mente aquel maldito beso entre ellos… Estaba furioso… celoso… - Me dijiste que no había nada entre vosotros y te creí como un imbécil… -Yo nunca le mentí… - Nancy estaba dolida, se sentía humillada, avergonzada por saber que había sido capaz de liarse con él, con su jefe… Debió decirle la verdad, lo supo desde el principio y nunca se lo dijo. Recordó el día que al vio con el uniforme, seguramente desde aquel día supo que era empleada suya… ¿y no había tenido la ocasión de decirle la verdad nunca? Michael le había mentido desde el principio y ya todo lo que pudiese decir en aquel momento… le daba igual… -¡No puedo creerlo! – Se dio media vuelta mientras apartaba el cabello de su frente… Pensó mientras respiraba agitado… ¡No podía creer que todo hubiese sido mentira…! ¡Se había vuelto loco por una cría que había jugado con él! - ¿Vas a seguir negándome lo que acabo de ver? ¡Te estabas morreando con él! – Le gritó… - Pero, ¿por quién me tomas? Michael se enfado por su actitud, había ido hasta allí para hablar con ella y se había encontrado una escenita bastante comprometida entre aquel ingeniero y la chica por la que había perdido la cabeza en unos meses… Ni siquiera lo negaba, no trataba de defenderse y aquello lo hacía enfurecerse aún más… Tenía muchas cosas que decirle, por las que enfadarse… Nancy jamás le dijo que era la hija de Sanders, él lo descubrió solo, porque ella nunca le insinuó nada al respecto. Ni siquiera cuando él le preguntó por sus exquisitos modales y su perfecta pronunciación al hablar otros idiomas. Ella también había mentido. Y encima lo de Steven… Era ella la que se había reído de él descaradamente… Pero, Nancy solo sabía que había estado haciendo el ridículo y se sentía humillada, Michael se había reído de ella totalmente y le daba igual que le contase mil historias… no quería siquiera escucharlas… ya no confiaba en él… Él era su jefe, ella era una empleada y no tendrían más relación que esa. Nunca más… No quería saber absolutamente nada de él… Su juego había resultado perfecto para separarlos… Ya no volvería a molestarlo ni con bromas, ni con abrazos, ni con besos… Podía irse con Sarah cuando quisiera, ella sí que era de su nivel social, de su edad y mucho más afín a Michael y todo su alrededor. Con ella no tendría que pensar nada más, no necesitaría tiempo para decidirse, ni tendría que sentirse avergonzado de presentarla a sus amigos por ser mucho más joven. Sarah y él hacían una pareja perfecta y seguro que serían muy felices juntos… Ella no era nada y no quería ser nada para él… Nunca más… Se enojó bastante ante aquellos comentarios y le espetó su relación con Steven, uno de los grandes ingenieros del edificio. Solo sabían decir que eran amigos, grandes amigos, pero los había visto besarse apasionadamente mientras creían estar solos… Mentían… Ambos habían vivido muchos años juntos y estaba claro que como algo más que amigos… ¿Y qué pasaba con el dinero? Ya le habían informado que recibía dinero cada mes de las cuentas de Steven… ¿a cambio de qué? ¿No iba a decirle el joven Brown lo hacía desinteresadamente? Nadie regalaba dinero a nadie por nada… Lo que ella le diese a cambio debía ser muy bueno para que Steven estuviese tan embelesado desde hacía tantos años… Michael sintió la mano de Nancy en su rostro, de nuevo… esta vez con muchas más ganas… La miró lleno de rabia… No iba a consentirle aquel comportamiento nunca más… -Es la última vez que te permito que me cruces la cara, Nancy… - Le dijo mirándola enfurecido… nada que ver con las miradas del baño hacía unas horas… - No voy a tolerarte esta actitud… -¿Y yo tengo que tolerar que te plantes delante de mí y me trates como a una cualquiera…? - Ella también estaba muy, pero que muy cabreada… ¿Acababa de llamarla puta después de todo lo que habían vivido juntos? Aquello era una prueba más de que todo había sido falso entre ellos… ¿Cómo se había atrevido a…? - ¿Cómo puedes pensar algo así de mi? -¿Y qué quieres que piense? Quizás todos tengan razón y lo que te guste realmente sea poner cachondos a los ejecutivos de este edificio… Es lo que todos dicen de ti, Nancy… y hasta ahora no había querido creerlo… – No podía creer lo que acababa de decirle… Ni siquiera pensó en sus palabras… La joven que tenía delante era la misma con la que había disfrutado tanto, pero… en aquellos momentos ni siquiera la veía a ella realmente… -¿¡Hasta ahora!? – Lo miró dolida por sus palabras… ¡Era ella la que debía estar furiosa por sus mentiras y tenía que estar aguantando sus insultos después de todo! -Sí… porque ahora lo veo todo muy claro… - No veía nada más que su enorme cabreo… - No has dejado de provocarme todo el tiempo, insistías a pesar de mis negativas porque siempre has sabido quien era, pero te hacías la inocente para calentarme y volverme loco… - No sabía por qué decía aquellas cosas… No era él… en aquel momento ni siquiera lo reconocía… ¡Era tan horrible escucharle decir aquellas cosas! - ¿No te parece muy extraño que en todo este tiempo nadie te dijese quién era yo? Porque a mí sí me lo parece, Nancy. -No puedo creer que digas todas esas cosas en serio… – No podía creer aquellas palabras… Le dolían tanto… - ¡Por supuesto que no sabía quién eras! -¡Vamos, por favor, no soy tan ingenuo! ¡Tu padre te deshereda y te humilla hasta el extremo… qué mejor oportunidad que un empresario viudo, que lleva siete años sin sexo, para volverlo loco y hacer con él lo que quieras! - ¿De dónde había sacado aquellas ideas tan destructivas y dañinas? ¿En serio lo pensaba? – ¿Eso hiciste con Steven? – Volvió al tema que tan furioso lo tenía… - ¿Lo pusiste cachondo hasta que perdió la cabeza por ti? – La vio negar con la cabeza sin poder decir nada y la sujetó por los brazos, pegándola a su cuerpo… - ¿Qué es lo que le das a cambio, Nancy? Lleva años ingresando dinero en tus cuentas… lo he visto con mis propios ojos… no puedes negármelo… -Steven y yo nunca… - Y recordó aquel beso… sabía que estaba celoso de él… pero era cierto que nunca habían estado juntos… - No es lo que piensas… - Le dijo con lágrimas en los ojos… ¿Él también pensaba eso de ella? ¡Como todos en aquel edificio! Michael no era distinto a los demás… -¿¡No es lo que pienso!? ¿Sabes acaso qué estoy pensando ahora mismo de vosotros dos!? – Estaba celoso hasta el extremo de aquel hombre… -Te he visto besar a Steven, Nancy… no me trates como a un estúpido porque no lo soy… - Aquello ya no tenía más explicaciones… - Me ha quedado muy claro lo enamorado que está de ti y cómo desearía llevarte lejos, sin importarle su trabajo, su casa, ni siquiera su esposa… solo tú y él… - Sí, lo había notado en sus palabras… enamorado de ella era decir poco. - ¿¡Vas a decirme cómo has conseguido que un hombre sea capaz de abandonar toda su vida por ti si solo sois amigos!? ¡He visto como te metía la lengua hasta el fondo así que deja de fingir de una vez! - ¡Estaba tan celoso de aquel hombre! ¡De todo el que besase aquella boca que tan loco lo tenía!. Recordó aquel momento en el que Steven se había sincerado con ella… en el gimnasio, mientras la abrazaba y le preguntaba qué había pasado con Michael… Ella lloraba, desconsoladamente, sin más ganas que estar sola y no pensar… pero habló con él, poco… no hizo falta mucho más… Steven la conocía mejor que nadie y sabía perfectamente qué pensaba en cada momento solo con mirarla a los ojos… Y la abrazó, mientras trataba de contener todo el dolor y la angustia por saber que el hombre del que estaba enamorada era su propio jefe… y se había estado riendo de ella además… No supo cómo pasó, pero vio a su amigo pegado a su rostro, confesándole cuanto le dolía verla sufrir, cómo deseaba ayudarla… y lo enamoradísimo que estaba de ella… Sabía que nunca estarían juntos, Steven lo sabía perfectamente… pero se acercó a ella y pegó sus labios a los de ella… despacio, suaves, acariciando sus mejillas, cerrando los ojos y no supo qué hacer en aquel momento… le debía tanto a aquel hombre… dejó que sus labios se apoderasen de los suyos unos minutos… sintiendo su lengua dentro de su boca, escuchando su respiración agitada y mirándolo emocionado cuando consiguió alejarse de sus labios… Solo había sido un beso… pero realmente había que admitir que no se trataba de un sencillo beso sin importancia… Steven saboreó su boca con ganas… tantos años esperándolo, ansiando un solo beso de Nancy… pese a saber que nunca más volvería a probar aquellos maravillosos labios… -¡Yo nunca he tenido nada con Steven! ¡¡Ya no sé cómo tengo que decirlo!! - Subió la voz enfadada. Estaba harta de que todo el mundo pensara que entre ellos había algo más que una amistad sincera y verdadera.. -¡No te creo! No me creo que nunca te hayas acostado con él… no me creo que lleve años haciéndose responsable de ti sin recibir nada a cambio. - ¡Todo sonaba tan cruel en sus labios! - Se ha pasado años pagando tus estudios en Princeton, manteniéndote y enviando dinero a tus cuentas, ¿por qué, Nancy? ¿Te está agradeciendo algo en especial? ¿Qué es lo que tiene que agradecerte, Steven? - No veía nada más que sus propios celos… lo volvían loco en aquel instante… Se pegó a su cara, no parecía el mismo hombre del que se había enamorado perdidamente. - ¿¡Te follas a unos de mis ingenieros a escondidas mientras intentas volver loco al jefazo!? -¡¡Cállate!! – Gritó… - ¡No tengo por qué escuchar esto…! – Y secó las lágrimas que caían por sus mejillas… -Tú lo dijiste… ¿recuerdas? Tengo gustos de empresario rico y estirado... pues aquí me tienes… Ya has conseguido lo que buscabas, volver loco a un pez gordo que se atreva a enfrentarse a tu padre. Es lo que querías, ¿no? - Pero no lo decía preocupado por ella… había rabia en sus palabras, podía notarlo… celos… Michael estaba tremendamente celoso y cada una de sus palabras en aquel momento solo eran fruto de un ataque de celos por Steven… pero dolían… sus palabras eran muy hirientes… - … eso sí, yo también pienso cobrármelo, preciosa, y supongo que después de haberme puesto cachondo durante meses, te queda bastante claro que es lo que quiero a cambio… ¿o necesitas que te lo explique? No consiguió llegar a su cara, aunque deseó con todas sus fuerzas golpearlo después de tantos insultos… ¡Tanto que le habían dolido todas sus palabras…! ¡Él, el hombre del que se había enamorado locamente! ¡Quién la había hecho sentir tantas emociones, quien la hizo vibrar con cada caricia, con cada beso! Creía que lo conocía, pero se había equivocado… No era como imaginó… -Cuidado, Nancy. - Le dijo sujetando su mano antes de recibir otra bofetada. - Una cosa es que me vuelvas loco y otra muy distinta que olvides quién soy. Puedo echarte de este edificio en cuestión de segundos. – Sus ojos no eran los mismos. Hizo fuerza para soltarse de aquella mano y apretando sus brazos clavó sus manos en aquel pecho fuerte, golpeando con todo el impulso de su cuerpo y haciendo retroceder unos pasos ante la sacudida. El rostro de Michael estaba muy distinto… estaba muy cabreado… pero ella también… -¡Écheme! – Le gritó con rabia. -¡¡Écheme, joder!! ¡¡Por dios, sáqueme de este maldito edificio de una vez por todas!! – Empujó su pecho con fuerzas, con todas las ganas. Michael estaba muy enfadado al igual que ella. No sabía cuántas ganas tenía de salir de allí. - ¡¡Écheme, señor Harrison!! Lejos de usted, lejos de Sanders, lejos de todos… al menos así no tendría que estar rodeada de gente falsa e hipócrita, empresarios cínicos y mentirosos como usted. Miserables estirados que solo piensan en ellos mismos, en su imagen, en el dinero, en el poder. – Su mirada lo decía todo. Hablaba de él, entre otros. - ¡Dígame qué tengo que hacer para que me libre de volver a verle la cara para siempre! – Y aquello sí que ofendió a Michael que no iba a consentirle ni una insolencia más. -¿¡Cómo te atreves!?¡Eres una descarada! – Aquello había llegado al final de su paciencia con ella. - ¿Crees que voy a consentir que una empleada mía me hable de esa forma? Deberías dar gracias que no te haya despedido después del numerito de la sala de juntas. – Desde luego habían perdido los papeles, los dos. -¡Suélteme! – Subiendo la voz, soltándose de sus manos. -¿Quieres que te despida, Nancy? Porque solo tienes que decírmelo, aquí, ahora. – Aquello no se iba a arreglar y ambos lo sabían. Estaban encendidos y ninguno iba a retroceder. - ¿Eso es lo que quieres? ¡Vamos, dilo! – Le subió la voz. -¡¡Quiero morirme…!! – No pudo más, dejando totalmente paralizado a aquel empresario. Fue entonces cuando supo que Nancy había llegado a su límite de fuerzas. Su carga era demasiado pesada y sentía que se ahogaba, no había salida para ella. - ¡¡Eso es lo que quiero!! ¡¡Quiero cerrar los ojos y no despertar nunca!! ¡¡Olvidarme de ti, de Sanders, de Evelyn, de todos!! - ¿Quién era Evelyn? Pensó Michael. - ¡¡Estoy harta…!! ¡¡Por dios, ya no puedo más…!! – Desesperada. Hubo unos segundos de silencio, ambos miraban el suelo sin saber qué más podían decir. Se habían hecho daño, muchísimo daño. Nancy decía todas aquellas palabras a sabiendas que ofendía a Michael, quería hacerlo, sí, en ese momento de rabia, de odio, de dolor, solo pensaba en hacerle daño, tanto como él había hecho a su corazón. Él supo que sus palabras fueron duras, extremadamente dañinas. Estaba muy envenenado por Edward, por todas aquellas palabras y… No tenía excusa. Podía verla ahí, delante de él, llorando mientras apretaba los puños tratando de controlarse. Cabizbaja, hundida… la había destrozado, no quedaba nada de la jovencita risueña con la que disfrutó aquellos meses. No podía pedirle que le despidiese aunque lo ansiaba con toda el alma. Necesitaba el maldito dinero, necesitaba ese trabajo para seguir ahorrando. Evelyn la necesitaba y ella debía aguantar. No podía abandonarla ahora… -No tiene que preocuparse más por mí, no pienso volver a manchar su imagen de rico y poderoso empresario como he hecho hoy en esa sala. No olvidaré quién es… pero, que le quede muy claro que prefiero aguantar mil palizas más antes de que mueva un solo dedo para ayudarme. - Le gritó llorando. – No lo necesito, ¿me oye? – Y no podía dejar de llorar delante de él que parecía mirarla de forma distinta en aquel momento… - Llevo años soportando los golpes de un miserable que me humilla y me golpea sin piedad cada vez que puede… pero siempre me he levantado y he mirado hacia adelante yo sola. - Sus miradas destrozadas se clavaban en las de Michael que sentía su dolor, el que él le había causado con sus palabras tan destructivas. - Aunque no lo crea, no lo necesito en mi vida para defenderme de Allan Sanders. - No era cierto, Su alma entera imploraba cada parte de él, su alma destrozada que ya no podía más. - Cada humillación, insulto, golpe y vejación durante todos estos años me ha hecho ver lo increíblemente fuerte que soy. Era cierto en muchas cosas… se había hecho dura y fuerte por fuera… a los ojos de los demás… cuando en realidad sentía morir su alma entera día tras día… no podía decaer… ella no podía permitirse el lujo de debilitarse… había alguien que la necesitaba fuerte, luchadora… y no podía abandonarla a su suerte… su hermana pequeña no podía morir por su culpa… Y se rió irónicamente… pensando en la paliza que le esperaba por lo sucedido en aquella sala… -No debe preocuparse porque no olvidaré quien es, señor Harrison… seguro que Sanders se encarga de dejármelo muy claro… Sabe muy bien cómo hacerlo. – Y pensó en cada uno de los golpes que recibiría por todo aquello. - Pero, es lo que me merezco, ¿no? A fin de cuentas él solo está enseñando a su hija rebelde lo que está bien y lo que no. Sus palizas son solo una disciplina, algo severa, como castigo por acostarme con todos los ejecutivos de este edificio. - Aquellas palabras se clavaron en el alma de Michael… ¡Dios, cómo había podido decirle todas aquellas cosas! No se lo perdonaría jamás. - Sí, señor Harrison, tenía razón, todos en este edificio tenían razón. Steven es solo un ejecutivo más de la larga lista de hombres que han pasado por mi cama y el dinero que me abona cada mes… - Sus palabras sonaban tan tristes… Nancy estaba destrozada… - …son mis honorarios por follármelo cada noche. Es lo que hacen las fulanas, ¿no? Aquello no iba a solucionarse… ambos lo sabían… se habían dicho tantas cosas… Michael se había explayado con ella, sus celos lo habían cegado… su rabia por el comportamiento en aquella sala de juntas también… La bofetada delante de los clientes y sus palabras con respecto a Sarah… pero Steven había sido lo que había encendido aquellos celos destructivos… Todo había influido para hacer que Michael perdiese las formas y el control con Nancy… con aquella jovencita a la que había hecho un daño gravísimo… -Y en cuanto a usted… por supuesto que sabía quién era desde el principio, no lo dude ni por un segundo. Por eso lo busqué, lo provoqué y lo calenté… porque solo soy una buscona a la que le gusta poner cachondos a grandes empresarios para dejar en evidencia a mi padre. - Estaba tan destrozada… había sentido tanto con aquel hombre y… todo había sido mentira. -Nancy, yo no… - Michael agachó la mirada… no podía mirarla a los ojos… estaba tan avergonzado por su comportamiento… por todo lo que le había dicho. -¿¡No quiso decir eso!? Sí, claro que quiso decirlo… - Lo había entendido perfectamente… Me ha quedado muy claro lo que piensa de mi y lo que soy para usted… Pero no me coge por sorpresa, al fin y al cabo llevo escuchando lo mismo desde hace años; insultos, desprecios, humillaciones por cada rincón de este maldito edificio… - Mentía… claro que le afectaba… - Así, soy yo, lo saben todos aquí. Soy una vergüenza para el gran arquitecto rico y distinguido Allan Sanders que desheredó a su hija mayor hace años por un escándalo que manchó su nombre a nivel mundial. - Aquello era lo que todos pensaban, lo que todos decían. Apenas podía hablar, trataba de aguantar delante de él que no dejaba de mirarla. - Me alegra que por fin le haya quedado claro qué clase de persona es Nancy Sanders, señor Harrison, porque a mí también me ha quedado muy claro cómo es el hombre que creí conocer en estos últimos meses. - No era cierto, ninguna de sus palabras… sonaron tan desalentadoras… Él ya había optado por creer la versión que todos contaban e ella… por lo que no le quedaba más que confirmársela… se negaba a explicar nada… ya era tarde… - Creí conocerte… - Desesperada, su vida volvería a ser un infierno. Él, sus besos, sus sonrisas, todo lo que le hizo sentir en aquel tiempo fue lo único realmente bueno en su vida, pero… todo había sido falso. - …creí que eras especial y que lo que había visto en tus ojos era sincero… Cayeron lágrimas de aquellos increíbles ojos. - …pero solo me estaba engañando a mí misma. Nunca dejaré de ser la fulana de este edificio… siempre lo he sido para Sanders, para todos los que trabajan aquí, para los jefes… y ahora también para ti. La vio salir de aquel gimnasio totalmente hundida, humillada por todas sus palabras. Pero no la detuvo, aún ni siquiera sabía qué había pasado allí. ¡Tantos insultos! ¿¡Qué le había pasado!? ¡Él no era así! ¿Cómo podían haberse dicho esas cosas tan horribles si ni siquiera lo pensaban? ¡Estaban tan cabreados el uno con el otro! Todo lo que habían soltado solo era fruto del cabreo, del momento, pero ambos estaban destrozados sabiendo que no volverían a tocarse ni abrazarse… Y lo estaban deseando, pero se mantuvieron ahí, separados, mirándose con todo el desprecio del mundo por aquellas mentiras… ¡Y tan fácil que hubiese sido abrazarse y besarse! Todo se habría solucionado entre ellos… Porque lo necesitaban, los dos, volver a sentirse cerca como las noches atrás, como hacía apenas unas horas… Había sido destructiva aquellas palabras… lo sabía y se arrepentía tanto… ¿Cómo había podido soltar todo aquello? ¡Sus palabras habían sido demoledoras para la joven, lo sabía…! Y quiso salir a abrazarla cuando se alejó de él, dejándolo en aquel gimnasio solo, con lágrimas a punto de caer de sus ojos… Nunca pensó que pudiese decir aquellas cosas tan feas… ¡Pobre Nancy! Ni siquiera había tratado de defenderse de sus insultos… habló irónicamente, lo sabía… Por supuesto que no pensaba que fuese una buscona, ni que se hubiese acostado con todos los ejecutivos de aquel edificio… Ni siquiera pensaba que pudiera tener algo con el joven Steven… ¡Dios…! ¿Por qué había dicho todo aquello entonces? Puede que le resultase muy extraño lo del dinero cada mes, pero estaba seguro que habría alguna explicación… en cuanto al beso… bueno eso no sabía qué explicación podía tener pero… había perdido las formas con ella… la había insultado de una forma despiadada… y había metido la pata totalmente… Nancy, desesperada, asustada, humillada, maltratada y violada por un hombre que la chantajeaba manipulando toda su vida,.. No tenía escapatoria… y pensó que a su lado… él la salvaría de todo mal, de todos cuantos quisieran dañarla… Michael, solo, triste, volcado tan solo en el trabajo sin más cariño que el de su familia, cerrado a cualquier relación con una mujer… Había conocido a un ángel que lo había salvado de aquella muerte interior en la que estaba metido… Se sintió vivo en aquellos meses, a su lado… Ni siquiera esperó más tiempo, Edward ordenó el despido de Nancy irrevocablemente por todo lo sucedido, sin contar con Sanders… mucho menos con Michael. La quería fuera de allí a toda costa, estaba cansado de que ella se sintiera superior a los demás solo por ser hija de quien era. Aquella falta al dueño del edificio era definitiva y le daba igual lo que dijese Sanders al enterarse. No podían dejarla allí después de aquello. El despido lo preparó su secretaria, y aquella joven estaría fuera de allí en cuestión de días. Martha se había atrevido a llamar al despacho de Michael mientras sabía que estaba ocupado. Llevaba horas tratando de ajustar los cálculos y los materiales precisos para aquel proyecto que tenían en activo en aquel momento. Eran sus grandes ingenieros los encargados de aquel trabajo pero él debía supervisarlos todos antes de pasarlos a la constructora. A veces pasaba la noche preparando los muchos documentos que llegaban a su despacho, sin descansar apenas. Y aunque para eso estaban John y Edward, ambos de su total confianza, le gustaba echar un ojo antes de cerrar algo. Ellos mismos le pedían consejo en alguna ocasión, cuando no veían muy claro algo y pasaban las horas tratando de buscar la solución. Michael tenía mucha más experiencia que ninguno de ellos. Martha entró algo tímida intentado hablar con su jefe que no levantaba la cabeza de aquellos papeles. Puso la carta que tenía en sus manos en aquella mesa y le pidió un único favor. Sabía que no se conocían de mucho, solo unos meses desde que había llegado a New York, pero de verdad necesitaba que hiciera algo por ella. Era una buena chica y no merecía aquel despido. Necesitaba el dinero, todos lo sabían, por eso la secretaria de Edward le había pasado aquella carta. Alguien debía hacer algo por ella. Abrió el sobre y leyó la carta. Efectivamente se trataba de un despido. Edward se había encargado de hacerlo a espaldas suyas y estaba tan cansado de toda aquella historia. Agotado mentalmente. Tranquilizó a su secretaria que casi lloraba delante de él y le dijo que se encargaría de todo. Por eso buscó a su amigo al que encontró sentado tranquilamente en una de las salas de descanso, con John y Steven, que tomaban un café mientras fumaban un cigarrillo. Se acercó a ellos, llevaba la carta en la mano y se sentó tranquilamente al lado de Steven mientras soltaba la carta en aquella mesa, muy cerca de Edward. -¿Esto ha sido idea tuya? – Le preguntó mirándolo solo a él. Cogió el sobre, sacó la carta y supo de qué se trataba solo con leer las primeras frases. Miró a Michael, no podía creer que fuese a defenderla después del comportamiento que había tenido delante de los clientes. -Por lo que veo, le ha faltado tiempo para ir corriendo a buscarte… ¿Cómo piensa pagarte el favor esta vez? –Era en lo único que podía pensar… para él, Nancy se dedicaba a hacerle favores extras a su amigo y colega.- Supongo que con unas clases privadas, ¿no? Debe hacerte disfrutar de lo lindo para que le permitas que te avergüence delante de unos clientes tan importantes… -Edward… No vas a despedir a Nancy.- Y lo dijo totalmente convencido de ello. -¡No me puedo creer que la defiendes después del ridículo que te ha hecho pasar delante de todos! Te ha insultado, te ha abofeteado… - Comenzó a alterarse…- ¡No puede seguir trabajando aquí como si no hubiese hecho nada malo! -Estoy saturado de todo este tema… John y Steven se mantenían al margen de aquella conversación, callados, escuchando a aquellos dos amigos discutir por Nancy. -¿¡Tu estas saturado!? ¡Yo estoy hasta los huevos de que pienses más en cómo te pone esa chica que en el bienestar de tu empresa! -¿Qué se supone que tengo que contestar a eso? – Comenzó a cabrearse aunque ni siquiera subió el tono de su voz. - ¿Cuál es tu pregunta realmente, Edward? ¿Si quiero meterla en mi cama? ¿Si Nancy me pone cachondo? – Estaba muy enfadado. - ¿Tú la has visto bien? – Todos la habían visto bien… - ¡¡Tendría que estar ciego para no ponerme cachondo con a una mujer así!! Ni siquiera se cortó ante la mirada de Steven que lo miró sin poder decir nada sobre el asunto. Agachó la cabeza y los dejó ahí, mirándose fijamente mientras solucionaban aquel problema. ¿Es que Edward había despedido a Nancy? Michael la defendía de una forma, que… ya sabía lo sucedido con su protegida… ella misma se lo había contado en aquel gimnasio, llorando sin consuelo mientras le afirmaba que durante meses habían tonteado sin ni siquiera saber que él era el dueño del edificio… Por eso su enfado con él… Solo esperaba que hubiesen podido arreglar las cosas… sabía que aquel beso había estado mal… y Michael lo había visto… -Bueno, siendo objetivos, hay que admitir que la chica está tremenda… - Comentó John en muy mal momento, tratando de quitar hierro al asunto. -¡¡Tú no te metas John!! –Soltó Edward fuera de sí. Aquello parecía más bien un problema personal. - Joder Edward, la chica se pasó… no vamos a negarlo, pero esto ya es un problema entre Michael y ella… Deberíamos mantenernos al margen. –Era el único que realmente se había dado cuenta que aquello era algo que debían solucionar entre ellos dos. -Te aseguro que no estoy de acuerdo con su actitud en esa sala, y estoy muy cabreado con ella, pero puedes creerme cuando te digo que soy el responsable del comportamiento de Nancy… y no voy a dejar que despidas a alguien injustamente… no por mi culpa… - Totalmente… se sentía más que responsable de todo lo sucedido… si le hubiese dicho la verdad… -¡No puedo creerlo!! – Dijo mirándolo enfurecido. - Sigues defendiéndola, digas lo que digas. -No estoy defendiéndola… -Si puedo decir algo a favor de Nancy…-Era Steven, su mejor amigo y protector. – Necesita este trabajo más que nada Edward, te juro que lo necesita… -Lo que me faltaba… -Dijo soltando una risa burlona. - ¡Es normal que la defiendas! ¡¡Es tu protegida!! ¡Siempre la has defendido de todos! Es su precio por follártela, ¿no? -No me la estoy follando, como dices, Edward, Nancy y yo solo somos amigos. - Soltó furioso… ante la mirada de Michael… no estaba seguro de creer al cien por cien sus palabras… había algo en toda esa historia… Quizás fuese cierto que no se acostaban pero… ¿qué pasaba con ese dinero? -Y por supuesto que la defiendo, es muy buena niña y no se merece… -¿¡Muy buena niña!? Por lo visto debe ser muy buena en algo más porque os tiene comido el coco a Michael y a ti… - Hizo un gesto grosero y fuera de lugar… - Al final tendré que pedirle yo también algunas clases particulares haber si a mí también me lo come… - Y lo miró lleno de rabia… - …el coco, me refiero. - Provocó a Steven de una manera grotesca, sabía que no permitiría que dijesen aquello de Nancy… - ¿O es que a vosotros os ha comido algo más? Steven se levantó enfurecido, no iba a consentir que hablase de aquella forma de Nancy. ¡Nada de lo que estaba diciendo era cierto! ¡Ellos eran buenos amigos, nada más y no se merecía aquel calificativo que había usado con ella! Comenzaron a discutir y Michael se levantó de aquel sillón mandando callar a ambos. No consentiría aquel comportamiento. Apartó a aquel ingeniero de su amigo, intentando calmar la situación… pero ninguno de los dos entraba en razón… -¡¡Basta!! - Subió el tono de voz y poniéndose en medio de aquellos dos hombres… - ¿¡Qué pasa contigo, Edward!? – Lo miró enfadado… ¡Le parecía tan extraño aquel comportamiento de su amigo…! ¿Qué le pasaba con Nancy? ¡No lo entendía! - ¿Desde cuándo tengo que dar explicaciones de las chicas que meto en mi cama? -Quizás desde que un polvo te pueda hacer perder un negocio de millones de dólares. – Oyó aquella voz tras él y la reconoció de inmediato. -No me amenaces, Sanders.- Le dijo sin ni siquiera mirarlo. Sabía que era él… - ¡No te atrevas! -¿Crees que puedes follarte a mi hija cuando te plazca? Estás muy equivocado, Harrison. - Ni siquiera tenía un respeto por ella. Ya lo sabía de todas formas. - ¡¡Es mi hija y no voy a permitir que la metas en tu cama!! -Por favor, no te hagas el padre ofendido… tienes a tu hija fregando suelos y baños desde hace años… todos sabemos cuánto la desprecias, así que ahórrate la escenita… -No es asunto tuyo lo que hago con ella… -Le reprochó rabioso. - No me digas como tengo que educar a mi hija… Michael se levantó de aquel sillón, ajustándose aquel pantalón de pinzas que llevaba. Aquel día había dejado el traje de chaqueta para ir un poco más relajado al trabajo. Estaban muy cerca el uno del otro… Enfurecidos ante los ojos de los demás que no deban crédito a aquel enfrentamiento. -¿Educar? - Sus caras estaban totalmente pegadas, casi podían oler el aliento del otro. Michael no dudó ni un segundo en soltarle cada cosa que tenía guardada. - La humillas y la denigras, la insultas y la golpeas… ¿A eso llamas tú educar? - Desde luego había llegado el momento de plantarle cara y de decirle muchas cosas que quiso decirle desde que vio el primer golpe en la cara de Nancy. Sanders no podía creer lo que escuchaba… No era Steven al que pudiese mandar a callar, al que amenazar como había estado haciendo durante años… ¿Por qué tenía tanto interés en ella? Eso lo enfurecía aún más… -Siempre me dijeron que eras un gran empresario, respetado, cabal, responsable… El gran Michael Harrison, la mano derecha de uno de los grandes en el mundo de la arquitectura… Un importante y reconocido arquitecto… ¡y qué decir cómo ingeniero!- Lo provocó…sabía cómo hacerlo… - Obviaron decir que en tus ratos libres disfrutas metiendo a jovencitas en tu cama… Lo miró desafiante. Se había equivocado con él completamente. No era Steven ni ningún otro joven al que pudiese amedrentar. Michael no era un niño a quien ridiculizar ni atemorizar con sus palabras. Se giró a verlo, despreciándolo con toda su alma. Sanders era un miserable cobarde que se sentía más hombre golpeando a mujeres. -¿Y me lo dices tú, Sanders? – Lo provocó, con sus palabras, con sus ojos, con sus sonrisas… Puede que hasta ahora hayas controlado la vida de tu hija hasta el extremo, con quien habla, con quien sale, cómo se viste y qué debe decir para evitar tus golpes. Pero, Nancy es mayor de edad y aunque no lo creas puede tomar decisiones por sí misma; no tiene que darte explicaciones de lo que hace conmigo o de si se mete en mi cama o no. – El enfrentamiento entre ellos era inevitable. -No te consiento…- Intentó amenazarlo… -¿Qué es lo que no vas a consentirme? – Retándolo. – ¿Tú me vas a dar lecciones de moralidad a mí? – Por supuesto que no. Dio unos pasos hacia él, muy seguro de sí. – Te recuerdo que eres tú quien se pone cachondo golpeando y forzando a una cría de diez años. - Y aquello fue directo para aquel empresario que lo mató con la mirada. ¡No iba a consentirlo aquello! -¿¡Cómo te atreves!?- Le recriminó furioso. Nancy se lo había contado. La mataría a golpes por aquello. -¡Señores por favor! – Edward se levantó de aquel asiento y se colocó entre ellos… sabía que Michael estaba llegando a un límite, lo conocía y aunque nunca había sido un hombre agresivo, Sanders había traspasado la línea de cualquier hombre por muy sereno que fuese. Y Michael acababa de rebasar la de Allan… - ¡Vamos a intentar relajarnos y tratar este asunto con calma! John y Steven estaban muy cerca de ellos. El primero sujetó a su amigo por el brazo y trató de alejarlo de allí, estaba claro que aquello era algo personal entre ellos pero la conversación se había vuelto peligrosa para todos. Michael sonrió… Lo miró muy de cerca e intentó alejarse de allí. Sabía que aquello terminaría mal, muy mal… No lo soportaba… Lo escuchó tras él, seguía intentado provocarlo de todas las formas… -¡Goza como una perra! - Michael cerró los ojos al escuchar aquella frase. Le dolía tanto aquel insulto… Sí, le dolía porque en el fondo no creía toda aquella historia… no podía ser cierta… La joven que había conocido aquellos meses… No, algo se le pasaba en toda aquella historia y sabía que debía haber ido a hablarlo con ella, tranquilamente, y no atacándola como lo había hecho… -¡¡Sanders!! –Se escuchó a John sin poder creer lo que acababa de escuchar. Había perdido los papeles totalmente. El resto de los presentes se quedaron helados ante aquel comentario fuera de lugar, incluso a Edward le pareció desafortunado. Podrían estar de acuerdo para alejar a Nancy de su amigo, pero de ahí a o perder las formas con aquellos insultos… ¡Era su hija! -¡¡Sanders por favor!! – Le dijo Steven totalmente dolido… -¡¡Cállate!! – Le ordenó. - Esto es entre él y yo. - Se refería a Michael, por supuesto, que miró a Steven a sabiendas que intentaba defenderla a toda costa, pero… Sanders lo controlaba. -Pero, no puedes insultar a tu hija de esta forma… ¡Basta ya, por favor! – No podía dejarlo estar, era su Nancy a la que estaba insultando… -¡Esto más de lo que nadie pueda soportar! -He dicho que te calles. - Y lo hizo. Tenía demasiado poder sobre él, que agachó la cabeza y apretó los puños… no podía hacer nada… - ¡Eso es lo que dicen los obreros a los que se ha estado follando todos estos años! – Lo miró… lo provocaba… - Deberías hablar con ellos, te darán más detalles de qué le gusta que le hagan en la cama, aunque esta vez ha pescado un pez gordo así que supongo que se hará la inocente… - Se burlaba de ella descaradamente. - …así conseguirá ponerte más cachondo. ¡¡Es muy lista y tú un imbécil que ha caído en sus redes, como todos!! ¿Es qué aquel hombre no tenía vergüenza? ¿Cómo podía atreverse a decir todo aquello de su hija, delante de todos? Debía odiarla muchísimo para humillarla de aquella forma. -Sanders, creo que esta conversación se te ha ido de las manos. –Le reprochó John que intentaba alejar de allí a su amigo Michael. -¡Debes odiarla mucho para humillarla de esta forma delante de todos…! – Puede que consiguiese callar a Steven pero, a él, no… y lo sabía… -¡No sabes cuánto! Pero, Nancy no es un asunto tuyo. Como la trate o lo que haga con ella es cosa mía… – Ante la mirada atenta de todos que ya lo suponían. – Tu no vuelvas a acercarte a mi hija. - Era una orden. Lo miró fijamente y agachando la vista al suelo unos segundos, pensó. ¿Lo acababa de amenazar? ¿Le ordenaba algo? Se había equivocado totalmente. -Te dejaré claro algo Sanders, y será mejor que lo entiendas a la primera porque no pienso volver a tener esta conversación contigo nunca más. - No conseguiría callarlo como a Steven… eso lo tenía muy claro… - En mis negocios no acepto ningún tipo chantajes y me importan un carajo los motivos que creas tener, pero nunca vuelvas a ponerte frente a mí para amenazarme ni para darme una orden. - Por primera vez estaban frente a frente, plantándose cara. Las miradas de ambos eran demoledoras. Allan odiaba a aquel empresario desde que supo que mantenía algo con su hija pero, Michael, lo detestaba de una forma tremenda desde que supo lo que le hacía a la joven Nancy. – Conmigo no van ni las extorsiones ni los chantajes… No lo olvides nunca. -¡Tenemos negocios juntos, Michael! ¡Negocios millonarios! Y tú lo vas a echar todo a perder porque una cría te la pone dura… - Se cansó, de sus ordinarieces, de sus borderías, de cada palabra que salía de su boca… -¡Tienes razón! ¿Para qué voy a negarlo más tiempo? – Lo provocaba… él también sabía hacerlo… - ¡Claro que me la pone dura y ni te imaginas cuánto! ¡Tu hija me pone cachondo solo con respirar…! -Y vio sus ojos llenos de odio… - ¿Eso es lo que querías? ¿¡La verdad!? – Ya no lo soportaba más… Desafiante. Se acercó a él, lo tenía muy cerca… No le tenía miedo como Steven…Pues la verdad es que puedes hacer que Steven y todos los de este edificio te obedezcan con solo dar una orden, pero tus amenazas no darán resultado conmigo… porque meteré a tu hija en mi cama y me la follaré cuando y cuantas veces quiera… - Todo le dio igual en aquel momento. - …y no podrás hacer, absolutamente, nada para impedirlo… Estaban muy cerca, desafiándose, ante la sorpresa de todos los que estaban en aquella sala que no esperaron aquella respuesta de Michael. La habían escuchado perfectamente aunque lo hubiese dicho en voz baja. ¿Se había vuelto loco? Lo estaba provocando, podían notarlo todos, sus miradas, sus palabras… desde luego aquello era algo personal entre ellos. Nada de negocios, ni dinero, ni proyectos… Todos trataron de poner calma al asunto. Edward estaba entre ellos dos que aún estaban francamente pegados, desafiantes. John intentó sujetar a Michael para que diese unos pasos atrás… No sabían dónde podía llegar la situación. Steven permaneció atrás… sorprendido ante la defensa demoledora que estaba haciendo por su protegida… ¿De verdad le importaba tanto Nancy como para enfrentarse de aquella forma a Sanders? ¡No podía creerlo…! ¡Michael estaba enamorado de ella! Totalmente convencido de ello… Y tal vez, ella tuviese una oportunidad porque Michael no temía a Sanders en lo más absoluto. Se agachó para coger aquella carta que aún seguía en la mesa. La partió en varios pedazos y tirándola al suelo los miró altivo. -Nancy se queda… y esa es mi última palabra. Capítulo 14 COMO EXTRAÑOS “Estoy en la cafetería…te espero y almorzamos juntos…” Michael estaba terminando unas revisiones de un proyecto cuando recibió el mensaje de Carol. Aquel día lo había llamado para decirle que iría a verlo, necesitaba hablar con él. Y por supuesto sabía de qué se trataba. No era tonto, aún ni siquiera hablaron de lo sucedido aquella noche en la pista de patinaje, con Nancy… Vio aquella mirada de su hermana en la que se preguntó mil cosas y supo que tarde o temprano iría a hablar con él. Y allí se encontraba aquel día, esperándolo para que le contase que estaba pasando con aquella chica. ¿Y qué iba a contarle? ¡Todo se había estropeado entre ellos y había sido por su culpa! Eso también lo sabía. Sí, su culpa totalmente… le quedó muy claro cuando escuchó la versión de Steven que trató de conversar con él días después… sabía que habría discutido con Nancy por aquel beso, no era tonto… pudo ver la expresión de Michael al verlos y la tristeza en los ojos de aquella jovencita a la mañana siguiente, cuando limpiaba su despacho… Trató de evitar la conversación… pese a que ellos se contaban todo. Nancy no creía oportuno contarle cada uno de sus insultos porque él era su jefe, trabajaban para él y Steven se habría puesto a la defensiva solo por defenderla, estaba segura de ello. Pero, él no era tonto y sabía que la discusión entre ellos debió ser muy fuerte solo con ver la mirada de aquel empresario al verlos besarse… Por eso decidió acercarse a él y hablarle sobre aquel beso, sobre aquel dinero en sus cuentas del que le habló Michael totalmente enfurecido. Al principio trató de no escucharlo, estaba harto de todas sus mentiras pero insistió… y quiso morirse de vergüenza por todo lo que le había dicho cuando oyó hablar de Evelyn; una cría enferma a la que estaban ayudando. Ambos tenían una cuenta bancaria en conjunto donde cada mes guardaban dinero, todo lo que podían. Lo hacían desde hacía años. Era la única forma para conseguir escapar de las manos de Sanders. Aún no tenían suficiente, pero algún día lograrían reunir la cantidad suficiente para pagar la operación de Evelyn. Sanders nunca lo haría. ¿Nancy tenía una hermana pequeña que estaba enferma? ¡Nunca había hablado de ella! ¡Nunca le dijo que la vida de su hermana corriese peligro! Ni siquiera sabía que tenía hermanos… ¡¡Dios, y todo lo que le había dicho!! ¿Cómo había sido capaz de soltar tantas palabras hirientes? ¡Estaba tan arrepentido por todo… lo habían cegado los celos y la había insultado y humillado tan injustamente! Lo vio taparse la cara con las manos, respirando hondo, muy afectado por sus palabras… Había metido la pata hasta el fondo y estaba tan arrepentido… -¡Dios… he sido un imbécil! – Dijo cerrando los ojos y pensando en cómo iba a solucionar todo aquello. - No me voy a perdonar nunca todo lo que le he dicho… - Miró a Steven de pié, preocupado por lo que hubiese podido pasar en aquel gimnasio. - Edward no dejaba de decir cosas sobre Nancy, llevaba meses machacándome… me habló del dinero que le pasas cada mes y… me volví loco cuando te vi besándola. -Dime que no se lo has dicho a ella. - Le preguntó a sabiendas que lo habría hecho, por su rostro preocupado al escuchar la versión de aquel ingeniero. - Michael, dime que habéis discutido por lo que pasó en la sala de juntas pero que no has sido capaz de decirle lo que estoy pensando ahora mismo. -Le he dicho muchas cosas, Steven y no estoy orgulloso de ninguna de ellas. - Dejó aquellos papeles en la mesa de juntas. Aquel día tenían una reunión muy importante con unos clientes de Hannover. Harían una video llamada con unos clientes alemanes para revisar los planos, Michael había descubierto un fallo en la resistencia al fuego de la estructura. Él controlaba cada proyecto de aquel edificio. -Joder, Michael… Ese dinero es para Evelyn, Sanders la tiene atada de pies y manos desde que era una cría, la chantajea con la vida de su hermana. - ¿Cómo había podido imaginar otra cosa? - Si se le ocurre denunciarlo dejará de pagar las medicinas que son tan vitales para ella; moriría en un año, quizás meses. Se levantó de aquel sillón y se echó un trago, doble, que se bebió de un solo tirón. Cerró los ojos y trató de calmarse, de pensar. No tenía ni idea de cómo iba a arreglar las cosas con ella después de lo injusto que había sido. Soltó el vaso y apoyó las manos en aquella mesita, bajando la cabeza, abatido por toda aquella historia horrible que estaba viviendo Nancy. Y él, él no había sabido apoyarla. -Lleva años escuchando insultos de todos pero nunca la había visto tan afectada como ahora. - Se dio la vuelta y miró por aquellos ventanales… ¡Cuánto le dolía verla sufriendo de aquella forma! – ¡Está rota totalmente! – Giró la cabeza y lo observó, cabizbajo… - Sé que llevas meses viéndote con ella, ocultándole quien eras en realidad y no voy a preguntarte por qué lo hiciste, eso ya da igual. Nancy le había contado algo de toda la historia con él, en el gimnasio, antes de echarse encima de ella para besarla… - Sabes que es mi protegida desde hace muchos años y podría pedirte explicaciones por todo lo que ha pasado, pero te he visto defenderla de Edward y enfrentarte a Sanders como nunca nadie lo había hecho. Eso me dice que te preocupas, que te importa pese a lo hayas podido decirle en un momento de cabreo y confusión. -Me importa… y más de lo que puedas imaginar. –Totalmente seguro de lo que decía. - Pero, no querrá hablar conmigo… al menos no por ahora. Vieron entrar a algunos ejecutivos en la sala y mientras se acomodaban siguieron hablando más bajo… casi en susurros. -¿Entonces ya está? ¿No vas a arreglar las cosas con ella?. – No podía ser… no quería creer que la única oportunidad para Nancy de ser feliz se hubiese esfumado por su culpa… - ¿La dejarás en manos de Sanders? -No he dicho eso… Nunca la dejaría en sus manos, Steven, eso tenlo por seguro. - Y lo miró muy cerca de él… tratando de que el resto no escuchasen aquella conversación. - Lo arreglaré… pero prefiero esperar unos días a que las cosas estén más calmadas y a que Nancy esté menos enfurecida conmigo… o no servirá de nada todo lo que le diga… Por supuesto que trató de hablar con ella en los días posteriores, acercándose en varias ocasiones para habar de toda la historia de Evelyn y su enfermedad, pero Nancy ni siquiera lo miró pese a que trató de pedirle perdón en varias ocasiones. Quizás unos días más tarde, cuando el ambiente estuviese algo menos cargado de tensión… tal vez ella escuchase sus palabras de arrepentimiento en aquel entonces, ahora era imposible, estaba cerrada totalmente a él. Y no le extrañaba para nada, la había insultado despiadada e injustamente. Pudo ver su labio roto en la cafetería, una de aquellas mañanas durante el desayuno. La echaba de menos, sus charlas, sus risas, sus besos… y la vio a unos metros de él, pidiendo un zumo como de costumbre. Se acercó a ella y quiso preguntarle por aquel golpe, seguramente aquel maldito Sanders la habría golpeado por lo sucedido en la sala de junta, tal y como le comentó Steven. Ni siquiera lo miró a la cara, ni dio tiempo a que pudiese explicarle nada… no quiso escuchar sus palabras, sus mentiras ni su falsa preocupación por ella; como había dicho hacía días, no lo necesitaba en su vida… Era orgullosa y entendía su postura y aunque trató de insistir Nancy tenía muy claro que no lo quería cerca de ella… No solo se había reído de ella durante aquellos meses, también la había insultado, creyendo cada insulto que se decía de ella en aquel edificio… Michael había sido tan duro con sus palabras que no quería volver a saber nada de él… Solo pasaron unos minutos cuando decidió bajar y no hacer esperar más a su hermana que encontró en la barra, hablando con Nancy. Se acercó despacio hacia ellas, era bastante incómoda aquella situación. Carol había reconocido a Nancy aún con el uniforme y se acercó a ella dispuesta a entablar una amistad con su futura cuñada. O eso pensaba ella. Había visto a su hermano con ella y estaba totalmente segura que Michael no la dejaría escapar nunca. Sus ojos se lo habían dicho. Nancy no supo qué decir cuando la vio tras ella, sonriente, dándole dos besos y preguntándole por su hermano, al que vio aparecer minutos después. No se miraron, volvieron a agachar la cabeza y trataron de disimular. -¡Michael! Mira le estaba diciendo a Nancy que estas navidades podrías llevarla casa, seguro que a la familia le encantaría conocerla… - Lo soltó ante el asombro de Michael que no supo qué decir al respecto. Ella no quería saber nada de él, al menos no por el momento. La miró cabizbaja, se había maquillado para ocultar los golpes. Ella casi nunca lo hacía, pero había tratado de disimular aquellos moratones del cuello y su pómulo. ¡¡Maldito Sanders!! Nancy se disculpó y se despidió de Carol, tratando de evitar aquella conversación tan incómoda para los dos. Aquella mujer era amable y simpática con ella, y por eso no quiso cortarla cuando se acercó preguntando por Michael. Ella no tenía culpa de nada y no iba a ser estúpida con ella, no se lo merecía. -¿Estáis enfadados? – Preguntó a su hermano, sentado frente a ella en aquella mesa. Lo vio sonreír mientras miraba aquel menú tratando de evitar la respuesta. No esperó una contestación. - Me gusta mucho para ti, Michael… Y me gusta verte feliz de nuevo. Acarició su mano apoyada en aquella mesa y lo miró con cariño. ¡Tantos años solo! ¡Tantos años sufriendo en silencio! -No es tan fácil como crees… -No iba a tratar de seguir esquivando preguntas porque sabía que Carol no pararía hasta sacarle toda la verdad. -¿¡Qué es lo que no es fácil!? ¿Admitir que estás enamorado de una de tus empleadas? - Le dijo a su hermano que la miró extrañado… él no le había dicho que trabajase para él… - Sí, he visto su uniforme, es una de las chicas que trabajan limpiando el edificio, ¿no? -Eso da igual, Carol… Me da igual a qué se dedique. -¿Entonces cuál es el problema? – Quería ayudarlo de corazón. -¿Cuál de ellos? – Estaba bastante venido abajo. Aquellos días alejado de ella, sin poder acercarse y explicarle cuánto sentía cada una de sus palabras… ¡Todo había sido tan extraño! ¡Cuánto descontrol! ¡Cuántos insultos salidos de su propia boca! –Te he visto mirarla como hacía años que no lo hacías con ninguna chica. - Era tan observadora y con él aún más. - Me da igual la edad que tenga, que trabaje para ti o que estéis enfadados ahora mismo… Las cosas se solucionan si uno quiere realmente arreglarlas. -Es la hija de uno de mis socios… - La interrumpió. - …y ha amenazado con abandonar un proyecto millonario que tenemos en común si vuelvo a verla. Puedes imaginar el revuelo que se ha formado con este tema… no soy el único socio en este edificio y perjudicaré a mucha gente si… – Lo vio muy preocupado, cabizbajo, totalmente distinto a aquella noche. - ¿Desde cuándo te han parado unas amenazas? - Lo conocía muy bien, ellos siempre habían tenido muchísima complicidad. - ¿O desde cuando te ha importado más el dinero que tu felicidad? -No se trata de eso, Carol… - Miraba hacia otra parte mientras hablaba. – Son muchas cosas. Me gusta esa chica, me encanta esa chica… - Recalcó- …creo que es bastante obvio… - Lo era. - Pero, empezar una relación con alguien tan joven… no sé… a veces pienso que debería hacer caso a John y Edward y olvidarme de todo este asunto. -¿¡Edward!? – Su tono de voz se volvió mucho más duro y seco. - ¿¡Edward te ha dicho que te olvides de esa chica!? No sabía por qué pero aquello no le había gustado nada a su hermana, lo notó en su tono de voz, en su expresión. Le había cambiado por completo. Realmente ellos eran sus amigos de siempre y sabía que no trataban de dañarlo solo que… era muy complicado echar al olvido a aquella chica que lo volvía loco. Intentó explicarle a Carol la situación real, debía entender la postura de sus amigos, ellos eran socios de aquella empresa y la relación entre él y Nancy les perjudicaría bastante a nivel económico. Era entendible el enfado aunque pensase que Edward se lo tomaba como algo personal. -No lo tomes con él, Carol. John piensa lo mismo solo que Edward es mucho más efusivo y a veces pierde las formas, nada más. - Intentó defenderlo un poco a ojos de su hermana. -¿¡Edward se opone a que arregles las cosas con Nancy!? – El resto no le importaba. En su cabeza solo resonaba aquel nombre… -Los dos quieren lo mejor para mí y creen que no tiene sentido una historia con una cría a la que casi le doblo la edad. – Ya no sabía qué pensar de todo aquello. Una historia con Nancy Sanders… Problemas y más problemas. Una historia sin Nancy Sanders… Soledad y vacios en su alma que ansiaba de ella por entero. - John ha intentado apoyarme pero sé que solo lo hace por mí, no porque le guste la idea. -Escúchame, Michael. – Y volvió a sujetar su mano. – Desde que ibas a la universidad, te he visto luchar sin descanso para sacar a tu familia adelante… Te he visto locamente enamorado de una mujer maravillosa como era Elizabeth y totalmente destrozado cuando la perdimos… - Trataba de ser francamente sincera con su hermano. Solo quería verlo feliz, se lo merecía… - ¿Y todos estos años? Alejado de la familia, de los amigos, de cualquier mujer que pudiera acercarse a ti…y ahora… ¡cuando te vi a su lado, abrazado a ella… cómo la mirabas, como vibrabas cuando te acariciaba! – Lo miró con lágrimas en los ojos… ¡Tanto que había sufrido su hermano…! - Comprendí que después de tantos años volvías a sentirte vivo, volvías a ser el mismo de siempre. ¡No puedes perder esa ilusión de nuevo Michael… no pierdas a esa chica! Miró a Carol sentada frente a él… lo conocía perfectamente, sabía todo sobre él, a ella no podría engañarla aunque quisiera. Se sonrió admitiendo que Nancy estaba enfada con él y que llevaban unos días sin hablarse siquiera… nada que no se pudiera solucionar, nada que él no pudiera solucionar. Tal vez el orgullo de ambos había podido distanciarlos un poco pero sabía que todo se olvidaría en cuanto volviesen a sentirse cerca el uno con el otro. Escuchó a su hermana pedirle que no hiciera caso de los consejos de Edward, era un hombre totalmente amargado con su vida que lo estaba aconsejando mal… Y ante aquel comentario Michael supo que había pasado algo entre ellos… ¡Ellos siempre habían sido muy buenos amigos! Pero no consiguió sacarle nada sobre ese asunto. No salió del edificio cuando terminó aquella conversación con su hermano, Carol buscó a Edward, con el que tuvo una tremendísima bronca en la que ella amenazó a aquel joven. No iba a consentirle que destrozase la vida de su hermano, nunca, si volvía a usar aquella amistad que tenían para tratar de alejar a su hermano de aquella joven, y así hacerlo infeliz, Michael se enteraría de muchas secretos guardados que todos sabían y que habían ocultado al joven empresario por su bien. -¡Vaya! ¿Ahora me amenazas, Carol? – Hacía años que no hablaban. -Deja a mi hermano en paz, Edward. - Tenía carácter, bastante. – Ya has jodido bastante a esta familia, ¿no crees? Se alejó de ella y se sentó en su sillón mientras ojeaba unos planos. Aquella conversación le cansaba. Nadie iba a decirle lo que tenía que hacer, mucho menos relacionado con Michael. -No sé de qué me estás hablando. – Mentía. -No voy a dejar que arruines su vida, ¿me oyes? – Y su voz sonó rotunda. Sus ojos lo eran aún más. No lo soportaba desde hacía muchos años. – Deja de interponerte entre él y esa chica. -¡Oh, estupendo! ¿Crees que intento arruinar la vida de mi mejor amigo porque me parezca una locura descabellada esa relación? ¿Qué crees que está haciendo con una cría de veinte años? – No iba a engañarla, a ella no. - Solo conseguirá tirar su carrera y su prestigio por tierra. – Bajo su punto de vista, arruinar su vida, su carrera y todo por lo que había luchado tanto. – Trato de ayudarlo, Carol. -No necesitamos tu ayuda… - Le gritó dando un golpe en la mesa y sin dejar que terminase de hablar. – Te lo advierto, no me obligues a contarle a Michael toda la verdad, Edward. Nunca volvería mirarte a la cara y lo sabes. No lo hacía por la empresa, a ni por los proyectos… no lo hacía por la felicidad de su hermano… la familia Harrison sabía perfectamente cuál era el propósito de Edward y no iba a salirse con la suya. -Cuidado, Edward. No estoy jugando. – Amenazante. Ni siquiera pudo decir nada más. Tenía en contra a toda su familia, él sabía por qué y no le convenía que Michael descubriese todo lo que llevaba años ocultando. Su error, su mayor error… uno por el que perdería su amistad para siempre, sin lugar a dudas. Apretó los puños y cerró los ojos, allí en su despacho, pensando en todo lo que había sucedido en los últimos meses. Estaba claro que su amigo sentía algo por aquella cría, sus defensas delante de todos, enfrentándose al propio Sanders, a él mismo. ¿Qué le había dado para que se volviese tan loco por ella¿ ¿Es que iba a dejar escapar un negocio como el que tenían acordado con Allan solo por meterla en la cama? ¡¡Se había vuelto de repente!! Por mucho que le gustaba aquella joven era una autentica locura perder un negocio como aquel por un polvo… Michael había perdido el juicio totalmente y él no podía estar más furioso. La vio en la sala de juntas con una compañera, estaban muy alteradas y entró para saber qué estaba pasando. No era su planta, no sabía qué hacía allí. Nancy sujetaba su chaqueta de firma, la misma que había dejado apoyada en el respaldo de una de las sillas al término de la reunión. Lo miró preocupada cuando lo vio caminar directa a ella. Aquello significaba problemas. -¿¡Qué está pasando aquí!? ¿Y qué haces con mi chaqueta? – Le dijo muy serio. Agachó la mirada, sin querer mirar a sus compañeras. Hacía tan solo unos minutos estaba en el despacho de Steven cuando escuchó la conversación que mantenía Débora por teléfono. Normalmente trabajaban en grupo, dos limpiadoras por planta. Su compañera cogió el móvil y trato de calmar a alguien que parecía estar muy preocupada. Se trataba de Liz, su amiga, a la que Michael había ayudado buscando un trabajo en aquel edificio. Ahora entendía que no había necesitado hablar con nadie para colocarla en aquel puesto, él mismo lo había hecho. Otra más de sus mentiras. Sin querer había dejado caer una botella de producto en una de las chaquetas de los jefes, la chaqueta parecía muy buena y cara. No sabía qué hacer, solo podía llorar, alterada. La echarían, estaba totalmente segura y necesitaba tanto aquel trabajo. Nancy se dirigió hasta allí y calmó a su compañera. ¿De quién era la chaqueta? Preguntó. La reconoció. Había visto a Edward con ella en varias ocasiones. ¡¡Dios!! Su dueño estaba allí, Edward Bennett quien pedía una explicación inmediata. Intentó sacarla de allí, si alguien se enteraba de aquel accidente estaría en la calle sin más preguntas, pero no pudo salir de aquella sala sin antes encontrarse de frente con aquel ingeniero. -Señor, Bennett, he tenido un accidente… se me ha derramado un bote de producto y ha salpicado su chaqueta… - Sintió las manos de Edward tirar de sus manos y mirar detenidamente aquella prenda. Estaba muy cabreado. -¡¡Eres imbécil!! – La insultó sin piedad. Nancy no dijo nada, no lo miraba. - ¿Tienes idea de lo que vale una chaqueta de firma como esta? – Gritó haciendo que John se detuviese en la puerta, presenciando la escena. -Le juro que no ha sido mi intención… -¡Me importa un carajo cuales hayan sido tus intenciones! – Muy cerca de su cara. - ¡Vas a estar echando horas y limpiando baños en este puto edificio hasta que me pagues hasta el último dólar, Nancy! Miró a aquella otra mujer que lloraba sin poder evitarlo… Un momento. Nancy no era limpiadora en aquella planta. ¿Estaba protegiendo a esa chica? Se acercó a ella y le preguntó por qué lloraba pero no halló respuesta. Sabía que la echarían y necesitaba ese trabajo. -¿Crees que vas a protegerla echándote las culpas? Tú no limpias esta planta, ni estas oficinas. – Preguntó acercándose hasta su cara. – Recoge tus cosas… estás despedida. - Ordenó a Liz que tapó su boca con las manos sin poder creerlo… -¡No..! – Y se puso delante de su compañera para defenderla. - Le he dicho que he sido yo, ella no tiene nada que ver. – Su voz firme, segura. No iba a permitirlo. Sabía perfectamente que no la podría echar a ella, por desgracia. Su padre la quería allí para vigilarla y humillarla. -¿¡Me tomas por imbécil!? - ¡Cómo disfrutaba insultándola! -Hemos cambiado el turno esta semana, ella ha estado toda la mañana en el despacho de Steven. Mintió y sabía que no la creería. – Si tiene que echar a alguien, écheme a mí. -¡Nancy, no…! – Escuchó a su compañera tras ella, tratando de impedir que la cubriese. -He dicho que sido yo, señor Bennett… - Y lo miró fijamente. “Sabes que no he sido yo, pero aquí me tienes… ahora haz conmigo lo que quieras…” Sus ojos se lo gritaron segura de lo que hacía. Edward mandó a Liz fuera de la sala, seco, duro, sin ni siquiera mirarla y se quedó con ella a solas, muy cerca de su cara, odiándola como nunca había odiado a nadie. Sonrió cínico. -¿¡Me estás vacilando!? – La miró detenidamente de arriba abajo. No sabía lo que acababa de hacer. - Así que voy a tenerte por aquí toda la semana, ¿eh? – Iba a enterarse de quién era él en realidad. Su mirada destructiva… ¡cómo la odiaba! ¡Ella que había probado los labios de Michael, de su Michael! - No sé si eres tonta o demasiado lista, Nancy… No podré echarte pero puedo hacerte la vida imposible en este edificio y lo sabes. ¿O es que crees que Michael seguirá defendiéndote ahora que se ha cansado de follar contigo? – La miró de nuevo, preciosa, con un cuerpo de vértigo… No estaba nada mal y entendía las ganas de su amigo de meterla en su cama. – Espero que te lo hayas pasado muy bien metiéndote en su cama porque ni te imaginas el precio que vas a pagar por ello. Puedo joderte todo lo que quiera, zorra, porque ya no tienes a nadie que pueda mover un solo dedo para ayudarte… - Nancy levantó la vista pero no dijo nada ante ese insulto. Debía callar, sabía que debía hacerlo por su compañera… - Y esto… - Levantando su chaqueta manchada de lejía… - …lo vas a pagar con creces. Prepárate Nancy Sanders, no tienes idea de la que se te viene encima esta semanita. – Y de un solo golpe tiró los vasos que había en aquella mesa, en donde habían estado reunidos hacía tan solo unos minutos. – Límpialo… es tu trabajo. La dejó sola en aquella sala, tratando de contenerse por lo sucedido, porque ya no podía más. Y apoyó sus manos en la mesa, bajando la cabeza y dejando que sus lágrimas cayesen por sus mejillas. ¿Es que todo aquello nunca iba a acabar? Amenazas, insultos, chantajes y humillaciones. No podía más… De verdad aquello comenzaba a superarla por momentos. Y lo intentaba, ser fuerte, respirar hondo y contenerse, demostrar su fuerza, su entereza, pero era tan imposible últimamente… Estaba rota totalmente. Su alma estaba rota de verdad y sentía un dolor muy agudo en el pecho, casi no la dejaba respirar… solo quería llorar. Capítulo 15 HUMILLACIÓN Escuchó unos pasos cerca y secó sus lágrimas pronto, nadie debía verla así. Se agachó y comenzó a recoger aquellos cristales con las manos. Le esperaba una semana muy mala en aquel lugar, lo sabía. Edward iba a por ella y ni siquiera sabía por qué ese empeño en humillarla y hacerle daño. John se agachó para recoger uno de esos cristales, cerca de sus pies y lo acercó hasta donde estaba Nancy, de rodillas en el suelo, tratando de poner un poco de orden al desastre que había organizo Edward. Lo miró a su lado, nunca antes lo había visto mirarla de aquella forma. Parecía preocupado, sincero. -No se moleste señor Coleman… Ya lo hago yo. – Y quitó aquel cristal de sus manos antes de que pudiese cortarse. -¿Por qué haces esto? – Su voz sonó muy dulce y sorprendió a aquella joven que lo miró tratando de contenerse. -Ha sido un accidente, le juro que no ha sido mi intención… - ¿Es que de verdad pensaba que había estropeado aquella chaqueta adrede? -No me refiero a eso. – La interrumpió. – Vamos, Nancy, sé que no has sido tú, pero no entiendo por qué dejas que te humillen y te insulten de esta forma solo por defender a una compañera. – Era un gesto realmente bonito y humano, pero a costa de qué… de tragarse todo lo que Edward quisiera decirle. Se levantó con aquellos cristales en la mano y se dirigió al carrito de limpieza de Liz. Los soltó en la bolsa de basura y se preparó para recoger el agua del parquet. Miró a John tras ella, sabía que él era un buen hombre. Siempre tuvieron una relación de jefe y empleada, apenas habían hablado unas palabras en todos aquellos años, pero sabía que no era como Edward, ni como su padre. -Liz necesita este trabajo como usted no se pueda imaginar, su vida y la de sus hijos dependen de este puesto y lo habría perdido, sin lugar a dudas, si el señor Bennett supiese la verdad. ¿Cree de verdad que le hubiese dado otra oportunidad? – Ambos sabían que no. – Nosotras solo somos las chicas de la limpieza, por lo que no hubiese escuchado su versión bajo ningún concepto y le habrían dado igual sus lágrimas, su sufrimiento o la historia que lleva a sus espaldas. – Le confesó. – Para mi desgracia… a mi no puede echarme. – Y en sus ojos había tanto dolor… -No podrá echarte, pero va a machacarte, Nancy, y no es por la chaqueta. No tiene nada que ver con eso, lo sabes, ¿verdad? – Sintió lástima por ella en aquellos instantes. La tenía en la misma sala, mirándolo con aquellos increíbles ojos negros, profundos, llenos de tanto dolor… - No deberías provocarlo de esta forma… Hubiese sido mejor mantenerse al margen, pese a todo. -¿Y dejar que una compañera pierda su trabajo por cometer un error desafortunado? ¡Solo es una chaqueta! – Lo miró fijamente por primera vez. -Bueno… tampoco se trata de eso, Nancy. Como bien dices solo es una chaqueta, pero de más de dos mil pavos. – No estaba de acuerdo con la actitud de su colega y amigo, pero debía reconocer que él también se hubiese enfadado de haber sido suya. – Es entendible el enfado de Edward hasta cierto límite. -¡Ha sido un accidente, señor Coleman! Podría haberle pasado a cualquiera y se lo vuelvo a repetir... “sólo” es una chaqueta, algo material… pero este trabajo, aún siendo insignificante para el señor Bennett y para mucha gente, es la última oportunidad que tiene una mujer que ha sido desahuciada por la vida y por la sociedad. - Ellos eran empresarios, ejecutivos que solo miraban por el trabajo, los proyectos, el dinero… había algo más en la vida aunque ellos parecieran no entenderlo. ¡Qué fácil hubiese sido echar a Liz sin saber, sin preguntar, sin interesarles nada más que una estúpida chaqueta de firma. -¿Y vas a dejar que te traten como si fueras basura?– Desde luego él no esperó su respuesta. -Estoy acostumbrada, llevan años haciéndolo… - Y sonrió dolida. - Pero merece la pena ayudar a una compañera, a cualquiera, pero a Liz mucho más, y no dejaré de cubrirla así me reviente el señor Bennett con sus insultos y sus desprecios. – Agachó la cabeza y limpió aquel suelo empapado mientras sentía la mirada de aquel hombre que permaneció allí unos minutos más, sin decir nada, solo mirándola y comprendiendo cuánto se habían equivocado todos con ella… Nancy era una buena persona y ahora dudaba que todo lo que había escuchado sobre ella, durante todos aquellos años, fuese cierto. – No tiene que preocuparse por mí, señor Coleman, estaré bien. -No conoces a Edward… - No claro que no, pero él sí y sabía de lo que era capaz, sobre todo por Michael. – Te humillará hasta el extremo, Nancy, y no parará hasta que te sientas… - No siguió. Sujetó aquel carrito, pasando por su lado, mirando para el suelo, sabiendo perfectamente que aquella semana sería tremendamente dura para ella. No se arrepentía, lo hacía por una buena compañera y aguantaría todo lo que Edward quisiera decirle o hacerle. Sabía perfectamente lo que aquel hombre quería advertirle, pero nos e echaría para atrás. Parecía buena persona, siempre le pareció tan distinto a su socio… Paró el carrito antes de salir y lo miró. -Gracias, pero de verdad no tiene que preocuparse. – Lo decía de verdad, aquel hombre no podría hacerle daño. – Intentará humillarme, intentará hacerme sentir inferior… - Terminó ella aquella frase. – Pero, yo sé lo que soy y nunca podría hacerme daño por mucho que lo intentase. Yo no soy la basura… - Y salió decidida, tranquila de todas sus palabras. Era la primera vez que hablaba con aquel hombre y sabía que era amigo de Michael y Edward. Le daba igual si le contaba sus palabras a uno u otro, todo le daba igual. Hacía muchos años que consiguió no verse afectada por palabras de gentes como Edward o su padre. Aquel empresario buscó al jefe de limpieza para darle una orden inmediata. Puede que no pudiese echar a Nancy de aquel edificio, puede que no pudiese volver a entrometerse en aquella relación, pero podría joderla todo cuanto quisiera y ahora que la tendría toda la semana cerca de él, aún más. Era dueño de una parte de aquella empresa y sus órdenes también serían muy explícitas… Su orden estuvo bastante clara y era muy concreta… Quería una limpieza general de los escalones del edificio… Aquel mármol blanco comenzaba a ensuciarse más de la cuenta y la quería a ella, a Nancy, limpiándolos uno a uno. Sería fuera de su turno de trabajo, iba a estar toda la semana echando horas extras, las necesarias para pagar su carísima chaqueta de firma de cerca de tres mil dólares. Deseaba verla ahí, de rodillas… ese era su trabajo como limpiadora de aquella empresa y quería humillarla a toda costa para que no olvidase cual era su lugar en aquel lugar. Y accedería, lo sabía, no iba a quejarse ni a decir absolutamente nada porque sabía que el puesto de su compañera dependía de un hilo. El encargado de mantenimiento trató de persuadirlo con aquella orden, hablaba de un edificio de 58 plantas y quería que Nancy lo limpiase de rodillas. Era humillante… ¡No podía pedirle algo así a ninguna de sus chicas! Había productos, medios, maquinas para poder hacer ese trabajo medianamente bien sin tener que doblegar a unas mujeres a aquella posición. Le parecía de lo peor. ¿Por qué quería humillar a Nancy de aquella forma?¡No podía consentirlo…! Pero lo hizo, ella y Liz, que se ofreció a ayudar a Nancy. Supo de quien era la orden y pidió que relegase a su compañera de aquel trabajo, Nancy iba a sufrir las consecuencias de un error suyo y no podía permitirlo. Pero Edward había sido muy claro en su orden. Quería a Nancy Sanders. Y aprovechó aquellos días en los que Michael se encontraba fuera por motivos de trabajo, solo unos días, suficientes para agotarla física y psicológicamente. En los despachos, pisando el suelo mojado solo para joderla, en los pasillos, pasando por su lado, casi siempre dándole algún golpe sin ni siquiera pedir disculpas, en las escaleras que limpiaba al terminar su turno, parándose justo a su lado. De rodillas, agotada, sin poder decir absolutamente nada mientras lo veía derramar, adrede, alguna taza de café en donde acababa de limpiar, o pisando algún cigarrillo que marcaba aquel suelo blanco. Levantaba la cabeza y lo miraba fijamente. No entendía por qué tanto odio, porque disfrutaba humillándola de aquella forma. Sonreía orgulloso de sus actos, de sus insultos que escuchaba cada día; trataba de hacerle daño psicológicamente, contándole que Michael y Sarah viajaban juntos aquellos días y no era precisamente por motivos de trabajo. Llevaban años acostándose juntos, entre ellos había una conexión especial desde la universidad y era obvio que disfrutaban del sexo durante aquellos viajes de negocios. Eran dos adultos sin compromiso que debían estar pasándolo en grande, sin acordarse de ella para nada. Ella solo había sido un divertimento para aquel empresario. John presenció muchos de aquellos abusos durante aquella semana, miraba a su amigo, serio, negando con la cabeza y mirando hacia otro lado. ¡No iba dejarla en paz! Y sabía que todos e complicaría cuando llegase Michael y viese cómo había estado tratando a Nancy, no iba a consentírselo, pero mientras, durante sus viajes, aprovechaba cualquier momento para joderla. Nancy no se había equivocado con él en todos esos años… Edward Bennet era un capullo estirado como su padre. Un jilipollas que disfrutaba haciéndole daño. Allí pasaba horas, de rodillas, dejando aquellos escalones impolutos, como había pedido aquel arquitecto. Tuvo que dejar las clases aquella semana, era imposible para Nancy asistir a ellas después del doble turno, así que una de sus compañeras de baile pudo cubrirla durante unos días. Así fue como Steven se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Le extraño muchísimo no verla en las clases, mientras pasó por aquel gimnasio y vio a una joven por la cristalera, en lugar de a su joven protegida. Entró y preguntó por ella, enterándose que llevaba toda la semana doblando el turno por orden expresa del socio Bennett.. Con él trató de hablar para cambiar aquella situación pero Edward tenía muy claro que Nancy seguiría allí, bajo sus órdenes hasta pagar su error. Nada ni nadie le quitaría autoridad en todo aquello, eso lo tenía muy claro. Así que tuvo que esperar la llegada de Michael, días después, para poder ponerlo al corriente de todo lo sucedido. Sabía que era el único que podía acabar con todo aquello. Era muy injusto. No la dejaba respirar… Intentaba humillarla a toda costa y aunque no sabía sería bueno que Michael desautorizase a Edward, tenía claro que no podía dejarla allí, de rodillas cincuenta y ocho plantas… Era inaudito… ¿De qué iba Edward? Desde luego estaba fuera de control… Así que lo buscó al saber de su llegada y le habló sin más preámbulos, si las cosas se arreglaban entre ellos ya le daba exactamente igual, pero no podía permitir que humillasen a Nancy de aquella forma solo porque entre ellos hubiese habido una historia fuera de lo laboral. No se lo merecía. Y estuvo de acuerdo en todo, solo que tenía muy claro que las cosas se complicarían en cuanto él revocase la orden de su amigo. Esta vez habían sido los escalones del edificio, y la excusa una chaqueta de firma, lo siguiente… ¿qué sería? Volvería a cogerlo en un viaje, en una reunión y seguiría humillándola a toda costa. Eso lo tenía claro. Edward iba a por ella. Además ya no se trataba solo de su amigo o de Sanders, los propios obreros disfrutaban insultándola y provocándola. Lo comprobó antes de marcharse de viaje, en la cafetería, cuando escuchó voces tras él y la vio enzarzada en una discusión con uno de los chicos de mantenimiento. Se habían atrevido a insultarla, preguntando cuanto cobraba por hacerles a ellos el mismo favor que le había estado haciendo a Michael… Sus movimientos obscenos, sus palabras ofensivas hicieron saltar a Nancy que tiró un vaso de agua en la cara de uno de ellos. Lo vio levantarse dispuesto a golpearla pero un compañero lo detuvo a tiempo y Michael quiso defenderla en aquellos momentos…pero aquel camarero, un hombre mayor, testigo desde hacía meses del tonteo de ambos, lo detuvo sujetando su brazo. No debía meterse si de verdad quería que todo aquello cesase… defendiéndola solo conseguiría que todos siguieran hablando de ellos… no le haría ningún favor. Y tuvo que quedarse allí, viendo como la humillaban y la insultaban mientras ella trataba de defenderse de aquellas acusaciones. ¡Sentía tanto todo lo que le hacían por su culpa! ¡¡Todo por su culpa!! No fue fácil mantenerse a un lado viendo aquellas injusticias, pero sabía que cuanto más la defendiese, peor sería… Sanders no pararía, tal y como le había dicho Steven y Edward tampoco. ¿Y qué iba a hacer? ¿Desautorizarlos a todos? Aquella situación comenzaba a escapársele de las manos. Podría haberle ofrecido un puesto mejor en aquel edificio pero Nancy había dejado claro que no quería su ayuda… nada que tuviese que ver con él… La conocía y después de todo lo que le había dicho estaba muy rebelde, tanto que se negó a obedecer a Michael cuando Steven fue a buscarla al piso cincuenta, agachada con un cubo, unos estropajos y unas rodillas que comenzaban a dolerle. Orgullosa, dolida, defraudada, humillada e insultada… No quería nada que viniese de él así tuviese que destrozarse las piernas y la espalda en cada escalón de aquellas escaleras. Como bien había dicho Edward Bennett, aquel era su trabajo y estaba cumpliendo órdenes. No necesitaba su ayuda. Pero Steven volvió más tarde con Michael a quien no le extrañó aquel comportamiento. Sabía que estaba enfadada y que era bastante orgullosa para dejarse ayudar por él en aquellos instantes. Estaba al lado de Liz, ambas de rodillas en aquellas escaleras, con un cubo cerca lleno de productos adecuados para aquel mármol blanco. Inmediatamente les dijo que dejasen aquel trabajo y se levantasen del suelo pero la respuesta de Nancy fue la misma que le había dado a Steven. -Obedezco órdenes del señor Bennett. No puedo desobedecerlo… - Le respondió sin ni siquiera mirarlo. Liz estaba a su lado sin poder creer que le hablase tan seca. ¡Era el mismo hombre con quien la había visto embelesada en aquel bar! ¿Estaban enfadados? Seguro se les pasaría, la típica pelea de enfadados que solucionarían con unas miradas llenas de amor… el mismo que había visto en sus ojos aquella noche. Hacían una pareja preciosa. Tiró de sus pantalones ajustados, agachándose en sus piernas, y se puso a su altura, muy cerca de ella. ¡Era una completa cabezota y le encantaba que tuviese carácter, pero no iba a dejarla allí, así tuviese que obligarla a ponerse de pie. -No hagas que te lo repita, Nancy. – Le dijo mirándola fijamente, muy cerca de su rostro. – Sé que estás enfadada y no quieres mi ayuda, pero no te voy a dejar aquí de rodillas, te pongas como te pongas. -Soy limpiadora de su edificio, señor Harrison, y uno de sus socios me ha dado una orden muy concreta. Solo estoy haciendo mi trabajo… - Y aunque lo miraba a los ojos no le mostraba nada de debilidad. Estaba tan guapo con aquella camisa celeste, a juego con sus ojos… Sus mangas remangadas hasta los codos, y una elegante corbata azul oscuro con pintas blancas. Sus piernas fuertes, pegadas a un pantalón de pinza color crema… Cerró los ojos y apartó de su mente aquellos pensamientos. Sabía que trataba de arreglar las cosas, hacía días que intentaba hablar con ella pero no quería escuchar más mentiras ni más excusas. -Me da igual la orden que te haya podido dar, sabes perfectamente que lo hace para humillarte, así que por favor, levántate del suelo. – Pero la vio negar con la cabeza mientras agachaba la mirada y seguía limpiando. -¡Vamos, Nancy, sabes muy bien este no es tu trabajo! ¡Hazle caso a Michael, por favor! – Dijo Steven a solo unos metros de ellos. Y no mentía, solo estaba siendo orgullosa con él por todas sus mentiras. No necesitaba su ayuda y tampoco la quería. No quería favores de él. No quería tener que agradecerle nada. ¡Estaba tan dolida, tan enfadada! ¡Y tenía tantas ganas de abrazarlo…! ¡Cómo había podido estropearse todo de aquella forma! ¡¡Tanto que lo necesitaba!! Michael suspiró y mordió sus labios un segundo. No le quedaba otra que hablarle como un jefe. No aceptaba su ayuda, ni prestaba atención a sus palabras de súplica… -¿Me vas a obligar a darte una orden? –Y vio como lo miraba sin creer que pudiera hacerlo, pero se equivocaba. Steven agachó la cabeza suspirando, ambos sabían que no cedería a las buenas. – Como quieras… - Y se levantó dando unos pasos atrás y colocando sus brazos en jarras. Se puso muy serio. – Señorita Sanders, haga el favor de levantarse inmediatamente del suelo. – Muy serio, sin dejar de mirarla. - ¿Tengo que repetírselo? – Preguntó al verla dudar, pero la vio hacerlo, soltando el estropajo que sujetaba en su mano, obedeciéndolo solo porque era el jefe, solo porque era una orden expresa. Lo miró seria, él movía la cabeza a sabiendas que era lo que había estado buscando. – ¿Sabe quién soy? – Claro que lo sabía. - ¿Sabe que mis órdenes en este edificio están por encima de cualquier otra? Estaba my seria mirándolo de mala gana, sabía que no podría desobedecerle de ninguna forma, Edward, su Brown padre, ninguno de los dos tenía autoridad para revocar algo que hubiese dicho Michael, pero… ¿de verdad iba a darle órdenes? -El señor Brown le ha dado una orden mía hace cuestión de minutos pero por lo visto no ha sido, lo suficientemente, explicita para usted, ¿no? ¿O es que es demasiado orgullosa para obedecer una orden mía, señorita Sanders? – Hablaba bien claro. Pero no estaba molesto, le encantaba su coraje, su rabia, su orgullo… Todo, absolutamente todo en ella le fascinaba. - Como además de bonita me parece una jovencita muy lista, y ya que me ha hecho venir, expresamente hasta aquí, voy a repetírselo yo mismo, haber si es capaz de desobedecerme ahora que me tiene delante. Steven los miraba medio sonriendo, estaba claro que Michael adoraba a Nancy y que ella solo se estaba haciendo la dura. Se sentía herida por todo lo que había pasado y ahora estaba siendo muy orgullosa con él. No le había dado más opción que aquella, debía hablarle como el dueño del edificio, como su jefe, o ella seguiría cumpliendo las órdenes de Edward pese a todo. Nancy lo miraba sin decir nada, escuchando sus palabras, su forma de hablarle… era la primera vez que le hablaba como a una empleada y era tan extraño… Allí, frente a ella, guapísimo, podía oler su perfume, ver sus inmensos ojos clavados en ella, su pecho y sus brazos bien marcados con aquella camisa ajustada. -A partir de mañana se dedicará expresamente a la limpieza de la planta cincuenta y ocho, usted y su compañera Liz, quedando relegadas totalmente de cualquier otro trabajo que hayan estado haciendo hasta ahora. – Lo miró sorprendida sin decir nada. Su padre no iba a consentirlo. – Desde este mismo instante, usted, señorita Sanders, solo atenderá ordenes, únicas y exclusivamente, mías. -¡No puede hacer eso…! – Pensaba en Evelyn y en las palizas de Sanders. Iba a cabrearse muchísimo. -¡Claro que puedo hacerlo! Soy el dueño de este edificio y el socio mayoritario de la empresa… puedo hacer lo que quiera, Nancy. – La provocaba medio sonriendo. Claro que podía hacerlo, era el dueño y su jefe. -No lo entiende… se enfurecerá conmigo cuando sepa que… - Miró a Steven, él sabía que estaba diciendo la verdad… -Nancy, tu padre… - Pero Michael no dejó terminar a aquel ingeniero. -De su padre y del señor Bennett me encargaré yo… - Y su voz sonó tan segura… - No quiero volver a verla cerca de las oficinas de Allan Sanders ni limpiando de rodillas en este edifico bajo ningún concepto, y le repito… bajo ningún concepto, o la próxima vez la levanto yo mismo del suelo, ¿lo ha entendido? – Movió la cabeza afirmando de mala gana. Y se acercó aún más a su cara, provocándola. Le encantaba… – No la escucho, señorita Sanders. -Sí, señor Harrison. Lo he entendido perfectamente. – Qué raro era hablarle de aquella forma cuando lo había tenido en sus brazos, en su boca… Se acercó a ella y pegó su cara a la suya, mirándola de reojo, poniéndola muy nerviosa. Podía oler su maravilloso perfume… Cerró los ojos para no volverse blanda con él. -Eres una cabezota orgullosa, Nancy… - Y sonrió mientras le hablaba. – …pero enfadada estás aún más bonita. – Un beso suave, rápido, discreto en su mejilla. Steven y Liz observaban la escena de dos personas que ansiaban con toda el alma abrazarse, reconciliarse pero que se mantenían alejados por el orgullo y la cabezonería. Pasó por el lado de Liz a quien le ordenó dejar de limpiar, quedaban relegadas de aquel trabajo desde ese mismo instante. Ya se encargaría de hablar con Edward y con quien hiciese falta pero nadie volviese a humillar a la mujer a la que amaba. Se había cansado de todos. Las cosas iban a cambiar… Edward tenía algo que decir sobre ese tema. Por eso buscó a Michael en cuanto supo que alguien había revocado su orden sobre la limpieza de aquellos escalones. Habían dejado de limpiar y sabía que su amigo tenía que ver con todo aquello. La buscó para humillarla de nuevo, encontrándose con el lugar vacio, no estaban allí y sabía que ella no se atrevería a desobedecerlo. No hacía falta que nadie le dijese que aquello era cosa de su amigo. Se acercó al despacho y Martha le dijo que había salido con John. Miró la hora, no tenían reuniones aquella mañana. Seguramente estarían tomando algo. Así que se dirigió a la cafetería del hall, Michael solía ir a esa siempre, así podía encontrarse con aquella imbécil. -¿Por qué has desaprobado una orden mía, Michael? – Preguntó muy enfadado cuando lo vio con John, sentados en una de las mesas. Tomaban algo juntos, tranquilamente, haciendo un descanso merecido. -¿Cómo estas Edward? Yo también me alegro de verte. – Bromeó con él. Había estado unos días fuera y aquel era su recibimiento. Lo esperaba, la verdad. -Había dado una orden expresa y no puedes desautorizarme cada vez que te dé la gana. – No tenía ni idea de lo enfadado que estaba. -Haz el favor de sentarte y tranquilizarte un poco. – Y aunque era una petición él también lo dijo bastante serio. No iba a consentir otra escenita de su amigo. John no sabía qué había pasado, los miraba extrañados aunque tenía claro que todo aquello tendría un nombre. Fuera lo que fuera tenía que ver con Nancy Sanders. Preguntó a sus amigos. -Pasa que Michael me acaba de dejar a la altura de una mierda delante de esa zorra a la que se folla. – Soltó ante la mirada dura de su amigo que lo mandó callar al escuchar aquel insulto. - No puedes dejarme sin autoridad de esta forma, joder. Lo miró sin decir nada. La actitud de su amigo empezaba a agotarlo. La había tomado con ella, eso estaba claro y los motivos… también los sabía. No hacía falta tener una charla con Edward para saber que estaba tremendamente celoso de ella. -¿Esto es por lo de la chaqueta? ¡Edward fue un accidente! – Michael miró a John sin saber qué había pasado realmente. Y escuchó la historia sobre lo sucedido, mirando a su amigo y moviendo la cabeza sin poder creerlo. ¿Humillaba a Nancy por una maldita chaqueta? No, aquello no era cierto. – Vamos, sabes perfectamente que no fue ella y que solo estaba defendiendo a su compañera. -Me da exactamente igual quien lo hiciese. - No iba a darle ninguna tregua a esa chica. - Alguien tiene que pagarlo y si ha sido tan estúpida para auto culparse por evitar el despido de una inepta… ahora tendrá que pagar las consecuencias. Y como no creo que disponga de tres mil pavos, tendrá que echar todas las horas que yo crea precisas hasta liquidar su deuda conmigo. – Miró a Michael muy serio, no iba a dejar aquello así. – Así no lo olvidará para la próxima vez que intente aprovecharse de los privilegios que tiene en este edificio por ser hija de quien es. Metió la mano dentro del bolsillo de su chaqueta y sacando su cartera rellenó aquel talón a nombre de su amigo. ¡Estaba tan harto de su comportamiento y de que estuviese poniendo excusas para hacer daño a Nancy! No iba a consentírselo por nada. Dejó aquel talón en la mesa, de muy mala forma… Lo miró, ambos sabían que no se trataba del dinero pero dejaría las cosas claras. Aquella situación terminaba en aquel mismo instante. -Ahí tienes, suficiente para que te compres otra chaqueta de firma. – Le dijo señalando el talón. Se acabó, Edward. ¿Me oyes? – Se levantó y se colocó la chaqueta bien, abrochando los botones y cogiendo su maletín del suelo. – Deja en paz a Nancy… -¿¡Tres mil dólares!? – Preguntó impresionado. - ¡¡No puedo creerlo!! ¡Definitivamente debe ser increíble en la cama para que ahora te dediques a saldar sus deudas! – Rompió el cheque que Michael había firmado. - ¿¡Crees que voy a aceptar tu dinero, Michael!? -Lo que creo es que Sanders y tú os habéis puesto de acuerdo para joderla, y aprovecháis mi ausencia para humillarla de la forma más ruin. – Era la primera vez que aquellos dos amigos se enfrentaban de esa forma. – No os lo voy a consentir, Edward. Creo que he dejado muy claro que Nancy es asunto mío y espero no tener que volver a repetirlo. -¿Y ya está? ¿Esa es tu última palabra? – Nancy lo tenía bien agarrado, era lo único que podía pensar mientras miraba a su amigo altivo, furioso, aquello había llegado a su límite para él. – O sea, que puede hacer lo que le plazca en este edificio porque tú siempre estarás ahí para darle la razón en todo, ¿no? - ¡Cuánto más la defendía… más la odiaba! – ¿¡Qué es esto!? Te la follas a cambio de protegerla de todos, ¿o qué? Michael lo miró enfadado y se acercó a él, mirándolo muy serio. No iba a tener aquella conversación con Edward en la cafetería. No entendía por qué se metía en su vida de aquella forma, eran amigos pero no iba a consentirle aquel comportamiento… y ya se estaba cansando de su actitud con Nancy. -¡¡Basta ya, Edward!! – Seguro pero sin levantar la voz. -¡Esa chica significa problemas! ¿Entiendes? ¡Problemas para ti, para John, para mí! – Estaban a solo unos centímetros de la cara, siendo observados por todos lo que se encontraban en aquel lugar que podían escuchar parte de aquella conversación, pese a que trataban de hablar en voz baja. - ¿¡Por qué cojones estás tan ciego, Michael!? ¡Es una zorra que solo quiere…! -¡No vuelvas a insultarla! ¿Me oyes? – Le gritó enfurecido, fuera de sí. Ese era su límite en todo aquel asunto. -Calmaos los dos, ¿vale? – La voz de John sonó firme mientras se acercaba a sus dos amigos. – Estáis montando un espectáculo delante de todos. Michael miró a su alrededor, todos los miraban. Dos socios bastante agitados, enfrentándose por culpa de una jovencita con la que el jefazo había estado tonteando durante meses. Ya no era un secreto para nadie, todos allí sabían aquella historia. -¡¡No puedes desautorizarnos a todos por ella!! – Bajó la voz, seguro total de que no iba a aguantar nada por Nancy. -No hagas que te demuestre lo que puedo y lo que no puedo hacer. – Y esas fueron palabras muy duras entre aquellos buenos amigos. – Eres mi mejor amigo, Edward, pero no me pongas entre la espada y la pared. No dudes que saldrías perdiendo así que, por última vez, déjala en paz. Todos los que estaban allí escucharon las palabras de aquellos empresarios, viejos amigos que por primera vez estaban enfrentados por una mujer, más en concreto por una jovencita limpiadora que tenía loco al dueño del edificio. Ya no era un secreto para nadie. Los vieron durante meses juntos, riendo, charlando, desayunando, extrañados por aquella confianza pero manteniéndose al margen en toda aquella historia. Sabían que había algo entre ellos pero era mejor mantenerse a un lado y no solo por Michael, el socio mayoritario, sino por Nancy, los chismes en aquel lugar, durante tantos años, no la dejaban en buena posición. Capítulo 16 MÁS GOLPES Fue devastador, inhumano, demoledor… Nunca antes había sido tan salvaje… Sanders había escuchado la versión de Edward sobre el enfrentamiento con Michael, no iba a ponérselo fácil a ninguno de los dos. Protegería a Nancy ante todo y estaba tan furioso por aquella defensa… Se había enfrentado a los dos, por ella… Estaba tan enfurecido por la conversación que tuvo con Michael que solo le faltaba saber que también había discutido con su amigo por defenderla de todo; rabioso por cada una de sus palabras, por atreverse a defenderla de aquella forma fue a buscarla… La encontró en su casa, sola… y la golpeó hasta la saciedad, amenazándola, tocándola, tratando de hacerle sentir el miedo más atroz del mundo… Pero no lo consiguió… Nancy se defendió, luchó sin parar mientras recibía aquellos golpes, uno tras otro. -¡¡No me toques, cerdoooo!! ¡¡Suéltame!! – Le gritaba mientras trataba de quitárselo de encima, pataleando, tirándole encima todo a lo que alcanzaba llegar. -Te dije que te alejases de él… te lo advertí Nancy… - Sus ojos estaban enloquecidos… - Ese cabrón de Michael no me va a echar cojones porque tu pagarás las consecuencias… ¿Me oyes? -¡¡Nooo!! ¡Déjame, por favor! – Estaba aterrorizada aunque tratase de defenderse… Sabía que no podría… - ¡No lo he vuelto a ver! ¡¡Te lo juro!! -¡¡Mentira!! ¡¡Zorra mentirosa!! – La insultó mientras lograba acercarse a ella… - ¡¡Me ha dicho que te metes en su cama y te juro que te mataré por eso!! Sintió aquella mano totalmente abierta cruzarle la cara varias veces, intentó pararlo pero cada golpe era más fuerte y la dejaba casi sin fuerzas. Solo conseguía cabrearlo más pero… tenía que defenderse, tenía que demostrarle que no le tenía miedo… aunque no fuese verdad… -¡¡Nooo…!! -¿Qué es lo que quieres? Trato de respetarte, trato de no forzarte de nuevo y tú solo quieres follarte a ese hijo de puta que se atreve a enfrentarse a mí… ¡¡A miiiii!! - Estaba loco, no tenía control… - ¿¡Qué le has contado!? ¿¡Qué le has dicho de nosotros, zorra!? -¡¡Nada!! ¡¡Por favor, basta…!! – Suplicó mientras recibía sus golpes, unos tras otros. Marcando con fuerza aquella piel tan dañada y dolida aún por otros golpes de Sanders… No se detuvo ni siquiera ante aquellas lágrimas. No tendría piedad con ella. No la había. -¡¡Eres una maldita zorra!! ¿¡Te gusta meterte en su cama!? ¿¡Te gusta que te folle ese maldito hijo de puta!? – Y sus puños se cerraron, golpeándola mucho más fuerte, su estómago, sus brazos, su rostro… - ¿¡Me rechazas a mí porque te lo follas a él!? -¡¡Nooo…!! ¡¡Por favor!! – Rogó casi sin fuerzas… ya no podía más… -¡Si vuelvo a verte cerca de él, te mataré, Nancy…! ¡¡Te juro que te mataré a golpes!! – Le gritó pegado a su cara mientras sujetaba su cuello con fuerza. Llevaba años controlándose con ella, tratando de respetarla y no volverla a tocar… Sabía que no estaba bien aunque la desease con toda su alma. Nancy se había convertido en una muchacha preciosa que conseguía poner cachondo a cualquier hombre que estuviese a su lado, incluido a él. Y se controló, a su pesar, tratando de calmarse, pensando en otras cosas, durante muchos años, para así evitar volver a forzarla… había momentos en los que pensaba lo que estaba haciendo con ella y le invadía unas sensación de terror y arrepentimiento… ¡Era su hija! ¡Era la niña que había criado como a una hija! ¿¡Cómo podía estar haciéndole algo así!? Se tapaba la cara con las manos, lloraba, bebía hasta el extremo para olvidar… ¡Noo! No era su hija, no era nada suyo… era una maldita zorra que se atrevía a enfrentarse a él cada vez que intentó golpear a Madison, esa puta con la que estaba casado y que lo había engañado vilmente. Y su lado más débil eran sus hijas… las dos… con ellas lo pagaría… Y entonces volvía a ser el mismo malnacido capaz de golpear y forzar a aquella chiquilla que gritaba sin consuelo. Ahora era una mujer preciosa, a la que deseaba con todas sus ganas y pese a que él trataba de contener ese deseo no iba a consentir que nadie, jamás, se atreviese a pasar aquella línea con Nancy. Hasta entonces no le demostraría todo lo que tenía para darle. Ella le pertenecía y nunca dejaría que fuese de otro hombre… nunca. Y Nancy permaneció totalmente aterrorizada aún cuando se marchó. Apoyada en la pared, rodeando su cintura dolorida con sus brazos y doblando sus piernas hasta caer al suelo de golpe. ¡No podía más! ¡No podía seguir haciéndose la fuerte cuando sus manos temblaban completamente del más puro terror! ¡¡Dios, quería morirse…!! ¿Por qué a ella? ¿Cuándo acabaría todo aquel infierno? ¡Y aún no sabía la orden que había dado Michael! ¡La mataría de verdad al enterarse! ¡¡Quería morirse, quería desaparecer!! Tapó su boca con las manos, ahogando un grito de horror, de agonía, de la más absoluta desesperación… ¡Estaba sola con un monstruo que la molía a golpes desde niña, amenazada, ultrajada, maltratada y aquello no cambiaría nunca! Giró sus muñecas, temblando, las tenía cubiertas por unas vendas elásticas… pensó… quería acabar con todo, quería acabar con su vida, con su dolor y sabía cómo hacerlo. ¡¡Evelyn!! Y se dobló aún más en aquel suelo, llorando, implorando, gritando… no podía hacerlo, no era justo para su hermana pequeña. Ella era su única esperanza para sobrevivir… aún a pesar de todo su calvario, de su desesperación, debía seguir aguantando… tenía que seguir siendo fuerte. Temblaba tirada en el suelo frio, sintiendo la sangre correr por su boca, por su ceja, pero se quedó allí quieta un rato, no supo cuanto tiempo, solo trató de relajarse, de respirar, de no pensar en nada. Y la imagen de Michael pasó un segundo por su cabeza. Sabía que intentaba ayudarla, se enfrentaba a su padre por ella pero solo conseguía enfurecerlo aún más… No tenía salida, no había solución para ella… estaba completamente sola en aquella lucha que acabaría con su vida. Sus fuerzas habían llegado al límite. No. Debía aguantar por Evelyn, se decía mientras trataba de incorporarse, cerrando los ojos, aguantando aquel dolor tan fuerte que sentía en su espalda. Seguramente debido a algún golpe tras la pelea. Se vio tras el espejo del baño. Sus ojos enrojecidos por las lágrimas. Su frente ensangrentada al igual que sus labios. Sus puños no habían tenido piedad con ella. ¿Cómo iba a ocultar aquellos golpes? A veces conseguía hacerlo, con maquillaje, pero no siempre conseguía difuminarlos completamente. Nadie preguntaba, solo Steven, que corría a su lado preocupado, tratando de saber y de consolarla. El resto, callaban, observándola, sabiendo qué había sucedido pero sin querer involucrarse. Hacían bien, solo conseguirían un despido. Quería darse un baño, necesitaba estar tranquila, sola. Llenó la bañera y se metió dentro, con cuidado, dejando que el agua caliente aliviase sus heridas y relajase su alma destrozada. Cerrando los ojos unos segundos, llenando los pulmones de oxigeno, tratando de calmarse. “Estás bien, Nancy” Se decía. “Tú puedes con esto… Tú eres mucho más fuerte…” Abrió los ojos, dejando caer sus lágrimas por aquellas mejillas amoratadas. “Maldito, Sanders” “No podrás conmigo, miserable” “No podrás” Últimamente estaba mucho más enfurecido con ella. Las palizas, los insultos, eran mucho más constantes. Ahora entendía por qué. Michael. Él era la respuesta a aquellas palizas que volvieron después de tantos años. Cerró los ojos en aquel baño, sí, era por él. Y ahora entendía muchos de sus insultos meses atrás, sus golpes, mientras le recriminaba que se acostaba con el dueño del edificio… ¡Tan enfurecido que estaba hablándole de aquello y ahora entendía por qué! ¿¡Cómo pudo estar tan ciega para no darse cuenta que hablaba de Michael!? Todo se había complicado de nuevo. El infierno de años antes, regresaba a su vida con mucha más fuerza y no sabía cómo luchar contra todo aquello. ¿De dónde sacaba las fuerzas? ¿A quién podía aferrarse para no caer? Estaba sola con todo aquello. Estaba sola con aquel sádico de Allan Sanders. La mano de Sarah acababa de bajar la cremallera de aquel pantalón y metiendo su mano dentro, sintió la rigidez de aquel miembro… Era obvio que le gustaba aquello… No paró de acariciarlo, de mover su mano mientras lo besaba, allí, sentada en sus piernas, metiendo su lengua dentro de su boca… provocándolo como nunca… ¡Lo deseaba tanto! Aquel día lo había buscado, en su despacho, llevaban mucho tiempo sin quedar juntos, sin tomar algo fuera del trabajo y estaba deseando estar a solas con él. Aquella noche vio luz en su despacho, ya casi todo se habían marchado, y entró dispuesta a no dejarlo escapar… La evitaba desde hacía semanas, con excusas vanas, pero ya no podría seguir poniendo más impedimentos… nadie lo conocía como ella… solo Edward… Por eso no tardó en provocarlo, sentándose en sus piernas y acariciando su miembro, primero por encima de aquel pantalón, luego bajando su cremallera y sintiendo mucho más intensa aquella rigidez y aquel calor. Trató de pararla, sujetando su mano, hablándole dulcemente, sin querer ofenderla… pero insistió, besándolo, recordándole los buenos ratos que habían pasado juntos… Y llevaba tanto tiempo sin sentir aquello… Hacía muchos años que nadie lo tocaba de aquella forma… Minutos después lo tuvo ahí, donde ella deseaba, excitado, perdiendo el control mientras lo masturbaba, mientras abría su boca con puro deseo y se adueñaba de ella. Una y otra vez… Ya era suyo… Solo de ella… Habían estado tantas veces juntos, habían hecho tantas cosas juntos, y en compañía, que sabía perfectamente cómo llevarlo al límite. Conocía a Michael en la cama mejor que nadie. Sarah detuvo su mano, lo miró, excitados ambos… y sacó su mano de debajo de aquel pantalón. No podía dejar de mirarlo. ¿¡Qué había dicho!? ¡No podía creerlo! Michael agachó la cabeza avergonzado, pidiendo perdón a su amiga, de verdad no se merecía aquella humillación. No sabía que le había pasado, no entendía cómo había podido decir el nombre de Nancy mientras se sentía tremendamente excitado con Sarah. Se levantó y se alejó de él, no daba crédito de lo que acababa de pasar. ¿Era cierto que estaba enamorado de ella? ¡Había escuchado tantas cosas en todo ese tiempo! Pero, nunca lo creyó. -Sarah de verdad, no sé qué decir… - Trató de disculparse mientras subía su cremallera y la miraba preocupado. - Lo siento mucho, de verdad. -Entonces, ¿¡es cierto que te gusta Nancy Sanders!? – Preguntó totalmente sorprendida. ¡Era una cría! La conocía perfectamente y era una jovencita encantadora pero, era una cría para Michael. Agachó la cabeza y cerró los ojos… ¿qué podía decir? Estaba bastante claro que algo había… ¡Dios, qué vergüenza! ¿¡Cómo había podido!? Estaba tan excitado, realmente le había gustado… cerró los ojos por un momento y sintió que se volvía loco pensando en Nancy. Hizo un leve movimiento de cabeza asintiendo. -¿Todo lo que dicen sobre vosotros es cierto? ¿Por eso tratabas de evitarnos a Edward y a mí? – Sus preguntas no iban llenas de rabia por aquella situación, al contrario, veía a su amigo ahí, con la cabeza agachada avergonzado por lo sucedido y tratando de asimilar lo que sentía. -Sarah, eres una mujer maravillosa… me encantaría poder… -Michael… - Hizo un movimiento con la mano y lo hizo callar mientras se agachaba y apoyaba sus manos en las piernas de su amigo. - …sabes perfectamente que me encantas y que siempre he deseado volver contigo. ¡Joder! ¡Hemos hecho tantas cosas juntos que me muero por volver a repetirlo! Y te aseguro que no soy la única con ganas de revivir viejos tiempos… - Sabía a quién se refería, ambos lo sabían. - Pero no puedo obligar a una persona a sentir algo que nos unió hace muchos años, pero que nunca volverá por mucho que yo lo desee… Sus ojos verdes, preciosos, intensos, lo miraban fijamente mientras acariciaba sus piernas. ¿Ella lo consolaba? ¿Después de aquello que había pasado? Realmente seguía siendo la misma bella persona de la que se enamoró hacía años. -¡¡Dios, Nancy!! – Y se echó a reír. - ¡¡Estás loco!!¡¡Es una cría!! –Pero sus palabras para nada fueron despectivas….Michael asintió, sabía perfectamente que lo era… - ¿Sabes qué? Nunca he creído nada de lo que dicen de ella. Siempre la he considerado una buena niña que necesitaba, desesperadamente, un hombre que la defendiese y la cuidase de su padre, de todas esas barbaridades que dicen de ella. ¡Es atroz lo que se escucha de esa jovencita en este edificio! – Lo miró tan sincera… - Y me alegra saber que ese hombre seas tú, Michael. Eres una gran persona que se merece ser feliz. -Soy muy afortunado de tenerte como amiga, Sarah…- Y agarró sus manos, acercándolas hasta su boca para besarlas. - De verdad, que siento no poder corresponderte como tú te mereces. -Más lo siento yo… - Dijo sonriendo. - Ambos lo hemos pasado mal, Michael, tu desde lo de Elizabeth, yo desde que te fuiste y aunque pensé que podríamos volver a retomar nuestra historia… no quiero a alguien a mi lado por pena o por cariño, por mucho que me duela saber que nunca más… - No pudo seguir. -Sarah…- Y trató de decir algo para calmarla. Era su amiga y estaba pasándolo mal. Se levantó de un bote, se sentó de nuevo en sus piernas, esta vez de forma distinta, como una buena amiga. Muy sonriente y bromeó con él. -Bueno, tengo que admitir que me has fastidiado un buen polvo… - Y le guiñó un ojo mientras lo veía sonreír… - ¡Dios, con las ganas que tenía! – Rieron cómplices ante el comentario. - Hay que reconocer que el sexo era una de las mejores cosas que hacíamos juntos. Era bueno, ¿no? -Era muy bueno, Sarah. -Y la abrazó contra su cuerpo, ahí, mientras sentía su pequeño peso en sus piernas. -Si alguna vez a Nancy no le apetece o le duele la cabeza, podrías volver a acordarte de tus viejos amigos… - Y le susurró en el oído. - …te aseguro que estaremos encantados de volver a follar contigo, los dos. Allí quedaron aquellas miradas cómplices entre dos buenos amigos que siempre lo serían… solo buenos amigos con un pasado maravilloso y muy satisfactorio. Era cierto que habían disfrutado juntos, los tres, pero aquello nunca volvería… de eso estaba seguro Michael. Se quedaron allí un rato, charlando sobre buenos momentos juntos, mirándose con muchísimo cariño… era extraño después de lo que había pasado entre ellos hacía unos minutos. ¡Claro que le gustaba estar con ella y que lo acariciase como lo había hecho! No era de piedra y entre ellos habían muchos secretos vividos, compartidos… tenían una complicidad y una confianza superior a todas, al igual que Edward. Era cierto que tras esa amistad surgió entre ellos una pasión desenfrenada que duró meses, en los que los tres disfrutaron al máximo del sexo, sin importar nada, para ellos no existió limites durante aquel tiempo… para ninguno. Para Sarah y Edward no era nuevo, ellos mantuvieron relaciones tras la marcha de Michael a California, y fueron ellos, precisamente, los que llevaron al límite a aquel hombre hundido y destrozado por la muerte de su mujer. Se habría follado a cualquiera que se lo hubiese pedido en aquellos momentos y Sarah y Edward aprovecharon el momento deseado y callado desde hacía años… Entregándose a la lujuria y el sexo sin control, los tres… Irían a la fiesta juntos… Dentro de unos días, en el edificio, donde todos podrían disfrutar de un almuerzo de navidad por todo lo alto. Con música, baile, catering, alta cocina y la compañía de todos los socios que se integrarían con los trabajadores de la empresa. Sarah se lo había pedido mucho antes y ahora no iba a dejarla sola. Sería su acompañante y lo pasarían muy bien juntos… como buenos y grandes amigos. Todos estaban en aquella sala de juntas, el proyecto de Steven era bastante bueno y necesitaban repasar algunas de las condiciones. Iba a exponerlo aquel día delante de sus compañeros aunque ya habló con Michael días antes para saber su opinión. La charla con los clientes alemanes había salido bien y por fin se había podido concretar ciertos puntos, sumamente importantes, en aquel proyecto. Superados todos los fallos, solo quedaba exponerlo en una reunión y enviarlos a la constructora… Hicieron llamar para limpiar la mesa de juntas, alguien había derramado algo en ella y estaba algo pegajosa. Por supuesto fue Nancy la encargada de acercarse hasta la sala, desde aquel día se encargaba del ala este de aquella planta, incluidas el despacho de Michael y aquella sala de juntas. Liz limpiaba entre otras el despacho de Edward. No la esperaron allí, al menos no todos, algunos ya la vieron por los pasillos aquella mañana y supieron del nuevo cambio. Para muchos era bueno tenerla allí, Nancy era una chica preciosa y tenerla cerca algunas horas, aún limpiando, era muy agradable para la vista. Cabizbaja, caminando algo más despacio de lo habitual, así se presentó en aquella sala donde había muchos ejecutivos, Sanders, Steven, Michael, John y Edward entre otros. Este ultimo la miró odiándola con todo su ser al verla en el despacho de su amigo, minutos antes, no preguntó, no era tonto y supo que tendría que tenerla cerca porque así lo había decidido Michael. Era el jefe, era el dueño, pero estaba muy cansado de aquella situación. No pudo tener una charla con Sanders sobre aquel cambio, pero lo llamó por teléfono para contarle la noticia. Tenían una reunión y no podían faltar pero estaba claro debían reunirse para buscar una solución a todo aquello. Michael estaba de espaldas a la mesa de juntas, ojeando unos documentos con John al fondo de la sala, y no le resultó extraño que Edward comenzase con aquellos comentarios directos a ella, esta vez sobre la limpieza que deseaba algo más eficaz que de costumbre. Se quejaba de que últimamente no dejaban las cosas como debían, siempre iban a la ligera y ellos les pagaban para que todo estuviese en perfecto estado. La buscaba, la provocaba. Sus palabras menospreciaban su trabajo, su eficacia, pero Nancy no dijo nada… era extraño ese silencio en ella ante aquella provocación. Estaba muy rara… Se acercó a la mesa y se colocó a su lado, de pié, mientras seguía revisando aquellos documentos. Sabía que todos controlaban sus miradas cuando estaban juntos, era mejor evitar más comentarios hasta que ellos solucionasen las cosas. Ni siquiera ahí se dio cuenta… Miró a Edward, muy serio y detuvo aquella provocación con solo una palabra, seca, dura… sabía que debía callarse cuando vio la mirada de Michael, agotado de toda aquella historia, de sus provocaciones. Su amigo se echó atrás en aquella silla. El juego comenzaba a gustarle… hacerla sentir cual era su lugar, delante de todos, humillándola, mientras Michael la veía sentirse ridícula e inferior. Sonrió solo de pensarlo. -¡Nancy! ¿¡Criatura, que te ha pasado!? – Escuchó decir amablemente a Sarah, justo enfrente de ella que dio media vuelta a la mesa y se acercó hasta la joven. Levantó la vista y la miró un segundo, a su lado. No hizo falta más que ese segundo para poder ver aquellos golpes en su rostro. Nancy mostraba una brecha abierta en su ceja que habían cerrado con varios puntos, uno de sus ojos morado e hinchado y una herida en sus labios que habían partido a base de golpes. -Estoy bien. – Dijo sin levantar la vista de aquella mesa que trataba de limpiar. -¿Cómo que estás bien? Claro que no lo estás… ¡Michael! – Miró a su amigo a su lado… No podía dejar aquello así. Otra paliza más. -¡Qué hijo de puta! – La voz de aquel empresario se escuchó débil… sus manos apoyadas en aquella mesa con los puños cerrados, su rostro desencajado por la rabia… miraba a Sanders, al otro lado, desafiantes, los dos… -Me he caído… estoy bien, de verdad. - Contestó amablemente a Sarah que se preocupaba por su estado, aunque realmente lo decía para calmar a Michael. Veía su expresión y sus ojos, fijos en los de su padre. No quería siquiera mirarlo. Nancy estaba aterrada por aquella paliza aunque tratase de disimularlo. Pero, no quería que nadie se metiese en aquel asunto, cuanto más la defendían… más fuertes eran los golpes. ¡Michael no podía creer lo que estaba viendo! La veía temblar, sin levantar siquiera la vista, aterrada… sí, estaba muerta de miedo por la presencia de Sanders que lo miraba sonriente desde el otro lado de la mesa. Orgulloso totalmente de lo que había hecho. Desafiándolo. Su hija era asunto suyo y haría con ella todo lo que quisiera. ¡Se había vuelto loco totalmente! ¡¡Había golpeado a su hija hasta la saciedad!! ¿Por qué? ¿Por el enfrentamiento que habían tenido? Volvió a mirarla dolido por la situación, por verla de aquella forma. No sabía cuánto le dolía verla así. La mano de Michael sujetó su rostro un segundo haciéndola levantar la mirada, a sus ojos. No trató de hacerle ningún desprecio. Ni siquiera tenía fuerzas para ello. Tenía tanto miedo… Ya no podía disimularlo más. Acarició su rostro suavemente mientras los demás los miraban, viendo como bajaba la mirada, destrozada, ordenando a Sarah que la sacase de aquella sala. La vio salir despacio, casi cojeando y no pudo callarse toda la rabia que tenía en su interior… ¡Cómo lo despreciaba por lo que le estaba haciendo a Nancy!! No se lo imaginaba siquiera… -Sanders… - Lo llamó con tono amenazador, sin ni siquiera mirarlo, viendo como su amiga sacaba a Nancy de aquella sala. - Si vuelves a ponerle una sola mano encima a tu hija… - Y lo miró decidido. - … te las veras conmigo. Y antes de que pudiese decir una sola palabra dio un portazo en aquella sala de juntas donde todos vieron el rostro de Nancy, donde todos supieron qué pasaba, solo que a ninguno le importaba lo suficiente como para enfrentarse a Sanders. A aquel empresario que llevaba años humillando, golpeando y violando a una jovencita que necesitaba ayuda desesperadamente. A nadie le importaba más que a ellos; a Steven que intentó defenderla en varias ocasiones recibiendo amenazas y no solo con respecto al trabajo… y a Michael al que le resbalaban sus amenazas y cada cosa que pudiera decir o hacer… Capítulo 17 YO TE CUIDARÉ SIEMPRE La encontró en el despacho de John, justo al lado del suyo, terminando de limpiar y ordenar la mesa escritorio. Entro y cerró la puerta tras él. ¡Cómo le dolía verla tan magullada! ¡No tenía ni idea de cómo le afectaba verla sufrir! Nancy levantó la cabeza y lo miró fijamente, llevaban semanas sin hablarse, sin apenas mirarse, enfadados, orgullosos… manteniendo las distancias; él era el jefazo, ella una simple limpiadora que trabajaba en su edificio. -¿En qué puedo ayudarle? –Mantuvo las formas jefe-empleada. -¿Cómo te encuentras? - Y acercándose a ella trató de acariciarle aquellos golpes que veía en su rostro. Ella se alejó de inmediato. Le dijo que estaba bien pero estaba claro que mentía. - ¡Vamos, Nancy, apenas puedes andar, no me digas que estás bien! -Los golpes físicos desaparecen con el tiempo… Hay otras cosas que duelen mucho más, palabras que se clavan en el alma, mentiras que pueden hacer muchísimo daño, eso duele mucho más y no desaparece nunca. - Se refería a sus mentiras, a todas sus palabras aquel día. -¿Cree que estas heridas duelen menos que las que usted me ha hecho? Se equivoca… -Nancy… - Acercó su mano hasta ella, quería abrazarla con todas sus fuerzas, quería demostrarle que la cuidaría de él pero ella se retiró de inmediato. -No… Déjeme en paz, por favor. – Casi era una súplica más que otra cosa. – Usted lo enfurece más… no sé qué le dice, qué le hace, pero solo consigue que se vuelva loco y me golpee con más fuerza… - Lo miró tratando de aguantar las lágrimas. – No le hable de mí, no me defienda... no intente tocarme… ¡Olvídese que existo o me matará de una paliza!¿No lo entiende?¡¡Está loco!! Michael cubrió su rostro con las manos, pensativo, lleno de rabia. ¿¡La había golpeado por su culpa!? ¿¡Ese maldito miserable le había dado una paliza por la discusión que tuvieron!? ¡¡Maldito Sanders!!¡¡Iba a matarlo!! -Te juro que haré que pague cada golpe que te ha dado, Nancy. – Y no lo decía en broma. – No va a volver a tocarte. No voy a dejar que vuelva a hacerte daño. - Insistió en acariciarla pero volvió a encontrarse con la nada y la vio intentar salir de aquel despacho. Su cuerpo se interpuso. -Déjeme salir, señor Harrison. - No quería estar en el mismo lugar que él… Sintió su mano su cintura, deteniéndola con dulzura… sin usar la fuerza… -Nancy, por favor… deja de hablarme de usted… - No tenía ningún sentido que siguieran tratándose como extraños… no lo eran, para nada… -Es mi jefe… ¿Cómo quiere que lo llame? – Trataba de ser sarcástica… -Sí, soy tu jefe… - La miraba muy de cerca…- Pero, también soy el hombre al que has vuelto loco en estos meses… - Le soltó decidido a no perderla… - ¿De verdad no lo ves? Estoy loco por ti, Nancy… Lo miró tratando de contener las lagrimas, solo el hecho de tenerlo tan cerca la hacía temblar… ¡Estaba tan enamorada de él! Pero, le había mentido, la había engañado todo ese tiempo… y había sido tan cruel con ella… No podía olvidar todo lo que se habían dicho… -Sí… lo sé… ese era mi propósito… ¿recuerda? – No iba a ser blanda…por mucho que necesitase sus abrazos de nuevo, por más que desease sentirse segura en sus brazos… No volvería a ser débil… Ya le había hecho suficiente daño… - Volverlo loco para conseguir atrapar a un pez gordo… eso es, exactamente, lo que usted y todos pensaron de mi… -Lo siento… - Miró al suelo, avergonzado por aquellas palabras y suspiró… ¡Estaba tan arrepentido de haber dudado de ella y sobre todo… de haberle dicho todas esas cosas! - Sabes perfectamente que estaba muy enfadado por todo lo sucedido en la sala de juntas y me cegaron los celos por Steven… No tengo excusas para mi comportamiento, Nancy… La miraba allí, tratando de ser fuerte, de mantener la calma y no echarse a llorar… Sabía que no lo había olvidado… sus ojos se lo gritaban pese al rencor que podía tener en aquel momento… Era normal que estuviese enfadada con él… la entendía perfectamente… -No quiero escucharte… - Y quiso irse pero él se lo impidió, dando una zancada y colocándose delante de ella… -¡Por favor, no te vayas… escúchame…! - ¡Me mentiste y me humillaste! ¿Qué tengo que escuchar? – Dejó a un lado las distancias… no tenía sentido… -Nancy… - ¡Confiaba en ti… y me mentiste todo el tiempo! ¡Y cuando me enteré de todo y me enfadé contigo, te pusiste a la defensiva! – No solo a la defensiva… sus palabras sonaron tan duras e injustas… - ¡Me insultaste! Estoy acostumbrada a que todos lo hagan… pero tu… - Agachó la cabeza… No podía más… ¡Estaba tan destrozada por la vida que llevaba… él había sido su único motivo de sonreír cada mañana… y ahora todo estaba igual que antes… sin ninguna ilusión! – Nunca antes me habían dolido tanto esas palabras como cuando las escuché de tus labios… Michael acarició su rostro y aunque trató de evitarlo, él insistió y esta vez Nancy no se apartó, siguió mirándolo fijamente mientras lo veía muy cerca de su cuerpo, de nuevo… Puso sus dos manos en aquella carita preciosa que lo volvía loco y acercándose hasta ella, le susurró… -Perdóname, por favor… - Sabía que le había fallado… que la había dejado sola con aquel monstruo… no se lo perdonaría jamás… ninguno de aquellos golpes que veía en su rostro, magullado, hinchado… - Sé que fui muy injusto contigo… sé que te dije cosas horribles… pero te juro que nunca he creído nada de lo que dije…Solo hablaba desde el rencor y la rabia… ¡Me volví loco solo de imaginarte en brazos de otro hombre…! -¿¡Otro hombre!? ¡Yo nunca he estado con ningún hombre, Michael! – Le increpó con lágrimas en los ojos… - Mi padre me violó cuando era una niña y después siguió forzándome durante años… ¿Crees que después de eso me quedaron ganas de estar íntimamente con alguien? -Nancy… yo… - No sabía qué decir… ¿de verdad nunca había estado con nadie? No podía creerlo… Nancy había estado muy entregada con él y siempre pensó que… -Nunca soporté que me tocasen... detestaba a todos los hombres que se me acercaban… Nunca hubo nadie… - La escuchó decir llorando. - …ni ejecutivos, ni obreros… ni Steven… Todo son invenciones de Sanders para humillarme hasta el extremo porque manche su apellido al denunciarlo por abusos. – Por supuesto que no… lo sabía… - Yo no quiero tu dinero… ¿entiendes? ¡No me interesa para nada ni tus acciones, ni tus millones, ni tu posición social! – Ella precisamente se había criado entre lujos desde niña y… ¿para qué? ¿Le había servido para algo? ¡Solo para ser la jovencita más infeliz de todas! – Y para que lo sepas, él nunca me desheredó… - Quería dejarlo claro… - …y me importa una mierda lo que puedan decir en este edificio… yo renuncié a todo porque no quiero nada que tenga que ver con él… ¡Me insulta, me pega, me viola…! ¿Crees, de verdad, que puedo querer algo de un monstruo como él? Su dinero y su apellido me importan tanto como el tuyo… Recordó muchas conversaciones con ella… era cierto que no era una joven que se dejase llevar por el dinero… recordaba los días que salieron de compras… era alguien sencilla, humilde… nada ostentosa… Puede que se hubiese criado entre lujos pero Nancy se había convertido en una jovencita capaz de ver más allá de las posiciones sociales de las personas… Rodeada de ejecutivos, de empresarios desde niña… valoraba muchísimo los pequeños detalles de su alrededor… y él… había sido un completo imbécil… -No sé qué decir, Nancy… - Apartó las manos de su rostro y se apoyó en aquella mesa que había justo a su espalda… - Entiendo que estés enfadada y dolida… Tú te abriste a mí totalmente y yo… no solo te oculté mi identidad, sino que además me porté como un miserable cuando me pediste explicaciones…- Intentó abrazarla pero Nancy se echó atrás y sus manos se quedaron cerca de su rostro. -¡Déjame, por favor… quiero estar sola! – Sus lágrimas mojaban aquellas mejillas golpeadas… Y secó su rostro con cuidado… acariciándola totalmente desolado… - No soy una fulana… no soy una buscona a la que le guste calentar a los tíos que se le acercan… - Tanto que le habían dolido esas palabras dichas por él… - Eres el único hombre al que he podido acercarme sin sentirme aterrorizada, Michael… Y he tenido que escuchar esas cosas tan horribles sobre mi durante años… pero, cuando tú las dijiste… - Miró al suelo desolada… - Yo confiaba en ti… confiaba de verdad en ti… -Estaría pidiéndote perdón cada día de mi vida si eso fuese suficiente para aliviar el daño que te he hecho, Nancy… - ¡Cómo se arrepentía de todas sus palabras! ¡¡Tanto daño que le había hecho!! – No tienes ni idea de cómo me arrepiento de haberte insultado de esa forma tan cruel… Lo miró de forma distinta… al menos lo reconocía… algo tarde, la verdad, pero al menos admitía su error… Parecía afectado de verdad por lo sucedido, allí, en aquel despacho, suspirando hondo y cerrando los ojos mientras se sinceraba con ella. Nancy lo miró un segundo… quería perdonarle… necesitaba perdonarle desesperadamente… -Me mentiste durante meses, Michael… ahora no es fácil volver a confiar en ti, ni creer tus palabras… -No quise mentirte, te lo juro…- No mentía… - …pero cuando me di cuenta de que trabajabas para mi tuve miedo de decirte la verdad… Sabía que te alejarías de mi desde el primer día, Nancy… Ambos sabían que era verdad… - Nunca habrías bromeado conmigo, ni habríamos ido a patinar juntos a Bryant Park, no te habrías atrevido siquiera a charlar conmigo… habrías puesto distancia entre nosotros, como hacen todos… y nunca te hubiese conocido realmente… - Siguió allí, apoyando las manos en aquel escritorio, cabizbajo, sabiendo que ella podría no volver a confiar en él… ¡y la necesitaba tanto! - Por favor, no quiero que sigamos así… - Le dijo totalmente sincero… Solo quería volver a estar con ella como siempre… la necesitaba desesperadamente… – Desde que he llegado a este edificio eres la única persona que siempre me ha tratado como a Michael, no como a un empresario rico al que todos hacen la pelota… Llevo años rodeado de gentes que solo me dicen lo que quiero escuchar, pero no lo que piensan realmente… - Aquello era verdad…Aquella vida no había sido fácil a pesar de las comodidades y el dinero… - Nunca he sabido cuando son sinceros conmigo... cuando me aprecian de verdad… o cuando les interesa llevarse bien con el jefe… - Parecía bastante afectado… triste… Se acercó, sin decir nada y se puso a su lado…Se miraron muy de cerca, fijamente… ambos deseaban que aquello se solucionase definitivamente. Sí, lo deseaban, ella también… pese a todo… -Tú eres distinta, Nancy… Eres la persona más transparente que he conocido nunca… - Sus manos rozaron aquel precioso rostro que tanto había echado de menos… - No eres falsa, miras más allá del dinero o las clases sociales… te importan las personas… no sus chequeras… - Estaba siendo todo lo sincero que podía… - Puede que al principio todo me pareciese una locura… eres una cría a la que casi le doblo la edad y me daba miedo apostar por nosotros… pero… - ¡La amaba tanto… más que a su propia vida… - No quiero perderte… por favor… La abrazó a pesar de sentir que intentaba resistirse, débilmente, realmente necesitaba sus abrazos, su fuerza… No la soltó, acariciando su rostro con una de sus manos mientras rodeaba su espalda con la otra. La tenía pegada a su cuerpo y podía sentirla temblar entre sus brazos. Ansiaba de él… -Haré lo que quieras… haré lo que me pidas… - Le decía besándola, suplicándole. Estaba en sus manos totalmente. - No me alejes de tu vida, Nancy, por favor. – Pegado a su boca, a sus ojos, no podía amarla más… Volvió a sus labios. – Eres lo único que me importa en la vida, pequeña, y siento que estoy perdido sin ti… - Y secó las lágrimas que caían de aquellos inmensos ojos negros. Déjame demostrarte que me importas, déjame estar a tu lado. - Sus besos la convencían, ya no se resistía, solo lloraba, asustada, enamorada. Se echó atrás solo un poco… mirándolo con ganas de que todo volviese a ser como antes… ¡Estaba enamorada de él… no podía evitar quererlo con toda su alma! -Si vuelves a hacerme daño… - Sabía que se arriesgaba pero aquellos maravillosos ojos azules no parecían mentir… Michael estaba siendo sincero… pese a su mentira, a sus insultos… ella lo amaba con todo su ser… -No lo haré. Te juro por mi vida que no lo haré, preciosa. - Rozó sus labios sintiendo como se quejaba de dolor. La miró, pasando sus dedos por aquella herida. Y se acercó de nuevo, con suavidad… un beso en su ceja, en su pómulo, en sus labios… Él la cuidaría siempre. Todos en aquel edifico habían preparado sus mejores galas para la llegada de aquella fiesta de navidad. Tan solo faltaban unos días para celebrar aquellas maravillosas fiestas en las que New York mostraba todo su esplendor, en las que las tiendas se llenaban de personas cargadas de bolsas de compras y se apresuraban a comprar los últimos detalles. Todo estaba preparado para aquellos días mágicos. En el edificio todo estaba organizado para que fuese un día fabuloso, luces, adornos, catering, música y todo lo necesario para que fuese la mejor velada de todas, que se celebraría en la sala de juntas más grande situada en una de las plantas más altas. Todos los gastos eran a cargo de los jefes que, como cada año, celebraban un gran almuerzo con todos sus empleados… Ejecutivos y empresarios en grandes mesas en el centro, obreros y demás empleados al fondo… Esmoquin, pajaritas, vestidos de gasa, seda, el mejor champagne y un sinfín de platos de alta cocina recorrían cada rincón de aquella inmensa sala en la que todos disfrutaban como nunca… Nancy asistió al almuerzo vistiendo un sencillo mono azul de escote palabra de honor, con un cinturón a juego que marcaba su cintura y unos preciosos zapatos de tacón a juego con el bolso. Su pelo semirecogido que mostraba el rostro más bonito que Michael hubiese visto nunca. Aún podía verse algunos golpes en su rostro, a pensar del maquillaje, en su pómulo, en su barbilla… pero aún así, estaba impresionantemente guapa… Cuando la vio aparecer entre sus compañeras, sonriente, no pudo dejar de mirarla y sonreírle en la distancia… ¡Estaba tan bonita aquella noche! ¡Totalmente embelesado era como estaba él! Levantó su copa un segundo mientras la miraba… ella sonrió levemente… A pesar de aquel enfado tan grande que habían tenido… no podían obviar que estaban muy pillados el uno por el otro… el resto, daba igual… porque cuando estaban cerca era imposible no sentirse vivos… Nancy llevaba una discreta flor blanca colocada sutilmente en el escote de aquel mono, con algunos pequeños adornos… exactamente la misma que Michael llevaba en la solapa de su esmoquin de firma. Negro, completo, con solapas de raso en la chaqueta y camisa blanca con botones oscuros, al igual que la pajarita y el fajín del mismo color. Gemelos de plata para los puños y zapatos de cordones Oxford acharolados. Elegante, guapísimo… con un peinado más acorde para la ocasión… “He dado mi palabra a Sarah y debo acompañarla mañana al almuerzo de navidad que celebraremos en el edificio… No podré llevarte del brazo como me habría gustado, ni podrás ocupar un lugar a mi lado en la mesa, pero solo tú llevarás la misma flor que adornará la solapa de mi esmoquin, porque solo tú ocupas un lugar privilegiado en mi corazón… Michael.” Sonrió al ver aquella nota junto a una pequeña cajita de cristal que guardaba una preciosa flor blanca. La había dejado junto a su taquilla aquella tarde y cogiéndola para olerla pensó en Michael… Era cierto que le había dicho tantas cosas horribles… pero sabía que era un buen hombre, siempre lo supo… habían vivido momentos mágicos juntos y tenía la sensación de que estaba arrepentido de verdad por todo lo sucedido… Por eso decidió darle otra oportunidad… desde el corazón, porque aquel hombre había sido el único capaz de hacerla vibrar como nunca, solo con él olvidó las malas experiencias con Sanders, dejándose llevar a límites que nunca había sido capaz de rebasar… con nadie… Aquella noche, antes de acostarse recibió una llamada de Michael, ya estaba en la cama con su pequeño pijama de algodón… pensando en lo guapísimo que estaría vestido de esmoquin y alegrándose de que todo se hubiese solucionado entre ellos… Lo haría sufrir un poco… eso sí, ahora le tocaba a ella hacerse la dura con él… Hablaron durante un largo rato sobre cómo habían pasado el resto del día y sobre los preparativos para el almuerzo. Pudo explicarle con más detalles por qué debía llevar a Sarah con él… no le parecía justo dejarla ahora sola cuando ya le había dado su palabra de que serían pareja… Nancy lo entendió… Y ella llevaría la flor… Se sentaron en distintas mesas, Michael presidía la mesa principal junto a sus socios y esposas, por lo que pudo conocer a Madison Sanders, la madre de Nancy. A la que halagó por tener una hija tan bonita y con la que pudo conversar durante un rato sobre ella, antes de que Allan los interrumpiese. Las mujeres de John y Edward también estaban en aquella mesa, a ellas ya las conocía, Emma y Kimberley… a su lado Sarah, su acompañante y buena amiga que también estaba radiante. Eran buenos amigos y aunque ella estaba enamorada de él, supo mantener la compostura a su lado desde el mismo instante en que descubrió sus sentimientos por la joven Nancy… Estuvo pendiente de su amiga durante todo el almuerzo, como buen acompañante, sin dejar, por supuesto, de mirar a aquella jovencita que parecía pasarlo bien con sus compañeras… y con Liz, que se sentaba a su lado en la mesa… ambas pudieron conocerse mucho mejor en aquellos días y parecían haber congeniado muy bien… La observó a lo lejos, no comía mucho pero la veía sonreír con sus compañeras y bromear con ellas. Ni siquiera atendía a la charla de su mesa, solo podía mirarla a ella… ¡Tantas ganas que tenia de estar a su lado! Edward y Sanders hablaban de trabajo pero, lo cierto es que no prestó atención a nada que no fuese aquella maravilla que veía de lejos… ¡Por fin habían solucionado las cosas…! ¡Tantas ganas que tenía de volver a abrazarla…! Escuchó comentarios bastante desagradables durante todo el almuerzo. Sanders no cesaba de soltar indirectas, todas dirigidas a Michael que trató de no estropear la velada al resto de los comensales… En varias ocasiones comentó sobre la relación con Sarah, su novia, quien desmintió aquel rumor delante de todos… Fue cortés con su amiga y se mantuvo callado para no dejarla en evidencia pero ella misma dejó claro lo buenos amigos que eran desde la infancia… No había nada entre ellos más que un cariño grandísimo… Michael la miró agradecido… Sarah siempre había sido una gran mujer… justa y buena… -Bueno, seguro que de ahí puede salir una pareja maravillosa. – Comentó madison, ajena a la relación que mantenía con su hija… - Las mejores relaciones empiezan con una buena amistad… -No creo que al señor Harrison le interese su acompañante, cariño… - dijo Sanders, a su lado… Provocándolo… - Tengo entendido que tiene cierto interés en una jovencita de poco más de veinte años. Un poco joven para un empresario de su nivel y su prestigio, ¿no cree? – Mirándolo, retándolo delante de todos, pero no le contestó. - Lo digo por las habladurías de la gente, su imagen en la sociedad ya no será la misma dentro de poco. Podría ensuciar su nombre de una forma tan devastadora para su carrera… ya conoce como son los periodistas. John y Edward se miraron… directo… sin cortarse nada, ni siquiera por tratar de tener una velada tranquila… Era obvio que tenerlos a los dos en la misma mesa después de todo lo que había sucedido era una locura… Saltaban chispas a cada segundo en aquella mesa… -Bueno, ¿a qué hombre no le gusta una mujer joven, Sanders…? – Contestó Sarah al ver las miradas entre aquellos empresarios… - Además en el amor no hay edades… uno se enamora de quien menos espera. – Sonrió a Madison que escuchaba incrédula a su marido. ¿Un empresario como Harrison enamorado de una cría? No lo esperó. -Eso es una estupidez, un cuento para adolescentes. – Espetó a Sarah por defenderlo. – Los empresarios de nuestro nivel no podemos meter en nuestra cama a cualquiera que se nos ofrezca, por muy tentador que pueda parecer en un principio. Todo hombre de negocios, con proyectos multimillonarios en juego como nosotros, necesitamos una verdadera mujer a nuestro lado… - Miró a su mujer que sonreía sus halagos. - …serena, elegante, educada, tolerante y respetuosa, que sepa estar en su lugar en todo momento. – Marcando aquel “su lugar” con un tono muy machista. - No una jovencita calenturienta de veinte años que nos avergüence delante de clientes e inversores. -La elegancia, la educación y el saber estar no se mide por edades, Sanders. – Sarah lo acribillaba con la mirada. Feminista a más no poder desde siempre y sus amigos, allí sentados, lo sabían. – ¿¡Qué sepa estar en su lugar!? Tal como lo dice, parece que la mujer de un empresario deba ser complaciente y sumisa, un adorno decorativo para mostrar y presumir delante de los demás. Sintió la mano de Michael en su espalda desnuda… acariciándola… No debía preocuparse… él estaba bien…y sabía mantener a compostura con provocaciones como aquellas. En tantos años de carrera, de negocios, se había topado con gente como Sanders muchas veces y sabía controlarse ante aquellas provocaciones. -Pues, Emma no es nada sumisa, os lo aseguro. – Comentó John quitando hierro al asunto. – En casa es ella la que lleva los pantalones. – Guiñándole un ojo. -Por supuesto que sí. - Soltó dando un beso a su esposo, sabía que lo hacía para calmar la situación. -Sarah es una mujer bellísima, señora Sanders… - Aclaró Michael mirándola fijamente… - Y cualquier hombre se sentiría tremendamente orgulloso de tenerla a su lado… - Miró a su amiga que sonrió su forma de dejarla en buen lugar delante de todos… Siempre había sido un caballero… - ...de hecho estoy seguro que algún día encontrará a alguien que la ame como ella se merece… Sarah acarició su mejilla y la besó con ternura… Por eso lo amaba desde siempre… Guapo, amable, elegante, gentil, caballeroso… Michael era el hombre de sus sueños desde siempre y aunque sabía que ya era imposible una relación con él, al menos conservaba su maravillosa amistad… -Oh, es usted todo un galante, señor Harrison… - Madison persistía en su empeño… - Diga lo que diga… hacen una pareja perfecta. – Miró a Sarah sonriéndole. – No pierda la esperanza. Esos affaires con jovencitas no suelen durar mucho tiempo y seguro que en algún momento valorará la mujer tan maravillosa y bella que tiene a su lado. Michael sonrió su comentario, ya lo hacía aunque nadie lo creyese. Adoraba a su amiga, con la que había compartido tantas cosas… pero su corazón era de otra persona al cien por cien. -Sarah haría buena pareja con cualquier hombre, señora Sanders… - Y la besó en la mejilla con cariño… - …pero mi corazón ya está ocupado y le aseguro que es para siempre. - Soltó ante el asombro de Sanders y sus amigos… Lo había soltado… -Parece que lo han cogido bien… - Rieron. -Estoy locamente enamorado de una jovencita de veinticinco años por la que daría mi propia vida desde el mismo instante en que la conocí… Sí, parece que me han cogido bien… - Y le guiñó un ojo. ¿Pensó que iba a esconderse? Estaba tan orgulloso y enamorado de Nancy que por nada en el mundo ocultaría por más tiempo lo que sentía por ella. Miró a Sanders, provocándolo… estaba harto de sus continuas indirectas sobre el tema… ¿quería provocarlo o dejarlo ene videncia delante de los demás? No sabía con quien estaba tratando… no era un crío al que amenazar o achantar… Estaba muy acostumbrado a tratar con gente como él… -¡¡Vaya!! ¿Aún quedan hombres románticos en el mundo? – Preguntó curiosa y asombrada… ¿Veinticinco años? -Michael se nos ha enamorado perdidamente… - Comentó John sonriendo… - Y la verdad es que tiene muy buen gusto… - Unas palmaditas en la espalda de su amigo. -Lo malo es que ese enamoramiento le haga perder todo por cuanto ha luchado estos años… Soltó Edward mirándolo fijamente… ¿Michael enamorado? ¡Es lo que le faltaba por escuchar! Madison los miró sin decir nada, era obvio que ahí pasaba algo… Michael la miró sonriendo… Ahora que Nancy y él habían solucionado sus problemas ya todo lo demás le daba igual… -Señora Sanders… si me lo permite, quiero decirle que tiene usted una hija realmente preciosa… - Lo miró extrañada… ¿Hablaba de Nancy? - … y por la que no me importaría perder todo cuanto tengo si con ello puedo hacerla feliz para siempre… - Y la vio asombrarse por sus palabras… Acababa de enterarse de que hablaba en todo momento de su hija mayor. -¿¡Cómo dice!? - ¿¡Hablaba de su hija!? ¿¡Nancy!? -Lo que yo le diga, perdidamente enamorado. - Bromeó de nuevo su amigo… -De hecho y si mi bellísima acompañante me lo permite… - Miró a Sarah. - …voy a prestarle un poco de atención… Hoy la tengo algo abandonada… - Acarició la espalda de su amiga que le sonreía cómplice… - En seguida vuelvo… Michael se levantó de aquella mesa, se colocó la chaqueta bien y besó a su amiga en la frente… tal vez no era muy elegante sacar a bailar a Nancy pero estaba deseando estar cerca de ella unos minutos… Al llegar a su sitio le tendió la mano para sacarla a bailar ante la sorpresa de sus compañeras que reían aquella situación… Ya no era un secreto para nadie que ambos tenían algo especial… Excepto para Madison que acababa de enterarse de la relación que mantenía con su hija… No bailaba nadie y así se lo dijo mirando a su alrededor… daba igual… Ella sonrió mientras le tendía la mano… Ya no estaba enfadada con él… un poquito solo, pero seguía haciéndose la dura. -No hay nadie bailando… -Lo sé… No nos hace falta nadie más… - Le dijo sonriéndole mientras tiraba de su mano y la pegaba contra su cuerpo. Su mano pegada a su pecho mientras él la acariciaba, su cintura rodeada por su brazo que la hacía estrecharse totalmente a él. -Estás preciosa, Nancy… -Le susurró embelesado mientras la miraba fijamente… Bajo las miradas de todos los presentes comenzaron a moverse lentamente, muy pegados. Temblaba, por estar a su lado, en sus brazos… y él lo notaba… -¿Tiemblas? - Le susurró dulcemente… - No será porque estoy cerca de ti, ¿no? - Comenzarían con sus bromas de nuevo… Lo miró sonriendo… claro que era por eso… y ambos lo sabían de sobra… -Nos miran todos… - Le dijo evitando una respuesta que él ya sabía… - ¿Ya no te importa que todos te miren mientras bailamos? - Recordó el primer baile en la pista de patinaje. - Tú has hecho que esas cosas no me afecten… - Sabía qué tenía que decirle y cómo tenía que hacerlo. – Vamos a darles algo para que hablen durante meses… - Michael estaba loco por ella pero sabía que Nancy sentía lo mismo aunque ahora ella tratase de hacerse la dura. -¿La chica de la limpieza y el gran empresario? – Dijo sonriendo abiertamente… Sí que hablarían… -¡¡Será todo un escándalo, preciosa!! – Y la giró en aquella sala, apretándola aún más a su cuerpo cuando dejó de girar… Las miradas se clavaban en ellos dos, los únicos que bailaban en aquel lugar… pero aún estando llena de parejas hubiesen sido el centro de atención de todos… Michael Harrison ya no se ocultaba… estaba embelesado con aquella chiquilla y todos podían verlo… Sus miradas, sus sonrisas, sus cuerpos pegados… -Te recuerdo que te llaman el viudo de oro… estás muy cotizado entre las féminas solteras de alta sociedad… - Bromeaba con él aunque aquello era cierto… Lo había escuchado mucho antes de saber quién era él en realidad… -¿¡Ah, sí!? – Lo sabía… durante años tuvo que rechazar muchas proposiciones de mujeres realmente preciosas… Se escuchaban muchas cosas pero a él nunca le había interesado todo aquello… Ahora bromeaba con ella… - ¡Vaya! ¿Y qué crees que dirán cuando se enteren de lo coladito que estoy por una mocosa de veinticinco años? – Y la vio bajar la mirada ruborizada… Definitivamente lo estaba… -No te lo tomes a broma… seguro que sales en los periódicos por esto… - En las portadas… serían el comentario de todos… - Aun estás a tiempo de pensarlo mejor… tu imagen puede verse afectada por toda esta historia… - Por supuesto que no quería que lo hiciese… pero… era cierto que perjudicaría a su empresa toda aquella historia… Se miraron y la estrechó a aún más a su cuerpo… la tenía totalmente pegada a él… Sujetaba su cintura con delicadeza y acercó su mano a su pecho… ¿De verdad pensaba que iba a dejarla escapar? ¡No estaba tan loco! -Si estás intentando convencerme para que renuncie a ti, lo siento Nancy, pero no tengo nada que pensar… No me importa mi imagen, ni mi prestigio ni ninguna soltera de la alta sociedad, como dices. - Y ahora no bromeaba… - No te perdería ni por todo el oro del mundo. -Tus halagos no harán que se me pase el enfado. – Mentía… ya se le había pasado, y escuchándolo decir aquellas cosas tan bonitas… ¿quién iba a tenerle rencor? – Que sepas que aún sigo enfadada contigo… - Sonrió… aguantando para no reír… Michael lo notó… - …un poquito… Pegó su cabeza con la de ella y le susurró al oído mientras giraban en aquella sala que se había convertido en una pista de baile para ambos. -Ya haré que se te pase ese enfado tonto… - Y la apretó aún más a su cuerpo… - Esta noche… ¿Qué te parece si cenamos juntos? – Hizo una pausa mirándola mientras suspiraba… No se podía estar más enamorado… - …en mi casa, los dos solos… Lo miró fijamente y pensó. Juntos en su casa, solos… Sabía lo que significaba eso, estaba claro que no era tonta. Bajó los ojos y trató de cambiar el tema, tal vez consiguiese que no percibiese su nerviosismo. -¿Sabes que es la primera vez que hacemos una fiesta todos juntos? Jefes, empresarios, arquitectos, personal de mantenimiento… - Así conseguiría esquivar el tema. – Las cosas han cambiado desde que estás aquí. -¿Intentas evitar mi pregunta, Nancy? Porque te advierto que puedo llegar a ser muy, muy persuasivo. -¡No, claro que no! – Mentía. La convencería, al final la convencería.– Es solo que ahora entiendo muchas cosas. Has hecho que ya no haya distinciones entre ejecutivos y obreros, en la cafetería, en el parking, incluso en los ascensores. – Sí, las cosas habían cambiado muchísimo. Pequeños detalles, tal vez insignificantes para algunos pero muy importantes para otros. Para Michael todos eran iguales en aquel edificio. – Y con Liz… - Sonrió solo de pensarlo. - …no hablaste con los jefes para el trabajo. Tú eras el jefe. Me hiciste trampas. – Levantó la vista para mirarlo bien. Puede que sus mentiras, al fin y al cabo, no fuesen del todo malas. -Sí, te hice trampas, pero… -Pero, escuchaste cada una de mis palabras. – No dejó que terminase aquella frase. No estaba recriminándole nada. Al contrario. -¿Lo dudabas? – No, claro que no. - Siempre he tenido en cuenta cada una de las cosas que te parecían injustas y he tratado de cambiarlas pese a lo que los demás pudieran decir. -¿Y eso lo has hecho solo por mi?- Sí, sabía que la respuesta era esa pero se moría de ganas por escucharlo de sus labios. Se paró en mitad de aquel salón y soltó su cintura unos segundos mientras acercaba sus manos a su rostro. Sonriendo muy cerca de sus labios, acercándose a ellos para rozarlos suavemente. Una vez, otra, mientras percibía aquel maravilloso aroma a perfume. ¡Cómo le gustaba aquel olor! -¿Tú qué crees? – Le preguntó mirándola mientras la besaba despacio. El resto de los que estaban allí, daban igual. -Se está enfadando. – Dijo ella que vio como Sanders la observaba de lejos, su rabia se dejaba ver aun en la distancia que había entre ellos. No podía disimularlo. - No deja de mirarnos, Michael… -No me da miedo tu padre, Nancy. – Le contestó mientras lo miraba y volvía a sujetarla para seguir bailando. – Y no voy a dejar que te haga daño nunca más… - Y lo decía totalmente seguro de sí… En aquellos momentos era capaz de cualquier cosa por defenderla… Sus ojos estaban ahí, sinceros, profundos… mirándola con ternura y fuerza a la vez… ¿Era acaso él quien la salvaría de su padre? ¿Es que de verdad podía haber alguna posibilidad para ella de escapar de todo aquel infierno? Alguien que de verdad la amase más que a su propia vida y se enfrentase a aquel monstruo que la maltrataba… -Trato de defenderme… no creas que me acobardo… pero es mucho más fuerte que yo y…a veces sus golpes me dejan fuera de… - Sí le daba miedo… ella no era fuerte… - A veces sí me da miedo…-Dijo mirando a la nada… - Me aterroriza la idea de que vuelva a… Michael soltó su mano y la abrazó aún más fuerte, pegándola totalmente a su cuerpo. ¡Qué miserable era! ¿Había golpeado a su hija porque ellos habían discutido! Sintió ganas de matarlo… -Tranquila…- Susurró en su odio. La tenía ahí, pegada a su cuerpo, con los ojos cerrados y bailando al compas de aquella dulce melodía. – Ya no estás sola, Nancy… Y no lo estarás nunca más… Olió su perfume… se había puesto el que a ella tanto le gustaba… ¡Dios como le gustaba aquel hombre! ¡Como le gustaba todo de él! -Siempre hueles muy rico… - Y apoyó su cabeza en su pecho… olvidándose de todo y todos… Michael la sintió y sonrió… Sabía que estaba enamorada de él… hasta los huesos… aunque ahora estuviese haciéndose un poco la dura… -¿Soñaras conmigo esta noche cuando deje mi perfume en tu ropa como la otra vez? – Sabía que aquel juego era el que siempre habían tenido y el que tanto le gustaban a ambos… Nancy había dejado de temblar… se sentía cada vez más cómoda a su lado…- Yo no he dejado de pensar en ti ni una sola noche… - Y sujetó su barbilla para que pudiese mirarlo a los ojos. – Esto que siento por ti… es lo que me hace respirar cada día, preciosa… - Y se agachó despacio, rozando sus labios suavemente… La música paro y antes de ir a sus mesas Michael insistió en la cena de aquella noche, cuando estuviesen hartos de la fiesta. Él cocinaría algo para ella y podrían estar tranquilos y juntos… Ella aceptó, aún a sabiendas de lo que eso significaba… No era tonta y sabía que aquella cena no solo sería para charlar… ambos estaban deseando arreglar las cosas y poder volver a jugar, coquetear… besarse y acariciarse… como lo habían hecho antes… Michael estuvo atento con Sarah aquella noche que por supuesto quiso saber si las cosas con Nancy se habían arreglado. Aquel baile los había dejado a todos anonadados. En aquella mesa nadie dijo nada, ni una sola palabra… solos los miraron mientras duró aquella canción, pendientes de aquellos abrazos y aquella complicidad que mostraban. Madison también quiso saber, para nada había imaginado que tenía algo con su hija cuando comenzó aquella charla… y después, viéndolos tan juntos, observados por todos los presentes… Hacían tan buena pareja… Su hija salía con un hombre mucho mayor que ella pero… ¡era tan atractivo y elegante…! Cualquier mujer se habría sentido halagada solo por estar a su lado… Michael Harrison era todo un caballero… Allan lo miró acribillándolo el resto del almuerzo… al igual que su amigo Edward… ambos estaban furiosos por aquella relación y por su forma de demostrarlo ante todos… Ya no se ocultaban… Capítulo 18 CONOCIENDOTE DE VERDAD El impresionante apartamento de Michael dejó a Nancy algo descolocada cuando, después de aquella velada, decidió aceptar su invitación y se dirigieron al One 57 en el coche de aquel empresario… La casa de Sanders y la de Steven, donde había vivido algunos años, no tenían nada que ver con aquel lujo que se mostraba ante sus ojos. Desde luego le gustaba lo mejor y no escatimaba en gastos. Mientras se daba una ducha rápida la joven se quedó recorriendo el lugar que le pareció algo frio, era cierto que tenía unas vistas única de Manhattan tras esas cristaleras que recorrieran todo el apartamento, y la decoración era realmente exquisita… pero muy fría, distante. El salón era inmenso, decorado por un grandísimo sofá de diez plazas color blanco que separaba la estancia en dos partes. A su lado una mesa de forma moderna, a juego con la alfombra negra, sin ningún tipo de adornos encima. Elegante sofisticado… soso, frio para su gusto. Alrededor de la estancia unas columnas inmensas de mármol blanco, junto a las cristaleras. La mesa comedor negra, de cristal, bastante grande también con sillas de cuero a juego. Todo en aquel lugar era brillante, acristalado, blanco o negro… pero faltaban tantas cosas… No era un hogar, más bien parecía una residencia de paso… Aquel piano negro del fondo sí que le gustó. Se acercó a él y se sentó en aquel banco. Llevaba muchos años sin tocar. Aprendió con grandes profesores durante muchos años… tenía buenos recuerdos de aquello. Sus dedos comenzaron a tocar una suave melodía aprendida en las muchas clases que dio siendo una niña, aún la recordaba. Acariciaba aquellas teclas, se le daba bien y lo sabía. Sintió la mano de Michael en sus hombros desnudos pero no se sobresaltó, se sentía muy tranquila a su lado, él sabía calmarla pese a todo lo sucedido entre ellos últimamente… Era un hombre con muchísima experiencia… sabía cómo hacer las cosas con ella… -¡Eres una caja de sorpresas, Nancy! – Le dijo mientras la acariciaba. La había escuchado tocar mientras se duchaba… escuchó atento y sonrió… Tocaba de maravilla… – Siempre pensé que sabía tocar el piano… pero, después de escucharte… tengo mis dudas… -Gracias, parece que las clases en París sirvieron para algo… - Sonrió recordando aquellos días… fueron buenos… antes de… -¿Dónde está la trampa? – Preguntó bromeando con ella. - Es imposible que seas tan maravillosamente perfecta. -La vio sonreír mientras agachaba la cabeza ruborizándose… Se acercaron a la cocina donde Michael tenía pensado preparar algo para cenar. Algo que impresionó bastante a la joven que no lo veía entre fogones… Tan elegante siempre, con sus trajes de grandes firmas y su carísimo perfume… jamás pensó verlo tan desenvuelto cocinando… -¡Caramba! ¡¡Qué sorpresa!! – Bromeó. - No sé por qué pero, no imaginaba que al final fueses a cocinar tú. -¿Y eso por qué? – Sabía por qué lo decía perfectamente. -No sé, no tienes pinta de cocinar mucho… - Y sonrió con su comentario… - Aunque siempre podríamos pedir comida a domicilio. -¡Oye…! ¡Yo cocino muy bien…! ¿Sabes? – Se picó… ella sabía cómo hacerlo y a él le encantaba… - Y pienso demostrártelo esta noche. -¿¡Ah, sí!? – Lo provocó con esa mirada que tanto le gustaba a Michael. -No siempre he sido empresario y rico, Nancy… ¿Por quién me tomas? - Le dijo mientras abría una botella de vino de Chateau Haut-Brion, que tanto gustaba a su invitada… - Soy el mayor de cuatro hermanos y tuve que trabajar muy duro para poder ayudar en casa e ir a la universidad. -¡Vaya! – Dijo sorprendida. - ¿Entonces no fuiste un niño de papá? Michael la miró sonriendo… ¿Un niño de papá? ¡Ella sí que había sido una niña criada entre lujos! Colegios caros, viajes por Europa, modales exquisitos… Él solo había tenido una vida normal hasta que se marchó a Los Ángeles y conoció a Elizabeth. -¿¡Yo un niño de papá!? – Rió. - Señorita… - Dijo bromeando. – Está usted muy equivocada conmigo… - Le encantaba picarla con sus bromas. - Le recuerdo que fue usted la que estudió en Princeton, no yo. - Y le guiñó un ojo bromeando con ella. - ¿En cuánto ronda la matricula? ¿Treinta mil pavos? -Vale… - Le había ganado la batalla… tocada y hundida… -Me hubiera gustado, no creas… pero se salía de nuestras posibilidades, sobre todo porque éramos tres. Jeremy aún era pequeño pero Helen y Carol estaban ahí también y todos debíamos tener las mismas oportunidades. – Seguía moviéndose en aquella cocina mientras hablaba con ella, cortando cebollas, limpiando las verduras… Le gustaba verlo así. – Y si hubo alguna pequeña y remota posibilidad se esfumó cuando mi padre se marchó de casa. – Nancy lo miró seria. No tenía ni idea de aquella historia. ¿Había vivido un divorcio de sus padres? - Columbus, Harvard, Princeton… quedaron totalmente fuera de nuestro alcance… Entre bromas y risas Nancy pudo escuchar la historia de aquel arquitecto que tuvo que trabajar desde muy joven ante el abandono de su padre. Era el hermano mayor y aunque su padre siempre aportó un dinero para ayudas, nunca fue suficiente para mantener una familia de cuatro hermanos. Estudió al mismo tiempo que trabajó por las noches, aportando todo lo que podía en casa, junto a su madre que quedó destrozada tras aquel divorcio. No solo económicamente, hizo de padre con sus hermanos más pequeños durante años, cargándose toda la responsabilidad de aquella casa. Él nunca había sido un niño rico, siempre vivieron bien, sin necesidad, pero las cosas cambiaron mucho ante la marcha del padre de familia. Con él no tenía relación apenas, nunca perdonó aquel engaño a su madre a la que dejó totalmente hundida. Muchos años le costó a Danna reponerse de aquello, él siempre había sido el amor de su vida, todo por lo que luchar y jamás esperó un engaño ni una despedida. Lo miraba mientras bebida aquella copa que Michael le había servido, él cocinaba, se encargaba de todo y bastante bien… La llenó de nuevo, beberían todo lo que ella quisiera de aquel fabuloso vino; sabía que le gustaba. -Espero que no estés tratando de emborracharme, Michael. –Sabía que no. -¡Solo has bebido una copa! -No estoy acostumbrada a beber y no quiero empezar a hacer tonterías. – Pero bebió de nuevo de aquel maravilloso vino. ¡Le encantaba! -No te preocupes. Si en unas horas no recuerdas quién eres y dónde vives, te dejaré quedarte aquí en mi apartamento. – Bromeando, por supuesto. -Necesitarás más de una botella para que tenga que quedarme a dormir aquí. – Nancy reía las bromas de Michael. ¡Qué ocurrencia! -¿Ah, sí? – Se acercó a ella y girando aquel taburete la colocó justo enfrente de él. Agachándose se puso a un palmo de su cara. – Estoy seguro que tengo más de una botella en la despensa, ¿quieres que vaya a buscarlas? - La vio agachar la cabeza sonriendo y sin separarse ni un centímetro de ella, levantó su barbilla lentamente. Le gustaba tenerla así de nerviosa. - Me muero de ganas por meterte en mi cama, Nancy, así que no me des ideas… Trató de bromear con él, cambiando el tema, por supuesto, preguntando si también había cocinado para Sarah alguna vez… había oído tantas cosas sobre ellos en aquel tiempo… Demasiadas. Quizás fueran ciertas, seguramente muchas lo serían. En varias ocasiones los vio muy juntos, riendo con tanta complicidad… -Tú tienes un grave problema con Sarah, ¿eh? – Probó algo de comida en aquella cuchara de madera que había pasado a Nancy primero… estaba delicioso… - ¿Por qué no lo solucionamos de una vez? ¿Qué es lo que quieres saber? Vamos, pregúntame lo que quieras… -¿La traes aquí como a mí? - Necesitaba estar segura… - No sé… tal vez a ella también le preparas cenas románticas… - No quería siquiera acordarse de cómo la besaba aquel día en la cafetería… Ante el silencio de Michael… siguió preguntando… estaba impaciente por saber la verdad…- ¿Habéis estado juntos? Se escuchan muchas cosas sobre vosotros, por los pasillos y he visto como te mira. - Le afectaba… - ¿Ella está enamorada de ti? Es lo que parece, además tengo la sensación que entre vosotros ha habido algo más que unos besos, ¿o no? No iba a mentirle, no iba a volver a cometer los mismos errores… sabía lo que deseaba saber, no era tonto, y prefería que supiese hasta donde habían llegado antes de que volviese a sentirse engañada. Apoyó sus manos en aquella encimera negra y la miró fijamente mientras le sonreía… -¡Uauuuhh! ¡Eso parece más un interrogatorio, preciosa! – Riendo, bebió un poco de su copa… - ¡Estabas deseando preguntar por lo que veo! – Curiosa, miedosa de sus respuestas. – Vamos a ver… Sarah nunca ha estado aquí, aunque no lo creas eres la única mujer que he traído a mi apartamento. Primera pregunta. – Nos conocemos desde hace muchos años, al igual que Edward y John. Todos pertenecíamos a la misma pandilla, estudiamos en el mismo instituto y en la misma universidad y fue entonces cuando estuvimos juntos. – Nancy levantó la mirada. Lo sabía, siempre lo supo. -¿¡Fuisteis novios!? – No sabía para qué preguntaba esas cosas. -Sí, Nancy. Estuvimos saliendo juntos unos años. - ¿Era celosa? -Entonces, vosotros habéis… - ¿Cómo iba a preguntarle aquello sin ruborizarse? - … en fin, fuisteis novios… ¡no? -¿¡Me preguntas si me he acostado con Sarah!? – La miraba riéndose. Estaba tan graciosa en aquel momento… - ¿Eso es lo que quieres saber, Nancy? – Sí, era eso, entre otras cosas. Le gustaba tenerla tan descolocada por aquel tema. – Teníamos veinte años entonces, éramos muy jóvenes y obviamente en el tiempo que estuvimos juntos mantuvimos relaciones sexuales. -Dijiste que solo erais amigos. - Lo recordaba perfectamente. -Y lo somos. Ante todo somos muy buenos amigos. Ya no hay nada entre nosotros más que una buena amistad. -No es lo que dijo Edward. - Miro hacia el suelo, triste. -Edward, ¿eh? – Imaginaba cuantas mentiras podía haberle dicho para dañarla. … - Escúchame, preciosa… - Suave, con delicadeza. - …tengo más de cuarenta años y Sarah y Elizabeth no son las únicas mujeres con las que me acostado, pero no veo que eso deba ser un problema entre nosotros. Eso forma parte de mi pasado y tú, pequeña, eres mi presente y mi futuro. - Dio media vuelta, rodeando los muebles hasta llegar a ella, en el otro lado. – No tienes que preocuparte de nada, Nancy… Todos en el edificio saben que estoy loquito por una cría de poco más de veinte años, por la que babeo como un adolescente enamorado. - Sujetó su barbilla, la levantó y besó aquellos labios que tanto había añorado… - No me interesa ninguna otra mujer que no seas tú, preciosa. Ninguna. Preparó un delicioso cochinillo crujiente con caldo de papas y mojo, una especialidad de Danna que encantaba a la familia. Mejillones con ensalada de apio, manzana, brotes de soja y nueces, y un cremoso de mascarpone, de frutos secos y galletas que ya tenía preparado en la nevera. Quiso ayudarlo y aunque él no aceptó, Nancy se puso a cortar unas verduras para adelantar algo… Ella también era una buena cocinera… Michael hablaba de su vida, bromeaba con aquella jovencita embelesada, mientras preparaba la maravillosa cena que degustaron en aquella grandísima mesa de cristal, mientras observaban aquellas vistas de New York. Charlaron durante horas en aquel apartamento, donde pudieron volver a ser los mismos de siempre. Él quiso saber mucho más de ella, toda aquella historia de su padre, aquella gran amistad con Steven… apenas sabían nada el uno del otro. Fue entonces cuando Nancy contó aquella escalofriante historia sobre maltratos, abusos y amenazas. No era precisamente la vida deseada de ninguna jovencita. Escuchó con atención cada palabra y las sintió suyas, muy dentro de él, seguro de el sufrimiento que habría estado viviendo aquella jovencita que lo tenía loco… Aunque no especificó demasiado sus detalles le contó toda la historia… Noches en velas, aterrorizada, sabiendo que él llegaría en cualquier instante y que la obligaría a lo más bajo que pudiese llegar un ser humano. Golpes tras golpe solo por tratar de defenderse… insultos salidos de aquella boca que durante años escuchó hablar de amor y orgullo hacia ella… ahora solo había odio, desprecio, rabia, deseo… Al principio pensó que lo merecía, seguro que habría hecho algo malo para que su padre la tratase de aquella forma; Sanders no tenía control, estaba totalmente desesperado… Sentía lástima por él en algunos momentos, cuando lo veía cabizbajo, solo en su despacho, llorando… bebiendo… Después todo se volvió mucho más oscuro, se hizo mucho más violento y aquel deseo enfermizo hacia su hija lo hicieron cometer los peores crimines con una cría que no sabía cómo salir de aquel infierno. Siempre fue muy fuerte, defendiéndose, con golpes con insultos, pero sabía que después los golpes se volvían aún más duros. Se mantenía firme, aguantando pero cuando se marchaba… Nancy se desmoronaba, lloraba desconsoladamente mientras sentía terror por todo lo sucedido. Ni siquiera podía contárselo a su madre… su padre le había dejado claro que si abría la boca y contaba algo su hermana pequeña pagaría las consecuencias… Por eso trabajaba en aquel edificio… sin ningún tipo de posibilidad de acceder a ningún otro puesto u otro empleo… la tenía amenazada con la vida de su hermana pequeña… Steven la ayudaba todo lo que podía económicamente, Nancy guardaba un dinero bastante agradecido cada vez que podía para la operación de su hermana. Sabía que Sanders nunca pagaría la operación, teniendo enferma a Evelyn podía hacer con ella lo que quisiera. Su única ayuda era Steven, que durante años la ayudó a guardar un dinero en el banco, a escondidas de su padre. Se sintió avergonzado por haberla insultado de aquella forma por aquel tema… ahora todo estaba claro y podía entenderla… pero, ¿cómo haberlo imaginado? La operación no tardaría mucho, hacía unas semanas la llamaron para decirle que tenían un donante que podía ser compatible con la pequeña. Fue Madison quien la llamó, al trabajo, temerosa de que Allan no quisiera hacerse cargo de la operación y sin saber qué podía hacer al respecto. -Está de más que diga que estoy aquí para lo que necesites. - Y no solo se refería a apoyarla psicológicamente. -No quiero meterte en esto… Ni siquiera sé por qué permito que Steven lo haga después de sus amenazas… - Agachó la cabeza mirando aquel plato medio vacío. - …no sabes de lo que es capaz… -Ya te he dicho que no le tengo miedo. - Lo dijo totalmente seguro de sí. – No me imponen sus amenazas, sus chantajes, ni sus golpes. Si lo hace contigo es porque sabe que puede hacerlo… es tan poco hombre y tan miserable que se atreve con alguien mucho más débil que él y se aprovecha de ello. Sujetó sus manos apoyadas en aquella mesa, quería disimularlo, pero estaba temblando. Se las acercó a sus labios, las besó dulcemente mientras la miraba fijamente… Sabía que tenía miedo de Sanders aunque intentase hacerse la fuerte delante de todos. -No volverá a hacerte daño, Nancy… no le permitiré que vuelva a tocarte nunca. - Sintió sus manos acariciando su rostro, cerró los ojos… ¿Sería verdad? ¿Habría encontrado por fin una luz a toda aquella oscuridad? – Hasta ahora le han venido muy bien las amenazas con Steven… imagino que ha estado con el agua al cuello muchos años, sin poder defenderte como él habría deseado. -Lo hizo, sé que ha tratado de defenderme siempre delante de todos. - ¡Cuantas mentiras se habían dicho en aquel edificio de ella… y él siempre estuvo defendiéndola…siempre! -Te aseguro que lo sé, yo mismo lo he presenciado… - Delante de él lo había hecho en varias ocasiones…- …pero esta vez es distinto. A mí no podrá apartarme, yo no soy Steven y él lo sabe. - Se acercó a ella sonriente y la besó en la mejilla mientras la levantaba de aquella silla. Se acomodaron en aquel fabuloso chaiselong blanco, con una copa que Michael sirvió poco antes. Allí pasaron horas charlando, de todo un poco. Consiguió sincerarse con ella como nunca lo había hecho con nadie… habló de Elizabeth, de todo lo que había vivido tras su muerte… era la primera vez que conseguía hablar de ella en todos esos años… Lo cierto es que se sintió algo culpable por no tenerla igual de presente en aquellos meses, desde que había conocido a Nancy. Ella había acaparado todos los minutos del día en su cabeza, no conseguía pensar en nada más… solo en ella y en como deseaba besarla y acariciarla… En todos aquellos años jamás estuvo con nadie, nunca logró pensar en otra mujer que no fuese su amada esposa, sin embargo aquella jovencita que tenía sentada frente a él, había dado un giro total a su vida y a su corazón. La abrazaba mientras veían tranquilamente uno de los videos de Nancy en youtube, tenía especial interés porque ella le explicase aquellos saltos que hacía tan maravillosamente bien. Así que, sentados tranquilamente, riendo por las bromas, embobado escuchándola explicar cada paso, acariciando sus pies descalzos apoyados en sus piernas… Michael tuvo muy claro que deseaba estar a su lado siempre… ¡estaba enamorado de aquella cría que se había metido en su alma en unos meses! ¡¡Enamorado!! Totalmente, hasta los huesos, hasta la misma médula, vibrando a su lado, mientras la veía reír, escuchando aquella preciosa voz, acariciando su pelo suave y sedoso. ¡Michael estaba enamorado de aquella chica y la quería en su vida para siempre… esta vez el destino no podría ser tan cruel… ¿Quién iba a decirle a él, un empresario de cuarenta y cinco años que acabaría enamorado de una chiquilla a la que doblaba la edad? Siempre estuvo ahí, en New York, muy cerca de él, con una vida que jamás habría coincidido con la suya de no ser por haberse casado con Elizabeth… El destino le había jugado una mala pasada hacia años pero todo había sido para llegar hasta ahí… hasta Nancy, un maravilloso ángel que le había devuelto las ganas y la ilusión por vivir… La escuchó hablar muy emocionada sobre salchow, toe loop, flip, axel, giros, saltos triples, lanzados y un largo etcétera, que conseguía toda la atención de Michael aunque no supiese nada sobre el asunto. Notaba cómo vivía cada video… desgraciadamente nunca más volvería a patinar de aquella forma. Apartó un mechón de su rostro, observándola dulcemente, deseaba besarla como nunca. ¡Tanto que la había extrañado! No tardaron mucho en encontrarse allí, muy juntos en aquel sofá, besándose, acariciándose… tenían tantas ganas de estar juntos… Aquellos besos fueron suaves, delicados al principio, rozándose con cuidado, sin dejar de mirarse fijamente… Se acercó aún más a ella y echando su cabeza hacia atrás la hizo abrir su boca para meterse en ella, introduciendo su lengua, muchas veces, mientras se volvía loco con aquel contacto, con aquel calor… ¡Dios, cómo la deseaba!. -Quédate esta noche, Nancy… -Le susurró mientras mordía su oreja, su cuello, volviendo a rozar sus labios que lo esperaban impacientes… La hacía perder el control, ya lo creo que lo perdía… ¡Tanto que le gustaban sus besos! ¡¡Besaba tan bien, tan rico!! - ¡Vamos, quédate, nena! No quiso quedarse pese a desearlo con todas sus fuerzas… Se apartó lentamente de él, sin dejar de mirarlo, por el momento no quería hacerlo, era lo mejor. -Aún estoy enfadada contigo. – Mintió. -¡No digas tonterías…! Ven aquí… - Y metió su lengua de nuevo en aquella boca que deseaba con locura sus besos… Podía sentirla temblar bajo sus brazos. -Me gusta que me beses, Michael, me gusta muchísimo. Pero eso no significa que ya se me haya olvidado todo. - Seguía mintiendo. Solo se hacía la dura. -¡Oh, vamos, Nancy!- Echó la cabeza atrás en aquel sofá. ¿Cómo que enfadada?¡Estaba de coña! ¿De verdad vas a irte? – Le preguntó mientras se levantaba y se acercaba a ella, muy cerca de la puerta… intentaba provocarla. - A lo mejor consigo convencerte… -Si de verdad todo lo que dices es cierto y no soy un simple calentón, me respetaras hasta que yo lo decida. - No podía creer lo que acababa de escuchar… -¿¡Cómo que un calentón!? ¡Nancy, llevo meses controlándome contigo! – Sonreía ante sus palabras… ¿De verdad iba a hacerlo esperar más tiempo? - ¡Por supuesto que no eres un calentón! -Eso es lo que tú dices. - Se colocó el abrigo y la bufanda… cogería un taxi… - Pero, yo no lo sé. -No perdería proyectos de miles de millones solo por llevarme a una chica a la cama… No soy tan inconsciente… ¡Vamos, quédate al menos un poco más! - Y trató de acariciarla sin conseguirlo… Sus manos lo pararon a unos centímetros… Sabía que si se quedaba más tiempo allí, con él, al final se perdería y no encontraría las fuerzas suficientes para marcharse a casa… -Voy a ponerle a prueba, señor arquitecto. - Bromeando, jugando con él. Lo vio asombrado por aquellas palabras… -¿¡Qué me vas a poner a prueba!? – No podía dejar de reír con las palabras de Nancy. Mirándola allí de pie… segura de sus palabras. -Sí. Dijiste que habías aprendido a no perder el control. Veamos si es cierto. - Siguió con su explicación. - Yo no busco un hombre que solo quiera acostarse conmigo, de esos siempre he tenido muchos, Michael, y nunca me han interesado. - Besó sus labios dulcemente y se dirigió a la puerta. – Quiero un hombre de verdad, que me ame y me cuide, me mime y me respete… quiero ser todo para él, porque él será todo para mí. Ahora te toca demostrar si eres el hombre que he estado esperando toda la vida o eres como todos los demás. Salió por aquella puerta dejando a aquel hombre solo en aquel apartamento…sonreía…le gustaba jugar y sabía que estaba haciéndolo. Nancy era una chica muy impulsiva y de haber estado enfadada nunca habría ido a su apartamento ni la habría dejado besarla. Siempre le gustó provocarlo y volvía a hacerlo, dejándolo llegar al límite para luego apartarlo y ver su reacción… ¡Se volvía loco por aquella joven y ella quería ver si aquello era cierto! Pero… le costaría… Llevaba años sin sexo, sin contacto con mujeres y ahora ella lo ponía a prueba… ¡Era de locos! Pensó riéndose… Y aquello que había dicho… Quería cuidarla y amarla por el resto de su vida, si ella le daba la oportunidad… Quería ser todo para ella, su respirar, su existir, su gran felicidad… La amaba con toda su alma… aunque ella no lo supiese aún… Agachó la cabeza sonriendo y pensando en todo aquello… cada día estaba más enamorado de ella, no cabía la menor duda… Capítulo 19 UN DIA EN LA NIEVE Faltaban tan solo dos días para Navidad y Nancy aún no sabía con quien la pasaría. Steven ese años se iba a casa de sus suegros, enfermos, Emmie necesitaba estar con ellos ese año y aunque le propusieron ir, decidió decir que no. Se trataba de una navidad en familia…ella no pegaba nada allí. Necesitaban estar juntos, los dos. Después de lo sucedido en el gimnasio trató de mantenerse un poco alejada de su amigo, era lo mejor para aquella pareja a la que quería de verdad. Si era cierto que Steven sentía aquella atracción por ella tan fuerte, debía mantener un poco las distancias… más que nada por Emmie. Le dijo a Steven que se quedaría en casa con Rebecca, su compañera de piso y su novio Williams, un joven musculoso y simpático que pasaba muchas horas en casa con ellas. Llevaban unos meses juntos, no mucho, pero la relación de ellos era muy apasionada y era complicado verlos separados durante cualquier hora del día. Se besaban a cada minuto, bromeaban, se picaban y terminaban bromeando mientras se besaban con pasión y entrega. A veces era algo incómodo estar en medio de ellos pero eran muy buenos amigos y una pareja muy carismática. A última hora ellos habían decidido hacer un viaje y la joven Nancy se había quedado sola para aquellas fiestas. Por supuesto que ellos no supieron nada sobre los planes de su compañera y amiga, de haberlo sabido habrían cancelado el viaje para no dejarla sola; por eso mismo Nancy no dijo nada. De todas formas no es que le entusiasmasen mucho aquellas fechas. Llevaba muchos años celebrándola de forma muy distinta… ya no era lo mismo. Visitó a su madre y a su hermana Evelyn, no podía dejar de compartir con ellas aquellas fiestas y aunque ni se le ocurrió acercarse por casa, hacía años que no lo hacía, pudo verlas en un restaurante donde quedaron para almorzar. Madison estaba radiante en aquellas fechas, para ella a pesar de todo el infierno vivido durante años, las navidades eran unas fiestas preciosas para pasar con la familia. Llevaba años intentando que su hija mayor perdonase a Allan por todos aquellos golpes y regresase a casa, pero aquello era imposible. Nunca pudo contarle lo que llegó a hacerle durante años… ¿Para qué? ¿Qué iba a conseguir con saber la verdad? Madison amaba a Allan y se sentía muy responsable de cada uno de los golpes, por su infidelidad, por todo lo que él había pasado por su culpa. Antes habían sido un matrimonio feliz, lleno de amor, y todo se había desmoronado por su engaño. Se auto engañaba y trató de hacerlo con su hija muchos años…pero Nancy tenía muy claro algo… nadie era responsable de las violaciones, de los golpes y los insultos más que el propio Sanders. Almorzaron mientras charlaban de los regalos que tenían para navidad, como cada año ellas se lo daban días antes ya que no lograban reunirse en la misma casa desde hacía tiempo. Evelyn estaba muy contenta con sus regalos y Nancy la veía mucho mejor con el tratamiento; dentro de poco tendría la opción de operarse y las cosas cambiarían totalmente para aquella familia. Era obvio que le preguntase por la relación que mantenía con Michael, aquel hombre tan apuesto con el que sabía la unía algo y, pese a que Allan le comentó que no era bueno para su hija, Madison vio algo en él que la hizo sentir todo lo contrario. No quiso dar muchas explicaciones porque sabía que Sanders le sacaría cualquier información que ella le diese aquella tarde y que luego usaría para atacarla. Se despidieron con besos y abrazos, contentas de volver a verse y deseándose unas felices fiestas. Madison se marchó con la misma frase de siempre… deseaba que pensara las cosas y llegase a perdonar algún día a su padre… Ya lo hablaron en algún almuerzo, uno de los primeros, recordaba Nancy, en el que madre e hija discutieron bastante sobre la situación que mantenían Sanders y ella. Alguno de los dos debía ceder y olvidar para que pudiesen volver a ser una familia. Le explicó que lo estaba intentado, él había cambiado mucho desde que Nancy se marchó de casa, ya casi nunca llegaba borracho a casa, las peleas eran cada vez más escasas y nunca más volvió a ponerle una mano encima. Estaba arrepentido. O eso es lo que Madison trató de hacer creer a su hija que obviamente no lo hizo. ¿Ya no bebía, ni al golpeaba, ni la insultaba?¡¡Noooo!! La golpeaba a ella, la insultaba a ella! Sus humillaciones eran cada vez más fuertes y continuas y aunque quisiera engañar a su mujer, a ella no podía hacerlo. Nancy lo conocía perfectamente. Por eso le dejó las cosas claras a su madre aquel día, mientras almorzaban y Evelyn había ido al baño. Nancy nunca volvería a esa casa, nunca lo perdonaría, jamás podría volver a llamarlo padre… Sanders era un monstruo y Madison no quería verlo… No iba a tratar de convencerla de lo que tenía delante de sus ojos y se negaba a ver… pero tampoco podría hacerla cambiar de opinión a ella… jamás… Edward estaba bastante distante con Michael, lo cierto es que después de lo sucedido con Sanders no habían vuelto a hablar, trataron de evitarse en el edificio, en los pasillos. Toda aquella historia lo tenía muy cabreado. Sabía que Michael se marcharía unos días a casa de su familia así que decidió ir a despedirse, eran amigos a pesar de todos, aunque con todo lo sucedido últimamente las cosas se habían enfriado mucho entre ellos. John estaba con Michael en el despacho cuando escucharon la puerta, lo vieron aparecer mucho más serio que de costumbre. Su saludo, su despedida fue totalmente cortés, deseando a su amigo unas felices fiestas en compañía de la familia. Dando recuerdo para todos se marchó por donde había venido. Su amigo trató de excusarlo, era normal que estuviese distante con todo lo sucedido, las cosas habían estado muy revueltas con lo de Nancy, y Edward lo llevaba bastante mal. Se le pasaría, se acostumbraría… tal vez después de aquellas fiestas las cosas se calmasen un poco y las cosas volvieran a su normalidad. -¿Cómo llevas lo de Edward? –Preguntó John sin ánimo de discutir con él. Michael levantó la vista… Mal, por supuesto… Eran amigos desde la infancia, los mejores amigos y le dolía muchísimo que no lo apoyase en aquel tema… Nancy era importante para él y Edward no parecía querer entenderlo… -Dale tiempo… Supongo que cuando vea que realmente estas enamorado… no se, tal vez… Tomaba un trago de coñac Cuvee Leoni, relajado, sentado en uno de aquellos sillones frente a su colega. Suspiró mirando a Michael… No, sabía que no se le pasaría… - Realmente me pareció denigrante la actitud de Sanders el otro día… en mi vida había escuchado a un padre hablar así de su propia hija.- Cambió el tema de conversación… -Todo en Sanders es denigrante… -Los golpes del otro día, en la sala de juntas… -Él también los vio… - Amenazaste a Sanders, ¿es que fue él? -Si.- Rotundo. – Y no es la primera vez… - No iba a ocultar la clase de persona que era. – Es un cobarde que se cree muy hombre pegándole a una mujer hasta destrozarla. John no supo ni qué decir… Se quedó helado, pensativo unos segundos… recordó el rostro de aquella chica… Le habían pegado una paliza… No podía comprender cómo Sanders podía llegar a maltratar a su hija… ¿Se había vuelto loco? Y, ¿por qué no lo denunciaba? ¡Era un salvaje! ¡Tantas historias que escuchó en aquellos años sobre esa chiquilla! Pero, ni en sus más oscuros pensamientos imagino nunca algo semejante. -¿¡Sanders maltrata a su hija, Michael!? – Aún no podía creerlo. - ¿¡En serio esos golpes…!? Pero, ¿¡por qué no lo denuncia!? – No podía entenderlo. Miró a su amigo y recordó aquella historia de hacía años… -Porque la tiene amenazada desde que era una cría. -Espera… ¿la denuncia que manchó el prestigio de Sanders hace años? ¡No me jodas! – La recordaba perfectamente, todo el revuelo que se formó. Fue un escándalo impresionante. - ¡¡Era una denuncia de maltrato y abusos, Michael!! – Y sus ojos no daban crédito a toda aquella información… ¡¡Eran ciertas!! ¡¡Siempre lo fueron!! - ¡Joder! Todo lo que se escuchaba de ella por aquel edificio llegó a sus oídos hacia años, cuando Edward y él compraron el veinte por ciento de las acciones de Robert, y en ningún momento pensó que todos aquellos insultos pudiesen ser obra del propio Sanders. Así se lo explicó Michael, en aquel despacho, en el que pasaron más de una hora, tranquilos charlando amigablemente mientras bebían aquel carísimo coñac de más de 100,000 USD la botella. De vez en cuando le gustaba echarse alguna copa y desde luego le gustaba beber lo mejor del mercado. Pudo enterarse de todo lo que Nancy había vivido con Sanders, sus golpes, sus amenazas, sus chantajes… había vivido un infierno y realmente muy pocas personas eran conscientes de ello. Ni siquiera Edward que tan mal se había tomado todo aquello tenía idea de lo que aquel hombre le había hecho a su hija… aunque de saberlo, tampoco le habría importado mucho. Se había obsesionado con aquella chiquilla de una manera muy extraña, no atendía a razones, la humillaba, la insultaba… ¿Todo por los negocios con Sanders? ¿Qué otro motivo podía tener? Se le estaba yendo de las manos toda aquella historia y Michael no sabía cómo explicarle la situación… Estaba enamorado de Nancy y no iba a permitir más humillaciones ni ningún otro tipo de trato ofensivo para ella. Nancy le había pedido pasar el sábado juntos, ya que pasarían las navidades en distintos sitios, deseaba disfrutar de un sábado lleno de emoción y diversión a su lado. Harían una excursión con William y Rebecca a las montañas Windham, donde tenían pensado esquiar durante horas, y hacer una parada en un restaurante cerca de allí, con un pequeño zoo tras la tienda y un sendero por el que podías ver cabras, conejos… pasarían un día estupendo allí. No supo negarse a pesar de las dos horas y cuarenta y cinco minutos que le esperaban de carretera, y eso solo para ir… Deseaba estar con ella y era incapaz de decirle que no a algo, mucho menos después de haber solucionado la distancia entre ellos. La dejó en la duda hasta aquel día, diciéndole que trataría de ir pero que debía mirar unos asuntos antes de contestar…cambiar fechas de reuniones…cosas así… Mintió, claro que iría. No llevó su Mercedes AMG de 585cv de siempre, para ir a las montañas sacó un impresionante BMW X5 M, negro zafiro, un maravilloso todoterreno que tenía desde hacía poco y que no solía usar mucho. Le gustaban los coches de lujo, la velocidad, la comodidad, la elegancia de aquellas dos maravillas que le habían costado una pasta increíble. Aquel día lo llevó hasta la casa de Nancy en Williamsburg, muy temprano, saldrían sobre las siete para poder llegar a tiempo del desayuno y así aprovechar el día y las vistas. La vio en la calle, con sus compañeros de piso, que guardaban sus cosas en el maletero de aquel coche. Ellos se quedarían allí todo el día para aprovechar que la familia de William vivía en Washingtonville, por lo que podrían desplazarse el día de navidad hasta allí que no distaba lejos del lugar. Salió del coche y sintió el cuerpo de Nancy abalanzarse sobre el suyo… La rodeó con los brazos y la besó totalmente feliz… aquella chica lo llenaba de energía positiva… La elevó mientras la estrechaba contra sí… ¡estaba preciosa con aquel gorrito de lana! -¡Vaya, sí que te alegras de verme, preciosa! - Y tocó los flequillos que sobresalían por su frente… -Al final has venido… -Y lo besaba llena de alegría. -No me lo perdería por nada en el mundo… - La miró a los ojos…La adoraba… La amaba con todo su ser… - ¡Estás preciosa! La voz de William los interrumpió en aquel momento romántico, le fascinaban los coches y aquel que tenía delante de él era una autentica maravilla. Hubo presentaciones y un montón de preguntas sobre aquel BMW X5 M del que llevaba enamorado mucho tiempo, solo que no llegaba a su alcance económico. Hizo referencia a su sistema de suspensión autonivelada, al fabuloso motor 4.4 V8 M Twin Power Turbo, con dos turbocompresores en paralelo con Valvetronic y la innovadora tecnología High Precision Injection. Con 575 CV, capaz de reproducir entre 6.000 y 6.500 revoluciones por minuto. Con una majestuosa apariencia y una inigualable versatilidad, William adoraba aquel maravilloso coche. Acariciaba aquella carrocería mientras lo miraba enamorado… Michael sonrió aquel gesto. -Por lo que veo, entiendes de coches… - Él no entendía de motores… -Entiendo de maravillas como esta… ¡Dios, este coche es mi sueño! – Dijo mientras lo miraba embelesado. –Debe haberte costado una pasta… -Merece la pena… - Lo cierto es que eran coches caros lo que tenía, grandes marcas y grandes comodidades que no cambiaría por nada. Nancy entendía ahora muchas cosas… dos carísimos coches de lujo para un simple arquitecto eran demasiado… pero no para el dueño de una empresa como la que tenía en Manhattan… -¿Puedo entrar?-Preguntó señalando el interior… Le echó aquellas llaves para que pudiese abrir y lo vio sentarse en el asiento del conductor… aquel joven estaba alucinando… Él sonreía… Recordó su juventud, cuando se volvía loco por coches como aquellos y soñaba algún día con tenerlos. La vida le había cambiado muchísimo desde entonces… Michael llevaba ropa de nieve, pantalones bien ajustados Hystretch de color negro, jersey de lana de cuello de cisne del mismo color y una chaqueta millennium color azul de Columbia. La bufanda, el gorro, los guantes y las botas las tenía en el coche donde William disfrutaba como un niño. Su ropa era cara, de marca. Estaba guapísimo, pensó Nancy que a pesar de tenerlo a prueba, como ella decía, no pudo dejar de abrazarlo y besarlo… Allí, sentados dentro de aquel coche que aún le parecía mucho más lujoso que el que siempre llevaba; lo miraba, conduciendo, sonriendo, hablándole de muchas cosas, de amigos, de sueños, de comida, de bromas… ¡Se sentía tan bien con él! El camino era largo y al rato de estar en carretera Nancy puso música… en aquel coche debía sonar de maravilla… y cantó en aquel asiento, bromeando con Michael que conducía contento, mientras la escuchaba cantar y la veía ponerle ojitos de enamorada… La acarició varias veces durante aquel viaje… mostrándole cuanto le importaba, cómo le gustaba estar a su lado, daba igual el lugar…pero con ella… Se miraban constantemente, cómplices, mientras suspiraban llenos de amor el uno por el otro… Aquel día lo pasaron de maravilla juntos, con aquella joven pareja que congeniaron muy bien con Michael, mientras almorzaban allí, en un restaurante de la zona que disponía de comida fresca y de la que comieron todos de la misma bandeja. Allí no había cubiertos finos ni vajilla de fina porcelana, pero el ambiente era agradable y la comida bastante buena. Pidieron tortilla con tocino gouda y scallions canadiense, la fuente del Labrador y algo de fruta… El pan era exquisito… Michael nunca había estado en aquel lugar, rodeado de personas tan sencillas y pasándolo realmente bien. Tuvo que oír alguna que otra charla de William que parecía el hermano mayor de Nancy, pidiéndole que no le hiciese daño, que la cuidase, cosa que prometió hacer mientras acariciaba su mano y la besaba con dulzura. Pasearon juntos por el sendero de atrás del restaurante, tranquilos, agarrados de la mano, mirándose mientras bromeaban, parándose para besarse, abrazarse, dedicarse una muestra de amor en aquel lugar tan maravilloso testigo de lo mucho que se amaban. Había varias pistas, algunas de ellas avisaban de la dificultad, mejor solo para expertos y allí se lanzaban Michael y William que parecían haber estado esquiando desde siempre. Arriba, Nancy y Rebecca, decidiendo otro camino más seguro para bajar. Y allí las esperaban ellos, riendo ante las caídas constantes de las chicas que no lograban mantener el culo lejos del hielo. Era gracioso verla en aquella situación. Ella, toda una experta en patinaje, en mantener el equilibrio y sin embargo aquel deporte se le resistía desde niña. Esquiaron durante horas, o al menos lo intentaron… No faltaron las caídas, las risas, los abrazos, las bromas… Todo lo que hacen los enamorados en un día maravilloso de nieve… Michael cayó varias veces al suelo, empujado por Nancy que se abalanzaba sobre él para que perdiese el equilibrio; el esquí se le daba bien y a ella no así que, ante sus constantes burlas, ella optaba por tomarse la revancha y lograba tirarlo con ganas. Y allí, tumbado en la nieve, jugando como niños… llenándola de nieve por haberlo dejado caer, revolcándose juntos, abrazados, mientras giraban en suelo helado, besándose, acariciándose… Nunca lo había pasado tan bien como con ella… -¡Ven aquí…! - Le decía cuando la veía intentar escapar de él después de haberlo tirado… -¡Nooo…! ¡Era una broma! – Le decía riendo y tratando de escapar de sus manos. -¡Con que una broma! ¿Eh? ¡Te voy a dar bromas a ti! ¡Ahora te vas a enterar de lo que es bueno! – Y la giraba para llenarle la cara de nieve, helada, mientras no podía parar de reír ante las cosquillas de Michael… Suplicaba riendo, tratando de soltarse pero él era mucho más fuerte y al final siempre conseguía dominarla… Sentía el contacto del hielo en su rostro, helado, y gritaba sin dejar de reír por sus bromas… Ya se lo cobraría… Al final terminaban besándose, olvidándose de todos lo que pudiese haber alrededor… Solo ellos importaban… ellos y el inmenso amor que sentían… Subieron en las sillas hasta la cima, sintiendo el frío en sus caras, mirándose llenos de amor, besándose durante el viaje hasta arriba. Abrazados, disfrutando de aquellos momentos tan maravillosos en las montañas Windham, sin importarles las miradas de William y Rebecca tras ellos. No había nadie más que importase, Nancy y Michael disfrutaban aquellas horas juntos como nunca antes lo hicieron. El resto del mundo no importaba en lo más absoluto. Nancy dormía en aquel asiento cuando Michael detuvo el coche, la vio agotada, preciosa, y se acercó a ella para despertarla. Suave, con delicadeza, acariciándola, llamándola muy bajito mientras la besaba. La miró ahí, tan indefensa… quería cuidarla siempre, de todos… Abrió los ojos, él estaba ahí, mirándola muy de cerca mientras le sonreía… Lo abrazó, medio dormida, lo besó suave, acarició su nariz con la suya… ¡Estaba tan enamorada de Michael! ¡Tanto que había tardado en llegar a su vida! -¿Ya no estás enfadada conmigo, preciosa?- Le preguntó muy cerca de aquellos labios. Sonreía mientras seguía besándolo, una y otra vez… Ambos estaban locos el uno por el otro…y era muy obvio… Lo echaría de menos aquellos días… ambos se echarían de menos… Se quedó un rato con ella, en aquella casa… estaban solos… No era tarde así que Nancy preparó algo para cenar juntos, tranquilos, mientras veían una de aquellas películas de terror que tanto le gustaban… Allí, echada en el sofá, en su pecho, mientras sentía su mano acariciarla con delicadeza… sutil… Michael reía viendo aquella película… ¿de verdad le gustaba? ¡Era malísima! Pero cuando intentó preguntarle la vio totalmente dormida, agotada… La miró sonriendo mientras la tapaba con una de las mantas que había en el sofá… Volvió a mirarla, embelesado… no podía evitar estar tan coladito por Nancy… Y se le notaba cada vez más… Se movió un poco en aquel sofá, despacio, acomodándose, echándola cabeza para atrás y sintiendo el peso de aquella joven encima de su pecho… cerró los ojos, la besó, y se quedó allí relajado, acariciando su espalda, su cabeza… Se quedaría un rato con ella. No supo cómo había pasado pero cuando abrió los ojos vio una camisa muy cerca de su cara… No se movió, solo miró para arriba, despacio, viendo a Michael a su lado, dormido… Era por la mañana, ya era de día y habían dormido juntos toda la noche, en aquel sofá… Era la primera vez que dormía con un hombre y se quedó allí un rato, observando su rostro, bellísimo, su cuerpo, perfecto y fuerte… sus piernas estaban entrelazadas con las suyas y sentía sus brazos rodearla… ¿¡En serio había dormido todas la noche así con él!?¡Era un sueño! Abrió los ojos y la miró… estaba tan bonita recién levantada… al menos él al veía impresionante. No quiso despertarla aquella noche, quiso estar a su lado un rato, disfrutando de su precioso cuerpo pegado a él y de sus maravillosas palabras que soltó dormida… pero él también estaba agotado y al final se había quedado dormido por completo. Allí echados, toda la noche. -¡Yo no hablo en sueños! – Dijo riéndose… -Sí, claro que lo haces. - Apartó el pelo de su cara y la miró sonriendo… - Dijiste… te quiero Michael. - Le susurró sin dejar de mirarla… poniéndola nerviosa… - Y lo dijiste dos veces… Provocándola… le encantaba… -¡No es cierto! ¡No he dicho eso! ¡Te lo estás inventando! - ¿Lo había dicho de verdad? ¡Qué vergüenza! – Seguramente lo dije por otro Michael… -¿¡Cómo que por otro Michael!? – Y pasó sus manos por aquella cintura que tenía muchísimas cosquillas… - ¡Retira eso! – Y siguió haciéndola reír sin control mientras pellizcaba sus lados más sensibles… sabiendo que se retorcía encima de él sin poder evitarlo… Consiguió un te quiero de verdad… entre bromas y risas… ¡Claro que lo quería! ¿Lo dudaba? ¡Ambos sabían que estaban enamorados… no podían negarlo… se les notaba muchísimo! Michael se incorporó y se levantó de aquel sofá…la tenía justo encima de su cuerpo, y podía sentirla vibrar con sus manos. Por eso solo la acarició un segundo, rozando su cintura descubierta por aquel corto chaleco que llevaba y la sintió pegarse a su boca, con ganas. Un beso, húmedo, otro, tirando de sus labios, metiendo sus dedos entre su cabello. Agachó la cabeza y vio sus pechos pegados a él, casi podía verlos completamente con aquella ropa. No podría controlarse como ella quería si seguía teniéndola encima de aquella forma y sintiendo su boca mordiendo su cuello sin piedad. A Nancy le gustaba hacerlo… a él le gustaba que lo hiciera… pero perdería las fuerzas para marcharse de allí si ella seguía provocándolo de aquella forma. -Será mejor que me vaya… - Y la miró allí a su lado… sin saber qué había pasado… ¿tanta prisa tenía? – No me mires así, Nancy… - Lo vio quejarse del hombro… seguramente una mala postura en aquel sofá… - Si quieres que te respete hasta que estés segura de lo que siento por ti, lo haré... pero no me provoques de esta forma o vas a hacer que me dé un infarto. - Era más bien un ruego… - Me pones al límite en cuestión de segundos y eso no es buena idea, te lo aseguro. -Quizás sea parte del juego. –Bromeó. - A lo mejor quiero llevarte al límite para saber cuánto puedes aguantar. - Y la vio sonreír mientras se mordía los labios. - Dijiste que nunca perdías el control por nada, ¿recuerdas? Sí, claro que recordaba aquella conversación con ella. En la cafetería, mientras hablaban supuestamente sobre vinos. Se agachó y la miró muy cerca… pegado a su boca… a sus ojos… -¿Quieres llevar al limite a un hombre que lleva tanto tiempo sin sexo y pretendes que no pierda el control? – Preguntó seguro de que podría perder el control con Nancy si seguía queriendo jugar de aquella forma… Frunció los ojos mientras la miraba… - Estás jugando con fuego, ¿lo sabes? Nancy bajó la mirada a sabiendas que era cierto, pero le gustaba hacerlo, siempre le gustó, desde el principio. - Ten cuidado… - Y la besó despacio, sin dejar de mirarla. - …podrías quemarte. Capítulo 20 UN HOGAR SOÑADO La mañana de Nochebuena fue estresante en las oficinas… Todo el mundo corriendo, pendientes del trabajo y de los últimos preparativos para la cena de navidad, con las familias, con los amigos… Era día de prisas, de entusiasmo, de alegría, de últimas compras y ganas de ir a casa pronto. Michael también estaba bastante ocupado mirando unos planos en una de las salas de juntas. Edward estaba con él, habían estado hablando un rato de aquellas fiestas; llevaban muchos años viviéndolas separados y aunque lo invitó a pasarse por casa de su familia, un rato, Edward puso una excusa para no hacerlo. Él sabía que no era bienvenido a aquella casa, ni sus hermanas, ni Jeremy, ninguno lo quería por allí, solo que su amigo del alma no tenía ni idea de aquello Nancy apareció pidiendo permiso y sacando un segundo a aquel arquitecto de aquella sala. Necesitaba hablar con él… Llevaba un precioso conjunto de deporte negro, ajustado… No pudo evitar mirarla de arriba abajo… era increíble el cuerpo que tenía y lo bellísima que estaba vestida así. Entraron en una de las salas continuas para estar a solas. Edward había puesto mala cara pero tampoco les importaba mucho… tendría que acostumbrarse a aquella situación… Una vez allí la vio sacar de una bolsita, dos regalos bien envueltos en papel rojo, uno era un perfume que había elegido para él. Estaba claro que no podía regalarle aquel carísimo Clive Christian que él usaba, pero eligió una suave y fresca fragancia de Dolce&Gabbana, Light Blue, solo para él. Sonrió al ver aquel perfume, lo conocía, y lo usaría a partir de aquel día, solo para ella. Expresamente para ella. Otra pequeña cajita de terciopelo azul que puso en sus manos. Los había comprado hacia tiempo, antes del enfado, después de la noche de patinaje exactamente, y como sabía que pasarían aquellos días separados, deseaba dárselos antes de que se marchase a casa de su familia. -¡¡Nancy, no tenías que comprar nada!! – La regañó levemente… Sabía de su situación económica con su hermana y de verdad no necesitaba comprarle nada. -¡¡Claro que sí, es navidad!! – Estaba muy contenta. - Solo que, ¿qué le regalas a un empresario rico que lo tiene todo? Espero que te guste. - Y miró la cajita cerrada aún. Dentro había una carísima pulsera negra de Gucci que dejó sin habla a Michael… ¿Por qué había comprado algo así? Le gustaba, claro que le gustaba… Se trataba de una banda fina de unos siete centímetros de ancho, con icono en oro blanco y corindón negro… Vio su nombre grabado y sonrió… -Pedí que grabasen mi nombre para que puedas llevarlo siempre contigo, pero si no te gusta, puedo… - Intentaba explicar por qué lo había hecho pero, no había nada que explicar. -Me encanta, Nancy. - Le contestó antes de que pudiese decir nada más. Y se acercó a ella para besarla. -No sabía si sería de tu estilo pero como he visto que te gusta Gucci, supuse que… - Lo miró sonriendo mientras veía como se colocaba aquella pulsera, resaltaba con aquella camisa blanca, le quedaba genial y llevaría su nombre para siempre. Se quedó unos minutos a su lado, rodeando su cuello mientras Michael se apoyaba en una de las mesas y la acercaba hasta su cuerpo para abrazarla y besarla con ganas. Se echarían de menos aquellos días… no podían evitar decirlo mientras rozaban sus labios… una y otra vez… seguramente algo empalagosos para los que los viesen pero… tenían tantas ganas de besarse y mostrarse cuanto se amaban que todo les daba igual… Antes de irse a East Patchoque, Long Island, a casa de su madre, Michael quiso pasar a ver a Nancy. No sabía si estaría en casa sobre esa hora, tal vez estuviese con Steven… No habían hablado de donde pasarían aquellas navidades, pero dedujo que lo haría con su gran amigo, como cada año… Estaba seguro que no lo pasaría con su madre y su hermana… estaría Sanders… Su familia lo esperaba como cada año impacientes, ellos celebraban las navidades de forma muy especial… para ellos esas fiestas eran especiales y hacían lo imposible para poder quedar todos y pasar esos días disfrutando del hogar… La vio abrir aquella puerta con un corto short, una camiseta de tirantas y el pelo recogido, sin maquillar, sin arreglar. ¿No tenía frio? ¡Estaba nevando fuera… pero la casa de Nancy era cálida… seguramente tendría puesta la calefacción porque notó el calor al entrar… Le extraño verla de aquella forma, era tarde para estar aun sin arreglar… La hacía en casa de Steven o a punto de salir… Entró y soltó el abrigo mientras la besaba… -¿No te arreglas? ¿Es que has quedado más tarde?- Le preguntó mientras entraba en aquel apartamento que estaba en silencio… -No… - Contestó mientras se dirigía a la cocina… Estaba preparando algo para cenar… sola… - Steven debe de estar en casa de sus suegros, este año están pachuchos y le ha tocado ir en estas fechas… así que estas navidades estaré aquí en casa… No era solo por eso. Después de aquel beso en el gimnasio y saber qué sentía por ella, no le parecía buena idea estar con ellos en navidad. Emmie y él necesitaban estar juntos en familia. Era lo mejor para ellos… -¿¡Sola!?-¿Por qué no se lo había dicho? Sabía que sus amigos estaban fuera también… -¡Ah, no te preocupes! ¡Cenaré algo ligero y me iré a la cama pronto! – Parecía algo triste aunque tratase de disimularlo… - O tal vez vea una peli de esas románticas… -¿Estás loca? No te voy a dejar aquí sola… - Olía muy rico… Nancy hacia galletas de limón y una crema de almejas que estaba apartando del fuego… - ¿Por qué no me habías dicho nada? - Michael, de verdad… no pasa nada… - Estaba seguro que no lo decía en serio… -Vístete… - Seguro de sus palabras… - …te vienes conmigo… - Le dijo mientras le quitaba de las manos aquellas galletas que trataba de decorar… No podía dejarla así… ¿Pasar la navidad sola, totalmente sola? De eso nada… Se la llevaría a casa… Sabía que su familia no dejaría de preguntar, de mirarla, de bromear…pero todo aquello daba igual… Deseaba estar con ella para siempre así que, ¿qué más daba cuando la presentase en casa? De todas formas Carol ya se habría encargado de informar a todos allí. -¿¡Te has vuelto loco!? - ¡No podía ir a su casa de esa forma! Sin avisar, de buenas a primeras, donde estarían todos… y ellos llevaban tan poco tiempo juntos… - ¡Michael, no puedo…! ¡Tu familia estará allí y yo…! Pero él no la escuchaba… Miró al pasillo y se acercó a una de las habitaciones, seguido de ella que trataba de explicarle que era una locura llevarla a su casa… Todos preguntarían y después de llevar tantos años sin estar con una mujer… ¡No quería imaginar sus caras al verla aparecer! -¿Esta es tu habitación? – Le preguntó entrando en una de ellas… Su silencio lo hizo saber que había acertado y abriendo el armario la obligó a coger algo de ropa, necesitaría algunas mudas… estarían fuera unos días… Abrigo, pijamas, ropa cómoda y algo un poco más arreglado por si decidían salir algún día…- ¿Voy a tener que vestirte yo, Nancy? -Michael, no me importa quedarme aquí sola, de verdad… - Y lo vio acercarse a ella y meter sus manos bajo aquella fina camiseta… No estaba bromeando… -Te aseguro que estaré encantado de hacerlo… - Sujetando sus manos lo detuvo, agachó la cabeza sonrojada… No le quedaba otra que vestirse… Michael no se daría por vencido… Lo miró muy cerca de su cuerpo… estaba claro que o se vestía ella o lo hacía él… y se moriría de la vergüenza si la veía desnuda… así que cogió algo de ropa para aquella noche y se vistió mientras Michael apagaba el fuego de la cocina… ¿A su casa? ¿Con su familia? ¿Y qué iba a decir ella cuando la vieran? ¡Michael estaba loco! Todos sabrían que ella no era una simple amiga… y ella no sabría qué decir delante de todos aquellas personas que la observarían detalladamente… Y Carol… la recordó… sabía que estaría allí y… a ella no podría negarle lo evidente… Seguía haciendo preguntas mientras sujetaba aquella bandeja dentro del coche, camino de Long Island, mordiéndose las uñas mientras él trataba de tranquilizarla. Había llevado sus galletas de limón y la crema de almejas… ya que se presentaba sin avisar al menos no lo haría con las manos vacías… Sentía temblar todo su cuerpo en aquel coche, pensando en el momento en que la vieran aparecer… su familia allí, reunida, preguntándose todo sobre ella… sintió la mano de Michael en su pierna, lo miraba, sereno, conduciendo, explicándole que todo saldría bien y que su familia la acogería estupendamente… Eran gente normal, sencilla y aunque era cierto que ella era la primera mujer que llevaba a casa en siete años… sabía que todos estarían encantados de tenerla con ellas… No se lo había puesto mejor, la verdad… Todos estarían encantados y deseosos de saber quién era ella y qué había entre ellos… ¿Y qué iba a decir ella? Ni siquiera sabía qué eran realmente… No tardaron en llegar a aquella preciosa casa que se iluminaba con las luces de navidad, en el tejado, las columnas, los arboles… Danna y sus hermanas lo hacían cada año… Todo estaba precioso… Ni siquiera quiso salir de aquel coche cuando vio a una mujer mayor en el porche de aquella casa que avisaba de la llegada de Michael a los que estaban dentro… El brazo de Michael pasó por encima de su cabeza… Lo miró muerta de miedo… muy nerviosa… no sabía cómo comportarse delante de aquella familia… ¿Y si metía la pata? ¿Y si decía algo fuera de lugar? ¿Y si no les gustaba? -Tranquila…todo saldrá bien…- La besó dulcemente mientras trataba de respirar… - …les vas a encantar a todos… - Y abrió aquella puerta del coche mientras seguía mordiéndose las uñas tras él. Lo vio dar la vuelta y abrir su puerta, tendiéndole la mano la sacó, dejándola a la vista de todos los que habían salido a recibir a Michael. Pudo sentir la sorpresa de aquella familia que no esperaba ningún acompañante. ¡Dios qué vergüenza! ¡Ni siquiera había avisado de que ella llegaría… no sabía dónde meterse! ¿De nuevo en el coche? No era una opción… Carol se dirigió a ella y la abrazó cálidamente mientras Danna se acercaba a su hijo. Hizo las presentaciones allí mismo y todos pudieron sentir el nerviosismo de aquella jovencita… Era joven… todos lo notaron, pero la trataron con total normalidad, acogiéndola con cariño entre ellos… Aún tenía aquella bandeja en las manos, la respiración entrecortada y sentía arder sus mejillas… -Me alegro de tenerte aquí con nosotros, hija… Carol nos ha hablado mucho de ti… - Escuchó decir a aquella mujer mientras recibía un abrazo de ella. Su brazo se entrelazó con el de ella y la dirigió hacia la casa, mientras le quitaba la bandeja de las manos y se la daba a Michael. Iba tras ella, mirándola mientras le sonreía, ella temblaba y Danna se dio cuenta de ello. -Tranquila… - Acarició su mano… era cálida… - Estás en familia…aquí te sentirás como en casa… - Parecía una buena mujer, dulce, serena, cariñosa… Sintió unas ganas inmensas de llorar… ¿En casa? No…aquel dulce hogar no era su casa… era el lugar con el que soñó siempre… Y pudo sentirlo con más fuerza al entrar en aquella casa, un lugar precioso y acogedor que mostraba gentes corriendo, felices, alborotadas por la visita, los regalos… La casa estaba cálida, la chimenea encendida, en ella colgaban calcetines de navidad con los nombres de todos, y al fondo de la estancia se alzaba un maravilloso árbol de navidad blanco, con motivos en azul… Los villancicos se dejaban oír mientras las peques jugaban en la alfombra a un juego de mesa, se las escuchaba reír… La mesa puesta, la comida a punto de servirse y un increíble aroma a pavo asado que llenaba todas las estancias. No sabía qué decir, todos allí la miraban, la abrazaban, le hacían mil preguntas que no sabía cómo responder. Entonces sintió unas manos fuertes en sus hombros, acariciándola, y pudo oler el perfume de Michael…estaba detrás de ella, intentando calmarla. Cerró los ojos un segundo, sonrió…Estaba bien, eran muchas emociones juntas, pero eran buenas… Nancy estaba sentada al lado de Michael que presidía la mesa justo en frente de su madre. Como hermano mayor fue el encargado de tronchar el pavo y hacer el primer brindis…Todos allí lo adoraban, su madre se embobaba mirando feliz a su hijo, sus hermanas reían con él, contando historias de cuando eran pequeños, sus sobrinas ilusionadas con los regalos de navidad, deseosas de ir a jugar, su hermano que no hablaba, pero observaba detenidamente la actitud de Michael… volvía a ser el mismo de siempre… A su lado estaba Carol con las niñas y justo enfrente Jeremy, el más pequeño de los Harrison que tendría su edad… la miraba totalmente embobado desde el mismo instante que la vio entrar en la casa… conseguía ponerla nerviosa… Helen estaba a su lado con su esposo, era menor que Michael y mayor que Carol… Se parecía a Danna muchísimo, ojos claros, pelo rubio y tez blanca… Los chicos no salían a ella, eran morenos y su color de piel era algo más oscura, bastante altos y robustos… Seguramente se parecerían a su padre… Aquellos hermanos se daban un cierto aire… Mirad a Jeremy era ver a Michael de joven, con unos años menos… pero él era mucho más guapo, eso estaba claro… Estaba nerviosa. Sentía la mano de Michael apretar su pierna en algunas ocasiones, cuando la veía tímida, callada, tratando de no levantar la mirada del plato… Era extraño estar allí, con aquella familia encantadora que charlaba sobre la infancia de aquel arquitecto, la ponían al corriente entre risas y bromas… Danna rompió aquel silencio de Nancy preguntándole por su vida, todos querían saber cosas de ella… Era la primera chica que Michael traía a casa desde hacía muchos años y era evidente que era muy importante para él. Ahora estaba en familia y querían saber de ella… Sin intimidaciones, sin sentirse incómoda… ellos la aceptarían con los brazos abiertos porque ella era importante para Michael… Lo miró a él, sonriente mientras tomaba una copa de vino… No había mucho que contar… o al menos no cosas que pudieran contarse salvo que trabajaban en el edificio y se habían conocido allí… Michael era su jefe. No sabía qué más podía decir sobre ella… -Bueno… no sé qué quieren saber… - Dijo cortada… No iba a hablar de su familia, estaba claro… Titubeó mientras sentía todas las miradas fijas en ella… - Soy un chica muy normal… no hay mucho qué contar, la verdad… -Vamos, Nancy… ¡No seas modesta! – Soltó Jeremy… - Una estrella del patinaje como tú tendrá muchas historias que contar… – La había reconocido de inmediato y era normal, ambos tenían la misma edad… Y yo estoy deseando escucharlas… - Tenemos a una campeona mundial cenando con nosotros en navidad, te aseguro que tienes mucho que contarnos… -¿¡Cómo!? – Preguntó Danna asombrada, mirando a Michael y a la jovencita tímida que no sabía dónde meterse en aquel momento. -¡¡Michael!! ¿De qué está hablando?- Se escuchó a Helen. Fue entonces cuando todos comenzaron a preguntar efusivos sobre el tema… ¡Una estrella del patinaje! ¿De qué estaba hablando aquel joven? Querían saber, curiosos, todo lo relacionado con el tema y no dejaron de soltar preguntas, emocionados, deseosos de saber quién era en realidad aquella joven de la que Michael se había enamorado… Nancy estaba súper agobiada, no sabía qué decir y Michael trató de ayudarla explicando a su familia, curiosa, la historia que todos estaban deseando escuchar… quisieron saber más, sus viajes, sus sueños, su retirada… estaban entusiasmados… ¡Tenían a una estrella mundial sentados en su mesa y ella no había dicho nada! ¡¡Aquello era algo de lo que presumir!! -Siempre estuve enamorado de ti…-Dijo Jeremy mirándola fijamente. - …como patinadora, por supuesto… - Y miró a su hermano al que guiñó un ojo…La cara de Nancy se puso roja de repente. Tenía un fiel seguidor delante de ella después de tantos años… -Tranquila, con Jeremy no hay peligro… - Ambos sabían a qué se referían pero ella, algo contrariada, no tenía ni idea… -¿Tú que sabes? – Dijo su hermano riéndose… - Yo por una mujer así me volvería heterosexual en cuestión de segundos…- Bromeaban ante la sorpresa de Nancy que no sabía nada sobre los gustos sexuales de aquel joven. – Tú ten cuidado no vaya a ser que te la quite… Soy más joven y más guapo que tu, hermanito… Se llevaban bien, riendo sus bromas, picándose el uno al otro… Sí era cierto que era más joven que Michael pero para Nancy… no había nadie más guapo e interesante que aquel hombre por el que suspiraba sin ni siquiera darse cuenta… Lo veía sonreír en aquella mesa, rodeado de su familia… estaba feliz… nada que ver con el hombre con el que tropezó meses antes… al que sintió triste y solo con una mirada a sus increíbles ojos azules… No tuvo más remedio que hablar sobre aquel pasado suyo que tantos buenos momentos le había dado en su vida, pero que ahora estaba tan lejos de ella… Y así pudo ponerlos al corriente de algunos campeonatos a los que se había presentado, siendo corregida por aquel joven que no dejaba nada en el tintero… Sabía muy bien de su carrera profesional… y cuando ella trataba de eludir su fama él la corregía delante de todos, elogiando sus triunfos y su maestría única en la pista de hielo… -Eras la mejor, Nancy… - Sí que la adoraba… - No había nadie como tú y lo sabes… Arriesgada, bellísima, elegante, sensible, sublime… - La elogió desde el corazón… Haciéndola agachar la cabeza… - Verte patinar era… mágico, Nancy… - Agradeció sus palabras y sus miradas llenas de emoción… Realmente sentía cuánto le decía… podía notarlo en sus ojos llenos de sentimiento por verla en persona, por tenerla sentada cerca… - ¿Cómo se llamaba ese chico con el que patinabas? ¡Oh, era fabuloso a tu lado! – Brian McDyllan. - ¡No volvió a ser lo mismo sin ti! Michael la vio nerviosa cuando Jeremy sacó a relucir su accidente en las olimpiadas, eso suponía hablar de muchas cosas que la harían sentir mal por lo que trató de cambiar el tema de conversación… No debía ser fácil para ella tantas preguntas y emociones en la misma noche… -Después de aquella caída me dejaron muy claro que si volvía a tener un accidente, sería el final de mi carrera… Y desgraciadamente caí por las escaleras meses después así que… no pude volver a patinar. - Soltó ante el interés del joven que no parecía haber pillado las evasivas de Michael… Hubo lesiones muy severas para una patinadora y… bueno, no fue fácil pero me refugié en el baile y logre encontrar otro sentido a mi vida. -Pero, nunca más se supo de ti… - Dijo melancólico… -Sí, claro. – Sonrió ruborizada, nerviosa. - Traté de pasar desapercibida en esos años, era lo mejor para poder superar lo sucedido… - Lo necesitó para reponerse… - Ser patinadora olímpica era mi sueño y después del accidente no hubo más posibilidades para mí. Era mejor evitar a la prensa, las preguntas, las palmaditas en la espalda… No pudo seguir hablando… sus palabras se cortaron, miró hacia la mesa y trató de no venirse abajo… La mano de Michael apretó la suya mientras le pedía a su hermano acabar con aquel tema. Nancy lo pasaba mal hablando de ello y se disculpó por su insistencia… no había sido su intención hacerla sentir mal… -Voy a brindar por ti. - Jeremy levantó su copa seguido de los demás… Cambió el tema de conversación, para nada quería que aquella noche hubiesen malas vibraciones. - …gracias Nancy, porque has hecho que mi hermano vuelva a tener ganas de vivir… - Soltó haciéndola sonreír. - … porque tú nos has devuelto al Michael que perdimos hace muchos años y al que pensamos que nunca más recuperaríamos. Aquellas palabras aún sonaban en su mente, allí fuera, en aquel porche, mientras trataba de pensar en todo lo que acababa de vivir en aquella casa. Un maravilloso hogar que le había abierto sus puertas como nunca nadie lo había hecho, un cálido hogar como el que recordaba de pequeña… hacía muchos años, antes de que Sanders se convirtiese en un ser despreciable… Sí, aquel lugar era maravilloso… y solo tenía ganas de llorar pensando en lo feliz que sería allí, con ellos… con una familia tan adorable como aquella… Oyó que la puerta se abría y vio a Michael tras ella, tratando de abrazarla y taparla con una de las mantas que cogió del interior. Hacía mucho frío para que estuviese allí parada y sin abrigo. Sintió su cuerpo estrecharla y su calor, mientras acariciaba su oreja con aquellos labios que tanto deseaba. -¿Qué haces ahí fuera con este frío? ¡Vas a helarte, preciosa! – Podía sentir su cuerpo pegado al de ella y olía su maravilloso perfume que tanto le gustaba. - ¿Qué sucede, preciosa? – Le preguntó preocupado por ella… - ¿Es que no te encuentras bien? -No… no es eso… es que… - No sabía cómo decírselo… sin que pudiese ofenderse… -¿Demasiadas preguntas en una sola noche? – Sabía que habían sido muchas emociones en tan solo unas horas… Su familia estaba deseando conocerla y tal vez a ella eso le hubiese superado… Lo siento, pequeña… Sé que debe ser difícil para ti encontrarte con una familia entera haciendo preguntas y queriendo saber todo de sobre tu vida… - La entendía… y los entendía a ellos… - Pero, eres la primera chica que traigo a casa desde lo de Elizabeth y todos andan deseosos de saber… -No, Michael, no es eso… Bueno, un poco sí, pero…- Se sinceró… -Quizás necesitabas un poco más de tiempo antes de traerte hasta aquí y presentarte a mi familia. - Pero, no podía saber que iba a pasar la navidad sola… y él lo tenía tan claro con ella. - Entiendo que eres joven y que las cosas han ido muy rápido, tal vez demasiado para ti. No pretendía agobiarte. -Michael no me has agobiado, no necesito tener diez años más para saber que quiero estar contigo siempre. Desde que te conocí supe que eras tú el hombre con el que deseaba compartir mi vida… - Era lo único que tenía bien claro en su vida… - …pero, es que tu familia… es maravillosa. Soltó totalmente sincera. - Todo lo que hay ahí dentro… lo he añorado desde hace muchos años. He echado de menos pasar estas fechas en familia, con amor, paz, regalos, risas y un enorme árbol de navidad blanco cerca de la chimenea. - Cerró los ojos y echó la cabeza en el pecho de Michael que trataba de hacerla entrar en calor. – Es exactamente lo que tú tienes ahí dentro y tengo miedo de encariñarme con ellos, de sentirme en casa y de estropearlo todo en cualquier momento. -Pero, ¿por qué ibas a estropearlo, Nancy? – No dejaba de abrazarla y cubrirla con aquella manta, con la que entraban en calor los dos… -Ni siquiera sé qué somos, Michael. - Pudo sacarlo por fin ante la sorpresa de Michael. – No me has dejado claro en ningún momento si solo soy tu amiga, tu ligue, la chica del momento… -¿¡La chica del momento!? – Rió su comentario… ¡estaba en su casa, con su familia…! ¿¡Cómo que la chica del momento!? -Me has traído hasta aquí solo porque no querías que estuviese sola en navidad… - Agachó la mirada. - …por lástima y te juro que te agradezco tu preocupación por mí y el detalle que has tenido conmigo pero tengo miedo de decir algo sobre nosotros que no deba. Todos preguntan y yo no sé qué contestar. - ¿De verdad le hacía falta una respuesta? - No sé que está bien… qué está mal… ¡No quiero que te enfades y estropearlo todo! -Ei…ei… Tú no vas a estropear nada. - La giró para poder mirarla a los ojos. - No creí que hiciera falta explicar qué somos… para mí es muy obvio y pensé que para ti también. - Tocó su nariz helada con la suya y la besó despacio. - No eres mi amiga, no eres mi ligue y por supuesto no eres la… ¿chica del momento? ¿De dónde has sacado eso? - Volvió a reír sin dejar de mirarla. - No te he traído hasta aquí por lástima, Nancy, estás en casa de mi madre, con mi familia… y sí, es verdad, no quería que estuvieses sola en navidad pero, te prometo que si estás aquí es sólo porque eres muy importante para mí. -¿De verdad no dices eso para que me sienta mejor? – Lo miraba con unas ganas inmensas de que aquello fuera verdad… estaba loca por aquel hombre y tenía tanto miedo de que todo se volviese a estropear entre ellos… -Tenías razón cuando dijiste que estaba loquito por ti y que me hacía el duro contigo. - La vio agachar la mirada, sonriendo… ella siempre supo de sus sentimientos. Era sincero con ella, ya no importaba nada más que ellos dos… - Solo trataba de mantenerme firme y sereno, dedicándome a mí trabajo, mis proyectos como siempre. Debía seguir siendo un gran empresario serio y responsable pero tú me hacías perder el control solo con una mirada, con una caricia. - No dejaban de mirarse muy cerca… era sincero, no mentía… - El simple hecho de tenerte cerca, de pensar en volver a besarte, me hacía sentir como un adolescente perdidamente enamorado de una mocosa que me tenía en sus manos… totalmente… -¿De verdad estás enamorado de mi, Michael? – Y aquella pregunta lo hizo bajar sus manos hasta la cintura que pellizco, tratando de hacerle cosquillas. Se hacía la loquita delante de él. Sabía perfectamente que sí… lo sabía desde hacía mucho tiempo. - Dímelo otra vez. Desde luego no podía negar que todo en ella le fascinaba… no se trataba de lo bellísima que podía ser aquella joven que tenía en sus brazos… sus bromas, sus risas, sus miradas fijas a sus ojos, a su boca… su vida entera… Todo en ella era maravillosamente perfecto para Michael… para aquel hombre que se moría de amor por ella… -Nancy Sanders… - La llamó dulcemente mientras clavaba sus preciosos ojos azules en los de ella. - …estoy locamente enamorado de ti… - Se agachó para besarla, tapados en aquella manta, sintiéndola muy cerca de su cuerpo mientras le rodeaba el cuello para sentirlo aún más. El calor ahí dentro era evidente mientras rozaban sus labios con entrega. -Entonces, ¿somos novios? – Preguntó sonriendo mientras se separaba de aquella preciosa boca que sonreía sus preguntas. -Sí, preciosa… somos novios… - Feliz y sonriente a su lado. - Y ahora, calla y ven aquí… Abrieron sus bocas y rozaron sus lenguas, una vez, otra, metiéndose dentro del otro con todas las ganas del mundo. ¿¡Cómo podía sentirse tan vivo en sus brazos, a su lado, en sus labios!? ¡Tanto que le hacía sentir aquella jovencita con solo mirarlo a los ojos! ¡¡Tan enamorado que estaba de ella!! ¡¡Locamente enamorado de Nancy!! -Anoche conseguiste escapar de mi apartamento… - Le dijo casi en susurros, mirándola muy cerca a los ojos, a sus labios. - …pero esta noche, no podrás poner excusas, Nancy. - La estrechó todo lo que pudo, rozando su boca con la punta de su lengua. Respirando pegado a ella. - Tendrás que dormir habitación, en mi cama, conmigo… pero, como somos novios… no te importara, ¿no? - Y la miró provocándola mientras la sentía nerviosa en sus brazos solo de pensarlo. -¿No hay más habitaciones? – Preguntó nerviosa solo de imaginarse en la cama con Michael. -No, pequeña. No hay más habitaciones. - Sonreía sintiéndola temblar. - Y de haberlas, te aseguro que buscaría la forma de ocuparlas esta noche para que no pudieras dormir en ellas. - Estaba claro lo que buscaba… estar con ella a toda costa. -Queda el sofá… se ve grande y bien cómodo. - Ahora lo provocaba ella. No quería que durmiese en el sofá… lo quería a su lado. -¿Ah, sí? – La miró provocándola. - ¿¡Me vas a hacer dormir en el sofá!? - Y lo dejó con la duda unos segundos, riendo después y negando con la cabeza mientras se lanzaba a su boca, de la que se apoderó totalmente. Sensual, dulce, besando sus labios con sabiduría, mordiendo con cuidado, metiendo su lengua que buscaba la suya… encontrándola al instante y saboreando aquel momento de entrega. Escucharon voces, los buscaban. Rieron, se soltaron y entraron en la casa…aún quedaba mucha navidad por celebrar. Todos estaban tranquilos allí sentados, junto a la chimenea, contando historias sobre Michael, poniendo al corriente a la joven Nancy que se sentaba en aquella alfombra junto a Carol y Helen. Tenían mucho que contarle sobre aquel apuesto hombre tranquilo y hogareño que volvía a sonreír como siempre… gracias a ella… La veía sonreír escuchando aquellas historias sobre lo ligón que había sido en su juventud y sobre lo maravillosamente bien que cantaba. Edward, John y él habían formado un grupo en los tiempos de universidad y aunque hacía muchos años de aquello, siempre había tenido muy buen oído y muy buena voz… bromeaban sobre las voces tan bonitas que hacían los tres juntos y por supuesto algún día tendría que cantarle algo a ella… No iba a ser en aquel momento, por supuesto, pero Nancy lo miraba sonriente y feliz escuchando cosas de su juventud… Danna se sentó al lado de su hijo que la abrazó y la besó con dulzura… Veía a su hijo totalmente embelesado con aquella jovencita y era tan feliz por verlo de aquella forma… Su amado Michael, su adorado hijo mayor, volvía a estar vivo… -¡Es preciosa, cariño! – La escuchó decir con lágrimas en los ojos. - La abrazaría y la besaría hasta la saciedad… tengo tanto que agradecerle a esa jovencita, hijo… - Sentía las manos de Michael en su espalda, la acariciaba. - Jeremy tenía razón… pensábamos que te habíamos perdido para siempre… Vio lágrimas en las mejillas de su madre, hablaba bajito, solo para él mientras el resto bromeaba sobre su vida junto a Nancy… -Y ahora estás aquí de nuevo… feliz, vivo, con ese brillo en los ojos que perdiste hace tanto… Miró a su hijo amándolo con todo su ser. - La vida ha sido tan injusta contigo, hijo mío… pero has vuelto… -No llores, estoy bien. - Secó aquellas lágrimas y la abrazó, apoyando su cabeza en su pecho. Ella sí que había sufrido durante todos esos años, por su padre, por Jeremy, por él. ¡Amaba tanto a su madre…! - Y no volveré a irme nunca más. Las nenas comenzaron a gritar alrededor del árbol… aún faltaba la estrella… todos había estado esperando al primogénito para colocarla y ante la sorpresa de la nueva visita habían olvidado colocarla… Se levantaron y rieron mientras se acercaban a aquel precioso y enorme árbol blanco… Danna adoraba aquellas fechas y siempre preparaba la casa con todos los detalles…incluyendo cientos de luces alrededor de la casa, calcetines encimad e la chimenea y un impresionante árbol de navidad presidiendo el salón… Miró a Nancy a su lado y le cedió la estrella… Ahora ella formaba parte de aquella familia y deseaba que colocase la estrella en la cima… La elevó mientras trataba de colocarla… no llegaba bien pero los brazos fuertes de Michael la auparon para que llegase hasta arriba… El árbol se encendió, la estrella brilló en lo alto y todos cantaron un villancico mientras reían y se abrazaban… Eran una familia maravillosa que se amaban de verdad… abrazado a aquella jovencita que disfrutaba de aquellas fiestas a su lado, con su familia… Miró a su madre, embobada viendo a su hijo junto a aquella chica que lo llenaba de vida… pasó su brazo por encima y la abrazó también… a las dos… tenía a las dos mujeres más importantes de su vida ahí, con él, mientras tarareaban unas canciones populares y brindaban con algo de ponche casero… Serían unas maravillosas navidades… Capítulo 21 EL REGALO MÁS ESPECIAL DE TODOS Aquella habitación era bastante grande y confortable, cálida y con una cama muy grande… ¡Una cama muy grande! ¡Iban a dormir en la misma cama! Era la primera vez que estaba en una habitación con un hombre y estaba tremendamente nerviosa, sentada en un rinconcito, tocando aquel vestido que llevaba puesto y esperando a Michael, que había ido a lavarse los dientes… Miró su maleta… no había metido mucha ropa… su pijama de franela y su cómodo pijama que usaba en casa… Poca ropa para aquellos días y algo para el aseo personal… Recordó su sofá… habían dormido juntos hacía unos días, pero… no era lo mismo… Allí se habían quedado dormidos viendo una película… vestidos… ahora estaban ahí, con una gran cama que los esperaba… y estaba temblando… Lo vio entrar y comenzar a quitarse la ropa… ¡delante de ella! Ni siquiera se giró un poco, Michael se desabrochó aquella camisa ajustada color vainilla con la que estaba guapísimo y dejó ver su torso bien cuidado mientras se colocaba un pijama de invierno. Lo vio desabrocharse aquel pantalón y en pocos segundos lo tuvo allí, en calzoncillos… un cómodo y sexy bóxer negro que se pegaba a su cuerpo bien cuidado por el ejercicio. ¡Estaba tan guapo desnudo! Se colocó su pijama de invierno mientras le hablaba de cómo había ido la cena, sin percibir la timidez de la joven que se sentaba en un lado de la cama, aún vestida… Su jersey, su camisa, ni siquiera quería mirarlo aunque lo deseaba con locura… estaba más nerviosa que nunca y por fin Michael pudo notarlo. Se acercó a ella, la levantó de la cama y la besó en la nariz calentita… -¿Si quieres puedo ayudarte a ponerte el pijama? – Sabía que estaba muy nerviosa así que trató de bromear… Se giró mientras se quitaba aquel vestido y se vestía para dormir… Pijama de franela…tapadito… color rosa… se metió en la cama y sintió el cuerpo de Michael pegado al suyo… Era muy tarde, cerca de las tres, estaban agotados, así que permanecieron ahí juntos, entrelazando sus manos bajo aquel edredón, notando la respiración y el calor muy cerquita de sus cuerpos. -Tranquila… - Le susurró en el odio mientras la abrazaba… Sabía que estaba nerviosa, asustada… era la primera vez que estaba así… en la cama con un hombre y después de la experiencia con… - Cierra los ojos y relájate… No pasa nada… - Sujetó su mano y metió sus dedos por entre los suyos, mientras la rodeaba con sus brazos y trataba de hacerla sentir segura y cómoda… No pudo dormir enseguida, al contrario que Michael que se quedó cuajadito abrazado a ella. Lo miraba, durmiendo a su lado, acariciaba su pelo, besaba su rostro, recostaba su cabeza en aquel pecho y sentía sus brazos rodeándola…No quería que aquello se acabase nunca… ¡Y tanto miedo que había tenido aquella noche solo de pensar en…! No habían hecho nada… solo dormir… y había sido genial estar a su lado toda la noche, despertándose en mitad de la madrugada y observando su rostro sereno y bellísimo… ¡¡Quería estar así para siempre!! Y se recostó en su pecho, cerrando los ojos, oliendo a Michael durante horas y sintiendo como la abrazaba y la acariciaba, medio dormido… Los gritos de las niñas los hicieron despertar…los regalos estaban en el árbol…había llegado santa Claus, dijeron al abrir la puerta de aquella habitación y haciéndolos sobresaltar. No se levantaron de inmediato, Michael miró a su lado, Nancy estaba realmente preciosa mientras se esperezaba. Pasó sus brazos por encima de ella y la abrazó, no podía ser más feliz solo por estar a su lado. Habían dormido juntos toda la noche, muy pegaditos. Besó despacio aquellos preciosos labios mientras le daba los buenos días, una vez, otra vez, cerrando los ojos, sintiéndola muy cerquita de su alma que vibraba a su lado; escuchándola decir lo bien que había dormido y las ganas inmensas de seguir allí para siempre. -Es cómoda mi cama, entonces, ¿no? – Y se movió hasta colocarse encima de ella, pasando sus brazos alrededor de su cuerpo y acariciando su rostro mientras la miraba totalmente enamorado. -Tonto, no es por la cama… - Le dijo pasando sus manos por su cabello alborotado. ¡Estaba tremendamente guapo recién levantado. – Te sentía abrazarme toda la noche y… nunca antes me había sentido tan segura como cuando estoy a tu lado. – Se incorporó solo un poco hasta rozar sus labios. – Gracias… -¿¡Vas a darme la gracias por dormir contigo, Nancy!? - Preguntó extrañado y sonriendo, sin dar crédito a lo que escuchaba. -Por hacerme tan feliz… por hacerme sentir lo que siento cuando me besas… por hacerme vibrar como nunca pensé poder hacerlo… - La adoraba… La miró fijamente rozando su cabello con las manos… La tenía justo debajo de su cuerpo y tenía tantas ganas de hacerla suya… pero solo sonrió mordiéndose los labios, mirándola pícaro, sensual… -Te juro Nancy que voy a dedicar cada día, cada segundo de mi vida en hacerte la mujer más feliz del mundo. – Y aquello era una promesa solemne, de por vida. -¡Qué bonito, Michael! – Le dijo llenándolo de besos por toda la cara. - ¿Sabes qué? ¡Ya sé que voy a pedirle a Santa para el año que viene! – Le soltó riendo. – Poder despertarme cada día a tu lado, Michael Harrison… -Llegas tarde, preciosa… - Dijo pegado a su boca, rozando sus labios, su nariz… jugando con ella. Paró y la miró fijamente, solo un segundo. –…porque ya se lo he pedido yo… No pudo llegar a sus labios a tiempo. La puerta de la habitación se abrió de golpe, dejando entrar a Jessica, la sobrina pequeña de Michael que gritaba como loca por los regalos que había junto al árbol. Se tiró encima de aquella cama, encima de Michael y Nancy que rieron su felicidad y su ilusión por aquellas fiestas. No tendría más de ocho años y estaba entusiasmada, abrazando a Michael que intentaba levantarse de la cama para bajar al salón. -¡Cuidado, Jessi, vamos a aplastar a Nancy! – Dijo aguantando el peso para no hacerle daño mientras escuchaba a su sobrina pedirle que se levantase. Había muchos regalos y querían abrirlos cuando todos estuviesen abajo. – Bueno, habrá que ver qué ha traído Santa Claus… - Y le guiñó un ojo, sin dejar de mirarla y sujetando en brazos a su sobrina que entusiasmada esperaba que bajasen. Era temprano y apenas habían dormido… Pero allí se encontraron todos, algunos con los ojos medio cerrados, otros bostezando mientras Danna preparaba café y las nenas se entusiasmaban con los regalos. Regalos para todos, preciosos detalles que entusiasmaron de verdad a aquella familia. Ropa, colgantes, pulseras, peluches, libros, juguetes, bolsos, relojes… había para todos, que abrieron sus regalos con alegría y sorpresa… Y un regalo más escondido entre los demás… Una de las peques lo vio y grito el nombre de Nancy, era para ella… ¿Un regalo? ¿Pero si ellos no sabían que iría? ¿Quién le había…? Miró a Michael… había sido él… Estaba sentado en el posa brazos del sillón tomando una taza de café que Danna le había traído… ¿¡Le había dejado un regalo para ella!? ¡¡Vaya sorpresa!! Nancy se levantó sonriente y cogió aquel paquetito… sabía que era de él que la miraba sin dejar de sonreír… Era todo un detalle tenerle algo en aquella casa… así no se sentiría fuera de lugar… Levantó la vista y sonrió mientras lo abría, sabiendo que todos los ojos que había en aquel salón, se fijaban en ella. Sacó el papel con entusiasmo y vio una cajita, no pesaba… Abrió la tapa y vio dentro dos billetes de avión… Miró a Michael con lágrimas en los ojos… ¡No podía ser…! ¡¡Bora bora!! ¡Dos pasajes a la Polinesia Francesa! ¡¡Estaba loco!! Era su sueño, su gran sueño…! ¡¡Y él lo sabía… ya lo habían hablado!! -¡¡Michael!! ¿¡Te has vuelto loco!?- Le dijo mientras caminaba hacia él con los ojos llenos de lágrimas… -¡Joder, Bora Bora! ¡Se van a Bora Bora! –Carol dio un grito de alegría. El alboroto en aquel salón era impresionante, todos se levantaron a tirar los papelitos de decoración que había en el interior de la cajita que Nancy sostenía en las manos… -¡Vaya hermanito! Has tirado la casa por la ventana, ¡eh?- Replicó Jeremy que también había tenido un buen regalo de su hermano mayor. -¿Qué me dices, Nancy? ¿Hablarás con el jefe para que te de unos días libres? – Le encantaba provocarla y mirarla mientras la veía sonreír de aquella forma… Se abalanzó sobre él y casi dejó caer aquella taza que Danna sujetó rápidamente. Le encantaba ver a su hijo y a toda su familia así de felices… La vio besar a Nancy, beso tras beso, que no pudo disimular la alegría de aquel regalo. -¿¡Te has vuelto loco!? ¿¡Sabes lo que vale un viaje como ese!? – Le dijo abrazándolo con ilusión. -Bueno, tengo una ligera idea… - Estaba claro… lo había pagado él… -Pero, era un regalo mío… ¿recuerdas?. Algún día…– Ellos ya habían hablado de aquello, en una de las salidas que tuvieron, mientras hablaban de sus gustos y lo que deseaban hacer. Nancy comentó, de pasada, que algún día quería ir a Bora Bora y que lo invitaría a ir con ella. Michael soltó una carcajada en aquel momento, sabiendo que aquel viaje se salía de las posibilidades de la jovencita ilusionada que tenía frente a él… Pero no lo olvidó… Nada de lo que ella pudiese decir se borraba de su mente… -Si quieres, puedo ir descontándotelo de tu sueldo… - Y le guiñó un ojo mientras era observado por su familia. Ni siquiera se atrevería a hacer algo así… deseaba ir con ella a Bora Bora y pasar unos días juntos… Solos…- Tengo que ir a los Ángeles por motivos de trabajo… estaré unos días allí… ¿Qué te parece si vienes conmigo y cuando termine con los negocios nos vamos juntos a Bora Bora unos días? - La tenía muy cerca…- Un lugar paradisiaco, un bungaló de lujo con jacuzzi, playas desiertas y todo el océano para nosotros… Se abrazaron mientras la escuchaba decir que lo quería, en el oído, muy bajito. Nancy se cortaba bastante con todos allí y Michael podía entenderlo… su edad, su falta de experiencia… pero todo en ella lo volvía loco, hasta su falta de picardía… La miró fijamente y la separó de su cuerpo un instante. Metiendo su mano en aquel pantalón sacó otra pequeña cajita de color roja, que era otro regalo para Nancy. ¡Aquella era su mañana…! La tenía guardada desde hacía mucho tiempo, realmente aquel sí era un regalo importante para él… Quería dárselo en aquel momento, delante de todos, a sabiendas que crearía un gran revuelo… -Pero, ¿por qué has comprado otra cosa? ¡El viaje es fantástico…! – Aún estaba fuera de sí con aquel viaje de dos… Michael miró hacia abajo, pensando en cómo explicar de qué se trataba. Vio a su madre y a su hermana emocionadas, ellas sí sabían de qué se trataba… Lo conocían muy bien y sabían perfectamente que aquella jovencita lo era todo para él… Todos lo imaginaban. Nancy no. -Nancy, quiero que entiendas que este regalo es muy importante para mi… - Sujetó la tapa de aquella cajita que ella sostenía y la abrió. – Se trata de un regalo de familia que, hasta ahora, han llevado las mujeres más importantes de mi vida… - Sacó aquella preciosa pulsera de oro blanco y diamantes de Tyffany y la colocó en la mano de Nancy que no podía dejar de temblar. – Mi abuela, mi madre, y Elizabeth… Ahora quiero que la lleves tú… para siempre… -¡¡Michael, es preciosa!! - Susurró mirándolo fijamente. – No sé qué decir… - Y no pudo contener aquellas lágrimas… emocionada… -Ellos ya saben lo importante que eres para mí... Nunca te habría traído hasta aquí de no estar totalmente seguro de lo que siento…- Sujetó aquella mano pequeña que acarició y la beso con dulzura. – Pero, ahora necesito que lo sepas tú… - Quitó las lágrimas en las mejillas de Nancy, se acercó a ella, muy cerca de su boca. – Eres la mujer con la que quiero estar el resto de mi vida… Y la besó delante de todos, sin importar el llanto de Danna que no podía dejar de alegrarse por su hijo. Volvía a ser el mismo Michael que perdió con la muerte de Elizabeth. Y aquel regalo… ¡Muy importante debía ser aquella jovencita para habérselo entregado en tan poco tiempo! Solo unos meses en New York y había encontrado a alguien que lo había vuelto loco y le había devuelto la vida… No importaba el tiempo, no importaba la edad… Uno no pedía de quien enamorarse, no se elegía a la persona a la que amar para siempre… Y a su hijo, por fin, le había llegado una nueva ilusión que le había devuelto todo… No podía estar más contenta… Como Carol y Helen que se lanzaron sobre ellos abrazándolos y celebrando la noticia… Jeremy se mantuvo más retirado, sonriendo, mirándolos… Aquella jovencita era realmente maravillosa… Su familia volvía a estar feliz y todo era gracias a ella… Su madre y sus hermanas sufrieron muchísimo con lo sucedido con Michael, durante años, viéndolo alejado de la familia, muerto en vida… Ahora volvía a ser el mismo de siempre… Todo volvía a estar perfectamente bien… Nancy era un ángel para ellos… La visita de John aquel día dejó a Nancy algo cortada y no supo qué decir al verlo allí, en el salón, sentado con todos ellos… eran buenos amigos y John vivía cerca de allí. Se había acercado a ver a la familia y desearles unas felices navidades cuando la vio aparecer por aquel salón con una bandeja de galletas. Danna hizo las presentaciones, muy contenta mientras Michael sonreía, mirándola, sabía que Nancy no sabría cómo comportarse delante de John. Era su jefe también… -No te molestes, Dana… Nos conocemos… ¿No es cierto, Nancy? – Le peguntó sin querer decir que era empleada suya. La vio mover la cabeza cabizbaja. Miró a su amigo, a su lado. Realmente iba en serio con aquella jovencita. - ¿Me acercas una de tus galletas? Seguro que están deliciosas… Trataba de hacerle las cosas más sencillas, entendía el nerviosismo de aquella chica al tenerlo en aquel salón… Era su jefe… y el amigo de Michael… ¿Cómo tratarlo? Bromeó con ellos sobre las deliciosas recetas que Danna siempre hacía en aquellas fiestas, tenía muy buenos recuerdos de las maravillosas fiestas en su casa. Se sentó al lado de Michael que no dejó de acariciar su espalda, observado por su amigo… intentaba hacerla sentir cómoda, tendría que acostumbrarse poco a poco a las visitas de sus amigos que ya no solo eran sus jefes… Danna salió a la cocina un segundo… dejando solos a aquella pareja y a John, quien miró a Nancy, cerca de él y asintió con la cabeza… veía que la cosa iba en serio y él también tendría que acostumbrarse a ver a su amigo con esa jovencita… Volvió a coger de sus galletas, quería hacerla sentir bien, acercándose poco a poco a ella que aún le hablaba de usted… Era extraño… sería extraño… porque realmente trabajaba para ellos pero también salía con su mejor amigo… y no olvidaba de quien era hija… -Tendremos que acostumbrarnos a esta nueva situación… - Dijo mirando a su amigo y a la joven que no levantaba la cabeza del suelo… Tímida con él… - Tranquila Nancy… hasta ahora no me he comido a nadie… - Bromeó mirándola y viendo como levantaba la cabeza y lo observaba… ¡Era preciosa, sí señor! – Has hecho que este hombre pierda la cabeza por ti… lo sabes, ¿no? – Miró a su amigo ante el silencio de Nancy… - Desde luego no me extraña… es preciosa, Michael… -¿Qué te parece si salimos una noche todos juntos? Así, Nancy os conocería mejor… no es… tan tímida como parece, y… sabe hablar aunque hoy esté algo mudita… - Bromeó mientras la acariciaba… sabía que estaba muy cortada delante de John… -Sí… ya me di cuenta el día de la junta… - Nancy lo miró avergonzada… sabía de qué hablaba… - Y también tiene mucho carácter, pero eso me gusta. - Seguía bromeando con ella pero la seguía viendo retraída con él… Ya se le pasaría… -Te he visto plantarte en una sala llena de ejecutivos y enfrentarte al jefe delante de todos, defender a una compañera para evitar un despido inminente pese a las duras consecuencias que eso traería sobre ti, y aguantar insultos y humillaciones de mi colega Edward sin ni siquiera perder la entereza y la dignidad. – La miró sonriendo. – Eres muy distinta a cómo te pintaban en el edificio, Nancy Sanders, y estoy seguro que nos llevaremos muy bien. Sí, lo harían, Michael estaba totalmente seguro que su amigo la trataría como ella se merecía. Era su chica, la que él había elegido, y John respetaría su decisión como siempre había hecho. Edward sería otro tema. Danna llegó con unas bandejas para tomar algo calentito y charlar un poco sobre la nueva situación de Michael… Estaba tan contenta porque volviese a ser el mismo de siempre… Así que la conversación se ciñó de nuevo en aquella jovencita que estaba sentada cerca de él, callada, tímida, sin saber qué decir ni qué hacer… No le gustaba ser el centro de atención de aquella charla… no sabía qué decir… Entendía que se había formado un gran revuelo con su presencia en aquella casa pero la visita de John, sus miradas, la ponían muy nerviosa… Sabía que se acostumbraría… era amigo de Michael y ahora estaban juntos, pero… era extraño sabiendo que era su jefe… La entrada de Carol y Jeremy al salón ayudó a dejar aquel tema a un lado y después de unos afectuosos saludos, charlaron sobre la salida que harían al día siguiente… ellos también querían ir, se apuntaban… hacía tiempo que no iban de marcha a ningún sitio… Saldrían por la noche, dormirían en casa de Danna y saldrían temprano para trabajar de nuevo a Manhattan… Pijama de invierno… pantalón largo y chaleco ancho…pijama de algodón, con short y camiseta… sexy… Sus manos quisieron coger el de puro invierno pero su cabeza miró el otro… Cerró los ojos, suspiró… Y sus manos se acercaron a aquellos short ajustados que se colocó rápidamente… Desabrochó su sujetador y se colocó aquella fina camiseta que era idónea para provocarlo… Había llegado el momento de jugar… aunque quisiera morirse de la vergüenza… Michael aún estaba de espaldas, desvistiéndose, cuando ella trató de abrir aquella cama para acostarse. Se quedó mirándola fijamente… ¡No podía ser! ¿¡Iba a dormir con aquel pijama de verdad!? Aquello iba a ser una tortura para él… -¿Vas a dormir con eso? –Preguntó embobado, mirando aquellas piernas bronceadas y torneadas… -Sí… - Su voz era provocadora… -¿No tendrás frío?- La ayudó a tirar de aquel edredón de plumas… -Esta cama es calentita…- Y de un salto se metió dentro, tapándose y mirándolo fijamente… Sabía que lo provocaba… -¡Oh… genial…! – Dijo suspirando… solo de imaginarla allí dentro con aquella ropa… ¿Duermes con ese pijama en puro invierno…? – La miró sonriendo… - ¿Y con qué duermes en verano? – Preguntó mientras se metía en la cama, a su lado… -Con unas braguitas de encaje… - Se acercó para darle un beso de buenas noches… - Solo con unas braguitas… - Y se dio media vuelta, esperando su respuesta mientras sonreía… Apagó la luz y se acercó a ella que lo aguardaba impaciente… Quería ver hasta dónde podía llegar… deseaba ponerlo al límite… Su cuerpo se pegó al de Nancy y sus manos acariciaron aquellas piernas suaves, calientes… lentamente, mientras las subía, metiéndolas bajo aquella camiseta y rozando aquellos senos descubiertos. Cerró los ojos y besó su cuello, sin dejar de acariciarla… Sentía aquellos pechos duros bajo su mano, mientras la notaba excitarse ante el contacto… Eran grandes, suaves, duros… ¡Se volvía loco acariciándola! -Te gusta provocarme, ¿eh? – Y sacando aquella mano de debajo de la camiseta la hizo girar el cuello para poder besarla, hasta el fondo, metiendo su lengua sin tregua alguna…- Pues mira lo que haces conmigo… - Y pegó aquel culito prieto a su miembro, duro, excitado hasta el extremo. -Quieto…- La escuchó decir mientras ponía una de sus manos en su pecho y lo alejaba… - Aquí, no… van a escucharnos… - Le encantaba aquello…llevarlo al límite y detenerlo justo en aquel momento… -¿¡Qué!? – Excitado. - ¡No van a escucharnos! – Le dijo mientras seguía acariciándola… -¡No, Michael! Aquí, no… tendrás que esperar… - También lo deseaba pero… después de todo lo que había pasado entre ellos, y todo lo que él le había dicho… debía esperar… No quería parecer una chica fácil… -¿Esperar a qué, preciosa? ¡Me vuelves loco…! – Le susurró mientras mordía su cuello sin cesar… notando su olor, sintiéndola vibrar con sus caricias… -Sabes que estás a prueba… ¿recuerdas? Necesito que esperes un poco… – Y sacó su mano de debajo de aquella camiseta, seguía tocándola… -¿Después de todo lo que te he dicho sigues teniéndome a prueba? ¡¡Nancy!! - Por supuesto que aquello no era cierto… Sabía que lo estaba provocando… no estaba a prueba, no estaba enfadada… lo provocaba porque le gustaba verlo de aquella forma… no era tonto… la iba conociendo… La miró sonriendo mientras la veía morderse los labios… Pícara, provocativa, sensual… ¡Dios, que preciosa estaba y cómo conseguía ponerlo! -¿Te metes en mi cama con ese pijama y quieres que me de media vuelta y me eche a dormir…? – La vio afirmar con la cabeza mientras se giraba y le daba las buenas noches de nuevo… Quería jugar… Nancy sonreía bajo aquella almohada, a sabiendas de cómo acababa de ponerlo y de cómo lo había dejado… Había sentido aquello… tan duro, y le gustó aquella mano en sus pechos… Pero prefería esperar un poco, hacerlo sufrir, seguir jugando con él… solo un poco… Una parte de ella deseaba seguir, experimentar todas aquellas sensaciones nuevas que Michael le hacía sentir… curiosa, juguetona… otra, sin embargo pensaba que debía controlar un poco aquella situación y demostrarle que no era lo que todos decían de ella en el edificio… -Dijiste muchas cosas… ya te perdoné pero… - Lo miró a su lado, quieto, escuchando sus palabras con interés… - …no quiero que pienses que soy una chica fácil… -No pienso que seas una chica fácil… - Y sujetó su barbilla, acariciándola, haciendo que lo mirase fijamente a los ojos… - Nancy, preciosa no quiero que te cohíbas por mi culpa… Quiero que sigas haciendo las mismas cosas que hacías… me gustaba, me volvía loco y lo sabes. - Sonrió, pícara… - Si de verdad quieres que espere, lo haré. - Lo había dicho de verdad… cerrando los ojos y pensando en lo difícil que sería. - Llevo mucho tiempo sin sexo y me va a costar bastante controlarme, sobre todo viéndote con tan poca ropa… - La vio sonriendo a sabiendas que llevaba razón… en parte se lo había puesto para provocarlo un poco. En parte no… lo había hecho para volverlo loco. - ...pero por favor, hasta que no estés preparada no uses estos pijamas que me ponen al límite. Sintió sus brazos rodeándola, mientras su cuerpo, algo más calmado se volvía a pegar a ella… esta vez quieto, sin movimientos, sin excitación, mientras sentía aquel beso en su cabeza y aquella calma que vino poco después… Dormirían abrazados… solo dormirían… Nancy no había llevado ropa adecuada para ir a una discoteca así que Carol dejó que eligiese algo de ropa de su armario, seguro que aunque no tenían el mismo cuerpo podría apañarse con algo… eligió unos pantalones con reflejos plateados, que llevaba un fajín caído con flecos en uno de los lados, y una blusa de tirantas negra con transparencias… Helen le prestó unos tacones de vértigo. La discoteca estaba cerca de la casa, unos veinte minutos en coche, y llevaron el de Michael solo, Carol y Jeremy estaban dispuestos a beber bastante aquella noche. John iba con su mujer, que hizo buenas migas con Nancy a la que acababa de conocer y con la que estuvo hablando de muchas cosas, junto con Carol. Era la más joven de las tres pero había congeniado muy bien en el grupo. Intentó integrarse con John también, él la ayudaba, podía notar sus miradas, sus sonrisas… intentando hablar con ella para que pudiese sentirse a gusto… Era la chica de su amigo… no le quedaba otra… Y lo cierto es que después de dejar a un lado la timidez, Nancy le pareció una joven encantadora con la que poder hablar de muchas cosas… Veía a Michael a su lado, sin dejar de mirarla completamente enamorado, acariciando sus brazos, su espalda… el contacto entre ellos era constante… Realmente hacían buena pareja a pesar de la diferencia de edad que era evidente aunque a ellos no parecía importarles en lo más absoluto… Llevaban varias horas allí, bebiendo, hablando, riendo, cuando se escuchó una de las canciones que Nancy solía bailar en sus clases… Comenzó a soltarse, tirando de Michael a la pista. Estaba endemoniadamente guapo con aquella camisa blanca, sin cerrar hasta arriba, aquellos pantalones de pinza que se ajustaban a aquel culo prieto que acarició con disimulo a lo largo de la noche, una correa de Gucci ajustando su cintura y aquel maravilloso olor a perfume caro. Michael se echó atrás… no iba a bailar aquello, no tenía ni idea de cómo se bailaba aquello… la vio alejarse solo un poco, en medio de aquella pista… y comenzó a bailar…mirándolo, provocándolo… ¡Estaba preciosa…! Sus pasos eran sensuales, abriéndose camino en aquella pista que comenzó a ensancharse cada vez más mientras la miraban… ¡No podía entender cómo podía llegar a hacer que una discoteca entera estuviese pendiente de ella solo con aquel baile! Pero era cierto… La gente comenzó a acercarse a ella, bailando a la misma vez, haciendo los mismos movimientos que ella mientras todos lo miraban a él… No sabía qué hacer, se encontraba en aquella pista, siendo observado por todos, por ella que conseguía ponerlo nervioso. La miraba sonriente… ¡Estaba loco por ella! Jeremy y los demás se acercaron a la pista, la vieron bailar ejecutando aquellos pasos a la perfección y sin saber que ella era profesora de baile en el edificio… John la observaba de lejos, él si lo sabía, y no podía dejar de sonreír también. Su amigo era realmente feliz con aquella chiquilla… Ahora podía verlo… Seguía provocándolo en aquella pista mientras la canción se iba acabando y se iba acercando a él, la esperaba, impaciente… quería besarla con locura… las ultimas notas, la gente enloquecida con el baile y Nancy acercándose a él mientras terminaba abrazada a él mientras aplaudían… -¿Qué voy a hacer contigo, Nancy? – Le preguntó mientras la tenía en sus brazos, sin soltarla… Los brazos de Nancy lo rodeaban y sentía su respiración agitada… - ¡Estás loca… y me tienes loco! – Y aquel beso no se hizo esperar más… apasionado, mojado, mientras la seguía sosteniendo en brazos… ¡cómo la quería! La miraba, la acariciaba, la besaba delante de todos, sin importarle nada… Jeremy aprovechó una canción movida para sacar a bailar a aquel bellezón… No sabía que bailaba de aquella forma y ahora que la había visto… Le brindó la mano, allí sentados, mientras tomaban algo juntos… -Ven aquí, cuñadita… vamos a enseñarle a mi hermanito como se baila con una mujer así… Sujetó la cintura de Nancy y la llevó hasta la pista ante la sonrisa de Michael que siguió sentado con John. Bailaron aquella salsa con movimientos sensuales, pegados, Jeremy se acercaba a ella mientras la miraba de arriba abajo, embobado con aquel cuerpo perfecto que se movía sexy, volviendo loco a todo hombre que pudiese verla. Nancy estaba radiante con aquella ropa, disfrutado de aquel baile y del estupendo bailarín que había descubierto en Jeremy. Se le veía feliz mientras bailaba, como a ella, tal vez aquello era lo que necesitaba en su vida… Sintió su cuerpo musculoso pegado al de ella, intentó retirarse un poco pero él la pegó contra su cuerpo, moviéndose sensual…No debía tener miedo de él… no había ningún tipo de peligro tal y como había explicado Michael en la cena… Le gustaba su culo, era perfecto… pero a él le ponía otra cosa… y le guiñó un ojo mientras la pegaba de nuevo a su cuerpo… Bailaban muy bien, se coordinaban a la perfección y aquellos cuerpos perfectos lucían muchísimo en aquella pista. Jóvenes, guapos, deportistas, y disfrutando de la noche y de la música. -¿Qué vas a hacer, Michael?- Preguntó John cuando se quedaron solos en aquella mesa. – Veo que con Nancy la cosa va en serio… he visto la pulsera en su mano… - La conocía, llevaba tantos años con Michael y su familia que sabía muchas cosas de ellos. -Así es… - Cogió aquel vaso y bebió un trago mientras sonreía a Nancy en la pista… -No creo que Sanders mintiese cuando dijo que cancelaría los proyectos hoteleros. – Estaba preocupado de verdad por la situación en la oficina… pese a que apoyaba a su amigo en aquella relación… - ¡Es un buen marrón, amigo y no digo con eso que debas acceder a sus chantajes, pero…! -Por supuesto que no lo haré, ya me conoces. Y respecto a lo que has dicho, no creo que sea un farol… - Michael estaba seguro de ello.- Pero no va a conseguir que la deje en sus manos bajo ningún concepto. -¿Y tienes algo en mente para solventar una pérdida como esta? – Quería ayudarlo… para nada intentaba poner trabas en aquella historia… estaba claro que estaba muy enamorado de aquella jovencita… - Si quieres podemos reunirnos para ver qué podemos hacer… -Tengo previsto una reunión con Martin, en los Ángeles, tiene un proyecto exquisito con unos clientes árabes. De momento no sé mucho más, me enviará los planos en estos días para echarle un vistazo, pero Phillips me ha propuesto volver a trabajar juntos y la verdad es que es una buena oportunidad después de lo de Sanders. – Perderían muchísimos millones de dólares por su culpa. Pero por lo pronto… voy a bailar con Nancy y olvidarme de los problema durante unas horas… - Se levantó de aquel sillón… - Es navidad… - Sonrieron… Sonó una bachata, eso sí que sabía bailarlo. Llevaba muchos años sin moverse en una discoteca pero recordaba los pasos que aprendió hacía años, cuando aún ligaba con las chicas bailando esa clase de baile, se le daba bien. Nancy bailaba con Jeremy pero se acercó a él al verlo en la pista… Lo vio moverse bien, siguiendo el ritmo, sujetando su cintura y apretándola contra su cuerpo… dos a un lado, salto… dos a otro… salto… movimientos sensuales… Michael bailaba bien aquel baile… La guiaba, la llevaba, sujetado su mano en su pecho, girándola, de espaldas, rozándose con ella, volviendo a girarla y siguiendo los pasos mientras la miraba y le cantaba que era ella la única que lo tenía loco y la que lo hacía soñar… La noche fue realmente mágica para ellos… Estaba desnudándose cuando Michael entró en la habitación. Solo tenía puesto aquellas braguitas verdes de encaje y tapó sus pechos con aquel chaleco en cuanto sintió la puerta. Lo miró enrojecida… Michael se fue al fondo de la habitación, cerca de la ventana y volviéndose de espaldas como cada noche, comenzó a desvestirse… Sabía que Nancy se lo pediría… Sintió las manos calientes de Nancy en su cintura desnuda y al girar la cabeza, la vio tras él… aún no se había puesto aquel pijama que tanto le gustaba. Sus manos sujetaban la parte de arriba, tratando de cubrirse sus pechos desnudos… Lo miraba de una forma que… -Lo he pasado muy bien esta noche, Michael… -Su mano acarició aquel pecho descubierto… Le encantaba acariciarlo notando cómo trataba de contenerse…Lo miraba…lo deseaba… con toda el alma… Miró a Michael de reojo… lo provocaba… Sonrió y miró aquel cuerpo a su lado… desnudo…Rodeó aquella cintura con sus brazos, pegando aquellos cuerpos que ardían en deseo… Él también sabía jugar… -¿Qué ha pasado esta noche con tu pijama? – Bajó aquella mano hasta aquellas braguitas pequeñas que era lo único que llevaba puesto… -No tenía pensando ponérmelo… - Y le hizo ojitos mientras lo decía… -¿¡Ah, no!? - ¡Estupendo! ¡Parecía que ya estaba preparada! - ¿Y con qué piensas dormir? – No era tonto… sabía lo que estaba buscando… pero a él también le gustaba aquel juego… -Pues…con nada… - Se acercó a su oído y susurró… - Si a ti te parece bien…claro… - No quería esperar más… era una imbécil tratando de ponerlo a prueba cuando sabía perfectamente que aquel hombre estaba enamorado de ella… -A mí me parece genial… pero como te metas en mi cama desnuda… no respondo de mi, Nancy… Y lo digo en serio…- Se sintió rodeado por aquellos brazos que soltaron la camiseta, descubriendo sus pechos firmes que rozaron su cuerpo excitándolo hasta el extremo. La levantó mientras la abrazaba, besándola sin parar y llevándola hasta su cama. La tumbó, se echó a su lado… Ella lo había buscado, provocándolo hasta el límite y ahora estaba ahí… La miró deseando tenerla ahí, pegada a su cuerpo y sintiendo cada parte de ella… Nancy lo acariciaba mientras le pedía no hacer ruido, se moriría de vergüenza si alguien los escuchaba y aún sin saber cómo contenerse, Michael prometió hacerlo en silencio… la miró, la deseaba…como nunca… y la tenía ahí echada en su cama, desnuda solo con unas braguitas pequeñas… la observó mientras pasaba su mano por aquellas piernas… por su vientre agitado… Vio un precioso tatuaje en la cintura de Nancy… no sabía que tuviese tatuajes… Eran unas flores que recorrían su cintura y que llegaban de forma muy sexy hasta cerca de su ingle. La miró sonriendo… a Michael no le hacían gracia los tatuajes, pero a ella le sentaban maravillosamente bien… En alguna ocasión, cuando daba clases y llevaba chalecos de tirantas, había podido ver una pequeña mariposa cerca de su hombro derecho, pero nada que ver con aquel que le recorría gran parte de su cintura… Acarició aquel dibujo que marcaba su piel, media cintura… Lo besó despacio desde el principio hasta el final, pasando sus manos por él, su lengua… -Así que te gustan los tatuajes, ¿eh? – Sentía sus manos acariciando su cabeza mientras la miraba ardiendo de deseo… Nancy preguntó… Tal vez a él no… - No hay nada en ti que no me vuelva loco, preciosa… - Siguió mirando detenidamente aquel maravilloso cuerpo que era suyo… totalmente suyo... acariciando sus pechos, lamiéndolos… haciéndola gemir y tapando su boca al escucharla… Rieron… Iba a ser algo complicado hacerlo en silencio… Nancy nunca había sentido aquellas sensaciones… todo era nuevo para ella… ¿cómo controlarse si él la hacía vibrar como nunca? Sintió la mano de Nancy tocándolo, excitándolo aún más… la miró sonriendo y la dejó hacerlo mientras besaba su cuello, sus orejas, su boca… -Nunca había tocado a un hombre hasta el día en el baño… -Le dijo mientras se sonrojaba…- … me gustó… - Mordió sus labios, bajando la mirada… Le dijo que desabrochase aquel pantalón y lo hizo, nerviosa… “Tócame” lo escuchó decir y metió su mano dentro, sintiendo su miembro muy duro. Lo miró ruborizada pero no se detuvo, le gustaba… Michael sujetó su mano y la metió dentro de sus calzoncillos… lo tocó… lo sintió… aquel calor en su mano mientras se movía con la de él, suave, lento sintiendo como se endurecía aún más por segundos… Su lengua se metió dentro de su boca mientras se volvía loco con aquel roce… gimió dentro de ella… Sabía que debía controlarse pero… la deseaba tanto… y hacía tantos años que no estaba con una mujer… -Está caliente…- La escuchó decir en un susurró…Todo aquello era nuevo para ella… y aquello lo volvía aún más loco…Enseñarla, sus primeras sensaciones en el sexo, sus primeros deseos… conseguía ponerlo malo solo con mirarlo con aquella inocencia y aquel pudor… Notó como se ruborizaba por aquel tema… quería saber, quería probar…pero todo era nuevo y extraño… Todo cuanto sabía sobre el sexo era a la fuerza y ruin… Ningún buen recuerdo sobre una relación con un hombre… ninguna experiencia agradable, satisfactoria… La dejó experimentar sola, dejando aquella mano dentro de él, mientras ella seguía acariciándolo como le había enseñado…Sujetó su cara, siguió besándola con ganas, con entrega sintiendo su excitación cada vez más incontrolada… La mano de Nancy en su sexo lo volvía loco de verdad… Se movió en aquella cama y se puso encima de ella, abriendo sus piernas, dejando caer su peso, haciendo que notase su dureza bajo aquellas braguitas de encaje y sintiendo sus pequeñas manos en su espalda desnuda. Aquel contacto en su piel lo hacía volverse loco… ¡cómo la deseaba! Nancy lo miraba sin saber qué decir… sentía muchas cosas…quería muchas cosas… no sabía decirlas…todo lo hacía enrojecer y él lo notaba. Y aquel cuerpo fuerte se movió encima de ella, apretando su miembro contra ella… Gimió de nuevo y Michael volvió a tapar su boca esta vez con sus labios… Seguía moviéndose lentamente, sabiendo que no podría parar… Sonó un móvil y ambos trataron de ignorar aquella música… para nada les importaba quien era… y siguieron sintiéndose excitados, pegados, mojados… Volvió a sonar y Michael metió su cabeza entre el cuello de Nancy… -Va a despertar a todo el mundo… -Y rió ante ello. Levantándose de encima sujetó aquel móvil y vio tres llamadas perdidas… Sarah… ¡Dios, ahora no! Nancy vio aquel nombre y tapándose con la sabana le dijo que lo cogiese… No dejaría de llamar y haría que todos se despertasen… La llamada resultó de cortesía, nada importante. Aquella mañana había llamado y le había dejado un recado pero Danna se habría olvidado y quería desearle unas felices fiestas… Miró a Nancy a su lado… sabía que aquella llamada en aquel momento le traería consecuencias… La veía pendiente de la conversación, como si creyese que se dirían algo especial… seguía teniendo celos de ella… Se volvió a acercar a Nancy al colgar el teléfono e intentó reanudar lo que habían empezado. No fue lo mismo. La sentía distante… Y la escuchó preguntarle qué había pasado entre ellos cuando estuvieron enfadados… No le prestó mucha atención a aquella pregunta, se echó encima de ella y siguió besando su cuello mientras la acariciaba… Quería volver a retomar aquel momento esperado… -¡Nancy, déjalo ya! – Le pidió… -Dime la verdad, Michael… ¿Te enrollaste con ella? –Y ante su silencio supo que era verdad… Lo apartó de encima y se acostó dándole la espalda… tapando su cuerpo desnudo… estaba enfadada. -Nancy, no puedes enfadarte por eso… - Y la abrazó tratando de calmarla… No lo consiguió. Se sentía ofendida porque cuando estuvieron enfadados, no fue mucho tiempo, ni siquiera la había echado de menos… -Me dijiste que me habías echado de menos… y te estabas acostando con ella… - Se sintió herida, humillada… -No me acosté con ella… - Le dijo abrazándola, tratando de calmarla… Y por supuesto que te eché de menos… - Le dijo abrazándola… -Mentira… si me hubieses echado de menos no te habrías enrollado con ella…- Vaya, parecía que estaba enfadada de verdad… Trató de separarlo un poco… - Si quieres, puedes llamarla. Vamos, llámala, seguro que a ella no le importa venir para aliviarte. Michael no se molestó por aquel gesto, al contrario… Se sonrió mientras la abrazaba, esta vez solo para estar a su lado… ¡Estaba celosa de verdad! ¿Aliviarlo? ¿De verdad había dicho aliviarlo? Sonrió. Sí, pero tendría que darse una ducha para ello. -¡No puedo creerlo! ¿Eres celosa? – Le preguntó mientras reía… -No. -¿Cómo que no?- Riendo. - Sabía que debías tener algún defecto… - Siguió riendo. - …con que celosa, ¿eh? Sí, tal vez debería llamarla para que me ayudase a acabar lo que tú has empezado, porque me has dejado malísimo. - Y la vio girarse y mirarlo con asombro mientras se reía con la broma. Obviamente se llevó algún que otro codazo. - ¡¡¡¡Tonta!!!! Y se volvió a pegar a su precioso cuerpo desnudo, metiendo sus manos por debajo de aquellas sabanas y acariciando su cintura, bajando por sus caderas que tenían la piel erizada… La giró, sabía que lo deseaba tanto como él, y volvió a besarla como sólo él sabía. Despacio, sin dejar de mirar sus preciosos ojos negros, mordiendo sus labios, tirando de ellos, rozándolos con su lengua que se metió en su boca sin pensarlo mientras se echaba encima de su cuerpo que lo esperaba deseoso de más… Se movió encima de ella, con fuerza, pegado a su sexo que lo sentía tremendamente excitado. Su cuello era de él en aquel momento, sus pechos firmes, su boca que trataba de ahogar aquellos gemidos de placer, su maravilloso y perfecto cuerpo que deseaba hacer suyo desde el primer día… Sentía su dureza pegada a ella, a su intimidad solo cubierta con unas pequeñas braguitas que la dejaban sentirlo completamente… Se movía muy bien, empujándola, apretándola, mordiendo su cuello, lamiéndolo… ¡No podía más! ¡¡Todo lo que sentía cuando estaba con él era tan maravilloso y abrumador!!¡No quería parar! La mano de Michael tapó su boca mientras se reía… Era muy complicado mantenerla controlada y tenía a sus sobrinas en la habitación de al lado. Volvió a moverse solo un poco, mirándola excitadísima, perdiendo el control… y respiró mientras cerraba los ojos… No podía seguir por más que lo quisiera… Nancy despertaría a todos con aquellos gemidos, así que se echó a un lado riendo y tratando de controlarse… No tendrían más remedio que esperar… ¡Y cómo la deseaba! La abrazó aún sofocada, viendo cómo se cubría sus pechos con la sábana. Después de lo que acababan e hacer seguía ruborizándose… Dejó que se echase en su pecho mientras acariciaba su espalda desnuda… Cerraron los ojos e intentaron respirar tranquilos… La encontró desayunando en la cocina con su madre y Jeremy, se habían levantado temprano… ¡Estaba preciosa, como siempre! La miró muy sonriente mientras le daba un beso y le hablaba muy suavecito en el oído… -Buenos días, preciosa. - La adoraba… estaba embobado con ella… Otro beso, miradas fijas en sus ojos, enamorados hasta la médula… mientras ella miraba a Danna, ruborizada por la cercanía de Michael… otro beso y otro… sonriendo al verla tan tímida… Los demás sonrieron ante la escenita. Hacía mucho que no veían a Michael de aquella forma y era bueno, muy bueno tenerlo tan feliz y enamorado, con ganas de vivir, de luchar, de sentir de nuevo…pero no dijeron nada, solo sonrieron y los miraron de reojo, contentos por ellos… Aquel día volverían a Manhattan y Jeremy había decidido acercarse a las oficinas de Michael… por fin. Nancy le propuso dar alguna clase de baile, con ella, seguro le gustaría. Se veía un chico deportista, muy musculado, y estaba segura que lo pasaría bien en sus clases… Michael lo miró extrañado, llevaba meses tratando de convencerlo para ir a trabajar y ella había conseguido convencerlo en tan solo tres días allí… -Dale las gracias a tu novia, hermanito… La miró mientras desayunaba… ¡Tenía que darle las gracias por tantas cosas…! Entre ellas haberle devuelto las ganas de vivir… Sin ella nada sería igual… La veía preciosa aquella mañana… Allí, en casa de su madre, en pijama aún, con el pelo alborotado y desayunando junto con su madre, sentada en uno de aquellos bancos… Era lo que deseaba… Era parte de él para siempre…Volvía a sentirse vivo a su lado, con sus bromas, sus enfados, sus besos… Nancy era la chica más especial que había conocido jamás… Risueña, dulce, encantadora, tímida algunas veces, tratando de provocarlo sin ni siquiera conocer ese mundo… Sonrojada cuando hablaba de ciertos temas aún desconocidos para ella pero que ansiaba descubrir con él… Y lo haría… él lo deseaba aún más… Capítulo 22 ¿QUIERES QUE JUGUEMOS? Nancy dejó que el joven Jeremy viera alguna de sus clases antes de decidir qué hacer. Sabía que aquello le encantaría porque había visto en sus ojos algo muy parecido a lo que ella sintió al bailar por primera vez. Era imposible volver a patinar como antes y lo único que le quedó, además del trabajo como limpiadora en aquella empresa, fue aquel local que vio vacío durante meses. Pasaba por su lado cada día, lo miraba, pensaba… Y aquel día decidió preguntar… El primer día allí, en aquella sala enorme que había sido un gimnasio meses atrás y que ahora estaba vacío, fue un poco extraña. Ni siquiera sabía qué haría en él… pero se vio cerrando los ojos y moviéndose sin ni siquiera pensarlo… Sin música, solo ella con los ojos cerrados y aquel sentimiento que la invadía y le gritaba… muévete… Ni siquiera sabía la historia de aquel joven pero sus ojos le mostraban una tristeza infinita… gritaba porque alguien lo ayudase… y sabía que estar allí, con ella, sintiendo la música como en aquella discoteca lo haría olvidar muchísimas preocupaciones… Y así fue como la vio bailar de aquella forma tan perfecta y envidió a Michael, no porque él desease a Nancy, era la muchacha más linda de todas, pero no era precisamente lo que él necesitaba… Lo envidió por tener alguien a su lado como ella, alguien tan especial capaz de luchar y vibrar de aquella forma… Cuando ella bailaba todo se paraba a su alrededor… Llevaban horas allí cuando vieron a Michael tras el cristal, observando a su hermano bailando con Nancy, a su lado, aprendiendo coreografías y totalmente frenético… Sí que parecía gustarle aquello… Pero debía ir a su despacho, iban a hablar de trabajo y aunque deseara bailar, dar clases, o montar una academia debían ser serios y hablar de otros temas también. Lo esperaba en su despacho en media hora… duchado y arreglado… ahora era su jefe y allí en el edificio debía tener un poco de distancia con él. Edward también estuvo en el despacho, ellos ya habían hablado del puesto que su hermano desempeñaría en la empresa y estaba seguro que nadie mejor que él para enseñarle todo cuando necesitase saber. Antes de que apareciese, hablaron sobre las navidades… Edward la había pasado solo en casa con Kimberley y estuvo preguntando muy interesado por las de Michael, quien lo había invitado a pasarse por casa, como en los viejos tiempos… Era el único en aquella familia que no sabía que ya no era bienvenido. Además, sabía que las había pasado con ella y no hubiese sido buena idea estar bajo el mismo techo; parecía ser muy especial en su vida y entendía que ya no podrían volver a quedar para tomar algo juntos… -Claro que sí, no seas idiota… ¿Por qué no íbamos a poder quedar a tomar algo juntos? ¡Somos amigos…! – No levantaba la vista del ordenador… debía tener aquellos documentos terminados lo antes posible… -Las cosas han cambiado, supongo… -Edward no ha cambiado nada… No te entiendo… Cuando quieras quedamos y tomamos algo juntos, como siempre…- Edward no estaba refiriendo a esa clase de quedada… -¿En serio? ¿Estás seguro de que no ha cambiado nada? – Y miró a Michael fijamente mientras se levantaba de aquel sillón que había justo enfrente de él… lo vio levantar la vista en aquel momento… Serio… acababa de entender sus palabras… - ¿Entonces puedo hablar con Sarah para organizar una quedada? Llevo años esperándola y ahora que has vuelto… no veo el momento de recordar viejos tiempos…- Y se sentó a su lado, apoyándose en la mesa, muy pegado a él que se echó atrás en aquel sillón tratando de poner algo de distancia. - …aunque si lo prefieres podemos quedar nosotros dos solos… La puerta sonó antes de que Michael pudiese contestar a aquella pregunta… pero sus miradas fueron muy fijas, entre ellos no había secretos que ocultar… se conocían a la perfección… Ambos sabían de qué hablaban, no hacía falta dar más explicaciones pero Michael había dejado aquel tema muy apartado de su vida…y no deseaba volver a sacarlo… El corazón de Jeremy dio un vuelco al ver a Edward en aquel despacho… no lo esperaba allí… apareció recién duchado con unos vaqueros totalmente pegados a aquel cuerpo musculoso, trabajado en gimnasios durante años, una camiseta de sport y unos botines bastante caros. Su pelo aún húmedo y peinado con gomina dejaba caer un gracioso mechón por su frente… estaba guapísimo… Edward se levantó y se saludaron cortésmente… se conocían desde hacía muchos años, siempre había sido muy buen amigo de Michael y estuvo muy cerca de su familia desde sus años de instituto, cuando Jeremy aún estaba en la guardería. Llevaban meses sin verse, hacía tiempo que no iba a casa de Danna… habían perdido todo contacto… Sus manos se estrecharon como buenos amigos pero sus miradas decían muchas más cosas… Michael ni siquiera lo percibió, cerró aquel portátil y dejó aquellos documentos a un lado mientras explicaba a su hermano cual sería su función en aquellas oficinas… Edward era su hombre de confianza, total y nadie mejor que él para enseñarle todo lo que necesitase… sería su sombra… -¡Vaya! ¡Qué sorpresa más grata!- Soltó Jeremy tratando de sonreír delante de su hermano… Estaba claro que entre ellos pasaba algo bastante grave… -Supongo que estarás contento de tenerme pegado a ti tantas horas al día… - Sus palabras eran irónicas… bastante… y las miradas de Jeremy despiadadas… - Siempre es mejor tener a alguien de confianza que pueda enseñarte todo lo que no sepas… -Quiero que obedezcas a Edward en todo, Jeremy… Te aseguro que nadie mejor que él para que aprendas… -Por supuesto, hermanito, no te preocupes. Edward y yo nos entenderemos a la perfección. - No dejaba de mirarlo… Era lo último que habría deseado… tener a aquel bastardo pegado a su espalda todo el día… ¡cómo lo odiaba! – Estoy seguro de que aprenderé muchísimo de él… Primero salió Edward, Jeremy quería hablar de algo con él a solas así que dejó salir a su amigo que debía terminar unos asuntos… en un rato podría explicarle las cosas a su hermano. Necesitó explicarle todo lo que había sentido con Nancy, bailando, para él todo había sido superior… era algo que lo hizo vibrar en todo momento y deseaba que Michael lo supiese antes que nadie… la propia Nancy le había brindado el puesto de su compañera que debía marcharse unos meses por baja maternal… había varios turnos y aquel estaría libre en cuestión de semanas… quería cogerlo… no le importaba trabajar allí en las oficinas con Michael pero el baile… era algo que le daba vida… Por supuesto que apoyó la decisión de Jeremy, para él era importante que se centrase en un buen trabajo aunque después quisiera dar clases de baile, de zumba o de lo que fuese… Tenía su aprobación completa… Aquel día almorzaron juntos en la cafetería, ya no tenía importancia si alguien los veía hablar, acariciarse o besarse. Todos allí sabían de aquella relación y ambos disfrutaban del otro sin ningún tipo de reparo. Sentados allí, riendo las bromas y los comentarios de la joven que tanto lo fascinaba. Steven se acercó hasta ellos y no venía precisamente con buenas noticias. Besó a Nancy con cariño, no la había visto aquellas navidades y aunque aquella joven puso una excusa, ambos sabían perfectamente el motivo por el que no lo habían celebrado juntos. El problema que traía era bastante grave. Tenían una reunión aquella mañana con los clientes de Hannover, venían expresamente para firmar el proyecto y por el momento se habían quedado sin traductor. Ninguno de ellos hablaba alemán y, debido a un imprevisto de última hora, se encontraban a escasos minutos de recibirlos sin ni siquiera poder entenderlos. Ya no había tiempo de llamar a ninguna agencia para contratar un intérprete. Steven estaba realmente tenso, aquel proyecto estaba a su cargo y no sabía qué podía hacer. Su única idea era Nancy, pero necesitaba la autorización de Michael para poder meterla en aquella reunión sin ningún tipo de problema. -¿¡Yo!? ¡¡No!! – Dijo asustada. ¿Cómo iba ella a presentarse en una reunión con aquellos empresarios. No tenía ni idea de arquitectura ni ingeniería. -Nena, tu sabes hablar alemán. – Le dijo Michael. -Nancy, sabes que no te pediría algo así si no fuera sumamente importante. – Escuchó a Steven rogárselo. -Lo sé, Steven, pero es que no sabría qué hablar con ellos… Yo no… - Sí, estaba asustada. -Yo te guiaré. – Y los ojos de Michael seguían dándole tanta seguridad… No pudo seguir negándose, su amigo lo necesitaba de verdad y solo esperaba no meter la pata delante de todos. – Te diré qué tienes qué decir y solo tendrás que traducirnos. Confía en mi… Y así sucedió en aquella enorme sala donde se acomodó al lado de Michael, donde estaba muy nerviosa sintiendo todos los ojos mirándola, pendiente de ella, de sus palabras, de todos sus movimientos. Sentía la mano de Michael en su espalda, acariciándola cuando la veía más nerviosa, escuchando atenta sus palabras y traduciéndolas a aquellos clientes elegantes que se sentaban justo enfrente de ella. A veces le pedía que volviese a repetir aquellas preguntas, era algo complicado quedarse con todas sus palabras cuando ni siquiera sabía de qué estaba hablando. Todo aquello era nuevo para ella, pero respiraba hondo, cerraba los ojos, y mostraba su mejor sonrisa mientras hablaba alemán con una perfección maravillosa después de tantos años. Michael la hizo sentir segura con sus caricias a escondidas, sus miradas serenas y llenas de complicidad, parándola sutilmente cuando lo creía oportuno solo con acariciar su espalda y sonriéndole mientras le explicaba qué debía preguntarles en cada momento. ¡No fue mal a fin de cuentas! Se despidieron de aquellos empresarios, estrechando las manos mientras sonreían, acercándose a ella y dándole dos besos a la guapísima traductora, como la llamaron entre bromas. Ni siquiera hacía unos segundos que se habían marchado cuando escuchó a Edward quejarse sobre su presencia en aquella reunión. Le parecía todo tan irreal… ¿Una limpiadora en una reunión de negocios? Pero, ¿qué estaba pasando allí? -¿También tengo que tragármela aquí? – Replicó encarándose con su amigo que soltó su cintura y miró a Edward bastante molesto. - ¿Ahora tengo que acostumbrarme a verla en nuestras reuniones como si fuese una ejecutiva más? -Edward, Nancy ha hecho un excelente trabajo hoy, y por si no te has dado cuenta hemos salvado el proyecto gracias a ella. – Aquello era cierto y aunque todos lo sabían, aquel arquitecto no iba a agradecer nada a aquella imbécil a la que todos halagaban allí. -No me jodas, ¿quieres? No pienso darle las gracias por nada… ¿Hola? ¡Estaba allí, a su lado, enterándose de todo! El comportamiento de aquel hombre con ella era vergonzoso. La trataba como una basura, como si ni siquiera estuviese ahí enterándose de todo. Ni la miraba, ni le hablaba, para él no existía. -Pues deberías. – No iba a tolerar su actitud ni un minuto más. Estaba harto de que siempre tratase a Nancy como alguien inferior. -Y ella debería volver a su puesto de trabajo, que por si lo ha olvidado es quitando mierda. – Y vio a Michael tratar de decir algo inmediatamente, obviamente en defensa de Nancy. Pero ella, lo detuvo, no tenía sentido que discutieran por su culpa, daba igual. Se conformaba con saber que había podido ayudar a Michael y Steven, ese era su gran aliciente, con eso bastaba. Las palabras de Edward no le dolían, no le afectaban… primero porque era cierto, ella era una de las limpiadoras de aquel edificio y se sentía muy orgullosa del trabajo que hacía. Un trabajo tan digno como cualquier otro. Y segundo porque tampoco le afectaba mucho lo que él pudiese opinar de ella. Era igual que su padre. -¿No vas a invitarme a subir, Nancy? – Lo escuchó mientras besaba su cuello con entrega. –Me muero por terminar lo que empezamos anoche… - Y se metió en su boca con deseo. Habían ido a cenar juntos y a la vuelta la había acompañado hasta su apartamento. Y allí estaban, en el portal de aquel edificio, besándose como dos jóvenes alocados con ganas de más. Abrazados, acariciándose. Después de lo sucedido en la habitación de Michael aquellas navidades, era complicado seguir conteniéndose. -Dijiste que hacía mucho ruido… y, Rebecca y Williams están arriba. – Volvía a jugar con él. Se apartó de sus labios y la miró mordiéndose los labios. No tenía ni idea de cómo la deseaba y después de haberla visto desnuda mucho más. -Entonces vamos a mi apartamento. Estaremos solitos y allí podrás hacer todo el ruido que quieras, preciosa. – Sus manos rodearon su cintura mientras la estrechaba contra su cuerpo. -Mañana me levanto muy temprano, Michael. Tengo que entrar a las cinco y necesito descansar. – Era una excusa muy mala. La miró sabiendo que volvía a jugar con él. No irían a trabajar ninguno de los dos, pasarían la noche juntos y tomarían ese día para estar descansar, para relajarse. ¿A las cinco? ¡Vaya horarios! Pero no importaba, ella salía con el dueño podría tomarse un descanso sin que nadie pudiese decir absolutamente nada. Estaba claro que no aceptó aquel privilegio. Eran adultos, responsables y debían comportarse en condiciones con respecto al trabajo. No iba a aprovecharse por estar con el dueño, eso era obvio, y muchísimo menos por algo que no era una urgencia. Michael esperaría… -¡Vamos, nena! – Le encantó que la llamase así. - ¿Tienes idea de cuántas ganas tengo de tenerte en mi habitación? Solos, sin que nadie nos interrumpa… - Sus dedos tocaron aquellos preciosos labios mientras sus ojos la devoraban lleno de deseo. – Me muero por volver a tenerte desnuda en mi cama, Nancy… - Pegó su frente con la de ella. La convencería. – Me muero por acariciarte y hacerte mía, solo mía… - Le susurró volviéndola loca, besando su boca y haciendo erizar su piel por entera. -Sigues estando a prueba, ¿recuerdas? – Y sonrió cuando vio su cara. ¡Cómo le gustaba tenerlo así, justo en el límite! -¡No, no, no…! ¡No vuelvas con eso, Nancy! - Replicó besándola de nuevo, tratando de convencerla. – Anoche vibrabas en mis brazos, pequeña. No parecías querer tenerme a prueba. -Ya, pero perdiste tu oportunidad. – Cómo le gustaba verlo con aquella expresión desesperada, sin saber cómo controlarse. Lo vio cerrar los ojos y tratar de controlar aquel deseo. ¡Iba a volverlo loco y… le encantaba saberlo! – ¿No decías que habías aprendido a no perder el control? – Le dio un beso suave en los labios y abrió la puerta de aquel portal… Entró, dejando a Michael fuera. - ¿Qué te apuestas a que lo pierdes? Se alejó de su cuerpo, cerrando aquella puerta mientras mordía sus labios, sonriendo, mirándolo de aquella forma… Lo provocaba, sabía cómo hacerlo, y lo hacía tan bien… La miró sabiendo qué estaba pasando, Nancy jugaba con él, no se trataba de tenerlo a prueba, ni de necesitar un tiempo o demostraciones de amor. Quería jugar con él y hacerlo perder el control… Sonrió en aquel portal, pensando mientras la veía marcharse tras aquella puerta de cristal… Jugarían… Aquel día había quedado con Carol y Helen para ir de compras. Durante la maravillosa visita en Navidad, se habían hecho buenas amigas y se habían cedido los números de teléfono para poder salir juntas y hablar de… Michael, entre otras cosas. Así que charlaron amigablemente por whatsapp hasta decidir entre las tres verse aquel día, almorzarían juntas mientras se dedicaban a comprar y cotillear. “Hoy no podremos almorzar juntos… Te echaré de menos… besitos” Michael vio el mensaje y sonrió. Estaba con Edward y Steven ojeando algunos planos. Llevaban unos días muy atareados, tenían muchos proyectos abiertos y debían concretar los últimos detalles para ir cerrando aquellas propuestas y enviarlas a la constructora. Mañanas de reuniones, prisas, estrés, charlas, visitas, correcciones... confiaba plenamente en Edward y John, pero siempre le gustaba echar el último vistazo a sus proyectos a los que a veces modificaba algo, de repente, un cambio de última hora sobre algo que no tuviese muy claro desde el principio. Michael era muy bueno en su trabajo, hacía muchos años que se dedicaba a grandes proyectos millonarios con países del todo el mundo, los negocios de Martin lo habían hecho muy conocido y cotizado en aquel sector. No podía quejarse absolutamente de nada, aquel trabajo era el que siempre le había gustado y su esfuerzo tuvo siempre una recompensa muy satisfactoria. Rodeado de lujos, de grandes comodidades, de personas importantes que buscaban su prestigio y su nombre en grandes construcciones. Si bien era cierto que había tenido muchísima suerte en aquel campo, Martin le había enseñado todo cuanto sabía además de haberle brindado la oportunidad de darse a conocer, de demostrar su valía, sabía de muchos y buenos arquitectos que no habían tenido la misma suerte que él. Pasaba muchas horas dedicado de lleno a su trabajo, a mejorar cada proyecto en el más mínimo detalle, pasando noches en vela, años completos dedicados totalmente a su trabajo, volcado en sus proyectos y en que todo estuviese más que perfecto. Aquel día almorzó con Steven, John y Edward en la cafetería del edifico. Ni siquiera desconectaron durante la comida. Se acercaban días de fiesta y sabían que se tomarían unas vacaciones para el año nuevo así que debían terminar de concretar el nuevo proyecto con Martin Phillips, con el que tenían una reunión en los Ángeles en cuestión de días. Aquel negocio era sumamente importante para todos, un arriesgado proyecto con unos clientes árabes con los que se reunirían para concretar el contrato. Era la única solución para solventar la gran pérdida que había supuesto cancelar el proyecto hotelero de Sanders. Definitivamente no había vuelta atrás y Martin les había ofrecido su ayuda. Había trabajado en varias ocasiones con aquellos clientes y siempre se trataban de proyectos millonarios muy ambiciosos, por lo que se trataba de un negocio que no podían perder. Acababa de charlar con Edward y John sobre aquel asunto cuando escuchó que llamaban a la puerta del despacho, estaba abierta, pero vio el rostro de Nancy muy sonriente asomando por el quicio y preguntando si podía entrar. Corrió a su lado y se echó encima de sus piernas mientras lo escuchaba decir que la había añorado aquella tarde. Muchísimo. -¡No me extraña! Seguro que te sientes muy solito en este despacho tan… frio. Es igualito a tu apartamento… - Sentía los ojos de Michael clavados en ella, muy cerca los dos, sentada encima de él y notando como la estrechaba con fuerza. – Te traeré alguna plantita, algo que le dé un poco de color y vida a este lugar tan soso. La tenía encima, rodeando su cuello con sus brazos, planeando como quedaría una flor aquí, unos cojines de color allá… y comentándole lo bien que lo había pasado con sus hermanas. Hablaron de muchas cosas, sobre Michael, claro y pasaron horas comprando y pasándolo bien. Habían congeniado mucho. -Uf, ¡qué peligro tenéis las tres juntas! – Dijo imaginándolas de charloteo.. -¡No seas tonto! – Se acercó a besarlo. - Me han hablado mucho sobre ti, Michael. De cómo eras, de tus gustos, de cómo las has protegido todos estos años… de todo un poco… – Y jugaba con el cuello de aquella camisa. – Me he dado cuenta de cómo te adoran… -Yo a ellas también. – Tuvo que hacer de padre y hermano ante el inminente abandono de su padre, y estaba claro que hubo momentos muy duros pero también muy llenos de amor y complicidad entre todos ellos. -No te creí del todo cuando dijiste que llevabas siete años sin estar con una mujer… – Dijo mientras jugaba con el cuello de su camisa. También hablaron de eso. - …pero tus hermanas me lo confirmaron. -¡Pensé que hablabais de mis gustos no de mi abstinencia sexual! – Se rió al verla agachar la cabeza ruborizada. – Te dije que llevaba mucho tiempo sin estar con una mujer. – Acariciaba su cintura mientras sentía el peso de su cuerpo en sus piernas. -¡Siete años no es mucho tiempo… es una pasada! – Michael reía sus bromas, la verdad es que sí hacía muchísimo tiempo aunque no lo había echado de menos hasta conocerla a ella… - No te lo he puesto muy fácil estos meses, ¿eh? Por supuesto que no. Tenerla tan cerca, besándolo, pegando ese maravilloso cuerpo al suyo, acariciándolo, mirándolo de aquella forma. Uf, llevaba meses controlándose con ella. -Tus hermanas han hecho una apuesta… - Confesó mordiéndose los labios y mirándolo solo un segundo. – Carol dice que no aguantarás más de dos semanas… Michael la miró sonriendo. ¿Apuestas? ¿Sus hermanas apostaban cuanto aguantaría? Era una broma, claro… Pero la cara de Nancy no parecía mentir. ¿En serio habían hablado de su abstinencia sexual en aquellos años? -Helen apuesta por una semana… - Sabía que lo provocaba con aquellas palabras… Y más que lo haría con la ropa que habían comprado aquella tarde. Se habían encargado de llenar las bolsas de lencería provocativa mientras charlaban, riendo, sobre cómo se pondría Michael al verla tan sexy. Braguitas de encaje, semi tangas, sujetadores que realzaban su precioso busto y un largo etcétera de ropa interior que pondrían a Michael al límite. -¿Ah, sí? ¡Vaya con mis hermanitas! – La miró cerquita de su rostro mientras imaginaba que ella también habría apostado cuánto aguantaría… Sabía que volvía a provocarlo. -¿Y tú? ¿También has apostado cuánto tiempo más voy a poder controlarme? - ¡Cómo había echado de menos ese juego con ella! -No creo que pases de esta noche… - Soltó mientras lo veía sonreír y hacerle cosquillas en la cintura. – Puedo hacer que pierdas el control cuando yo quiera… -¿Eso crees? – La miraba fijamente, sabía cómo hacerlo, sabía perfectamente qué hacer con ella en cada momento. - A lo mejor hago que lo pierdas tú antes que yo… Sujetó su cabeza con ganas y la acercó hasta él, pegando sus labios a los suyos, ardientes, deseosos de sus besos, de su lengua, de todo su sabor. La besó con puro deseo mientras la sentía pegada a su pecho, metiendo sus dedos por su cabello, acariciándolo, agitándolo con solo cinco segundos dentro de ella. Sí que podría perder el control, en cualquier momento… Escucharon a alguien en aquel despacho y separaron sus bocas sorprendidos, viendo a Edward y John dentro, observando la escenita. No era muy agradable, al menos eso decía la mirada de uno de aquellos empresarios que la detestaba cada vez más. -¿Me invitas a cenar esta noche? – Le preguntó en el oído antes de marcharse. Y aunque Michael estuvo de acuerdo en la cena, dudó en el lugar cuando la escuchó pegarse a su oído y susurrarle que pondrían ir a su apartamento… Sonrió abiertamente y dándole un catecito en el trasero le dijo que lo pensaría. ¿Los dos solos en su apartamento? No aguantaría ni diez minutos, eso lo tenía totalmente claro. Nancy trataría de hacerlo perder el control y aunque era lo que estaba deseando desde hacía meses, quiso hacerse un poco el duro. A ambos les gustaba jugar, pero no sería él el perdedor en todo aquello. Puede que llevase años sin sexo, pero era un hombre maduro, con mucha experiencia en aquel campo, sabía cómo controlarse aunque ella lo hiciese volverse loco en algunos momentos. Hasta ahora siempre pudo dar un paso atrás… pero ella, una jovencita que nunca había experimentado ningún tipo de placer sexual… podía hacerla perderse en cuestión de segundos. Y lo haría… Michael llamó a su hermano Jeremy después de ver algunos planos con sus colegas. Había algo en la relación con Edward que no le gustaba. En aquellos días, pudo ver miradas muy extrañas, comentarios tirantes entre ellos… sabía que algo había pasado y quería saber qué era. Estaba claro que trabajaban juntos ahora, pero separando el trabajo, aquel era su mejor amigo y siempre había estado muy apegado a su familia, a sus hermanas, a su madre, a todos. Si Jeremy había tenido un problema con él quería saber qué era para poder buscar una solución entre todos. Era obvio que no le gustaba ver a su hermano pequeño y a su mejor amigo de aquella forma, pero no consiguió sacarle nada ni a uno ni a otro. Con Edward charló tranquilamente delante de John, pero ídem de lo mismo. Ni una palabra clara sobre qué estaba pasando con ellos. Su excusa ante algunos comentarios era, sencillamente, que Jeremy era un chico algo rebelde y difícil de manejar, algo que era verdad, pero no convenció del todo a aquel empresario que supo que algo le ocultaban. Y averiguaría qué era… -Estarás apuntando los momentos de descanso que te tomas en tus visitas a Michael, ¿no? – Escuchó decir a Edward mientras trataba de tomar un poco de agua en una de las salas de descanso. – Lo digo porque habrá que ir descontándotelo de tu sueldo. No le contestó a aquella provocación, estaba claro que no la dejaría en paz y ahora que la tenía mucho más cerca todo se complicaría. ¿Qué le pasaba a ese hombre con ella? Era impresionante la forma en la que la acosaba constantemente. Trató de pasar por su lado, salir de aquella sala era lo mejor, pero el brazo de aquel empresario tapó aquella salida. No dijo nada, ninguno de los dos. Nancy miraba al suelo tratando de no pelear con él. No iba a olvidar quién era. -Déjeme pasar. – Tranquila, sosegada, conteniéndose. -Uf… ¿Dónde está tu educación, Nancy Sanders? – Sin dejar de mirarla para provocarla. – Tengo entendido que tu papá te pagó buenos colegios y Steven la universidad de Princeton… ¿es que no te enseñaron a tratar a tus superiores con más respeto o es que crees que porque te metas en la cama del jefazo tienes algún tipo de privilegios en este edificio? Levantó la cabeza y lo observó sin decir nada. La odiaba y mucho, sus ojos estaban cargados de rabia, de odio… Era bien distinto a John, con el que había congeniado bien en aquella discoteca, era su jefe pero también amigo de Michael y él mismo trató de romper un poco aquella distancia que tenían. Edward era bien distinto y sabía que nunca podría mirarlo de otra forma: Bennett era su jefe. -Déjeme pasar, por favor. – Esta vez segura de sus palabras, fijando sus ojos en los de él. Edward apartó la mano del quicio de aquella puerta dejando espacio para que saliese de aquella sala, pero movió su cuerpo justo delante del de Nancy cuando la vio intentar pasar. No había terminado con ella. -Será mejor que no olvides nunca quien soy. – Amenazándola. – A mí no vas a ganarme con tu carita de niña buena como has hecho con John. – Sabía de aquella salida juntos. – Te has metido en mi camino y te advertí que no lo hicieras, Nancy… Ahora atente a las consecuencias. No le diría nada a Michael sobre aquella amenaza, no tenía sentido que ellos discutiesen por su culpa. Eran amigos desde hacía muchos años, eran socios, trabajaban juntos… no deseaba más complicaciones. Ambos habían empezado una relación y debía tratar que todo fuese con normalidad, sin más quebraderos de cabeza. Ya tenían suficiente con los de su padre como para complicar más las cosas con las amenazas de Edward. ¨He elegido varios modelos para que me ayudes a elegir… ¿cuál quieres que me ponga esta noche?¨ Nancy. -¡Joderrrrr! – Soltó Jeremy mientras rebuscaba en aquella bolsa que encontró encima del sofá… Sacando unas braguitas preciosas de encaje se las mostró a su hermano con muchísima picardía… …si tú no estás disponible esta noche te aseguro que a mí no me importará hacerle un favor a Nancy. - Y comenzó a reír. Michael hablaba por teléfono y observaba un mensaje de whatsapp que Nancy le había enviado hacía unos minutos. “Te he dejado un regalo en tu despacho. Espero que te guste”, junto con un besito y un guiño. Se giró ante aquel comentario encontrando a Jeremy con aquellas braguitas en la mano… pero, ¿qué significaba eso? ¡El regalo de Nancy! ¡¡Vaya con el regalito!! Lo miró sin saber qué decir totalmente sorprendido y se acercó a él para coger aquella bolsa y aquella lencería que tanto le gustaba. Nancy iba a volverlo loco. -¡Dios, Michael! Sabes que no es precisamente lo que me gusta, pero, ¡¡qué demonios!! ¡¡Tiene que estar impresionante con ellas!! – Y comenzó a soplar solo de imaginar a aquella jovencita en ropa interior… -Déjalo ya… - Le dijo con media sonrisa y quitándoselas de las manos. ¡Así que quería seguir jugando! ¡No sabía lo que había hecho! -Mira, no sé si te la has follado ya… pero, desde luego te lo está pidiendo a gritos. Ambos se rieron y ordenó a su hermano, entre bromas, que saliese del despacho y se pusiera a trabajar. No sabía por qué pero se había quedado helado con aquel regalo. Ahora entendía aquella salida con sus hermanas… y las compras, y las bromas… Nancy quería seguir jugando y él estaba dispuesto a hacer lo mismo que ella. No tenía ni idea de lo que había hecho con aquel regalo. ¿Quería provocarlo aún más? ¿No tenía suficiente con sus pijamitas que lo volvieron loco en aquella cama? No iba a perder el control, no lo haría… pero ella sí. Se sonrió mirando el contenido de aquella bolsa… lencería de fino encaje blanca, roja, negra, rosa, verde, amarilla… Eran minúsculas, de encaje y la imaginó con ellas. Cerró los ojos, suspiró, las metió en la bolsa y salió del despacho. ¡El también sabía jugar y ahora sabría hasta donde podría llegar! Aquellas clases habían terminado hacía rato… aún le había dado tiempo de recoger un poco y darse una ducha antes de que llegase el otro turno… Luego se prepararía para la cena con Michael, en el que lo haría perder el control como nunca. Se mordió los labios sonriendo solo de pensarlo. Le gustaba tanto llevarlo a ese límite, ver sus ojos mirándola con el más puro deseo, controlándose; no era fácil y por eso le gustaba. Pero, sabía que llegar a esos límites con un hombre como Michael suponía llegar hasta el final, y… aún no sabía si estaba preparada para hacerlo. Quería, claro que quería hacerlo, de hecho era la primera vez que deseaba estar con un hombre íntimamente aunque su malísima experiencia la ponía en una situación bastante difícil. Aquella ducha fue maravillosa, no solo había dado clases aquel día, también había terminado su jornada de limpieza en la oficina y al terminar estuvo con Jeremy, practicando, enseñándole algunas cosas, y estaba agotada. Se colocó aquella toalla fina y echó a un lado las cortinas… Ni siquiera lo esperó… No lo había escuchado entrar y pegó brinco al verlo ahí, apoyado en el quicio de la puerta de aquel aseo sin ni siquiera haber llamado. La miraba de una forma… Vio en sus manos la bolsa que ella le había llevado al despacho y supo que el juego había comenzado… Sus ojos se lo decían… Así que solo supo reír mientras agachaba la mirada al suelo… Michael vestía aquellos maravillosos trajes de chaqueta que solía usar, pegados a su cuerpo… le encantaban… pero no levaba chaqueta… Realzaban su cuerpo bien formado y aquello la volvía loca… Y él lo sabía… ambos sabían lo que le volvía loco al otro, por eso había decidido ir a comprar algo de lencería sexy… le gustaba provocarlo, ponerlo al límite… Solo que Michael traía una mirada muy distinta aquel día… Metió la mano en la bolsa y sacó algunas golosinas… también le había metido algo dulce en su interior… ella era muy golosa… y quería que él lo supiese… Lo veía comiendo alguno de aquellos dulces, mirándola completamente embobado, sus piernas aún mojadas por el agua… estaba desnuda… y agitada solo de verlo allí… -¡Qué haces aquí, Michael?- Sabía lo que hacía… -¿Seguro que no lo sabes? Yo creo que sí… - Y metió la mano en aquella bolsa sacando algunos caramelos y metiéndolos en su boca… -¿Te ha gustado el regalo? – Y siguió provocándolo… No debería haber seguido estando medio desnuda… -¿Te gusta jugar, eh? – Le dijo mientras sacaba una de las braguitas de la bolsa y se las enseñaba… - A mí también… y te aseguro que juego de maravilla…- Susurró mientras la veía agachar la mirada y sonrojarse… La tenía ahí, medio desnuda, tapada solo con una pequeña toalla, mojada y solo imaginarla sin ella… ¡No tenía idea de cuánto la deseaba! Se mantuvo firme…sereno… quería seguir con aquel juego en el que lograría ganar… sin lugar a dudas ahora le tocaba a él… y conseguiría que Nancy se quemase… Le echó encima aquella braguita que logró coger al vuelo… Eran blancas… -Póntelas… - Muy seguro de sí… sin dejar de mirarla de aquella forma… - …así podré decidir cuál quiero que uses esta noche… aunque no creo que te duren mucho tiempo puestas… - Y sus ojos la deseaban con locura… podía verlo… Nancy retrocedió unos pasos… Iban a llegar en cualquier momento e iban a pillarlos ahí… juntos… Lo vio acercarse, despacio, sin dejar de mirarla con aquel deseo que no podía disimular. -Michael mis alumnos llegan en unos minutos… - Dijo mientras se mordía los labios… -¿Prefieres que te las ponga yo? – Y la sujetó por la cintura mientras la pegaba a su cuerpo… No dejaba de mirarla y ella no sabía qué hacer… estaba ruborizada… solo la cubría una toalla minúscula y… él estaba tan cerca de su cuerpo… ¡Sentía tantas sensaciones que ni siquiera conocía… no sabía qué hacer, qué decir… ni cómo mirarlo…! -Michael, estoy desnuda…-Es lo único que acertó a decir… mientras trataba de tirar un poco de aquella toalla para cubrirse algo más… no tendría que haber dicho eso… vio su cara, su sonrisa, pegada a su cara… no habría marcha atrás…y tampoco quería que la hubiese… -¿Ah, sí? ¿Entonces no llevarás nada debajo de esta toalla? - Y comenzó a sentir aquella mano bajar de su cintura… mucho más abajo… Intentó detenerlo pero él no la dejó… Metió aquella mano debajo de su toalla y acarició su culo desnudo y mojado… Pero no se quedó allí, Michael siguió bajando su mano, por detrás, hasta llegar a la zona más intima de aquella jovencita que nunca había sido tocada por nadie… y se quedó ahí, rozándola, acariciándola… mientras la miraba fijamente a los ojos… Se puso tensa al sentir aquellos dedos en su intimidad más absoluta… pero esperó… solo unos segundos… le gustaba… -¡Michael, no! – Pero ni siquiera insistió mucho… Por supuesto que no quería alejarse de él… sentía tantas cosas y… la estaba tocando…acariciando… nunca nadie había llegado a ese límite… jamás… y no sabía hacia dónde mirar, no podía mirarlo a él, eso estaba claro…se ruborizaba aún más y ya sentía arder sus mejillas con aquellas caricias… su alma entera… -¡Vaya! ¡¡No llevas nada!! – Le dijo muy suave en su oído mientras seguía acariciándola, notando cómo se excitaba por segundos… Estaba húmeda, caliente y no era la única que estaba encendiéndose allí… trataba de controlarse… quería ponerla al límite, deseaba que saborease aquellas sensaciones que sabía eran desconocidas para ella… Y le gustaba… él notaba su mano mojada, y sentía sus piernas retorcerse mientras mordía sus labios… aguantando… y sin poder mirarlo a los ojos… -Por favor… para… - Le rogó avergonzada mientras sentía que empujada de ella hasta las duchas… -Mírame, Nancy… - No lo hizo… No podía… quería morirse de la vergüenza… ¡La estaba tocando y ella estaba muy excitada! –Mírame… - Y su voz fue mucho más segura…, consiguió que levantase la mirada un solo segundo y lo mirase los ojos… pero no pudo mantener la mirada, ella sabía cómo estaba, llegaba a un punto en el que no podía aguantar más… Y le gustaba tanto… Michael soltó su cintura pero siguió acariciándola con la otra mano. Ni siquiera se alejó un poco, siguió pegada a su cuerpo mientras conseguía levantar aquella barbilla y besarla… Abrió los ojos, lo miró muy de cerca, respirando agitada y consiguió pronunciar unas palabras… -Me da mucha vergüenza, Michael… - Le dijo mientras lo veía morderse los labios, excitándola aún más… No se detuvo… Sacó su mano un solo segundo… mojada, y levantó aquella toalla para volver a acariciarla, por delante, llegando mucho mejor a su zona íntima que lo esperaba muy caliente… Siguió sonriendo mientras acariciaba su clítoris, rodeándolo, suave, lento, notando su respiración cada vez más acelerada… La vio tratar de ahogar aquellos gemidos que eran imposibles de contener… mientras pasaba su lengua por aquellos labios… Nancy estaba encendida, sujetando aquella pequeña toalla con la mano en la que llevaba sus braguitas… no quería que cayese al suelo y quedar totalmente desnuda delante de él… y agarrando la mano de Michael con la otra… notando como la movía con aquella maestría… Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, pegada a la pared que la impedía moverse… Tampoco quería hacerlo… Entonces paró, y muy despacio sacó su mano de aquel lugar tan íntimo que ardía de placer… No dejaba de mirarla, la obligó a hacerlo… mientras le enseñaba su mano mojada, de ella, de todo el placer que le había provocado… Tenía ganas de llorar… de reír… ¡Qué vergüenza más grande! ¡No sabía dónde mirar…! Y entonces lo vio acercar sus dedos a la boca, metiéndoselos dentro, saboreándolos, una y otra vez, mientras lamía aquella humedad… sin dejar de mirarla… Se quiso morir de verdad… ¿Qué acababa de hacer? ¡Dios no podía creerlo! Nancy lo miró asombrada por aquel gesto… ¿¡en serio había hecho eso!? ¡Y qué sensación de placer sintió al escucharlo tan cerca de su oído… susurrarle que estaba deliciosa…! ¿¡Cómo!? ¡Nunca lo imaginó ni en sus más íntimos sueños! No sabía dónde meterse, sentía que sus piernas temblaban, que todo su cuerpo botaba de placer y de agitación… ¿cómo podía hacerla sentir aquellas cosas? ¡No conseguía controlarse! Su boca se pegó a la de ella, ardiendo… y su lengua se adentró en ella, profundo, rozando la suya, moviéndola, juntas mientras sentían el sabor del otro… Respiraban agitados, besándose con un deseo irrefrenable… Michael en su experiencia sabía cómo controlar sus instintos pero junto a ella… era muy complicado… Nancy lo hacía perderse totalmente… -Si vienes a mi despacho a provocarme con estas braguitas… - Y se las quitó de las manos… … corres el riesgo de que no me conforme solo con vértelas puestas… - Sujetó su barbilla y la levantó mirándola fijamente a los ojos… - Yo no soy Brian, Nancy… no tengo quince años y no me conformo con unos besitos de consolación. Yo lo quiero todo… - Y miró aquella pequeña toalla que la cubría… la deseaba con todas sus fuerzas. Se agachó y la hizo levantar las piernas… sabía que temblaba… y no podía dejar de sonreír mientras la miraba con puro deseo… ¿Qué imaginaba que iba a hacerle? Siguió provocándola hasta el límite… Miró aquellas braguitas blancas, preciosas, sexys, y la hizo meter las piernas mientras se las subía lentamente… besando sus piernas… sus muslos… muy cerca ella que gimió al sentir su lengua pegada a sus muslos y subiendo. -¿Te gusta cómo juego, Nancy? – Le susurró en el oído, notándola agitada por todo cuanto él le hacía, por todo lo que le decía… - No tienes ni idea de lo que puedo llegar a hacer contigo, preciosa. – Sus manos rozaron sus brazos desnudos, erizando su piel al segundo. - Te salvas porque tengo una reunión muy importante y no puedo faltar… - Dijo mientras escuchaba el alboroto de los alumnos fuera, en el gimnasio. – Será muy aburrida, hablaremos de proyectos, de trabajo… y estaré rodeado de arquitectos e ingenieros… serios, enchaquetados… - Le hablaba en susurros, mientras besaba sus mejillas, sus orejas… No paraba de excitarla… - ¿Y sabes en qué estaré pensando todo el tiempo? – Se pegó aún más a su oreja y pasó su lengua por dentro… Nancy cerró los ojos agitada…- …en lo mojadita que te he dejado… Y sin más se alejó de ella sin dejar de mirarla, sonriendo y mordiendo sus labios mientras pasaba su lengua por ellos… Allí la dejó, agitada por la excitación total, contrariada ante aquellas emociones nuevas y hambrienta… deseaba más… mucho más… Sus experiencias de sexo ni siquiera habían sido descubiertas aún, ella solo conocía la fuerza y la brutalidad de Sanders, que siempre le mostraron terror y repulsión, obligándola a apartar cualquier posibilidad de amar a un hombre. Nunca pudo… Hubo un tiempo en el que tonteó muchísimo con el joven Brian, su fiel compañero de patinaje, pero eran jóvenes, cargados de responsabilidad y ocupando la mayor parte de su tiempo libre en las competiciones… Lo intentaron un tiempo, él era un chico maravilloso que siempre estuvo dispuesto para intentar algo con ella… pero Nancy jamás pudo traspasar aquella línea que su padre había dejado tan marcada en su alma. Ahora se sentía tan extraña… Michael la hacía conocer aquel mundo tan desconocido, tan excitante y abrumador… No conseguía controlar sus emociones cuando se acercaba de aquella forma… cuando sintió aquella mano acariciándola de aquella forma…volvió a ruborizarse solo de pensarlo… quiso mirarlo varias veces, lo deseaba con total desenfreno pero no pudo… Lo tenía ahí, haciéndola gemir de placer, llevándola hasta aquel punto en el que ella misma se sintió mojada… y él siguió haciendo que aquella sensación de extremo placer recorriera cada parte de su cuerpo… No eran sus mejillas las únicas que se encendieron en aquellos momentos y solo el hecho de mirarlo a los ojos, mientras seguía acariciando su clítoris, su interior, viendo como sonreía al sentirla tan caliente, la hacía volverse aún más loca de deseo… Edward pudo mostrar a Jeremy todo lo relacionado con el trabajo que desempeñaría. Estarían muy cerca, sus despachos colindaban y debía hablar continuamente con él para que pudiese aprobar cualquier cosa que hiciese. Digamos que estaría bajo su supervisión además de estar encantado de enseñarle todo lo que necesitase. Podía ver sus miradas mientras le explicaba… sabía que ambos tenían una conversación pendiente y que no sería fácil tenerlo allí, bajo su mando. No obstante trató de no hacer caso a sus miradas que lo asesinaban ni a sus comentarios que trataban de provocarlo. Quiso saber cómo se encontraba, sabía que las cosas no habían sido fáciles para él, lo conocía hacía muchos años y realmente lo apreciaba… pese a todo… Solo recibió una mala contestación de Jeremy, la esperaba, era lo menos que podía decirle después de lo que le había hecho… -Vamos, Jeremy… intento ser agradable… - Le dijo sin mirarlo, de espaldas a él en aquel despacho… -Pues ahórrate los cumplidos conmigo… No necesito tu lástima… - Podría tratar de disimular pero… por cuánto tiempo… Edward había significado tanto en su vida… Durante años, él había sido la persona más importante para aquel joven que se sintió engañado hasta el extremo por él. Sí, estuvieron juntos, muchas veces durante todos aquellos años en los que Michael estuvo en California… Y nunca pudo decir nada… Edward era un hombre casado y aquellos encuentros sexuales no destrozarían su matrimonio. Kimberley no lo merecía, era una buena mujer que lo quería de verdad, que sabía de sus devaneos pero que agradecía que regresase a casa, a su lado cada vez… No la amaba, solo tenía cariño por ella pero Edward no era tonto y sabía que nunca podría estar con la única persona a la que realmente siempre amó… Los demás solo fueron desahogos en aquellas noches en las que el deseo lo invadía… lo echaba de menos… y buscaba en otros lo que tanto ansiaba… Jeremy tampoco fue muy especial a pesar de haber repetido hasta la saciedad con él… para aquel arquitecto, aquel jovencito al que enseñó todo cuanto sabía, y con el que había disfrutado muchísimo, solo había sido especial por ser quien era… no había nadie que le recordase tanto a Michael como su propio hermano… -Jeremy, vamos a trabajar juntos muchas horas al día… trato de hacer esto lo más agradable posible… - De verdad era incapaz de mirarlo… -Nada más lejos de la realidad… - Le soltó… -Tratas de parecer preocupado por mi estado, por cómo me siento, cuando en realidad lo único que te interesa es que mantenga con la boca bien cerrada… Se volvió… lo miró fijamente… era otra de las cosas que quería, claro… pero también era cierto que estaba preocupado por él después de enterarse del trágico final que Jeremy buscó meses atrás…. Por supuesto que no deseaba ningún mal para él, pese a no haber sido sincero con él desde el principio, pese a haberlo utilizado todos esos años para su satisfacción… era hermano de Michael y lo había visto crecer… Solo deseaba que pudiese superar aquello y consiguiese ser feliz… -Es lo mejor para todos… No tiene por qué sufrir nadie más… -Eres un cínico, Edward…- No podía volver a mirarlo a los ojos sin sentir un odio inmenso hacia él… - ¿Por qué no admites de una puta vez que tienes miedo de que Michael se entere de todo? Es lo único que te importa… el dolor de los demás te la suda… Sabes que nunca te lo perdonará y… no soportarías que te odiase… -¿Has terminado?- No iba a perder los nervios con él…lo conocía muy bien… demasiado bien… y sabía que solo estaba teniendo un ataque de rabia por haberlo abandonado… -No… - Soltó acercándose a él… podía ver aquella mirada impasiva… no sentía absolutamente nada por el después de todo lo que habían compartido… No podía entenderlo…- Si Michael no se ha enterado de nada no ha sido por salvar tu culo… te lo aseguro… todos hemos tratado de ocultarle la verdad para no hacerlo sufrir… ¡Te mataría si supiese lo de mi…! -¡¡Basta!! – Gritó muy cerca de él… - Nadie te obligó a meterte en mi cama durante años, Jeremy… Me buscabas, cada noche, a sabiendas de que no te amaba así que no vengas ahora ha hacerte el mártir de toda esta historia porque disfrutaste tanto como yo… No había duda de que aquella historia no estaba cerrada del todo, ambos tenían demasiadas cosas que callar, demasiados secretos ocultos… era mejor que se quedasen allí, ocultos, si Michael alguna vez supiese aquella de la que Edward era incapaz de hablar, las cosas se pondrían muy feas… -¡Disfruté porque estaba enamorado de ti! ¡Siempre lo he estado y tú lo sabías… siempre lo has sabido…! – Volvería a sufrir en aquel edificio viendo a Edward a todas horas… lo sabía… -Yo nunca te dije que te amaba… Nunca te mentí… -¡Me follaste durante años mientras pensabas en mi hermano, Edward! ¡No te atrevas a decirme que nunca me has mentido! Me has jodido en todos los sentidos… pero no soy el único, ¿verdad? – Sabía que estaba enamorado de Michael y también sabía que nunca podría estar con él… ¡Y cuánto se alegraba de ello! – Debe ser una autentico infierno llevar toda la vida enamorado de alguien que solo te ve como un amigo… ¡Pobrecito Edward…! Te mueres de ganas por follártelo… pero nunca podrás meterlo en tu cama… - Se acerco hasta su oído y le susurró…- No tienes ni idea de cómo me alegro… Lo dejó solo en aquel despacho, pero no se sentía mal por sus palabras… Edward se echó un trago de whisky y se acercó a aquellos ventanales… Tenía unas vistas preciosas de Central Park desde una de las últimas plantas de aquel edificio… Bebía y pensaba… No se lo iba a poner fácil, Jeremy estaba bien jodido y aunque no hablaría con Michael, sabía que tendría que aguantar sus indirectas y sus malas formas… Siempre lejos de su hermano… Sabía que le había hecho mucho daño con aquella relación extraña que mantuvieron durante años… y no había mentido en nada… Lo engañó, desde el principio, engatusándolo con sus palabras, con sus caricias, sabiendo que aquel joven se sentía atraído por él… No pensó en nada en aquellos momentos, Edward no sopesó las graves consecuencias que podría pagar por aquello… su dolor por la marcha de Michael fue tan grande que trató de mantener vivo el recuerdo de su amor imposible con la cercanía de su hermano menos… Las lágrimas cayeron de sus ojos y las secó rápidamente… Sí, lo amaba, siempre lo amó… pero Michael siempre fue su amigo, su gran y mejor amigo que estuvo a su lado en cada momento de su vida… Sabía que nunca podría tener nada serio con él, era en vano intentarlo… pero solo la ilusión de tenerlo en sus brazos aún en momentos esporádicos lo hacía vibrar cada noche… Jeremy no tenía idea de las cosas que podía hacer su hermano… Era cierto que nunca podrían mantener una relación seria de pareja, aquello era una locura pensarlo y sostenerlo… pero, ¿qué sabía él de las cosas que podía llegar a hacer Michael? ¿De verdad creía conocerlo? Edward era su mejor amigo desde siempre y nadie, absolutamente nadie lo conocía como él… en todos los aspectos… Cerró los ojos y pasó la lengua despacio por sus labios… pensaba en Michael y en cómo le gustaba su sabor… Michael hablaba con Martín por teléfono cuando vio a Nancy entrar en su despacho. Traía unas bolsas. ¿Más bolsas? ¡Qué peligro! Y la miró sonriendo mientras seguía charlando sobre negocios. Habían quedado aquella noche en casa de él, cena romántica, música tranquila y una maravilla velada para ellos que deseaban estar a solas más que nada en el mundo. Por fin había llegado el momento de pasar la noche juntos, sin problemas de que alguien pudiese escucharlos gemir en la habitación de al lado… estarían solos en aquel gran apartamento y nadie podría impedir que se entregasen con la pasión que llevaban tanto tiempo guardando. Aquella faldita dejaba ver las piernas de Nancy, perfectas, y su chaleco de lana ceñido marcaba aquellos pechos grandes y firmes que volvían loco a aquel empresario. Soltó el abrigo en el sillón y abrió aquellas bolsas: unos cojines azules y amarillos que colocó en el sofá negro de su despacho, unas macetas pequeñas con unas flores blancas que situó encima de su escritorio y detrás su sillón, en una mesita cerca de la cristalera. Por allí entraba mucha luz. Un portafotos plateado con una preciosa foto de ellos juntos, sentados en el fotomatón que puso cerca de su ordenador. Así no la echaría de menos nunca más… Michael sonrió al verla feliz, decorando su despacho para que dejase de estar tan soso y frío, como ella había dicho. No le importaba para nada. La dejaba hacer todo lo que quisiera con él, con su despacho, con su vida entera… Se acercó a él que seguía hablando con Martin, parecía algo importante. Sus brazos lo rodearon y Nancy apoyó su cabeza en la espalda de Michael, mientras él acariciaba sus manos dulcemente. Lo escuchó decir que cogería un vuelo y podrían reencontrarse al día siguiente y separándose de Michael se puso frente a él, con el rostro triste… -¿Te vas a alguna parte? – Pudo preguntarle al verlo terminar la llamada. -Hemos tenido que adelantar una reunión muy importante en Los Ángeles, uno de los inversores sale mañana para Europa por motivos familiares, así que… - La notaba triste… - …mi vuelo sale en una hora… -¿Y nuestra cena? – Preguntó agachando la cabeza y sabiendo que todo se había estropeado… Pensé que esta noche iba a ser especial… -Lo siento, Nancy… - Se sentó en su sillón, la tenía justo en frente, apoyada en su mesa… - Tu padre cancelará un proyecto que nos supondrá una pérdida de miles de millones… esta reunión es sumamente importante… es la única posibilidad que tenemos para recuperarnos un poco de un golpe como este… - Volvería a trabajar en un proyecto con Martin, era su única salida a una pérdida tan sumamente grande. Nancy lo entendía, por supuesto que sí, solo que iba a echarlo de menos hasta que se reuniesen en Los Ángeles dentro de dos días… entonces saldrían para Bora Bora y vivirían un viaje de ensueño… Hasta entonces… debía conformarse… No le quedaba otra… Movió aquel sillón que se desplazó con facilidad por las ruedas y apoyó su cabeza en el estómago de aquella chiquilla mientras rozaba sus piernas desnudas con sus manos… Él también la echaría de menos hasta entonces… Le acariciaba el pelo, suave, mientras sentía que le daba besos en el estómago, por encima de aquel chaleco… -¿Pensaste en mi durante la reunión? – Le preguntó curiosa… Levantó la cabeza y la miró sonriendo… Estaba claro que quería más… Y acarició sus piernas desnudas mientras se levantaba y se pegaba a ella, susurrándole al oído que sí… la miró muy cerca… Sabía que tenía ganas de estar con él pero… era imposible que tuviese más ganas que Michael… -¿Quieres más? –Le susurró provocándola de nuevo… Sabía la respuesta pero quería verla sonrojarse… le fascinaba verla así… y la vio morderse los labios mientras lo miraba un segundo… sin atreverse a contestar… Consiguió levantarle aquella falda con facilidades y metió su mano dentro de aquellas braguitas que él mismo le puso aquella mañana… Y volvió a acariciarla… esta vez sin dejar de mirarla, obligándola a levantar la vista y demostrarle cómo la ponía… -Así que quieres más pero eres incapaz de decirlo sin ruborizarte… ¿eh? – Nancy sonreía aquella verdad… Su mano no dejaba de hacerla vibrar cada vez más deprisa mientras sentía aquellos dedos tratando de llegar más allá…- ¿Esto es lo que quieres, Nancy? – Y logró introducirlos despacio, sin dejar de acariciarla y ahogando aquel gemido con su lengua que se adueñó de su boca en cuestión de segundos… - ¡Te dije que podrías quemarte…! – Pegado a su boca… mirando su boca… La mano de Nancy sujetó la de Michael, pensó en pararlo pero no lo hizo… lo dejó ahí unos segundos, mientras ella conseguía abrir sus piernas despacio, mirándolo excitada, y dándole paso a un mejor movimiento… Sus manos se movían a la vez, despacio, sintiendo aquellos dedos dentro de ella y notando cómo se perdía por el placer que le provocaban aquellas sacudidas… -¡Dime que quieres más… Nancy! – Excitado… pero no consiguió que dijese nada… La veía allí, con los ojos cerrados, tímida… disfrutando de todo lo que él le hacía… ¡Tendría que enseñarle tanto…! Siguió acariciándola, por fuera, mientras la besaba y la acariciaba para hacerla llegar a ese límite que no rebasaría… Sabía donde la quería… sabía dónde podía llegar con aquella chiquilla que sentía arder en sus manos… ella lo rodeaba con los brazos, besándolo, perdiendo el control… ni siquiera sabía dónde estaba en aquellos instantes… solo podía cerrar los ojos y sentir aquello tan abrumador que le recorría todo el cuerpo… Tocó aquel botón para comunicarse con una de sus secretarias, dando órdenes explicitas que nadie lo molestase… Cerró la puerta con llave y volvió a acercarse a Nancy, despacio… no dejaba de mirarla, inquieta, asustada pero deseosa de probar más… -¿Me provocas durante meses y ahora te da vergüenza mirarme a la cara mientras te acaricio? – Y se acercó a ella, pegando su nariz con la de ella… pegados… rozando su sexo de nuevo, solo un segundo, y haciéndola sobresaltar ante el contacto… - No parecías tan tímida estos meses atrás…en el ascensor… en tu casa… mientras me metías la lengua hasta la garganta y me hacías perder el control… - Y sujetó su barbilla para que lo mirase mientras su mano seguía ahí abajo… La miró y comprendió todo… realmente era cierto que aquello era nuevo para ella… todo… - Entiendo… Nunca habías llegado tan lejos, ¿no? – Y la vio mover la cabeza negando mientras mordía sus labios… -¿Y ese chico con el que salías? El joven con el que patinabas… pensé que él y tú… -Brian y yo éramos unos críos… - Respondió tímida… - Nos besamos, pero… nunca hicimos nada más… Y después de lo de mi padre yo nunca pude… - Lo miraba ruborizada mientras lo veía morderse los labios. – Eres el único hombre que me ha acariciado de esta forma, Michael. – Con él era distinto… -Ummm… - Aquel sonido la excitó. Era lo que buscaba mientras pasaba su lengua por sus labios. - Brian no sabe lo que se ha perdido… - Y la miró fijamente mientras se mordía los labios… provocándola… - Voy a tener que enseñarte muchas cosas, preciosa, y me va a encantar hacerlo. Sus manos bajaron aquellas braguitas que acercó hasta su nariz… la olió, mientras la miraba fijamente y las guardó en su bolsillo mientras lo veía apoyarse de rodillas en el suelo y acercar su boca a sus piernas desnudas… ¿Otra vez? ¡No, por favor! Pero esta vez no se detuvo… Michael acarició aquellos muslos desnudos y metió su cabeza entre ellos, besando aquellas piernas suaves, lamiéndolas… y subió… Consiguió sentarla en aquella mesa de su despacho y abrió sus piernas solo un poco, mientras la miraba deseoso de hacerlo… Y su boca se acercó hasta su sexo, metiéndola allí y haciéndola moverse en aquella mesa… Intentó retirarse al sentirlo ahí pegado, pero Michael subió las manos hasta sus caderas y la sujetó, obligándola a quedarse quieta mientras besaba su sexo, una y otra vez… La escuchó aguantar aquel gemido mientras se retorcía de placer…y aún no había hecho nada… La miró, agitada… lamiéndose los labios mientras trataba de agarrarse a aquella mesa… Y la escuchó decirle que parase… No era cierto… no lo deseaba… -¿De verdad quieres que pare? – Y no pudo contestar… Lo vio reír mientras volvía a acercarse a ella y cerró los ojos… sabía que iba a perderla totalmente… Sintió la mano de Michael tocándola, mientras trataba de llegar más allá… Y lo hizo… Su lengua llegó donde quería, donde buscaba y ahí se quedó… lamiéndola, sin parar, con un ritmo pausado, de arriba abajo, mientras la hacía llegar a límites donde nunca sospechó llegar en su vida… Logró llegar hasta la cabeza de Michael, ahí, en su sexo y la acarició mientras lo dejaba hacerlo… sabía lo que era, no era tonta aunque nunca lo hubiese probado… ¡Iba a volverse loca tratando de contenerse! Y lo sintió alejarse despacio, lamiendo el interior de sus muslos que ardían de una forma infrahumana… Michael pasó su lengua por aquellos labios que la habían lamido, saboreándola aún, y acercándose a su boca para besarla con deseo… Su lengua dentro se movía con facilidad mientras la echaba hacia atrás solo un poco… Sujetó su nuca mientras se adueñaba de sus sentidos encendidos en aquel instante, moviendo su lengua dentro de ella, dentro de su preciosa boca que ya no podía controlarse más, mordiendo sus labios dulces una y otra vez… E hizo que lo tocase, duro, muy duro… extremadamente excitado por su culpa… -¿Has visto cómo consigues ponerme? – La dejó que lo acariciase… Sabía que no podía más… la tenía donde él quería… -¡¡No puedo más, Michael!! ¡¡Por favor…!! – Le rogó mientras lo abrazaba y besaba su cuello… Nancy quería más… -¿No puedes más? – Y se mordió los labios para seguir excitándola… ¡cómo le gustaba ponerla así! - ¿Y qué es lo que quieres? ¡Vamos… dímelo…! -Le susurró… -Quiero que sigas… por favor… - Quería escucharla…sabía cuánto le costaba por cómo conseguía ruborizarla solo al acariciarla… solo con mirarla… Claro que sabía lo que Nancy deseaba… la había llevado hasta el límite de cualquier mujer, sintiendo el calor, la humedad de su sexo y dejándola ahí… sin aquel orgasmo esperado y desconocido para aquella joven. -¿Quieres que siga lamiéndote? – Y sujetó su cara para hacerla levantar la mirada, ruborizándose… de verdad no podía más. Michael sonreía al verla así. - ¿Quieres que siga saboreándote, Nancy? ¡Me gusta tu sabor… me pone duro tu olor! – Le susurró mientras metía su lengua en su boca. ¡Qué malo era! - Puedo tumbarte aquí en mi mesa… ¿Quieres? – Y la inclinó un poco. - Puedo hacerte el amor ahora mismo hasta hacer que te corras, preciosa. ¿Eso es lo que quieres?- Sí, claro que quería. - ¿Quieres que te lo haga ahora mismo, Nancy?- No dejaba de morder sus labios, rozándolos con la punta de su lengua y eso la hacía enloquecer. Y por supuesto que era lo que deseaba, tanto o más que Michael que la miraba muy sonriente mientras ella cerraba los ojos, imaginando que lo haría. Pero por más que lo deseó, sintió cómo la bajaba de aquella mesa y colocaba su falda en condiciones… tendría que esperar unos días, solo dos, cuando pudiesen volver a reunirse en Los Ángeles y tomasen un vuelo a las islas de la Polinesia Francesa. Lo abrazó fuerte mientras le pedía más… no podía volver a hacerle lo mismo que aquella mañana… y lo veía sonreír mientras la besaba y la abrazaba… Metió su cabeza en su cuello y comenzó a besarlo con intensidad… sabía que aquello le gustaba… pero las manos de Michael la separaron de su cuerpo mientras sonreía muy cerca de sus labios… -No, no, no… quieta. - Agarró su rostro con sus manos, mirándola muy, muy cerca… - No puedo ir con el cuello marcado todos los días, preciosa… - Acarició sus labios, ella los mordía, provocándolo, deseosa de más… - ¿Es que quieres que me presente a la reunión con un chupetón en el cuello como si fuese un adolescente de quince años? – Sonrió mientras lo decía… - Voy a tener que enseñarte a controlar esa fogosidad… - Y mordió sus labios, pasando la punta de su lengua por ellos… -¿Por qué me haces esto? – No lo entendía… ¿Estaba riéndose de ella otra vez? – Me besas, me acaricias… me haces sentir estas cosas y ahora me dices que te vas… ¡No lo entiendo! ¿Por qué? -Porque a mí también me gusta este juego… y me pone cachondo verte tan encendida… - Y agarrando su barbilla la besó dulcemente… -¡No quiero seguir jugando más, Michael! ¡No te vayas ahora, por favor! - Y su voz sonó triste… imploraba más de aquello que él la había hecho sentir… -Si sigo aquí cinco minutos más, escuchando cómo me imploras y viéndote tan excitada… Sonreía pícaro, controlándose. - …te aseguro que te subo en mi mesa y te lo hago ahora mismo, aunque mañana toda la oficina hable de tus gemidos de placer. – Nancy sonrió segura de que la escucharían. La sujetó por la cintura, mirándola muy de cerca… ¡Cómo la deseaba! ¡Cómo iba a pensar en ella en aquellos dos días! Serían eternos hasta volver a encontrarse con ella… hasta poder estar a solas en aquella isla donde nada ni nadie podría impedir noches de sexo desenfrenado… Créeme, es mejor que me vaya, Nancy… La miró sonriendo mientras se acercaba a la puerta… debía marcharse de verdad pese a que deseaba hacerla suya como nunca… Sería su primera vez de verdad y debía ser especial… sin prisas y no sentada en la mesa de un escritorio… Tendrían tiempo… Quitó el pestillo de la puerta y la miró mientras pasaba su lengua por sus labios… él también deseaba lo mismo… mucho más que ella… pero Nancy no conseguía controlarse en momentos de placer, por su inexperiencia, tal vez, y Michael no podía dejar que toda la oficina escuchase sus gemidos… Debían aguantar solo unos días más… Sarah y Edward esperaban fuera cuando Nancy salió del despacho… Michael iba tras ella. Ellos también viajarían con él, estarían unos días juntos… con aquella mujer… Se giró y lo miró preocupada… -¿Ella también ira? – Le preguntó muy bajito antes de que se marchasen… Lo vio sonreír y acariciarle la mejilla… Seguía celosa de Sarah… No tenía arreglo… -Nancy, ya hemos hablado de eso… - Pero la vio agachar la cabeza… no podía evitar sentirse mal sabiendo que estarían juntos unos días… - Sarah es una de las ingenieras del proyecto… debe venir al igual que Edward y Steven… - Levantó su barbilla y la besó dulcemente delante de todos… Ya no tenían nada que ocultar… - Te veo en Los Ángeles dentro de dos días… No te lleves mucha ropa… no te va ha hacer falta… - Le dijo mirándola de arriba abajo con deseo… - Y te prometo que no habrá nada que nos impida terminar lo que hemos empezado hoy… Capítulo 23 SECRETOS INCONFESABLES Sanders llegaba esa misma mañana de un viaje de negocios… había estado todas las navidades fuera por motivos de trabajo, su proyecto en común con Michael necesitaba nuevos inversores… Era definitivo que no seguirían trabajando juntos. Robert se había encargado de acercarse hasta su despacho para mantenerlo informado de los últimos acontecimientos… Nancy estuvo controlada constantemente durante la ausencia de aquel hombre, en el trabajo, en casa, en su viaje inesperado a Long Island. Y allí pudo contarte todo tipo de detalles sobre la relación que ya no ocultaban Michael y su hija, en el edificio, delante de todos… parecían dos tortolitos enamorados que mostraban su amor delante de todos. Pero no quedarían así las cosas… Sanders no iba a consentir aquel comportamiento de su hija, no hacía más que provocar en él una ira inmensa y una rabia superior a todas. Le daría su merecido. ¿Cómo se había atrevido a desobedecerlo? Le dejó bien claras las cosas la última vez, trató de ser razonable con ella pero Nancy no entendía las cosas a las buenas. Tendría que darle un escarmiento. Aquel día en el edificio prefirió no verla… su rabia era demasiado grande para ocultarla y ella lo notaría… Prefería ir a verla a casa, por la noche, sin testigos… y esta vez no sería benevolente con ella. No tendría piedad. Su desobediencia, su atrevimiento con Michael le costaría caro. ¿Es que aún no le había quedado claro que él mandaba? Pues se lo volvería a repetir. Esperó horas en aquel coche, frente al edificio de su hija, pensando… tratando de controlarse… era imposible, lo intentó durante horas en el despacho, en las reuniones, pero solo consiguió encenderse aún más solo de imaginarla con Michael, en la cama… aquel bastardo la había tocado, se había acostado con su Nancy. La mataría. Rebecca y William salieron un momento del apartamento, iban a ir a comprar algo de cena en un local cercano a Williamsburg, y regresarían para pasar una noche tranquila, viendo alguna película y contándose cómo habían ido las navidades. Tenían muchas cosas que contarle a Nancy, la visita a casa de los padres de William había sido fantástica. Los conocía, no era la primera vez que había estado en a casa de Nancy y cuando los vio salir pensó que se marcharían para no volver en un largo rato. Por eso salió del coche y subió aquellas escaleras, rápido, furioso, totalmente ciego por el odio. Ni siquiera dijo nada cuando la vio abrir la puerta con aquel pijama ceñido y sexy que usaba su hija… siempre los había usado. Pudo notar el miedo en sus ojos al verlo allí, enloquecido y trató muy rápido de cerrar la puerta encontrándose con la mano de Allan que lo impidió, empujando con fuerza y dejándola caer de espaldas contra el recibidor. Entró… Nancy había visto las llaves de Rebecca en la mesa y pensó que era ella que volvía a recogerlas, por eso no miró por aquella mirilla… abrió la puerta encontrándolo allí, con aquellos ojos de loco que tanto la asustaban. Y no pudo impedir que entrase… lucho con fuerza para cerrar aquella puerta pero la embestida de Sanders fue tremenda, haciéndole chocar contra aquel mueble que se clavó en su cintura. Gritó con fuerza que saliese de su casa pero Sanders ya estaba dentro, dando pasos hacia ella, lentos, seguros, directos hacia ella… -¡No se te ocurra dar un paso más, Sanders! ¡¡Sal de mi casa, ahora mismo!! – Le dijo con fuerza pero totalmente aterrada mientras daba pasos hacia atrás, alejándose de él. Notaba su miedo, en sus ojos, en su cuerpo, en su agitación… la tenía totalmente aterrada y sola. No estaba su querido jefe para defenderla, estaba bien lejos, seguramente follándose a otra en su ausencia. ¿O es que creía de verdad que era especial para aquel empresario? Solo era un entretenimiento, la novedad que pasaría en unos meses cuando se cansase de follársela y buscase alguien más adecuada a él. Ni tampoco estaba Steven, a quien dominaba a su antojo desde hacía años. Ese infeliz que trabajaba para él y que hacía años trataba de protegerla de todos. Un imbécil enamorado que nunca conseguiría nada de ella. -¿¡Cómo te has atrevido a desobedecerme, puta!? – Le gritó haciéndola saltar de miedo. ¿Esperas mi ausencia para meterte en su cama? -¡Vete, por favor o llamaré a la policía! -¿¡Vas a amenazarme a mí con la policía!? – Y se adelantó con rapidez hasta ella hasta coger sus manos, fuertes, marcando con decisión aquellas muñecas pequeñas que se retorcían de dolor. - ¡No se te ocurra volver a amenazarme pequeña zorra! Luchó con fuerza para soltarse de aquellas manos que se clavaban en las suyas pero Sanders levantó su brazo con fuerza y golpeó su rostro varias veces, dejándola caer bruscamente al suelo. Trato de moverse, de levantarse… ¡estaba aterrada! Gritaba pero nadie la escuchaba. -¡Eres un cabrón, fuera de mi casa! –Y trató de levantarse como pudo, sujetándose en aquella mesa que pudo aguantar su peso. Estaba de pié, delante de él, muerta de miedo… pero debía ser fuerte, se lo había prometido a Michael. - ¡No tienes derecho a venir a mi casa a golpearme! ¡¡No tienes derechos sobre mí!! ¡¡Fuera, Sanders!! Y entonces supo que todo sería peor. Su mano agarró su cuello, con fuerza mientras la echaba hacia atrás cayendo en aquel sofá donde semanas antes había estado con Michael. No podía respirar, aquella mano grande apretaba con fuerza su garganta mientras le hablaba muy cerca de su boca, de su cara. -¿¡Esas son las ideas que te ha metido ese cabrón en la cabeza!? ¿¡No te equivoques, Nancy!! ¡¡Tú eres mía!! ¿¡Me oyes!? – Y metió su mano por debajo de aquel pijama, tocándola. -¡¡Nooo!! – Quiso detener aquella mano pero no pudo. Sanders apretaba aún más su garganta cada vez con más fuerza. -Dime… ¿Qué más te ha metido ese hijo de puta? ¿¡Eh!?- Tiró de aquella pulsera que brillaba en su mano. - ¿Te compra con estos regalos? ¿Es qué ahora te vendes por unas putas joyas? ¿Esto es lo que quieres? - Intentó quitarle la pulsera de las manos pero volvió a golpearla, esta vez con el puño cerrado, consiguiendo partir su labio que sangraba sin parar.- ¿¡Te ha gustado follar con él más que conmigo, pequeña zorrita!? – Y se acercó a su boca, lamiéndola mientras aflojaba aquella mano que no dejaba de asfixiarla. - ¡¡Vamos a ver si él te folla mejor que yo!! Vio la oportunidad de escapar y sujetó su cara consiguiendo arañarla mientras lo empujaba con toda su fuerza. Ya no lo tenía encima y consiguió arrastrarse por aquella alfombra unos metros antes de que él levantase aquella pierna que paró en su estómago. Sintió un dolor intenso en su barriga y cayó de bruces contra el suelo. Sanders había perdido el control totalmente, colocándose encima de ella, golpeándola sin piedad, una y otra vez. Sus puños en su rostro, en su estómago… sus manos apretando sus brazos doloridos por los golpes. -¡¡Voy a enseñarte quien manda aquí, puta!! -Vio aquella correa en sus manos, y sintió aquellos latigazos en su espalda… demoledores… mientras trataba de ahogar aquellos gritos que nadie podía escuchar. - ¡Te atreves a desobedecer mis órdenes! ¿Es que crees que puedes hacer lo que quieras? Una sacudida… otra… sentía rajar su piel bajo aquella correa de cuero que se clavaba sin piedad en su espalda. -¡¡Nunca serás de nadie… nadie puede poseerte… nadie excepto yo… y vas a entenderlo así tenga que molerte a palos para que entiendas quien manda aquí!! La insultaba sin piedad mientras peleaba con ella, enloquecido, tratando de bajarse aquella cremallera para volver a forzarla. ¡Estaba tan furioso que no pensó en nada! Solo podía ver aquella imagen de Michael follándose a su hija, y deseo hacerle ver hasta dónde podía llegar él si seguía desobedeciéndolo. No tendría más piedad con ella. Gritó, peleó, golpeó con toda la fuerza que le quedaba, aterrada por cada golpe, por aquellos ojos, por lo que iba a pasar. Sus puñetazos la doblegaban cada vez más, estaba muy mareada pero pudo ver la imagen de William frente a ella, tratando de apartar a Sanders de encima mientras Rebecca la abrazada llorando. Cerró los ojos… le dolían, todo su cuerpo entero, toda su alma que gritaba de horror. Aquella noche salieron a tomar algo juntos, después de las seis horas de vuelo ni siquiera habían podido descansar antes de la reunión. No dio tiempo a mucho más. Ir al hotel, ducharse, preparar los últimos documentos e ir a North Beverly Park. La reunión se haría en la mansión de Martin donde se quedarían a almorzar todos juntos. El hotel distaba a unos trece minutos, el Beverly Hilton había sido el elegido por Edward que siempre se alojaba allí cuando estaba por California, muy lujoso y confortable de cinco estrellas donde no les faltarían comodidades durante su estancia. Martin quiso alojarlos en su enorme mansión en aquellos dos días, insistió bastante pero Michael agradeció su detalle aunque ya estaban alojados en el hotel y era mejor así… Aquella casa le traía muchísimos recuerdos. Pudo explicarle, por teléfono, la situación vivida en New york, obviamente suprimiendo todo lo relacionado con Nancy que imaginaba no sería de su agrado… El recuerdo de Elizabeth aún estaba muy presente en aquel hombre que nunca consiguió volver a ser el mismo. Por lo que trató de explicarle las cosas sin entrar en demasiados detalles sobre la relación que mantenía con la hija de Sanders… Se trataba de un impresionante proyecto por el que perderían miles de millones. No necesitó saber mucho más… Michael siempre había sido su mano derecha y se ofreció a ayudarlo inmediatamente, presentándoles a unos inversores árabes con los que tenía en vista un multimillonario proyecto. Lo demás era secundario, podrían hablar más tranquilamente en privado cuando todo estuviese solucionado… por el momento, preparó una reunión de ultima hora antes de que aquellos empresarios se marchasen a Dubái. El resto… ya lo hablarían ellos a solas. Todo pareció ir muy bien, seguía siendo el gran empresario que él mismo preparó durante años y al que dejó al mando de sus empresas. Nunca tuvo quejas de su trabajo, supo llevar cada uno de aquellos proyectos a la perfección durante aquellos siete años en los que trató de mantenerse al margen de todo. Confió en él ciegamente y no se arrepentía de ello. Sabía perfectamente cómo trabajaba, sabía relacionarse con los empresarios y llevárselos a su terreno. Le gustó volver a verlo allí, hablando con los inversores, serio, disciplinado, emprendedor, autoritario, seguro de sí mismo… Y sonrió al ver cómo conseguía ganárselos. No había necesitado mucha ayuda para ello. Michael seguía siendo el mejor de todos. Fue extraño escucharlo decir que salía con una chica… por supuesto que no se había sentido ofendido por ello, hacía muchos años de lo de Elizabeth y era evidente que Michael debía volver a rehacer su vida… debió hacerlo hace años. Lo vio tan triste y tan obcecado en el trabajo durante tantos años… Nunca, en el tiempo vivido en California lo vio con ninguna mujer, ni escuchó ni un solo rumor sobre romances. Michael había olvidado por completo vivir, había olvidado sentir después de lo de Elizabeth…. No veía justo para nada recriminarle que pudiera estar con una mujer. Y le pareció extraño que todo aquello se hubiese fastidiado solo por mantener una relación amorosa. Era un empresario rico, apuesto… era complicado entender que no fuese el yerno deseado para cualquier padre. Y lo escuchó durante horas… allí, en el jardín que años atrás había sido testigo de la unión de aquel hombre y su única hija. Trató de no hablar mucho sobre el tema, podía verlo mirar a la nada, pensativo… seguramente recordando aquel día en el que unió su vida a una mujer a la que amó muchísimo. No lo dudaba. Martin, sintió una gran lastima por aquella joven a la que Michael describía, escuchando una historia aterradora sobre maltratos y abusos. A él podía contárselo, siempre lo trató como a un hijo, siempre estuvo a su lado, enseñándole todo cuanto sabía, ayudándolo como en aquellos momentos que no dudó ni un solo segundo en brindarle su mano. Se merecía saber qué estaba pasando por su vida en aquellos instantes. Y pudo aconsejarlo lo mejor que pudo, como a un hijo, como lo que siempre fue para él… Si de verdad le importaba aquella joven debía sacarla de donde estaba, debía protegerla… no podía volver a sufrir como con Elizabeth… no lo merecía. Para nada debía pensar en el dinero que pudiese perder… de acuerdo, era una cantidad muy preocupante y no solo se trataba de él, había otros socios a los que debían rendir cuentas… pero no podía acceder a chantajes. Por supuesto que era importante el dinero, los proyectos, el reconocimiento a una carrera… pero el amor era lo que realmente movía todo en la vida. Sin él nada era igual… Debía amarla de verdad para permitir una pérdida como aquella y se alegraba de verdad por él. Su mejor consejo… ¨ Ámala, protégela de todos, cuídala y no dejes de decirle cada día lo importante que es para ti, antes de que la vida no te deje decírselo más… ¨ Nadie mejor que él sabía de qué le hablaba. Había estado hablando con ella antes de ir con sus colegas al restaurante, hablándole de cómo la echaba de menos y de lo poco que les faltaba para poder verse. Steven se apuntó… hacía mucho tiempo que no salía de copas con amigos. Con él también pudo tener una charla, estaba bastante interesado en todo lo que estaba sucediendo entre Nancy y él. Ella le había puesto al corriente sobre las navidades, las salidas y el viaje que harían juntos. Para nada quería darle una charla sobre cómo tratarla, sabía que le importaba de verdad por todas las veces que había dado la cara por ella delante de Edward o Sanders. Era el hombre que necesitaba, era la persona que podría ayudarla de verdad y se alegraba por ellos pese a saber que él nunca podría tenerla. Puede que Nancy hubiese conquistado a un empresario rico y apuesto, pero Michael había ganado un ángel. El restaurante de aquel hotel fue el lugar donde decidieron tomar algo tranquilamente, sentados en los bancos de la barra, Edward, Sarah, Steven y Michael, orgullosos y contentos del nuevo proyecto que tenían entre manos. Y bebieron bastante mientras reían y charlaban amigablemente sobre buenos momentos vividos. Era obvio que aquellos amigos tenían mucho que contar, sus vivencias habían sido únicas pero Steven también había sido joven y después de unas cuantas copas, comenzó a soltarse bastante… Salidas nocturnas, chicas que se tiraban a sus pies cuando aún era un jovencito ingeniero… tenía mucho que contar también y el alcohol que llevaba ingerido hacía el resto. -Una ronda gratis a cargo del caballero…- Dijo la joven de la barra mientras servía cuatro vasos de un Vodka Spirytus, regalo de Edward. Brindaron por el proyecto, por ellos, el mejor equipo de todos y antes de que el resto bebiese Michael tomó un sorbo que lo hizo toser con fuerza, mientras bajaba el vaso de Sarah dispuesta a probarlo. -¿Te has vuelto loco? ¿Qué cojones es esto?– Le dijo a Edward mientras trataba de reponerse. – No, Sarah, no bebas… - Le aconsejó viendo como ella acercaba el vaso hasta su boca. Aún tenía la garganta tratando de hacerse a aquel quemazón… Sabía que era demasiado fuerte. Se trataba de un Vodka de Polonia con un grado en alcohol del noventa y seis por ciento, al que Edward parecía estar acostumbrado… ¡Era una locura tomar aquello! -No seas “nenaza”, Michael… - Y sonrió ante el gesto de su colega, terminando su vaso en cuestión de segundos… - ¡Estás más blando desde que te has echado novia! -¡Estás loco! – Y rieron mientras el resto levantaba el vaso y sentían la misma sensación que Michael… Aunque ellos sí terminaron el vaso. -¿Cómo puedes meterte esto en el cuerpo? -Vamos, Michael, me he metido cosas peores… - Y lo miró descaradamente mientras sonreía… Ambos sabían de qué hablaba….Steven era el único que no supo a qué se refería o al menos eso pensaban. - …y seguro que tú también, así deja de quejarte y brinda con nosotros. Sarah levanto el vaso que Edward había vuelto a llenar e hizo gesto a Michael, a su lado para que hiciese lo mismo… Ella no era tonta y sabía que aquellas palabras eran directas para su amigo. Lo conocía muy bien y sabía cuánto deseaba volver a estar con él. Sus indirectas eran muy directas. -Vamos…brindemos por este nuevo proyecto… Pidieron otra botella y aunque Michael al principio fue reacio a beber aquello, terminaron por llenar los vasos mientras bromeaban… Estaban de celebración y lo pasarían bien. Serían las dos de la madrugada cuando decidieron ir a las habitaciones, el restaurante llevaba cerrado varias horas pero ellos siguieron dentro, terminando aquella botella y riendo a carcajadas por las bromas y el alcohol. Hubo varios momentos extraños aquella noche… Steven podía percibir algo en Edward y Michael, algo que quiso apartar de su mente pero que no pudo… Conforme pasaban las horas se percataba de miradas, risas, bromas… Edward estaba demasiado encima de su amigo, sus manos lo buscaron muchas veces aquella noche, mientras seguían bebiendo sin control. Llegaron a sus habitaciones tarde, dormirían un largo rato, lo necesitaban, todos. Tenían un almuerzo con Martin, el nuevo socio, pero aquello sería al medio día así que podían dormirla y despejarse un poco. No sabía cómo había pasado, no fue consciente de ello hasta tenerlo justo encima… Abría su puerta, de bromas aún con Steven, una habitación más al lado… Edward estaba detrás de él y sintió sus manos en su espalda, acariciándolo, justo cuando sintió el clic de la puerta… y sin más se encontró con el cuerpo de Edward encima de él. No consiguió apartarlo, tuvo sus labios pegados a los de él en cuestión de segundos mientras lo empujaba a entrar en la habitación. -¡Edward, para! – Logró decirle cuando su espalda chocó contra aquella pared… Lo separó de su cuerpo y lo miró mareado por el alcohol. -¡No puedo más, Michael! ¡No sabes cuánto deseo follarte! – Y sujetó su rostro con ambas manos mientras lo besaba, metiendo su lengua en aquella boca que no esperó nada de aquello. Varias veces, saboreándolo, mientras sentía las manos de Michael en su pecho tratando de apartarlo. -¡¡Basta, Edward!! – Y esta vez sí que logró alejarse de él. ¡Se había vuelto loco! Edward era un hombre mucho más corpulento que él y tuvo que hacer bastante fuerza para apartarlo de su cuerpo, de su boca. -Dijiste que todo sería como antes… - Le suplicó borracho. -No me refería a esto, por favor… sal de mi habitación. - Le pidió. - Estamos borrachos… - Lo estaban y bastante. -No me hace falta estar borracho para desearte con toda mi alma. ¡No tienes idea de cuánto te he echado de menos! – Y trató de volver a tocarlo pero vio como se alejaba dando unos pasos atrás. ¿Es que ya no te acuerdas de lo bien que lo pasábamos juntos? -Creo que dejé las cosas muy claras cuando me fui a California. - Y vio sonreír a Edward que seguía acercándose despacio. -Sí… me quedó muy claro cuánto te gustaba follar conmigo. - Y pudo tocarlo por un segundo, intentado excitarlo y excitarse. La mano de Michael lo apartó rápidamente… se estaba haciendo el duro… -¿Es que ahora te va este jueguecito, Michael? ¿Quieres hacerte el duro conmigo? ¡Eso me pone mucho más cachondo! – Lo estaba, la verdad… solo de pensar en volver a estar dentro de él. Llevo años esperando que volvieses para poder follarte como antes, Michael. -Joder, Edward, no sigas con lo mismo. Te expliqué que no es lo que quiero ni lo que busco. - Y lo miró muy serio. - Siento que hayas estado esperando todos estos años pero dejé muy claro que no volvería a pasar… nunca. -Gozabas demasiado para decir aquello en serio… - No mentía. - Podríamos llamar a Sarah… seguro que ella… -No. Edward, te lo pido por favor… Sal. - Y dirigiéndose hasta la puerta le mostró el camino para que se marchase. Pasó por su lado, mirándolo… Tal vez… -Quizás quieras cambiar de chica. – Soltó. - No me importaría que metieses a la joven Nancy en nuestra cama… Estoy seguro de que lo pasaríamos muy bien con ella. Lo miró fijamente, lo tenía muy cerca y… estaba borracho… sí, lo estaba. Era lo único que hizo que no le hubiese partido la cara por decir algo así. -Voy a pensar que has dicho eso porque estás muy borracho. Y solo porque eres mi amigo lo dejaré pasar por esta vez. - Y cerró la puerta de golpe cuando lo vio salir de su habitación. Echó la cabeza atrás, la apoyó en la pared y decidió darse una ducha. Habían bebido muchísimo alcohol pero sabía que todo lo que había pasado en aquella habitación no era solo fruto de la bebida… Edward siempre esperó recuperar cosas que quedaban muy atrás y en el olvido para Michael. Era un pasado del que no deseaba hablar… Y no era porque se avergonzase de ello, Michael era un hombre adulto que había hecho muchas cosas en su vida y las aceptaba con decisión y firmeza pero también estaba seguro que aquello no era lo que quería en su vida. Nunca habría llegado a esos límites porque jamás se sintió atraído por ningún hombre, si no hubiese sido por la muerte de Elizabeth. Recordó su estado tras su muerte, sus noches vacías y llenas de dolor, de lágrimas que trató de ocultar en casa, con su familia. Edward estuvo siempre ahí, y Sarah, con quien salía muchas noches… para hablar, para pasear, para llorar, para beber… para tratar de olvidar todo su dolor durante algunas horas. Y lo conseguía… La primera noche que pasó estaba realmente bebido… supo que algo no marchaba muy bien cuando Edward se le acercó demasiado en aquella cama. En su habitación, mientras Sarah trataba de calmarlo y su amigo acariciaba su pelo… él solo podía llorar, ahí, echado en aquella cama, suplicando que volviese a su lado y rogando por quitarse de en medio. No deseaba vivir… Sintió los besos de Sarah y trató de negarse… pero estaba tan mal… La escuchaba muy cerca de su oído susurrarle que cerrase los ojos, que se dejase levar, ella conseguiría calmarlo durante unos minutos con sus besos y sus caricias. Cerró los ojos y pensó en Elizabeth mientras sentía la mano de su amiga acariciarlo, primero por fuera de aquel pantalón, luego por dentro, mientras conseguía meter la lengua en su boca y moverla con maestría… le gustaba… no iba a negarlo y no era la primera vez que se acostaba con ella. Se dejó llevar cuando la sintió encima de él, levantándose aquella falda y llevando su mano hasta su sexo que obligo a acariciar. Ni siquiera recordaba a Edward que seguía allí, con ellos… pudo verlo minutos después cuando Michael se encontraba totalmente excitado por aquellos movimientos de Sarah, encima de él, agitándose, y adueñándose de su sexo completamente duro. Y vio a su amigo detrás de ella… desnudo mientras trataba de penetrarla a la misma vez que él… era extraño, nunca había compartido a ninguna mujer con nadie, ni siquiera con Edward, y aunque al principio quiso parar, Sarah consiguió convencerlo con su entrega. Sabía cómo hacerlo, ella siempre sabía qué decir y qué hacer para que Michael cediese… por eso fue a buscarlo las demás veces, a su casa, mientras le pedía cariñosamente volver a repetir aquel encuentro que tanto placer les había dado… Ya no le importaba nada en la vida y regresó muchas noches a casa de Edward, donde los encuentros se hacían cada vez más constantes y apasionados. Al principio solo compartían a Sarah, besándola, acariciándola, dándole lo que ella les pedía… luego fueron más allá…Y ni siquiera se había parado a pensar que pudiese suceder algo así… la besaba desenfrenado mientras la sentía acariciarlo bajo su ropa interior… abrió los ojos y vio a Edward besarla, acariciarla y acercó su lengua hasta su boca… Michael retrocedió… lo miró extrañado… ¿Qué acababa de hacer? ¿Se había vuelto loco? Pero Sarah no lo dejó pensar, siguió besándolo, hablándole muy despacio, muy suave, mientras acercaba a Edward hasta él… debía ceder… le gustaría. Y lo besó… Sus bocas se unieron, mojadas, mientras Sarah seguía hablando, mientras los acariciaba a los dos… primero a él, luego a Edward, otra vez a él… Lo tumbó en aquella cama y la dejó hacer mientras sentía a su amigo acariciarlo, con la mano, con la boca… y le gustó… Los tenía encima… a los dos, mientras lo llevaban a un límite al que Michael jamás pensó llegar… pero no quiso parar… estaba muy excitado… no pensaba realmente lo que estaba haciendo, solo quería seguir disfrutando. Al principio ella era la que manejaba la situación, Michael y Edward se mantenían en segundo plano, obedeciéndola… después cambiaron… era él quien movía la situación, hablándole al oído, diciéndole qué debía hacer y él obedecía. Lo sintió detrás, rozándose, besando su espalda mientras Michael penetraba a Sarah, muy excitada. Lo miró… no sabía si debía parar aquello, pero lo dejó… Metió su lengua dentro de aquella boca que él abrió con ganas y se besaron con entrega mientras lo sintió dentro, por primera vez… Gritó ante aquella sacudida, la primera, la segunda… una tras otra… pero luego fue suave y lo dejó ahí…detrás de él, dejando que aquellos movimientos lo llevasen a la más completa excitación. Miraba a Sarah, ella sonreía, lo acariciaba y a Edward, detrás… no dejaba de moverse…cerró los ojos y prefirió no pensar… la noche fue muy larga y llena de placer y desenfreno. -¿Estás bien? – Lo escuchó preguntarle aquella mañana, mientras trataba de vestirse, sentado en aquella cama donde aún dormía Sarah. Lo miró mientras tocaba su cabeza… parecía que iba a estallar. -Sí, bueno… todo lo bien que puedo estar con esta resaca. - Y seguía tocando su frente. Tomó una pastilla que Edward le había traído con algo de leche. Sonreía. No sabía cómo mirarlo… después de lo de aquella noche era todo muy extraño. Lo tenía ahí delante, vestido, cuando aquella noche lo había dejado hacer… ¡Dios! ¡¡Se había acostado con Edward!! Cerró los ojos y suspiró… no era fácil. ¡¡Se había acostado con su amigo!! -No me refería a eso… - Claro que sabía que debía estar totalmente contrariado. Podía entenderlo perfectamente. Era la primera vez para Michael. -Oye, Edward… Anoche estaba muy borracho, pero soy consciente de lo que hice. - Y no se arrepentía, no iba a negar que le había gustado, mucho más de lo que pensó en un principio. Edward no era nuevo en aquello, de eso estaba totalmente seguro. - No parecía tu primera vez. -No lo era. - Y sonrió mientras Michael lo miraba sorprendido. - No puedo creer que nunca te dieras cuenta. Pues claro que no se había dado cuenta de… ¿le gustaban los hombres? ¿¡En serio!? ¡¡Siempre tuvo novias y a él jamás le insinuó nada sobre ese tema!! -Siempre te he visto con chicas y tu nunca me has… - Jamás sospechó que a su amigo del alma le gustasen los chicos… ¿Cómo iba a imaginarlo? Jamás se lo había dicho, jamás percibió ni un solo gesto que pudiese hacerle sospechar. -Bueno, es lo que te queda, cuando el chico del que estás enamorado solo te ve como su mejor amigo. - Y sus ojos se clavaron en Michael. Uf… había tardado tanto en decirlo… Siempre deseó hacerlo, contarle cuanto lo amaba, pero… ¿para qué? Sabía perfectamente cuales eran los gustos de Michael. Levantó el cabeza sorprendido, mirando a su amigo, de pie, a su lado. ¿Enamorado de él? ¿Edward enamorado de Michael? ¿Es que aquello no había sido algo casual? No parecía estar de coña. Y no supo que decir. Solo lo miró fijamente, totalmente asombrado por aquella noticia. ¿Su mejor amigo enamorado de él? ¿¡Desde cuando!? -No te preocupes, Michael, esta noche has cumplido mi mayor sueño. Llevo soñando con acostarme contigo desde el instituto. - Y muy sonriente le guiñó un ojo mientras lo veía agachar la cabeza y ocultar una sonrisa. -¿¡Estás de coña!? – Debía estarlo. -Oye, sé que no debe ser fácil para ti asimilar lo que ha pasado esta noche entre nosotros, es tu primera vez y lo entiendo perfectamente, pero, tranquilo, no debes preocuparte. - Le guiñó un ojo. – Todo quedará aquí, entre nosotros… -Michael lo agradeció mientras se abrochaba aquel pantalón. – …aunque siempre puedes venir cuando quieras. -Edward… no volverá a repetirse. - Y esta vez lo miró fijamente, seguro. -¿Tan mal he estado? – Y Michael lo negó con la cabeza. Sabía que le había gustado… sus gemidos ante sus movimientos lo habían hecho excitarse como nunca. - Oye, si lo dices por lo que siento por ti… -Edward… - De verdad sentía todo aquello, jamás imaginó aquellos sentimientos de su mejor amigo. - Yo nunca he imaginado que tú… Bueno, jamás me dijiste que estabas enamorado de mí y te juro que nunca noté nada. - No sabía cómo excusarse… la situación era bastante incómoda. ¡Dios, Edward era su mejor amigo! – Yo… -Michael, tengo muy claro que jamás sospechaste nada… te he visto desnudo desde que íbamos al instituto, nos hemos duchado juntos cientos de veces… de haberlo imaginado sé que habrías… - Y soltaron una carcajada… Sí, claro que lo habría evitado. -Edward… - Ni siquiera sabía qué más decir… -Siempre seremos amigos, Michael, me ha quedado muy claro en todos estos años cómo te gustan las mujeres. Eras el eterno ligón del instituto, de la universidad y de todos los locales a los que íbamos. Traías locas a las niñas con esos increíbles ojos… - Se acercó a él sonriendo, mirándolo descaradamente con muchísimo deseo. Michael estaba nervioso. - … solo que había alguien más a quien traías loco y que nunca pudo disfrutar de ti, hasta anoche… - Se miraron fijamente. - …y quién sabe, quizás podamos volver a repetirlo de vez en cuando. Y no se equivocó… Luchó por evitarlo, en casa, pensando en todo lo que había pasado aquella noche, en aquella confesión de Edward. No era fácil saber que estaba enamorado de él, que llevaba toda la vida sintiendo algo que nunca podría corresponder. Y era su amigo… no podía sentir sino lástima por él, debía haberlo pasado francamente mal y él ni siquiera se había dado cuenta de ello. Estuvo a su lado cuando lo vio triste, siempre, pero jamás le contó aquello… sus palabras ahora le sonaban a excusas. Sí, muchas veces lo vio llorar, mirarlo muy fijamente a los ojos mientras le hablaba de cualquier cosa para evitar sincerarse con él… y solo ahora podía verlo. Ni siquiera contestó los mensajes que recibió de Sarah días después, que se presentó en casa una de las tardes, convenciéndolo para seguir disfrutando juntos de algo que tanto placer les había dado a los dos… a los tres. No tuvo mucha voluntad cuando la tuvo allí, tal vez porque él también quería seguir probando un poco más… y regresó a aquella casa, a aquella habitación, muchas veces, durante meses, donde se dejó llevar cada vez… disfrutando, aprendiendo de todo lo que Edward quería mostrarle. Algunas cosas dudó en hacerlas… debía estar un poco más borracho para aquello que le pedía… pero lo hizo. Michael obedeció a su amigo, a Sarah, entregándose a ellos que tanto placer le daban en aquellas noches de sexo y lujuria… beso a Sarah hasta la saciedad, besó a Edward hasta la saciedad. Ambos estaban enamorados de él y sentían cada caricia de forma muy distinta a la de Michael que solo se entregaba por deseo y para olvidar toda su amargura. Era la única forma para no recordar todo su sufrimiento y lo conseguía… con ambos, con todo lo que le hacían, con todo lo que le decían que hiciese. Disfrutó muchísimo con Edward y aprendió de él, dándole lo que tanto había deseado durante todos esos años de silencio, de amor incomprendido. No dudó en hacerlo cuando se lo pidió… mirándolo con deseo. ¿Tanto deseaba sentirlo? Tantos años llevaba esperando que Michael lo hiciera retorcerse de placer... se acercó a él mientras Sarah miraba, provocándolo. Lo acarició, lo besó, como siempre había soñado y dejó que disfrutase de aquello que tanto había soñado… penetrándolo con fuerza, metiéndose dentro de él, muchas veces y parando, despacio, como él le había enseñado en todos aquellos meses en los que Michael se dejó llevar, disfrutando del sexo como un loco. -¡Tanto que lo has deseado! – Le susurró en el odio cuando lo escuchó gemir de placer… mientras seguía moviéndose detrás. - No corras… saboréalo, Edward. - Y se volvió loco con aquella voz, con sus movimientos. ¡Lo hacía tan bien… no sabía cuánto había deseado aquello! Y recordó la voz de Michael, una de aquellas noches, cuando consiguió tenerlo justo donde quería, enloquecido y lo escuchó decir que no parase. Quería más, mucho más… al igual que él en aquellos momentos, sintiéndolo dentro de él, caliente, duro, excitado. Y se lo pidió de la misma forma… no pares, Michael, sigue… Michael no paró, siguió haciéndolo con maestría, como si aquello lo hubiese hecho miles de veces. Mordiendo su espalda desnuda, su pecho fuerte que se endurecía con sus sacudidas, besando su boca, metiendo su lengua en aquella boca que había deseado sus besos demasiado tiempo. Sarah lo excitaba aún más, de lejos, acariciándose mientras no dejaba de mirarlo. Iba a hacerlos disfrutar como nunca… ahora le tocaba a él… y consiguió llevar a Edward hasta el clímax aquella noche… follándoselo como nunca pensó hacerlo… y le gustó. No pudo negar que fue bueno, muy bueno… jamás había sentido tanto placer como en aquella habitación, con Sarah y Edward pero debía parar… aquel no era Michael y sabía que aquella había sido la última vez que estarían juntos. Abrió los ojos en aquella ducha… de verdad que era algo que había vivido con muchísima intensidad pero también era algo que juró dejar de lado… una de aquellas noches en las que comprendió que debía parar. Ese no era él… ni tampoco era lo que deseaba hacer en la vida. Había estado bien, cada beso, cada entrega pero debía parar y enfrentarse a sus miedos, a su soledad, a su dolor por aquella pérdida. No podía seguir ocultando su muerte interna con el sexo, con el alcohol… era un hombre responsable que había perdido los papeles aquellos días, olvidándose de todo sus principios, de sus miedos, de su propio yo. Por eso se despidió de ellos, siendo muy claro en sus palabras… jamás volvería a pasar. Se marcharía, haría su vida en California, afrontaría su viudez con fuerza y su tristeza con toda la entereza que pudiese, pero él solo. Y supo que ninguno de los se daría por vencido… ambos estaban enamorados de él desde hacía muchos años… pero les había dado lo que desearon con tanto anhelo, se había entregado a ellos, dejándose llevar, redimiéndose a todo lo que quisieron hacer y los había hecho gozar como nunca… pero definitivamente aquella había sido la última vez. Entregándoles todo lo que siempre desearon pedirle, a los dos, sin pensar en nada, solo en hacerlos disfrutar tanto o más de lo que él mismo había disfrutado aquellos meses. Era su forma de decirles: “gracias, por haber estado ahí tantos años, amándome en silencio, entregándome vuestra amistad, vuestras horas de consuelo… ahora me toca a mí recompensaros… disfrutemos…” Intentó llamar a Nancy… mandó mensajes a su whatsapp… ¡cómo deseaba tenerla ahí, a su lado esa noche! Nadie contentó… estaría durmiendo, seguro… Capítulo 24 EL ENFRENTAMIENTO MÁS DURO El almuerzo con Martin fue estupendo, hacía muy buen día y decidieron quedarse en el jardín, cerca de la piscina. Pudo conocer mejor a su equipo, algo cansado por la noche que habían tenido y por la resaca que agolpaba la cabeza de todos. ¡Vaya resaca!! Él también había sido joven y entendía perfectamente la situación… reía sus comentarios y estaba realmente contento por poder trabajar en aquel proyecto con ellos… estaba seguro que sería todo un éxito. Había vuelto a intentar localizar a Nancy pero su móvil estaba apagado… Le extrañó mucho. Llegaría en unas horas a California y por fin podrían estar juntos y solos durante una semana, donde Bora Bora sería un autentico paraíso para ellos. Solos, sin ser molestados por nadie, en aquellas playas paradisíacas, en un precioso bungaló de lujo que había reservado junto a la playa. Nada iba a estropear aquel encuentro de aquellos enamorados. El móvil de Michael comenzó a sonar a la misma vez que el de Steven. Se miraron y su colega se levantó a atender la llamada mientras él permaneció sentado. Miró el número, no lo conocía. Dejó la llamada para después, no sería nada importante y siguió hablando con Martin sobre aquel fantástico proyecto junto con Sarah y Edward. Aquella copa cayó al suelo haciendo mirar a todos los que se encontraban en aquella mesa, charlando y terminando de almorzar. Steven se giró y miró a Michael que pudo ver terror en sus ojos… supo que había pasado algo con Nancy. -¡Es Nancy, Michael! – Fue lo único que pudo decir mientras lo veía levantarse rápidamente de aquella mesa y acercarse a él. - ¡Sanders se ha vuelto loco! Emmie había llamado a Steven para explicarle lo sucedido. Aquella noche unos amigos habían encontrado a Sanders golpeando a Nancy y la paliza había sido tan brutal que habían terminado en el hospital más cercano. La dejaron allí, ingresada, sus golpes eran muy fuertes y debía estar bajo vigilancia unos días. ¡Estaba tan magullada! Emmie no pudo dejar de llorar mientras hablaba con Steven, la vio tan mal en aquella cama del hospital donde trabajaba… Vio su nombre aquella mañana, cuando comenzó su turno, y la buscó rápidamente encontrándola casi inconsciente, casi irreconocible, totalmente destrozada… ¡Pobre Nancy! Sabía el infierno que vivía desde hacía muchos años y no sabía cómo podrían ayudarla… Cada vez era peor. La quería, aquella mujer sentía muchísima lástima por aquella jovencita a la que escuchó muchas noches llorar, en su casa, temblando por el horror vivido. Steven la calmaba abrazándola muchas noches, cuando se despertaba sobresaltada, gritando por las pesadillas, su cuerpo no podía dejar de convulsionarse…. Todo lo que estaba viviendo era un autentico infierno. ¡Tantas y tantas veces que habló con su marido para buscar una solución! Nancy acabaría haciendo una locura si aquello no terminaba pronto. Era una pesadilla toda su vida. Sanders, Madison, Evelyn… ¡¡Evelyn!! Toda la carga de su enfermedad caía bajo sus hombros desde que era una cría… Eran aquellas palizas, los abusos, los insultos, las humillaciones… o la vida de su pobre hermana. ¿Quién podría con todo aquello? ¿Quién la ayudaría a ella? Nancy debía salvar a su pequeña hermana enferma, pero ¿quién la salvaría a ella de aquel monstruo que destrozaba su vida día a día? Pudo ver a su marido muchas noches, a su lado, vigilando su sueño, llorando cuando por fin caía rendida en aquella cama… No se sentía celosa, sabía lo importante que era para Steven, cómo deseaba cuidarla. Quizás enamorado, quizás obsesionado, pero podía ver en los ojos de aquella chiquilla un cariño muy grande hacia él… un cariño de hermano, sincero y real. Ni siquiera tardaron en volver a New York, Steven y Michael encontraron un vuelo de última hora y no lo pensaron dos veces. Sacaron los billetes mientras preparaban las cosas en casa de Martin que trató de dar todas las facilidades a sus amigos. Miraba a Michael, lo veía muy preocupado, nervioso… realmente estaba enamorado de aquella joven y deseaba que todo saliese bien… él lo merecía. El vuelo se hizo eterno, seis horas de viaje que colmaron los nervios de aquellos dos hombres angustiados por la misma mujer. El rostro de Michael aparte de preocupado estaba lleno de rabia. Steven sabía que no dejaría las cosas así… lo había visto enfrentarse a Sanders por cosas más banales y esto… Había encontrado a su salvador, al único capaz de enfrentarse a él sin miedos, sin reparos, sin dar un solo paso atrás con sus chantajes y sus amenazas. No pasaron por casa, se dirigieron inmediatamente al hospital central de Brooklyn, no era el más cercano pero sí el que le correspondía a aquella joven. Y allí pudieron encontrarla en aquella pequeña habitación, dormida, sedada, llena de golpes que apenas dejaban ver su hermoso rostro. Steven permaneció en la puerta paralizado, nunca había sido tan brutal como aquella vez. Había destrozado a Nancy. Michael caminó hacia ella, Rebecca y William estaban allí, sentados, acababan de ir a visitarla aunque ella apenas abría los ojos un rato. Ni siquiera les habló, solo podía mirarla, allí acostada, llena de moratones y golpes, con sus ojos hinchados, al igual que sus labios. Le había roto una de las cejas a la que dieron algunos puntos de sutura, pero apenas se veían sus ojos… dudaba que pudiese abrirlos. Sus brazos desnudos, mostraban signos de lucha, arañazos, magulladuras, manos marcadas que mostraban un color morado en sus muñecas. La lucha había sido brutal y se había defendido. -Tiene golpes en el estómago y en las piernas. ¡Ese hijo de puta se ha ensañado con ella! Escuchó decir a William que se acercó hasta la cama. Michael levanto la sábana y la examinó con detenimiento… sus piernas amoratadas dejaban ver algunos cortes, seguramente producidos por algún cristal roto durante la pelea. Miró bajo aquel camisón, su estómago mostraban signos de fuertes golpes al igual que su pecho. -Si no hubiésemos llegado la habría matado. - Rebecca estaba muy afectada viendo a su amiga de aquella forma. Se abrazó a William llorando y tapando su cara con las manos. Aquello nunca iba a parar. Sanders conseguiría acabar con ella a golpes, sino la obligaba a hacer una locura para acabar con todo ese infierno. Sujetó su mano pequeña y agachó la cabeza, conteniendo toda su rabia que sacaría cuando ella se encontrase bien, cuando lo tuviese enfrente. Era lo único que le importaba en aquellos instantes, que Nancy se recuperase, todo lo demás daba igual. Su respiración estaba muy agitada, pero no hablaba, solo podía cerrar los ojos y tratar de contenerse. Escuchó a Steven tras él, había ido a buscar a Emmie que llegaba para darles los detalles de su estado. Aparte de los evidentes golpes que presentaba, visibles por los hematomas, tenía una Omalgia derecha postraumática, dolor de hombro derecho producido por los golpes, inflamación en el estómago y tres costillas rotas, así como heridas producidas por cristales que debieron clavarse en sus piernas durante la pelea. Aún a pesar de todo debían dar gracias que las heridas del ojo derecho de Nancy solo quedasen en un gran susto y que su estómago no hubiese sufrido ninguna hemorragia interna. El hospital había presentado una denuncia, era evidente, pero Michael no estaba dispuesto a dejar las cosas así… él mismo se encargarían de meter a ese cabrón entre rejas por lo que había hecho. No le importaba cuanto le costase o el tiempo que tuviera que esperar; ahora iba a por él y no tenía ni idea de con quien se había enfrentado. Nancy había sido sedada por los dolores tan fuertes que tenía, apenas había dormido aquella noche, pero debían estar tranquilos, era una joven muy fuerte y se repondría de aquellos golpes. El tema psicológico era otra cosa. Michael se encargó de todo desde aquel instante, haciéndose responsable del traslado que se haría al hospital Lenox hill, en E77th, y de todo los gastos ocasionados. No preguntó a Steven, ni siquiera a Madison, que llegó horas más tarde, preocupada por el estado de su hija. Él estaba sentado al lado de Nancy, esperando a que abriese los ojos para poder decirle que no se movería de su lado… escuchó voces y levantó la cabeza viendo a aquella mujer que se acercó a aquella cama llorando, preguntando qué había pasado y quien le había hecho algo así a su hija. Michael la miró… ¿de verdad había estado tan ciega todos esos años para no ver la realidad? ¿Desde cuándo no miraba a los ojos a su hija? ¿No podía percibir aquel dolor, aquel miedo atroz que la invadía? ¿O es que era mejor no querer verlo? Estaba tan lleno de odio en aquel instante… -Su marido, señora, Sanders… El hijo de puta de su marido es el que ha hecho esto. - Le soltó sin ni siquiera pensarlo. Se levantó de aquella silla y salió de la habitación mirándola con desprecio. -Pero, ¿qué está diciendo? ¡¡Steven!! – Le preguntó sin comprender nada.- ¿Es que se ha vuelto loco? ¡Mi marido adora a Nancy! – Miró a Michael enfurecida. - ¡Nunca le haría daño! Salieron de la habitación, todos, no era el mejor sitio para discutir con Nancy allí, en aquel estado. Y en aquel pasillo, delante de los auxiliares y médicos que los miraban de lejos comenzaron a discutir. Steven trataba de poner un poco de tranquilidad en su jefe, en vano. -No voy a consentirle… - Levantó la mano en señal de orden. -¿Qué es lo que no me va a consentir, señora Sanders? – Y se acercó a ella retándola. Steven logró poner distancia entre ellos. - Ese cabrón que tiene por marido casi mata a su hija de una paliza y usted está tan ciega que es incapaz de ver la realidad que tiene delante de sus narices. -¡No tengo por qué escucharlo! – Alzó la voz. -Sí que tiene que escucharme, porque no pienso consentir que nadie más vuelva a hacerle daño… por nada. – La protegería de ella misma si era preciso. -¡Usted no conoce a mi hija, ni a mi marido! – Le espetó… - Y tendrá que retirar esa acusación si no quiere… -¡No se le ocurra amenazarme, porque le juro que me dará igual el parentesco que tenga con Nancy! ¿Me ha oído? – Se terminaban allí las amenazas de la familia Sanders. De todos. - Conozco a su hija y a su marido mucho mejor que usted… eso no lo dude. Mírela, joder… - Alzó la voz mientras señalaba aquella puerta entreabierta. - Lleva golpeando y violando a su hija desde que era una niña… ¿de verdad es tan cínica para no querer verlo o es que está tan preocupada por su otra hija que olvida el infierno que vive Nancy desde hace años? Madison dio unos pasos atrás. No podía ser verdad lo que escuchaba. Miró a Steven, a él lo conocía desde hacía muchos años y él conocía a Allan… debía decir algo a su favor… ¿es que se habían vuelto locos? ¡¡Allan adoraba a Nancy desde que era una niña!! ¡¡La había criado, era su hija!! Los golpes, los insultos… habían quedado atrás hacía mucho tiempo. Ahora era un hombre trabajador, responsable, bueno… le había perdonado su desliz, su mentira y se había quedado a su lado para proteger y cuidarlas, a las tres. -¿¡Cómo se atreve a inventarse algo así!? –Furiosa. -No está mintiendo, Madison… - Pudo decir mientras agachaba la cabeza. - Allan dejó de golpearte a ti hace años pero no a Nancy… y si nunca te dijo nada fue porque consiguió chantajearla con la enfermedad de Evelyn. – Ya no tenía sentido seguir ocultándola. - Ese fue el motivo por el que retiró la denuncia hace años, Nancy solo quería ayudar a su hermana pese a lo que Sanders le hacía a ella cada día. Podía verla sin poder creer aquellas palabras. ¡Sanders había seguido golpeando a Nancy! ¿Sanders había violado a su hija durante años? ¡¡Estaban locos, aquello no podía ser verdad!! ¡¡Ella nunca se dio cuenta de nada de aquello, nunca vio nada extraño aparte de los golpes cuando bebía!! Pero aquella época tan mala había cesado hace años. Sanders era otra persona… cariñosa, buena, amable… jamás volvió a levantarle la mano y sí era cierto que la relación padre e hija se había enfriado muchísimo desde la denuncia de malos tratos, pero Allan siempre intentó volver a ser el mismo con ella solo que Nancy nunca volvió a acercarse a él. Rechazo, distancias, indirectas, desafíos… siempre fue una jovencita rebelde y aquello era lo que Sanders nunca aceptó de ella. Al menos eso fue lo que siempre le dijo. Ella lo creyó porque su hija jamás le dijo nada sobre todo aquello. -Sí, pero yo no voy a retirar nada… - Dijo Michael duramente. – Le juro por Dios que voy a dedicarme de lleno a hundir al cabrón de su marido. Va a pagar lo que le ha hecho a Nancy así tenga que dedicar mi vida entera para ello… - No veía el día de tenerlo frente a frente. -… eso si no lo mato antes con mis propias manos… y le aseguro que me llevaré por delante a todo el que trate de impedírmelo. A quien sea. – Dejó claro. Madison se sujetó a su brazo. ¿Y Evelyn? Si él denunciaba a Allan, descargaría toda su rabia contra su hija pequeña. La dejaría morir. No podía hacerle algo así, no podía dejar que lo hiciese. Solo era una niña que estaba muy enferma y necesitaba aquellas medicinas. ¡Debía entenderlo! ¡¡No podía denunciar a su marido pese a todo!! Michael soltó de mala forma aquella mano… ¡estaba tan enfadado! ¿Cómo era posible que siguiese diciendo todo aquello después de ver a Nancy en aquella cama? ¿Es qué no le importaba nada? No podía dejar de mirarla con desprecio por su actitud. Nancy también era su hija… -No crea que va a conseguir nada de mí, señora Sanders. Estoy informado todo, de sus palizas, de la enfermedad de su hija pequeña. Lo sé todo… pero lo único que me importa en esta vida es Nancy y su bienestar... - Y señaló la habitación donde estaba la joven. - … el resto, me trae sin cuidado. Volvió al lado de Nancy que despertó a los pocos minutos, quejándose del dolor, llorando al ver a Michael a su lado. Giró la cara, no quería que la viese de aquella forma. ¡Debía estar horrible! ¡¡Se moría de la vergüenza pese a que solo quería estar a su lado donde se sentía segura!! Solo con él se sentía cien por cien segura. -¡No me mires, por favor! – Le pidió llorando. - ¡No me mires! – Apenas podía abrir los ojos. Michael se levantó y sujetó su rostro golpeado, con cuidado, despacio… la miró a los ojos… ¡tan lastimada que estaba! Apenas podía ver bien por la hinchazón. La besó con cuidado, una y otra vez, apartando su cabello de su rostro, delicadamente, mirándola con todo el amor que sentía en su alma. Nadie la amaba más que él, nadie la amaría más que él… nunca… Le habló dulce. Lo escuchó pedirle perdón por no haber estado ahí, por no haber cumplido su palabra de que jamás dejaría que volviese a hacerle daño. Cerró los ojos pegados a ella, susurrándole cuanto la quería, cuanto la amaba y el miedo que sintió al verla de aquella forma. ¡Era su ángel y ya no sabía vivir sin ella! Nancy lloraba sin consuelo mientras él secaba sus lágrimas con delicadeza… ¡tanto miedo que había pasado! Se había enterado de que habían estado juntos en navidad y había ido como un loco a su casa… intentó violarla de nuevo y la golpeó hasta la saciedad aunque trató de defenderse… pero no pudo. -¡Te juro que intenté pararlo, le planté cara, pero…! - Cerró los ojos aterrorizada, quejándose de dolor. -Tranquila, preciosa. Ya estoy aquí, a tu lado. No pienso moverme de aquí para nada. - ¡Qué miserable era! La veía tan destrozada. - Yo me encargaré de todo, no te preocupes por nada más… - Y la miró a aquellos ojos golpeados llenos de lágrimas que comenzaron a pedirle perdón. -Lo siento, Michael. Sé lo importante que era para ti… - Y cerró los ojos desconsolada. No sabía de qué hablaba. - Intenté impedirlo pero me quitó la pulsera… Perdóname, por favor. Sé lo que significaba para ti… -¡Nancy! No hay nada más importante en mi vida que tú… ¿No lo entiendes? – Preguntó sorprendido por aquella preocupación. ¡Casi acababan de violarla, la habían destrozado a golpes y ella estaba hablando de una pulsera! ¡¡Al diablo la pulsera!! - No te preocupes por eso, pequeña. Me importa que tú estés bien… -Pero, era de tu familia y yo… -Tú ya eres parte de mi familia. - Y mirándola fijamente a los ojos la besó suavemente. – No hay nada en este mundo que me importe más que tu, preciosa… Te quiero, Nancy. Steven escuchó aquellas palabras y no podía dejar de sonreír, allí, cerca de aquella puerta… estaba deseoso de ir a verla, de abrazarla pero no quería interrumpir una declaración de amor como aquella. Le parecía imposible cómo Michael había podido enamorarse de aquella chiquilla. ¿Cómo se habían unido sus vidas de aquella forma? El destino a veces era bastante extraño… en este caso había sido así. Sin más había llegado a unir dos vidas tan distintas, dos personas que jamás se hubiesen encontrado en circunstancias normales. Un hombre de más de cuarenta años, empresario, dedicado al trabajo y a los negocios, viudo, cerrado a todo tipo de relaciones de pareja… Y ella, una joven maravillosa de poco más de veinte años, desesperada y hundida, sin más salida en la vida que vivir bajo las riendas de su miserable padre. Y los había acercado sin más, uniendo sus vidas para devolverles la alegría, las ganas de vivir, la solución a sus soledades y sus problemas… el uno por el otro… ella era lo que Michael necesitaba para volver a ser feliz, para volver a sentirse vivo… él era lo que tanto había deseado en la vida, un hombre capaz de luchar por ella por encima de todas las cosas, por encima de su propio padre. Estuvo varios días ingresada en el hospital, pero en el Lenox hill, en donde Michael se encargó de hablar con los médicos personalmente, quería lo mejor para ella sin reparar en gastos de ninguna clase. Y allí permaneció aquellos días, sin moverse de aquel hospital, a su lado, día y noche, cuidándola como Nancy nunca habría imaginado. Mimándola, consintiéndola, pendiente de su estado y de que no le faltase nada. A veces se despertaba asustada, con pesadillas y entonces se recostaba a su lado, abrazándola y acariciándola hasta que se quedaba dormida. No iba a moverse de allí por nada, y así se lo decía cuando la veía temblar de miedo, suplicándole que no la dejase sola, que no dejara de abrazarla… Se quedaría a su lado todo el tiempo del mundo. Por las noches abría aquel portátil y se encargaba de sus negocios desde allí, se quedaba hasta tarde tratando de solucionar algunos detalles y revisando todos los correos. Debía gestionar las cosas desde allí porque no pensaba moverse ni un solo minuto de su lado. Steven y John lo mantenían informado de todo y junto con Edward trataban de encargarse de algunos asuntos hasta que él volviese al despacho. Confiaba en ellos totalmente. Sus hermanas fueron a visitarla varias veces junto con Danna y Jeremy. Ninguno de ellos sabía la historia real de Nancy, pero no dudaron en ir a verla en cuanto supieron de su estado. Y allí, junto con John y Emily, que también hicieron su visita, pudieron enterarse del infierno al que estaba sometida desde hacía tantos años. Cuidados, bromas, mimos, caricias… su familia se dedicó por entero a cuidarla durante aquellas semanas. Hubo noches que Carol y Helen quisieron quedarse allí con ella, dejando que Michael pudiese descansar un poco en casa, en una cama, llevaba muchos días allí. Pero ninguna de las dos consiguió moverlo de aquella habitación. Comía y se duchaba allí, George, le traía ropa cada día para poder estar cómodo. Había dicho que no se movería de su lado y así sería. Sus hermanas se dedicaron a duchar a Nancy cuando lo necesitó, apenas podía moverse bien y ni siquiera podía levantar el brazo para cambiarse de ropa sola. Con gusto habría entrado en aquel aseo para ayudarla pero entendía que prefiriese la compañía femenina de las enfermeras o de Carol. Era entendible que quedarse totalmente desnuda delante de él la incomodase un poco. Hubo algunas veces que ayudó a desvestirla, en las curas, cuando las enfermeras llegaban para mirar sus vendajes y comprobar que las heridas tenían buena señal. Intentaba incorporarse sola con dificultad. Se acercaba hasta la cama, la ayudaba a sentarse y desabrochaba aquel fino camisón, descubriendo su espalda llena de heridas. Cerraba los ojos al ver aquellos correazos en su piel, apretando los puños y aguantando aquella furia que lo invadía por segundos, sintiendo las manos de Nancy en sus brazos, conteniendo los gritos de dolor ante aquellas curas dolorosas. No tenía idea de cómo lo odiaba… Sanders pagaría todo aquel daño que le había hecho. Nancy ahora era parte de él y no iba a permitirle ni uno solo más de sus golpes ni sus insultos. Aquel había sido el límite y ya todo le daba igual. El alta la recibió una vez estuvo casi recuperada al cien por cien y Michael ya explicó que se quedaría en su apartamento hasta estar totalmente bien. No tenía la más mínima intención de volverla a dejar ir a su casa, donde Sanders podría ir en cualquier instante… El One 57 era un edifico totalmente seguro y allí estaría con George cuando él estuviese en el despacho, su mayordomo y hombre de total confianza que la cuidaría durante su ausencia. No intentó negarse demasiado a estar con él, sabía que él se había encargado de todo durante su estancia en el hospital, incluso Rebecca recogió alguna ropa de Nancy para que ella no tuviese que desplazarse a recogerlas a casa. Estaría bien a su lado, era el lugar más seguro para ella… junto a Michael. Aquel edificio era realmente impresionante. Ya había ido a aquel apartamento, pero no conseguía relajarse cuando entraba por aquel hall tan lujoso en donde se controlaba cada movimiento que daban. Cámaras por todos sitios y personas de seguridad que velaban por la integridad de los inquilinos de aquel prestigioso y sumamente distinguido edificio. Se sintió observada por las personas que trabajaban allí y por aquellos magnates sumamente elegantes y estirados que pasaban por su lado. La mano de Michael la acariciaba, sabía que se sentía algo incómoda pero no debía preocuparse por nada. Todo el mundo la trataría bien. Él ya se había encargado de avisar de su llegada y deseaba su seguridad ante todo. Allí estaría segura, no debía dudarlo. George era su mayordomo, un hombre de su total confianza que permanecía en el apartamento todo el día, hasta su llegada. Se encargaba de mantener todo en orden, de preparar maravillosas comidas y de asegurarse que aquel empresario se encontrase cómodo a su llegada. Se trataba de un hombre de color, serio pero amable, bien robusto y con una mirada muy limpia que la miraba con muchísima lástima. Podía intuir todo su dolor con una solo mirada y mientras estuviese en aquella casa no dejaría que nadie la dañara. Sería su fiel servidor. La dejo en aquel apartamento con Carol en cuando la ayudó a acomodarse, no tardaría en volver, debía resolver algo que no podía seguir demorándose. Y ella supo de qué se trataba. Intentó detenerlo, ¿para qué? ¿Qué iba a lograr sino enfurecerlo aún más? ¿Y Evelyn? ¡No podía hacer nada más que callar! La vida de su hermana estaba en peligro y debía dejar las cosas tal y como estaban. Michael sujetó su rostro en sus manos e hizo que lo mirase. Por nada del mundo iba a dejar las cosas así. Aquello había llegado demasiado lejos y no podía seguir agachando la cabeza, ni por su madre, ni por su hermana. Debía ser fuerte y confiar en él. Se encargaría de todo pero debía dejarlo hacer las cosas a su manera. Había llegado el momento de enfrentarse a Sanders, alguien debía hacerlo y nada lo detendría después de lo sucedido. Casi la había matado a golpes, había vuelto a intentar violarla. ¡No podía pedirle que mirase a otro lado porque no lo haría aunque se enfadase con él! Él estaría a su lado siempre… la cuidaría, la protegería, a ella, a los suyos pero debía ser fuerte, levantar la cabeza y afrontar aquello con toda la entereza que encontrase en su interior. Su padre debía pagar por todo lo que había hecho y la única forma era empezando por no acceder a sus continuos chantajes. Sus amenazas ya no servían, ahora Nancy estaba bajo el cuidado de Michael y jamás permitiría que volviese a tocarla… así tuviese que matarlo con sus propias manos. La llegada de Michael al edificio trajo bastante revuelo, todos sabían lo que había sucedido con Nancy, los chismes corrían por los pasillos de una forma veloz y conociendo la relación que tenía con ella supieron que aquel empresario no dejaría las cosas quietas. Estaba claro que habría un gravísimo enfrentamiento entre aquellos empresario. Lo buscó en su despacho, seguido de John que lo vio llegar y quiso detenerlo. Conocía a Michael desde hacía muchos años y veía en sus ojos una rabia incontrolada que jamás vio en él. Supo que descargaría todo su oído contra Sanders, el enfrentamiento era inminente y sería muy difícil controlarlos a los dos. Estaba en mitad de una reunión, como si nada, dando órdenes a sus empleaos de cómo quería llevar aquel proyecto en el que trabajaba, cuando vio entrar a Michael, directo a él, sin más dilataciones. No esperó el golpe, ni ese ni los siguientes. Golpeó su rostro con fuerza, fuera de control, y aunque el primero lo tambaleó supo mantener el equilibrio hasta sentir de nuevo aquel dolor en su mandíbula. Fue John, que iba tras él, quien lo sujetó a tiempo de seguir golpeándolo, aún en el suelo. Aquel empresario estaba fuera de control. -¡Levántate, Sanders!¡¡Vamosss….!! – Le gritó mientras trataba de soltarse de aquellas manos que lo aguantaban. - ¡Te dije que no la tocases! ¡Te advertí que la dejases en paz! -¡Quieto, Michael! – John lo sujetó con fuerza, le costaba mantenerlo alejado de Sanders. Se merecía eso y mucho más pero estaba claro que debía calmar a su amigo. Se levantó, rechazando de mala gana la ayuda que le daban algunos de sus empleados, sorprendidos por aquel enfrentamiento, pero sin querer meterse en nada. Michael Harrison era el dueño de aquel edificio, el jefazo de aquella empresa, y nadie quería enfrentarse a él. Se limpió la herida que había dejado en su boca, pegaba fuerte aquel miserable, pero no se acobardó, nunca lo haría. -¿Y quién cojones eres tú para decirme lo que tengo que hacer? ¿Te sientes más hombre ahora por entrar aquí y golpearme? – Lo provocó. -¡No te atrevas a hablarme de umbría, hijo de puta! ¿Qué pasa? ¿Es que te pone cachondo pegarle a una mujer indefensa? -No sé de qué me estás hablando… - Mintiendo. -¿Qué no sabes de qué te hablo? ¡No se te ocurra tratarme como a un jilipollas, Sanders! ¿Te gusta pegarle a las mujeres, miserable psicópata? ¿Ese es tu problema, Sanders? – Logró soltarse de los brazos de John y sujetó con fuerza la chaqueta de Sanders, apretando sus puños se volvió a encarar con él. - ¡Pues te aseguro que mi problema a partir de ahora eres tú porque no pienso parar hasta cobrarme cada golpe que le has dado a Nancy, cabrón! John volvió a interponerse entre ellos, sin decir nada, solo sujetando a su amigo mientras trataba de separarlos, al igual que uno de aquellos empleados de Sanders; los ojos de aquellos dos empresarios desprendían un odio inimaginable. Miró a su alrededor, tenía ganas de decirle muchas verdades pero no lo haría delante de todos. No era tan tonto. Para nada iba a hablar de aquellas palizas y abusos de años, Michael lo sabía, muchos allí lo imaginaban pero él siempre negó aquellas acusaciones y seguiría haciéndolo siempre. -¿Eso es lo que te ha dicho esa zorra y sus amiguitos? ¿Qué yo la he golpeado? – Cínico hasta el final y cobarde. Mintiendo. Sanders logró alejarse de Michael mientras se colocaba la chaqueta bien, dirigiéndose hasta una mesa colocada allí con algunas bebidas se echó una copa… La necesitaba. Un buen tragó para no perder la compostura. Era un gran hombre de negocios y no rebajaría su imagen ante aquel imbécil que defendía a su hija a muerte. -¡¡No la insultes, Sanders!! – Le gritó enfurecido. - ¡¡No te atrevas a insultarla delante de mí!! – Vio la mirada de aquel hombre impasible, no sabía cómo podía estar tan calmado. -Supongo que consigue convencerte de cualquier cosa que se proponga solo con meterse en tu cama. - Lo miró fijamente, manteniendo las distancias, por supuesto. -¡Cabrón, hijo de puta! – Lleno de odio y rabia. -¡Michael, por favor…! – Tratando de calmarlo. -Dime… ¿te lo has pasado bien con mi hija estas navidades? En casa de tu familia y todo… ¡Vaya! Imagino cómo debe haber sido. - Lo necesitaba lejos de ella como fuese. - Un hogar entrañable, lleno de amor y paz.¡¡qué bonito!! ¡Todo lo que ella siempre deseó! ¿Eso te dijo? – Y soltó una carcajada que mantuvo el silencio en aquella sala de juntas en la que se habían quedado solos con John, el resto se habían marchado. Era una discusión entre socios… más bien entre hombre y hombre. - ¡Hace contigo lo que ella quiere, te tiene en sus manos, Michael! ¡¡Es muy lista!! -No conseguirás que me aparte, Sanders. - Y lo miró riendo, sabía lo que intentaba. - Tus amenazas y tus chantajes no han dado resultado conmigo y ahora intentas descalificarla. ¡Eres un miserable!- Él era lo único que le impedía seguir maltratando y violando a Nancy pero daba igual lo que quisiera decir, jamás lo creería, jamás se alejaría de ella. -Eres libre de creerme o no pero, puedes preguntar a cualquiera de este edificio… te contaran historias muy interesantes sobre mi hija. -¿Qué consigues con todo esto? ¿Qué sacas con insultarla delante de todos? ¿Así consigues escudarte ante tu comportamiento? ¿Crees que entenderán mejor tus golpes y tus insultos si piensan que Nancy es una buscona? - Se acercó de nuevo a Sanders. No iba a golpearle. - Pero eso no te sirvió con Steven… ¿verdad? Dime, ¿con que lo amenazaste? ¿Con su trabajo? ¿Fuiste tan ruin para amenazarlo con su puesto en este edificio si defendía a Nancy? ¿O fuiste más allá y lo chantajeaste con hacerle lo mismo a su mujer? -No sé de qué me estás hablando… -¡¡Estás enfermo!! – John se acercó a ellos de nuevo, ni siquiera quiso decir nada, sabía que aquel enfrentamiento era necesario. - ¿De verdad disfrutas pegando y humillando a tu propia hija? ¿No te sentiste como el ser más miserable cuando la violaste siendo una cría? -¡¡Cuidado, Michael!! -¿¡Cuidado, qué!? ¡¡Vamos!! – No iba a consentírselo. ¿Quién cojones se creía? - ¡Atrévete a amenazarme como lo has hecho con Steven! ¡¡Ten huevos para amenazarme, Sanders!! – No lo hizo. – No… Solo tienes huevos para pegar, insultar y violar a una mujer, ¿verdad? – Nadie iba a callarlo en aquellos momentos. - ¡Seguro que eso te hizo sentir con más poder sobre ella! La tenías ahí, asustada y tratando de defenderse de un animal que no paró hasta ver saciado su deseo… - Notaba cómo comenzaba a no poder controlar su ira… Veía sus puños cerrados, mirándolo con odio pero callado. - Ni siquiera sentiste ni un poco de lástima por ella, seguiste violándola durante años mientras la amenazabas con la vida de su hermana. -¡¡Cállate…!! – Y dio unos pasos hacia él. No lo golpeó, Michael se irguió muy cerca de él dispuesto a plantarle cara como nunca nadie había hecho. -Debo ser un gran problema para ti, Sanders… te tomas demasiadas molestias tratando de apartarme pero no conseguirás alejarme de ella por mucho que lo intentes. -Y clavando aquella mirada de odio le ordenó. -¡Ella no es asunto tuyo!! – Le gritó. -Te equivocas. - Ahora más que nunca era su asunto y jamás la abandonaría. - ¡¡No vuelvas a tocarla o te juro que te mataré con mis propias manos!! John puso la mano en el pecho de su amigo y lo echó atrás… estaban muy juntos, desafiantes, ambos y podían volver a perder los papeles en cualquier instante. Solo habían dado unos pasos para salir cuando aquel hombre continuó con su juego. -Michael… que te permita que te folles a mi hija no significa que puedas darme órdenes sobre ella. - Estaba cansado de aquel juego. – Nancy hará lo que yo le diga que haga, siempre, eso puedes jurarlo. Lo miró de lejos. Sabía a qué se refería. Sanders creía tener un as bajo su manga. Evelyn… pero esta vez no permitiría que siguiese extorsionando a Nancy ni con ese tema ni con ningún otro. -Acércate a ella de nuevo y sabrás de lo que soy capaz Sanders. ¡No me provoques! – Lleno de ira. Decidido. - Yo no necesito matones a mi lado que me hagan el trabajo… - Sabía que habían estado controlando los movimientos de Nancy. - …tengo los cojones suficientes para matarte yo mismo. No lo olvides nunca. - Se detuvo en la puerta y sin ni siquiera volverse a mirarlo volvió a darle una orden. - La pulsera que le quitaste a tu hija, es un regalo de familia… la quiero en mi mesa de despacho en cinco minutos… y que no tenga que volver aquí a repetírtelo. El golpe de aquella puerta fue tan fuerte que pudieron oírlo en los despachos del final del pasillo. Habían escuchado los gritos pero aunque al principio quisieron salir para ver qué pasaba, volvieron a sus quehaceres al comprobar que se trataba del propio Michael. Era la primera vez que lo veían de aquella forma, siempre tuvieron al dueño del edificio como un hombre tranquilo y sosegado, nada que ver con el hombre gritaba en aquella sala con Allan Sanders. Todos sabían lo que estaba sucediendo… no eran tontos. Durante meses habían visto aquel tonteo que traía con Nancy, sus miradas, sus sonrisas y ahora… todo el mundo hablaba de la paliza brutal que le habían dado a la joven… era lógico que diese la cara por ella si lo que decían sobre ellos era cierto. Michael estaba enamorado de la hija de Allan Sanders. Capítulo 25 VIVIENDO JUNTOS No llegó muy tarde a casa, sabía que ella estaba allí y quiso estar pronto… podría terminar algunas cosas tranquilamente en el despacho de su apartamento. Además ella no debía moverse demasiado, apenas podía mover el hombro y las contusiones del resto del cuerpo la limitaban muchísimo. George le dijo que estaba en la habitación principal, una maravillosa estancia decorada con exquisitez y elegancia que estaba rodeada de grandes cristaleras, dejando ver Manhattan en plenitud. Disponía de una enorme cama de grandes firmas, vestida con ropa blanca, en la que llamaba la atención la elegancia de una especie de fajín justo en los pies color negro, enormes cojines y un cuadro impresionante en la cabecera. Las mesillas, las lamparitas, el mueble que mantenía aquel televisor inmenso… los pocos detalles en aquella habitación fueron elegidos con elegancia y daban un look muy moderno y lineal a la estancia. Al entrar la encontró echada en la cama, ojeaba un álbum de fotos tranquilamente. Lo reconoció de inmediato. Era su álbum de boda que guardaba en una de las estanterías. Se quitó la chaqueta y la dejó en uno de los sillones, se acercó a ella que ni siquiera lo sintió llegar; escuchaba música con unos auriculares. Vio su cara de sorpresa al acariciar su espalda y saberlo allí, mirando aquellos recuerdos que quizás no fueran de su agrado. No supo qué hacer cuando Michael se marchó al despacho. George preparaba la comida y limpiaba el apartamento mientras ella trató de ordenar un poco sus cosas, su ropa… lo poco que Rebecca había llevado en unas cajas dispuestas en la habitación principal. Pero después de un rato paseó por aquel apartamento, mirando con detenimiento las habitaciones, el despacho de Michael, un gimnasio preparado con maquinas y pesas donde aquel arquitecto se mantenía en forma. Una impresionante cocina, que ya conocía, tres baños dispuestos, dos de ellos en las habitaciones y uno al fondo del pasillo. La decoración de aquel lugar la dejo algo descolocada. No podía negar que era un lugar muy lujoso, amplio, con unas vistas únicas de Central Park y con una decoración de lo más sofisticada. Moderno, serio, elegante e increíblemente distinguido. No era un lugar donde ella pudiese vivir cómoda pese a todas las comodidades que había en el lugar. Era frío, serio, demasiado sofisticado para su gusto. -¡Michael! – Dijo sorprendida. - ¡Lo siento, es que lo he encontrado en una de las estanterías y…! – Trató de disculparse. -No pasa nada. No te preocupes. – No le importaba para nada que quisiera ver aquellas fotos. -No debí cogerlo, es algo personal. Lo siento, de verdad. - Nancy cerró aquel álbum y agachó la cabeza, no debía haberlo cogido. Seguramente estaría enfadado por su curiosidad. La miró sonriendo, ya no importaba. En otra época de su vida le habría dolido verlas, pero todo había cambiado para él en aquellos meses a su lado. No le hacía daño verlas, ni siquiera hablar de Elizabeth. Todo quedaba muy atrás, todo parecía más un recuerdo lejano de algo que realmente fue muy importante en su vida. Podía hablar de ello libremente sin que sintiese aquella agonía que lo invadió durante muchos años, en los que fue incapaz de superar la muerte de su esposa y el vacío que le había dejado a su alma. Se sentó a su lado y volvió a abrirlo. Era una sensación extraña estar ahí a su lado, viendo aquellas fotos, recordando un pasado francamente hermoso y doloroso. Pero el dolor había pasado, ella había hecho que cesase sin ni siquiera saberlo, sin ni siquiera proponérselo. Sus bromas, sus risas, sus abrazos, sus besos, sus inmensos ojos llenos de vida…toda ella era la causante de su cambio total. -¿No te duele verlo? – Preguntó tímida a sabiendas que había sido su culpa. -No de la misma forma que antes. - Levantó su barbilla y la miro a los ojos. - Tú has hecho que todo el dolor desaparezca, Nancy. - Y la besó suave mientras lograba pasar unas hojas de aquel álbum. – Antes habría sido incapaz de ver estas fotografías… - Siguió pasando las hojas, observando con un poco de nostalgia cada detalle de aquella boda en la que unió su vida a una maravillosa mujer. -Michael, lo siento de verdad… - Estaba guapísimo vestido con aquel chaqué, abrazando a Elizabeth, bailando a su lado, besándola… Él nunca hablaba de ella. -Ya te he dicho que no tiene importancia. – Lo decía en serio aunque a Nancy le costase creerlo. -Debías quererla mucho. - Comentó mientras observaba aquellas imágenes a su lado. - Tus ojos brillan de una forma muy especial. Sí, claro que la había querido muchísimo, pero era ella la que ocupaba su corazón en aquellos momentos y ni siquiera tenía que envidiar aquel amor tan grande de hacía años, porque la amaba con igual intensidad o más. Nancy le había devuelto todo en la vida, sin ella Michael estaba perdido. -Es extraño… la gente que me conoce asegura que he vuelto a tener ese brillo especial desde que te conozco. - La miró totalmente enamorado. Más no se podía querer. - ¿A qué crees que se puede deber, preciosa? – Y acarició su rostro mientras la besaba. -¿Crees que algún día podrás quererme como a ella? - ¿De verdad pensaba que no lo hacía ya? Entonces es que estaba realmente ciega. Aquel hombre respiraba por aquella jovencita que tenía sentada en su cama. Michael cerró aquel álbum y sonrió, pasando sus manos por su precioso rostro que tan embelesado lo tenía desde hacía meses. ¡Cómo eran las mujeres! Tenía delante de ella a un hombre perdidamente enamorado y era incapaz de verlo en sus ojos. Unas palabras. ¿Se fiaba más de unas palabras que de su propia alma que saltaba de felicidad cuando la tenía cerca? -Nancy, te quiero aún más que a ella… te quiero como nunca he querido a nadie. – Debía creer sus palabras. – Mira, Elizabeth fue la mujer más importante de mi vida, la única con la que decidí casarme porque, realmente, sentí que ella y solo ella era mi alma gemela. - ¿Qué pensaba que iba a decirle? – Parece ser que me equivoqué y la perdí de una forma muy cruel… te aseguro que en aquellos momentos solo pensé en acabar con todo, nada tenía sentido en mi vida. – Absolutamente nada. - Pero ahora es distinto, preciosa. - La miró, enamorado hasta la médula, en la que cada mínimo centímetro de su piel le pertenecían a ella, a una jovencita de poco más de veinte años que había llegado a su vida para llenarla del más puro y grandioso amor. Nancy vio aquel brillo en sus ojos. -Tú has hecho que todo tenga sentido de nuevo. Eres la mujer más maravillosa que he conocido nunca y te juro que jamás había sentido esto que invade mi alma desde que te conozco… ni siquiera por Elizabeth. Nancy abrazó a Michael con el único brazo que podía levantar, el otro aún estaba en cabestrillo, y se quedó ahí, a su lado, mientras sentía sus brazos acariciarla… Estaba tan enamorada de él… Jamás pensó que pudiese llegar a sentir algo así por alguien… Un amor tan intenso, tan mágico, capaz de superar cualquier obstáculo, capaz de enfrentarse al mundo entero… Ni en sus sueños más lejanos imaginó alguien como él… Tantos años llorando por la vida que le aguardaba, por no poder ver salida al infierno que vivía… Tantos sueños tirados por la ventana con cada golpe recibido… Solo pensar en una caricia de un hombre le daba repulsión, miedo… y nunca pudo estar con nadie desde entonces… Y ahora… él había llegado a su vida para demostrarle que existían de verdad los amores de cuentos, la entrega total a alguien por la que darías la vida, por la que te enfrentarías a todo y todos por protegerla… -¿Tú crees en el destino, Michael? – Le preguntó sin despegarse de su cuerpo. Ella sí creía en él… - ¿Crees que nuestras vidas se habrían cruzado igualmente de estar viva tu esposa? Sintió un beso suave en su cabeza y sus manos acariciando su cabello, pero siguieron juntos, abrazados, mirándose muy cerquita y sonriéndose mientras se sinceraban como nunca. -Yo creo que cada uno se forja su propio destino, Nancy, con nuestras acciones, con el camino que uno decida elegir en la vida. – Seguía acariciándola, dulce, tierno. Apartó un mechón de su frente. La tenía en sus brazos, medio echados en aquella cama. Aún podía ver algunos signos en su ojo y sus labios de aquella paliza. Pasó sus dedos por aquellos golpes mientras seguía hablándole. – Desde luego es muy probable que nos hubiésemos conocido igualmente, porque Elizabeth y yo pensábamos venir a vivir a New York para hacernos cargo de la empresa; solo que su muerte hizo que tuviese que permanecer en California más tiempo del previsto. – Nancy lo escuchaba atenta mientras no dejaba de mirarlo fijamente. – No sé qué habría pasado, cómo hubiese reaccionado al conocerte, ni cómo habría llevado que ligases conmigo como lo has hecho. -Yo creo que las cosas siempre pasan por algo, Michael y estoy segura que nuestras vidas se habrían unido de una forma u otra. – Sus ojos profundos se lo gritaban, aunque él no creyese en esas cosas. – No importa cuándo, cómo, ni donde, pero sé que tu alma entera me pertenece desde siempre… siento aquí dentro… - señaló su pecho. - …que eres tú y solo tú mi alma gemela, la mitad que complementa mi vida en todos los aspectos. – Michael la hizo mirarlo mientras pasaba sus manos por sus mejillas sonrosadas. ¡Nancy era tan maravillosa! No podía dejar de sonreír ante sus comentarios sobre la vida, el destino y ellos dos. Cerró los ojos en sus brazos fuertes, podía oler su perfume… le encantaba todo de él… sus increíbles ojos azules, su preciosa y perfecta sonrisa, su pelo suave y negro en el que podía verse algunas canas… guapísimo… estaba con ellas guapísimo… y aquel cuerpo fuerte en el que se sentía segura… -Si lo piensas… estamos unidos desde hace mucho tiempo. Jeremy me seguía artísticamente, de haber seguido patinando nos habríamos encontrado gracias a él… - Bien cierto… de una forma u otra. - De vivir Elizabeth, llevas años trabajando con mi padre, con Steven… - Se miraron fijamente. - …no habrías podido librarte de mí ni aún proponiéndotelo. -Estás muy segura de ti misma por lo que veo… - Bromeaban… La besó despacio, sin dejar de mirarla. - ¿Sabes de lo que yo estoy seguro, Nancy? – Ella negó con la cabeza. – De que te quiero en mi vida para siempre… y me da igual que Dios, el destino, o lo que sea que nos rodee, no estén de acuerdo conmigo esta vez, porque movería el universo entero solo para poder tenerte a mi lado cada día de mi vida. Bajaría al mismo infierno por ti, preciosa… Solo por ti. La sonrisa de Nancy se dibujó en sus ojos, en sus labios, en su cuerpo que se abalanzó sobre el de Michael con fuerza. ¿¡En serio podía existir un hombre más maravilloso que él!? ¡Qué cositas más maravillosas le decía! ¡Qué enamorada estaba de él! No, enamorada era decir poco. No había nada que pudiese describir lo que su alma entera sentía solo al mirarlo. -Si todo eso es cierto… ¿harías cualquier cosa por mí? - Le preguntó mientras lo abrazaba. -Cualquier cosa… - Dijo cerrando los ojos y acariciando su espalda. Podía pedirle el mismo cielo que ya buscaría la forma de dárselo. -¿En serio? ¿Y podrías ayudarme a lavarme el pelo? – Dijo ruborizándose. - No puedo levantar la mano, aún me duele el hombro y ni siquiera puedo agacharme sin marearme. Michael la miró sonriendo. Haría algo mucho mejor, aunque aquello sí fuese un problema para él. La tenía allí en su apartamento, viviendo con él y sabía que aún no podía moverse bien, no era tonto y tendría que ayudarla a vestirse y asearse hasta que estuviese en condiciones de moverse sin sufrir dolor alguno. Así que, decidió ser fuerte, sabía que le costaría. -Ven, vamos a ducharnos. –Tranquilo. -¿¡Ducharnos!?¿¡Juntos!? – Iba a morirse de la vergüenza. - Pero, ¡estaremos desnudos! -Claro. – Sin querer darle mucha importancia. – No sé tú, pero yo suelo quitarme la ropa para ducharme. -Pero… -Vamos.- Se levantó y le tendió la mano. La ayudaría gustoso. Él iba a ducharse y podrían hacerlo juntos. Sujetó su mano y tiró de ella, haciendo que lo siguiese hasta el baño de su habitación. La vio agachar la cabeza sonrojándose. Era más fácil para ambos hacerlo a la vez. El baño de aquel apartamento era impresionante, mucho más grande que la propia habitación que Nancy tenía en Williamsburg… todo allí le parecía extremadamente lujoso y ostentoso, eso sí… realmente precioso. A un lado había dispuesto un mueble oscuro que abarcaba todo el largo del baño, en él dos lavados blancos de mármol, grandes, con una grifería preciosa y carísima. Un impresionante espejo ocupaba toda la estancia, dando amplitud al lugar, y justo enfrente, una gran bañera también color blanco. Al fondo dos cerramientos de vidrio ligero que separaban dos estancias, una para el wc y otra para la ducha, en la que entrarían los dos totalmente desnudos. Michael la llevó hasta el baño y la ayudó a quitarse aquel vestido… no había mucha más ropa debajo y la vio cubrir rápidamente sus pechos descubiertos. Nancy no lo miraba y podía notar su rubor en las mejillas y en su mirada cabizbaja. No sería fácil… Abrió la ducha y acarició sus brazos desnudos, la miró y besó su frente con dulzura, agachándose bajó aquellas braguitas de encaje por sus preciosas piernas torneadas y las dejó a un lado. No quería mirarla demasiado, por ella, sabía que se moría de vergüenza en aquel momento… por él, no era nada fácil tenerla totalmente desnuda y mantenerse controlado. La dejó entrar en la ducha mientras él se quitaba la ropa, Nancy trataba de no mirar pero no pudo evitar hacerlo mientras veía cómo se iba quedando desnudo… y se metió con ella en la ducha. De verdad no podía siquiera mirarlo y tampoco podía bajar los ojos al suelo porque él estaba ahí, desnudo, delante de ella, así que giró la cabeza a un lado y lo dejó hacer mientras suspiraba. Primero el cabello, que masajeó con delicadeza, haciéndola sonreír. La relajaba muchísimo, sus dedos entrando en su cabello mojado, acariciándolo suave, lento, en círculos. Suponía que no era fácil para un hombre, que llevaba siete años sin estar con una mujer, mantenerse tranquilo mientras veía a una chica desnuda en su propia ducha. Una chica a la que deseaba con todas sus fuerzas. Nancy cerró los ojos y prefirió no pensar, aquello se repetiría cada día hasta que ella pudiese levantar el brazo. Tendría que acostumbrarse. El masaje capilar terminó y Michael acarició aquel cabello mientras la enjuagaba con suavidad… mirándola de vez en cuando, mordiéndose los labios y tratando de no fijarse demasiado en aquel precioso cuerpo que lo volvía loco. -Separa los brazos, Nancy. - Le dijo cuando trató de enjabonarla, pero no lo hizo, y Michael sujetó sus brazos y la hizo apartarlos de sus pechos mientras ella cerró los ojos. - ¿Me harás pedir habitaciones separadas cuando vayamos a Bora Bora? – Bromeó mientras pasaba la esponja por sus preciosos y firmes senos que notaron aquel contacto sensual. Siguió bajando despacio, su estómago, aún marcado por los golpes, sus caderas, sus piernas… Nancy tenía la piel erizada y no era precisamente por el frío. La hizo girar y enjabonó aquella espalda marcada por los latigazos. Se detuvo, la acarició. Quiso saber si aún le dolía y Nancy contestó que un poco, aunque no como los primeros días que casi no pudo tumbarse. Siguió bajando por su cintura, su trasero… Lo miró, suspiró, cerró los ojos y continuó. Definitivamente iba a ser muy difícil para Michael tener que ducharla cada día. Quitó la espuma de su cuerpo y la vio de nuevo cubrirse con las manos. No tenía arreglo. Sonrió mientras sujetaba su rostro y la besaba. -¿En serio te da vergüenza que te vea desnuda después de lo que pasó en el baño del gimnasio y en mi despacho? – Y notó los colores en su rostro solo de recordarlo. Levantó aquella barbilla y la hizo mirarlo muy de cerca. - Eres una mujer preciosa, Nancy… no tienes que sentir vergüenza por nada. -Es la primera vez que veo a un hombre desnudo. -Logró decir soltando una risilla pícara. Michael también sonreía. – Bueno, en la tele, sí, claro… pero nunca así, en la vida real. Es muy distinto. - Y miró su desnudez observada por Michael que no dejaba de sonreír. -¿Y te gusta lo que ves? – ¡Vaya pregunta! ¡Qué malo era con ella en aquellos momentos! La provocó sin dejar de mirarla. ¡Qué nerviosa estaba afirmando su pregunta! ¡¡Pobrecilla!! Le sonrió mientras la veía esquivar su mirada… era tan gracioso verla enrojecer de aquella forma… allí, desnudos, tratando de no mirar su desnudez, su umbría, cubriéndose los pechos desnudos con las manos, respirando agitada. Le fascinaba tenerla de aquella forma. -Hazme un favor… - Le dijo en el oído mientras lo mordía. No sabía cómo lo lograba pero lo hacía perder el control con una solo mirada.-…recupérate pronto, nena. No sé cuánto tiempo más pueda aguantar. - Y la miró de arriba abajo, deteniéndose en cada parte de su cuerpo… sí, lograba ponerlo enfermo y debía controlarse. Nancy no estaba en condiciones aún. Metió su lengua en aquella boca que lo deseaba igual que él, pero paró, la miró, agitado y la sacó de la ducha colocándole un albornoz suave color negro. Él saldría en unos minutos. Necesitaba relajarse, sentir el agua caliente cayendo por la espalda, cerrando los ojos, recordando aquel precioso cuerpo que lo excitaba y que ansiaba hacer suyo desesperadamente. Aquella noche cenaron algo ligero, Nancy lo había preparado con George aquella mañana. Se llevaban bien, bastante bien, le parecía un hombre encantador, algo serio, pero muy amable y atento con ella. En un principio no quiso que aquella jovencita hiciese absolutamente nada, era su trabajo, estaba ahí para servirla, cuidarla, pero al final cedió ante su insistencia. Se metió en la cocina con él dispuesta a preparar algo para la cena. Muchas horas juntos, en las que George supo la historia de Nancy con Sanders, su padre, y en las que se juró a sí mismo cuidarla mientras Michael estuviese fuera. No le pasaría nada mientras estuviese en aquel apartamento. Allí nadie podría dañarla. Serían las doce cuando Nancy dejó su portátil, hablaba con sus amigas que preguntaban por su estado. Todos en la oficina sabían qué había pasado pero solo mantenía contacto cercano con algunas compañeras de profesión, Liz entre ellas, Martha, la secretaria de Michael y alguna que otra mujer de las oficinas de su padre. Miró atrás y lo vio semitumbado en aquella cama, con el ordenador entre las piernas, tratando de terminar asuntos de la oficina. Se había quedado dormido, así que cerró aquel portátil con cuidado de no despertarlo y se echó a su lado. La abrazó cuando la sintió cerca y allí pasaron la primera noche juntos, en aquel enorme apartamento que sería testigo de muchos encuentros llenos de un amor tan intenso como verdadero. Por las mañanas, Michael la ayudaba a vestirse antes de salir para la oficina, siempre trataba de llegar pronto a casa, para estar a su lado, pero a veces no lograba llegar a tiempo para almorzar… Trató de buscar otro trabajo más acorde para ella, en su oficina, con él, y aunque intentó disuadirlo no consiguió convencerlo para que respetase su antiguo puesto. No la dejaría trabajar más tiempo con Sanders, y muchísimo menos como chica de la limpieza. Nancy tenía muchísimas capacidades para acceder a otro puesto y si no lo había hecho, hasta ahora, era solo por su padre, él lo evitó con sus chantajes y sus amenazas pero todo era distinto en aquel momento. Era su pareja, estaba con él y los abusos en torno a Nancy se habían acabado. Madison quiso hablar con su hija, era importante, y Nancy se lo comentó a Michael; la recibiría en aquel apartamento y por fin tendrían una conversación madre e hija, algo que debió pasar hace muchos años. Sincerándose la una con la otra, confiando sus más oscuros secretos, abriéndose con total franqueza del infierno que rodeaba a Allan Sanders y a todos los que estaban cerca de él. Se acercó antes del almuerzo, totalmente venida abajo. Allan y ella había discutido muy fuerte tras su visita al hospital, donde pudo saber qué había sucedido en todos aquellos años con su hija mayor. Era obvio que lo negó delante de su mujer y sus amenazas no tardaron en llegar… estaba cansado de toda aquella historia, de Nancy, de Michael y ahora también Madison. Le recriminó sus mentiras, sus golpes, sus abusos pero no consiguió sacarle ni una sola palabra en claro sobre aquel asunto. Insultaba a aquella jovencita despiadadamente, sin ningún tipo de reparos, delante de su madre que sentía aquellas palabras ahogando su corazón. ¡¡Sanders odiaba a Nancy con toda su alma!! Dejó totalmente claro que si Madison se separaba de él o hacía toda aquella historia pública, solo conseguiría matar a Evelyn; se negaría a seguir pagando el medicamento vital para ella y ese sería su final. Y había más… Sanders exigió que convenciese a Nancy para dejar a Michael Harrison, nadie mejor que su madre para convencerla de aquella decisión y aunque, al principio, trató de ignorar sus palabras, supo que no mentía en sus amenazas cuando llamó por teléfono delante de ella para dar la orden del cobro de las medicinas. No quiso hacerlo, de verdad que trató de hacerlo cambiar de opinión de todas las formas posibles, rogó, suplicó, imploró que pensase las cosas; Evelyn no tenía culpa de nada, pero al final se vio ahí, en aquel lujoso apartamento, pidiéndole a su hija mayor que dejase a aquel hombre sólo hasta que Evelyn estuviese bien. -¡Mamá! – No podía creer lo que le pedía. - Creí que venias a saber qué había sucedido, pensé que querías escuchar mi versión de toda esta historia. - Se levantó de aquel sofá y caminó hacia los ventanales de cristal. ¡No podía ser cierto que aquel horror nunca fuese a terminar! -Nancy, no puedo hacer otra cosa, cielo. No entra en razón. -Le imploró. - He intentado convencerle pero sabes que legalmente puede demostrar que no es su hija, no tiene por qué hacerse cargo de los gastos. -Sé que no entra en razón, sé que es un ser miserable y despiadado. - Miró a su madre llorando, no podía creer que viniese a pedirle algo así. – Pero, no puedo seguir así, no puedo seguir viviendo de esta forma. Lleva años maltratándome, mamá. ¡No puedo más! – Apoyó su cabeza en aquella enorme columna y cerró los ojos… aquello era un infierno que no terminaría nunca. -No lo dudo, hija mía. Te juro que te creo, pero… no puedes dejar morir a tu hermana de esta forma… - Se acercó a ella, tratando de abrazarla. ¿Qué más podía hacer ella? ¡La vida de Evelyn estaba en sus manos, siempre lo estuvo! -¡No me digas esas cosas! – Se derrumbó totalmente, llorando sin consuelo, tapando su rostro con sus manos. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué podía hacer? ¡Morirse! ¡Quería morirse de una vez y no seguir sintiendo esa impotencia que invadía su vida desde hacía tantos años! En ella recaía el peso de aquella infidelidad, de la enfermedad de su hermana, de la ira de Sanders. Pudo ver que algo no marchaba bien cuando abrió aquella puerta y la vio llorando, desconsoladamente, sujetando su estómago aún dolorido. Soltó las llaves en el recibidor, soltando su maletín y quitándose el abrigo se acercó preocupado, preguntado qué estaba sucediendo. No pudo dar crédito a las palabras de aquella mujer… ¿de verdad había ido hasta allí para pedirle algo así a su hija? ¿Tan egoísta era? ¿Quería salvar la vida de Evelyn a cambio de qué? Sujetó a Nancy, abrazándola mientras la acercaba a uno de los sillones cercanos; dejó que se sentase y se inclinó para secar sus lágrimas y calmarla. George se acercó hasta ellos y le pidió que trajese una tila para la joven, la necesitaba. -Señora Sanders, si viene a mi casa para ver a su hija y preocuparse por ella, siempre tendrá las puertas abiertas, pero si su visita es para traerle recados de su esposo, le advierto que puede ahorrarse la molestia de desplazarse hasta aquí, porque la haré salir por donde mismo ha entrado. Para nada pensaba tener reparos con ella, no si su intención no era la felicidad de Nancy. -Usted, no lo entiende. - Le replicó molesta. - Tengo una hija pequeña y aunque a usted no le importe su bienestar para mi es lo más importante. -¿Y dónde queda Nancy en todo esto? Le recuerdo que tiene dos hijas… – No parecía importarle demasiado. – …no puede destrozar la vida de una de ellas por salvar la de otra. – Era exactamente lo que estaba haciendo. -¡No lo hago! ¡Quiero a mi hija aunque no lo crea, pero no puedo hacer otra cosa! – Estaba tan desesperada… ¿qué podía hacer? ¿Dejar morir a su hija Evelyn? – Si Nancy sigue con usted, si no lo obedece, perderé a Evelyn y solo tiene once años. ¡Es una niña, no puedo dejarla morir! -Si me alejo de su hija tendrá el camino libre para seguir golpeándola todo cuánto quiera. Estaba cansado de tantas amenazas. – Si para usted lo principal es su hija Evelyn, para mí lo es Nancy… así que no pienso dejarla en manos de su marido por mucho que trate de chantajearnos. -Solo será un tiempo hasta que encuentren… - Se acercó hasta Nancy para implorarle de nuevo, sabía que era muy complicado para ella pero debía ayudarlas. Era la única que podía hacerlo. Se interpuso en su camino, sus ojos no mostraban piedad con ella. No lo tendría. ¡Le parecía tan injusta con Nancy! -¿¡Solo será un tiempo!? ¿Se está escuchando de verdad? ¿Está diciendo que debe seguir aguantando palizas de su marido pero debe aliviarse porque solo será durante un tiempo? - Lo único que le importaba era el dolor de Nancy, nada más. No podía entender que se presentase allí diciendo aquellas cosas. Todo era tan devastador para aquella jovencita. -Yo puedo tratar de hablar con él, lo calmaré, te lo prometo, cariño. - Y quiso coger sus manos para convencerla. Nancy las apartó llorando. Seguía allí sentada, tratando de no escuchar, tratando de asimilar lo que estaba pasando. Tapaba su cara con sus manos, temblorosa, solo quería descansar, pero no la dejaban y su madre… ¡había ido hasta allí para pedirle que siguiera permitiendo esas palizas! ¡¡Aquello era de locos!! ¡Su vida no le importaba a nadie! -Haga el favor de salir de mi casa inmediatamente. - Y la miró impasible, para Michael lo único que importaba era todo el sufrimiento y la angustia que causaba en aquella jovencita que no conseguía levantar la cabeza del suelo. La veía llorar, la sentía sufrir de una forma inmensa. -Tengo que hablar con mi hija. – No pensaba irse de allí hasta hacerlo. Hasta convencerla. -No. Usted no viene a hablar con su hija. - Dio unos pasos hacia ella, para tenerla cerca y que entendiese sus palabras a la perfección… - No viene a saber de su estado, preocupada por la paliza que ha recibido o por las secuelas que haya podido dejar en su vida el maltrato al que ha sido sometida durante años. Usted vivía muy tranquila, sin saber… o sin querer saber lo que le hacía a Nancy cada noche… - No le importaba seguir… - Solo le interesa salvar la vida de su hija pequeña a costa de todo. -¡¡No tiene ningún derecho a hablarme así!! – Le recriminó muy seria… -Volverá a violarla, ¿lo entiende? Seguirá golpeándola hasta la saciedad, la hará infeliz el resto de su vida, la seguirá humillando delante de todos, la matará de una paliza. - Estaba totalmente decidido a no ceder y no dejaría que Nancy lo hiciera. - Lo siento señora Sanders, pero es un precio demasiado alto que no estoy dispuesto a permitirme. – Señaló la salida seguro de que aquella conversación había terminado. Nancy no estuvo bien el resto del día… permaneció acostada, llorando, tratando de asimilar todo lo sucedido… aún tenía dolores por la ultima paliza y su madre… ¡Dios! Sabía que estaba desesperada pero cómo para pedirle que siguiese aguantando golpes y… Solo quería cerrar los ojos y olvidarse de su vida… de todos… ¡Tantos años humillada, violada, golpeada, amenazada! Le dolía tanto la situación de Evelyn… pero no podía seguir permitiendo más golpes… no podía… Capítulo 26 SECUELAS DIFICILES DE SUPERAR Michael estuvo toda la tarde en el apartamento, haciendo llamadas, mientras vigilaba a Nancy. Estaba realmente preocupado por ella. Entraba en la habitación y la veía echada, sin más gana de nada, sin comer, sin apenas hablar. Por eso tomó aquella decisión, por ella… nada le importaba más en la vida que hacerla feliz y sabía que aquella historia de Evelyn, a la que ni siquiera conocía, la traía de aquella forma. Si algo le pasaba a esa chiquilla Nancy nunca se lo perdonaría. Llamó a Steven, con el que habló durante horas, informándose de la enfermedad que padecía, de las complicaciones de su día a día, de la operación a la que debía someterse y del carísimo tratamiento que debía tener hasta la llegada del trasplante. Se trataba de una enfermedad rara, causada por un defecto en la membrana de las células sanguíneas, lo que provocaba que continuamente se destruyesen los glóbulos rojos, más conocido como Hemólisis. Había un riesgo bastante grande de que aquella cría pudiese sufrir una trombosis venosa y arterial, una insuficiencia renal, una hipertensión pulmonar y un infarto de miocardio entre otras muchas cosas. No lo tenía nada fácil para ganarle la batalla a esa gravísima enfermedad que tenía una tasa de mortalidad bastante grande. Estaba la posibilidad de un trasplante de médula ósea pero Nancy no era compatible con su hermana y aún no habían encontrado a nadie adecuado para ello. Se suponía que Sanders se ocupada de eso, aunque Michael lo dudó cuando Steven habló con él de aquel tema. ¿En tantos años nunca había encontrado a alguien compatible con aquella cría? Era un hombre con recursos… estaba seguro que todo aquello era una manera sucia de tener a Nancy bajo sus manos. Él se encargaría de los gastos de aquella medicina hasta encontrar la forma de operarla, así le llevase toda la vida mantener ese gasto, estaba decidido a ello y Steven no pudo creer que hiciese algo así, estaban hablando de una suma anual muy elevada y estaba claro que se trataba de un gasto que podría durar muchos años. Incluso, en el peor de los casos, no servir para nada. Steven se encargó de los preparativos, de todo lo relacionado con aquel tema; se encargaría de ponerse en contacto con Madison, de explicarle la situación y darle la buena noticia que no creería en un principio… Michael le puso en contacto con los mejores médicos de Estados Unidos, quería todo tipo de opiniones sobre aquella enfermedad, quería segundas opiniones, quería a los mejores especialistas pendientes de aquella chiquilla y quería todos los informes encima de su mesa para cuando Steven hubiese terminado de visitar a los médicos. Los gastos corrían de su cuenta corriente. Se había encargado de llamar a uno de sus abogados, a quien puso al tanto de todo el asunto de Nancy. Iría a aquel apartamento aquella tarde para poder charlar tranquilamente con la joven, quien aún no creía tener fuerzas suficientes para seguir adelante con aquella denuncia. Sabía que debía hacerlo y se sentía segura con Michael a su lado, pero Evelyn… pagaría las consecuencias, lo sabía. No la vio en la cama, se había levantado. Entró en el baño y la encontró relajada, en la bañera. Logró quitarse la ropa despacio, con cuidado porque aún se sentía dolorida por los golpes; necesitaba relajarse. Se agachó y metió una mano en el agua, acariciando su pierna llena de espuma. Abrió los ojos y lo vio ahí, a su lado. No lo había querido molestar para ayudarla porque lo escuchó muy ocupado hablando con su abogado, pero el agua aún estaba caliente, le dijo, invitándolo a meterse. Y lo hizo, quitándose la ropa justo delante de ella que esta vez no miró a otro lado. Lo observó, de pié, mientras se desabrochaba aquellos pantalones ajustados y bajaba aquellos bóxer pegados a su cuerpo. Le gustaba mirarlo desnudo. Michael era un hombre muy bien cuidado físicamente, sus piernas mostraban unos muslos fuertes, moldeados por el deporte… cada mañana salía a correr varios kilómetros y por las noches, antes de acostarse solía ir a una sala que tenía preparada como gimnasio personal. Pasaba horas antes de salir, ducharse y acostarse. Su tórax bien marcado, al igual que sus brazos que se ajustaban a las camisas ceñidas que siempre solía usar. Era un hombre coqueto y eso le gustaba muchísimo a aquella joven. Nancy se movió en aquella bañera, dejando que Michael se colocase justo detrás de ella, abriendo sus piernas y sintiendo en su espalda su miembro desnudo. Cerró los ojos y se echó atrás mientras sentía sus brazos fuertes rodearla con fuerza, apoyando su cabeza en su pecho se quedó quieta… respirando a la misma vez que él. Habló con ella sobre Evelyn, ya no quería que se preocupase más por aquel tema ni por ningún otro. Se encargaría de todo. Él pagaría aquella medicina de su hermana y trataría de buscar una solución a ese trasplante. Nancy se giró y lo abrazó fuerte. ¿Por qué era tan bueno con ella? ¿Cómo podría pagarle algún día todo lo que estaba haciendo? Sentía sus manos acariciando su espalda mientras besaba su frente, no había nada que tuviese que hacer porque Nancy no le debía nada… ella era parte de su vida, era parte de él y todos sus problemas eran suyos también. Haría cualquier cosa que estuviese en su mano para verla feliz. Sabía que si algo le pasaba a Evelyn ella nunca se lo perdonaría y no podía dejar que Sanders siguiese golpeándola y amenazándola. Sólo él podía hacer algo. Agachó la cabeza y la vio ahí, echada en su pecho, llorando. Secó aquellas lágrimas que nunca debieron salir de aquellos inmensos ojos negros. -No llores, Nancy. Confía en mí, todo se solucionará. - Sus palabras sonaban tan lindas. -Eres lo único bueno que me ha pasado en la vida, Michael... - Y lo abrazó todo lo fuerte que pudo. - …tengo mucho miedo de perderte. - Le dijo totalmente segura de que jamás podría vivir sin él. - ¡No puedo con todo esto por mucho que trate de hacerme la fuerte! ¡¡Ya no puedo más!! – La sentía llorar desconsoladamente en sus brazos. - ¡¡Mi padre, sus palizas, sus amenazas, los insultos de Edward, la enfermedad de Evelyn y ahora mi madre…!!¡No quiero perderte nunca! -No vas a perderme. - Y sujetando su rostro la besó suavemente. – Nunca. Ya no estás sola con todo esto, Nancy, y no lo estarás nunca más porque no pienso separarme de ti por nada del mundo. Cerró los ojos, la abrazó y se quedó allí, tumbado a su lado, perdiendo totalmente la noción del tiempo… Aquella tarde recibió la visita de aquel abogado con quien hablaron durante horas sobre la denuncia que ya había traído redactada. Necesitaba la firma de ellos y los testigos, necesitaba que Nancy fuese fuerte y quisiera justicia en toda aquella historia. Lo demás, era cosa suya. Jeremy y Carol habían ido hasta allí para ver cómo se encontraba y pudieron escuchar toda aquella horrible historia sobre abusos y maltratos de la que sabían lo que Michael les había contado pero escucharla de labios de Nancy, con detalles… Impresionaba muchísimo. Era bueno saber toda la verdad, conocerla realmente para poder estar a su lado y apoyarla en todo. Ni siquiera se hubiesen imaginado nada parecido cuando la vieron en casa por navidad. Una jovencita tan risueña, tan sencilla y alegre con tanto sufrimiento bajo sus espaldas. Jeremy apenas había coincidido con Sanders en el edificio, aunque después de saber toda la historia tampoco tenía muchas ganas de encontrárselo cara a cara; estaba muy liado con sus clases y con el trabajo que Michael le había ofrecido en la oficina. De él también tendrían que hablar porque no pretendía seguir allí durante mucho tiempo más, estaba seguro que su futuro estaba en aquellas clases y deseaba volcarse de lleno en ellas. Sabía que su hermano no estaría de acuerdo, pero tendría que aceptar su decisión. Él no estaba hecho para sentarse en un despacho, para vestir de chaqueta ni para tratar con empresarios estirados a los que solo les importaba el trabajo, el dinero y las apariencias. No era precisamente el lugar idóneo para él, aunque le agradecía su ayuda. No se equivocó, para nada le sentó nada bien aquella actitud de su hermano, pero tuvo que aceptar, de mala gana, su decisión que creía precipitada y alocada. Podía trabajar con él y dedicarse después a esas clases que tanto le gustaban, tal como hacía Nancy. No consiguió convencerlo pese a que lo intentó. Jeremy ya había tomado su decisión y era irrevocable. Algunas noches la escuchaba llorar mientras dormían, todo lo que había vivido en su vida no era suficiente… aún tenían que seguir acribillándola por todos lados. Golpes en su infancia, violaciones, humillaciones, insultos, más golpes, más palizas, desesperación, angustia, miedos, terror, fuerza, valentía, sacrificios, enfermedades… Nancy llevaba una vida tan dura… ¿Quién podía superar todo aquello con una sonrisa, sin perder las ganas de seguir luchando? Se hizo la fuerte durante todos esos años, soportando lo inhumano, por su hermana, por su madre, tragándose todo su miedo y mostrando un rostro de fuerza y valentía que no era el real. Estaba muerta de miedo, cuando se quedaba sola, por las noches… tal como dijo Steven en una de sus charlas. Las pesadillas la atemorizaban cada noche, aún estando con Michael, en sus brazos, no podía dejar de temblar de puro terror. -¡Tranquila, nena! ¡Ei, tranquila, estoy aquí, preciosa! – Y se pegaba a ella, rodeándola con sus brazos, tratando de calmarla, sintiendo el temblor en su pequeño cuerpo, sintiéndola tapar su boca con la almohada, tratando de ahogar sus gritos de angustia. -¡No puedo más, Michael! ¡¡Tengo tanto miedo!! – Sin dejar de llorar en aquella habitación. -Ven aquí, Nancy. – Y la estrechaba en su pecho, acariciando su cabeza, besándola con dulzura, a sabiendas de todo su sufrimiento. – Nadie va a hacerte daño, preciosa. Estás aquí conmigo… -No lo conoces, Michael… - Apretando su pecho fuerte, queriendo quedarse ahí para siempre. El único lugar seguro era a su lado. – ¡Me matará… cuando sepa que estoy aquí contigo, me matará! ¡¡Lo conozco, está loco!! ¡¡Y yo ya no puedo más, ya no tengo fuerzas para seguir haciéndome la fuerte!! ¡¡Ya no puedo… ya no puedo!! ¡¡Nunca se acabará!! La apretó aún más, cubriéndola con la ropa de cama. Sus temblores no eran de frío sino de puro terror. Sin dejar de estrecharla levantó su rostro con una de sus manos; estaban muy juntos. -Nena, te juro por mi vida que no voy a dejar que vuelva a tocarte. ¿Me oyes? – Y no mentía… así tuviera que matarlo. - ¡Mírame, Nancy! Se ha terminado, todo el infierno que has vivido, se ha terminado para siempre. ¡No volverá a ponerte una mano encima, jamás! – Y sus ojos no mentían en lo más absoluto. “¿Puedes recogerme en Washington Square Village? Estoy tomando algo con unos amigos y ya es algo tarde… Gracias, Michael.” Nancy le había mandado un mensaje justo cuando estaba a punto de salir de la oficina, así que se dirigió hacia el lugar para recogerla y marcharse a casa. Aquella tarde le pidió dejarla en Manhattan, quería visitar a unos amigos y comprar algunas cosas, por lo que pasó la tarde tranquila dando vueltas por las tiendas y charlando con gente conocida. Era bueno para ella, así se despejaría de todo lo vivido últimamente. Le había costado sonreír después de la última paliza de Sanders, pero aquellas semanas en el apartamento de Michael la habían ayudado bastante. No la dejaba sola, pendiente de ella todo el tiempo, mimándola como nunca. No distaba muy lejos de la oficina y llegó pronto con aquel increíble coche del que estaba tan orgulloso. Era maravilloso conducir una belleza como aquella. Eran sus tesoros, sus dos increíbles autos que habían costado una pasta increíble, cada uno, pero que pagó gustoso. Le fascinaban los coches, los buenos coches como aquel Mercedes AMG. La llamó cuando estuvo cerca del lugar para saber el sitio exacto donde recogerla y aparcó cerca del bar en el que se encontraba con unos amigos. Bajó del coche y entró, traía bolsas e iba a ayudarla… pero no fue así. Su sorpresa fue enorme cuando encontró dentro a sus hermanas, su amigo John, Emily, Steven; todos junto a Nancy, sonrientes, esperándolo mientras lo felicitaban por su cumpleaños. ¡Era su cumpleaños y no dijo nada! No era agradable cumplir otro año más cuando tenía a su lado una jovencita tan preciosa como aquella, que se alzaba en el escenario con un micro en la mano. ¡¡Un karaoke!! ¡¡Qué cabrones!! Eso había sido idea de sus hermanas y de John, estaba totalmente seguro. Cubrió su rostro con las manos, sonriendo. ¡No podía creer que todos lo hubiesen engañado de aquella forma! Toda la mañana en la oficina y ninguno comentó nada al respecto. Era extraño que uno de sus mejores amigos no recordase aquel día, pero no le dio mucha importancia. Ahora lo entendía. La música sonó y Nancy comenzó a dar las notas de una canción de Bruno Mars, Just the way you are, mirándolo, sonriente mientras le cantaba que sus ojos, su sonrisa, su rostro, sus labios, no había nada más perfecto que él porque era realmente asombroso. No hacía falta que cambiase nada… le gustaba así, tal como era. Bailaba en aquel escenario, cantando, no lo hacía mal y no podía dejar de sonreírle mientras la observaba embobado. ¡Era su sorpresa! ¡Todo el día había sabido que era su cumpleaños y no había dicho absolutamente nada sobre el tema! Nada de compras, nada de salida con amigos… lo había engañado para traerlo hasta allí y darle aquella agradable sorpresa. La gente seguía el ritmo, aplaudían mientras aquella jovencita se acercó hasta él y le susurró el mejor y más lindo felicidades. Michael cumplía cuarenta y seis años y era únicamente por eso por lo que intentó evitar decir qué día era. Los años pasaban y se sentía algo mayor para una preciosa y encantadora jovencita de veinticinco años, pese a que ella no le diera importancia. La abrazó y se la comió a besos delante de todos, no podía hacerlo más feliz... Sabía qué significaba estar en aquel lugar, aún recordaba cómo sus hermanas le contaron a Nancy sus comienzos en la música cuando aún estaba en la universidad. Aquella había sido una experiencia buena, con John, Edward, pero nunca más había vuelto a cantar… no en público. Y era cierto que lo hacía bastante bien, Michael tenía buena voz, muy buen oído y un físico que gustó muchísimo a las chicas. No es que se hubiesen dedicado a ello profesionalmente, nada parecido, pero aquellos amigos montaron un grupo con el que practicaron durante algunos años, ganando algunos premios de juventud y de los que tenía buenos recuerdos. Estar allí suponía subir a aquel escenario y cantar. ¡No podía creer que le hubiesen hecho aquella encerrona! ¡Iba a matar a sus hermanas y a John por estar de acuerdo! Todos se animaron a cantar, algunos mejor que otros, pero estaba claro que en algún momento llegaría su turno. Sentados cerca del escenario, bebiendo, riendo, aplaudiendo con ganas cuando John se subió a cantar con su esposa Emily, se llevaba muy bien con Nancy desde la salida en navidad. Bromas, risas, bailes, música y una noche maravillosa rodeado de la gente que quería. Estaba muy claro por qué Edward no estaba allí. Steven se animó junto con Jeremy, tratando de no desentonar mucho mientras los veían morirse de la risa a unos metros de ellos. No podían hacerlo peor pero lo estaban pasando tan bien… Y le tocó el turno de subir. Miró a Nancy, suplicaba con los ojos… Sonrió, bebió un trago y se quitó la chaqueta y la corbata para estar cómodo. Su voz fuerte y clara sonó en una canción rítmica, al principio sin poder creer lo que estaba haciendo. Se había vuelto bastante serio y disciplinado, él, todo un hombre de negocios, relacionado con grandes arquitectos e ingenieros de todo el mundo… estaba allí, pasándolo en grande como un jovencito enamorado, dedicándole una canción a su chica mientras se movía sensual en aquel escenario. Ella le gustaba de los pies a la cabeza, toda entera, y tenía tantas ganas de hacerla suya… allí mismo si ella se lo permitía. Reía con la letra de la canción, aplaudiendo desde la silla, sin dejar de mirarlo. Era cierto que cantaba estupendamente… embelesada la tenía dedicándole esa y otras canciones que vinieron después. El alcohol los hizo soltarse durante las horas siguientes, a todos, que perdieron la vergüenza entre bromas y cachondeo, pasando una noche inigualable. Hacía años y años que no celebraba su cumpleaños de una forma tan especial, rodeado de los suyos, divirtiéndose como un jovencito, junto a la mujer más maravillosa de todas que siempre lograba hacerlo sentir realmente vivo. Se había quedado dormida en aquel sofá, viendo una película, apoyando sus piernas en las de él que trataba de acabar unos asuntos con el portátil. La vio tan indefensa a du lado… ¿Cómo había podido aguantar tantos años todo aquel calvario? Golpes, humillaciones, abusos, insultos… Era impresionante cómo consiguió aguantar todo aquello sin hundirse. Nancy era una autentica luchadora y aquella noche consiguió olvidar todo lo malo que la rodeaba durante unas horas; en aquel local, con su familia y amigos, integrándose estupendamente en el grupo que la acogió con cariño. Se levantó y la cogió en brazos mientras la llevaba a su habitación, donde la recostó en su enorme cama, dejándola descansar allí. Estaría más cómoda. Él aún debía terminar algunos asuntos, así que volvió al salón y siguió con aquellos papeles que debían estar listos a primera hora de la mañana. Sobre la una de la madrugada la vio levantarse y acercarse hasta el salón donde se encontraba terminando de redactar algunos documentos. Apareció cubierta con una de las mantas, descalza, con el cabello algo alborotado y frotándose los ojos. Lo echaba de menos en la cama. Se sentó a su lado en aquel sofá y echó la cabeza en su hombro, no le faltaba mucho para terminar. Pero sintió la mano de Nancy desabrochar los últimos botones de su camisa, mientras la metía dentro y acariciaba su estómago. Despacio, con suavidad, le encantaba aquel roce de sus manos en su piel. Cálida, delicada. La miró y se echó hacia atrás sonriendo, dejando que recostase su cabeza en su pecho. Abrazándola, acariciando su espalda que aún tenía algunas marcas de los correazos de Sanders. Ya no era igual, seguía cuidando su piel, sus heridas cada día, pero ya no dolían tanto como al principio. Estaba claro que le quedarían algunas cicatrices como recuerdo de aquella paliza. Su mano subió hasta su pecho, una y otra vez, y la escuchó preguntar si en todo aquel tiempo había pensado en ella. Quería saberlo. ¡Claro que sí! Cada día desde que la conoció, cada segundo de su vida desde hacía unos meses. No se la quitaba de la cabeza en ningún momento. Pero no era eso lo que Nancy preguntaba. Sacó su mano y sujetó aquella correa que logró desabrochar, mirándolo, primero el botón, luego bajando la cremallera de aquel pantalón y metiendo su mano dentro. Quería sentirlo, quería acariciarlo. Estaba claro que no iba a detenerla, lo deseaba con toda su alma. La miró sonriendo, pasando su mano por su cabeza, por su espalda… ¡Cómo la deseaba! Y la escuchó preguntar de nuevo sobre sus momentos de tranquilidad, cuando llegaba a casa… ¿pensaba en ella? Y lo comprendió… De sus labios salió una sonrisa mientras la miraba. ¿Le preguntaba si se masturbaba pensando en ella? Estaba bastante claro que se lo había puesto muy difícil para no hacerlo, y así se lo dijo, haciéndola enrojecer por su confidencia. No iba a hacer que él se sintiese incómodo con aquellas preguntas, podía ser muy sincero con ella en aquel tema, sin preámbulos, para nada era un tema que lo cohibiese… a ella sí, pese a su curiosidad. Nancy quería más, quería verlo, su desenfreno, sus caricias mientras pensaba en ella por eso no se detuvo, acariciando su sexo, mirándolo mientras se mordía los labios, provocándolo… Michael metió su mano dentro de aquel pantalón y sujetando su mano con delicadeza, siguió acariciándose. Comenzaba a sentirse duro, caliente y siguió haciéndolo, enseñándola con maestría a masturbarlo, como ella le había pedido, mientras la besaba; sus bocas deseosas, sus lenguas saboreando con entrega aquellos besos, aquel momento de entrega. ¡No podía más! ¡No se imaginaba cómo deseaba hacerla suya totalmente! Sacó su mano de aquel miembro excitado y la levantó con facilidad, colocándola justo encima de él. No tenía mucha ropa debajo de aquella manta, solo una fina camiseta y unas braguitas minúsculas de encaje amarillo. La pegó hasta él, duro, haciéndola sentirlo, ayudándola a moverse, apretándola contra su excitación, besándola con pasión y acariciando su precioso cuerpo que lo encendía al máximo. La miró deseoso de ella por entero y metió su mano dentro de aquellas braguitas, solo un momento, acariciándola, sintiéndola rodearlo con fuerza, tratando de controlar aquellos gemidos que ya no importaban… nadie podía oírla, solo él que conseguía volverse loco escuchándola respirar tan fuera de sí. Fuera la camisa, lamiendo su piel mientras Michael conseguía levantarle aquella pequeña camiseta, descubriendo sus pechos firmes que acarició sin dejar de mirarla, acercándolos hasta su boca, chupándolos… Rozó su espalda con sus manos mientras lo hacía, mientras la miraba y le repetía que la deseaba con locura. Se movió en aquel sofá, tumbándola con cuidado, bajando sus braguitas, mirándola, pasando su lengua por sus labios mientras lo hacía. Y sus manos bajaron aquel pantalón y sus bóxer azules, ella lo miraba, excitadísimo, dejándolo echarse encima de su cuerpo… pudo sentirlo muy caliente, muy duro, cerca, muy cerquita de su sexo. Sintió dentro de ella aquel contacto con su pene, primero despacio, sujetándolo con cuidado para penetrarla y se movió encima de ella, poco a poco, cada vez más adentro, sin dejar de mirarla, hasta que notó como entraba hasta el final… Gimió. Le gustó. Y sintió sus movimientos encima de ella, sin detenerse, besándola, abrazándola, poseyéndola con calma, con pasión, con un deseo irrefrenable que había tratado de controlar aquellos meses. Cerró los ojos mientras abrazaba su espalda, quería saborear aquel momento a su lado. Le gustaba sentir el peso de su cuerpo que ardía, moviéndose tan bien… sus labios besando los suyos, mordiéndolos, suave, despacio… sus ojos mirándola mientras la hacía suya de aquella forma tan maravillosa. Distinto, muy distinto de cómo imaginó, de cómo recordaba, pero… algo la frenaba, cada vez más. Sus manos acariciaron sus brazos desnudos, levantándolos por encima de su cabeza y entrelazando sus dedos con los de ella, sujetándola mientras seguía con aquellos movimientos, despacio, sin detenerse, gimiendo en su oído para hacerla gozar aún más. Pero, Nancy comenzó a ponerse muy nerviosa, tensa, no podía dejar de ver el rostro de Sanders, años antes, forzándola, meses antes, golpeándola, semanas antes tratando de volver a violarla. Quiso apartar ese pensamiento de su cabeza, estaba con Michael, lo deseaba como nunca había deseado a nadie y quería entregarse a él, solo a él, pero… no podía. Intentó soltarse las manos pero no pudo, la sujetaba con ganas mientras seguía moviéndose encima de ella, sintiendo el peso de su cuerpo y aquellas sacudidas que comenzaban a ponerla muy tensa. Abrió los ojos, lo miró. Era Michael. Quitó el rostro de Sanders de su cabeza, de su mente, respiró y trató de no pensar… Una de las manos de Michael sujetó su cara mientras la otra seguía aguantando sus muñecas, no la soltaba, no dejaba de empujar muy, muy excitado. Y volvió a cerrar los ojos, la respiración era agitada, sofocada, sintiendo el calor dentro de ella… pero aquella imagen volvió a su mente. Monstruosa, demoledora, asfixiante, casi podía sentir su olor, escuchar sus insultos, sus gemidos… -¡No, espera, Michael! ¡Para, por favor! – Sintiendo de nuevo sus sacudidas, su boca comiéndosela entera, sus manos sujetando su rostro mientras perdía el control totalmente. No se detenía, seguía empujando con ganas, sin escucharla, solo podía pensar en cuantas ganas tenía de hacerla suya para siempre. - ¡¡Por favor!! ¡¡No puedo!!¡¡Michael, nooo… por favor!! – Y paró, agitadísimo. -¿¡Qué!? ¿¡Qué pasa nena!? – Las manos de Nancy empujaron su pecho, separándolo de su cuerpo, moviéndose debajo de él. Estaba muy nerviosa, asustada. Temblaba de pánico. ¡No podía respirar! -Está bien, está bien, preciosa. ¡No pasa nada! - Trató de calmarla, saliendo de su interior con cuidado, acariciando su rostro mojado por las lágrimas. Debía calmarse, no pasaba nada, no seguiría si ella no quería. Él no iba a forzarla por más que desease hacerla suya. -¡¡Lo he visto a él, Michael…!! ¡¡No puedo hacerlo!! ¡¡No puedo!! – Lloraba, cerrando sus ojos, sin consuelo. Por más que desease estar con él íntimamente no conseguía relajarse en aquel momento de intimidad. -¡Ei, ei, ei, nena, tranquila…! ¡¡Mírame…!! ¡Vamos Nancy abre los ojos, mírame…! Soy yo preciosa… - Y consiguió que lo mirase muy cerquita. Sonreía tratando de hacerla sentir tranquila. – Cálmate, nena, soy Michael. - Dulce, acariciando su rostro. -¡¡No voy a poder hacerlo nunca!! – Y sus manos cubrieron su rostro tratando de disimular la vergüenza que sentía. - ¡¡No voy a poder!! -¡Tranquila, nena, no pasa nada! ¡Relájate, vamos…! – Sus besos trataban de calmarla. Podía sentirla temblar. -Lo siento, Michael, lo siento muchísimo… Yo te he buscado… - Sí era cierto. - …he venido hasta aquí te he provocado, y ahora… - No podía dejar de llorar por todo. - …quiero hacerlo, te prometo que quiero hacerlo pero no puedo… ¡Ni siquiera yo me entiendo! Las manos de Michael sujetaron las suyas, haciéndolas descubrir sus ojos que lloraban sin consuelo, asustada por todo lo que había vivido en su vida. No era fácil para ella aquella situación. Era la primera vez que estaba con un hombre después de la experiencia durísima con su padre, y no solo se refería a lo sucedido hacía tan solo unas semanas, sino a todos aquellos años de vejaciones y golpes. No podía pedirle más. Era normal que estuviese tan asustada. Nancy quería probar, quería saber, sentir… pero al mismo tiempo le aterraba el momento de intimidad con un hombre. No podía dejar de ver el rostro de aquel hombre encima de ella, violándola una y otra vez. Y así se lo explicó a ella, con calma, pasando sus manos con sus mejillas, por sus ojos. Encima de ella, aún, fijando sus ojos en los de aquella jovencita que tenia debajo de su cuerpo, desnuda. ¡Se había vuelto loco al sentirse dentro de ella pero… no debía darle más importancia al asunto! Para nada debía preocuparse por cómo se sentía él. Ella era la importante en todo aquello, que se sintiese a gusto, que nada fuese forzado. ¡¡Las duchas de agua fría estaban para algo si Michael se sentía muy desesperado, al menos mientras se tomaban un tiempo para volver a intentarlo!! -¿¡Y si no puedo hacerlo nunca!? ¿¡Y si…!? – Tenerlo a su lado, acariciándola, besándola… Michael la hacía sentir mujer, la hacía sentir viva por completo pero cuando pensaba en seguir más adelante… la invadía una sensación de pánico atroz. -Claro que podrás, preciosa… Te prometo que haré que puedas hacerlo. Pero, tómate todo el tiempo que necesites, no fuerces las cosas… Todo llegará… - Pese a que la deseaba con toda su alma… y la tenía ahí desnuda, a su lado, desnudo... no era fácil. – Sé que quieres hacerlo, sé que lo deseas, pero no hay prisas, de verdad. Volveremos a intentarlo más adelante, cuando tú estés preparada. Cogió la manta del suelo y cubrió sus cuerpos con ella, abrazándola, besándola, echándose a su lado y calmando su respiración. Estaban desnudos, pero consiguieron tranquilizarse y quedarse dormidos en aquel sofá, sintiendo el calor de sus cuerpos bajo aquella manta polar. No iba a ser nada fácil, para ninguno de los dos… Capítulo 27 ERES PARTE DE MI PIEL Steven se acercó a su despacho aquella mañana. Desde que llegaron de California no había podido estar a solas con él y tenían algo muy importante de qué hablar. La paliza de Nancy, sus días en aquel hospital, su recuperación… siempre estuvo ella presente y aquel tema no era precisamente para hablarlo delante de su protegida. Necesitaba estar a solas con él unos minutos. No le habían quedado algunas cosas claras en aquel viaje y aunque sabía lo importante que era aquella jovencita p