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E L SA C R A M EN T O D E LA C O N F IR M A C IO N
Y E L D E SA R R O L L O C R IST IA N O
I. F U N D A M E N T O Y D E S A R R O L L O D E L A V ID A C R IST IA N A P O R
IM P U L SO D E L E S P IR IT U SA N T O
3. Lo espiritual-carismático en la Iglesia
II. H IS T O R IA D E L SA C R A M E N T O D E LA C O N F IR M A C IO N
1. Elementos neotestamentarios
7 Op. rit., 100, 109. Las sugerencias de H . Mühlen son una aportación necesaria y va
liosa para la teología y la Iglesia de hoy. Desgraciadamente, otras propuestas se mezclaron
(innecesariamente) con una teología de la confirmación poco convincente y hoy apenas
defendible desde los puntos de vista bíblico, histórico-litúrgico y teológico. En varios
momentos nos referiremos a elementos aislados del artículo de Mühlen.
HISTORIA DEL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION 281
2. Celebración de la iniciación en la
Iglesia antigua (celebración bautismal)
A. Benning (Gabe des Geistes. Zur Theologie und Katechese des Firmsakramentes [Keve-
laer 1972] 2), que se apoya en las imposiciones de manos de Pablo descritas en los Hechos
de los Apóstoles, no puede aceptarse. Su teoría es que Pablo practicó la imposición de
manos después del bautismo, pero no lo refleja expresamente en sus cartas. Se toma la
información de los Hechos (relativamente tardía e «interesada» desde el punto de vista
eclesiológico) com o un auténtico dato histórico y no como reflejo de la praxis de las co
munidades lucanas posteriores a Pablo.
18 Cf. MS V, 126-166 (R. Schulte).
HISTORIA DEL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION 287
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290 EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION
tirse, pues no es otra cosa que una oración sobre las personas37. Sin em
bargo, esta referencia a la posibilidad de repetir la imposición de manos
no puede interpretarse como afirmación válida para el sacramento de la
confirmación. En correspondencia con la teología y la praxis de la
época, Agustín habla de imposición de manos en un sentido impreciso
y no diferenciado y no distingue claramente entre la «acostumbrada»
imposición posbautismal de la iniciación y la de la reconciliación para la
aceptación de los herejes en la Iglesia o quizá otras formas de imposi
ción de manos. Agustín tiene una teología clara del bautismo, pero
tiene todavía una visión confusa de los ritos que le siguen, de modo que
en los ritos de iniciación no es posible reconocer, ni teológica ni litúrgi
camente, una acción ritual que se refiera claramente a la confirmación.
Uno de los testigos más importantes de la teología y de la praxis de
la iniciación en el mundo oriental del siglo IV es Cirilo de Jerusalén. El
agua del bautismo no debe ser considerada en su carácter de agua co
rriente, sino en relación con la gracia del Espíritu que se comunica en el
agua.
También él enumera entre los efectos del bautismo el don del Espí
ritu Santo38: «Adviértase justamente que el bautismo no sólo limpia los
pecados y otorga el don del Espíritu Santo, sino que es también una
configuración con los padecimientos de Cristo»39. Además, el mismo
aceite de la unción, el myron, está lleno del Espíritu, santificado. La un
ción, en cuanto transmisión del Espíritu, nos hace partícipes de la reali
dad de Cristo, el Ungido. La imposición de manos unida a la unción no
es conocida por Cirilo (y lo mismo hay que decir de toda la teología y
praxis orientales, con excepción, quizá, de Alejandría). Cirilo llama
«bautismo» a toda la ceremonia de iniciación, que lleva consigo el per
dón de los pecados, el nuevo nacimiento y la comunicación del Espí-
ritu40.
En la liturgia siria encontramos una fórmula especial de iniciación,
conocida a través de Efrén y de Teodoro de Mopsuestia. «Antes» del
bautismo de agua tiene lugar una unción con aceite; al bautismo le sigue
una signatio — aunque comienza en una época más avanzada— (Efrén
mismo no lo menciona). Por consiguiente, la liturgia siria no conoce la
unción posterior al bautismo, sino únicamente, y como evolución pos
terior, la señal de la cruz que se hace en la frente para concluir el rito41.
Por lo demás, la historia de la iniciación del período patrístico pos
terior no aporta sustancialmente elementos nuevos. La celebración de la
iniciación conserva su unidad sustancial (sobre la separación del rito de
confirmación, cf. más adelante); no obstante, los ritos que acompañan
37 Cf. De bapt. contra Donatistas III, 16: PL 43, 148s. Cf. también B. Neunheuser,
op. át., 56-58.
38 Cat. III, 3: PG 33, 429.
39 Cat. mist. II, 6: PG 33, 1081.
40 Cf. B. Neunheuser, op. cit., 63s.
41 Cf. op. cit., 67-70; R. Béraudy, op. cit. 85-87.
292 EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION
con este óleo, lo que exclusivamente corresponde a los obispos, que son
quienes comunican el Paráclito.
La diferenciación entre las partes de la iniciación que pueden admi
nistrar los sacerdotes y las reservadas al obispo sienta el precedente de
una posterior separación en dos actos, a pesar de que entonces se tratara
de una celebración única y aún no se había planteado la cuestión de un
sacramento autónomo de la confirmación. Al principio, esta separación
se hizo efectiva para los bautismos en caso de urgencia, siendo necesa
rio suplir más tarde los ritos que entonces no se podían celebrar50. P ° r
lo demás, en las ciudades con residencia episcopal, este problema era
menos frecuente. En Roma, desde el siglo V II al IX , todavía se admi
nistraban el bautismo, la imposición de manos y la signación en una
sola celebración, sobre todo en las noches de Pascua y Pentecostés, con
presencia del obispo (a pesar de que los bautizados eran niños en su
mayoría)51. Pero en las zonas rurales el obispo podía estar presente cada
vez menos en los bautismos administrados por sacerdotes o diáconos. Y
no era posible postergar estos bautizos hasta que pudiese asistir el
obispo, dada la rigurosa obligación de bautizar a los pequeños lo antes
posible. «El creciente número de bautismos, la multiplicación de igle
sias y la gran proporción de bautismos de niños impedía que el obispo
administrara personalmente la iniciación a todos sus fieles, como era
norma en la antigüedad»52. Así, en el caso de estos bautizados se daba
una separación entre el bautismo y la confirmación posterior. Los cá
nones del Sínodo de Elvira, hacia el año 300, establecen para los bauti
zados en caso de necesidad y para los que, en ausencia del obispo, lo
fueran por un sacerdote o un diácono, que deben ser llevados ante el
obispo, para que éste complete los bautismos mediante la imposición de
manos y termine el rito con su bendición53.
Pero esto todavía no suponía necesariamente celebraciones autó
nomas e independientes de la confirmación. En realidad, los bautizados
aún sin confirmar eran llamados a la celebración íntegra de la iniciación,
en la cual, bajo la presidencia del obispo, eran bautizados y confir
mados otros fieles (los catecúmenos) y así recibían de manos del obispo
los ritos que les faltaban (o sea, la confirmación).
Hacia el siglo IX comenzó la celebración separada de la confirma
ción, elaborándose para estos ritos (imposición de manos — donde ésta
existía— , unción y signación) textos iniciales y conclusivos54. Pero esto
71 H . Küng, op. cit., 37; H . Küng, Was ist Firm ung? = T heol. M editationen 40 (Ein-
siedeln 1976) 30.
72 S. T h. III, q. 62 a. 5. C f. Y . Congar, La idea de sacramentos mayores o principales:
«Concilium» 31 (1968) 24-37.
73 «Quien diga que estos sacramentos de la Nueva Alianza son iguales, de tal modo
que bajo ningún punto de vista uno sea más importante que otro, sea anatema» (N R
415 = D S 1603).
REFLEX IO N ES SISTEMATICAS 301
74 C f., por ejemplo, Hch. 2,38. C f. B. Poschmann, Paenitentia secunda (Bonn 1940).
75 H . Küng, D ie Firmung, 36. D e modo parecido, J . Amougou-Atangana, op. cit.,
281-286.
76 Cf. H . Küng, op. cit., 37. Cf. en general MS IV/2, 53-159 (R. Schulte).
77 Por eso no se puede estar de acuerdo con J. Amougou-Atangana cuando dice (op.
cit., 284) que, desde el punto de vista teológico, «hay que considerar la confirmación
junto con el bautismo com o ‘un’ sacramento».
78 En tal caso habría que reintroducir el sistema penitencial de la primitiva Iglesia,
cosa que ciertamente nadie pretende.
302 EL SACRAM ENTO DE LA CON FIRM ACIO N
88 E. Schweizer, art. Pneuma: ThW V I, 416. Cf. También I. Hermann, Kyrios und
Pneuma (Munich 1961).
89 Cf. MS V, 139s. (R. Schulte).
90 MS III 666-809 (H .U . v. Balthasar).
91 MS III 382-503 (D . Wiederkehr).
REFLEX IO N ES SISTEMATICAS 307
95 Cf. H . Küng, op. cit,, 26-43; J. Amougou-Atangana, op. ctt., 295-299. En cuanto a
la discusión sobre el bautismo de niños, cf. MS V (R. Schulte); W. Kasper, Christsem
ohne Entscheidung (Maguncia 1970).
96 H . Küng, op. cit., 41. A este respecto se enuncia un importante postulado: las con
secuencias jurídico-eclesiales del ser bautizado (ciertos derechos y deberes esenciales dftri-
310 EL SACRAM ENTO DE LA CON FIRM ACIO N
3. El sacramento de la confirmación
como elemento de la iniciación cristiana
107 H . Küng, op. cit., 41; H . Küng, Was ist Firmung?, 39s.
108 Cf. H . Küng, D ie Firmung, 45; Wast ist Firmung?, 47, donde se recomienda clara
mente «la confirmación en los primeros años escolares» (antes de recibir la eucaristía).
Ciertamente — de acuerdo con Küng— , no hay que negar a los niños, incluso en los pri
meros años escolares, la capacidad de cierta decisión de fe — y, por consiguiente, de op
ción por la confirmación— adaptada a su edad, pero el deseo de ratificar el bautismo (que
justamente también Küng acentúa) puede realizarse con mayor autenticidad, sin duda, al
gunos años más tarde.
109 Cf. op. cit., 300.
110 J . Amougou-Atangana centra su interés únicamente en la participación plena en la
eucaristía (que con la confirmación sería plena litúrgicamente, pero no desde el punto de
vista personal). Cf. op. cit., 301s.
316 EL SACRAM ENTO DE LA CO N FIRM ACIO N
simple hecho de haberse bautizado y por tener edad para ello, sino por
que se ha decidido a ello de modo libre y convencido. Esta decisión
puede expresarse, por ejemplo, haciendo que los niños o jóvenes, solos
o acompañados de sus padres, respondan a la invitación del sacerdote,
inscribiéndose para la preparación y recepción del sacramento: natural
mente, debe explicarse que esta inscripción no es una mera formalidad,
sino que expresa una auténtica decisión, una decisión que incluye la li
bertad de poder tomar otra postura. Así, los sacerdotes y los demás
fieles deberían aceptar verdaderamente la posibilidad de que algunos no
se inscriban para la confirmación o que la aplacen eventualmente para
más tarde.
Esta confirmación antes o al comienzo de la pubertad (con la recep
ción de la eucaristía a la vez, o después de ella) no es, naturalmente, el
punto final de una iniciación litúrgica y personalmente completa, pero
se acerca más a esta meta que una confirmación prematura. En todo
caso, hay que considerar una ventaja que la confirmación (siempre que
pastoralmente sea posible y razonable) no se distancie demasiado de
una edad conveniente para tomar decisiones. Y esto hay que afirmarlo
también para el caso en que justamente no se admita el «postulado in
flexible» de que la confirmación sólo debe administrarse a los adultos.
Esta última propuesta, que reserva para los últimos años escolares la
decisión de recibir o aplazar la confirmación, nos conduce a nuestra se
gunda «variante». Si no se confirman masivamente y de forma casi obli
gatoria y rutinariamente grupos enteros de jóvenes de los últimos
cursos escolares, sino únicamente quienes se decidan a ello de modo
personal, empezarán a existir en nuestras comunidades jóvenes y
adultos cristianos que aún no están confirmados. A estas personas los
responsables de pastoral deberán ofrecer, de tiempo en tiempo, la posi
bilidad de acceder a la información y, sobre todo, de tomar parte en los
correspondientes cursos de preparación (formación quasicatecumenal y
servicios pastorales). Estas tareas deberían convertirse en algo corriente
dentro de la pastoral parroquial o regional114.
La administración de la confirmación a los muchachos antes (o
al comienzo) de la pubertad y a los (jóvenes) adultos se presentan como
variantes preferentes dentro de las posibilidades pastorales, pero no
como postulados exclusivos. Por ello no deben excluirse otras posibili
dades, como la confirmación de niños en los primeros años escolares
(aunque, según las razones arriba expuestas, no sea lo más recomenda
ble), o también la confirmación durante la adolescencia (cuando el en
cargado de la pastoral juvenil encuentra relativas posibilidades para pre
pararles en esa edad). E stas posibilid ad es (que más bien serán
excepción) no deben determinarse desde cualquier tipo de apriori (aun
que se lo califique de teológico), sino desde una auténtica experiencia
pastoral. N o hay que descuidar, por otra parte, la preocupación pasto
114 C f. Die Feier der Firmung, op. cit. (notas preliminares 13 y 14).
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322 EL SACRAM ENTO DE LA CONFIRM ACIO N
122 D ie Feier der Firmung, op. cit., 22s. (nota preliminar 17).
123 Lautenschlager ha indicado estos extremos en su disertación aún no publicada
Padrinazgo de la confirmación y pastoral comunitaria (manuscrito, Innsbruck 1972).
REFLEXIO N ES SISTEMATICAS 323
124 Cf. Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen Gentium» 8; D e
creto sobre el Ecumemsmo «Unitatis Redintegratio».
125 Sobre el punto de vista anglicano, cf. G. Dix, Theology o f Confirmation in Rela-
tion to Baptism (Westminster 1946).
126 Cf. J. Feiner/L. Vischer, Neues Glaubensbuch. D er gemeinsame chnstliche Glaube
(Friburgo 1973) 581s (trad. española: Nuevo libro de la fe cristiana, Barcelona 1977); R.
Preul, Konfirmation. En cuanto al estado de la discusión en la Iglesia evangélica: ThQ 154
(1974) 68-72; A. Klein, Die evangelische Konfirmation: P. N ordhues/H . Petri, op. cit-,
150-159.
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S ig is b e r t R e g l i