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1. In tro d u cció n
rios1. Sobre el tem a volverá varias veces, com o cuando afirma: «Esto
es u n a cosa sobre la que escribí largo en o tra parte, y aunque me han
contradicho en ella y dicho que no lo entiendo [...] a m í no m e harán
confesar que es buen cam ino [...] y m irad que oso decir que no creáis
a quien os dijere otra cosa» (6M 7,5). Los estudios contem poráneos
han dejado suficientem ente dem ostrado que Santa Teresa tiene una
intención didáctica al escribir, porque es consciente de que posee una
doctrina que transm itir2. Aquí no vamos a tra ta r sobre los contenidos
de sus enseñanzas, sino sobre el m étodo con que las ha conseguido.
2. El a so m b ro y e l d e s e o d e ap ren d er
3. E l b u e n e n te n d im ie n to
Teresa quiere en sus com unidades m onjas que tengan «buen en
tendim iento». Con esta palabra se refiere a las capacidades intelectua
les, pero tam bién a la disposición p ara aprender y al sentido com ún.
Prefiere una m onja lista y pobre a una con buena dote, pero con pocas
luces. Por eso advierte que, para vivir en com unidad, no basta la bue
na voluntad, si falta la inteligencia. E n la vida religiosa, u n a persona
inteligente siem pre puede ser útil, incluso si no es m uy espiritual (con
que no falte a sus obligaciones, po r supuesto), m ientras que o tra poco
inteligente puede crear serios problem as y envenenar las relaciones,
principalm ente porque m uchas veces no entiende lo que quieren de
cirle, porque m alinterpreta las palabras de los dem ás y porque no se
deja enseñar ni corregir:
4 «Era extrañam ente am iga del buen entendim iento. Fuera del llam am iento
de Dios, lo que m ás sin com paración m iraba en las que había de recibir, aunque
fuese com o herm anas legas, era el entendim iento que tenían. Los que conocían su
santidad y cuán am iga era de la oración, procu rab an alab ar m ucho la devoción de
las que traían y el ejercicio que tenían de oración; porque p o r aquí pensaban que
la habían de g anar la voluntad, p ara que las recibiese. Y ella hacía tan poco caso de
eso, que todo se le iba en inform arse del entendim iento que tenían. Yo fui uno de
esos, y m aravillándom e de ello le pregunté la causa, y m e dijo: "Padre, la devoción
acá se la dará n uestro Señor, y la oración acá se le enseñará; pero si no tienen buen
entendim iento, no se le darán acá. Y fuera de esto, u n a m onja devota y sierva de
Dios, si no tiene entendim iento, no sirve m ás que p ara sí; si tiene entendim iento,
aprovécham e p ara gobernar a otras y p ara todos los oficios que son m enester”.
También daba o tra causa: "que la que tiene m al entendim iento, ni cae en las faltas
que tiene ni las sabe conocer, aunque se las avisen y siem pre piensa que acierta, y
no hay quien la saque de allí ni la haga rendir a su juicio”», F. R ibera, La vida de la
M. Teresa, libro 4, cap. 24.
5 «Los teólogos y los escritores espirituales, sobre todo a p artir del s. XII, se
preocuparon de solucionar el problem a de las relaciones entre el entendim iento y
la voluntad, entre el conocim iento y el amor. La diversa p o stu ra ad o p tad a dividió
a los pensadores, m ísticos y escolásticos, en dos grandes corrientes: los intelectua-
listas y los afectivistas, según diesen la precedencia al conocim iento o a la volun
tad», D. de P ablo, A m or y conocimiento en la vida mística, M adrid, 1979, p. 211.
LOS MÉTODOS DEL CONOCIMIENTO EN SANTA TERESA DE JESÚS 197
A quí h a y q u e re n d ir n u e stro s e n te n d im ie n to s y p e n s a r qu e p a ra e n te n d e r
las g ran d e zas de D ios n o sirven. A quí viene b ien a c o rd a rn o s có m o ac tu ó
la V irgen, n u e s tra S eñora, co n to d a la sa b id u ría q u e tuvo. E lla p reg u n tó
al ángel: “¿C óm o se rá eso?”. Él resp o n d ió : “E l E sp íritu del S eñ o r v en d rá
so b re ti y el p o d e r del A ltísim o te c u b rirá co n su so m b ra ”. E lla n o cu ró
de m ás d isp u tas. C om o te n ía ta n g ra n fe y sa b id u ría, en seg u id a e n te n
dió que, in te rv in ien d o estas dos cosas, n o h a b ía m á s qu e sa b e r o d u
d ar. N o co m o alg u n o s le trad o s (que no les lleva el S e ñ o r p o r este m o d o
de o ració n , ni tie n e n p rin c ip io de esp íritu ) q ue q u ie re n llevar las cosas
p o r ta n ta raz ó n y ta n m e d id as p o r sus en te n d im ie n to s qu e se cre en qu e
ellos, co n sus letras, p u ed e n c o m p re n d e r algo d e la g ra n d e z a de D ios. ¡Si
ap re n d ie se n algo de la h u m ild a d de la V irgen! (M editaciones sobre los
Cantares, 6,7).
4. E l ca m in o d e la o ra ció n
5. La h u m ild a d o e l c o n o c im ie n to d e sí
6 «El segundo tem a centra su atención en uno de los elem entos que, quizás,
h an pasado m ás desapercibidos en el ám bito de la oración teresiana, y que tiene
una im portancia fundam ental: el conocim iento de sí. E n diversas escuelas de m e
ditación oriental este elem ento juega un papel central. Aquí se dem uestra cómo
p ara Teresa de Jesús es consustancial a la oración que h a de construirse desde el
ser y la vida m ism a del hombre». F.J. S ancho-F ermín (ed.), Autoconocim iento en la
meditación teresiana, México D.F., 2005, p. 7.
LOS MÉTODOS DEL CONOCIMIENTO EN SANTA TERESA DE JESÚS 199
Como vemos, para Santa Teresa, la prim era dim ensión de la hu
m ildad es el respeto por la verdad8 (la honestidad) y el deseo de alcan
zarla. Es decir, la hum ildad es la disponibilidad a buscar la verdad, a
aceptarla y a som eterse a ella (aunque cueste), lo que significa aceptar
ayuda de los otros, dejarse aconsejar y corregir. Para esto se necesita
vencer el orgullo (la incapacidad de aceptar correcciones, el pensar
que no necesitam os de nadie). Como ya hem os visto, Santa Teresa está
6. E l c o n o c im ie n to d e D io s
conocim iento de Dios em pieza por ahí, pero para llegar a niveles pro
fundos tiene que pasar de la operación de la inteligencia a la del amor.
Además, no todas las personas son capaces de trabajar con el enten
dim iento, pero todas son capaces de am ar: «He encontrado algunos
que les parece está todo el negocio en el pensam iento [...] No digo que
no es m erced del Señor quien siem pre puede estar m editando en sus
obras, y es bien que se procure; m as se ha de entender que no todas las
im aginaciones son hábiles de su natural para esto, m as todas las alm as
lo son para am ar [...] por donde el aprovecham iento del alm a no está
en pensar m ucho, sino en am ar mucho» (F 5,2).
La oración m ental (la m editación) prepara a la oración de reco
gimiento, que es el m edio para disponerse a la contem plación, que
no podem os conseguir con nuestro esfuerzo, sino que es don de Dios.
Sólo podem os disponem os (cf. 5M 2,1). De hecho, en la oración vocal
y en la m ental, «nosotros podem os algo, con el favor de Dios. En la
contem plación, ninguna cosa. Dios es el que lo hace todo, que es cosa
suya, sobre nuestro natural» (CE 41,3). Por eso, llegados a este punto,
7. C o n clu sió n
15 «Es m enester p ara que entendam os con verdad que hay o tra cosa m ás
preciosa, sin ninguna com paración, dentro de nosotras que lo que vemos p o r de
fuera. No nos im aginem os huecas en lo interior» (CE 48,2).