Explora Libros electrónicos
Categorías
Explora Audiolibros
Categorías
Explora Revistas
Categorías
Explora Documentos
Categorías
Y SOCIAL DE COLOMBIA I
\
1537-1719
\~
por
GERMÁN COLMENARES
T
Universidad
del Valle BANCO DE LA REPÚBLICA COLCIENCIAS EDITORES
T
EDITORES
•TERCER MUNDO S.A. SANTAFÉ DE BOGOTA
TRANSV. 2a.A. No. 67-27, TELS. 2550737 -2551539,AA. 4817, FAX 2125976
© Marina de Colmenares
© TM Editores en coedición con la Fundación General de Apoyo
a la Universidad del Valle, Banco de la República y Colciencias
Luden Febvre
•,
.•
CONTENIDO
ÍNDICE DE CUADROS ix
ÍNDICE PE GRÁFICOS X
ÍNDICE DE MAPAS X
ABREVIATURAS UTILIZADAS xi
FUENTES PUBLICADAS xii
NOTA DE LOS EDITORES xiii
PRÓLOGO XV
INTRODUCCIÓN xxi
ÍNDICE DE MAPAS
I':[
il
i!
PRÓLOGO
LA NATURALEZA DE LA CONQUISTA
1 Cf. Silvio Zavala, Las instituciones jurídicas en la conquista de América, Madrid, 1935. Un
resumen de la tesis central en Ensayos sobre la colonización espafiola en América. Buenos
Aires, 1944. El historiador chileno ÁlvaroJara subraya ese aspecto en la guerra secular
contra los araucanos en Guerre et société au Chili. Essai de sociologie coloniale. París, 1961.
Un análisis local de los mecanismos económicos de la conquista en Mario Góngora, Los
gnipos de conquistadores en Tierra Finne (1509-1530). Santiago de Chile, 1962.
2 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL I
2 Cf. Pierre Vilar, Oro y moneda en la historia, 1450-1920. Barcelona, 1969, p. 59.
LA OCUPACIÓN ESPAÑOLA 3
senda de realidades mucho más banales pero tan persistentes que a la lar-
ga fueron más decisivas.
Ante todo, los conflictos frecuentes entre los empresarios financieros o
los abogados destacados de la Audiencia de Santo Domingo y los soldados
que entraban a saco en los pueblos indígenas para apropiarse de un botín.
El reparto suscitaba siempre querellas acerca de los privilegios de los hom-
bres de negocios y respecto a la flaqueza de lo que tocaba a los soldados.
Los oficiales de la Corona se quejaban también de los .abusos cometidos
por los caudillos en detrimento del Tesoro real 3 . Est~s querellas podían
3 DIHC. I, 216. II, 11, 18, 64, 127, 177, 193. III, 113, 2~1, 297, 317. IV, 133, 184.
(
LA OCUPACIÓN ESPAÑOLA 5
ETAPAS DE LA OCUPACIÓN
•
Carl Ortwin Sauer y Mario Góngora6 han subrayado la precariedad de las
primeras ocupaciones españolas a lo largo de la costa norte de la Nueva
Granada, la personalidad peculiar de los ocupantes y, sobre todo, el alcan-
ce económico de las empresas de pillaje conocidas como «cabalgadas» y que
se desarrollaron a partir de 1510. De estos análisis se desprende la ausencia
de una actitud colonizad?ra, (ocupación permanente del suelo o de un pro-
yecto de largo aliento) de parte de los españole,s. Los contí:¡.ctos con las
civilizaciones indígenas fueron pasajeros -la necesidad misma de tales
contactos estaba determinada por las condiciones demográficas cada vez
peores en Santo Domingo- y fueron, en general, devastadores. Este fenó-/ "-
meno de inestabilidad se debe en parte, sin duda, al hecho de que los con-IV ':'
quistadores no pudieron conocer sino muy tardíamente la extensión réal \
\
4 Cf. Magnus Morner, La corona española y los foráneos en los pueblos de indios de América.
Estocolmo, 1970, pp. 18 y ss.
5 Ibid.
6 Góngora, op. cit., C.0. Sauer, The Early Spanish Main. Berkeley and Los Ángeles, 1966.
6 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL l
·7 Cf. Juan Friede, Los We/ser en la conquista de Venezuela. Caracas, Madrid, 1961 pp. 94 y ss.
Idem, Invasión del país de los chibchas, Bogotá, 1966, pp. 24 y ss.
8 DlliC. I, 97.
LA ocUPACIÓN.ESPAÑOLA 7
... yendo a buscar canteras para sacar piedra y otros vecinos de esta ciudad
con ellos, hallaron y descubrieron ciertos entierros y sepulturas de indios.
de donde se hubieron y sacaron hasta doce mil pesos de oro bajo que redu-
15
cidos en bueno, quilatado, fueron cuatro mil pesos ...
mano de obra muy escasa. Algunos, como el mismo gobernador, podían dis-
poner de algunos .esclavos n~gros, ~rivil~g_io reserva~~ e~tonces m_edi~nte un
sistema de licencias a los dignatanos civiles y eclesiasticos. Al termino del
episodio, los oficiales de la Corona concluían que sólo 35 personas se habían
22
aprovechado y que más de 500 no tenían un pan qué comer .
Sin embargo, el episodio de las sepulturas atrajo la atención de los con-¡
quistadores hacia las fuentes presumibles de tantas riquezas. Pedro de He-\
redia se obstinó en hacer averiguaciones entre los indígenas utilizando la
tortura con largueza23 . se supoma , correet ament e que ex1s. t'1a un comerc10
.
del oro entre los indígenas del Sinú y del Darién y aquéllos que debían
encontrarse del otro lado de las sierras. Después de la expedición de Fran-
cisco César a la región de Antioquia, enviada en 1536, este cálculo se reveló
exacto. Según el licenciado Vadillo -quien más tarde se vio impulsado a
repetir la expedición él mismo-, los indios del Sinú debían remóntar el
río para llegar hasta el mercado en donde intercambiaban el oro. La pala-
bra que designaba este mercado, Mocly, era repetida constantemente por
los indígenas y los españoles llegaron a pensar que se trataba de la provin-
cia en donde se encontraba el oro • Jin :r:_~fü:lCLcUosjl}s!_ígenas_deLSinú_eranl
24
22 DIHC, V, 148.
23 !bid. IV, 38.
24 CDI. l, 41, 397 y ss.
25 !bid. 406. Los testimonios de los cronistas acerca de la explotación y del comercio de oro
entre los indígenas han sido cuidadosamente analizados por Hermann Trimborn, Se1io-
río y barbarie en el valle del Cauca (estudio sobre la antigua civilización quimbaya y grupos afines
del oeste de Colombia). Madrid, 1949, Cf. especialmente pp. 160, 167, 174, 175, 178. -
10 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL I
encontraban las huellas lamentables que habían dejado a su paso los con-
quistadores de otras provincias. Por eso se pedía con insistencia a la Coro-
na que prohibiera la penetración a los vecinos y se les acusaba de usurpar
los supuestos dominios de la provincia 26 •
Hasta finales de 1534, García de Lerma abrigó la esperanza de llegar por
tierra hasta el Perú27 • La empresa, mucho más ambiciosa de lo que suponía
entonces, se veía complicada por el hecho de que el gobernador se encon-
traba trenzado en escaramuzas constantes con los indígenas de la misma
provincia de Santa Marta. Así, todos sus esfuerzos se saldaron en fracasos.
La penetración no había ido más allá de los umbrales del Magdalena Me-
dio y sólo había logrado ampliar el campo de operaciones de las «cabalga-
das». Hacían falta capitales, abastecimientos, armas y soldados. Éstos sobre
todo no debían inmigrantes bisoños sino que se requerían hombres de las
islas, habituados ya a este tipo de empresas. ~
Con todo, la experiencia acumulada no resultaba inútil a la larga. Cuando
uno de los lugartenientes de Pedro Fernández de Lugo llevó a término la
aventura definitiva a las altas mesetas andinas, una buena parte de la ruta
había sido explorada y se había calculado el costo en hombres y en mate-
rial. Fernández de Lugo, el adelantado de las Islas Canarias (el título lo
había heredado de su padre), se encontraba en mejores condiciones que sus
predecesores en la gobernación. Él podía aportar recursos financieros y,
como el momento era propicio, se había asegurado un ªEºYº de parte de
la Corona con el que los otros no habían contado del todo 28 . El adelantado
ofrecía conducir mil infantes y ciento cincuenta hombres de a caballo, cons-
truir tres fortalezas y seis naves, todo a su costa. La Corona, por su parte, le.
garantizaba privilegios desconocidos hasta entonces por los gobernadores.
No cabe duda de que el descubrimiento del Perú estimuló este último
esfuerzo. Otro tanto puede decirse de la ocupación del occidente de la Nueva
Granada, llevada a cabo por lugartenientes de Pizarra. Hasta ese momento
(1533) la concepción geográfica estaba limitad.a por el nlícleo en torno al
mar interior del Caribe y por la idea de que la Tierra Firme confinaba hacia
el sur con el mar Pacífico. La aventura peruana amplió esta noción, aun
cuando los nuevos descubrimientos se ubicaran en la imaginación como
los últimos confines concebibles de ese mar ignoto. La certidumbre era tran-
quilizadora y podía empujar a los devastadores de la franja costera hacia
empresas mayores en un espacio que ya se había limitado.
· 26 DIHC. Il, 269, 277 y ss. ill, 63, 97, 155. N, 127.
27 Ibid. m, 155.
28 Jbid. 170 y SS.
LA ocUPACIÓN ESPAÑOLA 11
... Créese, según esto, que están cerca de los fines y confines del Perú, por-
que and¡m con sus mantas atadas por debajo del brazo como gente de la
Nueva España o del Perú y las mujeres vestidas con dichas mantas cubier-
tas sus vergüenzas y gran reconocimiento de vasallaje, especialmente a un
30
Nutibara Cinufana que es el señor de estas primeras sabanas ...
La fundación de ciudades
29 cm. Loe; cit. Pedro Cieza de León, [¡¡ crónica del Pení. Madrid, 1947, pp. 362 y SS.
30 DIHC. IV, 247.
31 Cf. Juan Friede et al., Historia de Pereira. Pereira, 1963, pp. 190 ss. La fuente más conocida
para estas expediciones en cm. I, 2, 267 y SS. También Cieza de León, op. cit., PP· 362 y SS.
32 Cf. El texto publicado por Antonio Muro en Anuario de Estudios Americanos, Vol. 2. Sevi-
lla, 1942.
12 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL l
toda nueva conquista que no estuviera autorizada por las Audiencias obe-
decía al designio de la Corona de retomar la carga que ella había abando-
nado a la iniciativa de los particulares desde el comienzo. Se quiso ante
todo hacer cesar un derroche de vidas humanas, las de los indígenas que
eran arrancados de sus comunidades para servir en las expediciones de
donde no retornaban jamás y las de los pueblos conquistados, tratados
como enemigos y arrojados a las minas o torturados para sonsacarles «el
secreto de la tierra».
En la Nueva Granada, sin embargo, la fundación de ciudades se prosi-
guió después de 1537 y la prohibición contenida en las Leyes Nuevas no
fue óbice para continuar la penetración del territorio aun después de su
promulgación, en 1548. Cada expedición desencadenaba otras, destinadas
a aumentar los bienes a repartir. Siempre quedaban descontentos que que-
rían obtener una encomienda o escalar los rangos sociales y convertirse en
alcaldes y regidores de una ciudad, por modesta que fuera. Se trataba casi
siempre de fundaciones que no sobrepasaban los cien vecinos, y a veces no
llegaban a cincuenta.
r Frente a la inmigración española a otras partes de América, un estudio
33
-1 reciente demuestra que, entre 1520 y 1538, correspondió a la Nueva Gra-
1
! nada un 7.3% del total de inmigrantes españoles. México, Santo Domingo,
Perú y aún Río de la Plata y Panamá recibieron muchos más en el mismo
período. Para el período subsiguiente (1540-1559), posterior a la ocupación
de las mesetas andinas, la Nueva Granada asciende su participación a 10.2%
y se coloca en tercer lu~ar después del Perú y la Nueva España (37% y
23.4%, respectivamente)3 • Aun así, hacia 1547 no habitaban más de ochocien-.
tos españoles en todo el Nuevo Reino35 . Esta cifra de ocupantes tan modesta
pesaba, sin embargo, demasiado sobre los recursos indígenas. De allí que Díez
de Armendáriz se preocupara por organizar una expedición destinada a so-
correr al licenciado La Gasea en el Perú y, cuando este objetivo se volvió in-
necesario por la victoria sobre los revoltosos, enviara a los mismos hombres
a descubrir una ruta más expedita al Magdalena, lo que dio por resultado
la fundación de Pamplona. Por el contrario, cuando, en 1541, Hernán Pérez
había comunicado su decisión de emprender la búsqueda del Dorado, los cabil-
dos de Tunja y Santa Fe se habían opuesto porque las dos ciudades quedaban
desamparadas y desprovistas de hombres para defenderlas.
La fundación sucesiva de Vélez, Tunja, Tocaima y Pamplona alcanza-
ron los últimos confines de la influencia chibcha. La llegada de los oidores
de la Audiencia marca un término convencioné3_:1 a la Conquista. En reali-
dad, a partir de entonces crece el número de gentes deseosas de entrar a
saco en nuevos territorios. Una vez que la paz se restableció en el Perú
(1548), el Nuevo Reino se vio asediado por una oleada de aventureros que
intentaban atravesarlo puesto que la travesía por Nombre de Dios había
sido prohibida. Del sur llegaban también rebeldes en busca de refugio, de-
seosos de incorporarse a cualquier expedición. Con ellos se fundó, por ejem-
plo,San Sebastián de la Plata, en 1550. La Audiencia, por su parte, autorizó
la expedición de Andrés López de Galarza y la fundación de !bagué, lo
mismo que una expedición de Melchor Valdez destinada a pacificar a los
muzos. Según la Audiencia,
... por la necesidad en que la tierra se ponía, y por la vejación que los espa-
ñoles y naturales recibían en los sustentar, ha parecido ser cosa conveniente
que se enviase a poblar los dichos pueblos que hemos dicho, y por cualquier
vía que posible sea, procuraremos desaguar la más gente que queda en este
36
Reino, ppr los inconvenientes que de estar en ella gente holgada se sigue ...
... además del bien que se hace a los dichos naturales, saldrán del Nuevo
Reino mucha copia de gente de españoles que están ociosos y sin tener ofi-
cio alguno de que todo el Reino recibe gran daño y perjuicio por ser la tierra
37
pobre y estrecha ...
MAPAl
NUEVO REINO DE GRANADA. OCUPACIÓN ESPAÑOLA
76º 72º
CONVENCIONES
e Limites de la ocupación
Q Indios no sometidos
@ Sentido de la ocupación
16 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL l
los espacios vacíos de las tierras calientes, las vertientes de las cordilleras que
caen sobre el valle del Magdalena y que separan netamente las conquistas de
Belalcázar y de Robledo de las de Quesada y sus capitanes. Era necesario lle-
nar este espacio y hacer ceder una frontera interior para comunicar las dos
regiones.
En 1550 se establecen las ciudades de Neiva e Ibagué. La de Neiva que-
da ubicada a medio camino entre Timaná y Tocaima, los accesos a Popayán
y Santa Fe. Ibagué sirve de etapa intermedia en el recién descubierto cami-
no a Cartago, a través de la selva del Quindío (v. Mapa 2). En el caso de
Ibagué existía un interés suplementario para su fundación. Según la Au-
diencia, la región estaba
... muy cerca de donde son l¡is minas que al presente este Reino trata ... Pi-
dióse por parte de esta ciudad que se fuese a poblar, así por lo que convenía
al sustento y seguridad de dichas minas, como por la mucha gente que en
40
este Reino había perdida ...
El oro, pues, era el que despertaba el interés por estas regiones y que
multiplicaba las fundaciones de las tierras bajas, pobres en indígenas y
muy lejos de los recursos agrícolas del Nuevo Reino. En 1562, el fiscal Gar-
cía de Valverde mostraba su desaprobación por estas fundaciones al rendir
su concepto sobre la petición de los vecinos de Vitoria:
... con no tener los dichos vecinos de Vitoria más que una mina consumen
y acaban los indios en ellas trayéndolos con gran desorden en las dichas
minas porque como aquella tierra es de arcabucos cerrados y de grandes
montañas de mal temple y sin ninguna recreación y adonde ni se dan plan-
tas ni se crían ganados y la comida de maíz muy poca y caro, ningún otro
intento tienen si no es echar los indios a minas, como gente que está de paso
y va de camino y que en aquel paso y poco tiempo han de sac.ar y aprove-
charse sacando todo el oro que pudieren aunque sea con sangre y a costa
de las vidas de los dichos indios y aun de las almas, porque todo va para lo
ir a gastar y vivir a otras pai:tes, porque de más que aquella tierra no es para
41
perpetuarse, los indios son pocos y se acabarán con brevedad ...
La ocupación de estas !egiones fue la más lenta puesto que duró más de
treinta años sin asegurar una verdadera colonización y sin poner al abrigo
a sus habitantes de rebeliones indígenas. Fueron también estas regiones las
que proporcionaron rasgos de violencia pe:rdurable a la sociedad colonial
40 DIHC. X, 333.
41 AHNB. Min. Tol., t. 5 f. 737 v.
LA ocUPACIÓN ESPAÑOLA 17
MAPA2
CAMINOS Y DIVISIONES ADMINISTRATNAS
76' 72'
4'
CONVENCIONES
Caminos
_.,. Vfas fluviales
Gobernaciones
.. -.... Corregimientos
......,., Provincias
1, ~ ,,) Zonas de frontera
18 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL I
42 Cf. Pedro de Aguado, Recopilación historial. Bogotá, 1966. T. II, pp. 19 y 80.
43 AGI. Santa Fe L. 68 r. I Doc.
44 !bid. Doc. 19.
LA OCUPACIÓN ESPAÑOLA 19
años, Rodas llegó a ser muy rico pues añadía a sus explotaciones mineras
actividades agrícolas y ganaderas. En 1576, frente a una rebelión indígena
provocada por las incursiones del gobernador Andrés de Valdivia en el
interior de la provincia, Rodas se propuso la conquista de los territorios
situados entre los dos ríos, el Cauca y el Magdalena.
Evidentemente, la conquista era necesaria si la ciudad de Santa Fe iba a
sobrevivir. Arrinconada en un valle estrecho, las propiedades-principal-
mente las de Gaspar de Rodas- se veían a cada momento amenazadas por
las hostilidades de los indígenas. El interés de Gaspar de Rodas era casi
personal pues se trataba de un propietario
De otro lado, se sabía que la región entre los dos ríos poseía muy ricos
yacimientos de oro. Santa Fe de Antioquia no pqdía menos de aspirar a
constituirse un territorio que le sacara de la tutela de Popayán. Por esta
razón había proporcionado armas, soldados y víveres a la fracasada expe-
dición de Andrés de Valdivia, un minero de la ciudad que había logrado
capitular con la Corona para la creación de la provincia y a quien los gober-
nantes de Popayán tachaban de usurpador4-6 • Así, Rocfas no hacía otra cosa
que suceder a Valdivia despúés de la muerte de éste.
La fortuna de las fundaciones de Gaspar de Rodas fue sorprendente.. ·
Apenas habían transcurrido cinco meses de la fundación de Cáceres (1576),
cuando sus habitantes· encontraron ricos yacimientos. Zaragoza, fundada
poco después (1581), se convirtió casi inmediatamente en el centro minero
más productivo de toda. la historia colonial47 •
Con estas fundaciones culmina un período en el que la ciudad y el cen-
tro minero se confunden a menudo. A partir de 1570, en ·efecto, la ocuf
J pación de las regiones bajas no persigue otro objeto que la búsqueda d , 1
! yacimientos, puesto que el sometimiento de los indios con fines puramente/
í agrícolas resulta imposible. Se trata casi siempre de indígenas insumiso~
· que ponen en peligro las fundaciones. De veintidós fundaciones establecí-'
.48 Cf. Juan Flórez de Ocariz, Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, 1943. T. l. pp.
353 y ss. Aguado, op. cit., passim. Lucas Femández de Piedrahíta, Historia general de las
conquistas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, 1942. T. IV, passim.
LA OCUPACIÓN ESPAÑOLA 21
brusco desde los páramos al clima ardiente del valle era letal para los in-
dios que se empleaban como acémilas. Según Sebastián de Magaña, el te-
soro de Popayán, -
... los indios ... parte en los páramos, parte en el valle de Neiva, de los que
acá fueren, han de quedar muertos, y los que escaparen no quedarán muy
. 49
vivos ...
Hacia 1550, casi por azar, se descubre otra ruta. Francisco Treja, que
había llegado a la Nueva Granada con Alonso Luis de Lugo en 1543, había
participado en el descubrimiento de los lavaderos de Tocaima (Sabandija,
Venadillo, Portillo) y había acompañado a López de Galarza en la funda-
ción de !bagué, relata que
... luego como se pobló la dicha ciudad de Ibagué, tuvo noticia que pasada
la cordillera del páramo estaba un pueblo de españoles que entendió era la
ciudad de Cartago, fue por todo aquel despoblado y abrió el camino hasta
50
llegar a ella y llevó caballos ...
54 Ibid. X, 185.
55 Ibid. 97.
56 Ibid. 332.
-,,-
57 Cf. Rolando Mellafe, «Frontera agraria: el caso del virreinato peruano en el siglo XVI»,
en Tierras Nuevas. Edit. por A. Jara, México, 1969. pp. 11 a 42.
LA OCUPACIÓN ESPAÑOLA 25
MAPA3
INDÍGENAS NO SOMETIDOS Y CAMPAÑAS MILITARES 1575-1675.
76º 72•
CONVENCIONES
~ Pijaos
'15221 Cararés (1602)
~ Sutagaos
~ Moanamas cirambiras
1'57.0ll Sindaguas
..,...,. Paeces
26 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL l
59 Cf. las ideas inspiradas por la filosofía de Husserl y Heidegger y aplicadas de una ma-
nera sibilina por Edmundo O'Gorman en La invención de América (el universalismo de la
cultura de occidente). México, 1958.
28 HISTORIA ECONÓMICA Y
.3 Ibid. p. 292.
4 Cf. J. Friede, Los Andaki (1538-1947). Historia de la aculturación de una tribu selvática. Méxi-
co-Bs. As. 1953,·p. 120.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 31
5 Citado por J. Friede, Ibid. p. 101, nota 49. Esta idea era muy generalizada entre los espa-
ñoles de la época. Aguado se expresa en términos muy parecidos. Cf. Recopilación, TI, p.
428. Citado por D. Fajardo en El régimen de la encomienda en la provincia de Ve1ez (población
indígena y economía). Bogotá, 1969, p. 6.
32 HISTORIA ECONÓMICA Y
cha), poseedora ya de una alta cultura, habría sido modificada por la in-
fluencia de pueblos asimilados y por las diferencias del medio ambiente9 •
Con todo, excepto por los testimonios materiales de estas culturas, los
datos que poseemos sobre su organización social son casi siempre pre-
carios. Los testimonios históricos son muy desiguales y van desde la ob-
servación casual de los cronistas y de los conquistadores hasta respuestas
precisas, aunque muy tardías, a cuestionarios relativos a la organización
social indígena. Ambos tipos de fuentes, sin embargo, presentan dificul-
tades de interpretación. El estudio de Trimborn, por ejemplo, sobre los
grupos del occidente colombiano está basado en el examen exhaustivo de
cronistas y observadores de la época de la Conquista. El autor aprovecha
no sólo la uniformidad de las noticias sobre puntos concretos de etnografía
sino también todos los vestigios de cultura material que pudieran con-
firmarlos. No obstante, si reducimos las observaciones a un cuadro de
frecuencias, inmediatamente saltan a la vista ciertas peculiaridades de los
testimonios de la época de la Conquista (véase Cuadro 1).
Las observaciones más frecuentes, aquellas que se refieren a cerca del
50% de los 44 grupos estudiados, indican más bien las preocupaciones pe-
culiares de cronistas y conquistadores. Así, el uso de un arma determinada
está señalada para 29 pueblos, la antropofagia de 26 y la poligamia en 12.
Aunque existe hoy en día una tendencia a dar cada vez menos crédito a los
testimonios de los conquistadores sobre los actos de canibalismo que dicen
haber pres<¡!nciado, o la interpretación se limita a hacer• énfasis sobre el ca-
rácter ritual y más bien excepdonal de este fenómeno, no hay duda de que
los testimonios de cronistas y conquistadores constituyen un material et-
nográfico cuyo valor ha sido puesto de relieve por la obra de Trimborn.
Con todo, como puede observarse en el cuadro, relaciones más complejas y
menos aparentes no impresionaban mucho la imaginación de estos observa-
dores y por eso se consignaron raramente. No menos de veinte grupos indí-
genas identificados al norte del cañón de Arma apctrecen apenas con algunas
características distintivas, con mucho menos frecuencia que en el sur, lo que
hace pensar en la deficiencia de nuestros datos sobre regiones enteras.
úJ
CUADRO! ,¡:..
TRIBUS DEL OCCIDENTE COLOMBIANO (SEGÚN TRIMBORN)
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23
1. Coconuco X X X X X X X X X
2. Timbía
3. Guambia X
4. Paez X X X X X
5. Aguales X
6. Jamundí X X X X
7. Timba X X X
8. Lile X X X X X X X X X X X X
9. Gorrones X X
10. Buga X
11. Pijao X
12. Chanco X X
13. Quimbaya X X X X X X X X X X X X X
14. Carrapa X X X X X X X X X
15. Picara X X X X X X X X X X
¡;
.•
16. Pozo X X X X X X X X X X X X X
Cfl
17. Paucura X X X X X X
d
18. Arma X X X X X X X X X X X X X X
~lTl
19. Anserma X X X X X X X X X X X X X X X X X
n
20. Caramanta X X X X X X X X X X X X X o
:z:O·
21. Cartama X X X X
22. Cori X X X X X X n~
23. Iraca X X X X >
><
24. Cenufara X X Cfl
o
25. Murgia X X X n
:;
r-'
(Continuaci6n Cuadro 1)
(n
o
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23
n
lTl
o
26. Aburrá X X X X >
o
27. Toryura
28. Corume X ~¡;:;·
29. Penco X
ztT1
30. Hevéjico X X X X X X X >
31. Nore X X X x, X X X X X X X
-<
(/)
32. Tatabe X X X X X
e:
tT1
33. Dabeiba <
o
r
34. Guaca X X X X X X X X X X x e:
n
35. Abibe X X X 5,
36. Catío X X X X X X X X X
z
>ti
37. Buriticá X X X X X X X X X
o
(/)
38. Pequi X X X X X X
;¡
~
39. Norisco o::<:!
40. Huango X X X
41. Guacuceco
.
X X X X X X X
42. Guarcama X X X X X
43. Nutave X X X X X X X X X
44. Tahami X ... X X
10 AGI. Justicia L. 115, citado por J. Friede en «Algunas consideraciones sobre la evolución
demográfica de la provincia de Tunja», en ACHSC. N2 3, Bogotá, 1965, pp. 17 y ss.
11 Cf. Hermes Tovar, Documentos sobre tributación y dominación en la sociedad chibcha, Bogotá,
1970.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 37
12 AHNB. Vis. Boy., t. 2 f. 526 r., t. 4 f. 382 r., t. 13 f. 217 r., t. 17 f. 904 r., t. 15 f. 60 r.
13 Ibid. Cae. e ind., t. 48 f. 685 r.
14 Ibid. f. 684 r.
38 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL 1
por no venir a servir a sus amos que los tienen encomendados ... en su lugar
y por ellos envían a indios esclavos de baxa suerte para que los tales escla-
vos se nombren caciques y en fama de tales sirvan a los dichos sus amos
(con ~l tributo) ...
24
... porque fueron es y t,Iso y costumbre que aunque la madre esté casada y
resida fuera de su natural y en extrañas tierras, tódos sus hijos y descen-
dientes de ella sirven a su cacique y natural que la mujer no puede ser me-
nos de seguir la voluntad de su marido, ni nosotros la podemos quitar, y
esto es costumbre probada y usada y guardada en toda la comarca y per-
vertir este orden y fuero sería ir en gran damnificación de toda la tierra y
28
se acrecentasen muchos pleitos y daños ...
Estos indígenas que hacían presión sobre los chibchas apenas alcanza-
ban el nivel de la banda. Según sus propias declaraciones,
... nunca estuvieron poblados juntos en forma de pueblo sino por sus par-
cialidades que son parentelas o barrios, porque como fueron indios que
viniendo ganando la tierra andaban en la guerra, y así como iban ganando
la tierra a los indios moscas así se iban rancheando en ella, gozando de sus
labranzas y labores y rozas que ganaban a los contrarios, y así cada parcia-
. 1 . , 33
lidad se que d ab a con 1o que me3or es parecia ...
33 Ibid.
34 Ibid. p. 43.
35 Ibid. p. 37. D. Fajardo, op. cit., p. 18.
36 Ibid. Friede, p. 46.
37 !bid. Fajardo, p. 16.
Aguado, Recopilación I, p. 465.
46 HISTORIA ECONÓMICA Y
39 !bid.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 47
En algunos casos, el olvido por parte de los indios era completo. Así, el
cacique de Tapagua declaró que él había sucedido a un hermano. No sabía
cómo había operado la sucesión en tiempos antiguos, pero ahora, cuando
mona , un cacique,
. 1o suce d'ia e1 panen
. t e mas
, cercano42 ,
Todos los testimonios, a pesar de estas incertidumbres, coinciden en
afirmar el caráeter hereditario de la sucesión. Este carácter aparece subra-
yado por un incidente que se registró en el pueblo de Laverigua. Los indios
declararon allí que no tenían cacique ni persona digna de ocupar el puesto,
ya que se habían muerto todos los principales. El visitador les preguntó
que a quién querían por cacique y «unánimes y conformes» los indios nom-
braron a un indio llamado Pedro, cuyo mérito consistía en haberse casado
con la viuda del cacique.No hay duda de que esta alianza parecía legitimar
en alguna manera la sucesión puesto que, según el recuento practicado en
la visita, Pedro tenía apenas 24 años, y.la viuda ¡60! 43
Aguado menciona tamDién los productos cuyo cultivo y cuyo comercio
constituían la vida económica de la región. Excluye el oro que, efectiva-
Es posible que en los diez años que habían transcurrido desde la ocupa-
ción los encomenderos hubieran logrado desalojar parcialmente a los indios
de los valles estrechos y de las vegas de los ríos. Estos valles (Labateca,
Arboledas, Cámara, Rabicha, Chopo, Valegra, Chinácota, etc.) imponían
una cierta concentración, y por eso más del 80% de los habitantes se ubican
Finalmente, que sus cantos, borracheras y entierros eran como los de los
chibchas. En fuentes documentales existen indicios de poligamia pero sólo
entre los caciques. En 1572, el juez Juan Suárez de Cepeda interrogó a uno
de los caciques de Panaga y Tutepa y halló que tenía tres mujeres y seis
hijos. A estos mismos indios se les atribuía un conocimiento rudimentario
- de la astronomía y, según los intérpretes,
... cuenJ¡jm el año de dos partes porque cojen en cada doce lunas dos veces
maíz ...
... asimismo, cuando hay alguna tempestad, o seca, o yelo de maíz, el tal
cacique ordena y hace c~erto sacrificio y mata a un niño, y ofreciendo la
sangre al ídolo falso que ellos tienen, y para la fiesta de dicho sacrificio hace
cierta borrachera, a la cual acuden todos los indios e indias sin faltar nin-
guno y todos ofrecen.oro y mantas en cantidad, así para el dicho cacique
51
como para el ídolo ...
49 Ibid. t. 63 f. 916 r.
50 Ibid. t. 70 f. 614 r.
51 Ibid. t. 61 f. 382 r.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 51
52 Ibid. t. 70 f. 616 r.
53 Cf. Ulises Rojas, El cacique de Turmequé y su época. Tunja, 1955. También Vicente Cortez
Alonso, «Visita a los santuarios indígenas de Boyacá, en 1577», Revista Colombiana de
Antropología. Bogotá, Vol. IX, pp. 199-273.
52
... que es el sahumerio que ellos tienen para los santuarios ...
... la general devoción que con esta sagrada y milagrosa imagen se tiene en
todo este Reino y en particular en estos distritos comarcanos y la mucha
gente que acude a novenas y romerías al consuelo y socorro de sus necesi-
59
dades ...
por ordenarse a saber, por consejo del demonio, los buenos o malos sucesos
futuros, enfermedades o muertes que han de tener los dichos naturales, sus
y
mujeres o sus hijos, conforme les cae aquella agua inmunda sucia que les
sale de las narices por donde toman yopa, mirándose a unos espejuelos,
todo lo cual son llamadas reliquias de idolatría por Santo Tomás en su Se-
61
cunda Secundae, en la cuestión 96, en el artículo 3... .
62
acial enAmérica . Desde 1503, la Corona sostenía, en instrucciones dadas
:1gobernador Obando, que los indios debían repartirse
3
en pueblos en que vivan juntament~ y que los unos no estén ni anden apar-
tados de los otros por los montes... .
62 Cf. M. M6mer, op. cit. El profesor M6mer había avanzado un resultado parcial de su
investigación, la parte que se refería a la Nueva Granada, en un artículo aparecido en el
ACHSC. Nº l. Bogotá, 1963, pp. 63 y ss., bajo el título «Las comunidades indígenas y la
legislación segregacionista en el Nuevo Reino de Granada».
63 lbid. La Corona, cit., p. 21.
64 G. Hernández de Alba, «Los primeros cabildos de Santa Fe de Bogotá», en BCB. Vol. XI,
Nº l. Bogotá, 1958, p. 49. AGI. Eser. Cam. L. 785. B. cit. por U. Rojas, Corregidores, cit.
p. 33.
65 AHNB. Cae. e ind., t. 49 f. 752 r.
66 lbid.
--;¡
67 Ibid.
68 La lista de las refundiciones en AGI. Panamá (mapas y planos) 24. Asuntos parciales en
AHNB. Vis. Boy., t. 2 f. 672 r. ss., t. 4 f. 167 r. f. 191 r., t. 5 f. 88 r., t. 6 f. 632 r. f. 696 r., t. 7
f. 116 v. f. 896 r., t. 8 f. 264 r., t. 10 f. 400 r. f. 413 r. f. 426 r. f. 383 v., t. 14 f. 92 v. f. 223 v., t.
13 f. 35 r., t. 15 f. 109 r., t. 18 f. 453 r. Vis. Sant, t. 10 f. 834 r. f. 904 r. Vis. Tal., t. 2 f. 6461'.
f. 685 r. Vis. Bol., t. 4 f. 987 r. y 996 r. ,
69 En algunos casos se trataba de más de 400 tributarios. Un promedio de 400 tributarios
en 40 pueblos da un total de 16 mil tributarios, cifra cercana a los 18 mil que aparecen·
en el recuento de la visita.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 57
58 HISTORIA ECONÓMICA Y
72 Ibid. t. 5 f. 88 r.
73 Ibid. t. 6 f. 632 r.
74 Ibid. t. 14 f. 92 v., t. 18 f. 563 r.
LA soCIEDAD INDÍGENA y su EVOLUCIÓN POSTERIOR 59
60 HISTORIA ECONÓMICA Y
Ibid. t. 15 f. 355 r.
-·;r
64 HISTORIA ECONÓMICA Y
85 Ibid. t. 14 f. 574 r.
86 Ibid. t. 16 f. 800 r. SS.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 65
87 Ibid. t. 3 f. 925 v.
88 Jbid. t. 14 f. 367 r. SS.
89 Jbid. f. 350 r. SS.
-¡¡
66
90 Midieron un rectángulo de cinco cabuyas por cuatro. La cabuya empleada era equivalente
a cien varas de la tierra. Como ésta tenía 0.89 m, la superficie medida fue de 158.420 m2,
91 AHNB. Vis. Boy., t. 13 f. 943 r.
92 Se basaba en una Real Cédula destinada a Panamá. Ibid. f. 945 r.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 67
a los vejámenes de las otras castas. Según él, la comisión otorgada a More-
no había sido un fracaso pues no había logrado la separación de los indios
prevista en la Cédula de 1774, y éstos habían quedado más subyugados
que antes puesto que lo actuado sólo había tenido como consecuencia pri-
varlos de las tierras más fértiles en provecho de las otras castas. Además,
el fiscal había excedido sus facultades pues nunca había tenido la calidad
de visitador sino que apenas había sido comisionado para hacer un recuen-
to de tributarios e informar a la Audiencia sobre qué corregimientos po-
dían ser suprimidos. El oidor concluía que las tierras debían ser restituidas
a los indios y la Real Hacienda indemnizada93 •
El virrey Flórez pidió también el parecer del regente Juan Gutiérrez de
Piñeres sobre el asunto. Éste quiso examinarlo minuciosamente y pidió los
expedientes que habían culminado con los autos de agregación. Dos meses
y medio después, el 3 de febrero de 1770, rindió un dictamen que compren-
- día 111 observaciones a lo actuado por Moreno y Escandón y el corregidor
Campuzano. El visitador procedía a examinar minuciosamente, punto por
punto, los argumentos del fiscal, que habían dado lugar a las extinciones.
Ni el escaso número de indios, ni la necesidad de separarlos de las otras
castas, ni el hecho de que los pueblos reducidos ofrecieran dificultades ad-
ministrativas o fueran incapaces de asegurar la subsistencia del cura po-
dían justificar las extinciones y los traslados de pueblos, según el visitador.
Había en el asunto una cuestión moral evidente, afirmaba Gutiérrez de
Piñeres, y el procedimiento adoptado por Moreno y Escandón• no daba ga-
rantías de acierto. Recordaba cómo los testigos que habían informado a los
comisionados habían sido los mismos vecinos interesados en ocupar las
tierras que dejaban los indios.
Su conclusión er;a la misma que había expresado el oidor Vasco y Var-
gas. Moreno y Escandón había excedido sus facultades al ordenar la extin-
ción de 33 pueblos de indios en la provincia de Tunja y algunos otros en la
sabana de Bogotá. No qu,edaba otro camino que sllspender las diligencias
de agregación, pues el asunto era éie tanta gravedad que debía esperarse
una decisión definitiva de España94 .
El virrey Flórez se plegó al parecer del regente y ofreció suspender in-
mediatamente las agregaciones. La Audiencia, por su parte, aprobó tácita-
mente lo actuado por Moreno y argumentó a su favor las ventajas que
obtenía el Erario con la venta de los resguardos 95 . Esta vez el oidor Vasco
y Vargas, actuando como fiscal y en desacuerdo con sus colegas, dirigió
una verdadera requisitoria contra el proceder de Moreno y Escandón. Se-
gún el oidor,
El oidor volvía a insistir en la tesis de que sólo el rey podía privar a los
indios de los privilegios que les había otorgado y que, por lo tanto, debían
restituirseles los resguardos.
Suspendidos los efectos de los autos de agregación, al menos los indios
de Sogamoso pudieron regresar a sus tierras, que hallaron en poder de los
vecinos. El 13 de mayo de 1779, finalmente, se les autorizó a que las culti-
varan, amparándolos contra las molestias de los mestizos.
LA POBLACIÓN INDÍGENA
La controversia
Lewis Hanke se complace en citar una frase del historiador sueco Severkei
Arnoldsson, según el cual
98 Cf W. Borah y Sh. F. Cook, The Aboriginal Population of Central Mexico on the Eve of the
Spmzish Conquest, Berkeley y Los Ángeles, 1963, p. l. ..
-;¡
70
99
... querer usar con él de costumbre y cosa nueva ... ,
uesto que la defensa de los indios había estado encomendada hasta en-
fonces a las autoridades eclesiásticas. En septiembre de 1563, una Real Cé-
dula decidió la cuestión anexando los oficios en adelante.
En realidad, el fiscal ya había intervenido en defensa de los indios.
Cuando, en octubre de 1561, se decidió que el oidor Angulo de Castejón
efectuara una visita y retasara a los indios de las provincias de Tunja y
Vélez, el licenciado García de Valverde elaboró una instrucción sobre las
medidas que deberían tomarse en el curso de la visita para el bien espiri-
tual y temporal de los indios 100• En 42 puntos, el fiscal resumía todo aque-
llo susceptible de mejoramiento respecto a los indios, es decir, exponía una
verdadera política indigenista. Según el fiscal, debía buscarse el aumento
de la población indígena, o al menos que no disminuyera,
... porque en algunas provincias y partes de este distrito se han del todo
acabado y han quedado yermas después que españoles las ocuparon ...
... que el marido quedara sin mujer y la mujer sin marido, y el padre sin
hijos ...
99 CCRAQ. I, 30.
100 AHNB. Cae. e ind., t. 5 f. 462 r. ss.
-¡r
72
cargaban como bestias, etc., tal como había ocurrido en Mariquita, Tocai-
ma y otras partes.
El desarraigo de la sociedad indígena era una consecuencia de éstas y
otras prácticas españolas. El fiscal recomendaba, por ejemplo, que se po~
blara a los indios en tierras fértiles ·
... porque los encomenderos (... ) para sí queden y para sus ganados y se-
menteras las mejores, echan a los indios a pantanos y tierras inútiles ...
El despojo, según el fiscal, no sólo afectaba las tierras sino los otros ha-
beres de los indios a través de tributos excesivos
... y otras cosas que les han tomado sus encomenderos para comer, vestir y
gastos suyos y de sus hijos e criados sin pagárselo e tomándoles oro, esme-
raldas y otras riquezas ...
... habiendo después pasado por los tales pueblos tantas muertes, tantas
persecuciones, tantas guerras, tantas pestilencias y e:ri.fermedades que pue-
blo que tenía en otro tiempo mil vecinos, como es notorio y por tal lo alego,
no tiene agora cincuenta o cien vecinos, y esto es muy general en toda la
tierra, y así digo que, si agora se echa la cuenta al justo y se saca en limpio
la cantidad cierta de los indios, no hay la tercia parte de aquella cantidad y
número porque se retasaron ...
quedado por ser tantos los que hubo cuando se pobló, que en otras desta
gobernación que hallaban a ocho, diez y a doce mil indios tienen agora a
mil y a mil quinientos y a dos mil, como es Cali, Cartago, Anserma, Arma;
y en esta villa de Arma cuando se pobló es cosa notoria y cierta que había
más de veinte mil, no hay agora de ochocientos arriba; los vecinos y enco-
menderos se descargan diciendo que enfermedades y pestilencias y guerras
unos con otros los han acabado y no tienen razón pues desde que Dios creó
el primer hombre y pecó todo han sido enfermedades y contiendas en ha-
biendo gentes y con todo ello se multiplicaba el género humano y así lo
estaba multiplicando y acrecentando aunque no les faltaba guerras y enfer-
medades, pero sobrevínoles una pestilencia nueva que ellos no conocían y
conocida fue su acabamiento, que fue el español que con manoseallos los
acaban y consumen y ésta es una enfermedad y la guerra que ha acabado
· d a d es ... 101
· d.10s en l as v1·llas e c1u
los m
i06 Cf. Juan Friede, Los quimbayas bajo la dominación española. Bogotá, 1963, p. 57.
Ibid.
Idem. Los Andaki, cit. pp. 47 y 154.
76 HISTORIA ECONÓMICA Y
rampión, la cual asoló muchos pueblos y así sus encomenderos, por ser
que les quedaban en algunos pueblos, los redujeron y pasaron a
Pocos los 110 '
otros ...
Las noticias de los cronistas sobre las epidemias entre los indígenas han
despertado últimamente cierto escepticisn;o ante la escasez de la informa-
ción documental que pueda confirmarlas. Esta era también la impresión de
García de Valverde, para quien la mención de las epidemias no pasaba de
ser un pretexto, ya que la verdadera causa de la extinción de los indígenas
residía en la encomienda y en el régimen del trabajo. Sin embargo, algunos
testimonios documentales confirman la ocurrencia de enfermedades que
contribuían a diezmar a los indios. En el curso de la visita de Tomás Lópezl
en 1560, por ejemplo, indígenas de Pamplona y Tunja aludieron a una epi- \
demia que había ocurrido recientemente. Aguado se refiere a ella y la sitúa /
en 1558. En esta ocasión murieron, según el cronista, más de quince mil ¡
indígenas. Algunos de los informantes del visitador Tomás López asocia-~
ban a este acontecimiento trastornos en la doctrina, en el trabajo y en la
regularidad del pago de los tributos 111 . _
La investigadora Kathleen Romoly menciona dos violentas epidemias
de viruela sufridas por la población de Almaguer en 1566 y en 1588112• Estas
fechas coinciden de cerca con las de las epidemias que asolaron también el
oriente del país en 1568-1569 y en 1587113• Tunja experimentó otra.epidemia 1
de viruelas en 1607 y en esta ocasión el Cabild_o solicitó a•la Audiencia que se j
suspendieran las obras de iglesias en las que trabajaban los indí~enas, ' .···
Jo mismo que el alquiler de aq4ellos que trabajaban para los vecinos 14• La , ·
epidemia de 1633 dejó huellas profundas y J}º sólo afectó a los indios sino . ·
también a los españoles, negros y mesti:i;os. ·
Además de las viruelas,~_~n también frecuentes 19-s enfermedades p.J!l:
-~onadas pox_Jg§_trasfád·ó·s-masf~ºª-·g~__p_o.bladó.ILde_u~
mas a otros. Según García de Valverde, en 1564 t,odavía quedaban 25 mil
indios en Pasto.
110 AGI. Patr., L. 27 r. 20/Doc. reproducido por J. Friede en el BCB. Vol. XI, Nº 1, 1968, pp.
57-79.
111 AHNB. Vis. Boy., t. 3 f. 557 r., t. 8 f. 803 r., t. 11 f. 777 r. f. 816 r. ss., t. 18 f. 305 r.
112 Cf. K. Romóly, «El suroeste del Cauca y sus indios al tiempo de la conquista española,
según documentos contemporáneos del distrito de Almaguer», en Revista Colombiana de
Antropología. Vol. XI (1962), p. 258.
113 Aguado, op. cit., I, p. 426, y Osías S. Rubio y Manuel Briceño, Tunja, desde su fundación
hasta la época presente. Bogotá, 1906, p. 67.
114 Cf. Ulises Rojas, Juan de Castellanos, Tunja, 1958, p. 171.
-,·-,¡
... que la causa de haberse conservado en este pueblo tantos ha sido lo uno,
porque hasta ahora no ha habido minas; lo otro, porque es tierra fría, en el
cual temple aunque se trabaje el indio más de lo que pueden sus fuerzas,
- tan presto como en 1a ca1·iente115 .
no se d esentrana
1
¡--- La violencia, las epidemias o los cambios de clima parecen causas mu- 1
cho más evidentes que las presiones ejercidas por el sistema mismo de la 1
dominación española. Lo cierto es que el tipo de trabajo impuesto a los 1
indígenas de una región podía implicar todas estas cosas juntas. Una eco- 1
nomía minera, por ejemplo, que carecía de bases de sustentación agríéoia !
-como en algunas regiones del occidente colombiano- podía resultar 1 mu-
· cho más mortífera que la servidumbre en los campos o en los transportes. I
La presencia de ganado podía también devastar una región al operar una
· sustitución pura y simple de dos niveles biológicos: el de los hombres por
el de los animales. · 1
... estaban ya algo asentadas las cosas del Perú de las alteraciones pasadas
120
de Pizarro ...
Debe recordarse que aún en la Nueva Gn;mada las Leyes Nuevas causa-
ron sobresalto entre los encomenderos y que su aplicación se suspendió
CUADR02 00
N
VISITAS DE LA TIERRA*
Así, este primer recuento habría tenido por objeto introducir una regla
de equidad en el repartimiento de encomiendas, de tal manera que algunos
_ de los conquistadores no se vieran defraudados. Esto explica una afirma-
ción del capitán Gonzalo Suárez Rendón, según la cual en la visita de Ruiz
de Orejuela no se había enumerado ni la tercera parte de los indios, pues
los encomenderos habían persuadido de antemano a los caciques y capita-
nes para que declararan un número de sujetos menor, en la creencia de que
. ,
les qultanan par t e d e 1os m. d"10s122.
En noviembre de 1558, el licenciado Tomás López comenzó la visita
más completa de que se tenga noticia. Recogió cifras de población en Pasto,
Popayán, Cali, Cartago, Anserrna y Cararnanta123 • Entre abril y agosto de
1560, el oidor visitó la provincia de Tunja. Allí no hizo recuento de pobla-
ción sino que se limitó a averiguar la-s condiciones generales de la vida de
los indios y los abusos de los encomenderos, Al mismo tiempo -mayo de
1560- fue hasta Pamplona y allí recibió informes de los caciques de esta
provincia acerca de la doctrina, los trabajos en las minas y el tamaño de la
población. . ' ·
Pamplona había sido visitada"'seis meses antes. (en 1559) por el escriba-
no de Díez de Armendáriz, Cristóbal Bueno. El escribano no asistió perso-
nalmente a cada pueblo sino que comenzó su recorrido desde la parte más
septentrional de la provinc;ia y la visitó en dirección norte-sureste-oeste-
noroeste-sur, trazando un círculo alrededor de Parnplona124 y situándose
cada vez en alguna parcialidad. Desde allí podía hacer venir hasta él a los