vinculado con la organización de los procesos y medios de producción, al igual que las tres
anteriores.
La primera vez que se comenzó a hablar de todos estos avances como una Cuarta Revolución
Industrial fue en el año 2011. El elemento clave de la Cuarta Revolución Industrial son las fábricas
inteligentes, cuya principal característica es una mayor adaptabilidad a las necesidades de la
producción y una mejora en la eficiencia de los recursos.
Esta Cuarta Revolución Industrial se centra en los sistemas ciberfísicos, la robótica, el internet de
las cosas, la conexión entre dispositivos y la coordinación cooperativa de las unidades de
producción de la economía.
La robótica, como una de las ramas más vanguardistas e innovadoras del ámbito de la ingeniería
juega en este contexto un papel de primera magnitud. Se espera que la nanotecnología, la
inteligencia artificial, los drones y las impresoras 3D servirán para modificar diferentes aspectos de
nuestras sociedades actuales. Espacios como la medicina, la industria de alta precisión o las
relaciones laborales sufrirán un importante impacto con esta nueva revolución industrial.
Sin embargo, la realidad es que aunque estos elementos suponen la base de la Cuarta Revolución
Industrial, no podemos entender que se tratan de elementos que se encuentran consolidados. De
hecho, cabe interpretar que actualmente estamos inmersos en este proceso, con la variabilidad y
la impredecibilidad que ello supone en relación con el resultado del mismo.
Se espera, junto a estas repercusiones, que aparezcan otras, como el desarrollo de nuevas formas
de energía, más limpias, la proliferación de robótica y automoción autónoma o, incluso, aspectos
relacionados con la ciberseguridad y los ciberataques.
Algunas noticias recientes han expuesto con explosiva nitidez hasta qué punto nuestro país ya
se encuentra inmerso en los desafíos de la llamada cuarta revolución industrial, ese tsunami
de innovaciones tecnológicas y científicas que impondrá nuevos paradigmas a las sociedades
del siglo XXI.
Uno de los principales bancos del país es burlado por una banda de hackers asiáticos; el
gobierno anuncia que aplicará impuestos a la economía digital; un estudio de abogados
participa en una startup legal que operará con inteligencia artificial; una inmobiliaria planea
instalar cargadores gratuitos para vehículos eléctricos en sus edificios; la gigante Amazon
podría escoger a Chile como sede de un nuevo data center regional.
Ciberseguridad, inteligencia artificial, robótica, electro-movilidad, comercio electrónico. Cuando
temas como éstos ocupan espacio en las secciones noticiosas es porque ya son parte de la
agenda pública contingente. Suponen cambios con los que el país deberá lidiar —más bien,
ya debe lidiar— desde la política pública, la organización económica, la sociedad civil y el
sistema político, porque afectarán todas y cada una de las facetas de la vida en sociedad.
Sin duda ningún país podrá sortear estos desafíos sin turbulencias y tensiones, pero los que
se adapten mejor empezarán en el ámbito de las ideas, esto es, tomando conciencia de las
nuevas realidades y trabajando a partir de ellas.
Por desgracia, hay pocas señales de que Chile haya emprendido a paso firme ese camino.
Basta pensar en nuestro debate reciente sobre educación y empleo, por mencionar sólo dos
áreas que serán genuinamente revolucionadas en las próximas décadas: cuando un país en
vías de desarrollo sitúa el eje de la discusión en ideas como la universidad gratuita y la
sindicalización obligatoria, es porque no ha entendido hacia dónde se mueve el mundo….
Sin embargo, estos nuevos desafíos que trae consigo esta etapa tecnológica, también se
podrían traducir en riesgos si es que no los tratamos con el debido cuidado.
“Hoy en día, las empresas mineras tienen la gran oportunidad de optimizar sus procesos a
través de la digitalización”, señaló el socio de Impuestos de EY Perú, David Wharton.
Refirió que en los últimos 30 años la productividad ha sido siempre el principal enemigo
de la industria, por lo tanto, para que este fenómeno no se siga prolongando, es muy
importante que se trabaje con miras a aprovechar las bondades que trae consigo la cuarta
Revolución Industrial.
2) Efectividad digital:
La globalización y la digitalización son procesos que afectan a todas las industrias y la
minería no se debe quedar atrás. Por lo tanto, es necesario que las mineras implementen
cuanto antes y de manera efectiva la automatización y la digitalización de sus procesos
para aliviar la carga laboral y crear un recorte de costos.
Para esto, es necesario que el CEO y la visión de la empresa se vean integradas con la
implementación de dichas innovaciones. Caso contrario, se convertirá meramente en un
cambio tecnológico.
Si una minera logra crear una mina digital y, al hacerlo, comienza a acercar los niveles de
efectividad de todos sus equipos a lo que se ha logrado en la industria manufacturera, la
minera puede ser realmente disruptiva y emerger como un actor dominante en el
mercado.
3) Ciberseguridad:
A medida que la transformación digital obliga a las organizaciones a adoptar tecnologías
emergentes y nuevos modelos de negocios, la ciberseguridad debe convertirse en un
factor de crecimiento clave.
Por otro lado, sabemos que la minería y el medio ambiente son dos temas que
han estado en la mira en muchos países. Se han creado leyes y normas que
regulan y promueven responsabilidad, conciencia y respeto por el medio
ambiente. Por lo tanto, las tecnologías digitales tendrán un papel importante
para este tema, pues muchas de estas tecnologías están ayudando desde ya a
tener una ecología sana y sostenible. Un ejemplo de esto es la nanotecnología
que ayuda a limpiar ríos contaminados, donde depura y genera agua.