Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Documento Sin Título PDF
Documento Sin Título PDF
A finales del siglo XVIII, se da una paradoja histórica; existe un régimen colonial que
tiene por centro una metrópoli “subdesarrollada”. España, dueña de los inmensos dominios
americanos, no ve los beneficios de dicha dominación, pues su estructura económica le
impide beneficiarse de ellos, o al menos, en la proporción que correspondería a tan vasto
imperio.
Con el arribo de los Borbones al poder, los intentos por reformar esta situación
tuvieron diferentes ideas inspiradoras; en muchos casos incluso contradictorias,
mezclándose tendencias tradicionales con otras modernas y progresistas. El objetivo, sin
embargo, nunca fue construir una nueva estructura económica, sino reformar la existente,
esencialmente agrícola, con sólo unos pocos asomos de desarrollo industrial. El acento fue
puesto, mediante reformas tributarias y legales, en el afianzamiento de este sector
(agrícola) en desmedro del fomento industrial.
-Correlación de fuerzas
En conjunto, y a lo largo del tiempo, estos tres grupos desarrollaron en las colonias
efectivas formas de contrarrestar el poder de la corona, manteniendo cierta independencia
en cuanto a sus intereses locales. Sin embargo, las reformas llevadas a cabo por los
Borbones alteraron esta relación, ya que el Estado redujo el poder y la tierra de los
hacendados locales, al realizar reformas económicas estatizantes (empequeñeciendo a las
clases dominantes locales) y administrativas (creación de nuevos virreinatos, métodos de
gobierno y puestos de funcionarios) todo lo cual fue percibido como un ataque a los
intereses locales. La política de gobierno racional, implantada por la corona, fue saboteada
en las colonias, e influyó en la decisión de tomar el poder a fin de evitar futuras y molestas
intromisiones de la monarquía.
Con estas reformas, la iglesia también resultó debilitada. Una muestra de ello fue la
expulsión de los jesuitas en 1767. Esta expulsión fue interpretada como ataques nacionales,
en vez de ver en ello una afirmación de la autoridad imperial. En cuanto a los criollos, si bien
se resintieron de esta medida, su comportamiento fue ambivalente, ya que pronto pasaron a
usufructuar los bienes que los jesuitas habían dejado.
La supresión de los privilegios eclesiásticos, piedra angular en el espíritu de las
reformas, buscó la manera de ejercer un mayor control de la monarquía sobre la iglesia, a
través del recorte del fuero eclesiástico. La estrategia era que, una vez debilitado su poder
jurídico, podía echarse mano a las propiedades, ante lo cual la iglesia reaccionó con dureza.
Aunque logró conservar gran parte de su poder y patrimonio, se resintió lo suficiente de las
reformas como para ganar ente sus filas adeptos a la causa independentista,
particularmente en México.
Esto quedó de manifiesto cuando estalló una rebelión indígena en el Alto Perú, en
1780. Entonces, como lo temía la corona, la milicia local demostró ser un arma de doble filo,
pues su lealtad y eficacia fueron puestas en entredicho (se envió a indios y mestizos a
sofocar una rebelión de indios y mestizos). Tuvo que ser enviado un ejército regular de la
costa para terminar con el foco, comandado por oficiales españoles y compuesto
principalmente por negros y mulatos.
-Medidas impopulares
A medida que las reformas Borbónicas se profundizaron, mayores fueron los
síntomas de decadencia que experimentó el dominio español.
Debido a las guerras con Gran Bretaña, el imperio hispano exigió cada vez mayores
partidas de ingresos, los cuales se convertían rápidamente en fondos para financiar su
política exterior.
Por una parte, esto generó altos impuestos; y por otra, escasez, con el consiguiente
resentimiento. Se comenzó a percibir el dominio español como un obstáculo al comercio y a
la productividad, se resistió (a veces violentamente) la recaudación de impuestos
imperiales, y el deseo de establecer una autonomía local creció.
En este contexto, la situación más delicada se vivió con la promulgación del decreto
del 26 de diciembre de 1804, llamado de la Consolidación de Vales Reales, el cual consistía
en la confiscación de los fondos de caridad que poseía la Iglesia y su remisión inmediata a
España.
Además de ser una medida impopular, dejó en evidencia la honda corrupción del
sistema administrativo español: de los millonarios fondos que se recibieron, un gran
porcentaje quedó en manos de los funcionarios que lo recaudaron, por concepto de
comisión. Ello generó una crisis de confianza y una cohesión horizontal en las clases de
América, en el sentido de buscar una solución a los problemas de autonomía.
A fines del siglo XVIII, el sistema hizo crisis. Se generaron bancarrotas, la industria
local decayó, y los productores americanos no podían, por ley, comerciar con otras
naciones. Si bien es cierto que el libre comercio potenció algunos sectores (agrícola,
principalmente) más que nada afianzó el sistema de dominación colonial, desmembrando
de paso los sistemas de producción regionales, de manera que en América los intereses de
las regiones eran contrapuestos, produciéndose fricciones, las que heredarían después las
nuevas repúblicas.
Al ver esto, los españoles reaccionaron, y adoptaron, como medida tardía, el permiso
de comercio con neutrales, a condición de que estos pasaran primero por puertos
españoles. Bajo esta modalidad, por un tiempo, el comercio con las colonias tuvo un
repunte, y los volúmenes de intercambio volvieron a ser significativos.
Al finalizar la guerra con Inglaterra, España trató de revocar el decreto, pero los
puertos hispanoamericanos hicieron caso omiso de la medida y prosiguieron como si nada
el comercio con británicos, norteamericanos y de otras potencias europeas. Los barcos
españoles que trataron de hacer la ruta atlántica fueron interceptados por la flota británica, y
muy pocos de ellos pudieron alcanzar las costas de las colonias. En este punto, América
Latina ya había dejado de lado el comercio con la península, y la independencia económica
fue antes que la independencia política.
Cómo pálido reflejo del poder de otros tiempos, la corona española trató de mantener
un simulacro de poder, vendiendo licencias comerciales, pero esto no duró. Los
norteamericanos pasaron entonces a sustituir a los españoles en el papel de socio
comercial de las colonias españolas.
Una vez finalizada la guerra con Gran Bretaña, España trató de recuperar el antiguo
monopolio comercial, pero se enfrentó con la protesta decidida de las colonias. En 1805 se
autorizó el comercio con barcos neutrales, pero esta vez, sin la obligación del retorno a
puertos españoles, lo cual era la confirmación, algo ridícula, de la desaparición de España
como agente de importancia en el comercio trasatlántico. Como muestra, un dato elocuente:
en 1807, España no recibió ni un solo cargamento de metales preciosos provenientes de
América.
Sin embargo, la cuestión racial añadió matices a esta relación, ya que, respecto a
esto, la actitud de los criollos era más bien ambivalente. Existía antipatía, sí, pero había
fuertes motivos para las clases poderosas de permanecer, con antipatía y todo, junto a
España y sus funcionarios, ya que esta relación representaba un lazo con la administración
imperial, y el miedo a las clases populares y a las castas era mucho mayor que cualquier
otra cosa.
Los criollos sabían bien que su poder emanaba, entre otras cosas, de cuán blancas
permanecieran sus familias y sus círculos cercanos, en el sentido de no mezclarse con el
pueblo (compuesto de indios, esclavos negros, mulatos, etc.) aunque en muchas partes
hubo castas que mejoraron su condición social y se integraron, mediante cédulas de
blancura, en las respectivas aristocracias locales. Sin embargo, el miedo a la revuelta de las
clases bajas era más poderoso que cualquier competencia con la península.
Los Borbones, al implementar una política de acercamiento de las castas (como una
manera de liberar la presión que estas, cada vez más, ejercían) a través de la venta de
cédulas y certificados de blancura, y de permitir el ingreso de no blancos a las jerarquías
militares, añadieron un motivo más para que los criollos, sintiéndose amenazados por estas
medidas, buscaran independizarse.