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Modelos normativos

Podemos distinguir tres grandes modelos:

El modelo cósmico, es el de la ciudad sagrada. La forma urbana es una interpretación del


universo y de sus dioses. Pertenecen a él ejemplos de culturas antiguas, ciudades
precolombinas, del Renacimiento y del Barroco.

El modelo práctico, es el de la ciudad funcional, fría, la ciudad máquina. Es el concepto que


motivó las ciudades coloniales, las colonias industriales, las ciudades como producto
inmobiliario. Los trazados de la forma urbana al que responde este modelo suelen utilizar la
retícula ortogonal, la malla o la cuadrícula.

El modelo orgánico, es el de la ciudad entendida como organismo vivo o ciudad biológica. Está
concebido pensando en cuál es el tamaño óptimo de este organismo.De ahí que sus formas
tiendan a semejar la de los organismos de la naturaleza: formas circulares, redondeadas,
estrelladas.

Dos grandes formas de trazado

Las formas orgánicas. El principal determinante de las formas orgánicas es la topografía o


relieve de la naturaleza.

En el siglo XVIII se dan ciertos ejemplos de integración ciudad-paisaje , como Bath, y de


formas sinuosas en el interior de ciudades existentes como el ejemplo de Regents Street en
Londres, que demuestran el interés por evitar trazados geométricos e integrar formas naturales.
El rechazo hacia la excesiva aglomeración producida por el crecimiento demográfico
relacionado con la Revolución Industrial llevó a proponer una alternativa urbana denominada
ciudad-jardín, intento de unir las ventajas de la vida en el campo con las ventajas de la vida en la
ciudad.

Otras formas que podríamos situar dentro de las orgánicas son las que se originan con las
áreas metropolitanas y las grandes conurbaciones. Siempre han existido ejemplos en la
historia de unión de varios núcleos para formar una ciudad: Atenas, Roma, Siena, Venecia.

Las formas reticulares. En diferentes contextos históricos y culturales la forma más usada ha
sido la de la retícula cuadricular, llamada también “damero” o tablero de ajedrez. El territorio
puede dividirse con claridad y las líneas de trazado ofrecen una rotunda división entre viales o
zonas de paso colectivo y edificaciones, es decir, entre la propiedad pública y la privada. Al
mismo tiempo, los diversos diseños de mallas ofrecen suficiente libertad para variar medidas
entre los lados de las manzanas, la anchura de las calles y el tamaño de las plazas, e incluso
permiten ciertos recursos de trazado que se alejen del estricto “damero”, para producir mayor
diversidad de formas, por lo que este tipo de trazado, dentro de su rigidez, es suficientemente
flexible.

Ahí radica seguramente el éxito que ha tenido a lo largo de la historia urbana. Así, por ejemplo,
en tiempos modernos tenemos adaptaciones de supermallas a mayores distancias de
transporte, o de integración de verde y viales. Véase en este sentido el caso de Chandigarh,
diseñada por Le Corbusier para la capital del Punjab, y más recientemente el de la nueva
ciudad inglesa de Milton Keynes.

Barcelona

El mejor ejemplo para este tema nos lo suministra la misma historia urbana de Barcelona. Los
planes de enlace de León Jaussely y los de reforma interior del casco antiguo con los trazados
de avenidas monumentales en diagonal rompiendo la malla Cerdà y los de viales rectilíneos
abriéndose paso entre las calles medievales.

Los planes metropolitanos para planificar el área real de relaciones de los habitantes de la
ciudad en el último cuarto de siglo, área que se extiende en un radio de casi 30 km, en la cual
sus habitantes residen, trabajan y se mueven. Los últimos proyectos urbanos alrededor de 1992,
con su vocación de diseño urbano capaz de zurcir las distintas áreas entre sí, extender la
significación y monumentalidad hacia los barrios y eliminar diferencias entre ellos.

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