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Introducción a la
Teledetección
Temario:
Adams, J.B. & Gillespie, A.R. 2006. Remote Sensing of Landscapes with Spectral
Images. A Physical Modeling Approach. Cambridge University Press. Cambridge. UK.
362 pp.
Tutoriales en internet:
Modalidad de evaluación:
Veamos este sencillo ejemplo: somos capaces de ver un árbol debido a que nuestros
ojos reciben y traducen convenientemente la energía luminosa procedente del mismo.
Para el caso del árbol, esa señal, además, no es originada por él mismo, sino por un foco
energético exterior que lo ilumina. Esto explica porqué no somos capaces de percibir ese
árbol en ausencia de luz: nuestros sentidos perciben un objeto sólo cuando pueden
descifrar la información que este les envía. Esta demostración nos sirve para introducir
los tres principales elementos de cualquier sistema de teledetección: sensor (nuestros
ojos), objeto observado (árbol) y flujo energético que permite poner a ambos en
relación. En nuestro ejemplo, ese flujo procede del objeto por reflexión de la luz solar.
Podríamos también tener un tipo de energía emitida por el propio objeto, o incluso por el
mismo sensor. Estas son las tres formas de adquirir información a partir de un sensor
remoto: por reflexión, por emisión y por emisión - reflexión (Figura 1).
La EEM puede ser modelada de dos maneras: por ondas (Huygens, Maxwell) o por
partículas de masa cero portadoras de energía llamadas fotones (Planck, Einstein). Se
considera que la energía electromagnética se propaga a través del espacio en forma de
ondas sinusoidales. Estas ondas se caracterizan por sus campos eléctrico (E) y
magnético (M), que son perpendiculares entre sí. Por esta razón, se utiliza el término
de energía electromagnética.
Las características de este flujo energético pueden describirse por dos elementos:
longitud de onda () y frecuencia (F). La primera hace referencia a la distancia entre dos
picos sucesivos de una onda, mientras que la frecuencia designa el número de ciclos
pasando por un punto fijo en una unidad de tiempo. Ambos elementos están
inversamente relacionados:
c = F,
Q=hF
Q = h (c/),
lo que significa que a mayor longitud de onda , el contenido energético será menor y
viceversa (Figura 3). Esto plantea que la radiación de longitudes de ondas más
largas será más difícil de detectar o sensar que aquella de ondas más cortas.
Del análisis de las fórmulas anteriores, observamos que podemos definir cualquier tipo
de energía radiante en función de su longitud de onda o frecuencia. Aunque la sucesión
de valores de longitud de onda es continua, ya que no existen divisiones o líneas de
corte exactas entre unas regiones, suelen establecerse una serie de segmentos en donde
la radiación electromagnética presenta cierta homogeneidad en determinados aspectos.
Estas “divisiones” del espectro han surgido como consecuencia de los diferentes métodos
utilizados para detectar cada tipo de radiación más que de las diferencias que puedan
caracterizar a la energía de las distintas longitudes de onda.
A los fines de la teledetección, han de destacarse una serie de bandas espectrales que
son las más frecuentemente empleadas con la tecnología actual. Su denominación y
amplitud más común, aunque puede variar ligeramente según diferentes autores, es la
siguiente:
La porción del visible (VIS) que es la que percibimos nosotros, es una pequeña
región que apenas abarca desde las 0.4 m hasta las 0.7 m. La luz visible suele
dividirse en azul (0.4 a 0.5 m), verde (0.5 a 0.6 m) y rojo (0.6 a 0.7 m),
aunque en la realidad se presenta un continuo de colores. La energía ultravioleta
se encuentra inmediatamente por debajo del color azul.
Por encima del rojo nos encontramos con la región del infrarrojo (IR), que a su
vez está dividida en tres categorías: IR próximo (0.7-1.3 m), IR medio (1.3-8
m) e IR térmico (8-14 m). El primero es aquel en el que la radiación solar
tiene más importancia que la terrestre; el último es aquel en el que la radiación
terrestre debida al calor de la superficie – de ahí el nombre – tiene más
importancia que la solar; finalmente el infrarrojo medio corresponde a una zona
de solapamiento.
Toda materia que se encuentre por encima del cero absoluto (0 K, -273° C) irradia
energía debido al proceso físico denominado agitación molecular. Para que pueda
producirse una observación remota de un objeto, es preciso que el sensor detecte un
flujo energético proveniente de éste. Ese flujo tiene una intensidad determinada, sobre
una unidad de superficie y con una dirección concreta.
Es necesario explicitar aquí los términos y las unidades de medida más empleadas en
teledetección (Tabla 1), a fin de exponer posteriormente los distintos procesos de
adquisición de los datos.
Emitancia, M, energía emitida por radiación desde una superficie por unidad de
tiempo y de superficie (cantidad de energía que se transmite cada segundo por
cada metro cuadrado de la superficie emisora). M = A = Q/t*A, se mide en
J/s/m2 = W/m2. Cuando se habla de la emitancia espectral, M, se hace
referencia a la emitancia en una longitud de onda concreta, en cuyo caso las
unidades son J/s/m2/1 = W/m2/
Irradiancia, E, concepto similar al de emitancia, pero referido a la energía que
llega a un cuerpo a través del espacio procedente de otro (que la ha emitido).
Tiene las mismas unidades que la emitancia, análogamente puede hablarse
también de irradiancia espectral, E.
Radiancia, L, es el flujo radiante () que abandona una unidad de área en una
dirección particular siguiendo un ángulo sólido particular. Las unidades en que se
mide son W/m2/sr. Su importancia reside en que es la magnitud que detecta el
sensor. Cuando la radiancia se refiere a una porción concreta del espectro
electromagnético se le denomina radiancia espectral (L).
Reflectancia, , es la parte de la irradiancia que refleja la superficie receptora, y
se considera adimensional. Es diferente para cada superficie receptora y para
cada cuerpo.
Absortancia, ,es la parte de la irradiancia que absorbe la superficie receptora,
es adimensional.
Transmitancia, , es la parte de la irradiancia que transmite la superficie
receptora, adimensional. Lógicamente + + = 1.
Las radiancias espectrales reflejadas desde la superficie terrestre hacia los sensores
dependen de las variaciones de la irradiancia solar, las condiciones atmosféricas y
meteorológicas, las propiedades reflectivas de la superficie y las condiciones propias del
sensor.
Así, la fórmula de Planck indica que cualquier objeto por encima del cero absoluto radia
energía, y que esta incrementa rápidamente con la temperatura. A la vez, a mayor
temperatura ese cuerpo radiará en longitudes de onda más cortas.
De esta compleja fórmula, pueden derivarse dos ecuaciones sencillas que describen de
forma más simple la relación de la temperatura con la radiación. La primera es la ley de
Stefan-Boltzman:
T, sumando las emisiones para cada una de las longitudes de onda, es la constante de
con la que puede calcularse la longitud de onda a la que se produce la máxima emitancia
de un cuerpo negro conociendo su temperatura (T) en grados K. Esta ley reviste gran
importancia para seleccionar la longitud de onda más apropiada para observar un
determinado fenómeno, conociendo su temperatura.
Con todos estos elementos, podemos construir la curva de emitancia de un cuerpo negro
a distintas temperaturas (Figura 6). Este grafico permite para conocer el
comportamiento radiativo de un objeto a partir de su temperatura y su emisividad, esto
es, su grado de similitud con un cuerpo negro.
Figura 6: Espectro de emisión para diferentes temperaturas
(modificado de Chuvieco, 1996)
• Oxígeno atómico (O2), filtra las radiaciones ultravioleta por debajo de 0.1
m, y pequeños sectores en el infrarrojo térmico y las microondas.
Por el contrario, aquellos sectores del espectro EM que evitan los fenómenos de
absorción y que, por lo tanto, pueden ser utilizados en teledetección son denominados
ventanas de transmisión atmosférica:
Es importante mencionar que la región del visible (sensible a los ojos) se corresponde
perfectamente con una ventana atmosférica, y coincide con el pico de emisión solar.
2.3.2 Dispersión
Este fenómeno aparece a causa de la reflexión en todas las direcciones que las partículas
en suspensión y las moléculas de los componentes de la atmósfera producen sobre la
radiación que interacciona con ellas. De forma general, este efecto de dispersión – que
decrece a medida que aumenta la longitud de onda – reduce la radiancia directa,
aumentando la difusa, y resulta muy complejo cuantificar su influencia final en el
resultado obtenido por el sensor.
Una vez que la energía electromagnética llega a la superficie terrestre, interactúa con
cada tipo de material, de acuerdo a un patrón de respuesta espectral particular. Esta
interacción puede descomponerse en tres términos: reflexión, absorción y
transmisión.
En el caso del espectro visible, ese comportamiento disimilar de los objetos a distintas
longitudes de onda se manifiesta en lo que llamamos color: un objeto es azul si refleja
intensamente la energía en esa banda del espectro y poco o nada en el resto (dicho de
otro modo, si absorbe o transmite poca energía incidente en el azul; será verde si su
reflectividad se centra en esa banda y es baja en otras.
1 =
Existen dos tipos de reflexión, que representan los dos extremos de la forma en que
energía es reflejada una por un elemento de la superficie. Se denominan reflexión
especular y reflexión difusa (o también denominada lambertiana) (Figura 9).
Reflexión difusa: cuando las variaciones de la rugosidad superficial son mayores que la
longitud de onda, la energía es reflejada más o menos uniformemente en todas las
direcciones. Cuando la superficie refleja la energía uniformemente, con independencia
del ángulo de incidencia recibe el nombre de "superficie Lambertiana" (arena, nieve...),
dependiendo la reflectancia sólo de la longitud de onda.
Al mismo tiempo, cada uno de los objetos de la superficie terrestre emite energía
electromagnética (en el dominio del infrarrojo térmico) con una intensidad que está en
relación con su temperatura, por lo que también ésta puede ser utilizada para su
observación remota.
Este modo particular con el que una determinada cobertura refleja o emite energía a
distintas longitudes de onda se ha denominada comúnmente firma espectral, y resulta
la base para discriminar dicha cubierta de otras a partir de la observación remota.
Una forma habitual de graficar este comportamiento es disponer los datos de reflectancia
(%) en el eje Y y la longitud de onda en el eje X (Figura 10).
Figura 10: Representación gráfica de una firma espectral
2.4.1.1 Vegetación
La vegetación sana tiene una reflectividad baja en el visible aunque con un pico en
el color verde debido a la clorofila, este pigmento aparece en concentraciones entre 5 y
10 veces mayores que otros como el caroteno.
2.4.1.2 Suelos
Las propiedades espectrales del suelo son relativamente simples: la transmisión es nula,
por lo tanto toda la energía se absorbe o refleja. La reflectancia es relativamente
baja para todas las bandas aunque aumentando hacia el infrarrojo. Hay una cierta
dependencia entre reflectancia y contenido en agua del suelo, cuanto mayor es el
segundo, mayor es la primera. Este aumento se ve interrumpido en aquellas regiones en
las que el agua absorbe energía, por tanto cuanto mayor sea el contenido de agua en el
suelo, mayor va a ser la disminución en reflectancia de estas regiones.
Otros factores que afectan la respuesta espectral de los suelos (Figura 12) son:
La fuerte correlación entre muchos de los factores que influyen sobre la respuesta
espectral del suelo, imposibilita que puedan sacarse conclusiones claras a partir del
análisis de una observación remota de una zona cuyas características edáficas se
desconocen.
Cuando el agua contiene turbidez, las consecuencias sobre la respuesta espectral van a
depender del tipo de turbidez. Si se trata de fitoplancton, aparecen importantes
alteraciones en el verde (aumenta) y en el azul (disminuye). Estos resultados han
permitido el desarrollo de diversas ecuaciones empíricas para obtener la concentración
de plancton a partir de la reflectividad de estas dos bandas. Si se trata de sedimentos
inorgánicos la reflectividad aumenta, especialmente en el rojo.