Está en la página 1de 1

Primera carta de Él a Ella.

Querido amor:

Quisiera haberte recibido con labios,


con esas caricias que dilataban tu sudor
y que hoy martillean mi memoria con la
perseverancia de una mala conciencia.
Pero apenas puedo moverme de esta silla
si no es para cumplir con las
necesidades mínimas que reclama esa
parte de mi cuerpo que aún se reconoce
humana. Sin embargo, mi pensamiento se
fue contigo el mismo día. A la misma
hora. Pero en otra dirección. Y no ha
dejado de viajar desde entonces. De
escalar montañas rocosas y bañarse en
aguas templadas. De imaginar otra vida.
Otra muerte.

Son muchos los silencios. Tantos que


pensé que no sería capaz de sobrevivir
sin ellos. Y en esta soledad que provocó
tu ausencia, solo rota por los chillidos
de alfileres que venían de fuera, sentí
el abrigo de la nostalgia. Y me
acostumbré a su tacto sin imponer
resistencia, como esa fatiga que nos
causaban las botellas de vino negro que
bebíamos en los almuerzos. Ahora solo
hay manzanas que ni siquiera parecen
manzanas.

También podría gustarte