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UNA PATERNIDAD DESEADA

Por Carlos Andrés González Tello

“Mas yo dije: ¿Cómo he de ponerte entre los hijos, y darte la tierra deseable, la rica
heredad de los ejércitos de las naciones? Y dije: Padre mío me llamarás, y no te
apartarás de en pos de mí”. Jr 3:19 (RVG).

Cuando Jesús ejerció su ministerio, una de las cosas que más sorprendió a la gente
fue la idea de una relación íntima con DIOS al estilo padre-hijo. Fue tan impactante
esta idea que los religiosos de la época lo consideraron una blasfemia, y la gente
común se sintió atraída.

Pero el planteamiento de Jesús no era nuevo, ya DIOS lo había expresado a través del
profeta Jeremías: una relación de paternidad con su pueblo. Este pensamiento de
DIOS en este pasaje permite evidenciar tres anhelos: La adopción, la paternidad y la
intimidad.

Respecto de la adopción, el pasaje revela el deseo de DIOS de hacernos sus hijos


(“¿Cómo he de ponerte entre los hijos?”), esto implica que desea considerarnos como
hijos aun sin nosotros merecerlo. Así, la adopción la hace gracias a la obra de
Jesucristo: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de DIOS” [Jn 1:12 RVG], pasamos a ser hijos de DIOS
recibiendo a Jesús y creyendo en su nombre. Además, por medio del Espíritu Santo
con su presencia en nuestra vida nos certifica que sí somos hijos de DIOS: “El Espíritu
mismo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de DIOS” [Rom 8:16 RVG].
Ahora que, lo bueno de ser hijo de DIOS es que se disfruta de sus bendiciones y se
tiene acceso a su herencia, nos hace herederos: “Así que ya no eres siervo, sino hijo; y
si hijo, también heredero de DIOS por Cristo” [Gal 4:7].

El segundo anhelo de DIOS que muestra el mensaje de Jeremías, ligado al primero,


es el de paternidad: (“Padre mío me llamarás”); con esto, DIOS no sólo establece y
legaliza una relación de nosotros hacia Él como sus hijos, sino que asume un
compromiso y determina esa relación entre Él y nosotros como padre, uno amoroso,
responsable y dadivoso, un padre perfecto que suplirá de forma integral nuestras
necesidades. Pero los hijos de DIOS requerimos ayuda para aceptar y comprender esa
paternidad, y ahí es donde entra a actuar el Espíritu Santo, quien nos lleva a
apropiarnos y disfrutar de ese Papá DIOS y poder llamarlo “Padre mío”: “Y por cuanto
sois hijos, DIOS envió el Espíritu de su Hijo a vuestros corazones, el cual clama: Abba,
Padre” [Gal 4:6 RVG]. La expresión “abba”, de origen hebreo, significa padre, y es el
Espíritu Santo que nos lleva a decirlo una vez hemos sido adoptados.

El establecimiento de esta doble relación (padre-hijo, hijo-padre), permite cumplir el


tercer anhelo de DIOS que se descubre en Jeremías 3.19: la intimidad (“no te
apartarás de en pos de mí”). DIOS desea que permanezcamos junto a Él, solo así
lograremos disfrutar de su paternidad, pero ese permanecer corresponde a la
intimidad al estilo anunciado por Jesús en Mt 6:6 ”Mas tú, cuando ores, entra en tu
alcoba, y cerrada tu puerta ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo
secreto, te recompensará en público” [RVG]; esa es la comunión personal de un hijo
que se acerca a su padre, lleno de confianza, de seguridad, de libertad, y de sinceridad.

Oremos: Bendito DIOS, te damos las gracias por tu palabra que nos anuncia tu
deseo de establecer la relación Padre-hijo con cada uno de nosotros. Gracias porque
ofreciste a tu amado hijo Jesucristo para que pudiéramos llegar a ser tus hijos y
tenerte por Padre. Ayúdanos a disfrutar de ti y tu paternidad por medio de tu
Espíritu, capacítanos para ser los hijos que quieres ver en nosotros y llévanos a
verte como ese verdadero papá que necesitamos, que podamos decirte Abba, Papá.
Te hemos orado en el nombre de Jesús. Amén.

IGLESIA SETRI: SERVICIO DE TERAPIA PARA LA RESTAURACIÓN INTEGRAL.


Pereira, Colombia.

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