Está en la página 1de 13

El folclore en Andalucía en la actualidad.

Análisis y perspectivas de futuro, en Música de Tradición oral


(M. García Jiménez, coord.), Instituto de Estudios Almerienses, Almería, 2008, pp.321-334. ISBN: 978-
84-8108-432-0

EL FOLCLORE EN ANDALUCÍA EN LA ACTUALIDAD


Análisis y perspectivas de futuro

Salvador Rodríguez Becerra


Universidad de Sevilla
Centro de Estudios Andaluces

Quiero rendir público homenaje a dos personas que dedicaron parte importante
de sus vidas a la práctica, la enseñanza, el estudio o la gestión del folclore. En primer
lugar a la memoria de Miguel Quiles de Vélez Rubio, que tanto hizo por el folclore en
su pueblo al frente de la Escuela de Folclore y del Festival de Cuadrillas, sin duda uno
de los referentes de esta actividad; así mismo a Pepe Rosas de Álora, que dedicó su
vida al folclore, escudriñando la realidad cultural de su entorno y que hace verdad la
idea de que en cada folclorista se encierra un artista. A ambos ya desaparecidos,
quiero dedicarles este trabajo.
No soy folclorista, si por ello se entiende un estudioso del folclore, pero mi
relación con el folclore viene de lejos. Desde aquel lejano I Congreso Andaluz de
Folclore celebrado en Granada en 1986, en el que tuve el honor de impartir la
conferencia inaugural sobre los orígenes de los estudios de folclore en Andalucía,
pasando por los encuentros periódicos en que me he visto requerido por los
organizadores de otros tantos congresos e, igualmente, por la Federación Andaluza de
Asociaciones de Folclore, el hecho es que intermitente, me he asomado a esta
realidad.
Con ocasión de la publicación de una vasta obra sobre la cultura andaluza
titulada Proyecto Andalucía.Antropología (Sevilla, 2001, vol, 12) que coordiné con la
inestimable ayuda de María del Carmen Medina, se hizo un elenco de grupos y
asociaciones de folclore de Andalucía que reflejaba la realidad y las actividades de
estas institciones. Solo les quiero indicar con esta referencia que nunca he estado
ausente de estas preocupaciones, aunque mi conocimiento no es amplio; en todo
caso, creo que puedo aportarles algunas ideas para reflexionar sobre lo que
comúnmente llamamos folclore que como indica el subtítulo de este congreso incluye
básicamente la música, la danza y la indumentaria, y sobre los grupos que son su
soporte en Andalucía.
Soy personalmente un observador de lo que sucede a mí alrededor y uno de los
hechos incuestionables es que miles de personas organizadas en grupos, asociaciones
y escuelas muestran pasión por los bailes tradicionales que fueron habituales en las
fiestas de otro tiempo. Estas personas e instituciones ponen todo su afán para que
estas formas artísticas se conserven como parte de nuestro patrimonio. Ello requiere
una reflexión por los que tenemos por oficio la enseñanza y la investigación de la
Antropología Social, disciplina universitaria que trata de explicar los comportamientos
colectivos humanos. El folclore es un componente de la cultura pero quizás sería más

1
adecuado decir del patrimonio cultural inmaterial. La diferencia es sutil, pero les diré
que todo el patrimonio forma parte de la cultura pero que toda la cultura no llega a ser
patrimonio.

Introducción

Mi aportación responde a reflexiones que nacen de la observación de numerosas


fiestas y festivales folclóricos, y de la convivencia con grupos y asociaciones de folclore
tratando de encontrar sentido a esa fuerza generatriz que lleva a miles de personas a
emplear su tiempo y su capacidad artística a aprender y perfeccionar los bailes
genéricamente llamados tradicionales, y que se conforman con el reconocimiento del
aplauso, de la satisfacción por lo bien hecho, y como premio algún que otro viaje al
extranjero o dentro de la geografía española. Personalmente entiendo que el estudio,
el aprendizaje y la representación de las danzas, bailes, músicas y canciones, así como
la creación de instituciones que las sustentan, y la organización de actos de esta
naturaleza cumple unas funciones en la sociedad que con frecuencia no son valoradas
adecuadamente.
El título es un poco pretencioso, pues este texto solo apunta algunas ideas que
pueden ayudar a iluminar la situación del folclore en nuestro país, o al menos en
nuestra comunidad autónoma. En todo caso, algunas de las ideas ya han sido
expresadas por mí con anterioridad verbalmente o por escrito, y si tienen buena
memoria pueden reconocerlas. Nos preocupa que toda la fuerza voluntaria, generosa y
desinteresada que concita el folclore, no sea suficientemente conocida y valorada por
la sociedad, los responsables públicos y por nosotros mismos. Por esto estamos aquí,
porque entiendo que es una magnífica ocasión para contribuir a su esclarecimiento y
puesta en valor del folclore.

1. Sobre lo que llamamos tradición


Se le atribuye al genial escritor Ramón María del Valle Inclán una frase que me va
a servir de guía en mis breves reflexiones sobre este concepto: “Sólo las obras
cargadas de tradición están cargadas de futuro”, Valle, sin duda destacó la importancia
de la herencia cultural en la vida y desarrollo de las sociedades. Las rupturas drásticas
o revolucionarias aparte de dolorosas son ineficaces; por otra parte, no concebimos
una sociedad que corte voluntariamente con todo su pasado, como tampoco
concebimos otra que no vaya dejando en el camino, sin lucha interna: estructuras,
formas, valores, creencias y comportamientos. La tradición es un término ambiguo y
frecuentemente se convierte en armas arrojadiza de unos contra otros, porque,
admitámoslo definitivamente, la discrepancia entre conservacionistas e innovadores
probablemente es tan vieja como el hombre. A modo de ejemplo diremos que la
tradicional feria de abril de Sevilla con más cien años de antigüedad en nada se parece
ni en sus objetivos ni en sus expresiones a como la concibieron sus creadores, dos
ediles del ayuntamiento sevillano, uno vasco y otro catalán, y que desde el principio se
vio envuelta en la polémica entre conservacionistas e innovadores. La tradición se crea
y se destruye cada día, no podemos seguir alimentando la angustia que sienten
algunos con “esto se acaba” o “no cambie su forma de hacer botijos”, expresiones, las
primeras que hemos leído en textos muy antiguos y las segundas que oímos decir a
personas románticas y enamoradas del quehacer de un artesano o de unas formas

2
estéticas; estas personas querrían detener su propia evolución -a veces desaparición-,
sin tener en cuanta que el artesano es un ciudadano que tiene que buscarse la vida
como cualquier otro.
El horizonte de nuestra vida es muy corto, y, frecuentemente damos categoría
de permanente y tradicional a aquello que nos ha rodeado en nuestra experiencia
vital, especialmente en nuestra infancia. Continuamente somos testigos de
narraciones de personas que cuentan como fueron actores o testigos de la creación de
tradiciones que para la mayoría de sus conciudadanos son inveteradas. Los
antropólogos sabemos que la tradición se crea en el devenir de los tiempos pero
también “se inventa”. El “como siempre”, sabemos que con frecuencia solo oculta
ignorancia o falta de penetración histórica. Es pertinente hacer una referencia a los
conceptos de pureza, autenticidad, originalidad y otros similares que se citan
frecuentemente como adjetivos adjudicados a las tradiciones por no pocos aficionados
o enamorados de la tradición. Esto conceptos son básicamente erróneos cuando nos
referimos las tradiciones porque desconocemos quien otorga estas patentes a la
cultura; el dilema actual es ¿conservamos las tradiciones adaptadas con nuevas
expresiones o funcionalidades, o las perdemos definitivamente en aras de la
pretendida pureza?. En este sentido y a modo de ejemplo, diremos que las cuadrillas
de ánimas del oriente andaluz no son una alegoría decadente del pasado sino una
aportación creativa y lúdica del tiempo presente; en definitiva no es fértil ni sano
fetichizar una determinada etapa del pasado o algunos elementos de ella que
constituyen la tradición.
La tradición y su defensa no puede entenderse como inmovilismo y
encastillamiento, a pesar de que muchos así lo entienden, sino que, puesto que el
cambio es consustancial con la sociedad, debemos mantener un actitud abierta y
comprensiva hacia las nuevas formas culturales, porque la mejor forma de conservar
la tradición es la renovación consciente y fundamentada en un conocimiento profundo
de nuestra cultura del pasado y presente. No suelen ser muy exitosas las actitudes
numantinas nacidas del apego a aquellos elementos culturales que nos acompañaron
en nuestro proceso de educación y socialización y que frecuentemente solo
constituyen vivencias personales, valiosas para las personas en su trayectoria vital,
pero alejadas frecuentemente de la realidad objetiva. La mejor defensa de nuestras
señas de identidad es el estudio profundo y la difusión más amplia a todas las capas
de la sociedad de nuestra cultura, que es tanto como decir nuestras tradiciones.
En última instancia no podemos olvidar que lo más importante es la vida de los
hombres y sus múltiples formas de entender las relaciones con la naturaleza, el mundo
de lo sobrenatural y entre ellos mismos, y que éstos son dueños de su destino y sólo a
ellos toca decidir que hacer con su cultura. A nosotros, como estudiosos de ella nos
cumple advertir de los derroteros que toma y de sus ventajas e inconvenientes, para
proporcionar elementos de juicio para que luego la sociedad decida. En síntesis, el
“arte de vivir” estaría en renovar sin romper dramáticamente con el pasado,
reelaborando a partir de lo actual y adaptándolo a las necesidades futuras.

2. El concepto de folclore: evolución y estado actual


La Real Academia de la Lengua define el Folclore como: Conjunto de creencias,
costumbres, artesanías, etc., de carácter tradicional; una segunda acepción dice que
es: Ciencia que estudia esta materia. Refiere pues la definición tanto al conjunto de

3
elementos que se incluyen habitualmente en el folclore como a la disciplina que lo
estudia. La Real Academia hace bien en recoger esta acepción, pues su tarea es
precisamente ésta, ser notarios de la evolución del lenguaje y adaptarlo de acuerdo
con las normas de nuestra lengua, pues es cierto que en un tiempo y en determinados
países de habla hispana esta actividad ha llegado a ser una disciplina científica.
La realidad actual, tal como hemos recogido en otro lugar, es que esta forma de
conocimiento perdió el tren de las ciencias sociales, está esclerotizada y ha quedado
exclusivamente en manos de aficionados. En donde pervive ha sido siempre feudatario
de la Antropología, la Filología y la Etnomusicología. Así mismo, la Academia incluye en
el adjetivo folclórico: canciones, bailes, costumbres, etc., de carácter tradicional y
también designa a los cantantes o bailarines que ejercen un arte tradicional. Es esta la
voz que refleja la situación actual en España y en gran parte del mundo e incluye las
canciones y bailes, las costumbres, ese cajón de sastre que incluye los
comportamientos tenidos por tradicionales, y también a las personas que practican
estas actividades artísticas.
El viejo concepto de folclore que introdujera Antonio Machado y Álvarez
(Demófilo) en el último tercio del siglo XIX, que lo definía como el saber del pueblo
frente a saberes elitistas, ya no nos es útil por no referirse actualmente más que a una
parte del todo concebido por Machado y Álvarez, que en cierta manera equiparaba al
concepto antropológico de cultura, y a una práctica más que a una ciencia.
Reconocemos que es gratificante tener antecedentes que den carta de naturaleza a las
instituciones y disciplinas que nos importan, porque la antigüedad legítima, pero a
veces ocurre que sólo pervive el nombre de una actividad pero no los contenidos y
significados. Esto ha ocurrido con la idea de folclore de Demófilo, que ha quedado
hueca y vacía de contenido porque se ha tomado la parte por el todo. Es algo parecido
a esas casas reconstruidas de las que sólo se conserva la fachada. La casa, aunque siga
teniendo el mismo aspecto y ocupe el mismo espacio en la calle, incluso aunque
ostente el mismo número y sus medianeras sean las mismas, estamos ante una casa
diferente. A los transeúntes es posible que les pase desapercibido, pero los que la
hayan habitado saben perfectamente que no es la misma. Su distribución interna, el
uso de los espacios, el mobiliario y hasta los recuerdos nos estarán diciendo que es
otra distinta.
Pero además, el folclore tal como se concibe y practica en los últimos años ya no
responde a las características que se le habían adjudicado tradicionalmente, si es que
alguna vez las tuvo: El folclore no es anónimo, ni se trasmite oralmente, ni es popular
ni colectivo. Aclararemos estas afirmaciones porque pueden parecer un poco fuertes.
En todo caso, no tienen obligación de estar de acuerdo con ellas, aunque les ruego que
reflexionen antes de negarlas, poniendo entre paréntesis, aunque sea
momentáneamente, el mucho cariño que le tienen a todo lo relacionado con el
folclore, para así tratar de ver mejor lo que esta pasando a nuestro alrededor. Ha
dejado de ser anónimo en cuanto a sus practicantes, aunque en su origen es
desconocido se han incorporado textos y formas de autores conocidos, por otra parte
los integrantes de los grupos tienen nombres y apellidos, e incluso en algunos casos se
da una progresiva profesionalización; por otro lado, la transmisión no se realiza
exclusivamente de forma oral por observación sino que se efectúa en escuelas de
folclore con maestros profesionalizados. Además, el folclore ya no se ejecuta ni en
fechas ni espacios habituales y con el propósito que se realizaba, sino que se

4
representa cuando lo deciden los participantes, en invierno o verano, en una plaza o
en un tablado. En cuanto al carácter popular, habrá que tener en cuenta si es en
cuanto a su origen o a su ejecución, sin olvidar los continuos intercambios con el baile
culto y las transformaciones que introducen personas concretas de especiales
cualidades artísticas. Por otra parte, los actores del folclore no constituyen unidades
sociales primarias (grupo de parentesco, aldea o pueblo), sino grupos organizados para
este fin exclusivo, el de practicar la danza, el canto y la música.
El folclore, tal como lo entendemos actualmente, incluyendo el baile, el cante, la
poesía, el vestido y el adorno, es una resultante de mutuas influencias en las que lo
popular no es desde luego la única fuente de donde nace pues ha recibido influencias
cultas, tiende a perfeccionarse artísticamente y a profesionalizarse, a ser una etapa de
la vida o a ser una pasión irrefrenable que dura toda la vida. A este respecto diré que
resulta curioso y paradójico que a los grupos e individuos profesionalizados, que ponen
en escena con gran maestría ciertas formas tradicionales y que recorren España, la
América hispana y otras partes del mundo, se les excluye sistemáticamente del
movimiento folclórico. Estos artistas ponen mucho énfasis en el espectáculo y en la
coreografía y prestan menos atención, cuando no los mixtifican, a los orígenes y a la
“autenticidad” de las manifestaciones. Las desaparecidas compañías de María Rosa o
de Antoñita Moreno, que interpretaban bailes parecidos o iguales a los de los grupos
folclóricos, creo que nunca se han puesto como ejemplo del folclore bien realizado, y
yo me pregunto ¿por qué?
Tengo la sospecha que la degradación del término folclore y folclórico/a tiene
mucho que ver con esta actitud ¿Seguirá ocurriendo este fenómeno en el futuro? Para
hacer más compleja la paradoja añadiré que en el caso del flamenco ocurre todo lo
contrario, es decir los profesionales constituyen un modelo a seguir e imitar por los
aficionados y el público. En el repertorio de folklore de muchos grupos podemos
apreciar que es una resultante de las mutuas influencias entre lo popular y lo culto, y
lo popular no es desde luego, la única fuente de donde nace. El folclore era y sigue
siendo colectivo, pero estos colectivos están organizados en grupos o asociaciones de
aficionados, legalmente constituidas, grupos reconocidos por su antigüedad, o en
compañías artísticas profesionales.
En síntesis, el folclore tiende a convertirse en un arte de raíces básicamente
populares aunque no exclusivas, con propensión a perfeccionarse artísticamente y
consecuentemente a profesionalizarse en unos casos ,y a llenar los deseos de
expresión artística o corporal de los participantes, en otros. El deseo, oído a muchos
miembros de grupos folclóricos, de ser tratados dignamente en las giras tiende a la
profesionalización. Esto no obsta para que los grupos y asociaciones sigan
manteniendo el carácter voluntario y no profesional y que éstos se constituyan en
canteras de donde salgan los más destacados para profesionalizarse o en educadores
de nuevas generaciones. El cambio cualitativo se dará cuando el folclore salte de las
plazas a los teatros. El teatro de profesionales, por ejemplo, para nada excluye ni
elimina al de aficionados, pues cumplen funciones muy distintas; en el primer caso
constituye un modo de vida mientras que en otros es una forma de cultura y ocio.

3. Presupuestos básicos y vicios en la concepción del folclore


Les enunciaré a continuación una serie de postulados básicos sobre los que
fundamento mi actitud ante el folclore, que es lo mismo que decir la metodología con

5
la que abordo su concepción. Estas afirmaciones nacen de las lecturas y de la
observación personal, y que en manera alguna tienen carácter científico, es decir que
no han sido contrastadas. Tienen, por tanto carácter de ensayo, aunque algunas de
ellas están bastante aceptadas. El folclore, se dice, es tradicional, auténtico,
inalterable, anónimo, y representativo del ser más esencial de un pueblo; pasemos a
analizar estas afirmaciones que se han venido repitiendo, y que sin en otro tiempo,
fueron ciertas actualmente no lo son.
1. Lo que habitualmente denominamos con el término popular o tradicional, y el
folclore se precia de serlo, tiene sus propios procesos de transformación, es por tanto
algo cambiable, como lo son todos los elementos de la cultura humana, incluso los que
consideramos inmutables. No se pueden seguir aceptando los principios de
autenticidad, inmovilidad y homogeneidad aplicados al folclore. Es cierto que éste se
ha transmitido fundamentalmente por vía oral pero, tengamos en cuenta que la
oralidad ha sido la forma de comunicar y trasmitir el conocimiento de la mayoría de la
humanidad durante la mayor parte de su presencia en la tierra. Por otra parte, no se
puede seguir manteniendo la creencia de que el folclore es siempre original y nacido
del pueblo sino que en gran manera surge o se reelabora a partir de expresiones
burguesas, elitistas o eruditas. El folclore era así mismo expresión de las habilidades
expresivas de hombres y mujeres y ha cumplido hasta hace pocas décadas la función
de aproximar a los sexos de cara a la producción y reproducción (Beltrán, 1980).
2. El folclore no puede considerarse ni lo más genuino, ni lo más distintivo, ni el
único aspecto que define a un pueblo, ni por supuesto, en expresión acuñada, el alma
de un pueblo. El folclore tal como lo entendemos la mayoría, es un conjunto de
manifestaciones fundamentalmente estéticas de los grupos humanos, relacionadas
con la cultura pero con cierta autonomía. El folclore no evoluciona al ritmo de otros
aspectos de la cultura e incluso puede ser encapsulado temporalmente pero no de
forma definitiva. No puede explicarse el desarrollo del folclore sin tener en cuenta las
circunstancias históricas, políticas, económicas, educativas, etc. No sería comprensible
el tipo de desarrollo del folclore que se dio de la mano de la Sección Femenina de
Falange Española a través de los Coros y Danzas, sin una determinada concepción de
España: autoritaria, unitaria y centralizada; sin una determinada concepción de la
mujer, de su papel en la sociedad y de sus valores morales; sin una economía
básicamente agraria, autárquica y poco desarrollada. Falta por hacer un estudio, al
menos yo no lo conozco, sobre la influencia de la Sección Femenina y la Obra Sindical
de Educación y Descanso en el folclore y no haré leña del árbol caído sin conocimiento
de causa.
Tampoco sería entendible sin la referencia anterior la crisis que durante la
transición política de finales de los setenta sufrieron las asociaciones y manifestaciones
folclóricas tras el derrumbe del régimen político anterior, así como la desconfianza que
despertó en las nuevas autoridades democráticas. Igualmente no sería comprensible
la aceptación y apoyo de las instituciones autonómicas y locales al folclore, una vez
superado ese temor que identificaba al folclore y a sus practicantes con el gobierno
autoritario, apoyo no tan fuerte como algunos quisieran y no siempre valorándolo en
la importancia que creemos tiene. El folclore ha pasado de ser expresión de la “unidad
de los hombres y las tierras de España”, a característica y manifestación clara de la
idiosincrasia de los pueblos y de su identidad; desde mi atalaya personal, diría que era
falso lo primero y no es totalmente verdad lo segundo.

6
También es necesario valorar la importancia que se ha empezado a conceder a la
educación artística -los conservatorios están abarrotados, las bandas de música crecen
por doquier y las flautas dulces se venden por millares-, como expresión de la
capacidad económica de los ciudadanos. Ello permite no tener que dedicar a los niños
y jóvenes al trabajo productivo y adquirir los instrumentos musicales y uniformes sin
gran sacrificio y como forma de empleo el ocio y tiempo libre y de los deseos de
mejorar su educación. También es importante tener en cuenta la capacidad de
participación de los ciudadanos en la vida pública, lo que les hace influir en las
decisiones de las autoridades y hacer frente a situaciones que antes se esperaban
exclusivamente de las administraciones.
3. El folclore no es sustantivo ni permanente sino cambiante, tampoco es un
producto genuino, original o puro, sino el resultado de la reelaboración de muchos
rasgos, propios y ajenos. Y a pesar de la creencia y la continua defensa que hacen
recopiladores y grupos folclóricos, sobre la autenticidad de sus aportaciones, el hecho
es que, aunque solo sea por la marcada personalidad de un maestro de danza o guión
de una cuadrilla, ya se está modificando; así no solo fue la Sección Femenina, la que
introdujo modificaciones en bailes y danzas sino prácticamente todos los grupos. Las
cuadrillas, danzantes, campanilleros, animeros y cantores de la aurora o animeros de
hoy no son los de ayer; sus rituales se conforman con significados nuevos y no como
reimplantaciones de atávicas tradiciones incrustadas en pleno siglo XXI (Luna, 2000:
22). Los antiguos significados se han transformado en otros más cercanos a lo lúdico e
identitario. A estas alturas sabemos que muchas de las tradiciones, por la que no pocos
pondrían la mano en el fuego, son muy recientes o han sido inventadas, y no le doy
ningún sentido peyorativo al término inventado. Para nosotros, la creación o
invención tiene un valor pleno por cuanto es expresión de la capacidad humana de
crear: queremos significar que una creencia, canción, o danza creada por una persona
individual o por un colectivo es aceptada e incorporada a las costumbres y rituales de
una comunidad. Por tanto los calificativos de pureza y autenticidad que tanto se
utilizan entre recopiladores y practicantes del mismo aplicadas al folclore no tienen
demasiado sentido. Toda música o danza generalmente se conforma a partir de formas
preexistentes reelaboradas con las provenientes de otras áreas culturales y/o sectores
sociales elitistas.
Por otra parte la permanencia de ciertas formas de música y danza no indican
que cumplan las mismas funciones para las que surgieron, así el folclore que como
todos sabemos esta cargado de insinuaciones eróticas, propias de una sociedad
constreñida sexualmente, no tiene mayor sentido en nuestra sociedad que da
satisfacción a esta necesidades por otras vías. Ello no quiere decir que no se utilicen
pero en todo caso, estamos ya ante una representación más que en una expresión de
sentimientos y deseos. De igual modo, en el pasado ciertas danzas y bailes folclóricos
cumplían la función explícita de embellecer el culto público a las imágenes de especial
devoción, además de otras latentes, como la interrupción de las labores productivas y
cotidianas, además de facilitar las relaciones entre géneros para de este modo
favorecer la creación de nuevas parejas de acuerdo con los preceptos y valores de la
sociedad. Ya no hay que ir al baile de ánimas para buscar novio o novia, ni para
recaudar fondos para la parroquia, actualmente tienen más sentido los fines sociales,
culturales, de engrandecimiento de la propia fiesta o, simplemente como ocio (Luna,
2000: 28). Tampoco serían necesarios los despertadores, campanilleros o auroros que

7
llamaban a los vecinos en la madrugada para el rosario de la aurora. Estas formas de
culto cargadas de expresiones folclóricas han perdido sentido para la mayoría, de
suerte que lo que era en otro tiempo práctica generalizada se halla refugiada en unas
pocas poblaciones y si algunos grupos siguen cantando y tocando en unas pocas fechas
del calendario litúrgico es por defender la tradición y la singularidad de su propia
población. Así, los grupos para el ritual festivo, entre los que incluimos las cuadrillas
del suroeste español o las pandas de verdiales de los Montes de Málaga, cumplen en la
actualidad y en algunos casos desde hace muchos, funciones sociales y culturales bien
diferentes para las que fueron creados.
No son menos importantes las funciones sociales que cumple actualmente el
folclore: fomenta la sociabilidad y la convivencia entre géneros y grupos de edad en
ensayos, actuaciones y viajes, favoreciendo la transmisión del saber. Existen hoy pocas
ocasiones en que los ancianos se relacionen tan activamente con los jóvenes
trasmitiéndoles sus conocimientos y experiencias como en las asociaciones folclóricas.
Así mismo, estas asociaciones dan sentido al tiempo libre, contribuyendo a paliar
algunos de las lacras de la sociedad que inciden específicamente en los jóvenes. Estos
encuentran sentido práctico al aprendizaje de la música en los centros de enseñanza.
Por otra parte, en los grupos encuentran acogida ciertos jóvenes que se sienten
rechazados por la sociedad y a la vez dan salida a su sentido artístico.
4. El Folclore no es estrictamente popular. Si alguien cree a pies juntillas que las
cofradías y las cuadrillas de ánimas son de raigambre popular que eche una ojeada a la
historia de las órdenes religiosas mendicantes o visite las parroquias más antiguas. En
estas encontrará invariablemente un retablo de ánimas y en ocasiones con una
cofradía para su culto, aunque esté fusionada con otras de gloria o penitencia, nacidas
de los decretos de los concilios. Por su parte las órdenes promovieron muchos rituales
como los rosarios de la Aurora, los vía crucis o las procesiones de Semana Santa y otras
tantas cofradías de la Virgen del Rosario y la Inmaculada. Muchos de estos rituales son
portadores de manifestaciones folclóricas y, desde luego, los padres conciliares y los
frailes no se pueden considerar precisamente hombres del pueblo llano, aunque
trataban de acercarse con su catequesis. En todo caso, estas normas y directrices en
manos de los pueblos, eran modificadas, reelaboradas y adaptadas a sus propias
circunstancias y necesidades, respetando lo que era importante para la jerarquía, sin
plena conciencia del cambio por carecer de referentes escritos. Cunado estas
manifestaciones se escribían, y esto ocurrió pocas veces, ya se estaba fijando en cierta
forma.
5. El Folclore se constituye como una poderosa expresión de identidad local o
comarcal. Las canciones, las músicas, los bailes ayudan a sentirse de algún sitio; se
constituyen en elementos propios y de diferenciación y se valoran como un bien
patrimonial por ser herencia real o supuesta de los antepasados. Hay ciertas formas
musicales y danzas que simbolizan a toda una comarca o región y mas difícilmente a
una nación. La comarca la considera el maestro Caro Baroja la unidad básica en donde
surgieron las diferentes formas culturales y con ellas el folclore. Esta era el espacio más
cercano e intenso de relación y de actividades comunes que inevitablemente dieron
lugar a un folclore de la trilla en unos casos, de la pesca en otros o de la mina en un
tercero. Porque el folclore, como otras formas de la cultura tradicional, responde más
bien a territorios concretos y no demasiado amplios; cuando este salta los límites de la
comarca con frecuencia se debe a movimientos de población cíclicos o permanentes.

8
La repoblación cristiana de Andalucía y la trashumancia han aportado al folclore
andaluz no pocos elementos procedentes de Extremadura, León, Castilla o la Rioja.

4. El panorama actual del folclore en Andalucía


Actualmente existen en nuestro país cientos de agrupaciones de folclore y numerosos
festivales, un número impreciso de cantautores o intérpretes de canciones folk, aparte
de unas danzas singulares y tradicionales, en las que son especialmente ricas las áreas
montañosas de Sierra Morena y las cordilleras Bética y Penibética; es más homogéneo
el valle del Guadalquivir. Convendría cuantificar esta realidad como primer paso para
saber de cuantos y de quienes hablamos y así emprender actuaciones. Vamos a hacer
un breve repaso, por los distintos tipos de entidades y colectivos, que conforman el
folclore en Andalucía (Medina San Román, 2005).
a) Grupos para el ritual festivo (danzaores, auroros, cuadrillas, troveros).
Incluimos en esta denominación, aquellos grupos de folclore que cumplen funciones
en los rituales festivos y religiosos y existen en función de ellos, de forma que no es
frecuente que sus canciones, músicas y bailes se reproduzcan fuera de estos ámbitos.
Han tenido siempre carácter local y están o han estado lejos del concepto de
espectáculo, aunque cada vez más la afluencia de visitantes sedientos de exotismo y
originalidad y la difusión que ello provoca, ya sea en medios de comunicación o en el
boca a boca, hacen que muchos de ellos no puedan entenderse en la actualidad sin ese
público que, cada vez más, es espectador y hace del ritual espectáculo. Algunos de
estos grupos mantienen tajantemente la negativa a actuar fuera del ámbito en el que
nacieron, otros son más flexibles. Pensemos el baile del poleo en la romería de San
Benito en El Cerro de Andévalo (Huelva), en la esquila de Río Tinto, los auroros de
Ronda (Málaga), las cuadrillas de ánimas de Vélez Blanco, las danzas de la virgen de
Fregenal o las Hinojales en honor de la virgen de la Tórtola, así como las pandas de
verdiales de los Montes de Málaga o las cuadrillas de los Vélez. Los auroreros de
Arriate (Málaga) significarían el caso más extremo que conozco; este grupo o parte de
él se ha negado sistemáticamente a salir de la localidad e incluso interpretar sus cantos
fuera de la madrugada. La excepción tuvo lugar en el año 1987, en que tras arduas
gestiones y pugnas internas entre renovadores y tradicionalistas, participaron en un
concierto de música popular en el I Congreso de Religiosidad popular (Sevilla, 1989).
b) Asociaciones y Escuelas de Folklore. Los Coros y Danzas de la Sección
Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las JONS desaparecieron como tales
con la democratización de las estructuras estatales y la reorganización administrativa
de la Secretaría General del Movimiento. Estos grupos, una vez recuperados de la
sorpresa siguieron actuando como tales buscando los huecos que la legislación les
permitía como asociaciones. Con la creación de las comunidades autónomas y la previa
asunción por el Ministerio de Cultura de las competencias de la extinta Secretaría
General del Movimiento, las actividades folclóricas quedaron descentralizadas y bajo
sospecha. Las comunidades autónomas en muchos casos les dieron la espalda,
terminando algunos grupos en manos de los ayuntamientos mientras otros se
independizaban de toda tutela oficial. El resultado ha sido diverso pero en general el
folclore ha ganado en autonomía y cercanía. Se han creado federaciones regionales
para mejorar los resultados pero inevitablemente han surgido divisiones y
enfrentamientos. Algunos ayuntamientos, partiendo del hecho de la existencia de
estos grupos han creado escuelas de folclore con gran éxito, por cuanto ofrecen

9
formación musical no en abstracto sino sobre músicas y danzas concretas, a los niños y
a la vez alientan a los grupos que en ocasiones son la mejor embajada de los pueblos.
c) Festivales y Encuentros de folclore. Los festivales y los encuentros nacen como
caja de resonancia de los grupos locales de folclore, o como tabla de salvación a ciertas
prácticas rituales tradicionales. Veamos un caso, el de los Encuentros de Cuadrillas de
Vélez-Rubio (Almería), éstos, apunta Modesto García, “se ofertan como alternativa a
un modo de celebraciones folclóricas que parece que ya no es viable, -y digo esto con
toda clase de reservas, ya que a juicio de muchos, estos encuentros, y otras
celebraciones parecidas han servido como motor de arranque para la renovación de
este modo de manifestaciones que nos ocupa y que parecían totalmente relegadas ya
al mundo de lo obsoleto-. Esta alternativa se basa principalmente, en hacer llegar a un
gran número de personas la actividad folclórica, que ahora, en su verdadero medio
resultaría imposible ofertar”: los cortijos, están casi abandonados y la actividad
económica se ha transformado o ha desaparecido; y continúa “…los encuentros, o así
lo pretendemos, pudieran ser el sustituto, con sus lógicas limitaciones, de la gran
celebración folclórica por excelencia que no es otra que el Baile de Ánimas... Siempre
conscientes, claro está, de que estos actos son sólo reflejo de aquellas manifestaciones
en su ambiente natural”. Estos encuentros, según el autor mencionado, no serían un
mero ejercicio de rescate sino un intento de reanimación de algo dormido pero no
muerto (García, 1986).
Traigo este ejemplo aquí, porque constituye uno de los casos en los que se ha
probado la permanencia. No se trata de un mero intento voluntarista, pues ha existido
un proyecto y unos objetivos, que han terminado arraigando como si de una vieja
tradición se tratara. Las cuadrillas de ánimas de la comarca de los Vélez, recorrían las
calles de los pueblos, aldeas y cortijos en nombre de las ánimas pidiendo limosnas;
actualmente se centran fundamentalmente en las actuaciones de los grupos
comarcales e invitados de otras zonas en la plaza delante de monumental la iglesia
parroquial de la Encarnación, y en encuentros esporádicos en bares. Entre las
celebraciones tradicionales y las actuales hay grandes diferencias: son distintos los
objetivos, los fines y el modo de realizarlos y por tanto sus funciones sociales y
culturales. Sólo las músicas permanecen, pero ni siquiera las letras de las cuadrillas,
que se adaptan a las circunstancias y acontecimientos de cada momento.
Las ánimas y el Purgatorio ya no forman parte sustancial de las creencias de los
fieles y de la pastoral de la Iglesia, como ocurriera en otro tiempo pasado: los altares y
retablos de ánimas están casi abandonados y arrinconados porque el culto público a
las ánimas ha descendido notablemente. Las imágenes de la Virgen y Cristo ocupan el
panteón cristiano de estas latitudes y a ellas dedican sus devociones, amén de una
concepción cristiana menos punitiva. Consecuentemente las hermandades de ánimas y
las cuadrillas de ellas dependientes han decaído, han sido asimiladas por otras o,
simplemente han desaparecido pues sus funciones sociales han pasado a ser
desempeñadas por compañías de seguros. ¿Qué sentido tiene seguir pidiendo por las
ánimas, si todos los condicionantes han sido modificados o desparecido?; ¿Cómo
habría de conservarse un ritual -que no era sólo folclórico, sino profundamente
arraigado en la cultura y en las creencias religiosas- tan complejo, si le fallan sus
cimientos? ¿Qué funciones socioculturales cumplen entonces, los Encuentros de
Cuadrillas?, nos preguntaríamos para concluir. Estos se quedan con lo más lúdico y
artístico: la música y los bailes y los eleva a un escenario, convirtiéndolos en un

10
espectáculo que se pretende que sea una atracción para los vecinos, llenando así el
ciclo festivo de la Navidad, y a la vez promocione a la comarca. Simultáneamente, los
grupos folclóricos participantes de dentro y fuera, refuerzan su propio proyecto de
estudio y divulgación del folclore autóctono, sintiéndose arropados por otros grupos
similares. De esta forma, los rituales navideños en los que en otro tiempo se cantaba
para celebrar el nacimiento del niño Jesús y en lo que a la vez se recaudaba dinero y
bienes para el culto a las ánimas se han transformado en un festival, que no concurso,
en el que se encuentran las cuadrillas del sureste español.
d) Cantautores y Folcloristas. En esta difícil clasificación de entidades y
colectivos que hacen música folclórica hay que considerar también a las
individualidades y pequeños grupos que cantan inspirándose en la tradición, tal es el
caso paradigmático de Joaquín Díaz. Estos beben de la tradición y la reelaboran con
mayor o menor acierto porque, como dice Manuel Amezcua, son conscientes “de que
la mejor manera de conservar es transformar, y así reinterpretan la música popular
proveyéndola de una nueva estética que la haga apetecible a los oídos de nuestros
días. Invitan a evolucionar a los viejos instrumentos musicales que, sin olvidar para lo
que fueron concebidos, provocan nuevos sonidos que son capaces de ocupar un
puesto entre los gustos musicales del momento, aunque este sea difícil de clasificar”
(Amezcua, 1997).
Deficiencia común a estudiosos y practicantes del folclore sigue siendo la falta de
la doble formación necesaria: musical y antropológica. Es poco frecuente encontrar
personas interesadas en el folclore que aúnen una buena formación en ciencias
sociales y humanas con una adecuada formación musical. Existen muchos músicos
pero muy pocos musicólogos, y desde luego los antropólogos no suelen conocer ni el
pentagrama. Los únicos centros donde se estudia folclore, debemos entender folclore
musical, son los conservatorios.

4. El folclore como educación estética y corporal


La generalización del interés por la educación musical es consecuencia de una
concepción de la educación integral del hombre y va unida al desarrollo
socioeconómico que permite prolongar la edad educativa. El tiempo en que los
ciudadanos sólo sabían leer y escribir y las cuatro reglas hace mucho tiempo que lo
hemos dejado atrás, pero no hace tanto como para que muchos de los que estamos
aquí no hayamos podido comprobar como la mayoría de nuestros compañeros de
escuela no superaban el nivel elemental. Hoy la educación musical y corporal
constituye una realidad que las administraciones y otras instituciones, aunque creo
que con no demasiado éxito, ofertan, y que bastantes jóvenes desean recibir tanto en
enseñanzas regladas como extracurriculares. Las músicas tradicionales deben
desempeñar un importante papel en esta educación por aquello de que lo cercano
despierta más la atención por ser propio y consecuentemente es más fácil de
transmitir. Para terminar, diré que todas las asociaciones, grupos, cantautores,
escuelas y festivales de folclore contribuyen a la conservación y difusión del
patrimonio cultural. Sólo esto, sería suficiente para que la sociedad reconociera la
meritoria labor que realizan, pero además no pueden olvidarse las de promoción social
y humana. Reconocimiento que yo hago ante los presentes en este acto de forma
pública y fehaciente. Muchas gracias

11
Bibliografía
Amezcua, M., 1997, Crónicas de Cordel. Historia y cultura popular en Jaén. Jaén:
Diputación de Jaén
Arquitrabe, 1980, Folk. Jaén: Diputación provincial
Beltrán Martínez, A, 1980, Introducción al folklore aragonés. I-II. Zaragoza: Guara
editorial
Díaz G. Viana, L., 1992, El Folclore dentro de las disciplinas antropológicas. Tradición y
nuevos enfoques, en III Congreso de Folclore andaluz, pp.29-40. Granada:
Centro de Documentación Musical de Andalucía
Díaz G. Viana, L., 1999, Los guardianes de la tradición. Ensayos sobre la invención de la
cultura popular. Oiartzun: Sendoa editorial
García Fernández, F. (coord.), 1986, I Congreso de Folclore Granada. Granada: Centro
de Documentación Musical
García Jiménez, M., 1992, Zona folclórica. Un ejemplo metodológico. La zona de
cuadrillas, en III Congreso de Folclore andaluz, pp. 205-217. Granada: Centro de
Documentación Musical de Andalucía
García Jiménez, M. (Coord.), 1996, Música tradicional de Andalucía. Málaga: Talleres
de patrimonio de Andalucía. Consejería de Educación y Ciencia
García Matos, M., 1971, Danzas populares de España. Andalucía I. Madrid: Sección
Femenina del Movimiento.
Luna Samperio, M. (coord.), 1989, Grupos para el ritual festivo. Murcia: Editora
Regional de Murcia.
Luna Samperio, M., 2000, Cuadrillas y Hermandades de Ánimas en el Sureste español.
Universidad de Murcia (Tesis doctoral)
Medina San Román, M. del C., 2001, Asociaciones y Grupos folclóricos Proyecto
Andalucía. Antropología, Sevilla: Publicaciones Comunitarias, vol. 12, pp. 328
358
Rodríguez Becerra, S., 1985, La obra de Luis Montoto. Aportaciones a la Historia de la
Antropología cultural española, Actas del II Congreso de Antropología, Madrid:
Ministerio de Cultura, pp. 106-109.
_________ 1985, Orígenes y estado actual de la Etnología y el Folklore en Cádiz, en
Provincia de Cádiz, IV. (J. Rodríguez-Piñero, dir.), Sevilla: Editorial Gever,
pp. 13-23.
_________ 1986, Etnografía y Folklore en Andalucía, en La Antropología cultural en
España.
Un siglo de Antropología. A. Aguirre (ed.), Barcelona: P.P.U, pp. 267-319.
_________ 1987, Etnografía y folklore en Extremadura. Aportaciones a la historia de la
Antropología cultural española", Revista de Estudios Extremeños, vol. XLIII-1,
pp. 661-684.
_________ 1988, Origen y evolución del Folklore en Andalucía, [Actas] I Congreso de
Folklore
Andaluz. Centro de Documentación Musical de Andalucía, Granada, pp. 19-32.
_________ Folklore, etnografía y etnología en Andalucía", en Historia de la
Antropología Española, Barcelona: Editorial Boixareu Universitaria, pp. 389-407.
_________ 1998, La herencia rechazada: Antonio Machado y Álvarez y el clima
intelectual del 98. Revista de Antropología Social, núm. 7, 1998, pp.215-229 (en
colaboración con E. Baltanás).

12
_________ 1999, El folklore, ciencia del saber popular. Historia y estado actual en
Andalucía, Revista de Folklore, núm. 225, pp. 75-80
_________ 2000, Las romerías, fiestas de exaltación religiosa y de los sentidos, en VII
Congreso de Folclore Andaluz: Las romerías como manifestación del sentir
popular, Acofa Andalucía, Jaén, pp. 203-216
_________ 2002, La Revista Demófilo y la Antropología cultural en Andalucía, Revista
de Dialectología y Tradiciones Populares, tomo LVII, pp. 163-194 (en
colaboración con M. C. Medina).
Rodríguez Becerra, S. (coord.), 2001-2005, Proyecto Andalucía. Antropología, Sevilla:
Publicaciones Comunitarias, 12 vols.
Sección Femenina de Córdoba, 1983, Danzas de Córdoba. Córdoba: Monte de Piedad y
Caja de Ahorros de Córdoba. Recopiladas entre 1940-50
Torres, N., 1992, Enseñanza del folclore musical andaluz en la Escuela Municipal de
Folclore de Almería, en III Congreso de Folclore Andaluz, pp.193-204. Granada:
CDMA

13

También podría gustarte