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SP aa A e \ [Biba atin 3 SUSI HASEL MUNDY Reg A058 La electrizante historia de un soldado y su familia que se atrevieron a practicar su fe en la Alemania de Hitler ASOCIACION CASA EDITORA SUDAMERICANA Av. San Martin 4555, B1604CDG Florida Oeste Buenos Aires, Republica Argentina Titulo del original: A Thousand Shall Fall, Review and Herald Publishing Association, Hagerstown, MD, Estados Unidos, 2004. Direccién editorial: Rolando A. Itin Traduccién: Rolando A. Itin. Diagramacién y tapa: Néstor Rasi IMPRESO EN LA ARGENTINA Printed in Argentina Primera edicién Primera reimpresin MMVI- 4M Es propiedad. © Review and Herald Publ. Assn. (2004). © ACES (2004). Queda hecho el depésito que marca la ley 11.723. ISBN- 10: 987-567-027-8 ISBN- 13: 978-987-567-027-3 Hasel Mundy, Susi Mil caeran / dirigido por Rolando A. Itin - 18 ed., 1 reimp. - Florida : Asociacién Casa Editora ‘Sudamericana, 2006. 238 p.;20x 14 cm. Traducido por: Rolando A. Itin ISBN 987-567-027-8 1. Literatura piadosa. |. Itin, Rolando A., dir II Itin, Rolando A,, trad. Ill Titulo. co 242 Se termino de imprimir el 19 de mayo de 2006 en talleres propios (Av. San Martin 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires). Prohibida la reproduccién toual o parcial de esta publicacién (texto, imAgenes y dis- efio), su manipulacién informética y transmisién ya sea electr6nica, mec4nica, pot fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor. —101624— Dedicatoria A la memoria de Gerhard (1935-1994), quien me estimulé a escribir este libro. ~™’ Achtung ;Ersatzcaffee Frau Fiihrer Gauleiter Guten Morgen Guten Tag Gymnasium Hauptmann herr Sawohl Luftwaffe Mutti Onkel Papa Reich Streng verboten Tante Wehrmacht @Glosario jAtencién! j;Cuidado! Sustituto del café, hecho con granos tostados Sefiora Conductor; titulo dado a Adolfo Hitler Jefe de distrito Buenos dias Buenas tardes Escuela secundaria en Alemania Capitan Sefior Si; Por supuesto Fuerza Aérea Mamita Tio Papito; Papa (en alemén es palabra grave, como si fuera Papa) Reino; Imperio Terminantemente prohibido Tia Ejército Contenido VAVISetor Sac ters auneraeepnnionn| aalovp steve eha ate 8 La conscripcién ... El campamento de entrenamiento ..........- 19 Presiones politicas en casa ...... 000000 eevee 29 EnPranciajy Polonia ccs.tsicapvncten sven ser! 41 En la Selva Negra .... 2.20. - 02. eee eee! 51 Eny Weranitan nsiee sires 2eticiee oa oe oysleteseae Tee 62 La @asa Patda) 2 acteristic seach ae 73 Batallade:tnivitne cence as reeves asatecese stature 85 El nacimiento de Susi seers ernssece osejeserateces 98 Salvado por un angel ..... 6.6.0.0 00sec ves 1 En-Eschenrod! ox. vice crow union ones 124 Enel Céucaso ....-.. 0.0. c eee eee eee 136 LaividalensFrankfurt: a: ssaycsumpites wows 143 Esttidios DIDICOS! sossiac susan nonetacn coca 158 Llegan los norteamericanos .............++ 167 Retirada Retormoja( Casas, ‘aevarse asst tncimieatin tian 196 Rescate itivertial: (2... ....rere cee ereceneynin ener nie 208 Paquetes de Norteamérica ..............-. 219 Lo que pas6 después ......0....002 eee ee ee 226 Epflogo ... 2... c cece cence eee eee ene 236 Al lector Esta es la historia de mi familia durante la Segunda Guerra Mundial. El informe esta basado en los recuerdos de los participan- tes. Por escrito y en cintas magnéticas mis padres registraron los eventos con meticulosos detalles. Mis hermanos y hermanas me contaron sus recuerdos, Debo mencionar, sin embargo, que me he tomado ciertas liber- tades al contar la historia, particularmente las que tienen que ver con la secuencia exacta de los eventos y quién dijo a qué persona qué cosa. Ademds, algunas veces he combinado dos o mas personas en una cuando senti que era necesario por claridad y simplifica- cién. Sin embargo, mi intencién fue siempre iluminar mas brillan- temente la verdad. Es mi esperanza que este libro sea un estimulo para el pueblo de Dios durante el tiempo del fin. Castillo fuerte cs nuestro Dios Martin Lutero Castillo fuerte es nuestro Dios; defensa y buen escudo. Con su poder nos librara en este trance agudo. Con furia y con afaén acésanos Satan. Por armas deja ver astucia ‘y gran poder; cual él no hay en la tierra. Luchar aqut sin el Sefior, cudn vano hubiera sido. Mas por nosotros pugnard de Dios el Escogido. @Sabéis quién es? Jestis, el que vencié en la cruz; Sefior de Sabaoth, omnipotente Dios, él triunfa en la batalla. Aun cuando estén demonios mil prontos a devorarnos, no temeremos, porque Dios vendrd a defendernos. Que muestre su vigor Satan, y su furor; dafiarnos no podra, pues condenado esta por la Palabra santa. Sin destruir la dejara, aunque mal de su grado: es la Palabra del Sefior que lucha a nuestro lado Que leven con furor los bienes, vida, honor, los hijos, la mujer, todo ha de perecer; de Dios el reino queda. CAPITULO 1 a conscripcion ~jNadie, nadie, podra derrotarnos! Con la barbilla en alto, el maestro contempl4é los rostros solem- nes de sus alumnos de tercer grado. Corria el afio 1939, y la mayorfa de sus conciudadanos de Frankfurt compartian la confianza del maestro. Después de todo, ino lo habfan demostrado su Patria y su Fithrer [“conductor”, nom- bre dado a Hitler] en las dos tiltimas décadas? El trabajo duro de los alemanes, el control de calidad aleman y la tozudez alemana los ha- bian elevado de ser los pobres destruidos por la guerra a ser la na- cién mas dindmica de Europa. El futuro pertenecia al Reich [“tei- no”, nombre dado al pais}. Somos el pueblo mas fuerte sobre la tierra —le dijo a su clase—. Y el mejor de todos, nifios, porque si alguno se atreviera a invadir nuestro espacio aéreo, tenemos las baterfas antiaéreas. Kurt Hasel, de nueve afios de edad, se senté més derechito. Apret6é sus labios y aspir6 una bocanada de aire por la nariz. Estas baterias estan ubicadas por toda Alemania —continu6 el maestro. Estan calibradas con tanta precisién que pueden derribar un aeroplano en vuelo. Por esto Alemania sera victoriosa. La mirada de Kurt se pase6 orgullosamente por la ventana. A través de ella podia ver el sol que brillaba sobre los frondosos arbo- les verdes. Esta era su Alemania, su patria, el pafs més grande del mundo. —Mutti [mamita] —le dijo a su madre esa tarde-, no seria ma- ravilloso ganar la guerra? La madre puso ambas manos sobre sus hombros y lo hizo girar para mirarlo de frente. ~Kurt. —jQué? MIL CAERAN Su voz sonaba seria. —Deseo que recuerdes algo. El traté de alejarse retorciéndose, pero ella lo sostuvo con fir- meza. —Si ganamos la guerra, significa que les hemos quitado sus pai- ses a otras personas. -jCémo? —Millones de personas perderan sus hogares y sus vidas —la ma- mA solté los hombros de Kurt pero sus brazos lo rodearon estrecha- mente, y su voz salia por sobre su cabeza oscura-. Los nifios seran separados de sus padres y hermanos y hermanas. Tal vez nunca vuelvas a ver a Gerd y Lotte —le dio un pequefio apretén y lo sacu- dié un poco-. La guerra es un error, Kurt. Matar es malo. Dios quie- re que los Hasel sean pacificadores. —Sin embargo —dijo Kurt con terquedad, y su voz se ofa amorti- guada contra el pecho de la madre-, serfa muy excitante ver c6mo derriban los aviones y los hacen caer del cielo. En 1939 Franz y Helene Hasel y sus vecinos sabian que Adolfo Hitler realmente se estaba preparando para la guerra. Y como to- dos los demés, la pequefia familia adventista del séptimo dia se ha- bia estado preguntando qué les depararfa el futuro. Pronto lo sabrian. Un sdbado calido, después del culto, entraron al vestibulo del edificio de departamentos donde vivian. Lotte, de seis afios de edad, corrid hasta el buzén para la corres- pondencia que les pertenecfa, y miré por la ranura. —Papa, hay correspondencia —dijo alegremente. Franz abrié el buzén y sac6é un manojo de cartas. Repasdndolas répidamente dijo: —S6lo cartas comerciales. Pueden esperar hasta la puesta del sol. Helene prontamente calenté el almuerzo acostumbrado de los sdbados, que consistia en pan negro y sopa de lentejas que habia preparado el dia anterior. 12 LA CONSCRIPCION ~jPodemos ir hoy al Paraiso de las Aves? El dia esta tan bonito hoy —pidié Kurt. Lotte y el pequefio Gerhard (la familia lo Ilamaba Gerd) de cuatro afios dijeron en coro: -iSi, por favor, por favor, Papa! Franz dio una mirada anhelosa a una pila de libros que tenfa so- bre la mesa. Le gustaba estudiar la Biblia y los escritos de Elena G. de White, y habfa estado ansiando una tarde tranquila en su hogar. Suspir6, y asintid. La caminata pronto los alejé de la civilizaci6n hacia una amplia expansién de campos abiertos que se extend{fa detras del gran com- plejo de departamentos donde vivian. A los nifios les deleitaba ca- minar por los angostos senderos a través de los campos cuya cose- cha estaba madurando. Flores azules y amapolas rojas aparecfan en- tre las espigas de trigo todavia levemente verdes que los superaban en altura. —Juguemos a que somos los hijos de Israel —dijo Kurt-. Estamos caminando por el mar. Aquellas flores son peces. Un poco més tarde la familia Ilegé hasta la orilla de las vias del tren. Cruzaron cuidadosamente sobre ellas, y escucharon el leve murmullo que se ofa sobre las vias. Una vez del otro lado, se recos- taron sobre el pasto fresco. -jUn tren! —grité Lotte. Cuando el veloz tren de pasajeros pasé frente a ellos por las vias, el pequefio Gerd se aferré de las faldas de su madre, mientras Kurt y Lotte saludaban al maquinista y a los pasajeros sonrientes. Esta vez, el maquinista, amistoso, hasta hizo sonar el silbato del tren, saludandolos. Fue un dia muy especial, que los niiios recorda- rfan como el ultimo dia de felicidad, sin preocupaciones, en varios afios. Una vez que el tren desaparecié, la familia camin6 por el sen- dero arenoso que corria a lo largo de las vias, hasta que llegaron al lugar que ellos Ilamaban el Paraiso de las Aves. Era como un jardin 13 MIL CAERAN secreto rodeado por un cerco vivo, alto y tupido. No habia portén, y ningtin ojo podfa penetrar ese cerco. Pero los cantos mds melo- diosos de los pajaros flotaban en el aire de ese lugar misterioso. Helene y Franz se sentaron a la sombra del cerco vivo, y en voz baja conversaron sobre el amenazador clima politico de esos dias. Lotte comenzé6 a juntar flores silvestres mientras Kurt y Gerd reco- gian piedrecitas hermosas y caracoles. Cuando comenzé a soplar una suave y fresca brisa por la tardecita, la familia comenz6 el re- greso a c: Después de la cena y el culto de despedida del sébado, Franz buscé el manojo de cartas. —Muy bien, veamos quién nos escribis —dijo, mientras las api- laba sobre la mesa en grupos. De repente se detuvo, observando con atencién un sobre con aspecto oficial. —Helene. No puede ser. Pero pienso... Corté un extremo del sobre y sacé una hoja de papel doblada. Helene miré por sobre su hombro. -Es imposible -dijo ella—. Tu tienes 40 afios de edad. Debe ha- ber un error. La voz de Franz, generalmente tan confiada, ahora sonaba con- fusa y torpe. —Pero es asf. Es una carta de la oficina de reclutamiento. Debo presentarme en el centro de reclutamiento en Frankfurt el lunes a las 8 de la mafiana. —jEste lunes? —Este lunes. En dos dias. Helene y Franz se miraron -Yo pensé que era demasiado viejo. En cambio, parece que soy uno de los primeros en ser llamado a la conscripcién. Llamé6 a los nifios, los condujo a la sala de estar y les dijo que se sentaran. Entonces les explicé que habia sido llamado para ser un soldado. 14 LA CONSCRIPCION Lotte comenzé a llorar. -A los soldados los matan en la guerra —decia entre sollozos—. iVas a morir? Franz abrié su boca para responder, pero antes de que pudiera decir nada, Kurt dijo despectivamente: -No seas tonta, Lotte. Alemania es el pafs mas fuerte del mun- do. Los otros soldados moriran, no los nuestros. —jPapa no va a morir, entonces? —pregunté Lotte con un asomo de esperanza. —Por supuesto que no -replicé Kurt-. Tenemos armas poderosas que nadie puede vencer. Y tenemos las baterfas antiaéreas que pue- den derribar los aviones en el cielo si nos atacan. Ganaremos la guerra, y Papa ser4 un héroe, y Alemania gobernard el mundo. El rostro de Franz empalidecié. Un adventista del séptimo dia devoto era decididamente un pacifista. No habia sospechado cudn completamente su hijo mayor, de nueve ajios, habia aceptado las metas de Hitler de hacer de Alemania el centro en expansién de un superpoder, “el Tercer Reich”, que durarfa 1.000 afios. ~Kurt. Hijos. Esctichenme. Gerd se senté sobre las rodillas del padre, y comenz6 a chupar- se el pulgar. Franz traté de explicar por qué la guerra era mala y que Hitler era un hombre malo que no amaba a Dios. Kurt escuché, pe- ro la posicién de su pequefto mentén mostraba que todavia pensa- ba que ser un soldado serfa una gran aventura. El lunes, en la oficina de reclutamiento, Franz tuvo su examen fisico. Luego Ilené una hoja larga con informaciones y se la pasé al oficial que estaba a cargo de la oficina. -Sefior -le dijo cortésmente-, yo soy un cristiano adventista del séptimo dia y un objetante de conciencia. Me gustarfa servir como auxiliar médico. El oficial lo miré de arriba abajo. —Adventista del séptimo dia -repitic-. Nunca of hablar de ellos. 15 MIL CAERAN —Hey, Hans, jsabes algo de los adventistas del séptimo dfa? -gri- t6 hacia el otro extremo de la sala. —Son como los judios, guardan el sabado —le respondié Hans, también a los gritos. El oficial le eché una mirada funesta. —Bueno, entonces dijo finalmente-, jqué harfas si estuvieras cuidando a un soldado herido y el enemigo iniciara un ataque? —Me acostarfa encima del soldado herido y lo protegeria con mi cuerpo, sefior. —jClaro! —y el oficial movié la cabeza, y luego le dijo molesto—: No tenemos lugar para cobardes en el ejército aleman. Revisé algunos papeles, y luego escribié el destino de Franz en el formulario de ingreso. Franz habfa sido asignado para servir co- mo soldado raso en la Compafifa de Zapadores Park 699. Franz tragé saliva. El conocia bien a la compaiifa de zapadores: a los 18 afios habia servido con ellos durante la Primera Guerra Mundial. Los zapadores eran unidades de ingenierfa que prepara- ban el camino para el avance de los ejércitos. También sabia que la prestigiosa Compafifa 699 tenja la tarea de construir puentes don- de quiera Hitler planeaba hacer su préximo avance. Esto significa, pens6 Franz para sf, que los soldados en la 699 siem- pre estardn entre los primeros alemanes que entren a territorio enemigo. Sin duda el oficial lo habia puesto en las lineas del frente porque odiaba a los hombres que no apoyaban los esfuerzos militares de Hitler. -No se quede ahi parado, soldado —rugié el oficial-. Camine, tenemos otras personas que procesar. Franz se fue a la barraca donde entregaban los uniformes, y le dieron el suyo. Era de un color verde griséceo, del ejército aleman. Recibi6 un par de pantalones y una ttinica de combate con cuatro bolsillos aplicados, adornos dorados en el cuello, y el emblema del Aguila germana sosteniendo una esvastica cosida por encima del bolsillo delantero derecho. También recibié un ancho cinturén ne- gro de cuero, del cual pod{a colgar la bolsa para el pan y las provi- 16 LA CONSCRIPCION siones. Le dieron un par de zapatos, un par de botas altas, una boi- na, un casco de acero, ropa interior y calcetines. Se le ordend que debia presentarse para el servicio el miércoles de mafiana. De vuelta en casa, los nifios exploraron el uniforme. A Lotte le gustaba llevar su mufieca en la bolsa para las provisiones. Los di- versos compartimientos eran apropiados para un biberén de re- puesto y los pafiales. Gerd se puso la boina con el punto rojo vivo que habja en el frente, con un circulo blanco y uno negro que lo rodeaban. Kurt le apunt6 a Gerd con un arma imaginaria. —(Bang! Te di justo en la frente. {Estas muerto! Inmediatamente, Gerd se puso a Ilorar. Pero la pieza favorita de Kurt fue el casco de acero. Le gustaba el olor a cuero nuevo que salia del forro interior. Lo rellenéd con pa- pel de diario arrugado para evitar que le cayera sobre los ojos, y or- gullosamente marché por la casa proclamando que nadie podia las- timarlo. En los siguientes dos dias Franz tuvo muchas cosas que hacer. Durante aiios habja sido colportor y director de publicaciones en Austria y Alemania. De modo que se puso en contacto con la casa editora en Hamburgo y con el presidente de la Asociacién para in- formarles que habia sido reclutado. Trabajando metédicamente, termin6 sus informes y contesté las cartas, de modo que cuando se fuera, su trabajo quedara todo en orden. El miércoles de mafiana, Franz se vistié su uniforme y luego reu- nié a la familia. Lotte lo miré con mucho respeto, y susurré: -Oh, Papa, te ves muy guapo. Kurt estudié el cinturén: el 4guila nazi estaba rodeado por las palabras: Gott mit uns, que significa: “Dios con nosotros”. —Papa —dijo Kurt pensativamente-, si Hitler quiere que Dios es- té con nosotros, no puede ser malo. —Kurt -dijo Franz con fuerza-. Hitler es un hombre malo. Nun- 17 MIL CAERAN ca conffes en lo que él diga. ;Permanece fiel a Dios, y sélo a él! Pe- to vengan ahora, hagamos el culto antes de que me vaya. Franz ley6 Salmos 91:5 al 11. “No temerdis el terror'de la noche, ni la flecha que vuela de dfa... Podrén caer mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectard... Porque él ordenara que sus Angeles te cuiden en todos tus caminos” (NVI). Luego la familia canté su himno favorito: “Castillo fuerte es nuestro Dios”. Después se arrodillaron en cfrculo tomados de la mano, mientras Franz oraba. “Padre nuestro, he sido reclutado como soldado”, dijo en su ora- cién. “Tu sabes que no tengo interés en la guerra ni en pelear. Tui sabes que no encontré ninguna alegrfa en la Gran Guerra, aun cuando todavia no era cristiano. Mucho menos ahora. Por favor, quédate con nosotros. Padre, al ir por nuestros caminos separados, aytidame a ser fiel a mi fe aun en el ejército. Ayddame de tal ma- nera que no tenga que matar a ninguno. Por favor, tréeme de vuel- ta con seguridad, y protege a mi familia de todos los peligros de la guerra aquf en casa. Amén”. Se estaba haciendo tarde. Répidamente se dijeron Adiés, y Franz se fue, deseando en su coraz6n que un dia todos pudieran es- tar todos juntos otra vez. 18 CAPITULO 2 ¥n cl campamento de entrenamiento En la estacién central de Frankfurt reinaba una atmésfera casi de carnaval. Doscientos soldados con sus elegantes uniformes nue- vos eran enviados al campamento de entrenamiento en Nierstein, a orillas del rio Rin. Bien afeitados, con el cabello recientemente cortado, ostentando sus nuevos uniformes, se los vefa fuertes y con- fiados. Esposas y novias abrazaban a sus hombres. Unas pocas de ellas lloraban, pero la mayorfa estaba de Animo como de fiesta, agitando las esvsticas rojas y atrojando papel picado. Un grupo en el cen- tro del gentio bebfa champan y cantaba cantos de victoria. Los soldados sostenfan torpemente las flores y las cajas de cho- colate artfsticamente envueltas que les habian dado las damas. Una seforita a quien Franz nunca habia visto antes lo besé en ambas mejillas y le deseé buena suerte. Finalmente, el tren a vapor salié de la estacién con el gran estruendo del grito de batalla: ;Ein Volk, ein Reich, ein Fiihrer! ;Sieg Heil! ;Sieg Heil! [{Un pueblo, un impe- tio, un lider! {Victoria salvacién! ; Victoria salvacién!] Un mudo sobresalto pas6 por Franz. El poder demoniaco de suges- tién de Hitler ha capturado a las masas —pens6-. Estén convencidos de que la guerra terminard para Navidad, y que muy pronto Alemania go- bernaré un mundo mejor. A medida que el tren se alejaba de la estacién, él comenzé a conversar con algunos de los otros soldados. Simpatiz6 enseguida con Karl Hoffman, y los dos hombres iniciaron una amistad. Tres horas més tarde Ilegaron a Nierstein, donde los nuevos conscriptos se ubicaron en sus cuarteles mientras el resto de su ba- 19 MIL CAERAN tallén llegaba; 1.200 hombres en total. La Compaiifa de Zapadores Park 699 estaba formada con tropas escogidas de Hitler que reci- bfan 6rdenes directamente de las oficinas centrales en Berlin. Mu- chos de los hombres eran avezados artesanos y mecnicos. El viernes Franz buscé al Hauptmann (capitan) de su unidad, un hombre llamado Brandt. Lo encontré en una sala hablando con su contador y un secretario. El tenfa una expresién agradable en el rostro. —Herr Hauptmann dijo Franz-, jme da permiso para presentar dos pedidos? —Habla, hombre. {Cudles son? —Como usted sabe, sefior, yo soy adyentista del séptimo dia. Adoro a Dios el sébado, como nos ensefia la Biblia a hacerlo. Me gustaria que se me eximiera de presentarme al servicio en mi saba- do. Ademas, no como carne de cerdo 0 ninguna otra cosa prove- niente de estos animales. Respetuosamente solicito permiso para recibir un sustituto cada vez que se sirva comidas con cerdo. Tomado por sorpresa, el Hauptmann no sabfa qué contestar. De- trds de él, el contador y el secretario se miraron, pusieron los ojos en blanco y se golpearon la frente. Finalmente, el Hauptmann Brandt se encogié de hombros. —Si puede hacer los arreglos con el teniente, yo estoy de acuerdo. Franz buscé al teniente Peter Gutschalk, un hombre agrio que ya se habia ganado el apodo de Seltenfroelich (Pocas-veces-alegre). Saludando con desenvoltura, Franz repitid sus pedidos. La cara de Gutschalk se puso roja como un tomate maduro. —Soldado, debe estar loco —vociferé—. jEste es el Ejército Ale- mén! Este batallon se va a la guerra, zy usted quiere el sébado libre? ~escupid, y hablando para si dijo-: ;Justo a mi me tocé la suerte de tener la carga de un religioso chiflado! —Sélo estoy pidiendo autorizacién de cambiar el trabajo con otros soldados de modo que mi dia libre caiga en sdbado. Procurando inspirar aire como un pececito, el teniente rugid: 20 EN EL CAMPAMENTO DE ENTRENAMIENTO —jQuitate de mi vista! Franz comenzé a retirarse. —Haga los arreglos que quiera —siguié diciendo el oficial-, pero déjeme decirle esto, Hasel. Una vez que comience el avance, jla guerra no se va a detener para que usted pueda guardar su sabado! Ademis, si lo veo esquivando su deber de cualquier manera, me ocuparé personalmente que viva para lamentarlo. Recuerde, jlo es- taré observando! Cuando Franz volvié a las barracas, le pregunté a los hombres si alguno de ellos estaba dispuesto a cambiar el servicio del domin- go con él. Su nuevo amigo, Karl Hoffman estuvo de acuerdo con él de inmediato, y hubo también otros dispuestos a hacerlo. Los do- mingos tenfan entretenimientos y bailes, y como las sefioritas loca- les admiraban a los uniformados, ;quién sabe qué romances se pro- ducirfan? Animado por su éxito, Franz se fue a la cocina. Allf le explicé sus principios de alimentacién al cocinero jefe y le pidié si podia conseguir algtin sustituto cuando sirvieran cerdo. El cocinero puso sus manos sobre las caderas y miré fijamente a Franz, de arriba abajo. —Soldado Hasel -le dijo tensamente, mientras un color rojo pa- recido al del teniente Gutschalk comenzé a subirle por el cuello-, peciiitame educarlo acereade aulclietau Pararél desayung servimos puny mermcladaiy café Para’el almueco secyiraes un puiso: Paral cena servimos pan con chorizos u otra carne, y algunas veces, que- so. Ademis, cuatro veces por semana recibiré dos onzas [unos 60 gramos] de mantequilla por la tarde, y tres veces por semana, dos onzas de manteca de cerdo. Mientras hablaba, el cocinero se iba enojando mas y més. —jSabe? jRealmente tiene coraje! Este es el ejército, no un res- taurante que le ofrece lo que desea. Golpeé con sus nudillos una olla enorme, que soné en forma atronadora. 21 MIL CAERAN —jVe esto? Esta es la olla que tengo. Toda la comida se prepara aqui. Comeré lo que comen todos los demas, y si no quiere jmué- rase de hambre! jCerdo, justamente! —miré a Franz directamente a la cara y le dijo-: Me parece que usted es un judio disfrazado. pérese y vera! Mas tarde, Franz se encontré en la fila para recibir la cena, y el cocinero, de modo insolente, le arrojé una porcién mds grande de salchichas en su plato. Franz miré la carne que nadaba en grasa. {Debfa él comer lo que Dios habfa prohibido, o debia comer sélo el pan y salir con ham- bre? Mas tarde, de regreso en la barraca, buscé el libro de Daniel en su Biblia y releyé la historia de Daniel y sus tres compafieros que decidieron no tocar la comida del rey. All mismo se reconsagré a Dios para ser fiel a los principios de alimentacién. Pero él necesitaba alimentarse, de modo que algo tenia que hacer. En ese tiempo, Franz junto con otros treinta soldados, fue alo- jado en una casa del otro lado de la calle, frente a una lecheria. El lunes de mafiana fue a visitar a la duefia de ella. —Estaré aqui durante algiin tiempo, y me gustarfa hacer un in- tercambio con usted —le dijo-. {Estarfa usted interesada en cambiar productos lacteos por cerdo? —Por supuesto —replicé la mujer, feliz de tener acceso a alguno de los platos deliciosos de los Zapadores. Discutieron un poco los detalles, y finalmente ella dijo-: Te daré un litro de leche por dia, y un cuarto de libra [unos 100 g] de mantequilla cada tercer dia, a cambio de tus porciones de cerdo, manteca de cerdo y salchichas. Después de eso, cada mafiana Franz rompfa la porcién de pan que recibfa en trozos pequefios, los regaba con leche fresca, y los comfa con su cuchara. Los otros soldados lo miraban fijamente y comenzaron a ponerse celosos de su leche y mantequilla aparente- mente inagotables. —Escucha, Come Zanahorias —le decfan-, estés comiendo muy 22 EN EL CAMPAMENTO DE ENTRENAMIENTO bien, jno te parece? Franz les sonrefa de buenas maneras, y les respondia: —Ustedes sigan comiendo sus chanchos. Yo prefiero esto. -Esto esta bien, por el momento. Pero, ¢qué vas a hacer cuan- do Ileguemos al frente y ya no puedas hacer negocios? -Eso no me aflige por el momento. Dios se ocupard de eso. Y de hecho, la compaiifa se estaba entrenando con toda inten- sidad, prepardndose para ir al frente. Ademés de la instruccién ba- sica del ejército, los Zapadores construyeron varios puentes sobre el rfo Rin. Era un trabajo muy duro y pesado. A mediodfa, la cocina de campazfia les trafa la comida hasta el lugar donde trabajaban. Cuando Franz miré en la olla y vio cerdo, no tomé nada de la co- mida. Siempre llevaba algo de pan y queso, y comié eso en cambio. Una vez, un soldado de otra compafifa vio esto y le dijo: —Dime, noté que no comes carne. {Hay alguna razén para ello? Franz le explicé cuales eran sus convicciones. —Bueno, tenemos en nuestra compafifa a un hombre que tam- poco come cerdo. —jRealmente? jDénde esta él? {Como se llama? —Michel, y no recuerdo su apellido. —{No sera Michel Schroedel? —iEso es! -respondi¢ el soldado-. El trabaja en ese edificio alli. Franz corrié hacia el edificio, y subid los escalones de a dos. Adentro descubrié a su viejo amigo, Michel Schroedel, el gerente de la imprenta del Seminario Adventista de Marienhohe. Los dos hombres se habian conocido quince afios antes. Durante las cuatro semanas que transcurrieron hasta que sus compafifas se separaron, Franz y Michel se reunieron para adorar juntos y animarse mutua- mente cada sdbado. Por el momento, dos problemas se habian resuelto: la observan- cia del sabado y la dieta. Pero quedaba todavia uno mas. Franz se habia convertido al adventismo a los 20 afios de edad, y desde entonces habia formado el habito de leer la Biblia entera 23 MIL CAERAN cada afio una vez. Aunque sabfa que no seria facil, decidié seguir con esta practica en el ejército. Cada mafiana y cada noche se sen- taba en su catre para leer su Biblia y orar. Los soldados procuraron hacer todo lo posible para interrumpir sus devociones contando chistes, a los que segufan fuertes risota- das, 0 arrojandole zapatos y almohadas. Pronto habfa ganado el apodo de “Lector de la Biblia”, ademas de “Come Zanahorias”. De todos los hombres, el teniente Gutschalk era el mas cruel en ridiculizarlo. No perdfa ninguna oportunidad para humillar a Franz frente a sus camaradas. Franz se daba cuenta de que si querfa man- tener el respeto de los hombres, tendria que conseguir que el oficial cambiara. De modo que empez6 a preparar un plan. Una mafiana, cuando estaban formados para pasar lista, el te- niente pregunté: —Bueno, Hasel, jya hiciste tu culto? Franz saludé prontamente y le respondié: —Si, sefior. —jCémo puedes creer en esos cuentos de hadas en estos tiempos tan iluminados? Debes estar mal de la cabeza. -Es interesante, teniente, pero acabo de leer acerca de personas como usted en 2 Pedro 3:3 —-y Franz rapidamente sacé su Biblia de bolsillo, la abrié y ley6-: “Sabiendo primero esto, que en los pos- treros dias vendran burladores, andando segiin sus propias concu- piscencias”, Este pasaje, fue escrito hace més de 1.900 afios atrés. Gracias, sefior, por confirmar que la Biblia es cierta, y por fortale- cer mi fe. Durante la cena, unos pocos dias més tarde, el teniente Guts- chalk estaba caminando del lado opuesto del comedor. —Bueno, Sr. Santulén lo Ilam6 por sobre las cabezas de los hombres que comian-, jhas leido alguna otra cosa util en tu Bi- blia hoy? —Si, sefior -le respondié con vigor-, en realidad lef acerca de usted. 24 EN EL CAMPAMENTO DE ENTRENAMIENTO —jAcerca de mi? Nuevamente Franz sacé su Biblia. ~Escuche lo que dice Eclesiastés 12:13 y 14: “El fin de todo el discurso es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”, incluyendo al teniente Gutschalk. Los soldados silbaron y aplaudieron mientras Gutschalk se reti- raba apresuradamente. Nunca més pregunté por las devociones de Franz. Pero continué siendo su enemigo, y siguié buscando oportu- nidades para ponerlo en dificultades. A fines de setiembre los Zapadores recibieron érdenes de cons- truir un pontén sobre el rio Rin en Oppenheim. Era su primera oportunidad para poner en practica las habilidades adquiridas. Re- quisaron una cantidad de barcazas, y reembolsaron su valor a los duefios. Las barcazas fueron ancladas juntas en forma apropiada, y sobre ellas construyeron el puente. Fue un tremendo éxito. En ho- nor de su Hauptmann, el puente fue llamado Brandtbruecke (“El puente de Brandt). ‘Cuando estuvo terminado, hubo una gran celebracién. Las ban- deras ondeaban al viento, tocé la banda del ejército y el Haupt- mann Brandt dio un discurso entusiasta acerca de los elevados idea- les alemanes, que pronto establecerfan la norma para el mundo en- tero. Las orillas del Rin devolvieron el eco de los gritos de “jEin Volk, ein Reich, ein Fiihrer! ;Sieg Heil! ;Sieg Heil!” Entonces los soldados y la gente de la ciudad cruzaron el Rin so- bre el puente nuevo, sobre tablones aromaticos de pino y que des- tilaban resina. En cada cabecera del puente habfa en lo alto un Aguila alemana con una esvastica en las garras. Este puente sobre- vivié durante toda la guerra, y se us6 hasta el otofio de 1944 duran- te la primera invasién norteamericana a Alemania. Mientras el entrenamiento en el campamento continuaba, pronto llegé a ser evidente que Franz era especialmente bueno en la practica de tiro al blanco, y la mayorfa de las veces daba en el centro del blanco. Pronto se gané la admiracién de otros y llegé a 25. MIL CAERAN ser conocido como el mejor tirador de la compafita. En el campo de tiro, un dia su amigo Karl Hoffman le pregunté: —Franz, jcudl es el secreto de tu buena punteria? Franz se encogié de hombros. -No sé de nada en especial que haga. Sencillamente miro al blanco por la mirilla, luego apunto el arma un poquito mas bajo y aprieto el gatillo. Voy a practicar tu truco. Probablemente me salvard la vida algun dia. En un sentido, por supuesto, lo que dijo Karl era cierto. Pero la conversaci6n asust6 a Franz. Cuando estaba solo, a menudo se pre- guntaba qué harfa si un enemigo lo atacaba. {Tomarfa instintiva- mente el arma y lo matarfa para protegerse? Record6 su promesa a Dios de no quitar la vida a otra persona, pero en este mundo no es- taba seguro de sf mismo si era puesto a prueba. La Compania de Zapadores Park 699 celebr6é su primera Navi- dad en el ejército con una reuni6n a la luz de velas en la majestuo- sa vieja catedral de Oppenheim junto al rfo Rin. Los soldados es- taban chasqueados de que la guerra no hubiera terminado ya, pero el discurso entusiasta que pronuncié Hitler la Nochebuena les de- volvié la confianza. Una vez mas su personalidad hipnética domi- n6 a las masas. Todo sigue bien... El Tercer Reich se establecerd pron- to... Alemania reinard suprema durante 1.000 afios. Se habfan hecho planes para una gran fiesta mas tarde esa no- che. Franz solicit permiso para quedarse en la barraca. No, la asis- tencia era obligatoria. Cuando Ilegé al salén de la fiesta, el tenien- te Gutschalk estaba en la puerta. -Hasel, {qué ests llevando alli? Como usted sabe, teniente, yo no bebo alcohol. Tengo aqui una botella de jugo de uva de modo que tenga algo para beber. -Entonces, entra —grufid el teniente dejando pasar a Franz. Dentro del salén, grandes mesones sobre caballetes habian sido cubiertos con sabanas blancas, y decoradas con ramilletes de abeto 26 EN EL CAMPAMENTO DE ENTRENAMIENTO fresco y velas. La fragancia de las confferas se mezclaba con el aro- ma de las porciones de torta de Navidad Ilenas de especias, puestas en el lugar para cada soldado. La festividad comenzé con el canto de algunos antiguos villan- cicos de Navidad alemanes: “Es ist ein Ros’ Entsprungen”, “O Tan- nenbaum”, y por supuesto, el clasico “Stille Nacht”. Pero pronto la cerveza y el cofiac comenzaron a hacer su efec- to, y el ambiente se volvié més ligero. Uno de los soldados habia compuesto un poema acerca de las caracterfsticas de los hombres de la compafifa. Con curiosidad, Franz aguard6 para ver qué dirfan de el: Finalmenes, aparecié: “Hasel gustosamente lee su Biblia, lleno de celo como vimos todos, Come verdura fresca y papas hervidas, zanahorias y pepinos crudos. Les predica a todos la buena palabra de la temperancia, no come carne, no fuma, no bebe: asf deberia ser un cristiano”. El supo que a pesar de que lo molestaban, lo habfan aceptado. Después de unas dos horas, Franz era el tnico hombre sobrio en. toda la compajfifa. Cuando la fiesta se puso mds ruidosa y los chis- tes mds groseros, salié del salén y paso el resto de la noche en su barraca leyendo su Biblia. Al dfa siguiente, mientras cumplfa una orden, se encontré con el Mayor y el Hauptmann. Con el saludo militar, traté de seguir su camino, pero ellos lo detuvieron. —Hasel -le dijo el Mayor—, notamos que usted se mantuvo so- brio anoche. Queremos que sepa que apreciamos mucho eso. Unos pocos dfas més tarde, Franz fue promovido a soldado de Primera Clase. Para su sorpresa, también recibié una medalla, la Krieguerdienstkreuz 2. Klasse mit Schwertern, la Cruz al Mérito en la ‘Guera-de:2da: Clase coniEspadas, Con’curiosidad observ la caja forrada con satén azul. En ella brillaba una Cruz de Malta, con la esvastica en el centro y dos espadas cruzadas en diagonal, colgadas de una barra de cinta con fajas rojas, blancas y negras y otro par de espadas cruzadas. 27 MIL CAERAN El no tenfa idea de qué habia hecho para merecer ese honor. En un ejército saturado de alcohol, la sobriedad sola no le darfa méri- tos para esta recompensa. Junto con su promocién vino un beneficio inuevo'e inesperado. Franz fue liberado de todo trabajo al aire libre, y se lo asigné como guardia nocturno en la oficina de la compaiifa. Una noche le vol- vid la curiosidad acerca de su medalla, y decidié revisar su legajo. Lo encontré en un archivo, buscé el registro acerca de la meda- Ila, y descubrié que la habfa recibido “por ser una buena influencia moral sobre los hombres de la compafiia entera”. Pensé en las di- versas ocasiones en que habfa dicho: “Camaradas, detengan su charla inmoral y sus chistes sucios. No tomen el sexo livianamen- te; el sexo es sagrado. Recuerden a sus esposas e hijas en casa. ¢C6- mo se sentirian ellas si oyeran este lenguaje inmoral?” Franz habfa pensado que sus advertencias se las habia llevado el viento. Ahora se daba cuenta de que habian sido escuchadas y apreciadas. Para este tiempo, los hombres de la Compajfifa de Zapadores Park 699 habfan Ilegado a ser un grupo cohesivo, y habfan estable- cido una rutina cémoda. Pero eso no habfa de durar mucho. 28 CAPITULO 3 *resiones politicas en casa Alla en Frankfurt las cosas fueron empeorando para Helene y los nifios. El alimento y la ropa que necesitaban estaban estricta- mente racionados, y sdlo se podfan comprar si Helene presentaba las tarjetas de racionamiento apropiadas. Cada persona recibfa una papa y dos rebanadas de pan por dia, y los nifios recibfan ademas un medio litro de leche. Mas tarde, para Navidad, les dieron una naranja, y para Pascua, todos tenfan derecho a un huevo. Cada seis meses se les entregaba una lata de jam6n, y cada primavera todos los nifios recibian un par de zapatos. No obstante, la moral se mantenfa alta. Hitler habfa comenza- do a invadir los paises vecinos sin mucha oposicién, y los alemanes esperaban con optimismo que la guerra pronto terminaria. Kurt y Lotte asistfan a la escuela “Ludwig Richter”. A Kurt le gustaba la escuela, principalmente porque alli escuchaba las emo- cionantes noticias diarias del progreso de Hitler. Su maestro les ha- blaba de la flota de submarinos y barcos de guerra, los aviones, las bombas, los tanques y la nueva “arma secreta” de Hitler que se es- taba desarrollando. Helene, sin embargo, pronto tuvo que vérselas con amenazas a sus creencias que eran mucho mas serias que el lavado de cerebros que recibfan Lotte y Kurt en la escuela. El Nazionalsozialistische Deutsche Arbeitspartei, el Partido Obre- ro Nacional Socialista Aleman, habia llegado a ser muy poderoso, y ahora dominaba la polftica alemana. La gente sentia un honor ser un Nazi, como se llamaba a sus miembros. Y los miembros del par- tido tenfan muchos privilegios, incluyendo mayores raciones de alimentos y trabajo si lo deseaban. Sin embargo, Helene sabfa que 29 MIL CAERAN ella nunca podria aceptar los ideales nazis. No obstante, no era facil mantenerse del lado contrario. En las tiendas y lugares ptiblicos se sabia inmediatamente a quién perte- necia su lealtad por la manera de usar el nuevo saludo alemén: “Heil Hitler” [Salve Hitler] mientras levantaba el brazo derecho ex- tendido. Si alguien segufa usando el tradicional “Guten Morgen” o “Guten Tag”, se lo tildaba de desleal a su pais. Helene rehusé ceder ante la presién. Una tarde ella respondié a un llamado en la puerta. Allf estaba el Herr Doering, un vecino que habjfa llegado a ser un dirigente del partido. —Heil Hitler —la saludé él, levantando el brazo extendido. —Buenas tardes —contest6 Helene con precaucién. —jPuedo pasar un momento? Silenciosamente, Helene abrié la puerta y lo condujo a la sala de estar. —Frau Hasel —comenz6 él-, hemos notado que usted todavia no es miembro de nuestro partido. A lo largo de los afios he observa- do que junto con su esposo son ciudadanos ejemplares. Usted es la clase de persona que queremos que sean nazis. Yo he sido enviado para extenderle una invitaci6n para unirse al partido. Helene lo miré con sus claros ojos azules mientras él explica- ba los beneficios a los que tendria derecho por ser miembro del partido. ~—Las raciones seran el doble —dijo-. Sus hijos recibiran no uno, sino dos pares de zapatos por afio, dos juegos de ropa, y un abrigo grueso para el invierno. Usted y sus hijos gozaran de una vacacién de seis semanas en un hotel en la montafia o junto al mar, con ali- mentos no racionados. Alli podraé comer todo lo que quiera. Sefior, oré ella en silencio, ;qué hago ahora? Si no me uno al par- tido, este hombre se enojard y correré peligro con mis hijos. Tal vex es un momento en el que haria bien en cumplir externamente con la de- manda, como la reina Ester, pero seguir siendo fiel a mi fe en mi cora- 30 PRESIONES POLITICAS EN CASA z6n. Dame sabiduria. Herr Doering terminé su invitacién, puso una solicitud de in- greso y una pluma en su mano, y la miré con expectacién. Helene se la devolvié. —Herr Doering —le dijo-, mi esposo ha estado en el frente des- de el primer dia de la guerra. He notado que los hombres que son miembros del partido estan todavia aqui. No quiero unirme a un partido asf. Ademas, yo ya pertenezco a un partido. —jQué partido sera? —pregunto el hombre con desdén. —Es el partido de Jesucristo. No necesito otro —replicé Helene. Herr Doering parecié aturdido por su osadfa. Entonces el color de la humillacion subié a sus mejillas. —Ya veremos acerca de eso -siseé con los dientes apretados. Salié a zancadas de la habitaci6n, y golped con fuerza la puer- ta del departamento. Desde ese dia en adelante, fue el enemigo de Helene. Aunque él sabia que ella era adventista del séptimo dia, comenzé a esparcit el rumor de que era judfa, lo que le causarfa muchas dificultades més adelante en la guerra. A menudo tocaba el timbre a mediano- che mientras golpeaba la puerta con los pufios. Con un coraz6n so- bresaltado, Helene iba a abrir la puerta, pensando que era la Ges- tapo que habfa salido a medianoche para arrestarla. Pero allf esta- ba Herr Doering. —Mafiana por la noche —grui a él- sus hijos le sera quitados a menos que se una al partido. Algunas veces Helene y los niiios se escondfan en el departa- mento de un vecino hasta cuando ella pensaba que era seguro vol- ver a casa. Otras veces ignoraba el bochinche a medianoche mien- tras los nifios, aterrorizados, se escondfan debajo de sus camas. Pasaron los meses. Desilusionados, los alemanes fueron obliga- dos a reconocer que el conflicto tomarfa més tiempo del esperado. Sin embargo, todavia crefan que la victoria era segura. Las condiciones de vida se volvieron peores. Ya que més y 31 MIL CAERAN mas hombres eran reclutados, las granjas llegaron a ser menos productivas, y la comida comenzé a escasear aun con tarjetas de racionamiento. Se requerfa ahora que, en ptiblico, cada judfo llevara una estre- lla de amarillo brillante prendida a su ropa o en un brazalete sobre la manga. Ya no se les permitia ir a los cines, las salas de concier- tos o siquiera a los parques ptiblicos. En los almacenes se los aten- dia en ultimo lugar, si se los atendfa. Y los alemanes que eran ama- bles con los judfos eran denunciados como poco patriotas. Frau Holling era una vecina que habia vivido por muchos afios en el edificio de departamentos donde vivian los Hasel. El esposo de ella era soldado, y ella era bien aceptada y respetada. Una ma- fiana, mientras Helene salia de la casa para ir al almacén, vio a la Frau Holling con una bolsa para compras y la esper6. Con sorpre- sa noté la estrella amarilla prendida a su abrigo. Helene no se ha- bia dado cuenta de que Frau Holling era judfa. —Buenos dfas —la saludé Helene con alegria—. Veo que usted también va de compras. Vayamos juntas. Cuando ambas pasaron frente a la ventana de la sala de Herr Doering, Helene vio que la cortina se abrié ligeramente y se cerré de inmediato. Su amabilidad con una judfa habia sido debidamen- te observada. -Oh, Frau Hasel -comenzé a decir Frau Holling-, yo no sé c6- mo seguiran las cosas. Los vecinos que han sido amistosos conmi- go durante aiios ya no me saludan, y mucho menos me hablan. En el almacén no me atienden hasta que todos los arios se van. Algu- nas veces tengo que esperar afuera durante horas, y luego me dan las peores verduras. A menudo no me venden nada. -Escuche —dijo Helene-, tengo una idea. Usted me dice lo que necesita y me da su tarjeta de racionamiento, y yo le compraré las cosas mientras usted espera en la esquina para que no la vean. Frau Holling tragé saliva. —Frau Hasel, usted no puede hacer eso. Es peligroso aun que la 32 PRESIONES POLITICAS EN CASA vean hablando conmigo. Si la descubren, esta perdida. —Soy creyente —dijo Helene sencillamente—. Dios es capaz de proteger a sus hijos. Eso nos incluye a usted y a mf. Nunca olvidaré su bondad —dijo Frau Holling con fervor-. Ahora sé quiénes son mis verdaderos amigos. Desde entonces, Helene compré los alimentos para Frau Ho- lling asi como los suyos propios. Unas pocas semanas més tarde, una noche Helene oyé un gol- pe suave en la puerta. Frau Holling estaba alli llorando. Rapida- mente, Helene la hizo entrar. —jQué ha pasado? {Ha tenido noticias de su esposo? Oh, Frau Hasel —dijo la mujer sollozando-. Una amiga mia ha sabido que pronto seré arrestada y enviada a un campo de concen- tracién. He guardado mis muebles en casa de amigos. Si me llevan, y mi esposo vuelve, por favor digale lo que me pas6. Llorando, las dos mujeres se abrazaron. Luego Frau Holling sa- lié silenciosamente del departamento. A la mafiana siguiente, mientras Helene estaba limpiando las escaleras de piedra frente a su departamento, oy6 hablar a algunas vecinas. -La Gestapo vino anoche y arrest6 a Frau Holling -dijo una-, y fue enviada a Theresienstadt. -Bien hecho —dijo otra—. No queremos enemigos de nuestro pafs por aqui cerca. Luego bajaron el tono de sus voces y en susurros siguieron su conversacién. Helene las miré, y vio que estaban dando unos vis- tazos significativos en direcci6n de ella. Después de la guerra, Frau Holling regresé. El campo de There- sienstadt habia sido liberado unos pocos dias antes de la fecha en que debfa ser ejecutada. Una vez de regreso en su antiguo vecinda- rio, sus vecinas —temerosas de que ella las denunciara— se salian de su camino para mostrarse amables con Frau Holling. Pero ésta re- hus tener nada que ver con ellas. 33 MIL CAERAN Frankfurt comenzé a sentir las angustias de la pobreza aun més dolorosamente. En el otofio, después que los agricultores cosecha- ron sus papas, Helene consiguié permiso para repasar los campos para conseguir lo que habfa quedado. Cada dia, después de las cla- ses, tomaba a sus hijos y el pequefio carrito de mano que tenfan y se iba a los campos para desenterrar las papas pequefiitas que ha- bian quedado. Lentamente Ilenaba las bolsas de arpillera, de cin- cuenta kilos cada una. No se detuvieron hasta que el suelo estuvo totalmente congelado. Habja sido un trabajo agotador, pero su s6- tano tenfa 30 bolsas llenas, suficiente para pasar el invierno. Una noche durante, esos meses amargos, Helene oyé un suave golpe en la puerta. La abrié apenas. Una vecina entré, retorcién- dose las manos. —Frau Hasel, por amor de Dios, tiene que ayudarme —dijo casi sin aliento-. No puedo confiar en nadie. ;Por favor, tenga compa- sién de mi! Helene condujo a la angustiada mujer a la sala. Fran Neumann generalmente vivia aislada. Todo lo que Helene sabia de ella era que su esposo habia sido muerto en combate varios meses antes. —Por favor, cdlmese. {Qué le esta pasando? —preguntdé luego Helene. En susurros la historia fue desenvolviéndose. Frau Neumann es- taba conectada con el movimiento subterréneo. Ella habia estado escondiendo a judfos hasta que el movimiento podfa reubicarlos con familias de confianza en el campo. Ahora mismo estaba escon- diendo a un muchacho de 13 afios de edad. Alguien le habia dado el dato que la Gestapo, la temida policia secreta, allanaria su depar- tamento. —Por favor, Frau Hasel, esconda al muchacho —suplicaba-. Na- die sospecharé de usted. Si usted no me ayuda nosotros dos estare- mos perdidos. Poco sabfa Frau Neumann que Helene ya estaba bajo sospecha 34 PRESIONES POLITICAS EN CASA por su actitud en la observancia del sébado, y por su rechazo a for- mar parte del partido. Helene pensé en sus propios tres hijos pe- quefios que, por este acto, estarfan en peligro. Pero ella no podfa enviar a este jovencito a una muerte segura. Prontamente, estuvo de acuerdo. En lo més oscuro de la noche Ilegé el muchacho. Espe- rando junto a la puerta, Helene la abrié silenciosamente y lo hizo pasar. A los nifios les dio érdenes estrictas de no contar a nadie acerca de su huésped secreto. Durante varios dfas, todo estuvo en calma. Entonces, una tar- de, Helene respondié al llamado de la puerta frente a la que habia tres hombres vestidos con abrigos negros, de cuero: la Gestapo. —Frau Hasel -comenzaron sin preémbulos-, hay la sospecha de que usted esta escondiendo a un judfo en su departamento. Tene- mos una orden de allanamiento. Usted sabe lo que le ocurrird a us- ted y a su familia si lo encontramos. Era una afirmacién, no una pregunta. —Ahora le preguntamos: jEsta usted escondiendo a un judio? Pensamientos confusos pasaron répidamente por la mente de Helene. ;Me perdonard Dios si con una mentira puedo salvar al mu- chacho y a nosotros? Si digo la verdad, estaremos todos perdidos. ;Se- fior, aytidame! Poniéndose a un lado, ella finalmente dijo tartamudeando: —Si ustedes quieren, pueden revisar mi departamento. —Frau Hasel —preguntaron los hombres otra vez-, jesté escon- diendo usted a un judfo? Otra vez Helene los invit6 a revisar el departamento. —Diganos —pidieron por tercera vez los hombres-, jest usted es- condiendo a un judfo? Abriendo del todo la puerta, Helene los invité a pasar: —Siéntanse libres de revisar el departamento. Los hombrés'se miiearon entre sf: Luego; sin ova’ palabta, se diez ron vuelta y se fueron. Unos pocos dias més tarde, el movimiento subterraneo tomo al 35 MIL CAERAN muchacho y lo Ilevé al campo donde sobrevivié a la guerra. En la escuela, Kurt y Lotte recibian un lavado de cerebro cada dia con respecto de la supremacia aria y la inevitable victoria ale- mana. Cada vez que gran nimero de hombres de Frankfurt eran re- clutados y transportados al frente, los nifios eran reunidos en el pa- tio escolar donde tenfan que estar de pie con los brazos derechos en alto con el saludo aleman mientras escuchaban una larga arenga politica. Con el tiempo, los nifios desarrollaron una estrategia pa- ra vencer el agotamiento. A una sefial combinada anteriormente, comenzarian una pelea en un rincén del patio escolar. Mientras la atencién del personal docente era distrafda, todo el alumnado cambiaba de brazo. Los profesores, molestos, nunca se dieron cuen- ta de que la reunién terminaba mientras todos los nifios tenfan el brazo izquierdo en alto. Pero la preocupacién mas inmediata que el lavado de cerebro era el problema de la observancia del sébado. Habja clases seis dias por semana. Tradicionalmente, los adventistas habfan conseguido permiso para que sus hijos estuvieran exentos de asistir los sabados. Ahora, las cosas eran diferentes. Mantener los nifios en casa el sa. bado significaba que se sospecharfa que fueran judfos. Después de deliberar sobre el asunto, el presidente de la Asocia- cién Hessiana de los Adventistas del Séptimo Dia recomendé a los miembros de iglesia que, por causa de la peligrosa situacién politi- ca, enviasen a sus hijos a la escuela los sabados hasta que termina- ra la guerra. “Dios entendera nuestras circunstancias extremas”, les aseguré a los feligreses. Helene consideré cuidadosamente el consejo. Ella ya estaba ba- jo sospecha de ser judfa. ;Por qué ofender atin més a los oficiales del partido? Pero luego recordaba la oracién de despedida de su esposo antes de irse a la guerra: “Aytidanos a ser fieles a lo que creemos”. Ella decidié ser fiel en la observancia del sébado, y le pidié a Dios fuerzas especiales frente a esta tentacién. Los sébados de mafiana ella y los nifios salfan silenciosamente de la casa para tomar el tren 36 PRESIONES POL{TICAS EN CASA rumbo a la iglesia. Pronto recibié una carta del director pidiéndole que lo viera en su oficina. —Frau Hasel —le dijo-, los maestros me informan que sus hijos no asisten a la escuela los sébados. {Son ustedes judios? —No -respondié Helene-. Somos arios, pero también somos ad- ventistas del séptimo dia. —Por favor expliqueme lo que esté pasando. —De acuerdo con la Biblia dijo Helene-, el séptimo dia de la semana es el sabado, dia en el cual hemos de adorar a Dios. Hasta ahora mis hijos siempre fueron exceptuados de asistir los sébados. Yo sé que es un decisién dificil para usted, pero me gustarfa tener su permiso para mantenerlos en casa los sébados. El director miré por la ventana unos instantes, luego suspiré y sacudié la cabeza. —Frau Hasel —dijo luego-, no puedo ayudarla. La admiro por sus principios, pero no puedo apoyarla. He sido acusado por los diri- gentes del partido de mantener judios en mi escuela. —Debo insistir —dijo poniéndose de pie— en que sus nifios asis- tan a la escuela los sabados. Le aseguro que debo hacerlo, y contro- laré personalmente que ellos estén presentes. Se me ha dicho que perderé mi puesto si no cumplo con ver que todos los nifios asistan los sabados. Helene sabfa que decfa la verdad. Unos pocos afios antes, una familia judfa de apellido Frank, con sus hijitas Anne y Margot, se habian mudado al vecindario de los Hasel y se habfan inscrito en la misma escuela “Ludwig Ricther”. En esa época acababa de dic- tarse la ley titulada Reforma del Servicio Civil, que decretaba que todas las instituciones del Reich, incluyendo las escuelas y las uni- versidades, debfan ser “limpiadas” de judfos. Cuando Walter Hoesken, el director de la escuela de Margot, permitid que ella quedara, tanto él como el maestro de Margot fueron dejados ce- santes por los nazis. 37 MIL CAERAN Helene pensd: ;Vale realmente la pena crear un tumulto tan grande por dos horas de escuela los sdbados por la mafiana? Después de todo, nos queda el resto del dfa para observarlo y adorar a Dios. Tengo derecho a poner en peligro el trabajo de este hombre? ;Es Dios tan meticuloso? Entonces oy6 que Dios le hablaba a su corazén. “El que es fiel en lo muy poco, también en lo més es fiel”. -Yo soy responsable ante Dios —dijo ella serena pero respetuo- samente-, no ante usted. No enviaré a mis hijos a la escuela los sdbados. —Muy bien -respondié el director-. Yo no soy responsable por las consecuencias. {Qué quiere usted que diga cuando me pregunten? —Envieme a los oficiales del partido y a los miembros de la jun- ta escolar. Dios pelear4 por mf si soy fiel a él. Helene volvié a su casa, reunié a los nifios a su alrededor y oré: “Sefior, estos son tiempos peligrosos para nosotros. Dame sabidurfa para saber cémo actuar. Dame valor para mantenerme firme por la verdad. Protégenos de los enemigos en nuestro propio pais”. Se detuvo, manteniendo a los nifios muy cerca de ella. Sefior, susurro ella fervientemente, no permitas nunca que mis hijos lleguen a ser mds importantes para mi que Tu. No permitas que ellos lleguen a ser mis fdolos. Unos pocos dias més tarde, los nifios trajeron la noticia. El di- rector habia dejado su cargo y responsabilidades por otra raz6n: ha- bia sido reclutado para el ejército. Unas pocas semanas mis tarde, Helene leyé en el diario que él habfa muerto en accién. Herr Doering, dandose cuenta de que sus molestias no habfan intimidado a Helene, eligis otra tactica. Un dia aparecieron unas mujeres muy bien vestidas ante su puerta. —Frau Hasel —-dijeron-, tal vez usted no sepa las muchas mane- ras en que el Fiihrer apoya a las mujeres y los nifios en Alemania. Quisiéramos invitarla a unirse a la Liga Nazi de Mujeres. Si lo ha- 38 PRESIONES POLITICAS EN CASA ce, sus raciones seran aumentadas como también las ropas que se le dardn. Usted y sus hijos seran enviados al campo para unas vaca- ciones, y el gobierno las pagaré: y Kurt, Lotte y Gerd podran asis- tir al campamento de verano. Ellas estén diciendo la verdad, pens6 Helene. Yo he visto a mis ve- cinos nazis volver de sus vacaciones, descansados ¥y bien tostados, sus ni- fios bien alimentados y vestidos. Sin embargo, no quiero tener nada que ver con el sistema de Hitler, porque si acepto los beneficios , no podré re- husarme a sus demandas. Las mujeres la visitaron varias veces. =o siento “les repetfa Hélene=; no puedo unirme’a la Liga. Sin embargo, siguieron tratando de convencerla. Una tarde fresca de comienzos de la primavera Kurt abrié la puerta a estas mu- jeres persistentes. —jPodemos ver a tu madre? —le preguntaron. —Mi mamé est descansando. Tiene fiebre dijo el nifio. —Esto es muy importante —le dijeron, y el nifio las condujo al dormitorio de ella. Las mujeres cortésmente preguntaron acerca de la salud de He- lene; y luego sus rostros se'volvieron muy ‘serios: —Siendo que Alemania ahora est sufriendo ataques de bombar- deros enemigos —

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