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El estrés: cómo

manejarlo
1. Introducción.

La ansiedad es una respuesta que activa el organismo


ante la presencia de un “peligro”, de forma que ante
una situación de riesgo nuestro organismo se activa,
nos predisponemos para el ataque, huida o la defensa,
se producen cambios fisiológicos para adaptarnos a
esa situación.

La activación y lo que llamamos ansiedad tiene


relación con una serie de señales físicas: los músculos
se tensan, se prepara la acción; el corazón late más
deprisa, lleva más sangre a los músculos y aumenta la
presión de la sangre; la respiración se altera, entra
más oxígeno para llevarlo a la sangre y a los
músculos; aparece el sudor, estamos padeciendo más
calor en las zonas periféricas y con el sudor las
enfriamos (el sudor aparece para enfriar la piel por
calor externo o interno del ejercicio, la tensión, la
fiebre…).

Estas respuestas son las más evidentes cuando


estamos nerviosos, pero se producen otras de las
cuales somos menos conscientes: se pueden dilatar
las pupilas, entrando así más luz, se paralizan las
funciones gástricas, al necesitar la energía en otras
zonas del cuerpo. Son muchos los cambios que se
producen para que en un solo instante nuestro cuerpo
se predisponga a la acción; los enunciados anteriores
son los más significativos y los que percibimos
habitualmente.

Estas reacciones inmediatas ante un estímulo


peligroso son las que nos predisponen a la acción y
parecen útiles para conservar nuestra integridad. La
realidad es que, en nuestra forma de vida actual, por
supuesto que existen situaciones que ponen en
peligro nuestra integridad física, pero lo que
observamos con más frecuencia es que nos ponemos
nerviosos, nos angustiamos…en situaciones que
objetivamente no suponen de forma clara un peligro
vital. Nos ponemos nerviosos en una visita médica, si
tenemos que hablar en público, ante una espera, en
un atasco, por llegar tarde a un sitio, por el qué dirán,
porque nuestra pareja o hijo se retrasa, por lo
problemas de nuestros hijos, etc. ¿Realmente son
cosas peligrosas para nuestra vida? Objetivamente no.
¿Por qué entonces aparece esa activación?

2. Niveles de respuesta del comportamiento


humano.

Todo comportamiento humano está constituido por


tres niveles de respuesta:
 Nivel cognitivo: hace referencia a los
pensamientos que generamos ante una situación
y cómo la interpretamos.

 Nivel fisiológico: son sensaciones que la


persona experimenta a nivel físico, lo que se ha
comentado anteriormente, como manifestación
de ansiedad.

 Nivel motor; es la conducta observable o lo


que la persona hace.

Estos tres niveles de respuestas se encuentran


interrelacionados, de manera que lo que una persona
piensa ante una situación determinada va a influir en
lo que sienta y en lo que haga. Veamos esto con un
ejemplo:

“Un paciente se encuentra ante el médico y éste


muestra un aspecto serio. Ante esta situación el
enfermo piensa “tengo algo grave” (nivel cognitivo);
siente tensión muscular (nivel fisiológico) y dice: ¿lo
que tengo es algo malo doctor? (nivel motor). Es
posible que no haya nada grave y que la actitud del
médico sea habitual en él, pero basta que la
interpretemos como peligrosa para que el cuerpo
reaccione y se tense”.
1. Respuestas cognitivas.

Lo que pensamos puede generarnos ansiedad,


aunque objetivamente la situación no sea
desagradable. Ello ocurre en los siguientes casos:

- anticipación de consecuencias negativas: pensar


que los acontecimientos futuros sean negativos y
desagradables.

- dar más importancia a las cosas negativas: los


sucesos desfavorables se magnifican.

- minimización de los eventos positivos: a las


situaciones favorables se les resta importancia.

- excesiva preocupación por la salud: lo que les lleva


a estar constantemente buscando síntomas que
atribuyen a la enfermedad.

- ideas de indefensión: pensar que los problemas


actuales o acontecimientos futuros no son
controlables por mí, que no puedo hacer nada por
intentar resolverlos.
Con este tipo de pensamientos es lógico que nuestro
organismo reacciones y aparezcan los cambios
mencionados; posteriormente veremos cómo
controlarlos.

2. Respuestas fisiológicas. Las siguientes


reacciones son las más frecuentes.

- aumento del ritmo cardíaco.


- sudoración.
- tensión muscular.
- fatiga y cansancio.
- llanto.

3. Respuestas motoras: lo que hacemos


frecuentemente es:

- inquietud generalizada.
- movimientos del cuerpo y de las manos.
- habla rápida o entrecortada.
- gestos de la cara.
- marcharnos, huir.
Con todo lo visto hasta ahora sabemos ya que
nuestras emociones no son directamente provocadas
por las situaciones, sino por cómo las percibimos.

En ocasiones no somos conscientes de los


pensamientos asociados a situaciones que nos
generan ansiedad, son tan rápidos, tan automáticos,
que parece que es la situación la que nos activa.
Veamos algunas claves para conocer mejor las
reacciones de nuestro organismo, detectarlas y
modificarlas.

Ante un peligro real que no “percibimos”, esto es, no


pasa por mis sentidos (no lo veo, lo oigo, lo huelo…),
mi cuerpo no puede reaccionar. Si tuviéramos un león
a nuestra espalda a punto de saltar para devorarnos
estaríamos tranquilos, aunque en unos segundos
fuéramos atacados. Sólo cuando tenemos
“información” del hecho nuestro organismo reacciona
activándose (ojos que no ven, corazón que no siente).
Tengo que tener información sobre el peligro de
activarme. Tener información es “pensar sobre ello”.

Puede pensar inadecuadamente sobre una situación y


percibir el peligro en cosas que objetivamente no lo
tienen, pero puedo estar viendo sólo una parte de la
realidad, exagerando o anticipando catástrofes que le
dice a mi organismo que son “peligrosas”.
Los peligros no directamente relacionados con
respuesta básicas automáticas los vamos
“aprendiendo”: algunos por modelado, porque hemos
observado en otras esas reacciones y quedan
grabadas en mi memoria; otros por experiencia
directa, porque no generan daño o malestar; otro
porque nos “dicen” desde pequeños que eso es
peligroso. La repetición de lo que nos dicen, de
nuestra experiencia y de lo que nos decimos se
automatiza y, ante esas situaciones, mi organismo
reacciona de forma inmediata como ante el león.

Como resumen:

- nuestro organismo tiene la capacidad de activarse


ante situaciones peligrosas.

- las situaciones peligrosas dependen del valor que les


demos a nivel subjetivo, “cómo pensamos sobre
ellas”.

- hay situaciones objetivamente no peligrosas que


valoramos como tales y provocan ansiedad.
- la ansiedad puede aparecer simplemente
anticipando peligros.
- muchas de estas situaciones producen respuestas
automáticas en el individuo.

El estrés: ansiedad mantenida o con alta frecuencia.

El estrés implica una activación que puede estar


producida por situaciones objetivamente
desagradables: sucesos estresantes o por cómo nos
tomemos las cosas en nuestra vida cotidiana. Desde
un ama de casa, con múltiples tareas domésticas, con
poco tiempo personal, hasta un alto directivo de una
gran empresa, van a tener situaciones cotidianas de
presión del tiempo, prisas, múltiples tareas… estas
situaciones pueden generar ansiedad, pero cómo
piensen sobre ellas influirá en las respuestas de su
organismo: “no me da tiempo”, “no llego”, “esto es
angustioso”. En la tercera edad, pueden darse
situaciones habituales estresantes sobre la salud y la
enfermedad, sobre la situación de los hijos, problemas
económicos, de soledad, etc.

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