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Anuar Andrés Ríos Herazo.

LIC. FILOSOFIA. UDEA, CAUCASIA.


PROFE: CARLOS HUMBERTO

ANITA

Ya hace unos años desde la tragedia ocurrida en la familia. He

escuchado que la mejor forma de superar algo así, casi siempre es

compartiendo tus sentimientos que aún siguen vivos en tu corazón y

habitan en tu memoria, por ello me encuentro sentado escribiendo esta

historia. No sé cuántas veces me tenga que sentar frente a esta libreta,

ni cuánto tiempo tarde haciendo este escrito, tampoco sé cuántas

lágrimas derrame por recordar. De lo que estoy seguro, dicho de algún

modo, es que debo hacerlo de la mejor forma posible. No por mí, más

bien, por honor, por respeto y por admiración a la memoria de la

protagonista de este relato.

No voy argüir a un cuento de hadas, ni me remitiré a una crónica, y no

puede argumentar que esto es una historia más. En realidad no sé a

qué categoría podría pertenecer este escrito. Aunque para mi concepto,

este relato es una reflexión en torno a un acontecimiento, siendo la

reflexión misma una metáfora que evoca a las eternales figuras de las

voces apagadas y olvidadas, tras aquel velo extraño y oscuro que

llamamos injusticia. Puesto que las malas acciones de aquellos

vehedores de la infamia y crueldad, a veces no tienen una retribución

adecuada por lo horrible de los efectos que conllevaron dichas

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acciones. Todo queda en el olvido, en un silencio petrificante y en un

simple y desprovisto hecho que se enmarca en los registros policiales.

Entendemos, pues, en cuanto a lo referido anteriormente, que para los

efectos de la vida diaria, la justicia es un simple argumento que sigue

reinando en la zona inexplorado de la razón. Para ser justo es

necesario perder nuestra humanidad, convertirnos en dioses que

conocen más allá de lo que se puede ver con nuestros limitados

sentidos. Es así que puedo decir que quien pretenda recoger lo que

cosecha, es quizás un soñador que vivirá alimentando sus ilusiones,

creyendo que la vida premia la bondad y castiga su Antónimo. A la

verdad, la vida la definimos los humanos, y como imperfectos, como

simples elementos incompletos, vamos dando erróneas significaciones

de lo bueno y lo malo. La justicia no es justa para nada.

De hecho, estos conceptos, a saber, bueno y malo, parecieran ser

relativos al tiempo y al lugar, apelando a la subjetividad, (una

subjetividad que pasa de ser individual a una con mayor amplitud, a

una social. No sé si esto existe, subjetividad social), a ese manto que nos

arropa desde que nacemos, y que llamamos identidad. Ahora bien, no

es correcto juzgar una realidad que has ayudado a construir, pero tu

responsabilidad como persona es propender por la seguridad y la paz

de la comunidad a la que perteneces. Destruir es faltar a tu deber,

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acudiendo a tus ególatras sentimientos y permitiendo un declive en la

armonía o estabilidad de una hipotética e ideal sociedad. Si somos

socios, es deber de cada uno aportar algo para la eficiencia en el

funcionamiento de la magna empresa que hemos construido en esta

pequeña esfera del universo que nos atañe. Esa inversión se considera

como un sacrificio de una parte de tu libertad, de tus pasiones

desenfrenadas y tus inclinaciones hacia la maldad. Esto es, muy

básicamente, lo que hacemos los socios que habitamos en cierta parte

de un territorio para permitir el orden y la vida en dicho lugar. Con lo

anterior aclarado, me reencaminare a mi propósito primario en este

escrito.

Les he mencionado que hace unos años vivimos la congoja de una

trágica noticia que ocurrió en la familia. Y aunque este escrito es un

trabajo personal, la libertad que me es concedida para escribir sobre el

asunto, me resulta llamativo y muy desafiante. Sin derecho a ningún

otro argumento, partiré desde la idea romántica de Rousseau, aquella

que se conoce como la luz natural que nace del corazón y de los

sentimientos, a la que dice el buen autor: APRENDÍ A SENTIR

ANTES QUE A PENSAR... esto se aplica a esta cuestión reflexiva. De

hecho, confieso que el sentimiento me ha llevado a la reflexión.

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Espero y no les cueste trabajo seguirme en esta ruta, ni se convierta en

algo sin sentido alguno para ustedes.

Les digo algo que he aprendido con el paso del tiempo. He considerado

que la finitud humana es la que despierta la inquietud por explicar el

mundo y la realidad en la que vivimos. De modo que la muerte, casi

siempre, aparece como el motor de la reflexión de los seres humanos, la

fuerza primordial para la lucha contra el olvido y la temporalidad de

una persona, la misma que intenta enmarcar la inmortalidad de su ser

con relevancia en el mundo. En esto se resume nuestro pensamiento, en

una búsqueda continua por el recuerdo de la existencia de lo somos,

por la inmarcesible necesidad de ser oídos por otros y el implacable

anhelo de la trascendencia de la muerte misma.

Por la muerte de un ser querido, es que puedo decir lo que diré a

continuación.

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El Silencio de Anita

Es la mañana del 16 de abril del año 2006. Despertábamos, en un

ambiente oscuro y nubloso; era tan extraña esa mañana, tan fría como

la noticia que nos esperaba en las puertas de la habitación del destino.

Desconociendo lo que había pasado la noche anterior, yo iniciaba con

los albores matutinos; con alguna que otra pereza, cuestionando las

ordenes de levantarme tan temprano ese día. Mientras, mi hermanito

aun dormía plácidamente hasta que sus ojos sintieran la necesidad de

abrirse. Me costaba entender eso, ya que no podía concebir la idea que

yo por ser el mayor debía de ayudar en las tareas diarios y mi hermanito

no. La verdad es que en el hogar los asuntos no se dan por justicia sino

por utilidad; yo podía realizar algunas cosas, por el contrario, mi

hermano, como era menor, no poseía lo necesario para hacerlas.

La verdad es que no puedo decir si cuando estás en las primeras etapas

de la vida (en la infancia y la niñez), si uno piensa verdaderamente las

cosas o simplemente relacionas las conductas con los resultados

obtenidos. La cuestión de fondo era que no puedes desobedecer las

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reglas, cuando eres niño e hijo, ya que es obligatorio cumplir con ellas

para ganar favores de tus padres. Además, es un símbolo de respeto y

cariño, me refiero a contribuir a que tus padres cuenten contigo para

algunos propósitos, para algunos proyectos de la vida cotidiana. Con la

obediencia, si es que lo puedo decir ahora, las puertas para ir al coliseo

o a la calle a jugar con mis amigos microfútbol, se mantenían abiertas

de par en par. Puedes tener la confianza de tus papis cuando haces lo

que ellos quieren, y lo que ellos quieren es ayudarte a crecer con lo

necesario para que no sufras decepciones en la vida o sientas

frustraciones gigantescas. Ellos no te podrán proteger siempre. En fin,

lo que sucede con nosotros los niños, es que terminamos pensando que

sabemos más que nuestros padres de la vida, pareciendo expertos en

asuntos tan extraños y ajenos a nuestras mentes. Eso es como pensar en

parís o new york, aunque solo vemos lo que nos muestra la tv, siendo

que hay muchas cosas ocultas que no podemos divisar a simple vista…

la niñez es experimental, pese a ello, parecemos dotados de una

inteligencia superior, hasta tal punto que la soberbia nos encanta.

Yo era un jovencito que no sabía mucho de la vida, un tanto soberbio y

rebelde en justa medida, eso está comprobado por lo que he escrito

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antes. Creo que en la niñez no comprendes bien el mundo en el que

decimos habitar. Sí, eso es muy cierto. Sé que la mañana del 16 de abril

me marco la existencia para siempre. De esto estoy completamente

seguro. No sé con exactitud a qué hora me levante pero por el brillo del

día parecían las 6 am. Tenía claro ese detalle, pues pese a lo nublado de

la mañana, conocía muy bien el tiempo por los continuos viajes al cole.

Aunque en esa mañana me tocó experimentar algo nuevo, un

sentimiento inexplicable que aun hoy me ronda en mi cabecita como un

enigma sobrenatural del que no hay argumento válido para explicarlo,

intento ponerlo al examen prodigioso de la mente para un acercamiento

un poco más veraz.

Aquel día, el fulgor de lo incierto y de lo cruel estaba a punto de tocar

las puertas de mí ser y no lo esperaba, cosas que ni siquiera imaginaba

que existían a mí alrededor, en esos extravagantes niveles estaban cerca

de mi familia y de mis amigos. Quizás, se podría decir que las sombras

de aquella madrugada eran más claras que decir lo que sientes cuando

algo malo sucede en tu vida o en alguien cercano a ti, o cuando sucede

que las incertidumbres se convierten en rompecabezas que no puedes

armar y todo se esconde de la luz de tu racionalidad. No entiendes nada.

Y eso, dicho de algún modo, si cuando aflorase la desgracia, perdieses

con ella tu sonrisa de forma absoluta, y por más que te esfuerces por

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encontrarla, simplemente se ha ido de ti y no sabes que hacer. Con ella

se va la seguridad de tu alma y las cumbres de la extrañeza subyacen en

enigmas sin respuestas. La estabilidad de tu vida se cae por completo, el

pasado se vuelve en mareas peligrosas que te golpean fuerte con las rocas

de la realidad. Un fervor incandescente que como fuego se encienden y

se apaga en un instante al interior de ti, y en un prestigioso sentimiento

de desconcierto termina muriendo todo lo que sientes. Ese día, solo

doloroso día, solo lo comprendes cuando experimentas alguna situación

de pérdida de un ser querido. Ese pasado es el que evoco con algo te de

tristeza en estos momentos, sé que provoca destrucción en mi ser y en

mi corazón, y que con tan solo recordar los días de aquel hecho se me

estremece el alma, perdiendo hasta el habla por lo fuerte de lo que es el

recuerdo.

Aunque nada se detiene en el mundo. Eso no hay que negarlo. Pues, las

convenciones sociales de espacio y tiempo, siguen su enérgico curso

hacia un infinito impensado. Al final solo queda como conclusión

personal, que por mucho que duela recordar, no podes vivir sin

recuerdos, eliminarlos de ti es imposible. Eso significaría eliminar por

completo la vida que vives.

Y esta es la vida humana, mis queridos amigos, es un continuo recorrer

de recuerdos. De manera que en esa mañana, según lo que puedo

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recordar, las aves cantaban un trinar cotidiana, muy ordinario pero con

gran intensidad. La lluvia quería caer pero vacilaba en hacerlo. El

viento era fuerte y frio, llevaba consigo un mundo de olores y un cumulo

de sonidos que entonaban una armonía desatona, entre nostalgia y

capricho, y no sé qué más… la puerta principal estaba cerrada como de

costumbre a esa hora de la mañana, y las actividades de limpieza

personal se ejecutaban en el patio de la pequeña casa de madera en la

que vivíamos. Yo había escuchado pasos muy temprano, y luego me di

cuenta que mi padre había salido muy de mañana a cobrar un dinero

que le adeudaban por un trabajo realizado en una finca. Solo estábamos

mi madre, mi hermanito menor y yo. El desayuno se debía preparar

antes que regresara mi padre, pues en ocasiones se presentaban salidas

para fincas cercanas y no era justo que él viajara sin desayunar.

Es un poco precipitado decirlo, pero nunca esta demás que lo que

sientes, lo debes expresar en el momento que consideres correcto. Hoy,

sentado delante de estas páginas en blanco, Me doy cuenta, al pensar un

poco en lo que hago, que por una razón incomprendida, la sonrisa de

muchos o pocos son la agónica tristeza reflejada de otros tantos. Que

mientras unos viven entre sonrisas y exageraciones pasionales, otros

lloran por la desgracia y el dolor de no poder proteger o cuidar a quienes

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aman. Dos polos opuestos que sin duda coexisten para dar un raro

equilibrio en el mundo. Digo esto por lo que estoy a punto de contarles.

ii

Como les venía contando, mis amigos, No hacía mucho mi madre y yo

nos habíamos levantado de nuestros respectivos lechos. Nuestras

habitaciones quedaban muy juntas, pues la casa no era muy grande. En

realidad solo había dos habitaciones, pero como la construcción era de

madera se podía sentir nuestras respiraciones de un lado a otro de

aquellas delgadas y amorfadas paredes improvisadas. La primera

habitación al entrar por la puerta principal era la de mi madre y de mi

padrastro; en la siguiente dormíamos mi hermanito menor y yo. La sala

y la cocina solo las dividía una pequeña pared de madera de cedro viejo

con la que se había hecho la mayoría de la estructura. La casa era

sencilla pero se constituía en nuestro refugio, algo propio, por lo que era

muy especial para todos. Un refugio es un lugar que se aprecia porque

proporciona seguridad, confianza y, porque no decirlo, un cierto aire de

felicidad que pasa de la esfera personal/propia y familiar/compartida.

reescrito

Pasó un corto momento después de haber sido despojados de la cama y

adheridos a las actividades diurnas. Yo, luego de haberme bañado,

cepillado los dientes y terminar de arreglar el cuarto, me dispuse a ver

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tv. Era sábado, así que las actividades académicas no estaban en el

itinerario del día. Mi madre, por su parte, se aventuraba a hacer el

desayuno, y sin más que decir, mi mente frágil no puede recordar muy

bien lo que pasó después de recibir la noticia… Esa noticia que puede

que sea la más difícil de asimilar en la vida de los hombres. La visita de

la muerte, un huésped indeseable para la mayoría de los vivientes.

Una especie de contrariedad pasa por tu mente, al tratar de bloquear el

mensaje que recibes, sin poderlo hacerlo, pues la realidad que la muerte

le llega a todos sin hora ni aviso alguno sobrepasa la capacidad de las

mentes humanas por muy buenas que sean. Las malas noticias llegan

cabalgando con un aspecto presuroso y despótico, envuelta en las

palabras de un ser contrariado por convertirse sin querer en portavoz

de una información desgraciada. No te da tiempo de organizar las cosas

para contarlas con la claridad requerida, como en este momento, no

recuerdo lo que realmente ocurrió, por ello les pido que perdonen mis

descuidos escriturales. Pongan atención del suceso para que al menos lo

puedan asimilar lo mejor posible, lo más adecuado que se pueda.

Al abrirse la puerta de nuestra humilde casa. Vimos llegar, trastornado

y desorientado a Cesar. Mi madre y yo estabamos despiertos desde hacía

ya unos minutos. Yo acababa de encender la tv, mi madre buscaba en la

alacena una harina y en la nevera un queso para preparar mi comida

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favorita en las mañanas; se trataba de las arepas fritas de mi madre, con

buen queso, y acompañado de una taza de chocolate corona. El chocolate

corona es mi favorito, pues tiene un sabor único y se reconoce a leguas

su olor. Pero todo se detuvo, antes de iniciarse ese hermoso desayuno,

quedando en un mero proyecto aislado de ese día. No puedes desayunar

feliz cuando estás vacío de alegría y tu ánimo no se siente bien. Yo No

había visto nunca esa expresión en otra persona, la de aquel hombre

que interrumpió el desayuno con sus trastocadas palabras.

- Cesar - dijo mi madre extrañada - ¿Qué pasó? ¿Te encuentras bien?

¿Qué tienes?

El silencio fue atroz y dibujaba desconsuelo en su visita. Petrificado

estaba aquel hombre, parado muy cerca de la puerta. Era como si

pensara y buscara las palabras adecuadas para decir algo, algo muy

difícil de entender. Sin dar palabra se acercó a mi madre… un millón de

silencios que dicen todo y que no dicen nada seguía acompañándonos en

la sinfonía de ese día. Sus lágrimas empezaron a salir de sus ojos, tan

silenciosas como la sombra, y acariciando las mejillas del lóbrego

hombre, consolándole por algo… las lágrimas hablaban por él, pero no

entendíamos con claridad su mensaje. Pues, un algo desconocido, viene

a ser un misterio doloroso e impelido que desborda por su amplitud de

significado. Solo sabes que te destruirá cuando lo entiendas un poco.

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-Mataron a Anita- dijo el hombre con voz entrecortada y solloza,

catapultando el silencio e irrumpiendo en llanto-.

No sé qué pasó en ese momento. La sangre se me enfrió y en el corazón

sentí el estremecedor vacío que detiene el tiempo. Nunca, he vuelto a

tener esa sensación en mi vida. Salí a mi cuarto y empecé a recordar

muchas de las cosas que yo había vivido, compartiendo con la familia

de Anita y con ella misma. Pensé que la muerte era injusta al llevarse a

los hombres y mujeres que no lo merecen. La muerte era demasiado

insensible al dolor, pues, claro, cómo iba a sentir dolor alguno si lleva

haciendo su trabajo desde hace millones de años. Quizás ni siquiera se

pregunta por qué hace lo que hace, simple y llanamente, no le interesa.

La labor de la muerte es un trabajo que solo ella lo puede hacer aunque

se baste de la ayuda de sus seguidores para cumplir su cometido. Y

ahora Anita había sido visitada por el ángel que algunos no desean ver

jamás, el ángel de la muerte. Pensaba en todo eso y creo que en muchas

cosas más.

Mi mente despertó desde ese día que encontré los efectos manifiestos que

trae la muerte misma para los humanos. Entender que la muerte es el

fin de un camino y el inicio de otro fuera de los competidos de la razón,

eso es suficiente para levantarte y reflexionar sobre lo que haces a diario.

A mí me pasó.

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Si mis recuerdos son ciertos (que en verdad creo que lo son), no puedo

evitar solo hablar de esa mañana, pues la vida es simultánea y no solo

una causa individual. Pero, hablemos de esos muchos otros recuerdos

que hoy día siguen en mi mente de aquella fecha. Mis recuerdos enfocan

al tiempo y al espacio en que se desarrolló esta extraña historia.

III MAYO 0417

Era una época difícil para ese entonces, pero allí nos encontrábamos, en

los bellos umbrales del siglo XXI y en las estribaciones del XX.

La historia tiene lugar cerca de un bello municipio del sur del

departamento de Bolívar, Santa Rosa del Sur es su nombre. Este

municipio se ha visto azotado por los albores de la guerra entre grupos

insurgentes, la vehemente fiebre del oro y el sembrado de cultivos

ilícitos, que como un árbol prohibido se ha convertido en la maldición

de todo aquel cuanto su fruto ha comido.

Era la víspera de lluvias, cada día que pasaba se acrecentaba el miedo y

el terror en la población del municipio. Santa Rosa del sur de Bolívar,

la ciudad rosada -así la llaman algunos- había sido convertida en la

ciudad roja, debido a la violencia y la descomunal forma en la que se

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solapaba la sangre en los vestigios de la tierra bendita. Desde hacía

mucho tiempo resultaba anormal que no hallaran muertos en nuestro

municipio o en sus alrededores. Ya no era la paz algo propio de la región,

y el sol en ocasiones, se ofendía ante las atrocidades que observaba en

la tierra.

Recordar es traer el pasado al presente, eso es lo que dicen algunos.

Quien recuerda vive un presente continuo, lo atrapa el pensamiento

improvisado de sus acciones y la memoria lo traslada a sus lágrimas

pasadas. En mis recuerdos está la imagen de la crueldad y en las noches

me descubro sumergido en ellos, esos escabrosos memorandos que

atropellan mi mente. Intento evadirlos pero éstos muestran un camino

esgrimido por imágenes que me despierta un extraño sentimiento de

culpa por lo que otros han vivido. En mis recuerdos escucho las voces de

aquellos que llamaban, con tonos consternados, a sus seres amados en el

tutelar del horizonte como si buscasen justicia en él, voces que trataban

de culpar a alguien por los decrépitos capullos que habían decaído en

las fauces de la desgracia.

Mis recuerdos se convirtieron en caminantes de la tristeza ajena, en esa

senda despreciada por los hombres y olvidada por los seres de la

naturaleza. Quizás estos últimos recuerden (me refiero a los animales),

pero no entiendan el dolor como yo lo entiendo.

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Recordar estas cosas viene a ser un castigo que abate con furor y no

puedo negarme a él, pues soy yo quien su marca lleva en el alma; la

crueldad marca, corrompe las virtudes, pesa en la conciencia y no da

lugar a la ética. Estas cosas no las puedo olvidar, pues recuerdo las

penas y eso no es causa de consuelo, me destierra de la heredad del

olvido. Por ello, soy quien camina por esa senda sublimada del mundo

en el que habito, soy quien teme olvidar que la pesada carga de la

violencia no termina hasta que suene la trompeta del amor y acabe el

tiempo del odio y de la insensatez desplegada por doquier. Recordar me

hace llorar.

Recuerdo y sigo recordando, es como si la vida girara alrededor de una

ruleta de recuerdos, y creo que así lo es; cada momento escapa de mi un

hecho pasado, es más cuando hablo con mis amigos lo hago desde

algunos de mis recuerdos. En este momento llega a mi mente cómo en

el pasado, el férreo, y a la vez, suave susurro de la muerte, envuelto en

un manto de aliento cruel, descansaba sobre la voz de la vida. La sangre

se mezclaba en suelo con el agua como si quisieran abrigarse la una con

la otra, pero en su mezcla. Aunque tratase de llevar al olvido y a la

disminución del dolor, de quienes padecían alguna pérdida, creaba en

su inocencia, un abismo lleno de una mayor desolación. Las calles llenas

de pequeñas manchas rojizas se convertían en ríos estruendosos,

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extensos y sin pudor. Era una mezcladura que se extendía hasta el cielo:

el atardecer, la noche, la luna y el día, todos ellos se ofuscaban. Estaban

enlutados, con vestiduras manchadas, arrojando luces tenues que

vislumbraban en un tinte rojizo que solo el atardecer puede recrear.

Esas imágenes de crueldad, esas imágenes de dolor expresado con tanta

precisión, más que en cualquier telenovela. Pues, es concebible, la

realidad es diferente a la que nos muestran; cada personaje no actúa

bajo un guion determinado, solamente vive lo que corresponde y solo es

él mismo, el protagonista de su vida.

Hacía ya algunos años había empezado esa lucha lúgubre incentivada

por grupos insurgentes, esa lucha por el poder y la autoridad del país.

La sub-región del magdalena medio era uno de los lugares de mayor

interesa por su gran riqueza de suelos y minerales metalúrgicos, allí

estaba ubicado nuestro municipio. Esta hermosa sub-región que ahora

estaba empañada por el odio y el rencor, la venganza y la afrenta, el

dolor y la tristeza, pero todo esto no podía esconder el miedo a la

muerte… esa era la realidad escenográfica en la que los protagonistas

de esta historia estábamos presos.

La herencia impetuosa de la colonia española de antaño resurgía entre

los habitantes como si se hubiera guardado para invertirse en ese

presente. Un capital enorme donde la sangre inocente de muchos era

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una inversión inocua pero rentable y en la que los hombres con la

maldad de sus actos les pasaban un alto cobro y que solo con su vida

podían saldar. Tal era la desfachatez de aquellos tiempos que parecía

los hechos de la patria boba, donde la muerte no era justificada. Esa

herencia inhóspita era la más temida de todas y a nosotros nos había

tocado, desafortunadamente, recibirla. La violencia y avaricia de años

antiquísimos, ese tesoro extraño que se sigue quedando en los corazones

que adolecen la pérdida de la esperanza, la fe y el amor y enfocan su

vida solo en el poder y la riqueza sin alma ni ser. Era una realidad que

imperaba por los espacios urbanos y rurales. Los españoles eran

codiciosos y asteros, egoístas y despiadados, eso le aprendidos a ellos y

seguimos con esa heredad descortés que nos fue dejada. Si me cuestionan

por ser tan duro con los colonizadores, la cuestión es que me parece que

saquear américa y dejarnos sin alma no fue un éxito total, aunque

lamentarse no cuenta, sirve como punto de partida para entender

nuestro presente…

La verdad es que santa rosa es muy linda, y en sus tiempos de paz en

antaño se había disfrutado la vida sin sus afanes, pero de ello solo

quedaba el recuerdo de algunos destellos de dicha paz, que desde la

fundación del municipio de Santa Rosa en 1540 por Alfonso Ramírez de

Orellana Santander, y hasta inicios del establecimiento como municipio

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en 1984, se había deleitado, de una armonía tan bella que enamoró a los

habitantes en esas épocas. El centro urbano y sus alrededores ya habían

sido tocados por esa epidemia endémica que nadie puede combatir,

puesto que no tiene fin; la guerra, la corrupción y la ambición,

enfermedades q no tienen cura y se transmiten de forma sencilla. Esa

paz ya no estaba, la armonía y vida comunitaria era un fantástico sueño

de los tiempos pasados. El refugio que habían encontrado los hombres y

mujeres que huían de la guerra bipartidista, se olvidaba en la

actualidad. Sin embargo, los más antiguos y oriundos del lugar no

dejaban de luchar por la honestidad y el deseo de ver ferecer los

conflictos vividos; era como si esperaban que la guerra se consumase en

el fuego del perdón y el amor, que se disipara como humo, como si se

quisiera que ese extraño resultado defectuoso de la existencia humana,

la violencia, quedase anclado en el olvido, y que en el coqueteo entre el

fuego y ese objeto, al que llamamos guerra, se abrigasen para quedar

solo cenizas. Algo quimérico se pretendía, esperaban mucho de la razón

y el sentimiento, pero no siempre triunfa el bien, debido a que la avaricia

es, a veces, mayor que cualquier otra cosa. Pero qué caso hay de alcanzar

riquezas y poder a causa de la pobreza del alma; qué caso tiene tener

fama sin felicidad, pasión sin amor, amistad sin lealtad, corazón sin

sangre y vida sin libertad. Así era la vida de todos los que se daban a sus

deseos de riquezas, siendo pobres almas avarientas que terminaban con

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más pérdidas que ganancias. Pensaba que no había derecho para los

perpetradores de los siniestros valorar la vida a su antojo.

La lucha por el poder y las ansias indescriptibles de riquezas es siempre

una forma de garantizar la violencia, me decía un gran amigo. Además,

con ello se posterga la infame venganza, la causante de impía desolación,

que motiva a despertar los sentimientos más impuros, más monstruosos,

y que avergüenzan a la raza humana, dejando como resultado familias

destruidas e inclemente pobreza. Pero allí, muy cerca de este desolador

escenario y turbio ambiente se empezaba a gestar una pequeña luz de

amor. El amor que siempre rescatara la vida de los hombres para no

exterminarse por completo. Era una historia como las que suelen

contradecir lo que se ve y hablar bien de la raza humana. Se trataba de

un encuentro de dos seres muy curiosos que unirían sus vidas buscando

ser felices hasta donde pudiesen serlo.

III

Les cuento, mis queridos amigos, que todo tiene un lugar determinado

para iniciar, y esta historia no es la excepción. El origen de este relato

se ubica, como lo he mencionado, en un corregimiento de Santa Rosa,

Rio Amarillo alto, a unos cuantos kilómetros del casco municipal. Es

curioso saber que el nombre del lugar proviene de un pequeño

EL SILENCIO DE ANITA.
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riachuelo; rio amarillo. Se le conoce así por el color del agua, es un

amarillo intenso que proviene de la gran cantidad de tierra que hay del

mismo tono en los alrededores de aquel afluente. En tiempos de lluvias

el color del agua se hace más intenso, parece oro que fluye por el arroyo,

aunque se convierte en una trampa mortal para esas etapas. El espacio

que ocupa es inmenso en cuanto a recorrido ese arroyo. La zona por la

que se recorre el rio es montañosa, con paisajes hermosos que cautivan

hasta las almas de los más despistados hombres, recuerdo que los cantos

de las aves eran gloriosos y sus angelicales canciones brindaban

tranquilidad a sus oyentes, y una muchedumbre de árboles que

engalanaban gran parte del camino forzosamente creado por los

hombres para llegar a las zonas finqueras, ubicadas en las alturas de las

montañas y cerros del lejano corregimiento de Santa Rosa. Cerraban el

bello panorama que en tiempos posteriores fue deteriorado por la

intervención de la humanidad, las enramadas y casas sin mucha belleza

que mostraban en su exterior, grandes extensiones de potreros vírgenes

y tan agrestes que parece permanecerían de esa forma por un tiempo.

La atmosfera tan pura que no necesitaba ningún cuidado para los

pulmones, la gran vegetación cubría la extensión de la vista, estaría tan

puro dicho aire que sería increíble describirlo. El olor a hierba, flores,

humedad y heces de animales se podían distinguir en cada paso que se

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daba por el camino junto al camino que atravesaba el arroyo para llegar

a las fincas aledañas. Un ambiente tan puro y ruidoso que solo los que

han disfrutado de los recorridos campestres entenderán. El ruido del

agua al golpearse con las rocas, ese sonido tan ardiente como

ensordecedor es característico de un agua viva que no silencia su voz y

que permanece diciendo que sigue estando allí, que no se olviden de él.

Rio amarillo, es la muestra infinita de todo lo que nos habla a diario, con

voces claras y ardientes. En ese paisaje en donde Anita muchas veces

quedo inerte ante los animales que le llamaba la atención, ante una

planta colorida o la simpleza de meterse en la fría fuente de agua,

enmarcaba los recuerdos de un etapa de cuando era niña y cuando fue

adulta que disfrutó de las visitas esporádicas hacía en riachuelo.

Pero antes que ella existiera, pues, lógicamente debieron haber vivido

sus padres aquella historia de amor que inicia de la nada y llega al fruto

materializado del mismo en un ser vivo; un amor que se convierte en

vida. La unión que se da entre una mujer y un hombre, produce algo

que los adultos llaman fecundación, que viene a ser un modo de

engendrar un pequeño gusanito en unos círculos conocidos como óvulos.

Los gusanitos los produce el hombre y los círculos están dentro de la

mujer, por lo tanto tienen que compartirse un poco de cada uno para

que el proceso de fecundación se dé y de origen a un nuevo ser. Todo eso

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Anuar Andrés Ríos Herazo.
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se da en un proceso muy largo y difícil de entender para mí, pues todo

sucede dentro del cuerpo y los ojos no pueden ver lo que hay dentro de

la piel o lo que pasa en el interior del mismo. La mirada humana es muy

reducida y por eso a veces no sabemos lo que sucede en nuestros órganos

y cometemos errores fatales a la hora de reaccionar ante las alarmas que

emite nuestro organismo. Los límites de los humanos terminan siendo

causa para la superación y la evolución de la vida, y así funciona todo en

la vida.

Volviendo a los gestores de la historia de Anita, tenemos a una pareja:

Luis y Raquelita. Y por los asuntos de los hilos de la vida, llegaron a

encontrarse en aquel lugar donde el agua parecía oro. Rio amarillo, ese

fue el escenario magnifico para este comienzo. Un inicio tan inesperado

como las grandes cosas que recibimos en la existencia, las sorpresas

exquisitas y los encuentros fortuitos con lo que llamamos felicidad.

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IV

En un día de los que siempre pasan en la vida de los humanos, Doña

Raquel, la dueña de una de las fincas de Rio amarillo Alto, se vio en la

necesidad de contratar a un empleado para que cortara una zona

montañosa, pues debía hacer un sembrado de cacao y otras hortalizas.

Por pedido suyo, un hermano le llevo a un joven, Luis, un chico de unos

veinti tantos años, nacido en un pueblito de norte de Santander; tenía

una estatura promedio, era delgado, su pelo negro, fuerte en extremo,

ojos cafés, nariz afilada, labios delgados y un pequeño bigote le

adornaba la cara, tenía brazos pronunciados, al igual que sus piernas;

pero su mirada era diferente a su aspecto físico, era tranquilizante,

apacible y tierna como la noche o el sueño, quien le veía, podía

vislumbrar la pureza de su alma y la riqueza que guardaba en su

interior. Luis venia en busca de su destino, había tratado de encontrar

una familia, pero no había tenido mucha suerte en dicho asunto, ahora

en compañía del hermano de Doña Raquel se acercaba a aquel lugar.

Venían en bestias a la finca de esa señora conocida con ese nominalismo:

Doña Raquel.

-allá esta nuestro destino – dijo el hermano de Raquel al joven y era

como si leyera sus pensamientos. De hecho estaba en lo cierto, pues allí

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Luis conocería su destino y su felicidad- falta poco por llegar – agregó

con un gesto de satisfacción por cumplirle a su hermana-

El joven no pronunció palabra alguna, pues quería llegar y solo le sonrió

como mostrando que también él se alegraba de haber llegado.

Mientras tanto en la finca, Doña Raquel viendo a los hombres que se

acercaban se levantó y mirando a lo lejos, llamó a su hija.

-Raquelita, Raquelita. ¿Ves a ese hombre? –Dijo Doña Raquel,

señalando a Luis-

- sí, madre – contestó la joven con extrañeza-

- míralo bien, ese hombre será tu esposo mi querida hija – una risa

concisa salió de la señora como convencida de lo que decía

- pero madre, ni siquiera le conozco, ni tu tampoco – la joven fue a la

cocina a preparar un poco de guarapo para los viajeros que llegaban.

Raquelita, intentaba ignorar las palabras de su madre, pero, la

seguridad de su expresión había sonado como una sentencia implacable

y con una multitud de pruebas que no podían ser desmentidas por

ninguna razón o argumento. Era la sentencia del destino, era la voz de

la vida que sujetaba los labios de la señora Raquel. El juicio ya estaba

dado, negarlo era un inútil intento de Raquelita, pero ella estaba

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convencida que su madre solo intentaba ponerla nerviosa o algo así.

¡Que equivocada estaba!

Los hermosos juegos del extraño y esquivo destino sorprenden a los

seres humanos, no tenemos control de lo que la vida nos presenta, pero

siempre habrá que decidir algo. El destino aparece como ese punto

intermedio entre lo que la vida nos muestra ante nosotros y la elección

que hacemos de todas las oportunidades que están en frente. El destino,

es ese confuso pero bello camino que vamos construyendo en el

transcurrir de la existencia.

La cuestión era que Luis y Raquel se habían encontrado. El amor llega

sin pedir permiso y eso es lo bello de él, nadie lo manda, nadie lo

controla, solo anda por la vida haciendo caprichos de niños y con la

ternura que solamente saben hacer estos. Pues, pese a que no se habían

pasado palabra entre ellos hasta aquel momento, en la cena fue su

primer encuentro. Un encuentro inevitable entre dos almas que han

nacido para estar unidas.

- Hola señor Luis, se ve cansado, venga y se sienta – la jovencita no

quería verlo a los ojos y le invitó a pasar al comedor.

- señorita Raquel, es un placer conocerla – extendió su mano para

saludarla. Raquel aceptó inesperadamente ese saludo, pues no

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acostumbraba a hablar mucho y así, con esa timidez inusitada, empezó

la pequeña historia de estos chicos.

Tiempo seguido, con la aprobación de Doña Raquel, la madre de

Raquelita, Luis siguió cortejando a la jovencita quien se mostraba

apenada, y no sabía cómo actuar ante los avatares del sentimiento que

aquel joven le empezaba a despertar tras ir tratando con él y mientras

le conocía mejor. Su afable mirada se había apoderado de la inocente y

humilde jovencita, sonreía con temor y a veces con vergüenza al pensar

que alguien que tenía unos cuantos años más que ella, se iba adueñando

de su corazón de forma tan fácil.

Doña Raquel, Raquelita y otros, entre los que se encontraba el joven

Luis, durmieron en el suelo de la casa de la finca. Fue una noche

tranquila, y por casualidad o por caprichos del destino, al lado de Luis,

en el lecho siguiente se encontraba ubicada la cama de la jovencita, o

bueno en la colchoneta siguiente a la de Luis, la bella figura de su

apreciada amiga le hacía compañía… si, era Raquel… Más feliz no pudo

ser, y ella, no le era indiferente al joven amigo, aunque trataba de ser

discreta con el joven…

Ya había pasado unas cuantas horas desde aquel momento en que se

habían dispuesto los aperos para dormir, pero el joven Luis no lograba

concebir el sueño, y solo observaba a su amada; observaba y miraba

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buscando entre la oscuridad, a ver si lograba detallar algo más que su

rostro. Aquella era la única parte iluminada por la luz tenue de un

orificio en la pared de madera que les protegía de los peligros de la

naturaleza y de los diferentes fenómenos que existen en las llanuras de

las zonas montañosas. No pudo soportarlo más, tocó con sus manos el

rostro de la joven y la llamó con tono suave y tierno…

- Raquel, Raquel ¿estás despierta? Por favor escúchame. – la joven

despertó con un poco de terror, pero al darse cuenta que era Luis, dejó

el miedo.

- ¿Qué quieres Luis? ¿Por qué me despiertas de esa manera?

- Tengo algo que decirte y no hay mejor ocasión que esta. Bajo la luz de

la luna que ilumina tu rostro y el silencio de la noche que nos arropa, me

es menester confesarte algo. Quiero decirte que soy prisionero de tus

palabras, soy tributario de tus favores y no soporto un minuto sin pensar

en ti. Hoy, delante de esta luna como testiga y del silencio como refugio,

y de la oscuridad como aliento que conmueve mi taciturno corazón, te

confieso que te Amo.

Quiero casarme contigo, ¿me aceptas, Raquel?

La vida de los hombres es como las olas del mar, que suelen ser

inconstantes, turbias y confusas. Todo lo hay nuestro alrededor cambia

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con el tiempo, así como todo lo que pensamos y creemos. Solamente, lo

que hay de verdadero en los seres humanos, se resume en eso que

vivimos a diario, y ahí estaba la jovencita que un día creyó que su madre

estaba loca al pensar que se casaría con un hombre como Luis. Que

inconstante es la vida, pero que bellas cosas nos enseña, entre ellas, el

amor; ese sentimiento inconforme, esa mezcla de pasión y razón, ese

mundo inexplorado e irreconocible por los otros seres vivos. Nadie nos

puede enseñar cómo amar, solo podemos compartir ese amor, y así,

todos hablamos experiencialmente de tan hermosa sensación.

Pero ¿Qué debía decir? Raquel casi que tartamudeando contesta:

-sí, si Luis, me casaría contigo esta vida y la otra. No tengo razón alguna

que pueda contradecirte todo lo que me has dicho.

- no sabes lo feliz que me siento. Hablaré con tu madre y pronto nos

casaremos.

-pero, mi madre…

- calla, - dijo Luis, interrumpiendo la voz preocupada que empezaba a

salir de los labios de Raquel, - déjame disfrutar de este momento sin

preocupación. Duerme, duerme por favor.

- la jovencita hizo caso, desde luego, para que dañar aquel momento –

cerró los ojos creyendo que era una fantasía, quizás, pensando que se

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trataba de un sueño. Mientras ella se tranquilizaba, sintió los labios de

Luis reposarse sobre su pelo, quien daba un dulce beso como símbolo de

respeto y lealtad por su prometida.

- Mañana hablaremos mejor, la noche nos sosiega y desgasta la razón,

pero por su merced ha valido la pena.

Raquel no pronunció palabra, pero sonrió, suspiró y dejó caer la cabeza

sobre la almohada de su cama improvisada. El joven Luis regresó a la

colchoneta pasmado por tan grata noticia, tanto fue su satisfacción que

se durmió apenas se acostó y hasta en sus sueños divagaba, una y otra

vez, la confesión de amor que había hecho y la respuesta que había

recibido.

IV

La mañana llegó. A la hora del desayuno el joven Luis dio la noticia al

hermano de Raquel, quien no vio problemas en el asunto, y luego, se

dirigió a Doña Raquel.

-Doña Raquel, quisiera hablar con su merced.

- No hace falta mijo, tu prometida ya me contó todo. Yo no me opongo

a su unión, sé que mi hijita estará en buenas manos contigo.

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- No puedo prometerle que su hija no sufrirá a mi lado, pero lo que es

cierto, es que jamás la dejare sufrir sola. Daré mi corazón por ella y haré

lo que esté a mi alcance para hacerla feliz.

-Dios los ayude, mijito, Dios les ayude…

Doña Raquel sabía que las palabras a veces condenaban a los hombres,

pero sabía que al menos el joven Luis era sincero y haría que su palabra

no le condenara y lo avergonzara. Ella salió de la casa y contempló el

panorama: los hermosos cerros, las montañas, el riachuelo a lo lejos

caminante de vida, las aves y toda la creación que podía desde aquel

lugar donde ella se encontraba, podía vislumbrar con absorta atención

todo aquel paisaje.

-Mi trabajo como madre siempre ha sido duro, dijo para sí. – sé que me

he equivocado en la vida. Perder la esperanza es para los inútiles, pero

estoy segura de que este muchachito es un buen joven y le dará a mi hija

lo que necesite; bastará con su compañía, su amistad, cariño, respeto, y

esto solo lo da quien ama verdaderamente, quien conoce las trivialidades

de la vida y valora todas ellas como parte del todo que forma su

naturaleza y su esencia. La vida no es grande si no es por la suma de sus

partes, ya sean importantes o no, lo que es cierto es que en la vida de

cada ser no se debería eliminar ningún instante, pues cada uno de ellos

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nos habla de lo que somos. Sí, mi vida ha sido dura, pero hermosa en

verdad.

Soy una vieja testaruda y pienso como una neófita incompetente. –

sonrió la vieja Raquel mientras se golpeaba la cabeza con su mano

derecha. – He hecho un buen trabajo hasta aquí, lo demás pertenece a

Dios y lo que dispongan los amantes en el tiempo de su vida. Mi libertad

termina en mi conciencia y ella está tranquila por tan grata labor, no he

sido una incompetente. He hecho un buen trabajo con mi amada hija, le

he enseñado todo cuanto necesita y ahora debe ser libre para vivir de

modo distinto.

Mientras meditaba doña Raquel en su profundidad, los jóvenes dentro

de la casa hablaban vigorosamente de las aventuras pasadas en el campo

y las peripecias de la labor. Allí estaban: la joven Raquel, el joven Luis,

y Benjamín. Este último era el más animado en sus historias, pues los

jóvenes enamorados disfrutaban estar juntos y escuchar, pero también

intervenían para introducir otros temas como intentando que la

conversación no acabase. Benjamín era el hermano mayor de Raquel y

le gustaba hablar muchísimo, tan buena virtud tenía que parecía un

orador famoso de la Roma imperial: su voz vivaz, su calma, sus

movimientos, sus gestos y hasta su mirada transmitía todas las

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emociones que podía experimentar en otro tiempo atrás, en cualquier

instante de su pasado.

Pasaba el tiempo y los jóvenes grababan en su corazones los sublimes

momentos que vivían. Un día, como en muchos otros en la pareja,

sucedió algo que no se puede omitir. Fue una tarde donde Luis, después

de haber terminado su trabajo con benjamín le preguntó a la joven

Raquel.

- Raquel ¿crees en el amor? – Preguntó Luis e impaciencia de espíritu le

acompañaba en su interrogatorio – quisiera saber, si alguna vez, te

habías imaginado que podrías amar a alguien como dices amarme.

- claro, como creo en tus palabras, creo en el amor.

- te felicito, Raquel. Todos necesitamos creer en algo, pero no creas en

mis palabras que son adornos frágiles y pueden romperse fácilmente. Te

digo, amada, cree en mis acciones que son, más firmes que mis

palabras… Son como un cordel de doble faz, fuertes y más resistentes

que cualquier otra cosa.

-Amado, creo en ti y en tus bellas palabras.

- Tienes razón Raquel, entendemos la vida porque entendemos esos

signos que materializamos en palabras y les damos significado para

facilitar nuestra supervivencia. Te amo Raquel y no encuentro el

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momento en que te conviertas en mi esposa. Soy tu esclavo Raquel, mis

cadenas son tus ojos y mi libertad será tu felicidad… vivo para ti y viviré

para tu amor.

Raquel, criatura tierna y llena de una tinta de niñez aun, no pudo evitar

sonrojase ante las palabras del joven poeta improvisado. El amor, el

lenguaje humano que siempre muestra lo mejor que hay en los hombres,

es un suministro divino que sostiene al mundo en su perdida tragedia y

que saca de las tinieblas al corazón pleitero, por el amor era que aquella

joven se sonrojaba y que aquel joven soñador nadaba como un experto

sobre aquel mar de sensaciones. Se amaban y nadie podía negarlo. Se

perdían en sus pensamientos, divagando el uno sobre el otro y cada vez

se hacía más fuerte esas dulces cadenas que los unían, esas cadenas de

amor y ese yugo de felicidad no les dejaba tranquilo a ninguno de los dos

enamorados.

Debido a problemas económicos la joven pareja no pudo casarse, pero

adecuaron la enramada que había cerca de la casa de doña Raquel y se

juntaron, formalizándose como una familia. Ya llegaría el tiempo para

casarse, pues su amor era fuerte y no se darían por vencidos por las

circunstancias.

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Los días iban pasando y eran aumentadas las horas como notas

agregadas que el tiempo, siendo un pianista experto, añadía a la triada

para darles tópicos diversos a la hermosa armonía de la vida de la nueva

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familia… pero la felicidad no es para siempre, y en un momento casi que

insólito, la tragedia visitó a la familia recién conformada.

Raquel, mujer trabajadora y llena de vigor salió a buscar unas cuantas

yucas y otras hortalizas para la comida de la semana, ella siempre hacia

lo mismo y pese a que llevaba unos cuantos meses sintiéndose un poco

mal y con síntomas extraños, no se percató de lo que sucedía dentro de

sí, la joven tenía un retraso en su ciclo menstrual y no le había

comentado a su madre, sin embargo, algo no andaba bien…

Raquel estaba embazada y ella no lo sabía hasta aquel momento: ella

tomo con fuerza el costal que llevaría a su casa con la provisión de

víveres, pero algo extraño le sucedió: empezó a sentir un dolor de

estómago muy agudo; sintió que algo se desprendía de sus adentros, no

sabía que hacer: sintió mareo y algo comenzó a salir de su matriz, era

un bulto flagelado y de mal aspecto… Era la pequeña criatura que aún

no había alcanzado, la madurez y fuerza necesaria para vivir en este

mundo. No era su tiempo y las labores de joven no le habían ayudado

mucho.

El mundo se le quebró en las manos a Raquel; empalidecida, cansada y

muy débil, logro llegar hasta la casa de su madre quien aturdida y

menesteroso solo grito al ver a su hija en tan mal estado.

- Raquelita. Hija ¿Qué te pasa?

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- ha sido un aborto – contesto la joven desfalleciéndose en los brazos de

la madre. – Llama Luis, ma… - la joven se desmayó.

Doña Raquel llamo a benjamín y él, de inmediato salió a buscar a Luis.

Mientras, Raquelita estaba recostada en una pequeña cama como

presidiaria herida, se encontraba en la habitación de doña Raquel, la

cual había llevado hasta ese lugar a la joven, y la había puesta allí, le dio

la atención que solo las madre saben dar…

- Doña Raquel, - se oyó la voz del joven Luis, quien llagaba en un caballo

– ¿qué tiene Raquel? – pregunto desesperado sin haberse bajado…

- tranquilo, hijo, tranquilo – repuso doña Raquel sin preocupación - ella

estará bien –agrego-

- ¿Qué paso? – pregunto Luis calmado.

- Al parecer, Raquel estaba embarazada y ha perdido a su bebe. Debes

llevarla al hospital del pueblo para que revisen la salud. Organiza todo

y la llevaras en cuanto tenga fuerzas. Ella está dormida, no la despiertes,

por favor.

El joven Luís luego de ver a su amada, hizo todo lo que su suegra le

había mandado… Era un viaje inesperado y poco anhelado, era de esos

aconteceres extraños que en la vida daría nos acompañan. La verdad es

que la vida es un conjunto de hechos contingentes inadecuados a

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nuestros deseos, pero no es fuente de ruina y pobreza todo lo que nos

pasa, solamente necesitamos enfrentar la vida como se nos presenta,

buscar la mejor forma de identificar los elementos de dichos hechos que

sirvan como salvavidas en el impetuoso mar del infortunio y reponerse

lo más pronto posible para continuar nuestros caminos.

Ya era de tarde, y luego de haber estado pensativo por mucho tiempo,

Luis se puso en pie y llamo a Doña Raquel, quien le dijo –A merced de

sus expresión-

- joven Luis, ya puede irse con mi hija. Espero que no tengas problemas

en el camino.

Raquelita ya estaba mejor. Podía resistir el viaje, y su madre lo sabía

muy bien. Los jóvenes tendrían que ir muy lejos y gastar un poco de

dinero, pero eso no era el problema, el verdadero problema era el miedo

de perder a la joven amada, la única razón por la que Luis podía sonreír

con verdadero sentido. El miedo somete a la razón e imposibilita los

sentidos. De hecho esto causa un trastorno casi funesto que se denota en

la palidez del rostro y el desconcierto del corazón. El miedo de perder a

alguien en un camino extraño y desconocido al igual que el viaje que

debían emprender los jóvenes originaba gran espanto para luís.

Salieron de rio amarillo como pudieron, fueron horas viajando por

muchos vehículos, hasta que al fin, llegaron. Estaban en Aguachica

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(Cesar) en un hospital local, a decir verdad, el único que había en ese

lugar. Luego de unas cuestiones formales de ingreso, revisaron a la joven

Raquel con algunos exámenes de rigor. Raquel sentía mucho miedo y

creía que su visita a ese hospital le causaría muchos problemas, aunque

en realidad, lo que le causaba miedo era que nunca antes había sido

tratada por una enfermedad terminal o con una enfermedad simple.

Este lugar estaba lejos del pensamiento de la joven, y por ello era normal

sentir miedo a cosas nuevas, a experimentar algo que no conoces, con

nuevas personas, salir de lo que dices tener cercano a ti… es normal

sentir miedo a un mundo que te sobrepasa y que no alcanzas a recoger

y abrigar en tus manos. No hacían falta las palabras para ver la

tempestad de confusiones que la joven reflejaba en el rostro ni la

extrañeza de que le callaba el corazón y su voz susurrante por lo débil

que se encontraba solamente se oía al responder algunas de las

preguntas. No poseer control de la que te rodea y tratar de adaptarse a

los implementos quirúrgicos puesto en su mano derecha y las continuas

preguntas de las enfermeras y del doctor, suponían un desafío que

debían soportar por amor a la vida y a su esposo que le esperaba con

preocupación en la sala de espera del hospital.

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- Señorita, Raquel – Dijo el doctor encargado de la joven - ¿dígame como

se encuentra? – y agrego con un rostro más consternado – lamento

mucho lo de su bebe.

Descripción del doctor. –

- Me siento mucho mejor – respondió la joven intentado incorporase de

la camilla y ponerse en posición para entablar una conversación. –

explíqueme, doctor: ¿Qué paso?

- Me alegra mucho que se encuentre bien. Lo que paso, señorita, fue que

usted sufrió un aborto espontaneo o natural, pero, ya habrá tiempo para

hablar de eso, por ahora preocúpese por recuperarse en su totalidad de

sus penas, seas físicas y de otro tipo. La vendré a ver más tarde.

- Gracias, doctor – dijo la joven con aire pueblerino y con una gran

sonrisa por lo que oía. El miedo se había ido, la seguridad que le daba

esa palabra “preocúpate por recuperarte en su totalidad”, esa era una

forma de decir que no tenía ningún problema serio. – Doctor, puedo ver

a mi esposa – pregunto, antes de que el doctor se marchase –

- Claro que sí, ya mando a que lo autoricen a pasar – dijo el doctor,

mientras escribía en una planilla que llevaba en una carpeta –

El doctor se fue. Estaba seguro que la joven no tenía ningún problema

que afectase su vida de modo terminal, solo había sido un aborto

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natural; de esos que tanto se presentan, que día a día atienden en las

salas de la clínica y hospitales, no era nada grave. Necesitaría algunos

medicamentos y unos cuantos cuidados especiales que serían necesarios

se cumpliesen. Era difícil determinar con exactitud la causa del aborto

de Raquel, pero ya había pasado todo.

Luis, espera en la sala del hospital; la impaciencia se adueñaba de él,

solo pensaba en lo que le dirían, creía que ya había pasado una eternidad

sin recibir noticias, y ahora, solo caminaba de un lado para otro orando

en su mente y pidiéndole a Dios que le ayudara a comprender lo que le

pasaba.

- Padre, celestial, soy criatura tuya y un hijo desagradecido de tus

favores. Sé que me has dado mucho, más de lo que merezco y el solo

hecho de vivir me da fuerzas para luchar por mi felicidad y por la

mujer que amo…

Sé que la amo porque sufro por ella, siento que es el motivo que me

lleva a comprender ese extraño sentimiento que solo se puede entender

cuando se experimenta el dolor. La vida no hay que solo comprenderla

en su magnitud contingente, sino, también, hay que vivirla;

La vida, a veces no la comprendo, sin embargo la vivo…

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Vivo con las disposiciones que me has dado y no quiero dejarlas en mis

cavilaciones desorientadas...

Padre, si yo pudiera mirar tus ojos podría ser un hombre distinto al

que soy, pero soy un vaso, creado por ti y del barro Salí…

Mi motivo de reír es tenerle de inspiración; ayúdame, abre mis ojos

que quiero ver el jardín de tus bellos reflejos que conquistan mi

corazón, quiero verte solamente en un suspirar. Porque ¿quién

contemplara la hermosura de tu deidad y la perfección de tus obras en

tu inalcanzable sabiduría?

“padre, ayúdame, solo te pido que habrás mis ojos y que me enseñes a

vivir”.

- Señor Luis… - Una enfermera le interrumpe su soñolienta petición,

con su llamado. – Su esposa desea verlo, por favor, sígame.

El joven Luis, sin pronunciar palabra, asiente con su cabeza y su

mirada. Debía mostrarse tranquilo y sereno frente a su débil esposa;

sabía que como en aquella historia bíblica de Job, la fe verdadera triunfa

ante la razón, de la misma manera, él solo tenía que reflejar una sonrisa

en el sufrimiento. Aquel relato donde el personaje principal era un

hombre oriundo de la tierra Uz, quien sufrió pérdida de todo tipo, le

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había enseñado que hay cosas que jamás entenderemos, entre ellas, el

sufrimiento de los justos. Al final de toda historia dolosa, la suficiencia

de Dios llena la insuficiencia humana y lo compensa con un

acercamiento, de modo más directo, a su benevolencia. Dios no es

insensible al dolor. Puesto en estas palabras, quien ama sufre por lo que

ama, siendo esto, un vínculo irrompible en la vida.

Hay cosas que suceden en el cielo de los cuales no tenemos conocimiento

alguno, pero que, aun así, nos afectan de alguna manera. Somos como el

mar que se ve afectado por las fases lunares; cada uno de los cambios de

luna, dejan ver, de manera inconsciente, la influencia en las alteraciones

marítimas. No podemos ocultar los designios del mundo, pero el

sufrimiento nos enseña que la felicidad es digna de ser aspirada y que el

sufrimiento nos lleva a anhelarle, también nos muestra que somos

mortales y que sufrir es una fase de la felicidad de cada uno de esos

mortales…

Llegaron a la habitación, la enfermera le indico que éntrese, mientras

ella se fue, siguiendo su camino hacia otro cuarto. Luis entró, caminando

con pasos firmes y con una apacible mirada se acerca hasta su mujer.

- Hola, amor. – dijo Luis con voz tierna.

- Hola, Luis. Te he extrañado mucho en estas horas. Tenía muchas

ganas de verte….

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Los jóvenes se abrazaron como la primera vez que lo hicieron. No hay

expresión mejor que manifieste la pureza de un amor que un abrazo, la

sinceridad que este lleve se puede hasta medir cuantitativamente.

Conversaban y conversaban si hubiesen caminado sin hablar hacía

muchos años. Al hablar sentían que tomaban aliento el uno del otro, se

iban las palabras de un lado y de otro encontrando receptor en donde

reposar para volver a salir. Esas palabras que se las lleva el viento, esas

palabras sin vida, pero con mucho significado, esas palabras que

conmueven y que a veces causan daño. Las palabras pueda que no

tengan vida, pero son instrumentos de significados que afectan nuestras

emociones y se bañan en la pureza del pensamiento, siendo como rocas

sin vida que nos golpean y que pueden hasta matarnos o como un simple

pañuelo que nos limpia las lágrimas con la suavidad inmensurable de un

pétalo de una flor. Las palabras no tienen vida aunque sin ellas no

podemos vivir.

VI

El tiempo siguió su marcha y pocos meses después, una nueva noticia

llegaba tras las desventuras ya vividas en el pasado. Se trataba de la

llegada de un nuevo bebé. Aunque, pese a que los médicos habían

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recomendado a la joven pareja que no tuvieran relaciones sexuales sin

protección, la pasión le gano a la razón y de nuevo empezaba otro ciclo

de gestación. Esta vez, la jovencita Raquel ya conocía su estado y tenía

más cuidado en sus labores.

Sin embargo, por más que se aplicasen los cuidados de la jovencita en su

estado, su embarazo fue extraño y difícil. En su estadía de preñes sufrió

mucho más de lo normal, pues ello ocurrió a raíz de algunas secuelas

del aborto anterior. Ese aborto le llevo a la adquisición de algunos

trastornos de salud, en los que se contaban: hinchazón, hematomas,

infección en la orina y preclamsia. Sin embargo, los meses pasaron y solo

en la hora de dar a luz se le descubrieron los problemas de salud de la

joven, por lo que los médicos del hospital se tuvieron que esforzar

mucho para que ninguno de los dos implicados, es decir, el bebé y la

madre, perdieran la vida.

Raquelita sentía miedo por lo que le costaba entender bien lo que debía

hacer en esos momentos. Las complicaciones de su embarazo y ahora el

parto, estaban originando la idea que no tendría más hijos en el futuro,

aunque eso solo era una suposición.

La familia había viajado a Santa Rosa para esperar el momento que se

aproximaba. Habían pasados unos cuantos días, y la hora dolorosa

había iniciado en la mañana del (-----), constituyendo una férrea pelea

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Anuar Andrés Ríos Herazo.
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de la criatura por la vida. Esa lucha iniciada desde su fecundación,

prolongada por su gestación y culminada en su inmersión en otro mundo

que tendrá que enfrentar con otras y mejores armas.

-Luis, ya es hora… -le grito con desespero Raquel a su esposo.

- ya vengo con el taxi, no te preocupes. Quédate un momento con tu

madre, no tengas miedo… - Luis corría hacia la calle, mientras

pronunciaba estas palabras. Aunque se le olvido que la recepción de la

residencia podía llamar a la agencia de taxis.

- Taxi – grito Luis encontrando a la salida de lugar un automóvil

amarillo- señor es una urgencia, llévenos al hospital local…

Raquel y Raquelita venían hacia afuera de la estadía. Luis abre la puerta

y apresura al chofer del automóvil con voz impaciente y desesperada. El

recorrido llevaría unos minutos, y el conductor arranco de prisa hacia

el lugar indicado por los clientes. Raquelita resistía los dolores del parto

para no preocupar a sus acompañantes. Y aunque solo tardaron cinco

minutos para llegar al hospital, el tiempo se alargaba hacia el infinito y

no parecía correr.

Luis fue el primero en bajar del carro y abriendo la puerta a su mujer

y ayudándola se precipitaron a entrar al lugar de destino. Le pidió a

doña Raquel que pagara el taxi y que él se encargaría de ingresar a

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Raquelita a la sala de parto. Así ocurrió todo. Ya en la sala del hospital,

el portero sentó a la jovencita en una silla de ruedas y la internaron en

la sala correspondiente a su estado.

-Buenas tardes, señor. Me permite la papelería de la paciente – dijo una

de las encargadas de ingresar a las pacientes por urgencia.

-Buenas, si, ya se los entrego, espere un momento que los papeles los

tiene mi suegra. –Y en ese momento, entrando Raquel la madre de la

joven embarazada, sacó los documentos requeridos y el dinero para

pagar todos los asuntos-

Buenas tardes, señorita- dijo la madre mientras buscaba en su bolso la

identificación de su hija.

Les hicieron algunas preguntas de rigor y luego los pasaron a un lugar

a pagar el costo del parto.

Luis se quedó en la sala de espera, mientras que doña Raquel pasó a la

sala de partos para acompañar a su hija. Ella había estado en los partos

de su hija mayor, así que no le era difícil saber lo que debía hacer.

Raquelita era la hija menor y la que le ayudaba en la finca, por lo que

no la dejaría sola en esos momentos. Adentro de la sala de parto los

doctores ya se habían dado cuenta de las dificultades que debían lidiar.

EL SILENCIO DE ANITA.
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Sería un parto largo, pues la jovencita le había contado de su

experiencia anterior y los síntomas que había presentado en su estado.

La madre de Raquelita, con los aparejos requeridos para entrar a la

sala, es detenida por uno de los doctores encargados para ese trabajo. El

doctor le cuenta de la situación y le informa de los riesgos que se podía

presentar.

-Doña Raquel, no es seguro que el bebé que su hija va tener pueda vivir

o llegar a este mundo con las condiciones necesarias para enfrentar los

desafíos de este mundo. Trataremos de proteger la vida su hija, ella es

la prioridad, y nos procuraremos hacer todo lo posible para que el niño

no muera – el doctor hablaba, con la sinceridad de su oficio, tratando de

informar toda las posibilidades que se podía dar.

- está bien dotor, yo le he entendido. Pero no permita que su esposo se

entere de esto. – doña Raquel respondió un poco triste. – que sea lo que

Dios quiera.

A doña Raquel, luego de informarle de los problemas que presentaba su

hija, le pidieron mucha prudencia del hecho en frente de su progenitora,

pues, no debían asustar a la futura madre. La noticia complicaría las

cosas, alterando a la chica y posiblemente afectaría el estado psíquico de

la jovencita que ya había padecido una perdida. Así siguió el parto. Duró

horas, pero al fin, todo salió bien. Eso se pensó en aquel momento.

EL SILENCIO DE ANITA.
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Al terminar el parto, Raquelita fue informada de la noticia de que había

sufrido preclamsia, y que fue un milagro que ninguna de las dos, la hija

y ella, habían sido afectadas por esa extraña enfermedad de la que no se

conoce muy bien sus causas, pero que es tan conocido en el mundo

clínico. Raquelita era muy frágil y cayó en un estado de llanto. Ella no

quería perder a su pequeña, y se preocupó por la noticia. Descansaba la

jovencita en una habitación, y junto con su bebé, su deseo más próximo

era ver a Luis, eso aliviaría su preocupación por la información recibida.

-Cariño, ¿cómo estás?- pregunta Luis al pasar por la puerta, y mirando

a su bebé en brazos de su amada, su expresión se transformó por

completo- quiero que sepas que eres muy valiente y que por eso es que

te quiero con todo mi ser.

-Yo sé -respondió Raquel con satisfacción por ser madre y una esposa

amada- Sé que me amas, al igual que yo te amo. Pero toma a la china,

mírala es nuestra pequeña.

Luego de esto, el tiempo se fue como arena que es arrastrada por el

viento, pero se conoció el nombre de la niña que recién empezaba su

ardua labor, crecer en el nuevo mundo que le veía nacer. Se llamaría

ANITA, ese nombre que es tan elogiada en los textos bíblicos, sería el

honorable nombre que identificaría a la criaturita. Fueron muchas las

palabras que se pronunciaron en la habitación, pero solo esas paredes

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fueron testigos de tales sucesos y de tales palabras, lo que es cierto, es el

hecho que los tres empezaron a integrarse de modo distinto desde aquel

instante.

Comprender la grandeza de un pequeño regalo de la deidad, como lo es

tener un bebé, es una de las labores que le compete a quienes

experimentan tan hermoso hecho. Por más que enuncie las palabras,

ellas serian demasiado cortas en significado, para describir a la joven

pareja que arrullaba a su pequeña por primera vez. La pequeña era una

nueva luz que aparecía tras las tinieblas del pasado. Más adelante

llegaron otros pequeños al hogar y la familia continuó creciendo con

cada nuevo miembro que se integraba a la familia Vaca Rivera.

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VII

Anita era de edad de 7 años cuando, por esos casos de la vida, se le

detectó un raro trastorno cerebral. Anita fue diagnosticada con retraso

mental leve, lo que le impedía desarrollar sus capacidades naturales e

intelectuales de forma normal. La noticia fue difícil y no se concebía

comprender muy bien. El problema había sido consecuencia de la

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preclamsia que había sufrido Raquel durante el embarazo de Anita,

pero debían ser fuertes y seguir adelante como familia, ese era el

objetivo, y así les costara trabajo, lo harían. El cambio de la vida de la

familia fue inconcebible, pero los unió más en sus relaciones.

La familia de Luis decidió irse de la finca y llevarse todos sus hijos a

Santa Rosa, pues se dieron cuenta que sus hijos necesitaban educarse en

las instituciones locales. Así lo hicieron, dejaron el campo para iniciar

una vida nueva y llena de muchos más retos que cualquier otra cosa.

Anita era la única que no podía estudiar debido a su enfermedad en las

escuelas del municipio, pues no existían instituciones especializadas en

el campo sobre educación especial. La vida era diferente en Santa Rosa,

y Anita aún no se acostumbraba a la nueva vida, pues el resto de los

miembros se apropiaron muy bien del nuevo entorno. Los niños sacaban

buenas notas, eran aplicados y les gustaba la escuela. Así fue pasando el

tiempo y la vida de la familia.

….

Anita ya había crecido, y ahora ya era una joven. Ella era hermosa:

tenía el pelo negro y muy largo, sus ojos cafés profundos, nariz fileña,

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sus labios rojos, su rostro ovoide, su piel blanca, contextura jovial y

pronunciada, todas estas cualidades, hacían de ella una joven que no

parecía tener una enfermedad como la que poseía. Se mantenía callada

casi todo el tiempo, jugaba como niña en un gran potrero que había

detrás de su casa en Santa Rosa. Recuerdo que allí jugábamos, yo y

todos los hermanos de Anita y hasta ella, en ocasiones, nos acompañaba.

Me gustaba mucho cuando iba a visitarlos a ellos y ver a Anita tan feliz

con nosotros era una sensación satisfactoria, pero ella no siempre estaba

alegre, pues en ocasiones se mostraba rabiosa y triste. Dicen que Anita

tenía una especie de relación con los ciclos lunares, pues desde niña, se

notó afección en su manera de ser por cada ciclo lunar. En su etapa de

juventud no era diferente, y aunque había cambiado mucho físicamente,

su espíritu de niñez seguía vivo en ella.

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VIII

Anita tenía la costumbre de salirse de casa en las madrugadas y en las

noches, pese a todo lo que sus familiares hacían para mantenerla en casa,

ella era muy lista y conseguía la forma para huir. Ella huía con los útiles

escolares, con ropa de sus hermanas menores o simplemente por querer

salir de su casa, y aun no se sabe porque hacia eso, pero fue en una de

esas huidas de casa en donde su voz se silenció por completo.

La vida es movimiento, sonido y belleza, pero el silencio es parte de la

vida. El silencio es la ausencia de vida y sonido, ese silencio es el fin de

la vida como las pausas en música representa el fin de una pieza o

cambio de la misma, así en la vida es la culminación de la existencia.

De tal forma, es que el Silencio de Anita hace eco en los corazones de

quienes la conocimos, es ese sonido atonal que nos atrae a su vida. Es

también, a través de esa palabra la única forma de mencionar actos de

crueldad que se omiten en la vida social del país, es del silencio de donde

podemos hablar para que nuestra voz se oiga. Somos representantes del

silencio de las voces que se omiten y que callan para siempre. Dejar de

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oír la voz de alguien que amamos es perder una razón para ser lo que

somos, nos incapacita para seguir enriqueciendo nuestra vida por la voz

de los que nos rodean y nos obliga a cambiar de estilo de vida.

Anita era una joven que quería mucho. Ella tenía unos veintitantos años

de edad y yo solo era un adolescente. A ella, le gustaba sonreír por todo

y aunque sufría de retraso mental leve no se notaba en nada. Ella era

una flor que fue cortada del jardín de la vida. La encontraron sin vida

detrás de un colegio. Anita fue violada y torturada por unos tipos, muy

tarde en la noche, antes de ser asesinada. Los rastros de sangre en el

suelo, ese suelo que era testigo mudo de la culpa, la quietud y desnudes

del corpus, ese cuerpo que constataba en sí mismo los sellos de tortura

que daban a entender que la vida de la que yacía en el piso había pasado

unos malos momentos, segundos antes de ser asesinado. La flor ya no

seguiría ahí, en ese lugar del mundo de los vivos, pues ya no había

espacio para ella, ya los jardineros de la insensatez humana habían

decididos cortarla. Tal vez no era el tiempo ni muchos menos la estación

natural que cumpliría el papel que se habían adjudicado estos, los que

precipitadamente eliminaron la flor que iniciaba su verdadera etapa

primaveral. Las vidas humanas no valen para algunos, pues lo que

importa es lo que se pueda obtener de ellas y si son puras satisfacciones

mundanales, estas satisfacciones persisten en ser mayores que otras

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cosas, pero sepase que los deseos son deseos que nunca terminan, y

mientras más se alimentan, más se acrecientan.

Anita salió de la casa tarde en la noche y caminó sin rumbo por las calles

del municipio en el que vivía. Ella se encontró en un lugar solo, tenía

miedo y quiso pedir ayuda. En el camino se encontró con algunos

conocidos y ellos la llevaron por unos cuantos barrios. No se percataron

de llevarla a la casa. Hasta un primo de la familia quiso llevarla en su

vehículo a su casa, pero ella se negó. La noche siguió, y Anita,

continuaba caminando por las calles del municipio.

Ya era muy de noche. La soledad era mayor, y es allí, en donde los

hombres desvergonzados e impulcros asechan en las ciudades y pueblos.

Cerca del polideportivo del pueblo, se hallaban unos hombres y

comenzaron a seguir a Anita. Llegaron al lugar apropiado, para ellos.

Era una calle sola y oscura. Los propósitos malvados del corazón

necesitan el oportunismo de las situaciones, del silencio de las víctimas y

la oscuridad que sirva como manto en el que se esconden de los que los

pueden juzgar. La conciencia oscura trabaja en la oscuridad, se siete

segura allí y no se cansa, ni mucho menos le da miedo envolverse en ese

manto peculiar, que además, disfruta con mucha satisfacción. El manto

de (in)identidad y el (a)nonimato.

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Me desconcierto al pensar que la oscuridad sea un monumental disfraz

para los malhechores. El descanso de ellos se convierte en lujuria y

sevicia, mientras los demás dormimos en los encantos del sueño que nos

cobija. Ellos son malhechores virtuosos para la crueldad, si es que eso es

una virtud en la humanidad.

IX

La crueldad de la muerte de Anita estuvo encerrada en solo un pueblito

que supo del hecho. Sus piernas fueron laceradas por una navaja en

numerosas ocasiones, fueron más de treinta pullaladas en cada una de

sus extremidades inferiores, y sin piedad fue golpeada hasta el

cansancio. Quizás, como ella era muy fuerte, lucho por vivir, pero la

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fuerza física es vana ante la fuerza desbordante de una pasión

descontrolada. Los agresores se vieron en la necesidad de golpearla

hasta que perdió las fuerzas para luchar. Se dice que no hubo testigos

del hecho, pero son suficientes los rastros de sangre, los golpes, las

heridas, la luna, la noche, el cielo, las estrellas y todo lo que en la noche

observa, esos testigos aunque inertes e inocentes nos hablan, sin

embargo no entendemos su lenguaje: ¿Quién puede entenderlos a ellos,

y quien podrá entender a la crueldad y a los amantes que la siguen?

Nadie se culpa de por una voz silenciada, nadie se apetece de ser un

héroe cuando no hay razones y nadie se verá condenado por la muerte

de Anita.

Si hubiera podido decir algo, lo hubiera hecho como en el siguiente

poema:

Tierra le dieron una tarde horrible

del mes de julio, bajo el sol de fuego.

A un paso de la abierta sepultura,

había rosas de podridos pétalos,

entre geranios de áspera fragancia

y roja flor. El cielo

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puro y azul. Corría

un aire fuerte y seco.

De los gruesos cordeles suspendido,

pesadamente, descender hicieron

el ataúd al fondo de la fosa

los dos sepultureros...

Y al resonar sonó con recio golpe,

Solemne, en el silencio.

Un golpe de ataúd en tierra es algo

Perfectamente serio.

Sobre la negra caja se rompían

los pesados terrones polvorientos...

El aire se llevaba

de la honda fosa el blanquecino aliento.

—Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa,

Larga paz a tus huesos...

Definitivamente,

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Duerme un sueño tranquilo y verdadero.

(Antonio machado. Poema: en el entierro de un amigo)

El silencio, ese silencio que no existe en términos reales, es solo en la

muerte donde se experimenta y se reproduce de modo absoluto. Cada

latido, cada respiración, cada uno de esos sonidos corporales son

paralizados y quedan como voces atónicas en un extraño concierto. La

voz de Anita no interesa para el mundo ni para las noticias nacionales.

Hay voces que han sido apagadas y muchos sueños han quedado en la

música inconforme de la muerte y los directores impetuosos de este arte

indecoroso e infame, se jactan de su hacer exótico. pero ellas –las voces-

reclaman justamente que no se olviden de lo que les pasó ni que evadan

sus argumentos con irónicas palabras de melancolías y sufrimientos

fingidos, si no que actuemos para que esto no se siga repitiendo en el

mundo indómito en el que vivimos.

El mal está dentro de nosotros, en el interior del ser; pero es en las

relaciones con el otro (hombre) como se manifiesta la imagen de la

crueldad y se define dentro de los entornos sociales de los sujetos. Le

damos significado a la vida por la sensibilidad que alcanzamos a través

del dolor. Los justos sufren por causa de la injusticia y para ver si los

malos y crueles logran abrir sus ojos para ver un mundo diferente. Un

precio muy alto que confirma la injusticia de la vida de los hombres. Un

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mundo de sonidos hermosos, sucumbe ante mis ojos. Esos sonidos no se

deben omitir en la vida, puesto que toda bella melodía ha de sonar

siempre en los oídos de los amantes de la belleza acústica de la existencia.

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Somos muy moralistas, en tanto que cumplimos reglas y normas,

algunas sin sentido, y otras con un poco de razón de ser; pero poco éticos,

en torno a la preocupación por los demás. Todos somos crueles pero

debe haber límite para no terminar en los altos pedestales de la

crueldad, dominados por ese mal que infecta hasta consumar vidas

inocentes. Pero esta enfermedad está avanzada y ya no la podemos

acabar por completo, eso sería una quimérica idea, puesto que la

realidad es otra. Debemos procurar controlar la endémica enfermedad

a través del amor, la ternura y le esperanza. Esa esperanza es la que nos

hace ser más útiles a la vida y más que cualquier otro ser viviente. No

podemos perder la esperanza. Ese es el llamado latente de la conciencia.

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He discurrido por las mansiones de mi mente para poder construir esta

historia. Confieso que le falta mucho, pues el tiempo es corto para

reconstruir algo tan extenso como lo es la vida de una persona, por ello,

omití muchas cosas que espero desarrollar mejor más adelante. Pero mi

reflexión me ha llenado de incertidumbres sobre las cuales no

mencionare, pero que seguiré contemplando, entre los que cuento, el

tema de la crueldad y sus efectos en la sociedad, ya sea a pequeña o

grande escala.

La noticia de la muerte fue devastadora y luego de unas cuantas

semanas, en donde muchos del pueblo mostraron su des-acuerdo, por

medio de marchas y otros mecanismos. Yo Salí de mi asombro y

habiendo recordado todo lo que he mencionado, quise pensar que Anita

estaba mejor en el cielo y que el perdón era el mejor de los compañeros

del dolor, pero siempre recordaré a la jovencita con espíritu de niña.

Ella estará en mi mente.

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XI

Fue en un momento, cuando vi en la sala a mi madre y a cesar que aun

hablaban de la mala noticia, no quise interrumpir y entre a mi cuarto

aun con el recuerdo trágico de esta historia. Yo había llegado del colegio

y tenia una nostalgia insolita. luego de ver la imagen de lo que había

pasado tras la muerte de Anita, la solidaridad de los habitantes y la

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unión de los colegios, añadido a todo eso, la enfurecida protesta por el

repudio por las autoridades y la familia, prometí que su historia se

conocería en muchos lugares del país, y fue así, en el patio de mi casa en

Santa Rosa, inicie con este escrito, alimentando mi alma con los

nutrientes del recuerdo, pero hoy son débiles y me lleva mucho esfuerzo

recopilar todo lo necesario para que mi propósito sea cumplido. Allí fui

donde entendí:

El camino de la vida, de forma personal, es un camino que presenta

anomalías extrañas que son consecuencias de actos anteriores, pueden

ser justificados o no, lo cierto es que termina en un silencio, en un punto

final, para dar origen a una nueva historia. Así es la vida, muchas

historias sin contar y muchos silencios por oír.

Fin?... o diré, Mejor: punto y aparte.

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AUTORES LEIDOS:

-Siciliani J. M. (2014) “Contar según Jerome Bruner”. Itinerario

educativo.

- Machado, Antonio. Poemas. Pdf.

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- Víctor Hugo. Los miserables. Pdf.

-Dickens, charles. Grandes esperanzas. Editorial: Biblioteca virtual. Pdf.

-ovejero, José (2012). La ética de la crueldad. Editorial anagrama.

Barcelona.

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