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San Onofre (en griego, Ὀνούφριος, del egipcio: Wnn-nfr, que significa «el que es

continuamente bueno"2)(* alrededor de 320 en Etiopía, † en torno al año 400 quizás en Siria)
es un santo muy honrado y recordado hoy en día por los coptos, y venerado también por la
iglesia católica.
Al parecer San Onofre fue hijo de un rey egipciaco o abisinio y que vivió en el siglo IV. El
diablo logró que su progenitor lo entregara a las llamas como prueba de si era hijo de una
relación adulterina de la reina, prueba de la que resultó ileso.3
Ya de niño entró en un convento de la Tebaida egipciaca (monjes que vivían en el desierto).
De adulto abandonó el cenobio y marchó a vivir de ermitaño. La tradición relata que una
luminaria le acompañó en el itinerario hacia lo que sería su ermita. Solo comía dátiles y agua.
Como vestimenta únicamente poseía sus propios cabellos y hojas de palma o hierbas del
desierto entretejidas. Un ángel le daba pan y vino a diario y los domingos también la
comunión. Sobrevivió de esta forma durante 60 años.
Pafnucio fue discípulo suyo y en una de sus visitas a los eremitas, lo encontró en un estado
deplorable de salud con su cuerpo deformado, barba canosa y cabellos de gran longitud; le
hizo compañía hasta que falleció a las pocas horas para, después, relatar cómo era este titán
de la penitencia encarado con los pecados del orbe. Pafnucio puso por escrito la vida y obras
de san Onofre.
La tradición añade que cuando murió un coro angélico le rindió honores y alabanzas.

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