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M uchas veces nos enojamos con Dios y luego nos viene un terrible
sentimiento de culpa porque pensamos que no está bien, porque
pensamos que nuestra fe y nuestro amor son débiles.
Cuando nos pasa esto es importante pedir la ayuda del Espíritu Santo para que
nos enseñe a comprender que la oración es un clamor íntimo, un río que
brota de lo más profundo de nuestra interioridad y que no puede contenerse.
Por eso no tienes que sentirte mal si te molestas con Dios. Más bien toma
en cuenta estas 5 ideas para que sepas manejarlo y no se convierta en un
enojo que te aleje de tu Padre.
Ante esta afirmación, una clave: Dios siempre tiene los oídos atentos a
nuestras súplicas, los que muchas veces no tenemos idea si nos escuchó o no,
somos nosotros, y dudamos. Sí, dudamos, nos enojamos y nos quejamos de
que no nos escucha porque no nos responde nada…
Más de una vez me han preguntado: ¿cuando rezas cómo sabes que Dios te
escucha?, ¿cómo puedes escucharlo tú a Él?
© shutterstock - Tianika
Admito que la mayoría de veces es difícil seguir al Señor cuando las cosas que
nos pide tienen que ver con la Cruz. Nosotros, como los apóstoles, nos
llenamos de miedo ante el sufrimiento y la muerte, pero todo se entiende
si miramos la Cruz desde el amor.
En definitiva, yo siempre elijo lo que quiero creer, yo soy el que decido creer.
4. Cuando no queremos rezar porque eso nos enfrenta
con nuestras propias oscuridades
La humildad nos pone en la paz de decir que no soy ni lo que los demás
piensan de mí, ni lo que yo pienso; sino lo que Dios piensa.
© SHUTTERSTOCK / LENETSTAN
A veces la rebeldía ante Dios obstaculiza nuestra relación con Él. Hay
momentos en los que decimos con el profeta Jeremías: “Me han decepcionado y
han cavado para sí cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua” (Jer
2,13). O le decimos: “Señor, me he comprometido por ti y me has dejado sin
nada”.
Cuando Dios nos da la gracia de entender eso, la prueba toma sentido. Así, a
pesar del contexto negativo que vivo, tengo la libertad que nadie me puede
quitar, la libertad de elegir sacar un bien del mal que se me presenta.
Solo así Dios nos dará la luz en nuestra oración, quizá no una luz inmensa y
permanente, sino la luz que necesitamos para cada día.