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PHILOSOPHIA VULGARIS

(scripta quodammodo philosophica)

REDACCIÓN

Marisa Mosto
Federico Caivano
Raúl Lavalle
Editor responsable: Raúl Lavalle
Dirección de correspondencia:
Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina
tel. 4811-6998
raullavalle@fibertel.com.ar

nº 10 – 2019
Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta
publicación.

1
ÍNDICE

Presentación p. 3

María Reina Marques dos Santos. Punto y coma, el que no


es fuerte, se embroma p. 4

Felipe Matti. Náufrago (poema) p. 7

Ignacio Leonetti. “Caligari”: Centenario de un claroscuro alemán p. 8

Federico Caivano. Malabureando (poema) p. 11

Facundo Serra Olivero. Reflexiones en torno a una cinta celeste p. 12

Marisa Mosto. Sabiduría callejera p. 14

El arcón de los recuerdos p. 15

Minima philosophica p. 18

Dialoguitos en el perípato p. 23

2
PRESENTACIÓN

En este lugar encontrarás, amigo lector, algunos escritos


que se relacionan de algún modo con la filosofía. Tal relación se
manifestará en notas y minucias filosóficas: unas veces, con
humor; otras, con seriedad. Nos gustaría que nos acompañaras
con tu lectura y con tu pluma. De esta forma serás para nosotros
un nuevo Boecio, pues darás alegría y consuelo.
Radulfus

3
PUNTO Y COMA, EL QUE NO ES FUERTE,
SE EMBROMA1
MARÍA REINA MARQUES DOS SANTOS

Hay personas frágiles. Algunas hasta me hacen acordar de los


“objetos frágiles” que se protegen de los golpes con ese plástico con
burbujitas, que todo el mundo ama explotar. Pienso en aquellas personas
que tienen miedo a ser lastimadas, sobre todo con la burla. Suelen estar a
la defensiva y tienden a ver con desconfianza el mundo que los rodea.2

Estamos a la defensiva y desconfiamos cuando pensamos que


vamos a ser atacados. Precisamente cuando lo pensamos (uso la primera
persona del plural porque ¿quién está exento de ser así?). Digo “cuando
lo pensamos” porque muchas veces no hay un peligro real, sino un
peligro que solamente existe en nuestras mentes.

¿Qué virtud les falta a los que somos “frágiles”? Fortaleza.


Siempre se la ha identificado como la virtud de los “guerreros”, en
sentido literal, como la virtud de aquellos que van a la guerra y que se
exponen a ser heridos e incluso a perder su vida. El fuerte no tiene miedo
a ser lastimado, o mejor dicho, sí lo tiene, pero este miedo no lo paraliza.

1
Reflexiones elaboradas a partir del cuento de Antón Chéjov El hombre enfundado.
2
Cf. Henri Nouwen, Abriéndonos, Buenos Aires, Guadalupe, 1994, p. 60.

4
A pesar de las inseguridades, el fuerte se expone a cualquier
herida en pos de un bien arduo. De este modo entiende Joseph Pieper la
fortaleza, a saber, como una virtud que supone esencialmente la
vulnerabilidad.1 Vulnerable viene del latín vulnus, que significa ‘herida’
y tiene el sufijo -able, que indica posibilidad. En efecto, vulnerable es
aquel que puede recibir una herida; y la persona vulnerable es fuerte en
la medida en que se expone a dicho riesgo con tal de conseguir un bien
difícil de alcanzar.

Un bien difícil de alcanzar es, por ejemplo, el formar buenos


vínculos con los demás. Sólo pueden generarse, si nos abrimos y nos
exponemos al otro. Ahora bien, exponernos siempre implica arriesgarnos
a ser lastimados, por ejemplo, con las burlas de los demás. Es fuerte
aquel que se anima a abrirse, mostrándose tal cual es. Por el contrario, el
hombre que no se anima a mostrarse cómo es por temor a que se rían de
él manifiesta una profunda inseguridad. Es semejante a lo que ocurre con
el que no se anima a contar un chiste por miedo a no ser gracioso. El
primero teme a las risas; el segundo, a la ausencia de ellas. Sin embargo,
tanto uno como otro comparten un mismo sentimiento: el miedo a recibir
por parte de los demás una respuesta que no es la deseada.

Todo vínculo fecundo exige fortaleza pues, para que realmente se


dé, es necesario exponernos a los demás corriendo el peligro de ser
heridos. Cuánto más profunda es una relación, más nos exponemos, y los
beneficios, como así también los riesgos, son mayores. La contrapartida
de la relación es el encierro. Cuando uno se aísla evita el contacto con
los demás. Se pierden los beneficios de una relación auténtica donde
emerge “lo más verdadero de nosotros mismos” y también se evitan los
riesgos que implica dicha relación, como por ejemplo: ser lastimados, no
ser comprendidos, fallarle al otro o incluso… perderlo. Como dice San
Agustín, el que no quiera sufrir, que no ame.

Ahora bien, el que se aísla corre un riesgo mayor: no conocerse.


Digo esto porque generar vínculos con otras personas, sobre todo si son
vínculos fuertes, “activa” algo en nosotros que muchas veces está
dormido o en estado latente. Las situaciones que se generan nos dan la
oportunidad de conocernos más a nosotros mismos y así aparece la
posibilidad de desplegar mejor eso que somos. En este sentido, evadir el
contacto con los demás termina siendo un riesgo mucho más grande que
aquellos a los que nos exponemos en dicho contacto, siempre y cuando
se trate de vínculos “sanos”.

1
Cf. Josef Pieper, Las virtudes fundamentales, Madrid, RIALP, 2010, p. 176.

5
El encierro que es estéril solo lleva a la muerte. Todo lo que
tenemos por desplegar queda guardado como una mera posibilidad que
nunca saldrá a la luz, o al menos no plenamente. Así como el agua que
no fluye se pudre, el “agua interior” queda estancada sin darse a conocer
a los demás. Por lo tanto, si queremos tener vínculos fuertes y
conocernos mejor para favorecer al despliegue de todo lo que hay dentro
nuestro –lo que constituye un bien grandísimo y dificilísimo– no
debemos olvidar el abrirnos a pesar de las espadas que nos puedan llegar
a atravesar.

MARÍA REINA MARQUES DOS SANTOS

6
NÁUFRAGO

“¡Reme!
¡Reme!”
Grita un corazón,
Desahuciado y sin razón,
Cuyo único objetivo
No halla fin en el rubor.

Roer, espuma, vergüenza


¿Acoso? Quizás también
Un simple perdón;
Ojos que evaden
Pero la incipiente muestra
De una sonrisa y un tenue amor.

Extenuado,
Brazos que se agitan,
Pulmones agotados.
¡Chamuyero depravado!
Por el amor obnubilado;
El sinsentido
Del pobre enamorado.

FELIPE MATTI1

1
Felipe, junto con su amigo y condiscípulo Facundo Serra, participó en unas
olimpíadas universitarias en 2019, precisamente en remo. [Radulfus]

7
CALIGARI: CENTENARIO
DE UN CLAROSCURO ALEMÁN
IGNACIO LEONETTI

Hay momentos en los que toda una generación


se encuentra extraviada entre dos épocas,
entre dos estilos de la vida, de tal suerte,
que tiene que perder toda naturalidad, toda
norma, toda seguridad, toda inocencia.
Hermann Hesse

El Gabinete del Dr. Caligari es una película filmada en 1919 y


estrenada a comienzos del año siguiente. Tal vez ninguno de los
protagonistas que asumió esta aventura estaba en condiciones de
comprender la influencia esencial de este film, que constituiría una
huella duradera en la historia de la cultura.

Caligari, como se suele conocer la película, acrisola el sentir del


pueblo centro-europeo de habla alemana en un momento crucial de su
historia y firma con trazo indeleble aquello que se ha dado en llamar “el
expresionismo alemán”. Por medio de este film –como en tantas otras
manifestaciones del movimiento– se pudieron canalizar los horrores
vividos, el pathos de toda una nación postrada que pugnaba por
reconstituirse.
Contrario a lo que pudiera suponerse, el cine estaba plenamente
vigente en la más inmediata posguerra. Mientras Alemania todavía
estaba sumergida en el caos político y socio-económico, se fermentaba
en sus raíces la savia de un arte revolucionario, viejo y nuevo a la vez.
Lo novedoso residía en la aplicación de la técnica estética pero era un
arte ya antiguo en sus principios teóricos, sustentados en las consignas
de un romanticismo centenario.
Queremos señalar aquí dos características esenciales de Caligari:
la pasión artística alemana por el claroscuro y la expresión del drama
sociopolítico de su tiempo.
En el primer punto encontramos la referencia directa al espíritu
alemán, profundamente romántico. Entre los ejemplos contamos con: la
ciudad que sirve de escena a la historia, una aldea medieval donde se
funden los sueños con los hechizos y la realidad. Además, la
escenografía es geométrica pero desproporcionada, inventa un mundo
imposible de senderos con pendientes inexpugnables, de puertas con
figuras caprichosas o asientos de escribientes con alturas tragicómicas.

8
En la imagen y fotografía del film observamos cierto aire a
historieta en las que solo sus protagonistas se ajustan al conjunto: el Dr.
Caligari/director del manicomio y su “asesino/víctima” llamado Cesare.
Ellos no desentonan, puesto que también provienen de este
mundo de dibujos trazados con el nervio de un cubismo firme. Uno de
sus hacedores afirmó: “Las películas deben ser dibujos a los que se da
vida”. 1 Y en esa voluntad expresionista se condensaba el punto de
inflexión a una tradición burguesa perimida y una esperanza (¿ilusa?) en
el poder material que el hombre suponía tener para transformar la
naturaleza y la sociedad.
Es en estas condiciones en las que se encuentra el alma alemana.
Lo que se veía en la pantalla era esta alma con sus tortuosos recovecos y
una peripecia narrativa brusca y sorpresiva. En este sentido, retirarse a
filmar en estudio (como está hecha casi toda la película) significaba
replegarse sobre la complejidad propia de una vida espiritual que se
debate entre la vida y la muerte en el claroscuro fílmico.
El otro aspecto a resaltar es cómo este film evidencia el pulso
sociopolítico de su tiempo. Originalmente la historia iba a narrar el
poder hipnótico que de forma macabra ejecuta un “mago de feria”, el Dr.
Caligari, a través de Cesare, su “zombie”.

1
KRAKAUER, S. De Caligari a Hitler. Trad. Grossi, H. Buenos Aires, Nueva Visión,
1961, p. 82.

9
Y especialmente cómo una pareja de jóvenes enamorados
(Francis y Jane) sufre esta acción. Pero el director del film sugirió
cambiar el guión drásticamente (cosa que logró): que la historia de
Caligari sea contada/fabulada por un Francis demente a un compañero
de manicomio en el que Jane y Cesare también están internados y que es
dirigido por el Dr. Caligari. En este cambio se evidencian el contrapunto
abrupto, el gusto del espíritu alemán por la fuerza y el impacto, por la
dialéctica y la aceptación de la complejidad inmanente a una realidad
siempre a punto de desencadenar catástrofes.
El mensaje trágico de este giro consiste en que la tiranía y la
anarquía se funden en el mismo fenómeno. La primera está representada
por el Caligari de la feria, que con su hipnosis es capaz de dominar a las
masas para sus propios propósitos, anticipando así el drama del nazismo.
La anarquía, por otra parte, queda simbolizada en la vida de la feria,
abigarrada de negocios y mercachifles entre los que Caligari se abre paso
sin dejar sospechas de quién es verdaderamente. La frustración es total.
Entre la tiranía y el caos la comunidad vive un estado de completa
confusión, cuestión que queda retratada sobremanera en la resolución de
la historia. El hecho de que todo haya sido una ilusión de Francis (“el
internado psiquiátrico”) revela cómo tiranía y caos se retroalimentan, se
funden el uno en el otro y se perpetúan en numerosas mutaciones,
quedando protegidas por las mismas narrativas. Lo que queda,
conclusivo y determinante, es el manicomio.1

No es nuestra idea quedarnos en el pesimismo de este mensaje


sino dar un breve aporte a un hito cultural del que se cumplen cien años.
El mismo ha retratado admirablemente el estado espiritual de un pueblo
que deambulaba tras su identidad y a las puertas de un cambio esencial
en su historia y su pensamiento. Con Caligari se abre una nueva época
en el cine, en el arte, en la Europa golpeada por la guerra. De esta fuente
han bebido los grandes intelectuales que una vez más llevaron a la cima
la vida del espíritu en la década de 1920. También anunció
premoniciones que lamentablemente se cumplieron años después.
En definitiva, El Gabinete del Dr. Caligari nos avisa de los
peligros que subyacen a las quimeras de una razón que descarta la
realidad y cae en la misma cosa que son la tiranía y el caos.

IGNACIO LEONETTI

1
Ibíd. p. 90: “(…) la normalidad se corporiza por medio de una multitud de locos que
se mueven en un insólito ambiente. Lo normal es un manicomio: la frustración no
podría haber sido pintada de manera más definitiva (…)”

10
MALABUREANDO

Verbo intransitivo;
transiciones de inversionista.

Usar en gerundio
y conjugar como Girondo.

Clase particular
de palabra.

Balance de tiempos que maniobran entre:

estudios y arquitectas,
rendir cuentas,
poetas y científicos,

intereses y estudios,
científicos y presupuestos,
arquitectas y obras,

rendir cuentos,
presupuestos e intereses,
científicos y estudios,

poetas y obras,
arquitectas y presupuestos,
siglas y siglos,

debe, haber, futuro crédito,


aprender, viajar, repasar,
por los signos de los signos…

FEDERICO CAIVANO1

1
Por si fuera de interés, más abajo escribí unas líneas, en la parte “Dialoguitos en el
Perípato.” [Radulfus]

11
REFLEXIONES EN TORNO
A UNA CINTA CELESTE
FACUNDO SERRA OLIVERO

Es menester, querido lector, que lo ubique espacio-


temporalmente: Argentina, en época post boom de pañuelos verdes y
celestes. Aproximadamente fines de octubre del 2019. Cabe aclarar que
no voy a reflexionar en torno a esos tipos de cintas, sino que todo
comenzó cuando los alumnos de 5º año del colegio en el que trabajo
volvieron de su viaje de egresados. Dos de ellos, a los cuales
identificaremos como Natalia y Natalio, desde las lejanas playas de
Brasil me trajeron una cinta celeste.

Con palabras serias me advirtieron sobre las propiedades mágicas


de la cinta: “Facu, cuando oses atar dicha cinta a donde tú gustes,
recuerda lo siguiente: por cada vuelta que le des pide un deseo, pero solo
podrás pedir hasta tres”. Yo, por no faltar el respeto a sus palabras
cargadas de una larga tradición de viajes de egresados, cumplí con lo
dicho. Por lo tanto, tomando mi mochila, en la parte de arriba, luego de
dar tres vueltas y alguna que otra más, até la cinta celeste, pidiendo a su
vez los tres deseos correspondientes.

Pasó el tiempo. Me encontraba volviendo de la facultad en el


colectivo recorriendo la avenida Santa Fe, siendo lo único que la
iluminaba los faroles y algún que otro negocio. Sin mucho que hacer mi
atención se centró en la cinta de la mochila.

A simple vista parecía una cinta cualquiera, ¿Cómo la


definiríamos? ¿Cuál es su esencia? Realmente no me tomé el trabajo en
pensarlo, así que mi seguridad sobre una definición es oscura como
aquella noche. Pero cualquier persona que la viera podría decir que
aquello celeste en mi mochila es una cinta.

Ahora bien, como aclaré al principio, me encontraba en una etapa


post debate sobre el aborto; por ende, mi cinta celeste para el ciudadano
argentino tiene toda una carga de significado, que hacen a la cinta una
muestra de postura a favor de las dos vidas. Pero no es ahí donde se
detuvo mi reflexión, porque el real sentido que tiene y hace de la cinta
algo distinto de cualquier otra es el hecho de que fue un regalo de
Natalia y Natalio.

12
Dicha cinta dejó de ser simplemente lo que es. Pero no en sentido
de que lo que es fue destruido y pasó a ser otra cosa, sino que, siendo lo
que es, pasó a tener un sentido más amplio que hace de ella una cinta
distinta de las demás.

Así que, cuando se pregunte por una cinta celeste en la mochila


de un joven, se puede decir mucho más que una simple definición de
género próximo y diferencia especifica. Y, si por mí concierne, el
sentido que de mi parte tiene la hace algo mucho más especial, lo que me
lleva a valorarla de un modo distinto a cualquier otra cinta.

FACUNDO SERRA OLIVERO

13
SABIDURÍA CALLEJERA

“El afecto es revolucionario”. No las bombas, los cuchillos, la


descalificación y todas las formas de violencia con las que asociamos
desde hace siglos la palabra revolución, sino algo a menudo mucho más
difícil de vivir: el afecto.

El afecto puede “dar vuelta” la masa agriada de antagonismo,


división, y mutilación de lo humano a la que estamos acostumbrados.

La violencia, separa, fragmenta, destruye. El afecto une,


confirma, estimula, hace crecer.

Cada gesto de afecto en el que reconocemos a los demás su valor,


su lugar, sus necesidades y su riqueza, en el que descansamos en nuestra
mutua presencia, reducimos un poco el “u”/οὐ-no) de la utopía
(no/lugar/topos) de una humanidad reconciliada.

¿Cómo sería esa humanidad? ¿Imaginan la atmosfera de su día a


día? ¿Encandila tanta posible paz y alegría? ¿Nos ruboriza? Dostoievski
lo denominó “el sueño de un hombre ridículo”. Tan simple, sin vueltas,
una herramienta que tenemos al alcance de la mano y no la vemos como
cuando algo se nos planta muy cerca frente a nuestras narices.

MARISA MOSTO

14
EL ARCÓN DE LOS RECUERDOS

En este arcón aparecen libros y objetos peculiares de valor


incalculable. Venderlos no es una opción, pues al traducirlos en
dinero pierden significado. Sin embargo, queremos compartirlos
de alguna manera y por eso abrimos este espacio.

Recuerdos del Partenón

Cuando estaba en el Partenón, estas últimas vacaciones, fue un


día muy especial para mí. Al llegar a la Acrópolis empecé a llorar de la
emoción porque no podía creer que finalmente estaba conociendo ese
lugar del que tanto había estudiado en la carrera. Me acordé de las clases
de griego, de Historia de la Filosofía Antigua. No pude evitar querer
llevarme algo de ese lugar y tomé tres piedritas del piso: una para mi
papá, que es filósofo y es quien despertó en mí la vocación a la filosofía:
una, para mi hermano Juan Francisco; y otra, para mí.

15
Al día siguiente fui a conocer el Liceo de Aristóteles. Estaba muy
feliz también de estar allí y quería llevarme algo de ese lugar. No sabía
qué y mi marido levantó una piñita del suelo y me la dio, y así fue que
me la traje de recuerdo. He aquí la piñita.

Ambas cosas las tengo en mi biblioteca junto a los bustos de


Sócrates, Platón y Aristóteles, que me traje de Atenas.

MARÍA MELANIA SUÁREZ

EL BAÚL
Washington Bado
Desde niño los baúles siempre me resultaron fascinantes. Sería
tal vez porque en las ilustraciones de los cuentos de piratas, que yo leía
con avidez, siempre aparecían tesoros enterrados con ellos, en lugares
remotos y secretos. O tal vez porque poseían herrajes y cerraduras con
candados enormes, lo que volvía trabajoso descubrir su precioso
contenido.
Recién cuando fui más grande, supe que en mi vieja casona, en
un altillo donde se guardaban trastos viejos, existía uno que había
pertenecido a mi abuelo, que lo había traído de Europa, cuando llegó
como tantos otros inmigrantes, para “hacer la América”. Lo poco que
traía, puede decirse que nada, cabía en ese baúl. De niño conocí a mi
abuelo que se mostraba como un anciano cariñoso, al que le gustaban
mucho las bromas. Siempre me decía que él tenía un baúl que escondía
un tesoro.
Un buen día y sin decirle nada a nadie, me atreví a subir a ese
altillo, que en lejanos tiempos había sido un mirador, trepando por una
estrecha escalera, desde la azotea.

16
Pero en ese pequeño cuartucho había tantos objetos acumulados,
que no pude ver al baúl y tampoco podía apartar los trastos en busca de
mi objetivo, porque –desde luego– la operación la hacía en secreto y el
ruido hubiera alarmado a mis padres y hermanos. La pregunta, que no
me no me atrevía a plantearle a nadie, era: ¿Qué contenía el baúl? Estaba
seguro de que los demás no lo sabían porque de lo contrario me lo
hubieran dicho. Pero, además, me agradaba que mi preocupación por
aquella interrogante permaneciera en secreto, porque eso le daba el gusto
del enigma y de lo prohibido y la trasformaba en una incógnita
absolutamente mía.
Después, a medida que fui creciendo, me fui olvidando del baúl
y, al final, ya de mayor, lo olvidé totalmente, sobre todo porque me casé,
formé mi propio hogar, en un pequeño departamento y la casona quedó
en poder de un tío soltero, un hombre solitario con el que no tenía mucho
trato, que la siguió habitando hasta el final de sus días.
Los trámites sucesorios obligaron a hacer un inventario y
entonces regresé a la vieja casona. Habían pasado muchos años pero
todo estaba como cuando la dejé. Y entonces, como una lejana aparición,
recordé el baúl. Aprovechando que mis acompañantes estaban
entretenidos con muchos objetos antiguos, conservados cuidadosamente
por mi tío, subí a la azotea y repetí la operación frustrada que había
hecho de niño en busca de él.
Quedé sorprendido. El altillo estaba completamente vacío, pero
en un rincón –mucho más pequeño de lo que me lo imaginaba– estaba el
baúl. Era de madera, con herrajes enmohecidos y un pequeño candado,
que hice saltar forzándolo con una de mis llaves. Y lo abrí con cuidado.
Nuevamente me sorprendí. También estaba totalmente vacío.
Me senté en el suelo y me quedé contemplándolo por un buen
rato. De repente se me ocurrió pensar que, si mi abuelo me estuviera
mirando. me habría confiado el secreto de su tesoro, como una de sus
bromas:
–Bueno, niño… al fin no encontraste nada, pero también te das
cuenta de que ahí está todo.
Cerré el baúl, lo puse en su lugar y regresé a la casona. Me sentía
feliz. Por fin había descubierto el tesoro de mi abuelo, el que lo trajo a
América y se lo llevó de la vida, sin nada.
Washington Bado1

1
Este escritor uruguayo ya ha colaborado en estas páginas. Me ha parecido bien poner
este cuento en esta sección de la revista, porque le va como anillo al dedo, en mi muy
humilde opinión. En la sección Dialoguitos en el Perípato, más abajo, escribo unas
líneas a mi amigo oriental. [Radulfus]

17
MINIMA PHILOSOPHICA

Algún chiste filosófico

En una librería de Buenos Aires tienen por costumbre obsequiar


señaladores con algún chascarrillo. Mi foto muestra dos. Tolkien no solo
atrae a alumnos de literatura, sino también a los de filosofía. Federico
Caivano anota: “Cuando alguien elige una opción sólo por no elegir las
demás, digo que usa el método cartesiano, porque elige por descarte.”
Radulfus

Quoad detritum caninum admonitionum compendium


Tenemos una tradición aquí en la ciudad de Buenos Aires que
consiste en pegar carteles en los árboles o paredes de la propia vereda,
exhortando a aquellos que pasean a sus perros para que recojan los
excrementos cuando la mascota termine de utilizar el servicio urbano del
arbolado público. No dudo de que esta práctica exista en otros países y
ciudades, pero no me consta aún que esté tan extendida como en los
“cien barrios porteños” (aunque Internet muestra la ubicuidad del
fenómeno).

18
Si le creemos a Borges acerca de la existencia de una biblioteca
infinita (habitada por equivalente infinidad de libros, que reúnen todas
las combinaciones posibles de signos lingüísticos), entonces me gustaría
conocer al sabio bibliotecario al que haya tocado en suerte posar su vista
en aquel “Compendio de admoniciones en cuanto los detritos caninos”,
pues tal catálogo corre el riesgo de esfumarse en la bruma del tiempo,
por el carácter endeble e improvisado de su soporte material. Urjo
entonces a quien le interesen los fenómenos sociológicos a prestar
atención a las diversas manifestaciones de esta literatura particular,
como si viniera de un futuro remoto y fuera transportado a una antigua
urbe con el fin de estudiarla. Tal vez podamos entrever generalizaciones
en el estilo, la estructura o la semántica de las expresiones,1 y aventurar
conjeturas para aprender algo de tan fascinante civilización.

FEDERICO CAIVANO

Dos a favor y dos en contra


El otro día en la Facultad, camino a mi aula, me detuve ante una
más pequeña. Allí estaban reunidos cuatro queridos exalumnos. Eran
Agustina, Juan, Luciano y Mateo.

1
Y se podría escribir todo un libro, si no existe ya (más acá de la biblioteca de Babel)
sobre las muy distintas y abundantes formas de referirnos a las heces, y la elección de
una u otra forma según el contexto y el efecto que se quiera lograr.

19
Por supuesto aproveché para saludarlos, porque hacía un tiempito
que no nos veíamos. Estaban reunidos, porque forman un proyecto de
investigación. Ni corto ni perezoso aprovecho para pedirles que lean y
difundan Philosophia vulgaris; también, que escriban en ella. ¿Cuál será
el resultado de mi pedido? Me juego por un empate; mejor, por una
derrota por 3 a 1. En esto sigo el pesimismo de Schopenhauer, aunque no
lo he leído.

Veamos. Con Juan voy con mal auspicio etrusco, puesto que
tenía una remera lisa, no una de Los Beatles. En cuanto a Agustina,
siempre fue mi acérrima enemiga, pues su apellido (Lombardi) tiene que
ver con los lombardos o longobardos, un grupo dentro de los germanos
invasores que provocaron la ruina del Imperium. Sobre Mateo… mal,
porque exhibía una copiosa barba: longobardos quiere decir ‘de largas
barbas.’ De modo que mis esperanzas solo están puestas en Luciano. El
tiempo dirá si mi Etrusca disciplina fue acertada o no.
Radulfus

20
Singular espacio para filosofar
Encendido debate filosófico que las alumnas de la Facultad de
Filosofía de la Universidad Nacional de Mar del Plata decidieron llevar
adelante en un singular lugar: las puertas de los baños de la Uni.
Nadie sabe en qué momento puede llegar la inspiración que lo
lleve a uno a estrellar una opinión en la puerta o pared más cercana ¿no?
Por eso hay siempre hay que estar preparado, marcador en mano, aun en
el retrete.
MARISA MOSTO

De Sicilia a la Reina del Plata


Empédocles, el gran filósofo presocrático, nos ha dejado un
sugerente cúmulo de conceptos y creencias que, a través del tiempo,
supieron encontrar múltiples y diversos seguidores.

21
Su concepción acerca de la generación de los seres vivos, sus
influencias provenientes del orfismo y del pitagorismo respecto de la
transmigración de las almas, la influencia que ciertos aspectos de su
pensamiento ejercieron sobre pensadores como Platón, probablemente
Demócrito, Nietzsche, Freud, Schopenhauer o el mismísimo Hölderlin,
que le dedicó “La muerte de Empédocles”, son apenas un brevísimo
muestrario de la magnitud de pensador con el que nos encontramos.
Sin embargo, y respecto de lo que podríamos considerar como
uno de los ejes centrales de su pensamiento, el ciclo cósmico, siempre
tuve la sospecha de que su gran inspiración provenía de otras fuentes.
Debo decir respecto de esto que, luego de buscar por largo tiempo de
manera infructuosa, creo que, por fin, acabo de descubrirlas…
Horacio J. Ferreras

22
DIALOGUITOS EN EL PERÍPATO

Esta sección incluye escritos sobre anteriores escritos de


nuestra Philosophia vulgaris. Le he puesto un título que recuerda a
los “Dialoguitos en el asfalto”, del viejo diario La razón. Creemos
que será del gusto de los lectores. [Radulfus]

A Federico Caivano
Me gustó mucho tu poema, Fede. Creo que se nota alguna huella
de Oliverio Girondo (1891-1967), poeta argentino muy peculiar. Pero tu
poesía inter negotia casa muy bien con un título suyo. [Radulfus]

Al Dr. Washington Bado


Le agradezco muchísimo su envío. Disfruté mucho de él, por
muchos motivos (por mi alma de niño, por mi gusto por las casas viejas,
por mi gusto por las cosas viejas). Pero mi loca imaginación me llevó a
la Isla Gorriti, que fue también sitio de piratas, como los que usted
menciona en el comienzo de su cuento. [Radulfus]

23
Al Dr. Washington Bado
¡Gracias por compartir ese hermoso relato! También disfruté
mucho leyéndolo. Lamenté que le resultara inaccesible al niño y me
alegré de que el adulto lo encontrara en ese altillo vacío, como
aguardándolo. Me angustié porque allí no hubiera nada. Creo que me
angustié porque imaginé que realmente allí se escondía un tesoro. No
principalmente “material” sino algo así como una “revelación sobre el
sentido de la vida”. (¿Deformación profesional?) Nada y angustia se
reclaman. Luego su alusión al humor del abuelo me resultó muy
oportuna. La asocio también con la “sabiduría del hombre mayor” y el
consejo evangélico de no acumular los bienes terrenales. En fin, una
llamada a valorar el tiempo en toda su belleza y precariedad. ¡Quizás ese
era su mensaje escondido! Y otra vez me “salta” la filósofa.
Marisa Mosto

A Marisa y Raúl
Marisa y Raúl: Gracias a ustedes, hermanos, desde esta otra orilla
del río. La revista me resultó magnífica. Los poemas, en tan diferentes
estilos, pero muy buenos. El “encierro estéril”, muy bien expuesto por
María Reina y destaco una frase del aporte de Leonetti: “la tiranía y la
anarquía se funden en el mismo fenómeno.” ¿Acaso no lo estamos
viendo en estos días? Ambos son muy generosos en la interpretación de
mi breve cuento. Marisa: “belleza y precariedad del tiempo.” ¡Qué bien!
Lo dijo con dos palabras; sencillez de filósofa. Ese es el mensaje, de un
hombre ya muy mayor que se lo agradece. Con un abrazo.
Washington Bado

24

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