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BELEROFONTE Y LA QUIMERA

En un tiempo muy lejano vivieron dos hermanos llamados Hipono y Belero. Eran los hijos de Glauco,
el rey de la ciudad de Corinto.
Los hermanos solían ir de caza al bosque. Hipono era un arquera casi infalible. Una tarde, vio una
figura distante entre arbustos y le lanzó una flecha mortal. Cuando fue a recoger la presa, descubrió que no
se trataba de un animal. Era su propio hermano, Belero.
Hipono lloró de rodillas junto al cuerpo muerto. Luego del funeral, lleno de dolor, decidió abandonar
su casa y su ciudad. También cambió su nombre, para que nadie olvidara su trágico error. Ahora se llamaría
Belerofonte, “el matador de Belero”.
Tras dejar Corinto, llegó a la ciudad de Tirinto. Allí reinaban Preto y Antea. Ambos se condolieron de
su desgracia y lo hospedaron en el palacio. Pero la reina Antea se había enamorado a primera vista. Hizo
todo lo posible para ser correspondida por ese joven triste y bello. Belerofonte, sin embargo, la ignoraba una
y otra vez. Herida en su amor propio, Antea le dijo a su marido que el huésped intentaba seducirla y
conquistarla.
El rey Preto se sintió traicionado y humillado. Para no enojar a los dioses –matar a un huésped era un
grave crimen-, tramó un plan simple pero efectivo. Llamó a Belerofonte y le dijo:
-Por favor, lleva este mensaje a Yóbates, mi suegro, el padre de Antea. Es urgente.
Yóbates reinaba en Licia, una ciudad vecina a Tirinto. Belerofonte se puso en marcha sin preguntar
nada. Al llegar, se presentó ante el rey. El anciano Yóbates abrió en su presencia el mensaje sellado. La nota
decía:
El portador de esta carta deshonró a tu hija y a tu yerno, y debe pagar con su vida.
Yóbates pensó unos momentos. Él tampoco quería manchar con sangre sus manos. Al fin le dijo al
mensajero:
-Belerofonte, sé que tu fuerza es tan grande como tu coraje. Te pido que viajes a Caria y nos libres de
la despiadada Quimera.
De ese modo, Yóbates cumplía el encargo de Preto, pues nadie salía vivo de un combate con la
Quimera. Era un monstruo con cuerpo de cabra, cabeza y garras de leona, y cola de serpiente. Corría a gran
velocidad y escupía fuego. Su piel era tan gruesa que ni la espada más filosa la traspasaba. Vivía entre las
montañas y solía bajar a los campos, diezmando rebaños, asesinando a cualquiera que la enfrentara.
Belerofonte sabía que nadie que desafiara a la criatura volvía para contarlo. Pero él aún lloraba a su
hermano, y consideró justo perder la vida en garras de un monstruo si eso le deparaba el destino.
Camino a Caria, el joven recibió el consejo de un adivino llamado Polido.
-Para enfrentar a la Quimera- le dijo el anciano-, usa una lanza de plomo en lugar de una de acero.
También le recomendó atacar al monstruo a caballo. Pero no en cualquier caballo, sino en uno más
veloz y más ágil que todos los demás. El único que le serviría. Nada menos que Pegaso, el caballo alado,
favorito de los dioses.
Belerofonte agradeció los consejos y siguió su camino. Encargó a un herrero una lanza de plomo,
mientras pensaba cómo atrapar a Pegaso. Pero aunque lograra atraparlo, se decía, debería domarlo. ¿Y
cómo domar un caballo volador?
La diosa Atenea escuchó sus cavilaciones y quiso ayudarlo. Tomó la apariencia de una niña y se puso
en su camino. Llevaba una cuerda dorada entre las manos. Le entregó la cuerda con una sonrisa y le dijo:
-Sé que buscas a Pegaso. Suele refrescarse en la fuente de Pirene. Podrás atraparlo con este lazo.
Belerofonte aceptó el regalo de la misteriosa niña. Poco después, encontró al caballo alado donde ella le
había indicado. Era un animal majestuoso.
Belerofonte esperó a que Pegaso agachara la cabeza para beber de la fuente. Entonces arrojó el lazo
dorado. Así consiguió atraparlo y montarlo. Pegaso corcoveaba, encabritado. Levantó vuelo, se sacudió,
intentó quitarse de encima a su jinete. Pero Belerofonte era hábil y decidido, y el animal terminó
aceptándolo como un jinete digno.
Cuando llegaron a los campos de Caria y divisaron a la Quimera, volaron en círculos a su alrededor.
Primero a mucha altura, estudiándola, y después cada vez más cerca. La bestia nunca había sido atacada
desde el aire. Recién los vio cuando bajaban en picada hacia ella. Tomada de sorpresa, solo atinó a pararse
sobre sus patas traseras, rugir y exhalar una bocanada de fuego. Al mismo tiempo, Belerofonte arrojó su
lanza hacia las fauces del monstruo. El fuego de la Quimera derritió el metal. El plomo líquido corrió por su
garganta. La bestia soltó un horrendo gemido y cayó al piso, muerta, con las entrañas calcinadas.
A su regreso, Belerofonte fue saludado como un héroe. Yóbates, en cambio, maldijo su suerte y le
hizo un nuevo encargo: pelear contra los sólimos, un pueblo feroz que acechaba las fronteras de la ciudad.
Con ayuda de Pegaso, Belerofonte no solo sobrevivió, sino que cumplió la misión con éxito. Y así se
sucedieron otras trampas, de las que el joven salía siempre vencedor. Entonces Yóbates, lleno de admiración
por sus hazañas, le preguntó:
-¿Cómo es posible que un héroe respetable como tú, Belerofonte, haya intentado seducir a mi hija
Antea a espaldas de su marido? No puedo entenderlo.
El anciano le mostró la carta del rey Preto, que el propio joven le había entregado tiempo atrás.
Sorprendido, Belerofonte le explicó la verdad, que era justo al revés. La reina quiso seducirlo a él, y al
verse rechazada, lo acusó injustamente.
Yóbates creyó en su palabra. Para compensarlo, le ofreció la mano de su otra hija, Filónoe. Así, el
héroe se convirtió en príncipe. Y poco después, tras morir Yóbates, fue coronado rey.
Una mañana, Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo. Después de tantas hazañas, se
sentía invencible, digno de ser recibido en la morado de los dioses. Pero Zeus no pensaba igual. Al verlo venir,
decidió castigar su soberbia. Para eso le alcanzó con un tábano.
El insecto voló y picó a Pegaso en una pata. El caballo se encabritó. Belerofonte, que montaba muy
confiado, casi distraído, no llegó a aferrar la rienda dorada. Cayó de espaldas al vacío. La terrible caída no lo
mató- , pero el golpe lo dejó rengo, ciego y muy lejos de su hogar.
Así pasó Belerofonte sus últimos años: vagando por caminos desconocidos y contando sus hazañas a
quien se prestara a oírlas.
Pegaso, por su parte, siguió volando hasta el cielo. Allí se inmortalizó como una constelación que
lleva su nombre, y hasta el día de hoy puede verse.

Actividades
1) Indicar Verdadero o Falso
□ Antea le dice a Preto la verdad acerca del amor que Belerofonte siente por ella.
□ Belerofonte no sabía que Preto, en la carta, iba a traicionarlo.
□ Yóbates le pide a Belerofonte que mate a la quimera con la verdadera intención de salvar la ciudad
de Licia.
□ Polido y Atenea perjudican a Belerofonte, mientras que Zeus lo ayuda.
2) Responde en la carpeta:
a) ¿Por qué Hipono decide llamarse “Belerofonte”? ¿Qué significa este nombre?
b) ¿Gracias a quienes Belerofonte logra derrotar a la Quimera?
c) ¿El origen de qué cosa se explica finalmente en el relato? ¿Qué personaje sufre una transformación?
4) Describan a que personajes le corresponde las siguientes características
Fuerza y coraje: Orgullo excesivo:
Venganza: Soberbia:
5) Indiquen con una H los personajes que son seres humanos y con una D los personajes que son dioses
___Atenea ____Polido ___Yóbates
___Belerofonte ___Zeus ___Preto

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