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HISTORIA

Se han descubierto alfarerías en Grecia y Roma. En varias zonas del Imperio


romano las fábricas producían cristalería, artículos de bronce y otros productos
similares, elaborados tanto para la exportación como para el consumo interno. En
la edad media, en las ciudades de Antioquía y de Tiro existían grandes fábricas de
seda; en Europa, durante la baja edad media se instalaron fábricas textiles en
varios países, fundamentalmente en Italia, Flandes (la actual Bélgica), Francia e
Inglaterra.

Durante el renacimiento los avances científicos, el contacto con el Nuevo Mundo y


el desarrollo de nuevas rutas comerciales con el Lejano Oriente estimularon la
actividad comercial y la demanda de bienes manufacturados, y de esta forma se
promovió la industrialización. En Europa occidental, y concretamente en
Inglaterra, durante los siglos XVI y XVII se crearon muchas fábricas para producir
bienes tales como papel, armas de fuego, pólvora, hierro colado, vidrio,
vestimentas, cerveza y jabón. Aunque en determinados establecimientos se
utilizaban grandes máquinas, que funcionaban con sistemas hidráulicos en
algunos lugares, los procesos industriales solían utilizar el trabajo como mano de
obra y herramientas simples. A diferencia de las modernas fábricas mecanizadas
con cadenas de montaje, las fábricas eran meramente grandes talleres en los que
cada trabajador operaba independientemente. Tampoco eran las fábricas los
lugares de producción habituales; aunque algunos trabajadores podían utilizar las
herramientas de su patrón y trabajaban en su local, la mayor parte de la
producción se llevaba a cabo siguiendo un sistema doméstico, mediante el cual
los trabajadores recibían las materias primas, trabajaban en su casa, devolvían
los artículos manufacturados y se les pagaba su trabajo.

3 DESARROLLO DEL SISTEMA INDUSTRIAL

El sistema industrial, que en un momento dado reemplazó al sistema doméstico y


se convirtió en el mecanismo típico de producción de las economías modernas,
empezó a desarrollarse a finales del siglo XVIII, cuando una serie de inventos
transformaron la industria textil británica marcando el inicio de la Revolución
Industrial. Entre los inventos más importantes destacan la lanzadera volante
patentada en 1733 por John Kay, la "spinning jenny" (la hiladora "Jenny", nombre
puesto en honor a su mujer, 1764) de James Hargreaves, la máquina hiladora
hidráulica (1769) de Richard Arkwright, la hiladora (1779) de Samuel Crompton y
el telar mecánico (1785) de Edmund Cartwright. Estos inventos mecanizaron gran
parte de los procesos manuales que se utilizaban para hilar y tejer y facilitaron la
producción de textiles con mayor rapidez y más baratos. La mayoría de estas
nuevas máquinas eran demasiado grandes y caras para que se utilizaran en los
hogares, por lo que se hizo necesario el trasladar la producción a las fábricas.

Uno de los principales avances tecnológicos del principio de la Revolución


Industrial fue la invención de la máquina de vapor. Cuando se mecanizaron por
primera vez las fábricas textiles sólo se disponía de la energía hidráulica para
hacer funcionar las máquinas y el propietario se veía obligado a situar la fábrica
cerca de una fuente de agua, la cual, a veces, se encontraba en un área poco
adecuada y lejos de la oferta de trabajo. Después de 1785, fecha en la que se
instaló por primera vez una máquina de vapor en una fábrica de algodón, el vapor
empezó a sustituir al agua como fuerza motriz. Los productores podían establecer
fábricas más cercanas a la oferta de trabajo y a los mercados de bienes. El
desarrollo de la locomotora y de los barcos de vapor a principios del siglo XIX
permitió enviar los productos manufacturados hacia mercados lejanos más rápida
y económicamente, y así se favoreció la industrialización.

El método de Arkwright para hilar fue introducido en los Estados Unidos en 1790
por Samuel Slater, quien estableció una fábrica en Pawtucket, Rhode Island. En
1814, en una fábrica de algodón de Waltham, Massachusetts, se combinaron por
primera vez bajo el mismo techo todos los pasos de un proceso industrial; en esta
fábrica el algodón llegaba como fibra en bruto y salía en forma de bienes
manufacturados listos para su venta.

4 PRODUCCIÓN EN SERIE

Los textiles, y concretamente los de algodón, fueron los principales productos


manufacturados de principios del siglo XIX. En aquellos años se estaban
inventando nuevas máquinas y técnicas que permitían extender el sistema fabril
a otras industrias. El inventor norteamericano Eli Whitney, que promovió la
producción de textiles en Estados Unidos al inventar la desmotadora en 1793,
llevó a cabo otra contribución al menos igual de importante al sistema fabril al
desarrollar la idea de utilizar partes recambiables para las armas. Estas partes
recambiables, con las que Whitney empezó a experimentar en 1798, hicieron que
en un determinado momento fuese posible utilizar la técnica de la cadena de
montaje en vez de trabajar por encargos, y de reparar las armas rápidamente
utilizando partes prefabricadas. La idea de los recambios se aplicó a la producción
de relojes a partir de 1820. Posteriormente, en la década de 1850, en Waltham,
Massachusetts, se utilizaron por primera vez máquinas automáticas para producir
relojes en serie en una única fábrica. Así, a mediados del siglo XIX, las fábricas
estadounidenses habían empezado a desarrollar el aspecto más destacable del
sistema de producción moderno: la fabricación en serie de productos
homogéneos.

La industria del vestido se revolucionó con la máquina de coser y experimentó


una tremenda expansión durante la década de 1860. Espoleadas por la urgente
demanda de uniformes durante la Guerra de la Independencia norteamericana,
las fábricas de vestidos desarrollaron tallas en serie, un requisito indispensable
para la producción en serie de vestidos. Al mismo tiempo, la demanda militar de
zapatos favoreció la creación de una máquina para coser zapatos que permitía la
producción en cadena de calzado.

5 DESARROLLOS MODERNOS

Cuando empezó el siglo XX el sistema fabril predominaba en Estados Unidos y en


gran parte de Europa occidental. Su mayor desarrollo en Europa se alcanzó en
Alemania, Inglaterra, Holanda y Bélgica, que se convirtieron fundamentalmente
en importadores de alimentos y materias primas y en exportadores de bienes
manufacturados. En 1913 Henry Ford, el pionero fabricante de motores, realizó
una enorme contribución a la difusión del sistema fabril cuando introdujo las
técnicas de las cadenas de montaje en la producción de coches en la fábrica de
motores Ford. Con el tiempo, el sistema fabril se extendió a Oriente, donde la
mano de obra barata atraía al capital de los países industrializados de Occidente.
Japón, que inició su industrialización a finales del siglo XIX, se convirtió
rápidamente en una de las principales potencias industriales de Asia y en un serio
competidor para los países occidentales.

El desarrollo del sistema fabril tiende, en general, hacia fábricas con mayores
inversiones de capital por trabajador. Sin embargo, mediada la década de 1980
muchas fábricas occidentales empezaron a padecer serios problemas en las
industrias manufactureras, especialmente en lo que concierne a la producción de
textiles, aceros, coches, maquinaria y equipos electrónicos. Una de las principales
preocupaciones era la proliferación de importaciones foráneas baratas. Los
recortes en estas industrias han conllevado una reestructuración de los negocios
y cierre de fábricas, con las consiguientes pérdidas de empleos e incluso la ruina
económica de algunas regiones. Esto es el reflejo del desplazamiento del sistema
fabril hacia países en desarrollo, donde los costes laborales son más baratos.

Otras tendencias importantes han sido la ascensión a posiciones de liderazgo de


gestores profesionales que analizan la organización y el funcionamiento de las
fábricas desde una óptica científica, y el desarrollo y utilización de equipos cada
vez más sofisticados en el funcionamiento de las fábricas. Algunas máquinas, con
la ayuda de ordenadores, semiconductores, robots y otras innovaciones
tecnológicas de la segunda mitad del siglo XX, se autocontrolan de tal manera
que se puede hacer funcionar una fábrica empleando a muy pocos trabajadores
para manejar los paneles de control. Este método de producción ha implicado
muchos cambios económicos, que pueden ser tan importantes como los que se
derivaron de la Revolución Industrial.

6 CONDICIONES LABORALES EN LAS FÁBRICAS

La introducción del sistema fabril tuvo importantes repercusiones en las


relaciones sociales y en las condiciones de vida. Antaño, tanto el señor feudal
como el maestro de un gremio asumían responsabilidades respecto al bienestar
de los siervos, aprendices y jornaleros que trabajaban para ellos. Por el contrario,
los propietarios de las fábricas consideraban que quedaban liberados de sus
obligaciones hacia sus empleados con el mero pago de los salarios; así, casi todos
los propietarios adoptaron una actitud impersonal hacia los trabajadores de sus
fábricas. Esto se debía, en parte, a que no se requería una preparación o una
fuerza especial para manejar las nuevas máquinas de las fábricas, y los
propietarios de las primeras industrias, que solían estar más interesados en una
mano de obra barata que en la cualificación de sus trabajadores, empleaban a
mujeres y niños, que eran contratados con salarios menores que los hombres.
Estos empleados mal pagados tenían que trabajar hasta dieciséis horas diarias y
estaban sometidos a presiones, incluso a castigos físicos, en un intento de que
acelerasen la producción. Puesto que ni las máquinas ni los métodos de trabajo
estaban diseñados en aras de la seguridad, las mutilaciones y los accidentes
mortales eran frecuentes. En 1802 la explotación de niños pobres provocó la
primera legislación sobre la producción fabril en Inglaterra. Aquella ley, que
limitaba la jornada laboral infantil a doce horas, y otras disposiciones posteriores
que regulaban el trabajo infantil no fueron rigurosamente aplicadas.

Los trabajadores de las primeras ciudades obreras no estaban en condiciones de


luchar por sus propios intereses contra los propietarios de las fábricas. Las
primeras fábricas de algodón se establecieron en pequeños pueblos en los que
todas las tiendas y todos los habitantes dependían de la fábrica para vivir. Pocos
eran los que se atrevían a desafiar la voluntad de la persona que poseía la fábrica
y que controlaba la vida de los trabajadores tanto dentro como fuera del trabajo.
Las largas horas de trabajo y los bajos salarios evitaban que el trabajador dejara
el pueblo o pudiera ser influenciado desde fuera. Después, cuando las fábricas se
establecieron en poblaciones más grandes, las desventajas de las ciudades
obreras dieron lugar a aberraciones tales como la explotación en las fábricas y los
barrios proletarios. Además, el fenómeno de los ciclos económicos empezaba a
surgir, sometiendo a los trabajadores a la amenaza periódica del desempleo.

7 REFORMAS Y CAMBIOS

A principios del siglo XIX las condiciones de vida de los trabajadores en el sistema
fabril habían despertado la inquietud de algunos propietarios. Uno de los que
abogaban por las reformas era Robert Owen, un capitalista británico propietario
de una fábrica de algodón, que se había hecho a sí mismo. Owen quiso dar
ejemplo transformando un pequeño pueblo obrero de Escocia llamado New
Lanark en una comunidad industrial modélica entre 1815 y 1828. En New Lanark
los salarios eran más elevados y se trabajaban menos horas, los niños
permanecían lejos de las fábricas e iban a la escuela, las casas de los empleados
eran las mejores de la época y, aún así, la fábrica conseguía sustanciosos
beneficios. En esta época se estaban empezando a desarrollar los modernos
sindicatos en las islas Británicas y Owen intentó organizarlos en un único
movimiento nacional. Su objetivo era mejorar las condiciones de vida de los
trabajadores, así como provocar reformas sociales y económicas fundamentales.
Su interés por las crecientes diferencias entre capitalistas y trabajadores era
compartido por teóricos de la economía como los franceses Charles Fourier,
Claude Henri de Saint-Simon y Pierre Joseph Proudhon y los alemanes Karl Marx y
Friedrich Engels, cada uno de los cuales analizó los procesos de la moderna
sociedad industrial y plantearon reformas industriales y sociales.

Con el tiempo, las protestas organizadas obligaron a los capitalistas a corregir


algunos de los abusos más graves. Los trabajadores se manifestaban y lograron
obtener el derecho al voto y crearon partidos políticos y sindicatos de
trabajadores. Los sindicatos, no sin muchas luchas y contratiempos, consiguieron
importantes concesiones de los empresarios y de los gobiernos, además del
derecho a organizarse y representarse a sí mismos en las negociaciones, y los
aspectos y problemas relacionados con el sistema fabril pasaron a formar parte
prominente de las modernas formulaciones de la teoría económica y política,
enmarcadas en la disciplina de las relaciones laborales. En la Unión Soviética,
China y otros estados comunistas, la fábrica se convirtió en la unidad política,
social y, también, industrial. No obstante, los abusos del sistema fabril siguen
prevaleciendo en muchos países en desarrollo.
Una de las consecuencias importantes, a menudo olvidada, del sistema fabril es
que facilitó la emancipación de la mujer. La fábrica, al proporcionar a las mujeres
la ocasión de ganar un salario, les permitió ser económicamente independientes.
Así, la industrialización empezó a cambiar las relaciones familiares y la situación
económica de la mujer.

8 LA INSPECCIÓN DE LAS FÁBRICAS

Bibliografía
Títulos básicos publicados acerca de Sistema industrial.

La inspección de las fábricas por parte de instituciones sociales empezó en


Inglaterra a principios del siglo XIX, como respuesta a las protestas públicas por
las condiciones laborales de las mujeres y los niños trabajadores. Posteriormente,
en todos los lugares donde se difundió el sistema fabril los gobiernos adoptaron
reglamentos contra las condiciones de insalubridad y de peligrosidad. Así, se
unificó un código regulador de las fábricas en todos los países industrializados.
Estos códigos establecían restricciones al trabajo infantil y limitaban las horas de
trabajo, regulaban las condiciones sanitarias y la instalación de medidas de
seguridad y reforzaban las reglas sobre seguridad, la vigilancia médica, la
ventilación adecuada, la eliminación de la explotación en las fábricas y la puesta
en práctica del salario mínimo. Una institución reguladora importante fue la
Asociación Internacional para la Inspección de las Fábricas, creada en 1886 en
Canadá y catorce estados de Estados Unidos. La Organización Internacional del
Trabajo, en cooperación primero con la Sociedad de Naciones y después con las
Naciones Unidas, unificó los reglamentos sobre las condiciones en las fábricas de
todo el mundo, aunque no se ha llegado a garantizar la aplicación de estas
medidas.

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