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Insercion Laboral de Las Mujeres en AL (Abramo) PDF
Insercion Laboral de Las Mujeres en AL (Abramo) PDF
I. Introducción
A fines de la década de los 90, las mujeres representan el 40% de la PEA urbana de
América Latina.2 Sus tasas de participación se han incrementado notablemente, así como
sus tasas de ocupación (que han aumentado en proporción bastante superior a la de los
hombres en la ultima década). Aunque persistan fuertes diferencias en las tasas de
participación de las mujeres según los niveles de ingreso de los hogares de que provienen,
siendo un hecho conocido que estas son bastante inferiores entre las mujeres más pobres
y con niveles más bajos de escolaridad, es en ese estrato (de las mujeres más pobres) que
las tasas de participación laboral se han incrementado más acentuadamente en la última
década. Como resultado, se han reducido tanto la brecha de participación de las mujeres
con respecto a los hombres, como la brecha de participación de las mujeres más pobres
con respecto a las tasas promedio de participación femenina.
Por otro lado, a fines de la década del 90, persisten fuertes desigualdades entre
hombres y mujeres en el mercado de trabajo. La tasa de desempleo femenina en 1998
era 47% superior a la de los hombres (11,2% vs. 7,6%). A pesar del significativo crecimiento
de la tasa de ocupación de las mujeres (4,9% al año), se incrementa la brecha de
desempleo observada al inicio de la década (20%). En los sectores de bajos ingresos, la
tasa de desempleo femenino era de 19% en 1998, lo que significa que una en cada
cinco mujeres pobres que deseaban y necesitaban trabajar no podían hacerlo, a pesar
de estar buscando activamente un trabajo.
A pesar de que el nivel de escolaridad de las mujeres ya es superior al de los
hombres en el mercado de trabajo (9 años vs. 8 años) y que ha crecido significativamente
el número de mujeres en las ocupaciones profesionales y técnicas (más de 50% en algunos
países), los mecanismos de segmentación ocupacional que confinan a la gran mayoría
de las mujeres a los segmentos menos valorizados del mercado de trabajo siguen existiendo
y reproduciéndose. Así es que, en 1998, casi el 20% (16%) de todas las mujeres ocupadas
en América Latina trabajaban en el servicio doméstico, y esa proporción se había
incrementado durante la década (de cada cien nuevos empleos de mujeres generados
entre 1990 y 1998, 22 fueron en ese sector). Eso significa que una de cada cinco mujeres
que trabajan en América Latina lo hace en el servicio doméstico, segmento que se
caracteriza por los niveles más bajos de ingresos y de protección social (según los datos
de la OIT, en el año 2000, 77% de las ocupadas en el servicio doméstico en América
Latina no estaban afiliadas a ningún sistema de seguridad social).3
En los años 90, algunos aspectos de la inserción laboral de las mujeres, en
comparación con la de los hombres, han mejorado y otros han empeorado. En otras
palabras, la desigualdad entre los hombres y mujeres en el mercado de trabajo en América
Latina se ha acentuado en algunos aspectos y disminuído en otros. Las principales
tendencias positivas observadas son las siguientes:4
a) disminuye la brecha de participación entre hombres y mujeres;
b) disminuye la brecha de participación entre las mujeres pobres y las demás;
c) las mujeres absorben la mayor parte de los empleos generados en la década
(su tasa de ocupación creció más que la de los hombres);
d) disminuye moderadamente la brecha de ingresos (de 64,3% a 60%); sin embargo
ésta sigue siendo alta, en especial en los niveles superiores de escolaridad (estudios post
secundarios);
2
Datos referentes a 12 países, que representan el 91% de la PEA urbana de América Latina (OIT, 1999).
3
OIT, 2001.
4
OIT, 1999.
5
El sector informal, en esa definición, corresponde a los/as trabajadores por cuenta propia (ni profesionales
ni técnicos), los trabajadores familiares no remunerados, los/as empleados/as en el servicio domestico y en
las microempresas (hasta cinco trabajadores).
6
En 1990, 41% de los hombres y 49% de las mujeres estaban ocupados en el sector informal. En 1998 esas
cifras se elevan, respectivamente, a 45% y 52% (OIT, 1999).
7
En 1990, el 67% de la fuerza de trabajo masculina asalariada (incluyendo las de la microempresa y del
servicio doméstico) y el 73% de la femenina no contaban con ninguna protección social; en 1998 esas
cifras se elevan, respectivamente, a 72% y a 75% (OIT, 1999).
8
OIT, 1999.
9
Laís ABRAMO y Rosalba TODARO, 1998; Rosalba TODARO, Lorena GODOY y Laís ABRAMO, 2001.
10
Parece haber una similitud aquí entre esa imagen y aquella formulada en la fase inicial de la Sociología
del Trabajo en América Latina sobre “la clase obrera nativa”, o sea, aquella que no estaba compuesta por
los inmigrantes de origen europea sino por los trabajadores migrantes de origen rural. En esa imagen, la
incorporación de esos trabajadores al mundo urbano industrial era caracterizada como incipiente y frágil,
y su situación era vista por ellos mismos como algo indeseable, a la cual estarían dispuestos a renunciar y
abandonar (volviendo al campo – a la sociedad rural tradicional) en la primera oportunidad que se presentara.
Además, esa supuesta inserción frágil e inestable imposibilitaba la identificación de esos trabajadores con
la condición de obreros industriales y, a partir de ahí, la estructuración de formas de conciencia, organización
y patrones de acción colectiva “adecuados” a esa condición.
El imaginario empresarial
Una investigación realizada en Chile en 1998-1999 sobre las percepciones
empresariales del desempeño laboral de hombres y mujeres11 evidencia que muchos de
ellos consideran, a priori y sin tener evidencias concretas en ese sentido, que las mujeres
no son el sustento económico de sus hogares, sino las principales responsables de las
funciones familiares y domésticas. En torno a esta concepción articulan una serie de
argumentos con relación al comportamiento y a las expectativas de las mujeres en y frente
al trabajo, y toman y justifican sus decisiones concretas que determinan en gran medida
sus posibilidades de acceso al empleo y las condiciones en las cuales éste se ejerce.
Hombres proveedores, sueldo femenino secundario
secundario,, trayectorias
inestables
Para algunos de los empresarios consultados en la referida investigación, las menores
remuneraciones que reciben las mujeres se deben básicamente a que ellas están
dispuestas a ganar menos que los hombres, como lo demostraría el hecho de que no es
habitual que negocien las ofertas de remuneraciones y que se conformen más rápidamente
con las primeras ofertas que se les presenten. Se dice, además, que esta actitud tiene
relación con la centralidad de la familia en sus vidas, lo que significaría que, para ellas, el
trabajo no es una obligación, como si lo sería para los hombres; debido a eso estarían
dispuestas a ganar menos, con tal de tener más tiempo para la familia.
Esta opinión expresa justamente la idea de que el trabajo es secundario para las
mujeres, adicional o complementario al trabajo principal que, por definición, estaría a
cargo del hombre. Las alusiones a las mujeres separadas confirman esta idea. Ellas sí
pasarían a ser proveedoras: “como el hombre, el sustento de su casa”, capaces de
“dejar los zapatos en el suelo por los hijos”.12
De hecho, las mujeres separadas, las únicas que son reconocidas como
proveedoras, son descriptas por los/las entrevistadas “como hombres”. Lo expresado por
el ejecutivo de una empresa del sector de telecomunicaciones refleja la fuerza de esta
división de ámbitos (familia y trabajo) de acuerdo al género en el discurso empresarial:
El primer principio del hombre es laboral, sin desmejorar su condición de padre y su entorno
familiar; y para la mujer, su primer principio es la familia, sin desmejorar su campo laboral. Y
así lo entiende el hombre que está en el trabajo, que la mujer tiene esas prioridades. Es un
problema fisiológico
fisiológico, ya que es la mujer la que tiene los partos y no los hombres.
11
Se aplicó una encuesta a una muestra representativa de 202 gerentes/empresarios y se realizaron entrevistas
en profundidad a una submuestra compuesta por 17 gerentes/empresarios. Los resultados de la investigación
están en TODARO, ABRAMO y GODOY, 1999 y TODARO, GODOY y ABRAMO, 2001. El contenido de ese apartado
resume algunas de las conclusiones de TODARO, ABRAMO y GODOY, 1999.
12
Según esa entrevistada (directora de una clínica), la condición de proveedora haría a las mujeres separadas
mucho más responsables en el trabajo que las mujeres que tienen marido. A su vez, el hecho de contar con
un marido proveedor es mencionado por otra entrevistada como una posible explicación por la menor
motivación mostrada por algunas mujeres (casadas) para capacitarse laboralmente: “a lo mejor esto se
debe a que tiene marido y el marido tiene un buen trabajo y ellas se conforman con lo que tienen“, señala
la ejecutiva de la corredora de Bolsa.
Otra dificultad que, según los empresarios entrevistados, presentarían las mujeres
es la de viajar. En una empresa de informática, se indica que este tema no está resuelto.
Cuando se presenta la ocasión, las mujeres dicen “yo voy encantada, me encanta mi
trabajo, pero abandono a mi familia todo el día”. A juicio de la ejecutiva, estas limitaciones
afectan las posibilidades de las mujeres para capacitarse en el extranjero, y en el mediano
13
Uno de los argumentos del entrevistado para explicar esa aparente contradicción en el discurso es que,
en ese caso, se trataría, en su gran mayoría, de mujeres jóvenes, y por lo mismo muy probablemente
solteras. Según él sería muy difícil que “una mujer dueña de casa vaya a dejar a su marido y a sus hijos“ para
cumplir un turno de noche.
y largo plazo, harán que ellas dejen de postularse a ciertos cargos como consultores y
jefes de proyectos. Es interesante mencionar que esta empresa ha desarrollado acciones
dirigidas a atraer y retener a mujeres, porque su dirección valora el estilo de trabajo “más
en redes” que suelen desarrollar. Por eso, la ejecutiva es explícita en señalar que, aunque
la limitación para viajar de las mujeres no incide en el tipo de cargos que ocupan, se
producirá “una selección natural con el tiempo”.
Al igual que el caso de las enfermeras y operadoras telefónicas que no mostraba
las supuestas limitaciones para cumplir con turnos de noche atribuidas a las mujeres, el
caso de las azafatas de trenes (o de aviones), también una ocupación tradicionalmente
femenina, pone en jaque la idea de que las mujeres no podrían desempeñar ocupaciones
que implique viajar.
La eterna inadecuación
El énfasis que adquieren en algunos momentos en el discurso empresarial estas
“limitaciones” atribuídas a las mujeres en el trabajo contribuye a fortalecer una imagen
de éstas como trabajadoras “problemáticas”, “poco adecuadas” o “diferentes” con
respecto al modelo de trabajador, que suele ser un modelo masculino, es decir, un
trabajador que se puede dedicar “integralmente” al trabajo porque tiene mayor
disponibilidad de tiempo incluso porque siempre hay alguien (una mujer, sea la madre, la
esposa o comañera, la hija) que lo cuide.14 Esto implica una serie de prerrequisitos sociales,
que se vuelven verdaderas “ventajas”, que permiten a este trabajador desarrollar una
trayectoria laboral.
De allí, entonces, la necesidad de reconocer que las “limitaciones” atribuídas a las
mujeres en el trabajo no tienen relación con una suerte de “naturaleza femenina menos
apta para el trabajo remunerado”, o con su supuesta condición de “fuerza de trabajo
secundaria”, sino que tienen relación con: a) la organización de los roles de género que
siguen predominando en nuestras sociedades por lo cual ellas siguen cargando de manera
unilateral las responsabilidades familiares; b) el marco de economías (y sociedades) que
no incorporan al concepto de actividad económica el trabajo no remunerado dedicado
al cuidado de las personas, por lo cual los costos de la reproducción social son asumidos
por las mujeres a través de sobretrabajo, remuneraciones no recibidas o trayectorias
laborales menos satisfactorias.
En la formulación de las políticas públicas
La idea de la mujer como fuerza de trabajo secundaria está presente no solamente
en las decisiones y políticas gerenciales y empresariales (de reclutamiento, selección,
remuneración, promoción, capacitación, etc.) como también en otros aspectos de la
situación económica de las mujeres, marcadas y afectadas por las políticas públicas de
empleo, generación de ingreso, formación profesional, así como por las políticas de
desarrollo en un sentido más amplio, tales como los programas de desarrollo agrícola, el
acceso a la propiedad de la tierra y al crédito, etc.
Por ejemplo, a causa de las tradiciones y/o la legislación sobre el derecho de
propiedad y el derecho a la tierra, propiedades que podrían servir para garantizar créditos
normalmente no están a nombre de la mujer, sea porque esta no tiene plena capacidad
jurídica para estipular contratos, o bien porque los bancos exigen el consentimeinto del
14
Veáse discusión a respecto en ABRAMO y TODARO, 1998.
15
En Chile, hasta 1991, para abrir una cuenta bancaria, una mujer casada, de cualquier situación socio-
económica o nivel de remuneración, necesitaba la autorización del marido.
16
OIT, 2000, Módulo 4:10.
17
OIT, 2000, GPE, Módulo 3:14.
18
Citada por ESCOBAR, 1999.
Referencias bibliográficas
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Gênero, Tecnologia e Trabalho, Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo, ALAST,
São Paulo, ano 4, n. 7, p. 77-96, 1998.
ARRIAGADA, Irma. Realidades y mitos del trabajo femenino urbano en América Latina.
Santiago de Chile: CEPAL, 1998. Serie Mujer y Desarrollo, n. 21.
CEPAL. Panorama Social de América Latina. Santiago de Chile, CEPAL, 1995.
ESCOBAR, Agustin. Género, edad, familia y trabajo: reestructuración de la sociedad urbana
en México (1980, 1990, 2000). Guadalajara, México: CIESAS, 1999.
GUZMÁN, Virginia; MAURO, Amalia; ARAUJO, Kathya. Las mujeres en el mercado de trabajo:
desde el género hacia la formulación de políticas. Santiago de Chile: Centro de
Estudios de la Mujer (CEM), 1997. Cuadernos del CEM.
OIT. Panorama Laboral de América Latina. Lima: OIT – Oficina Regional, 1999. n. 6.
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OIT. Panorama Laboral de América Latina. Lima: OIT – Oficina Regional, 2001. n. 8.
TODARO, Rosalba; ABRAMO, Laís; GODOY, Lorena. Inserción laboral de las mujeres: el
punto de vista empresarial. Santiago de Chile: Centro de Estudios de la Mujer (CEM),
1999. Cuadernos del CEM.
24
ARRIAGADA, 1998.
25
CEPAL, 1995.
26
CEPAL, 1995.
Women
omen’s’s Par
Par ticipation in the LLabor
articipation abor Market in LLatin
Market atin America: a Secondar
Secondary yW ork FForce?
Work orce?
Abstract
Abstract: This article aims to discuss the concept of “secondary labor force” to characterize
female workforce in Latin America. Such characterization corresponds increasingly less to reality,
as women’s participation in the labor force and the hours dedicated to their paid work continues
to grow, as well as their contribution to household income. The article argues that such
characterization is one of the core elements of the gender discriminating patterns that persist in
Latin American labor market.
Key words: women, gender, labor market, Latin America, discrimination.