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Julio Torri: en la brevedad está el gusto

Article · January 2006


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Nely Maldonado
Universidad Nacional Autónoma de México
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revista electrónica de teoría de la ficción breve

Julio Torri: en la brevedad está el gusto*


Nely Maldonado Escoto

El mundo se desmenuzará en papelitos


llenos de escritura abreviada
Alfonso Reyes

Años antes de que se hablara de minificciones, microrrelatos, cuentos ultracortos, textículos y demás
derivaciones de la prosa breve, Alfonso Reyes anticipaba la futura relevancia de la escritura abreviada, no
porque tuviera dotes de nigromante, sino porque él mismo había incursionado en ese tipo de escritura poco
encasillable y había visto nacer, casi desde sus orígenes, la prosa breve de su amigo Julio Torri (1889-1970).
Así que décadas antes de que la literatura latinoamericana se llenara de antologías del cuento mínimo,
de la microficción y de los relatos súbitos, Julio Torri, uno de los miembros de ese selectísimo grupo de
los ateneístas, hacía circular en 1917 (mismo año en que la firma de la Constitución Mexicana no evitó la
continuidad de los balazos) el libro Ensayos y poemas que en realidad no contenía poemas ni ensayos —a la
manera tradicional—, sino textos cuya indudable hibridez genérica ha de haber preocupado a los puristas del
momento. Textos breves que lindan géneros distintos, la prosa contenida en ese primer libro de Torri es sin
duda la de un escritor que no sólo ha encontrado un estilo propio, sino que ha invertido tiempo e inteligencia en
perfeccionarla al máximo. Ensayos cortos que se acercan a la poesía en prosa, poemas (siempre en prosa) que
recurren a la reflexión sobre una idea, ensayos que también pueden ser cuentos o imaginaciones fantásticas o
incursiones en la ciencia ficción: no cabe duda de que estamos, ya desde su primer libro publicado, ante un autor
que escapa casi a toda caracterización. Claro, salvo a la de brevedad.
La brevedad, ese rasgo que define a Torri y que lo ha convertido en “el padre”, “el precursor” o “el
antecesor” de las minicosas en nuestros días —y por tanto rasgo que lo vuelve presencia al menos nominal en
los estudios sobre el tema—, paradójicamente lo mantuvo al margen de la crítica durante buena parte de su vida.
Y es que este escritor coahuilense no sólo escribió prosas breves: su obra en sí también lo es. Tras el libro ya
mencionado de Ensayos y poemas, el autor esperó hasta 1940 para publicar De fusilamientos y no fue sino hasta
1964 que unió los dos libros anteriores en Tres Libros junto con un “tercero” que incluía “prosas diversas”.1
Resulta importante señalar que buena parte de los textos que aparecían en sus libros habían sido publicados
anteriormente en revistas literarias, aunque casi siempre Torri les “remendaba” algo: pulía cada frase hasta que
sentía que la palabra en cada una de sus prosas era “perfecta”.2
Los contemporáneos de Torri esperaban que su obra, promisoria, creciera tanto —en número de páginas
y tomos—como la de otros ateneístas; la brevedad de sus textos sumada a la pequeña extensión de sus pocos
libros parecía preocupar a quienes veían en ello una dificultad para escribir. Probablemente hastiado por quienes
preguntaban cuándo aparecería otro libro suyo, Torri respondía que estaba preparando uno —que por cierto
jamás publicó. Aunque al interior de su prosa defiende la concisión como virtud en la expresión literaria, en una
carta que le escribió a Reyes poco antes de la aparición de su primer libro muestra la aflicción que le causaba
no poder escribir textos más amplios: “Es libro de pedacería, casi de cascajo. No puedo hacer nada de longue
haleine. Tengo por ello mucho despecho, como puede verse en el dicho libro” (Carta a Reyes fechada en 1916,
citada por Zaïtzeff, 1983 17).
Es posible ver en la recepción a la obra de Torri no sólo cierta reticencia, sino también poca comprensión
hacia su propuesta literaria. En la introducción al libro que compiló sobre este autor y la crítica hacia su obra,
Serge Zaïtzeff da cuenta de lo que tarda la crítica en recibir con mejor ímpetu la prosa torriana. Para los años
diez, sin olvidar que México está en pleno movimiento armado, “lo más probable es que la escasez de opiniones

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críticas se deba al hecho de que la innovadora prosa de Torri no pudo ser entendida por muchos lectores
acostumbrados a una literatura de tendencia modernista o criollista” (Zäitzeff, 1981 10). Es hasta la reedición
de Ensayos y poemas —veinte años después— que comienzan a darse críticas más positivas: “los críticos se
entusiasmaron por su novedad y frescura” (Zäitzeff, 1981 14). La cuestión parece ser que mientras más tiempo
pasa, más reveladora resulta la prosa de Julio Torri para quienes la conocen. En la década del sesenta, tras la
publicación de Tres Libros, hay lectores de Torri como Huberto Batis que afirman no sólo que su obra no ha
perdido actualidad, sino que “hoy estamos más preparados que sus ‘desaprensivos contemporáneos’ para recibir
de él sus originales prosas” (Citado por Zaïtzeff 1983 18). ¿Será Torri un autor que efectivamente se “adelantó
a su tiempo”? ¿Su propuesta literaria tiene más sentido al paso de los años? ¿Es Torri un verdadero innovador
—en este sentido, un vanguardista—, sólo un “precursor” o ambas cosas?
Para la década del setenta se habla de las prosas de Torri como “visionarias e innovadoras”. Emmanuel
Carballo ve en Julio Torri a quien habría anticipado en la literatura mexicana a Kafka, Borges y Arreola
(Carballo, 1981 (1970)). Además de Carballo, no son pocos los que ponen en relación temas y formas trabajadas
por Julio Torri y Jorge Luis Borges,3 como serían la incursión en lo fantástico y la transgresión genérica.
Ramón Xirau dice al respecto: Julio Torri “es autor de ficciones precisas en varias ocasiones anteriores a las que
escribió Borges. En nuestras letras, las de lengua española, Torri es antecesor” (Xirau, 1983). La herencia de
Torri en Juan José Arreola se toma casi como algo natural de las letras mexicanas, mientras que la procedencia
torriana del genio breve de Augusto Monterroso resulta casi siempre indiscutible. Torri ha sido el maestro de la
brevedad, del poema en prosa, del ensayo corto, de las imaginaciones fantásticas en narraciones inclasificables.
Julio Torri, afirma Laura Pollastri, marca un “umbral en el microrrelato hispanoamericano” (Pollastri, 2000 1).
Anticipador, precursor, parteaguas. Me parece que Julio Torri, el escritor que no fue comprendido en su tiempo,
tampoco ha sido comprendido del todo en el nuestro. Y no es que sea de poca monta el anteceder a Borges
o Arreola —y por ende, a muchos otros— sino que pareciera que su obra en sí misma ha contado con pocos
lectores.
Aunque por supuesto esta afirmación no es generalizable, probablemente quienes hemos leído a Julio
Torri lo hemos hecho en alguna antología (ya sea de poesía, cuento o de ensayo; o bien, más recientemente,
en las de minificción). Salvo en las últimas compilaciones de Lauro Zavala, que incluye además otras prosas,
casi siempre solían antologarse los mismos textos de Torri: “A Circe”, “De fusilamientos”, “Del epígrafe” y
“Mujeres”. Aunque se podrá afirmar con razón que las anteriores son una buena muestra de la propuesta literaria
de Torri —y que quizá sean sus mejores prosas—, termina volviéndose una selección que reduce su invención
a unos cuantos textos (más parecidos entre sí que lo que ocurre con otros), y que deja de lado, por citar un par
de ejemplos, narraciones e imaginerías fantásticas, que son otro terreno en el que incursionó: el cuento “La
cocinera” es una maravillosa narración breve de terror; “La conquista de la luna”, un texto difícil de clasificar
pero que incursiona en el terreno de la ciencia ficción.
Uno de los problemas que encierra la obra de Julio Torri es que la misma riqueza literaria que proviene
de su capacidad camaleónica, hace que la incursión en sus textos no sea del todo sencilla. Y es que justamente
esta hibridez genérica convierte sus breves prosas en textos complejos; y la propuesta torriana en conjunto, un
verdadero rompecabezas para quien lo lee. Torri trata temas tan variados como formas literarias distintas para
abordarlos: del aforismo al epigrama, del ensayo corto al cuento breve —y sus múltiples combinaciones. La
temática va desde la antigüedad clásica a la reminiscencia colonial pasando por estampas que remiten al México
revolucionario, sin olvidar una serie de reflexiones metaliterarias en las cuales se pone como centro de la
reflexión —y/o creación— al acto de escribir, al escritor o a su entorno. Torri transgrede las fronteras genéricas
sin empacho; es la misma hibridez o la total liminalidad de su propuesta lo que termina por hacer de su obra
una propuesta compleja, difícil de analizar. Francisca Noguerol afirma que este tipo de obras “voluntariamente

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caóticas” son ignoradas por la crítica debido a su carácter inclasificable. (Noguerol Jiménez, 2000 1).
Si algo definió la postura de Torri frente al arte literario fue su total rechazo a la palabrería vana, a la
escritura que cae en la tentación de abordar en su totalidad un tema. Dice en “La oposición del temperamento
oratorio y el artístico”:

Permitidme que dé rienda suelta a la antipatía que experimento por las sensibilidades
ruidosas, por las naturalezas comunicativas y plebeyas, por esas gentes que obran siempre en
nombre de causas vanas y alstisonantes. Los oradores tienen, a mi ver, cierta incapacidad natural
para entender y crear las más agudas y extrañas obras de arte (Torri, 1996 (1964) 15).

Pero esta repulsión hacia lo discursivo no era una perorata vacía: la estética de Torri se expresa
justamente en la brevedad. En textos como “El ensayo corto” aparece su rotunda defensa de la concisión: “El
ensayo corto ahuyenta de nosotros la tentación de agotar el tema, de decirlo desatentadamente todo de una vez”
(Torri, 1996 (1964) 33). Con su mordacidad acostumbrada, en “Xenias” retrata al escritor que “escribía de todas
las cosas; nada escapó a su terrible pluma”. La vida de tal escritor de textos totales giró alrededor de la ilusión
de ser citado como Goethe, sobre todos los asuntos. “Sin embargo en sus funerales —que no fueron por cierto
un brillante éxito social— nadie lo comparó con Goethe. Hay además en su epitafio dos faltas de ortografía”
(Torri, 1996 (1964) 42).
Julio Torri quiere aprehender la fugacidad, y sabe que es en el espacio breve, en la sugerencia y la
alusión que será posible hacerlo. Es aquí donde podemos encontrar que Torri se encuentra no sólo imbuido en
la modernidad, sino que además comparte con algunos de sus autores favoritos —como Charles Baudelaire—
varias de sus preocupaciones. Si, como recuerda Marshall Berman, en el mundo moderno “todo lo sólido se
desvanece en el aire”, la prosa de Torri intenta, en su brevedad y precisión, aludir y al mismo tiempo mostrar
la esencia de eso que es inaprehensible. En una de sus “Meditaciones críticas”, el ateneísta es contundente:
“Escribir hoy es fijar evanescentes estados del alma, las impresiones más rápidas, los más sutiles pensamientos”
(Torri, 1996 (1964) 126). Es entonces el poder evocador de la palabra el que, según Torri, puede captar lo
esencial y a la vez inefable, estimulando así la imaginación del lector. Como afirma Zaïtzeff, “se puede afirmar
que el ideal de Torri consiste en expresar en la forma más ceñida posible una verdad profunda y original”
(Zaïtzeff, 1983 30).
Lo fugaz, lo fragmentario e inacabado son en Torri no sólo formas de la belleza, sino el modo en que
desde la literatura es posible comprender el mundo. Sin duda, características que emparentan a este autor de
principios del siglo XX con buena parte de la llamada posmodernidad literaria, tan en boga en estos albores
del siglo XXI. Y sin embargo, es también un espíritu de ruptura e innovación —frente a los modelos de su
época— lo que “fija” a Torri en su tiempo: hoy día se ha “normalizado” la escritura fragmentaria hasta volverse
un fenómeno central de nuestros días. Los tiempos de Julio Torri eran todavía tiempos en que la creencia en una
obra total no se había decantado, a pesar de que las rupturas promovidas desde el modernismo y las vanguardias
hacían ver que los modelos totalizadores no terminaban de responder a sus cuestionamientos. El espíritu de
innovación se mostraba en el rechazo a la norma. Hoy el rechazo a la norma parece ser la norma misma. De
ahí que la prosa de Torri, si bien sigue siendo vigente hoy, contiene una rebeldía que antaño figuraría como
novedosa: la libertad, por ejemplo, que ejerce al salirse de la métrica y la versificación de la poesía es sin duda
una de las apuestas innovadoras de sus poemas en prosa (y que indudablemente muestra de su aprecio por
ciertos autores franceses del siglo XIX).
Otro rasgo de la prosa torriana: su sentido del humor, el desenfado con el que se burla —siempre

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finamente— de casi todo. Torri es un escéptico. Desconfía de los discursos largos como de los escritores que no
pueden sintetizar lo importante; se burla de la hipocresía y la socarronería de quienes a través de la labia buscan
conseguir puestos de poder, un lugar en la sociedad, un espacio de remembranza en quienes los miran. Por ello
mismo apuesta por romper la solemnidad; aborrece tanto lo cantinflesco como la actitud de la que siempre se
acompaña. Pero no se queda ahí: la burla de Torri abarca buena parte de las situaciones que normalmente son
solemnes y que él pinta de modo tal que provoca siempre en el lector una sonrisa cómplice. “De funerales”
es sin duda uno de los textos que brinda la posibilidad de conocer esta mirada suya tan irónica como mordaz:
los asistentes a un funeral no sólo padecen aburrimiento sino que tienen que soportar al orador: “un sujeto
compungido y tembloroso que nos mueve a risa con sus expresiones sinceras y sus afectos incomprensibles”
(Torri, 1996 (1964) 23). Lo relevante es que en su ironía hay siempre una crítica a las formas, y por tanto, una
postura moral: “Lo menos importante en un funeral es el pobre hombre que va en el ataúd” (Torri, 1996 (1964)
23).
Lo innovador de ciertas prosas radica entonces en la conjunción de distintos elementos: no sólo la
brevedad o el uso de híbridos genéricos, sino también la tonalidad irónica que imprime en ellas. Frente a una
literatura mexicana que tiende a la solemnidad, es el humor de Torri quien viene a romper las formas. Respecto
a este tema, valdría la pena reflexionar sobre la presencia del humor en nuestras letras: en varios momentos se
ha hecho referencia a esta tendencia a la seriedad, como si fuera este tinte lo que dotara de “literariedad” o de
“peso” a las obras literarias. Refiriéndose a los años cincuenta, Lauro Zavala comenta que “la escritura de este
periodo se caracterizó, en general, por su naturaleza intimista, como una escritura próxima a la tragedia y a la
tradición hierática” (Zavala, s/f). Escritores como Salvador Novo y Jorge Ibargüengoitia —además de Torri—
han tardado en entrar al canon de la “buena” literatura debido, probablemente, a su encasillamiento como
“humoristas”, como si eso fuera una nota de poca seriedad en el quehacer literario.
Es de notar, sin embargo, que la ironía no es un recurso de mero divertimento. Ha sido utilizada por los
tres autores arriba mencionados como un medio para criticar el mundo circundante. Carlos Monsiváis anota:

…el término visible en Julio Torri es la ironía. No la ironía como un enfrentamiento a


una realidad que es adversa, lo cual supondrá un ánimo belicoso. Es la ironía de los griegos…
la comprobación de la inarmonía del universo que habitamos y las medidas sonrientes que se
proponen para recuperar lo que nunca ha existido: la inarmonía sin mácula (Monsiváis, 1981
32).

En el fondo, estos escritores —podríamos agregar al propio Monsiváis de nuestros días— son
moralizantes en su discurso, puesto que su crítica (valiéndose de lo irónico, lo paródico y las formas de la
sátira) tienden a señalar conductas que serían ideales. En el cuento “Era un país pobre” Julio Torri propone una
suerte de “utopía”: un efímero florecimiento artístico conduce a la riqueza económica de dicho país, y la valía
de las letras impone alzas y bajas en el mercado de valores. “¡Quién iba a sospechar que los libros de versos
y embustes poseyeran tan útiles virtudes! En fin, la ciencia económica abunda en ironías y paradojas.” (Torri,
1996 (1964) 39). De pronto sobreviene la catástrofe y los propios críticos literarios deben investigar las causas
de la debacle. He aquí su conclusión:

El dictamen de los críticos señalaba a algunos escritores de pensamiento tan torturado,


de invenciones tan complicadas y de psicología tan aguda y monstruosa, que sus libros volvían

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más desgraciados a los lectores, les ennegrecían en extremos sus opiniones y les hacían, por
último, renunciar a descubrir en la literatura la fuente milagrosa adonde purificar el espíritu de
sus cuidados.
Ciertamente las artes no pueden ser el único sostén del bienestar de un pueblo. (Torri,
1996 (1964) 41).

El cultivo de la brevedad instala a Julio Torri en dos horizontes: el de la experimentación propia de


principios de siglo XX, con su propio movimiento innovador y rupturista; y el de lo que hoy se conoce como
minificción, género que según Zavala será central en este nuevo milenio. A pesar de la distancia temporal,
no hay en realidad contradicción en esta doble pertenencia: los géneros breves comienzan su historia con el
modernismo de modo más bien marginal y siguen su transcurso hasta convertirse en una especie de clave de la
literatura posmoderna. Francisca Noguerol, especialista del microrrelato en lengua española, sostiene que “la
modalidad literaria del micro-relato, surgida paralelamente a la “episteme” posmoderna, se engloba plenamente
en la estética contemporánea” (Noguerol Jiménez, s/f).
Algunas de las características que los especialistas acuerdan sobre la minificción —relacionadas
íntimamente con la retórica posmoderna— se acercan a buena parte de lo que hemos señalado como
característico de la prosa de Julio Torri: la brevedad, evidentemente, pero también la preferencia por lo
fragmentario e híbrido, una apuesta por la ironía y el humor que muestran el profundo escepticismo desde el
que se escribe (claro está que cambia el objeto que provoca la actitud escéptica), la ex-centricidad y preferencia
por el margen, y la propuesta de obras “abiertas” que esperan la participación del lector.4 Es completamente
anacrónico ubicar a Torri como un escritor “posmoderno” —quizá haya sido en cambio “absolutamente
moderno”. ¿Será que es hasta ahora que el instrumental de las teorías posmodernas —como sugiere Laura
Pollastri (2000)— nos sirve para aprehender autores como Torri? ¿Será que efectivamente Julio Torri “se
adelantó” a su tiempo, fue un vanguardista marginal que apenas cien años después se le comienza a leer desde
otra perspectiva y se le ubica en un sitio más relevante?
Hoy podemos leer a Torri centrado en el “canon” de la minificción, como lo ha colocado Lauro Zavala
en una de sus antologías5, y quizá lo que me resulta más importante no es tanto su sitio canónico sino la
posibilidad de leerlo junto con otros prosistas que han experimentado con la palabra precisa, con la forma, el
humor, y claro, con la brevedad. Probablemente hemos llegado a los tiempos en que los “papelitos llenos de
escritura abreviada” que señalaba Reyes nos tienen verdaderamente ocupados, a pesar de su brevedad —que no
de su simpleza.

Bibliografía citada

Carballo, Emmanuel. 1981 [1970]. “Torri, el clásico: innovador desconocido.” Pp. 68-71, en Julio Torri y la
crítica, editado por S. I. Zaïtzeff. México: UNAM.
Monsiváis, Carlos. 1981. “La brevedad como don de lucidez.” Pp. 31-34, en Julio Torri y la crítica, editado por
S. I. Zaïtzeff. México: UNAM.
Noguerol Jiménez, Francisca. 2000. “Híbridos genéricos: la desintegración del libro en la literatura
hispanoamericana del siglo XX.” El Cuento en Red 1.
—. s/f. “Micro-relato y posmodernidad: textos nuevos para un final de milenio”. <http://www.iacd.oas.org/
RIB%201-4%2096/noguerol1.htm>. Nov. 2005.
Pollastri, Laura. 2000. “El breve puente del relato breve.” El Cuento en Red 1.

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Torri, Julio. 1996 (1964). Tres libros. México: FCE.


Xirau, Ramón. 1983. “Julio Torri y el significado de la brevedad.” Pp. 21-24, en Julio Torri y la crítica, editado
por S. I. Zaïtzeff. México: UNAM.
Zaïtzeff, Serge I. 1981. “La elabroación artística en Julio Torri: un estudio de las variantes”. Pp. 87-96, en Julio
Torri y la crítica, editado por S. I. Zaïtzeff. México: UNAM.
—. 1983. El arte de Julio Torri. México: Editorial Oasis.
Zäitzeff, Serge I. 1981. Julio Torri y la crítica. México: UNAM.
Zavala, Lauro. s/f. “El cuento mexicano contemporáneo”. <http://www.fl.ulaval.ca/cuentos/mexcontemplz.
htm>. Nov. 2005.
(Footnotes)
*
Una versión de este trabajo fue presentada en el V Congreso Internacional de Literatura Latinoamericana “Vanguardias
literarias y artísticas del Siglo XX”, convocado por la UAM en la Ciudad de México en noviembre de 2005.
1
En 1987 apareció el libro El ladrón de ataúdes (México: FCE), con textos inéditos de Julio Torri. El cuidado de este libro, así como la
selección de textos fue realizada por Serge I. Zaïtzeff, especialista en la obra de este autor.
2
Para un estudio de las variantes en los textos de Torri véase: Serge I. Zaïtzeff, “La elabroación artística en Julio Torri: un estudio de las
variantes”, en Julio Torri y la crítica, editado por Zaïtzeff. México, UNAM,1981..
3
Véase, entre otros, el libro de Jaime Alazraki. 1968. La prosa narrativa de Jorge Luis Borges. Temas y estilo (Madrid: Gredos).
4
Véase entre otros textos de Francisca Noguerol el titulado “Micro-relato y posmodernidad: textos nuevos para un final de milenio”, que
puede consultarse en <http://www.iacd.oas.org/RIB%201-4%2096/noguerol1.htm>.
5
Minificción mexicana. (2003). Selección, prólogo y notas de Lauro Zavala. (México: UNAM).

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