Los sentimientos o pasiones designan las emociones o
impulsos de la sensibilidad que inclinan a obrar o a no obrar en razón de lo que es sentido o imaginado como bueno o como malo. (CEC, n. 1763) La razón regula
En sí mismas, las pasiones no son buenas ni malas.
Sólo reciben calificación moral en la medida en que dependen de la razón y de la voluntad.
Pertenece a la perfección del bien moral o humano el
que las pasiones estén reguladas por la razón (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 24, a. 3, c). [CEC, n. 1767] Voluntad recta Las pasiones son moralmente buenas cuando contribuyen a una acción buena, y malas en el caso contrario.
La voluntad recta ordena al bien y a la bienaventuranza
los movimientos sensibles que asume; la voluntad mala sucumbe a las pasiones desordenadas y las exacerba.
Las emociones y los sentimientos pueden ser asumidos
en las virtudes, o pervertidos en los vicios (CEC, n. 1768). Virtudes Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe.
Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida
moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien.
Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas
humanas. Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse con el amor divino (CEC, n. 1804). La prudencia La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo.
“El hombre cauto medita sus pasos” (Pr 14, 15).
“Sed sensatos y sobrios para daros a la oración” (1 P 4, 7).
La prudencia es la “regla recta de la acción”, escribe santo
Tomás (Summa theologiae, 2-2, q. 47, a. 2, sed contra), siguiendo a Aristóteles.
No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez
o la disimulación (CEC, n. 1806). La justicia La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.
La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la
religión”.
Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los
derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común (CEC, n. 1807). La fortaleza La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien.
Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar
los obstáculos en la vida moral.
La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a
la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones.
Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida
por defender una causa justa.
“Mi fuerza y mi cántico es el Señor” (Sal 118, 14).
“En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al
mundo” (Jn 16, 33). [CEC, n. 1808]. La templanza La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados.
Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene
los deseos en los límites de la honestidad.
La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos
sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar “para seguir la pasión de su corazón” (cf Si 5,2; 37, 27-31).
La templanza es a menudo alabada en el Antiguo Testamento:
“No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena” (Si 18, 30).
En el Nuevo Testamento es llamada “moderación” o “sobriedad”.
Debemos “vivir con moderación, justicia y piedad en el siglo presente” (Tt 2, 12). [CEC, n. 1809]. Bienes humanos Auto-integración: paz entre los elementos del yo.
Autenticidad: armonía entre las habilidades, los juicios,
las opciones y el comportamiento de un individuo; la persona ve y elige el bien y actúa de acuerdo con su opción para participación en él.
Armonía interpersonal: la amistad, la justicia, etc.
Armonía con Dios: la relación de reverencia y amistad
que constituye la religión. Bienes humanos Bienestar corporal: la vida, la salud, la seguridad.
Adhesión firme a la realidad, el conocimiento de la verdad
y el aprecio de la hermosura del mundo.
La actuación hábil; el trabajo que se hace por sí y no por
otro motivo, y el juego mediante el cual el yo se realiza y encuentra su cumplimiento extendiéndose en el mundo, relacionándose con él y transformándolo.
El matrimonio y la familia conforman un bien sustantivo
y reflexivo, a la vez. Primer principio de la razón práctica (conducta)
El bien ha de hacerse y perseguirse, el mal ha de
evitarse. Modos de responsabilidad
Primer principio de responsabilidad. No se debe dejar
que la inercia que uno siente le impida actuar a favor de bienes inteligibles.
Segundo principio de responsabilidad. No se debe
dejar que el entusiasmo o la impaciencia presionen a actuar de forma individualista para alcanzar los bienes inteligibles. Modos de responsabilidad Tercer principio de responsabilidad. No se debe optar por satisfacer un deseo emocional a menos que sea parte de la persecución y logro de un bien inteligible aparte de la satisfacción del mismo deseo.
Cuarto principio de responsabilidad. No se debe elegir
una acción en respuesta a la aversión emocional, salvo cuando es necesario para evitar algún mal inteligible aparte de la tensión interior producida al soportar la aversión. Modos de responsabilidad Quinto principio de responsabilidad. En respuesta a varios sentimientos por varias personas, no se debe proceder voluntariamente con una preferencia hacia nadie, a menos que la preferencia sea exigida or los bienes inteligibles mismos.
Sexto principio de responsabilidad. No se debe hacer una
elección con base en emociones relacionadas con aspectos empíricos de bienes (o males) inteligibles, de tal manera que interfiera con el compartir más perfecto en el bien o el evitar el mal. Modos de responsabilidad Séptimo principio de responsabilidad. No debe dejarse llevar por la hostilidad o aceptar la destrucción o daño de ningún bien inteligible.
Octavo principio de responsabilidad. Uno no debe
permitir que el deseo más fuerte de una instancia de un bien inteligible le induzca a actuar hacia ella eligiendo destruir, dañar o impedir ninguna otra instancia de un bien inteligible, ni de ese mismo bien ni de ningún otro. FIN