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Michela Murgia: Instrucciones para convertirse en fascista

Idioma original: italiano


Título original: Istruzioni per diventare fascisti
Traducción: Ana Ciurans Ferrándiz (ed. en castellano) / Mercè Ubach (ed. en catalán)
Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable

No podemos afirmar que no se veía a venir. No podemos obviar que había múltiples indicios de lo
que se aproximaba. Porque ya había sucedido en países vecinos, y la polarización de la sociedad
sembraba una tierra donde podía arraigar el fascismo. Porque no nos engañemos, el fascismo ya
existía antes y, lamentablemente, seguirá existiendo. La clave está en detectarlo, luchar contra él y
vencerlo, a ser posible, si queremos que la democracia (en su mayor expresión o menor, según el
país desde el que nos leáis) no retroceda más aún. Y la cultura ofrece herramientas para ello.
¡Aprovechémoslo!

En este interesante ensayo, Michela Murgia habla sobre el fascismo, pero no condenándolo de
manera explícita, sino que utilizando el sarcasmo y la ironía pretende instruir al lector sobre cómo
ser un fascista sin que se note demasiado. Así, dándole la vuelta a lo que debería ser un ensayo
condenatorio, expone los caminos que cualquier fascista debe ser seguir para que entre dentro de
lo "aceptable" para el resto de la sociedad. No cabe decir que la intención y el planteamiento es más
que llamativo, y el resultado cumple sobradamente con el propósito sin caer en superficialidades.

Murgia plantea el libro de manera interesante, pues expone, desde la ironía, la conveniencia del
fascismo para facilitar el gobierno de un país. Así, desde una teórica visión fascista crítica las
debilidades e inconvenientes de la democracia e intenta que justamente el lector no fascista vea en
ella sus beneficios, pues el tono irónico que destila todo el libro (y los valores democráticos que se
le suponen al lector) hacen que la lectura sea amena a la vez que generan una alarma porque se ve
en esos argumentos un riesgo de que haya quien puede creer en ellos.

Pero sería muy inocente fijarse solo en la parte irónica que transmite el libro, pues más allá de
criticar el fascismo, lo que hace el libro brillantemente es buscar las debilidades de nuestro sistema
democrático y social, para evidenciar la facilidad con la que permitimos que el fascismo entre en
nuestras vidas. Y lo expone claramente en una de sus reflexiones, al autocuestionarse si los
demócratas progresistas y conservadores estarían dispuestos a creer que ciertos partidos políticos
no son fascistas; la respuesta es evidente, y fácilmente contrastable con la realidad: «por supuesto
que sí, porque en el fondo ellos desean creer que el fascismo no existe, que es un fenómeno
histórico superado y que, por tanto, no hay ninguna posibilidad que se vuelva a presentar. Por tanto,
ignoraran de manera espontánea todas las señales que les puedan obligar a admitir que nunca han
dejado de existir (…) Nos llamarán nostálgicos, la nueva derecha o nacionalistas, pero serán ellos
mismos los que no querrán pronunciar la palabra fascista (…) porque eso despierta sus propios
fantasmas». La autora, incidiendo en este aspecto, indica que el fascismo es un caballo de Troya,
pues una vez ha entrado en la esfera política no se les puede silenciar si los demócratas no quieren
verse acusados a su vez de fascistas. «Esta es la maravilla de la democracia: a diferencia del fascismo,
siempre puede ser utilizada en su contra».
Más allá de la esfera política y haciendo hincapié en el discurso social, Murgia también destaca la
importancia, para ser un buen fascista, en atribuir a un colectivo todo lo malo que ocurra, indicando
siempre que haya delitos o abusos su raza o nacionalidad (a excepción de cuando lo cometan los
"propios", que entonces será un caso aislado o un loco irresponsable). La autora abre el abanico a
los diferentes colectivos para criticar, en cada uno de ellos, aquello que (supuestamente) tienen de
malo para lo sociedad y, por este motivo, y como no puede ser de otra manera visto el discurso
fascista habitual, el libro también habla sobre el "peligro" del feminismo y la amenaza de los
homosexuales y lesbianas, culpando a la mujer del problema laboral, pues si se hubiera quedado en
casa teniendo hijos no habría problema con las pensiones y los cuidados de la gente mayor.

La clave y principal interés de este libro radica en destacar las facilidades y grietas que hay en la
sociedad para que podamos ser fascistas sin ninguna dificultad y, con ello, propicia que la lectura
del demócrata vea en todo ello cada uno de los peligros en las diferentes áreas que el libro retrata.
Así, actuando en “reacción a”, las instrucciones para convertirse en fascista se convierten
justamente en todo lo contrario, una clara alarma y un manual para ser, precisamente, antifascista
y lo hace, además, en un tono irónico y desenfadado. Y aquí está el gran mérito de este libro, escribir
un ensayo de extrema accesibilidad contra el fascismo y, a través de él y con cuatro ideas bien
definidas, ponernos en alerta, no ante lo que puede venir, sino ante lo que ya tenemos delante
nuestro: un fascismo que avanza, en gran parte, por culpa nuestra, no por despertarlo, sino por no
detectarlo a tiempo y evitar su auge.

El libro que ha escrito Murgia es interesante a la vez que ameno, pues pone de relieve pensamientos,
ideas o situaciones donde el que los practica “podría parecer fascista pero no está del todo claro” y
es que, jugando con los límites, la autora pone de manifiesto que estos se mueven a medida que
nos acostumbramos a ellos y siempre los acabamos desplazando hacia la derecha de nuestro
equilibrio social. Y, utilizando la ironía, el libro es, especialmente, un grito de alerta a todos los
demócratas y ciudadanos, pues pone en evidente relieve todos aquellos agujeros o espacios por los
que dejamos que el fascismo se vaya infiltrando en nuestras vidas. Porque somos nosotros quienes
lo permitimos, con nuestras bondades o nuestros sistemas imperfectos, y eso es un grandísimo
error. Y es que cada vez es más evidente y necesario que debemos concienciarnos que al fascismo
no se le ignora, sino que se le combate. Siempre.

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