Está en la página 1de 41
CORTINA, Adela (2003). Construir Confianza: Etica de la empresa en la sociedad de la informacién y las comunicaciones. Madrid: Editorial Trotta. Articulo: Las tres edades de la ética empresarial, pags. 17 — 37. (2005) Ciudadanos’ del Mundo: Hacia una teorfa de la ciudadania. Madrid: Alianza Editorial, 4? reimpresi6én, capitulo |: Hacia una teoria de la ciudadania. LAS TRES EDADES DE LA ETICA EMPRESARIAL Adela Cortina 1. Empresa y ética: la forja del cardcter de las organizaciones En los afios setenta del siglo xx surge con fuerza en Estados Unidos la ética de los negocios (Business Ethics), que buena parte del mun- do europeo prefirié rotular como «ética de la empresa»'. Tal vez porque el capitalismo renano, que conformaba en tan alto grado el modo europeo de entender la empresa, llevaba a concebirla, no slo como un negocio, sino como un grupo humano que lleva adelante una tarea valiosa para la sociedad, la de producir bienes y servicios, a través de la obtencién del beneficio”. La empresa, desde este punto de vista, se «emprende» con espiritu creador. La nneva ética empresarial se extendié por Europa en los afios ochentay por América Latina y Oriente en los noventaY y resulta curioso compro- bar cémo habitualmente las gentes se asombraban de que alguien osara ligar dos términos como «empresa» y «ética». El comentario, en una lengua u otra, era siempre el mismo: es como querer juntar aceite y agua. Ciertamente, este comentario pierde todo su sentido a poco se reflexione, porque la actividad empresarial es actividad humana y, como tal, puede estar mas o menos alta de moral en sus distintas dimensiones (en la calidad del producto y en las relaciones con los distintos afectados por ella), puede aproximarse mas o menos a las 1. Este trabajo se inscribe en el proyecto de investigacion sobre éticas aplicadas BFF2001-3185-C02-01 del Ministerio de Ciencia y Tecnologia 2. -M, Albert, Capitalismo contra capitalismo, Paidés, Barcelona, 1992. 17 ADELA CORTINA metas que le dan sentido como actividad y por las que cobra legiti- midad social, y puede hacerlo con los medios que la conciencia moral de esa sociedad exige 0 quedar por debajo de ella, pero no puede situarse mas alla de todo ello. Y esto es lo que reconoce sobradamente el discurso empresarial, no s6lo cuando pronuncia la palabra «ética», sino cuando trata de cuestiones que en realidad son aquellas en las que se desgrana la ética empresarial, es decir, cuando habla de cultura de empresa, evaluaciones de calidad, recursos hu- manos o capital humano, clima ético, capital social, responsabilidad corporativa, direccién por valores, comunicacién interna y externa, balance social, necesidad de anticipar el futuro credndolo, no diga- mos ya si habla de cédigos éticos, auditorfas éticas 0 fondos éticos de inversién. En suma, cuando se pronuncia sobre ese conjunto de dimensiones de la empresa, algunas de ellas ineludibles, que com- ponen el caracter de la organizacién, es decir, su éthos, y que im- porta que estén a la altura de las circunstancias para cumplir con bien la misién de la empresa. Las organizaciones, de modo anlogo a las personas, se forjan un cardcter u otro a lo largo de sus vidas,|un caracter por el que se identifican y por el que los dems las identifican. Al nacer no tie- nen, como dirian los clasicos, sino una «primera naturaleza», no cuentan sino con los caracteres de las personas que se adhieren al proyecto y con los textos escritos sobre la misién y la visién de la empresa. Pero a lo largo de su existencia la organizacién va toman- do decisiones que la sociedad no imputa a cada uno de sus miem- bros como personas particulares, sino como miembros de la organ: zacién, de suerte que bien puede decirse que la organizacién como tal toma decisiones, por analogia con las personas, y se la puede responsabilizar de ellas. Las organizaciones son, pues, agentes mo- rales, no sélo las personas lo son, tienen libertad para forjarse un cardcter u otro®. Libertad, eso sf, condicionada interna y externa- mente, como toda libertad humana. ¥ La ética desde sus origenes se ha gestado como un saber que se propone ofrecer orientaciones para la accién de modo que actue- mos racionalmente,|es decir, que tomemos decisiones justas y bue- nas‘ Y justamente recibe el nombre de «ética» porque tomar tales decisiones exige cultivar las predisposiciones a tomarlas hasta que se conviertan en habito, incluso en costumbre. 3. A. Cortina, Hasta un pueblo de demonios. Etica publica y sociedad, Taurus, Madrid, 1998, cap. 8. 4.” A. Cortina, J. Conill, A. Domingo y D. Garcfa-Marz4, Erica de la empresa, Claves para una nueva cultura empresarial, Trotta, Madzid, *2000. 18 LAS TRES EDADES DE LA ETICA EMPRESARIAL De igual modo que en la vida corriente las personas convierten en costumbre levantarse de la cama de una forma determinada, coger el ascensor o acudir al trabajo. De la misma manera que convierten en costumbre —y esto es més complejo— comportarse de una forma u otra con cada una de las demas personas y con las instituciones, llevar a cabo de una forma u otra su trabajo, también las organizaciones acaban convirtiendo en costumbre comportarse de una forma u otra. Y esto supone un ahorto de energia, porque seria agotador tener que partir de cero en cada toma de decision, es esencial estar ya predispuesto a actuar en un sentido determinado. Para ser justo, decia Aristoteles, es indispensable adquirir el habito de tomar decisiones justas, igual que para ser prudente, fuerte o magndnimo. Las buenas decisiones no se improvisan: llegar a to- marlas sin derrochar una enorme cantidad de energia cada vez exige forjarse el habito adecuado para tomarlas. La palabra chabito» tiene sin duda una gran riqueza. En espanol no s6lo se refiere a la predisposicién de las personas y las organiza ciones a tomar decisiones y a actuar en un sentido determinado, de forma que quien es justo esta predispuesto a tomar decisiones jus- tas, sino que nos remite también a la expresién «habérselas con» la realidad de una forma u otra’, Toda persona y toda organizacién tienen que habérselas con la realidad de una manera u otra, y a que es justa se las ha con la realidad desde la disposicién a ser justa. A Ia persona o la organizacién justa lo que le costard menos esfuerzo sera decidir con justicia; decidir de una forma injusta, en cambio, le exigird entre otras cosas hacer el esfuerzo de enfrentarse a sus pro- pios habitos, que ya han generado —por decirlo también con los clasicos— una segunda naturaleza. Adquirit unos habitos u otros es inevitable. Es inevitable forjar- se una segunda naturaleza que predispone ms 0 menos a actuar con transparencia, a asumir 0 no la responsabilidad corporativa, a tratar con justicia a los afectados por la empresa. De ahi que lo inteligente sea incorporar aquel tipo de habitos que mejor puedan conducir al fir de la persona o de la organizacién, por dos razones al menos: por- que tener que elegir es inevitable y porque es un auténtico ahorro de energia. En este sentido es en el que la ética tiene un mayor alcance que el derecho. En el sentido de que la legislacién trata de evitar con- ductas desviadas, ¢ incluso de comunicar lo que una sociedad tiene 5. JL. L. Aranguren, Erica, en Obras completas, vol. 2, Trotta, Madrid, 1994, I parte, cap. 2 19 ADELA CORTINA mayoritatiamente por correcto’, pero la ética trata del éthos,|de incorporar en el cardcter de las personas y de las organizaciones aquellos habitos que pueden llevar a decisiones justas y buenas} De forma que lo «natural», en el sentido de esa segunda naturaleza adquirida, sea ya tomar decisiones a favor de la integridad y de Ia transparencia. Hablar de «naturaleza humana» resulta diffcil, a pe- sar de los nuevos intentos de hacerlo’, pero no resulta tan dificil percatarse de que es inevitable adquirir un caracter, una «segunda naturaleza», y que, en consecuencia, es inteligente hacerlo de forma que tomar buenas decisiones resulte poco costoso. Por eso una organizacién que adquiere buenos hébitos ha gene- rado las disposiciones requeridas para tomar buenas decisiones y no sélo le cuesta menos esfuerzo tomarlas y ahorra, por tanto, energfas, sino que también quienes se relacionan con ella pueden esperar con fundamento que actuaré de acuerdo con los fines y los medios que exija de la organizacién la conciencia moral social. Pueden confiar en ella. Para comprender a los pueblos —decfa con buen acuerdo Alexi de Tocqueville— es mas importante conocer sus leyes que su geo- grafia; pero mas importante atin que conocer sus leyes es conocer sus costumbres, los «habitos de su coraz6n». ¥ eso es lo que ocurre con los pueblos y con las organizaciones que constituyen su trama social, que cuando sus hdbitos y sus costumbres no predisponen a tomar decisiones justas y buenas, el mundo legislative y judicial resultan insuficientes, amén de actuar contra corriente. En tales casos Jas sociedades se encuentran ya atrapadas en ese cfrculo vicioso del que hablan las teorfas de Ja eleccién racional*, un circulo que refuerza las conductas nocivas para la sociedad, porque las organizaciones y las personas que viven en una socie- dad en la que habitualmente se incumplen los contratos, se usa el engafio, funciona la «contabilidad creativa», no ven ningin beneficio en actuar de otra manera. No pueden esperar que los demas actiien de otra forma, se les engafiara y, por lo tanto, no parece racional en un ambiente adverso apostar por el cumpli- miento de los acuerdos, actuar con transparencia, arrumbar la 6, W. Van der Burg y F. W. A. Brom, «Legislation on Ethical Issues: Toward an Interactive Paradigm»: Ethical Theory and Moral Practice 3/1 (2000), pp. 57-75. 7. F. Fukuyama, El fin del hombre, BSA, Barcelona, 2002. El titulo inglés es mucho mas expresivo del contenido del libro: Our Posthuman Future 8. R.D. Putnam, Making Democracy Work. Civic Traditions in Modern Italy, Princeton University Press, Princeton, NJ, 1993. 20 LAS TRES EDADES DE LA ETICA EMPRESARIAL «contabilidad creativa. El circulo vicioso se alimenta a sf mismo y resulta dificil romperlo: écémo es posible iniciar un circulo virtuoso? El cfrculo virtuoso, obviamente, es aquel en el que reinan los habitos contrarios a los arriba expuestos y, como cabe confiar en que los demés actuardn segiin ellos, todos pueden seguirlos, y ade- més les conviene, porque el incumplimiento de los pactos y las malas actuaciones es lo que esta castigado con la sancién social, amén de estarlo con la sancién legal. Los circulos virtuosos en realidad benefician al conjunto de la sociedad, como intentan mos- “trar los dilemas de la eleccién colectiva, pero necesitan para ser efectivos una adhesin mayoritaria a esos buenos hdbitos, que en la tradicion griega recibieron el nombre de «virtudes» (aretai), «exce- Iencias» del cardcter. Las virtudes son los habitos que predisponen a elegir bien, mientras que los vicios son los habitos que predispo- nen a elegir mal; quienes incorporan las virtudes son excelentes. Curiosamente, el discurso de la excelencia hizo fortuna en el mundo de la empresa a fines del pasado siglo. Desde que Peters y ‘Waterman publicaran su libro En busca de la excelencia, se vino a entender que las empresas excelentes son las que mejor saben jugar en el mercado. En cualquier caso, conviene indicar que las expre- siones que estamos manejando, tales como Adela Cortina, Evica sin moral, Madrid, Tecnos, 1990, 134- 143; La moral del camaledn, Madrid, Espasa-Calpe, 1991, cap. 9. + Daniel Bell, ob. cit., cap. 6. 24 nocién de justicia distributiva. Algunas de estas teo rias intentan reforzar el acuerdo entre los ciudada- nos en torno a una nocién de justicia, con el fin de fomentar su sentido de pertenencéa a una comunidad y su afan de partécpar en ella: con el fin de fomentar su civilidad. En este sentido, tanto la tradicién politica republi- cana como el liberalismo social recuerdan hasta qué punto es necesario lograr una cohesién social que permita, no ya proteger el capitalismo y la democra- cia liberal, como queria Bell, sino llevar adelante cua- lesquiera proyectos politicos y econémicos, incluido el de transformar la economia capitalista. E insisten en que tal cohesién no puede lograrse s6lo mediante el derecho, s6lo mediante una legislacién coercitiva- mente impuesta, sino sobre todo a través de la libre adhesién y participacién de los ciudadanos: a través del ejercicio de la virtud moral de la civilidad. Pero la civilidad no nace ni se desarrolla si no se produce una séztonia entre los dos actores sociales que entran en juego, entre la sociedad correspondien- te y cada uno de sus miembros. Por eso la sociedad debe organizarse de tal modo que consiga generar en. cada uno de sus miembros el sentimiento de que per- tenece a ella, de que esa sociedad se preocupa por él y, en consecuencia, la conviccién de que vale la pena tra- bajar por mantenerla y mejorarla. Reconocimiento de Ja sociedad hacia sus miembros y consecuente adhe- sién por parte de éstos a los proyectos comunes son dos caras de una misma moneda que, al menos como pretensién, componen ese concepto de ciudadania que constituye la razén de ser de la civilidad. 25 Precisamente porque la cohesién social se presen- ta como imprescindible en las sociedades postlibera- les, el concepto de ciudadania es uno de los que ge- nera una bibliografia mas abundante en nuestro mo- mento y, en la mayor parte de los casos, se trata de reforzar con él el imprescindible habito de la civi- lidad. El liberalismo y los minimos de justicia En este sentido se pronuncia expresamente una de las ms relevantes corrientes de nuestro momen- to, el beralismo politico, y concretamente su maxi- mo representante, John Rawls’. Segtin él, la tarea de la filosofia politica misma consiste en elaborar una teoria de la justicia distributiva tal que pueda ser compartida por todos los miembros de una sociedad con democracia liberal. Si una teoria semejante se encarna en las instituciones de esa sociedad, los ciu- dadanos prestaran de buen grado su adhesion a unas instituciones que no hacen sino reflejar sus propias convicciones acerca de lo que es justo. Por eso, el método filosfico consiste en tratar de desentrafiar en la cultura politica de una sociedad qué es lo que los ciudadanos tienen por justo, cons- truir con ello una teoria de la justicia, e intentar en- carnarla en las instituciones bdsicas de la sociedad. Precisamente porque es la idea de justicia que los ° John Rawls, Liberalismo politico, Barcelona, Critica, 1996. 26 ciudadanos ya comparten, su puesta en instituciones no puede generar sino adhesién. Sin embargo, el disefio de una teoria semejante ofrece dificultades diversas. Entre ellas, el hecho de que en sociedades pluralistas existan grupos con di- ferentes cosmovisiones, con distintas concepciones de lo que es una vida digna de ser vivida, con lo que Rawls ha llamado distintas «doctrinas comprehensi- vas del bien», capaces de orientar la vida de una per- sona en su conjunto. Diversos grupos religiosos, dis- tintas doctrinas filoséficas, diferentes ideologias poli- ticas proponen a los ciudadanos diferentes proyectos de vida feliz. Cémo organizar la convivencia entre esos distintos proyectos no deja de resultar un pro- blema, ya que caben distintas soluciones. O bien la convivencia es practicamente inexisten- te, y entonces nos encontramos en una sociedad 70- ralmente «politeista», en la que cada grupo acepta una jerarquia de valores y nada tiene en comtin con los demas. O bien un grupo impone a los demas a través del poder politico su proyecto de vida feliz, con lo cual nos encontramos en una sociedad /oral- mente «monista». O bien intentamos desentrafiar si hay valores que todas las doctrinas comparten, aun- que no coincidan en el conjunto de su cosmovisién, y entonces estamos ante una sociedad soralmente pluralista®. De aqui surge la hoy célebre distincién en el ambi- © Adela Cortina, La ética de la sociedad civil, Madrid, Ana- ya/Alauda, 1994 27 to ético-politico entre lo justo y lo bueno, entre una concepcién moral de la justicia, compartida por la mayor parte de grupos de una sociedad, y los distin- tos ideales de felicidad, que pretenden orientar la vida de una persona en su conjunto. Aquellos valores que todos comparten componen los wzinémos de justicia a dos que una sociedad pluralista no esta dispuesta a re- nunciar, aunque los diversos grupos tengan distintos ideales de vida feliz, distintos proyectos de mdximos de felicidad. Rawls se refiere a los minimos de justicia con la expresi6n «concepcién moral de la justicia para la estructura basica de una sociedad», y a las distintas propuestas de felicidad con la expresién «doctrinas comprehensivas de vida buena»; yo he preferido acufiar las expresiones «ética de minimos» © «ética minima» para los valores comtnmente compartidos, y ética de maximos, para los proyectos completos de vida feliz’. Una sociedad pluralista debe articular sabiamente minimo y maximos, mas si cabe una sociedad cuyo pluralismo consista en la conviven- cia entre distintas culturas. Las sociedades pluralistas y multiculturales deben tener buen cuidado en articu- lar maximos y minimos de modo que ni quede atro- pellada la justicia ni se pierdan las ofertas de felicidad. Y para lograrlo, bueno es empezar recordando la distincién, establecida por Rousseau, entre el

También podría gustarte