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a I. INOCULTABLES REALIDADES DEL DESEO Amelio Robles, masculinidad (transgénero) en la Revolucién mexicana’ Ganrieta Cano Universidad Autonoma Metropolitana Carrin De PUEBLO Podemos imaginarlo: una sonrisa de satisfaccion se dibujé en el rostro de Amelio Robles al observar el retrato de estu- dio que lo mostraba posando cual todo un catrin: traje os- curo, camisa blanca, corbata, sombrero negro de ala ancha, zapatos de piel y asomo de pauelo blanco en el bolsillo del saco. De pie y con un cigarro en una mano, la otra colocada sobre el revélver como para ma que He- vaba enganchada a una carrillera de cintura. Los elementos males de la fotografia —el encuadre, minacion uni ja pose contenida y serena forme, el entorno v do al centro de la escenografia— se ajustan del sujeto c ha fotografiada luce su mejor atuendo y posa con decoro. La fotografia fue captada hacia 1915, probablemente en el estudio de Armando Salmeron, de Cl no de tantos gabinetes de fotografia que se multiplicaron y pueblos del pais en las primeras décadas del mient sp manda de retratos fo de la pose, mente pesan sobre las al, 2002, p. 33-y Stellwes, os LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS en los ejércitos. En las guerras nacionalistas del siglo x1% y mass tarde, en la Revolucién mexicana, las soldaderas se h cieron cargo del abasto de las tropas y de la atencién a los mos; en ocasiones desempefaban tareas de mensaje- ria y contrabando de armas y viveres, pero s6lo excepcio- nalmente empufaban las armas. Aunque no es posible, por ahora, precisar la frecuencia del travestismo en la Revolucién mexicana, existen noticias de mujeres como Maria de la Luz Barrera, zapatista, 0 An- gel/Angela Jiménez, maderista, quienes adoptaron una iden- tidad masculina durante la guerra para mas tarde volver a usar ropa de mujer y desempenar papeles sociales femen nos, como madres y esposas, lo que nunca sucedié con Ame- io Robles.* En su caso, pudo haber consideraciones practi- cas, sin embargo, su radical cambio de identidad de género implemente a un afan de di ventajas sociales de los hombres, sino que fue fruto de un deseo vital profundo, Un deseo, felizmente realizado, de ne- sexual de nacimiento y masculinizarse de manera en todos los aspectos de su vida. Amelio Robles transité de una identidad femenina im- Jad deseada: se sentia y se compor- bemos poco hay noticias de sus relaciones roman- puesta a una mase! mo hombre y su aspecto era varo de su sexualidad, per ticas con mujeres y sabemos que en una époc companera de escuela a quien prodigaba atenciones; dichas laciones eréticas se inscribian en una légica heterosexual en la que Robles desempenaba el papel masculino. Algunas }o Robles como una lesbiana cort INOCULTABLES REALIDADES DEL D persona transgénero, una forma de identificac que implica la adopcién de la apariencia corporal y el papel social de género asignado al sexo opuesto. La identidad se- xual lesbiana se define como una inclinacién erética hacia nas del mismo sexo, lo que no implica necesariamente n deseo de transgenerizarse, es decir, cambiar de identi- , de aspecto fisico o de anatomfa sexual. El término lesbianismo, desde luego, no es sinénimo de mas- culinizacin pero tampoco excluye la posiblidad de adopiar 10, las catezor pers una identificacin masculina. Sin emb: de identidad son flexibles; no son espacios hermé sellados. Durante su transicién, Amelia Robles podria ca- como una lesbiana hombruna y luego se t transgénero con una identidad mas- icamente racterizars ns- form: culina. Las identidades transgénero v dad y Amelio Robles se ubi pectro: sentia ur isfa anatomia sexual y deseaba cambiar su aspec' algunas caracterfsticas sexuales pued vés de procedimii Ia tecnologia mé en una perso jan en grado y per en un ext en algunas instituciones de los F desde mediados del siglo xx, cuando se acufié para referirse a las personas qu médicas que tr nsforman su anatomi, ya que su cambio de identidad ne hormonas. Sin embargo, su insa con su aspecto fisico y anatomia femenina quizds fue tan intensa como la de aqu nédicos para logr: ida a su configuraci Jas personas que se some que su cuerpo se ase subjctiva Mevernwitz, 2002. pp. 5 v 9-1 PS REALIDADES DEL DESEO a aceptad, servarse pi vez. que u La pose y el ge: jes se puede siderar “ al del cuerpo y 6s LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS que la identidad de género es una consecuencia inmediata ¢ ineludible de la anatomia de las personas ¥ que hombres y mujeres son grupos sociales nitidamente definidos y con cua- lidades inmutables. Los procesos de transgeneracién pro- blematizan (y a veces reifican) las categorias de hombre y mujer. Dichas categorias suclen considerarse realidades pres- tablecidas e inmutables; se pasa por alto su plasticidad, cua- lidad identitaria que se hace evidente a la luz de Ia radical masculinizacion de Amelio Robles, uno de los pocos proce- sos de su tipo que se ha documentado hasta ahora en la his- toria de América Latina."' La historiografia de la etapa armada de Revolucién me- xicana se ha interesado principalmente por aspectos ideo- lozicos, politicos y militares de la lucha, pero la cotidiani- dad en las trincheras, el dia a dia de los ejércitos, ha sido escasamente estudiada. La masculinizacién de Amelio Ro- bles comenzé en medio de los desplazamientos forzados el desorden social de la guerra. En el combate se abandona- ron pudores y reservas ancestrales y surgieron algunos es- var a construirse como un hombre, y gozar de una relativa aceptacion de sus companeros de armas, que admiraban su valentia y sus capacidades como guerrillero. En los campos de batalla, ante la presencia constante de la muerte, ¥ en medio del impulso destructor de la guerra, también se for talecié una ideologia de género, con rafces en la narrativa nacionalista decimononica, que identifica a la masculinidad con cualidades de valentia y arrojo personal, asf como con actitudes patristicas ¢ ideologias revolucionarias y naciona- Cat final de su vida E menina. es decir. recupers su identidad feme de Erauso, 0 “la Monia Alfére2” es na figura muy conocida, 1a: alge que m9 0¢ caso de Robles, quien murié sin renunci INOCULTABLES REALIDADES DEL DESEO 69 listas. Al paso del tiempo, el estereotipo del revolucionario valiente se convertia en una imagen icénica en Ia cultura popular y en el discurso nacionalista del Estado posrevolu- El coronel Robles encarna el ideal del soldado revolu- cionario macho: es valiente y arrojado; tiene capacidad de responder de manera inmediata y violenta a las agresiones: maneja las armas y los caballos con maestria. Sus relacio- nes de pareja con mujeres se ajustan a modelos convencio- nales v reproducen la polaridad de género de los roles feme- nino y masculino. En una instantanea polaroid de 1976 Amelio Robles, ataviado con un gastado atuendo y con un paliacate rojo al cuello, aparece al lado de Guadalupe Ba- rr6n, una de las mujeres con quienes Amelio sostuvo rela- ciones de pareja y cuya presencia femenina acentua por contraste la virilidad del antiguo revolucionario; su porte es tan viril y desenfadado como el de los retratos de su juven- tud, Tanto Amelio como Guadalupe posan con rigidez, ha- ciendo gala de un lenguaje corporal tipico de la fotografia de estudio, muy diferente de los gestos espontaneos que las camaras portatiles aspiraban a registrar en la segunda parte del siglo xx. El interés en la historia va mas alla del caso particular: su figura puede verse como un sitio de debate cultural en torno a la definici6n y el significado del género, de la mas- culinidad y la ferninidad, en el marco del discurso naciona- lista del México posrevolucionario. Hubo tres percepciones distintas sobre Amelio Robles que por momentos se contra- ponian: /) la de sus compaiieros en el ejército, que admira- ban la cabal emulacién que Amelio Robles hacia de una masculinidad entendida como alarde de fuerza y respuesta inmediata y violenta a cualquier agresion real o imaginaria: 2) la mirada sensacionalista que, al solazarse en la exhibi- > O'Malley, 1986, pp. 136-137. 7 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS. cion de la excentricidad de Robles, también legitima su trans- gresion: y 3) la perspectiva normalizadora y homéfoba, que niega tajantemente la transgeneracién desde categorias de género escencialistas. Para comprender las percepciones so- bre Amelio Robles, es necesario partir de la identidad social yla imagen corporal masculina que Amelio Robles se dio a si mismo mediante la pose, el gesto y el vestuario, asi como su eficaz mane y de la atencién de la prensa La imagen co na de Amelio Robles estaba plenamente respaldada por los documentos de identidad que acreditan su pertenencia a diversas agrupaciones socia- les y politicas, incluidas las credenciales que lo reconocen como afiliado al Partido Socialista de Guerrero (1934), dele- gado en Xochipala, Guerrero, de la Liga Central de Com: nidades Agrarias (1945). do a la Confederacién Nacio- nal de Veteranos de la Revolucién (1948) y como socio de la Asociacién Ganadera de Zumpango del Rio (1956 y 1958). Las totograffas de identificacién de las credenciales confi man la masculinidad del interesado cuyo nombre y ruibrica aparecen siempre en masculino.'* Quizas la mayor prueba de la eficacia de la masculini- id de su aspecto sea el certificado médico, requeride para a Confed de Veteranos de la Revoluci expedido por el doctor Pedro Gonzalez Pena en su consul jo de la Ciudad de México en el afto de 1948. El médico jad, la ed el ingreso id declarada, y las cicatrices da una en el mu: sexual del por la Confederacion de Veteranos de la Revolui mente no era una revision clinica profunda sino un tramite resurado, cuyo propdésito era certificar las cicatrices de Inoct TABLES REALIDADES DEL DESEO 1 mostrada en los campos de batalla, No habia motivos para que el médico dudara de la masculinidad de Robles: su acti- tud reservada, gesto, atuendo y movimientos corporales —"un andar de soldado viejo"— eran los de un hombre de campo de casi 60 aitos de edad, quien pudorosamente debid descubrirse algunas partes del cuerpo para mostrar al mé- dico las marcas de bala que estaba orgulloso de poseer. En otras ocasiones, Robles no tuvo empacho en mostrar la ci- catriz. en una pierna, que daba realismo a la na sus hazafias guerreras. La Secretaria de la Defensa Nacional (Sedena) legi Ia identidad masculina de Amelio Robles al condecorarlo en 1974 como Veterano de la Revolucion, y no como veterana, distincién concedida a mas de tres centenas de mujeres por causa revolucionaria."* El reconocimiento de las maximas autoridades militares del pais debi6 dar una » Robles, aun cuando la Sede- vito enorme satisfaccién a Amel na no avalé el grado de coronel que ostentaba en zapatista que, como es sabido, no era un cuerpo militar de caracter profesional sino “un pueblo en armas”, una fuerza compuesta por grupos rebeldes de hombres reunidos en torno a sus jefes en donde no existen procedimientos de as- censo sistematicos. Tampoco le fue concedida una pe militar; lo Gnico que el guerrerense consiguié fue un pazo para solventar los gastos de una enfermedad." ‘Amelio Robles exigia ser reconocido como hombre, ta en publico como en privado. Un vecino subraya: “vo nunca dije senior Robles, porque sacaba le dije senora, siempre su pistola a quien R A CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS da, la afirmacion es ilustrativa de las maneras en que Ro- bles imponia el reconocimiento a su identidad social hombre. En su fam jasculinidad de Amelio se acep- taba como un hecho dado; sus sobrinas nietas se dirigieron a él como 1/0 0 abuelo y tuvieron noticia de su particular identidad sexual sélo hasta que fueron adultas ya que el te- ma no se trataba en casa. Sélo en ocasiones excepcionales, cuando los lazos de la confianza homosocial entre amigos se reforzaban al compartir bebidas alcohdlicas, el viejo Ro- bles Ilegaba a aceptar que alguno de sus allegados se d giera a él como “mi coronel Amelio Robles adopt6 las formas de masculinidad pre- valecientes en su entorno rural, un cédigo cultural que in- cluia la capacidad de respuesta inmediata y violent quier agresién, una valentia retadora y constantes alardes: rza. Estas caracteristicas, en anos posteriores, lo le- varon a protagonizar violentas rifias personales que acaba- ron con la vida de mas de una persona. Como muchos hom- bres Amelio con frecuencia icos, era mujeriego, malhablado, autoritario y casi nunca estaba dis- puesto a dar cuentas de sus actos a sus familiares, ni siq) de ra en los periodos de enfermedad que marcaron su veiez. Amelio Robles, el mas macho entre los macho: al extremo el estereotipo de masculinidad prevaleciente en su entorno rural, Paraddjicamente, su peculiar transicion de género a un mismo tiempo subvierte y refuerza la hete- rosexualidad normativa y la masculinidad estereotipica que La Nisa AME INOCULTABLES REALIDADES DEL DESEO. a nte, La caligraffa del ta de nacimiento no deja dudas: el bebé presentado por su padre y su madre ante el comisario de Xochipala era una jico recibié el nombre ja amaban Amelia, su primer s eran una familia de rancheros, de Malaqu nombre de pila.’ Los Roble: el sector social de propietarios medios que fue nistas centrales de la Rev La infancia de Amelia transcui yel rancho, que estaba en las poblado. Ahi Ame- lia aprendio el manejo de las armas y los caballos, lo que no impidio que también estuviera vinculada a las Hijas de Maria, congregacion catolica dedicada a profundizar la formacién espiritual de las jovencitas. Siendo hija de familia dedicada a las labores domésticas (un vecino la recuerda trabajando en una fonda que ofrecia alimentos a los revolucionarios que pasaban por la zona), y de no haberse unido a la guerti- la, a Amelia le hubiera gustado estudiar medicina, asp cién profesional masculina que también tuvo su paisano Juan Andreu Almazan, a quien Robles le profesaba gran ad- miracién desde que lo traté en tiempos del zapatismo. n la guerrilla Amelia descubrié completamente libre’—palabras suyas— algo que cié mientras vivia como mujer en un pob ralmente sélo se salia a pie. En el pueblo, las con las armas y los caballos de la joven Amelia provocaban la admiraci6n ante un buen espectaculo, pero en la tropa a sensacion de ser miento, adopeién, rec 59 y 60, 4 de noviembre de 1889. El dia 3 de now martir Malaquias, segtin el Cale 74 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUBRPOS. La etapa zapatista de Robles se extendié durante cinco o seis anos, desde 1912 6 1913 hasta 1918, aproximadamen- te, en los que participé en numerosos hechos de armas, in- cluida la cruenta y decisiva batalla de Chilpancingo de 1914, que significé la derrota del huertismo en Guerrero y el avan- ce militar y politico del zapatismo en la zona. El vinculo de Amelio Robles con el zapatismo fue menos ideolégico que vi- tal, surgido del eusto por la vida guerrillera, mas libre que Ia del pueblo y con Ia intensidad del peligro constante. Al rememorar los tiempos de la Revolucion, Robles pocas ve- ces se referia al agrarismo y al radicalismo social y, en cam- bio, se regodeaba en anécdotas sobre la vida cotidiana en los campos de batalla, en donde la lealtad a los jefes, los lo- gros y las-rivalidades personales eran el pan de cada Al igual que muchos otros combatientes de la regién, Robles reconocis el gobierno de Venustiano Carranza hacia 1918 ya la larga se convirtié en soldado del Ejército Mexi- 1 apoyo a la rebelién de Aguaprieta que ‘a como miembro del Ejército Mexicano, Amelio Robles combate a los rebeldes delahuertistas, bajo contribuyeron de maner cial a la identidad masculina de Robles. Al tanto de la pecu- ar identidad de Robles, Castrején fue artifice de la entre- vista con Miguel Gil de El Universal y, poste influencia como gobernador favoreci6 Robles a las organizaciones castrejonistas como el Partido ista de Guerrero y la Liga de C les Agrarias, mente, su Soci: », Museo Na Bolom, M/1987, 1945. NOCULTABLES REALIDADES DEL DESEO 75 que le dieron influencia politica en su pueblo. Amelio Ro- bles también se beneficié de la influencia politica de otro companero de los dias de la lucha contra el delahuertismo, Rodolfo Lopez de Nava Baltierra, quien siendo gobernador de Morelos estuvo dispuesto a extenderle un certificado de méritos revolucionarios y recomendar su ingreso a la Legion de Honor Mexicana de la Secretaria de la Defensa Nacional. como también lo hicieron otros de sus correligionarios.”* Para ser reconocido como Veterano de la Revolucién era requisito presentar a la Sedena cartas de recomenda- NY constancias de méritos; tales constancias intentaban starse a los requisitos establecidos por la Legion de Ho- nor Mexicana, sin necesariamente establecer de manera fi dedigna hechos ocurridos décadas atras cuyos detalles bablemente habfan sido ob Si era usual ajustar los os a las relaciones militares de sus superiores, a Robles debié parecerle igualmente razo- ble cambiar el sexo registrado en su acta de nacimiento para que, de este modo, su principal documento de identi- dad cuadrara con su aspecto y su sensacién interna de ser hombre. Su expediente personal en los archivos mi incluye un acta del Registro Civil apécrifa que da fe d miento del nino Amelio Malaquias Robles Avila, Salvo el sexo v el nombre del bebé, todos los demas datos coinciden con el acta de nacimien bro del registro civil de Zumpango del Rio.” Convencido de su mascu gozando de la proteccién pol informes de méritos y serv una red de rel 76 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS gusto de ser declarado Veterano —y no veterana— de la Re- volucion, INOCULTABLES REALIDADES Durante el movimiento armado la violencia sexual que afec- taba especialmente a la poblacion femenina se incremento de manera directamente proporcional a la violencia revolu- cionaria. Pero al mismo tiempo, para algunas personas, la Revolucién también abrio posibilidades de autodetermina- cion que hasta entonces estaban fuera de su alcance. La guerra provocé desplazamientos geograficos ¥ “trastocé el subsuclo de la respetabilidad y las buenas costumbres”?* So- brevino lo.que Carlos Monsivais llama una “demolicion tem- poral del pudor” que hizo “inocultables las realidades del de- seo”, al menos en los excepcionales espacios de tolerancia como el que permitié a Amelio Robles gozar de una relativa aceptacién; espacios que no tenfan equivalente urbano ni pueblerino que se conozca. Sabemos tan s6lo de la visibili- dad alcanzada por algunos homosexuales conspicuos en la Ciudad de México de los afios veinte: artistas e intelectuales como Salvador Nove 0 Roberto Montenegro, por mencio- lo a dos de turizados por el pintor Antonio nar s Ruiz, el orzo. La tolerancia a las sexualidades marginales no fue nor- ma en el movimiento zapatista. El poblano Manuel Palafox, no de los principales intelectuales del zapatismo, fue obje- to de reiteradas descalificaciones por su inclinacién homo- sexual. Maurilio Mejia, jefe guerrillero y sobrino de los her- manos Emiliano y Eufemio Zapata descalifico tajantemente a Palafox: “un pobre diablo de sexo equivocado como lo es ‘sted no puede Iamarse amigo de los hombres que lo so- mos de verdad”. La homosexualidad de Palafox, se afadio a & Monsivais, 1984, pp. 159-177 * Id, » Monsivais, 1998, p. 23 INOCULTABLES REALIDADES DEL DESEO. 7 las multiples tensiones politicas que acabaron por distanciarlo de Zapata, quien en mas de una ocasién estuvo a punto de ordenar su fusilamiento." La homosexualidad masculina atrae la condena extrema porque es percibida como afemi- namiento y rechazo de la masculinidad (aunque no siempre. lo es). Y como la masculinidad se identifica con conviceién revolucionaria vy muestra de patriotismo, su rechazo se cali- fica de traicién a valores fundamentales, La transgeneracion de Robles, en cambio, goza de una rancia por la raz6n contraria ya que exacerba los v dad que la guerra civ No se piense, sin embargo, que la tolerancia hacia Ame- lio Robles fue facil o generalizada. Al término del movimient revolucionario, Amelio opt6 por instalarse en Iguala para evitar la hostilidad proveniente de su natal Xochipala, don- de conserv6 la propiedad famil que volvi6 afios mas tarde. Segtin algunos testimonios, Amelio Robles fue asalta- do por unos hombres que querian descubrir su secreto cor- poral y, al defenderse, causé la muerte de dos de sus agresores. lo que le costé purgar una condena en la carcel de Chilpan- cingo. El encarcelamiento debi rearle la humillacion Jo en el departamento de mujeres. ores de la mascul exalta. erta 0 no, la anécdota expresa la ansiedad, muchas veces traducida en agresion abierta o soterrada, que provocaba Amelio al poner en entredicho las clasificaciones culturales de género. Su identidad era motivo de bromas, mas © me- nos pesadas, aun por quienes le ofrecieron proteccién como Castrejon 0 Lopez de Nava, Ambos militares manifestaron 1995, p. 328. sca sit vida rena, 1995, pp. U 78 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS. » Robles no se restringié a esfera personal Robles se condujo como varén v emulé los compor- tamientos masculinos vigentes en la sociedad rural del siglo Xx. Tuvo relaciones de pareja con varias mujeres y con An- gela Torres lleg6 a adoptar una hija, que de adulta prefirid distanciarse de su iio. La sefiora Torres provenia de una familia acomodada de Apipilco, poblado préximo a idia en 1934, y tal vez sea “la com- » prodigaba atenciones."* El as. » Robles es parte de una oposi les masculinos y lo en qu nbién tuvo un vinculo senti- La transgeneracion de Amel polar de los atributos corpo: segtin lo sugiere la fotografi: Lupita Barron, con quien mental, Al mismo tiempo, la masculinidad de Robles implicaba una tajante division de funciones socialmente asignadas a jombres y mujeres en un mundo rural. Como tipico hom- bre de campo, Amelio jamas se ocupaba de las tareas do- mésticas que debi aprender en su juventud, cuando recibio Ia educacién de una senorita catélica pueblerina al Giempo que se convertia en tirador experto, jinete y domador de cx ballos. En la vejez, cuando la enfermedad limitaba sus posi- bilidades de movilidad, Amelio solia recibir visitas de Ange- ita Torres. La sefiora Torres acostumbraba trasladarse desde Apipilco, poblado cereano a Iguala, levando consigo un ana- fre y los utensilios necesarios para cocinarle a Amelio mien- Ss lo visitaba en Xochipala. La anécdota esta cargada de resonancias de la imagen popular de “la Adelita”, soldadera que con hijos y enseres domésticos a cuestas seguia a su Juan istica estructura hogarefa en medio de la y recreaba una adversidad de un campo de batalla, Git, 1927, INOCULTABLES REALIDADES DEL DESEO EL GENERO EN DISPUTA La prensa hizo de Robles una celebridad local y ello cont buy6 a legitimar su transgeneracion, Amelio Robles intere- s6 a Miguel Gil, reportero de El Universal y atrajo a Gertru- de Duby, periodista de origen suizo exiliada en México y militante de la oposicién europea al fascismo. Ya desde tiempos de la Revolucién, un fotografo anénimo habia re- tratado a Robles, y su imagen se incluy6 en la Historia gréj sola. ca de la Revolucion mexicana editada por Ca: En los afios veinte la primera plana de Fl Universal esta- ba dedicada, con frecuencia también in esos relatos de crimenes, tragedias 0 hechos extraordinarios edactados con un estilo coloquial que buscaban provocar reacciones viscerales de horror 0 conmiseracién extrema entre los lectores potenciales y que es una estrategia comer- cial de la prensa moderna. En abril se incluyeron otras no- tas con titulares Hamatives: “Gertrude Eaerle, la pequetia mujercita rana que cruz6 a nado el Canal de la Mancha” 0 “El secreto de una anciana que tier enta y tres. anos de eda Pero la prominente publ lio Robles se debe no solo a ntos sensacionalistas de la noticia sino a los antecedentes de Robles en la Revolucion mexicana, A una década de la promulgacién de la Constitu- ci6n de 1917, los recuerdos sobre el proceso revolucionario estaban todavia frescos, y el ptiblico se interesaba por los testimonios de participantes y observadores. En los meses ciento cua \cidn de la noticia sobre Ame- S LA CULTURA REVOLLICIONARIA EN LOS CUERPOS, ejemplo, El Universal incluyo dos estam- Guzman, que pasarian a forma > de El dguila v la serpiente, novela candnica de la Revo- ymo un gran reportaje de la ie una entrevista de Mi- lan, figura emblematica jon mexicana que es también El periodico también pi a poblana Carmen Set ada por Francisco I. Made ble que Mizu. preparara la noticia soby para publicarla a propésito del 10 de abr te de Emiliano Zapata. Desde co- no de Alvaro Obregén, que impuls6 el re~ jos zapatistas como fue ocasién para que 2 n la imagen del 10 de abril de 1924 aleanz6 los titu- ios; sin embargo, la efemeride ios siguientes al tiempo agrario. A tono con s principales di ndo importane ista, en 192 ja mencién ide, mient able a través del sig al a nie apul 40-54 4 INOCULTABLES REALIDADES DEL DESEO sr mangarse el pantalén para mostrar la cicatriz que una bal Ie dej6 en la pierna veo que usa calcetines y ligas de hon bre, [Pequeno detalle, pero detalle al fin!” La semblanza vi- sual quiere probar que Amelio Robles “no tiene un pedacito femenino”. Nada sugiere feminidad “en el aire de su risa y nin la mirada de sus ojos; ni en el modo de ponerse de forma de expresarse, ni en el timbre de su voz". pie, nien Su imagen corporal, rostro, ademanes, tono de voz y raszos de personalidad eran de hombre. El caracter viril del movi miento corporal y los gestos se manifestaban también en estilo de vestir: “la for Ds pantalones v el sombrero ladeado un poco a garbo no eran sino indicio de masc Aunque Miguel Gil no emplea sexual, su vision de Amelio R a de usal ay puesto con esti moldeada por este decimonénica nom- que la sexologi tidades homo y transexu: pulariz6 en los medios de comunicaci Jos Estados Unidos, que en los afios veinte tuvo alguna reso- nancia en México. A tono con el discurso sexolégico, Gil ve a Robles como un espiritu masculino atrapado en una “envol tura corporal” femenina: “La Coronela es un hombre, v sin embargo, nacié mujer”. Es innegable la curiosidad voyeurista de Gil ante la ex- centricidad de Amelio pero el periodista no ve a Robles como museo de los horrores, sino como un “tipo y sorna, condena un espécimen d soberbio para una novela”.“" Tampoc moral, 0 conmiseracion, actitudes que estan noticia sobre Robles publicada décadas mas Sdico sensacionalista ;Alerta!*’ Seguramente, Ame hubiera preferido que El Universal resentes en una, le en el pi Robles Febrero de 1978. 82 CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS, mera plana del sal por eso guard junto con ot rgo de su vid scuerdos personales. Aunque El Unive trica, Amelio Robles aprove , pero no hace suya u » que, por el contrari no social y te su condena y sorna en una nota sobre hace evide .s afeminados recluidos en la Penitenc’ a “los neu- incomprensibles [...] i hombres”. Con sus poses ¥ gestos, nidad a ultranza, como tambien que no son mujeres los presos parod » hacen mediante sus apodos que emulan a estrellas del espectaculo: Tofia la Negra, Varita de Nardo, Barbara La Mar, Eva Bel ja. La burla se dirige al afemi namiento al que se ve como una pose artificiosa y una ame- naza a las normas de género. En otra ocasién, al escribir sobre las Islas. Mar se refiere a los homosexuaies mo “hombres a medias" pero matiza el tono condenato- io al llamar a reflexionar “sobre las grandes injusticias de la Naturaleza”.“* Las opiniones de Gil sobre los presos ho- de México, 24 1993, pp. 8, 9 y 15; Detectives, El de abril de 1933 "in, McCau 1927, p. 187. tor se jan v Nasser, 2003, INOCULTABLES REALIDADES DEL DESEO. 8s ncia ante Ro- ati e seguidores v qui mosexuales matizan los aleances de su tol bles, cua masculinidad le parece aceptable por t un caso de excepcién, que no t ade- mas, exalt ciudad ostentan un a nal y atrae jecen los v: quebranta > que n excepcio- na sociedad donde pi masculinidad supuestamente lores cl EL Gio EsENC Con el tiempo, el recono: nto de la ro de Amelio Robles se fue diluyendo, y qui. ser aceptado como hombre en su entorno social y familiar, aun por las mas altas autoridades militares del pais acabé por ser un simbolo de esa abstraccién que es “Ia mujer r volucionaria”. Se impuso una concepeién que, prensible afin de dar una necesaria valoracién a los logros y derechos de las mujeres, pas6 por alto la eficaz masculini- ido distinguide por la no Veterano de la Re irigiera a él en masc zacion, asi como el hecho de haber Secretaria de la Defensa Nacional ¢ volucién y de que todo el mundo se no. El catrin de pueblo que porto orgulloso un arma de fuego, icid un cuerpo viril con desparpajo ¢ hizo alarde de ma- chismo y valentia en la guerra zapatista y como soldado al servicio del Ejército Mexicano, terminé dando el nombre de ‘Coronela Amelia Robles” ja de su pue- blo natal La cens\ memoria so Ia escuela prima a de la masculinidad de Amelio Robles en la jal del discul ivindicativo de “la mujer” en la Revolucién mexicana se hizo evidente en la Casa-Museo Amelia Rol les, que abri6 sus puertas en Xochipala en 1989, nto, bajo el impulso de la Se Estado de Guerrero, establecida el a cinco afios de su retaria de la Mujer d TURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS la Direccion de Culturas Populares, el Instituto Nacional de Antropologia ¢ Historia y con la colaboracion de la familia Robles. Convergen en el museo dos propésitos conmemorativos: por un lado, el relativo a las contribuciones, historicas de las mujeres cuyas ace papel secundario en una historia de bronce, protag €8 ¥; por el otro, nes ocupan siempre un. gen. cerniente a la historia loc: Optica centralista que valora la sign procesos historicos regionales, desde la légica de la formacion del Estade onal. invisibilizacién de la identidad transgénero de Ame- de un comprensible v necesario mente por los héroes mi , casi siempre subordinada a icacion de lo lio Robles es consecuenc' alain de reconocer lo que deber jetos historicos, capaces de hacer contribuciones sig- hificativas a la vida civica y a todos los aspectos de la historia.** vo atribuye cualidades fijas a las categorias de mujer y hombre y, por lo tanto, #e- ser obvio: que las mu es. neralmente no puede reconocer la plasticidad de las cons- ss s expresiones marginales del de- mativa que lleva implicitas s homo y tran trucciones de jas de esa conceptualizacion esencialista de © se aprecian en Gertrude Duby, z de la segunda Guerra Mundial Las parad n Mex quien visit a Robles en su pueblo a pr ecto inconcluso de decumen- neipios de los aios cuarenta como parte del pi © Vega, 1999, p. 35 1988, pp. 41-44, Dp. 309-319. Se separan de esta persps 1999, pp. 25-34 INOCULTABLES REALIDADES DEL DI O 85 tar de viva voz la participacién de las mujeres zapatistas en ién mexicana. A poco mas de 20 afios de termin 1 conflicto armado, los registros sobre la participaci revolucionaria de las mujeres eran escasos, sino es que inex! tentes, segtin lo sefialé Matilde Rodriguez Cabo, dirigente Militante en el movimiento socialista y en la oposicion al fascismo Gertrude Duby aba a México n social, tradiciones rurales y zacion de la que participaban fos que viajaron a México atraidos por las po- n social que vefan en el pais y que como una tie! francés, Jacques Soustelle, Duby supo de “el indio de Anenecuilco, el Unico jefe revolucionario que haya comprendido la situacién del campesinado en la Revo- lucién mexicana’.** A poco de estar en México, Duby fue mes lejos que Soustelle en su idealizacién de Miliano y Negé a convencerse de que el lider morelense emulaba los proposi listas de la Revolucion rusa.” Ss mujeres zapatistas sobre “su guer los terratenientes” de Morelos permit na Duby ol europea. Armada de Gertrude Duby historias de sacrificio y impresion mas fuerte se por esa “figura legenda sion a Gue as, pero la provocé Amelio Robles. Atraida " Duby v DESEO HCIONARIA EN LOS CUERPOS pautas de condi it culinas. Ataviado de uniforme militar, de saco y corbata o simplemente de calz6n de manta y chamarra de lana, a la usanza campesina, Amelio lucié un cuerpo cuya virilidad achas personas reconocieron. A sti muerte, corrié el mor de que, en sus ultimos momentos, Amelio Robles soli- ser enterrado con ropa de mujer, negando asi la masc cl que sostuvo en su vida, a veces a punta de izar su identidad masculina que pida en el cementerio de Xochipala, yacen los restos de la coronela capatis- 1a..." —contradice la intima felicidad de Amelio Robles: sen- Se, mostrarse y saberse hombre. J transgénero como Amelio Prevalecio ef afan de Las personas con identid \cluso gro- teseas, que refuerzan los estereotipos conservadores de lo masculino y lo femenino.* Sin embargo, la transgeneracion de Amelio Robles no debe verse como una impugnacién o propositiva de una ideologia de género, a la que Mey 2002. pp. II, LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS" Las mujeres modernas v sus enemigos, Ciudad de México, 1924* Anse RUBESST York U Ex et verano d gitaba I borde del revolucion:

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