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EPISTEMOLOGÍA Y GUERRA EN LA
FORJA DE UN REBELDE DE ARTURO
BAREA
del segundo, que transcurren durante la Guerra Civil.2 Sin embargo, La forja
de un rebelde, aunque circuló ilegalmente por España, no fue publicada en
la península hasta la edición de Turner en 1977.3 Habiendo sido Barea el
más publicado en el extranjero en los años inmediatamente posteriores al
conflicto, sorprende esa espera de once años, con la censura ya haciendo
aguas, que no sufrieron sus homólogos exiliados. Esta exclusión es todavía
más inexplicable en tanto que los estudios acerca de la actividad editorial
en torno a 1975 revelan cómo algunas casas editoriales, como fue el caso
de Delos-Aymá, Destino, Aguilar y Planeta, tenían la intención de rescatar a
autores que “por razones de censura, se habían visto obligados hasta entonces
a publicar en el extranjero” (Moret 88). Planeta incluso otorgó en 1969 su
generoso premio a En la vida de Ignacio Morel, de Sender (133).
A día de hoy, se encuentran en proceso de catalogación los documentos
del archivo personal de Barea y de su pareja, Ilsa Kulcsar, los que podrían
ayudarnos a elucidar las razones circunstanciales (cesiones de los derechos
de autor, quizá) por las cuales, después de que Losada publicara la trilogía
en Argentina en 1951, tuvieran que transcurrir 26 años para que sucediera
lo mismo en España.4 Lo más lógico sería pensar que Losada retuvo los
derechos de publicación, adquiridos en 1951 de las manos de Ilsa, durante
todo ese tiempo. Que el nombre de Barea estaba presente en la mente de los
principales editores del franquismo tardío (Carlos Barral y José Manuel Lara,
entre otros) nos lo confirma un dato importante: Ilsa Barea fue la traductora
al inglés de algunos autores españoles publicados por estas editoriales, como
Juan García Hortelano (Tormenta de verano, Seix Barral, 1961, Summer
Storm para New York: Grove Press, 1962). Es de suponer que en el mundo
editorial se conocía la labor como traductora de la viuda de Barea, siendo
fácil la comunicación con ella en caso de haber querido adquirir los derechos
de La forja de un rebelde.
La pregunta continúa sin responder ¿por qué no fue la trilogía plato de su
gusto? Otras razones, de corte misceláneo, son alegables. Cabe la posibilidad
de que, como afirma Eaude, a los comunistas, que componían buena parte de
la oposición al régimen, no les gustara la crítica que hacía Barea en La llama;
o que dentro de la oposición franquista todavía latieran prejuicios hacia Barea
por su extracción obrera y esa gramática áspera y a veces errónea de sus
novelas. El hibridismo genérico de la trilogía (novela, crónica, biografía) por
otro lado, tampoco ayudaría a que encontrara su lugar en un mercado tan
compartimentado como lo era el editorial en la postguerra. Otra razón es que,
simplemente, el autor no estaba vivo para promocionar su obra como si lo
hicieron Aub, Sender, Chacel o Rodoreda (Eaude 169).5 En este ensayo se
expande la hipótesis que esgrimió hace 16 años José Luis Giménez-Frontín,
y en 2010 Antonio Muñoz Molina, y que, aunque no elimina las anteriores,
propone como causante de su exclusión el desplazamiento de Barea frente
Teresa Herrera-De La Muela 91
¿A quién tenía que odiar? ¡Ah, sí!, a Franco, a Juan March, a sus
generales y monigotes partidarios y a los que cimentaban negocios
sobre la sangre, a las gentes privilegiadas del otro lado. Pero entonces
tenía que odiar también a ese Dios que les había dado a ellos callos en
el corazón que les permitía organizar la matanza, y que me torturaba a
mí con la tortura de odiar el matar, y que dejaba a mujeres y niños sufrir
su raquitismo y sus jornales de hambre, para acabar despedazándolos
con obuses y bombas. (La llama 420)
Conclusión
OBRAS CITADAS
Barral, Carlos. Los años sin excusa. (Memorias II). Madrid: Alianza, 1982.
1ª ed. 1977.
Capra, Fritjof. The Turning Point. Science, Society, and the Rising Culture.
New York: Bantam Books, 1982.
Laub, Dori. “An Event without a Witness: Truth, Testimony and Survival.”
Testimony: Crises of Witnessing in Literature, Psychoanalysis, and
History. Shoshana Felman y Dori Laub. New York: Routledge, 1991.
NOTAS
1
Todos los volúmenes de la trilogía La forja de un rebelde fueron
publicados por primera vez en inglés en Londres por Faber and Faber: La
forja (The Forge) en 1941; La ruta (The Track) en 1943 y La llama (The
Clash) en 1946.
2
La información bibliográfica completa es: Campo de los almendros
(Alfaguara, 1968), Crónica del alba (publicada por más de cinco
editoriales, entre ellas Destino y Alianza, 1965-1966), El rey y la reina
(Áncora y Delfín, 1970) y La esfera (Aguilar, 1968).
3
La primera edición en castellano fue de la editorial Losada en 1951.
4
Les agradezco aquí a Uli Rushby-Smith, prima de Ilsa Kulcsar, y
depositaria de los derechos de autor de la obra de Barea, y a Eva Nieto-
McAvoy, investigadora que trabaja en el archivo personal del novelista en
Londres, su gentil ayuda y la generosa información facilitada.
5
Las razones sintetizadas en este párrafo aparecen, en su mayoría, citadas
en el estudio de Michael Eaude. Otras fueron comentadas por éste a la
autora mediante correo electrónico personal. Le agradecemos a este erudito
y periodista británico toda la ayuda prestada.
6
Otro tema, en el que no nos detenemos, es la ambivalente identificación
de Barea con la clase social –obrera- de la que procedía. Ponce de León
afirma que la novela es “la historia de un proletario que llega a encontrarse
moviéndose en círculos burgueses, con el consiguiente conflicto de
lealtades y el problema de llegar a dudar, incluso, a qué grupo pertenece”
(171). Cita Ortega cómo el carnet de la UGT le pone a Arturo en una
situación de exclusión simultánea frente a los obreros y los patronos (384).
Eaude también sostiene esa opinión (55). Los aspectos narratológicos,
como la equivalencia entre el autor, el narrador y el personaje en un
supuesto relato de ficción, han sido discutidos por Maryse Bertrand de
Muñoz.
7
La crítica conservadora alegaba que los materiales que componen
la novela son, entre otros, “alegatos políticos y [de] justificación
personal” (Torrente Ballester 386). Otros fueron más allá y comentaron
la “conciencia política, de socialista militante. . . la sutil agresividad
ideológica” de Barea (De Nora 64). Francisco Ynduráin llega incluso
106 Cuadernos de ALDEEU
a sugerir que dentro de la trilogía “apenas había algo más que truco
propagandístico, hábilmente jugado a favor de una corriente política
internacional” (74).
8
Ortega afirma a su vez cómo, ya antes del estallido de la guerra,
“desengañado por la inoperancia de las izquierdas en sus soluciones
prácticas al problema socio-económico del pueblo español, Barea sufre una
crisis ideológica” (377).
9
Arturo cuenta el ejemplo concreto de la industria alcoholera, que impide
la aprobación de una patente que produciría el azúcar cinco veces más
barato. La alcoholera necesita las melazas que compra a la azucarera;
aprobar el invento significaría trabajar con una melaza de peor calidad pues
de ella se ha extraído el 85 por ciento del azúcar y no el 15. Bloqueando
el progreso de la patente, la empresa continuaría recibiendo melazas ricas
en azúcar, pese a que así se le priva a la población de un azúcar más barato
(38).
10
“Yo sabía quién pagó doscientas mil pesetas por el voto del más alto
tribunal de España en el año 1925, para que se resolviera un pleito
a su favor en el que se discutía nada más ni nada menos que el que
España pudiera o no tener una industria aeronáutica propia. Sabía que
los fabricantes de paños catalanes estaban a merced de un concern
de industrias químicas que figuraba como español pero que de hecho
pertenecía a la I. G. Farben-Industrie. Sabía quiénes pagaron y quiénes
cobraron miles de duros para que el pueblo español no pudiera tener
aparatos de radio baratos, a través de una sentencia injusta. Y quiénes
fueron los que a través de la ceguera estúpida de un dictador de cuarto de
banderas [Miguel Primo de Rivera] se apoderaron del control de la leche
en España, arruinaron a miles de comerciantes honrados… a los granjeros
de Asturias y obligaron a pagar al público leche más cara y sin valor
nutricional.” (La llama 41).
11
Recordamos al lector que el término “conciencia participativa” puede
llevar equívocos. Al contrario de lo que el término puede evocar, la
“conciencia participativa” es aquélla en que la mente se encuentra inmersa
en los fenómenos que contempla, es decir, el sujeto no se distingue del
objeto, como sí lo haría la “conciencia no participativa” del pensamiento
científico.