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ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

EUTANASIA
Apellidos y nombres
Yarumy Alejandra Acuña Mío
Yanira Marín López
Jeraldine Rivera Vásquez
Pierina Vásquez Delgado

Curso
Derecho Natural

Profesor
Damián Paredes Ulices Nilson

Ciclo
2018-II

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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I: DERECHO A LA VIDA…………………………………………….6

1.1 . El valor de la vida y la dignidad humana ………………………….6


1.1.1 Acepciones sobre el valor de la vida…………………………6
1.1.2 La dignidad……………………………………………………...7
a. ¿Qué entendemos por dignidad?....................................7
b. El ser humano: Libre y racional…………………………...8
c. Principios derivados de la dignidad humana…………….9
1.2 . Inviolabilidad de la vida………………………………………………11
1.3 Deberes y derechos frente a la vida humana……………………….13
1.3.1. Fundamentalidad de los deberes humanos; Protección y
promoción de los derechos fundamentales…………………………13

CAPÍTULO II: EUTANASIA

1.4 Nociones generales……………………………………………………16


1.4.1 Antecedentes Históricos ……………………………………...16
1.4.2 Definición ……………………………………………………….17
1.4.3 Clasificación de los tipos de Eutanasia …………………….18
a. Por su finalidad
- Eutanasia Eugenésica …………………………...19
- Eutanasia Piadosa………………………………...19
b. Por sus medios
- Eutanasia activa…………………………………..19
- Eutanasia pasiva………………………………….19
c. Por sus intenciones
- Eutanasia directa…………………………………19
- Eutanasia indirecta ………………………………19
d. Por su voluntariedad
- Eutanasia voluntaria ……………………………..19
- Eutanasia involuntaria …………………………...19
1.5 Vista desde dos perfiles
a. Ley natural y ley divina……………………………………20

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b. Aspecto legal (Perú) …………………………………….25

CAPÍTULO III: ARGUMENTOS

3.1 A favor de la Eutanasia……………………………………………..28

3.1.1 Libertad personal


3.1.2 Morir con dignidad.
3.1.3 Argumento de la pobre calidad de vida
3.1.4 Respeto de la autonomía del enfermo
3.1.5 Principio de la compasión por el que sufre
3.1.6 No diferencia moral entre matar y dejar morir
3.1.7 El principio de no imponer cargas pesadas a los familiares.

1.6 En contra de la eutanasia ………………………………………..37


a. La dignidad humana.
b. los derechos humanos

CONSIDERACIONES DEL GRUPO ………………………………………..42

CONCLUSIONES

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INTRODUCCIÓN

Al hablar de problemas éticos "La vida y la muerte" es un tema amplísimo. El


término "derecho a morir" suele aparecer con dos acepciones como mínimo, una
de ellas significa la potestad que asiste a los enfermos terminales de exigir a los
médicos que se abstengan de iniciar o de continuar tratamientos para
prolongarles la vida, es lo que se suele llamar eutanasia pasiva. La otra acepción
del derecho a morir suele ser vista como la facultad de los enfermos terminales,
de solicitar que el médico o un médico ponga fin a sus vidas o les brinde ayuda
para esto hasta el fin, la eutanasia voluntaria activa o de suicidio asistido según
el caso. Eutanasia es un comportamiento mediante el cual, por razones
humanitarias relacionadas con el sufrimiento, se provoca intencionalmente la
muerte de una persona, sea mediante acción directa (producción o anticipación
de la muerte) e indirecta (no intentar detener la muerte) debido a la presencia de
una enfermedad incurable, una entidad letal, una lesión dolorosa o un evento
que causa un enorme dolor físico o moral.

Esta acción se efectúa con o sin el consentimiento del enfermo, denominándose


según el caso, como voluntaria o involuntaria.

Para que el acto eutanásico sea considerado como tal, debe excluir el criterio de
personas que puedan ser motivadas por incomodidad o egoísmo respecto del
enfermo. Por lo tanto, prima el interés del enfermo, sea consciente o no.

No es eutanasia el suspender el apoyo vital en caso de muerte cerebral


demostrada. Tampoco lo es el oponerse a tratamientos agresivos o de gran
envergadura cuando las posibilidades de recuperación son mínimas, aceptando
el curso de la enfermedad y la muerte. Por otro lado, no puede confundirse la
eutanasia con la distanasia, que es la prolongación innecesaria, inhumana e
ilógica de la agonía.

Es indudable, que el primordial derecho que puede asistir hoy a todo ser humano
es el de la vida, pero cuando se ve afectado por unas condiciones de salud
lamentables, que llevan a quien las padece a verse en una situación en la cual

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se ve recluido en una unidad de cuidados intensivos, de la cual no se sabe si
saldrá, donde su existencia está en la cuerda floja, donde puede existir una salida
irreversible, donde la existencia dependerá en el futuro de medios
extraordinarios, conectado a maquinas como el respirador artificial, cabe
preguntarse si se está cuidando la vida o prolongando la agonía que nos puede
llevar a la muerte . Sin lugar a dudas este es un tema sumamente polémico en
el que su argumento central es: ¿Puede una persona ayudar a morir a un
enfermo incurable?

Este argumento plantea a su vez una serie de interrogantes sociales y éticas, las
cuales nos han motivado a profundizar en los diferentes enfoques científicos,
éticos y religiosos de la eutanasia y realizar una revisión acerca de la llamada
muerte digna, desde nuestros antepasados hasta los tiempos actuales.

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CAPÍTULO I: DERECHO A LA VIDA
1.1 El valor de la vida y la dignidad humana
Cuando hablamos de derecho a la vida no nos referimos, evidentemente,
a la posibilidad de exigir la creación de nuestra propia vida (está claro que
la vida la recibimos sin que nadie nos pregunte), sino a que nos sea
respetada y protegida. El derecho a la vida es un derecho de todo ser
humano, y se basa en la inclinación natural a pertenecer en el ser, la cual,
proyectada al campo moral, constituye el deber de vivir, y, proyectada en
el campo jurídico, se concreta en la facultad de impedir cualquier agresión
contra la vida, y en poder mantenerla o conservarla. (Noriega 2013)
El principal responsable de proteger, defender, respetar, promover y
garantizar los derechos humanos es el Estado a través de sus diferentes
poderes y niveles de gobierno. Sin embargo, tales deberes son exigibles
también a la sociedad en su conjunto, así como a las organizaciones
internacionales relacionadas con la materia.
 Acepciones generales sobre el valor de la vida
El derecho a la vida es el derecho a la existencia física y a acceder a una
vida digna. Es también uno de los derechos humanos más importantes,
pues su goce es requisito indispensable para el disfrute de todos los
demás. Todos los seres humanos gozan de este derecho desde el
momento mismo de la concepción. El Estado debe asegurar los medios
para que el ejercicio del derecho a la vida se dé en condiciones de
dignidad.

La vida humana no es un simple hecho o modalidad de existencia natural,


social o racional, porque ella también encierra un valor. Según John
Finnis, hay un contenido de ética mínima común a todas las culturas en el
que está presente el reconocimiento del valor de la vida humana. Todas
las civilizaciones han estado más o menos de acuerdo en que la vida
humana es un valor que forma parte de su ética, pero han diferido en el
cómo respetar ese valor, de ahí que no sea igual en ellas la actitud
asumida ante la vida del hombre. En general, la vida humana ha sido
estimada como un valor absoluto o como un valor relativo, justificándose

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los juicios de valor objetivamente en el primer caso, y de forma subjetiva
en el segundo. (ORTIZ RIVAS 1988)

(Castro 2008) afirma que:


- Lo más valioso que tenemos cada uno de nosotros es nuestra propia
vida, ya que si la perdiéramos, perderíamos con ella todas las demás
cosas de este mundo.
- Todos los Derechos Humanos se fundamentan en uno: el Derecho a
la propia vida, ya que sin él todos lo demás no estarían justificados y
por lo tanto, si afirmamos que todo hombre, por el hecho de serlo, es
sujeto determinados derechos inalienables, hemos de concluir que la
vida es el primero de ellos y que a nadie y en ninguna circunstancia se
le puede arrebatar desde el primer instante en que tenga vida humana,
hasta el último suspiro antes de morir y perderla.
- Aunque los hombres nacemos unos de otros y vivimos en mutua
dependencia, nadie es el dueño de la vida de nadie, ni los padres
pueden disponer de la vida de sus hijos (porque éstos son personas
distintas a ellos y no pertenencias a su servicio), ni los jóvenes de la
de los viejos, ni los sanos de los enfermos, etc.
- El valor de la vida humana no depende de su belleza, fortaleza, su
astucia o su mayor o menor utilidad para la sociedad. Todas poseen
el mismo valor por el hecho de humana.

¿Qué entendemos por dignidad?

El término dignidad significa algo que es valioso, lo que es estimado o


considerado por sí mismo, y no en función de otra cosa. La dignidad humana
radica en el valor interno e insustituible que le corresponde al hombre en razón
de su ser, no por ciertos rendimientos que prestara ni por otros fines distintos de
sí mismo. El hombre vale por lo que el mismo es, por su ser. Ya hemos visto que
lo que caracteriza al hombre es su ser persona. Persona de naturaleza racional
y libre, por tanto, con voluntad. La dignidad de la persona se funda en ella misma,
en su ser persona. De aquí nacen todos los derechos humanos y la igualdad en
cuanto ser de hombre y mujer.

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No se trata de una igualdad biológica porque claramente varón y mujer son
distintos, con rasgos fisiológicos y psíquicos distintos. Su igualdad se basa en
que ambos son persona, esto es, tienen naturaleza racional que la diferencia del
resto de seres. El ser persona es lo común a ambos: el denominador común, y
sus peculiares características que son el numerador variado y riquísimo que
constituyen su diferencia y complementariedad.

La dignidad de la persona es la razón por la que no podemos tratar a las


personas de cualquier manera como cosas o animales. Sin embargo, hay
determinadas períodos de la vida en la que la defensa de la propia dignidad
resulta más difícil, es el caso de los no nacidos, los recién nacidos, personas con
discapacidad, demencia senil, etcétera, que son vulnerables al trato que reciben
de los demás y de la sociedad. Es igualmente persona un anciano que un niño,
un enfermo que alguien sano, todos merecen ser tratados con respeto.

Una educación bien orientada será aquella en la que se respete la dignidad de


la persona y se enseñe a tomar conciencia de la misma. Lleva a tomarse en serio
a sí mismo y a los demás. Una persona que no se respeta, es muy difícil que
respete luego a los otros.

La dignidad de la persona es la base de cualquier sociedad, de cualquier tipo de


relación. Si no se reconoce su valor íntimo, entonces se le acaba tratando como
a una cosa.

- El ser humano: implicaciones de su ser racional y libre

El propio conocimiento y la apertura natural a los demás nos permite reconocer


en ellos y en nosotros el poder de la inteligencia y la grandeza de la libertad. Con
su inteligencia, el hombre es capaz de trascenderse y de trascender el mundo
en que vive y del que forma parte, es capaz de contemplarse a sí mismo y de
contemplar el mundo como objetos.

Podemos aceptar por tanto que el valor del ser humano es de un orden superior
con respecto al de los demás seres del cosmos. Y a ese valor lo denominamos
"dignidad humana". La dignidad propia del hombre es un valor singular que
fácilmente puede reconocerse. Lo podemos descubrir en nosotros o podemos

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verlo en los demás. Pero ni podemos otorgarlo ni está en nuestra mano
retirárselo a alguien.

Este valor singular que es la dignidad humana se nos presenta como una
llamada al respeto incondicionado y absoluto. Un respeto que, como se ha dicho,
debe extenderse a todos los que lo poseen: a todos los seres humanos. Por eso
mismo, aún en el caso de que toda la sociedad decidiera por consenso dejar de
respetar la dignidad humana, ésta seguiría siendo una realidad presente en cada
ciudadano. Aun cuando algunos fueran relegados a un trato indigno,
perseguidos, encerrados en campos de concentración o eliminados, este
desprecio no cambiaría en nada su valor inconmensurable en tanto que seres
humanos. Por su misma naturaleza, por la misma fuerza de pertenecer a la
especie humana, por su particular potencial genético, todo ser humano es en sí
mismo digno y merecedor de respeto.

Principios derivados de la dignidad humana

La primera actitud que sugiere la consideración de la dignidad de todo ser


humano es la de respeto y rechazo de toda manipulación: frente a él no podemos
comportarnos como nos conducimos ante un objeto, como si se tratara de una
"cosa", como un medio para lograr nuestros fines personales.

1. Principio de Respeto
En toda acción e intención, en todo fin y en todo medio, trata siempre
a cada uno - a ti mismo y a los demás- con el respeto que le
corresponde por su dignidad y valor como persona. Todo ser humano
tiene dignidad y valor inherentes, solo por su condición básica de ser
humano. El valor de los seres humanos difiere del que poseen los
objetos que usamos. Las cosas tienen un valor de intercambio. Son
reemplazables. Los seres humanos, en cambio, tienen valor ilimitado
puesto que, como sujetos dotados de identidad y capaces de elegir,
son únicos e irreemplazables. El respeto al que se refiere este principio
no es la misma cosa que se significa cuando uno dice “Ciertamente yo
respeto a esta persona”, o “Tienes que hacerte merecedor de mi
respeto”. Estas son formas especiales de respeto, similares a la
admiración. El principio de respeto supone un respeto general que se

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debe a todas las personas. Dado que los seres humanos son libres,
en el sentido de que son capaces de efectuar elecciones, deben ser
tratados como fines, y no únicamente como meros medios. En otras
palabras: los hombres no deben ser utilizados y tratados como objetos.
Las cosas pueden manipularse y usarse, pero la capacidad de elegir
propia de un ser humano debe ser respetada.
2. Principios de No-malevolencia y de Benevolencia
«En todas y en cada una de tus acciones, evita dañar a los otros y
procura siempre el bienestar de los demás».
3. Principio de doble efecto
«Busca primero el efecto beneficioso. Dando por supuesto que
tanto en tu actuación como en tu intención tratas a la gente con
respeto, asegúrate de que no son previsibles efectos secundarios
malos desproporcionados respecto al bien que se sigue del efecto
principal» El principio de respeto no se aplica sólo a los otros, sino
también a uno mismo. Así, para un profesional, por ejemplo,
respetarse a uno mismo significa obrar con integridad.
4. Principio de Integridad
«Compórtate en todo momento con la honestidad de un auténtico
profesional, tomando todas tus decisiones con el respeto que te
debes a ti mismo, de tal modo que te hagas así merecedor de vivir
con plenitud tu profesión». Ser profesional no es únicamente
ejercer una profesión, sino que implica realizarlo con
profesionalidad, es decir: con conocimiento profundo del arte, con
absoluta lealtad a las normas deontológicas y buscando el servicio
a las personas y a la sociedad por encima de los intereses
egoístas.
5. Principio de Justicia
«Trata a los otros tal como les corresponde como seres humanos;
sé justo, tratando a la gente de forma igual. Es decir: tratando a
cada uno de forma similar en circunstancias similares». La idea
principal del principio de justicia es la de tratar a la gente de forma
apropiada. Esto puede expresarse de diversas maneras ya que la

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justicia tiene diversos aspectos. Estos aspectos incluyen la justicia
substantiva, distributiva, conmutativa, procesal y retributiva.
6. Principio de Utilidad
«Dando por supuesto que tanto en tu actuación como en tu intención
tratas a la gente con respeto, elige siempre aquella actuación que
produzca el mayor beneficio para el mayor número de personas». El
principio de utilidad pone énfasis en las consecuencias de la acción.
Sin embargo, supone que has actuado con respeto a las personas. Si
tienes que elegir entre dos acciones moralmente permisibles, elige
aquella que tiene mejor resultado para más gente.

1.2 Inviolabilidad de la vida

En nuestra sociedad y a pesar de las sombras de la denominada cultura


de la muerte, se está desarrollando una conciencia más lucida acerca de
la importancia de la protección de la vida frente a las amenizas del aborto
y de la eutanasia. Al propio tiempo que se advierte que no es una cuestión
de índole religioso solamente y que solo obligue en conciencia a aquellos
que practican determinada religión. La vida como valor inviolable y la
protección de la misma desde la concepción es una cuestión fundamental
en la defensa de los derechos humanos. (Barco 2016)

La inviolabilidad de la persona deriva directamente del principio fundamental de


la ética. Todo ser humano debe ser tratado como un fin en sí mismo, por lo que
nunca puede ser sometido a tratamientos que violen la integridad física y mental.

La igualdad de los ciudadanos también se deduce inmediatamente del principio


fundamental. Habrá reglas que propicien esta o aquella clase de ciudadanos en
función de pertenecer a cualquier sexo, raza, identidad étnica, cultural, sexual,
social. En este sentido viene un tema muy serio: cómo tratar el extranjero que no
es un ciudadano, pero fue en el Estado.

No se puede negar el acceso a cualquier persona que venga con intenciones


pacíficas y respetar las leyes locales para la adquisición de plenos derechos de
ciudadanía, debe ser la demostración lo suficientemente clara y explícita de su
compromiso de ser parte de la comunidad de acogida, a menos que se produce

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en un período de tiempo que compromiso. Mientras tanto, el extranjero estará
sujetos a todas las leyes que rigen esa ciudad.

La igualdad requiere también la participación de los ciudadanos para el ejercicio


del poder. A nadie se le enfrentan con decisiones sin tener en cuenta su opinión,
que la libertad debe ser garantizada como hemos dicho. No podemos aceptar
que una minoría cerrada legisla y controles para todos, porque esto estaría en
contradicción con el principio de no discriminación.
Asimismo, la garantía incluye lo que la persona necesita para dar a todos una
" existencia digna. La falta de ayudar a los necesitados es inmoral, como hemos
visto ética mínima. La falta de requisitos mínimos para una vida humana digna
vaciado por completo las libertades y derechos políticos: que tiene que comer,
no puede ejercer su papel como ciudadano.
Y el deber de la comunidad, entonces el Estado, proporcionar una atención
sanitaria mínima y los medios de mínimo de subsistencia para todos. Este
punto contradice la fuerte ideología del liberalismo, según el cual sólo la
importación de las libertades, y cada uno debe hacer de la existencia por su
propia cuenta. Es una posición que es incompatible con la ética, que en su lugar
requiere la solidaridad. La igualdad ante la ley es nula y sin efecto en la
presencia de la injusticia social: sólo se aplica a la minoría dominante.

El imperio de la ley significa que todo el mundo, incluyendo las más altas
funciones de Estado y de los titulares de una gran fortuna, está sujetos a la ley
sin excepciones. Sin esta condición, todas las demás son inútiles, porque las
garantías jurídicas y procesales de las que hablamos se vaciarían de todo
contenido concreto. Cabe señalar que el sometimiento a la ley también se aplica
a la mayoría de los votantes, ni siquiera la voluntad de la mayoría debe ser capaz
de superar las disposiciones de la ley, y debe haber una Constitución, es decir,
un conjunto de normas que son altos tenga en cuenta inmutable que una simple
mayoría de votos, y sólo revisable por los procedimientos especiales.

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1.3 Deberes y derechos frente a la vida humana

A partir de la idea, subyacente a las teorías contractualitas del nacimiento


del Estado, que las estructuras sociales son el resultado de una
convención humana, es decir un producto artificial, cuyo fin, en última
instancia es la protección de los individuos que las han construido, el autor
sostiene que, si de justificación de los derechos humanos tiene sentido
discurrir, se trata solamente de una justificación relativa, carente de
cualquier elemento de carácter ontológico. Justificación relativa que,
además, se inscribe en las tendencias generales que caracterizan las
constituciones a partir de la segunda mitad del siglo XX, en las que, en un
marco constitucional rígido garantizado judicialmente, los derechos
fundamentales, positivizados en las constituciones y proclamados en
muchas declaraciones internacionales, funcionan como límites y vínculos
para la acción política. Límites y vínculos que no cesan de existir, así
como no cesan de existir los derechos fundamentales de los que derivan,
cuando a los derechos no sigue un sistema de garantías, precisamente
porque, al contrario de cuanto sostienen algunos autores, entre derechos
y garantías no existe una relación lógica sino más bien una relación
normativa. (Diaz, 2015)

Norberto Bobbio ha dicho que a él no le interesa tanto saber cuál es el


fundamento de los derechos humanos, ni tampoco su origen. Para él lo
más valioso es la garantía y protección de los mismos. Kelsen, en cierta
manera estaría de acuerdo con él, pues, de nada sirve atribuir a los
individuos determinados derechos, si aquella atribución no se encuentra
debidamente protegida: "mientras un derecho subjetivo no ha sido
garantizado por el orden jurídico no es todavía tal derecho subjetivo. Llega
a serlo sólo en virtud de la garantía creada por el orden jurídico”. Por ello,
Hermida del Llano insiste en que el reconocimiento de un derecho
subjetivo es irrelevante, si no funcionan las instituciones que garanticen el
respeto y cumplimiento de éste.
Los derechos fundamentales estarán caracterizados por la protección
procesal de los mismos, pues como se dice y se acepta en un buen círculo
de juristas, —y los derechos valen lo que vale su garantía, y la única

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garantía que ha demostrado históricamente la más plena eficacia es, por
encima de todas, la garantía judicial de los derechos. La respuesta que
da Hermida del Llano a la pregunta ¿de qué modo se protegen los
derechos fundamentales? es muy atinada, por cierto, y se sale de todo
esquema ordinario: "parece que una fórmula segura son ‘los deberes’ que
obligan a otros a no impedir o a respetar el ejercicio de los derechos, ya
que en caso de incumplimiento, el legislador pone a disposición del titular
del derecho diversas técnicas declamatorias que le permitirán disfrutar del
ejercicio del derecho que ha sido violado”. Incluso desde el utilitarismo, J.
Stuart Mill, opina que un derecho es una reclamación válida de protección
que se hace a la sociedad: "concibo entonces que tener un derecho es
tener algo cuya posesión la sociedad debe ayudarme a defender" (Cruz
2007)

Las garantías individuales son derechos que todo individuo posee por el simple
hecho de haber nacido, sin importar nacionalidad, raza, sexo, edad, creencias
religiosas o políticas.
Poseen 5 características:

 Universales: Para todos los hombres.

 Inalienables: No se pueden cambiar, vender o quitar.

 Imprescriptibles: No se extinguen ni se pierden.

 Irrenunciables: No se puede renunciar a ellos.

 Limitativas del poder del Estado: Es decir, el Estado no tiene derecho


sobre ellas.

-  La fundamentalidad de los deberes humanos y la exigencia de


esfuerzos personales para la protección y la promoción de los
derechos fundamentales.

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Para muchas personas, la palabra “deber” todavía se refiere a la idea
de limitación de derechos, castración de libertades y autoritarismo
estatal. De hecho, los deberes fundamentales restringen las libertades
de la persona a quién se impone el deber. Sin embargo, el estudio de
los deberes fundamentales ha servido para mostrar la otra cara de la
moneda: los deberes se prestan para tutelar los derechos
fundamentales34. Además, la consolidación de los estudios sobre los
deberes fundamentales destaca la necesidad de sopesar el sacrificio
de cada persona para que no haya exorbitancias en las prestaciones
positivas o negativas requeridas del sujeto del deber. (Ana piedra,
2014)

Debido a la meta de construir una sociedad libre, justa y solidaria, las


personas de esta sociedad deben tener conductas compatibles con la
realización de estos valores. Por eso la prescripción, por la
Constitución, de deberes fundamentales compatibles con la promoción
de estos ideales. Así, por un lado, se requiere una prescripción
constitucional (fundamentalidad formal) sobre los deberes
fundamentales, ya que éstos deben ser establecidos por normas con
rango constitucional. Según Gregorio Peces, “el deber jurídico tiene
que estar reconocido por una norma perteneciente al ordenamiento”.
Esta es una razón lógica, de inserción en la Constitución, creada por
el poder constituyente (originario o derivado) y que surge de la
soberanía popular. Vale la pena señalar que la Constitución puede
establecer deberes fundamentales tanto implícita como
explícitamente, y también, así como los derechos, otros derivados del
régimen y de los principios adoptados por la Constitución, y de los
tratados internacionales.

Por otro lado, la fundamentalidad material tiene en cuenta la relevancia


del deber hacia la satisfacción de las necesidades básicas esenciales
de una persona –de sí mismo, de otras personas o de la comunidad–
con el objetivo de defensa y promoción de los derechos
fundamentales. Por lo tanto, se puede decir que los deberes

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fundamentales se vinculan directamente “a la necesidad de los
hombres –seres gregarios por naturaleza– de vivir en la comunidad, lo
que exige la contribución de todos para que los objetivos comunes
sean alcanzados”. De hecho, los autores que se concentran en el tema
de los deberes fundamentales señalan que es necesario entenderlos
no como un contrapunto o una mitigación de los derechos, sino como
un promotor de éstos. (Abelardo, 1999)

Deber fundamental es una categoría jurídico-constitucional, fundada


en la solidaridad, que impone conductas proporcionales a los que
están sometidos a un orden democrático, susceptible de sanción o no,
con la finalidad de promoción de derechos.

2 CAPÍTULO II: EUTANASIA


2.1 Nociones generales
2.1.1 Antecedentes históricos

Etimológicamente el término eutanasia significa “buena muerte”. Deriva de los


vocablos griegos “eu” que significa bueno y de “thanatos” que significa muerte
en el sentido de “muerte dulce, rápida, indolora, tranquila”,

La mayoría de las comunidades primitivas percibía a la muerte por enfermedad


o vejez de un modo más realista que las actuales. Gracias a que era
comprendida como una parte natural de la vida, era un acto de respeto
provocársela a quien estuviera muy enfermo o en agonía.

En los pueblos primitivos han existido muchos tipos de prácticas eutanásicas que
consisten en acciones o rituales por diferentes razones: su edad avanzada, su
invalidez, su incompetencia, o por padecer una enfermedad incurable
acompañada de grandes dolores. Estas prácticas las realizaban familiares,
chamanes o hechiceros e incluían lo mismo ayudar a morir.

En Atenas, quien no desee vivir debe exponer los motivos al senador, y una vez
que haya recibido el permiso puede quitarse la vida. Esto era porque morir era
considerado mejor que vivir infeliz y causar sufrimiento a las familias. Amparaban
la idea de que el suicidio era justificable bajo la existencia de un gran sufrimiento.

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Los romanos, adoptaron varias actitudes de los griegos respecto a esto, incluso
pensaban que el suicidio era aceptable si uno creía que no valía la pena vivir.

Por otro lado, Hipócrates, Pitágoras y Galeno se oponían a semejantes prácticas,


afirmando que nunca proporcionaría alguna droga letal, por más que sea
solicitada por el enfermo.

Según el diccionario de la real academia de la lengua, eutanasia es el


acortamiento voluntario de la vida de quien sufre una enfermedad incurable, para
poner fin a sus sufrimientos.

2.1.2 Definición

En 1605 Francis Bacon introduce como significado de eutanasia la acción del


médico sobre el enfermo incluyendo la posibilidad de apresurar la muerte.

En el siglo XX la eutanasia adquiere el significado de una acción directa e


indolora en un paciente que sin perspectivas de recobrar su salud puede desear
esta muerte inmediata.

Karl Binding y Alfred Hoche en 1920 dan otro significado a la eutanasia,


utilizando este término para proponer la muerte de personas social y
económicamente inadaptadas como enfermos mentales o minusválidos

Asociación Médica Mundial (Madrid, 1987) Declara que “la eutanasia, es decir,
el acto deliberado de dar fin a la vida de un paciente, aunque sea por su propio
requerimiento o a petición de sus familiares, es contraria a la ética”.

El Doctor Pedro Eva Condemarín señala que la eutanasia en la actualidad es


entendida como la “acción u omisión que permite, acelera o provoca la muerte
de un paciente terminal o de un recién nacido con graves malformaciones, para
evitar sus sufrimientos. El concepto supone la intervención de un agente distinto
del enfermo y que se lleve a cabo por el bien de éste, movido por la compasión”.

2.1.3 Conceptos relacionados con la Eutanasia

El Dr. VARSI ROSPIGLIOSI, nos ofrece una relación de términos que se


aproximan al tema que nos ocupan, no obstante que en su esencia o contenido
se pueden apreciar las notables diferencias.

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Distanasia: proviene del griego “dis= difícil” y “tanos= muerte”. Sería
Proporcionar tratamientos médicos que alargan la vida al enfermo sin conseguir
mayor fin que la prolongación de la agonía sin tener en cuenta la calidad de vida
del enfermo.

La distanasia es cuando se aplican medios extraordinarios, a veces dolorosos y


sin beneficios, a un enfermo cuya curación es improbable. Es lo que
familiarmente conocemos con “encarnizamiento terapéutico”.

Adistanasia: Acto de desconexión de apartados que mantienen con vida a una


persona artificialmente. Este concepto se contrapone a la distanasia.

Consistiría en dejar morir en paz a un paciente que no tiene esperanzas de


sobrevivir.

Ortanasia: Es una palabra que procede del griego “ortos” que significa “recto” y
thanatos que significa “muerte”

Se refiere a permitir que la muerte ocurra “en su tiempo cierto”, “cuando deba de
ocurrir”, por lo tanto, los profesionales de la salud están capacitados para otorgar
al paciente todos los cuidados y tratamientos para disminuir el sufrimiento, pero
sin alterar el curso de la enfermedad y por lo tanto el curso de la muerte.

Este término elude a la actuación correcta ante la muerte por parte de quienes
atienden al enfermo en fase terminal, es decir, en el derecho del paciente a morir
sin recurrir a medios extraordinarios para mantenerle con vida.

A diferencia de la eutanasia, este no busca la muerte del paciente, sino que se


recurre a tratamientos paliativos para aliviar el dolor de los pacientes terminales,
hasta que mueren por causas propias de la enfermedad.

2.1.4 Clasificación de los tipos de Eutanasia

Existen diferentes clases de eutanasia dependiendo de la finalidad, medios,


intenciones o voluntariedad que tengan los que la llevan a cabo.

 Por su finalidad:

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Eutanasia Eugénesica, económica o social: Aquella que se dirige al
mejoramiento de la raza humana o para liberar la sociedad de la carga del
enfermo ya que consideran que tienen “vidas sin valor”.

Eutanasia Piadosa: aquella que tiene por objeto evitar el sufrimiento de un


enfermo terminal o personas con malformaciones que se entienda que su vida
se hace imposible para ellos. Es también llamada homicidio por “compasión”.

 Por sus medios:

Eutanasia activa: Cuando se pone los medios para privarlo de la existencia.

Eutanasia pasiva: Hurtado (2000). Cuando consiste en dejar morir al paciente,


suspendiendo el tratamiento tendiente a prolongarle la vida o no iniciándolo.

 Por sus intenciones:

Eutanasia Directa: cuando las acciones que se realizan sobre el enfermo tienen
la intención de provocar su muerte. Pueden considerarse aquí dos subtipos de
eutanasia:

 Eutanasia activa: cuando se ocasiona la muerte del enfermo


administrándole sustancias letales.
 Eutanasia pasiva: cuando se procede por omisión; es decir, se
suspende o no se inicia el tratamiento de una complicación o se
suspende el uso de los instrumentos que permiten mantener con vida al
enfermo.

Eutanasia indirecta: cuando no se tiene como intención acortar la vida del


paciente sino aliviar su sufrimiento. Así, por ejemplo, cuando se administran
ciertos analgésicos que no sólo contribuyen a calmar los dolores sino que
implican también, a manera de efecto secundario, una abreviación de la vida.

 Por su voluntariedad

Eutanasia Voluntaria: cuando un individuo que tiene las capacidades físicas y


mentales para pedir que lo ayuden a morir lo ha pedido.

Eutanasia involuntaria: esto puede darse en dos casos:

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 cuando el individuo ya no posee las capacidades físicas y mentales para
pedir que lo ayuden a morir pero expresó previamente que esa era su
voluntad.
 cuando un individuo que no posee las capacidades físicas y mentales
para pedir que lo ayuden a morir o para oponerse, es sometido a la
eutanasia sin saber cuál habría sido su voluntad.

2.2 Vista desde dos perfiles


3.1.7.1 Ley natural y ley divina

Hoy la Eutanasia resulta de nuevo aceptable y para algunos a causa del


extendido individualismo y de la mala compresión de la libertad como una mera
capacidad de decidir cualquier cosa como tal de que el individuo la juzgue
necesaria o conveniente “Mi vida es mía, nadie puede decirme lo que tengo que
hacer con ella”. “Tengo derecho a vivir, pero no se me puedo obligar a vivir”.
Afirmaciones como estas se repiten para justificar lo que se llama “el derecho a
la muerte digna”. (Juan Pablo II, 1998)

Veremos puntos de vistas:

 Ley natural:

-La Eutanasia en el pensamiento Filosófico:

El IUSNATURALISMO: Para esta corriente filosófica, basada en el


derecho natural, es obligación el respetar la vida humana, existiendo, por
lo tanto, una prohibición estricta fundada en la ley natural de disponer de
la vida por cuenta propia.
Juan Pablo II, en su encíclica "EL EVANGELIO DE LA VIDA", define a la
eutanasia como
"Adueñarse de la muerte, procurándola de modo anticipado u poniendo
así fin dulcemente a la propia vida o a la de otro" (Galvez, 2014). Se
considera esto como una cultura de la muerte que se ve en las sociedades
del bienestar, caracterizadas por una mentalidad que va en contra de los
ancianos y los más débiles, caracterizados como algo gravoso e
insoportable, aislados por la familia y la sociedad, según lo cual una vida
inhábil no tiene ya valor alguno. Y define a la Eutanasia como: Acción u

20
omisión que, por su naturaleza e intensión, causa la muerte, con el fin de
eliminar cualquier dolor.
Según Aristóteles, «la vida es aquello por lo cual un ser se nutre, crece
y perece por sí mismo». Santo Tomás afirma que llamamos "vivir" a lo que
posee por sí mismo un movimiento o sus correspondientes operaciones;
"vida” es lo que puede moverse por sí mismo, es decir, la sustancia a la
que conviene, según su naturaleza, moverse por sí misma. Vivir es auto
poseerse según Zubiri. Esta auto posesión nace por y desde la libertad
humana, que hace que el hombre sea capaz tomar su vida. Por eso, todo
ser tiende a su propia plenitud. Pensar en la vida es pensar en el
crecimiento, y en este, está la plenitud correspondiente a cada ser
viviente. Pero, mientras el crecimiento humano es conducido por la
persona misma, el crecimiento de los otros seres vivientes es conducido
por sus propios instintos inherentes a las respectivas naturalezas.
Ahora bien, dentro de esta perspectiva de la vida. El morir es un
acontecimiento de la vida y, en cuanto tal le pertenece a la misma vida
humana. La realidad de la muerte sitúa al hombre ante el profundo
misterio de su vida. La inevitable evidencia del morir no elimina el
interrogante del porqué de la muerte. Desde distintos ángulos, el hombre
ha tratado y trata de encontrar el sentido humano de esta realidad.
El morir puede ser interpretado como final (acabamiento), como
consumación
(Plenitud), como ruptura (cambio), como transformación (realización
definitiva). (Rios Patio, 2013)
La TEORÍA UTILITARISTA DE LOS DERECHOS: Para ésta, la
Eutanasia se nos muestra como una opción más práctica en el supuesto
de una existencia marcada por el dolor y sin posibilidades de
recuperación. Desde el punto de vista de esta concepción, la Eutanasia
constituye un método útil socialmente dado que:
1 Evita la prosecución de una existencia unida al sufrimiento sin
esperanza alguna
2 Disminuye el daño social que produce el mantenimiento de una
existencia improductiva.

21
3 Termina con una carga familiar dolorosa sentimentalmente y gravosa
económicamente.
UTOPIA DE TOMAS MORO: En ella aparece el concepto médico y moral
de Eutanasia:
..."Cuando a estos males incurables se añaden sufrimientos atroces, los
magistrados y sacerdotes, se presentan al paciente para exhortarle, tratan
de hacerle ver que está ya privado de los bienes y funciones vitales... y
puesto que la vida es un puro tormento, no debe dudar en aceptar la
muerte, no debe dudar en liberarse a sí mismo o permitir que otros lo
liberen... esto es, la muerte no le apartará de las dulzuras de la vida, sino
del suplicio y se realiza una obra... piadosa y santa... este tipo de muerte
se considera algo honorable". Presupone la existencia de una enfermedad
intolerable que legítima la muerte voluntaria, y la Eutanasia en UTOPIA,
tiene en cuenta los derechos de la persona.
KANT: Para la compleja filosofía Kantiana, la vida no vale por sí misma,
sino en función de un proyecto de vida ligado con la libertad y autonomía,
ésta se justifica si permite la base material para una vida digna. Sin
embargo, se manifiesta en contra del suicidio, considerando que éste viola
los deberes para consigo mismo que cada individuo tiene la obligación de
respetar.
Hipócrates se opuso a la eutanasia y en su juramento establece: “jamás
daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me lo soliciten”.
San Agustín y Santo Tomás de Aquino unen a la prohibición del suicidio,
la de la eutanasia.

 Ley divina:

La cuestión de la eutanasia, ¿es un problema religioso o moral?:

Además de un problema médico, político o social, la eutanasia es un grave


problema moral para cualquiera, sea o no creyente.

Quienes creemos en un Dios personal que no solo ha creado al hombre sino que
ama a cada hombre o mujer en particular y le espera para un destino eterno de
felicidad y en especial, los católicos, tenemos un motivo más que los que pueda
tener cualquier otra persona para rechazar la eutanasia, pues los que así

22
pensamos estamos convencidos de que la eutanasia implica matar a un ser
querido fuera del consentimiento de Dios, aquel que vela por su vida y su muerte.

La eutanasia es así un grave pecado que atenta contra el hombre y por tanto
contra Dios, el que ama al hombre y es ofendido por todo lo que ofende al ser
humano, razón por la que Dios en su día pronuncio el “No matarás” como
exigencia para todo el que quiera estar de acuerdo con él.

Para los católicos, la eutanasia como cualquier otra forma de homicidio, no solo
es un ataque injustificable contra la dignidad humana, sino también un gravísimo
pecado contra un hijo de Dios.

Oponerse a la eutanasia no es postura exclusiva de quienes creen en Dios, pero


para estos es algo natural y no renunciable: para ellos la vida es don gratuito de
Dios y nadie está legitimado para acabaron la vida de un inocente.

Doctrina de la Iglesia sobre el dolor y la muerte:

Para quienes tienen fe, el interrogante que sobre el mal se hacen todos los
hombres es más fuerte, pues la fe nos hace tener presente a un Dios
todopoderoso que ama a cada hombre. Pues bien, el conocimiento de que, en
realidad la providencia amorosa de Dios respecto a cada hombre es compatible
con la existencia del dolor y el sufrimiento, nos indica que el dolor, aunque no
podamos explicarlo tiene un sentido.

Cuando a Cristo se le pregunto por alguna de las facetas del dolor, fue modesto
en palabras: prácticamente solo explico que no se trataba de un castigo divino.
Pero Jesús hizo algo mejor que pronunciar palabras sobre el dolor: sufrió el dolor
total en la cruz convirtiendo ese dolor y esa muerte, por la resurrección en la
buena nueva, dándole el máximo sentido: ese dolor atroz hasta la muerte es el
máximo bien de la Humanidad y dio sentido al hombre, a la historia y al universo.

Actitud de un cristiano ante la eutanasia, en general ante el sufrimiento y la


muerte propia o ajena:

Todos los cristianos podemos y debemos contribuir con nuestras palabras,


nuestros actos y nuestras actitudes a recrear en el entramado de la vida cotidiana
una cultura de la vida que haga inaceptable la eutanasia. En particular y a título
meramente de ejemplo todos podemos ayudar a esa inmensa tarea.

23
 Aceptando el dolor y la muerte, cuando nos afecte personalmente,
con la visión sobrenatural propia de un católico que sabe que
puede unirse a Cristo en su sufrimiento redentor y que, tras la
muerte, nos espera el abrazo de Dios Padre.
 Ejercitando según nuestros medios, posibilidades y circunstancias,
un activo apoyo al que sufre: desde una sonrisa hasta la dedicación
de tiempo y dinero, mil cosas podemos hacer para aliviar el dolor
ajeno y ayudar al que lo padece a sacar amor y alegría y no odio.
 Rezando por los que sufren.
 Facilitando el surgimiento de vocaciones a las instituciones de la
Iglesia que, por su carisma fundacional, están específicamente
dedicadas a atender a la humanidad doliente.
 Acogiendo con amor sobrenatural, efecto humano y naturalidad en
el seno de la familia a los miembros dolientes, deficientes,
enfermos o moribundos, aunque eso suponga sacrificio.
 Votando en los procesos electorales de nuestro país, con atención
responsable hacia la actitud de cada partido ante las cuestiones
como la familia.
 Los médicos, enfermeras y demás profesionales sanitarios
promoviendo un tipo de medicina y de asistencia hospitalaria
realmente centradas en el enfermo, en el trato digno al paciente.

Actitud de un cristiano ante la muerte:

Los cristianos deben ver la muerte como el encuentro definitivo con el Señor de
la Vida y, por lo tanto, con esperanza tranquila y confiada en él, aunque nuestra
naturaleza se resista a dar ese último paso que no es fin, sino comienzo. La
antigua cristiandad denominaba, con todo acierto, al día de la muerte, día del
nacimiento a la vida de verdad y con esa mentalidad deberíamos acercarnos
todos a la muerte.

En todo tiempo la piedad cristiana identifico el deseo que a todos los cristianos
debe animar respecto a su muerte: que en la última agonía está muy cerca de
nosotros la Madre de Dios, como estuvo al pie de la Cruz cuando su hijo moría.

24
Doctrina de la iglesia sobre la eutanasia:

Según “La Sagrada Escritura es clara al señalar que la vida es un don de Dios y
solo Él tiene poder para darla y quitarla. Bajo esta idea, toda persona, institución
o gobierno deben hacer todo lo posible para ayudar a conservar la vida propia y
la de los demás”. Por eso “no es posible que ninguna persona, institución o
gobierno considere que tiene derecho a quitar la vida de otra persona”.

3.1.7.2 Aspecto legal (Perú)

¿La cuestión de la eutanasia, ¿Es un problema político?

Lo es, sin duda, porque uno de los deberes primordiales del Estado es el de
respetar y hacer respetar los derechos fundamentales de la persona, el primero
de los cuales es el derecho a la vida, y la eutanasia no es sino la destrucción de
vidas humanas inocentes en determinadas condiciones.

¿Reconoce el ordenamiento jurídico el derecho a la vida?

A lo largo de la historia se ha discutido la “muerte digna” confundiéndola con la


“vida digna” para la elaboración de normas que puedan legalizar y permitir la
eutanasia.

En la actualidad muchos países valiéndose del concepto de muerte digna, han


logrado incluir en sus ordenamientos jurídicos las prácticas de eutanasia en
países como Holanda y Bélgica en el 2000, señalando que debe cumplirse antes
con requisitos previos para poder practicarla, ya que la Eutanasia descontrolada
podría llevar a problemas más serios, como las prácticas homicidas
indiscriminadas, el tráfico de órganos, etc.

En nuestro país, la práctica de la Eutanasia está prohibida y penalizada tal y


como señala nuestro Código Penal en el Artículo 112 sobre el Homicidio
Piadoso, que establece lo siguiente:

“El que, por piedad, mata a un enfermo incurable que le solicita de manera
expresa y consciente para poner fin a sus intolerables dolores, será reprimido
con pena privada de la libertad no mayor de tres años”. (Rios Patio, 2013)

25
Asimismo, el Artículo 113 del Código Penal sobre la instigación o ayuda al
suicidio dice expresamente lo siguiente:

“El que instiga a otro al suicidio o lo ayuda a cometerlo, será reprimido, si el


suicidio se ha consumado o intentado, con pena privativa de libertad no menor
de uno ni mayor de cuatro años. La pena será no menor de dos ni mayor de
cinco años, si el agente actuó por un móvil egoísta”. (Rios Patio, 2013)

Además, el Colegio Médico del Perú, a través de sus organismos competentes,


instauró procedimientos disciplinarios para los miembros de la Orden que
hubiere incurrido en presuntas infracciones, calificándolas y sancionando al
infractor de acuerdo con las disposiciones estatutarias y reglamentarias.

El Código Ético del Colegio Médico del Perú, establece de manera expresa la
obligación de todo médico de someterse a la jurisdicción ética del Colegio
Médico.

Otras normas:

Artículo 1 de la Constitución Política del Perú: La defensa de la persona humana


y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado.

Artículo 2 inciso 1 de la Constitución Política del Perú: A la vida, a su identidad,


a su integridad moral, psíquica y física y a su libre desarrollo y bienestar. [...]

Artículo 7 de la Constitución Política del Perú: Todos tienen derecho a la


protección de su salud, la del medio familiar y la de la comunidad, así como el
deber de contribuir a su promoción y defensa. La persona incapacitada para
velar por sí misma a causa de una deficiencia física o mental tiene derecho al
respeto de su dignidad y a un régimen legal de protección, atención,
readaptación y seguridad.

Artículo 108 de la Ley 26842: La muerte pone fin a la persona. Se considera


ausencia de vida al cese definitivo de la actividad cerebral, independientemente
de que algunos de sus órganos o tejidos mantengan actividad biológica y puedan
ser usados con fines de trasplante. El diagnóstico fundado de cese definitivo de
la actividad cerebral verifica la muerte. Cuando no es posible establecer tal
diagnóstico, la constatación de paro cardio respiratorio irreversible confirma la
muerte. Ninguno de estos criterios que demuestra por diagnóstico o corroboran

26
por constatación la muerte del individuo, podrán figurar como causas de esta en
los documentos que la certifiquen

Legislación Comparada

- Bélgica: El médico que practica la eutanasia no comete infracción si se asegura


que: La paciente es libre, capaz y consciente en el momento de su petición.

 La petición es formulada de manera voluntaria, reflexionada y reiterada


que no sea resultado de una presión exterior.
 El paciente se encuentra en una situación médica sin salida y en un
estado de sufrimiento físico o psicológico constante e insoportable que no
puede ser aliviado y que sea resultado de una afección accidental o
patológica grave e incurable, y que el médico respete las condiciones y
procedimiento prescritos en la ley.

- Holanda: En su artículo 293 del Código Penal Holandés tipifica lo siguiente:

 El que le quitare la vida a otra persona según el deseo expreso y serio de


la misma, será castigado con pena de prisión de hasta doce años o con
una pena de multa de la categoría quinta.
 El supuesto al que refiere el párrafo 1 no será punible en el caso de que
haya sido cometido por un médico que haya cumplido con los requisitos
de cuidado recogidos en el artículo 2 de la ley sobre comprobación de la
terminación de la vida a petición propia y del auxilio al suicidio, y se lo
haya comunicado al forense municipal conforme el artículo 7, párrafo
segundo de la Ley Reguladora de los Funerales.

- Albania: La eutanasia voluntaria se considera legal desde 1999 dentro del


marco de los derechos del enfermo terminal. La eutanasia pasiva se considera
legal con el consentimiento de 3 o más familiares.

- Luxemburgo: El suicidio asistido y la eutanasia en enfermos terminales con la


aprobación de dos doctores y un papel de expertos son legales desde 2009.

- Alemania: Desde el 2010, la eutanasia pasiva con consentimiento del paciente


es legal.

27
3 CAPÍTULO III: ARGUMENTOS
3.1 A favor de la Eutanasia
3.1.1 Libertad personal

Según Joaquín Montano: Se trata del principal argumento a favor de la


legalización de la eutanasia. Toda persona, siendo consciente y libre de tomar la
decisión, debe tener el derecho a elegir cuándo quiere morir. El problema se
presenta cuando, por circunstancias médicas, no puede acabar con su propia
vida. Por eso en muchos países existe el llamado testamento vital, en el que se
detalla las preferencias de la persona firmante con relación a qué actuaciones
quiere que se tomen en caso de enfermedad grave.

Todos los seres humanos tienen el derecho de elegir qué tipo de tratamientos
médicos quieren recibir en caso de necesitarlo, y no entrar en lo que se llama
“encarnizamiento terapéutico”. Esto no es más que el empeño de mantener con
vida al paciente usando los medios que el médico desee. Frente a este
encarnizamiento, se reclama la posibilidad de dejar claro que no se desea, por
ejemplo, ser resucitado en caso de muerte cardíaca.

Con ello se pensaría que estaríamos proponiendo el argumento clásico liberal


de Mill (el harm principle): «si no se causa daño a un tercero, la libertad individual
debe prevalecer». Con ese mismo argumento se podría dar pase a la voluntad
suicida. Somos libres de tomar y ejecutar decisiones que no perjudiquen a otros.
El Estado no debe poner obstáculo a nuestra voluntad cuando no hay terceros
perjudicados. ¿A quién, además del paciente, perjudica la eutanasia? Se ha
dicho que a la familia y amigos. Respondemos que habría que poner a un lado
de la balanza los padecimientos permanentes del paciente y al otro el sufrimiento
de perder a un ser querido que experimentasen los amigos y familiares. La
calidad de vida mermada la tendría que llevar a cuestas el paciente y darle esa
carga para que sus seres cercanos eviten la congoja producto de su muerte no
es otra cosa que egoísmo y mezquindad. La eutanasia es una práctica difundida.
Mejor hacerla legal y regularla. En efecto, si no se causa daño a un tercero, no
hay por qué interferir con la voluntad del individuo. Ahora bien, esto no da lugar

28
justificar el masoquismo, el auto tortura o la automutilación, como a veces se ha
pretendido decir, más que con afán de aclarar, con el objeto de ridiculizar.

3.1.2 Morir con dignidad.

Tener derecho a la vida no debe entenderse como tener derecho a la simple


existencia, sino como el derecho a existir con una calidad de vida
mínimamente digna. Ahora bien, todos sabemos que el proceso de morir es
parte de la vida y que las personas tienen el derecho a intentar que los
eventos que forman parte de su vida sean tan buenos y placenteros como
sea posible. Las personas, consecuentemente, tienen derecho a hacer del
proceso de morir algo tan bueno y placentero como sea posible. Por tanto, si
el proceso de morir se ha hecho penoso, no puede negarse al individuo el
derecho a reducirlo y, así, terminar con su vida si él lo desea.
Si, por otro lado, una persona ve sus condiciones de vida disminuidas
permanentemente y es su decisión no seguir viviendo, aunque la muerte no
sea algo inminente, no hay razón alguna para impedirle que realice su deseo.
No podría obligársele a llevar una existencia que él mismo no considera
digna. Desde luego, que haya “derecho” a la muerte con dignidad no implica
que el personal médico tenga el deber de acabar con la vida de quienes lo
solicitan.
Nadie puede ser obligado a ayudar a alguien que desea la eutanasia, pero
no habría nada de moralmente objetable en el personal médico que participa
de ella.

3.1.3 El argumento de la pobre calidad de vida.


Aquellos que defienden la eutanasia, argumentan que en algunas circunstancias
vivir es peor que morir, ya que el dolor y el sufrimiento causado por una
enfermedad terminal pueden hacer la vida tan agonizante y difícil de llevar que
la muerte puede parecer un "acto humanitario" y se considera racional que el
médico ayude al suicidio como una forma de morir con dignidad. Para el enfermo
terminal, el sufrimiento puede ir más allá del dolor como resultado de las
condiciones en que se encuentra y estas hacer la vida insoportable, como, por
ejemplo: la progresiva pérdida de movimiento y actividad, la pérdida de libertad

29
asociada con la dependencia de otros, molestias físicas como náuseas, vómitos
o disnea, la incapacidad de tragar o de hablar, el miedo a morir, la incontinencia,
la debilidad, la pérdida de la dignidad personal, la demencia. La vida pierde toda
calidad y significado, de forma que la muerte es preferible.

Respuesta crítica (: En el argumento de la calidad de la vida se confunde el valor


de la calidad de la vida con la calidad que la vida tiene. La vida humana tiene un
valor intrínseco en sí misma. La buena salud no puede dotar de dignidad a la
vida humana, ya que la salud no posee vida en sí misma, más bien participa de
la vida. La salud es un bien que se ha de disfrutar y cuidar, pero no es un bien
absoluto al que haya que subordinar todo. La salud es para el ser humano y no
el ser humano para la salud. La dignidad de la persona no desaparece por la
enfermedad. Más bien, la pérdida de dignidad se imputa al enfermo por las
reacciones de los profesionales de la salud y de la familia del enfermo a la
apariencia externa que este ofrece. El enfermo mismo nos enseña con su estado
que la salud, aun siendo muy importante, no es un valor absoluto. Juzgar qué
calidad tiene una vida, tiene un fuerte carácter subjetivo. Muy fácilmente el
profesional de la salud puede sustituir sin darse cuenta su concepto de calidad
de vida con aquel que tiene el paciente. No es posible juzgar que a partir de
conceptos existenciales individuales de la calidad de vida se pueda decidir el
acabar activamente con una vida. El morir con dignidad no ha de entenderse
como un derecho a la eutanasia activa o el suicidio asistido, cuando uno se
encuentra bajo una pobre calidad de vida por el dolor y el sufrimiento, sino como
un derecho a morir en un entorno digno del ser humano, recibiendo de las
personas cercanas contactos humanos sencillos y el derecho a no prolongar la
vida por medio de una tecnología que no puede sanar. El sufrimiento no es solo
causado por el dolor, a la persona se la ha de ayudar atendiendo a los valores
que expresa que la hacen sufrir.

3.1.4 El argumento del respeto de la autonomía del enfermo.


Los defensores de la eutanasia consideran que el respeto por la autonomía de
las personas requiere el reconocer su derecho a decidir cómo vivir sus vidas.
Esto incluye el proceso de la muerte y la habilidad de elegir el destino propio. De
tal forma que se propone el derecho de evitar el sufrimiento intolerable ejerciendo

30
un control sobre la forma de morir. Lo que está en juego es ser libre para tomar
responsabilidades sobre la propia vida, parte de la cual la constituye la muerte.
Cada persona tiene un nivel de tolerancia para el sufrimiento y por tanto no existe
una respuesta objetiva que se pueda aplicar a todos acerca de cuándo la vida
se hace insoportable. Por ello es necesario que el paciente se manifieste
ejerciendo su autonomía. Algunos autores creen que existe el derecho a cometer
suicidio y que no debe haber restricciones irrazonables sobre la forma en que
uno puede ejercer este derecho. El Estado no tendría derecho a privar al
paciente de su libertad de quitarse la vida. Battin ha argumentado que existe un
derecho fundamental al suicidio, pero no hay igualdad en su distribución. El
derecho del paciente a la autodeterminación ha sido un argumento central en
favor de la eutanasia. Pero a menudo se asume, sin argumento, que esto implica
el “derecho” del paciente a pedir que otra persona intervenga en su ayuda para
procurar la muerte. Un enfermo terminal puede no ser capaz físicamente por sí
solo de ejercitar la opción del suicidio. Se considera que los enfermos terminales
serían discriminados a causa de su incapacidad, ya que las personas con
capacidad física sí tendrían la opción. Se disminuiría además la ansiedad en
futuros pacientes si saben que existe la posibilidad de que un médico les asista
en el suicidio. Además, hay que considerar que aun con un adecuado cuidado
paliativo hay casos en que no es posible evitar el dolor.
Respuesta crítica: El enfermo terminal se encuentra en una posición
extremadamente vulnerable, de forma que su capacidad de autonomía se halla
comprometida, sufriendo de depresión, ansiedad, miedo, rechazo o culpabilidad.
El pedir la muerte no tiene por qué reflejar un deseo duradero, voluntario, pasado
por la reflexión. En las condiciones en que se encuentra el enfermo terminal o
casi terminal es muy difícil tener una conciencia clara para tomar decisiones, y
la tendencia es a seguir casi ciegamente las indicaciones y sugerencias del
médico. El enfermo podría desear la muerte por deficiencias en la atención
médica, como el no poder aliviar el dolor, no por una decisión libre. Además no
es lo mismo cometer suicidio que ayudar a un suicidio. Lo último es una forma
de homicidio, aun cuando la razón por la que se haga sea por compasión.
Aunque el intento
de suicidio se haya descriminalizado, el Estado sigue teniendo interés en
prevenir contra el suicidio, incluyendo la penalización de aquellos que ayudan a

31
que otro se suicide. Por otra parte, tampoco tenemos derecho a cometer suicidio,
simplemente porque la vida no nos pertenece por completo y, por tanto, nuestra
autonomía se halla limitada. Nadie puede decir que se ha dado la vida a sí
mismo. No todas las posibilidades acerca de la vida de uno mismo pueden ser
consideradas como derechos que deben ser protegidos.

3.1.5 El argumento del principio de beneficencia o tener


compasión por el que sufre.
El médico actúa bajo el principio de beneficencia para aliviar el dolor y el
sufrimiento de pacientes terminales. Bajo esta forma de pensar, la eutanasia es
considerada un acto virtuoso. El no abandonar al enfermo ha sido parte del
cuidado tradicional ejercido por el médico. Se juzga que el que el médico asista
al enfermo en su suicidio es una forma de ejercer el principio ético de no
abandonarlo. Hoy día, los médicos son considerados los candidatos lógicos para
buscar ayuda en el morir, ya que para muchos enfermos terminales el asistir en
la muerte es considerado como una extensión del rol del médico de aliviar el
sufrimiento y como una forma de ejercer su cuidado, consistente con la profesión.
La compasión de que hablan aquellos que defienden la eutanasia refleja una
visión distorsionada de esta actitud. La verdadera compasión no puede ser
eliminar al que sufre, sino buscar el aliviar la causa del sufrimiento. De otra forma,
se devaluaría la vida de los enfermos. Además, la compasión es una cualidad
espiritual que significa "sufrir con", estar presente al que sufre, no se trata de un
principio o una razón auto justificante. El elegir el suicidio asistido corta toda
posible relación y los lazos que nos unen a las personas que nos acompañan en
los momentos difíciles de la cercanía de la muerte. Además, procurar la muerte
por eutanasia no es competencia de la profesión médica. Asistir al suicidio no es
consistente con el compromiso del médico a curar y tratar la enfermedad, va en
contra de los códigos tradicionales de ética médica (promesa hipocrática,
Asociación Mundial de la Salud). Aceptar esto llevaría a una desconfianza de las
personas en general hacia los médicos. El profesional de la salud también tiene
su autonomía y no debe ser presionado para actuar en contra de los valores
profesionales.

32
3.1.6 El argumento de la no diferencia moral entre matar y
dejar morir.
La distinción entre eutanasia "pasiva" y "activa" ha sido criticada por depender
de concepciones de causación que son consideradas problemáticas y que se
basan en la creencia de que la diferencia entre matar y dejar morir es relevante
moralmente. El discontinuar las medidas de soporte vital y la eutanasia voluntaria
activa son similares bajo el punto de vista del paciente en que su deseo
fundamental es una muerte más rápida y más confortable. Son también
moralmente similares en que ambas son hechas con la intención de acabar con
la vida. Se argumenta que la intención es moralmente irrelevante en la
evaluación de la moralidad de la acción. Por ejemplo, en el caso de dejar de
alimentar artificialmente a un enfermo en coma, claramente se atenta contra su
vida con la intención de acabarla, ya que la persona moriría de hambre. En el
caso de discontinuar mecanismos de soporte vital y permitir que el enfermo
muera, esto ocasiona días o semanas de sufrimiento. Bajo esta forma de pensar,
la eutanasia activa parece ser preferible moralmente. Para algunos, discontinuar
la ventilación mecánica no puede ser considerado negarse a recibir un
tratamiento, sino una petición de procurarse la muerte. Para Patrick Hopkins no
existe una diferencia moral intrínseca que sea esencial entre una máquina que
sustituya funciones orgánicas y órganos naturales del cuerpo; así que omitir un
tratamiento, en que intervenga una de estas máquinas es una forma de matar,
ya que priva a la persona de un órgano que puede solamente funcionar con la
ayuda de una máquina o de tecnología médica y, por tanto, necesitamos poner
a un lado nuestros prejuicios en contra de lo artificial y extender la opción de la
buena muerte (eutanasia activa) a aquellos que han sido atrapados por la
naturaleza al encontrarse en estado terminal. Si nuestra sociedad ha sido capaz
de reconocer que la vida puede ser lo suficientemente irresistible bajo
tratamientos de sostenimiento vital, tales como la ventilación mecánica o las
máquinas de diálisis, y que estas intervenciones médicas pueden ser
discontinuadas o abstenerse de ellas (lo que algunos llaman eutanasia pasiva),
entonces también la vida puede ser lo suficientemente irresistible como para
justificar la eutanasia activa.

33
3.1.7 El argumento del deber de no imponer cargas pesadas
a los parientes y seres queridos.
John Hardwig ha argumentado que cuando la Medicina moderna nos permite
sobrevivir por mucho más tiempo del que podemos cuidarnos a nosotros
mismos, existe un deber o responsabilidad de morir en consideración a los seres
queridos, en quienes recae el peso económico, para no imponerles cargas
pesadas. En una sociedad en que la disponibilidad de recursos para la práctica
médica se halla muy restringida, puede no ser ético el embarcarse en
tratamientos extremadamente caros para enfermos terminales. David
Thomasma considera que podría llegarse a considerar ético el pedir suicidio
asistido o eutanasia por amor a los parientes cercanos, considerando que en la
doctrina cristiana hay instancias en que matar está justificado y a que se puede
considerar que la aceptación de Cristo de la cruz, o la aceptación de la muerte
de los mártires, es un acto equivalente al suicidio, ya que pudiendo evitar la
muerte, la aceptaron, donando su vida por los demás.
Permitir que el médico asista al suicidio de enfermos terminales dejará un
impacto en otras personas que sufren por enfermedad, edad o debilidad. Esto
devaluaría las vidas de estas personas, que podrían verse presionadas a que
ejerzan el suicidio asistido. Mayor presión es ejercida si existen dificultades
económicas, pero el simple hecho de sugerir esto al enfermo es un signo de falta
de generosidad. Los enfermos terminales perderían los lazos con las personas
que los acompañan en los últimos momentos de la vida, tendrían que justificar
su decisión de mantenerse vivos, en vez de aceptar que la familia y la comunidad
tienen el deber de cuidar a la persona hasta el final, aunque resulte una carga y
un sacrificio. El gesto de solidaridad que se pide a las personas que acompañan
al enfermo es liberarlo de presiones extras, ya tiene suficiente con la
enfermedad.
Ayudar a descubrir, a través del sufrimiento, el significado de la vida en su
condición presente puede liberar al enfermo del sentimiento de abandono y
desesperación que significa encarar la muerte. Para que un enfermo se sienta
tratado con dignidad, debe tener confianza en que las personas que lo
acompañan van a estar con él hasta el final y proteger su derecho a la vida.
Tampoco se puede interpretar la aceptación voluntaria de la muerte de Cristo
como un acto de suicidio.

34
Como ha señalado Tristram Engelhardt, Cristo nos ha enseñado que la vida tiene
como meta la unión con Dios y su cruz fue una forma de ofrecimiento a Dios. El
suicidio, en cambio, es un acto en que la persona se vuelve sobre sí misma y
busca la muerte sin perseguir dicha unión. Los mártires nunca aceptaron la
muerte bajo la premisa de evitar una carga sobre ellos mismos o sobre sus
parientes o hermanos en la fe. Al contrario, aceptaron con humildad la indignidad
y el sufrimiento de su muerte por una causa superior, la unión con Dios. Este
criterio no tiene nada que ver con la eutanasia o el suicidio.

Reflexión ética de Eduardo Rodríguez Yunta (2016):


¡Prácticamente todas las tradiciones religiosas consideran la vida como un don
de Dios, que nos es dado y retirado en el momento que él elige; el suicidio no
puede ser nunca una opción ética! Ya Aristóteles afirmó que el suicidio es un
acto injusto y no puede ser permitido, no porque vaya en contra del individuo,
sino porque va en contra de la comunidad. Además, la vida humana tiene un
valor y dignidad en sí misma a causa de que se trata de la vida de una persona.
La vida física es constitutiva de la persona y condición para su existencia, es el
valor fundamental de la persona y por lo tanto no puede ser valorado con criterios
que son menores y relativos y tampoco puede ser declarada a la disposición de
otros. Por otra parte, como cristianos, creemos que Dios sostiene a las personas
en el sufrimiento y, por lo tanto, buscar activamente el final de la vida representa
una falta de fe en la promesa Divina. El quitar la vida es usurpar la prerrogativa
que tiene Dios sobre la vida de cada uno. También como cristianos tenemos la
obligación de apoyar y estar con aquellos que sufren y creemos que el
sufrimiento nos acerca a Cristo, identificándonos con su cruz y participando en
la redención. Parte del problema con el debate actual sobre la eutanasia está en
que no se da ningún valor al sufrimiento, cuando este puede ser ocasión para
que la persona profundice en su propia existencia, se reconcilie y encuentre un
sentido transcendente a su vida. El dolor y el sufrimiento es algo que no interesa,
que no conviene, de lo que es mejor no hablar. El hombre de hoy tiene muy poca
tolerancia ante el dolor, más bien lo teme. Este temor se debe a poner una
excesiva preocupación en el cuerpo, olvidándose del ser espiritual, a poner como
meta placeres momentáneos de la vida, y al progreso de la técnica, en que
gracias al tratamiento del dolor por analgésicos y por el uso de la anestesia, el

35
hombre de hoy está mucho menos familiarizado con el dolor que sus antecesores
y, por tanto, le teme más. Ha llegado a rechazarse tanto el dolor, que se acepta
más la muerte que el dolor o el sufrimiento. El proceso contemporáneo de no
aceptación del sufrimiento está dando como resultado la aceptación social de la
eutanasia. El sufrimiento, sin embargo, da lugar a una experiencia espiritual y se
puede encontrar significado a la vida que queda cuando uno se enfrenta a una
enfermedad que no tiene curación. La espiritualidad fortifica a la persona que
sufre y la capacita para aceptar la condición en que se encuentra. El dar sentido
al sufrimiento da sentido a una vida sufriente que tiene poca capacidad para
relacionarse. Aun considerando que la vida pueda llegar a ser irresistible, la
cuestión final es que la vida no puede ser tomada y el suicidio no es ético. La
cuestión que surge es si los creyentes tienen el derecho de extender sus propias
creencias personales a la población entera, incluyendo ateos, agnósticos y
aquellos que se rigen por lo secular. Mi argumento es que en este caso los
creyentes sí tienen este derecho porque se trata de algo que compete a la vida
misma, independientemente de la religión y, por tanto, es posible encontrar una
solución racional. Tanto los creyentes como los no creyentes han de estar de
acuerdo en que la vida y la muerte no nos pertenecen por completo, nos han
sido dadas.
No todo es autónomo en el ser humano. No nos damos la vida a nosotros
mismos, la hemos recibido de nuestros padres y nos debemos a ellos y a la
sociedad a la que pertenecemos. Por lo tanto, no tenemos un dominio absoluto
sobre nuestra vida y no podemos tomarla. Este argumento refuerza todos los
argumentos críticos en contra de la eutanasia, ya que la calidad de la vida no
puede tener mayor valor que la vida misma, la autonomía del enfermo no puede
ser absoluta en cuanto se refiere a su vida misma, la verdadera compasión no
puede consistir en eliminar al que sufre, el sufrir no puede ser razón suficiente
para aceptar el suicidio, el dejar morir está en el contexto de aceptar la muerte
como un proceso de la vida misma, y aliviar el dolor y el sufrimiento es ayudar a
la vida.
Tratar el cuerpo como si fuera un objeto que puede ser destruido viola la dignidad
intrínseca de la persona. Tenemos la responsabilidad y el deber de cuidarnos los
unos a los otros hasta el final de nuestra vida. Debemos distinguir entre poseer
algo como la vida y el hecho de poder asumirla.

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Nuestra vida la hemos recibido, no es un objeto que podamos poseer, más bien
somos responsables de lo que hacemos con nuestra vida, somos capaces de
tomar opciones y esta posibilidad nos hace ser capaces de asumir nuestra vida.
Somos seres personales vivientes, pero no poseemos nuestra vida como si fuera
un objeto.

3.2 En contra de la eutanasia

“¿Qué sería de la humanidad si alguien se atreviera a decir quién debe vivir


y quién no?”:

En la actualidad “se considera que la persona ha muerto cuando se le declara


muerte cerebral. Cuando esto ocurre, aunque los órganos del cuerpo se
conserven funcionando, se considera que la persona ha muerto” (Serrano,
2003). En estos casos, resulta apropiada la donación de órganos para ayudar a
que otros continúen viviendo. Sin embargo, “mientras el cerebro siga
funcionando se considera que la persona se mantiene viva, aunque haya perdido
motricidad (movimiento), sensibilidad, conciencia (aparentemente), y capacidad
de comunicación”.

También que actualmente influye “en las decisiones para conservar o quitar la
vida, el tema del dolor y el sufrimiento. Parece que con dolor no vale la pena
vivir” (Serrano, 2003). Esto refleja el pensamiento de una sociedad en la que solo
es bien visto el confort y el placer; en la que el dolor o el sufrimiento parecen no
tener lugar. Sin embargo, el dolor y el sufrimiento son parte de la vida misma y
pueden tener un sentido redentor. Si la ciencia dictamina que una persona está
viva y deja de suministrarle la ayuda necesaria para que continúe viviendo, en el
fondo se está cometiendo el delito de asesinato, aunque lo disfrace de no se está
matando, sino dejando morir a la persona.

a. La dignidad humana.

Los argumentos empleados para defender la legalización de la eutanasia es que


sólo merece ser protegida la vida digna, identificando vida digna con vida sana.
Se dice que cuando la salud se deteriora hasta una situación vegetativa, terminal
o excesivamente penosa, la vida no merece la pena de ser protegida y cabe
justificar la autorización por parte del Estado para su eliminación. Pero ¿no sería,

37
por lo menos, tan indigna la vida paupérrima? Entonces, ¿por qué no eliminar a
todos los hambrientos, haciéndoles "un bien" a ellos y resolviendo de paso las
preocupaciones que su hambre causa a los demás? Esta identificación de la vida
digna con la salud y el bienestar constituiría el inicio de una pendiente hacia
concepciones de índole racista, al estilo nazi, en las que la vida del más débil
queda en manos del más fuerte. (Termes, 1996)

Los partidarios de la eutanasia invocan como motivo la "compasión" ante el


sufrimiento físico moral del enfermo, afirmando que, en estos casos, producir o
acelerar la muerte es una obra de piedad. En primer lugar, hay que decir que el
sufrimiento es ciertamente un mal, pero no es un mal moral absoluto; al contrario,
el sufrimiento aceptado puede tener un valor positivo para la afirmación de la
personalidad humana. Platón afirma que la vida de la sabiduría consiste en
ejercitarse en la muerte, y el propio Epicuro dice que en ocasiones puede ser
indigno del hombre rechazar el dolor. Esto que es válido a lo largo de la vida,
como lo corroboran tantas personas que sin el sufrimiento no habrían adquirido
la fortaleza de ánimo que poseen, no tiene por qué no serlo en la fase terminal
de la vida, y el dolor puede ayudar a llegar dignamente a la muerte. Pero, en
segundo lugar, es más que verosímil sospechar que tras la "compasión"
invocada puede ocultar se el propósito egoísta de liberarse de las molestias que
ocasiona el enfermo o simplemente el viejo. De hecho, en los países en que está
legalizada la eutanasia voluntaria son frecuentes los casos en los que se ha
causado la muerte sin el consentimiento del enfermo e incluso en contra de su
voluntad, lo que crea un estado de angustia entre la gente de avanzada edad,
por el temor de que, en cualquier momento, puedan ser eliminadas para evitar
las molestias que ocasionan a su alrededor.

Se puede dar testimonio de personas que, en situaciones peores que las que a
veces reclaman la muerte, viven su deteriorada vida con sentido positivo, porque
se ven rodeados de cariñosa ayuda. Y es que, casi siempre, las invocaciones a
la muerte, cuando se producen, son en realidad peticiones angustiosas de
asistencia y afecto. Este es el verdadero enfoque de la eutanasia: superar el
egoísmo, para proporcionar al enfermo terminal, junto con los cuidados físicos,
compañía y simpatía para conducirle a una muerte natural digna.

38
b. Los derechos humanos

Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin
distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o
étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los
mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Estos derechos son
interrelacionados, interdependientes e indivisibles.

Los derechos humanos universales están a menudo contemplados en la ley y


garantizados por ella, a través de los tratados, el derecho internacional
consuetudinario, los principios generales y otras fuentes del derecho
internacional. El derecho internacional de los derechos humanos establece las
obligaciones que tienen los gobiernos de tomar medidas en determinadas
situaciones, o de abstenerse de actuar de determinada forma en otras, a fin de
promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de
los individuos o grupos.

Aquellos que se manifiestan en contra de la eutanasia argumentan:

 Derecho a la vida constituye un valor universalmente reconocido, que la


vida humana reviste un carácter sagrado otorgado por Dios, dador de la
vida, y por lo tanto no corresponde al hombre decidir sobre su término.
 El peligro que significaría la legalización de la eutanasia en caso límites,
pues ello abre la posibilidad a una aceptación amplia de ella en
situaciones inaceptables.
 De aceptarse la eutanasia se produciría un deterioro de la confianza en
los médicos por parte de los pacientes y finalmente que el consentimiento
del enfermo a la hora de tomar la decisión de morir no es un
consentimiento libre.
 La Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) es un
documento declarativo acogido por la Asamblea General de las Naciones
Unidas (ONU) y el mismo establece las obligaciones que deben cumplir
los Estados. Al pasar a formar parte de tratados internacionales, los
Estados asumen deberes y obligaciones en virtud del derecho
internacional, y se comprometen a respetar, proteger y promover los
derechos humanos. La obligación de respetar supone que los Estados

39
deben abstenerse de restringir los derechos humanos o de interferir en su
realización. La obligación de proteger exige que los Estados protejan a las
personas o grupos de personas de las violaciones de los derechos
humanos.

El derecho a la vida, y su protección por el Estado, pertenece al orden del deber


ser, de los imperativos absolutos que son norma de la realidad y no la realidad
“pura y simple” (Termes, 1996) convertida en una constante. Si no hubiera un
deber ser dado al hombre y no por él constituido, ninguna conducta humana, por
ejemplo, el terrorismo de Estado ninguna estructura social, ningún régimen
político podría ser condenado en nombre de la justicia. Todas las conductas
serían válidas, si así se considera por un grupo social concreto.

Por ello, los derechos fundamentales del hombre, y en primer lugar el derecho
a la vida, que además es irrenunciable, se encuentra fuera del alcance de toda
discusión humana.

 La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la eutanasia como


aquella “acción del médico que provoca deliberadamente la muerte del
paciente”. Esta definición resalta la intención del acto médico, es decir, el
querer provocar voluntariamente la muerte del otro.

Tres cuestiones complejas están presentes en el debate de la eutanasia: el


consenso democrático, la dignidad de la persona humana y la autonomía
personal.

 El consenso, convierte el principio legislativo en la única fuente de verdad


y de bien, y deja la vida humana a merced del número de votos emitidos
en un Parlamento. Las legislaciones sobre el aborto, la clonación humana,
la fecundación extracorpórea y la experimentación embrionaria son
consecuencia de la aplicación del principio de las mayorías.

Los derechos humanos no son otorgados por el número de votos obtenidos, ni


por la sociedad, ni por los partidos políticos, aunque deben siempre reconocerlos
y defenderlos. No se basan tampoco en el consenso social, ya que los derechos
los posee cada persona, por ser persona. Las votaciones parlamentarias no
modifican la realidad del hombre, ni la verdad sobre el trato que le corresponde.

40
 La dignidad de la vida humana El derecho de nacer y el de morir no son
más que hechos y sólo hechos, adornados naturalmente de toda la
relevancia que se quiera. Precisamente por ello no pueden ser tenidos
como dignos o indignos según las circunstancias en que acontezcan, por
la sencilla y elemental evidencia de que el ser humano siempre, en todo
caso y situación es excepcionalmente digno, esté naciendo, viviendo o
muriendo. Decir lo contrario es ir directamente en contra de lo que nos
singulariza y cohesiona como sociedad.

Legalizar la eutanasia es una declaración de derrota social, política y médica


ante el enfermo que no acabará con las perplejidades de la vida, ni de la muerte,
ni con las dudas de conciencia de los médicos, de los pacientes y de los
familiares.

 La autonomía personal “El derecho a morir no está regulado


constitucionalmente, no existe en la Constitución la disponibilidad de la
vida como tal”. Si existiera este derecho absoluto sobre la vida, existirían
otros derechos como la posibilidad de vender tus propios órganos o
aceptar voluntariamente la esclavitud.

La autonomía personal no es un absoluto. Uno no puede querer la libertad solo


para sí mismo, ya que no hay ser humano sin los demás. Nuestra libertad
personal queda siempre conectada a la responsabilidad por todos aquellos que
nos rodean y la humanidad entera.

41
4 CONSIDERACIONES DEL GRUPO

La vida es el don más preciado que hemos recibido de nuestro creador, por
consiguiente, su naturaleza de derecho trasciende a las consideraciones
netamente humanas, sino que tiene naturaleza de derecho divino por tanto
su protección no solo debe estar enmarcada en el derecho común terrenal,
sino que defender o proteger la vida en general no solo la humana
consideramos que es esencial ya que ello justificaría nuestro origen mismo.

Dicho esto, consideramos que a vida no es patrimonio de quien lo posee o


ejerce actos de vivo, sino que la vida como valor supremo solamente puede
cesar si es que este acto de bondad divina en algún momento considere que
llego a su fin. Sin embargo, el hecho de haber recibido este don en algunos
casos hace considerar al ser humano como un ser que todo lo puede y por
tanto creemos erróneamente que podemos disponer de la vida como de
cualquier otro derecho considerado como disponible.

Si bien el derecho a la vida forma parte de un conjunto que forman la esfera


de nuestros derechos también lo es que ningún ser humano se encuentra en
la capacidad de disponer de alguna forma sobre la vida de sí mismo ni de
otro, este hecho nos haría asumir un rol para el cual la persona humana no
ha sido creada y que solamente compete a nuestro creado.

Los seres humanos desde nuestros primeros días hasta la actualidad han
evolucionado en su conocimiento y en base al conocimiento nos hemos
puesto por encima de cualquier otro ser viviente de la tierra esta aparente
superioridad nos ha llevado a creernos con la facultad no solo de crear vida
artificial sino que también inmiscuirnos en las formas de cómo dar termino a
la vida, el hecho de que el ser humano pretenda legislar o reglamentar las
formas de cómo poner fin a la vida humana creemos conscientemente que
no solamente se trataría de un error sino que conllevaría a innumerables
injusticias.

42
La persona como ser humano es infalible, por tanto dejar el derecho a la vida
en sus propias manos para que disponga de ella a su libre albedrio seria
extremadamente riesgoso pese a que podrían existir circunstancias en las
que aparentemente se podría justificar que las personas decidan terminar con
su vida o que terceros decidan por ti con fines aparentemente “altruistas”, no
se debe dejar pasar por alto por el hecho que las personas podrían ser
influenciadas por personas que ejercen poder mediático o dependen de ellas.
Consideramos que el derecho a la vida tiene naturaleza divina y por tanto el
ser humano no está en condiciones de decidir cuándo ponerle fin en cualquier
circunstancia ya sea por padecer alguna enfermedad incurable o sea por
algún defecto o malformación congénita, en estos casos creemos que lo más
adecuado es darle el apoyo profesional, científico para que esta persona se
recupere así como el apoyo moral para que la persona que lo padezca pueda
sobrellevar su malestar con la mejor calidad de vida pese a sus
padecimientos hasta que la voluntad que nos creó decida ponerle fin a
nuestra vida.

43
CONCLUSIONES

1. La eutanasia es la actividad llevada a cabo para causar la muerte a un ser


humano a fin de evitarle sufrimientos. Por los fines que persigue se le
llama también homicidio piadoso u homicidio por piedad, ya que la muerte
se busca como un medio para evitar a la persona dolores insoportables,
deformaciones físicas, una ancianidad muy penosa, o en general
cualquier condición personal que mueva a la compasión.

2. La vida se considera como un valor, como un derecho fundamental que


se debe proteger, pues no es sólo importante para su titular sino también
para la sociedad. La vida es un valor primario, pues es la base y
fundamento de todos los derechos individuales, sin el cual ningún valor
tendría cabida. Por lo tanto la vida como un derecho tendría dos tipos
de obligaciones, una de proteger y promover el ejercicio del derecho y la
otra de abstenerse de hacer cualquier cosa que menoscabe ese derecho.

3. Existe, el impulso oculto de la llamada «ética utilitarista», por la cual


muchas sociedades avanzadas se regulan según los criterios de
productividad y eficiencia: desde esta perspectiva, el enfermo grave y el
moribundo necesitado de cuidados prolongados y específicos son
considerados, a la luz de la relación costo-beneficio, como cargas y
sujetos pasivos. En consecuencia, esa mentalidad lleva a disminuir el
apoyo a la fase declinante de la vida.

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