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El arte de enseñar

El que educa es un zorro, sabe muchas cosas y el que aprende es un erizo, sabe
una sola, esa lucha poética que se da en los procesos de transmisión de
conocimientos lo hace ag partir de un intercambio de ideas.

Las clases del siglo XXI no deben ser las del siglo XX y es por esto que los
docentes deberían replantearse el proceso pedagógico de una manera capaz de
entender y comprender cuáles son las dinámicas sociales y cuáles son los
intereses de los estudiantes.

Ernesto Sabato en su ensayo “Sobre la educación en América Latina” planteaba


el interés como el principal motor del conocimiento, por lo que habría que
preguntarse cómo se incita a la lectura en las escuelas y qué tan opresores son
los procesos.

El enseñar es el mayor goce, interactuar con los estudiantes lleva al pedagogo a


aprender de diversas experiencias en un trabajo no solo contextualizado del
ambiente social de la escuela, sino desde la búsqueda recursiva por enseñar. Uno
de los ejemplos es el de Cartagena, Ciudad cultural y turística por excelencia, pero
con unos niveles de pobreza extrema completamente aterradores, pero el más
preocupante es el índice de pobreza multidimensional, dónde se halla la
problemática de lectura, entendiendo este proceso como enriquecedor y
transformador de quien lo practica y que es dentro de los estudios de desarrollo un
tema de vital importancia.

¿Qué podría hacer un pedagogo para incentivar la lectura en un contexto dónde


no se lee? La pedagogía da muchas respuestas a este tema, pero al ser esta una
ciencia inmersa en un mar de conocimiento humanístico y social crea ciertos
problemas epistemológicos y prácticos en la transformación de las escuelas
inmersa en una cultura de pobreza.

El docente, como intelectual en el barro deberá, como ejercicio de supervivencia


escolar, crear todo tipo de estrategias para incentivar la lectura como principal
generador de capacidad de escritura, los grandes escritores han nacido de
grandes lectores.

Escribir como acto de rebeldía de la vida generará en el infante capacidad crítica,


en sus procesos decodificador del mundo, haciendo y generando nuevas
ciudadanías que rompan con cada imaginario construido en la sociedad
generando espacios de debate y de reflexión crítica desde el inicio de la academia
haciendo niños y jóvenes que puedan alcanzar el proceso de ilustración, es decir
una mayoría de edad, que tomen decisiones racionales capaces de transformar su
contexto.

Por su parte enseñar, inicia siempre del amor y más en los procesos iniciales
dónde los pedagogos son casi siempre segundos padres a los que los niños
confieren la confianza y estima, el resguardo y el afecto del profesor sentí-
pensante es de vital importancia para analizar todos estos fenómenos en un
ejercicio de aprender, el enriquecimiento desde el proceso de educar es mucho
más grande que el de aprender.

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