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KAUMBA LUFUNDA
P
uede parecer sorprendente que, aún en el año 2003, nos podamos pregun-
tar si existe una filosofía africana. ¿Cuál es el verdadero sentido de la pre-
gunta y cuál puede ser su interés? Además, si se formula en el contexto
africano y en el contexto europeo, ¿la pregunta tiene el mismo sentido?
Que el tema resurja en nuestros días nos indica que, aunque se haya solucionado
momentáneamente, la pregunta permanece, y que, lo más importante, cada genera-
ción de pensadores volverá a revisarla regularmente. Se tratará en adelante de un
lugar filosófico. 1 Puesto que se trata de una polémica persistente, que ha resistido el
paso del tiempo, debemos afrontarla con valor y, quizás por primera vez, conceder-
le un estatuto permanente y analizar tanto el contexto de su aparición inicial como
el de su repetición histórica, es decir, el de su vuelta y su asunción. 2
De entrada, conviene indicar que, al menos en dos ocasiones, se creyó haber so-
lucionado el problema. En 1973, los filósofos reunidos en Lubumbashi intentaron
salvar la existencia del departamento de filosofía de la nueva Universidad Nacional
del Zaire disertando sobre «¿Por qué la filosofía en África?» 3 Treinta años más tarde,
el Consejo Internacional de la Filosofía y de las Ciencias Humanas se reunió en
Porto Novo, en Benín, para convencerse del «encuentro de las racionalidades». 4
Desde ayer hasta hoy, desde Lubumbashi y Porto Novo hasta Barcelona, las evi-
dencias formuladas ayudan a calmar, aparente y momentáneamente, las inquietudes
expresadas cada vez que sale a relucir la cuestión. Pero no las hacen desaparecer
del todo. La confianza en la razón no es suficiente para disipar el malestar del enten-
dimiento. No nos atreveremos a dudar y, sin embargo... ¡continuamos dudando! 5
¿Qué ocurre? ¿La filosofía del africano, el americano, el europeo, el indio, el chi-
no, el japonés, o incluso el catalán, se expresa de modo diferente? En otros térmi-
nos, ¿por qué no se aplican las mismas condiciones y los mismos criterios a la filo-
sofía africana, europea, china, india, catalana o americana?
partir de dos grandes aspectos muy próximos entre sí: uno relativo a la formulación
histórica de la pregunta y, otro, a la determinación del contenido de esta filosofía
llamada africana. Debemos situar estos dos aspectos en su contexto histórico, tanto
en los momentos en los que se afirma la existencia de una filosofía africana como
cuando se niega.
Esta última perspectiva tiene una ventaja, puesto que provoca el resurgimiento
del parentesco entre dos problemas hermanos que, sin embargo, se desarrollaron
como dos conflictos aislados. Pensamos aquí en la problemática del origen negro
de la civilización egipcia y de la del origen griego de la filosofía: desde entonces,
las demás filosofías se han expresado sólo bajo el método analógico.
A este respecto, grandes pensadores como Hegel y Lucien Lévy-Bruhl nos han de-
jado pasajes de antología declarando que África era el continente negro hundido en
la oscuridad, el continente cuyos pueblos tenían una mentalidad prelógica. En la ci-
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ma de su grandeza, Hegel escribió: «Durante todo el tiempo que se nos ha dado
para observar el hombre africano, lo hemos visto en un estado salvaje y bárbaro.
Hoy permanece así». 7 Y Lucien Lévy-Bruhl añade: «El primitivo ignora el principio
de no contradicción y el principio de causalidad». 8 En realidad, la Europa que se
comprometía en la colonización deseaba conocer lo que la distinguía de los pue-
blos que iba a someter. ¿Tenían los africanos una historia, una lógica, una filosofía,
una cultura, una civilización, lenguas, etc.?
Para tener una historia era necesario disponer de una escritura, afirmaban los de-
fensores de esta posición. En aquella época se hacía coincidir el inicio de la historia
con la invención de la escritura. África no poseía ningún tipo de escritura, por lo
tanto, no podía tener historia. A lo sumo, se le podía conceder la existencia de sus
mitos.
Para tener una filosofía era necesario dotarse de un pensamiento lógico. Con los
mitos, ¿cómo garantizar este pensamiento lógico? África, sin historia ni pensamiento
lógico, no podía tener una filosofía.
Con la expansión del movimiento colonial del siglo XIX, el africano, especialmen-
te el africano negro, se convierte aún en un ser más extraño. Sus lenguas, se dice,
funcionan según normas extrañas, sus reglas sociales provienen del ámbito de los
usos y de las costumbres, no del derecho positivo. Por lo tanto, ¿cómo explicar dife-
rencias tan notorias con Europa, sino a través de los atributos ontológicos? El negro,
el africano es un niño inmaduro. No es ilógico, sino prelógico. Le falta el atributo
esencial de la vida humana: la razón crítica que se actualiza a través del pensa-
miento filosófico.
Debido a este déficit, es necesario, sea grato o no, llevarle la civilización, ense-
ñarle la escritura, evolucionar su organización social hacia una sociedad basada en
el derecho y no en las costumbres, y codificar sus dialectos para elevarlos al nivel
de las lenguas de cultura y de civilización.
Y cada vez con más frecuencia, los nuevos descubrimientos relativos a la teoría
de la evolución de las especies, la etnología y la antropología trajeron los diversos
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análisis
Como vemos, se trata de un contexto particular diferente del de los europeos que
frecuentaron Egipto en tiempos de Platón, de los europeos que recibieron las ense-
ñanzas procedentes de los padres de África del Norte, o de los primeros explorado-
res, Diego Cão y otros capuchinos, que afrontaron la ruta de las especias.
Los siglos XIX y XX son los siglos de la afirmación de la potencia europea sobre el
conjunto de territorios de África y del mundo. ¿Con qué atributo específico se podía
diferenciar el maestro del esclavo, el colonizador del colonizado, el dominador del
dominado? Sí, se puede conceder a los negros la posesión de un pensamiento, de
una tradición; pero no pueden, parece, tener una filosofía, esencia de la razón eu-
ropea, herencia histórica de la Grecia antigua.
Para estos pensadores todo quedaba así de claro y evidente. Nunca lo demostraron.
Ellos desarrollaron una retórica que tuvo sus horas de exordio y peroración.
Durante su transcurso, la misión civilizadora que se presentaba como un proyecto
humanista tuvo que reconocer y afirmar la relatividad de Europa, del blanco, del
cristianismo, con relación a África, al negro y a las demás religiones. La etnología,
la antropología y la misiología, pese a haber sido construidos sobre axiomas euro-
peocentristas, terminaron ofreciendo un contenido de conocimiento que rehabilita-
ba la imagen del negro y del africano.
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respetuoso hacia las manifestaciones y prácticas religiosas confirmó la existencia de
religiones eminentemente monoteístas.
Pero, ¿sería necesario bajar a Occidente de su pedestal para que dejara de ser el
centro del mundo y el ombligo de la tierra? ¿Y retirarle sus privilegios, incluso el
monopolio de la posesión de una razón superior certificada por la ciencia y la tec-
nología, razón que se alimenta, en ultima instancia, del espíritu filosófico? La última
batalla se iba a librar sobre este terreno.
Este pensamiento no solo podía responder a los diferentes criterios certificados por
la tradición filosófica occidental, sino que además revestía la mayoría de formas lite-
rarias a través de las cuales la filosofía se había expresado y formulado a lo largo de
la historia. Además, allí donde la filosofía occidental reivindicaba una cierta especifi-
cidad, la filosofía africana, ya actualizada, también certificaba su especificidad.
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análisis
Hubo dos grandes corrientes: una combate la cronología de las fuentes de la filo-
sofía occidental y la otra se esfuerza en garantizar la defensa y la ilustración de una
filosofía africana. En los dos casos, el gran objetivo consistía en la afirmación de la
identidad africana, particularmente de la identidad negra.
De una manera más académica y científica tuvo lugar la discusión del origen
griego de la filosofía occidental. El jeque Anta Diop se dedicó a destruir el mito del
origen griego de la filosofía. Demostró que los griegos, entre ellos Platón, se despla-
zaban a Egipto, donde se iniciaron en la filosofía. Sin embargo, este hecho histórico
innegable dio pie a una controversia sobre la raza de los habitantes del antiguo
Egipto. El jeque Anta Diop demostró, con argumentos, que se trataba de negros. Por
consiguiente, tanto si asignamos a la filosofía una fecha como un lugar de naci-
miento, estos fueron en tierras africanas, en los pueblos negroafricanos. Y la lógica
difusionista podía perdurar tras este trastorno de los planteamientos.
Por otro lado y de una manera fatal, Placide Tempels iba a cometer casi un sacri-
legio. Cuando aún se debatía la posibilidad de la existencia de una filosofía africa-
na, cuando los negrólogos se contentaban afirmando una especificidad simplemen-
te cultural, Tempels tuvo la osadía de bajar el listón y hacer estallar las pretensiones
universales de la versión occidental de la filosofía. Defendió, sin tapujos, la existen-
cia de una filosofía bantú, afirmando así la universalidad del concepto de filosofía y
su realización plural a través de miles de culturas, de historias y de civilizaciones.
Para él, no se trataba de un simple ejercicio del espíritu, era una cuestión vital.
Habiendo llegado a tierras congoleñas con las pretensiones de un maestro del co-
nocimiento, tras diez años de misionero se dio cuenta de que no conocía a los ban-
túes. Y estudiándolos, acercándose a su cultura, descubrirá lo que se ocultaba en
las profundidades del alma del muntu: el contenido esencial de su filosofía, una fi-
losofía basada en la vida, la vida fértil, la vida fuerte. Una filosofía construida a par-
tir de una concepción dinámica del ser. Una filosofía de la comunidad.
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«la vida, la vida intensa, la vida plena, la vida fuerte, la vida total, la intensidad
del ser;
la fecundidad, la paternidad y la maternidad, una fecundidad grande, intensa, to-
tal, no solamente física;
la unión vital con los demás seres: ‘La soledad nos mata’». 9
Nos podíamos haber imaginado que el debate estaría ya cerrado. Nada más lejos
de la realidad. Además de combates residuales promovidos por pensadores engan-
chados a sus prejuicios, se constituirá una nueva clase de intelectuales africanos,
que habían bebido de las fuentes de la filosofía occidental y de la experiencia de
las tesis marxistas, que puso en entredicho la nueva clase política africana recién
salida de la descolonización.
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Mientras se continúa debatiendo sobre los pros y los contras, otra generación de
filósofos africanos, influenciada por las turbulencias políticas de una época, se des-
marca de la polémica y afirma y asume el mestizaje. 11 En efecto, ellos se dan cuen-
ta de que las tentativas de clasificación de las corrientes filosóficas africanas, 12 las
dificultades para fijar un término a quo y ad quem para la redacción de una historia
de la filosofía africana, y el peso de las ideologías políticas en la práctica de la filo-
sofía no tenían apenas en cuenta que la emergencia misma del debate de la existen-
cia de la filosofía africana surge del problema general de la aculturación. Lo que es-
taba en juego era la búsqueda de las señales de identidad con motivo del encuentro
de pueblos y civilizaciones.
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Diez años más tarde, y bajo el impulso de Noraf, tuvo lugar en Kinshasa una re-
flexión bajo el tema «Filosofía africana: racionalidad y racionalidades». 14 En esta
ocasión, se tuvo que reconocer que la razón humana era única, pero que se decli-
naba hacia la pluralidad.
¿Qué retener de este largo debate que nos recuerda la disputa sobre el sexo de
los ángeles? Después de un siglo de altercados, ¿puede la filosofía africana ofrecer
algo más que una interminable discusión sobre su naturaleza, su especificidad y sus
condiciones de existencia? 16 Expresándolo con crudeza, ¿qué debemos recomendar
a aquél que quiere estudiar o conocer la filosofía africana?
■ Enfoque histórico
La filosofía africana tiene una historia, una historia que se puede narrar de la mis-
ma manera que se narran las historias de otras filosofías. Sin discriminación alguna,
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debemos tomar la tierra de África como el sitio de partida de esta historia circuns-
crita en el espacio. Luego, se precisa determinar momentos puntuales en el tiempo
y definir los periodos. La historia se esfuerza en remontar los tiempos y en integrar
el pasado reciente. Para poder encontrar todas las actividades de tipo filosófico de-
bemos, pues, ir lo más lejos posible en el pasado de África. Generalmente, empren-
demos el vuelo a partir del Egipto faraónico.
– el Egipto faraónico;
– los padres de la Iglesia;
– el pensamiento arabomusulmán;
– las filosofías de la rumba: África negra contemporánea;
– las nuevas racionalidades africanas en la globalización.
Por lo que concierne a los africanos, estos no han cesado de vincularse al Egipto
faraónico: en primer lugar, defendiendo que los egipcios de la época eran negros; a
continuación, mostrando la relación entre la civilización faraónica y las civilizacio-
nes negroafricanas contemporáneas; y, finalmente, proclamando que incluso el tér-
mino «filosofía» era una continuación griega del merut ne maât egipcio (tras la
apertura de las fronteras culturales egipcias al mundo griego). 19
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El problema de la aculturación del cristianismo en los siglos II y III sirvió de reflejo
al problema de la inculturación del cristianismo en tierras africanas. La formulación
de los dogmas por parte de los padres africanos sirvió de modelo para su reformula-
ción en el contexto africano. La explotación del pensamiento patrístico en los deba-
tes sobre la inculturación del cristianismo y de la africanización de las filosofías pa-
ganas ha permitido un verdadero deshielo en los medios eclesiásticos africanos y ha
alimentado los fundamentos de la teología africana contemporánea (Mulago,
Tshibangu, Hebga, Mbiti, Ntedika, etc.).
«No es posible enviar nuestro saludo a África sin evocar antes las antiguas glorias
cristianas de esta tierra. Nos estamos refiriendo a las Iglesias cristianas de Áfri-
ca… A la memoria acuden rápido los nombres de grandes doctores y escritores
como Orígenes, san Anselmo, san Cirilio, antorchas de África, los de un Tertulia-
no, de un san Cipriano y, sobre todo, de san Agustín, una de las luces más bri-
llantes de la cristiandad» (AT. n. 3).
Es a partir de los padres de la Iglesia, especialmente con san Agustín, cuando tie-
ne lugar la unión con la Edad Media y la filosofía arabomusulmana. San Agustín co-
locó el puente entre Platón, el neoplatonismo y el cristianismo; sirvió de guía a los
escolásticos en la reconciliación del helenismo con el cristianismo; y legó a la Edad
Media el ideal cultural relativo a la necesidad de pedir prestado, de apropiarse, lo
que constituía la verdadera fuerza de otra civilización.
En la Edad Media, los escolásticos frecuentan san Agustín. La regla de san Agustín
promueve la instrucción en el seno de la Iglesia.
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análisis
La expansión del Islam en las tierras de África y Europa, donde hasta hacía poco
el cristianismo era el único amo y señor, constituye una nueva oportunidad para re-
visar la filosofía medieval arabomusulmán y restaurar, tal como ocurre con Abélard,
el diálogo entre un filósofo, un judío y un cristiano. 26 Por lo tanto, cabe reiniciar el
diálogo intercultural, en particular entre el judeocristianismo y el Islam, tanto en
África como en Occidente, reajustándolos gracias al proceso de inculturación y de
apropiación sufrido por las religiones tradicionales africanas.
«El hombre habita en el poeta», decía Martin Heidegger. 28 A través de las vicisi-
tudes de la historia reciente, África ha preservado, construido y asumido su identi-
dad expresándose de manera particular en las artes coreográficas, danza y canción
(gospel, jazz, culminando con la rumba).
Las filosofías de la rumba designan las diversas versiones del pensamiento filosófico
africano que se constituyeron alrededor del problema de la afirmación de la identidad
africana, de la lucha de liberación, de la promoción de los africanos, de la acultura-
ción, del mestizaje y de la inserción de los africanos en el proceso de globalización.
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Las filosofías de la rumba nos conducen hacia el postulado teórico que las suscitó y
alimentó, es decir, hacia la cuestión prosaica de la apropiación de los bienes de los
africanos y su marco conceptual: la teoría del destino universal de los bienes.
Algunos casos aislados, como los de Juan Latino, que vivió en España en el siglo
XVII, y de Antoine Guillaume Amo, que vivió en Alemania en el siglo XVIII, y que
participaron en la vida universitaria de sus países de acogida, ya no se cuentan. Y
en otro sentido, los estudios africanos han dejado de ser el patrimonio de algunos
viajeros maravillados o sorprendidos. Una anécdota a este respecto: un entomólogo
belga publicó una obra notable sobre las mariposas de Zaire. Este científico puso
los pies por primera vez en este país el día de la presentación de su obra al presi-
dente de la República.
A priori, solo podemos decir que el monopolio de la filosofía africana debe perte-
necer a los africanos que viven y trabajan en África, y que se expresan en las len-
guas africanas. A partir de este momento, es posible hablar de la filosofía africana
sin distinción de raza, localización geográfica o nacionalidad.
Ayer, la etnología y los estudios africanos eran unas ciencias exóticas, casi conge-
ladas, basadas en la desorientación; hoy, África y los africanos ya no son este conti-
nente y estos pueblos lejanos, a la vez extraños y extranjeros. En adelante, forman
parte de la vecindad inmediata y del paisaje cotidiano de Occidente. Hablando cla-
ro, cohabitan con todos los habitantes del mundo.
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análisis
La evolución de los debates sobre la filosofía africana forma parte del patrimonio
filosófico de la humanidad y merece ser enseñada a cuenta de la filosofía africana.
Pero al mismo tiempo, la madurez de este mismo debate pide hoy una reforma de
la temática de la filosofía africana.
Según los autores, las cuatro corrientes identificadas han sido objeto de reorgani-
zaciones múltiples. En particular, en tres corrientes: corriente etnológica, corriente
ideológica y corriente crítica, o corriente de la restitución ontológica (es decir, la
búsqueda de la idea del ser en los africanos), corriente de la restitución hermenéuti-
ca (que parte de los textos de los africanos tradicionales) y corriente crítica. 32
Por último, esta división excluye, a priori, las investigaciones filosóficas que no se
refieren directamente a hechos considerados específicamente africanos o directa-
mente designados como tales.
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Uno puede pensar, por ejemplo, que las investigaciones sobre autores europeos
como san Tomás de Aquino, Descartes, Kant, Hegel, Marx, Heidegger, Sartre,
Althusser, Ricœur y algunos más no tenían nada que ver con la filosofía africana.
No es así, estos pensadores han influenciado ampliamente la vida filosófica en el
África contemporánea, en particular sirviendo de reflejo a los pensadores nacidos
en el seno de la filosofía africana. 34
Además, ¿cómo integrar en esta división, elaborada hace ya más de una genera-
ción, la abundante producción filosófica que desde entonces ha visto la luz en un
contexto histórico tan convulsionado (fin de la guerra fría, conferencias nacionales, si-
da, globalización, fin del apartheid, afirmación de los extremismos musulmanes, etc.)?
Las intervenciones más recientes no son necesariamente una repetición de las an-
tiguas cuestiones, ni tampoco constituyen una superación de las mismas.
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análisis
Puesto que buscamos los elementos específicos a cualquier precio, debemos inte-
grar las disciplinas que conforman la estructura como contribuciones históricas de
cada periodo y como filón de identificación de la filosofía africana:
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En particular, se trata de:
– la reflexión sobre la experiencia religiosa y el fenómeno religioso (tipo de con-
firmación del carácter particular religioso de la cultura africana);
– el mestizaje (aceptación de la cultura occidental en el marco de una herencia
innegable que marca en adelante la nueva africanidad);
– la liberación del espacio político obstruido por sistemas que oprimen al hombre
africano y organizan su explotación;
– la afirmación de un pensamiento filosófico africano sin complejos y preocupa-
do por construir el futuro.
■ Conclusión
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análisis
Durante todo el siglo XX, los filósofos de la rumba no han destacado de manera
suficiente las incidencias de esta teoría con relación al destino de los africanos y a
las crisis acaecidas en África.
Ante los desafíos de la globalización, hoy podemos retomar nuestro inicio filosó-
fico a partir de una cuestión fundamental, dar nuevas pistas de significación para el
destino africano y afrontar la crisis de identidad o existencial con coraje y con una
actitud positiva.
Puesto que, en principio, los bienes de la tierra pertenecen a todos, ¿cómo garan-
tizar también a los africanos el acceso a todos estos bienes, estén donde estén? El
verdadero problema a partir de este momento no consiste tanto en impedir que los
demás nos despojen de nuestros bienes, sino más bien en cómo superar los obstá-
culos que los demás colocan para impedir nuestro acceso a sus bienes, a los bienes
comunes que ellos se reservan para sí. Aquí está en juego la relación con la nueva
cultura, con otras racionalidades y con el mestizaje, como condición sine qua non
del renacimiento o, mejor, de la constitución de una África nueva, sin complejos,
con orgullo y competitiva. Este renacimiento se inscribe, no cabe decirlo, en el ám-
bito del encuentro, del reconocimiento recíproco, de la promoción de los valores
de justicia, de paz y de solidaridad.
La gestión de los bienes de la tierra debe ser una nueva oportunidad para afirmar
la fraternidad universal. La reanudación o el relanzamiento de las cuestiones rela-
cionadas con el destino universal de los bienes a partir de un punto de vista africa-
no (relativo a la situación crítica de los africanos) nos conduce no solo al tema de la
apropiación de los bienes de la tierra (debatida en particular en el marco de la
Organización Mundial del Comercio), sino también a reconsiderar la reflexión so-
bre el trabajo como modo de apropiación y realización del ser y de las comunida-
des humanas a través de la producción de riquezas.
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Y de esta manera se hace en los pueblos y en las comunidades tradicionales de
África. Los bienes de la tierra pertenecen a todos sus habitantes. Por lo tanto, ellos
tienen el derecho a disponer de los recursos suficientes para satisfacer el conjunto
de sus necesidades básicas. Como sin duda se habrá podido observar, no hay mejor
prueba del movimiento que su propia andadura. La presentación y organización de
la filosofía actual africana nos demuestra la existencia de la propia filosofía africana.
1. A.J. Smet ya lo había apuntado en su época: «… la historia de la filosofía africana corre el riesgo de limi-
tarse a la historia del problema de la existencia de una filosofía africana» (véase «Histoire de la philosophie
africaine: problèmes et méthodes», en La philosophie africaine (RPA, n. 1), Kinshasa, FTCK, 1977, p. 64.
2. Una de las mejores ilustraciones de esta duda la encontramos en la necesidad de afirmación de la exis-
tencia de una filosofía africana experimentada por los investigadores reunidos, en abril de 1996, con oca-
sión de la celebración del 25º aniversario de la creación del departamento de filosofía y religiones africa-
nas en las Facultades Católicas de Kinshasa. Ndumba escribió en aquella ocasión: «... se puede asegurar
que hoy nadie pone en duda la existencia de una filosofía africana (…) sí, la filosofía africana existe» (vé-
ase «Avant-propos», en Philosophie africaine. Bilan et perspectives, Kinshasa, FCK, 2002, p. 4 y 6)
3. Jornadas filosóficas de Kiswishi (1-4 de junio de 1973), en Cahiers Philosophiques Africains, n. 3-4, 1974.
4. Porto Novo (Benín) 16-22 de septiembre de 2002.
5. Aunque, sobre esta duda permanente, en las conclusiones definitivas del coloquio de Lovaina la nueva
sobre las corrientes actuales de la filosofía africana (2000) se apuntó la ausencia de la filosofía africana en
las instituciones universitarias belgas, el carácter caduco del problema de la existencia de una filosofía
africana y la evidencia de la clausura del debate sobre la existencia de filosofía africana, LLN, Academia
Bruylant, 2002, p. 9, 11, 14.
6. KAUMBA Lufunda Samajiku, Mondialisation, balkanisation et destination universelle des biens de la
République Démocratique du Congo, Instituto Mulolwa, 2002.
7. HEGEL, La raison dans l’histoire, París, Col. 10/18, 1974, p. 251.
8. Véase Lucien LEVY-BRUHL, Les fonctions mentales dans les sociétés inférieures y La mentalité primitive.
9. TEMPELS, Placide, Notre rencontre, Leopoldville, 1962.
10. Las actas se han publicado en los Cahiers Philosophiques Africains, n. 3-4, 1974.
11. MUDIMBE V.Y., Tales of faith. Religion as political performance in Central Africa, Londres, Athlone
Press, 1977.
12. SMET, A.J.
13. Véase vol. II, p. de la cubierta (1986).
14. Véase XIVa Semana filosófica de Kinshasa (24-30 de abril de 1994), FCK, Kinshasa, 1996.
15. Porto-Novo (Benín) 18 -21 de setiembre de 2002.
16. Véase Philosophie africaine. Bilan et perspectives, op. cit.
17. MAURIER, H. Philosophie de l’Afrique Noire, p. 13.
18. BREHIER, E. Histoire de la Philosophie. Las nuevas ediciones apenas incluyen este volumen.
19. MABIKA, Nkata, La mystification fondamentale, Lubumbashi, PUL, 2002, p. 112-113, merut ne
maât significa verdad, justicia.
20. La pensée africaine, Dakar, Nouvelles Editions Africaines, 1983.
75
análisis
21. L’Afrique dans l’Eglise. Paroles d’un croyant, París, L’Harmattan, 1985.
22. Les cosmo-théologies de l’Egypte antique, Kinshasa, Publications Universitaires Africaines, 1986.
23. Kemet. Berceau des civilisations modernes, Lubumbashi, PUL, 2000.
24. La mystification fondamentale. Merut ne mâat. Aux sources négrides de la philosophie, Lubumbashi,
PUL, 2002.
25. La psychologie des bantu, en Revue congolaise, 1910 y 1911.
26. ABELARD, diálogo entre un filósofo, un judío y un cristiano: «Yo dormía cuando se me aparecieron
tres hombres que venían de tres direcciones. En mi sueño, enseguida les pregunté cuál era su profesión y
cuál era el motivo de su visita: ‘Nosotros pertenecemos –respondieron– a religiones diferentes. A decir
verdad, los tres honramos a un Dios único, pero no tenemos ni la misma fe ni la misma manera práctica
de servir a Dios. Uno de nosotros es un pagano, de aquellos que llaman filósofos: él se contenta con la ley
natural. Los otros dos poseen los libros sagrados, uno es judío y el otro cristiano. Durante mucho tiempo
nos hemos enfrentado a causa de nuestras religiones y, he aquí que hoy, al fin, te tomamos como árbitro».
27. MVENG se refirió a la danza en estos términos: «En ella [la danza] ritmo, melodía, palabra, gesto,
sintetizan en el cuerpo humano el espacio y la duración de su capacidad de expresión. Es también la for-
ma más dramática de la expresión cultural africana, puesto que es la única donde el hombre, en tanto
que negación del determinismo de la naturaleza, no sólo ve libertad, sino liberación de su límite…»,
L’art d’Afrique noire, París, Mame, 1964, p. 81.
28. HEIDEGGER, M., Essais et conférences, Col. Tel, París, Gallimard, 1984, p. 224-225.
29. Véase «Témoignages sur ‘La philosophie bantoue’ du Père Tempels», en Présence Africaine, n. 7,
1945, p. 253.
30. SMET, A.J., Projet d’une histoire de la pensée africaine, Lubumbashi, 1975.
31. SMET y NKOMBE Oleko, Panorama de la philosophie africaine contemporaine, en Mélanges de philo-
sophie africaine, Kinshasa, FTCK, 1978, p. 263-282.
32. Existen muchas otras clasificaciones como las de V.Y. Mudimbe, J.M. Van Parys, Kinyongo, Arthur
Ruth, etc.
33. DIMANDJA, Les philosophies de la culture au Zaïre. Défense et illustration d’une autre division du tra-
vail philosophique en Afrique, en Théologie et cultures, Lovaina la nueva, Noraf, 1988.
34. MUTUNDA Mwembo señala los efectos de la ley de circulación espacial de actos culturales formula-
da por Sorokin, y afirma la acción, el peso y la importancia del reflejo occidental en la filosofía africana.
Véase L’histoire de la philosophie africaine: une grille de lecture, en Revue Philosophique de Kinshasa, vol.
VII, n. 11-12 (enero-diciembre, 1993), p. 81-82.
35. MUTUNDA estableció la operacionalidad epistemológica y hermenéutica del enfoque por «corte» en to-
da tarea de lectura (nosotros diríamos de escritura) de la historia de una tradición filosófica, art. cit., p. 81.
36. Véase KAUMBA L.S, Mondialisation, balkanisation et destination universelle des biens de la République
Démocratique du Congo. Vers une éthique globale, Lubumbashi, ISIM, 2002.
37. LEÓN XIII, Rerum Novarum (1891).
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