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1 Todas las traducciones que aparecerán a lo largo del presente texto son mías.
2 Independientemente de que haya concebido la escritura de esta reseña inmediata-
mente después de los ataques terroristas perpetrados en París el 13 de noviembre del
2015 y de que la posterior revisión del primer boceto de este texto haya ocurrido tras los
ataques en Bruselas del 22 de marzo del 2016, la urgencia data de mucho tiempo atrás.
III
3 El método iconológico fue concebido por Aby Warburg para realizar una historiogra-
fía del arte completamente diferente a la tradición que comenzase Johann Joachim
Winckelmann a mediados del siglo XVIII; tradición que, centrando su foco en el des-
envolvimiento de los estilos, culminó su derrotero a principios del XX con las inves-
tigaciones de Heinrich Wölfflin. La iconología, por tanto, se enfrenta al estilo y su pe-
riodización; deja de lado la forma y se centra en el contenido, i.e.: el significado. Erwin
Panofsky -uno de los más renombrados discípulos de Warburg- definirá entonces a la
iconología como: «el descubrimiento e interpretación de los valores ‘simbólicos’ de las
obras de arte» (Panofsky, 1955: 56; énfasis en el original); por lo que ésta no se centraría
tanto en mostrarnos los motivos, temas o alegorías representados en las obras, sino en
comprenderlos, situarlos en su contexto y extraer su significación.
5 Huelga decir que el lema del emblema es un pasaje del Libro de Job: “Non est potestas
super terram quae comparetur ei”. (“No hay poder sobre la tierra que se le compare”).
Figura 2. Lambert de Saint-Omer, Liber Floridus, 1120, Imagen del Anticristo sentado en el
Leviatán, Universidad de Ghent.
6 “El Anticristo sentado sobre la diabólica serpiente Leviatán, la cruel bestia del fin”
(traducción libre).
7 Justamente es desde aquí que se puede sopesar el papel del nuevo dispositivo de
IV
Notar que el aporte que Agamben realiza a los análisis del pensa-
miento político de Hobbes surge de un trabajo iconológico sobre el
frontispicio del Leviatán no resulta trivial; cabe señalar que se había
escapado de la mirada de los estudiosos. Ello ameritaría cierta re-
flexión.
A mediados del año 2002, Agamben dictó una conferencia en la
European Graduate School, cuyo título versó “¿Qué es un paradig-
ma?”. Al comienzo, anotó:
cuando tengan una desavenencia con griegos, por ser éstos fami-
liares suyos, la considerarán como una disputa intestina y no le
darán el nombre de «guerra». […] Consiguientemente, litigarán
9 “Según una leyenda de inspiración gnóstica, en el cielo se libró una lucha entre án-
geles en la que los partidarios de Miguel vencieron a los partidarios del Dragón. Los án-
geles que, indecisos, se conformaron con mirar, fueron relegados aquí abajo con el fin
de que llevaran a cabo la elección que no se habían atrevido a hacer allí arriba, elección
todavía más penosa, si cabe, dado que no conservaron ningún recuerdo del combate y
aún menos de su actitud equívoca.
De este modo, el comienzo de la historia tendría por causa una vacilación y el hom-
bre sería el resultado de una duda original, de la incapacidad de tomar partido que
sufría antes de su destierro. Arrojado sobre la Tierra para aprender a optar, será con-
denado al acto, a la aventura, cosa para la que sólo estará preparado en la medida
en que haya ahogado en él al espectador. Sólo el cielo permitía hasta cierto punto la
neutralidad; la historia, por el contrario, surgirá como el castigo de quienes, antes de
encarnarse, no encontraban ninguna razón para unirse a un campo antes que a otro”
(Cioran, 1979: 11).
Referencias bibligráficas