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Estudiantes:
Karla Aguilera H.
Vania Chandia S.
Constanza Egas H.
Javier Valenzuela C.
La tarea del traductor se podría comprender como un iceberg, donde la punta de este sería la
acción de traducir obras y textos desde un idioma a otro. Según Benjamin (2002) la tarea del
traductor no es traducir desde un idioma a otro por la sencilla razón de comunicar lo que está
escrito en el idioma original. Entonces, ¿cuál es la tarea del traductor y la parte inferior del
iceberg? Su tarea será interpretar el sentido del texto y de esta manera expresar el contenido
esencial de la obra, un contenido que no se encuentra explícito en los textos.
Si esto es así, cabe preguntarnos: ¿cómo el traductor llega a expresar el contenido esencial
de la obra original? Para hacerlo, deberá trabajar en base a dos tópicos; la libertad y la
fidelidad con la que van a traducir la obra. La fidelidad refiere a una traducción que entrega
un significado más preciso, sin omisiones, ni distorsiones en el texto. Y “solo puede ser libre
si revela la inestabilidad del original, y si revela esa inestabilidad como la tensión lingüística
entre tropo y significado” (De Man,1989, p. 290-291)
Una traducción fidedigna es transparente y no le hace sombra a la obra original, sino que deja
caer toda su plenitud sobre un lenguaje que a la vez es puro y fortalecido. El lenguaje
auténtico puede corresponder a la verdad absoluta o tan solo basarse en una teoría sin la
mediación del sentido, haciendo posible la traducibilidad de una obra.
“Es evidente que una traducción, por muy buena que sea, nunca puede significar nada para
el texto original; pero gracias a su traducibilidad mantiene una relación íntima con él”
(Benjamín, 1923, pág. 129). Además, el autor destaca que si una obra se traduce es porque
ha logrado sobrevivir generaciones para que el texto pueda ser traducido ya que ha alcanzado
un nivel de fama para que todo esto sea posible. Dado al gran éxito de ciertas obras, se
realizan traducciones, esto con el fin de alcanzar cada vez más público, incluso traspasando
generaciones. Existen traductores que creen que una obra es buena gracias a su traducción,
pero debemos dejar en claro que es todo lo contrario, ya que la traducción de una obra nace
según el éxito que esta tenga.
Como ya hemos mencionado antes, si una obra o traducción ha podido perdurar en el tiempo,
manteniendo su fama significa que ha pasado desde la periferia a lo canon. “La traducción
canonizada, congela un original y muestra en el original una movilidad, una inestabilidad que
al principio no se notaba” (De Man, 1989, p. 274). La traducción se canoniza a sí misma por
lo que el resultado es una traducción más canónica que el texto original.
Lo que alguna vez fue canon para el autor en su vida ahora pudo haber caído en lo no canon,
puesto que nuevas formas pueden dar origen a nuevas tendencias en la literatura; Un texto
puede parecer desgastado y obsoleto en el futuro, aunque haya tenido popularidad en el
pasado. Las mejores traducciones están destinadas a ser modificadas, desglosadas y reescritas
una y otra vez con el fin de prevalecer en el canon, ya que el trabajo del traductor es hacer
evolucionar la propia lengua a través del desarrollo de esta, aunque no siempre hay espacio
para nuevas formas literarias dentro de este círculo y por consiguiente muchos son
“expulsados” a la periferia.
En la variedad de dialectos que nos rodean es necesario distinguir entre el comprender y el
cómo se comprende. Por ejemplo, algo si bien puede ser comprendido como “mesa” o “table”
y es lo mismo si se ve desde el cómo se comprende, en la cual una forma es el español y la
otra el inglés. A pesar que son formas diferentes en estructura ambas transmiten el mismo
sentido, esto es lo mismo que plantea Anthony Pym (falta cita) sobre la equivalencia natural,
que explica que no existen diferencias si se traduce desde una lengua «A» a una «B» o
viceversa, ambos términos siguen significando lo mismo. Benjamin plantea un ejemplo
similar con dos términos, uno en inglés y otro en alemán, y postula que, aunque por una parte
los elementos aislados de los idiomas, como palabras, frases y concordancias, se excluyen
entre sí (en forma), estos mismos se complementan en intenciones (sentido). Algo similar
plantea Nida (falta la cita) explicando que esta equivalencia trata de replicar en lo más posible
la sucesión de palabras y la estructura lingüística en el texto meta, tratándose claramente de
una traducción literal, a esto le llama “equivalencia formal”. Sin embargo, surge un problema
en el lector al momento de enfrentarse a la traducción; una problemática se produce al existir
un vacío en la cultura meta y una gran extrañeza por no adaptarse a esta.
Conclusión
Referencias
Benjamin, W. (2002). The task of the translator. Cambridge, United States of America:
Harvard College.
De Man, P. (1989). "La tarea del traductor" de Walter Benjamin. Acta Poética, 9(1), 257-
294. doi: http://dx.doi.org/10.19130/iifl.ap.1989.1-2.644