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DECLARACIONES DE

ELENA G. DE WHITE
SOBRE EL DIEZMO
(ESTA RECOPILACION NO INCLUYE
COMENTARIOS)

SERGIO GUTIERREZ J.
2014

SECABIP
(Seminario de Capacitación Bíblica Permanente)
1

El término DIEZMO en la Biblia (R.V. 60)


Gén. 14:20; Gén. 28:22; Lev. 27:30, 31, 32; Núm
18:21, 24, 26, 28; Deu. 12:6 , 11, 17,22, 23, 28;
26:12; 2Cr. 31:5, 6, 12; Neh. 10:37, 38; 12:44;
13:5,12; Amó. 4:4; Mal. 3:8, 10 ; Mat. 23:23;
Luc. 11:42; 18:12; Heb. 7:2, 4, 5, 6, 8, 9

NOTAS:
1-Los Libros citados en esta recopilación son todos de edición
digital.
2-Las citas están ordenadas por libros, en caso de declaraciones
repetidas, no se ha eliminado ninguna, esto con el propósito de
que aquellas personas que no cuenten con un libro, quizá tengan
a su alcance otro, de tal forma que siempre tengan acceso a la
declaración citada.
3-El énfasis en negrita en las citas es añadido por el autor de esta
recopilación.
4-El total de páginas de esta recopilación es de 172.
2

El término DIEZMO en declaraciones de Elena G. de White

A FIN DE CONOCERLE
No debemos considerar como propios los bienes que manejamos,
con los cuales podemos hacer como nos place. Pertenecen al Señor,
y debemos administrarlos de acuerdo con el plan prescrito por él
(Review and Herald Supplement, 21-6-1898).
Dios quiere que todos sus administradores sigan exactamente las
instrucciones dadas. No deben burlar el plan de Dios haciendo
algunas obras de caridad, presentando un obsequio o dando alguna
ofrenda, en el momento y en la forma como ellos, los agentes
humanos, lo ven conveniente. Dios ha dado a conocer su plan, y
todos los que colaboren con él lo llevarán a cabo en lugar de
atreverse a cumplirlo según su propia conveniencia... Dios los
honrará y trabajará para beneficio de ellos, porque tenemos su
promesa de que abrirá las ventanas del cielo y derramará sus
bendiciones en forma más abundante de lo que podemos recibir.
Es una mala práctica de los hombres procurar mejorar el plan de
Dios... Debemos calcular fielmente el diezmo, y luego decirle al
Señor: He hecho como me has ordenado. Si quieres honrarme
confiándome tus bienes para que yo negocie con ellos, por tu gracia
seré un fiel administrador y me esforzaré definidamente para que
haya alimento en tu casa...
Las personas que tienen grandes responsabilidades comerciales
deben asegurarse de que no roban a Dios en lo más mínimo, como se
dice en Malaquías. Allí se nos dice que reciben bendición los que
devuelven fielmente el diezmo, y maldición los que lo retienen
codiciosamente (Ibid.). (p, 224)
3

ALZA TUS OJOS

El dinero no puede ser llevado a la vida futura. No se lo necesita allí.


Pero las buenas obras hechas para ganar almas para Cristo, la fiel
inversión de los tesoros confiados por Dios, eso ha de ser llevado a
las cortes celestiales. Aquellos que gastan egoístamente los diezmos
de Dios en sí mismos, dejando sin ayuda a sus prójimos necesitados,
los que no hacen avanzar la obra de Dios en nuestro mundo,
deshonran a su Hacedor. "Robó a Dios" se escribe frente a sus
nombres.
La pobreza no es pecado, a menos que por descuido los hombres
acarreen pobreza sobre sí mismos. Y aun así, si se arrepienten, serán
perdonados... (p. 44)

La obra de Dios debe ser sustentada mediante diezmos, donaciones


y ofrendas. El Señor pide ahora los medios que ha confiado a sus
mayordomos. Debiera fluir una corriente constante a la tesorería, a
fin de que la obra no se vea obstaculizada. A algunos, Dios les ha
confiado riquezas terrenales para ser tenidas en custodia y devueltas
a El a medida que las requiera para llevar adelante su obra en la
tierra. Requiere de sus mayordomos un diezmo fiel de todo su
capital, y en adición al diezmo pide donaciones y ofrendas. (p. 112)

CADA DÍA CON DIOS

La generosidad es una de las virtudes que nos infunde el Espíritu


Santo, y cuando el profeso pueblo de Dios priva de al Señor de los
diezmos y las ofrendas experimenta una pérdida espiritual. El Señor
no recompensa la mezquindad. Invita a su pueblo a que lo honre con
sus bienes y con las primicias de todos sus frutos.
4

No se puede trazar una regla para cada caso, porque si así lo


hiciéramos, muchas veces desanimaríamos al dador. Hay que tomar
en cuenta las circunstancias en que se encuentran algunos, y que
Dios permite por alguna razón. El Señor espera que el hombre dé de
lo que tiene, y no de lo que no tiene. Para algunos la décima parte de
sus entradas no sería la proporción adecuada de lo que debería dar al
Señor, mientras que para otros sería perfectamente aceptable.
¡Cuántos están perdiendo ricas bendiciones y se están convirtiendo
en enanos espirituales porque privan al Señor de lo que le pertenece!
El enemigo de Dios y el hombre obra constantemente para desviar
los tesoros que pertenecen a Dios, para deleite, honra y gloria del ser
humano. Los hombres dicen: Las necesidades de mi familia
requieren que compre esto y aquello, y la casa se llena de
comodidades tales como muebles, ropas y manjares. No ponen
límite a sus deseos cuando, si lo hicieran, recibirían bendiciones
ellos mismos y para sus familiares.
Dios nos ha hecho sus mayordomos, colaboradores suyos en la gran
obra de promover el progreso de su reino en la tierra. Podemos
seguir la conducta del mayordomo infiel, y al hacerlo así perder los
más preciosos privilegios jamás concedidos a los hombres. (p. 98)

¿Manifiesta usted impaciencia y profiere palabras apresuradas?


¿Está lleno de estima propia? ¿Tiene pensamientos y costumbres
sensuales? ¿Está haciendo algo que se oponga de lleno al propósito
de Dios? ¿Le está robando a su Padre Celestial al negarle sus
talentos y su corazón? ¿Por qué no deja de hacerlo? ¿Por qué no se
entrega plenamente a Dios? Le impartirá su luz y su paz, y usted
gustará de su salvación. No le traiga más a Dios una ofrenda
perniquebrada o enferma. Sus facultades mentales y físicas están
debilitadas debido a su transgresión; pero el Cielo no puede aceptar
esa ofrenda. ¿Por qué no viene para que sus enfermedades sean
sanadas, y pueda ofrecer un sacrificio vivo, santo y sin mancha? ¿Le
ha estado robando a Dios los diezmos y las ofrendas? Esta
5

instrucción es para usted. Dice el Señor: "Traed todos los diezmos al


alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice
Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y
derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde" (Mal. 3:
10). ¿Por qué no confiar en la Palabra del Señor? Tenemos el
privilegio de experimentar el gozo de Cristo. (p. 102)

El fin se acerca rápidamente y muchos están durmiendo en nuestras


iglesias. Hagamos todos ahora del servicio del Señor nuestra tarea
principal. Dios ha confiado a su pueblo el talento de los medios
económicos; a algunos ha dado más y a otros menos. Para muchos la
posesión de riquezas ha sido una trampa. En su deseo de seguir las
modas del mundo han perdido su celo por la verdad, y están en
peligro de perder la vida eterna. Los hombres debieran devolver a
Dios los bienes que les ha confiado para que los administren, en la
misma proporción como él los ha prosperado. . .
Examinemos todos cuidadosamente nuestras relaciones financieras
con nuestro Creador. Los que no vacilen en tratar pérfidamente a su
Hacedor, no vacilarán tampoco en tratar a sus semejantes de la
misma manera.
Quisiera convencer a todos nuestros hermanos que Dios considera
robo la retención de los diezmos y ofrendas. Somos sólo
mayordomos de Dios. El dinero que pasa por nuestras manos no nos
pertenece. Al manejarlo, debemos colaborar con Jesucristo.
Debiéramos sentir un profundo interés por el progreso de la obra de
Dios. Ya ha crecido enormemente, pero va a progresar aun con
mayor rapidez. Necesitamos muchos obreros más, y todos
deberíamos manifestar un espíritu abnegado a fin de proporcionar
los medios para llevar el mensaje a nuevos territorios. En muchos
lugares la obra está muy atrasada debido a la escasez de medios
económicos. La reprensión de Dios recae sobre los que no acuden en
su ayuda. . .
En la gran obra de amonestar al mundo, los que tienen la verdad en
el corazón y están siendo santificados por ella, harán su parte. Serán
6

fieles en la devolución de los diezmos y ofrendas. Todo miembro de


iglesia, debido al pacto que ha hecho con Dios, está obligado a evitar
el derroche en el empleo de los medios económicos. No permitamos
que la falta de economía en el hogar nos impida hacer nuestra parte
para fortalecer la obra ya establecida y para entrar en nuevos
territorios (Manuscrito 103, del 6 de diciembre de 1906, "Dones y
ofrendas"). (p. 350)

CONDUCCIÓN DEL NIÑO

Los que comprendan su dependencia de Dios, sentirán que deben ser


honrados con sus semejantes y, sobre todo, deben serlo con Dios, de
quien proceden todas las bendiciones de la vida.
La evasión del mandamiento positivo dado por Dios concerniente a
los diezmos y las ofrendas se registra en los libros del cielo como un
robo hecho contra él (Counsels on Stewardship, págs. 77, 78). (p.
141)

CONSEJOS SOBRE LA OBRA DE LA ESCUELA SABÁTICA

Este asunto de dar ofrendas no está abandonado al impulso. Dios nos


ha dado instrucciones definidas con respecto a él. El ha especificado
que los diezmos y las ofrendas son la medida de nuestra obligación.
Y desea que demos en forma regular y sistemática. Pablo escribió a
la iglesia de Corinto: "Cuanto a la colecta para los santos, haced
vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia.
Cada primer día de la semana cada uno de vosotros aparte en su
casa, guardando lo que por bondad de Dios pudiere." Cada uno
examine regularmente sus entradas, todas las cuales son bendiciones
recibidas de Dios, y aparte el diezmo como un fondo separado,
destinándolo en forma sagrada al Señor. Este fondo en ningún caso
debe ser dedicado a otro uso; ha de ser dedicada solamente a
sostener el ministerio del Evangelio. Después que se ha puesto
7

aparte el diezmo, adjudíquense los dones y ofrendas "que por la


bondad de Dios" pudiereis. -Review and Herald, del 9 de mayo de
1893. p. (146, 147).

Hermanos y hermanas, ¿prometeréis hoy delante de Dios orar por


estos obreros que han sido elegidos para ir a otros países?
¿Prometeréis no solamente orar por ellos, sino sostenerlos con
vuestros diezmos y ofrendas? ¿Os prometeréis practicar una estricta
abnegación a fin de poder tener más recursos que dar para el avance
de la obra en las regiones lejanas? Nos sentimos impulsados por el
Espíritu de Dios a pediros que os prometáis delante de él apartar
algo semanalmente para el sostén de nuestros misioneros. Dios os
ayudará y os bendecirá al hacer esto. Review and Herald, del 11 de
noviembre de 1902. (p. 152, 153).

Dios ha convertido a los hombres en sus mayordomos. La propiedad


que él ha colocado en sus manos son los medios que ha provisto
para la difusión del Evangelio. A los que demuestren ser fieles
mayordomos él les encomendará mayores cometidos. Dice el Señor:
"Yo honraré a los que me honran." "Dios ama al dador alegre," y
cuando sus hijos, con corazón agradecido, traen sus dones y
ofrendas a él, "no con tristeza, o por necesidad," su bendición los
asistirá, como él ha prometido. "Traed todos los diezmos al alfolí, y
haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de
los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y vaciaré sobre
vosotros bendición hasta que sobreabunde." PP 529. (p. 154, 155)

Un raudal de luz resplandece de la Palabra de Dios, y debemos


despertarnos para reconocer las oportunidades descuidadas. Cuando
todos sean fieles en devolver a Dios lo suyo en diezmos y ofrendas,
se abrirá el camino para que el mundo oiga el mensaje para este
8

tiempo. Si el corazón de los hijos de Dios estuviese lleno de amor


por Cristo; si cada miembro de la iglesia estuviese cabalmente
imbuído de un espíritu de abnegación; si todos manifestasen cabal
fervor, no faltarían fondos para las misiones. Nuestros recursos se
multiplicarían; se abrirían mil puertas de utilidad, que nos invitarían
a entrar por ellas. Si el propósito de Dios de dar al mundo el mensaje
de misericordia hubiese sido llevado a cabo por su pueblo, Cristo
habría venido ya a la tierra, y los santos habrían recibido su
bienvenida en la ciudad de Dios. 4TS 415.

Si todos los que pretenden ser hijos e hijas de Dios, cumplieran


concienzudamente con su obligación hacia Dios y sus semejantes en
materia de diezmos y ofrendas, una abundancia de recursos afluiría
a la tesorería para sostener la obra de Dios en sus diferentes ramos
por todo nuestro mundo. Mientras ellos impartieran de sus dones, el
Señor abriría caminos por los cuales podrían seguir dando
continuamente ya que están recibiendo continuamente. No habría
entonces necesidad de hacer pedidos de recursos para sostener la
causa. Si el principio de dar al Señor lo que le pertenece fuera
realizado regular y sistemáticamente, ello sería reconocido por Dios.
"Yo honraré a los que me honran " Review and Herald, del 16 de
mayo de 1893. (p. 154,155)

Los hombres no tienen una inclinación natural a ser benevolentes,


sino a ser sórdidos y avaros, y a vivir para el yo. Y Satanás está
siempre listo para presentar las ventajas que pueden obtenerse al
usar los propios medios con propósitos egoístas y mundanos; se
alegra cuando puede influir sobre ellos a huir del deber y a despojar
a Dios de los diezmos y de las ofrendas. Pero nadie se halla
dispensado en este asunto. "Cada uno de vosotros aparte en su casa,
guardando lo que por la bondad de Dios pudiere." El pobre y el rico,
los jóvenes y las señoritas que ganan sueldo, todos deben apartar una
porción; pues Dios la reclama. La prosperidad espiritual de todo
9

miembro de la iglesia depende de un esfuerzo personal y de la


estricta fidelidad a Dios. 5T 382. (p. 157)

Ha habido gran dejadez de parte de los padres en procurar interesar a


sus hijos en el desarrollo de la causa de Dios. En muchas familias,
parece que se hace caso omiso de los niños, como si ellos fuesen
seres irresponsables. Algunos padres aun roban a Dios lo que por
derecho le pertenece como diezmos y ofrendas para poder juntar
riquezas para sus hijos, sin pensar que al hacerlo, están abriendo a
sus amados una puerta de tentación que por lo general provocará su
ruina. Les quitan a sus hijos la necesidad del esfuerzo personal y con
ello un estímulo a las acciones nobles.
Si se les animara a hacerlo, los niños ganarían medios para fines
benévolos y para el adelanto de la causa de Dios; y su interés
aumentaría por el hecho de haber invertido algo en estas empresas.
Sus pequeñas donaciones serían una ayuda material, y los niños
mismos estarían mucho mejor, física, mental y moralmente, por el
esfuerzo que hubieran hecho. Mediante la abnegación y diligencia,
adquirirían una experiencia valiosa que les ayudaría a tener éxito en
esta vida y a asegurarse la vida futura. TES 107, 108. (p. 158)

El único medio que Dios ha ordenado para hacer progresar su causa


es bendecir a los hombres con propiedades. El les da el sol que brilla
y la lluvia que cae; él hace que la vegetación florezca. El les otorga
salud y capacidad para adquirir recursos. Todas nuestras
bendiciones vienen de su mano bondadosa. En cambio de esto, él
requiere que los hombres y mujeres manifiesten su gratitud
retribuyéndole una porción en forma de diezmos y ofrendas:
ofrendas de acción de gracias, ofrendas voluntarias ofrendas por el
pecado. 5T 150. (p. 164, 165)
10

CONSEJOS PARA LOS MAESTROS PADRES Y ALUMNOS


ACERCA DE LA EDUCACIÓN CRISTIANA

Debe emplearse el mejor talento ministerial para conducir y dirigir


la enseñanza de la Biblia en nuestras escuelas. Los que son elegidos
para esta obra necesitan ser cabales estudiantes de ella; deben ser
hombres que tengan una profunda experiencia cristiana; y su salario
debe pagarse del diezmo.
El maestro de Biblia debe ser un hombre capaz de enseñar a sus
alumnos a presentar las verdades de la Palabra de Dios, de una
manera clara y convincente en público, y a hacer obra evangélica
eficaz de casa en casa. Es esencial que sea hábil en enseñar a los que
tienen el deseo de trabajar por el Maestro, a usar sabiamente lo que
han aprendido. Debe instruir a los alumnos para que emprendan el
estudio de la Biblia con espíritu de humildad, que escudriñen sus
páginas, no en busca de pruebas para sostener opiniones humanas,
sino con un sincero deseo de saber lo que Dios ha dicho. (p. 419)

CONSEJOS SOBRE EL RÉGIMEN ALIMENTICIO

No hacemos del consumo de la carne una condición para la


admisión de los miembros; pero debiéramos considerar la influencia
que ejercen sobre otros los creyentes profesos que usan carne. Como
mensajeros de Dios, sino diremos al pueblo: "Si, pues, coméis o
bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios"? (1
Cor. 10:31.) ¿No daremos un testimonio decidido contra la
complacencia del apetito pervertido? ¿Quiere cualquiera de los que
son ministros del Evangelio y que proclaman la verdad más solemne
que haya sido dada a los mortales, dar el ejemplo de volver a las
ollas de Egipto? ¿Quieren los que son, sostenidos por el diezmo de
la tesorería de Dios permitir que la gula envenene la corriente vital
que fluye por sus venas? ¿Harán caso omiso de la luz y las
11

amonestaciones que Dios les ha dado? La salud del cuerpo debe


considerarse como esencial para el crecimiento en la gracia y la
adquisición de un carácter templado. Si no se cuida debidamente el
estómago, será trabada la formación de un carácter moral integro. (p.
485, 486)

Una enorme suma de dinero se derrocha anualmente en la


complacencia de este vicio, mientras las almas perecen necesitadas
de la Palabra de vida. ¿Cómo pueden los cristianos que entienden
bien este problema, continuar robándole a Dios los diezmos y
ofrendas que se usan para el sostén del Evangelio, mientras ofrecen
sobre el altar del placer destructivo del tabaco, más de lo que dan
para socorrer a los pobres, o suplir las necesidades de la causa de
Dios? Si estas personas fueran verdaderamente santificadas,
ganarían la victoria sobre cada inclinación perjudicial. (p. 84)

No hacemos del consumo de la carne una condición para la


admisión de los miembros, pero debiéramos considerar la influencia
que ejercen sobre otros los creyentes profesos que usan carne. Como
mensajeros de Dios, ¿no diremos al pueblo: "Si pues coméis, o
bebéis o hacéis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de
Dios"? (1 Corintios 10: 31) ¿No daremos un testimonio decidido
contra la complacencia del apetito pervertido? ¿Quiere cualquiera de
los que son ministros del Evangelio y que proclaman la verdad más
solemne que haya sido dada a los mortales, dar el ejemplo de volver
a las ollas de Egipto? ¿Quieren los que son sostenidos por el diezmo
de la tesorería de Dios permitir que la gula envenene la corriente
vital que fluye por sus venas? ¿Harán caso omiso de la luz y las
12

amonestaciones que Dios les ha dado? La salud del cuerpo debe


considerarse como esencial para el crecimiento en la gracia y la
adquisición de un carácter templado. (p. 132, 133)

Cristo es su Redentor, y no tomará ventaja de sus confesiones


humilladoras. Si tienen pecados de carácter privado, confiésenlos a
Cristo, quien es el único Mediador entre Dios y el hombre. "Y si
alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo" (1 Juan 2: 1). Si han pecado reteniendo de Dios
sus diezmos y ofrendas, confiesen su culpa a Dios y a la iglesia, y
obedezcan lo que él ha ordenado: "Traed todos los diezmos al alfolí"
(Malaquías 3: 10). . . (p. 372)

La humildad, la abnegación, la dadivosidad y la devolución fiel de


los diezmos demuestran que la gracia de Dios está obrando en el
corazón. El mayor Maestro Médico que el mundo ha conocido, dejó
numerosas lecciones que muestran la necesidad de humildad. Esas
lecciones deben ser puestas en práctica por sus seguidores. Deben
vivir con abnegación y sacrificio. Para muchos esto será una
experiencia nueva, pero de ella depende su salvación. (p. 593)

Ciertamente la bondad y la misericordia nos asisten a cada paso.


Solamente cuando deseemos que el Padre infinito cese de
proporcionarnos sus dones, podremos exclamar con impaciencia:
¿Tendremos que dar siempre? No sólo deberíamos devolver siempre
nuestros diezmos a Dios que él reclama como suyos, sino además
llevar un tributo a su tesorería como una ofrenda de gratitud.
Llevemos a nuestro Creador, rebosantes de gozo, las primicias de su
munificencia: nuestras posesiones más escogidas y nuestro servicio
mejor y más piadoso.-RH, feb. 9, 1886. (p. 21)
13

Dios pide que su pueblo despierte a sus responsabilidades. De su


palabra fluye abundancia de luz, y debe producirse un cumplimiento
de las obligaciones descuidadas. Cuando se lleva a cabo esto dando
al Señor lo que le pertenece en diezmos y ofrendas, se abrirá el
camino para que el mundo escuche el mensaje que el Señor se
propone que éste oiga. Si nuestro pueblo poseyera el amor de Dios
en el corazón, si cada miembro de iglesia estuviera imbuido por el
espíritu de abnegación, no habría falta de fondos para las misiones
nacionales y extranjeras; nuestros recursos se multiplicarían; se
abrirían mil puertas de utilidad, y se nos invitaría a entrar por ellas.
Si se hubiera cumplido el propósito de Dios de presentar el mensaje
de misericordia al mundo, Cristo habría venido y los santos habrían
recibido la bienvenida a la ciudad de Dios. (p. 41, 42.)

Los hombres deberían dar testimonio de su interés en la causa de


Dios dando de su sustancia. Si ese interés se pusiera de manifiesto,
existiría el vínculo de la fraternidad y su fuerza aumentaría entre
todos los miembros de la familia de Cristo.
Esta obra de entregar fielmente todos los diezmos para que haya
comida en la casa de Dios, proporcionaría obreros para los campos
nacionales tanto como para los extranjeros. Aunque los libros y otras
publicaciones acerca de la verdad presente están derramando sus
tesoros de conocimientos en todas partes del mundo, sin embargo
hay que establecer puestos misioneros en diferentes lugares. (p. 44)

Hay algunos pocos fieles portaestandartes que nunca rehuyen el


deber o las responsabilidades. Sus corazones y bolsillos están
siempre abiertos a todo pedido de recursos para adelantar la causa de
Dios. A la verdad, algunos parecen listos a sobrepasar su deber,
como si temiesen perder la oportunidad de invertir su porción en el
banco del cielo.
14

Hay otros que harán lo menos que puedan. Atesoran sus recursos, o
malgastan medios en su propia persona, dando a regañadientes una
ofrenda escasa para sostener la causa de Dios. Si hacen una promesa
a Dios, se arrepienten luego y evitan su pago mientras pueden, si no
dejan de pagarla por completo. Disminuyen el diezmo tanto como
pueden como si temiesen que lo devuelto a Dios se perdiera.
Nuestras diversas instituciones pueden estar abrumadas por falta de
recursos, pero estas personas obran como si no les importara que
prosperen o no. Sin embargo, dichas instituciones son instrumentos
de Dios para iluminar al mundo.-JT 1, 556. (p. 47, 48)
Dios extiende su mano sobre los diezmos tanto como sobre los
donativos y las ofrendas, y dice: "Esto me pertenece. Cuando os
confié mis bienes especifiqué que una parte debía ser vuestra, para
suplir vuestras necesidades, y otra porción debía devolvérseme".
Cuando reuníais vuestra cosecha y llenabais vuestros galpones y
graneros para vuestra propia comodidad, ¿devolvisteis a Dios
fielmente el diezmo? ¿Le presentasteis vuestros donativos y
ofrendas para que su causa no sufriera? ¿Habéis cuidado de los
huérfanos y las viudas? Esto constituye un ramo de la actividad
misionera que por ninguna razón debería descuidarse. (p, 51)

Un talento convenientemente utilizado producirá dos para Dios. Se


espera que el interés sea proporcional al capital confiado. Dios
acepta de acuerdo con lo que un hombre tiene, en proporción con lo
que no tiene.
Dios pide lo que le debéis en diezmos y ofrendas. Pide consagración
en cada ramo de su obra. Desempeñad fielmente vuestra parte en el
puesto del deber que se os ha asignado. (p. 53, 54)

El mismo lenguaje que se emplea en el mandamiento del diezmo se


usa también con respecto al sábado: "El séptimo día es reposo para
Jehová tu Dios". El hombre no tiene derecho ni poder para poner el
15

primer día de la semana en lugar del séptimo. Puede pretender


hacerlo; "pero el fundamento de Dios está firme" (2 Tim. 2: 19). Las
costumbres y las enseñanzas de los hombres no disminuirán la
vigencia de la ley divina. Dios ha santificado el séptimo día. Esa
porción específica de tiempo puesta aparte por Dios mismo para el
culto religioso, continúa siendo tan sagrada hoy como cuando fue
santificada por primera vez por nuestro Creador.
Asimismo el diezmo de nuestras entradas es "santo a Jehová". El
Nuevo Testamento no promulga de nuevo la ley del diezmo, como
tampoco la del sábado, porque la validez de ambas se da por
establecida y su profundo significado espiritual se considera
explicado. . . Mientras nosotros como pueblo procuramos
firmemente dar a Dios el tiempo que él se ha reservado como suyo,
¿no le daremos también esa parte de nuestros recursos que él
reclama?-RH, mayo 16, 1882. (p. 71, 72)

Tal como lo hizo Abrahán, hay que pagar el diezmo de todo lo que
se posee y de todo lo que se recibe. Un diezmo dado fielmente es la
parte del Señor. Retenerlo es robar a Dios. Cada persona debe llevar
con liberalidad los diezmos y las ofrendas a la tesorería del Señor,
con buena voluntad y con gozo, porque al hacerlo así recibe una
bendición. Es peligroso retener como propia la parte que le
pertenece a Dios.-MS 159, 1899.
Tal [se refiere a la experiencia de Abrahán y Jacob en el pago del
diezmo] fue la práctica de los patriarcas y profetas que vivieron
antes del establecimiento de los judíos como una nación. Pero
cuando Israel se convirtió en un pueblo separado, el Señor le dio
instrucción definida acerca de este punto: "Y el diezmo de la tierra,
así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de
Jehová es; es cosa dedicada a Jehová" (Lev. 27: 30). Esta ley no
caducaría con los ritos y ofrendas de sacrificio que simbolizan a
Cristo. Mientras Dios tenga un pueblo en el mundo, sus derechos
sobre él serán los mismos.
16

El diezmo de todo lo que poseemos es del Señor. El se lo ha


reservado para que sea empleado con propósitos religiosos. Es santo.
En ninguna dispensación él ha aceptado menos que esto. Un
descuido o una postergación de este deber provocará el desagrado
divino. Si todos los cristianos profesos llevaran sus diezmos a Dios,
su tesorería estaría llena.-RH, mayo 16, 1882. (p. 72)

El sistema especial del diezmo se fundaba en un principio que es tan


duradero como la ley de Dios. Este sistema del diezmo era una
bendición para los judíos; de lo contrario, Dios no se lo hubiera
dado. Así también será una bendición para los que lo practiquen
hasta el fin del tiempo. Nuestro Padre celestial no creó el plan de la
benevolencia sistemática para enriquecerse, sino para que fuese una
gran bendición para el hombre. Vio que este sistema de beneficencia
era precisamente lo que el hombre necesitaba.-JT 1, 385, 386. (p,
73.)

La gran comisión dada a los apóstoles les ordenaba ir a todo el


mundo y predicar el Evangelio. Esto muestra la extensión de la obra
en nuestros días y la mayor responsabilidad que descansa sobre los
seguidores de Cristo. Si la ley requería diezmos y ofrendas hace
miles de años, ¡cuánto más esenciales son éstos ahora! Si en la
economía judía los ricos y los pobres debían dar sumas que estaban
en proporción con lo que poseían, es doblemente esencial que se
haga esto ahora.-4 T 474. (p. 74)

El sistema del diezmo se remonta hasta más allá del tiempo de


Moisés. Ya en los días de Adán, se requería de los hombres que
ofreciesen a Dios donativos de índole religiosa, es decir, antes que el
sistema fuese dado a Moisés en forma definida. Al cumplir lo
requerido por Dios, debían manifestar, mediante sus ofrendas,
17

aprecio por las misericordias y las bendiciones de Dios para con


ellos. Esto continuó durante las generaciones sucesivas y fue
practicado por Abrahán, quien dio diezmos a Melquisedec,
sacerdote del Altísimo.
El mismo principio existía en los días de Job. Mientras Jacob estaba
en Betel, peregrino, desterrado y sin dinero, se acostó una noche
solitario y abandonado, teniendo una piedra por almohada, y allí
prometió al Señor: "De todo lo que me dieres, el diezmo lo he de
apartar para ti" (Gén. 28: 22). Dios no obliga a los hombres a dar.
Todo lo que ellos dan debe ser voluntario. El no quiere que afluyan a
su tesorería ofrendas que no se presenten con buena voluntad.-JT 1,
372, 373. (p. 75)

En su primera carta a la iglesia de Corinto, Pablo instruyó a los


creyentes respecto a los principios generales sobre los cuales se
funda el sostén de la obra de Dios en la tierra. Escribiendo en cuanto
a sus labores apostólicas en favor de ellos, preguntó:
"¿Quién jamás peleó a sus expensas? ¿quién planta viña, y no come
de su fruto? ¿o quién apacienta el ganado, y no come de la leche del
ganado? ¿Digo esto según los hombres? ¿no dice esto también la
ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al
buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes? ¿O dícelo
enteramente por nosotros? Pues por nosotros está escrito; porque
con esperanza ha de arar el que ara; y el que trilla, con esperanza de
recibir el fruto.
"Si nosotros os sembramos lo espiritual- preguntó además el
apóstol- , ¿es gran cosa si segáremos lo vuestro carnal? Si otros
tienen en vosotros esta potestad, ¿no más bien nosotros? Mas no
hemos usado de esta potestad: antes lo sufrimos todo, por no poner
ningún obstáculo al evangelio de Cristo. ¿No sabéis que los que
trabajan en el santuario, comen del santuario, y que los que sirven al
altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que
anuncian el evangelio, que vivan del evangelio" (1 Cor. 9: 7-14).
18

El apóstol se refirió aquí al plan del Señor para sostener a los


sacerdotes que ministraban en el templo. Aquellos que eran
apartados para este sagrado cargo eran sostenidos por sus hermanos,
a quienes ellos ministraban las bendiciones espirituales. "Y
ciertamente los que de los hijos de Leví toman el sacerdocio, tienen
mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley" (Heb.
7: 5). La tribu de Leví fue escogida por el Señor para los cargos
sagrados pertenecientes al templo y al sacerdocio. Acerca del
sacerdote se dijo: "Porque le ha escogido Jehová. . . , para ministrar
al nombre de Jehová" (Deut. 18: 5). Dios reclamaba como propiedad
suya una décima parte de todas las ganancias…
A este plan para el sostén del ministerio se refirió Pablo cuando dijo:
"Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que
vivan del evangelio". Y más tarde, escribiendo a Timoteo, el apóstol
dijo: "Digno es el obrero de su jornal" (1 Tim. 5: 18).-HAS 270,
271. (p. 75-77)

Dios tiene derecho sobre nosotros y sobre todo lo que poseemos. Su


derecho tiene supremacía sobre todos los demás. Y como
reconocimiento de ese derecho, él nos pide que le devolvamos una
porción fija de todo lo que nos da. El diezmo es la parte que él
espera. Por indicación del Señor le fue consagrado desde los tiempos
más antiguos. . .
Cuando Dios libró a Israel desde Egipto para que fuera un tesoro
especial para él, le enseñó a dedicar el diezmo de sus posesiones al
servicio del tabernáculo. Esto era una ofrenda especial dedicada a un
trabajo especial. Todo lo que quedaba de sus bienes pertenecía a
Dios y debía ser usado para su gloria. Pero el diezmo era apartado
para el sostenimiento de los que ministraban en el santuario. Debía
darse de las primicias de los productos agrícolas, y juntamente con
los donativos y las ofrendas, proveía abundantes recursos para
sostener el ministerio del Evangelio para ese tiempo.
Dios no requiere menos de nosotros de lo que exigía a su pueblo de
la antigüedad. Los dones que nos da no son menores sino mayores
19

que los que ofrecía al Israel antiguo. Su servicio requiere recursos


económicos, y siempre los necesitará. La gran obra misionera en
favor de la salvación de las almas debe proseguir avanzando.
Mediante el diezmo, los donativos y las ofrendas, Dios ha
establecido una amplia provisión para su obra. Se propone que el
ministerio del Evangelio sea plenamente sustentado. Reclama el
diezmo como suyo, y éste siempre debería considerarse como una
reserva sagrada que debe colocarse en su tesorería para beneficio de
su causa, para el adelanto de su obra, para enviar sus mensajeros a
"los lugares más allá", hasta los últimos rincones del mundo. (p. 77)

El plan de Dios en el sistema del diezmo es hermoso por su


sencillez e igualdad. Todos pueden practicarlo con fe y valor porque
es de origen divino. En él se combinan la sencillez y la utilidad, y no
requiere profundidad de conocimiento para comprenderlo y
ejecutarlo. Todos pueden sentir que son capaces de hacer una parte
para llevar a cabo la preciosa obra de salvación. Cada hombre, mujer
y joven puede llegar a ser un tesorero del Señor, un agente para
satisfacer las demandas de la tesorería. . .
Por este sistema se alcanzan grandes objetos. Si todos lo aceptasen,
cada uno sería un vigilante y fiel tesorero de Dios, y no faltarían
recursos para llevar a cabo la gran obra de proclamar el último
mensaje de amonestación al mundo. La tesorería estará llena si todos
adoptan este sistema, y los contribuyentes no serán más pobres por
ello. Mediante cada inversión hecha, llegarán a estar más vinculados
a la causa de la verdad presente. Estarán "atesorando para sí buen
fundamento para lo porvenir", a fin de que "echen mano a la vida
eterna" (1 Tim. 6: 19).-JT 1, 367, 368. (p. 79)

En el sistema bíblico de los diezmos y las ofrendas las cantidades


pagadas por distintas personas variarán enormemente, puesto que
estarán en proporción a sus entradas. En el caso del pobre, el diezmo
será comparativamente pequeño, y hará su donativo en proporción a
20

sus posibilidades. Pero no es el tamaño del donativo lo que hace que


la ofrenda sea aceptable para Dios; es el propósito del corazón, el
espíritu de gratitud y amor que expresa. No se haga sentir a los
pobres que sus donativos son tan pequeños que no son dignos de
tomarse en cuenta. Que ellos den de acuerdo con sus posibilidades,
sintiendo que son siervos de Dios y que él aceptará su ofrenda.
Aquel a quien Dios ha confiado un cuantioso capital, si ama y teme
a Dios, no encontrará gravoso satisfacer las exigencias de una
conciencia iluminada en lo que se refiere a los derechos de Dios.
Los ricos sentirán la tentación de complacerse en el egoísmo y la
avaricia, y de retener los diezmos. Pero los que son fieles a Dios,
cuando sean tentados contestarán a Satanás: "Escrito está", " ¿robará
el hombre a Dios?" "Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare
todo el mundo, y perdiere su alma?" (Mat. 16: 26).-RH, mayo 16,
1893. (p. 79, 80)

En la gran obra de amonestar al mundo, los que poseen la verdad en


el corazón y han sido santificados por la verdad cumplirán con la
parte que se les ha asignado. Serán fieles en el pago de diezmos y
ofrendas. Cada miembro de iglesia está comprometido por el pacto
hecho con Dios a negarse todo lo que implique un gasto
extravagante de recursos. No permitamos que la falta de economía
en nuestra vida de hogar, nos incapacite para desempeñar nuestra
parte en el fortalecimiento de la obra que ya está establecida y nos
impida entrar en nuevos territorios.-RH, enero 17, 1907.
Ruego a mis hermanos y hermanas de todo el mundo que despierten
a la responsabilidad que descansa sobre ellos en lo que se refiere al
pago fiel del diezmo. . . Llevad fielmente la cuenta con vuestro
Creador. Comprended plenamente la importancia de ser justos con
Aquel que posee presciencia divina. Que cada uno escudriñe
diligentemente su corazón. Que revise sus cuentas y descubra en
qué relación se encuentra con Dios.
El que dio a su Hijo unigénito para que muriera por vosotros, ha
hecho un pacto con vosotros. El os da sus bendiciones y en cambio
21

requiere que le llevéis vuestros diezmos y ofrendas. Nadie se


atreverá a decir que no comprendió este asunto. El plan de Dios
concerniente a los diezmos y ofrendas está claramente establecido
en el tercer capítulo de Malaquías. Dios pide que sus instrumentos
humanos sean fieles al contrato que él ha hecho con ellos. "Traed
todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa" (Mal. 3:
10).-RH, dic. 3, 1901. (p. 80, 81)

Las Escrituras requieren de los cristianos que participen en un plan


de activa generosidad que les haga manifestar constantemente
interés en la salvación de sus semejantes. La ley moral ordenaba la
observancia del sábado, que no era una carga excepto cuando esa ley
era transgredida y los hombres se veían sujetos a las penalidades que
entrañaba su violación. Igualmente, el sistema del diezmo no era
una carga para aquellos que no se apartaban del plan. El sistema
ordenado a los hebreos no ha sido abrogado ni reducido su vigor por
Aquel que lo ideó. (p. 81)

Hablo del sistema del diezmo; ¡y sin embargo cuán escaso lo


considero! ¡Cuán pequeña estimación! ¡Cuán vano es el esfuerzo de
medir con reglas matemáticas el tiempo, el dinero y el amor
comparándolos con un amor y sacrificio que son inconmensurables e
incomputables! ¡Los diezmos para Cristo! ¡Oh, cuán escasa porción,
vergonzosa recompensa por lo que ha costado tanto!-4 T 119. (p. 82)

Un espíritu mezquino y egoísta impide que los hombres den a Dios


lo que es suyo. Dios ha establecido un pacto especial con los
hombres, según el cual si éstos apartan regularmente la porción
destinada a promover el reino de Cristo, el Señor los bendice
abundantemente, a tal punto que no tendrán lugar para recibir sus
22

dones. Pero si los hombres retienen lo que pertenece a Dios, el Señor


declara llanamente: "Malditos sois con maldición" (Mal. 3: 9). . .
Los que comprenden su dependencia de Dios sentirán que deben ser
honrados con sus semejantes, y por sobre todo, deben ser honrados
con Dios, de quien proceden todas las bendiciones de la vida. La
desobediencia a los mandamientos positivos dados por Dios
concernientes a los diezmos y las ofrendas, queda registrada en los
libros del cielo como un robo perpetrado contra él. Nadie que sea
deshonesto con Dios o con sus semejantes puede prosperar. (p. 83)

Hermanos y hermanas, si el Señor os ha bendecido con recursos


financieros, no los consideréis como propios. Consideradlos como
vuestros pero dados en depósito por Dios, y sed fieles y honrados en
el pago de los diezmos y las ofrendas. Cuando hacéis una promesa
tened la seguridad de que Dios espera que la paguéis tan pronto
como sea posible. No prometáis una parte al Señor para luego
apropiaros de ella a fin de emplearla en vuestro beneficio, no sea
que vuestras oraciones lleguen a ser abominación para él. El
descuido de estos deberes claramente revelados es lo que acarrea
oscuridad sobre la iglesia.-RH, dic. 17, 1889. (p. 84)

Las instrucciones dadas por el Espíritu Santo por medio del apóstol
Pablo concernientes a los donativos, presentan un principio que se
aplica también al diezmo: "Cada primer día de la semana cada uno
de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado" (1 Cor. 16:
2). Aquí se incluye a los padres y a los hijos. Esto se dirije no sólo a
los ricos sino también a los pobres. "Cada uno dé como propuso en
su corazón [guiado por la sincera consideración del plan prescrito
por Dios]: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al
dador alegre" (2 Cor. 9: 7). Los donativos hay que darlos en
consideración a la benevolencia de Dios manifestada hacia nosotros.
23

¿Y qué tiempo más apropiado podría elegirse para apartar el diezmo


y presentar nuestras ofrendas a Dios? En el día de reposo pensamos
en su bondad. Hemos contemplado su obra en la creación como una
evidencia de su poder en la redención. Nuestros corazones están
llenos de agradecimiento por su gran amor. Y ahora, antes de que
vuelva a comenzar el tráfago de la semana, le devolvemos lo que es
suyo, y con ello una ofrenda para manifestarle nuestra gratitud. En
esta forma nuestra práctica constituirá un sermón semanal que
declara que Dios es el dueño de todos nuestros bienes, y que él nos
ha hecho mayordomos suyos para que los empleemos para su gloria.
Cada acto de reconocimiento de nuestra obligación hacia Dios
fortalecerá el sentido del deber. La gratitud se profundiza cuando la
expresamos y el gozo que proporciona es vida para el alma y el
cuerpo.-RH, feb. 4, 1902. (p. 86)

El asunto de la dadivosidad no ha sido librado al impulso. Dios nos


ha dado instrucciones definidas concernientes a él. Ha especificado
que los diezmos y las ofrendas constituyen nuestra obligación, y
desea que demos en forma regular y sistemática. . . Que cada uno
examine periódicamente sus entradas, las que constituyen una
bendición de Dios, y aparte el diezmo para que sea del Señor en
forma sagrada. Este fondo en ningún caso debería dedicarse a otro
uso; debe dedicarse únicamente para el sostén del ministerio
evangélico. Después de apartar el diezmo hay que separar los
donativos y las ofrendas, "según haya prosperado" Dios.-RH, mayo
9, 1893.
El Señor no sólo reclama el diezmo como suyo, sino también
establece cómo debería reservárselo para él. Dice: "Honra a Jehová
con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos" (Prov. 3: 9).
Esto no nos enseña que debamos gastar los recursos en nosotros
mismos y luego llevar al Señor lo que quede, aunque esto sea
también un diezmo honrado. La porción del Señor debe separarse en
primer lugar.-RH, feb. 4, 1902. (p. 87)
24

El reproche, la amonestación y la promesa de Dios se dan con


lenguaje inequívoco en Malaquías 3: 8: "¿Robará el hombre a Dios?
Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos
robado?" El Señor responde: "En vuestros diezmos y ofrendas.
Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me
habéis robado".
El Señor del cielo desafía a quienes ha suplido con su abundancia a
probarlo. "Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi
casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os
abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros
bendición hasta que sobreabunde" (Mal. 3: 10).
Este mensaje no ha perdido nada de su fuerza. Su importancia se
renueva constantemente así como los dones de Dios se renuevan
continuamente. No hay dificultad para comprender cuál es nuestro
deber a la luz de este mensaje dado por medio del santo profeta de
Dios. No se nos ha dejado para que tropecemos en las tinieblas y la
desobediencia. La verdad se declara con toda llaneza, y todos los
que deseen ser honrados ante Dios pueden comprenderla. El diezmo
de todos nuestros ingresos es del Señor. El coloca su mano sobre la
porción que ha especificado que le devolvamos, y dice: Permito que
uséis de mi abundancia después de haber apartado la décima parte y
de haberme traído donativos y ofrendas.
Dios pide que su diezmo sea llevado a su tesorería. Devuélvase esa
parte en forma estricta, honrada y fiel. Además de esto él pide
vuestros donativos y ofrendas. A nadie se obliga a presentar delante
de Dios sus diezmos, donativos u ofrendas. Pero con la misma
seguridad con la que se nos ha dado la Palabra de Dios, él requerirá
lo suyo con interés de la mano de cada ser humano. Si los hombres
son infieles en devolver a Dios lo que le pertenece, si pasan por alto
la comisión dada a sus mayordomos, no seguirán teniendo la
bendición de lo que el Señor les ha confiado. (p. 88, 89)
25

"Entiendo que Ud. proclama también que no debemos pagar


diezmos. Hermano mío, 'quita tus zapatos de tus pies'; porque el
lugar donde Ud. está es tierra santa. El Señor me ha hablado con
respecto al pago de los diezmos. El ha dicho: 'Traed todos los
diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa'. . . Muy recientemente
se me ha dado luz directa de parte del Señor sobre este asunto, según
la cual muchos adventistas del séptimo día estaban robando a Dios
en los diezmos y las ofrendas, y se me reveló claramente que
Malaquías ha declarado el caso tal como es en realidad. Luego
entonces, ¿cómo osa algún hombre siquiera pensar en su corazón
que una sugestión para retener los diezmos y las ofrendas viene del
Señor? ¿Dónde, hermano, se ha descaminado Ud. de la senda? ¡Oh,
encamínese de nuevo a la senda recta!"-TM 57. (p. 89)

Estamos viviendo en un tiempo de solemne privilegio y de cometido


sagrado; un tiempo en el que nuestro destino está siendo decidido
para vida o para muerte. Recuperemos nuestra sensatez. Vosotros
que pretendéis ser hijos de Dios, llevad vuestros diezmos a su
tesorería. Dad ofrendas en forma voluntaria y abundante, según Dios
os haya prosperado. Recordad que el Señor os ha confiado ciertos
talentos con los que debéis negociar diligentemente para él.
Recordad también que el siervo fiel no se atribuye nada a sí mismo.
Toda alabanza y gloria son dadas al Señor: Tú me entregaste tu
depósito. No habría sido posible ganancia alguna sin que primero
hubiese habido un depósito. No habría podido haber ningún interés
sin un capital. El capital fue adelantado por el Señor. El éxito en los
negocios procede de él, y a él pertenece la gloria. (p. 58)
26

Es un asunto serio utilizar mal los bienes del Señor, robarle a Dios;
porque al hacerlo se pervierte la capacidad de percibir y el corazón
se endurece. Cuán árida es la experiencia religiosa y cuán confusa es
la comprensión del que no ama a Dios con amor puro y sin egoísmo,
y del que falla, por lo tanto, en amar a su prójimo como a sí mismo. .
.
El gran día final revelará ante ellos y todo el universo el bien que
habría podido hacerse si ellos no hubiesen seguido sus inclinaciones
egoístas robando así a Dios en los diezmos y las ofrendas. Habrían
podido colocar su tesoro en el banco del cielo y preservarlo en
bolsas que no envejecen; pero en lugar de hacerlo, lo gastaron en
ellos mismos y en sus hijos, y al parecer temían que el Señor
recibiese algo de su dinero o su influencia, y de esta manera
acarrearon sobre sí pérdida eterna. Piensen ellos en el resultado de
retener lo que es de Dios. El siervo infiel que no puso a interés el
dinero de su Señor, pierde una herencia eterna en el reino de gloria.-
RH, enero 22, 1895. (p. 91, 92)

Apresuraos, hermanos y hermanas, en devolver a Dios un diezmo


fiel, y en llevarle también ofrendas de agradecimiento voluntarias.
Hay muchos que no serán bendecidos hasta que restituyan los
diezmos que han retenido. Dios espera que redimáis el pasado. La
mano de la santa ley alcanza a cada alma que disfruta de los
beneficios de Dios. Que los que han retenido el diezmo hagan un
cálculo exacto y devuelvan al Señor lo que han robado de su obra.
Haced restitución y llevad al Señor ofrendas de paz. "¿O forzará
alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo" (Isa.
27: 5). Si reconocéis que habéis obrado mal al apropiaros de sus
bienes, y os arrepentís cabalmente, él perdonará vuestra
transgresión.-RH, dic. 10, 1901. (p. 92, 93)
27

Algunos dejan de educar a la gente en lo que se refiere al


cumplimiento de su deber. Predican esa parte de nuestra fe que no
despertará oposición ni desagradará a los oyentes; pero no declaran
toda la verdad. La gente disfruta de su predicación; pero hay falta de
espiritualidad porque no se satisfacen los derechos de Dios. Su
pueblo no le da los diezmos y las ofrendas que le pertenecen. Este
robo perpetrado contra Dios, practicado tanto por ricos como por
pobres, ha llevado oscuridad a las iglesias; y los pastores que
trabajan con la gente y no les presentan la sencilla voluntad revelada
de Dios, son puestos bajo condenación con la gente, porque han
descuidado su deber.-RH, abril 8, 1884.
El Señor lee los pensamientos codiciosos en cada corazón que se
propone retener lo que le pertenece. Dios ve a los que son
egoístamente descuidados en pagar sus diezmos y en llevar sus
donativos y ofrendas a la tesorería. El Señor Jehová lo comprende
todo. Así como se escribe un libro de memoria delante de él acerca
de los que temen al Señor y piensan en su nombre, así también se
lleva un registro de todos los que se apoderan de los dones que Dios
les ha enviado a fin de que los usen para la salvación de las almas.-
RH, mayo 16, 1893. (p. 93)

"Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y


probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré
las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde" (Mal. 3: 10). ¿Obedeceremos a Dios y le
llevaremos todos nuestros diezmos y ofrendas, para que haya
alimento a fin de satisfacer las necesidades de las almas que sienten
hambre por el pan de vida? Dios nos invita a ponerlo a prueba ahora
mismo, cuando el año viejo se aproxima a su final; hagámoslo así y
permitamos que el año nuevo nos encuentre con la tesorería de Dios
reabastecida. . .
El nos ha dicho que abrirá las ventanas del cielo y derramará sobre
nosotros bendiciones, hasta que sobreabunde. El empeña su Palabra:
"Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el
28

fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová


de los ejércitos" (Mal. 3: 11). De manera que su palabra constituye
nuestra seguridad de que nos bendecirá de tal modo que llegaremos
a dar diezmos y ofrendas aún mayores. "Volveos a mí, y yo me
volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos" (Mal. 3: 7).
Hermanos, ¿cumpliréis con las condiciones? ¿Ofreceréis en forma
voluntaria, con gozo y abundantemente? Las misiones extranjeras
necesitan los recursos que proceden de los Estados Unidos. ¿Pedirán
en vano? Las misiones nacionales tienen gran necesidad de dinero;
han sido establecidas por fe en diferentes lugares del campo. ¿Serán
dejadas para que languidezcan y mueran? ¿No nos levantaremos
para obrar? Que Dios ayude a su pueblo a hacer lo mejor que pueda.
(p. 95, 96)

El Señor me ha dado últimamente testimonios especiales


concernientes a las advertencias y promesas que él ha dado por
medio de Malaquías. Después de hablar con gran claridad en la
iglesia de Sydney [Australia], y mientras me ponía mi ropa de abrigo
en el cuarto de vestir, se me hizo esta pregunta: "Hna. White, ¿cree
Ud. que mi padre debería pagar el diezmo? Ha tenido grandes
pérdidas recientemente, y dice que tan pronto como cancele su
deuda, pagará el diezmo". Le pregunté: "¿Cómo considera Ud. las
obligaciones hacia Dios, quien nos da la vida y la respiración, y
todas las bendiciones de que disfrutamos? ¿Le parece a Ud. que
nuestra deuda con Dios debe aumentar continuamente? ¿Quitará Ud.
a Dios la parte que él nunca nos ha dado para que la empleemos con
otro propósito que no sea la promoción de su obra, para sostener a
sus siervos en el ministerio? Para responder a su pregunta, el profeta
Malaquías dice: 'Robará el hombre a Dios?. . . y dijisteis: ¿En qué te
hemos robado?' -como si voluntariamente se quisiera entender mal
este tema. Pero a continuación se da la respuesta: 'En vuestros
diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros,
la nación toda, me habéis robado'. Después de esta declaración, ¿me
atrevería a decirle: Ud. no necesita pagar el diezmo mientras esté
29

endeudado? ¿Debería decirle que debe pagar todo lo que debe a


cualquier persona, aunque robe a Dios para hacerlo?"
Si todos aceptaran lo que dice la Escritura, y abrieran sus corazones
para comprender la palabra de Dios, no dirían: "No puedo
comprender el asunto del diezmo. No puedo entender que en mis
circunstancias tenga que pagar el diezmo". "¿Robará el hombre a
Dios? "El resultado de hacerlo ha sido claramente expresado, y yo
no arriesgaría las consecuencias. Todos los que decidan obedecer a
Dios de todo corazón; los que no se apoderen de los fondos
reservados de Dios -su propio dinero- para pagar sus deudas; los que
devuelvan al Señor la parte que él reclama como suya, recibirán la
bendición de Dios que se promete a los que le obedecen.-Special
Testimony to Battle Creek Church, págs. 9, 10 [agosto, 1896]. (p.
98, 99)

El diezmo es sagrado, y ha sido reservado por Dios mismo. Debe ser


llevado a su tesorería para que se lo emplee en la sustentación de los
obreros evangélicos. Durante largo tiempo el Señor ha sido robado
porque hay quienes no comprenden que el diezmo es la porción que
Dios se ha reservado. Algunos no han estado satisfechos y han
dicho: "No pagaré más mi diezmo, porque no tengo confianza en la
forma como se manejan las cosas en el corazón de la obra". ¿Pero
robaréis a Dios porque pensáis que el manejo de la obra no es
correcto? Presentad vuestras quejas en forma clara y abierta, con el
espíritu debido, a las personas debidas. Pedid que las cosas sean
ajustadas y puestas en orden; pero no retengáis lo que corresponde a
la obra de Dios, demostrando así que sois infieles, porque otros no
están obrando correctamente.-9 T 249. (p. 99, 100)

Como resultado de las reuniones especiales realizadas en la iglesia


de ---------------, se ha producido un progreso decidido en
30

espiritualidad, piedad, caridad y actividad. Se predicó acerca del


pecado de robar a Dios en los diezmos y ofrendas. . .
Muchos confesaron que no habían pagado los diezmos durante años;
y sabemos que Dios no puede bendecir a los que le roban, y que la
iglesia debe sufrir las consecuencias de los pecados de sus miembros
individuales. En los libros de nuestra iglesia hay una gran cantidad
de nombres, y si todas esas personas pagaran prontamente un
diezmo honrado al Señor, lo que constituye su parte, la tesorería no
carecería de recursos. . .
Cuando se presentó el pecado de robar a Dios, la gente recibió un
concepto más claro de su deber y privilegio en este asunto. Un
hermano dijo que durante dos años no había pagado sus diezmos, y
que estaba desesperado; pero después de confesar su pecado,
comenzó a cobrar esperanza. "¿Qué debo hacer?" -preguntó.
Le dije: "Entregue una promesa escrita al tesorero de la iglesia; eso
tendrá valor formal".
El pensó que eso constituía un pedido más bien extraño, pero se
sentó y comenzó a escribir: "Por valores recibidos, prometo pagar. .
." Levantó la cabeza como para preguntar: ¿Es ésta la forma
adecuada de formular una promesa al Señor?
"Sí -continuó-, por valores recibidos. ¿Acaso no he estado
recibiendo las bendiciones de Dios día tras día? ¿No me han
protegido los ángeles? ¿No me ha bendecido el Señor con toda clase
de bendiciones espirituales y temporales? Por valores recibidos,
prometo pagar la suma de 571.50 dólares al tesorero de la iglesia".
Después de haber realizado todo lo posible de su parte, se sintió
feliz. Al cabo de pocos días había cumplido su promesa pagando los
diezmos a la tesorería. También realizó un donativo de 125 dólares
en ocasión de la Navidad.
Otro hermano hizo una promesa escrita por 1.000 dólares, esperando
pagarla al cabo de pocas semanas. Y un tercero prometió pagar 300
dólares.-RH, feb. 19, 1889. (p. 101, 102)
31

Muchas personas durante largo tiempo no han tratado honradamente


con Dios. Al no separar el diezmo cada semana han dejado que éste
se acumule hasta constituir una suma voluminosa, y ahora se
resisten a pagarlo. Conservan esos diezmos atrasados y los utilizan
como si les pertenecieran. Pero son propiedad de Dios que ellos han
rehusado poner en su tesorería.-RH, dic. 23, 1890.
Que los que han llegado a ser descuidados e indiferentes, y retienen
sus diezmos y ofrendas, se acuerden que están bloqueando el
camino e impidiendo que la verdad llegue a regiones lejanas. Se me
ha indicado que diga al pueblo de Dios que redima su honor
devolviendo a Dios fielmente el diezmo.-MS 44, 1905. (p. 102)

El viernes de mañana hablé acerca del diezmo. Este tema no ha sido


presentado en las iglesias en la forma debida, y ese descuido
juntamente con la depresión financiera ha ocasionado una marcada
disminución de los diezmos durante el año pasado. En esta
asociación el tema se ha presentado cuidadosamente en una reunión
tras otra. . .
Un hermano de distinguida apariencia, delegado de Tasmania, vino
a verme y me dijo: "Me alegro de haberle oído hablar acerca del
diezmo. No sabía que fuera una cosa tan importante. No seguiré
descuidándolo". Y luego comenzó a calcular la cantidad de diezmo
que debía durante los últimos veinte años, y dijo que lo pagaría con
tanta rapidez como pudiera, porque no quería que el pecado de haber
robado a Dios, registrado en los libros del cielo, lo enfrentara en el
juicio.
Una hermana de la iglesia de Melbourne ha traído once libras
esterlinas [54 dólares] como diezmos atrasados que ella no había
comprendido que debía pagar. A medida que han recibido la luz
muchas personas han confesado que están endeudadas con Dios y
han manifestado su determinación de pagar esa deuda. . . Les
propuse que llevaran a la tesorería sus pagarés prometiendo pagar la
cantidad completa correspondiente a un diezmo honrado tan pronto
como pudieran obtener el dinero. Muchas cabezas se inclinaron
32

manifestando asentimiento, y tengo confianza en que en el próximo


año no tendremos, como ahora, una tesorería vacía.-MS 4, 1893. (p.
102, 103)

Muchísimas personas han perdido su espíritu de abnegación y


sacrificio. Han estado enterrando su dinero en posesiones
temporales. Hay hombres a quienes Dios ha bendecido y a quienes
está probando para ver cómo responderán ante sus beneficios. Han
retenido sus diezmos y sus ofrendas hasta que su deuda al Señor de
los ejércitos ha llegado a ser tan grande que palidecen ante el
pensamiento de devolver al Señor lo que es suyo: un diezmo justo.
Apresuraos, hermanos, ahora que tenéis la oportunidad de ser
honrados con Dios; no demoréis.-General Conference Daily
Bulletin, feb. 28, 1893. (p. 103, 104)

¿Cómo está vuestra mayordomía? ¿Habéis robado a Dios en


diezmos y ofrendas durante el año pasado? Contemplad vuestros
graneros bien abastecidos y vuestras despensas repletas con las
buenas cosas que el Señor os ha dado, y preguntad si habéis
devuelto al Dador lo que le pertenece. Si habéis robado a Dios,
hacedle restitución hasta donde sea posible, enderezad lo pasado y
luego pedid al Salvador que os perdone. ¿No devolveréis al Señor lo
que le pertenece, antes que este año con todas las anotaciones hechas
en los registros celestiales pase a la eternidad?-RH, dic. 23, 1902.
(p.104)

Aquellos a quienes Dios concedió más riquezas, se inclinan con más


intensidad a retener lo que tienen, porque deben dar una suma
proporcional a su propiedad. Jacob dio el diezmo de todo lo que
tenía, y luego, reconociendo que antes lo había empleado para su
33

uso personal, dio al Señor el beneficio de lo que había usado para sí


durante el tiempo que había estado en un país pagano y no podía
pagar su voto. Esto sumaba una cantidad elevada, pero no vaciló; no
consideraba suyo, sino como del Señor, lo que había consagrado a
Dios.
Según la cantidad otorgada será la requerida. Cuanto mayor sea el
capital confiado, más valioso es el don que Dios requiere que se le
devuelva. Si un cristiano tiene diez o veinte mil pesos, las exigencias
de Dios son imperativas para él, no sólo en cuanto a dar la
proporción de acuerdo con el sistema del diezmo, sino en cuanto a
presentar sus ofrendas por el pecado y agradecimiento a Dios.-JT 1,
546, 547.
La oración no tiene por objeto obrar un cambio en Dios; nos pone a
nosotros en armonía con Dios. No reemplaza al deber. Dios nunca
aceptará en lugar del diezmo la oración hecha con frecuencia y
fervor. La oración no pagará nuestras deudas a Dios.-MJ 246. (p.
105)

Dios ha dado instrucciones especiales concernientes al empleo del


diezmo. No es su propósito que su obra se vea estorbada por falta de
recursos. El ha explicado claramente nuestro deber en lo que
concierne a estos puntos, a fin de que no se realice un trabajo casual
y para que no se cometan errores. La porción que Dios se ha
reservado no debe usarse para ningún otro propósito fuera del que él
ha especificado. Que nadie se sienta libre para retener sus diezmos
con el fin de usarlos según su propio juicio. No debe emplearse en
caso de emergencia, ni como parezca conveniente, aun en cosas que
conciernan a la obra de Dios.
El ministro, por precepto y ejemplo, debe enseñar a la gente a
considerar el diezmo como algo sagrado. Este no debe pensar que
puede retenerlo y usarlo según su criterio personal, porque es un
ministro. No le pertenece. No está en libertad de dedicarlo para sí
mismo sea lo que fuere que piense que se le debe. No debe respaldar
34

con su influencia ningún plan para apartar de su uso legítimo los


diezmos y las ofrendas de Dios. Estos deben colocarse en su
tesorería y considerarse sagrados para su servicio tal como él lo ha
designado.
Dios desea que todos sus mayordomos sigan con exactitud las
disposiciones divinas. No deben contradecir los planes del Señor
llevando a cabo alguna obra de caridad, o dando algún regalo u
ofrenda, cuando o como ellos, los instrumentos humanos, consideren
conveniente. Los hombres practican un procedimiento muy pobre
cuando procuran mejorar el plan de Dios, e inventar un sustituto,
haciendo prevalecer sus buenos impulsos en esta o aquella ocasión
y oponiéndolos contra los requerimientos de Dios. Dios pide que
todos respalden con su influencia sus propias disposiciones. El ha
dado a conocer su plan, y todos los que deseen colaborar con él
deben llevarlo a cabo en vez de atreverse a intentar un mejoramiento
de él.
El Señor instruyó a Moisés en beneficio de Israel: "Y mandarás a los
hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas, para
el alumbrado, para hacer arder continuamente las lámparas" (Exo.
27: 20). Esta debía ser una ofrenda continua para que la casa de Dios
estuviera debidamente provista con lo que era necesario para su
servicio. Su pueblo debe recordar hoy que la casa de culto es
propiedad del Señor, y que por lo tanto debe conservársela
escrupulosamente. Pero los fondos para esta obra no deben proceder
del diezmo. Me ha sido dado un mensaje claro y bien definido para
nuestro pueblo. Se me ha pedido que les comunique que están
cometiendo un error al dedicar el diezmo a diferentes propósitos
que, aunque son buenos en sí mismos, no son los objetivos para los
cuales el Señor ha establecido el diezmo. Los que hacen este uso del
diezmo se están apartando de las disposiciones del Señor. Dios los
juzgará por esto.
Algunos piensan que el diezmo puede aplicarse a las escuelas. Otros
suponen que los colportores deberían ser sostenidos con el diezmo.
Pero se comete un grave error cuando el diezmo se aparta del
objetivo para el que ha sido destinado: el Sostén de los ministros. . .
35

El diezmo es del Señor, y los que interfieren con él serán castigados


con la pérdida de su riqueza eterna a menos que se arrepientan. Que
la obra no siga siendo limitada debido a que el diezmo se ha
apartado hacia diversos conductos que no tienen nada que ver con el
fin al que Dios lo destinó. Se ha hecho provisión para estos otros
ramos de la obra. Deben ser sostenidos, pero no con el diezmo. Dios
no ha cambiado; el diezmo todavía ha de usarse para el sostén del
ministerio.-9 T 247-250. (p. 107, 108)

Nuestras asociaciones dirigen su mirada a nuestras escuelas en busca


de obreros educados y bien preparados, por lo que debieran prestar a
las escuelas el auxilio más generoso e inteligente. Ha sido dada clara
luz en cuanto a que aquellos que ministran en nuestras escuelas
enseñando la Palabra de Dios, explicando las Escrituras, educando a
los alumnos en las cosas de Dios, deben ser sostenidos con el
diezmo. Hace mucho que fue dada esta instrucción y recientemente
ha sido repetida vez tras vez.- JT 2, 473, 474.
El diezmo ha sido puesto aparte con un propósito especial. No debe
considerarse como un fondo para pobres. Debe dedicarse
especialmente al sostén de los que predican el mensaje de Dios al
mundo; y no hay que desviarlo de este propósito.-RH Supplement,
dic. 1, 1896.
Se me mostró que es un error emplear el diezmo para satisfacer los
gastos ocasionales de la iglesia. En esto ha habido un alejamiento de
los métodos correctos. Sería mucho mejor vestirse con más
sencillez, eliminar la complacencia, y practicar la abnegación a fin
de satisfacer esas necesidades. Al hacerlo así tendréis una buena
conciencia. Pero estáis robando a Dios cada vez que ponéis vuestras
manos en la tesorería y extraéis fondos para satisfacer los gastos
corrientes de la iglesia.-Special Testimony to Battle Creek Church,
págs. 6, 7 [agosto, 1896]. (p. 109)
36

Sobre quienes se dedican al ministerio pesa una gran


responsabilidad que es extrañamente descuidada. A algunos les
agrada predicar, pero no realizan obra personal en las iglesias. Hay
una gran necesidad de instrucción concerniente a las obligaciones y
los deberes hacia Dios, especialmente con respecto a pagar
honradamente el diezmo. Nuestros ministros se sentirían muy
apesadumbrados si no se les pagara prontamente por su trabajo;
¿pero considerarán ellos que debe haber sustento en la tesorería de
Dios para mantener a los obreros? Si dejan de cumplir con todo su
deber en lo que atañe a la educación del pueblo para que éste sea fiel
en el pago de lo que pertenece a Dios, habrá escasez de recursos en
la tesorería para promover la obra de Dios.
El veedor de la grey de Dios debería cumplir fielmente su deber. Si
por la sola razón de que una cosa no le agrada decide dejarla para
que otro la haga, no está siendo un obrero fiel. Debe leer en
Malaquías las palabras del Señor con las que acusa al pueblo de
robar a Dios al retener los diezmos. El Dios poderoso declara:
"Malditos sois con maldición" (Mal. 3: 9). Cuando el que ministra
en palabra y doctrina ve que el pueblo adopta una conducta que
acarreará esta maldición sobre él, ¿cómo puede descuidar su deber
de instruirlo y amonestarlo? Cada miembro de iglesia debería ser
enseñado a ser fiel en el pago honrado del diezmo.-9 T 250, 251. (p,
110)

Un obrero no debe nunca dejar sin hacer alguna parte del trabajo
porque no es agradable ejecutarla, pensando que el predicador que
vendrá después la hará en su lugar. Cuando tal es el caso, si el
segundo predicador sigue al primero y presenta los derechos que
Dios tiene sobre su pueblo, algunos retroceden, diciendo: "El
predicador que nos anunció la verdad no mencionó estas cosas", y se
ofenden a causa de la palabra. Algunos se niegan a aceptar el
sistema del diezmo; se apartan y ya no andan más con los que creen
y aman la verdad. Cuando se les presentan otros temas, contestan
"No nos enseñaron así", y vacilan en progresar. ¡Cuánto mejor
37

habría sido que el primer mensajero de la verdad educase fiel y


cabalmente a estos conversos en todos los puntos esenciales, aunque
fuese menor el número de personas añadidas a la iglesia por medio
de sus labores! Dios preferiría que hubiese seis personas cabalmente
convertidas a la verdad antes que sesenta que lo profesasen y no
fuesen verdaderamente convertidas.
Es parte de la obra del predicador enseñar a los que aceptan la
verdad por sus esfuerzos a traer el diezmo al alfolí, en
reconocimiento de su dependencia de Dios. Los nuevos conversos
deben ser plenamente instruidos acerca de su deber en cuanto a
devolver al Señor lo que le pertenece. La orden de pagar el diezmo
es tan clara que no hay ni sombra de excusa para violarla. El que
descuida de dar instrucciones acerca de este punto, deja sin hacer
una parte muy importante de su obra. (p. 111)

Que la iglesia designe a pastores o ancianos que se hayan


consagrado al Señor Jesús, y que esos hombres comprendan que se
elige a dirigentes que se desempeñarán fielmente en la obra de
reunir el diezmo. Si los pastores demuestran que no están
capacitados para ese cargo, si dejan de destacar ante la iglesia la
importancia de devolver a Dios lo que le pertenece, si no se
preocupan de que los dirigentes de iglesia que dependen de ellos
sean fieles, y de que el diezmo sea llevado a la tesorería, están en
peligro. Están descuidando un asunto que implica una bendición o
una maldición para la iglesia. Deberían ser relevados de su
responsabilidad y habría que poner a prueba a otros hombres.
Los mensajeros del Señor deberían preocuparse de que los
miembros de las iglesias cumplan fielmente sus requerimientos.
Dios dice que debería haber alimento en su casa, y si el dinero de la
tesorería es usado indebidamente, si se considera correcto que las
personas usen el diezmo en la forma como les plazca, el Señor no
puede bendecir. No puede sostener a los que piensan que pueden
hacer lo que quieran con lo que pertenece a él.-RH Supplement, dic.
1, 1896. (p. 112)
38

Que los ancianos y los dirigentes de la iglesia sigan las instrucciones


de la Palabra Sagrada, e insten a sus miembros acerca de la
necesidad de ser fieles en el pago de las promesas, los diezmos y las
ofrendas.-RH, dic. 17, 1889. (p.113)

Nadie, sea rico o pobre, puede glorificar a Dios por una vida de
indolencia. Todo el capital que tienen muchos pobres está
constituido por su tiempo y su fuerza física, y con frecuencia los
malgastan por amor a la comodidad y a la indolencia negligente, de
manera que no tienen nada que llevarle a su Señor en diezmos y
ofrendas. Si los cristianos carecen de sabiduría para hacer que su
trabajo rinda la mayor utilidad y para hacer una aplicación juiciosa
de sus facultades físicas y mentales, deben tener mansedumbre y
humildad para recibir el consejo de sus hermanos, a fin de que el
mejor juicio de ellos supla sus deficiencias, (p. 128)

Todas nuestras ofrendas debemos presentarlas con gozo, porque


proceden de los fondos que el Señor ha considerado conveniente
colocar en nuestras manos con el propósito de llevar adelante su
obra en el mundo, a fin de que el estandarte de la verdad pueda ser
desplegado en las zonas rurales y urbanas del mundo. Si todos los
que profesan la verdad quisieran dar al Señor lo que le pertenece en
términos de diezmos, donativos y ofrendas, habría alimento en la
casa del Señor .
La causa de la liberalidad no dependería más de los donativos
inciertos hechos por impulso y que varían de acuerdo con los
sentimientos de los hombres. Los derechos de Dios serían aceptados
de buena gana y se consideraría que su causa tiene derecho legítimo
a una parte de los fondos confiados a nuestras manos.
39

Cada mayordomo fiel debería estar más ansioso de aumentar la


porción de donativos que coloca en la tesorería del Señor antes que
en disminuir su ofrenda en una jota o un tilde. ¿A quién está
sirviendo? ¿Para quién está preparando una ofrenda? Para Aquel de
quien depende para recibir todas las buenas cosas de las que disfruta.
Por lo tanto, que ninguno de nosotros que recibe la gracia de Cristo
dé ocasión para que los ángeles se avergüencen de nosotros y para
que Jesús se avergüence de llamarnos hermanos. (p. 212, 211)

Los que se hallan comparativamente en la pobreza son los que hacen


más para sostener la causa de Dios. Son generosos con lo poco que
poseen. Han fortalecido sus impulsos generosos por la liberalidad
continua. Como sus gastos casi equivalían a sus entradas, su pasión
por las riquezas terrenales no tuvo cabida ni oportunidad de
fortalecerse.
Pero son muchos los que, al comenzar a juntar riquezas materiales,
calculan cuánto tardarán en poseer cierta suma. En su afán de
acumular una fortuna, dejan de enriquecerse para con Dios. Su
generosidad no se mantiene a la par con lo que reúnen. A medida
que aumenta su pasión por las riquezas, sus afectos se entrelazan con
su tesoro. El aumento de su propiedad fortalece el intenso deseo de
tener más, hasta que algunos consideran que el dar al Señor el
diezmo es una contribución severa e injusta. (p. 234, 235)

Muchos, muchísimos no han aprendido a mantener sus gastos dentro


de los límites de sus entradas. No aprenden a adaptarse a las
circunstancias, y piden prestado una vez tras otra, y en esa forma
quedan agobiados por las deudas, y en consecuencia se desaniman y
descorazonan.
40

Muchos no se acuerdan de la causa de Dios, y gastan


descuidadamente dinero en diversiones en los días feriados, en
vestidos y necedades, y cuando se hace un pedido para promover la
obra en el país y en las misiones extranjeras, no tienen nada para
dar, y hasta han gastado más de lo que tenían. Así roban a Dios en
los diezmos y ofrendas, y por medio de su complacencia egoísta
exponen el alma a las fieras tentaciones y caen en las trampas de
Satanás. (p. 264)

La idea según la cual no habría que establecer un sanatorio a menos


que pudiera iniciarse sin deuda, ha puesto un freno sobre las ruedas
del progreso. Al edificar casas de culto hemos tenido que tomar
dinero prestado a fin de llevar a cabo algo de inmediato. Hemos
estado obligados a hacer esto para cumplir las direcciones de Dios.
Personas profundamente interesadas en el progreso de la obra han
tomado dinero en préstamo y han pagado intereses sobre él a fin de
establecer colegios y sanatorios y para edificar casas de culto. Las
instituciones que se han establecido en esta forma y las iglesias que
se han edificado han sido los medios para ganar a muchas personas a
la verdad. En esta forma el diezmo ha sido aumentado y se han
añadido obreros a las fuerzas del Señor.-Carta 211, 1904. (p. 294)

La causa de Dios mantiene una exigencia continua. Por lo tanto, la


laboriosidad se requiere de parte de todos, encumbrados y humildes,
ricos y pobres, a fin de devolver a Dios los réditos debidos, para que
haya "alimento" en su casa, y puedan ser sostenidos los siervos a
quienes él ha llamado a la obra de comunicar la verdad a un mundo
que perece.
Dios no sólo requiere el diezmo, sino también pide que todo lo que
poseemos sea usado para su gloria. No debemos ser derrochadores,
porque los bienes que poseemos son propiedad de Dios. Ni un peso,
ni un centavo, son nuestros. (p. 304)
41

Algunos experimentaron adversidad. Sus cosechas fracasaron de


modo que no pudieron cumplir sus promesas; y otros hasta fueron
colocados en circunstancias apremiantes. Entonces, por supuesto, no
se podía esperar que pagasen. Pero si no hubieran murmurado ni
retirado su corazón de sus promesas, Dios habría obrado en favor de
ellos y habría proporcionado medios por los cuales cada uno hubiera
podido pagar lo que había prometido. No esperaron con fe,
confiando en que Dios abriría el camino para que ellos pudiesen
redimir sus promesas.
Algunos tenían recursos; y si hubieran tenido la misma buena
voluntad que cuando formularon sus promesas, y si hubieran
devuelto voluntariamente a Dios en diezmos y ofrendas lo que él les
había prestado para este propósito, habrían sido bendecidos con
mucha abundancia. Pero Satanás acudió con sus tentaciones e indujo
a algunos a poner en duda los motivos y el espíritu que indujeron al
siervo de Dios a presentar el pedido de recursos. (p. 326)

Algunos cierran sus oídos cuando se pide dinero que se ha de


emplear en enviar misioneros a países extranjeros, y en publicar la
verdad y diseminarla por todo el mundo como caen las hojas de los
árboles en el otoño. Los tales disculpan su codicia informándonos de
que han hecho arreglos para hacer obras de caridad después de su
muerte. Han considerado la causa de Dios en sus testamentos. Por
tanto, viven una vida de avaricia, robando a Dios en los diezmos y
las ofrendas, y en sus testamentos devuelven a Dios tan sólo una
pequeña porción de lo que él les ha prestado, mientras asignan una
gran parte a parientes que no tienen interés alguno en la verdad. Esta
es la peor clase de robo. Roban a Dios lo que le deben, no sólo
durante toda su vida, sino también al morir. (p. 339, 340)
42

EL DESEADO DE TODAS LAS GENTES

Nunca, ni por sus palabras ni por sus acciones, menoscabó Jesús la


obligación del hombre de presentar dones y ofrendas a Dios. Cristo
fue quien dio todas las indicaciones de la ley acerca de los diezmos
y las ofrendas. (p. 363)

"¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque diezmáis la


menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más grave de
la ley, es a saber, el juicio y la misericordia y la fe: esto era menester
hacer, y no dejar lo otro." En estas palabras Cristo vuelve a condenar
el abuso de la obligación sagrada. No descarta la obligación misma.
El sistema del diezmo era ordenado por Dios y había sido observado
desde los tiempos más remotos. Abrahán, padre de los fieles, pagó
diezmo de todo lo que poseía. Los gobernantes judíos reconocían la
obligación de pagar diezmo, y eso estaba bien; pero no dejaban a la
gente libre para ejecutar sus propias convicciones del deber. Habían
trazado reglas arbitrarias para cada caso. Los requerimientos habían
llegado a ser tan complicados que era imposible cumplirlos. Nadie
sabía cuándo sus obligaciones estaban satisfechas. Como Dios lo
dio, el
sistema era justo y razonable, pero los sacerdotes y rabinos habían
hecho de él una carga pesada. Todo lo que Dios ordena tiene
importancia. Cristo reconoció que el pago del diezmo es un deber;
pero demostró que no podía disculpar la negligencia de otros
deberes. Los fariseos eran muy exactos en diezmar las hierbas del
jardín como la menta, el anís y el comino; esto les costaba poco, y
les daba reputación de meticulosos y santos. (p. 569, 570)
43

EL EVANGELISMO

Toda alma convertida ha de saber lo que Dios exige en cuanto a los


diezmos y las ofrendas. Todo aquello de que gozan los hombres lo
reciben de la gran hacienda del Señor, y él se agrada de que sus
herederos disfruten de sus bienes; pero él ha hecho un contrato
especial con todos los que se colocan bajo el estandarte
ensangrentado del príncipe Emanuel, para que muestren su
dependencia de Dios y su responsabilidad ante él devolviendo a su
tesorería una porción determinada como algo que le pertenece. Esto
ha de invertirse en sostener la obra misionera que debe ser hecha
para que ellos puedan cumplir la comisión que les fue confiada por
el Hijo de Dios precisamente antes de que dejara a sus discípulos
(Manuscrito 123, 1898). […]
Es parte de vuestra obra enseñar a los que traéis a la verdad a dar el
diezmo a la tesorería, como un reconocimiento de su dependencia
de Dios.
Deben ser plenamente iluminados con respecto a su deber de
devolver al Señor lo que le pertenece. El mandamiento de pagar el
diezmo es tan sencillo que no hay sombra de excusa por
desobedecerlo. Si dejáis de dar instrucción a los nuevos conversos
acerca de este punto, dejáis sin realizar una parte de las más
importantes de vuestra obra (Carta 51, 1902). (p. 186)

A todos se debe enseñar a hacer lo que puedan por el Maestro; a


devolverle según él los prosperó. El pide como deuda justa un
diezmo de sus ingresos, sean grandes o pequeños; y aquellos que lo
retienen, cometen un robo hacia él, y no pueden esperar que su mano
ayudadora esté con ellos. Aún cuando la iglesia se componga
mayormente de hermanos pobres, el asunto de la benevolencia
sistemática debe explicarse cabalmente, y debe adoptarse el plan de
todo corazón. Dios puede cumplir sus promesas. Sus recursos son
infinitos, y el los emplea todos en cumplimiento de su voluntad. Y
cuando ve un fiel cumplimiento del deber en el pago del diezmo, a
44

menudo, en su sabia Providencia, abre caminos para que aumenten


los ingresos. El que cumpla la disposición de Dios en lo poco que le
haya sido dado, recibirá el mismo pago que aquel que da de su
abundancia (Obreros Evangélicos, págs. 234, 235. Año 1915).
[…]
Que nadie descuide el impartir instrucción fiel y sencilla sobre el
diezmo. Dése instrucción con respecto a entregar al Señor lo que él
reclama como suyo; pues el encomio del Señor no descansará sobre
un pueblo que le robe en los diezmos y las ofrendas. Habrá
necesidad de presentar repetidamente ante la gente su deber en este
asunto para que los hombre consagren a Dios lo que le pertenece.
Sea fiel en tratar este asunto aquel que presenta primero la verdad, y
el que sigue atendiendo el interés también haga claros los
requerimientos de Dios en materia de diezmo, para que la gente
pueda ver que en todos los puntos los obreros están enseñando la
misma verdad y son unánimes en instarlos a prestar obediencia a
todos los requerimientos de Dios.
Pero tengan los obreros discreción y no den manjar sólido a los que
son infantes; alimentadlos con la genuina leche de la Palabra. No
mezcléis en ningún caso vuestro propio espíritu e ideas con la
verdad encubriendo los preceptos de Dios con tradiciones o
suposiciones. Tenga la gente la verdad como en Jesús. (Manuscrito
39, 1895). (p. 187)

Hemos de dar el mensaje de amonestación al mundo, y ¿como


estamos haciendo nuestra obra? ¿Estáis vosotros, hermanos,
predicando la parte de la verdad que agrada a la gente, mientras
otras partes de la obra se dejan incompletas? Será necesario que
alguien os siga e inste a la gente a cumplir su deber de ser fiel en
traer todos los diezmos y ofrendas a la tesorería del Señor? Esta es
la obra del ministro, pero ha sido tristemente descuidada. La gente
ha robado a Dios, y el error ha sido tolerado, porque el ministro no
quería desagradar a sus hermanos. Dios llama a estos hombres
mayordomos infieles (Review and Herald, 8 de julio, 1881)
45

Si los medios fluyeran a la tesorería exactamente de acuerdo con el


plan de Dios -la décima parte de todas las ganancias-, habría
abundancia para llevar adelante su obra (Testimonies, tomo 5. pág.
150. Año 1882). (p. 188)

Un obrero no debe nunca dejar sin hacer alguna parte del trabajo
porque no es agradable ejecutarla, pensando que el predicador que
vendrá después la hará en su lugar. Cuando tal es el caso, si el
segundo predicador sigue al primero y presenta los derechos que
Dios tiene sobre su pueblo, algunos retroceden, diciendo: "El
predicador que nos anunció la verdad no nos mencionó estas cosas",
y se ofenden a causa de la palabra. Algunos se niegan a aceptar el
sistema del diezmo; se apartan y ya no andan más con los que creen
y aman la verdad. Cuando se les presentan otros temas, contestan:
"No nos enseñaron así", y vacilan en progresar. ¡Cuánto mejor
habría sido que el primer mensajero de la verdad educase fiel y
cabalmente a estos conversos en todos los puntos esenciales, aunque
fuese menor el número de personas añadidas a la iglesia por medio
de sus labores (Obreros Evangélicos, págs. 382, 383. Año 1915). (p.
237)

Si se diera la instrucción adecuada, si se siguieran los métodos


debidos, cada miembro de iglesia haría su obra como miembro del
cuerpo. Haría obra misionera cristiana. Pero las iglesias se están
muriendo, y necesitan que un pastor les predique.
Debe enseñárseles a traer un diezmo fiel a Dios, para que él las
fortalezca y bendiga. Debe lograrse la armonía entre ellos, para que
el soplo de Dios venga sobre ellos. Debe enseñárseles que a menos
que puedan permanecer por sí mismos sin pastor, necesitan ser
convertidos de nuevo, y bautizados de nuevo. Necesitan nacer de
nuevo (Manuscrito 150, 1901). (p. 281)
46

Los que trabajan con fervor y sin egoísmo, sean hombres o mujeres,
llevan gavillas al Maestro; y las almas convertidas por su trabajo
llevarán sus diezmos a la tesorería. Cuando se requiera abnegación a
causa de la escasez de recursos, no se deje que unas pocas mujeres
que trabajan duramente hagan todo el sacrificio. Participen todos en
el sacrificio. Dios declara: Odio lo que es robado y se ofrece como
ofrenda encendida (Manuscrito 47, 1898).
El diezmo debiera ir para los que trabajan en palabra y doctrina,
sean éstos hombres o mujeres (Manuscrito 149, 1899). (p. 360)

EL HOGAR CRISTIANO

No sólo pide el Señor el diezmo como suyo, sino que nos indica
cómo debemos reservarlo para él. Dice: "Honra a Jehová de tu
sustancia, y de las primicias de todos tus frutos." Esto no enseña que
hayamos de gastar nuestros recursos para nosotros mismos y llevar
el resto al Señor, aun cuando fuese por lo demás un diezmo
honrado. Apártese en primer lugar la porción de Dios. Las
instrucciones dadas por el Espíritu Santo mediante el apóstol Pablo
acerca de los donativos exponen un principio que se aplica también
al diezmo: "Cada primer día de la semana cada uno de vosotros
aparte en su casa, guardando lo que por la bondad de Dios pudiere."
Esta recomendación abarca a padres e hijos. (p. 354, 355)

EL MINISTERIO DE LA BONDAD

A fin de fomentar las reuniones del pueblo para los servicios


religiosos y también para suplir las necesidades de los pobres, se le
pedía a Israel que diera un segundo diezmo de todas sus ganancias.
Con respecto al primer diezmo el Señor había dicho: "He aquí yo he
dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel" ( Núm. 18: 21
). Y acerca del segundo diezmo mandó: "Y comerás delante de
47

Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para hacer habitar allí su


nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino, y de tu aceite, y los
primerizos de tus manadas, y de tus ganados, para que aprendas a
temer a Jehová tu Dios todos los días". (Deut. 14: 23; véase vers. 29;
y 16: 11-14). Durante dos años debían llevar este diezmo o su
equivalente en dinero al sitio donde estaba el santuario. Después de
presentar una ofrenda de agradecimiento a Dios y una porción
específica para el sacerdote, el ofrendante debía usar el remanente
para un festín religioso, en el cual debían participar los levitas, los
extranjeros, los huérfanos y las viudas. . . . Pero cada tercer año este
segundo diezmo había de emplearse en casa, para agasajar a los
levitas y a los pobres, como dijo Moisés: "Y comerán en tus villas, y
se saciarán". (Deut. 26: 12). Este diezmo había de proveer un fondo
para los fines caritativos y hospitalarios (Patriarcas y Profetas, pág.
570).
La consagración a Dios de un diezmo de todas las rentas, ya fuesen
de la huerta o de la mies, el rebaño o la vacada, el trabajo manual o
intelectual; la consagración de un segundo diezmo destinado al
alivio del pobre y otros usos benéficos, tendía a mantener siempre
presente ante el pueblo el principio de que Dios es dueño de todo, y
que ellos tenían la oportunidad de ser los canales por los cuales
fluyeran sus bendiciones. Era una educación adaptada para acabar
con todo egoísmo estrecho, y cultivar la grandeza y nobleza de
carácter (La Educación, pág. 41). (p. 288, 289)

En el capítulo sexto de Los Hechos, se nos muestra que cuando


fueron elegidos algunos hombres para ocupar puestos en la iglesia,
el asunto fue presentado delante del Señor y se elevaron oraciones
muy fervientes en procura de la dirección divina. Las viudas y los
huérfanos habían de ser sostenidos por contribuciones de la iglesia.
Sus necesidades no habían de ser aliviadas por la iglesia sino
mediante donaciones especiales. El diezmo había de ser consagrado
al Señor y siempre debía ser usado para el sostén del ministerio. Se
debían elegir hombres para sobrevigilar la obra del cuidado de los
48

pobres, para vigilar la debida distribución de los medios de que se


disponía, a fin de que ninguno de los creyentes sufriera por la
carencia de lo necesario para la vida (Carta 9, 1899). (p. 290, 291)

El diezmo es puesto aparte para un uso especial. No debe ser


considerado como un fondo de pobres. Debe ser especialmente
consagrado para el sostenimiento de aquellos que están dando el
mensaje de Dios al mundo y no debe ser distraído de ese propósito
(Review and Herald, suplemento, 1-12-1896). p. 292.

EN LUGARES CELESTIALES

El Señor ha hecho que la proclamación del Evangelio dependa de la


consagrada capacidad y de las ofrendas voluntarias de su pueblo. Al
paso que ha llamado a hombres para predicar la Palabra, ha
convertido en el privilegio de toda la iglesia el participar en la obra
por medio de la contribución de sus recursos para su sostén. Y les ha
confiado también el cuidado de los pobres, como representantes
suyos. El diezmo de todos nuestros ingresos lo reclama el Señor
como suyo, para que sea consagrado únicamente a sostener a
aquellos que se dan a si mismos para la predicación del Evangelio.
Y además de esto nos pide nuestras ofrendas y donaciones para su
causa, y también que suplamos las necesidades de los pobres.
[…]
Es Dios quien da a los hombres el poder para obtener riquezas. El
pensamiento ágil y penetrante, la habilidad de planear y ejecutar, son
de él. El es quien nos bendice con salud y abre caminos para que
obtengamos medios por el diligente uso de nuestras facultades. Y
nos dice: Una parte del dinero que he permitido que ganéis es mío.
Ponedlo en la tesorería en diezmos, en dádivas y ofrendas, para que
49

haya alimento en mi casa; para que haya con que sostener a los que
llevan el Evangelio de mi gracia al mundo (Review and Herald, 9 de
mayo, 1893). (p. 304)

En el sistema bíblico de diezmos y ofrendas, las sumas pagadas por


diferentes personas pueden, por supuesto, variar grandemente,
siendo que están en proporción con los ingresos. Para el pobre, el
diezmo será una suma comparativamente pequeña y sus ofrendas
estarán de acuerdo con sus posibilidades. Pero no es la magnitud de
la ofrenda lo que hace al don aceptable a Dios; es el propósito del
corazón, el espíritu de gratitud y amor que expresa. No hagáis sentir
al pobre que sus ofrendas son tan pequeñas que no deben ser tenidas
en consideración. Que ellos den conforme a sus posibilidades,
sintiendo que son siervos de Dios y que él aceptará sus ofrendas. . .
(p. 305)

EVENTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

El diezmo es sagrado, reservado por Dios para él mismo. Debe


traérselo a su tesorería a fin de ser usado para sostener a los obreros
evangélicos en su trabajo... Leed cuidadosamente el capítulo 3 de
Malaquías y ved lo que Dios dice sobre el diezmo.-9T 249 (1909).
El Nuevo Testamento no promulga de nuevo la ley del diezmo,
como tampoco la del sábado, porque la validez de ambas se da por
establecida y su profundo significado espiritual se considera
explicado.-CMC 70 (1882). (p. 80)
50

EXALTAD A JESÚS

Él que da a los hombres poder para conseguir riquezas, ha unido al


don, una obligación. Reclama una porción determinada de todo lo
que adquirimos. El diezmo pertenece al Señor. . . "Traed todo el
diezmo al granero" (Mal. 3: 10), es la orden de Dios. No se hace
ningún llamado a la gratitud o generosidad. Es una cuestión de
simple honradez. El diezmo pertenece al Señor, y él nos ordena que
le devolvamos lo que le pertenece.
"Se requiere en los dispensadores que cada uno sea bailado fiel" (1
Cor. 4: 2). Si la honradez es un principio esencial de la vida de
negocios, ¿no hemos de reconocer nuestra obligación para con Dios,
obligación básica de todas las demás?.- La educación, págs. 133-
134. (p. 299)

La estima y la suficiencia propias están matando la vida espiritual.


Se ensalza el yo y se habla de él. ¡Ojalá muriese el yo! "Cada día
muero", dijo el apóstol Pablo. Cuando esta suficiencia propia,
orgullosa y jactancioso, y esta justicia propia complaciente,
compenetran el alma, no hay lugar para Jesús. Se le da un lugar
inferior, mientras que el yo crece en importancia y llena todo el
templo del alma. Tal es la razón por la cual el Señor puede hacer tan
poco por nosotros. Si él obrase con nuestros esfuerzos; el
instrumento atribuiría toda la gloria a su propia habilidad, sabiduría
y capacidad, y se congratularía como el fariseo: "Ayuno dos veces a
la semana, doy diezmos de todo lo que poseo". Cuando el yo se
oculte en Cristo, no subirá a la superficie con tanta frecuencia.. (p.
305)
51

FE Y OBRAS

En cada generación ha habido hombres que se han titulado hijos de


Dios, que diezmaban la menta y el eneldo y el comino, y sin
embargo llevaban una vida impía, porque pasaban por alto las cosas
más importantes de la ley: la misericordia la justicia y el amor de
Dios. (p. 120)

HIJOS E HIJAS DE DIOS

La ley de Dios quedó sepultada bajo las formalidades externas y


minuciosas, tales como los frecuentes lavamientos de manos antes
de comer y el lavamiento de los platos y las copas. Se diezmaban
hasta las más pequeñas hierbas de la huerta. A todos los que le
daban tanta importancia a estas cosas pequeñas Cristo dijo: "Esto era
menester hacer, y no dejar lo otro" (p. 58)

HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS

Otro que salió a dar la bienvenida al victorioso patriarca fue


Melquisedec, rey de Salem, quién trajo pan y vino para alimentar al
ejército. Como "sacerdote del Dios alto," bendijo a Abrahán, y dio
gracias al Señor, quien había obrado tan grande liberación por medio
de su siervo. Y "diole Abram los diezmos de todo." (Vers. 20.) (p.
121)

"Y levantóse Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de


cabecera, y alzóla por título, y derramó aceite encima de ella."
Siguiendo la costumbre de conmemorar los acontecimientos de
52

importancia, Jacob erigió un monumento a la misericordia de Dios,


para que siempre que pasara por aquel camino, pudiese detenerse en
ese lugar sagrado para adorar al Señor. Y llamó aquel lugar Betel; o
sea, "casa de Dios." Con profunda gratitud repitió la promesa que le
aseguraba que la presencia de Dios estaría con él; y luego hizo el
solemne voto: "Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje
que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si
tornare en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios, y esta piedra
que he puesto por título, será casa de Dios: y de todo lo que me
dieres, el diezmo lo he de apartar para ti." (Gén. 28: 20-22.)
Jacob no estaba tratando de concertar condiciones con Dios. El
Señor ya le había prometido prosperidad, y este voto era la
expresión de un corazón lleno de gratitud por la seguridad del amor
y la misericordia de Dios. Jacob comprendía que Dios tenía sobre él
derechos que estaba en el deber de reconocer, y que las señales,
especiales de la gracia divina que se le habían concedido, le exigían
reciprocidad. (p. 185, 186)

Y de todo lo que me dieres -dijo Jacob,- el diezmo lo he de apartar


para ti." Nosotros que gozamos de la clara luz y de los privilegios
del Evangelio, ¿nos contentaremos con darle a Dios menos de lo que
daban aquellos que vivieron en la dispensación anterior menos
favorecida que la nuestra? De ninguna manera. A medida que
aumentan las bendiciones de que gozamos, ¿no aumentan nuestras
obligaciones en forma correspondiente? Pero ¡cuán en poco las
tenemos! ¡Cuán imposible es el esfuerzo de medir con reglas
matemáticas lo que le debemos en tiempo, dinero y afecto, en
respuesta a un amor tan inconmensurable y a una dádiva de valor tan
inconcebible! ¡Los diezmos para Cristo! ¡Oh, mezquina limosna,
pobre recompensa para lo que ha costado tanto! Desde la cruz del
Calvario, Cristo nos pide una consagración sin reservas. Todo lo que
53

tenemos y todo lo que somos, lo debiéramos dedicar a Dios. (p. 186,


187)

Tenemos ante nosotros la terrible suerte que corrieron Acán, Judas,


Ananías y Safira. Y aun antes de estos casos tenemos el de Lucifer,
aquel "hijo de la mañana" que, codiciando una posición más
elevada, perdió para siempre el resplandor y la felicidad del cielo. Y
no obstante, a pesar de todas estas advertencias, la codicia reina por
todas partes.
Por doquiera se ve su viscosa huella. Crea descontento y disensión
en las familias; despierta en los pobres envidia y odio contra los
ricos; e induce a éstos a tratar cruelmente a los pobres. Es un mal
que existe no sólo en las esferas seglares del mundo, sino también en
la iglesia. ¡Cuán común es encontrar entre sus miembros egoísmo,
avaricia, ambición, descuido de la caridad y retención de los
"diezmos las primicias"! Entre los miembros de la iglesia que gozan
del respeto y la consideración de los demás hay, desgraciadamente,
muchos Acanes. Más de un hombre asiste ostentosamente al culto y
se sienta a la mesa del Señor mientras que entre sus bienes se
ocultan ganancias ilícitas, cosas que Dios maldijo. (p. 531, 532)

En la economía hebrea, una décima parte de las rentas del pueblo se


reservaba para sufragar los gastos del culto público de Dios. Por esto
Moisés declaró a Israel: "Todas las décimas de la tierra, si de la
simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová son: es
cosa consagrada a Jehová." "Y toda décima de vacas o de ovejas, ...
la décima será consagrada a Jehová." (Lev. 27: 30, 32.)
Pero el origen del sistema de los diezmos es anterior a los hebreos.
Desde los primeros tiempos el Señor exigió el diezmo como cosa
suya; y este requerimiento fue reconocido y cumplido. Abrahán
pagó diezmos a Melquisedec, sumo sacerdote del Altísimo. (Gén.
54

14:20.) Pasando por Bethel, desterrado y fugitivo, Jacob prometió al


Señor: "De todo lo que me dieres, el diezmo lo he de apartar para
ti." (Gén. 28:22.) Cuando los israelitas estaban por establecerse
como nación, la ley del diezmo fue confirmada, como uno de los
estatutos ordenados divinamente de cuya obediencia dependía su
prosperidad.
El sistema de los diezmos y de las ofrendas tenía por objeto grabar
en las mentes humanas una gran verdad, a saber, que Dios es la
fuente de toda bendición para sus criaturas, y que se le debe gratitud
por los preciosos dones de su providencia.
"El da a todos vida, y respiración, y todas las cosas." (Hech. 17: 25.)
El Señor dice: "Mía es toda bestia del bosque, y los millares de
animales que hay en los collados." "Mía es la plata, y mío el oro."
"El te da el poder para hacer las riquezas." (Sal. 50: 10; Hag. 2: 8;
Deut. 8: 18.) En reconocimiento de que todas estas cosas procedían
de él, Jehová mandó que una porción de su abundancia le fuese
devuelta en donativos y ofrendas para sostener su culto.
"Todas las décimas . . . de Jehová son." En este pasaje se halla la
misma forma de expresarse que en la ley del sábado. "El séptimo día
será reposo [sábado] para Jehová tu Dios." (Exo. 20: 10.) Dios
reservó para sí una porción específica del tiempo y de los recursos
pecuniarios del hombre, y nadie podía dedicar sin culpa cualquiera
de esas cosas a sus propios intereses.
El diezmo debía consagrarse única y exclusivamente al uso de los
levitas, la tribu que había sido apartada para el servicio del
santuario. Pero de ningún modo era éste el límite de sus
contribuciones para fines religiosos. El tabernáculo, como después el
templo, se erigió totalmente con ofrendas voluntarias; y para
sufragar los gastos de las reparaciones necesarias y otros
desembolsos, Moisés mandó que en ocasión de cada censo del
pueblo, cada uno diera medio siclo para el servicio del santuario.
(Véase Exo. 30: 12-16; 2 Rey. 12: 4, 5; 2 Crón. 24: 4, 13.) En el
tiempo de Nehemías se hacía una contribución anual para estos
fines. (Neh. 10: 32, 33.) De vez en cuando se ofrecían sacrificios
expiatorios y de agradecimiento a Dios. Estos eran traídos en
55

grandes cantidades durante las fiestas anuales. Y se proveía


generosamente para el cuidado de los pobres.
Aun antes de que se pudiera reservar el diezmo, había que reconocer
los derechos de Dios. Se le consagraban los primeros frutos que
maduraban entre todos los productos de da tierra. Se apartaban para
Dios las primicias de la lana cuando se trasquilaban las ovejas, del
trigo cuando se trillaba, del aceite y del vino. De idéntica manera se
apartaban los primogénitos de los animales; y se pagaba rescate por
el hijo primogénito. Las primicias debían presentarse ante el Señor
en el santuario, y luego se dedicaban al uso de los sacerdotes.
En esta forma se le recordaba constantemente al pueblo que Dios era
el verdadero propietario de todos sus campos, rebaños y manadas;
que él les enviaba la luz del sol y la lluvia para la siembra y para la
siega, y que todo lo que poseían era creación de Aquel que los había
hecho administradores de sus bienes.
[…]
Las contribuciones que se les exigían a los hebreos para fines
religiosos y de caridad representaban por lo menos la cuarta parte de
su renta o entradas. Parecería que tan ingente leva de los recursos
del pueblo hubiera de empobrecerlo; pero, muy al contrario, la fiel
observancia de estos reglamentos era uno de los requisitos que se les
imponía para tener prosperidad. A condición de que le obedecieran,
Dios les hizo esta promesa: "Increparé también por vosotros al
devorador, y no os corromperá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en
el campo abortará. . . . Y todas las gentes os dirán bienaventurados;
porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos." (Mal. 3:
11, 12.)
[…]
Dios quería que sus hijos los israelitas transmitieran luz a todos los
habitantes de la tierra. Al sostener su culto público, atestiguaban la
existencia y la soberanía del Dios viviente. Y era privilegio de ellos
sostener este culto, como una expresión franca de su lealtad y su
amor hacia él. El Señor ordenó que la difusión de la luz y la verdad
en la tierra dependa de los esfuerzos y las ofrendas de quienes
participan del don celestial. Hubiera podido hacer a los ángeles
56

embajadores de la verdad; hubiera podido dar a conocer su voluntad,


como proclamó la ley del Sinaí, con su propia voz; pero en su amor
y sabiduría infinitos llamó a los hombres para que fueran sus
colaboradores, y los eligió para que hicieran su obra.
En tiempos de Israel se necesitaban los diezmos y las ofrendas
voluntarias para cumplir los ritos del servicio divino. ¿Debiera el
pueblo de Dios dar menos hoy? El principio fijado por Cristo es que
nuestras ofrendas a Dios han de ser proporcionales a la luz y a los
privilegios disfrutados. "A cualquiera que fue dado mucho, mucho
será vuelto a demandar de él." (Luc. 12: 48.) Cuando el Salvador
envió a sus discípulos, les dijo: "De gracia recibisteis, dad de
gracia." (Mat. 10: 8.) A medida que nuestras bendiciones y nuestros
privilegios aumentan, y sobre todo al tener presente el sacrificio sin
par del glorioso Hijo de Dios, ¿no debiera expresarse nuestra
gratitud en donativos más abundantes para comunicar a otros el
mensaje de la salvación? A medida que se amplía la obra del
Evangelio, exige para sostenerse mayores recursos que los que se
necesitaban anteriormente; y este hecho hace que la ley de los
diezmos y las ofrendas sea aun más urgentemente necesaria hoy día
que bajo la economía hebrea. Si el pueblo de Dios sostuviera
liberalmente su causa mediante las ofrendas voluntarias, en lugar de
recurrir a métodos anticristianos y profanos para llenar la tesorería,
ello honraría al Señor y muchas más almas serían ganadas para
Cristo
El plan trazado por Moisés para reunir los medios necesarios para
construir el tabernáculo tuvo muchísimo éxito. No fue menester
instar a nadie. Ni empleó tampoco uno solo de los ardides a los
cuales las iglesias recurren tan a menudo hoy. No ofreció un
grandioso festín. No convidó al pueblo a participar en escenas de
alegría animada, bailes y diversiones generales; ni tampoco
estableció loterías, ni cosa alguna de este orden profano, para
obtener medios con que erigir el tabernáculo de Dios. El Señor
indicó a Moisés que invitara a los hijos de Israel a que trajeran sus
ofrendas. El había de aceptar los donativos de cuantos los ofrecieron
voluntariamente, de todo corazón. Y las ofrendas llegaron en tan
57

enorme abundancia que Moisés mandó al pueblo que no trajera más,


pues ya había suplido más de lo que se podía usar.
Dios ha hecho a los hombres administradores suyos. Las
propiedades que él puso en sus manos son los medios provistos por
él para la difusión del Evangelio. A los que demuestren ser fieles
administradores, les encomendará responsabilidades mayores. Dijo
el Señor: "Yo honraré a los que me honran." "Dios ama al dador
alegre," y cuando su pueblo le traiga sus donativos y ofrendas con
corazón agradecido "no con tristeza, o por necesidad." lo
acompañará con sus bendiciones, tal como prometió: "Traed todos
los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora
en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de
los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que
sobreabunde. (1 Sam. 2: 30; 2 Cor. 9: 7; Mal. 3: 10.) (p. 565- 570)

A fin de fomentar las reuniones del pueblo para los servicios


religiosos y también para suplir las necesidades de los pobres, se le
pedía a Israel que diera un segundo diezmo de todas sus ganancias.
Con respecto al primer diezmo el Señor había dicho: "He aquí yo he
dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel." (Núm. 18: 21.)
Y acerca del segundo diezmo mandó: "Y comerás delante de Jehová
tu Dios en el lugar que él escogiera para hacer habitar allí su
nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino, y de tu aceite, y los
primerizos de tus manadas, y de tus ganados, para que aprendas a
temer a Jehová tu Dios todos los días." (Deut. 14: 23; véase vers. 29;
y 16: 11-14.)
Durante dos años debían llevar este diezmo o su equivalente en
dinero al sitio donde estaba el santuario. Después de presentar una
ofrenda de agradecimiento a Dios y una porción específica para el
sacerdote, el ofrendante debía usar el remanente para un festín
religioso, en el cual debían participar los levitas, los extranjeros, los
huérfanos y las viudas. Se proveía así para las ofrendas de gracias y
los festines de las celebraciones anuales, y el pueblo había de
frecuentar la compañía de los sacerdotes y levitas, a fin de recibir
58

instrucción y ánimo en el servicio de Dios. Pero cada tercer año este


segundo diezmo había de emplearse en casa, para agasajar a los
levitas y a los pobres, como dijo Moisés: "Y comerán en tus villas, y
se saciarán." (Deut. 26: 12.) Este diezmo había de proveer un fondo
para los fines caritativos y hospitalarios. (p. 571)

LA HISTORIA DE LA REDENCIÓN
El Maestro había resucitado a Lázaro de entre los muertos, y los
dirigentes temían que si daban muerte a Jesús el resucitado daría
testimonio de la grandeza de su poder. La gente se agolpaba para ver
al que había regresado de entre los muertos, y los dirigentes
decidieron eliminar a Lázaro también para terminar con ese
entusiasmo. Entonces podrían lograr que el pueblo volviera a las
tradiciones y doctrinas de los hombres, para diezmar el eneldo y el
comino, y de nuevo podrían ejercer influencia sobre él. (p. 217)

JOYAS DE LOS TESTIMONIOS TOMO 1


El ha dado a su pueblo un plan para obtener sumas suficientes con
qué financiar sus empresas. El plan de Dios en el sistema del
diezmo es hermoso por su sencillez e igualdad. Todos pueden
practicarlo con fe y valor porque es de origen divino. En él se
combinan la sencillez y la utilidad, y no requiere profundidad de
conocimiento para comprenderlo y ejecutarlo. (p. 368)

Las Escrituras requieren de los cristianos que participen en un plan


de activa generosidad que les haga manifestar constantemente
interés en la salvación de sus semejantes. La ley moral ordenaba la
59

observancia del sábado, que no era una carga excepto cuando esa ley
era transgredida y los hombres se veían sujetos a las penalidades que
extrañaba su violación. Igualmente, el sistema del diezmo no era
una carga para aquellos que no se apartaban del plan. El sistema
ordenado a los hebreos no ha sido abrogado ni reducido su vigor por
Aquel que lo ideó. En vez de carecer de fuerza ahora, tiene que
practicarse más plena y extensamente, puesto que la salvación por
Cristo debe ser proclamada con mayor plenitud en era cristiana. (p.
372)

El sistema del diezmo se remonta hasta más allá del tiempo de


Moisés. Ya en los días de Adán, se requería de los hombres que
ofreciesen a Dios donativos de índole religiosa, es decir, antes que el
sistema fuese dado a Moisés en forma definida. Al cumplir lo
requerido por Dios, debían manifestar, mediante sus ofrendas,
aprecio por las misericordias y las bendiciones de Dios para con
ellos. Esto continuó durante las generaciones sucesivas y fue
practicado por Abrahán, quien dio diezmos a Melquisedec,
sacerdote. del Altísimo. El mismo principio existía en los días de
Job. Mientras Jacob estaba en Betel, peregrino, desterrado y sin
dinero, se acostó una noche, solitario y abandonado, teniendo una
piedra por almohada, y allí prometió al Señor: "De todo lo que me
dieres, el diezmo lo he de apartar para ti." (Gén. 28:22.) Dios no
obliga a los hombres a dar. Todo lo que ellos dan debe ser
voluntario. El no quiere que afluyan a su tesorería ofrendas que no
se presenten con buena voluntad. (p. 373, 374)

En cuanto a la cantidad requerida, Dios ha especificado que sea la


décima parte de los ingresos. Esto queda a cargo de la conciencia y
generosidad de los hombres, cuyo juicio debe ejercerse libremente
en este asunto del diezmo. Y aunque queda librado a la conciencia,
se ha trazado un plan bastante definido para todos. No se requiere
compulsión alguna.
60

En la dispensación mosaica, Dios pedía de los hombres que diesen la


décima parte de todas sus ganancias. Les confiaba las cosas de esta
vida, como talentos que debían devolver perfeccionados. Ha
requerido la décima parte, y la exige como lo mínimo que le
debemos devolver. Dice: Os doy las nueve décimas, y os pido una;
es mía. Cuando los hombres retienen el diezmo, roban a Dios.
Además del diezmo, se requerían ofrendas por el pecado, ofrendas
pacíficas y de agradecimiento a Dios.
Todo lo que se retiene de lo que Dios pide, o sea el diezmo, queda
registrado en los libros del cielo como un robo hecho a él. Los que
lo cometen defraudan a su Creador, y cuando se les presenta este
pecado de negligencia, no es suficiente que cambien su conducta y
empiecen desde entonces a obrar según el debido principio. Esto no
corregirá las cifras escritas en los registros celestiales por su
desfalco de la propiedad que se les ha confiado para que la
devuelvan al Prestamista. Deben arrepentirse de su infidelidad para
con Dios, y de su vil ingratitud.
"¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y
dijisteis: ¿En qué te hemos robado? Los diezmos y las primicias.
Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me
habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en
mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si
no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros
bendición hasta que sobreabunde." (Mal.3:8-10.) Aquí se promete
que si se traen todos los diezmos al alfolí, Dios derramará su
bendición sobre los obedientes.
"Increparé también por vosotros al devorador, y no os corromperá el
fruto de la tierra ni vuestra vid en el campo abortará, dice Jehová de
los ejércitos. Y todas las gentes os dirán bienaventurados; porque
seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos." (Vers. 11, 2.) Si
todos los que profesan la verdad cumplen con los requerimientos de
Dios en cuanto a dar el diezmo, que Dios llama suyo, la tesorería
estará ampliamente provista para llevar a cabo la gran obra de salvar
a los hombres.
61

Dios da al hombre los nueve décimos, mientras reclama un décimo


para fines sagrados, así como dio al hombre seis días para su trabajo
y se reservó y puso aparte el séptimo día para sí. Porque, como el
sábado, el diezmo de las entradas es sagrado. Dios se lo ha
reservado. El llevará a cabo su obra en la tierra con las entradas
procedentes de los recursos que confió al hombre. (p. 374-376)

Cuandoquiera que los hijos de Dios, en cualquier época de la


historia del mundo, ejecutaron alegre y voluntariamente el plan de la
benevolencia sistemática y de los dones y ofrendas, han visto
cumplirse la permanente promesa de que la prosperidad
acompañaría todas sus labores en la misma proporción en que le
obedeciesen. Siempre que reconocieron los derechos de Dios y
cumplieron con sus requerimientos, honrándole con su substancia,
sus alfolíes rebosaron; pero cuando robaron a Dios en los diezmos y
las ofrendas, tuvieron que darse cuenta de que no sólo le estaban
robando a él, sino que se defraudaban a sí mismos; porque él
limitaba las bendiciones que les concedía en la proporción en que
ellos limitaban las ofrendas que le llevaban. (p. 376)

El Israel de Dios de estos últimos tiempos tiene necesidades aun más


urgentes que el de antaño. Debe realizarse una obra grande e
importante en breve tiempo. Nunca fue el propósito de Dios que la
ley del sistema del diezmo no rigiese entre su pueblo; sino que, al
contrario, quiso que el espíritu de sacrificio se ampliase y
profundizase para la obra final. (p. 376, 377)

Son pocos los que invierten dinero en la causa de Dios en


proporción a sus recursos. Muchos lo han inmovilizado en
propiedades que deben vender antes de poder invertirlo en la causa
de Dios y darle así un uso práctico. Se valen de ello como una
excusa para hacer tan sólo poco en la causa de su Redentor. Han
62

enterrado su dinero tan literalmente como el hombre de la parábola.


Roban a Dios el diezmo, que reclama como suyo, y al robarle, se
despojan del tesoro celestial. (p. 379)

Nadie, sea rico o pobre, puede glorificar a Dios por una vida de
indolencia. Todo el capital que tienen muchos pobres está
constituido por su tiempo y su fuerza física, y con frecuencia los
malgastan por amor a la comodidad y a la indolencia negligente, de
manera que no tienen nada que llevarle a su Señor en diezmos y
ofrendas. Si los cristianos carecen de sabiduría para hacer que su
trabajo rinda la mayor utilidad y para hacer una aplicación juiciosa
de sus facultades físicas y mentales, deben tener mansedumbre y
humildad para recibir el consejo de sus hermanos, a fin de que el
mejor juicio de ellos supla sus deficiencias. Muchos pobres que
están ahora conformes con no hacer nada para beneficiar a sus
semejantes y para adelantar la causa de Dios, podrían hacer mucho
si quisieran. Ellos son responsables delante de Dios por su capital de
fuerza física, tanto como el rico lo es por su capital de dinero. (p.
381, 382)

Sí los que profesan ser cristianos usasen menos de su fortuna para


adornar su cuerpo y hermosear sus casas, y en sus mesas hubiese
menos lujos extravagantes y malsanos, podrían colocar sumas
mucho mayores en la tesorería del Señor. Imitarían así a su
Redentor, quien dejó el cielo, sus riquezas y su gloria, y por amor de
nosotros se hizo pobre, a fin de que pudiésemos tener las riquezas
eternas. Si somos demasiado pobres para devolver fielmente a Dios
los diezmos que él requiere, somos ciertamente demasiado pobres
para vestirnos costosamente y comer con lujo; porque malgastamos
así el dinero de nuestro Señor en cosas perjudiciales para agradarnos
y glorificarnos a nosotros mismos. Debemos inquirir diligentemente:
¿Qué tesoro nos hemos asegurado en el reino de los cielos? ¿Somos
ricos para con Dios? (p. 382, 383)
63

Pero son muchos los que, al comenzar a juntar riquezas materiales,


calculan cuánto tardarán en poseer cierta suma. En su afán de
acumular una fortuna, dejan de enriquecerse para con Dios. Su
generosidad no se mantiene a la par con lo que reúnen. A medida
que aumenta su pasión por las riquezas, sus afectos se entrelazan con
su tesoro. El aumento de su propiedad fortalece el intenso deseo de
tener más, hasta que algunos consideran que el dar al Señor el
diezmo es una contribución severa e injusta. La inspiración ha
declarado: "Cuando se aumenten las riquezas, no pongáis en ellas
vuestro corazón." (Sal. 62:10, V.M.) Muchos han dicho: "Si yo fuese
tan rico como Fulano, multiplicaría mis donativos para la tesorería
de Dios. No haría otra cosa con mi riqueza sino emplearla para el
adelantamiento de la causa de Dios." Dios ha probado a algunos de
éstos dándoles riquezas; pero con éstas las tentaciones se hicieron
más intensas, y su generosidad fue mucho menor que en los días de
su pobreza. Un ambicioso deseo de mayores riquezas absorbió su
mente y corazón, y cometieron idolatría. (p. 384, 385)

El sistema especial del diezmo se fundaba en un principio que es tan


duradero como la ley de Dios. Este sistema del diezmo era una
bendición para los judíos; de lo contrario, Dios no se lo hubiera
dado. Así también será una bendición para los que lo practiquen
hasta el fin del tiempo. Nuestro Padre celestial no creó el plan de la
benevolencia sistemática para enriquecerse, sino para que fuese una
gran bendición para el hombre. Vio que este sistema de beneficencia
era precisamente lo que el hombre necesitaba.
Aquellas iglesias que son más sistemáticas y generosas en sostener
la causa de Dios, son las más prósperas espiritualmente. La
verdadera generosidad del que sigue a Cristo identifica su interés
con el Maestro. En el trato de Dios con los judíos y con su pueblo
hasta el fin del tiempo, él requiere una benevolencia sistemática en
proporción a las entradas. (p. 386, 387)
64

Cristo dijo: "No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol
maleado llevar frutos buenos." "Así que, por sus frutos los
conoceréis." (Mat. 7: 18, 20.) Los hechos de la vida de un hombre
son los frutos que lleva. Si es infiel, y le falta honradez en las cosas
temporales, produce espinas y cardos; será infiel en la vida religiosa
y robará a Dios en los diezmos y las ofrendas. (p. 512)

Dios, en sus planes sabios, hizo depender el adelantamiento de su


causa de los esfuerzos personales de su pueblo, y de sus ofrendas
voluntarias. Aceptando la cooperación del hombre en el gran plan de
redención, le confirió señalada honra. El ministro no puede predicar
a menos que se lo envíe. La obra de dispensar luz no incumbe sólo a
los ministros. Cada persona, al llegar a ser miembro de la iglesia, se
compromete a ser representante de Cristo y a vivir la verdad que
profesa. Los que siguen a Cristo deben llevar adelante la obra que él
les dejó cuando ascendió al cielo. Las instituciones que son
instrumentos de Dios para llevar a cabo su obra en la tierra deben ser
sostenidas. Deben erigirse iglesias, establecerse escuelas y
proporcionarse a las casas editoras las cosas necesarias para hacer
una gran obra en la publicación de la verdad que ha de ser
proclamada a todas partes del mundo. Estas instituciones son
ordenadas por Dios y deben ser sostenidas por los diezmos y las
ofrendas generosas. A medida que la obra se amplía, se necesitarán
recursos para hacerla progresar en todos sus ramos. Los que han sido
convertidos a la verdad y han sido hechos participantes de su gracia,
pueden colaborar con Cristo dándole ofrendas y sacrificios
voluntarios. Cuando los miembros de la iglesia desean que no se
hagan más pedidos de recursos, dicen virtualmente que se
conformarían con que la causa no progresase.
"E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare
en este viaje que voy, y me diere pan para comer y vestido para
vestir, y si tornare en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios, y
esta piedra que he puesto por título, será casa de Dios: y de todo lo
que me dieres, el diezmo lo he de apartar para ti." (Gén. 28:20-22.)
65

Las circunstancias que indujeron a Jacob a hacer un voto al Señor


eran similares a las que inducen a los hombres y las mujeres a
hacerle votos en nuestro tiempo. Mediante un acto pecaminoso había
obtenido la bendición que le había prometido la segura palabra de
Dios. Al hacer esto había mostrado gran falta de fe en el poder de
Dios para ejecutar sus propósitos por desalentadoras que fuesen las
apariencias del momento. (p. 544, 545)

En nuestra época, muchos fracasan donde Jacob tuvo éxito.


Aquellos a quienes Dios concedió más riquezas, se inclinan con más
intensidad a retener lo que tienen, porque deben dar una suma
proporcional a su propiedad. Jacob dio el diezmo de todo lo que
tenía, y luego, reconociendo que antes lo había empleado para su
uso personal, dio al Señor el beneficio de lo que había usado para sí
durante el tiempo que había estado en un país pagano y no podía
pagar su voto. Esto sumaba una cantidad elevada, pero no vaciló; no
consideraba suyo, sino como del Señor, lo que había consagrado a
Dios.
Según la cantidad otorgada será la requerida. Cuanto mayor sea el
capital confiado, más valioso es el don que Dios requiere que se le
devuelva. Si un cristiano tiene diez o veinte mil pesos, las exigencias
de Dios son imperativas para él, no sólo en cuanto a dar la
proporción de acuerdo con el sistema del diezmo, sino en cuanto a
presentar sus ofrendas por el pecado y agradecimiento a Dios. La
dispensación levítica se distinguía de una manera notable por la
santificación de la propiedad o Cuando hablamos del diezmo como
norma de las contribuciones judaicas a los propósitos religiosos, no
lo hacemos con pleno conocimiento de causa. El Señor mantenía sus
requerimientos por encima de todo lo demás, y en casi todo se hacía
acordar a los israelitas de su Dador, pidiéndoles que le devolviesen
algo. Se les pedía que pagasen rescate por su primogénito, por las
primicias de sus rebaños y por las primeras gavillas de su mies. Se
les requería que dejasen las esquinas de sus campos para los
66

indigentes. Cuanto caía de su mano al segar debía quedar para los


pobres, y una vez cada siete años debían dejar que las tierras
produjesen espontáneamente para los menesterosos. Luego, había
ofrendas de sacrificio, ofrendas por el pecado, y la remisión de todas
las deudas cada séptimo año. Había también numerosos gastos
destinados a la hospitalidad y los donativos para los pobres, y
además, pesadas contribuciones sobre las propiedades. (p. 547, 548)

A medida que la verdad vaya progresando, pesarán sobre los


hombres las exigencias de Dios respecto a dar de lo que les ha
confiado con este mismo fin. Dios, el Creador del hombre, al
instituir el plan de la benevolencia sistemática, ha distribuido el peso
de la obra igualmente sobre todos según sus diversas capacidades.
Cada uno ha de ser su propio asesor, y se le deja dar según se
propone en su corazón. Pero hay algunos que son culpables del
mismo pecado que cometieron Ananías y Safira, pues piensan que si
retienen una porción de lo que Dios pide en el sistema del diezmo,
los hermanos no lo sabrán nunca. Así pensaba la pareja culpable
cuyo ejemplo se nos da como advertencia. En este caso Dios
demostró que escudriña el corazón. No pueden ocultársele los
motivos y propósitos del hombre. Dejó a los cristianos de todas las
épocas una amonestación perpetua a precaverse del pecado al cual
los corazones humanos están continuamente inclinados. (p. 550)

Al comisionar a sus discípulos para que fuesen "por todo el mundo"


a predicar "el evangelio a toda criatura," Cristo encomendó a los
hombres la obra de difundir las buenas nuevas. Pero mientras
algunos salen a predicar, invita a otros a que satisfagan sus
demandas en cuanto a los diezmos y ofrendas con que sostener el
ministerio y difundir la verdad en forma impresa por toda la tierra.
Tal es el medio que Dios tiene para exaltar al hombre, Es
precisamente la obra que él necesita, pues conmoverá las más
67

profundas simpatías de su corazón y ejercitará su más alta capacidad


mental. (p.553)

Los que se regocijan en la preciosa luz de la verdad deben sentir un


ardiente deseo de que se la difunda por doquiera. Hay algunos pocos
fieles portaestandartes que nunca rehuyen el deber o las
responsabilidades. Sus corazones y bolsillos están siempre abiertos a
todo pedido de recursos para adelantar la causa de Dios. A la verdad,
algunos parecen listos a sobrepasar su deber, como si temiesen
perder la oportunidad de invertir su porción en el banco del cielo.
Hay otros que harán lo menos que puedan. Atesoran sus recursos, o
malgastan medios en su propia persona, dando a regañadientes una
ofrenda escasa para sostener la causa de Dios. Si hacen una promesa
a Dios, se arrepienten luego y evitan su pago mientras pueden, si no
dejan de pagarla por completo. Disminuyen el diezmo tanto como
pueden como si temiesen que lo devuelto a Dios se perdiera.
Nuestras diversas instituciones pueden estar abrumadas por falta de
recursos, pero estas personas obran como si no les importara que
prosperen o no. (p. 557)

Algunos cierran sus oídos cuando se pide dinero que se ha de


emplear en enviar misioneros a países extranjeros, y en publicar la
verdad y diseminarla por todo el mundo como caen hojas de los
árboles en el otoño. Los tales disculpan su codicia informándonos de
que han hecho arreglos para hacer obras caridad después de su
muerte. Han considerado la causa Dios en sus testamentos. Por
tanto, viven una vida de avaricia robando a Dios en los diezmos y
las ofrendas, y en sus testamentos devuelven a Dios tan sólo una
pequeña porción de lo que él les ha prestado, mientras asignan una
gran parte a parientes que no tienen interés alguno en la verdad. Esta
es la peor clase de robo. Roban a Dios lo que le deben, no sólo
durante toda su vida, sino también al morir. (p. 559, 560)
68

Fluyen a la tesorería del Señor muy pocos recursos para ser


dedicados a la salvación de las almas, y eso mismo se consigue tras
arduo trabajo. Si se pudiesen abrir los ojos de todos para que vieran
cómo la codicia prevaleciente ha impedido el adelanto de la obra de
Dios, y cuánto más podría haberse hecho si todos hubiesen seguido
el plan de Dios en los diezmos y las ofrendas, muchos se
reformarían, porque no se atreverían a estorbar el progreso de la
causa de Dios como lo han hecho. La iglesia no se da cuenta de la
obra que podría hacer si lo entregase todo para Cristo. Un verdadero
espíritu de abnegación seria un argumento en favor de la realidad y
el poder del Evangelio que el mundo no podría contradecir ni
interpretar falsamente, y abundantes bendiciones se derramarían
sobre la iglesia. (p. 564)

Son muchos los que insisten en que no pueden hacer más para la
causa de Dios de lo que hacen ahora; pero no dan según su
capacidad. El Señor abre a veces los ojos cegados por el egoísmo,
reduciendo simplemente sus ingresos a la cantidad que están
dispuestos a dar. Se encuentran caballos muertos en el campo o el
establo; el fuego destruye casas o granjas, o fracasan las cosechas.
En muchos casos, Dios prueba al hombre con bendiciones, y si
manifiesta infidelidad al devolverle los diezmos y las ofrendas,
retira su bendición. "El que siembra escasamente, también segará
escasamente." (2 Cor. 9:6.) A vosotros los que seguís a Cristo, os
rogamos, por las misericordias de Cristo y las riquezas de su
bondad, y por la honra de la verdad y de la religión, que os dediquéis
vosotros mismos y vuestras propiedades nuevamente a Dios. En
vista del amor y de la compasión de Cristo, que le hicieron
descender de los atrios reales para sufrir abnegación, humillación y
muerte, pregúntese cada uno: "¿Cuánto debo a mi Señor?" y luego
traed vuestras ofrendas de agradecimiento de acuerdo con vuestro
69

aprecio por el gran don del cielo en el amado Hijo de Dios. (p. 564,
565)

JOYAS DE LOS TESTIMONIOS TOMO 2


La historia de Ananías y Safira nos es dada para que podamos
comprender el pecado del engaño en relación con nuestros donativos
y ofrendas. Ellos habían prometido voluntariamente dar una porción
de su propiedad para el adelantamiento de la causa de Cristo; pero,
cuando tuvieron los recursos en sus manos, se negaron a cumplir
aquella obligación aunque deseaban al mismo tiempo aparentar que
lo habían dado todo. Recibieron un castigo ejemplar para que
sirviese de advertencia perpetua a los cristianos de todas las épocas.
El mismo pecado prevalece terriblemente en la actualidad, aunque
no oímos hablar de tan señalados castigos. El Señor muestra una vez
a los hombres cuánto aborrece la violación de sus requerimientos
sagrados y su dignidad, y luego los deja seguir los principios
generales de la administración divina.
Las ofrendas voluntarias y el diezmo constituyen la renta del
Evangelio. Dios pide cierta porción de los recursos confiados al
hombre: un diezmo; pero deja a todos libres para decir cuánto es el
diezmo, y si ellos quieren o no dar más que esto. Han de dar según
se proponen en su corazón. Pero cuando el corazón está conmovido
por la influencia del Espíritu Santo, y se ha hecho un voto de dar
cierta cantidad, el que hizo el voto ya no tiene derecho sobre la
porción consagrada. (p. 41)

El único medio que Dios ha dispuesto para hacer progresar su causa


consiste en bendecir a los hombres con propiedades. Les da la luz
del sol y la lluvia; hace florecer la vegetación; les da salud y
capacidad de adquirir recursos. Todas nuestras bendiciones
provienen de su mano bondadosa. En retribución, quiere él que los
70

hombres y las mujeres manifiesten su gratitud devolviéndole una


porción en diezmos y ofrendas, en ofrendas de agradecimiento y
ofrendas voluntarias.
Los corazones humanos se endurecen por el egoísmo, y como en el
caso de Ananías y Safira, se sienten tentados a retener parte del
precio, aunque simulando cumplir con las reglas del diezmo.
¿Robará el hombre a Dios? Si los recursos afluyesen a la tesorería en
conformidad exacta con el plan de Dios, en la proporción de un
diezmo de toda ganancia, abundarían para llevar adelante su obra.
Bien, dice uno, siguen llegando los pedidos de dar para la causa.
Estoy cansado de dar. ¿Es verdad? Entonces, permítame preguntarle:
¿Está Ud. cansado de recibir de la benéfica mano de Dios? Mientras
él no cese de bendecirlo, no cesará Ud. de estar bajo la obligación de
devolverle la porción que exige. El le bendice a Ud. para que esté en
situación de beneficiar a otros. Cuando Ud. esté cansado de recibir,
entonces podrá decir: Estoy cansado de tantas invitaciones a dar.
Dios reserva para sí una porción de todo lo que recibimos. Cuando
se la devolvemos, bendice el resto, pero si la retenemos, tarde o
temprano el conjunto resulta maldito. Primero viene el derecho de
Dios; todo otro derecho es secundario.
En toda iglesia debe establecerse un fondo para los pobres. Luego
cada miembro presentará una ofrenda de agradecimiento a Dios cada
semana o cada mes, según resulte más conveniente. Esta ofrenda
expresará nuestra gratitud por los dones de la salud, el alimento y las
ropas cómodas. Y en la medida en que Dios nos bendijo con estas
comodidades, apartaremos recursos para los pobres, los dolientes y
los angustiados. Quisiera llamar especialmente la atención de los
hermanos a este punto. Recordemos a los pobres. Privémonos de
algunos de nuestros lujos; si, aun de comodidades, y ayudemos a
aquellos que pueden obtener solamente la más escasa alimentación e
indumentaria. Al obrar en su favor, obramos para Jesús en la
persona de sus santos. El se identifica con la humanidad doliente.
No aguardemos hasta que hayan sido satisfechas todas nuestras
necesidades imaginarias. No confiemos en nuestros sentimientos
para dar cuando nos sintamos dispuestos a ello, y retener cuando no
71

nos inclinemos a dar. Demos regularmente, sea diez, veinte o


cincuenta centavos por semana, según lo que quisiéramos ver
anotado en el registro celestial en el día de Dios. (p. 42, 43)

Se me ha mostrado que muchos de nuestros hermanos están robando


al Señor en los diezmos y las ofrendas, y como resultado la obra se
perjudica grandemente. La maldición de Dios descansará sobre los
que están viviendo de las bondades de Dios, y sin embargo cierran
su corazón y nada o casi nada hacen para que progrese su causa.
Hermanos y hermanas, ¿cómo puede el Padre benéfico continuar
haciéndoos sus mayordomos y daros recursos que debéis usar para
él, si lo retenéis todo, aseverando egoístamente que es vuestro? (p.
44)

Los principios del amor a Dios y al prójimo deben ser aplicados en


todos los actos de la vida diaria, tanto en los más pequeños como en
los más grandes. Debe haber un deseo de hacer más que pagar
diezmo de la menta, el anís y el comino; y las cosas mayores de la
ley: el juicio, la misericordia y el amor de Dios, no deben ser
descuidados; porque el carácter personal de todo aquel que está
relacionado con la obra deja su impresión sobre ella. (p. 139)

Antiguamente el Señor ordenó a su pueblo que se reuniese tres veces


al año para rendirle culto. Los hijos de Israel acudían a estas santas
convocaciones, trayendo a la casa de Dios sus diezmos, así como las
ofrendas por el pecado y las de gratitud. Se reunían para relatar las
misericordias de Dios, para conocer sus obras admirables, tributarle
agradecimiento y alabar su nombre. Debían participar en el servicio
de sacrificios que señalaba a Cristo como Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo. Así habían de preservarse del poder corruptor
de la mundanalidad y la idolatría. La fe, el amor y la gratitud debían
mantenerse vivos en su corazón, y al congregarse en ese servicio
sagrado se vinculaban más estrechamente con Dios y unos con otros.
72

En los días de Cristo vastas muchedumbres provenientes de todos


los países asistían a estas fiestas, y si las hubiesen observado como
Dios quería, con espíritu de verdadero culto, la luz de la verdad
podría haber sido dada por su intermedio a todas las naciones del
mundo.
Los que residían lejos del tabernáculo debían ocupar más de un mes
cada año para asistir a estas santas convocaciones. El Señor vio que
estas reuniones eran necesarias para la vida espiritual de su pueblo.
Las necesitaban para ser apartados de los cuidados mundanales, para
comulgar con Dios y contemplar las realidades invisibles.
Si los hijos de Israel necesitaban el beneficio de estas santas
convocaciones en su tiempo, ¡cuánto más lo necesitamos nosotros en
estos últimos días de peligro y conflicto! Y si los habitantes del
mundo necesitaban entonces la luz que Dios había confiado a su
iglesia, ¡cuánto más la necesitan ahora! (p. 379, 380)

Debe designarse a los predicadores más talentosos para que enseñen


la Biblia en nuestras escuelas. Los escogidos para este trabajo tienen
que ser estudiantes cabales de la Biblia, que posean una profunda
experiencia cristiana, y su salario debe pagarse del diezmo. Es
designio de Dios que todas nuestras instituciones lleguen a ser
medios para educar y desarrollar obreros de quienes él no se
avergüence, obreros que puedan ser enviados como misioneros
idóneos que trabajen para el Maestro; pero este fin no se ha tenido
en vista. (p. 416, 417)

Nuestras asociaciones dirigen su mirada a nuestras escuelas en busca


de obreros educados y bien preparados, por lo que debieran prestar a
las escuelas el auxilio más generoso e inteligente. Ha sido dada clara
luz en cuanto a que aquellos que ministran en nuestras escuelas
enseñando la Palabra de Dios, explicando las Escrituras, educando a
los alumnos en las cosas de Dios, deben ser sostenidos con el
73

diezmo. Hace mucho que fue dada esta instrucción y recientemente


ha sido repetida vez tras vez. (p. 475, 475)

Este asunto de dar no queda librado al impulso. Dios nos ha dado


instrucciones definidas al respecto. El ha especificado los diezmos y
las ofrendas como la medida de nuestra obligación, y desea que
demos regular y sistemáticamente. Pablo escribió a la iglesia de
Corinto: "Cuanto a la colecta para los santos, haced vosotros
también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada
primer día de la semana cada uno de vosotros aparte en su casa,
guardando lo que por la bondad de Dios pudiere." (1 Cor. 16: 1,2.)
Examine cada uno regularmente sus entradas, que son todas
bendición de Dios, y ponga aparte el diezmo como fondo separado,
que ha de ser sagrado para el Señor. Este fondo no debe emplearse
en ningún caso para otro uso; sino que se ha de dedicar solamente a
sostener al ministerio del Evangelio. Después que se ha puesto a un
lado el diezmo, separe cada uno como dones y ofrendas "lo que por
la bondad de Dios pudiere."
Durante la dispensación judaica, al nacer los hijos se presentaba una
ofrenda a Dios, como él mismo lo había indicado.
En los cumpleaños se debe enseñar a los niños que tienen motivo de
agradecer a Dios su bondad y su amor por haberles conservado la
vida durante otro año. Pueden impartírselas así lecciones preciosas.
Por la vida, la salud, el alimento y la ropa, no menos que por la
esperanza de la vida eterna, estamos en deuda con el Dador de toda
merced; y es nuestra obligación para con Dios reconocer sus dones y
presentar nuestras ofrendas de gratitud a nuestro mayor Bienhechor.
El Cielo reconoce estos donativos.- Id., págs. 129, 130, 143. (p.
563, 564)

JOYAS DE LOS TESTIMONIOS TOMO 3


El Señor ha dado a su pueblo un mensaje para este tiempo. Está en
el tercer capítulo de Malaquías. ¿Cómo podría el Señor presentar sus
74

requerimientos de una manera más clara y enérgica que en ese


capítulo?
Todos deben recordar que lo que Dios exige de nosotros supera a
cualquier otro derecho. El nos da abundantemente, y el contrato que
él ha hecho con el hombre es que una décima de las posesiones de
éste sea devuelta a Dios. El confía misericordiosamente sus tesoros a
sus mayordomos, pero dice del diezmo: Es mío. En la proporción en
que Dios ha dado propiedad al hombre, el hombre debe devolverle
un diezmo de toda su substancia. Este arreglo preciso fue hecho por
Jesucristo mismo.
Esta obra entraña resultados solemnes y eternos, y es demasiado
sagrada para ser dejada al impulso humano. No debemos sentirnos
libres para tratar este asunto como quisiéramos. En respuesta a los
requerimientos de Dios, deben apartarse reservas regulares como
sagradas para su obra.
Las primicias
Además del diezmo, el Señor exige las primicias de todas nuestras
ganancias. Se las ha reservado a fin de que su obra en la tierra pueda
ser sostenida ampliamente. Los siervos del Señor no han de verse
limitados a una mísera pitanza. Sus mensajeros no deben verse
estorbados en su obra de presentar palabra de vida. A medida que
enseñan la verdad, deben tener recursos que invertir en el
adelantamiento de la obra que debe ser hecha al debido tiempo para
ejercer la influencia mejor y más poderosa para salvar. Deben
realizarse acciones de misericordia; debe ayudarse a los pobres y
dolientes. Deben asignarse donativos y ofrendas para este propósito.
Esto debe hacerse especialmente en los campos nuevos, donde
nunca se ha enarbolado el estandarte de la verdad. Si todos los que
profesan ser hijos de Dios, tanto ancianos como jóvenes, cumpliesen
su deber, no habría escasez en la tesorería. Si todos pagasen
fielmente el diezmo y dedicasen a Dios las primicias de sus
ganancias, habría abundante provisión de recursos para la obra. Pero
la ley de Dios no es respetada ni obedecida, y esto ha ocasionado
una necesidad apremiante. (p. 36, 37)
75

Dios pone su mano sobre todas las posesiones del hombre diciendo:
Yo soy el dueño del universo, y estos bienes son míos. El diezmo
que habéis retenido lo reservaba para sostener a mis siervos en su
obra de explicar las Escrituras a los que moran en regiones obscuras
y no conocen mi ley. Al usar mi fondo de reserva para satisfacer
vuestros propios deseos, habéis privado vuestras almas de la luz que
yo había provisto para ellas. Habéis tenido oportunidad de
manifestarme vuestra lealtad, pero no lo habéis hecho. Me habéis
robado; habéis hurtado mi fondo de reserva. "Malditos sois con
maldición." (Mal. 3: 9.) (p. 39)

El Señor es longánime y misericordioso, y da otra oportunidad a los


que han cometido esa iniquidad. "Tornaos a mí -dice,- y yo me
tornaré a vosotros." Pero ellos dijeron: "¿En qué hemos de tornar?"
(Mal. 3: 7.) Han dedicado sus recursos a servirse y glorificarse a sí
mismos, como si fuesen bienes que les pertenecieran, y no tesoros
prestados. Sus conciencias pervertidas se han endurecido y
cauterizado a tal punto que no ven la gran iniquidad que han
cometido al obstaculizar tanto el camino que la causa de la verdad
ya no podía progresar.
Aunque emplea para sí los talentos que Dios se reservó para publicar
la salvación, para enviar las gratas nuevas de un Salvador a las
almas que perecen, el hombre finito pregunta, aun mientras obstruye
el camino por su egoísmo: "¿En qué te hemos robado?" Dios
contesta: "Los diezmos y las primicias. Malditos sois con maldición,
porque vosotros, la nación toda, riñe habéis robado." Todo el mundo
está empeñado en robar a Dios. Con el dinero que él les ha prestado,
los hombres se entregan a la disipación, a las diversiones, orgías,
banquetes y complacencias deshonrosas. Pero Dios dice: "Y
llegarme he a vosotros a juicio." (Vers. 8, 9, 5.) Todo el mundo
tendrá que dar cuenta en el gran día en que cada uno será
sentenciado según sus obras. (p. 39, 40)
76

Dios se compromete a bendecir a los que obedecen sus


mandamientos. "Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento
mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si
no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros
bendición hasta que sobreabunde. Increparé también por vosotros al
devorador, y no os corromperá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en
el campo abortará, dice Jehová de los ejércitos." (Vers. 10-12.)
Con estas palabras de luz y verdad delante de sí, ¿cómo se atreven
los hombres a descuidar un deber tan claro? ¿Cómo atreven a
desobedecer a Dios cuando la obediencia a sus requerimientos
significa que los bendecirá tanto en las cosas temporales como en las
espirituales, y la desobediencia significa recibir su maldición?
Satanás es el destructor. Dios no puede bendecir a los que se niegan
a ser sus mayordomos fieles. Todo lo que puede hacer es permitir a
Satanás que realice su obra destructora. Vemos que vienen sobre la
tierra calamidades de toda clase y de todo grado; ¿y por qué? El
poder restrictivo del Señor no se hace sentir. El mundo despreció la
palabra de Dios. Vive como si no hubiese Dios. Como los habitantes
del mundo en el tiempo de Noé, se niegan a pensar en Dios. La
perversidad prevalece en un grado alarmante, y la tierra está madura
para la siega. (p.40)

El Señor les dice que le prueben trayendo sus diezmos al alfolí, para
ver si no derramará sobre ellos bendición. Pero albergan la rebelión
en su corazón y se quejan de Dios; al mismo tiempo que le roban y
disipan sus bienes. Cuando su pecado les es presentado, dicen: He
tenido adversidades; mis cosechas han sido pocas; pero los malos
prosperan. No vale la pena guardar el mandato del Señor.
Dios no quiere que nadie ande lamentándose delante de él. Los que
así se quejan de Dios han atraído la adversidad sobre sí mismos.
Robaron a Dios, y su causa se vio estorbado porque el dinero que
77

debería haber afluido a su tesorería se dedicó a fines egoístas.


Fueron desleales a Dios al no seguir el plan prescrito por él. Cuando
Dios los prosperó y les pidió que le diesen su porción, sacudieron la
cabeza y no reconocieron que era su deber hacerlo. Cerraron los ojos
de su entendimiento a fin de no ver. Retuvieron el dinero del Señor,
y trabaron la obra que él quería que se hiciese. (p. 41)

Un raudal de luz resplandece de la Palabra de Dios y debemos


despertarnos para reconocer las oportunidades descuidadas. Cuando
todos sean fieles en lo que respecta a devolver a Dios lo suyo en
diezmos y ofrendas, se abrirá el camino para que el mundo oiga el
mensaje para este tiempo. Si el corazón de los hijos de Dios
estuviese lleno de amor por Cristo; si cada miembro de la iglesia
estuviese cabalmente dominado por un espíritu de abnegación; si
todos manifestasen profundo fervor, no faltarían fondos para las
misiones. Nuestros recursos se multiplicarían, y se nos ofrecerían
mil oportunidades de ser útiles. Si el propósito de Dios de dar al
mundo el mensaje de misericordia hubiese sido llevado a cabo por
su pueblo, Cristo habría venido ya a la tierra, y los santos habrían
recibido su bienvenida en la ciudad de Dios.
Si hubo alguna vez un tiempo en que debían hacerse sacrificios, es
ahora. Los que tienen dinero deben comprender que ahora es el
momento de emplearlo para Dios. No se absorban recursos en
multiplicar las facilidades donde la obra ya está establecida. No se
añada edificio a edificio donde se han concentrado ya muchos
intereses. Empléense los recursos para establecer centros en nuevos
campos. Así podréis ganar almas que desempeñarán su parte en
producir. (p. 73)

Los diezmos y las ofrendas dedicados a Dios son un reconocimiento


de su derecho sobre nosotros por la creación, y son también un
reconocimiento de su derecho por la redención. Por cuanto todo
78

nuestro poder deriva de Cristo, esas ofrendas han de fluir de


nosotros a Dios. Deben recordarnos siempre lo que por la redención
Dios tiene derecho a pedimos, pues ese derecho abarca todo lo
demás. (p. 78)

No hacemos del consumo de la carne una condición para la


admisión de los miembros; pero debiéramos considerar la influencia
que ejercen sobre otros los creyentes profesos que usan carne. Como
mensajeros de Dios, ¿no diremos al pueblo: "Si pues coméis, o
bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios"? (1 Cor. 10:
31) ¿No daremos un testimonio decidido contra la complacencia del
apetito pervertido? ¿Quiere cualquiera de los que son ministros del
Evangelio y que proclaman la verdad más solemne que haya sido
dada a los mortales, dar el ejemplo de volver a las ollas de Egipto?
¿Quieren los que son sostenidos por el diezmo de la tesorería de
Dios permitir que la gula envenene la corriente vital que fluye por
sus venas? ¿Harán caso omiso de la luz y las amonestaciones que
Dios les ha dado? La salud des cuerpo debe considerarse como
esencial para el crecimiento en la gracia y la adquisición de un
carácter templado. Si no se cuida debidamente el estómago, será
trabada la formación de un carácter moral íntegro. El cerebro y los
nervios están en relación íntima con el estómago. De los errores
practicados en el comer y beber resultan pensamientos y hechos
erróneos. (p. 360, 361)

LA EDUCACIÓN
La consagración a Dios de un diezmo de todas las entradas, ya
fueran de la huerta o la mies, del rebaño o la manada, del trabajo
manual o del intelectual; la consagración de un segundo diezmo
destinado al alivio del pobre y otros usos benéficos, tendía a
mantener siempre presente ante el pueblo el principio de que Dios es
dueño de todo, y que ellos tenían la oportunidad de ser los canales
79

por medio de los cuales fluyeran sus bendiciones. Era una educación
adaptada para acabar con todo egoísmo, y cultivar la grandeza y la
nobleza de carácter. (p. 45)

El que da a los hombres la facultad de obtener riquezas, ha unido al


don una obligación. Reclama una porción determinada de todo lo
que adquirimos. El diezmo pertenece al Señor. "Y el diezmo de la
tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles". . .
"Y todo diezmo de vacas o de ovejas. . . será consagrado a Jehová".
La promesa hecha por Jacob en Betel, muestra lo que abarca la
obligación. "De todo lo que me dieres -dijo-, el diezmo apartaré para
ti".
"Traed los diezmos al alfolí", es la orden de Dios. No se extiende
ninguna invitación a la gratitud o generosidad. Es una cuestión, de
simple honradez. El diezmo pertenece al Señor, y él nos ordena que
le devolvamos lo que le pertenece. (p. 139, 140)

Los levitas, como ministros del santuario, no recibieron tierras por


herencia; moraban juntos en ciudades apartadas para su uso, y su
sostén lo constituían las ofrendas y los diezmos dedicados al
servicio de Dios, Eran los maestros del pueblo, huéspedes de todas
sin fiestas, y honrados por todas partes como siervos y
representantes de Dios. Toda la nación recibió el mandato: "Ten
cuidado de no desamparar al levita en todos tus días sobre la tierra".
"Por lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con sus hermanos; Jehová
es su heredad, como Jehová tu Dios le dijo" (Deut. 12:19; 10:9). (p.
149, 150)

LA FE POR LA CUAL VIVO


En la iglesia de . . . . hubo un decidido progreso de espiritualidad,
caridad y actividad. Se predicaron sermones acerca del pecado de
robar a Dios en los diezmos y en las ofrendas. . . .
80

"Muchos confesaron que no habían pagado el diezmo por años; y


sabemos que Dios no puede bendecir a aquellos que le están
robando.
"Un hermano manifestó que durante dos años no había pagado sus
diezmos y se sentía desesperado; pero en cuanto confesó su pecado
empezó a recobrar la esperanza. '¿Qué haré?' preguntó, "Le dije:
'Escriba un pagaré al tesorero de la iglesia.' . . .
"Le pareció que era un pedido un tanto raro; pero se sentó y empezó
a escribir: 'Por valores recibidos prometo pagar . . . la suma de $
571.50 al tesorero de la iglesia.' Después de hacer todo lo que estaba
de su parte, se sintió un hombre feliz. En pocos días cumplió con su
pagaré y pagó su diezmo al tesorero. (p. 164)

"El plan de Dios en el sistema del diezmo es hermoso por su


sencillez e igualdad. . . . Todos pueden sentir que son capaces de
hacer una parte para llevar a cabo la preciosa obra de salvación.
Cada hombre, mujer y joven puede llegar a ser un tesorero del
Señor, un agente para satisfacer las demandas de la tesorería. Dice el
apóstol: 'Cada uno de vosotros aparte en su casa, guardando lo que
por la bondad de Dios pudiere.' (1 Cor. 16: 2.)"-JT1, 443.
"Que cada uno examine metódicamente sus entradas, que son todas
bendiciones de Dios, y separe el diezmo como parte sagrada del
Señor. Este fondo nunca debiera ser dedicado a otro uso; debe ser
destinado exclusivamente para el sostén del ministerio del
Evangelio."-CSt. 80, 81.
(p. 247)

"No sólo debiéramos dedicar fielmente nuestros diezmos a Dios,


quien los reclama como suyos, sino que debiéramos además traer un
tributo como ofrenda de gratitud. Llevemos a nuestro Creador, con
corazones gozosos, lo primeros frutos de todos sus generosos dones;
lo más escogido de nuestras posesiones, nuestro mejor y más santo
servicio."-ST, noviembre 15 de 1910. (p. 248)
81

LA IGLESIA REMANENTE

Los que llevan este mensaje de error, denunciando a la iglesia como


Babilonia, descuidan la obra que Dios les ha designado, están en
contra de la organización, y en contra del sencillo mandato de Dios,
pronunciado por Malaquías, de traer todos los diezmos a la tesorería
de la casa del Señor, e imaginan que ellos tienen una obra que
hacer, a saber, amonestar a quienes Dios ha escogido para hacer
progresar su mensaje de verdad. (p. 79, 80).

"Hermano mío: Si usted está enseñando que la Iglesia Adventista del


Séptimo Día es Babilonia, está equivocado. Dios no le ha encargado
la proclamación de semejante mensaje. Satanás usará de toda mente
a la cual logre acceso, inspirando a los hombres a elucubrar falsas
teorías o a apartarse por alguna tangente errónea, para poder crear un
falso entusiasmo, y así distraer a las almas del verdadero mensaje
para este tiempo. Presumo que algunos podrán ser engañados por su
proclama, porque están llenos de curiosidad y del deseo de alguna
cosa nueva.
"Ciertamente me entristece que usted se haya dejado engañar de
alguna manera por las insinuaciones del enemigo, porque yo sé que
la teoría que usted está defendiendo no es la verdad. Al sembrar esas
ideas usted está acarreando, y acarreará, grave perjuicio sobre usted
mismo y sobre los demás. No trate de interpretar mal, ni de torcer ni
pervertir los Testimonios para darle fundamento a esos mensajes
erróneos. Muchos han pasado por ese camino, y han hecho daño
cada vez que otros han comenzado a proclamar este mensaje, llenos
de celo, se me ha mostrado que no era la verdad.
"Entiendo que usted proclama también que no debemos devolver el
diezmo. Hermano mío: Quite su 'calzado' de 'sus pies', porque el
lugar donde usted está es tierra santa. El Señor ha hablado con
respecto a la devolución de los diezmos. Ha dicho: 'Traed todos los
diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en
esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los
82

cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde'.


Pero al mismo tiempo que el Señor pronuncia una bendición sobre
los que traen sus diezmos, profiere una maldición sobre los que los
retienen. Muy recientemente se me ha dado luz directa de parte del
Señor sobre este asunto, según la cual muchos adventistas del
séptimo día están robando a Dios en lo que se refiere a los diezmos
y ofrendas, y se me reveló claramente que Malaquías planteó el caso
tal como es en realidad. ¿Cómo, entonces, se atreve alguien a pensar
siquiera en su corazón que una insinuación para retener los diezmos
y ofrendas proviene del Señor? ¿En qué punto, hermano mío, se ha
salido usted de la senda? ¡Oh, ponga nuevamente sus pies sobre la
senda recta!.
"Estamos cerca del fin, pero si a usted o a algún otro seduce el
enemigo y lo induce a fijar la fecha de la venida de Cristo, estarán
haciendo la misma mala obra que causó la ruina de las almas de los
que la hicieron en lo pasado. (p. 92, 93)

LA TEMPERANCIA
Una enorme suma se malgasta todos los años en esta complacencia,
mientras que hay almas que perecen por falta de la palabra de vida.
Los profesos cristianos roban a Dios en los diezmos y las ofrendas,
mientras ofrecen sobre el altar del vicio destructor en el uso del
tabaco, más de lo que dan para aliviar a los pobres o para suplir las
necesidades de la causa de Dios. (p. 61)

LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES


Dios ha dispuesto que la proclamación del Evangelio dependa de las
labores y dádivas de su pueblo. Las ofrendas voluntarias y el diezmo
constituyen los ingresos de la obra del Señor. De los medios
confiados al hombre, Dios reclama cierta porción: la décima parte.
Los deja libres a todos de decir si han de dar o no más que esto. Pero
83

cuando el corazón se conmueve por la influencia del Espíritu Santo,


y se hace un voto de dar cierta cantidad, el que ha hecho el voto no
tiene ya ningún derecho a la porción consagrada. Las promesas de
esta clase hechas a los hombres serían consideradas como
obligación; ¿y no son más obligatorias las que se hacen a Dios?
¿Son las promesas consideradas en el tribunal de la conciencia
menos obligatorias que los acuerdos escritos de los hombres?
Es Dios quien bendice a los hombres con propiedades, y lo hace a
fin de que puedan dar para el avance de su causa. El envía la luz del
sol y la lluvia. El hace crecer la vegetación. El da la salud y la
habilidad de adquirir medios. Todas nuestras bendiciones proceden
de su generosa mano. A su vez, quiere que los hombres y mujeres
manifiesten su gratitud devolviéndole una parte como diezmos y
ofrendas, ofrendas de agradecimiento, ofrendas voluntarias, ofrendas
por la culpa. Si los medios afluyeran a la tesorería de acuerdo con
este plan divinamente señalado, a saber, la décima parte de todos los
ingresos, y ofrendas liberales, habría abundancia para el
adelantamiento de la obra del Señor. (p. 62, 63)

En su primera carta a la iglesia de Corinto, Pablo instruyó a los


creyentes respecto a los principios generales sobre los cuales se
funda el sostén de la obra de Dios en la tierra. Escribiendo en cuanto
a sus labores apostólicas en favor de ellos, preguntó: "¿Quién jamás
peleó a sus expensas? ¿quién planta viña, y no come de su fruto? ¿o
quién apacienta el ganado, y no come de la leche del ganado? ¿Digo
esto según los hombres? ¿no dice esto también la ley? Porque en la
ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla.
¿Tiene Dios cuidado de los bueyes? ¿O dícelo enteramente por
nosotros? Pues por nosotros está escrito; porque con esperanza ha de
arar el que ara; y el que trilla, con esperanza de recibir el fruto.
"Si nosotros os sembramos lo espiritual preguntó además el apóstol,
¿es gran cosa si segáremos lo vuestro carnal? Si otros tienen en
vosotros esta potestad, ¿no más bien nosotros? Mas no hemos usado
de esta potestad: antes lo sufrimos todo, por no poner ningún
84

obstáculo al evangelio de Cristo. ¿No sabéis que los que trabajan en


el santuario, comen del santuario, y que los que sirven al altar, del
altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el
evangelio, que vivan del evangelio." (1 Cor. 9: 7-14.)
El apóstol se refirió aquí al plan del Señor para sostener a los
sacerdotes que ministraban en el templo. Aquellos que eran
apartados para este sagrado cargo eran sostenidos por sus hermanos,
a quienes ellos ministraban las bendiciones espirituales. "Y
ciertamente los que de los hijos de Leví toman el sacerdocio, tienen
mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley." (Heb.
7: 5.) La tribu de Leví fue escogida por el Señor para los cargos
sagrados pertenecientes al templo y al sacerdocio. Acerca del
sacerdote se dijo: "Porque le ha escogido Jehová, . . . para ministrar
al nombre de Jehová." (Deut. 18: 5) Dios reclamaba como propiedad
suya una décima parte de todas las ganancias, y consideraba como
robo la retención del diezmo.
A este plan para e! sostén del ministerio se refirió Pablo cuando dijo:
"Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que
vivan del evangelio." Y más tarde, escribiendo a Timoteo, el apóstol
dijo: "Digno es el obrero de su jornal." (1 Tim. 5: 18)
El pago del diezmo no era sino una parte del plan de Dios para el
sostén de su servicio. Se especificaban divinamente numerosas
dádivas y ofrendas. Bajo el sistema judío, se le enseñaba al pueblo a
abrigar un espíritu de liberalidad, tanto en el sostén de la causa de
Dios, como en la provisión de las necesidades de los pobres. En
ocasiones especiales había ofrendas voluntarias. En ocasión de la
cosecha y la vendimia, se consagraban como ofrenda para el Señor
los primeros frutos del campo: el trigo, el vino y el aceite. Los
rebuscos y las esquinas del campo se reservaban para los pobres. Las
primicias de la lana cuando se trasquilaban las ovejas, y del grano
cuando se trillaba el trigo, se apartaban para Dios. Así también se
hacía con el primogénito de todos los animales. Se pagaba un rescate
por el primogénito de toda familia humana. Los primeros frutos
debían presentarse delante del Señor en el santuario, y se dedicaban
al uso de los sacerdotes.
85

Por este sistema de benevolencia, el Señor trataba de enseñar a Israel


que en todas las cosas él debía ser el primero. Así se les recordaba
que él era el propietario de sus campos, sus rebaños y sus ganados;
que era él quien enviaba la luz del sol y la lluvia que hacían crecer y
madurar la sementera. Todas las cosas que ellos poseían eran de él.
Ellos no eran sino sus mayordomos.
No es propósito de Dios que los cristianos, cuyos privilegios
exceden por mucho a los de la nación judía, den menos liberalmente
que los judíos.
"A cualquiera que fue dado mucho declaró el Salvador, mucho será
vuelto a demandar de él." (Luc. 12: 48.) La liberalidad que se
requería de los hebreos era en gran parte para beneficio de su propia
nación; hoy la obra de Dios abarca toda la tierra. Cristo confió los
tesoros del Evangelio a las manos de sus seguidores, y les impuso la
responsabilidad de dar las alegres nuevas de la salvación al mundo.
Nuestras obligaciones son por cierto mucho mayores que las del
antiguo Israel.
A medida que la obra de Dios se extienda, se pedirá ayuda más y
más frecuentemente. Para que estas peticiones puedan atenderse, los
cristianos deben prestar atención al mandato: "Traed todos los
diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa." (Mal. 3: 10.) Si los
profesores cristianos fueran fieles en traer a Dios sus diezmos y
ofrendas, su tesorería estaría llena. No habría entonces que recurrir a
exposiciones, loterías, o excursiones de placer para asegurar fondos
para el sostén del Evangelio.
Los hombres están tentados a usar sus medios en la complacencia
propia, en la satisfacción del apetito, en el atavío personal, o en el
embellecimiento de sus casas. Por estas cosas muchos miembros de
iglesia no vacilan en gastar liberalmente, y hasta con extravagancia.
Pero cuando se les pide que den para la tesorería del Señor, para
llevar adelante su obra en la tierra, ponen dificultades. Sintiendo
quizá que no pueden hacer otra cosa, dan una suma mucho menor de
la que a menudo gastan en complacencias innecesarias. No
manifiestan verdadero amor por el servicio de Cristo, ni ferviente
86

interés en la salvación de las almas. ¿Qué de extraño tiene que la


vida cristiana de los tales sea una existencia débil y enfermiza?
Aquel cuyo corazón refulge con el amor de Cristo considerará no
solamente como un deber, sino como un placer, ayudar en el avance
de la obra más elevada y más santa encomendada al hombre: la de
presentar al mundo las riquezas de la bondad, la misericordia y la
verdad.
Es el espíritu de la codicia lo que induce a los hombres a conservar
para la complacencia propia los medios que por derecho pertenecen
a Dios, y este espíritu es tan aborrecible para él ahora como cuando,
mediante su profeta, censuró severamente a su pueblo así: "¿Robará
el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En
qué te hemos robado? Los diezmos y las primicias. Malditos sois
con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado."
(Mal. 3: 8, 9.)
El espíritu de liberalidad es el espíritu del cielo. Este espíritu halla
su más elevada manifestación en el sacrificio de Cristo en la cruz.
(p. 271-274)

LA MARAVILLOSA GRACIA

Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando


darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que
medís, os volverán a medir. (Luc. 6: 38).
Dios bendice el trabajo de las manos de los hombres, para que ellos
le devuelvan la porción que le pertenece. Les da el sol y la lluvia;
hace florecer la vegetación; les da salud y capacidad para adquirir
recursos. Toda bendición proviene de su mano bondadosa, y él desea
que hombres y mujeres manifiesten su gratitud devolviéndole una
porción en diezmos y ofrendas, ofrendas de agradecimiento, de
buena voluntad. . . Han de revelar un interés altruista en el
fortalecimiento de su obra en todas partes del mundo.-PR 522.
87

En la gran obra de amonestar al mundo, las que poseen la verdad en


el corazón y han sido santificados por la verdad, cumplirán con la
parte que se les ha asignado. Serán fieles en el pago de diezmos y
ofrendas. Cada miembro de iglesia está comprometido por el pacto
hecho con Dios a negarse de todo lo que implique un gasto
extravagante de recursos. No permitamos que la falta de economía
en nuestra vida de hogar nos incapacite para desempeñar nuestra
parte en el fortalecimiento de la obra que ya está establecida y nos
impida entrar en nuevos territorios. . .
Ruego a mis hermanos y hermanas de todo el mundo que despierten
a la responsabilidad que descansa sobre ellos en lo que se refiere al
pago fiel del diezmo. . . Llevad fielmente la cuenta con vuestro
Creador. . .
El que dio a su Hijo unigénito para que muriera por vosotros, ha
hecho un pacto con vosotros. El os da sus bendiciones y en cambio
requiere que le llevéis vuestros diezmos y ofrendas. . . Dios pide que
sus instrumentos humanos sean fieles al contrato que él ha hecho
con ellos. "Traed los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa"
(Mal. 3: 10).-CMC 79, 80. (p. 152)

MENSAJE PARA LOS JÓVENES


La oración no tiene por objeto obrar un cambio en Dios; nos pone a
nosotros en armonía con Dios. No reemplaza al deber. Dios nunca
aceptará en lugar del diezmo la oración hecha con frecuencia y
fervor. La oración no pagará nuestras deudas a Dios. . . (p. 247)

La humildad, la abnegación, la benevolencia y la fiel devolución del


diezmo, muestran que la gracia de Cristo obra en el corazón
(Counsels on Health, pág. 590). (p. 302)
88

Dios no se propone enviarnos recursos directamente del cielo, sino


que confía a las manos de sus seguidores talentos y recursos para
que los usen con el fin de sostener esta guerra.
El ha dado a su pueblo un plan para obtener sumas suficientes con
qué financiar sus empresas. El plan de Dios en el sistema del
diezmo es hermoso por su sencillez e igualdad. Todos pueden
practicarlo con fe y valor porque es de origen divino. En él se
combinan la sencillez y la utilidad, y no requiere profundidad de
conocimiento para comprenderlo y ejecutarlo. Todos pueden sentir
que son capaces de hace una parte para llevar a cabo la preciosa obra
de salvación. Cada hombre, mujer y joven puede llegar ser un
tesorero del Señor, un agente para satisfacer la demandas de la
tesorería. Dice el apóstol: "Cada un de vosotros aparte en su casa,
guardando lo que por la bondad de Dios pudiere".
Por este sistema se alcanzan grandes objetos. Si todos lo aceptasen,
cada uno sería un vigilante y fiel tesorero de Dios, y no faltarían
recursos para llevar a cabo la gran obra de proclamar el último
mensaje de amonestación al mundo. La tesorería estaría llena si
todos adoptan este sistema, y los contribuyentes no serán más pobres
por ello. Mediante cada inversión hecha, llegarán a estar más
vinculados a la causa de la verdad presente. Estarán "atesorando
para sí buen fundamento para lo por venir", a fin de "que echen
mano a la vida eterna" (Joyas de los testimonios, tomo 1, págs. 367,
368). (p. 303, 304)

La consagración a Dios de un diezmo de todas las rentas, ya fuesen


de la huerta o de la mies, el rebaño o la vacada, el trabajo manual o
intelectual; la consagración de un segundo diezmo destinado al
alivio del pobre y otros usos benéficos, tendían a mantener siempre
presente ante el pueblo el principio de que Dios es dueño de todo, y
que ellos tenían la oportunidad de ser los canales por los cuales
fluyeran sus bendiciones. Era una educación adaptada para acabar
con todo egoísmo estrecho, y cultivar la grandeza y nobleza de
carácter (La educación, pág. 41). (p. 304)
89

"¿Cuanto debes a mi Señor?" ¿Hemos de recibir todas las


bendiciones de mano de Dios y no retribuirle, ni siquiera dándole
nuestro diezmo, la porción que él se ha reservado? Ha llegado a ser
una costumbre pasar de la línea del sacrificio a la senda de la
complacencia propia. Pero, ¿recibiremos continuamente sus favores
con indiferencia sin corresponder en ninguna forma a su amor?
¿No queréis, queridos jóvenes, haceros misioneros de Dios?
¿Queréis, como no lo habéis hecho antes, aprender las preciosas
lecciones de hacer donativos al Señor poniendo en la tesorería parte
de lo que él os ha dado generosamente para vuestro gozo? Sea lo
que fuere aquello que hayáis recibido, devolved una porción al
Dador como ofrenda de gratitud. También debería entregarse una
parte a la tesorería para obra misionera tanto en el país como en el
extranjero. (p. 305)

"Y haya alimento en mi casa". Es deber nuestro ser temperantes en


todas las cosas: en el comer, en el beber y en el vestir. Deberíamos
considerar cuidadosamente nuestras casas y el moblaje de nuestros
hogares, inspirados por el deseo de entregar a Dios lo que es suyo,
no sólo como diezmos, sino hasta donde sea posible también como
dádivas y ofrendas. Muchos podrían estar acumulando tesoros en el
cielo si mantuviesen el granero de Dios provisto con la porción que
él reclama como suya y con las ofrendas.
Los que averiguan sinceramente qué es lo que Dios requiere de ellos
en cuanto a la propiedad que consideran como propia, deberían
escudriñar las Escrituras del Antiguo Testamento y ver qué indicó a
ese respecto a su pueblo Cristo, el conductor invisible de Israel en su
largo viaje por el desierto. Individualmente deberíamos estar
dispuestos a sufrir cualquier molestia, a encontrarnos en cualquier
aprieto, antes que robar a Dios la porción que debería ser entregada
a su casa. (p.306)
90

En aquel día en que cada hombre será juzgado de acuerdo con los
hechos realizados en el cuerpo, se evaporará, como el rocío al sol,
toda excusa que pueda dar ahora el egoísmo para no entregar al
Señor el diezmo y las ofrendas. Si no fuera para siempre demasiado
tarde, ¡con cuánto gusto volverían muchos atrás y reedificarían su
carácter! Pero será entonces demasiado tarde para cambiar el
registro de los que semanal, mensual y anualmente han robado a
Dios. Su destino estará ya decidido inalterablemente. (p. 306, 207)

El Señor ha especificado: El diezmo de todas vuestras posesiones es


mío; vuestros dones y ofrendas ha de ser traídos a la tesorería para
ser usados para el adelantamiento de mi causa, para enviar al
predicado viviente a abrir las Escrituras ante los que están en
tinieblas.
¿Correrá, pues, alguien el riesgo de retener de Dios lo que es suyo,
haciendo así lo que hizo el siervo infiel que escondió en la tierra el
dinero de su señor? ¿Trataremos, como dicho hombre, de justificar
nuestra infidelidad, quejándonos de Dios y diciendo: "Señor, te
conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste, y
recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí
tu talento en la tierra: aquí tienes lo que es tuyo"?* ¿No
presentaremos más bien nuestras ofrendas de gratitud a Dios?
(Youth's Instructor, agosto 26, 1897). (p .307)

MENSAJES SELECTOS, TOMO 1


El Señor permite que se presenten circunstancias que demandan el
ejercicio de las virtudes pasivas, las cuales aumentan en pureza y
eficacia cuando nos esforzamos por devolver al Señor lo que es suyo
en diezmos y ofrendas. Ud. sabe algo de lo que significa pasar por
pruebas. Ellas le han dado la oportunidad de confiar en Dios, de
91

buscarlo en oración ferviente, para que Ud. pueda creer en él y


confiar en él con fe sencilla. Mediante el sufrimiento, nuestras
virtudes y nuestra fe son probadas. En el día de la dificultad 138 es
cuando comprendemos cuán precioso es Jesús. (p. 138, 139).

MENSAJES SELECTOS, TOMO 2


En los primeros días del mensaje del tercer ángel, los que
establecieron nuestras instituciones y los que trabajaron en ellas,
estaban movidos por elevados sentimientos de abnegación. Como
remuneración por su esforzado trabajo, recibían no más que una
mera pitanza, a duras penas suficiente para sostenerse magramente.
Pero sus corazones habían sido bautizados por el ministerio del
amor. La recompensa de una liberalidad integral se advertía
claramente en su estrecha comunión con el Espíritu del Maestro de
los obreros. Practicaban la economía más estrecha a fin de que
tantos obreros como fuera posible pudieran plantar el estandarte de
la verdad en nuevos lugares.
Pero con el tiempo se produjo un cambio. El espíritu de sacrificio no
fue tan evidente. En algunas de nuestras instituciones los sueldos de
unos pocos obreros se aumentaron en forma irrazonable. Los que
recibieron estos sueldos sostenían que merecían una suma mayor
que otros, debido a sus talentos superiores. ¿Pero quién les dio sus
talentos y su habilidad? Con el aumento de las remuneraciones se
produjo un aumento constante de la codicia, que es idolatría, y una
decidida declinación de la espiritualidad. Se introdujeron males
evidentes y Dios fue deshonrado. Las mentes de muchas personas
que contemplaban esa codicia por sueldos cada vez más elevados,
quedaron corrompidas por la duda y la incredulidad. Principios
extraños, como levadura maligna, compenetraron casi todo el cuerpo
de creyentes. Muchos cesaron en la práctica de la abnegación, y no
pocos retuvieron sus diezmos y ofrendas.
92

Dios en su providencia llamó a realizar una reforma en su obra


sagrada, la cual debía comenzar en el corazón, y de allí obrar hacia
el exterior. Algunos que continuaron ciegamente estimando muy
alto sus servicios, fueron despedidos. Otros recibieron el mensaje
que se les daba, se volvieron a Dios de todo corazón y aprendieron a
aborrecer su espíritu codicioso. Hasta donde les fue posible, se
esforzaron por dar el debido ejemplo al pueblo, reduciendo
voluntariamente su sueldo. Comprendieron que nada menos que una
transformación completa de la mente y el corazón los salvaría de ser
arrastrados por alguna tentación dominante. (p. 202, 203)

El Señor tendrá a hombres que le amen y le teman relacionados con


cada escuela, imprenta, sanatorio y casa editora. Sus sueldos no
deberían fijarse siguiendo las normas mundanas. Debería ejercerse,
hasta donde sea posible, un juicio excepcional para mantener, no una
aristocracia, sino una igualdad, lo cual constituye la ley del cielo.
"Todos vosotros sois hermanos" (Mat. 23: 8). Unos pocos obreros
no deberían pedir sueldos elevados, y esos sueldos no deberían
ofrecerse como un incentivo para asegurarse el servicio de hombres
de habilidad y talento. Tal cosa sería actuar de acuerdo con los
principios mundanales. El aumento de los sueldos lleva aparejado un
aumento correspondiente de egoísmo, orgullo, ostentación, y un lujo
innecesario que no tiene la gente que hace lo más que puede por
pagar sus diezmos y entregar sus ofrendas a Dios. (p. 220)

El gasto innecesario de dinero está privando de recursos a la


tesorería del Señor, y alguien tiene que sufrir la deficiencia. Los
medios requeridos para edificar el reino de Cristo en este mundo
están muy limitados debido a que los hombres roban a Dios en los
diezmos y en las ofrendas.
93

Que no prevalezca ni por un momento la idea de que el poder que


una persona tiene para imponer sueldos elevados constituye una
medida de su valor como obrero ante la vista de Dios. El mundo
considera el valor de un hombre mediante esta fórmula: "¿Cuál es el
monto de sus bienes y propiedades? " Pero los libros del cielo
registran su valor en proporción al bien que ha realizado con los
recursos a él confiados. El hombre demostrará lo que realmente vale
cuando, en el temor y el amor de Dios, utilice sus talentos
enteramente santificados para promover la gloria de Dios.
Únicamente cuando se recompense a cada hombre en el momento
cuando su obra sea estimada en el juicio, se sabrá cuánto ha enviado
de antemano al cielo.
Durante años he hablado en contra de la magra suma pagada a
algunos de nuestros ministros. Investigad, buscad en los libros, y
encontraréis que algunos de nuestros ministros han sido tratados
injustamente. La comisión de auditores necesita comprender su
deber y tener la mente de Cristo. En esta comisión hay algunos
hombres de mente estrecha, hombres que no tienen una verdadera
idea de la abnegación y del sacrificio personal requeridos de los
ministros de Dios. No tienen el concepto debido de lo que significa
dejar el hogar, la esposa y los hijos para convertirse en misioneros
de Dios y trabajar por las almas con el fervor de quienes saben que
han de rendir cuentas. Un verdadero ministro de Dios convertirá
toda su vida en un sacrificio. (p. 221, 222)

Mientras estaba en Salamanca, Nueva York, en noviembre de 1890,


se me presentaron muchas cosas. Se me mostró que se estaba
introduciendo en la obra un espíritu que Dios no aprueba. Mientras
algunos aceptan sueldos elevados, hay otros que han trabajado
fielmente durante años en su puesto y que sin embargo reciben
mucho menos. Se me ha mostrado repetidamente que no debe
alterarse el orden de Dios ni extinguirse el espíritu misionero. . .
Sé que hay quienes practican mucha abnegación para pagar sus
diezmos y dar sus ofrendas a la causa de Dios. Aquellos que están a
94

la cabeza de la obra deberían tener una conducta que les permita


decir sin sonrojarse: "Venid, actuemos conjuntamente en esta obra
que se comenzó con sacrificio, y que es sostenida por una continua
abnegación". El pueblo no debería superar a los que están al frente
de nuestra obra en lo que se refiere a la abnegación, a la práctica de
la economía y a la negación de sus necesidades (Manuscrito 25a,
1891). (p. 222)

Hay que hacer todas estas cosas, tal como Ud. se lo propone, para
ayudar a los alumnos a obtener una educación; pero pregúntese:
"¿No debemos todos actuar con respecto a esto sin egoísmo, y crear
un fondo, y mantenerlo para emplearlo en tales ocasiones?" Cuando
encontráis a un joven o a una señorita prometedores, adelantadle o
prestadle la suma necesaria con el entendimiento de que es un
préstamo y no un regalo. Es mejor que sea así. Pero ese dinero no
debe tomarse del diezmo sino de un fondo separado establecido con
ese propósito. Esto estimulará la probidad, la caridad y el
patriotismo entre nuestro pueblo. Debe haber una cuidadosa
consideración y un hábil ajuste del trabajo en la causa de Dios en
todos sus departamentos. Pero no debe haber pobreza ni mezquindad
en el empleo de la porción consagrada para el sostenimiento del
ministerio, porque entonces pronto se vaciará la tesorería (Carta 40,
1897). (p. 240)

Entre los creyentes hay muchísimos que apenas tienen alimento


suficiente para comer, y sin embargo en su gran pobreza llevan sus
diezmos y las ofrendas a la tesorería del Señor. Muchas personas
que saben en qué consiste sostener la causa de Dios en
circunstancias adversas y difíciles han invertido sus recursos en la
casa editora. (p. 243)
95

OBREROS EVANGELICOS
El ministerio se está debilitando porque hay hombres que asumen la
responsabilidad de predicar sin haber obtenido la preparación
necesaria para esta obra. Muchos han cometido un error al recibir
credenciales. Tendrán que emprender obra para la cual estén mejor
calificados que para la predicación de la Palabra. Se les paga con los
diezmos, pero sus esfuerzos son débiles, y no debes seguir siendo
pagados de este fondo. De muchas maneras el ministerio está
perdiendo su carácter sagrado.
Aquellos que son llamados al ministerio de la palabra deben ser
obreros fieles y abnegados. Dios llama a hombres que se den cuenta
de que deben hacer ardorosos esfuerzos, hombres que pongan en sus
labores meditación, celo, prudencia, capacidad y los atributos del
carácter de Cristo. (p 100)

Se necesitan para este tiempo hombres de probado valor y fuerte


integridad, hombres que no teman elevar sus voces para defender lo
justo. A cada obrero quiero decir: Que la integridad caracterice todo
acto vuestro en el desempeño de todos vuestros deberes oficiales.
Todos los diezmos y dineros confiados a vosotros con algún
propósito especial, deben ser entregados cuanto antes adonde
pertenecen. No debéis apropiaros para vuestro uso personal del
dinero dado para la causa de Dios, con el pensamiento de que puede
ser devuelto más tarde. Dios prohibe semejante cosa, Es una
tentación de aquel ser que hace el mal y únicamente el mal. El
predicador que recibe fondos para la tesorería del Señor debe dar al
donante un recibo por la cantidad recibida, con la fecha. Luego, sin
aguardar a ser tentado por la presión financiera a emplear recursos
para sí mismo, deposítelos donde, cuando se pidan, estén a mano. (p.
149, 150)
96

A todos se debe enseñar a hacer lo que puedan por el Maestro; a


devolverle según él los prosperó. El pide como deuda justa un
diezmo de sus ingresos, sean grandes o pequeños; y aquellos que lo
retienen, cometen un robo hacia él, y no pueden esperar que su mano
prosperadora esté con ellos. Aun cuando la iglesia se componga
mayormente de hermanos pobres, el asunto de la benevolencia
sistemática debe explicarse cabalmente, y debe adaptarse el plan de
todo corazón. Dios puede cumplir sus promesas. Sus recursos son
infinitos, y él los emplea todos en el cumplimiento de su voluntad. Y
cuando ve un fiel cumplimiento del deber en el pago del diezmo, a
menudo, en su sabia Providencia, abre caminos para que aumenten
los ingresos. (p. 235)

El plan de Dios en el sistema del diezmo es bello en su sencillez y


equidad. Todos pueden aceptarlo con fe y valor, porque su origen es
divino. En él se combinan la sencillez y la utilidad, y no requiere
profundo saber para comprenderlo y ejecutarlo. Todos pueden sentir
que les es posible hacer una parte en promover la preciosa obra de
salvación. Cada hombre, mujer y joven puede hacerse tesorero del
Señor, y puede ser un agente para suplir las demandas hechas a la
tesorero… (p. 236)

Dios ha dado indicaciones especiales acerca del uso del diezmo. El


no se propone que su obra quede estorbada por falta de recursos. A
fin de que no se haga la obra al azar ni se cometan errores, él ha
presentado muy claramente nuestro deber acerca de estos puntos. La
porción que Dios se ha reservado no ha de ser dedicada a ningún
otro propósito que el especificado por él. No se sienta nadie libre
para retener su diezmo, a fin de emplearlo según su criterio. No se
ha de emplear para uso propio en caso de emergencia, ni debe
97

dársele la aplicación que parezca conveniente, ni siquiera en lo que


pueda considerarse como obra del Señor. (p. 237, 238)

El predicador debe, por precepto y ejemplo, enseñar a la gente a


considerar el diezmo comió sagrado. No debe creer que puede
retenerlo y emplearlo según su propio criterio porque sea predicador.
No le pertenece. No tiene libertad de dedicar a sí mismo cuanto le
parezca debido. No debe prestar apoyo a los planes que tiendan a
distraer de su uso legítimo los diezmos y ofrendas dedicados a Dios.
Han de ser puestos en la tesorería del Señor, y tenidos por sagrados
para su servicio, según la indicación divina.
Dios desea que todos sus mayordomos sigan exactamente las
disposiciones divinas. No han de trocar los planes de Dios haciendo
algún acto de caridad, o dando algún donativo o alguna ofrenda,
cuando y como les parezca bien a los agentes humanos. Es un
método muy deficiente para los hombres tratar de mejorar el plan de
Dios, e inventar un cambio, sacando a luz sus buenos impulsos en
ésta o es otra ocasión y oponiéndolos a los requisitos de Dios. Dios
pide a todos que apoyen con su influencia el arreglo que él hizo. El
ha dado a conocer su plan; y todos los que quieran cooperar con él
deben llevarlo a cabo, en vez de atreverse a intentar mejorarlo.
El Señor instruyó así a Moisés acerca de Israel: "Tú mandarás a los
hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas, molido, para la
luminaria, para hacer arder continuamente las lámparas." Esta había
de ser una ofrenda continua, a fin de que la casa de Dios estuviese
debidamente surtida de lo que era necesario para su servicio. Su
pueblo de hoy ha de recordar que la casa de culto es propiedad del
Señor, y que ha de ser escrupulosamente cuidada. Pero los fondos
para esta obra no han de provenir del diezmo.
Me ha sido dado un mensaje muy claro y definido para nuestros
hermanos. Se me ordena que les diga que están cometiendo un error
al aplicar el diezmo a diversos objetos, que, aunque buenos en si, no
son el objeto al cual el Señor dijo que debe aplicarse. Los que hacen
tal uso del diezmo se apartan del arreglo del Señor. Dios juzgará
98

estas cosas.
El uno razona que el diezmo puede aplicarse a fines escolares. Otros
razonan que los colportores deben ser sostenidos por el diezmo.
Pero se comete un gran error cuando se aparta el diezmo del objeto
al que ha de ser dedicado, a saber, el sostén de los predicadores.
Debiera haber ahora en el campo cien obreros bien calificados donde
hay tan sólo uno.
El diezmo es sagrado, reservado por Dios para si. Ha de ser traído a
su tesorería para ser empleado en el sostén de los obreros
evangélicos en su obra. Durante mucho tiempo el Señor ha sido
robado porque había quienes no se daban cuenta de que el diezmo es
la porción reservada por Dios. Algunos han estado descontentos, y
han dicho: "No pagaré más mi diezmo; porque no tengo confianza
en el modo en que se manejan las cosas en el centro de la obra."
Pero ¿robaréis a Dios porque os parezca que, la dirección de la obra
no es correcta? Presentad vuestras quejas, clara y abiertamente, con
el debido espíritu, a quienes incumba. Enviad vuestras peticiones
para que se ajusten y pongan las cosas en orden; pero no os retiréis
de la obra de Dios, ni os demostréis infieles, porque otros no estén
haciendo lo recto.
Leed con cuidado el tercer capítulo de Malaquías, y ved lo que Dios
dice acerca del diezmo. Si nuestras iglesias quieren basarse
firmemente en la Palabra del Señor, y ser fieles en pagar su diezmo
a su tesorería, más obreros serán animados a emprender la obra
ministerial. Habría más hombres que se dedicarían al ministerio si
no se les hablase de la tesorería exhausta. Debiera haber abundante
provisión en la tesorería, y la habría si corazones y manos egoístas
no hubiesen retenido los diezmos, ni los hubiesen empleado para
sostener otros ramos de trabajo.
Los recursos reservados por Dios no se han de emplear de tal modo
azaroso. El diezmo pertenece al Señor, y los que estorban sus planes
serán castigados con la pérdida de su tesoro celestial, a menos que se
arrepientan. No siga siendo Impedida la obra por haber sido
distraído el diezmo en varios conductos diferentes de aquel al cual
el Señor dijo que debía ir. Ha de hacerse provisión para estos otros
99

ramos de trabajo, los cuales han de ser sostenidos, pero no por el


diezmo. Dios no ha cambiado; el diezmo ha de ser usado todavía en
el sostén del ministerio. El abrir nuevos campos requiere más
ministros eficientes de los que tenemos ahora, y debe haber recursos
en la tesorería.
A aquellos que salen como predicadores les incumbe una solemne
responsabilidad, que es extrañamente descuidada. A algunos les
gusta predicar, pero no dedican labor personal a las iglesias. Hay
gran necesidad de instrucción acerca de las obligaciones y deberes
hacia Dios, especialmente acerca de pagar honradamente el diezmo.
Nuestros predicadores se sentían tristemente agraviados si no se les
pagase puntualmente por su trabajo; pero ¿quieren ellos considerar
que debe haber alimento en la tesorería de Dios para sostener a los
obreros? Si ellos dejan de cumplir con todo su deber en educar a la
gente a ser fiel en pagar a Dios lo suyo, habrá déficit de recursos en
la tesorería para llevar a cabo la obra del Señor.
El sobreveedor de la grey de Dios debe desempeñar fielmente su
deber. Si él asume la actitud de que, porque no le agrada, lo dejará
para que lo haga otro, no es un obrero fiel. Lea en Malaquías las
palabras en que el Señor acusa a su pueblo dé haberle robado al
retener los diezmos. El poderoso Dios declara: "Malditos sois con
maldición." Cuando el que ministro en palabra y doctrina ve que la
gente sigue una conducta que le reportará maldición, ¿cómo puede
descuidar su deber de darles instrucción y amonestación? A cada
miembro de la iglesia debe enseñársele a ser el en cuanto a pagar
honradamente el diezmo. "Testimonies for the Church," tomo 9,
págs. 246-251 (p. 238-241).

Un obrero no debe nunca dejar sin hacer alguna parte del trabajo
porque no es agradable ejecutarla, pensando que el predicador que
vendrá después la hará en su lugar. Cuando tal es el caso, si el
segundo predicador sigue al primero y presenta los derechos que
Dios tiene sobre su pueblo, algunos retroceden, diciendo: "El
predicador que nos anunció la verdad no mencionó estas cosas," y se
100

ofenden a causa de la palabra. Algunos se niegan a aceptar el


sistema del diezmo; se apartan y ya no andan más con los que creen
y aman la verdad. Cuando se les presentan otros temas, contestan:
"No nos enseñaron así," y vacilan en progresar. ¡Cuánto mejor
habría sido que el primer mensajero de la verdad educase fiel y
cabalmente a estos conversos en todos los puntos esenciales aunque
fuese menor el número de personas añadidas a la iglesia por medio
de sus labores! Dios preferiría que hubiese seis personas cabalmente
convertidas a la verdad antes que sesenta que lo profesasen y no
fuesen verdaderamente convertidas.
Es parte de la obra del predicador enseñar a los que aceptan la
verdad por sus esfuerzos a traer el diezmo al alfolí, en
reconocimiento de su dependencia de Dios. Los nuevos conversos
deben ser plenamente instruidos acerca de su deber en cuanto a
devolver al Señor lo que le pertenece. La orden de pagar el diezmo
es tan clara que no hay ni sombra de excusa para violarla. El que
descuida de dar instrucciones acerca de este punto, deja sin hacer
una parte muy importante de su obra. (p. 383, 384)

Los que enseñan en la iglesia o en la escuela y se distinguen por su


celo en la política, deben ser destituidos sin demora de su trabajo y
responsabilidades: porque el Señor no cooperará con ellos. No debe
emplearse el diezmo para pagar a nadie para perorar sobre
cuestiones políticas. Cada maestro, predicador o dirigente de
nuestras filas que se sienta incitado por un deseo de ventilar sus
opiniones sobre cuestiones políticas, debe ser convertido por una
creencia en la verdad, o renunciar a su trabajo. Deberá ejercer una
influencia como colaborador de Dios para ganar almas para Cristo, o
se le quitarán las credenciales. Si no cambia, causará daño y
únicamente daño. . . . (p. 409)

El establecimiento de iglesias, la elección de casas de reunión y


edificios escolares, se extendía de ciudad en ciudad, y aumentaba el
101

diezmo para llevar la obra adelante. No se levantaban edificios en


un solo lugar, sino en muchos, y el Señor obraba para acrecentar sus
fuerzas. 2 Sal. 127: l; 146: 1, 2. (p.451)

Se ha de manifestar una equidad desinteresada al tratar con las


fuerzas de obreros en el país propio y en los extranjeros. Debemos
comprender cada vez mejor que los recursos que afluyen a la
tesorería del Señor en forma de diezmos y donativos de nuestros
hermanos, deben emplearse para sostener la obra, no sólo en nuestro
país, sino también en los campos extranjeros. Los que viven en
lugares donde la obra ha estado establecida durante largo tiempo,
deben restringir sus supuestas necesidades, para que la obra pueda
progresar en los nuevos campos. En las instituciones establecidas
desde hace mucho, reina a veces el deseo de conseguir más y más
ventajas. Pero el Señor declara que esto no debe ser. El dinero de su
tesorería debe ser empleado en fortalecer la obra por todo el mundo.
(p.471)

PALABRAS DE VIDA DEL GRAN MAESTRO


Hay otro asunto demasiado a menudo descuidado por los que buscan
al Señor en oración. ¿Habéis sido honrados con Dios? El Señor
declara mediante el profeta Malaquías: "Desde los días de vuestros
padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Tornaos
a mí, y yo me tornaré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos.
Mas dijisteis: ¿En qué hemos de tornar? ¿Robará el hombre a Dios?
Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos
robado? Los diezmos y las primicias".
Como dador de todas las bendiciones, Dios reclama una porción
determinada de todo lo que poseemos. Esta es la provisión que él ha
hecho para sostener la predicación del Evangelio. Y debemos
demostrar nuestro aprecio por sus dones devolviendo esto a Dios.
Pero si retenemos lo que le pertenece a él, ¿cómo podemos pretender
102

sus bendiciones? Si somos mayordomos infieles en las cosas


terrenales, ¿cómo podemos esperar que él nos confíe las celestiales?
Puede ser que aquí se encuentre el secreto de la oración no
contestada.
Pero el Señor, en su gran misericordia, está listo para perdonar, y
dice: "Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa;
y probadme ahora en esto... si no os abriré las ventanas de los cielos,
y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. (p.111,
112)

En el sistema judío, las ofrendas formaban una parte esencial del


culto de Dios. Se enseñaba a los israelitas a destinar una décima
parte de todas sus entradas al servicio del santuario. Además de esto
habían de traer ofrendas por el pecado, ofrendas voluntarias, y
ofrendas de gratitud. Estos eran los medios para sostener el
ministerio del Evangelio en aquel tiempo. Dios no espera menos de
nosotros de lo que esperaba de su pueblo antiguamente. Debe
llevarse adelante la gran obra de la salvación de las almas. El ha
hecho provisión para esa obra por medio del diezmo y las ofrendas.
El espera que así se sostenga el ministerio del Evangelio. Reclama el
diezmo como suyo, y siempre debería ser considerado como una
reserva sagrada, a fin de ser colocado en su tesorería para beneficio
de la causa de Dios. El nos pide también ofrendas voluntarias y
ofrendas de gratitud. Todo esto ha de ser dedicado para la
propagación del Evangelio hasta los confines de la tierra.(p. 242,
243)

Los hombres se hacen culpables de robar a Dios. Su empleo egoísta


de los recursos que tienen priva al Señor de la gloria que debiera
tributársele mediante el alivio de la humanidad doliente y la
salvación de las almas. Están cometiendo desfalcos con los bienes
103

que él les ha confiado. El Señor declara: "Llegarme he a vosotros a


juicio y seré pronto testigo contra los que detienen el salario del
jornalero, de la viuda, y del huérfano, y los que hacen agravio al
extranjero". "¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis
robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En los diezmos y las
primicias. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación
toda, me habéis robado".(p. 306)

LA HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS


Se proveyó también para el sostenimiento del culto público de Dios.
En adición al diezmo, la congregación se comprometió a dar
anualmente una suma fija para el servicio del santuario. Escribe
Nehemías: "Echamos también las suertes, . . . que cada año
traeríamos las primicias de nuestra tierra, y las primicias de todo
fruto de todo árbol, a la casa de Jehová: asimismo los primogénitos
de nuestros hijos y de nuestras bestias, como está escrito en la ley; y
que traeríamos los primogénitos de nuestras vacas y de nuestras
ovejas. (p. 493)

Solemne y públicamente el pueblo de Judá se había comprometido a


obedecer la ley de Dios. Pero cuando por un tiempo dejó de sentir la
influencia de Esdras y Nehemías, muchos se apartaron del Señor.
Nehemías había vuelto a Persia. Durante su ausencia de Jerusalén se
infiltraron males que amenazaban con pervertir a la nación. No sólo
penetraron idólatras en la ciudad, sino que contaminaban con su
presencia las mismas dependencias del templo. Mediante alianzas
matrimoniales se había creado amistad entre el sumo sacerdote
Eliasib y Tobías el amonita, acerbo enemigo de Israel. Como
resultado de esta alianza profana, Eliasib había permitido a Tobías
que ocupase una dependencia del templo hasta entonces utilizada
104

como almacén para los diezmos y ofrendas del pueblo.


Debido a la crueldad y traición de los amonitas y moabitas para con
Israel, Dios había declarado por Moisés que debía mantenérselos
para siempre excluídos de la congregación de su pueblo. (Deut. 23:
3-6.) Desafiando estas instrucciones, el sumo sacerdote había sacado
las ofrendas de la cámara situada en la casa de Dios, para dar lugar a
aquel representante de una raza proscrita. No podría haberse
manifestado mayor desprecio hacia Dios que el revelado al conferir
un favor tal a ese enemigo de Dios y de su verdad.
Cuando Nehemías volvió de Persia supo de la audaz profanación y
tomó prestamente medidas para expulsar al intruso. Declara:
"Dolióme en gran manera; y eché todas las alhajas de la casa de
Tobías fuera de la cámara; y dije que limpiasen las cámaras, e hice
volver allí las alhajas de la casa de Dios, las ofrendas y el perfume."
No sólo se había profanado el templo, sino que se había dado una
aplicación incorrecta a las ofrendas. Esto propendió a desalentar la
liberalidad del pueblo. Habiendo éste perdido su celo y fervor, le
costaba mucho pagar sus diezmos. La tesorería de la casa del Señor
estaba mal provista y muchos de los cantores y otros empleados en
el servicio del templo, al no recibir suficiente sustento, habían
dejado la obra de Dios para trabajar en otra parte.
Nehemías se puso a corregir esos abusos. Reunió a los que habían
abandonado el servicio de la casa de Jehová, y los puso "en su
lugar." Esto inspiró confianza al pueblo "y todo Judá trajo el diezmo
del grano, del vino y del aceite." Hombres "que eran tenidos por
fieles" fueron puestos "por superintendentes de los almacenes," "y
era de su obligación repartir a sus hermanos ."(V. M.) (p. 495, 496)

El Señor revela a su pueblo uno de sus pecados especiales. Pregunta:


"¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado."(Mal.
3: 8.) No reconociendo todavía su pecado, los desobedientes
preguntan: "¿En qué te hemos robado?"(Mal. 3: 8.)
La respuesta del Señor es definida: "Los diezmos y las primicias.
Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me
105

habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en


mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si
no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros
bendición hasta que sobreabunde. Increparé también por vosotros al
devorador, y no os corromperá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en
el campo abortará, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las gentes os
dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de
los ejércitos."(Mal. 3: 9-12.)
Dios bendice el trabajo de las manos de los hombres, para que ellos
le devuelvan la porción que le pertenece. Les da el sol y la lluvia;
hace florecer la vegetación; les da salud y capacidad para adquirir
recursos. Toda bendición proviene de su mano bondadosa, y él desea
que hombres y mujeres manifiesten su gratitud devolviéndole una
porción en diezmos y ofrendas, ofrendas de agradecimiento, de
buena voluntad y pacíficas. Han de consagrar sus recursos al
servicio de él, para que su viña no permanezca árida. Deben estudiar
lo que el Señor haría si estuviese en su lugar. Deben llevarle en
oración todos los asuntos difíciles. Han de revelar un interés altruista
en el fortalecimiento de su obra en todas partes del mundo. (p. 523,
524)

RECIBIRÉIS PODER

Cuando un siervo del Señor es portador de un mensaje para la


iglesia, es Dios mismo quien habla al pueblo para despertar su
conciencia a fin de que sepa que no le ha entregado un diezmo fiel,
y que se equivoca cuando le parece que no es conveniente
presentarle sus ofrendas. Utilizan el dinero del Señor con propósitos
personales al construir casas, comprar caballos, carruajes y tierras
para obtener buenos dividendos, mientras que cada año repiten la
misma excusa para abstenerse de dar. "¿Robará el hombre a Dios?"
(Mal. 3: 8). Por supuesto que puede. Al no tener una mente
espiritual, muchas veces incurre en este error por falta de
106

discernimiento. (p. 92)

Al comisionar a sus discípulos para que fuesen "por todo el mundo"


a predicar el evangelio "a toda criatura" (Mar. 16: 15), Cristo
encomendó a los hombres la obra de difundir las buenas nuevas.
Pero mientras algunos salen a predicar, invita a otros a que
satisfagan sus demandas en cuanto a los diezmos y ofrendas con que
sostener el ministerio y difundir la verdad en forma impresa por toda
la tierra.- Joyas de los testimonios, t. 1, pp. 551, 552. (p.93)

¿Quién es responsable por la pérdida de los que no conocen a Dios


por falta de oportunidad de haber escuchado los fundamentos de
nuestra fe? ¿Qué culpabilidad tiene la iglesia con relación al mundo
que perece sin conocer el evangelio? A menos que haya un mayor
renunciamiento propio por parte de los que dicen creer la verdad, y
que se practique una mayor fidelidad en la devolución de los
diezmos y ofrendas que deben ser depositados en la tesorería, y a
menos que se hagan planes mucho más amplios que los que se han
estado realizando, no estaremos cumpliendo con la comisión
evangélica de ir a todo el mundo para predicar a Cristo a cada
criatura.- The Home Missionary, 1º de abril de 1895. (p.177)

Los seguidores de Cristo no deberían vivir vidas egoístas; al


contrario, imbuidos con el Espíritu de Cristo deberían trabajar en
armonía con él.
El ha dado a su pueblo un plan para reunir dinero suficiente como
para que la empresa se sostenga a sí misma. El plan de Dios del
sistema del diezmo es hermoso en su sencillez e igualdad. Todos
pueden adoptarlo con fe y valor, porque es de origen divino. En él se
combinan la sencillez y la utilidad, y no requiere profundidad de
107

conocimientos para comprenderlo y ejecutarlo. (p. 248)

REFLEJEMOS A JESÚS
Ha habido hombres en toda generación que han declarado ser hijos
de Dios, que pagaban el diezmo de la menta y el eneldo y el comino,
y sin embargo llevaban una vida impía, porque descuidaban los
asuntos más importantes de la ley: la misericordia, la justicia y el
amor de Dios. . . (p. 52)

Hay cristianos de profesión que gastan al año ingentes cantidades en


goces inútiles y perniciosos, mientras muchas almas perecen por
falta de la Palabra de vida. Roban a Dios en los diezmos y ofrendas,
mientras consumen en aras de la pasión destructora más de lo que
dan para socorrer a los pobres o, para el sostenimiento del
Evangelio. Si todos los que hacen profesión de seguir a Cristo
estuviesen verdaderamente santificados, en lugar de gastar sus
recursos en placeres inútiles y hasta perjudiciales, los invertirían en
el tesoro del Señor, y los cristianos darían un ejemplo de
temperancia, abnegación y sacrificio de sí mismos. Serían entonces
la luz del mundo. (p. 132)
Dios diseñó los actos de generosidad y benevolencia para mantener
los corazones de los hijos de los hombres llenos de ternura y
simpatía, y para estimular en ellos un interés y afecto mutuo a
semejanza de los del Maestro, quien por nosotros se hizo pobre, para
que por su pobreza fuéramos enriquecidos. La ley del diezmo fue
establecida sobre un principio duradero, y fue destinada a ser una
bendición para el hombre.
108

El sistema de la benevolencia fue provisto para evitar el gran mal de


la codicia. Testimonies, t. 3, págs. 546, 547 (p.263)

TESTIMONIOS PARA LOS MINISTROS


Los que llevan este mensaje de error, denunciando a la iglesia como
Babilonia, descuidan la obra que Dios les ha señalado, están en
oposición a la organización, y en oposición al sencillo mandato de
Dios, pronunciado por Malaquías, de traer todos los diezmos a la
tesorería de la casa del Señor, e imaginan que ellos tienen una obra
que hacer, a saber, amonestar a quienes Dios ha señalado para hacer
progresar su mensaje de verdad. Estos obreros no están añadiendo
eficiencia a la causa y al reino de Dios, sino que están empeñados en
una obra similar a aquella en la cual se halla empeñado el enemigo
de toda justicia. Que estos hombres, que se levantan contra los
métodos y los medios ordenados por Dios para hacer progresar su
obra en estos días de peligro, abandonen todas sus opiniones
antibíblicas concernientes a la naturaleza, la función y el poder de
los agentes señalados por el Señor. (p. 51)

"Entiendo que Ud. proclama también que no debemos pagar


diezmo. Hermano mío, 'quita tus zapatos de tus pies'; porque el
lugar donde Ud. está es tierra santa. El Señor ha hablado con
respecto al pago de los diezmos. El ha dicho: 'Traed todos los
diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en
esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los
cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde'.
Pero aun cuando el Señor pronuncia una bendición sobre los que
traen sus diezmos, pronuncia una maldición sobre los que los
109

retienen. Muy recientemente se me ha dado luz directa de parte del


Señor sobre este asunto, según la cual muchos adventistas del
séptimo día estaban robando a Dios en los diezmos y las ofrendas, y
se me reveló claramente que Malaquías ha declarado el caso tal
como es en realidad. Luego entonces, ¿cómo osa algún hombre
siquiera pensar en su corazón que una sugestión para retener los
diezmos y las ofrendas viene del Señor? ¿Dónde, hermano, se ha
descaminado Ud. de la senda? ¡Oh, encamínese de nuevo a la senda
recta! (p.58)

El Señor hizo de los hombres sus agentes, y con corazón lleno del
amor de Jesús, han de cooperar con el en hacer que los hombres se
vuelvan del error a la verdad. Dios bendice la tierra con el sol y la
lluvia. El hace que la tierra produzca sus abundantes tesoros para la
utilidad del hombre. El Señor ha hecho del hombre su intermediario
para que dispense sus dones celestiales trayendo las almas a la
verdad. ¿Inquirirán mis hermanos en Estados Unidos cómo la verdad
salvadora los alcanzó cuando ellos estaban en las tinieblas?
Hombres y mujeres traían sus diezmos y ofrendas a Dios, y a
medida que los medios llenaban la tesorería, se enviaban hombres a
otras partes para hacer progresar la obra.
Este mismo proceso debe repetirse si las almas que están en tinieblas
son alcanzadas hoy. He visto que hay muchos que retienen sus
diezmos en forma total, y otros retienen una parte, y sin embargo la
gran obra misionera aumenta de año en año. Debemos aprender a
economizar en los gastos de nuestra casa. No debe incurrirse en
ningún gasto innecesario; porque, al margen de lo que sabemos,
pobreza y miseria de toda descripción afligen a la gente, y nosotros
somos llamados a ayudar a aquellos que están necesitados y
afligidos. Debemos ver que los que necesitan alimento y vestido
sean suplidos, y que los que son pobres de alma entiendan la bondad
de la salvación. (p. 207)
110

Estamos animados al ver la obra que se está realizando en Chicago,


y en unos pocos lugares adicionales. Pero hace años la gran
responsabilidad que se ha centralizado en Battle Creek debió haber
sido distribuida.
La gente es animada a fijar su centro en Battle Creek, y allí paga su
diezmo y presta su influencia a la edificación de una moderna
Jerusalén que no responde al plan de Dios. En esta obra otros
lugares están privados de las facilidades que debieran tener Creed,
extendeos, sí; pero no en un solo lugar. (p. 260)
Muchos presidentes de asociaciones de estado no atienden aquello
que es su trabajo: ver qué los ancianos y los diáconos de las iglesias
hagan su obra en ellas, tratando de que entre un diezmo fiel en la
tesorería. Malaquías ha especificado que la condición de la
prosperidad consiste en traer a la tesorería de Dios aquello que
pertenece al Señor. Este principio necesita ser presentado con
frecuencia ante los hombres que son descuidados en su deber para
con Dios, y que son flojos y laxos en traer sus diezmos, dones y
ofrendas a Dios. "¿Robará el hombre a Dios?" "¿En qué te hemos
robado?" es la pregunta formulada por los mayordomos infieles. La
respuesta se formula de manera sencilla y positiva: "Los diezmos y
las primicias malditos son con maldición, porque vosotros, la nación
toda me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí, y halla
alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los
ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre
vosotros bendición hasta que sobreabunde". Leed por favor todo este
capítulo, y considerad si se pueden hablar palabras más claras y
positivas que éstas. Son tan positiva que nadie que desee
comprender todo su deber para con Dios, necesita cometer un error
en este asunto. Si los hombres ofrecen alguna excusa para explicar
111

por qué no cumplen con su deber, es porque son egoístas, y porque


no tienen el amor y el temor de Dios en sus corazones. (p. 311, 312)

Ingrese ahora todo el diezmo descuidado. Que el nuevo año se inicie


sobre vosotros como hombres honrados en su trato con Dios. Que
los que han retenido sus diezmos los envíen antes que termine el año
1896, para que puedan estar bien con Dios y nunca, nunca corráis de
nuevo el riesgo de ser maldecidos por Dios. Presidentes de nuestras
asociaciones, cumplid vuestro deber; no habléis vuestras palabras,
sino un sencillo "Así dice el Señor". Ancianos de las Iglesias,
cumplid vuestro deber. Trabajad de casa en casa, para que la grey de
Dios no sea remisa en este gran asunto, lo cual implica tal bendición
o tal maldición.
Vengan en ayuda del Señor todos los que temen a Dios, y
muéstrense como fieles mayordomos. La verdad debe ir a todas
partes del mundo. Se me ha mostrado que muchos en nuestras
iglesias están robando a Dios en los diezmos y las ofrendas. Dios
ejecutará sobre ellos aquello que él ha declarado. A los obedientes,
les dará ricas bendiciones; a los transgresores, una maldición. Todo
hombre que lleva el mensaje de la verdad a nuestras iglesias debe
cumplir su deber amonestando, educando, reprendiendo. Cualquier
descuido del deber que es un robo a Dios significa una maldición
para el delincuente.
El Señor no considerará sin culpa a aquellos que son deficientes en
hacer la obra que él exige de sus manos: ver que la iglesia se
mantenga sana y saludable espiritualmente, y cumpliendo con todo
su deber en no permitir ninguna negligencia que traiga sobre su
pueblo la maldición con que es amenazado. Se pronuncia una
maldición sobre todos los que retienen sus diezmos. Dios dice:
112

"¿Robará el hombre a Dios?" Pues vosotros me habéis robado. Y


dijisteis: ¿En qué te hemos robado? Los diezmos y las primicias.
Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me
habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en
mi casa".
Este no es el pedido de un hombre; es uno de los mandatos de Dios,
por el cual su obra puede ser sostenida y llevada adelante en el
mundo. Dios nos ayude a arrepentirnos. "Tornaos a mí, -dice él-, y
yo me tornaré a vosotros". Hombres que tienen el deseo de cumplir
con su deber, tienen ese deber presentado con toda claridad en este
capítulo. Nadie puede excusarse de pagar su diezmo y sus ofrendas
al Señor. (p. 312-314)

TESTIMONIOS SELECTOS, TOMO 3


El ha dado a su pueblo un plan para recoger sumas suficientes para
que la empresa se sostenga. El plan de Dios en el sistema del
diezmo es hermoso en su sencillez e igualdad. Todos pueden
practicarlo con fe y valor porque es de origen divino. En él se
combinan la sencillez y la utilidad, y no requiere profundidad de
conocimiento para comprenderlo y ejecutarlo. Todos Pueden creer
que son capaces de hacer una parte en llevar a cabo la preciosa obra
de salvación. Cada hombre, mujer y joven puede llegar a ser un
tesorero del Señor, un agente para satisfacer las demandas de la
tesorería. Dice el apóstol: "Cada uno de vosotros aparte en su casa,
guardando lo que por la bondad de Dios pudiere. (p. 171)

La ley moral ordenaba la observancia del sábado, que no era una


carga excepto cuando esa la ley era transgredida y los hombres se
113

veían sujetos a las penalidades que entrañaba su violación.


Igualmente, el sistema del diezmo no era una carga para aquellos
que no se apartaban del plan . El sistema ordenado a los hebreos no
ha sido abrogado ni reducido su vigor por Aquel que lo originó. En
vez de carecer de fuerza ahora, tiene que ser llevado a cabo más
plena y extensamente, puesto que la salvación por Cristo solo, debe
ser proclamada con mayor plenitud en la era cristiana.(p. 174)

El sistema del diezmo se remonta hasta más allá del tiempo de


Moisés. Aun ya en tiempos tan remotos como los días de Adán, se
requería de los hombres que ofreciesen a Dios donativos religiosos,
es decir, antes que el sistema definido fuese dado a Moisés. Al
cumplir con los requisitos de Dios, habían de manifestar en sus
ofrendas el aprecio de las misericordias y bendiciones de Dios para
con ellos. Esto continuó durante las generaciones sucesivas y fue
llevado a cabo por Abrahán, quien dio diezmos a Melquisedec,
sacerdote, del Dios Altísimo. El mismo principio existía en los días
de Job. Mientras Jacob estaba en Betel, peregrino, desterrado y sin
dinero, se acostó una noche, solitario y abandonado, teniendo una
piedra por almohada, y allí prometió al Señor: "De todo lo que me
dieres, el diezmo lo he de apartar para ti." Dios no obliga a los
hombres a dar. Todo lo que ellos dan debe ser voluntario. El no
quiere que su tesorería esté llena, de ofrendas dadas de mala gana.
[…]
En cuanto a la cantidad requerida, Dios ha especificado que sea la
décima parte de los ingresos. Esto queda a cargo de la conciencia y
la benevolencia de los hombres, cuyo juicio debe ejercerse
libremente en este sistema del diezmo. Y aunque ha quedado librado
114

a la conciencia, se ha trazado un plan bastante definido para todos.


No se requiere compulsión alguna.
En la dispensación mosaica, Dios pedía de los hombres que diesen la
décima parte de todas sus entradas. Les confiaba las cosas de esta
vida, como talentos que debían ser perfeccionados y devueltos a él.
El ha requerido la décima parte, y la exige como lo mínimo que le
debemos devolver. Dice: Os doy las nueve décimas, mientras
requiero una décima; es mía. Cuando los hombres retienen el
diezmo, roban a Dios. Las ofrendas por el pecado, las ofrendas
pacíficas y de agradecimiento a Dios, eran también exigidas en
adición al diezmo de las entradas.
Todo lo que se retiene de lo que Dios pide, el diezmo de las
entradas, está registrado en los libros del cielo como un robo hecho a
él.
[…]
"¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y
dijisteis: ¿ En qué te hemos robado? Los diezmos y las primicias.
Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me
habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en
mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si
no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros
bendición hasta que sobreabunde." Aquí se hace una promesa de que
si todos los diezmos son traídos al alfolí, Dios derramará su
bendición sobre los obedientes.
"Increparé también, por vosotros al devorador, no os corromperá el
fruto de la tierra; ni vuestra vid en el campo abortará, dice Jehová de
los ejércitos. Y todas las gentes os dirán bienaventurados; porque
seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos." Si todos los que
profesan la verdad cumplen con los requisitos de Dios en cuanto a
115

dar el diezmo, que Dios llama suyo, la tesorería estará ampliamente


provista para llevar a cabo la gran obra de salvar a los hombres.
Dios da al hombre los nueve décimos, mientras que reclama un
décimo para fines sagrados, así como dio al hombre seis días para su
trabajo, y se reservó y puso aparte el séptimo día para sí. Porque,
como el sábado, el diezmo de las entradas es sagrado. Dios se lo
reservó para sí. El llevará a cabo su obra en la tierra con el aumento
de los recursos que confió al hombre.
[…]
Siempre que reconocieron los derechos de Dios y cumplieron con
sus requerimientos, honrándole con su substancia, sus alfolíes
rebosaban; pero cuando robaron a Dios en los diezmos y las
ofrendas, tuvieron que darse cuenta de que no sólo le estaban
robando a el, sino a sí mismos; porque él limitaba las bendiciones
que les concedía en la proporción en que ellos limitaban las ofrendas
que le hacían a él.
[…]
El Israel de Dios de estos últimos tiempos, tiene necesidades aún
más urgentes que el Israel de antaño. Debe ser llevada a cabo una
obra grande e importante en un tiempo muy corto. Nunca quiso Dios
que la ley del sistema del diezmo no rigiese entre su pueblo; antes
quiso que el espíritu de sacrificio se ampliase y profundizase para la
obra final. (p. 175-178)

Muchos han inmovilizado su dinero en propiedades que deben


vender, antes de poder invertirlo en la causa de Dios y darle así un
uso práctico. Hacen de ello una excusa para hacer tan sólo poco en
la causa de su Redentor. Han enterrado su dinero tan efectivamente
como el hombre de la parábola. Roban a Dios el diezmo, que él
116

reclama como suyo, y al robarle a él se despojan del tesoro celestial.


(p. 181)

Nadie, sea rico o pobre, puede glorificar a Dios por una vida de
indolencia. Todo el capital que tienen muchos pobres son su tiempo
y su fuerza física, y con frecuencia los malgastan en el amor a la
comodidad y a la indolencia negligente, de manera que no tienen
nada que traer a su Señor en diezmos y ofrendas. Si los cristianos
carecen de sabiduría para hacer que su trabajo rinda la mayor
utilidad, y para hacer una aplicación juiciosa de sus facultades
físicas y mentales, deben tener mansedumbre y humildad para
recibir el consejo de sus hermanos, a fin de que el mejor juicio de
ellos supla sus deficiencias. (p.183)

Si los que profesan ser cristianos usasen menos de su fortuna para


adornar su cuerpo y hermosear sus propias casas, y consumiesen
menos de los lujos extravagantes y destructores de la salud en sus
mesas, podrían colocar sumas mucho mayores en la tesorería del
señor. Imitarían así a su Redentor, que dejó el cielo, sus riquezas y
su gloria, y por amor de nosotros se hizo pobre, a fin de que
pudiésemos tener las riquezas eternas. Si somos demasiado pobres
para devolver fielmente a Dios los diezmos que él requiere, somos
ciertamente demasiado pobres para vestirnos costosamente y comer
lujosamente; porque malgastamos así dinero de nuestro Señor en
cosas perjudiciales para agradarnos y glorificamos a nosotros
mismos. Debemos inquirir diligentemente: ¿Qué tesoro hemos
asegurado en el reino de los cielos? ¿Somos ricos para con Dios? (p.
184)
117

Pero muchos, cuando empiezan a juntar riquezas materiales,


empiezan a calcular cuánto tardarán antes de hallarse en posesión de
cierta suma. En su ansiedad por amontonar riquezas, dejan de
enriquecerse para con Dios. Su benevolencia no se mantiene a la par
con su acumulación. A medida que su pasión por las riquezas
aumenta, sus afectos se vinculan con su tesoro. El aumento de su
propiedad fortalece el intenso deseo de tener más, hasta que algunos
consideran el dar al Señor un diezmo es una contribución severa e
injusta (p. 186)

El sistema especial del diezmo se fundaba en un principio que es tan


duradero como la ley de Dios. Este sistema del diezmo era una
bendición para los judíos, de lo contrario Dios no se lo habría dado.
Así también será una bendición para los que lo lleven a cabo hasta el
fin del tiempo. Nuestro Padre celestial no creó el plan de
benevolencia sistemática para enriquecerse, sino para que fuese una
gran bendición para el hombre. Vio que este sistema de beneficencia
era precisamente lo que hombre necesitaba.
Aquellas iglesias que son más sistemáticas y generosas en sostener
la causa de Dios, son las mas prósperas espiritualmente. (p.188)

Cristo dijo: "No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol
maleado llevar frutos buenos." "Así que, por sus frutos los
conoceréis." Los hechos de la vida de un hombre son los frutos que
lleva. Si él es infiel y falto de honradez en las cosas temporales,
produce espinas y cardos; será infiel en la vida religiosa y robará a
Dios en los diezmos y las ofrendas. p. 311, 312
118

Las instituciones que son instrumentos de Dios para llevar a cabo su


obra en la tierra deben ser sostenidas. Deben erigirse iglesias,
establecerse escuelas y proporcionarse a las casas editoras las cosas
necesarias para hacer una gran obra en la publicación de la verdad
que ha de ser proclamada a todas partes del mundo. Estas
instituciones son ordenadas de Dios, y deben ser sostenidas por los
diezmos y las ofrendas generosas. A medida que la obra se amplía
se necesitarán recursos para llevarla a cabo en todos sus ramos. Los
que han sido convertidos a la verdad, y han sido hechos participantes
de su gracia, pueden llegar a ser colaboradores de Cristo haciéndole
ofrendas y sacrificios voluntarios. Y cuando los miembros de la
iglesia desean en su corazón que no se hagan más pedidos de
recursos, dicen virtualmente que se conformarían con que la causa
no progresase.
"E hizo Jacob voto diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare
en este viaje que voy, y me diere pan para comer y vestido para
vestir, y si tornare en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios, y
esta piedra que he puesto por título, será casa de todo lo que me
dieres, el diezmo lo he de apartar para ti." Las circunstancias que
indujeron a Jacob a hacer voto al Señor eran similares a las que
inducen a hombres y mujeres a hacer votos al Señor en nuestro
tiempo. Por un acto pecaminoso había obtenido la bendición que
sabía le había sido prometida por la segura palabra de Dios. (p.334,
335)

En nuestra época muchos fracasan donde Jacob tuvo éxito. Aquellos


a quienes Dios ha concedido mayores cantidades tienen la más
intensa inclinación a retener lo que tienen, porque deben dar una
suma proporcionada a su propiedad. Jacob dio el diezmo de todo lo
que tenía, y luego calculó el usufructo del diezmo, y dio al Señor el
119

beneficio de lo que había usado para sí durante el tiempo que había


estado un país pagano y no podía pagar su voto. Esto resultaba una
cantidad elevada, pero él no vaciló; no consideraba como suyo lo
que había consagrado a Dios sino como del Señor.
Según la cantidad otorgada será la cantidad será la cantidad
requerida. Cuanto mayor sea el capital confiado, más valioso es el
don que Dios requiere que se le devuelva. Si un cristiano tiene diez o
veinte mil pesos, las exigencias de Dios son imperativas para él, no
sólo en cuanto a dar la proporción de acuerdo con el sistema del
diezmo, sino en cuanto a presentar sus ofrendas por el pecado y
agradecimiento a Dios. La dispensación levítica se distinguía de una
manera notable por la santificación de la propiedad. Cuando
hablamos del diezmo como norma de las contribuciones judaicas a
los propósitos religiosos, no hablamos con entendimiento de causa.
El Señor hacía predominar sus exigencias sobre todo lo demás, y en
casi todo se hacía acordar a los israelitas de su Dador, requiriéndoles
que le devolviesen algo. Se les pedía que pagasen rescate por su
primogénito, por las primicias de sus rebaños, y por las primeras
gavillas de su mies. Se les pedía que dejasen las esquinas de sus
campos para los indigentes. Cuanto caía de su mano al segar, debía
quedar para los pobres, y una vez cada siete años debían dejar que
sus tierras produjesen espontáneamente para los menesterosos.
Luego, había ofrendas de sacrificio, ofrendas por el pecado, y la
remisión de todas las deudas cada séptimo año. Había también
numerosos gastos para la hospitalidad y los donativos a los pobres, y
además, pesadas contribuciones sobre sus propiedades. (p.337, 338)

A medida que la verdad vaya progresando, pesarán sobre los


hombres las exigencias de Dios en cuanto a dar de lo que les ha
confiado con este mismo fin. Dios, el Creador del hombre, al
120

instituir el plan de la benevolencia sistemática, ha distribuído el peso


de la obra igualmente sobre todos según sus diversas capacidades.
Cada uno ha de ser su propio asesor, y se le deja dar según se
propone en su corazón.
Pero hay algunos que son culpables del mismo pecado que Ananías
y Safira, pensando que si retienen una porción de lo que Dios pide
en el sistema del diezmo, los hermanos no lo sabrán nunca. Así
pensaba la pareja culpable cuyo ejemplo nos es dado como
advertencia. En este caso Dios demostró que escudriña el corazón.
(p.340)

Al comisionar a sus discípulos para que fuesen "por todo el mundo"


a predicar "el evangelio a toda criatura," Cristo asignó a los hombres
la obra de difundir el evangelio. Pero mientras algunos salen a
predicar, invita a otros a responder a sus demandas de diezmos y
ofrendas con que sostener al ministerio, .y difundir la verdad en
forma impresa por toda la tierra. Tal es el medio que Dios tiene para
exaltar al hombre. Esta es precisamente la obra que él necesita;
porque conmoverá las más profundas simpatías de su corazón, y
pondrá en ejercicio la más alta capacidad de la mente. (p. 343, 344)

De todas nuestras entradas debemos primero dar a Dios lo suyo. En


el sistema de beneficencia ordenado a los judíos, se les requería que
trajesen al Señor las primicias de todos sus dones, ya fuese en el
aumentos de sus rebaños, o en el producto de sus campos, huertos y
viñas; o bien habían de redimirlo substituyéndolo por un
equivalente. !Cuán cambiado es el orden de las cosas en nuestra
época! Los requisitos y las exigencias del Señor, si reciben atención
121

alguna, quedan para lo último. Sin embargo nuestra obra necesita


diez veces más recursos ahora que los necesitados por los judíos. La
gran comisión dada a los apóstoles fue de ir por todo el mundo y
predicar el evangelio. Esto muestra la extensión de la obra y el
aumento de la 345 responsabilidad que descansa sobre los que
siguen a Cristo en nuestra época. Si la ley requería diezmos y
ofrendas hace miles de años, ¡cuánto más esenciales son ahora! Si,
en la economía judaica, tanto los ricos como los pobres habían de
dar cantidades proporcionadas a los bienes que poseían, ello es
doblemente esencial ahora.
La mayor parte de los que profesan ser cristianos se separan de sus
recursos de muy mala gana. Muchos de ellos no dan ni una vigésima
parte de sus entradas a Dios, y numerosos son los que dan aun
menos que esto; mientras que hay una numerosa clase que roba a
Dios el poco diezmo que le pertenece, Y otros que dan solamente el
diezmo. Si todos los diezmos de nuestro pueblo fluyesen a la
tesorería del Señor como debieran, se recibirían tantas bendiciones
que los dones y ofrendas para los propósitos sagrados quedarían
multiplicados diez veces y así se mantendría abierto el conducto
entre Dios y el hombre. Los que siguen a Cristo no deben aguardar
para obrar hasta que los despierten los conmovedores llamados
misioneros. Si están espiritualmente despiertos oirán en los ingresos
de cada semana, sean pocos o muchos, la voz de Dios y de la
conciencia, que con autoridad les exige las ofrendas y los diezmos
debidos al Señor.
[…]
El plan de la benevolencia sistemática [el diezmo y las ofrendas] fue
ordenado por Dios mismo; pero el pago fiel de lo exigido por Dios
es a menudo rehusado o postergado como si las promesas solemnes
no tuviesen significado. Porque los miembros de las iglesias
122

descuidan de pagar sus diezmos y cumplir sus compromisos,


nuestras instituciones no están libres de trabas. Si todos, ricos y
pobres, trajesen sus diezmos al alfolí, habría abundante provisión de
recursos para aliviar la causa de trabas financieras y para llevar a
cabo noblemente la obra misionera en sus diversos departamentos.
Dios invita a todos los que creen la verdad a devolverle lo suyo. Los
que han pensado que retener lo que pertenece a Dios es Ganancia,
experimentarán finalmente su maldición como resultado de su robo
al Señor. (p. 345-347)

A la verdad, algunos parecen listos a sobrepasar su deber, como si


estuviesen temerosos de perder la oportunidad de invertir su porción
en el banco del cielo. Hay otros que harán tan poco como les sea
posible. Atesoran sus recursos, o malgastan medios en su propia
persona, entregando a regañadientes una mera pitanza para sostener
la causa de Dios. Si hacen una promesa o voto a Dios, se arrepienten
luego de ello, y evitarán el pago de ella mientras pueden, si no
completamente. Hacen su diezmo tan pequeño como sea posible,
como si temiesen que lo devuelto a Dios quedase perdido. Nuestras
varias instituciones pueden estar gravadas por falta de recursos, pero
esta clase de personas obra como si no les importase que
prosperasen o no. Sin embargo, dichas instituciones son
instrumentos de Dios para iluminar al mundo. (p. 350)

Algunos cierran sus oídos cuando se pide dinero que se ha de


emplear en enviar misioneros a países extranjeros, y en publicar la
verdad y diseminarla por todo el mundo como caen las hojas de los
árboles en el otoño. Los tales disculpan su codicia informándonos de
123

que han hecho arreglos para ser caritativos al morir. Han


considerado la causa de Dios en sus testamentos. Por tanto, viven
una vida de avaricia, robando a Dios en los diezmos y las ofrendas,
y en sus testamentos devuelven a Dios tan sólo una pequeña porción
de lo que él les ha prestado, mientras que una gran proporción es
asignada a parientes que no tienen interés alguno en la verdad. Esta
es la peor clase de robo. Roban a Dios de lo que le deben, no sólo
durante toda su vida, sino también al morir. (p.352)

Sólo una pequeña cantidad de recursos fluye a la tesorería del Señor


para ser dedicada a la salvación de las almas, y es con trabajo como
se consigue siquiera esto. Si pudiesen abrirse los ojos de todos para
ver cómo la codicia prevaleciente ha impedido el adelanto de la obra
de Dios, y cuánto más podría haberse hecho si todos hubiesen
seguido el plan de Dios en los diezmos y las ofrendas, habría una
decidida reforma de parte de muchos, porque no se atreverían a
estorbar la obra de hacer progresar la causa de Dios como lo han
hecho. La iglesia está dormida respecto a la obra que podría hacer si
lo entregase todo para Cristo. Un verdadero espíritu de abnegación
sería un argumento en favor de la realidad y el poder del evangelio
que el mundo no podría contradecir ni interpretar falsamente, y
abundantes bendiciones serían derramadas sobre la iglesia. (p. 357)

En muchos casos, Dios prueba al hombre con bendiciones, y si


manifiesta infidelidad al devolverle los diezmos y las ofrendas,
retira su bendición. (p. 358)
124

TESTIMONIOS SELECTOS, TOMO 4


El Señor requiere que le devolvamos como diezmos y ofrendas una
porción de los bienes que nos prestó. El acepta estas ofrendas como
un acto de humilde obediencia de nuestra parte, y de agradecido
reconocimiento de nuestra condición de deudores suyos por todas
las bendiciones que gozamos. (p.66)

La generosidad no es tan natural en nosotros como para que la


obtengamos por accidente. Debe ser cultivada. Debemos resolver
deliberadamente que honraremos a Dios con nuestra substancia; y
entonces no debemos dejar que nada nos tiente a privarle de los
diezmos y ofrendas que le debemos. Hemos de ser inteligentes,
sistemáticos constantes en nuestros actos de caridad hacia los
hombres y en nuestras expresiones de gratitud a Dios por sus
bondades hacia nosotros. Este es un deber demasiado sagrado para
que lo confiemos a la casualidad, o para que sea regido por los
impulsos o sentimientos. Debemos reservar regularmente algo para
la cansa de Dios, a fin de que no le despojemos de la porción que le
pertenece. Cuando robamos a Dios nos robamos a nosotros mismos.
Renunciamos al tesoro celestial a fin de tener más del de esta tierra.
(p. 70)

Todos deben recordar que los requerimientos de Dios para con


nosotros están a la base de cualquier otro derecho. El nos da
abundantemente, y el contrato que él ha hecho con el hombre es que
una décima parte de sus posesiones sea devuelta a Dios. El confía
misericordiosamente sus tesoros a sus mayordomos, pero dice del
diezmo: Es mío. En la misma proporción en que Dios ha dado su
propiedad al hombre, el hombre debe devolverle un diezmo fiel de
125

toda su substancia. Este arreglo preciso fue hecho por Jesucristo


mismo. (p.390)

Además del diezmo, el Señor exige las primicias de todas nuestras


ganancias. Se las ha reservado a fin de que su obra en la tierra pueda
ser sostenida ampliamente. Los siervos del Señor no han de verse
limitados a una mísera pitanza. Sus mensajeros no han de ser
estorbados en su obra de presentar la palabra de vida. A medida que
enseñan la verdad, deben tener recursos que invertir en el
adelantamiento de la obra que debe ser hecha al debido tiempo, a fin
de ejercer la influencia mejor y más poderosa para salvar. Deben
realizarse acciones de misericordia; debe ayudarse a los pobres y
dolientes. Debe haber donativos y ofrendas apropiadas para este
propósito. Especialmente en los campos nuevos, donde nunca se ha
enarbolado el estandarte de la verdad, debe hacerse esta obra. Si
todos los que profesan ser hijos de Dios, tanto ancianos como
jóvenes, cumpliesen su deber, no habría escasez en la tesorería. Si
todos pagasen un diezmo fiel, y dedicasen a Dios las primicias de
sus ganancias, habría abundante provisión de recursos para su obra.
Pero la ley de Dios no es respetada ni obedecida, y esto ha
ocasionado una necesidad apremiante. (p. 390, 391)

Dios pone su mano sobre todas las posesiones del hombre diciendo:
Yo soy el dueño del universo, y estos bienes son míos. El diezmo
que habéis retenido lo reservaba para el sostén de mis siervos en su
obra de abrir las Escrituras a aquellos que están en la regiones
obscuras, y que no conocen mi ley. Al usar mi fondo de reserva para
satisfacer vuestros propios deseos, habéis privado vuestras almas de
la luz que yo había provisto para ellas. Habéis tenido oportunidad de
126

manifestarme vuestra lealtad, pero no lo habéis hecho. Me habéis


robado; habéis hurtado mi fondo de reserva. "Malditos sois con
maldición."(p.393)

El hombre finito, aunque emplee para sí los talentos que Dios ha


reservado para publicar la salvación, para enviar las gratas nuevas de
un Salvador a las almas que perecen, aun mientras obstruye el
camino por su egoísmo, pregunta: "¿En qué te hemos robado?" Dios
contesta: "Los diezmos y las primicias. Malditos sois con maldición,
porque vosotros, la nación toda, me habéis robado." […]
Dios se compromete a bendecir a los que obedecen sus
mandamientos. "Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento
en mi casa; y probadme ahora esto, dice Jehová de los ejércitos, si
no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros
bendición hasta que sobreabunde. Increparé también por vosotros al
devorador, y no os corromperá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en
el campo abortará, dice Jehová de los ejércitos."
Con estas palabras de luz y verdad delante de sí, ¿cómo se atreven
los hombres a descuidar un deber tan claro? ¿Cómo se atreven a
desobedecer a Dios cuando la obediencia a sus requerimientos
significa su bendición tanto en las cosas temporales como en las
espirituales, y la desobediencia significa la maldición de Dios?
Satanás es el destructor. Dios no puede bendecir a los que se niegan
a serle mayordomos fieles. (p. 394)

Un raudal de luz resplandece de la Palabra de Dios y debemos


despertarnos para reconocer las oportunidades descuidadas. Cuando
todos sean fieles en devolver a Dios lo suyo en diezmos y ofrendas,
se abrirá el camino para que el mundo oiga el mensaje para este
127

tiempo. Si el corazón de los hijos de Dios estuviese lleno de amor


por Cristo; si cada miembro de la iglesia estuviese cabalmente
imbuído de un espíritu de abnegación; si todos manifestasen cabal
fervor, no faltarían fondos para las misiones. (p.417)

Los diezmos y las ofrendas dedicados a Dios son un reconocimiento


de su derecho sobre nosotros por la creación, y son también un
reconocimiento de su derecho por la redención. Por cuanto todo
nuestro poder deriva de Cristo, esas ofrendas han de fluir de
nosotros a Dios. Han de mantener siempre delante de nosotros el
derecho de la redención, el mayor de todos los derechos, y el que
entraña todos los demás. La comprensión del sacrificio hecho en
nuestro favor ha de estar siempre fresca en nuestra mente, y ejercer
siempre influencia sobre nuestros pensamientos y planes. Cristo ha
de ser de veras como crucificado entre nosotros. (p. 421)

TESTIMONIOS SELECTOS, TOMO 5

Dios nos ha hecho mayordomos suyos. Ha puesto sus recursos en


nuestras manos para que nosotros hagamos de ellos una fiel
distribución. Nos pide que le entreguemos lo que le pertenece. Él ha
reservado para sí el diezmo como su parte sagrada, para ser usada en
la proclamación del evangelio al mundo entero. Hermanos y
hermanas, confesad vuestro egoísmo y apartaos de él. Traed al Señor
vuestros dones y vuestras ofrendas. Traedle también los diezmos
que habéis retenido. Venid y confesad vuestra negligencia. Probad al
Señor, él os invita. "Increparé también por vosotros al devorador, y
no os corromperá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo
abortará, dice Jehová de los ejércitos." (Mal. 3: 11.) (p. 167)
128

Me ha sido mostrado que los diezmos son retenidos cuando deberían


ser entregados fielmente a la tesorería del Señor, para el sostén de
los predicadores y misioneros que van de casa en casa explicando
las escrituras.
[…]
Realicen economías nuestras hermanas, negándose a colocar
adornos costosos en sus vestidos. Evitad todo gasto inútil. Cada
familia traiga al Señor sus diezmos y sus ofrendas. (p. 168, 169)

No hacemos del consumo de la carne una condición para. la


admisión de los miembros; pero debiéramos considerar la influencia
que ejercen sobre otros los creyentes profesos que usan carne. Como
mensajeros de Dios, ¿no diremos al pueblo: " Si pues coméis, o
bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios"? (1 Cor. 10
: 3 l.) ¿No daremos un testimonio decidido contra la complacencia
del apetito pervertido? ¿Quiere cualquiera de los que son ministros
del evangelio, y que proclaman la verdad más solemne que haya
sido dada a los mortales, dar el ejemplo de volver a las ollas de
Egipto? ¿Quieren los que son sostenidos por el diezmo de la
tesorería de Dios permitir que la gula envenene la corriente de vida
que fluye por sus venas? ¿Harán caso omiso de la luz y
amonestaciones que Dios les ha dado? La salud del cuerpo ha de
considerarse como esencial para el crecimiento en la gracia y la
adquisición de un carácter templado. Si no se cuida debidamente el
estómago, será impedida la formación de un carácter moral íntegro.
(p.236)
129

TESTIMONIO PARA LA IGLESIA, TOMO 1

Algunos han sentido una obligación sagrada hacia sus hijos. Deben
dar una parte a cada uno, pero no logran reunir recursos para ayudar
a la causa de Dios. Se excusan diciendo que tienen un deber hacia
sus hijos. Eso puede ser así, pero su primer deber es hacia Dios. Dad
a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios. No robéis a
Dios reteniendo vuestros diezmos y ofrendas. El primer deber
sagrado consiste en dar a Dios una parte adecuada de los recursos.
Que nadie procure con sus pretensiones induciros a robar a Dios.
Que vuestros hijos no roben vuestra ofrenda del altar de Dios para
usarla en beneficio propio. (p.203)

"¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y


dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me
habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en
mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si
no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros
bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros
al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, y vuestra vid en
el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos" (Mal. 3:8-11). Vi
que este pa-saje bíblico se había aplicado erróneamente al acto de
hablar y orar en una reunión. Esta profecía tiene una aplicación
especial en los últimos días, y enseña al pueblo de Dios su deber de
entregar una parte de sus recursos como ofrenda voluntaria al Señor.
(p. 204, 205)
130

Vi que no debía hacerse adelantar la causa de Dios mediante


ofrendas forzadas. Dios no acepta esa clase de ofrendas. Este asunto
debe dejarse librado enteramente a su pueblo. No debieran
conformarse con llevar una ofrenda anual solamente, sino que
además debieran presentar ofrendas semanales y mensuales delante
del Señor. Esta obra debe dejarse con el pueblo porque para ellos
debe constituir una prueba permanente semanal y mensual. Vi que
este sistema de diezmar desarrollaría el carácter y manifestaría la
verdadera condición del corazón. Se presenta este asunto a los
hermanos de Ohio destacando la ver-dadera importancia que tiene y
si se los deja decidir por sí mismos, llegarán a la conclusión de que
existe sabiduría y orden en el sistema del diezmo. (p.217)

He comprado mi propio papel de escribir, comprado mis propios


sellos postales, y he pasado buena parte de mi vida escribiendo para
bien de otros, y todo lo que he recibido por esta obra, que me ha
cansado y gastado en forma terrible, no alcanzaría para cubrir el
diezmo de lo que he gastado en sellos postales. Cuando se me han
ofrecido medios, los he rehusado, o los he dedicado a instituciones
de caridad como la Asociación Publicadora. No volveré a hacer esto.
Seguiré cumpliendo con mi deber en la obra, como siempre, pero
mis temores de recibir medios para usarlos para el Señor se han
disipado. Este caso de la Hna. More me ha despertado plenamente
para ver la obra de Satanás en el acto de privamos de medios
económicos. (p.588)
131

TESTIMONIO PARA LA IGLESIA, TOMO 2

El pretexto de la pobreza ha brotado de los labios de ustedes; el


Cielo sabe que eso es falso; pero sus palabras se convertirán en
realidad, y serán ciertamente pobres, si continúan albergando el
amor al mundo que han manifestado hasta ahora. "¿Robará el
hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En
qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos
sois con maldición" (Mal. 3:8,9). Eviten esta maldición tan
rápidamente como sea posible. (p.55)

El mundo los ha corrompido, y no se dan cuenta. Hablan de amor a


Dios, pero sus frutos no manifiestan el amor al cual se refieren. Le
roban a Dios los diezmos y las ofrendas, y la maldición agostadora
de Dios recae sobre ellos. (p.180)

Dejen de lado las preocupaciones del hogar, y acudan a encontrar a


Jesús y lo hallarán. Vengan con sus ofrendas de acuerdo con las
bendiciones de Dios. Muestren su gratitud a su Creador, el Dador de
todos sus beneficios, por medio de una ofrenda voluntaria. Que
ninguna persona que posee recursos asista con las manos vacías.
"Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y
probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré
las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde" (Mal. 3:10) (p. 510, 511)

Dejen de lado las preocupaciones del hogar, y acudan a encontrar a


Jesús y lo hallarán. Vengan con sus ofrendas de acuerdo con las
132

bendiciones de Dios. Muestren su gratitud a su Creador, el Dador de


todos sus beneficios, por medio de una ofrenda voluntaria. Que
ninguna persona que posee recursos asista con las manos vacías.
"Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y
probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré
las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde" (Mal. 3:10).
El objeto de un congreso consiste en inducir a todos a separarse de
los cuidados y cargas de sus negocios, y dedicar algunos días
exclusivamente a buscar al Señor. (p. 533)

Los hombres a quienes Dios ha hecho sus mayordomos están tan


embobados con las riquezas de este mundo, que no se dan cuenta de
que con su egoísmo y codicia están no sólo robando al Señor los
diezmos y ofrendas, sino privándose a sí mismos de las riquezas
eternas. (p. 578)

TESTIMONIO PARA LA IGLESIA, TOMO 3


Vi que muchos que profesan estar guardando los mandamientos de
Dios se están apropiando para su propio uso de los medios que el
Señor les ha confiado y que debieran entrar en su tesorería. Le roban
a Dios en los diezmos y las ofrendas. Encubren y retienen lo que es
de Dios para su propio perjuicio. Acarrean escasez y pobreza para sí
y oscuridad sobre la iglesia debido a su codicia, su encubrimiento y
el hecho de robar a Dios en los diezmos y en las ofrendas.
Vi que muchas almas se hundirán en tinieblas a causa de su codicia.
El testimonio claro y directo debe vivir en la iglesia, o la maldición
133

de Dios descansará sobre su pueblo tan seguramente como lo hizo


sobre el antiguo Israel debido a sus pecados. (p. 299)

El plan de Dios en el sistema del diezmo es hermoso por su


sencillez e igualdad. Todos pueden practicarlo con fe y valor porque
es de origen divino. (p. 428, 429)

La Ley moral ordenaba la observancia del sábado, que no era una


carga, excepto cuando era transgredida y los hombres se veían
sujetos a las penalidades que entrañaba su violación. Igualmente, el
sistema del diezmo no era una carga para aquellos que no se
apartaban del plan. El sistema ordenado a los hebreos no ha sido
abrogado ni reducido su vigor por Aquel que lo ideó. En vez de
carecer de fuerza ahora, tiene que practicarse más plena y
extensamente, puesto que la salvación por Cristo debe ser
proclamada con mayor plenitud en la era cristiana. (p. 432)

El sistema del diezmo se remonta hasta antes del tiempo de Moisés.


Ya en los días de Adán, se requería de los hombres que ofrecieran a
Dios donativos de índole religiosa, es decir, antes que el sistema
fuera dado a Moisés en forma definida. Al cumplir lo requerido por
Dios, debían manifestar, mediante sus ofrendas, aprecio por las
misericordias y las bendiciones de Dios para con ellos. Esto
continuó durante las generaciones sucesivas y fue practicado por
Abraham, quien dio diezmos a Melquisedec, sacerdote del Altísimo.
El mismo principio existía en los días de Job. Mientras Jacob estaba
en Betel, peregrino, desterrado y sin dinero, se acostó una noche,
solitario y abandonado, teniendo una piedra por almohada, y allí
prometió al Señor: "De todo lo que me dieres, el diezmo apartaré
para ti" (Gén. 28:22). Dios no obliga a los hombres a dar. Todo lo
134

que ellos dan debe ser voluntario. Él no quiere que afluyan a su


tesorería ofrendas que no se presenten con buena voluntad.
El Señor quiso poner al hombre en estrecha relación consigo, e
infundirle compasión y amor por sus semejantes, imponiéndole la
responsabilidad de realizar acciones que contrarrestaran el egoísmo
y fortaleciesen su amor por Dios y el hombre. El plan de una
liberalidad sistemática fue ideado por Dios para beneficio del
hombre, quien se inclina a ser egoísta y a cerrar su corazón a las
acciones generosas. El Señor requiere que se hagan donativos en
tiempos determinados, para establecer el hábito de dar y para que la
benevolencia se considere como un deber cristiano. El corazón,
abierto por un donativo, no debe tener tiempo de enfriarse
egoístamente y cerrarse antes que se otorgue el próximo. La
corriente ha de fluir continuamente, manteniéndose abierto el
conducto por medio de actos de generosidad.
En cuanto a la cantidad requerida, Dios ha especificado que sea la
décima parte de los ingresos. Esto queda a cargo de la conciencia y
generosidad de los hombres, cuyo juicio debe ejercerse libremente
en este asunto del diezmo. Y aunque queda librado a la conciencia,
se ha trazado un plan bastante definido para todos. No se requiere
compulsión alguna.
En la dispensación mosaica, Dios pedía de los hombres que dieran la
décima parte de todas sus ganancias. Les confiaba las cosas de esta
vida, como talentos que debían devolver perfeccionados. Ha
requerido la décima parte, y la exige como lo mínimo que le
debemos devolver. Dice: Os doy las nueve dé-cimas, y os pido una;
es mía. Cuando los hombres retienen el diezmo, roban a Dios.
Además del diezmo, se requerían ofrendas por el pecado, ofrendas
de paz y de agradecimiento a Dios.
135

Todo lo que se retiene de lo que Dios pide, o sea el diezmo, queda


registrado en los libros del cielo como un robo hecho a él. Los que
lo cometen defraudan a su Creador, y cuando se les presenta este
pecado de negligencia, no es suficiente que cambien su conducta y
empiecen desde entonces a obrar según el debido principio. Esto no
corregirá las cifras escritas en los registros celestiales por su
desfalco de la propiedad que se les ha confiado para que la
devuelvan al Prestamista. Deben arrepentirse de su infidelidad para
con Dios, y de su vil ingratitud.
"¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y
dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me
habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en
mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si
no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros
bendición hasta que sobreabunde" (Mal. 3:8-10). Aquí se promete
que si se traen todos los diezmos al alfolí, Dios derramará su
bendición sobre los obedientes.
"Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el
fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová
de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados;
porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos" (versos
11-12). Si todos los que profesan la verdad cumplen con los
requerimientos de Dios en cuanto a dar el diezmo, que Dios llama
suyo, la tesorería estará ampliamente provista para llevar a cabo la
gran obra de salvar a los hombres.
Dios da al hombre los nueve décimos, mientras reclama un décimo
para fines sagrados, así como dio al hombre seis días para su trabajo
y se reservó y puso aparte el séptimo día para sí. Porque, como el
sábado, el diezmo de las entradas es sagrado. Dios se lo ha
136

reservado. Él llevará a cabo su obra en la tierra con las entradas


procedentes de los recursos que confió al hombre.
Dios exigía que su antiguo pueblo asistiera a tres asambleas
anualmente. "Tres veces cada año aparecerá todo varón tuyo delante
de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere: en la fiesta solemne
de los panes sin levadura, y en la fiesta solemne de las semanas, y en
la fiesta solemne de los tabernáculos. Y ninguno se presentará
delante de Jehová con las manos vacías; cada uno con la ofrenda de
su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios le hubiere
dado" (Deut. 16:16-17). Nada menos que una tercera parte de sus
entradas se consagraba a fines sagrados y religiosos.
Cuando quiera que los hijos de Dios, en cualquier época de la
historia del mundo, ejecutaron alegre y voluntariamente el plan de la
benevolencia sistemática y de los dones y ofrendas, han visto
cumplirse la permanente promesa de que la prosperidad
acompañaría todas sus labores en la misma proporción en que le
obedecieran. Siempre que reconocieron los derechos de Dios y
cumplieron con sus requerimientos, honrándole con su sustancia, sus
alfolíes rebosaron; pero cuando robaron a Dios en los diezmos y las
ofrendas, tuvieron que darse cuenta de que no sólo le estaban
robando a él, sino que se defraudaban ellos mismos; porque él
limitaba las bendiciones que les concedía en la proporción en que
ellos limitaban las ofrendas que le llevaban.
Algunos dirán que ésta es una de las leyes rigurosas que pesaban
sobre los hebreos. Pero ésta no era una carga para el corazón
voluntario que manifestaba amor a Dios. Únicamente cuando la
naturaleza egoísta se fortalecía por la retención de aquellos recursos,
el hombre perdía de vista lo eterno y estimaba los tesoros terrenales
más que las almas. El Israel de Dios de estos últimos tiempos tiene
necesidades aun más urgentes que el de antaño. Debe realizarse una
137

obra grande e importante en breve tiempo. Nunca fue el propósito de


Dios que la ley del sistema del diezmo no rigiera entre su pueblo;
sino que, al contrario, quiso que el espíritu de sacrificio se ampliara
y se profundizara para la obra final. (p. 433-436)

Muchos lo han inmovilizado en propiedades que deben vender antes


de poder invertirlo en la causa de Dios y darle así un uso práctico.
Se valen de ello como una excusa para hacer tan sólo poco en la
causa de su Redentor. Han enterrado su dinero tan literalmente como
el hombre de la parábola. Roban a Dios el diezmo, que reclama
como suyo, y al robarle, se despojan del tesoro celestial. (p. 438,
439)

Nadie, sea rico o pobre, puede glorificar a Dios por una vida de
indolencia. Todo el capital que tienen muchos pobres está
constituido por su tiempo y su fuerza física, y con frecuencia los
malgastan por amor a la comodidad y a la indolencia negligente, dé
manera que no tienen nada que llevarle a su Señor en diezmos y
ofrendas. Si los cristianos carecen de sabiduría para hacer que su
trabajo rinda la mayor utilidad y para hacer una aplicación juiciosa
de sus facultades físicas y mentales, deben tener mansedumbre y
humildad para recibir el consejo de sus hermanos, a fin de que el
mejor juicio de ellos supla sus deficiencias. (p. 440, 441)

Si somos demasiado pobres para devolver fielmente a Dios los


diezmos que él requiere, somos ciertamente demasiado pobres para
vestirnos costosamente y comer con lujo; porque malgastamos así el
138

dinero de nuestro Señor en cosas perjudiciales para agradamos y


glorificamos a nosotros mismos. (p. 442)

Pero son muchos los que, al comenzar a juntar riquezas materiales,


calculan cuánto tardarán en poseer cierta suma. En su afán de
acumular una fortuna, dejan de enriquecerse para con Dios. Su
generosidad no se mantiene a la par con lo que reúnen A medida que
aumenta su pasión por las riquezas, sus afectos se entrelazan con su
tesoro. El aumento de su propiedad fortalece el intenso deseo de
tener más, hasta que algunos consideran que el dar al Señor el
diezmo es una contribución severa e injusta. (p. 443, 444)

El sistema especial del diezmo se fundaba en un principio que es tan


duradero como la ley de Dios. Este sistema del diezmo era una
bendición para los judíos; de lo contrario, Dios no se lo hubiera
dado. Así también será una bendición para los que lo practiquen
hasta el fin del tiempo. Nuestro Padre celestial no creó el plan de la
benevolencia sistemática para enriquecerse, sino para que fuese una
gran bendición para el hombre. Vio que este sistema de beneficencia
era precisamente lo que el hombre necesitaba. (p. 445)

Si la benevolencia sistemática se adoptara universalmente de


acuerdo con el plan de Dios, y si los ricos practicaran el sistema del
diezmo tan fielmente como lo hacen las clases más pobres, no
habría necesidad de apelaciones reiteradas y urgentes solicitando
recursos en nuestras grandes asambleas religiosas. Ha habido un
descuido en las iglesias de mantener el plan de benevolencia
139

sistemática, y el resultado ha sido una tesorería empobrecida y una


iglesia apóstata.
"¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y
dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me
habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en
mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si
no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros
bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros
al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en
el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las
naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable,
dice Jehová de los ejércitos" (Mal. 3:8-12).
A Dios se le han robado diezmos y ofrendas. Es algo terrible ser
culpable de retener recursos de la tesorería o de robar a Dios. (p.
450)

Pero ha habido un gran descuido del deber. Muchos han retenido


recursos que Dios reclama como suyos, y al hacerlo han robado a
Dios. Sus corazones egoístas no han dado la décima parte de todos
sus ingresos, que Dios reclama. Ni tampoco han venido a las
reuniones anuales con sus ofrendas voluntarias, sus ofrendas de
gratitud, y sus ofrendas por el pecado. Muchos han venido ante el
Señor con las manos vacías. "¿Robará el hombre a Dios? Pues
vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado?
En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición,
porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los
diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en
esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los
140

cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde"


(Mal. 18-10). (p. 560)

Los actos de generosidad y benevolencia fueron concebidos por


Dios para mantener tiernos y llenos de compasión los corazones de
los hijos de los hombres, y para estimular en ellos un interés y afecto
mutuo en imitación del Maestro, quien por nuestra causa se hizo
pobre, para que a través de su pobreza nosotros fuéramos
enriquecidos. La ley del diezmo fue fundada sobre un principio
permanente y fue ideada para ser una bendición para el hombre.
El sistema de benevolencia fue dispuesto para prevenir el grave mal
de la codicia. (p. 601)

TESTIMONIO PARA LA IGLESIA, TOMO 4


El apóstol dice: "No sois vuestros. Porque habéis sido comprados
por precio" (1 Cor. 6:19, 20). Cuando el pecador mísero y
condenado estaba sujeto a la maldición de la ley, Jesús lo amó tanto
que se dio a sí mismo por el transgresor. Lo redimió con la virtud de
su sangre. No podemos dar el valor justo al precioso rescate pagado
para redimir al hombre caído. Los mejores y más santos afectos del
corazón deben ser devueltos para pagar tan maravilloso amor.
Recibieron en préstamo los dones temporales que disfrutan para que
ayudaran al progreso del reino de Dios.
Hablo del sistema de diezmos, que me parece tan precario. ¡Cuán
vano es el esfuerzo de medir con reglas matemáticas el tiempo, el
dinero y el amor ante un amor y un sacrificio sin medida! ¡Los
diezmos para Cristo son una limosna tan mísera, un precio tan
irrisorio, para pagar algo que costó tanto! Desde la cruz del calvario,
Cristo pide una rendición incondicional. (p. 122)
141

Cristo dijo: no puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo
dar frutos buenos". "Así que, por sus frutos los conoceréis" (Mat.
7:18, 20). Los hechos de la vida de un hombre son sus frutos. Si es
infiel y le falta honradez en las cosas temporales, produce espinas y
cardos; será infiel en la vida religiosa y robará a Dios en los
diezmos y las ofrendas. (p. 307)

La religión no consiste en un mero sistema de doctrinas estériles,


sino en la fe práctica que santifica la vida y corrige la conducta en el
círculo familiar y en la iglesia. Muchos diezman la menta y la ruda
y, al mismo tiempo, descuidan asuntos de mayor importancia: la
misericordia y el amor de Dios. Para la perfección del carácter
cristiano es esencial andar humildemente con Dios. Dios exige los
principios más rectos en los más minuciosos detalles de las
transacciones de la vida. Cristo dijo: "El que es fiel en lo muy poco,
también en lo más es fiel" (Luc. 16:10). (p.332)

Las instituciones que son instrumentos de Dios para llevar a cabo su


obra en la tierra deben ser sostenidas. Deben erigirse iglesias,
establecerse escuelas y proporcionarse a las casas editoras las cosas
necesarias para hacer una gran obra en la publicación de la verdad
que ha de ser proclamada a todas partes del mundo. Estas
instituciones son ordenadas por Dios y deben ser sostenidas por los
diezmos y las ofrendas generosas. A medida que la obra se amplía,
se necesitarán recursos para hacerla progresar en todos sus ramos.
Los que han sido convertidos a la verdad y han sido hechos
participantes de su gracia, pueden colaborar con Cristo dándole
142

ofrendas y sacrificios voluntarios. (456) Cuando los miembros de la


iglesia desean que no se hagan más pedidos de recursos, dicen
virtualmente que se conformarían con que la causa no progresase.
"E hizo Jacob voto, diciendo: 'Si fuere Dios conmigo, y me guardare
en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para
vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios.
Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo
que me dieres, el diezmo apartaré para ti"' (Gén. 28:20-22). Las
circunstancias que indujeron a Jacob a hacer un voto al Señor eran
similares a las que inducen a los hombres y las mujeres a hacerle
votos en nuestro tiempo. (p.456)

En nuestra época, muchos fracasan donde Jacob tuvo éxito.


Aquellos a quienes Dios concedió más riquezas se inclinan con más
intensidad a retener lo que tienen, porque deben dar una suma
proporcional a su propiedad. Jacob dio el diezmo de todo lo que
tenía y luego, reconociendo que antes lo había empleado para su uso
personal, dio al Señor el beneficio de lo que había usado para sí
durante el tiempo que había estado en un país pagano y no podía
pagar su voto. Esto sumaba una cantidad elevada, pero no vaciló; no
consideraba suyo, sino como del Señor, lo que había consagrado a
Dios.
Según la cantidad concedida será la requerida. Cuanto mayor sea el
capital confiado, más valioso es el don que Dios requiere que se le
devuelva. Si un cristiano tiene diez o veinte mil dólares, las
exigencias de Dios son imperativas para él, no sólo en cuanto a dar
la proporción de acuerdo con el sistema del diezmo, sino en cuanto
a presentar sus ofrendas por el pecado y agradecimiento a Dios. La
143

dispensación levítica se distinguía de una manera notable por la


santificación de la propiedad. Cuando hablamos del diezmo como
norma de las contribuciones judaicas a los propósitos religiosos, no
lo hacemos con pleno conocimiento de causa. El Señor mantenía sus
requerimientos por encima de todo lo demás, y en casi todo hacía
que los israelitas se acordaran de su Dador, pidiéndoles que le
devolviesen algo. Se les pedía que pagasen rescate por su
primogénito, por las primicias de sus rebaños y por las primeras
gavillas de su mies. Se les requería que dejasen las esquinas de sus
campos para los indigentes. Cuanto caía de su mano al segar debía
quedar para los pobres, y una vez cada siete años debían dejar que
las tierras produjesen espontáneamente para los menesterosos.
Luego, había ofrendas de sacrificio, ofrendas por el pecado, y la
remisión de todas las deudas cada séptimo año. Había también
numerosos gastos destinados a la hospitalidad y los donativos para
los pobres, y además, pesadas contribuciones sobre las propiedades.
(p.458, 459)

Pero hay algunos que son culpables del mismo pecado que
cometieron Ananías y Safira, pues piensan que si retienen una
porción de lo que Dios pide en el sistema del diezmo, los hermanos
no lo sabrán nunca. Así pensaba la pareja culpable cuyo ejemplo se
nos da como advertencia. (p. 461)

Al comisionar a sus discípulos para que fuesen "por todo el mundo"


a predicar "el evangelio a toda criatura", Cristo encomendó a los
hombres la obra de difundir las buenas nuevas. Pero mientras
algunos salen a predicar, invita a otros a que satisfagan sus
144

demandas en cuanto a los diezmos y ofrendas con que sostener el


ministerio y difundir la verdad en forma impresa por toda la tierra.
Tal es el medio que Dios tiene para exaltar al hombre, es
precisamente la obra que él necesita, pues conmoverá las más
profundas entrañas de su corazón y ejercitará su más alta capacidad
mental. (p.464)

La gran comisión dada a los apóstoles fue de ir por todo el mundo y


predicar el evangelio. Esto muestra la extensión de la obra y el
aumento de la responsabilidad que descansa sobre los que siguen a
Cristo en nuestra época. Si la ley requería diezmos y ofrendas hace
miles de años, ¡cuánto más esenciales son ahora! Si en la economía
judaica, tanto los ricos como los pobres habían de dar cantidades
proporcionales a los bienes que poseían, ello es doblemente esencial
ahora.
La mayor parte de los que profesan ser cristianos se separan de sus
recursos de muy mala gana. Muchos de ellos no dan ni una vigésima
parte de sus ingresos a Dios, y numerosos son los que dan aún
menos que esto; mientras que hay una numerosa clase que roba a
Dios el poco diezmo que le pertenece, y otros que dan solamente el
diezmo. Si todos los diezmos de nuestro pueblo fluyesen a la
tesorería del Señor como debieran, se recibirían tantas bendiciones
que los dones y ofrendas para los propósitos sagrados quedarían
multiplicados diez veces y así se mantendría abierto el conducto
entre Dios y el hombre. Los que siguen a Cristo no deben aguardar
para obrar hasta que los despierten los conmovedores llamados
misioneros. Si están espiritualmente despiertos oirán en los ingresos
de cada semana, sean pocos o muchos, la voz de Dios y de la
145

conciencia, que con autoridad les exige las ofrendas y los diezmos
debidos al Señor.
No sólo se desean los dones y labores de los que siguen a Cristo,
sino que en cierto sentido son indispensables. Todo el Cielo está
interesado en la salvación del hombre y aguarda que los hombres se
interesen en su propia salvación y en la de sus semejantes. (p. 466)

El plan de la benevolencia sistemática fue ordenado por Dios


mismo; pero el pago fiel de lo exigido por Dios es a menudo
rehusado o postergado como si las promesas solemnes no tuviesen
significado. Porque los miembros de las iglesias descuidan de pagar
sus diezmos y cumplir sus compromisos, nuestras instituciones no
están libres de trabas. Si todos, ricos y pobres, trajesen sus diezmos
al alfolí, habría abundante provisión de recursos para aliviar la causa
de trabas financieras y para llevara cabo noblemente la obra
misionera en sus diversos departamentos.(p.467)

A la verdad, algunos parecen listos a sobrepasar su deber, como si


temiesen perder la oportunidad de invertir su porción en el banco del
cielo. Hay otros que harán lo menos que puedan. Atesoran sus
recursos, o malgastan medios en su propia persona, dando a
regañadientes una ofrenda escasa para sostener la causa de Dios. Si
hacen una promesa a Dios, se arrepienten luego y evitan su pago
mientras pueden, si no dejan de pagarla por completo. Disminuyen
el diezmo tanto como pueden como si temiesen que lo devuelto a
Dios se perdiera. Nuestras diversas instituciones pueden estar
abrumadas por falta de recursos, pero estas personas obran como
sino les importara que prosperen o no. Sin embargo, dichas
instituciones son instrumentos de Dios para iluminar al mundo.
146

Estas instituciones no han recibido, como otras por el estilo,


asignaciones o legados; sin embargo Dios las ha prosperado y
bendecido grandemente y las ha convertido en medios de grandes
beneficios. Hay entre nosotros ancianos cuyo tiempo de gracia se
acerca a su fin; pero por falta de hombres que estén alerta y aseguren
para la causa de Dios los recursos que poseen, éstos pasan a las
manos de los que sirven a Satanás. (p.470)

Algunos cierran sus oídos cuando se pide dinero que se ha de


emplear en enviar misioneros a países extranjeros, y en publicar la
verdad y diseminarla por todo el mundo como caen hojas de los
árboles en el otoño. Los tales disculpan su codicia informándonos de
que han hecho arreglos para hacer obras caridad después de su
muerte. Han considerado la causa de Dios en sus testamentos. Por
tanto, viven una vida de avaricia robando a Dios en los diezmos y
las ofrendas, y en sus testamentos devuelven a Dios tan sólo una
pequeña porción de lo que él les ha prestado, mientras asignan una
gran parte a parientes que no tienen interés alguno en la verdad. Esta
es la peor clase de robo. Roban a Dios lo que le deben, no sólo
durante toda su vida, sino también al morir. (p.472)

Fluyen a la tesorería del Señor muy pocos recursos para ser


dedicados a la salvación de las almas, y eso mismo se consigue tras
arduo trabajo. Si se pudiesen abrir los ojos de todos para que vieran
cómo la codicia prevaleciente ha impedido el adelanto de la obra de
Dios, y cuánto más podría haberse hecho si todos hubiesen seguido
el plan de Dios en los diezmos y las ofrendas, muchos se
reformarían, porque no se atreverían a estorbar el progreso de la
147

causa de Dios como lo han hecho. La iglesia no se da cuenta de la


obra que podría hacer si lo entregase todo para Cristo. (p.475, 476)

Son muchos los que insisten en que no pueden hacer más para la
causa de Dios de lo que hacen ahora; pero no dan según su
capacidad. El Señor abre a veces los ojos cegados por el egoísmo,
reduciendo simplemente sus ingresos a la cantidad que están
dispuestos a dar. Se encuentran caballos muertos en el campo o el
establo; el fuego destruye casas o granjas, o fracasan las cosechas.
En muchos casos, Dios prueba al hombre con bendiciones, y si
manifiesta infidelidad al devolverle los diezmos y las ofrendas,
retira su bendición. “El que siembra escasamente, también segará
escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente
también segará" (2 Cor. 9:6). (p.476)

Cuando un valioso hijo de Dios necesita los servicios del sanatorio y


sólo puede hacerse cargo de una pequeña parte de los costos, la
iglesia ha de jugar un noble papel al hacerse cargo del resto de la
suma. Algunos serán incapaces de pagar ni siquiera una pequeña
parte, pero no permitáis que continúen su-friendo a causa de vuestro
egoísmo. Enviadlos al sanatorio, junto con sus peticiones y vuestro
dinero para sufragar los gastos. Al hacer esto obtendréis preciosas
bendiciones. Mantener en funcionamiento una institución de ese tipo
tiene un costo y no se le debería pedir que trate a los enfermos a
cambio de nada. Si fuese posible restituir a la institución la suma
que ha gastado en pacientes de beneficencia, sería una gran ayuda
para aliviar su situación actual.
148

Hermanos, no depositéis la carga de vuestros pobres sobre las


personas y las instituciones de Battle Creek, sino que haceos cargo
de la tarea y cumplid con vuestro deber. Privaos de algunas cosas en
vuestros vestidos o vuestros hogares y depositad en algún lugar
seguro una suma destinada a los pobres y necesitados. No permitáis
que vuestros diezmos y vuestras ofrendas de gratitud a Dios se
reduzcan, sino que haced esto en añadidura. No es propósito de Dios
que lluevan recursos del cielo para sostener a los pobres, sino que ha
puesto sus bienes en manos de administradores. Deben reconocer a
Cristo en la persona de sus santos. Todo aquello que hagan por sus
hijos que sufren, por él lo hacen, porque identifica su interés con el
de la humanidad sufriente. (p.503)

TESTIMONIO PARA LA IGLESIA, TOMO 5


Las ofrendas voluntarias y el diezmo constituyen el ingreso del
Evangelio. Dios pide cierta porción de los recursos confiados al
hombre: un diezmo; pero deja a todos libres para decir cuánto es el
diezmo, y si ellos quieren o no dar más que esto. Han de dar según
se proponen en su corazón. Pero cuando el corazón está conmovido
por la influencia del Espíritu Santo, y se ha hecho un voto de dar
cierta cantidad, el que hizo el voto ya no tiene derecho sobre la
porción consagrada. Hizo su promesa delante de los hombres, y ellos
son llamados a atestiguar la transacción. Al mismo tiempo incurrió
él en una obligación del carácter más sagrado para cooperar con el
Señor en la edificación de su reino en la tierra. Una promesa así
hecha a los hombres, ¿sería considerada ineludible? ¿No son más
sagradas e ineludibles las promesas hechas a Dios? ¿Son las que
juzga el tribunal de la conciencia menos válidas que los contratos
hechos con los hombres? (p.140, 141)
149

El único medio que Dios ha dispuesto para hacer progresar su causa


consiste en bendecir a los hombres con propiedades. Les da la luz
del sol y la lluvia; hace florecer la vegetación; les da salud y
capacidad de adquirir recursos. Todas nuestras bendiciones
provienen de su mano bondadosa. En retribución, quiere él que los
hombres y las mujeres manifiesten su gratitud devolviéndole una
porción en diezmos y ofrendas: ofrendas de agradecimiento,
ofrendas voluntarias, y ofrendas por el pecado.
Los corazones humanos se endurecen por el egoísmo, y como en el
caso de Ananías y Safira, se sienten tentados a retener parte del
precio, aunque simulando cumplir con las reglas del diezmo.
¿Robará el hombre a Dios? Si los recursos afluyesen a la tesorería en
conformidad exacta con el plan de Dios, en la proporción de un
diezmo de toda ganancia, abundarían para llevar adelante su obra.
(p.141)

Obrad como Job. Lo que él no sabía, lo averiguaba. Haced una gira


de inspección, y ved lo que se necesita, y cómo puede suplirse
mejor.
Se me ha mostrado que muchos de nuestros hermanos están robando
al Señor en los diezmos y las ofrendas, y como resultado la obra se
perjudica grandemente. La maldición de Dios descansará sobre los
que están viviendo de las bondades de Dios, y sin embargo cierran
su corazón y nada o casi nada hacen para que progrese su causa.
Hermanos y hermanas, ¿cómo puede el Padre benéfico continuar
haciéndoos sus mayordomos y danos recursos que debéis usar para
él, si lo retenéis todo, aseverando egoístamente que es vuestro?
(p.142)
150

En tiempos pasados hubo gran liberalidad de parte de nuestro


pueblo. No han sido mezquinos al responder a los pedidos de ayuda
en los diversos ramos de la obra, pero últimamente se ha notado un
cambio. Ha habido retención de los recursos, particularmente de
parte de nuestros hermanos en el este, mientras que a la vez la
mundanalidad y el amor por las cosas materiales han ido en
aumento. Hay un creciente olvido de las promesas hechas para
ayudar a nuestras diferentes instituciones y empresas. Las promesas
de ayuda para la construcción de una iglesia, para la dotación de un
colegio o para asistir en la obra misionera, se consideran como
promesas que las personas no están bajo la obligación de cumplir si
no les parece conveniente. Estas promesas fueron hechas bajo las
sagradas impresiones del Espíritu de Dios. Por lo tanto, no le robéis
reteniendo lo que justamente le pertenece. Hermanos y hermanas,
repasad vuestra vida pasada y ved si habéis sido rectos en vuestro
trato con Dios. ¿Tenéis algunas promesas que no habéis cumplido?
Si es así, resolved que las pagaréis si es que podéis.
Escuchad el consejo de Dios: "Traed todos los diezmos al alfolí y
haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de
los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré
sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé
también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la
tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril. . " "Y todas las
naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable"
(Mal. 3:10-12). (p.144)

Hay una obra seria que debe ser realizada por todos los que desean
tener éxito en el ministerio. Os ruego, queridos hermanos, ministros
de Cristo, no fracaséis en vuestro deber asignado de educar al pueblo
151

a esforzarse con inteligencia por sostener la causa de Dios en todos


sus variados aspectos. Cristo fue un educador y sus ministros,
quienes le representan, deben ser educadores. Cuando dejan de
enseñar al pueblo su obligación para con Dios respecto al pago de
diezmos y ofrendas, descuidan una parte importante de la obra que
el Maestro les asignó, y las palabras "siervo infiel" se registran al pie
de sus nombres en los libros del cielo. (p.237)

El Señor requiere que le devolvamos a él en diezmos y ofrendas una


porción de los bienes que nos ha prestado. Acepta estas ofrendas
como un acto de humilde obediencia de nuestra parte y como un
reconocimiento agradecido de nuestra deuda para con él por todas
las bendiciones que disfrutamos. (p.249)

La virtud de la liberalidad no es algo tan natural en nosotros que la


adquiramos de casualidad. Es algo que hay que cultivar. Hemos de
proponernos deliberadamente que honraremos a Dios con nuestros
bienes; y luego no hemos de permitir que nada nos tiente a robarle
los diezmos y ofrendas que son la parte que le corresponde. Hemos
de ser inteligentes, sistemáticos y constantes en nuestros actos de
caridad hacia los hombres y en nuestras expresiones de gratitud
hacia Dios por los beneficios que nos brinda. (p.253)
Dios está obrando y no estamos haciendo ni la mitad de lo que
debería hacerse para preparar a un pueblo para estar en pie cuando
se manifieste el Hijo del hombre. ¡Ay del hombre que intente en el
menor grado estorbar la obra que Dios está haciendo! Debemos
trabajar en favor de otros; hemos de procurar aflojar las manos de
nuestros hermanos de sus tesoros terrenales, porque muchos
152

venderían su primogenitura por las ventajas mundanales. Cuánto


mejor sería animarlos a que acumulen su tesoro en el cielo en lugar
de decirles, en tono quejoso: "Es dinero, dinero lo que estos hombres
están constantemente pidiendo; y se están haciendo ricos por ello".
¡Cuán dulces son palabras como éstas para el mundanal creyente
profeso! ¡Cómo fortalecen su ánimo de negarle a Dios la porción
que le pertenece y que debiera devolvérsele en diezmos y ofrendas!
La maldición del Señor descansará sobre aquellos que dejan de
cederle lo que a él pertenece. Trabajemos en armonía con Dios. Sus
siervos tienen un mensaje que dar a los amadores del dinero. ¿Por
qué no han de dar un testimonio exacto en lo que se refiere a traer
los diezmos al alfolí cuando el mismo Señor les ha dado el ejemplo?
(p.256)

Algunos de vosotros habéis estado tropezando respecto a vuestras


promesas. El Espíritu del Señor se manifestó en la reunión de como
respuesta a la oración y mientras vuestros corazones se enternecían
bajo su influencia, hicisteis vuestras promesas. Mientras los caudales
de salvación eran derramados sobre vuestros corazones, sentisteis
que debíais seguir el ejemplo de Aquel que anduvo haciendo el bien
y quien gozosamente ofrendó su vida para rescatar al hombre del
pecado y la degradación. Bajo la divina e inspiradora influencia os
disteis cuenta de que el egoísmo y la mundanalidad no podían unirse
con el carácter cristiano, y de que no podíais vivir para vosotros
mismos y ser cristianos a la vez. Pero, cuando la influencia de su
amor y misericordia abundantes no se sintió de una manera tan
marcada en vuestros corazones, retrajisteis vuestras ofrendas y Dios
retrajo su bendición de vosotros.
153

Sobre algunos recayó la adversidad. Fracasaron sus cosechas, de


manera que no pudieron cumplir sus votos; y algunos se vieron en
circunstancias económicas estrechas. Entonces, por supuesto, no
podía esperarse que pagasen; pero, si no hubiesen murmurado y
apartado su corazón de sus promesas, Dios habría obrado en su favor
y hubiese abierto caminos mediante los cuales cada uno hubiese
podido pagar lo que prometió. No esperaron con fe, confiando en
Dios que les abriese el camino para poder cumplir sus promesas.
Algunos tenían recursos a su disposición; y si hubieran manifestado
la misma buena voluntad que cuando hicieron la promesa, y si de
corazón hubieran devuelto a Dios los diezmos y ofrendas que él les
había prestado para este propósito, hubieran sido grandemente
bendecidos; pero Satanás entró con sus tentaciones e hizo que
algunos pusieran en duda los motivos y el espíritu que impulsaron al
siervo de Dios a hacer el pedido de recursos. Algunos sintieron que
fueron engañados y defraudados. En espíritu repudiaron sus
promesas y lo que hicieron después, lo hicieron con renuencia, y por
lo tanto no recibieron ninguna bendición. (p. 263)

Los ministros han descuidado poner en efecto la beneficencia


evangélica. El tema de los diezmos y las ofrendas no se ha
considerado debidamente. Los hombres no se inclinan por
naturaleza hacia la benevolencia, sino que tienden a ser tacaños y
avaros y a vivir para sí mismos. Y Satanás siempre está listo para
presentar ante ellos las ventajas que disfrutarán utilizando todos sus
recursos para propósitos egoístas y mundanales; se alegra cuando
logra influenciarlos para que pasen por alto el deber y le roben a
Dios en diezmos y ofrendas. Pero ni una persona queda eximida
respecto a este asunto. "Cada uno de vosotros ponga aparte algo,
según haya prosperado". El rico y el pobre, los jóvenes de ambos
154

sexos que ganan un salario, todos han de apartar algo porque Dios lo
pide. La prosperidad espiritual de cada miembro de la iglesia
depende del esfuerzo personal y la fidelidad estricta hacia Dios.
(p.360)

Entienda cada miembro de la iglesia que debe estar en paz con Dios,
que debe ser santificado por la verdad. Entonces podrá representar el
carácter cristiano ante los demás y ofrecer un ejemplo de
abnegación. Si cada uno obra así, la iglesia crecerá en espiritualidad
y en favor para con Dios.
Todo miembro de iglesia debe sentir la obligación de consagrar su
diezmo a Dios. Ninguno deberá seguir la mirada de sus ojos o la
inclinación de su corazón egoísta y así robarle a Dios. No deben usar
sus recursos para satisfacer la vanidad o cualquier otra gratificación
egoísta, porque al actuar de esta manera van a caer en la red de los
engaños satánicos. (p. 455)

Quisiera que cada predicador y cada uno de nuestros obreros


pudiesen ver este asunto como me ha sido presentado. La estima y la
suficiencia propias están matando la vida espiritual. Se ensalza el yo
y se habla de él. ¡Ojala muriese el yo! "Cada día muero" (1 Cor.
15:31), dijo el apóstol Pablo. Cuando esta suficiencia propia,
orgullosa y jactanciosa, y esta justicia propia complaciente,
compenetran el alma, no hay lugar para Jesús. Se le da un lugar
inferior, mientras que el yo crece en importancia y llena todo el
templo del alma. Tal es la razón por la cual el Señor puede hacer tan
poco por nosotros. Si él obrase con nuestros esfuerzos, el
instrumento atribuiría toda la gloria a su propia habilidad, sabiduría
y capacidad, y se congratularía como el fariseo: "Ayuno dos veces a
155

la semana, doy diezmos de todo lo que poseo" (Luc. 18:12). Cuando


el yo se oculte en Cristo, no subirá a la superficie con tanta
frecuencia. ¿Satisfaremos el deseo del Espíritu de Dios? ¿Nos
espaciaremos más en la piedad práctica y mucho menos en los
arreglos mecánicos? (p.509)

Yo había hablado sobre el último capítulo de Malaquías: "¿Robará


el hombrea Dios?" "Traed todos los diezmos al alfolí para que haya
alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los
ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre
vosotros bendición hasta que sobreabunde" (Mal. 3:10). Se hicieron
muchas confesiones relacionadas con este asunto.
Algunos no habían obrado honradamente con sus prójimos y
confesaron sus pecados, y desde entonces han hecho restitución.
Durante la semana próxima algunos de los que no habían estado
obrando honradamente con Dios y como consecuencia se habían
separado de él, empezaron a restituir lo que habían retenido. Un
hermano no había devuelto sus diezmos por espacio de dos años. Le
entregó una nota al secretario de la asociación por la cantidad de
diezmo que había retenido, más los intereses, lo cual llegaba a la
suma de $571,50 dólares. Doy gracias a Dios porque tuvo valor de
hacerlo. Otro entregó una nota de $300.00. Otro hombre que había
apostatado y se hallaba tan alejado de Dios que había pocas
esperanzas de que volviera a caminar por el sendero de la justicia,
entregó una nota de mil dólares. Se acordó que estos diezmos
atrasados se dedicaran a la Misión Central de Europa. De modo que
con ese dinero y otros donativos entregados para Navidad, se
juntaron casi $6.000 en esa iglesia, los cuales se entregaron a la
tesorería para usarse en la obra de las misiones.
[…]
La verdad ha hecho blanco en los corazones. No es un impulso
caprichoso, sino una verdadera conversión al Señor, y la voluntad
156

perversa del hombre es subyugada por la voluntad de Dios. Robarle


a Dios en diezmos y ofrendas es una violación del claro mandato de
Jehová y causa un daño profundísimo a los que lo hacen, ya que los
priva de la bendición de Dios, la cual se promete a los que proceden
honradamente con él. (p.605, 606)

TESTIMONIO PARA LA IGLESIA, TOMO 6


Es importante que los miembros de nuestras iglesias asistan a
nuestros congresos. Los enemigos de la verdad son muchos; y
debido a que somos pocos, debemos presentar un frente tan sólido
como sea po-sible. Necesitamos individualmente los beneficios del
congreso, y Dios nos invita a alistarnos en las filas de la verdad.
Algunos dirán: "Cuesta mucho viajar, y sería mejor que ahorráramos
el dinero y lo diéramos para el progreso de la obra donde tanto se
necesita". No razonéis así; Dios os invita a ocupar vuestro lugar en
las filas de su pueblo. Apoyad la reunión en todo lo que podáis
acudiendo con vuestras familias. Haced un esfuerzo especial para
asistir a la congregación del pueblo de Dios.
Hermanos y hermanas, es mucho mejor que dejéis sufrir en algo
vuestros negocios antes que descuidar la oportunidad de oír el
mensaje que Dios tiene para vosotros. No presentéis excusas que os
impidan adquirir toda ventaja espiritual posible. Necesitáis todo rayo
de luz. Necesitáis prepararon para dar una razón de la esperanza que
hay en vosotros, con mansedumbre y temor. No podéis perder tal
privilegio.
Antiguamente el Señor ordenó a su pueblo que se reuniera tres veces
al año para rendirle culto. Los hijos de Israel acudían a aquellas
santas convocaciones, trayendo a la casa de Dios sus diezmos, así
157

como las ofrendas por el pecado y las de gratitud. Se reunían para


relatar las misericordias de Dios, para conocer sus obras admirables,
tributarle agradecimiento y alabar su nombre. Debían participar en el
servicio de sacrificios que señalaba a Cristo como el Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo. Así habían de preservarse del
poder corruptor de la mundanalidad y la idolatría. La fe, el amor y la
gratitud debían mantenerse vivos en su corazón, y al congregarse en
ese servicio sagrado se vinculaban más estrechamente con Dios y
unos con otros. (p.47, 48)

Cuando el pueblo escogido de Dios embellece sus casas e invierte


sus recursos en complacencias egoístas, mientras permite que su
causa languidezca, no puede ser bendecido.
Cuando coloquéis al Señor en primer lugar, y determinéis que su
casa no estará más en deshonra por causa de las deudas, Dios os
bendecirá. Procurad apartar algo cada semana para ese fin, algo
además de vuestro diezmo. Preparad una cajita para ese propósito.
Explicad a vuestros hijos que ésa es la cajita de la abnegación, en la
cual colocáis cada centavo que no se requiere para una necesidad en
el momento. Es para la casa del Señor; para saldar la deuda del lugar
de adoración, que deshonra al cielo. (p.108, 109)

Debe designarse a los predicadores más talentosos para que enseñen


las clases de Biblia en nuestras escuelas. Los escogidos para este
trabajo tienen que ser estudiantes cabales de la Biblia, que posean
una profunda experiencia cristiana, y su salario debe pagarse del
diezmo. (p.140)
158

Nuestras asociaciones dirigen su mirada a nuestros colegios en


busca de obreros educados y bien preparados, por lo que debieran
prestar a dichos colegios el auxilio más generoso e inteligente. Se ha
dado una luz clara en cuanto a que aquellos que ministran en
nuestras escuelas enseñando la Palabra de Dios, explicando las
Escrituras, educando a los alumnos en las cosas de Dios, deben ser
pagados con el diezmo. Hace mucho que fue dada esta instrucción y
recientemente se ha repetido numerosas veces. (p.219)

¿Cómo podría el Señor presentar sus requerimientos de una manera


más clara y enérgica que en ese capítulo?
Todos deben recordar que lo que Dios exige de nosotros supera a
cualquier otro derecho. Él nos da abundantemente, y el contrato que
él ha hecho con el hombre es que una décima parte de las posesiones
de éste sea devuelta a Dios. Él confía misericordiosamente sus
tesoros a sus mayordomos, pero dice del diezmo: Es mío. En la
proporción en que Dios ha dado su propiedad al hombre, el hombre
debe devolverle un diezmo fiel de toda lo que gana. Este arreglo
preciso lo hizo Jesucristo mismo.
Esta obra entraña resultados solemnes y eternos, y es demasiado
sagrada para ser dejada al impulso humano. No debemos sentirnos
libres para tratar este asunto según nuestro propio capricho. En
respuesta a los requerimientos de Dios, deben apartarse reservas
regulares como sagradas para su obra.

Además del diezmo, el Señor exige las primicias de todas nuestras


ganancias. Se las ha reservado a fin de que su obra en la tierra pueda
ser sostenida ampliamente. Los siervos del Señor no han de verse
limitados a una mísera porción. Sus mensajeros no deben verse
restringidos en su obra de presentar la palabra de vida. A medida
que enseñan la verdad, deben tener recursos que invertir en el
159

adelantamiento de la obra; algo que debe hacerse a su debido tiempo


para ejercer influencia mejor y más poderosa para salvar. Deben
realizarse acciones de misericordia; debe ayudarse a los pobres y
dolientes. Deben asignarse donativos y ofrendas para este propósito.
Esto debe hacerse especialmente en los campos nuevos, donde
nunca se ha enarbolado el estandarte de la verdad. Si todos los que
profesan ser hijos de Dios, tanto ancianos como jóvenes, cumpliesen
su deber, no habría escasez en la tesorería. Si todos pagasen
fielmente el diezmo y dedicasen a Dios las primicias de sus
ganancias, habría abundante provisión de recursos para la obra. Pero
la ley de Dios no es respetada ni obedecida, y esto ha ocasionado
una necesidad apremiante. (p.385, 386)

Dios pone su mano sobre todas las posesiones del hombre diciendo:
Yo soy el dueño del universo, y estos bienes son míos. El diezmo
que habéis retenido lo reservaba para sostener a mis siervos en su
obra de explicar las Escrituras a los que moran en regiones obscuras
y no conocen mi ley Al usar mi fondo de reserva para satisfacer
vuestros propios deseos, habéis privado vuestras almas de la luz que
yo había provisto para ellas. Habéis tenido oportunidad de
manifestarme vuestra lealtad, pero no lo habéis hecho. Me habéis
robado; habéis hurtado mi fondo de reserva. "Malditos sois con
maldición" (Mal. 3:9). […]
El Señor es longánima y misericordioso, y concede otra oportunidad
a los que han cometido alguna iniquidad. "Volveos a mí —dice — y
yo me volveré a vosotros". Pero ellos dijeron: "¿En qué hemos de
volvernos?" (Mal. 3:7). Han dedicado sus recursos a servirse y
glorificarse a sí mismos, como si fuesen bienes que les
pertenecieran, y no tesoros prestados. Sus conciencias pervertidas se
160

han endurecido y cauterizado a tal punto que no ven la gran


iniquidad que han cometido al obstaculizar tanto el camino, que la
causa de la verdad ya no podía progresar.
Aunque emplea para sí los talentos que Dios se reservó para publicar
la salvación, para enviar las gratas nuevas de un Salvador a las
almas que perecen, el hombre finito pregunta, aun mientras obstruye
el camino por su egoísmo: "¿En qué te hemos robado?" Dios
contesta: "En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con
maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado".
(p.388)

Dios se compromete a bendecir a los que obedecen sus


mandamientos. "Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento
en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos,
si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros
bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros
al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en
el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos" (versos 10-12).
Con estas palabras de luz y verdad delante de sí, ¿cómo se atreven
los hombres a descuidar un deber tan claro? ¿Cómo se atreven a
desobedecer a Dios cuando la obediencia a sus requerimientos
significa que los bendecirá tanto en las cosas temporales como en las
espirituales, y la desobediencia significa recibir su maldición?
Satanás es el destructor. Dios no puede bendecir a los que se niegan
a ser sus mayordomos fieles. (p.389)

"Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová. Y


dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? Habéis dicho: Por demás es
servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos
161

afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos? Decimos, pues,


ahora: Bienaventurados los soberbios, y los que hacen impiedad no
sólo son los prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon"
(versos 13-15). Así se quejan los que retienen lo que pertenece a
Dios. El Señor les dice que le prueben trayendo sus diezmos al
alfolí, para ver si no derramará sobre ellos bendición. Pero albergan
la rebelión en su corazón y se quejan de Dios; al mismo tiempo que
le roban y disipan sus bienes. Cuando su pecado les es presentado,
dicen: He tenido adversidades; mis cosechas han sido pocas; pero
los malos prosperan. No vale la pena guardar el mandato del Señor.
Dios no quiere que nadie ande lamentándose delante de él. Los que
así se quejan de Dios han atraído la adversidad sobre sí mismos.
Robaron a Dios, y su causa se vio estorbada porque el dinero que
debería haber afluido a su tesorería se dedicó a fines egoístas.
Fueron desleales a Dios al no seguir el plan prescrito por él. Cuando
Dios los prosperó y les pidió que le diesen su porción, sacudieron la
cabeza y no reconocieron que era su deber hacerlo. Cerraron los ojos
de su entendimiento a fin de no ver. Retuvieron el dinero del Señor,
y trabaron la obra que él quería que se hiciese. Dios no fue honrado
por el uso dado a los bienes que él había confiado. Por lo tanto, dejó
caer la maldición sobre ellos, permitiendo que el devorador
destruyese sus frutos y trajese calamidad sobre ellos. (p. 389, 390)

Los últimos años del tiempo de prueba están transcurriendo con


rapidez. El gran día del Señor se está acercando. Debiéramos
realizar ahora todo esfuerzo posible para despertar a nuestro pueblo.
Que las palabras del Señor expresadas por el profeta Malaquías
penetren hondo en cada alma:
"Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes,
y no las guardasteis. Volveos a mi, y yo me volveré a vosotros, ha
162

dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de


volvernos? ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis
robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos
y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación
toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya
alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los
ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre
vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por
vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni
vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y
todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra
deseable, dice Jehová de los ejércitos" (Mal. 3:6-12).
Ya es tiempo que obedezcamos la enseñanza de Palabra de Dios.
Todos sus mandamientos los ha dado para nuestro bien, para
convertir el alma a la rectitud moral. Cada persona que se convierte
a la verdad debiera recibir instrucción acerca de los requerimientos
de Dios en lo que atañe a los diezmos y las ofrendas. A medida que
surgen nuevas iglesias, esta obra debe llevarse acabo en forma
decidida y con el espíritu de Cristo. Todo lo que la gente disfruta lo
recibe de la generosa mano del Señor, y él se siente complacido de
permitir que sus herederos disfruten de sus beneficios; pero todos los
que están bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel
deben reconocer su dependencia de Dios y su responsabilidad hacia
él, devolviendo a la tesorería la parte que le pertenece a él. Estos
recursos deben invertirse en la obra misionera en cumplimiento de la
comisión dada a sus discípulos por el Hijo de Dios: "Toda potestad
me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos
a todas las naciones". Id por todo el mundo y predicad el evangelio a
toda criatura". "Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os
163

he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el


fin del mundo" (Mat. 28:19-20; Mar. 16:15). (p.446, 447)

Un raudal de luz brota de la Palabra de Dios y debemos despertarnos


para reconocer las oportunidades descuidadas. Cuando todos sean
fieles en lo que respecta a devolver a Dios lo suyo en diezmos y
ofrendas, se abrirá el camino para que el mundo oiga el mensaje
para este tiempo. Si el corazón de los hijos de Dios rebosara de amor
por Cristo; si cada miembro de la iglesia estuviera totalmente
dominado por un espíritu de abnegación; si todos manifestasen
profundo fervor, no faltarían fondos para las misiones. (p.449, 450)

Los diezmos y las ofrendas dedicados a Dios son un reconocimiento


de su derecho sobre nosotros, lo cual proviene de la creación;
también un reconocimiento de su derecho a través de la redención.
Por cuanto todo nuestro poder deriva de Cristo, esas ofrendas han de
fluir de nosotros a Dios. Deben recordarnos siempre lo que por la
redención Dios tiene derecho a pedirnos, pues ese derecho abarca
todo lo demás. (p.478)

TESTIMONIO PARA LA IGLESIA, TOMO 7


El dinero de Dios no se debe utilizar solamente en nuestros
territorios, sino también en países distantes, y en las islas de los
mares. Si el pueblo de Dios no realiza esta labor, con toda seguridad
él le quitará el poder que no utiliza adecuadamente.
Hay muchos creyentes que tienen escasamente alimentos para
sostenerse, y que a pesar de su abyecta pobreza traen diezmos y
ofrendas a la tesorería del Señor. Muchos que saben lo que es
164

sostener la causa de Dios en circunstancias difíciles y angustiosas,


han invertido medios en las casas publicadoras. Voluntariamente
han soportado penurias y privaciones, mientras han velado y orado
por el buen éxito de la obra. Sus donativos y sacrificios expresan la
ferviente gratitud de sus corazones por Aquel que los llamó de las
tinieblas a su luz admirable. Sus oraciones y ofrendas ascienden
como testimonio delante de Dios. Ningún incienso más fragante se
eleva a los cielos. (p.207, 208)

TESTIMONIO PARA LA IGLESIA, TOMO 9


En nuestro propio país hay mucho por hacer. Hay numerosas
ciudades que deben ser amonestadas Los evangelistas debieran estar
abriéndose camino hacia todos los lugares donde existe inquietud
con respecto a las leyes dominicales y la enseñanza de religión en
las escuelas públicas. El descuido de los adventistas en aprovechar
estas oportunidades providenciales es lo que está retrasando el
progreso de la causa.
El Señor nos ha hecho sus mayordomos. Ha colocado sus recursos
en nuestras manos para que los distribuyamos fielmente. Nos pide
que le devolvamos lo que le pertenece. Ha reservado el diezmo
como su porción sagrada para que se use en la predicación del
Evangelio en todo el mundo. Hermanos y hermanas, confesad y
olvidad vuestro egoísmo, y llevad al Señor vuestros dones y
ofrendas. Llevadle también los diezmos que habéis retenido.
Confesad vuestro descuido. Probad al Señor, como os ha invitado
que hagáis. "Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os
destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril,
dice Jehová de los ejércitos" (Mal. 3:11).
165

He recibido instrucciones según las cuales hay una retención del


diezmo que debiera llevarse fielmente a la tesorería del Señor para
el sostén de los pastores y los misioneros que están abriendo las
Escrituras a la gente y trabajan de casa en casa. La obra de
evangelizar el mundo ha sido gravemente obstaculizada a causa del
egoísmo personal. Algunos, aun entre los cristianos profesos, son
incapaces de ver que la obra del Evangelio debe ser sostenida por los
recursos que Cristo les ha dado. Se necesita dinero para que la obra
que se efectúa en todo el mundo pueda continuar realizándose. Miles
y miles de personas perecen en el pecado, y la falta de recursos está
obstaculizando la proclamación de la verdad que debe anunciarse a
toda nación, tribu, lengua y pueblo. Hay hombres listos para ir como
mensajeros del Señor, pero por falta de recursos en la tesorería, no
pueden ser enviados a donde la gente está rogando que vaya alguien
a enseñarles la verdad.
Hay muchos en nuestro mundo que anhelan escucharla palabra de
vida. ¿Pero cómo pueden oírla sin un predicador? ¿Y cómo podrían
vivir sin sostén los que sean enviados a enseñarles? Dios desea que
las vidas de sus obreros sean sostenidas con cuidado. Son su
propiedad, y él es deshonrado cuando ellos se ven compelidos a
trabajar en una forma que perjudica su salud. El es también
deshonrado cuando los obreros no pueden ser enviados a lugares
necesitados por falta de recursos.
En lugar de quejarse de los dirigentes de la Asociación General
porque no pueden responder a los muy numerosos pedidos para que
envíen hombres y recursos, que los miembros de nuestra iglesia den
un testimonio viviente del poder de la verdad negándose a sí mismos
y dando liberalmente para el progreso de la obra. Que nuestras
hermanas ahorren al rehusar decorar sus prendas de vestir con
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adornos caros. Que se eliminen todos los gastos innecesarios. Que


cada familia lleve sus diezmos y ofrendas al Señor. (p. 42-44)
No hacemos del consumo de la carne una condición para la
admisión de los miembros; pero debiéramos considerar la influencia
que ejercen sobre otros los creyentes profesos que usan carne. Como
mensajeros de Dios, ¿no diremos al pueblo: "Si pues coméis, o
bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios?" (1 Cor.
10:31). ¿No daremos un testimonio decidido contra la complacencia
del apetito pervertido? ¿Quiere cualquiera de los que son ministros
del Evangelio y que proclaman la verdad más solemne que haya sido
dada a los mortales, dar el ejemplo de volver alas ollas de Egipto?
¿Quieren los que son sostenidos por el diezmo de la tesorería de
Dios permitir que la gula envenene la corriente vital que fluye por
sus venas? ¿Harán caso omiso de la luz y las amonestaciones que
Dios les ha dado? La salud del cuerpo debe considerarse como
esencial para el crecimiento en la gracia y la adquisición de un
carácter templado. (p.129)

Aunque aún queda mucho por hacer en favor de la gente de raza


negra, tenemos razones para regocijamos por el buen comienzo que
se ha realizado. En un número reciente de la revista The Gospel
Herald [El Heraldo del Evangelio -1907], se informa que "hace
quince años no había más de veinte adventistas negros al sur de la
línea Mason-Dixon; pero en la actualidad hay setecientos. Hace doce
años había una sola iglesia adventista negra; actualmente hay
cincuenta, sin contar las que hay en África y las Indias
Occidentales... El diezmo de los negros el año pasado en los Estados
Unidos sumó cinco mil dólares; hace quince años no llegaba a
cincuenta dólares".
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¡Agradezcamos a Dios, queridos hermanos y hermanas, y


animémonos! Dios está desnudando su brazo para realizar una obra
poderosa en este campo misionero situado dentro de nuestro propio
país. (p.182)

Cristo nos ha comprado por el precio de su propia sangre. Pagó el


precio de compra por nuestra redención, y si nos aferramos del
tesoro, éste será nuestro por el don gratuito de Dios.
"¿Cuánto debes a mi amo?" (Luc. 16:5). Resulta imposible decirlo.
Todo lo que tenemos proviene de Dios. El pone su mano sobre
nuestras posesiones y dice: "Yo soy el dueño legítimo de todo el
universo; éstos son mis bienes. Consagradme los diezmos y las
ofrendas. Al traer estos recursos especificados como señal de vuestra
lealtad y sumisión a mi soberanía, mi bendición aumentará vuestros
bienes y tendréis abundancia". (p.198)

Dios ha dado instrucciones especiales para el uso del diezmo. No


quiere que su obrase vea estorbada por la falta de recursos. Para
evitar que la obra se haga en forma descuidada y se cometan errores,
ha presentado claramente cuál es nuestro deber en relación con estos
puntos. La porción que Dios se ha re-servado no debe desviarse para
ningún otro propósito que no sea el que él ha especificado. Que
nadie se sienta con derecho a retener el diezmo para usarlo de
acuerdo con su propio juicio. No deben usarlo con fines personales
en caso de una emergencia, ni dedicarlo a un fin específico, aun en
lo que consideren que es la obra del Señor.
El ministro, por medio de la palabra y el ejemplo, debe enseñar a la
gente a considerar el diezmo como algo sagrado. No debe pensar
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que, por ser ministro, puede retener el diezmo y usarlo siguiendo los
dictados de su juicio personal. No le pertenece. No puede tomarse la
libertad de dedicar para sí mismo lo que piensa que le corresponde.
No debe apoyar ningún plan para desviar de su uso legítimo el uso
de los diezmos y las ofrendas que han sido dedicados a Dios. Deben
colocarse en su tesorería y destinarse para su servicio, tal como él lo
ha establecido.
Dios desea que sus mayordomos sigan con exactitud las
disposiciones divinas. No deben desvirtuar los planes de Dios
efectuando alguna obra de caridad, haciendo una donación o dando
una ofrenda cuando ellos, los agentes humanos, lo vean conveniente.
Es un procedimiento muy pobre intentar mejorar los planes de Dios
e inventar un substituto, y luego promediar las donaciones hechas
como resultado de buenos impulsos ocasionales y compararlas con
los requerimientos del Señor. Dios pide que todos respeten sus
disposiciones. Ha dado a conocer su plan, y todos los que colaboran
con él deben promover ese plan en lugar de atreverse a tratar de
mejorarlo.
El Señor instruyó a Moisés: "Y mandarás a los hijos de Israel que te
traigan aceite puro de olivas machacadas, para el alumbrado, para
hacer arder continuamente las lámparas" (Éxo. 27:20). Esta debía ser
una ofrenda continua, para que la casa de Dios estuviera
debidamente provista con lo que se necesitaba para su servicio. Su
pueblo de la actualidad debe recordar que la casa de culto es
propiedad del Señor y que se debe cuidar escrupulosamente. Pero
los fondos para este fin no deben proceder del diezmo.
Se me ha dado un mensaje muy claro y definido para nuestro
pueblo. Se me ha pedido que les diga que están cometiendo un error
al aplicar el diezmo a diversos objetivos que, aunque son buenos en
sí mismos, no son los objetivos a los cuales el Señor ha dicho que
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debe dedicarse el diezmo. Quienes dedican el diezmo a esos fines,


se están apartando de las disposiciones de Dios. El Señor juzgará
esas cosas.
Alguien puede pensar que el diezmo se puede aplicar al
sostenimiento de una escuela de iglesia. Otros pueden decir que los
colportores debieran sostenerse con el diezmo. Pero se comete un
grave error cuando se desvía el diezmo del objetivo para el cual se
ha establecido, que es el sostén de los ministros. Debiera haber en la
actualidad en el campo cien obreros bien capacitados donde ahora
hay uno solo. (p.200, 201)

El diezmo es sagrado y ha sido reservado por Dios para sí mismo.


Hay que traerlo a su tesorería para que se use en el sostén de los
obreros evangélicos. Se ha robado al Señor durante mucho tiempo,
porque hay quienes no comprenden que el diezmo es la porción que
Dios se ha reservado.
Algunos no han estado satisfechos y han dicho: "No seguiré
pagando el diezmo, porque no tengo confianza en la forma como se
administran las cosas en el corazón de la obra. ¿Pero robaréis a Dios
porque pensáis que la dirección de la obra no es adecuada?
Presentad vuestras quejas claramente y con fran-queza, con el
espíritu debido y a las personas responsables. Pedid que se hagan los
ajustes necesarios; pero no retengáis lo que le corresponde a la obra
de Dios, y no seáis infieles, porque otras personas no están obrando
correctamente.
Leed con atención el tercer capítulo de Malaquías y ved lo que Dios
dice acerca del diezmo. Si nuestras iglesias se afirman en la palabra
de Dios y devuelven fielmente el diezmo a su tesorería, más obreros
se sentirán animados a dedicarse a las labores ministeriales. Más
hombres se ocuparían en la obra ministerial si no se les dijera que no
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hay fondos en la tesorería. Debiera haber abundante provisión en la


tesorería del Señor, y la habría si los corazones y manos egoístas no
hubieran retenido los diezmos o si no los hubieran utilizado para
financiar otros trabajos que ellos favorecían.
Los recursos que se han reservado para Dios no deben utilizarse en
forma descuidada. El diezmo le pertenece a Dios, y los que se
entremeten con él serán castigados con la pérdida de su tesoro
celestial, a menos que se arrepientan. Que la obra no siga
limitándose debido a que el diezmo ha sido desviado hacia otras
empresas que no son la que Dios ha establecido. Hay que hacer
provisión para esos otros proyectos de la obra. Tienen que ser
sostenidos, pero no con el dinero del diezmo. Dios no ha cambiado;
el diezmo todavía debe utilizarse para el sostenimiento del
ministerio. La iniciación de la obra en nuevos campos requiere
mayor servicio ministerial del que ahora tenemos, ponlo que debe
haber recursos en la tesorería.
Los que trabajan como ministros tienen una solemne responsabilidad
que es extrañamente descuidada. A algunos les agrada predicar, pero
no dedican trabajo personal a las iglesias. Existe una gran necesidad
de instrucción con respecto a las obligaciones y deberes hacia Dios,
especialmente en lo que concierne al pago honrado del diezmo.
Nuestros ministros se sentirían muy agraviados si no se les pagara a
tiempo por su trabajo. ¿Pero considerarán ellos que debe haber
recursos en la tesorería de Dios para sostener a los obreros? Si dejan
de cumplir su deber de educar a la gente para que devuelvan
fielmente lo que le pertenece a Dios, se producirá escasez de
recursos en la tesorería para hacer avanzar la obra del Señor.
El responsable del rebaño de Dios debiera cumplir fielmente su
deber. Si adopta la posición de que no cumplirá el deber porque éste
no le resulta agradable, y que por lo tanto lo dejará para que otro lo
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haga, no es un obrero fiel. Que lea en Malaquías las palabras del


Señor que culpan de robara Dios a la gente que retiene el diezmo. El
Dios poderoso declara: "Malditos sois con maldición" (Mal. 3:9).
Cuando el que ministra en palabra y doctrina ve que los miembros
siguen un comportamiento que les acarreará esta maldición, ¿cómo
puede descuidar su deber de instruirlos y amonestarlos? Cada
miembro de iglesia debiera ser enseñado a ser fiel en la devolución
honrada del diezmo.
"Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y
probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré
las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendiciones
hasta que sobreabunde" (verso 10). (p.201, 202)
172

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