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Revilo P.

Oliver - La Plaga Homosexual

Categorías: "Diversidad", EE.UU., Grecia, Mitologismo, Psicología, Revilo P. Oliver, Roma,


Traducción, Venenos

Complementando otro artículo del profesor estadounidense Revilo Oliver que aborda el mismo
tema, que publicamos el mes pasado, ofrecemos aquí en castellano un ensayo publicado por él
veinticinco años después, The Homosexual Plague, que apareció en el vol. 20 Nº 1 de la revista
Liberty Bell, en Septiembre de 1992. Aquí el erudito profesor Oliver hace diversas consideraciones
de lo que él percibe como una verdadera plaga, que ha alcanzado límites que no se habían visto en
toda la Historia registrada, a la que acude para tomar diversos ejemplos, con un énfasis en la
Antigüedad clásica y el Renacimiento, y que él constata con fastidio cómo se propaga, tanto por
agentes deliberados como inconscientes, en su sociedad estadounidense, situación que allí y a
nivel de otros países sigue carcomiendo un otrora sano tejido social, agravada por, entre otras, la
moderna plaga y maldición del "multiculturalismo", orquestada por los despreciables y mentirosos
enajenados seres de siempre.

LA PLAGA HOMOSEXUAL

por Revilo P. Oliver

Septiembre de 1992

El artículo del mayor (Joe) Stano en la edición de Agosto [de 1992] de esta revista [Liberty Bell],
que, por coincidencia, fue acompañado por mi informe acerca de la violación de niños por
pervertidos, plantea el problema de la asombrosa epidemia de homosexualismo masculino que ha
afligido a este desdichado país y a otros en décadas recientes, y que ha traído finalmente su propia
secuela biológica en la enfermedad invariablemente letal que es incorrectamente llamada
"Síndrome de Deficiencia Inmunitaria Adquirida" (AIDS, SIDA), aunque se trata de una infección
viral y no de un síndrome, y que debería ser designada por un nombre médico específico, como
"afilactosis" [1].

[1] Después de que sugerí este nombre, me enteré de que en algunos casos la terrible enfermedad
ataca al cerebro sin producir anticuerpos, pareciendo así dejar intacto al sistema inmunológico,
pero todavía sería verdadero que la infección del cerebro ocurre porque el individuo careció de
una protección fisiológica contra ella. La enfermedad podría ser correctamente llamada la Plaga
Africana, ya que la preponderancia de evidencia disponible indica que ella provino y se convirtió
en epidemia entre los congoides, y fue transmitida a nuestra raza por pervertidos tan degenerados
que copularon con negros.

Dentro del alcance de este artículo, no puedo hacer más que indicar, tan concisamente como
pueda, consideraciones relevantes que deben ser tomadas en cuenta, si debemos hablar del
problema racionalmente.

Si vamos a hablar de manera racional sobre este asunto, debemos comenzar reconociendo que
el homosexualismo masculino, de lo cual nos ocupamos aquí, ha sido practicado en todas las
sociedades y por todas las razas desde los tiempos más tempranos, y seguirá siendo practicado en
el futuro previsible; y no hay nada que podamos hacer al respecto. Cualquier tentativa de legislar
para erradicarlo es simplemente ineficaz.

En nuestro mundo, hasta hace poco, dicha perversión era relativamente rara, y los hombres
que se entregaban a ella, observaban escrupulosamente el Undécimo Mandamiento ("Tú no serás
descubierto"). En una sociedad civilizada hay mucha verdad en el proverbio francés que enseña
que, para todos los propósitos prácticos, los pecados secretos no son pecados [2]. Y la
circunspección de los hombres involucrados fue confirmada por nuestro instintivo sentido nórdico
de que los individuos tienen derecho a una decente privacidad en sus vidas privadas: "De gustibus
non est disputandum".

[2] "Pécher en secret n'est pas pécher; ce n'est que l'éclat qui fait le crime" [Pecar en secreto no es
pecar; es sólo el escándalo el que hace al crimen]. El proverbio a menudo es citado de "Tartufo" de
Molière, donde es ampliado en tres versos, que concluyen con "ce n'est pas pécher que pécher en
silence".

Lo que es extraordinario es la repentina epidemia de homosexualismo en Estados Unidos (y en


otras naciones arias). Ha sido, por supuesto, fomentado por los rufianes de las escuelas públicas,
impacientes por deshumanizar a nuestra raza saboteando las mentes de los niños; ha sido
artificialmente diseminado por mercenarios, como Alfred Kinsey y "sexólogos" similares, y
popularizado por periodistas tan corruptos que están dispuestos a prostituír su lengua materna
llamando "gay" [alegres, felices] a los pervertidos; y ha sido, por supuesto, astutamente
fomentado por nuestros enemigos domésticos, que desean apresurar la desaparición de la raza
que ellos odian sobre todas las otras. Pero todos estos factores, aunque han contribuído
enormemente a la difusión de la epidemia, parecen inadecuados para explicar una perversión tan
drástica de los instintos biológicos de los varones arios. La rápida diseminación de la infección
sería más explicable si hubiera alguna causa biológica, extrañamente análoga a la Deficiencia
Inmunitaria, que ha actuado para neutralizar o remover los instintos normales de los varones de
nuestra raza; pero un virus tal no ha sido encontrado.

Ha habido un reciente intento de mostrar que la causa de la perversión es fisiológica y genética.


Simon LeVay del Instituto de Estudios Biológicos de San Diego reportó que el examen de los
cerebros de 35 individuos, la mayor parte de los cuales había muerto de "SIDA", 19 de conocidos
pervertidos (un número demasiado pequeño para ser estadísticamente probatorio), mostró que
los grupos de células hipotalámicas de los núcleos intersticiales del hipotálamo-3 anterior son
mucho más grandes en los pervertidos que en los hombres normales [3]. Se sabe que el área del
cerebro implicada provoca emociones y reacciones sexuales, pero usted debe recordar (a) que la
diferencia observada puede ser un cambio fisiológico inducido por la práctica; (b) que, como en
todas tales determinaciones en estos días, debemos preguntarnos tristemente si los datos son
genuinos o fabricados por un investigador o sus ayudantes; y (c) que tal explicación, incluso si es
válida, no hace de las repugnantes criaturas que hacen campañas a favor de "derechos" para los
pervertidos una amenaza menor para nuestra sociedad.

[3] Science News, 21 de Agosto de 1991, p. 134.

Hay, sin embargo, un factor biológico real que nuestros contemporáneos parecen
determinados a no mencionar. El intrincado proceso de la genética humana, que involucra la
combinación casi arbitraria de los diversos genes, no necesariamente compatibles, que participan
en la formación de los individuos, a veces produce seres que son anormales, e incluso monstruos.
En todas las razas, y hasta entre los salvajes, anomalías genéticas producen con frecuencia
criaturas que son anatómicamente masculinas, pero deficientes en masculinidad y con algunos
instintos femeninos, muy comúnmente mostrados por el travestismo, es decir, un impulso por
llevar puesta ropa femenina y adoptar maneras femeninas. Tales infortunadas criaturas son el
resultado de combinaciones de genes incompatibles, como malformaciones similares pero más
notorias, como enanos, gigantes y la mayor parte de los gemelos "siameses" [4].

[4] Las malformaciones más grotescas son por lo general ocultadas del público, no aquellos
monstruos reales y simulados que ya no son expuestos en espectáculos secundarios. La
Teratología es un asunto desagradable e incluso repugnante; su alcance es expuesto en
"Morphologie der Miábildungen" de Schwalbe, que fue publicado en varios volúmenes en Leipzig,
si recuerdo correctamente, en los primeros años de este siglo. Sin duda hay manuales posteriores,
pero no los he visto.

Si usted sólo desea sobrecogerse contemplando la horrible variedad de monstruos humanos,


desde hermafroditas a, p. ej., una mujer con brazos normales y cuatro piernas, usted encontrará
una selecta colección de horribles fotografías en "Les Monstres" de Martin Monesteir (París,
1978), del que hay una traducción inglesa titulada "Human Oddities" (Nueva York, 1987). Aquéllos
son monstruos anatómicos. Hay una teratología psicológica, que trata con deformaciones
igualmente horribles de la mente y el instinto producidas por combinaciones de genes
incompatibles, pero eso espera una investigación objetivamente seria.

El que los varones afeminados, muchos de los cuales son físicamente incapaces de relaciones
sexuales normales con mujeres, son el resultado de aberraciones genéticas, es probado por su
ubicuidad. Si usted consulta los trabajos de antropólogos confiables (sin considerar la gran parte
de la "antropología" que es hoy simplemente un vehículo para impostores marxistas), encontrará
que tales criaturas se encuentran en todas la especie humana. En algunas tribus de salvajes o
bárbaros ellos son tolerados, más o menos despectivamente; en otras, a ellos, como siniestras
anormalidades genéticas, se les da muerte; y en otras aún, de ellos, como de los epilépticos, se
cree que son una prueba de la intervención sobrenatural en los asuntos humanos y, en
consecuencia, que son privilegiados.

En nuestra raza, tales individuos epicenos [sexualmente ambiguos] pueden (o no) ser
completamente inteligentes y tener talentos artísticos respetables. Algunos parecen estar
contentos con sus deficiencias innatas, pero otros —no sabemos en qué proporción— desean ser
tratados como mujeres, y dominados por hombres viriles. Ellos forman así un copioso suministro
de potenciales catamitas [muchachos sometidos a una relación sexual con un hombre adulto] a
disposición de pervertidos más varoniles.

(Demás está decir que este fenómeno biológico no debe ser confundido, como los médicos-
brujos de la psiquiatría a menudo lo hacen, con el instinto masculino normal de seguir a un líder
admirado, ni aún con la amistad genuina entre dos hombres, que pueden ser afectuosos sin ser
sexuales en lo más mínimo).

La actual afirmación de que el homosexualismo es genético e innato es verificada en lo que


concierne a los catamitas, y sólo podemos hacer conjeturas de por qué muchos apologistas de la
perversión, que harían que nosotros creyéramos que es "natural" e inocente, e incluso estimable,
ignoran tan cuidadosamente un dato genuino que puede ser aducido en apoyo de su pretexto.

No hay ninguna prueba en absoluto —ni siquiera una teoría razonable— que apoye la opinión
de que una tendencia a la perversión homosexual es innata o genéticamente inducida en hombres
que no son deficientes en virilidad. Por el contrario, toda la evidencia indica que cuando hombres
viriles se hacen adictos a tal perversión, se trata obviamente de un vicio adquirido, como la
dependencia a la heroína o a la cocaína. Todos los individuos son fuertemente influídos por las
normas de la sociedad en la cual viven y especialmente por la conducta de sus asociados a quienes
ellos consideran como sus pares, y es verdad que en nuestra podrida sociedad la perversión ha
sido puesta de moda, y en algunos círculos, en efecto, es prácticamente un requisito. Eso es
especialmente obvio hoy entre los "intelectuales" que infestan la Nueva Jerusalén del río Hudson
[Nueva York]. Uno piensa en Jess Stearn, quien nos dice, en "The Sixth Man" (Nueva York, 1961),
que "En un cóctel en Park Avenue, ofrecido por un editor de revista, estuve asombrado de
encontrar que de todos los varones asistentes, yo era el único no homosexual".

Aquello, sin embargo, no explica cómo una perversión tan repugnante para los instintos
normales de los hombres de nuestra raza pudo llegar a estar tan de moda, incluso en una sociedad
contaminada por la presencia, y aún el predominio, de otras razas [5].

[5] La moda notada por el señor Stearn es de origen relativamente reciente. En fiestas
comparables a las cuales asistí cuando joven en los años '30, los pervertidos probablemente
estaban presentes, pero ciertamente no eran notorios. Quedé particularmente impresionado, sin
embargo, por la fuerza de la moda en tales círculos. Recuerdo que fui llevado a una de tales fiestas
por el editor de una popular revista y su amante (mujer); ambos alabaron al anfitrión, que era un
líder intelectual porque él había sido el primero en su grupo en adquirir un pequeño velero para
navegar en el estuario (o estrecho) de Long Island, y el primero en convertirse en un comunista.

EL ROMPECABEZAS

Lo que hace de nuestro problema algo tan difícil es el hecho de que la perversión es
simplemente incomprensible para los arios normales; al menos, para los nórdicos no corrompidos.

Uno puede ver, por supuesto, por qué la perversión podría surgir entre hombres, especialmente
entre hombres rudos y brutales con impulsos sexuales fisiológicamente fuertes, cuando ellos,
durante largos períodos de tiempo, quedan excluídos del acceso a mujeres [6]. Un buen ejemplo
es proporcionado por B. R. Burg en su libro "Sodomy and the Pirate Tradition" (Nueva York, 1985).
El asunto del libro está restringido a piratas activos en los mares del Caribe y adyacentes durante
el siglo XVII que eran de origen británico (aunque sus tripulaciones a menudo incorporaran la
chusma de otras naciones y razas), de modo que las conclusiones son especialmente significativas
para nuestra raza. Ellas pueden ser ampliadas, mutatis mutandis [cambiando lo que hay que
cambiar], a muchas situaciones comparables en las cuales la repulsiva práctica del
homosexualismo es explicable.

[6] Hay, por supuesto, una analogía obvia con la situación de los colonos varones que están lejos
de sus patrias, como los conquistadores españoles y los primeros colonos holandeses en el Cabo
de Buena Esperanza; ellos naturalmente tomaron mujeres nativas como compañeras, y en
aquellas circunstancias su mestizaje era un delito sólo porque ellos engendraron mestizos a
quienes ellos permitieron vivir; e incluso eso puede ser perdonado, ya que estaban bajo la
influencia del cristianismo y carecían del conocimiento genético para prever las consecuencias de
sus actos.

Lo que no podemos explicar son los hombres que prefieren a los varones antes que a las
mujeres. En nuestra raza, entre nórdicos al menos, los hombres normales encuentran
rotundamente imposible entender cómo un hombre varonil podría prefiere la cópula con un varón
a la cópula con mujeres.

Si usted desea poner a prueba su propio poder de entendimiento, hágalo con un caso en el cual
usted tiene fuertes prejuicios a favor de ambos lados involucrados.

Oscar Wilde fue encarcelado y efectivamente arruinado cuando fue condenado conforme a una
ley que el Parlamento había decretado sólo unos pocos años antes, violando el espíritu de la
Constitución no escrita de Gran Bretaña, por orden de aquellos perennes parásitos, los
reformadores sociales, entre los que se incluían, por supuesto, muchos hombres santos que
quisieron publicitar su estricta moralidad mientras confiaban en que ellos podrían mantener en
secreto sus propios vicios. Aquélla fue, además, una ley absurda, porque nunca podía ser hecha
cumplir, excepto en circunstancias muy inusuales, como cuando fue usada contra Wilde para
satisfacer la malicia del marqués de Queensbury, de modo que principalmente sirvió para animar y
enriquecer a los chantajistas.

La víctima de aquella escandalosa ley, Wilde, era un ingenio brillante y un genio literario de un
orden bastante alto, que embelleció tanto la literatura inglesa como la francesa con obras que no
serán olvidadas mientras seamos un pueblo letrado. El joven Lord Alfred Douglas era un poeta
consumado por derecho propio, y en sus años posteriores un inglés sagaz y patriótico, que
entendió, mucho mejor que la mayor parte de sus contemporáneos, la grave situación de la
judaizada Gran Bretaña, y valientemente se esforzó por evitar la locura de la artificial guerra
contra Alemania. Ahora, teniendo en cuenta el alto respeto que usted debe sentir por ambos
hombres, lea una edición íntegra de "De Profundis" [de Oscar Wilde] con cuidado y escrupulosa
atención, y luego decida si usted puede entender el "amor que se no atreve a decir su nombre",
excepto como un hecho incomprensible.

Tales relaciones violan la moralidad instintiva de nuestra raza.

Tan improbable le pareció al culto jesuíta Jean Hardouin (1646-1729) que un hombre pudiera
preferir a los varones antes que a las mujeres, que él llegó a la conclusión de que el
homosexualismo masculino había sido inventado por los cristianos para permitir el monacato.
Para mantener esa tesis él por supuesto tuvo que remover una montaña de evidencias, e hizo eso
mediante el desesperado recurso de afirmar que toda la literatura antigua que mencionaba o
aludía al homosexualismo había sido adulterada por los cristianos para hacer parecer respetable
su perversión [7].

[7] Vea especialmente su "Prolegomena ad Censuram Veterum Scriptorum", París, 1696.

La actitud de los antiguos griegos puede ser deducida de lo que debe ser la versión original de la
historia de Layo [8]. Habiendo sido advertido por un oráculo de que él sería asesinado por su hijo,
determinó frustrar el destino no teniendo nunca relaciones sexuales con una mujer. Cuando él era
un invitado de Pélope, se encargó de enseñar al hijo de éste, un encantador muchacho llamado
Crisipo, a manejar caballos y conducir un carro. Mientras enseñaba al agraciado muchacho, Layo
pensó usarlo como un sustituto de una mujer. Él secuestró y violó al muchacho, quien,
avergonzado de su indeleble desgracia, se suicidó.

[8] Layo era un descendiente de Cadmo, quien, usted recuerda, fundó Tebas, poblándola con una
población autóctona, surgida de los dientes del dragón. Según la tradición, Cadmo llegó desde
Fenicia, llevando con él el alfabeto fenicio. Probablemente, por lo tanto, él era un semita, pero los
griegos no pensaron en él como un extranjero, y es completamente posible que la noción de que
él era un fenicio viniera de un curioso malentendido verbal y geográfico, muy parecido a como hoy
las personas incultas a menudo piensan que Bretaña [Brittany] está en Gran Bretaña [Britain], y
que un bretón [Breton] es un británico [Briton]. Las excavaciones de los años '60 mostraron que
Tebas era originalmente una colonia micénica, y el descubrimiento de las tablillas Lineal B hace
parecer probable que aquélla fue la escritura llamada "Cadmeae litterae", pero no debo tratar de
elucidar aquella cuestión aquí.

Layo fue así el inventor tanto del homosexualismo masculino como de la forma especial de ello
conocida como pederastia [9]. De esa manera la mente griega explicó el origen de un vicio por otra
parte inexplicable.

[9] Layo no tuvo éxito en derrotar al destino por medio de la pederastia. Él más tarde se
emborrachó y disfrutó de una mujer, que le parió un hijo, de quien él pensó librarse exponiendo al
niño en una montaña (evitando así la culpa de la sangre por matarlo). El niño, sin embargo, fue
encontrado, adoptado, y llamado Edipo, el cual creyó ser el hijo de sus padres adoptivos, y
finalmente mató a Layo. He dado entonces lo que debe ser la forma original de la historia de Layo
y Crisipo. El ciclo tebano, sin embargo, era uno de los favoritos de los poetas griegos, cada uno de
los cuales, libre para idear su propia versión de los acontecimientos, naturalmente procuró
mostrar originalidad, y usted encontrará muchas versiones de cada episodio.
Por ejemplo, todos conocemos la historia de Edipo por las grandes tragedias de Sófocles, pero
es menos sabido que según una versión más temprana de la historia, Yocasta, habiendo
descubierto su incestuosa relación con su hijo, se suicidó, pero Edipo, a pesar de su involuntario
parricidio e incesto, siguió gobernando Tebas durante años, hasta que pereció en batalla contra
invasores y se le dio el funeral de un héroe en Tebas. Según una versión posterior de la historia,
después de que el incesto llegó a ser conocido, Edipo fue expulsado de Tebas por Creón, pero
Yocasta, sin impedimento, sobrevivió y no murió sino hasta que los hijos que tuvo con su hijo
Edipo, Eteocles y Polínices, fueron ambos muertos en la tentativa de los famosos Siete para
recuperar Tebas, que estaba en manos de Creón, para el heredero de Edipo, Polínices. Hay muchas
otras variantes.

El punto importante es que para la mente nativa y sin duda nórdica de los antiguos griegos, el
homosexualismo masculino era tan extraño e inexplicable como lo es para nosotros. Por ejemplo,
no hay ningún rastro de ello en los poemas homéricos o en los exiguos restos de los poetas Cíclicos
tempranos.

Los proselitistas de la perversión hoy infatigablemente producen interminables apologías de


ella, e incluso hablan de ella como "amor griego", invocando el nombre de Platón a la vez que
esperan que usted no recuerde que él prohibió la unión sexual con muchachos, dicho al pasar
(obiter) en su "República", III, XII, 403b-c, y enfáticamente y con una condena específica de todas
las formas de la perversión homosexual en su obra de madurez las "Leyes", VIII, V-VIII, 836c-842a.

Es verdad que en la sociedad griega la perversión homosexual, sobre todo la pederastia, llegó a
ser común, pero bastará comentar aquí que es probable que, tomando a la gente griega en
conjunto, el homosexualismo fuera mucho menos frecuente que en Estados Unidos hoy.

DISTINCIONES NECESARIAS

Habría que recordar que en la Antigüedad, como hoy, el homosexualismo masculino es un


término colectivo para tres tipos distintos de perversión [10], a saber:

[10] Considero el abuso sexual de personas jóvenes e impúberes, a menudo muchachas pero
también muchachos, que es un abuso casi invariablemente sádico, como un tema diferente.
—1) Pederastia, el "amor" de un hombre adulto por un muchacho pubescente, a quien,
comúnmente en el mundo greco-romano y no rara vez hoy, él corteja con adulación y regalos, y a
quien él permanecerá apegado hasta que el adolescente comience a desarrollar una barba,
cuando la relación por lo general cesa. En la sociedad respetable, tal relación casi nunca es
considerada como un sustituto de las relaciones normales con mujeres sino como un lujoso
suplemento, un añadido condimento de la vida. (Si usted piensa en Encolpio y su Gitón en el
"Satyricon Libri" de Petronio, note que Encolpio era un aventurero de mala reputación, de hecho,
un antiguo pícaro). Aquello llegó a ser una relación común en la antigua Grecia, sobre todo en
círculos sofisticados y literarios, y, como usted habrá aprendido de De Profundis, ésa es
esencialmente la clase de relación en la cual Oscar Wilde estuvo implicado, aunque quizá
excesivamente prolongada en el joven al que él amó. (En el momento del escándalo, Lord Alfred
Douglas tenía 24 años; Wilde tenía 40).

—2) Relaciones sexuales entre adultos, entre un hombre viril y un varón afeminado que es un
sustituto de una mujer. Ésa, por lejos la forma más común de la perversión en tiempos romanos,
se hizo muy popular cuando muchos hombres prósperos quisieron tener sólo un heredero para su
propiedad indivisa o permanecer sin hijos y disfrutar del prestigio social y la adulación otorgada a
un hombre que podía dejar sus bienes a quien él seleccionara de entre sus "amigos" [11]. Sin hijos,
además, los hombres se liberaban de la carga de preocuparse por sus descendientes y de
proporcionar una adecuada riqueza y carreras a los hijos y arreglar matrimonios convenientes para
las hijas, a cada uno de los cuales había que darles una gran dote [12].

[11] En la Antigüedad, como hoy, las mujeres podían evitar el embarazo ocluyendo el orificio del
útero; un tapón de lana empapado con un ungüento espeso era probablemente tan eficaz como
nuestros supositorios. El dispositivo, sin embargo, no era infalible, y las mujeres parecen haber
estado poco dispuestas a usar un recurso que negaba la deseada espontaneidad del coito. El
aborto era muy común, y a menudo justamente deplorado como suicidio de la raza, pero tenía
probablemente más efectos secundarios que hoy (cf. Ovidio, Amores, II, 13 y 14). Pero, como hoy,
algunas mujeres querían tener hijos, y en la buena sociedad los matrimonios formaban alianzas
entre familias prominentes, y por lo tanto se esperaba que produjeran descendientes que unieran
a los dos linajes.

[12] Como todos saben, Augusto trató de preservar la nación romana imponiendo la inhabilidad
cívica a los hombres que no engendraran al menos tres hijos, pero es una ironía significativa el que
ambos cónsules que dieron su nombre a su legislación fueran solteros y sin hijos. La inhabilidad no
tenía más peso que las ventajas del celibato legal, y, además, los romanos, como los
estadounidenses y europeos de hoy, estaban inclinados al suicidio racial, y nada podría detenerlos.

A veces en el Imperio romano tal homosexualismo era una ventaja política, ya que ofrecía una
garantía de que un hombre no procuraría hacer hereditario su cargo en su propia familia ni estaría
atado por las obligaciones de la alianza política que necesariamente sería formada por su
matrimonio con la hija de una familia prominente. Tal perversión era a menudo, aunque no
necesariamente, un sustituto de las relaciones sexuales normales. No hay ningún odio vinculado al
hombre viril por su uso de un pathicus [varón pasivo en una relación anal; del gr. pathikos, pasivo]
para satisfacer su lujuria, pero el catamita, que había sido sodomizado e irrumado [forzado a la
irrumación o sexo oral pasivo], era obviamente un varón sin virilidad y siempre fue considerado
con justificado desprecio [13].

[13] La diferencia social fundamental entre hombres viriles y los despreciables catamitas es más
obvia en Catulo, poema 16, en el cual el poeta, furiosamente enojado con dos hombres que lo
habían difamado, amenaza con tratarlos como pathici ("Pedecabo ego vos et irrumabo"),
infligiéndoles así una degradación irremediable. Cf. una amenaza similar en el poema 21. Uno
podría multiplicar las citas. A pesar de su degradado status en la sociedad, un amplio suministro de
catamitas siempre era asegurado por las anomalías genéticas que mencioné anteriormente, y,
además, muchos esclavos jóvenes estaban felices de ganar su libertad de esa manera.

—3) Una relación mutua entre adultos, tal como la que se dice que es común y habitual hoy, era
en el mundo antiguo rara y siempre escandalosa, excepto cuando era entre hombres que no
tenían acceso a mujeres o que estaban cubiertos por una aprobación religiosa. La conducta
atribuída a Nerón, probablemente de manera correcta, hizo que los hombres lo despreciaran
(aunque ellos se no atrevieron a mostrar sus sentimientos antes de que él muriera), no porque él
disfrutara tanto de mujeres como de pathici, sino porque él mismo se hizo un pathicus y "se casó"
con un "marido".

No hay ninguna prueba de que cualquier forma de homosexualismo en el mundo antiguo


alcanzara la casi increíble y repugnante depravación que es común hoy.

EL MUNDO CLÁSICO

Cuando consideramos el homosexualismo entre los griegos, debemos plantear una pregunta a
la cual no podemos dar ninguna respuesta.

Como todos sabemos, los griegos en tiempos históricos estuvieron en un constante contacto
con las poblaciones de Asia Menor, las cuales, estuvieran o no bajo el dominio persa u otra
hegemonía aria en ese entonces, estaban preponderantemente formadas por semitas, e incluían
judíos. En Jonia, las ciudades griegas estaban rodeadas por semitas y por lo general tenían grandes
contingentes de ellos dentro de sus murallas, a veces incluso tolerando el mestizaje. En otras
partes, como en Atenas, las ciudades griegas, que sabiamente limitaron la ciudadanía a los hijos de
pura sangre de los ciudadanos, tenían grandes colonias de metecos (metoeci), extranjeros
residentes, muchos de los cuales eran semitas o judíos, quienes, con su instinto racial para la
ocultación, generalmente pasaban como "sirios". Los griegos fueron necesariamente influídos por
su continua asociación con tales extranjeros.

Michael C. Astour, en su "Hellenosemitica" (Leiden, 1967), ha tratado de mostrar que los


griegos, desde los tiempos micénicos, estuvieron enormemente bajo la influencia semítica, y él
remonta muchos de los mitos griegos a prototipos semíticos, ignorando el hecho de que si bien el
contorno de una historia puede haber provenido de tales fuentes, la versión griega muestra una
elaboración artística dentro de un espíritu completamente diferente [14]. Si la mitología de los
griegos fue tan grandemente influída por semitas, ¿hasta qué punto sus costumbres fueron
influídas por el contacto cercano con razas entre las cuales el homosexualismo masculino parece
siempre haber sido dado por hecho? No puedo ver ningún medio de responder aquella pregunta.

[14] La mayor parte de los mitos, además, son simplemente una elaboración de motivos que
aparecen en las tradiciones de muchos pueblos, y fueron catalogados por Stith Thompson en su
famosa obra "Motif-Index of Folk Literature".

Sin considerar a los ubicuos judíos [15] y su política de explotar todas las debilidades de las
naciones en las cuales ellos se han infiltrado, no podemos ignorar la fuerte presunción de que la
raza semítica siempre ha sido adicta al homosexualismo, al menos en el área que Sir Richard
Burton identificó como el Círculo Sotádico, y quizá por la razón que él dio cuando habló del asunto
en el inestimable anexo etnológico a su traducción de las "Arabian Nights" [16].

[15] La actitud de los judíos hacia la perversión puede ser deducida de, p. ej., la exégesis oficial
contenida en el Talmud del cuento sobre José —el judío [Kike] modelo que finalmente consiguió el
control de Egipto y esclavizó al pueblo egipcio— que declara que él comenzó sirviendo como el
catamita de Putifar; cf. de Allen Edwards "Erotica Judaica" (Nueva York, 1967), pp. 103-105. En la
fantástica historia, José, haciéndose él mismo un pathicus, ayudó a su raza a alcanzar el poder
sobre los odiados goyim, y aquello santificó su depravación. Note también que según el
Apocalipsis, Jesús, después de exterminar a los goyim y destrozar el universo entero, crea un
nuevo mundo para sus queridos, 144.000 judíos homosexuales. Desde luego Yahweh con
frecuencia se queja amargamente contra los judíos cuya perversión los hace descuidar su deber de
multiplicar su raza, los únicos verdaderos seres humanos, pero eso es obviamente algo
completamente diferente.

[16] Sir Richard Burton, que fue uno de los muy pocos arios que entendieron a los orientales,
porque él tenía la capacidad lingüística e histriónica para enmascararse como uno de ellos y de esa
manera aprender de ellos lo que ellos ocultarían diligentemente a los miembros de nuestra odiada
raza, explicó el predominio de la perversión masculina en la Zona Sotádica relatando cierta
característica anatómica de las mujeres semitas que las hace menos agradables. No conozco
ninguna estadística que permitiría una evaluación de la teoría de Burton.

Podemos estar completamente seguros de que el vicio semita dio ideas a algunos griegos, pero
no tenemos ningún medio de determinar cuánto o hasta qué punto ellos influyeron sobre sus
contemporáneos. Sólo podemos comentar que en antiguos tiempos, al igual que hoy, los arios
tenían una tendencia potencialmente deletérea a ser fascinados por cualquier cosa que fuera
exótica y pareciera lujosa, junto con instintos defensivos inadecuados.

Independientemente del estímulo cultural, es cierto que, al menos en el tiempo de la Guerra


del Peloponeso, el homosexualismo fue reconocido como un problema social y explicado por
ficciones tales como el famoso mito, contado en el diálogo "Symposium" de Platón, de que los
seres humanos fueron originalmente compuestos y divididos por la cólera divina. En Creta, el
homosexualismo de todo tipo estaba autorizado por la legislación y fomentado para evitar el
exceso de población de la isla [17]. (Otras ciudades griegas evitaron el exceso de población
enviando colonos a fundar "ciudades hijas" en ventajosas localizaciones en el Mediterráneo y el
Mar Negro, el Pontus Euxinus). En algunas ciudades griegas, principalmente en Esparta y Tebas, las
relaciones homosexuales entre compañeros de armas se suponía que hacían ejércitos más
cohesivos y militarmente eficaces, y a veces recibían una aprobación religiosa; y, para ser justos,
debemos admitir que aquellas compañías a menudo mostraban una virilidad que no podemos sino
admirar [18].

[17] Este dato es complicado por el hecho de que algunos eruditos han conjeturado o han
sostenido que la gente minoica, de quienes los griegos micénicos tomaron la isla, eran semitas.
Hasta donde sé, ésa es simplemente una teoría sin pruebas válidas que la apoyen, ya que no ha
habido ninguna lectura convincente de la escritura conocida como Lineal A.

[18] El Hieros Lochos (Batallón Sagrado) de Tebas estaba formado por homosexuales, pero en su
última batalla, aunque ellos fueran parte de un ejército que fue irremediablemente superado en
número y en tácticas por los macedónicos, lucharon hasta el final y con tal valor que Filipo lloró
cuando los vio muertos en sus filas en el campo en Queronea.

Es innecesario intentar un censo sexual del antiguo mundo griego. Lo que es más importante
para nuestros propósitos es el hecho de que durante o después de la gran desmoralización
provocada por la Guerra del Peloponeso, la pederastia se puso de moda en todas partes, sobre
todo en círculos sofisticados y literarios, y así se creó un cuerpo de evidencias para ello que,
podemos estar seguros, es enormemente desproporcionado con respecto al número de individuos
que siguieron dicha moda. Estoy cierto de que en la Antigüedad, tal como hoy, un número
relativamente pequeño de pervertidos hizo un ruido extraordinariamente fuerte.
Como esperaríamos, los antiguos adictos a la perversión transmitieron propaganda para su vicio
por medio de la ficción y de lo que era equivalente a la falsificación.

Todos conocemos la historia de los famosos tiranicidas, los libertadores de Atenas, Harmodio y
Aristogitón, en la que llegó a ser la versión aceptada y estándar: Harmodio mató a Hiparco y
restableció la democracia ateniense porque él estaba celoso de las atenciones del tiránico amante
a su querido, el joven Aristogitón. Usted puede estar sorprendido de saber que de acuerdo al
relato original e indudablementre histórico no hay ninguna razón que obligue a creer que había
más que una amistad cercana entre los dos hombres, y que Harmodio, lejos de sentir celos o tener
un antojo de "restaurar la democracia", mató a Hiparco para vengar un insulto al honor de su
aristocrática familia [19]. Ex ungue leonem [Por las garras podemos deducir el león]. Aquel
ejemplo debería bastar para hacerle a usted recelar de todas las atribuciones de homosexualismo
a griegos distinguidos antes de la decadencia de su nación [20].

[19] Esto fue demostrado por el profesor Brian Lavelle en el American Journal of Philology, CVII
(1986), pp. 318-351. Hiparco había sugerido que la joven hermana de Harmodio no era virgen. Ése
era un insulto mortal. El honor de una familia aristocrática requería que sus mujeres jóvenes
permanecieran vírgenes hasta que estuvieran casadas. Si la acusación era verdadera, era el deber
de un hermano matar inmediatamente a la muchacha que permitió ser seducida; de ser falsa, el
insulto podía ser expiado sólo por la muerte del calumniador. La sangre lava la deshonra. El
profesor Lavelle da otros casos de funcionamiento de ese código, pero podría haber reforzado su
demostración citando ejemplos de mitos que reflejan estándares aristocráticos, p. ej., Apemosine
(hermana de la más famosa Clímene) fue asesinada por su hermano porque él pensó que su
afirmación de haber sido violada por Hermes era una ficción para ocultar la seducción realizada
por un hombre.

[20] Apenas tengo que decirle que la leyenda de Layo, de la cual di la versión original, fue revisada
para hacer de Crisipo un feliz pathicus, dedicado a su amante adulto en una relación que fue
continuada con la plena aprobación de Pélope y en su casa, hasta que el muchacho fue muerto por
celosas madrastras, que trataron de hacer que Layo pareciera ser el culpable del asesinato, pero el
valiente muchacho se aferró a la vida el suficiente tiempo para garantizar la inocencia de su
amante.

Esa propaganda era congruente con lo que es llamado el "canon anti-homérico", al cual
califiqué, en un artículo publicado en una erudita revista hace mucho, como "la venganza de
Tersites". Ésta era una sistemática denigración, esencialmente proletaria, de la tradición heroica,
comúnmente forjando relatos de "testigos oculares" de la guerra de Troya que "demostraban" que
Homero había sido un mentiroso y que los renombrados héroes estaban lejos de ser admirables.
Los mejores ejemplos existentes conocidos son las narrativas atribuídas a Dares y a Dictis, pero
hubo muchos otras que están perdidas ahora.
Los autores de tales falsificaciones idearon una copiosa información sobre el sexo. Ellos
conocían, por ejemplo, los detalles íntimos de las relaciones entre Héctor y Andrómaca, de donde
vendría el término latino Equus Hectoreus. Ellos sabían que Aquiles era un necrófilo, y que
después de que él mató a Pentesilea, tuvo relaciones sexuales con su cadáver. Y, por supuesto,
ellos sabían que la relación entre Aquiles y Patroclo era de tipo homosexual, aunque sea obvio
leyendo la Ilíada que cada uno de ellos tenía y apreciaba a una concubina cautiva, y en efecto la
pelea entre Aquiles y Agamenón habría sido absurda en una sociedad enviciada por el
homosexualismo.

Uno casi podría hablar de una tácita conspiración para hacer respetable el homosexualismo.

En Homero y en la literatura más antigua, Ganímedes era un joven troyano, el más bello de
todos los mortales, que fue llevado hacia lo alto por un torbellino o un águila al Olimpo porque los
dioses querían que un hermoso copero los sirviera. Mucho más tarde [21] fue inventada la historia
de que él había sido llevado al Olimpo para servir como catamita de Jove [nombre latino de Zeus]
(la palabra "catamita" es realmente el nombre de Ganímedes como fue transmitido por el etrusco
para formar el "catamitus" latino).

[21] El rastro más temprano de esa propaganda en favor de la perversión es un verso atribuído a
Teognis, pero en una colección que le atribuye muchos versos que deben ser posteriores, algunos
tan tardíos como del final del siglo IV a.C.

Cuando Zeus el Salvador fue de esa manera hecho un pervertido, los otros dioses no se salvaron
de la difamación. La adoración de Diónisos (el "Hijo de Dios" [22]), también conocido como Baco
("Señor Dios" [23]), ha sido remontada hasta fuentes tracias, frigias, lidias e hindúes, con el enigma
añadido de que él ya era una deidad en tiempos micénicos.

[22] La derivación del nombre ha sido interminablemente disputada, pero yo he seguido a


Kretzschmar. Pienso que es probable que su interpretación del nombre sea correcta, aunque la
lengua de la cual fue tomado puede no haber sido tracia. [En griego antiguo, Διώνυσος o
Διόνυσος, Diônysos, es "hijo de Zeus". "Διός" en gr. ant. es el genitivo de Ζεύς, que significa "de
Zeus", y "νυσος" en lengua tracia-frigia, significa "hijo"].

[23] Algunos tratan de derivar el nombre del idioma lidio, pero me parece probable que Bacchus
es la palabra indoeuropea que es bhagas en sánscrito y baghas en avéstico (o zend). La historia de
la conquista de la India por dicho dios no tiene que ser una invención tardía. Aunque ha sido
generalmente ignorada, Gladys N. M. Davis da unas buenas razones para un origen indio del culto
temprano de Diónisos en su obra "The Asiatic Dionysus" (Londres, 1914).
El único punto relevante aquí es que él fue adorado en dos aspectos distintos e incluso
contrarios. En su carácter más antiguo, a menudo llamado "asiático" por ninguna buena razón, él
era un hombre maduro y barbado cuyos hermosos rasgos arios exhibían una sabiduría benévola.
Fue de esa forma suya que el cristianismo tomó prestados algunos de sus ritos y símbolos [24].

[24] Él era el dios de la fuerza de la vida, e infundió su divinidad en el maíz y las uvas, que eran así,
en cierto modo, su carne y sangre; la eucaristía cristiana imita eso, pero sin una razón lógica para
que su dios se encarne en el pan y el vino. La iconografía de esta forma de Diónisos fue tomada
prestada por cristianos que representaron a su dios como ario. Mientras mantuve mi estudio en la
biblioteca de la Universidad, conservé encima de los estantes unas reproducciones de yeso de los
famosos bustos de Homero y del "asiático" Diónisos. Algunos visitantes confundieron a este último
¡con una representación del Jesús de los cristianos!.

En su otro aspecto, Diónisos representaba a la tradición dionisiaca, a diferencia de la apolínea,


en la cultura griega. Él, creador del mágico líquido que destierra la melancolía, es el dios de los
ritos orgiásticos que son descritos en las Bacchae [Las Bacantes] de Euripides, en las cuales, a
propósito, no hay ninguna referencia a la muchedumbre de sátiros y ménades con la cual él es
asistido en posteriores descripciones suyas.

En una iconografía muy posterior, él es retratado como un efebo imberbe y bastante


afeminado, un joven desnudo con miembros algo femeninos y órganos sexuales que son de un
muchacho más bien que de un hombre adulto. Esto probablemente sugirió la historia
intrínsecamente absurda, corriente en el tiempo de Pausanias (siglo II d.C.) pero quizá más
antigua, de que cuando él quiso descender al inframundo, él no pudo encontrar el camino y
aceptó la oferta de un cierto Prosimno (Polimno) que se ofreció a guiarlo a condición de que
cuando Diónisos volviera al mundo superior, él se sometería a ser sodomizado por el guía.
Prosimno estaba muerto cuando Diónisos volvió, de modo que el dios mantuvo su trato plantando
un falo en la tumba y usándolo como un sustituto del órgano del muerto. Se suponía que ese
tonto cuento explicaba la invención del falo artificial, y esto le mostrará a usted a qué absurdo
podían descender los propagandistas.

El verdadero triunfo de ellos, sin embargo, fue la formación de una tradición literaria que
exaltaba tanto la pederastia que se esperaba que un poeta amatorio, si bien era libre de celebrar a
las mujeres, produjera algunos versos dirigidos a un adolescente amado. Tan establecida estaba
esa convención, que Ovidio se distingue porque él la ignoró y la desafió. Y la Musa pædica era tan
inspiradora que, por ejemplo, el duodécimo libro de la Anthologia Palatina (a menudo llamada la
Antología Griega) está tomado de una antigua colección de epigramas pederásticos y versos
similares.
EL MUNDO MODERNO

En la moderna Europa, como observa el famoso patólogo y antropólogo profesor Paolo


Mantegazza en la obra que fue traducida por Samuel Putnam bajo el título de "The Sexual
Relations of Mankind" (Nueva York, 1935) [25], el homosexualismo siempre ha sido frecuente y
endémico en Italia, probablemente porque los romanos se extinguieron un siglo o más antes del
colapso del Imperio que ellos habían creado, dejando a Italia habitada por los descendientes de los
esclavos, súbditos y bárbaros a quienes ellos irresponsablemente habían dado la ciudadanía. Ese
fondo de sangre semítica, camítica y aria fue aumentado en la Edad Media por los sarracenos,
sobre todo en Sicilia (donde los normandos dejaron pocos descendientes), y por longobardos y
otros germanos, sobre todo en Italia del Norte.

[25] No he visto el original, "Gli Amori degli Uomini", y no conozco la fecha de su undécima
edición, de la cual fue hecha la traducción de Putnam.

Las consecuencias de ese caos racial pueden ser vistas claramente en los escritos de los
Humanistas italianos, aunque la mayor parte de ellos eran de sangre predominantemente
germánica. La pederastia es otra vez frecuente, pero casi siempre sin el cortejo, real o afectado, ni
la galantería homosexual de la tradición antigua. Que los profesores de escuela, casi todos los
cuales eran clérigos, diseminaron el vicio, usando su coercitiva autoridad sobre sus alumnos, es
obvio a partir de muchos relatos y particularmente de los poco conocidos versos de Pacificus
Maximus (1400-1500), especialmente los diez libros de versos diversos en hexámetros elegíacos
titulados "Hecatelegium", escritos ca. 1450-1460, en que el tema es frecuentemente mencionado,
y sobre todo su sincera confesión de su propia experiencia [26].

[26] El Hecatelegium fue impreso en Florencia en 1489. Como es obvio de sus fechas de
nacimiento y muerte, las diversas clases de disoluto desenfreno que Pacificus Maximus admite en
esa obra no afectaron suficientemente su salud para impedirle alcanzar una memorable
longevidad.

La perversión era común, incluso entre hombres que eran entusiastas amantes de mujeres. Eso
es atestiguado por los escritos de bastantes Humanistas eminentes, p. ej., Panormita (Beccadelli,
1394-1471), cuya obra Hermaphroditus es relativamente conocida, y quien afirma que un hombre
que ha experimentado los deleites de la pederastia tendrá un deseo irreprimible de ella.
Por otra parte, las acusaciones de homosexualismo y pederastia se convirtieron en un elemento
fijo en la violenta lædorografía [escritura de injurias; de lædo = herir, lastimar, injuriar] que fue
cultivada en aquella época como un arte polémico, de modo que en cuanto a muchos famosos
Humanistas (p. ej., Policiano, 1454-1494) debiéramos permanecer en la duda, ya que aunque
naturalmente descartamos la calumnia que es evidentemente absurda, nunca podremos estar
completamente seguros de si se trata de una exageración extrema o simplemente de una
malévola invención.

Podemos estar seguros, sin embargo, de que algunos Humanistas eminentes consideraban
dicha perversión con desprecio, por ejemplo, Francesco Filelfo (1398-1481), el primer italiano que
fue realmente un maestro del griego, y quizá, de todos los Humanistas, el más sometido a la mujer
[27]. Especialmente en sus sátiras y en sus todavía inéditos epigramas, él se refiere a asuntos
sexuales con una frecuencia y franqueza que le ha ganado una injustificada reputación de
obscenidad y la reprobación de John Addington Symonds, pero es absolutamente obvio que su
interés es exclusivamente por las mujeres.

[27] Di un esbozo de su carácter en Italica, XXVI (1949), pp. 23-49. Él tenía una pasión por la
simetría matemática; sus sátiras, por ejemplo, consisten en diez libros de mil versos cada uno, y lo
mismo sus epigramas (la última mitad del Libro X se perdió cuando el manuscrito Ambrosiano, que
preservaba los libros VI-X, fue reunido y encuadernado). Él estaba en consecuencia casi
infantilmente orgulloso de que sus tres mujeres le dieran exactamente veinticuatro hijos, una
docena varones y una docena mujeres.

En el Renacimiento y posteriormente, hasta cerca del final del siglo XIX, la información confiable
sobre tales asuntos está casi exclusivamente en latín, un lenguaje en el cual las autoridades
clásicas autorizaron la mención explícita del sexo. En el siglo XVII hay una verdadera enciclopedia
de prácticas sexuales contemporáneas en la "Satyra Sotadica", que Nicolas Chorier (1613-1693)
falsificó bajo el nombre de Aloisia Sygaea [28]. Allí se proporciona en los últimos libros un
precedente para el "sexo grupal" ahora tan de moda entre nuestros contemporáneos más
disolutos, e incluye la sodomía con mujeres, pero, si la memoria no me falla, sólo hay alusiones
secundarias y al pasar al homosexualismo masculino, por el cual el autor, a pesar de todo su
libertinaje erótico, sentía sólo desprecio.

[28] La mejor edición es la de Bruno Lavagnini en la serie "Renatae Litterae" (Catania, 1935).
Chorier era un falsificador magistral. Él sabía que los lectores exigentes rechazarían la atribución
de una obra tan "obscena" a la distinguida, culta y desafortunada dama española [Luisa Sigea,
1522-1560], compañera y amiga de la hija de Manuel I (1469-1521), el rey que presidió la Edad de
Oro de Portugal de descubrimientos y exploraciones; de modo que él proporcionó pistas que
conducirían al lector a la conclusión de que la falsificación había sido perpetrada por el eminente
erudito holandés Johannes Meursius. La obra fue impresa varias veces en siglos pasados bajo el
nombre de Meursius y con el título de "De Elegantiis Linguae Latinae"... Aquel título no era
completamente absurdo; la obra es un verdadero diccionario y synonymicon del vocabulario
sexual del latín, y, en un grado limitado, también del griego. Hasta donde sé, la verdadera autoría
fue primero establecida por Lavagnini.

NUESTROS CONTEMPORÁNEOS

La breve información anterior del homosexualismo en dos épocas culturalmente cruciales habrá
proporcionado alguna perspectiva para la consideración del homosexualismo como un fenómeno
social, y también habrá ilustrado la enorme diferencia entre lo que era entonces una enfermedad
menor y la plaga que nos aflige hoy. En el mundo Clásico y el Renacimiento la perversión no
ejerció ningún efecto apreciable sobre el curso de nuestra historia. Y en ningún tiempo en el
pasado las hordas de pervertidos caminaron por las calles de las ciudades exigiendo "derechos"
que ellos imaginan que algún poder sobrenatural les ha otorgado, e incluso privilegios especiales
que ellos merecen por su confianza en que ellos son superiores a los seres humanos normales.

Superficialmente, este fenómeno parece trivial en nuestra sociedad que se desintegra. Cuando
los judíos sienten que ellos se han alojado con seguridad en una nación y pueden comenzar sin
peligro a destruírla, comienzan por usar su técnica estándar, que es, como confesó públicamente
uno de sus agentes más exitosos, un judío [Sheeny] apellidado Aptheker, la de la división de la
nación racialmente sana en una multitud de grupos formados por individuos que tienen alguna
ocupación, superstición o característica en común, y que son persuadidos de que ellos pueden
beneficiarse al reclamar "derechos", es decir, privilegios, a costa de la sociedad en su conjunto. La
nación es así disuelta en un caos de grupos recíprocamente hostiles, como en Estados Unidos hoy.
Esto explica la organización y la actividad ofensiva de los pervertidos, pero no explica su
perversión.

Como señalé antes en este artículo, la perversión homosexual ha sido intensamente promovida
por nuestros enemigos domésticos y sus herederos, sobre todo por las escuelas públicas [29], pero
nuestra preocupación aquí es explicar por qué aquella propaganda ha sido tan eficaz. La
pornografía, especialmente la inundación de ella que es hecha para pervertidos, probablemente
ha tenido alguna influencia, pero no puede haber sido decisiva [30].

[29] Si usted no está consciente de cuán vigorosamente las escuelas públicas promueven la
perversión sexual, vea el artículo de John P. Hale en National Review del 25 de Mayo de 1992. El
señor Hale era un miembro del Consejo Estatal de Asistencia Social de Nueva York, y tuvo una
amplia oportunidad para informarse de lo que las escuelas están haciendo, mientras toman
precauciones para impedir que los padres de las víctimas se enteren de lo que está siendo hecho a
sus niños, a los que expresamente se les ha ordenado no revelar el alcance de su "educación" a sus
estúpidos viejos padres, que son tan irremediablemente anticuados que no pueden entender el
progreso y la libertad. En el fétido pantano llamado Ciudad de Nueva York, tres organizaciones de
pervertidos son subvencionadas por los contribuyentes como "recursos" de las escuelas públicas, y
sus miembros sirven como "consejeros" que aconsejan a los jóvenes sobre sus actividades
sexuales. Un manual asume que el coito entre varones es normal y añade, como una ocurrencia
posterior: "Si tienes sexo con una mujer, estas pautas todavía se aplican". Otro da una entusiasta
descripción de la sodomía, que termina con la prescripción: "Practícala. ¡Diviértete!".

[30] En Liberty Bell de Octubre de 1985, pp. 8-9, mencioné The "F" Certificate de David Gurney,
una novela futurista, en el cual un protagonista es un judío [un Sheeny], quien, animado por el
odio a la gente noble y por el deseo de su raza de profanar y destruír, adquirió (estafando y
traicionando a un goy lo bastante estúpido como para haber confiado en él) un estudio de cine
que él usa para producir "la más dura de la pornografía dura", para inducir y difundir la corrupción
excitando el impulso sexual que es innato en todas las especies viables de la vida mamífera y que,
en nuestra especie, ha sido posteriormente agudizado por la práctica judeo-cristiana de la magia
sexual. Gurney cree que sólo las mentes más fuertes pueden resistir el efecto corrosivo de tal
excitación, y estoy inclinado a concordar con él en lo que tiene que ver con las relaciones sexuales
normales, pero no he visto y no puedo imaginar una pornografía homosexual que no despertaría
la repugnancia en un varón ario normal.

También podemos admitir que los factores predisponentes son la artificial agitación de las
chillonas brujas del "feminismo" y su éxito en incitar a una generación de mujeres "liberadas" con
quienes ningún hombre en sus cabales se casaría, y la pobreza proletaria a la cual los tontos
estadounidenses se han reducido a sí mismos, que ha hecho económicamente imposibles un
matrimonio y un hogar genuinos para la gran mayoría de hombres y mujeres jóvenes hoy, y que ha
hecho de los niños, que muchos de ellos desearían tener, una carga que puede ser soportada, si se
puede en absoluto, sólo gracias a grandes sacrificios, los cuales, sin embargo, perjudicarán
gravemente la estabilidad de su matrimonio. Esos factores pueden fomentar, y lo hacen
realmente, una sociedad apta para el "Nuevo Orden Mundial", formada por individuos
desarraigados, sin hogar y aislados, hombres y muchachas solteros, encontrándose de vez en
cuando, como lo hacen los orangutanes, para copular, pero no para reproducirse. Pero no veo
cómo ellos pueden contribuír significativamente a la plaga homosexual. Debemos mirar más
profundo para identificar las causas subyacentes.

El homosexualismo es, por supuesto, estimulado por el veneno racial que es llamado
"multiculturalismo". El prolongado contacto entre razas incompatibles en una sociedad que
fomenta tal contacto es desmoralizador para la raza superior.

Uno recuerda las observaciones de Claude Farrère en "Les Civilisés" (1905), una historia
ambientada en la región ahora llamada Vietnam cuando era civilizada y conocida como la
Indochina Francesa. Un francés degenerado y pervertido, que es también un "intelectual" que
puede construír ingeniosas paradojas matemáticas, sostiene que Saigón es la capital de la
civilización —la civilización del futuro— porque muchas razas y nacionalidades diversas se han
reunido allí y percibieron cuán incompatible era cada ethos con todos los demás, de donde se
siguió que "bueno" y "malo" eran sólo ilusiones; ellos en consecuencia descartaron todos los
estándares de conducta para una licencia universal, para que cada individuo complaciera cada
capricho y lujuria suya sin hacer caso de nadie más o de la sociedad en su conjunto. En Saigón,
afirmó él, la civilización europea ya (en 1905) había colapsado y había sido reemplazada por la "ola
del futuro".

Si usted nota un parecido asombroso entre el Saigón de 1905 y el Estados Unidos de 1992, no
se trata de una coincidencia. Usted habrá recordado el episodio en Heródoto en el cual una
reunión de culturas incompatibles demuestra que cada una fue construída por la naturaleza innata
de la raza o tribu que la profesa, y que no hay ningún criterio universalmente válido del bien y el
mal. La percepción de aquel hecho obvio, sin embargo, no hizo del griego racional un traidor a su
propia raza. Su mente no había sido envenenada por sofismas yíddish sobre la "igualdad", "toda la
Humanidad", y un "mundo único", meros inventos de una imaginación maligna. Heródoto sabía lo
que los hombres racionales saben hoy, que cultura aria es lo que es válido para los arios. Los
valores reconocidos por otras razas, necesariamente hostiles, no son preocupación nuestra,
excepto militarmente y en tanto que ellos exhiben la fuerza o la debilidad de nuestros enemigos.

Incluso en sociedades que no han sido envenenadas por el "multiculturalismo", la reunión de


individuos en grandes muchedumbres con la concomitante cercana asociación con una multitud
de extranjeros parece producir una cierta disminución de la fuerza vital en los individuos y una
pérdida parcial de la voluntad racial para sobrevivir. Como observó Spengler, todas las sociedades
urbanizadas parecen desarrollar un subconsciente deseo de muerte, haciendo indiferentes a los
individuos frente a la supervivencia de sus familias y su raza. Esto parece siempre acompañado por
una moda de homosexualismo, que es más pronunciada, o al menos más obvia, en los sofisticados
círculos de aspirantes a literati, como fue observado por Jess Stearn, a quien ya cité.

Un artículo muy importante apareció en la revista Mankind, XXVI (1986), pp. 277-284, "The
Evolutionary Function of Prejudice", de Alan McGregor. El autor, que escribe con la desapasionada
objetividad que es una condición previa de todo conocimiento científico, concluye que, como
debería ser obvio para cada atento estudioso de la Historia, "Los patrones de prejuicio racial y
étnico, de lealtad hacia el grupo y sospecha hacia los que no pertenecen a él, han servido para un
efectivo propósito evolutivo durante la larga historia de la evolución biológica primate y humana,
tanto para realzar el espíritu competitivo de la población individual en desarrollo como también
para preservar la singularidad de su herencia genética distintiva, desalentando el cruzamiento con
los miembros de sub-especies diferentes. El mensaje evolutivo es claro: los grupos humanos que
pierden su sentido interno de identidad y cohesión con respecto a otros grupos, finalmente dejan
de existir como realidades distintas".
Aquello, por supuesto, es la razón de por qué nuestros eternos enemigos y los ignorantes
leguleyos de la "educación" que los sirven, a menudo de manera involuntaria, están tan
impacientes por erradicar el "prejuicio" de las mentes de nuestros niños y convertirlos en zombies
culturales, en una masa de ganado proletario irreflexivo y fácilmente reunible en manada.

La inalterable ley de la biología tiene un corolario que es generalmente pasado por alto, incluso
por aquellos que están acostumbrados a razonar tanto acerca del bien conocido hecho de que
cuando los mamíferos son agrupados de manera demasiado cercana ellos se ponen neuróticos y
perturbados, como del comportamiento de los seres humanos en condiciones similares en las
masas de las megalópolis. Hay un efecto aún más drástico en los mamíferos cuando ellos son
obligados a vivir en condiciones que violan y frustran sus instintos innatos. Cito al bien informado
etólogo John B. Calhoun:

«Las tendencias innatas de los animales domesticados generalmente se expresan en una


variedad confusa y evolutivamente inútil de patrones, mientras que los patrones conductuales de
los animales encerrados pueden llegar a ser más ampliamente trastornados. Ellos a menudo no
sólo rechazan comer, sino aquellos que realmente comen pueden experimentar con masturbación
y homosexualismo, o incluso buscar aparearse con animales de otras clases...

«La cultura [en sentido antropológico], particularmente en las sociedades urbanizadas, puede
igualmente pervertir los instintos humanos suprimiendo las restricciones salvajes naturales y
fomentando patrones anormales de comportamiento, lo que conduce a similares distorsiones del
comportamiento biológico normal, como el homosexualismo y la búsqueda de experiencias
eróticas anormales, incluyendo aquellas que están asociadas con la experimentación sexual inter-
racial. Ninguna civilización humana ha evitado hasta ahora el colapso, y es tentador preguntar si
las condiciones sociales que divergen demasiado ampliamente de las condiciones naturales o
salvajes bajo las cuales evolucionó la Humanidad —y para las cuales la especie humana está
biológicamente adaptada— pueden debilitar el potencial de supervivencia de poblaciones
sobredomesticadas promoviendo estilos de vida anti-evolutivos, junto con sus concomitantes
anormalidades reproductivas» (J. B. Calhoun, Population Density and Social Pathology, en
Scientific American, vol. CCVI Nº 2, Feb. de 1962, pp. 139 y ss.).

Aquí, pienso, tenemos por fin una explicación científica de la relación causal directa entre el
veneno de un "Mundo Único", tan intensamente inyectado en los niños estadounidenses, y la
chocante epidemia de homosexualismo entre los miembros de nuestra auto-condenada raza.
Dicha epidemia, además, ha alcanzado una profundidad de degeneración que era
prácticamente desconocida en el pasado, excepto en los raros casos en que fue reconocida como
verdadera locura [31]. Aparentemente los informes confiables indican un predominio de
coprofagia [ingestión de excrementos] y urolagnia [fetichismo con la orina de otros], y una
depravación igualmente monstruosa.

[31] El conocido "marqués" de Sade era un demente. Él fue liberado del confinamiento por las
sanguinarias sabandijas de la Revolución francesa para que él pudiera declamar en público que
"Todos los hombres son creados iguales", y perseguir en privado su afición de profanar
"sádicamente" y finalmente matar seres humanos. Napoleón puso rápidamente al enloquecido
bicho de vuelta en un asilo para dementes.

John P. Hale encontró que las escuelas públicas de Nueva York no sólo expresamente incitan a
sus víctimas a la sodomía, sino que enseñan los más repulsivos actos de una insana degeneración,
específicamente advirtiendo a los jóvenes que los condones no son suficiente: para tener "sexo
seguro" también hay que llevar puesto un guante quirúrgico al meter el puño de alguien en el
recto de un compañero amado. Él se pregunta si el Consejo de Educación suministrará guantes
quirúrgicos a los niños además de condones, todo a costa de los idiotas contribuyentes, por
supuesto.

Es absurdo hablar de homilías moralizantes o disparates religiosos o vociferar pidiendo una


nueva legislación, como lo hacen muchos estafadores del fraude de la "Mayoría Moral" [Moral
Majority, un grupo estadounidense cristiano y conservador] mientras vacian los bolsillos de los
crédulos. Aquí otra vez, como en casi todas las enfermedades mortales de nuestro tiempo, el
único remedio eficaz es una restauración de la voluntad de nuestra raza para vivir y de la fe de
nuestra raza en su propia superioridad biológica por sobre todos sus rivales y enemigos.

Si se deja de revivir un "racismo" viril y agresivo, no hay ninguna verdadera razón para
oponerse a la plaga homosexual: ella simplemente apresura y quizá incluso mitiga el suicidio hacia
el cual nuestra desquiciada raza parece inclinada.–

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