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SEGUNDA PARTE

NUESTRO PERIODISMO

Si por un tema de orgullo malentendido no reclamamos un cuerpo policial el cual haga


frente y evite los golpes de estado y las dictaduras, deberíamos preocuparnos por trabajar
para que los escritores y diaristas creen una organización limpia encargada de desinfectar
el aire del miasma político. Pero los escritores sin convicciones para solo concebir esta
institución de junta de sanidad tendrían que estar adheridos a una doctrina o en otras
palabras tendrían que mostrar fidelidad al hombre de su partido político.

En el orden político, la obra de un partido político lleva irremediablemente el sello del


autor metafóricamente hablando, todo principio se realza con el carácter de su defensor.

Mientras que algunas reformas suelen fracasar en el descredito de sus iniciadores otras que
se ven irrealizables se logran consumar con ingenuidad y sencillez. Los bienes mismos, al
venir de los malos, nos inspiran desconfianza y miedo.

Si no, ¿por qué todos los hombres públicos presumen ser honrados? ¿Por qué ni los que
son sorprendidos infraganti y con plena conciencia de que están haciendo algo malo se
resignan a confesar el robo y la perfidia?

II

Entre los públicos debemos incluir también a los diaristas que si bien no ejercen cargos
administrativos o funciones políticas, influyen directamente en la marcha de los
acontecimientos. Mientras en autor de un libro se dirige hacia un número reducido de
lectores, el diarista se encuentra en constante comunicación con la muchedumbre, estos
tienen la habilidad de introducir sus ideas en el cerebro de su público con la continua
insistencia diariamente. ¡Cuántos pensamientos que algún parlamentario, ministro o militar
no ha podido plasmar han sido efectuadas con el simple artículo de un periodista!

Para la multitud que no puede comprar un libro, el diario ejerce la función de nutrición
cerebral en donde miles de hombres consideran a este como su fuente confiable de noticias
y consejos en donde no resuena la austera palabra del sabio y en donde a su vez repercute

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el eco insinuante del vulgarizador. Más que el sacerdote, el periodista ejerce la dirección
espiritual de la muchedumbre. Una pluma basta para enardecer a muchos cerebros.

El diario encierra una serie abigarramientos de bienes y males, justicias e injusticias y por
lo tanto debemos considerar en él una fuerza superior al soberano, al parlamento y hasta a
la misma nación. Se debe tener en cuenta la importancia del periodismo en la sociedad ya
que sin ella en las ciudades más libres surgirían los tiranos más inicuos y más abominables.
De ahí que el primer deseo de un autócrata es imponer el gran silencio cesariano.

El periodismo a pesar de ser importante y necesaria para la sociedad, esta no deja de


producir enormes daños hacía esta misma ya que difunde una literatura de clichés que
favorece a la pereza intelectual de las muchedumbres y adormece las iniciativas
individuales.

En las grandes potencias, así como en pequeños estados, los presupuestos consignan sumas
destinadas a los periodistas oficiales de las grandes cadenas de periódicos, esto con el fin
de ganarse la simpatía o el silencio de la prensa ya que esta juega un papel muy importante
al momento de influenciar a la gente de acuerdo a los intereses del gobierno. El diarista
posee su verdad, que no siempre es la verdadera.

No siempre las palabras vuelan y los escritos quedan. El Buda, Sócrates y Jesús no
escribieron. Miles de hombres lo han hecho, y nadie se acuerda de sus escritos. Sin
embargo, la gente no acaba de saber que la mentira y necedad impresa es tan importante
como la mentira y necedad hablada.

III

En lima los diarios resaltan por su falta de sinceridad y honradez ya que casi todos son sin
opiniones fijas ni claras defensores del pro y del contra, apañadores de los más odiosos
negociados fiscales entre otras virtudes negativas y sociedades en que imperan el agio y el
monopolio.

Existe una especie de bipolaridad de las doctrinas políticas entre los diarios limeños.
Algunos de ellos infunden conmiseración y repugnancia. Los clowns gibosos y engordados
con más de 30 años repitiendo lo mismo aseguran que el periodismo es una empresa
industrial. Pasan de civilistas a demócratas y de opositores a gobiernistas, sin

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modificaciones en el fondo y con simples cambios en la superficie, como una especia de
víbora que muda de piel sin considerar la gravedad de sus consecuencias.

La

lñ falta de sinceridad y honradez se junta al exceso de ignorancia ya que alguien honrado


aprende antes de enseñar y no enseña lo que ignora, esto quiere decir que algunos
periodistas divulgan alguna ciencia que no poseen, esto pasa cuando alquilan su pluma y
venden sus opiniones y con esto llevar el engaño a los ignorantes y sencillos.

Los periódicos del Perú valen menos que los periódicos de otros países de Sudamérica
como La Nación de Argentina o La Ley de Chile. Un artículo de cualquier diario del Perú
puede trasladarse a otro diario sin que la gente y hasta incluso sus propios redactores se
den cuenta del cambio que se realizó. Esto pasa también con algunos individuos que tienen
una fisonomía tan común que si a alguien le pusiéramos la cabeza de otro, éste no notarían
cambio alguno si se mirasen en un espejo.

En la época de las grandes conmociones políticas, algunos diarios viven de solo reproducir
los editoriales de sus colegas. Se tendría que aplicar el derecho de Campoamor: Todo es
uno y todo igual, si no surgiera en ellos la diferencia entre oposicionistas y gobiernistas.

Para el oposicionista el Gobierno tiene la culpa si sucede alguna cosa negativa para el
pueblo como alguna enfermedad o desastre natural mientras que para el gobiernista si
sucede algo que beneficie al pueblo esta es producida por el Gobierno.

El diarista influye de preferencia en los cerebros maleables y primitivos, obtiene mayores


facilidades para hacer el mal ya que lleva entre sus manos una masa de arcilla que amasar
y modelar a su antojo.

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NUESTROS CONSERVADORES

Los conservadores del Perú no han logrado constituir un partido estable ya que para
Gonzales Prada les falta la cabeza, debido a esto es que los ultramontanos andan en la
pesca de un jefe.

Los Conservadores exigen a sus correligionarios y principalmente a sus jefes una capa sin
manchas de corrupción o negatividades siguiendo la ley de salvar las apariencias, desean
que su monstruo guarde sin daños la piel, aunque lleve ensangrentados los colmillos
metafóricamente hablando.

Si los Conservadores lograrán construir su organismo, consagrarían la Republica a los


Sagrados Corazones y entonces derogarían las leyes que en algo favorecían a la
emancipación del individuo y hasta ejercerían con sus enemigos una verdadera caza de
hombres.

II

En las Uniones Católicas, hermandades y cofradías manejan la battuta algunos clérigos


que ingieren a Priapo en la Trinidad. En estas Uniones católicas figuran también varios
grupos religiosos.

Todas las cofradías y hermandades, fundadas con fines humanitarios, sirven de cuarteles
generales para el clero para conservar y extender su dominación eterna y temporal. Si aquí
gobiernan los clérigos nacionales, los sacerdotes extranjeros operan bajo cuerda dado que
las demás congregaciones van perdiendo la influencia que por muchos años ejercieron en
la sociedad limeña.

La caridad de las mujeres devotas es tan grande que muchas veces olvidan se olvidan la
grave situación por la que están pasando con tal de mostrar su devoción a Dios

Para los ortodoxos las personas que siguen a la iglesia no pueden volverse amigos con los
enemigos de Dios que son los que niegan y ofenden a Jesucristo y así como estos últimos
niegan y ofenden a Jesucristo, no deberían mostrar piedad hacia ellos.

La caridad parece un negocio leonino más que una acción desinteresada.

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Existen caridades que infunden odio a la caridad, como hay virtudes que inspiran amor al
vicio.

III

Existen solo dos clases de personas que profesan con sinceridad el catolicismo que son los
viejos por falta de combustible en la máquina y los jóvenes por escasez de lastre en la
mollera. Esto debido a que las personas fingen ser devotos de la religión para tomar de ella
lo que le beneficie según sus intereses. Por eso es que la religión en lugar de actuar como
una fuerza interna que ayude a la persona a ser mejor, sólo sirve de barniz externo para
disimular los vicios.

La mayoría de los católicos son personas hipócritas y acomodaticios que hacen el mal y
piensan que orándole a Dios o yendo a misa se librarían del pecado y serían perdonados
por sus actos malos. Max Radiguet escribe: Si los limeños creen en la misa, también creen
mucho en la plata. Y se puede asegurar que el dinero tenga o no las aguas del bautismo, es
católico, apostólico y romano.

No se deben de alarmar con el catolicismo de las mujeres ya que según el sentir de San
Pablo, estás no deben apartarse del marido aunque sea incrédulo ya que estás profesan una
religión epidérmica, elástica y acomodaticia. La mayoría de ellas se van al cielo en coche,
ya que gozan de una vida fácil a costa del sacrificio ajeno y disfrutando seráficamente del
dinero ilícitamente ganado por sus conyugues.

Todo lo dicho no impide que en las hermandades o cofradías de mujeres existan personas
honorables y sinceras, acreedoras al respeto y veneración, suficientemente anémicas de
cerebro para seguir con éxito la profesión de santas.

IV

Los católicos del Perú poseen muchos privilegios como el de hablar y escribir sin que les
sellen los labios o denuncien sus escritos, congregar y perorar sin que nadie impida ni
disuelva sus reuniones, pero aún así no logran dominar con sus palabras ni interponerse
con sus escritos, ya que haciendo esto no hacen más que introducir variaciones, en las

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viejas tonadas de Balmes. Salen del silogismo para entrar a la divagación y dejan esta
última para entrar a las citas de los Libros Sagrados.

Al no ser útil para la ciencia y carecer de literatura, los católicos se muestran con potencial
y ricos en insultos y procacidad, en la mentira y en la calumnia. Los periodistas católicos
de Lima, Cusco, Arequipa, etc., no son hombres serenos y razonables si no energúmenos
que introducen la cabeza en un albañal y empiezan a sacudirla en todos los sentidos.

Al no representar la fuerza cerebral del país ni la fuerza muscular, no existe una materia de
donde extraer un partido conservador, por falta de un jefe y buenos seguidores. El poder
del clericalismo nacional se mantiene en la impotencia o mala fe de los liberales. Políticos
de ambiciones colosales que contribuyen a que los sacerdotes monopolicen la educación
del pueblo y consoliden su dominación.

Y aunque los defensores de la Religión Católica tuvieran el cerebro de un Spencer y la


musculatura de un Hércules y aunque fueran más numerosos, no impedirían la muerte de lo
condenado a morir.

NUESTROS LIBERALES

El liberalismo es una doctrina política de la cual se abusa y que sirve para disimular
contrabandos que la gente concluye por hacer algunas restricciones al oírse llamar
liberales. Para Spencer la mayor parte de los que ahora se consideran liberales son
conservadores de nueva especie. Hombres liberales que tienen cierta afinidad con los
asuntos religiosos, hombres de este temple vendrían a disgustar del Liberalismo y
contribuir a engrosar las filas de los conservadores.

Toda libertad ganada por el individuo significa un trozo de poder arrebatado de la Iglesia.
Un liberal no puede ser católico, ni un católico puede ser liberal. Los que segregan las
cuestiones sociales o religiosas y se consagran exclusivamente a los negocios políticos,
persiguen una libertad rociada por agua bendita y quieren ganar la tierra sin renunciar a la
esperanza de ir al cielo. Verdaderos oportunistas (o moderados como se nombran ellos
mismos), si les interesa inclinarse a los conservadores, rechazan las transformaciones
violentas y preconizan los medios conciliatorios, si les conviene aproximarse a los
radicales, condenan los acomodos o medidas prudentes y se proclaman revolucionarios. Se

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dice también que toda cuestión política se resuelve en una cuestión moral y toda cuestión
moral entraña una cuestión religiosa. La acción emancipadora tiene que venir doble y
simultáneamente, en el orden religioso y en el político. El verdadero liberal da tantos
golpes a los muros de la iglesia como a los cimientos del Estado.

El Estado, la Iglesia y el Capital enseñan a combatir, pues cuando alguno de los tres se ve
seriamente amenazado por las embestidas populares, los otros dos acuden en su auxilio
para construir el bloque defensivo, esto se debe a que si uno solo claudica, todos los demás
corren el mismo riesgo de sufrir la misma suerte.

II

El partido liberal fue fundado en 1900 se parece a la compostura o reorganización de un


Partido Liberal Democrático que en 1897 nació con el propósito de evolucionar
respetuosamente en la esfera de la constitución y de las leyes. El partido liberal proviene de
una cisión en el Demócrata. Si los liberales de 1897 nacieron con cierta moderación y con
cierta humildad, los liberales de 1900 surgen con aires de bravucones y pujos de
ensoberbecidos. Vivimos en la tierra de ironías: aquí se llama Partido Liberal el grupo en
que los adeptos revientan de puros conservadores, como se nombra a la Tierra del Fuego al
país donde los habitantes se mueren de frío. El partido liberal blasona de haberse originado
del entusiasmo de los universitarios. No se cree mucho en la generación espontánea del
entusiasmo juvenil y se cree que si algún movimiento se inicia en la Universidad esta viene
por acción de fuerzas exteriores. Los hombres públicos tienen cierta afinidad con la
juventud y la clase obrera, todos buscan el cerebro del joven que piensa y el brazo del
ciudadano que trabaja. Pero estos no acuden al llamamiento y es por eso que los liberales
operan en familia. En Lima se comprende que el nombre de Partido Liberal es una simple
bandera para cubrir la carga, que los Liberales accidentalmente reñidos con su jefe
tradicional, son demócratas larvados.

III

(6 años después)

El partido liberal vivió consagrado a una marcha en zis zas, aproximándose


ostensiblemente a los Radicales, pero acercándose solapadamente a los Demócratas, toda
la faena de los Liberales se redujo a una serie de estratagemas tendentes a disimular las

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connivencias con el hombre de San Juan y el contrato Dreyfus. Y se dice que vivió porque
al aliarse públicamente con el Demócrata, desapareció como entidad, siendo absorbido y
anulado. Nadie nos obliga a declararnos liberales o conservadores, ni monárquicos o
republicanos, pero cuando se adhiere a una agrupación y se titulan hombres de doctrina, se
impone la obligación de proceder y otorgarnos a los demás hombres el derecho de exigir
lealtad y buena fe. En la fusión de Liberales y Demócratas no podemos hallar ningún
principio pero si en pensamiento que vendría a ser la conquista del mando. El mandatario
de un país llega al mando con la voluntad unánime de la mayoría de los ciudadanos. El
buen elemento de un partido deja de ser bueno cuando sirve los intereses del partido
adverso. Así pues no se cree en la buena fe de los católicos afiliados al Partido Liberal,
como no se reconoce la sinceridad de los liberales en las filas del Partido Demócrata.

Los partidos liberales y demócratas ofrecen el mismo color político y se hallan en la misma
altura moral. No se debe extrañar si en el Perú no hay Partido Demócrata sin demócratas y
Partido Liberal sin liberales.

El Partido Liberal ha muerto y su muerte causa un bien y un mal: un bien porque


desvanece una entidad que bajo la capa de Liberalismo tentaba una obra de reacción y
retroceso, un mal porque deja en el pueblo la memoria de una mistificación política,
haciéndole desconfiar de una palabra que siempre resonó gratamente en el corazón de las
multitudes.

Toda muerte merece un epitafio, y para Gonzáles Prada este era el siguiente:

‘Aquí yace un partido que no siguió la línea recta ni guardó mucha sustancia gris en el
cerebro.’

NUESTROS MAGISTRADOS

I
En este ensayo Gonzales Prada acusa a los magistrados de haber cometido muchas
injusticias, hace referencia a Mariano Amézaga que fue un escritor y abogado viril, que si
la causa le parecía justa, él lo defendía, pero muchas veces en las peripecias forenses, los
litigantes “católicos” lo despedían por su libro que va en contra de los dogmas de la
religión, y lo llamaban de ser un abogado hereje. En consecuencia Prada exclama que los
leguleyos debían tener grabado en sus placas: “frecuenta sacramentos”

Los abogados viejos, se aferran a las enseñanzas de sus tiempos y declaran que la ciencia
de la sociología es algo que no desean conocer, tienen por principios leyes y decretos, por

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corazón un legajo de suplicos, de ciencia un contubernio de Teología Romanas. No les
interesa la historia natural, ni matemáticas, ni química, etc. No acatan renovaciones, ya que
van agazapados de diplomas guardadas, son como las ovejas tardías, siguen a las
delanteras, como los castores que hacen copias de habitaciones que los demás castores
hicieron, son como otras ostras, nacen, se multiplican y mueren.

En el Perú se concibe difícilmente que un hombre almacene algunos pensamientos de


sabiduría, sin haber obtenido el diploma de abogado, si algún individuo publica un libro o
pronuncia un discurso, por voto nacional se le titula como doctor. Los abogados viven tan
expuestos a la deformación profesional, ya que muchos se corrompen con artimañas y líos,
en la abogacía se han hundidos muchas inteligencias, quizás las mejores del país.

Muchos de ellos sobreviven para el oficio. Hubo en el imperio tanto defensor de justicia,
que hasta mujeres comenzaron a abogar, pero una matrona furiosa de perder un juicio, se
prohibió que las mujeres ejercieran la abogacía.

El abogado escolta siempre al prestamista. Prada manifiesta: Como un solo vaso de


vinagre es más que suficiente para avinagrar un tonel de vino, así la lengua de un abogado
basta y sobre para introducir la incompatibilidad en la colectividad donde reinan la
armonía y la concordia.

II
Nos obligan a infringir impunemente los mil o dos mil artículos del Código Penal. Todo
ciudadano que se viera enredado en una acusación criminal y no tuviera los medios
económicos para inclinar la balanza a su favor, más le valiera una fuga inmediata puesto
que si la justicia clásica llevaba en los ojos una venda, al mismo tiempo que en una mano
tenía la espada y con la otra sostenía una balanza, la justicia criolla posee manos libres para
coger lo que venga y ojos abiertos para ver de qué lado alumbran los soles, porque cuando
de magistrados se trata, no valen pruebas ni derechos, ya que en los juicios intrincados se
rebusca un juez para que anule un sumario, fragüe otro nuevo y pronuncie una sentencia
donde quede absuelto el culpable y salga crucificado el inocente.

Sabiendo cómo se elige la magistratura, se comprende todo. Hay vocales y fiscales que se
eligen ellos mismos, siendo ministros, y hasta en el ramo de Justicia, dejan el cargo por
algunas horas y se hacen proponer o elegir por el colega que les sustituye. Casi siempre
altos puestos judiciales vienen de sospechosos servicios prestados al gobierno.

No hay que negar que hay magistrados justos, que merecen quedarse en sus puestos.

Sin embargo, los vocales gozan de esa veneración divina, en especial los de la suprema,
nadie los mira de igual a igual, nadie los toca, todos les dan el sitio de honor y les prodigan
las consideraciones más exquisitas.

III

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Nada manifiesta más la bajeza de una relajada magistratura, donde la justicia está a favor
de ricos y poderosos

La autocracia de un juez no se destruye ni con trastornos sociales y conmociones políticas,


el juez causa daño sin medir las consecuencias protegiéndose en los códigos y usando las
leyes a su favor, ninguna clase disfruta de más seguridad y privilegios que los magistrados,
que lo ganan todo sin arriesgar nada. Vive seguro de que, triunfaran revolucionarios o
gobiernistas, a pesar de eso, él seguirá disfrutando de honores, influencia, sueldo y
veneración pública.

Al juez lo distinguimos por tener en manos un expediente y dictar una sentencia. Las leyes
por más sencillas y claras que parezcan, sirven las al bribón que al honrado; ¿de qué sirve
buenas leyes con jueces malo?

Antes de establecer la división del trabajo social cada hombre reunía en su persona la triple
función de litigante, magistrado y ejecutor de la sentencia. Hoy las labores se hallan
perfectamente separadas, el juez aplica la ley, el carcelero guarda al culpable, el verdugo
ejecuta la sentencia.

La Magistratura no admite drenaje. Desde el excelentísimo de la Suprema hasta el usía de


Primera Instancia, Todos los magistrados llevan inscrito en la frente no me toquen, y no los
tocan, chicos y grandes los veneran como a sacerdotes religiosos. Alguien afirmó que el
pico de Teide el fragmento de una cordillera. Si la sociedad peruana se hundiera mañana en
un mar de sangre, escaparía la Magistratura: es nuestro Pico de Teide.

NUESTROS LEGISLADORES

Durante la legislatura de 1906 un senador afirmó en plena cámara que es inútil oponerse a
algún plan o proyecto que venga del ejecutivo pues es seguro que todo proyecto que venga
del Ejecutivo siempre ha de aprobarse, cualesquiera que sean sus consecuencias. Desde los
comienzos de la vida republicana, las Cámaras Legislativas hicieron un papel tan
degradante y servil, que muchos diputados y senadores merecieron figurar en la
servidumbre de Palacio. Las Senadurías y diputaciones dejan de ser cargos temporales y
van constituyéndose como prebendas inamovibles. En cada miembro del Poder Legislativo
hay un enorme parásito con su innumerable colonia de subparásitos, una especie de animal
colectivo y omnívoro que succiona los jugos vitales de la Nación.

El Ministro de Hacienda de ese entonces declaró ante las Cámaras Legislativas que muchas
obras públicas de urgente necesidad eran aplazadas indefinidamente, porque el dinero que

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asignado para ellas se convertía en pagar Congresos ordinarios y extraordinarios. Los
honorables legisladores al enterarse de ello, alevosamente en sesión secreta, se adjudicaron
la renta anual de tres mil seiscientos soles. Se podían hacer muchas cosas buenas para el
sector público con el dinero malgastado en pagarle a los legisladores que solo fomentan la
logorrea parlamentaria y el pliego de interpelaciones formuladas por un senador
oposicionista.

II

Nos preguntamos aquí ¿de qué nos sirven los congresos? Sirven de prueba irrefutable para
manifestar la incurable tontería de la muchedumbre, al dejarse dominar por un grupo de
personas sin la más mínima concepción de lo justo y que solo se preocupan por ganar
dinero y no por el bien del pueblo. En la mayoría de países con orbe civilizado, el sistema
parlamentario abriga la ilusión de iniciar y afianzar el reinado de libertad. Como un
autócrata domina por la fuerza, un presidente constitucional puede ejercer tiránicamente el
mando, apoyándose en cámaras de servidores abyectos y mercenarios. Congresos así
tuvimos en el Perú. Venga de un solo individuo o de una colectividad, la tiranía es tiranía.

Los congresos sucederán a los congresos pareciéndose los unos a los otros y nuestros
legisladores seguirán legislando, sin averiguar si causan admiración o menosprecio de
parte del pueblo o sin averiguar si el país acepta o rechaza las leyes.

Gonzáles Prada indica que son más de 80 años que los legisladores viven sin hacer algo
productivo y que solo crean ridículas leyes que en nada beneficia al país y solo están en
esos puestos por el dinero, mas no por el amor a la patria, vayan a hacer labores cotidianos
que la mayoría de la gente hace para poder sobrevivir.

Gonzales Prada indica también que la vergüenza del Perú no está en haber sido arrollado y
mutilado por Chile. El oprobio y la ignominia provienen de seguir soportando el yugo de
tanto orador sin oratoria, de tanto moralizador sin moral, de tanto sabio sin sabiduría.

Cuando transcurran los tiempos, cuando las nuevas generaciones divisen las cosas desde su
verdadero punto de mira, las gentes se admirarán de ver cómo pudo existir nación tan
desdichada para servir de juguete a bufones y criminales tan pequeños.

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APRECIACION CRÍTICA

Un libro muy interesante y complejo que abarca temas de nuestro Perú a finales del siglo
XIX y que debe ser leído con urgencia por todos los peruanos ya que nuestra realidad de
hoy en día nos sigue demostrando que muchos de los problemas que Gonzáles Prada
denunciaba en esos tiempos aún continúan presentes y que nos sirve también para poder
saber ¿cuánto hemos mejorado como país? y ¿cuánto nos falta por cambiar? Aquí también
el autor examina y critica diversos personajes, agrupaciones y aspectos de nuestra sociedad
como los aristocráticos, partidos políticos, periodistas, legisladores, magistrados, católicos
y autoridades eclesiásticas. En donde uno tras otro son juzgados y denunciados por el autor
sin ningún reparo alguno.

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