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EXP. N.

° 4677-2004-PA/TC
LIMA
CONFEDERACIÓN GENERAL DE TRABAJADORES DEL PERÚ

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 7 días del mes de diciembre de 2005, la Primera Sala del Tribunal Constitucional, integrada por los
magistrados Alva Orlandini, Presidente; Gonzales Ojeda y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP)
contra la sentencia de la Sexta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 137, su fecha 26 de abril de 2004,
que declaró infundada la demanda de amparo de autos.

ANTECEDENTES

La recurrente, con fecha 14 de febrero de 2003, interpone demanda de amparo contra la Municipalidad
Metropolitana de Lima, solicitando que se declare inaplicable el Decreto de Alcaldía N.º 060-2003, que declara zona rígida
para cualquier tipo de concentración pública el sector de máxima protección dentro del centro histórico de Lima, delimitado
por el río Rímac, las avenidas Tacna, Nicolás de Piérola y Abancay, sin incluir éstas, pues considera que vulnera sus
derechos fundamentales de reunión y de participación política.

La emplazada contesta la demanda manifestando que la cuestionada norma ha sido expedida en cumplimiento del
artículo 3º de la Ley N.º 23853 –Ley Orgánica de Municipalidades– (a la fecha derogada), que obliga a la municipalidad a
fomentar el bienestar de los vecinos; el inciso 4) del artículo 11º de la misma ley que establece la competencia del gobierno
local para pronunciarse sobre asuntos relacionados con turismo y conservación de monumentos arqueológicos e históricos;
el inciso 13) de su artículo 65º, que le exige procurar, conservar y administrar, en su caso, los bienes de dominio público,
como caminos, puentes, plazas, avenidas, paseos, jardines, edificios públicos y otros análogos; y los incisos 11) y 12) de su
artículo 67º que le otorgan competencia, respectivamente, para promover y asegurar la conservación y custodia del
patrimonio cultural local y la defensa y conservación de los monumentos arqueológicos, históricos y artísticos; y para
fomentar el turismo, restaurar el patrimonio histórico local y cuidar de su conservación.
Sostiene que el centro histórico ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO y que, por
ende, debe ser protegido de conformidad con lo establecido por el artículo 21º de la Constitución. Alega que la norma
cuestionada tiene carácter preventivo y declarativo, pues la Municipalidad no puede desconocer las competencias que
corresponden a la Prefectura, encargada de autorizar las reuniones en lugares públicos.

Aduce que el derecho de reunión no es un derecho absoluto e ilimitado, y que las manifestaciones violentas en las
que incurre la demandante, vulneran el derecho de propiedad, el libre tránsito, la integridad personal, el derecho al trabajo y
la seguridad personal. Manifiesta que existen otras zonas de Lima en las que la recurrente puede ejercer su derecho de
reunión.

El Décimo Cuarto Juzgado Civil de Lima, con fecha 28 de abril de 2003, declaró infundada la demanda, por
considerar que la norma cuestionada se sustenta en el literal f) del artículo 132º de la Ordenanza 062, del 18 de agosto de
1994, que prohibe las concentraciones masivas de personas que cierren las vías públicas en el centro histórico de la ciudad
de Lima, y en el literal b) del artículo 1º de la misma Ordenanza, que establece que el centro histórico merece un tratamiento
especial con el fin de reducir drásticamente la presión del tránsito automotor, el comercio en la vía pública y los usos
incompatibles y la concentración de actividades que ocasionalmente causen su deterioro.

La recurrida confirma la apelada, por los mismos fundamentos, agregando que la UNESCO ha declarado al centro
histórico de Lima como Patrimonio Cultural de la Humanidad, haciendo necesario el dictado de normas que permitan su
conservación, de conformidad con el artículo 21º de la Constitución.

FUNDAMENTOS

§1. Delimitación del petitorio

1. La recurrente solicita que se declare inaplicable el Decreto de Alcaldía N.º 060-2003, que declara zona rígida para
cualquier tipo de concentración pública el sector de máxima protección dentro del centro histórico de Lima, delimitado
por el río Rímac, las avenidas Tacna, Nicolás de Piérola y Abancay, sin incluir éstas, pues considera que vulnera sus
derechos fundamentales de reunión y de participación política.

Se trata de una demanda de amparo interpuesta directamente contra una norma, motivo por el cual, tomando en cuenta
lo establecido por el artículo 200º 2 de la Constitución (“No procede [la demanda de amparo] contra normas legales.”),
es preciso que este Tribunal se pronuncie con relación a si dicho precepto exige la declaración de improcedencia de la
demanda, sin posibilidad de ingresar a evaluar el fondo del asunto planteado.

§2. Imposibilidad de ejercer un control de constitucionalidad concentrado de las normas en los procesos de amparo

2. Una lectura literal de la parte pertinente del artículo 200º 2 de la Constitución, permitiría sostener que no resulta
aplicable al caso de autos. Y es que mientras la referida disposición constitucional alude a la imposibilidad de plantear
amparos contra “normas legales”, la disposición cuestionada en el presente caso no es una norma legal o de rango
legal, sino reglamentaria y, consecuentemente, infralegal. En efecto, tal como lo dispone el artículo 42º de la Ley N.º
27972 –Ley Orgánica de Municipalidades (LOM)–:
“Los decretos de Alcaldía establecen normas reglamentarias y de aplicación de las ordenanzas, sancionan los
procedimientos necesarios para la correcta y eficiente administración municipal y resuelven o regulan asuntos de
orden general y de interés para el vecindario, que no sean de competencia del concejo municipal.”

Sin embargo, este Colegiado aprecia, tras una interpretación teleológica del aludido artículo 200º 2 de la Carta
Fundamental, que esta disposición tiene por propósito evitar que el proceso constitucional de amparo se convierta en
una vía en la que pueda enjuiciarse, en abstracto, la validez constitucional de la generalidad de las normas (no sólo las
legales), con el propósito de, determinada su inconstitucionalidad, expulsarlas del ordenamiento jurídico, pues dicho
cometido ha sido reservado constitucionalmente al proceso de inconstitucionalidad (artículo 200º 4) –en lo que a las
normas de rango legal respecta–, y al proceso de acción popular (artículo 200º 5) –en lo que a las normas de rango
infralegal se refiere–[1].

Así las cosas, siendo el presente un proceso de amparo, no es posible evaluar la constitucionalidad del decreto de
alcaldía cuestionado desde una perspectiva abstracta.

§3. Procedencia del amparo contra normas autoaplicativas

3. Empero, tal como tiene establecido este Tribunal en uniforme y reiterada jurisprudencia [2], la improcedencia del
denominado “amparo contra normas”, se encuentra circunscrita a los supuestos en los que la norma cuya
inconstitucionalidad se acusa sea heteroaplicativa, es decir, aquella cuya aplicabilidad no es dependiente de su sola
vigencia, sino de la verificación de un posterior evento, sin cuya existencia, la norma carecerá, indefectiblemente, de
eficacia, esto es, de capacidad de subsumir, por sí misma, algún supuesto fáctico en su supuesto normativo.

Es evidente que en tales casos no podrá alegarse la existencia de una amenaza cierta e inminente de afectación a los
derechos fundamentales, tal como lo exige el artículo 2º del Código Procesal Constitucional (CPConst.), ni menos aún
la existencia actual de un acto lesivo de tales derechos. De ahí que, en dichos supuestos, la demanda de amparo
resulte improcedente.

4. Distinto es el caso de las denominadas normas autoaplicativas, es decir, aquellas cuya aplicabilidad, una vez que han
entrado en vigencia, resulta inmediata e incondicionada. En este supuesto, cabe distinguir entre aquellas normas cuyo
supuesto normativo en sí mismo genera una incidencia directa sobre la esfera subjetiva de los individuos (v.g. el artículo
1º del derogado Decreto Ley N.º 25446:“Cesar, a partir de la fecha, a los Vocales de las Cortes Superiores de los
Distritos Judiciales de Lima y Callao que se indican, cancelándose los Títulos correspondientes: (...)”), y aquellas otras
que determinan que dicha incidencia se producirá como consecuencia de su aplicación obligatoria e incondicionada
(v.g. el artículo 2º del Decreto Ley N.º 25454: “No procede la Acción de Amparo dirigida a impugnar directa o
indirectamente los efectos de la aplicación del Decretos Leyes Nºs. 25423, 25442 y 25446.”). En el primer caso, el
amparo contra la norma procederá por constituir ella misma un acto (normativo) contrario a los derechos fundamentales.
En el segundo, la procedencia del amparo es consecuencia de la amenaza cierta e inminente a los derechos
fundamentales que representa el contenido dispositivo inconstitucional de una norma inmediatamente aplicable.

Ambos casos se encuentran previstos en el artículo 3º del CPConst., que dispone:


“Cuando se invoque la amenaza o violación de actos que tienen como sustento la aplicación de una norma
incompatible con la Constitución, la sentencia que declare fundada la demanda dispondrá, además, la
inaplicabilidad de la citada norma.” (subrayado agregado).
En tal sentido, sea por la amenaza cierta e inminente, o por la vulneración concreta a los derechos fundamentales que
la entrada en vigencia que una norma autoaplicativa representa, la demanda de amparo interpuesta contra ésta deberá
ser estimada, previo ejercicio del control difuso de constitucionalidad contra ella, y determinándose su consecuente
inaplicación.

5. En suma, tratándose de una disposición que establece restricciones al derecho fundamental de acceso a la justicia,
como manifestación de la tutela jurisdiccional efectiva (artículo 139º 3 de la Constitución), el impedimento para plantear
una demanda de amparo contra normas, previsto en el artículo 200º 2 de la Constitución, debe ser interpretado bajo un
criterio pro actione, de manera tal que, en ningún caso, la persona afectada o amenazada en sus derechos
fundamentales por una norma autoaplicativa, se encuentre inerme e indefensa frente a ella.

6. Así las cosas, corresponde evaluar qué clase de norma, desde el punto de vista de su eficacia, es el decreto de Alcaldía
impugnado, pues sólo en caso de que se trate de una norma autoaplicativa, este Colegiado podrá ingresar a merituar el
fondo del asunto.

§4. El Decreto de Alcaldía N.º 060-2003 como norma autoaplicativa

7. El Decreto de Alcaldía N.º 060-2003 es una norma autoaplicativa, pues no sólo resulta —tal como quedó dicho en el
Fundamento 2, supra— que se trata de una norma reglamentaria (prima facie, ejecutiva), sino que, dentro de esta
categoría, se trata de un reglamento secundumlegem. Y tal como tiene expuesto este Colegiado,
“los llamados reglamentos secundumlegem, de ejecución, o reglamentos ejecutivos de las leyes, (...) están
llamados a complementar y desarrollar la ley que los justifica y a la que se deben”[3],
generando, por lógica consecuencia, una incidencia directa sobre la esfera subjetiva de las personas a las que haya de
extenderse su ámbito normativo.

En efecto, de una simple lectura de los cuatro artículos del decreto de alcaldía, se aprecia que su objetivo consiste en
reglamentar la Ordenanza Municipal N.º 062-MML, expedida por la Municipalidad Metropolitana de Lima (MML), el 18
de agosto de 1994, en lo que respecta a la regulación de las concentraciones masivas en el Centro Histórico de Lima:
“Artículo Primero.- Precisar que es de competencia de la Municipalidad Metropolitana de Lima, la
autorización a que se refiere el inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza N.º 062-MML, Reglamento de la
Administración del Centro Histórico de Lima.
Artículo Segundo.- Declarar Zona rígida para cualquier tipo de concentración pública el sector de máxima
protección reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO dentro del Centro Histórico
de Lima, delimitado por el río Rímac, las avenidas Tacna, Nicolás de Piérola y Abancay, sin incluir éstas, de
acuerdo al plano adjunto que forma parte del presente Decreto y dentro de los alcances de la Ordenanza Nº
062-MML, Reglamento de la Administración del Centro Histórico de Lima y la Ley de Amparo al Patrimonio
Cultural de la Nación Nº 24047.
Artículo Tercero.- Encargar el cumplimiento de la presente disposición a PROLIMA en coordinación con las
Direcciones Municipales de Desarrollo Urbano, Educación y Cultura, Seguridad Ciudadana, Comercialización
y Defensa al Consumidor, Fiscalización y Control, Servicios a la Ciudad y el Comité de Defensa Judicial de la
Municipalidad Metropolitana de Lima.
Artículo Cuarto.- Invocar a las autoridades del Ministerio Público, Policía Nacional y Prefectura de Lima,
para que dentro de su competencia, presten el apoyo necesario para el cumplimiento del presente Decreto
de Alcaldía.”[4]

8. En consecuencia, el hecho de que los demandantes no hayan cuestionado un acto concreto de aplicación del referido
decreto, no es óbice para que el Tribunal Constitucional ingrese en la evaluación de su constitucionalidad, puesto que su
naturaleza autoaplicativa, es decir, su potencial aplicabilidad inmediata e incondicionada, da lugar a la amenaza cierta e
inminente de que dicha aplicación se verifique, pudiendo dar lugar a la afectación de los derechos fundamentales de los
miembros de la recurrente, en caso de que, tras ingresar a evaluar su contenido normativo, se colija su incompatibilidad
con el contenido constitucionalmente protegido de alguno(s) de aquellos.

§5. Competencia para evaluar la constitucionalidad del inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-
MML

9. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que no siempre la reglamentación de una ley o norma con rango de ley, implica la
naturaleza heteroaplicativa de ésta, puesto que el reglamento puede simplemente haber incidido, ejecutivamente, en la
precisión o complementación de algún supuesto normativo que, no obstante, en sí mismo, resultaba ya autoaplicativo.

10. Tal es el caso del inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML en su relación con el Decreto de
Alcaldía N.º 060-2003. En efecto, el inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML, establece:
“Artículo 132º.- Para regular el tránsito y garantizar la seguridad vial, se deben tomar en cuenta las siguientes
medidas: (...) f) No se permiten, las concentraciones masivas de personas o equipos que cierren las vías
públicas en el Centro Histórico, salvo cuando se trate de eventos tradicionales debidamente autorizados. En
tal caso se propondrán vías alternativas.”

Como se observa, el decreto de alcaldía no constituye la vía normativo-ejecutiva de una norma heteroaplicativa, sino la
precisión o complementación de su supuesto normativo autoaplicativo, señalando que la proscripción relativa de permitir
concentraciones públicas en las vías del Centro Histórico (pues el artículo 132º admite una excepción en caso de
eventos tradicionales), se convierte en absoluta en el sector delimitado por el río Rímac, las avenidas Tacna, Nicolás de
Piérola y Abancay, sin incluir éstas, según reza el artículo 2º del Decreto de Alcaldía 060-2003.

11. En consecuencia, dada la inmediata vinculación (conexidad) entre ambas normas (el inciso f del artículo 132º de la
Ordenanza Municipal N.º 062-MML y el Decreto de Alcaldía N.º 060-2003) y su naturaleza autoaplicativa, este Tribunal
es competente para ingresar a evaluar la constitucionalidad de ambas.

§6. Presupuestos para la consolidación y estabilidad de una sociedad democrática

12. En reiteradas ocasiones, este Tribunal ha destacado que, tal como se desprende del artículo 43º de la Constitución, el
Estado peruano es un Estado social y democrático de derecho.

El principio democrático, inherente al Estado Constitucional, alude no sólo al reconocimiento de que toda competencia,
atribución o facultad de los poderes constituidos emana del pueblo (principio político de soberanía popular) y de su
voluntad plasmada en la Norma Fundamental del Estado (principio jurídico de supremacía constitucional), sino también
a la necesidad de que dicho reconocimiento originario se proyecte como una realidad constante en la vida social del
Estado, de manera tal que, a partir de la institucionalización de los cauces respectivos, cada persona, individual o
colectivamente considerada, goce plenamente de la capacidad de participar de manera activa “en la vida política,
económica, social y cultural de la Nación”, según reconoce y exige el artículo 2º 17 de la Constitución.

La democracia se fundamenta pues en la aceptación de que la persona humana y su dignidad son el inicio y el fin del
Estado (artículo 1º de la Constitución), por lo que su participación en la formación de la voluntad político-estatal, es
presupuesto indispensable para garantizar el máximo respeto a la totalidad de sus derechos constitucionales.

Desde luego, consustancial a tal cometido es el reconocimiento de un gobierno representativo y del principio de
separación de poderes (artículo 43º de la Constitución), de mecanismos de democracia directa (artículo 31º de la
Constitución), de instituciones políticas (artículo 35º de la Constitución), del principio de alternancia en el poder y de
tolerancia[5]; así como de una serie de derechos fundamentales cuya vinculación directa con la consolidación y
estabilidad de una sociedad democrática, hace de ellos, a su vez, garantías institucionales de ésta. Entre éstos se
encuentran los denominados derechos políticos, enumerados en los artículos 2º 17 y 30º a 35º, los derechos a las
libertades de información, opinión e información (artículo 2º 4), de acceso a la información pública (artículo 2º 5), de
asociación (artículo 2º 13) y de reunión, previsto en el artículo 2º 12º de la Carta Fundamental.

Una sociedad en la que no se encuentren plenamente garantizados estos derechos, sencillamente, o no es una
comunidad democrática, o su democracia, por incipiente y debilitada, se encuentra «herida de muerte».

§7. Definición del derecho fundamental de reunión

13. Concretamente, la recurrente ha alegado la afectación del derecho fundamental de reunión. Dicho derecho se encuentra
reconocido en el artículo 2º 12 de la Constitución, conforme al cual
“Artículo 2º.- Toda persona tiene derecho: (...) 12) A reunirse pacíficamente sin armas. Las reuniones en
locales privados o abiertos al público no requieren aviso previo. Las que se convoquen en plazas o vías
públicas exigen anuncio anticipado a la autoridad, la que puede prohibirlas solamente por motivos probados
de seguridad o de sanidad públicas.”

14. El derecho de reunión puede ser definido como la facultad de toda persona de congregarse junto a otras, en un lugar
determinado, temporal y pacíficamente, y sin necesidad de autorización previa, con el propósito compartido de exponer
y/o intercambiar libremente ideas u opiniones, defender sus intereses o acordar acciones comunes.

En tal sentido, aunque (como luego podrá observarse con nitidez) los elementos que configuran el derecho de reunión,
determinan, sin lugar a dudas, que la libertad de expresión y la libertad de reunión,strictu sensu, gocen de un contenido
constitucionalmente distinto[6], la estrecha relación reunión-manifestación, genera una singular vinculación entre ambos,
al extremo de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), ha destacado una instrumentalidad mutua, por
así decirlo, “de ida y vuelta”. En efecto, en el caso Rekvényi, el referido Tribunal sostuvo que
“la libertad de expresión constituye uno de los medios principales que permite asegurar el disfrute efectivo del
derecho a la libertad de reunión y de asociación.”[7]
Para luego señalar, en el caso Stankov, que
“la protección de las opiniones y de la libertad de expresarlas constituye uno de los objetivos de la libertad de
reunión.”[8]

§8. Contenido constitucionalmente protegido del derecho fundamental del reunión

15. El contenido constitucionalmente protegido del derecho viene configurado por la conjunción de una serie de elementos:
a) Subjetivo: Se trata de un derecho individualmente titularizado, pero sólo susceptible de ejercitarse de manera
colectiva. Lo ejercita una agrupación de personas con fines o propósitos, en esencia, comunes. La identidad básica
de la intención de quienes se congregan, es decir, el factor volitivo común de los agrupados, es el que permite
distinguir la reunión constitucionalmente protegida por el artículo 2º 12 de la Constitución, de aquellas meras
aglomeraciones casuales de individuos a quienes no asiste tal identidad. Por ello, buenos ejemplos del ejercicio del
derecho de reunión son el encuentro de los miembros sindicalizados para protestar por un hacer o no hacer de su
empleador o empleadores, las marchas de los colectivos a quienes une el sentimiento de repudio frente a una
medida adoptada por un poder público, las procesiones organizadas por los miembros de un determinado credo, los
mítines coordinados por las agrupaciones políticas, etc.

b) Temporal: Una de las características del derecho de reunión es la manifestación temporal o efímera de su ejercicio,
incluso en los supuestos en los que tal manifestación sea periódica. Tal característica es uno de los principales
factores que permite distinguirlo del derecho de asociación, reconocido en el artículo 2º 13 de la Constitución, al que
inspira un ánimo de permanencia o, cuando menos, una determinada continuidad en el tiempo. De otra parte, a
diferencia de lo que ocurre con el derecho de reunión, el ejercicio del derecho de asociación, y el consecuente pacto
asociativo, da lugar a la aparición de una entidad jurídica, distinta de las personas que la conforman.

c) Finalista: Es requisito fundamental para el válido ejercicio del derecho de reunión que su finalidad sea lícita. Dicha
licitud no sólo debe ser predicable del propósito último de la reunión, sino de los medios cómo éste pretende ser
alcanzado. Y es que cuando el artículo 2º 12 de la Constitución alude a que el modus de la reunión se materializa
“pacíficamente sin armas”, hace referencia a un requisito que atañe al contenido esencial del derecho, de manera tal
que, desde el mismo instante en el que se manifiesta algún elemento objetivo que permita apreciar la
intencionalidad o concreta actividad violenta durante la congregación, el o los individuos involucrados en el evento,
dejan de encontrarse inmersos en el ámbito protegido del derecho, pudiendo ser reprimidos de forma inmediata,
mediante medidas razonables y proporcionales, por la autoridad pública. De esta manera, resulta manifiesto que el
mínimo daño intencionalmente provocado a los bienes o personas, no forma parte del ejercicio válido del derecho.

d) Real o espacial: El derecho de reunión se ejerce en un lugar de celebración concreto. Así, el artículo 2º 12 de la
Constitución establece que éstos lugares pueden ser locales privados, locales abiertos al público, así como plazas o
vías públicas. La selección del lugar en el que se lleve a cabo la congregación es vital para el libre ejercicio del
derecho, puesto que muchas veces éste sólo puede alcanzar su propósito en atención a la proximidad física de los
reunidos con aquellas personas o entidades destinatarios de las ideas, reclamos, pedidos, loas, etc. En otras
ocasiones, el lugar escogido es representativo de la expresión o manifestación misma a la que la reunión sirve de
instrumento. Resulta claro, sin embargo, que la elección del lugar no siempre puede quedar a discreción de la
voluntad del celebrante, pues, en ocasiones, es el lugar escogido el que determina, ante el objetivo riesgo de
afectación de determinados bienes constitucionalmente protegidos, la aparición de una causa objetiva y suficiente
para restringir o prohibir la reunión.

e) Eficacia inmediata: El hecho de que, a diferencia de las reuniones en locales privados o abiertos al público, el
artículo 2º 12 de la Constitución exija un anuncio previo a la autoridad para realizar reuniones en plazas y vías
públicas, puede llevar a la errónea impresión de que para el ejercicio de este último tipo de reuniones es
imprescindible la autorización previa de algún representante gubernativo, siendo, en consecuencia, un derecho
mediatizado en su manifestación a la anticipada aquiescencia expresa de la autoridad pública.
Pues nada escapa de manera más evidente a la constitucional configuración del derecho sub examine. En efecto, el
derecho de reunión es de eficacia inmediata y directa, de manera tal que no requiere de ningún tipo de autorización
previa para su ejercicio.
Lo que ocurre es que, en el caso específico de las reuniones convocadas en plazas o vías públicas, el constituyente
ha establecido un instrumento expreso de armonización entre su ejercicio y las eventuales restricciones a otros
derechos que éste represente, de manera tal que ordena que la autoridad tome noticia del evento con antelación
suficiente a efectos de que tome las providencias necesarias para que el derecho al libre tránsito (artículo 2º 11 de la
Constitución) no se vea limitado más allá de lo estrictamente necesario, habilitando vías alternas de circulación,
además de adoptar las medidas necesarias para proteger a los manifestantes y asumir una conducta vigilante y, de
ser el caso, proporcionalmente represiva, frente a las eventuales afectaciones a la integridad personal de terceros o
de los bienes públicos o privados.
Así las cosas, no cabe confundir la exigencia de aviso previo, con un supuesto sometimiento del derecho de reunión
a la necesidad de una autorización previa de la autoridad administrativa, la cual, de ser exigida, resultará
manifiestamente inconstitucional[9].

§9. Límites y restricciones al derecho fundamental de reunión

16. El derecho de reunión, sin embargo, como todo derecho fundamental, no es un derecho absoluto o ilimitado. Así lo tiene
expuesto el propio artículo 2º 12 de la Constitución, cuando permite a la autoridad prohibir su materialización “por
motivos probados de seguridad o de sanidad públicas”. Desde luego, cuáles sean esos concretos “motivos probados” o
los alcances específicos de lo que deba entenderse por “seguridad pública” o “sanidad pública”, deberá ser evaluado a la
luz de cada caso concreto. Empero, ello no es óbice para que este Tribunal pueda desarrollar algunas pautas sobre los
límites del derecho de reunión.

9.1 Los límites del derecho de reunión a la luz de la Convención Americana de Derechos Humanos

17. En primer término, dado que toda disposición constitucional que reconozca un derecho fundamental debe ser
interpretada a luz de los tratados internacionales sobre derechos humanos (Cuarta Disposición Final y Transitoria de la
Constitución), debe tenerse en cuenta, de modo particular, el artículo 15º de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos[10], que establece:
“Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de tal derecho sólo puede estar sujeto a
las restricciones previstas por la ley, que sean necesarias en una sociedad democrática, en interés de la
seguridad nacional, de la seguridad o del orden públicos, o para proteger la salud o la moral públicas o los
derechos o libertades de los demás.”

Cabe, por tanto, concluir que la “seguridad pública” prevista en el artículo 2º 12 de la Constitución como límite del
derecho de reunión, no sólo queda referida a la seguridad ciudadana, sino también, en los términos de la Convención, a
la seguridad nacional. Asimismo, en el ámbito de la sanidad pública a la que hace alusión la Constitución, debe
incorporarse la protección de la salud pública, en los concretos alcances que vengan justificados por las circunstancias
específicas de cada caso. Y, finalmente, a partir de una interpretación sistemática de los preceptos internos e
internacionales sobre la materia, queda claro que los límites susceptibles de oponerse al derecho de reunión alcanzan a
las razones de orden público y al respeto de los derechos y libertades fundamentales de terceros; como, por lo demás,
viene impuesto a partir de una interpretación unitaria de la propia Carta Fundamental (principio de unidad de la
Constitución).

9.2. La exigencia de prohibir o restringir el derecho de reunión por “motivos probados”.


18. En todo caso, tal como lo establece el artículo 2º 12 de la Constitución, los motivos que se aleguen para prohibir o
restringir el derecho de reunión, deben ser “probados”. No deben tratarse, en consecuencia, de simples sospechas,
peligros inciertos, ni menos aún de argumentos insuficientes, antojadizos o arbitrarios; sino de razones objetivas,
suficientes y debidamente fundadas. Y es que, como ha señalado correctamente nuestro homólogo español,
“si existieran dudas sobre si tal ejercicio en un caso determinado puede producir los efectos negativos contra
el orden público con peligro para personas y bienes u otros derechos y valores dignos de protección
constitucional, aquellas tendrían que resolverse con la aplicación del principio o criterio de favorecimiento del
derecho de reunión (favor libertatis), sin que baste para justificar su modulación o prohibición la mera
sospecha o la simple posibilidad de que se produzcan dichos resultados”.[11]

En tal sentido, debe tenerse presente que la prohibición debe ser la última ratio a la que puede apelar la autoridad
administrativa para limitar el derecho, debiendo optar, de ser posible, por medidas simplemente restrictivas, tales como
proponer la modificación del lugar, fecha, hora, duración o itinerario previsto.

Se trata, en suma, de que la prohibición o establecimiento de restricciones al ejercicio del derecho de reunión se
encuentren debidamente motivadas por la autoridad competente, caso por caso, de manera tal que el derecho sólo se
vea restringido por causas válidas, objetivas y razonables (principio de razonabilidad), y, en modo alguno, más allá de lo
que resulte estrictamente necesario (principio de proporcionalidad).

9.3 El derecho de reunión en tiempos de elecciones.


19. El Tribunal Constitucional considera que un factor de indiscutible relevancia al momento de que la autoridad
administrativa meritúe los avisos previos de celebración de una reunión en una plaza o vía pública, es el contexto socio-
político en el que ésta pretenda ser llevada a cabo. En efecto, tal como ha señalado la Defensoría del Pueblo,
“la vigencia del derecho de reunión y manifestación es esencial para la existencia de un Estado democrático,
pues permite a las personas la libre expresión de sus ideas y opiniones, en especial de naturaleza política.”[12]

De ahí que los alcances de los límites a este derecho fundamental, deberán resultar particularmente restringidos en
tiempos de elecciones, pues son épocas en las que la necesidad de la expresión e intercambio de ideas, tanto de las
agrupaciones políticas, en particular, como de la ciudadanía, en general, alcanza su punto más elevado. Las primeras
(agrupaciones políticas), actúan en procura de materializar su legítimo derecho pasivo de elección y dar lugar a la
alternancia en el poder, y la segunda (ciudadanía), con el ánimo —imprescindible por cierto en una sociedad
democrática— de apoyar a su alternativa eleccionaria o, en su caso, de transmitir su disconformidad, parcial o total, con
la gestión del gobierno saliente, exponiendo, de esta manera, los cambios que juzga prudentes.

20. No en vano han sido las leyes orgánicas de elecciones las que se han ocupado expresamente del derecho de reunión.
Tal es el caso, por ejemplo, de los artículos 358º y 359º de la Ley N.º 26859 —Ley Orgánica de Elecciones—:
“Artículo 358º.- El derecho de reunión se ejercita de manera pacífica y sin armas, conforme a las siguientes
normas:
a) En locales cerrados, sin aviso alguno a la autoridad.
b) En lugares de uso público, mediante aviso dado por escrito con cuarenta y ocho horas de
anticipación a la autoridad pública respectiva, indicando el lugar, el recorrido, la hora y el objeto de la
reunión o del desfile, en su caso, para el mantenimiento de las garantías inherentes al orden público.
(...)

Artículo 359.- Está prohibido realizar, simultáneamente, más de una manifestación en lugares públicos de
una misma ciudad, salvo que se realicen en sectores separados, por más de un kilómetro de distancia. La
decisión corresponde a la autoridad política respectiva, la que establece la preferencia de acuerdo con el
orden en que se hayan recibido los avisos.”

Se trata de medidas que, por razonables y proporcionales, este Colegiado juzga constitucionales.

21. Es sobre la base de estas premisas que el Tribunal Constitucional ingresa a evaluar la constitucionalidad o
inconstitucionalidad del inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza N.º 062-MML y del Decreto de Alcaldía N.º 060-2003.

§10. Análisis de constitucionalidad del inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML

22. Como quedó dicho, el inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza N.º 062-MML, establece:
“No se permiten las concentraciones masivas de personas o equipos que cierren las vías públicas en el
Centro Histórico, salvo cuando se trate de eventos tradicionales debidamente autorizados. En tal caso se
propondrán vías alternativas.”

El área comprendida por el denominado Centro Histórico se encuentra descrita en el artículo 25º de la Ordenanza N.º
062-MML.

10.1 Principios de razonabilidad y proporcionalidad como parámetros para determinar la validez de los límites a los
derechos fundamentales

23. La razón fundamental alegada por la MML para justificar la proscripción de cualquier tipo de congregación de personas
en el Centro Histórico de Lima (con la excepción prevista en el artículo 25º: “salvo cuando se trate de eventos
tradicionales debidamente autorizados” [sic]), es su declaración como patrimonio cultural de la humanidad (UNESCO: 12
de diciembre de 1991). En tal medida, sostiene que la disposición se encuentra amparada por el artículo 21º de la
Constitución[13].

24. Este Tribunal ha tenido ocasión de resaltar la vital importancia de la Constitución cultural, de los derechos culturales y
del patrimonio cultural[14]. En efecto, se ha destacado que el artículo 21º de la Constitución, junto con su artículo 1º (que
reconoce el respeto por la dignidad humana como el fin supremo de la sociedad y del Estado) y 2º 19 (que reconoce el
derecho fundamental a la identidad étnica y cultural),
“constituyen la dimensión principal del contenido cultural de nuestra Constitución, es decir, el conjunto de
rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un
grupo social; el cual abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos,
los sistemas de valores, las tradiciones y creencias.”[15]
En atención a ello, no puede caber la menor duda de la necesidad de brindar a nuestro patrimonio cultural (material e
inmaterial) la máxima protección necesaria, a efectos de que quede garantizado no sólo su valor histórico, sino también
el valor intrínseco que, en comunión con otros factores, dota de identidad y unidad a nuestra nación.

25. Sin embargo, como no podría ser otro modo, con el mismo énfasis, este Colegiado ha sostenido que la obligación de
respetar, reafirmar y promover las manifestaciones culturales (incluyendo, desde luego, el patrimonio cultural), debe
desarrollarse siempre
“dentro del marco de respeto a los derechos fundamentales, los principios constitucionales y los valores
superiores que la Constitución incorpora.”[16]

En tal sentido, no puede permitirse que so pretexto de relevar ámbitos protegidos por nuestra Carta Fundamental, se
sacrifique el contenido constitucionalmente protegido de algún derecho fundamental. Hacerlo, implicaría generar un
desequilibrio repudiado por la configuración unitaria de nuestro orden constitucional, que reclama la consecución de
todo fin constitucional bajo el máximo respeto del principio interpretativo de concordancia práctica [17].

Esto, que es exigible a la generalidad de las personas (artículo 38º de la Constitución [18]), lo es, sin duda, en mayor
grado, a quienes ejercen el poder que emana del pueblo (artículo 45º de la Constitución[19]).

26. Así las cosas, no se encuentra en tela de juicio el poder-deber de la MML de adoptar todas las medidas necesarias para
preservar el Centro Histórico de Lima como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Ocurre, sin embargo, que si dichas
medidas restringen desproporcionadamente los derechos fundamentales, deberán ser declaradas inconstitucionales.

Los principios de razonabilidad y proporcionalidad, previstos en el último párrafo del artículo 200º de la Constitución son
pues el parámetro de determinación de validez de los actos (normativos y no normativos) que establezcan límites a los
derechos fundamentales.

10.2 Aplicación del test de proporcionalidad a la norma

27. Siendo una norma de alcance general, cuando el inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza N.º 062-MML, establece que
“[n]o se permiten, las concentraciones masivas de personas o equipos que cierren las vías públicas en el Centro
Histórico, salvo cuando se trate de eventos tradicionales debidamente autorizadas”, parte de la idea, per se, de que toda
reunión en el Centro Histórico, con excepción de los eventos tradicionales, constituyen una amenaza cierta a su
integridad monumental, y consecuentemente, a la regla de orden público representada en la necesidad de preservar los
bienes públicos, máxime si constituyen patrimonio cultural material, cuyo respeto conlleva, a su vez, el respeto al
derecho fundamental a la cultura en su faz subjetiva y objetiva (artículo 2º 8 de la Constitución).

¿Puede llegarse a esa conclusión sin tener en cuenta los antecedentes y capacidad organizativa de las personas o
entidad celebrante, las garantías que ofrece, la cantidad aproximada de personas que participarán, el itinerario o lugar
específico en el que se llevará a cabo, la fecha y hora de celebración, su objeto, etc.?

El Tribunal Constitucional considera que la respuesta es negativa. Y es que resulta evidente que la norma no supera
el test de proporcionalidad[20], puesto que si bien persigue un fin constitucionalmente válido (proteger el Centro Histórico
como patrimonio cultural) y utiliza un medio idóneo para ello (prohibir las reuniones en el área que lo configura), sin
embargo, al proscribir en abstracto toda reunión en el Centro Histórico de Lima (con la salvedad hecha de los eventos
tradicionales), incurre en una medida absolutamente innecesaria, puesto que el mismo objetivo podría alcanzarse
evaluando, caso por caso, las razones objetivas, suficientes y fundadas que puedan justificar la adopción de medidas
restrictivas del ejercicio del derecho de reunión, siendo la prohibición la última ratio a la que debe acudir la autoridad
administrativa.

28. Este Colegiado comparte la preocupación de la MML de proteger el Centro Histórico, y comprende que la prohibición
general de permitir reuniones en dicha área sea quizá, junto con otros factores, una de las medidas más sencillas para
lograr tal cometido. Sucede, sin embargo, que es tan sencilla como inválida. Pues su adopción olvida que todo límite a
los derechos fundamentales, por tratarse de tales, no debe superar, por así llamarlo, el “límite de los límites”, es decir,
los principios de razonablidad y proporcionalidad, manteniendo incólume, en todo caso, el contenido esencial de dichos
derechos. Olvida el deber especial de protección de los derechos fundamentales que orienta la actuación de todo poder
(público o privado)[21]. Olvida, en fin, que fue el derecho de reunión ejercido, justamente, en el Centro Histórico de Lima,
por quienes conocen la manifestación pacífica que le es inherente, el que, de la mano del resurgimiento de otros valores
constitucionales, permitió derrocar las dictaduras, incluyendo la de la década pasada.
10.3 Las vías públicas como sede constitucionalmente reconocida para el ejercicio del derecho de reunión y la
inconstitucionalidad del requisito de autorización previa

29. Al expedir el inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML no se ha tenido en cuenta que la
declaración como patrimonio cultural del Centro Histórico no ha relevado a sus calles y avenidas de la condición de vías
públicas, expresamente reconocidas por el constituyente como lugares habilitados para el válido ejercicio del derecho de
reunión.

30. Sobre el particular, no escapa a la consideración de este Colegiado que las vías públicas, son también, por antonomasia,
áreas destinadas al ejercido de otro derecho fundamental: el de libre tránsito (artículo 2º 11 de la Constitución). Empero,
la inevitable restricción a éste que una congregación llevada a cabo en una vía pública generará, en ningún caso, por si
sola, podrá considerarse causa suficiente para prohibir el ejercicio del derecho de reunión. Y es que, tal como tiene
expuesto el Tribunal Constitucional español, en criterio que este Colegiado comparte,
“En una sociedad democrática, el espacio urbano no es sólo un ámbito de
circulación, sino también un espacio de participación.”[22]

31. Adicionalmente, no es posible soslayar que incluso al supuesto exceptuado de la prohibición absoluta de reuniones en el
Centro Histórico (los eventos tradicionales), se le ha sometido al requisito de autorización previa, a pesar de que, tal
como se ha sostenido en el Fundamento 15 e), supra, el derecho de reunión es de eficacia inmediata y, por
consiguiente, no está supeditado a la autorización antelada de ninguna autoridad, sin perjuicio de la posibilidad de
prohibir su ejercicio por razones constitucionalmente justificadas.

32. Por todos estos motivos, el Tribunal Constitucional considera inconstitucional el inciso f) del artículo 132º de la
Ordenanza Municipal N.º 062-MML, motivo por el cual, en ejercicio del control difuso de constitucionalidad de las
normas, previsto en el artículo 138º de la Constitución, lo declara inaplicable.

§11. Análisis de constitucionalidad del Decreto de Alcaldía N.º 060-2003

33. El artículo 1º del Decreto de Alcaldía N.º 060-2003, establece:


“Precisar que es de competencia de la Municipalidad Metropolitana de Lima, la autorización a que se refiere
el inciso f) del artículo 132° de la Ordenanza Nº 062-MML, Reglamento de la Administración del Centro
Histórico de Lima.”

Por su parte, la MML en la contestación de la demanda, ha sostenido:


“No resulta ser función de la Municipalidad Metropolitana de Lima autorizar o garantizar las reuniones
públicas, dado que ello corresponde a la Prefectura de Lima, de acuerdo al numeral 4) del artículo 17º del
Reglamento de Organización y Funciones de las Autoridades Políticas, aprobado por decreto Supremo N.º
004-91-IN”(sic).

Se trata, como resulta evidente, de dos afirmaciones manifiestamente contrapuestas.

34. Empero, más allá de esta incomprensible contradicción, aquí el problema constitucional es otro. Y es que el referido
artículo 1º se ampara en una disposición que, como quedó dicho, resulta manifiestamente inconstitucional, entre otros
motivos, por someter a un requisito de autorización previa el derecho fundamental de reunión. En tal sentido, desde
luego, el vicio de inconstitucionalidad del inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML, se extiende
al artículo 1º del Decreto de Alcaldía N.º 060-2003, por lo que corresponde su inaplicación.

35. Por otra parte, de conformidad con los artículos 2º y 3º de la Decreto Legislativo N.º 370 —Ley del Ministerio del
Interior—, dicho Ministerio es el Organismo Público Rector, entre otras, de las actividades de gobierno interno y de
seguridad interna. Entre las autoridades políticas de la Dirección General de Gobierno Interior (órgano ejecutivo del
Ministerio del Interior), encargadas de representar al Poder Ejecutivo en el ámbito de su jurisdicción, cumplir y hacer
cumplir la Constitución y las leyes, y velar por el orden interno, con el apoyo de las Fuerzas Policiales (artículo 24º del
Decreto Legislativo N.º 370), se encuentran los Prefectos, quienes tal como lo dispone el inciso 4) del artículo 17º del
Decreto Supremo N.º 004-91-IN —Reglamento de Organización y Funciones de las Autoridades Políticas—, tienen por
función:
“Autorizar la realización de concentraciones públicas”.
Tal como se aprecia, esta norma (el inciso 4 del artículo 17º del Decreto Supremo N.º 004-91-IN), incurre también en un
vicio de inconstitucionalidad al pretender que el derecho de reunión sea sometido a un requisito de autorización previa,
razón por la cual este Tribunal se encuentra facultado para declarar también su inaplicación. Empero, se abstiene de
hacerlo a efectos de evitar la ausencia de una autoridad competente para conocer los avisos previos de celebración de
reuniones en plazas o vías públicas.
Sin embargo, este Colegiado ordena al Ministerio del Interior la inmediata reforma de dicha disposición, la cual,
entretanto, deberá ser interpretada, de conformidad con la Constitución, esto es, en el sentido de que es competencia
de la Prefectura restringir o prohibir el derecho de reunión, sólo cuando existan causas objetivas, suficientes y fundadas
que lo justifiquen, de conformidad con los lineamientos de esta sentencia.

36. El artículo 2º del Decreto de Alcaldía N.º 060-2003, dispone:


“Declarar Zona rígida para cualquier tipo de concentración pública el sector de máxima protección reconocido
como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO dentro del Centro Histórico de Lima, delimitado
por el río Rímac, las avenidas Tacna, Nicolás de Piérola y Abancay, sin incluir éstas (...).”

Pretende, en consecuencia, la prohibición absoluta de ejercer el derecho de reunión en las vías públicas (únicas a las
que puede hacer referencia el término técnico “zona rígida”) del área perteneciente al Centro Histórico de Lima,
delimitada por el río Rímac, las avenidas Tacna, Nicolás de Piérola y Abancay, sin incluir éstas. Se advierte, pues, una
prohibición al ejercicio del derecho de reunión carente de toda proporcionalidad, pues lejos de permitir analizar las
concretas circunstancias de cada caso para determinar si, a la luz de ellas, dicha prohibición se justifica o no, pretende
proyectar dicha prohibición con efectos generales, sin causa objetiva, suficiente y fundada que la ampare.

Así las cosas, no cabe más que aplicar, mutatis mutandis, idéntico razonamiento al que fue expuesto en los
Fundamentos 27 a 30, supra, con relación al inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 032-MML, y
declarar inaplicable, por inconstitucional, el artículo 2º del Decreto de Alcaldía N.º 060-2003; así como sus artículos 3º y
4º, por conexión.

§12. Posibilidad de prohibir o restringir el ejercicio del derecho de reunión en el Centro Histórico de Lima evaluando
las circunstancias concretas de cada caso

37. Lo expuesto, desde luego, no significa que atendiendo a las particulares circunstancias de cada caso, el derecho de
reunión en el Centro Histórico, no pueda ser restringido o, en su caso, prohibido, máxime teniendo en cuenta su
condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Estas medidas preventivas, por ejemplo, podrían tener lugar si
existen objetivas pruebas (no meras sospechas) de la tendencia violentista de las personas o dirigentes de la entidad
organizadora[23]; si existe otra reunión programada en un lugar próximo en la misma fecha[24]; si distintas reuniones son
convocadas reiteradamente en un mismo lugar, comprometiendo, objetivamente, su preservación y su ornato; si la
cantidad de gente convocada, con certeza, superará la capacidad del lugar o de las vías propuestas como itinerario;
entre otros.

38. Por otra parte, tomando en cuenta la estrechez de diversas calles pertenecientes al área del Centro Histórico, la
congestión vehicular que, en determinadas horas, le es característica, y los diversos locales comerciales que en él
existen, resultaría plenamente constitucional que la autoridad administrativa restrinja los horarios específicos en los que
el derecho de reunión pueda ser ejercido en el referido Centro, de manera tal que en aras de optimizar la protección de
este derecho no se culmine por afectar desproporcionadamente otros derechos fundamentales, como la libertad de
tránsito, la de empresa, entre otros.

39. Asimismo, la Policía Nacional puede adoptar las medidas represivas estrictamente necesarias, frente a aquellas
reuniones en plazas o vías públicas en las que los celebrantes no hayan cumplido con el requisito de avisar previamente
a la autoridad competente el objeto, lugar o recorrido, fecha u hora de la misma. Pues no puede olvidarse que dicho
aviso es el requisito imprescindible para que las autoridades asuman todas las medidas necesarias, desplegando su
máximo esfuerzo, para prevenir y, de ser el caso reprimir, razonable y proporcionalmente, la afectación de bienes
públicos o privados o la afectación de los derechos fundamentales de terceros o de los propios celebrantes.

40. También cabría restringirse la reunión si ésta afecta, manifiestamente, las normas administrativas encargadas de regular
los niveles máximos permitidos de incidencia acústica[25], con la consecuente afectación del derecho fundamental a la
tranquilidad y a gozar de un medio adecuado al desarrollo de la vida (artículo 2º 22 de la Constitución).

41. Por otra parte, deberá procederse a la inmediata detención de toda persona que atenta contra la integridad física de las
personas y/o mediante violencia causa grave daño a la propiedad pública o privada (artículo 315º del Código Penal); la
que, públicamente, hace la apología de un delito o de la persona que haya sido condenada como su autor o partícipe
(artículo 316º del Código Penal); la que atenta contra el transporte público (artículo 280º del Código Penal); la que
impide, estorba o entorpece el normal funcionamiento de los transportes en una vía pública ajena al lugar o recorrido
programado para la reunión (artículo 283º del Código Penal); y, en fin, la que incurra en cualquier atentado contra el
orden público, los bienes o las persones, que se encuentre tipificado como delito.
En el caso específico del Centro Histórico, al haber sido declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, debe tenerse
en cuenta que el artículo 230º del Código Penal establece:
“El que destruye, altera, extrae del país o comercializa, sin autorización, bienes culturales previamente
declarados como tales, distintos a los de la época prehispánica, o no los retorna al país de conformidad con
la autorización que le fue concedida, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor
de cinco años y con noventa a ciento ochenta días-multa.”

42. Finalmente, no debe olvidarse tampoco que el artículo 166º del Código Penal establece una pena privativa de libertad no
mayor de un año y con sesenta días-multa a quien, con violencia o amenaza, impide o perturba una reunión pública
lícita; que el artículo 167º dispone que el funcionario público que abusando de su cargo no autoriza, no garantiza,
prohibe o impide una reunión pública, lícitamente convocada, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de
dos ni mayor de cuatro años e inhabilitación de uno a dos años conforme el artículo 36º, incisos 1, 2 y 3 del Código
Penal; y que el artículo 3º de la Ley N.º 27686, estipula —como, por lo demás, se desprende del propio artículo 166º de
la Constitución—, que la Policía Nacional está obligada a garantizar el ejercicio del derecho constitucional de reunión,
así como de impedir la perturbación del orden público o restablecerlo, respetando plenamente los derechos humanos y
las leyes de la República.

43. Las leyes penales, por tanto, asumen un equilibrio entre los bienes constitucionales comprometidos, del que se aleja el
inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML y el Decreto de Alcaldía N.º 060-2003.

44. Sin perjuicio de lo expuesto, es necesario que se expida, en breve plazo, una ley encargada de regular el ejercicio del
derecho de reunión, la autoridad competente para conocer los avisos previos en los supuestos de reuniones celebradas
en plazas y vías públicas, los plazos para notificar las causas fundadas para restringir o prohibir la celebración del
evento, sus límites, etc.; motivo por el cual, de conformidad con lo establecido en el artículo 107° de la Constitución, este
Tribunal propone al Congreso de República dictar la ley respectiva, teniendo en cuenta los fundamentos de esta
sentencia.

45. Mientras ello no ocurra, sin perjuicio de tener presentes los criterios expuestos en esta sentencia, este Colegiado
considera que cabe una interpretación contextualmente extensiva de los artículos 358° y 359° de la Ley N.° 26859 –Ley
Orgánica de Elecciones–[26], y considerar que no sólo resultan aplicables en el período electoral, sino, incluso, en épocas
no electorales.

Por los fundamentos expuestos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política del
Perú,

HA RESUELTO

1. De conformidad con los Fundamentos 22 a 36, supra, en aplicación del control difuso de constitucionalidad de las
normas, previsto en el artículo 138º de la Constitución, declarar inaplicables, por inconstitucionales, el inciso f) del
artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML y el Decreto de Alcaldía N.º 060-2003.

2. Declarar FUNDADA la demanda, y, en consecuencia, ordena a la emplazada y a las autoridades administrativas que
resulten competentes, abstenerse de aplicar el inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML y el
Decreto de Alcaldía N.º 060-2003, pudiendo restringir o prohibir el ejercicio del derecho de reunión, sólo si, de
conformidad con los fundamentos de esta sentencia, en atención a las circunstancias concretas de cada caso, existen
razones objetivas, suficientes y fundadas para ello.

3. Declarar que, de conformidad con el artículo VII del Título Preliminar del CPConst., constituye precedente vinculante el
criterio conforme al cual, en ningún caso el ejercicio del derecho de reunión, previsto en el artículo 2º 12 de la
Constitución, puede ser sometido al requisito de autorización previa por parte de la autoridad administrativa
(Fundamentos 15 e. y 18), la cual sólo podrá restringirlo o prohibirlo atendiendo a las concretas circunstancias de cada
caso y sólo por razones objetivas, suficientes y fundadas, según ha quedado expuesto en los fundamentos de esta
sentencia.

4. De conformidad con el Fundamento 35, supra, se ordena al Ministerio del Interior la inmediata reforma del inciso 4) del
artículo 17º del Decreto Supremo N.º 004-91-IN, el cual, entretanto, deberá ser interpretado de conformidad con la
Constitución; esto es, en el sentido de que es competencia de la Prefectura restringir o prohibir el derecho de reunión,
sólo cuando existan causas objetivas, suficientes y fundadas que lo justifiquen, en atención a los lineamientos de esta
sentencia.
5. En observancia del artículo 107° de la Constitución, y tal como ha quedado dicho en el Fundamento 44, supra, este
Tribunal propone al Congreso de República expedir una ley encargada de regular el ejercicio del derecho de reunión, la
autoridad competente para conocer los avisos previos en los supuestos de reuniones celebradas en plazas y vías
públicas, los plazos para notificar las causas fundadas para restringir o prohibir la celebración del evento, sus límites,
etc., teniendo en cuenta los fundamentos de esta sentencia.

Publíquese y notifíquese.

SS.

ALVA ORLANDINI
GONZALES OJEDA
LANDA ARROYO
EXP. N.º 3362-2004-AA/TC
HUÁNUCO
PRUDENCIANO ESTRADA
SALVADOR

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Arequipa a los 29 días del mes de agosto de 2006, el pleno del Tribunal Constitucional, integrado por los
señores magistrados García Toma, Gonzales Ojeda, Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Vergara Gotelli y Landa
Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia, con el fundamento de voto, adjunto, del magistrado Alva Orlandini

I. ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don Prudenciano Estrada Salvador contra la sentencia de la Sala
Civil de la Corte Superior de Justicia de Huánuco, de fojas 140, su fecha 13 de julio de 2004, que declara infundada la
demanda de amparo de autos.

II. ANTECEDENTES

a) Demanda
Con fecha 22 de enero de 2004, el recurrente interpone demanda de amparo contra el director del Diario Regional
de Huánuco, alegando la violación de su derecho a la rectificación consagrado en el inciso 7) del artículo 2.° de la
Constitución. Solicita, consecuentemente, que se ordene al demandado publicar la rectificación del día 8 de octubre de
2003, en la forma y términos por él establecidos, incluida la crónica rectificadora que solicitara mediante carta notarial
de fecha 21 de octubre de 2003. Sustenta su demanda en que con la publicación del titular ‘¡Ex Decano del Colegio de
Abogados con orden de captura!’ en la primera página del Diario Regional, y, con el desarrollo de la noticia en la
segunda página, con el mismo título y acompañada de una fotografía suya, se han vulnerado sus derechos
constitucionales como abogado y dirigente gremial.

Según señala, las afirmaciones realizadas por el diario respecto de su persona y de los hechos que lo involucran son
inexactas y agraviantes. En ese sentido, sostiene que en la querella seguida en su contra ante el Cuarto Juzgado Penal
de Huánuco por el presunto delito de difamación, nunca se dictaminó orden de captura alguna hacia su persona, sino
que a través del Oficio N.° 6612-03-4to.JPHCO, del 2 de octubre de 2003, se requiere a la Policía Nacional para que
conduzca mediante la fuerza pública al querellado y lo ponga a disposición del juzgado para que rinda su declaración
instructiva. Tal oficio fue cursado antes de que la Resolución del 1 de octubre de 2003, que dictamina que se conduzca
de grado o fuerza al demandado, estuviera consentida.

Asimismo, expone que es inexacto que el demandante se haya negado a firmar la notificación de fecha 1 de octubre de
2003, emitida por el titular del Cuarto Juzgado Penal, dado que quien se negó a firmar fue otra persona.

Alega que el proceso de querella seguido en su contra es un proceso penal de investigación reservada al que sólo
tienen acceso las partes.

También señala que no le autorizó al demandado la publicación del trámite del proceso, así como que no entregó
ninguna resolución judicial. Considera que, dado que el propietario del Diario Regional es compadre del querellante, la
publicación del 8 de octubre de 2003 fue realizada con la finalidad de hacerle un favor ilegal. De esta manera, califica a
la publicación de sensacionalista y de haber sido posiblemente concertada con el querellante para agraviarlo.

Finalmente, sostiene que ejerció su derecho de rectificación cursando una carta notarial de fecha 21 de octubre de
2003 al director del Diario Regional, de acuerdo con el artículo 2.° de la Ley N.° 26847 (sic)[1]. En dicha carta se
establecen los términos y el formato en los que el diario debía rectificarse en el plazo determinado por ley. Sin
embargo, señala que el demandado no procedió a publicar una rectificación antes ni después de los siete días
previstos en el artículo 3.° de la mencionada ley y que, por el contrario, publica el 27 de octubre de 2003, en la página
7 de la sección Política/Gestión, un comentario a la citada carta notarial y, por segunda vez, emite opiniones y presenta
hechos inexactos en perjuicio de su honor. Por lo tanto, no procedió a la rectificación en la forma y términos por él
requeridos en la carta notarial; es decir, el contenido de la carta notarial no fue observado ni rechazado, por lo que ésta
se encuentra aún en espera de su publicación.

b) Contestación de la demanda
El gerente de prensa del Diario Regional E.I.R.L., don Augusto Noreña Llanos, sostiene que el derecho para interponer
la demanda de amparo ha caducado, puesto que de la fecha en que ocurrió el supuesto agravio a la fecha de
presentación de la demanda transcurrido con exceso el plazo legalmente previsto.
Asimismo, refiere que la publicación de la nota informativa periodística materia de reclamo obedece a hechos verídicos
y que, por tanto, no ha publicado hechos inexactos o agraviantes respecto del demandante. Ello debido a que la
publicación realizada tuvo como base los documentos en los que se solicita que se conduzca mediante fuerza pública al
querellado a rendir su declaración instructiva. Amparándose en el inciso 4) del artículo 2.° de la Constitución, así como
en los tratados internacionales, sostiene que no estaría obligado a realizar rectificación alguna, debido a que la
publicación de su versión de los hechos es correcta.
.
Alega que el titular del 8 de octubre de dicho año responde al resultado de la interpretación del hecho noticioso, y que
se trata, en consecuencia, de un juicio del valor informativo. Por ello, señala que la disposición judicial que dictamina
que un procesado sea conducido por la fuerza pública implica una orden de captura y detención. En ese sentido,
considera que no tiene la obligación de rectificarse, de acuerdo con lo establecido en el artículo 6.° de la Ley N.° 26775,
y que el demandante ha incurrido en un abuso de derecho al pretender imponer la forma y términos de la rectificación.

Finalmente, señala que los medios de comunicación están facultados para realizar ese tipo de publicaciones sin previa
autorización, censura ni impedimento alguno y, en consecuencia, solicita que se declare infundada la pretensión del
demandante.

c) Resolución de primera instancia


Con fecha 12 de abril de 2004, el Segundo Juzgado Mixto de Huánuco declara fundada, en parte, la demanda,
estimando que el demandado debe cumplir íntegramente con efectuar la rectificación solicitada por el recurrente en
forma gratuita, inmediata y proporcional. Por otro lado, declara improcedente la demanda en el extremo relativo a los
términos y formato requeridos por el demandante para la rectificación.

Sobre la excepción de caducidad señala que, a efectos de revisar el cómputo del plazo establecido en el artículo 37.º de
la Ley N.° 23506, debe tenerse en cuenta la huelga del Poder Judicial producida desde el 5 de noviembre hasta el 1 de
diciembre del 2003, por lo que se cumplen los requisitos de plazo, en aplicación del principio pro libertatis a favor del
demandante.

Respecto del fondo del asunto, sostiene que el Diario Regional, pese a estar en conocimiento del proceso de querella
interpuesto contra el demandante por la presunta comisión del delito de difamación, no precisa esto en el titular;
además, que estaba en capacidad de prever el impacto que ocasionaría dicha publicación en la población y opinión
pública huanuqueñas. Señala que, efectivamente, no se ha emitido una orden de captura en el proceso de querella y
que ésta sólo está destinada ordinariamente a delitos cuya gravedad o circunstancias la justifican. Estima que el
demandado no cumplió con efectuar la rectificación pertinente dentro de los siete días siguientes después de recibida la
solicitud, limitándose a publicar un artículo el 27 de octubre de 2003, el cual no cumplía con el requisito de
proporcionalidad requerido por el inciso 7) del artículo 2° de la Constitución. Sin embargo, expresa que la rectificación
no tiene que efectuarse de acuerdo con los términos y formato establecidos por el demandante, por cuanto dicha
obligación no está legalmente prevista.

d) Resolución de segunda instancia


Con fecha 13 de julio de 2004, la Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Huánuco declara que el demandado ha
demostrado que la información pública escrita, si bien utiliza el término ‘orden de captura’, se trata del empleo de un
lenguaje común, por lo que el empleo de dicho término por parte del Diario Regional es, en todo caso, un error de
interpretación y no la publicación de un hecho alejado de la verdad, razón por la cual no existe vulneración de los
derechos constitucionales alegados por el demandante.

En consecuencia, revoca la sentencia apelada que declara fundada, en parte, la demanda de amparo y la declara
infundada.

III. DATOS GENERALES

» Supuesto daño constitucional


El presente proceso constitucional de amparo fue iniciado por don Prudenciano Estrada Salvador contra el director del
Diario Regional de Huánuco.

El acto lesivo se habría producido a través de dos hechos: en primer lugar, con la negativa del diario de rectificarse de la
publicación del 8 de octubre de 2003, respecto de afirmaciones inexactas y agraviantes en relación con el demandante y
su situación en un proceso penal por el presunto delito de difamación; y, en segundo lugar, con la publicación del 27 de
octubre de 2003, en la cual, en vez de rectificarse, el diario señala solamente la posición del demandante respecto de los
hechos y añade comentarios subjetivos que éste califica de falsos, con lo cual se le agravia nuevamente en su derecho
al honor y buena reputación.

» Reclamación constitucional
El demandante ha argumentado la afectación de su derecho constitucional a la rectificación (artículo 2.º, inciso 7).

Sobre esta base, solicita que se ordene publicar la rectificación de la publicación del día 8 de octubre en la forma y
términos por él establecidos, incluida la crónica rectificatoria solicitada al director del Diario Regional mediante carta
notarial de fecha 21 de octubre de 2003.

» Materias constitucionales relevantes


Sobre la base de lo postulado por el demandante y el demandado, a lo largo de la presente sentencia, este Colegiado
deberá pronunciarse sobre lo siguiente:

¿Qué significa realmente el derecho a la rectificación? Para ello se tendrá que responder lo siguiente:
- ¿De qué manera está reconocido en el ámbito normativo?
- ¿Su validez se relaciona con ser una forma de protección del derecho al honor de las personas?
¿Cuál es la configuración que presenta este derecho fundamental? Por tanto,
- ¿En qué supuestos puede ser pedido?
- ¿Cuáles son los elementos que establecen su ejercicio?

» Norma procesal aplicable al caso concreto


Antes de entrar en el fondo del asunto, es necesario determinar cuál es la norma procesal aplicable al presente caso.

Según la Segunda Disposición Final del Código Procesal Constitucional, que rige desde el 1 de diciembre del año 2004,

Las normas procesales previstas por el presente código son de aplicación inmediata, incluso
en los procesos en trámite. Sin embargo, continuarán rigiéndose por la norma anterior: las
reglas de competencia, los medios impugnatorios interpuestos, los actos procesales con
principio de ejecución y los plazos que hubieran empezado.

En tal sentido, a efectos del pronunciamiento sobre este caso en concreto, este Tribunal utilizará el código mencionado,
en virtud del principio de aplicación inmediata de las leyes, por no existir vulneración de los derechos procesales del
demandante ni del demandado.

» Precedente vinculante
Esta sentencia adquiere calidad de precedente vinculante, según el artículo VII del Código Procesal Constitucional, que
prescribe que
Las sentencias del Tribunal Constitucional que adquieren la autoridad de cosa juzgada
constituyen precedente vinculante cuando así lo exprese la sentencia, precisando el extremo
de su efecto normativo (...).

Es más, según la sentencia del Expediente N.º 0024-2003-AI/TC, se ha rescatado que el precedente normativo sólo tiene
sentido entendiendo la función integradora del Tribunal Constitucional:

(...) En ese orden de ideas, dicha función verificable mediante la expedición de un


precedente vinculante se hace patente cuando, se acredita la ausencia absoluta de norma;
cuando, a pesar de la existencia de prescripción jurídica, se entiende que esta se ha
circunscrito a señalar conceptos o criterios no determinados en sus particularidades; cuando
existe la regulación jurídica de una materia, pero sin que la norma establezca una regla
específica para solucionar un área con conflicto coexistencial; cuando una norma deviniese
en inaplicable por haber abarcado casos o acarrear consecuencias que el legislador histórico
no habría establecido de haber conocido aquellas o sospechado estas; cuando dos normas
sin referencia mutua entre sí –es decir en situación de antinomia indirecta– se contradicen
en sus consecuencias jurídicas, haciéndose mutuamente ineficaces; cuando, debido a
nuevas circunstancias, surgiesen cuestiones que el legislador histórico no tuvo oportunidad
de prever en la norma, por lo que literalmente no están comprendidas en ella, aunque por su
finalidad pudieran estarlo de haberse conocido anteladamente; y cuando los alcances de una
norma perteneciente al bloque de constitucionalidad no producen en la realidad efectos
jurídicos por razones de ocio legislativo.

Por ende, la presente sentencia será precedente vinculante en virtud de que a través de ésta se van a desarrollar los
conceptos e ideas principales acerca del derecho a la rectificación, que no han sido desplegados en el ámbito
constitucional.

IV. FUNDAMENTOS

1. La demanda planteada se sustenta en cómo el titular de un periódico, complementado con el desarrollo de la noticia y
con la inclusión de la fotografía del recurrente, puede ameritar una rectificación que el propio diario demandado no quiso
aceptar.

El mensaje que fue reproducido y expandido a toda la comunidad huanuqueña decía lo siguiente:

¡Ex Decano de Colegio de Abogados con orden de captura!


Huánuco.- El ex Decano del Colegio de Abogados
de Huánuco y Pasco, Prudenciano Estrada Salvador, se encuentra con orden de captura por
disposición judicial del Cuarto Juzgado Penal de esta ciudad.
Este juzgado lo solicita para rendir su declaración instructiva por un juicio que le sigue el
abogado Ernesto Calle Hayén y que según la resolución judicial, de fecha 01 de
octubre, PrudencianoEstrada Salvador se negó a firmar la notificación, actitud que conlleva a
entorpecer y atentar contra el principio del debido proceso y que habiendo sido apercibido el
pasado 9 de setiembre ordena que sea conducido mediante la fuerza pública, oficiándose a
la autoridad policial para tal fin.
Igualmente el pasado 02 de octubre el Juez David Beraún Sánchez emitió el correspondiente
oficio dirigiéndose a la Jefatura de la Policía Nacional del Perú para que conduzca mediante
la fuerza pública al abogado Prudenciano Estrada Salvador[2].

Sobre la base de esta noticia supuestamente equívoca, debemos tratar de determinar qué significa la rectificación en el
orden constitucional nacional, para que a partir del caso de autos, esta figura pueda optimizarse para una mejor
protección de los derechos de la persona. Es decir, la sentencia que se está emitiendo tiene como fin procedibilizar la
rectificación de la mejor forma posible, y así cumplir con su cometido constitucional.

A. El sentido de la rectificación
2. Las amplias posibilidades de comunicación de hoy plantean mayores retos en referencia a la protección de los
derechos fundamentales de las personas, máxime si se ha reforzado el ejercicio de los derechos comunicativos [3]. Ante
ello, el mayor intercambio de ideas hace necesario que se ponga una atención especial sobre aspectos o datos
sensibles de la personalidad humana.

La importancia que se le ha asignado al derecho a la rectificación, en cuanto brinda un modo para equilibrar la posición
entre quienes informan (medios e informadores) y quienes son referidos y/o aludidos en tales noticias (personas
naturales o jurídicas), es tal que se le ha asignado un rango constitucional.

§1. Reconocimiento normativo

3. La rectificación, como derecho autónomo, es reconocida en el artículo 2.°, inciso 7), in fine de la Constitución, en los
siguientes términos:

(...) Toda persona afectada por afirmaciones inexactas o agraviada en cualquier medio de
comunicación social tiene derecho a que éste se rectifique en forma gratuita, inmediata y
proporcional, sin perjuicio de las responsabilidades de ley.

La rectificación así planteada merece protección en el ámbito procesal constitucional a través del amparo, tal como lo
expone el artículo 37.º, inciso 8), del Código Procesal Constitucional:

El amparo procede en defensa de los siguientes derechos: (...) rectificación de informaciones


inexactas o agraviantes.

Sobre este aspecto también es bien claro el artículo 7.º de la Ley N.º 26775, que señala que si no lograse realizarse la
rectificación bajo el parámetro establecido por la Constitución y por la ley, queda expedita la utilización de la demanda de
amparo.

4. Al respecto, como este Colegiado lo ha señalado, la rectificación es un derecho fundamental que, según lo expresado
en el fundamento 5.a de la sentencia emitida en el Expediente N.º 0829-98-AA/TC, está referido a lo siguiente:

La obligación de rectificar informaciones inexactas o agraviantes al honor o a la buena


reputación difundidas por cualquier medio de comunicación social, tiene por finalidad, a la
par de contribuir con una correcta formación de la opinión pública libre, el de corregir
informaciones sobre hechos inexactos que hayan sido propalados mediante el ejercicio de la
libertad de información, esto es, informaciones cuyo carácter material permita determinar
que se trata de informaciones no veraces, o que hayan sido formuladas como consecuencia
de no observarse una conducta razonablemente diligente para agenciarse de los hechos
noticiosos que podrían ser objeto de información.

5. El tratamiento presentado por el ordenamiento constitucional nacional se complementa con lo desarrollado en la


normatividad internacional. Al respecto, pese a que la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Declaración
Americana de Derechos y Deberes del Hombre y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos no se refieren de
forma alguna a la rectificación, y se restringen a la salvaguardia del honor, el artículo 14.º de la Convención Americana
sobre los Derechos Humanos señala con claridad que

1. Toda persona afectada por informaciones inexactas o agraviantes emitidas en su


perjuicio a través de medios de difusión legalmente reglamentados y que se dirijan al
público en general, tiene derecho a efectuar por el mismo órgano de difusión su
rectificación o respuesta en las condiciones que establezca la ley.
2. En ningún caso la rectificación o la respuesta eximirán de las otras responsabilidades
legales en que se hubiese incurrido.
3. Para la efectiva protección de la honra y la reputación, toda publicación o empresa
periodística, cinematográfica, de radio o televisión tendrá una persona responsable que
no esté protegida por inmunidades ni disponga de fuero especial.

De lo expresado, se puede afirmar que la rectificación planteada en la Convención Americana es bastante similar a la
propuesta en sede constitucional, aunque no idéntica. En tal entendido, es indispensable conjugar ambas definiciones
normativas, máxime si, según la Constitución (Cuarta Disposición Final y Transitoria) y el Código Procesal Constitucional
(artículo V del Título Preliminar), los derechos fundamentales reconocidos en la Norma Fundamental deben ser
interpretados de acuerdo con el desarrollo de los mismos en los instrumentos internacionales sobre la materia.

6. En este marco, se puede admitir la existencia de un contenido esencial en el derecho fundamental a la rectificación,
para que de esta forma sea conveniente y oportunamente tutelado.

Básicamente este derecho incluirá dos ámbitos: uno positivo y uno negativo. Dentro del primero, se encuentra la
posibilidad de que una persona afectada por un mensaje desatinado respecto a su persona pueda acceder libremente a
un medio de comunicación de masas a fin de que éste se rectifique en mérito a los derechos comunicativos. Como parte
de la esfera negativa, se entiende que es inadecuado que el medio niegue esta posibilidad a la persona, toda vez que le
asiste con el objeto de proteger su honor, y de presentar la verdad noticiosa; tal negativa se puede producir tanto con no
publicar la rectificación propuesta o, si se realiza, por hacerse con comentarios inexactos o agraviantes adicionales.

§2. Validez como mecanismo de protección

7. El fin que cumple en el espectro constitucional hace que el derecho fundamental a la rectificación deba estimarse como
uno meramente relacional, al tratar de entablar una concomitancia entre los derechos comunicativos y el derecho al
honor, y presentándose en una última instancia como forma de protección de este último, pero únicamente cuando se
produce el ejercicio abusivo de los primeros. Partiendo de la base de la igualdad entre los derechos fundamentales, es la
misma Constitución la que permite una fórmula para equipararlos, pero sólo en caso de que se produzca el
avasallamiento de uno de ellos en detrimento del otro.

Asimismo, retomando la teoría procesal de los derechos fundamentales, podemos observar cómo la rectificación se
exhibe como un mecanismo adecuado de salvaguardia del honor. Una de las maneras en que el derecho al honor de
una persona puede ser amparado es a través de una utilización correcta y adecuada de la rectificación. Así, en el
fundamento 23 de la Opinión Consultiva OC-7/86 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, del 29 de agosto
de 1986, Exigibilidad del Derecho de Rectificación o Respuesta (Artículos 14.1, 1.1 y 2 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos7/86), se ha señalado que

(...) la rectificación o respuesta por informaciones inexactas o agraviantes dirigidas al público


en general, se corresponde con el artículo 13.2.a sobre libertad de pensamiento o expresión,
que sujeta esta libertad al ‘respeto a los derechos o a la reputación de los demás’ (...).

Es así como la rectificación aparece como una vía para hacer valer la responsabilidad ante el ejercicio abusivo de los
derechos comunicativos en desmedro del honor de los demás. Por ello, fluye como un mecanismo idóneo y adecuado
para que el derecho al honor, en un sistema de integración de derechos, pueda ser protegido ante un derecho
comunicativo cuando éste es ejercido de manera inconstitucional, a través de datos inexactos ofrecidos y que afecten o
agravien a las personas.

En tal sentido, aparece como un derecho relacional entre el honor y la información, aunque no por ello puede dejar de
ser reconocido como un pleno derecho fundamental. Asimismo, la función de la rectificación, como garantía procesal de
un derecho como es el honor, hace que la viabilidad de este último pueda quedar asegurada ante un ataque
injustificado.
Por lo tanto, rectificación es, al mismo tiempo, un derecho relacional y una garantía procesal.
8. De esta forma, sólo puede existir derecho a la rectificación relacionado con los derechos comunicativos. Entonces,
sólo habrá rectificación si se manifiesta un exceso en el ejercicio de los derechos informativos. Respecto a ellos, su
reconocimiento se encuentra, aparte de la norma constitucional (artículo 2.º, inciso 4), en los instrumentos
internacionales (básicamente, artículo 19.º de la Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo IV de la
Declaración Americana, artículo 19.2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y artículo 13.º de la
Convención Americana).

Asimismo, como cualquier derecho fundamental, los derechos comunicativos deben resguardar en su ejercicio los
derechos y libertades de los demás (artículo 29.º de la Declaración Universal y artículo XXVIII de la Declaración
Americana). Pero más claro resulta el planteamiento del artículo 19.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, que señala, refiriéndose a la libertad de expresión, cuáles son sus límites:

El ejercicio de este derecho entraña deberes y responsabilidades especiales y por lo tanto


pueden estar sujetas a restricciones establecidas por ley y que sean necesarias para: a)
Asegurar el respeto a los derechos o reputación de los demás; b) La protección de la
seguridad nacional, el orden público o la salud o moral públicas.

En esta línea, sobre todo tomando en cuenta el acápite a) de la norma del Pacto, queda claro que los derechos
comunicativos encuentran su límite (sobre todo, externo) en el honor de las personas, y es ahí donde toma fuerza el
derecho a la rectificación.

9. De otro lado, cabe recordar que este Colegiado ya ha señalado la ubicación que poseen los derechos comunicativos en
el sistema constitucional. El fundamento 13 de la sentencia del Expediente N.º 2262-2004-HC/TC ha expresado que

El ejercicio del derecho a la información no es libre ni irrestricto; por el contrario, está sujeto
a ciertos condicionamientos que deben ser respetados dentro de un Estado democrático y
social de derecho. Sólo así, con los límites que se deben encontrar en la propia Constitución,
el derecho a la información podrá convertirse en la piedra angular de la democracia (...).

Asimismo, según el fundamento 36 de la sentencia recaída en el Expediente N.º 6712-2005-PHC/TC, tanto la expresión
como la información

(...) tienen un sólido sustento democrático, e incluso se han propuesto garantías para que la
injerencia a su ejercicio sea lo más limitada posible (...).

En la teoría constitucional de los derechos fundamentales que sigue este Tribunal existe igualdad entre ellos y no ha de
aceptarse ningún tipo de jerarquización entre ellos (lo mismo se aplica para los derechos comunicativos y el derecho al
honor), sino habrá de propiciarse una ponderación a través del principio de concordancia práctica, tal como se ha
señalado en el fundamento 12.b la sentencia del Expediente N.º 5854-2005-PA/TC, según el cual toda aparente tensión
entre las propias disposiciones constitucionales debe ser resuelta ‘optimizando’ su interpretación, es decir, sin ‘sacrificar’
ninguno de los valores, derechos o principios concernidos.

En igual sentido, el artículo 32.º, inciso 2), de la Convención Americana consagra que el derecho de cada persona está
limitado por el derecho de los demás. En consecuencia, debe procurarse la garantía del justo equilibrio y la armonización
concreta, en cada caso, entre el derecho fundamental al honor y los derechos comunicativos, por intermedio de un
procedimiento que asegure la garantía de los derechos en juego y que determine el carácter inexacto o agraviante del
mensaje emitido, siempre que haya una diferencia resultante del intento de hacer valer, en un caso o situación concreta,
la rectificación.

10. Ahora es menester explicar en qué tipos de medios existe protección para la rectificación. El mencionado artículo 2.º,
inciso 4), de la Constitución señala que el ejercicio de la rectificación ha de ser realizado a través de los medios de
comunicación social, pero para la Convención Americana, a través del artículo14.1, ha de ser a través de medios de
difusión legalmente reglamentados y que se dirijan al público en general. Es decir, cabría rectificación no sólo respecto a
las informaciones vertidas en aquellos medios de comunicación masiva comúnmente denominados de comunicación
social, sino también en aquéllos que permiten la transmisión de noticias, datos o informes a un alto número
indeterminado de personas, con el rasgo de masivo.

Y ello es así debido justamente a que

En el idílico pasado del constitucionalismo clásico, las ideas circulaban libremente dentro de
una elite relativamente reducida (...). Actualmente, sólo los especialistas en los medios de
comunicación de masas son capaces de difundir cuestiones, de una complejidad sin
precedentes, en una masa de público absolutamente nueva por su magnitud[4].

Por eso, una equivocada difusión de informaciones en los medios de comunicación de masas tiene una gran posibilidad
de hacer daño a las personas (como podría suceder con un correo electrónico masivo, en un portal electrónico o en una
página web), cuyos efectos o su divulgación podrían ser tan o más perjudiciales que los existentes en los ordinariamente
llamados medios de comunicación social. Por ello, a entender de este Tribunal, cabe rectificar los mensajes vertidos por
cualquier medio de comunicación masiva.

11. Sin embargo, la insistencia de nuestra Norma Fundamental en los medios de comunicación social se debe justamente a
la tangible preocupación por la responsabilidad que acarrea su actuación en la sociedad. Para limitar su poder se les ha
reconocido como una institución constitucional, lo cual fluye de su tratamiento genérico (artículo 2.º, inciso 4, de la
Constitución) como de la búsqueda para su colaboración con el Estado en la educación y en la formación moral y
cultural de la nación (artículo 14.º in fine de la Constitución). Es más, en el artículo II del Título Preliminar de la Ley de
Radio y Televisión, Ley N.º 28278, se reconoce que la prestación de los servicios de radiodifusión, como medio de
comunicación masiva, debe regirse, entre otros, por la defensa de la persona humana y el respeto a su dignidad, la
libertad de información veraz e imparcial, la tutela del orden jurídico democrático, la promoción de los valores y la
identidad nacional, y, claro está, por la responsabilidad social de los propios medios.

La responsabilidad nos deriva a un autocontrol por parte de los medios de comunicación social, lo cual no sólo impedirá
abusos en su contra, sino también neutralizará los realizados por ellos mismos contra los demás[5]. Es así como

(...) la responsabilidad de los medios no se limita a normas de conducta para su información


política (incluyendo la ponderación, la objetividad y la deferencia con los bienes protegidos
de los afectados), sino que tiene que aplicarse a la trascendente función de facilitar
conocimientos y orientaciones necesarios, o al menos sutiles, para que la sociedad supere
sus problemas[6].

Por esta calidad, es realmente importante que se busque neutralizar el ejercicio abusivo de los derechos ejercidos a
través de los medios de comunicación de masas, toda vez que una institución constitucional no puede verse trastocada,
y más bien corresponde a la Constitución proponer la tutela necesaria de sus derechos fundamentales dotando a las
personas comunes y corrientes de los recursos jurídicos pertinentes para poder reponer las cosas al estado anterior a la
violación, es decir, igualarse ante quien informa de manera negligente con todo el poder que los medios involucran.

12. Cuando se informa en el mundo cotidiano, básicamente no hay reciprocidad directa de elementos noticiosos entre dos o
más partes que intercambian sus roles activo y pasivo, porque en el caso del mensaje vertido a través de los medios de
comunicación social, en esencia lo que se produce es una unidireccionalidad en el envío de la información, toda vez que
es una de las partes la que tiene todo el poder de la noticia y de transmitirla hacia el resto.

En ese sentido, la información periodística tiene una importancia creciente y un poder ahora realmente digno de resaltar.
Basta reconocer que su transmisión genera múltiples cambios por los efectos que ocasiona o puede ocasionar en la vida
pública o privada de las personas e instituciones. Ello acrecienta la responsabilidad profesional de los periodistas o los
medios de comunicación social.
De igual forma, consideramos interesante lo señalado en el artículo II, punto 1 de la Convención sobre el Derecho
Internacional de Rectificación, abierta a la firma por la Asamblea General en su Resolución N.º 630 (VII), de 16 de
diciembre de 1952, y entrada en vigor, del 24 de agosto de 1962, la cual expresa lo siguiente:

La responsabilidad profesional de los corresponsales y de las agencias de información les


impone dar cuenta de los hechos sin discriminación y sin separarlos de los elementos
conexos necesarios para su recta apreciación, a fin de fomentar el respeto a los derechos
humanos y a las libertades fundamentales (...).
Conforme a la ética profesional, todos los corresponsales y agencias de información, en el
caso de que se haya demostrado que ciertos despachos informativos transmitidos o
publicados por ellos son falsos o tergiversados, deberían seguir la práctica establecida de
transmitir por los mismos medios, o de publicar, rectificaciones de tales despachos (...).

En este bosquejo, aparte de que la noticia sea cierta, la actitud del informador debe estar teñida de libertad. Esta libertad
será la mayor y mejor garantía de que se pueda aproximar a la verdad. Ahora bien, esta autonomía en el ejercicio
periodístico no nos puede llevar al libertinaje de la información, caracterizado por violar la Constitución y/o los derechos
fundamentales, sino a una actuación adecuada y responsable. Libertad y responsabilidad van de la mano, por lo que
cuando se informe debe hacerse con toda la autonomía que corresponde a los encargados de difundir los mensajes
periodísticos, pero también deben ser lo suficientemente éticos y responsables para que cuando se equivocan en el
mensaje emitido, puedan rectificarse, inclusive sin la presión de una carta notarial o de una demanda, como la planteada
en este caso.

B. Configuración del derecho a la rectificación

13. Aparte de las disposiciones normativas expresadas en el artículo 2.º, inciso 7), in fine de la Constitución y en el artículo
14º.2 de la Convención Americana, se integrará como parte del bloque de constitucionalidad, lo señalado por la Ley N.º
26775.

De otro lado, también hay que aceptar lo previsto por la Corte Interamericana a través de los fundamentos 22 ss. de la
Opinión Consultiva OC-7/86, respecto a que, si bien el ordenamiento interno puede crear un mecanismo de rectificación
particular, éste no puede desconocer su tratamiento por la Convención Americana, según los parámetros
explicados supra. Con más razón aún, también lo dispuesto por dicha ley debe estar acorde con la Norma Fundamental.

§1. Supuestos

14. Sobre la base de los obiter dictum antes desarrollados, es importante para este Colegiado interpretar la Constitución a fin
de configurar el derecho fundamental a la rectificación.

Son dos los supuestos considerados por el constituyente en que puede plantearse un pedido de rectificación:

a. Información inexacta
Según el artículo 2.º, inciso 7), de la Norma Fundamental, cabe la rectificación por ‘afirmaciones inexactas’; sin
embargo, la Convención Americana, en su artículo 14.º, hace referencia a ‘informaciones inexactas’.

Por eso, consideramos que en este primer supuesto, independientemente del término utilizado, la remisión directa
de la rectificación se da respecto al derecho a la información. Es por ello que la información periodística requiere un
estricto control de veracidad, pues buena parte de su legitimidad proviene de las certezas y certidumbres contenidas
en ella. En el ámbito del ejercicio de este derecho fundamental, la veracidad está más ligada con la diligencia debida
de quien informa, y no con la exactitud íntegra de lo informado. De hecho, cada uno puede tener su verdad,
exponerla o aceptar la de los otros.
Cabe señalar, además, que el derecho a la rectificación fluye cuando se produce una información falsa o inexacta.
Es decir, sólo se podrá dar cuando la información publicada o difundida no corresponde en absoluto con la verdad
(falsedad) o cuando se ajusta sólo en parte a ella (inexactitud).

Así, la nota será falsa o inexacta si es que no se expresó la verdad o lo hizo a medias, con lo que incurre en una
transgresión voluntaria o involuntaria a la responsabilidad profesional de informar con sentido de la verdad y con
tendencia a la objetividad. La verdad o no de la información se debe medir en su propio y estricto contexto,
constatando las falencias en menor o mayor grado de la información.

Sin embargo, es posible que pese a toda la diligencia debida que pueda poner un comunicador social, no transmita
una verdad en el sentido puro de la palabra. Por ello, es que el derecho a la rectificación, en tanto medie una
afectación al derecho al honor de las personas, surge como una forma idónea de contrastar la ‘verdad periodística’ y
la ‘verdad real’. Para eso se tiene la posibilidad de que, tras presentar un error noticioso, éste sea corregido
prontamente y en las mismas condiciones de las expresadas en la publicación o emisión original. Es decir, cuando
la información alude a un sujeto pasivo del ejercicio de este derecho fundamental y éste asevera que lo dicho es
falso o inexacto, se genera una reacción, que es rectificar esa información, independientemente de la exigencia o no
de veracidad en la información. En ese sentido, dicho derecho

(...) más para evitar una agresión, sirve para ofrecer la versión de la persona ofendida (...) o
para suplir las deficiencias informativas de una noticia que se ha demostrado falsa (...). El
derecho a la rectificación no tiene por finalidad principal garantizar la veracidad de una
información de hecho o, en sentido negativo, no es su finalidad excluir las informaciones
falsas, inexactas o incompletas (...)[7].

Rectificar es contradecir, rebatir o impugnar con argumentos o razones lo que otro ha informado. Por eso se ha
dicho de manera contundente que cabe el ejercicio de la rectificación si es que se informa erróneamente y se afecta
a la persona;

(...) en tal caso, ésta debe tener derecho a rectificar tal error, aun cuando no hubiera dolo o
culpa del periodista[8].

Vale señalar que la exigencia de la rectificación, e incluso su realización, será independiente de las otras
responsabilidades que puedan tener los intervinientes en la propagación de la información. Por último, queda claro
que para que exista rectificación es irrelevante si existe o no diligencia; basta con comprobar que la noticia
propagada es falsa. Así, el ejercicio del citado derecho se exhibe como una excepción a la regla de la diligencia
debida exigida para la información en el ámbito constitucional.

b. Honor agraviado
El otro supuesto en que se puede ejercer el derecho a la rectificación se presenta cuando la persona se ha sentido
afectada a través de un agravio, y esto significa una violación de su derecho al honor (así lo señala también el
artículo 14.3 de la Convención Americana), a través de un medio de comunicación de masas con independencia del
derecho comunicativo ejercido. Ésta es la interpretación adecuada que puede fluir de una correcta lectura del
artículo 2.º, inciso 7), de la Constitución.

Si bien la Norma Fundamental prefiere adscribirse a una postura fáctica del honor (reconocimiento de honor interno
y de honor externo, entendido este último como buena reputación), lo que en el fondo está admitiendo es la
existencia de un derecho único al honor, tal como lo ha hecho también el artículo 37.º, inciso 8), del Código
Procesal Constitucional.

En este marco, se puede considerar que el honor, sobre la base de la dignidad humana, es la capacidad de
aparecer ante los demás en condiciones de semejanza, lo que permite la participación en los sistemas sociales y
corresponde ser establecido por la persona en su libre determinación. Esto viene a significar que para que haya
rectificación debe haberse producido previamente un ataque injustificado al derecho fundamental al honor.
A entender de este Colegiado, a través del fundamento 3 de la sentencia recaída en el Expediente N.º 0446-2002-
AA/TC, el honor forma parte de la imagen del ser humano, ínsita en la dignidad de la que se encuentra investida,
garantizando el ámbito de libertad de una persona respecto de sus atributos más característicos, propios e
inmediatos. Asimismo, se ha señalado en el fundamento 2 de la misma sentencia que este derecho

(...) forma parte del elenco de derechos fundamentales protegidos por el inciso 7) del artículo
2.° de la Constitución Política, y está estrechamente vinculado con la dignidad de la persona;
su objeto es proteger a su titular contra el escarnecimiento o la humillación, ante sí o antes
los demás, incluso frente al ejercicio arbitrario de las libertades de expresión o información,
puesto que la información que se comunique, en ningún caso puede resultar injuriosa o
despectiva.

En el caso de la rectificación, para que ella pueda ser ejercida debe existir un elemento afectante del honor de una
persona, y ésta es una condición básica para su disfrute.
La prueba de este hecho, que no requiere una declaración judicial previa, debe basarse en los elementos objetivos
presentados por quien la reclame y que deben ser explicados en el requerimiento que exhiba ante el medio de
comunicación. Esto ha de significar que para hacer el pedido de una rectificación no es necesario, ni menos aún
exigible, que se haya comprobado previamente el daño al honor de las personas. Basta tan sólo con una apariencia
de la vulneración.

15. Habiendo determinado los dos supuestos en los que se puede solicitar la rectificación, sobre todo en lo relativo a la
existencia de un agravio, es necesario que a continuación podamos contrastarlos con lo sucedido en el caso concreto.

Se puede decir que si bien el recurrente ha sido parte de un proceso penal de investigación reservada, el cual es un
asunto eminentemente personal y no público, cabría preguntarse si la noticia propagada amerita o no el ejercicio del
derecho fundamental a la rectificación de su parte, según los parámetros establecidos.

16. Tal como ha sido presentado líneas arriba, mediante una carta remitida por el recurrente, éste manifiesta que no tiene
orden de captura alguna. Afirma que lo que existe es una orden de comparecencia, bajo apercibimiento de ser
conducido por la fuerza pública para que rinda su instructiva en dicho proceso, y que no asistió a la diligencia pues ella
no se realizó en la fecha señalada. En este contexto, ha solicitado, al utilizar el amparo, que se haga efectivo su
derecho a la rectificación, el cual ha sido transgredido cuando

(...) se ha publicado en el Diario Regional el titular ‘¡Ex Decano del Colegio de Abogados con
orden de captura!’. De igual forma aparece dicha información en la segunda página con las
misma palabras en dos renglones pero sin signos de admiración al pie la fotografía del
demandante que se publicó el 8 de octubre del año 2003 (...)[9].

Pese a solicitar al demandado la rectificación de la información considerada falsa, nunca hubo enmienda alguna. En tal
sentido, el requerido alega que la noticia que presentó es el resultado de la interpretación del hecho noticioso, es decir,
es un juicio de valor informativo. Agrega que

(...) la disposición judicial de ser conducido un procesado mediante la fuerza pública, implica
una orden de captura y detención en el lugar que sea habido, y ser puesto a disposición del
juez solicitante para los fines de ley[10].

Entonces, en la presente causa se tiene que dilucidar el significado del término ‘orden de captura’ y determinar si, sobre
la base fáctica de la noticia aparecida en el medio de comunicación social, elaccionante se encontraba en los supuestos
admitidos por la Constitución para el ejercicio del derecho a la rectificación.

17. En primer lugar, hay que aceptar o descartar el argumento utilizado por el demandado, y acogido por el juzgador de
segundo grado, respecto al tipo de lenguaje utilizado en la noticia publicada, pues expresa que

(...) hay que entender que en el lenguaje común no es la misma [sic] la acepción jurídica del
término ‘captura’ y que el término utilizado por el diario emplazado en todo caso importaría
un error de interpretación pero no la publicación de un hecho alejado de la verdad (...)[11].
Al respecto, si bien es cierto que existe el Oficio N.º 6612-03-4JPHCO, a través del cual el juzgado penal requiere al
Jefe del Departamento de la Policía Judicial para que conduzca mediante la fuerza pública para que preste una
declaración instructiva al querellado, hoy demandante en el amparo, y sea puesto a disposición de dicho despacho
previa emisión por parte del juez de un auto mediante el cual se dispone para que preste su declaración, también lo es
que, en relación con la información propalada en el diario el día miércoles 8 de octubre del 2003, debemos tener en
cuenta el contexto en que se está emitiendo tal información.

Al respecto, para la mayoría de las personas que no tienen conocimientos en materia penal, el término ‘orden de
captura’ hace mención a un alto nivel de restricción a la libertad personal, semejante a un mandato de detención, cuya
naturaleza no puede ser comparada con una ‘orden de comparecencia’ bajo apercibimiento de ser conducido por la
fuerza pública, en la cual, si la persona citada no concurre a la diligencia, se hace efectivo el apercibimiento decretado.
De esta manera, el director del diario o el que realizó la investigación periodística no supo transmitir la información
exacta de lo sucedido. Si bien es cierto que el demandante está involucrado en un proceso penal por difamación, el
oficio emitido por el juzgado era para que acuda de forma conminatoria al proceso a prestar su declaración instructiva;
en ningún momento se está limitando abiertamente su libertad personal. Por ello, como ya se ha señalado previamente,
no pueden asimilarse los conceptos de traslado a un juzgado vía grado o fuerza, que significa desplazamiento de una
persona a un recinto judicial para que declare o se le sentencie, y el de ‘orden de captura’, que comúnmente es
entendido como una medida que implica la pérdida de la libertad personal. Presentar el mencionado apercibimiento
como una orden de captura demuestra, a entender de este Colegiado, un agravio por parte del medio de comunicación.
Desde ya se estaría hablando de un informe incompleto y fuera de todo contexto, con la consiguiente vulneración del
derecho consagrado en el artículo 2.°, inciso 7), de la Constitución.

En conclusión, para este Tribunal, por más que el lenguaje coloquial no se condiga necesariamente con el jurídico, la
actuación del informante debe también reflejar esta diferencia. Si no quiere verse involucrado en un desliz como el
producido en el presente caso, entonces tampoco puede utilizar un lenguaje que no es el periodístico, como es el hecho
de usar el término ‘orden de captura’.

18. De lo expresado, no cabe duda de que la información vertida no es completamente cierta, por lo que correspondía
rectificarla a quien la emitió, independientemente del nivel de diligencia mostrado por el demandado.

A entender del accionado, y basado en los documentos judiciales y policiales que contenían la conducción por vía de
grado o fuerza, éste se anima a precisar que

(...) Es así que, teniendo como fuente informativa los documentos señalados en
el item anterior, el Diario Regional realiza la mencionada publicación noticiosa materia de
reclamo, cumpliendo su labor informativa constitucionalmente respaldada (...)[12].

Ahora bien, el dato objetivo es que existe una afirmación que no cuenta con el grado de exactitud necesario para que
ésta pudiese ser emitida. Sin embargo, al haber sido ya propagada, en pos del respeto del público, cabría en este caso
la existencia de una rectificación, motivo por lo cual la demanda planteada debe ser declarada fundada.

19. Pero para llegar a una conclusión como la arribada, también ha podido existir una vulneración del honor del recurrente,
y así se estaría incluyendo también el presente caso en el segundo supuesto previsto.
El demandante ha señalado, respecto a la noticia presentada por el encausado, lo siguiente:

(...) esta información inexacta hizo el demandado haciendo daño a mi honor, a mi reputación
y a mi buena imagen (...) el demandado no podía ni debía de haber publicado, comentarios
falsos de un proceso penal de investigación reservada, que es asunto eminentemente
personal y no público (...)[13].

De esta forma, debe observarse que una noticia de este tipo también ha llegado a afectar el honor del peticionante, toda
vez que presentarlo de manera pública como un presunto responsable (con orden de captura) de un delito –del cual
tampoco se precisó su tipicidad– le impide presentarse adecuadamente en la sociedad, máxime si lo han designado en
su calidad de ex decano del Colegio de Abogados, señalamiento totalmente irrelevante para el caso concreto.

§2. Elementos configuradores

20. Además de lo señalado respecto a la rectificación constitucionalmente aceptada y la declaración respecto al caso
concreto, es pertinente insistir en algunos aspectos no menos importantes respecto a su configuración.
Según el fundamento 3 de la sentencia recaída en el Expediente N.º 1308-99-AA/TC, a entender de este Colegiado,

(...) en relación a los requisitos de procedibilidad, este Tribunal Constitucional, de manera


previa ha de señalar que de conformidad con el artículo 2º de la Ley N.º 26847, el ejercicio
del derecho de rectificación deberá canalizarse previamente mediante solicitud cursada por
conducto notarial, la que deberá realizarse dentro de los quince días naturales posteriores a
la publicación o difusión que se proponga rectificar (...).

Por ello, veremos a continuación algunas cuestiones referidas al procedimiento de rectificación que merecen ser
explicadas:

a. Con relación a su naturaleza:


El artículo 2.º, inciso 7), in fine de la Norma Fundamental señala los elementos que están insertos en una
rectificación: ésta debe ser gratuita, inmediata y proporcional.

- Gratuidad: La Constitución señala que todo acto de rectificación debe ser completamente gratuito para quien
se ve afectado. Ahora bien, este hecho no impide que la persona realice algunos pagos en el trámite del pedido
(como puede ser la carta notarial que debe enviar), pero lo que sí no debe abonarse al medio de comunicación
es monto alguno por concepto de la publicación o emisión en sí.

- Momento: La Constitución exige que la rectificación debe darse de manera inmediata, es decir, en el menor
tiempo posible desde que se produjo la afectación. En el artículo 3.º de la Ley N.º 26775 se establece que los
responsables deben efectuar la rectificación dentro de los siete días siguientes después de recibida la solicitud
para medios de edición o difusión diaria o en la próxima edición que se hiciera, en los demás casos. Sabiendo
que los medios de comunicación tienen distinta naturaleza (no pueden ser iguales la radio con un periódico, y
menos aún, un correo electrónico masivo), la rectificación debe realizarse según la manera en que cada medio
difunda el mensaje. Por ello, este Colegiado se ha de preocupar en que la inmediatez de la rectificación deba
ser cumplida, pues ella es una característica esencial y constituyente en el ejercicio de este derecho
fundamental.

- Forma: Lo que siempre habrá de buscarse es que la rectificación sea proporcional con aquel mensaje que
terminó violentando el derecho fundamental al honor de la persona. Tratándose de una edición escrita, la
rectificación deberá publicarse íntegramente, sin intercalaciones, en la misma página y con características
similares a la comunicación que lo haya provocado o, en su defecto, en un lugar destacado de la misma
sección. Cuando se trata de radio o televisión, la rectificación tendrá que difundirse en el mismo horario y con
características similares a la transmisión que la haya motivado. Por ello, se señala en el artículo 3.º in
fine mencionado que, tras la solicitud de la persona afectada, la rectificación se efectuará el mismo día de la
semana y, de ser el caso, a la misma hora en que se difundió el mensaje que la origina en los medios no
escritos. Lo que en fondo se persigue con la rectificación es que se presente un mensaje discursivo con el
mismo peso periodístico que el original, pero siempre en términos respetuosos y convenientes.

b. Con relación a los intervinientes: Como todo derecho fundamental, la rectificación posee un titular y un
destinatario.

- Reclamante: La titularidad del derecho alcanza a cualquier persona, natural o jurídica, ofendida o
injustamente aludida por algún medio de comunicación. Es así como el derecho está reconocido a toda
‘persona’ afectada por afirmaciones inexactas o agraviantes emitidas en su perjuicio, pudiendo ejercerlo, según
lo precisa el artículo 2.º de la Ley N.º 26775, por la misma afectada o por su representante legal. También
estará legitimada activamente para realizar la solicitud de rectificación, aquella persona que, pese a que el
medio se haya rectificado espontáneamente, no juzgue satisfactoria la misma.
- Obligado: La rectificación se traduce en una obligación que recae, como ya ha sido explicado, en cualquier
medio de comunicación, y que consiste en insertar o difundir gratuitamente las rectificaciones que les sean
dirigidas. Cuando se trata de un medio de comunicación social, el artículo 2.º de la Ley N.º 26775 señala que
será responsable el director del órgano de comunicación y, a falta de éste, quien haga sus veces. Cabe señalar
que según el artículo 14.3 de la Convención Americana, toda publicación o empresa periodística,
cinematográfica, de radio o televisión tendrá una persona responsable que no esté protegida por inmunidades
ni disponga de fuero especial. En caso de que el responsable no estuviese en un medio de comunicación
social, entonces el responsable será el propio emisor de la información.

c. Con relación al trámite: Este tema ha sido desarrollado a través de la citada Ley N.º 26775, básicamente a través
de los artículos 2.º y 3.º; pero hay aspectos que merecen ser resaltados.

- Solicitud: Se debe hacer un requerimiento al director del medio de comunicación o a las personas que se
presentan como responsables, en el cual se solicite la rectificación. Según el artículo 2.º de la referida ley, la
solicitud será cursada por conducto notarial u otro fehaciente. Es así como tal carta se configura en una vía
previa para la presentación de la demanda de amparo.

- Tramitación: El pedido realizado puede ser realizado hasta quince días naturales posteriores a la publicación
o difusión que se propone rectificar, tal como lo señala el antes mencionado artículo 2.ºde la Ley N.º 26775.
Este plazo está de la mano con la exigencia de inmediatez explicada.

21. En el caso concreto, es de notar que el recurrente ha exigido al periódico el cambio de titular y de la noticia que lo
explica, alegando no ser objeto de una orden de captura y solo se le ha remitido un oficio, mediante el cual le piden que
asista a la querella de un proceso en curso. De este modo le solicita al demandado rectificarse bajo sus propios
términos y según un formato individual.

Sin embargo, tal como se presentó supra, el demandado no cumplió con permitirle al accionante la posibilidad de
rectificación, no satisfaciendo el pedido realizado. Sobre esta situación, cabe hacer dos precisiones.

22. La primera de ellas está referida a cómo ha de presentarse una rectificación: Como lo desea el afectado o como lo
plantea el medio. En el caso concreto, el solicitante envía una carta notarial indicando la forma en que se debía rectificar
el diario emplazado.

Por ello, es interesante analizar la forma en que el medio de comunicación social ‘intentó’ satisfacer la rectificación
solicitada pues ésta fue opuesta a lo que la Constitución exige, al agregar comentarios a extractos de la carta notarial
enviada. No fue proporcional de ninguna forma a los estándares constitucionales del artículo 2.º, inciso 7).

23. La supuesta rectificación realizada por el demandado el día 27 de octubre publicada en la página 7 de Política/Gestión
del Diario Regional, incluye un comentario de la carta notarial que le fue dirigida días antes con el propósito de que se
rectifique de la versión emitida por la nota periodística del 8 de octubre del 2003, sin cumplir el mandato de la ley.

La solicitud enviada por el recurrente al medio señalaba que debía ponerse, como una verdadera forma de rectificación,
en el medio lo siguiente:

¡Ex Decano de Colegio de Abogados nunca tuvo orden de captura!


Huánuco.- El ex Decano del Colegio de Abogados de Huánuco y Pasco con orden de
captura, Prudenciano Estrada Salvador, nunca tuvo orden de captura por disposición judicial
del Cuarto Juzgado Penal de esta ciudad. Este juzgado sólo decretó su comparecencia bajo
apercibimiento de ser conducido por la fuerza pública para que rinda su instructiva en el
proceso de querella seguido por el ex Fiscal Provisional de Familia abogado Ernesto
Calle Hayén. El cargo que obra a fojas 298 de los autos acredita que la señorita Secretaria
del Estudio Jurídico del querellado, que atendió al personal del juzgado, no
quiso recepcionar, de cuya actitud dejó una constancia la señorita Auxiliar Jurisdiccional; el
querellado no realizó la recepción como falsamente se informó en el Diario Regional; por esa
razón se frustró la diligencia de la instructiva del querellado señalado para el día 22 de
setiembre del año en curso, es falso que el querellado PrudencianoEstrada Salvador se haya
negado a firmar resolución alguna del Cuarto Juzgado Penal; en los actuados, el querellado
abogado Prudenciano Estrada Salvador firmó el cargo de la Resolución de fecha 1 de
octubre del 2003, en efecto la afirmación publicada el día 8 de octubre del año en curso fue
inexacto. El querellado por considerar que el Juzgado resolvió con error la Resolución que
ordenó conducir en grado fuerza para rendir su instructiva, fue apelado dentro del término de
ley, por lo que fue concedida la apelación mediante la resolución de fecha 6 de octubre, cuyo
cuaderno ha sido elevado a la Sala de la Corte Superior de Huánuco y Pasco, hasta el
momento que se redactó esta carta rectificatoria no ha sido resuelto. El 2 de octubre del
presente año el Señor Juez David Beraún Sánchez, emitió el Oficio N.º 6612-2003 a favor de
la PNP de esta localidad en forma ilegal, por cuanto para esa fecha la Resolución del 1 de
octubre no se encontraba consentida, debido a ese error jurídico, el Juzgado posteriormente
ofició a la PNP dejando sin efecto[14].

Es decir, el director al realizar supuestamente la rectificación en la nota periodística, de fecha 27 de octubre del 2003, la
realizó de una manera peculiar, pero tomando en cuenta un extracto de la carta remitida por el recurrente, a través de la
cual niega la información emitida (la del día miércoles 8 de octubre del 2003).

Hacer pasar la rectificación como la posición del recurrente dentro de una supuesta investigación realizada, en la que se
insiste en la información ofrecida de manera original, no puede ser ni debió ser aceptada como rectificación, tal como
ocurrió en el presente caso, y que ahora motiva que este Colegiado esté revisando este proceso constitucional.

24. De lo observado, es necesario determinar la validez de una de las dos posibilidades propuestas para que la rectificación
pueda ser realizada: una es que sea el propio medio el que lo rectifique según sus parámetros; otra es que el propio
afectado proponga la forma en que se produzca la rectificación.

Según el artículo 14.1 de la Convención Americana, la persona ‘tiene derecho a efectuar’ la rectificación, es decir, todo
hace suponer que él mismo debe ser el que proponga la forma en que el medio se rectifique. Sin embargo, la
Constitución, en su artículo 2.º, inciso 7), expresa claramente que el derecho de la persona se refiere a que el propio
medio se rectifique.

Haciendo una interpretación coherente entre ambas normas, consideramos pertinente aseverar que será el propio
medio el que debe presentar la rectificación, según los lineamientos periodísticos del mismo, con la salvedad de que el
agraviado señale expresamente lo contrario en su solicitud. En el caso de que la persona haga un pedido intencionado
de que se coloque la rectificación según su voluntad, el medio deberá hacer la rectificación según la petición realizada.
Sin embargo, en este último supuesto, el afectado no podrá hacer un ejercicio abusivo de su derecho. Así lo ha
determinado el artículo 5.º de la Ley N.º 26775, cuando señala que el medio de comunicación social puede rechazar la
difusión o inserción de la rectificación, en el caso de que una información sea inexacta:

a) Cuando no tenga relación inmediata con los hechos o las imágenes que le aluden o
que exceda lo que estima necesario para corregir los hechos declarados inexactos o
perjudiciales para el honor.
b) Cuando sea injuriosa o contraria a las leyes o a las buenas costumbres.
c) Cuando se refiera a tercera persona sin causa justificada.
d) Cuando esté redactada en idioma distinto al de la emisión del programa o de la edición
incriminada.
e) Cuando se vulnere lo dispuesto en el artículo sexto de la citada ley; es decir, si la
rectificación no se limita a los hechos mencionados en la información difundida o
comprende juicios de valor u opiniones.

En caso de negativa por parte del medio o si la difusión o inserción de la rectificación no satisface al afectado, cabría
presentar una demanda de amparo por violación del derecho fundamental a la rectificación, y, en tal caso, será el propio
juez constitucional el que determine cuáles son los parámetros que debe utilizar el medio para la rectificación. En caso
de ser injustificada la negativa del medio, cabe utilizar los apremios con que cuenta el juez, tal como más adelante va a
ser desarrollado.
25. Así, en el caso concreto, el demandado debe rectificar la noticia presentada, consignando expresamente en un titular
que el afectado no tuvo orden de captura sino mandato de conducción vía grado o fuerza.Sobre la base de dicho titular,
el accionado deberá explicar cuál fue la verdadera situación jurídica del recurrente en la querella que se le interpuso en
su contra, en un artículo que esté en la misma página (página 2) y con una dimensión similar a la de la información
original, evitando hacer comentarios agraviantes sobre la noticia, y limitándose a presentar la noticia rectificada, según
consta en la carta notarial que le enviara el accionante.

26. En segundo lugar, lo que se debe determinar es si es o no válida una rectificación que contiene añadidos por parte del
medio (nuevas opiniones o informaciones).

Corresponde salvar esta duda sobre la base de lo que reprodujo el diario demandado en la supuesta rectificación que
realizó de la noticia original del caso de autos. Esto fue lo que publicó:

Ex decano de Colegio de Abogados dice que ‘no tiene orden captura’


Huánuco.- Mediante una carta remitida por el abogado Prudenciano Estrada Salvador, ex
Decano del Colegio de Abogados Huánuco Pasco, manifiesta que no tiene orden de captura
del Cuarta Juzgado Penal, en la querella que le siguen por el presunto delito de difamación,
instaurado por el ex Fiscal Provincial de Familia Ernesto Calle Hayén (...).
Ahora bien, el mandato de conducir a una persona por la fuerza pública, implica en sí la
detención de la persona, su conducción al Juzgado, y ser puesto a disposición del Juez para
los fines de Ley. En buen romance, es una orden de captura para una detención transitoria,
preventiva.
Si el Juzgado posteriormente remitió otro oficio a la Policía Nacional dejando sin efecto el
pedido de conducción del inculpado de grado o fuerza, esto constituye un hecho nuevo
dentro del proceso, que obviamente no teníamos por qué conocer. En todo caso, con la
presente publicación le concedemos al abogado Prudenciano Estrada, el derecho de
réplica[15].

27. Para este Colegiado, la rectificación debe estar circunscrita al objeto del mensaje inexacto que la motiva, separada de
cualquier discurso agregado. Lo que podrá hacer el medio de comunicación de masas frente a un pedido realizado por el
afectado está limitado a rectificar el mensaje equivocado; es decir, no podrá insertar en la misma nota rectificatoria,
como titular o comentario, nuevas apreciaciones o noticias, pues al insistir, revertir o poner en duda la rectificación del
reclamante, se desvirtuaría la naturaleza de la rectificación., anulando el contenido esencial de dicho derecho
fundamental.
Ello no quiere que el medio de comunicación no pueda emitir opiniones o seguir informando sobre el tema, pero lo que
no puede es, en el acto mismo de rectificación, desdecir el objeto del ejercicio de este derecho fundamental.

Por tal razón, debe exigirse a los medios de comunicación la mayor responsabilidad profesional y objetividad en su
ejercicio informativo, y, por ende, también en la forma en que debe realizar la rectificación; léase en la forma publicada o
analizada sin calificar ni evaluar el argumento o razones (las supuestas otras verdades) de quien busca la rectificación.

28. En el caso de autos, el recurrente alega que no se produjo una verdadera rectificación toda vez que

(...) el demandado, el día 27 de octubre del presente año publicó en la página 7 de


Política/Gestión del Diario Regional, un comentario de la carta notarial que le dirigí el 21 del
mismo mes y año para que rectificara la publicación que hizo el 8 de octubre de 2003, lejos
de cumplir con el mandato de la ley, el demandado abusando de su derecho por segunda
vez, publicó hechos y opiniones inexactos que perjudicó a mi honor, reputación y buena
imagen[16].
Es decir, el recurrente sostiene que cuando el demandado supuestamente rectificó la noticia, con un artículo publicado
el día 27 de octubre de 2003, emitió opiniones y presentó hechos respecto a su caso.

Frente a tal tesis, el demandado considera que pese a que no estaba obligado a rectificación alguna,

(...) por nuestra política informativa de pluralidad y concediéndole el derecho de réplica, el


Diario Regional, en su edición Nº 2473, del día 27 de octubre 2003, página 7, publicó la
versión dePrudenciano Estrada Salvador, sobre la base de lo manifestado en su Carta
Notarial que nos entregaron con fecha 22 de octubre del año pasado, accediendo en parte a
su petición[17].

29. A entender de este Colegiado, no puede considerarse proporcional ni adecuada la rectificación realizada por el
accionado. Una utilización de este tipo de rectificación contradice abiertamente los elementos configuradores que la
Constitución le reconoce. Por tal razón, también ha de considerarse fundada la demanda porque no se realizó
adecuadamente la rectificación propuesta.

V. FALLO

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política del Perú

HA RESUELTO

1. Declarar FUNDADA la demanda y, en consecuencia, ordena la publicación inmediata de la rectificación solicitada, en


los términos señalados en el fundamento 10, supra.

2. Establecer como precedente vinculante los fundamentos N.os10 (reglas sobre los tipos de medios en los que se puede
solicitar la rectificación), 14 (reglas sobre los requerimientos para el ejercicio del derecho fundamental a la rectificación),
20 (reglas sobre los elementos configuradores que posee) y 24 y 27 (reglas sobre la forma en que debe ser presentada)
de la presente sentencia, de conformidad con el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional.

Publíquese y notifíquese.

SS.

GARCÍA TOMA
GONZALES OJEDA
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO

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