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LA COMUNIDAD DEL DISCIPULO AMADO ESTUDIO DE LA ECLESIOLOGIA SUANICA al Raymond E. Brown BIBLIOTECA DE ESTUDIOS BIBLICOS 43 LA COMUNIDAD DEL DISCIPULO AMADO Estudio de la eclesiologia juanica SEGUNDA EDICION RAYMOND E. BROWN EDICIONES SIGUEME SALAMANCA 1987 Este estudio acerca de la eclesiologia CONTENIDO judnica teconstruye la historia de esta co- munidad cristina, cuya vida, desde «el Principior hasta la «ilima hora», se Prefacio .. tefleja en el evangelio y en las Castas de Juan Introducct Juan J, ANTES DEL EVANGELIO 0. ....0....0eceeeeeeneeeees slo que era desde ef principio... ox lo Origenes de la comunidad judnica ....0......0ececee eee ANUNCLAMOS & vOSOLTOS». (Jai. Il, CUANDO SE ESCRIBIO EL EVANGELIO ..........-.6-55 . Relaciones judnicas con otros grupos ...... 6.206 0e ec cee ee ~ «Esta es la hora postrera... os digo ahora TI. CUANDO SE ESCRIBIERON LAS CARTAS .............- que muchos se han hecho anticristos, . io por lo cual conocemos gue ésta es la hora Luchas invetnas judnicas 600000 e ect eeee teeters (postrera», ae (1Jn 2, 18) IV, DESPUES DE LAS CARTAS ........0.0000.00000 ee Disolucion judnica .. 0.6... cccececceee secs eeeeenene CUADROS SINTETIZADORES ........... 0.0 000ccee eee ce ee APENDICE I Reconstrucciones recientes de Ja historia de la comunidad jud- 5) Tradujo: Faustino Martinez Gotti Ape U Sobre el original: The community of the beloved disciple PENDICE IIo... oo eee cece eee cece cence cence ene © Paulist Press, New York, 1979 . . , Funcién de las mujeres en el cuatto evangelio © EDICIONES SIGUEME, S.A., 1987 Apatrado 332 - Salamanca (Espafia) Bibliografta reciente sobre Juan 0... 0.0.66 1S BN; 84 - 301 - 0898 - X Tndiice de autores 000000 Depésito legal: $. 663 - 1987 Indice de matertas 0.0... 6c cece cece eee eens Printed in Spain EUROPA Ages GRAFICAS, §. A. Sanchez Llevor, 1. 37003 Salamanca, 1987 Indice gemeral 0.66. cocci eet teen tees PREFACIO En el ako 1955, mi primer trabajo académtco como candidata al doctorado en la universidad Johns Hopkins en Baltimore estaba dedicado al evangelio de Juan y a las cartas'.,Entonces no podia ‘yo imaginar que estaba comenzando una dpasionante labor de un cuarto de siglo en la obra literaria mas audaz del nuevo testamen- to. Si se cuentan mis articulos sobre Juan desde 1955, supongo que equivaldrian, como término medio, ¢ uno al ato, a lo que habria que anhadir un opiisculo (1960) y ef comentario en dos voliimenes de la Anchor Bible, (1966, 1970) sobre ese mismo evangetio, (El es- tudio realizado para 1a elaboracion del presente libro ha exigido una revision de la literatura escrita sobre Juan desde que se publicd ef comentario; supone, pues, una ayuda complementaria para la puesta al dia de los estudiosos de dicho comentario). Actualmente estoy preparando el comentario para la Anchor Bible sobre fas car- tas que espero publicar en 1981. En medio de ese torrente de pa- labras, existe el peligro de perder la perspectiva del bosque a causa de los arboles; y por eso he decidido preparar un breve fibro que recoja mi vision sobre el cristianismo de Juan. En este libro espero comunicar tanto el amor hacia Juan como el entustasmo por lo su- gestive de su pensamiento. Es un pensamiento que senala un pun- to muy alto en la cristologia y a eclesiologia primitivas y que, sin embargo, ofrece terribles peligros, incluso boy dia. Los origenes inmediatos del libro arrancan del estudio realizado en dos ocastones espectates®. En diciembre de 1977, acabé mi pe- 1, Publicado como The Qumran schrofls anid the johannine gospel and epistles: CBQ 17 (1995) 403-419.559-574. 2. Los temas juanicos de estas dos ocasiones, véanse fnfra, notas 3 y 4: pero con anterioridad a ambos, se hallaba el atticulo Johannine ecclesiology. The com munity’s origins: Incetpretation 31 (1977) 379-393. Este articula trata del peciodo preevangélico del relato judnico; el axticulo al que hace teferencia la nota 3, trata 10 Prefacio riodo como presidente de la «Society of Biblical Literatures cum- bliendo con el requisite del discurso presidencial a la asamblea de es- ta sociedad en San Francisco. En febrero de 1978, pronuncié las Shaffer Lectures ew fa universidad de Yale’ en una serie que se babia honrado antes con conferenctantes tales como R. Bultmann, C. H. Dodd y E. Kisemann, distinguidos especialistas en temas judnicos. Ef material presentado en esas dos ocasiones ha sido redac- tado ahora de nuevo y ampliado para presentar una historia conse- cuente de la comunidad juinica. Deseo ofrecer este libro como mi expresion de gratitud a la «Society of Biblical Literature» y a la «Di- viny School Faculty de Yale por haberme estimulado a presentar mi vistén de la comunidad cristiana de Juan en un cuadro coherente. Se ha alegado frecuentemente que los escritos de Juan pueden ser la piexa mat importante para recomponer el puzzle o rompeca- bexas de los origenes cristianos y que viene a ser como la piedra clave del arco a ta primitiva iglesta. Modelos de la historia de la igkesta del primer siglo han sido reconstruidos a partir del corpus de ta literatura paulina, a partir de Lucas/Hechos de Mateo; pero no ha sido facil afustar a Juan dentro del cuadro de conjunto. Ef cuarto evangelio es diferente de los demés evangelios en su presen- tacion de Jesiix y acombrosamente diferente de las cartas pastorales y de los Hechos de los apéstoles en su visién de las realidades ecle- siales, de manera que los estudiosos han elaborado la teoria de que ta comunidad cristiana de Juan podia haber sido un fenGmeno sec- tario «marginal», Espero demosirar que no fue algo «marginals, si- del perfodo del evangelio; las Shaffer lectures. de la nota 4, ttatan del perfodo postevangélico. La Paul Wattson lecture que tuvo lugar en la Universidad catdlica de Washington D C. en octubre de 1977 (That they all be one: unity and diversity in John's view of christinanity at the end of rhe first century), foe una miscelanea del marerial Gltimamente publicado en Interpretation y JBL. 3. Other sheep not of this fold: the johannine perspective on chrisnan diver sity in the late first century: JBL 97 (1978) 5-22 4A. El titulo de estas eres conferencias sobre las cartas de Juan era: The smpor- tance of Jesus for the johannine community in its east hours. Las conferencias fueron dictadas a base de apuntes: ahora han sido mucho mis elaboradas. 5. Por eescritos judnicoss enticndo el cuarto evangelio y las tres cartas de Juan. Algo mas se podria dererminar la eclesiologia juénica recurriendo al Apocalipsis con sus siete cattas a las iglesias, pero la telacién del Apocalipsis respecte al corpus prin- cipal judnico sigue siendo oscura. E.S. Fiorenza en The quest for the johannine school: the Apocalypse and the fourth gospel: NTS 23 (1976-77) 402-427 afirma que el autor del Apocalipsis «parece haber estado mas familiarizado con las tradi- clones paulinas que con las de la escucia juanicas, Yo acepto la tesis de que el autor del Apocalipsis ¢s un profeta’ cristiano desconacido llamado Juan (no el hijo del Ze- bedeo), pero considero exagerada la tesis de Fiorenza, tanto en lo que se refiere a las semejanzas paulinas, como en las desemejanzas juanicas. Profacio n no mas bien algo inserto en Ja corriente de confrontacion aguda con las sinagogas y con otras iglesias y que, a pesar de las tenden- cias sectarias, todavia rezaba por la unidad con los demis cristianos. Pero fue un grupo cristiano retadoramente diferente y fugaz, tan pasajoro, quo estaba destinada a ser absorbido en los movimientos cristianos mas amplios (a la derecha o a la izquierda) que surgieron @ partir del siglo I. Advierto al lector que mi reconstruccién reivindica, todo lo més, probabilidad; de tal forma que, si se acepta un sesenta por ciento de mis investigaciones, me daré por satisfecho. Por otra par- te, en la reconstruccién de la historia de la comunidad, pienso centrarme en las relaciones con otros grupos y en una sttuaciOn vi- tal que refleja tanto amores como odios, y, por esa, este libro no es una teologia judnica de confunto con sus pros y sus contras neta- mente equilibrados. (Pero eso puede ser mucho més interesante porque muestra un cuadro de la vida de la iglesia mis abierto y franco, con sus sarrugas y todo lo demas). Segiin eso, espero que bara la mayor parte de los lectores Este no constituiri su primer viaje por las turbulentas aguas judnicas. Pienso que el libro es inte- ligible para cualquier pertona de cierta cultura, aunque prefertia gue el gue empiece abora a estudiar ef evangelio diera prioridad a algiin comentario sobre Juan. aunque fuera breve, con el fin de lograr una visién de conjunto de la belleza y de la profundidad de 4a teologia judnica. Por mi parte irataré de leer el evangelio como clave para entender la vida de la iglesia de los anos treinta a sesen- 4a, después de la vida de Jestis: y ctertamente me sentiré més a gus- to si el lector conoce ya lo que el evangelio dice acerca del mismo Jestis. Astmismo utihzaré aqui las Cartas para interpretar algunas dificultades que pueden derivarse del contenido del evangelio, y también me sentiré mds tranquilo si el lector aprecia ya la dtreccién pastoral positiva de las Cartas. Com todas estas cautelas, permitaseme confesar que, por mi parte, encuentro el material que presento en esie libro muy sugerenté e invito de todo corazén al tector para que comparta la satisfaccién de ver este material ya co- nocido, junto y de una manera nueva. INTRODUCCION: PROBLEMA Y METODO PARA DISCERNIR LA ECLESIOLOGIA DE JUAN La palabra «iglesia» (ekk/esia) nunca aparece en el cuarto evan- gelio.ni en I y Il Juan. Cuando aparece en IL Juan, dos de las tres veces en que la utiliza (v. 9-10) se halla asociada con Diotre- fes, un jefe eclesidstico al que el esctitor judnico desaprueba. Mientras que los evangelios sinépticos se hallan llenos de referen- cias al «reino de Dios» (el cielo), esta terminologia se halla cu- tiosamente ausente en Juan (solamente 3, 3.5; cf. 18, 36). El con- cepto de pueblo de Dios asimismo parece estar ausente de la teologia de Juan ', como esta ausente el término <«apéstol> en su sentido propio, Segtin eso, gse puede hablar de una eclesiologia juanica? ¢O es la comunidad juanica una asociacién de individuos cristianos unidos cada uno de ellos a Jestis como un satmiento a ja vid (jn 15), peto no muy intetesados por el aspecto salvifico co- munitatio? . Otro desafio a la eclesiologia de Juan proviene de la matcada oposici6n a los que estan fuera, ya se trate del «mundo», de «los judios» o de otros cristianos. Se conyirtié la asociacién juanica de cristianos en una secta? Esta es una cuestién candente con implica- ciones tanto pata el estudio del cuarto evangelio como pata nuestra comprensién de los origenes cristianos ?. Hasta cierto punto, la res- 1. E. Schweizer, Church order in the new testament, London 1961, 119 (11), cn una estimacién minimalista de la eclesiologia juénica, comenta: «sin embargo, cn contraste con los exctitos paulinos, el nombre de ‘Istael’, y por supuesto ‘santos* 9 ‘pheblo de Dios’ no se hallan asociados ya con la iglesia de Jestise. Corrigen a Schweizer, $. Pancaro, People of God in saint John's gospel: NTS 16 (1967-68) 114-129 y F. A. Pastor, Comunidad y ministerio en las epistolas joaneas: Estudios Eclesidsticos 52 (1977) 39-71. 2. Eso tendria asimismo implicaciones para la naturaleza de ta Escritura, desde el momento en que una concepcién sectaria de la comunidad judnica podria impli- car que, dentto del NT, la iglesia admitié en cl canon escritos de grupos que no se habrian reconocide mutuamente coma verdadecos cristianos, i4 Introduccion pucsta a la pregunta depende de la definicién de «secta». Se defi- ne la «sectas en cérminos de una postura contra otro cuerpo reli. gioso (en este caso, o bien contra el judaismo o bien contra otros Cristianos) 0 como una postuta contra la sociedad en su sentido mas amplio (contra el «mundo»)? 3, Operando en el contexto del concepto diltimo de «secta, R, Scroggs * deduce que todo el primitive movimiento cristiano fue sectario, puesto que tenia las siguientes caracteristicas basicas de uma secta: 1) emergié de un movimiento agrario de protesta; 2) rechazaba muchas de las realidades exigidas por el establishment (exigencias de familia, de institucién religiosa, de economia. de intelectuales teolégicos); 3) era igualitario; 4) oftecia un amor y una aceptacién especiales a los que estaban dentro de la comuni- dad; 5) era una ofganizacién volunraria; 6) exigia un compromiso total de sus miembros; 7) era apocaliptico. Obviamente, enten- diendo de esa manera la «sectas, la comunidad cristiana que cono- cemos a través del cuarto evangclio y a través de las cartas judnicas era uma secta, como parte de un movimiento sectario cristiano més amplio ° Tocluso si uno toma la palabra «sectas en un marco puramente teligioso, todo el movimiento cristiano primitive puede set conside- ado como una secta o al menos ta rama judeo-cristiana del mismo, En Hech 24, 5-14, los judios que no creen en Jestis describen a los demas judios que creen en él como personas que constituyen una hairesis. Esa es la misma palabra que utiliza Josefo (Vide, 10) cuan- do habla de las tres «sectas» de los judios: los fariseos, los saduceos 3, W. Meeks, en JBL 95 (1976) 304. distingue entre los americanos que estan acostumbrados a utilizar la palabra «ectas como término socivlégica y muckos ¢x- perros europeas que utilizan el témino solamente en un sentido teoldgico ¢ hist6rico-eclesial. Su propia soluci6n a Ja cuestién se desprende claramente del titulo de su articulo: The man from heaven ix johannine sectarianism: JBL 9) (1972) 44- 72. D. M. Smith recomienda precaucién y prudencia en Johannine christianity: some reflections on its character and delineation: NTS 21 (1974-75} 224: esta, autoconciencia (judnica) sectaria 0 cuasi-sectatia no ¢s una cucstién polémica, sus taices, causas y su matriz social, sin embargo, lo sun. Peto, cqué se ttata de expresar con ello? ¢Un sentido cristiano de alienacién o de sepatacién del mundo en gene- ral? ¢De la sinagoga? :De la ortodoxia cristiana que se estaba desarrollando? 4. The earliest christian communities as sectarian movemens, en J, Neusnet (ed.), Christianity, judsism and other greco-ruman cults (Studies for M. Smith at sixty} U1, Leiden 1975, 1-23. Presenta una bibliogtafia sobre la sociologia de esecta> tal como la hace R. A. Culpepper, The sohannine school, Missoula 1975, 259, 1 to. 5. A la comunidad judnica pueden cacrle bien algunas de esas caracteristicas mejor que 4 ottos geupos cristianos, por ejemplo la 4, sia embargo, le cacrian peor ‘otras como por ejemplo Ia 7 Introduccion is y los esenios. Pero mi interés aqui ¢s la aplicabilidad del cérmino teligioso «secta» a la comunidad judnica en su relacién con otras comunidades ctistianas de finales del siglo I. ;Era esta comunidad una iglesia aceptada entre las demis iglesias, o un concilibulo alienado y exclusivista? En esta dialéctica, la comunidad juanica seria de facto una secta, cal como nosotros entendemos el térmi- no: si explicita o implicitamente hubiera roto la comunién (Rotnonia) con ta mayor parte de los demis cristianos °, 0 si debi- do a sus tendencias teoldgicas o eclesiolégicas, la mayor parte de los demis cristianos hubieran roto le £ommonia con la comunidad juanica. Algunos han argumentado en favor del sectarismo juanico ba- sindose cn la aceptacidn relativamente rapida del evangelio por los gnésticos del siglo I1*, Lo cierto es que esos «herejes> habrian reconocido correctamente las tendencias innacas del pensamiento juanico. D. M, Smith ®, sir embargo, observa acertadamemc que Ireneo acepté el evangelio como ortodoxo de forma que cl uso que se le dio en el siglo iI no es un criterio claro det status secta- tio del pensamiemo pudnico en el siglo 1. Todavia se ha aducido otro argumento cn favor del sectarismo juanico a partir de in- erpretaciones radicales de la teologia y de la eclesiologia del cuar- to evangelio. La probabilidad de que la comunidad juanica fuera una secta profundamente diferente de la mayor parte de las otras sectas ctistianas se acrecentaria si el cuarto evangelio fuera anti- sacramental o decididamente no-sacramental %; 0 si el evangelio fuera anti-petrino (teniendo en cuenta que Pedro es cl simbolo que mejor expresa para Ja iglesia el fundamento apostélico) ; 0 si el evangelio fuera anti-insticucional rechazando la estructura 6. Cf. §, Brown, Koinonia as the husis of the new testament ecclesiology?: One in Christ 12 (1976) 157-167. 7.- Que el cuario evangelio fue primcramente aceptado por grupos que podrian set clasificados como heterodoxos lo propusieran J. N. Sacders y M. R. Hillmer; la tesis opuesta ha sido defendida por F. M. Braun. Cf. mi comentario EI evangelio seyiin san Juan (Il, Madrid 1979; asimismo E. H. Page's. The johar- nine gospel in gnostic exegesis, Nashville 1973. 8. fohunnize christianity (nota 3). 225. 9. ‘En mi comentario 2 san Juan citado anteriocmente, estudio varias teorias acerca de los sacramenios en Juan, incluycado la tesis de R’ Bultmann de-que un editor final (e] redactor eclesiZstico) y no el principal evangetista fue el responsable de los pasajes sacramentales tales como 3. 5 (saguay = bautismo) y 6, 51-58 (ecar- ne y sangres = cucaristia). 10., Cf. G. BE. Snyder. Joba 13, 16 and the anti petrinism of the johannine tradition: BR 1G (1971) 5-15. 16 Introduccion presbiteto-obispo que iba surgiendo a finales de siglo; 0 si su cristologia consistiera en un ingenuo docetismo, de manera que la iglesia hubiera cometido un error al admitie este evangelio como ortodoxo 7, Mientras que siempre hay alguna base en los escritos juanicos pata interpretaciones 1an radicales, existe demasiada evi- dencia, por otra parte, pata demostrar que no son convincentes y Pata apuntar a una interpretacién mas matizada de la cristologta y eclesiologia judnicas. De todos modos, algo se conseguir discutien- do una vez més tales puntos. Me agradaria estudiar la historia de la comunidad judnica (que, en Gltimo término, supone cuestiones de iglesia y secta) sirviéndo- me de la investigacién fructifera que se ha iniciado en los estudios judnicos de los Gltimos afios. Esta parte del hecho de que el evan- gelio debe ser teido en varios niveles, de manera que nos cuenta la historia tanto de Jestis como de la comunidad que creia en é)¥. Permitaseme reflexionar sobre esta sugerencia general y luego sobre algunas de las precauciones que hay que tener en cuenta cuando se acepta tal enfoque. Wellhausen y Bultmann fueron los pionetos al insistir que los evangelios nos hablan primariamente acerca de la si- twacién de Ja iglesia en Ja que fueron escritos y sélo secunda- riamente acerca de la situacién de Jess que ellos desctiben prima facie. Por mi parte, preferiria parafrasear esta manera de ver las co- sas como sigue. Primeramente, los evangelios nos dicen cémo un evangelista concebia y presentaba a Jesis a una comunidad cris- tiana en el Gltimo tercio del siglo 1, una presentacién que Indirec- tamente_nos ofrece una visién de la vida de la comunidad en la €poca en Ja que se escribié ese evangelio. En segundo lugar, a través de! andlisis de tas fuences, el evange- lio revela algo acerca de la historia pre-evangélica de las concep- ciones cristolégicas dei evangelista; indirectamente, ellas revelan asimismo algo acerca de fa historia de la comunidad a principios de siglo, especialmente si las fuentes que utiliz6 el evangelista forma- ban ya parte del patrimonio de la comunidad. Ev tercer lugar, tos 11. E. Schweizer, 0. ¢., 127 (12c): «aqui (en las cartas juanicas en continuidad con el evangelio) no existe un tipo de ministetio especial, sino solamente la unién dicecta con Dios a través del Espiritu que viene a cada individuo; no existen nt ofi- cios ni squiera diferentes catismas». 12, Esta es la tesis de E. Kasemann, EY testamento de Jesits, Salamanca 1983. Un serio teto'a la tesis de Kasemann lo ha presentado G. Borakamm, Zur Interpretation des Jobannes-Evangeliums: Evangelische Theologie 28 (1968) 8-25. 13. Aunque en principio esta sugerencia no ¢s nueva, una aplicacién total de la misma a Juan fue le conttibucién de J. L. Mastyn, History and theology in the fourth gospel, New York 1968; revisada: Nashville 1979. Introduccién. 17 evangelios oftecen medios limitados para reconstruir el ministerio y el mensaje del Jestas histérico 14, E] lector advertira la limitacién que yo he puesto a Ja informa- ci6n eclesial secundaria que nos llega de los evangelios: si las fuen- tes tecuperables o las tradiciones pre-evangélieas se formaron en un estadio anterior de la vida de la misma comunidad que recibié ef evangelio final, entonces nos ayudan a detectar la historia de esa comunidad; pero si fueron compuestas fuera de la comunidad y fueron asumidas para completar (0 incluso corregir) el pensarniento de Ja comunidad, pueden proporcionar muy poca informacién ecle- sial acerca de la misma comunidad. En el caso del cuarto evangelio, los especialistas han supuesto a veces que el evangelista utiliz6é y cortigié fuentes provenientes de fuera de la comunidad, de hecho, incluso, de fuentes no cristianas. Hoy, sin embargo, la tendencia dominante supone uoa conexién mucho mis estrecha entre las fuentes/tradiciones/ediciones pre-evangélicas detectables'’ y la co- munidad juanica (o al menos facciones dentro de la comunidad). Mientras que yo acepto en principio la posibilidad de detectar la vida de la comunidad cristiana que subyace en el relato evangéli- co, deseo mostrar con claridad tas dificultades metodolégicas de aplicar tal principio. Desde ef momento en que la presentacién de Jestis y de su mensaje es el interés primario, los hechos -y las pa- labras de Jesiis son incluidos en el evangelio porque el cvangelista ve que ellos son (o han sido) dtiles para los miembros de su comu- nidad. A partic de esto, conseguimos un conocimiento general de la sicuacién de la comunidad, pero es dificil descender a casos especificos 0 concretos. Por ejemplo, el autor de Marcos describe a los miembros de los doce y, especialmente a Pedro, como no en- tendiendo a Jess y que tenia que padecer (Mc 8, 17-21.27-33: 9. 6.32; 14, 37). A todas luces, esto es una leccién general para {os cristianos de Marcos: de que es dificil llegac a la verdadera fe en Jestis y de que tal fe es posible solamente participande cn su cruz, una cxigencia que Marcos sitGa abier:amente en el contexto en el que describe la 14, Los catélicos pueden reconocet en mi divisién los tres estadios de la forma- ciém del evangelio que ensefia la Comisién biblica pontificia en su «instruccion sobre la verdad histérica del evangelio» (1964). Sobre ta seccién correspondiente de la Instrucci6in, cf. el apéndice de mi Biblical reflections on crises facing the church, New York 1975, 111-115. 15. Acetca de las diversas teorias sobre Jas fuentes preevangéticas propugstas por los especialistas hasta 1966, ef. mi comentatio 2 Juan (Madrid 1979}; para estu- dios postetiores, cf. R. Kysar, The fourth evangelist and his gospel, Minneapolis 1975, 13-54; EB. Haenchen, Johannes Evangelium, Titbingen 1980. 18 Lntroduccién incomprensién de los discipulos (8, 34). Sin embargo, algunos espe- cialistas modernos ¢tienen razones suficientes para ir mis lejos, tra- tando de ver en esto un ataque de Marcos al tipo de cristianismo redicado después de ia resurreccién Bor Pedro y los doce y una lucha dentro de la vida de Ja comunidad marcana por la diteccién de los doce? ¢Predicaban los doce, que ptetendian ser los testigos de milagtos y del Jess tesucitado, una ctistologia que estaba basada en los milagros pero que descuidaba la cruz? Para muchos de nosotros esto parece una teconstrucciia carente de garantias, partiendo de la evidencia que nos permite una cxplicacién més sencilla 6. Una pre- sentacin de ciefta incomprensién por patte de los doce durante el ministerio de Jestts no es irteconciliable con un gran respeto hacia los doce por parte de la iglesia, tal como lo observamos en Lucas/Hechos y en Mateo. Si alguien objeta, acertadamente, que es- tos evangelios posteriores suavizan la imagen que da Marcos de los doce (aunque siguen mostrando una incomprensidn), esto puede sig- nificar que el recuerdo de incomprensién durante el ministerio se une en estos evangelios al recuerdo de Ja profesién pos-resurteccional de fe y fidelidad a Cristo. Todos los evangelios refieren y aplican la situaciéa postesurreccional al ministerio, pero Marcos cs et ejemplo mas antiguo del géneto evangélico y tiende a retocar menos los arg- matis personae que todean a Jesis. Digamos otro ejemplo, si Marcos presenta a Maria (la madre de Jests) como que no era una seguidora de Jestis durante su ministetio (3, 21.31-35; 4, 4)", ges esto simple- mente un recuerdo histérico, todavia titil cn la catequesis de Marcos, para destacar que la familia fisica no tiene un privilegio particular en el movimiento cristiano? go puede uno concluir que Marcos niega que Maria Slegase a ser cristiana y ataca asi, efectivamente, a la fami- lia de Jestis? Si estos ejemplos muestran que uno debe guardarse de hacer deducciones demasiado tmaginativas acerca de la histotia eclesial de lo que nos dicen los evangelios, se tiene que ser todavia mds cauto prudence al argumentar desde el silencio, es decir, desde lo que he evangelios no nos dicen. Por ejemplo, puesto que Marcos (al fi- nal de 16, 8) no narra ningiin tipo de aparicioncs a los doce o a Pedro, estan en lo cierto aquellos intérpretes gue ven en esto una demostraci6n mas de que Marcos infravalora a los apéstoles? # 16. E. Best. The role of the disciples in Mark: NES 23 (1976-77) 377-401 17. Cf R.E. Brown y ottos, Maria ex ef nuevo tesiamento, Salamanca 1982, cap. 4. 18. De ofdinario, esto incluye dejar 2 un lado 2 Mc 16, 7 0 una interpretacién tergiversada. convirtiéndose en ura advertencia a Pedzo de juicio en la parusia. Introduccién 9 ¢O Marcos muestra, una vez mas, un estadio ptimitivo del género evanigélico antes de que las narraciones de apariciones del Resucita- do hubicran sido desarrolladas y englosadas a ‘a nartacién del mi- nisterio? Sin duda que es muy prudente y oportuna la advertencia que M. de Jonge hace al estudiar cl desarrollo de la comunidad ctistiana judnica®: «un evangelio puede ser utilizado solamente con gran citcunspeccién como fuente histérica». Un peligro mas en la reconstruccién de la historia de la comu- nidad a partir de los evangelios es el admitir fuentes pre- evangélicas no existentes y el determinar la perspectiva teolégica del evangelisca (y de su comunidad) a partir del modo como é corrigié la fuente. En el caso de Mateo y de Lucas, uno tiene cierta confianza acerca de las correcciones de una fuente, porque existe un documento que precede a Mateo y a Lucas, a saber, Marcos. Pe- to en el caso de Marcos y de Juan, Jas fuentes pre-evangélicas son una pura reconstrucci6n y frecuentemente uno de los criterios para esa feconstruccién es situar en la fuente material teolégico que pueda armonizarse. Es decir, uno empieza a detectat un modelo en lo que parece tealidad preevangélica y entonces asocia otros pasajes a esa realidad en base a que se armonizan con ella. No hay que sorptenderse entonces de que la fuente hipotética emerja con la perspectiva teolégica que el exegeta atilizé como critetio en la re- construccién. Por supuesto, que aqui yo simpliftco mucho las cosas. Sin embargo, el hecho de razonar de forma circular cuesttona los juicios acerca de Ja relacién del evangelista con tal fuente recons- truida. No se pueden evitar completamente tales Peligros; pero en mi intento de detectar la vida de la comunidad juanica en y @ través de Jas paginas del cuarto cvangelio, trataré de minimizar el ele- mento de autodecepcién. En primer lugar, basaré mis conclusiones en el cvangelio existente, no en fuentes reconsttuidas *, En segun- do jugar, haré hincapié en tos pasajes de Juan que son significativa- mente diferentes de los evangelios sinépticos y en aquellos que tienen mas probabilidad de ser histéricos. El cuarto evangelio 19. fetus: stranger from heaven and Son of God, Missoula 1977. 199. 20. ‘En mi comentario al evangelio de Jusn, yo admito al meaos dos esctitores judnicos: el evangelista y cl redactor; y asi acepto una redaccién final que afiadio material 2 lo que eta ¢l propio evangelio. Sin embargo. considero este material afia- dido (parte de él antigua) como complementario al evange|io y-al tedactor como un miembro de la «escuelas judnica de escritores. Por eso, én este libro. me siegyo ju: tificado al estudiar el evangelio tal como esti hoy, sin ingistir on la ie tengo (como la puede tener cualquier otro} de ¢ fat en Jo.cierro de que ‘heb: atribuitse a la redaccién 20 Introduccion hace alatde de ser un testimonio ocular (19, 35; 21, 24) y contiene alguna importante tradici6n historica acerca de Jestis. Por eso, un pa- saje donde Juan modifica a las claras el cuadrohistérico del ministe- tio de Jestis 7! es probablemente un pasaje donde entran en juego in- tereses teoldgicos judnicos. En tercer lugar. cuando yo atgumento a partir del silencio, me callaré cn asuntos que Juan dificilmente podria haber pasado por alto. En desacuerdo con E. Schweizer (nota 1, supra), no pienso que sea significativo que Juan no use munca la palabra «iglesia» (eAé/eséa), puesto que el uso de esta palabra por los evangelistas es una peculiaridad de Mateo y falta en Marcos y cn Lu- cas lo mismo que en Juan. Soy asimismo prudente en sacar conclu- siones a partir del silencio de Juan acerca de ja concepcién virginal de Jesés. Tal silencio podria ser significativo, representando una re- pulsz de la idea como errénea o cafente de importancia; sin embar- go, el silencio podria indicar asimismo desconocimiento de esa tradi- cién (que aparece en el nuevo testamento solamente en Mateo y en Lucas). Pero cuando tanto las cartas como el evangelio dejan de utili- zar el término «apéstol» (especialmente en referencia a os doce), un término éste utilizado por la mayor patte de los demas autores del nuevo testamento, esc silencio tiene gran probabilidad de ser delibe- rado y significativo. De una manera semejante, el descuido de Juan de mencionar fa accién eucaristica de Jestis sobre el pan y el caliz en la Gltima cena dificilmente puede ser accidental, dada la tradicion de los tres sindpticos y de Pablo. Teniendo bien presentes estos criterios. espero aumentar la credibilidad y el acierto de mi reconstruccin. Al teconstruit la vida de la comunidad judnica, establezco cua- tro fases. Primera fase: la época preevangélica, que abarca los orige- nes de Ja comunidad y su relacién con cl judaismo de la mitad del siglo 1. En el tiempo en que se estaba escribiendo el evangelio, los cfistianos judnicos habian sido expulsados de las sinagogas (9, 22; 16, 2) debido a lo que proclamaban de Jesiis. Tal expulsion refleja 21, Log lectores carélicos deben saber que su iglesia ensefia una estimacin hist6- rica awalificada de tos evangelivs. En la Insrruceiéin de 1964 de la Comisién biblica, los evangclios sun presentacas como histéricos en el sentido de que su imagen del minis- tetio se halla firmemente araigada en lo que Jesis dijo ¢ hizo, tal como la conserva- ron los quc le acompafiaton durante su minjsterio, Pero estas memotias, sc dice a los catélicos, se desatrollaron a través de la predicacién apostélica y fueron éscritas por ca- da uno de los evangelistas: con esto se advierte que los evangelios etefierca las pa- labras y los hechos del Sefior en un orden diferente y expresan lo que él dijo no de un modo lixeral, sino de distintas maneras», La verdad de los evangelios no se ve afectada por este hecho, ya que «la docttina y la vida de Jestis io fueron referidas simplemente ton la sola finalidad de ser recordadas, sino que fucron predicadas de forma que ofte- cieran a la iglesia una base de fe y de morale. Introduccion al la situacién en el tiltime tercio del siglo I, cuando el centro docente del judatsmo se hallaba en Jamnia (Jabnch), de un judaismo que era predominantemente de signo fariseo y, por tanto, no era ya tan pluralisca como antes del afio 70 #2, En realidad, la accién de fa ex- pulsiéa puede relacionarse con la reformulacién, alrededor del 85 d.C., de una de las diectocho bendiciones (shemoneh esreh} que se recitaban en la sinagoga. La reformulaciéa de la bendicién XIE.* comprendia una maldici6n a los minim, es decir, a los disidentes que probablemente incluian a los ctistianos judios 2, Aunque el evangelio fue escrito con posterioridad a este momento, la historia pfe-evangélica ciertamente incluye las controversias que tuvieron lugar entre los cristianos judnicos y los jefes de las sinagogas que las promovian. En 11, 48, hay una referencia a fa destruceién del templo («el lugar») que tuvo lugar el afio 70. Las cuidadas referen- cias a ios lugares y a las costumbres de Palestina * y las colecciones samaritanas, que hemos de mencionar posteriormente, sugieren que parte de la tradicién se formé antes del cataclismo mayor en el ctistianismo palestinense, ocurtido por la revuelta judia contra Ro- ma en el aio 60. Y debemos ser prudentes al situar cronolégica- mente esta primera fase, el periodo pre-evangélico de la historia juanica, en un espacio de varias décadas que comprenderia desde mediados del 50 hasta los tardfos 80 *6. La segunda fase comprende el modo de vida de la comunidad juanica en la época en la que fue escrito el evangelio. Al decir que 22. En este aspecto es importante la obta de W. D, Davies, Ef sermin de la montata, Madrid 1975 23. Cf. el esmerado estudio cn Martyn, History (nota 13). 24, Cf. mi comentario al evangelio de Juan (Madtid 1979). 25. En su intento de ver todo el nucvo testamento compuesto antes del afio 70, J. A. T. Robinson, The redating of the new testament, Philadelphia 1976, se- fiala algunos elementos de antes del aflo 70 en Juan, como prucba de que es ante- rior. Pero es un mal método el fechar una composicidn final ante la presencia de al- gunos elementos més antiguos. Véase fa ctitica hecha a Robinson pot D. M. Smith en Duke Divinity School Review 42 (1977) 193-205 y J. A. Fitemyer en loterpreca- tion 32 {1978) 309-313. 26. La tadicién de Jestis en el evangelio es antetior, por supuesto; y el discipule amado. <1 héroe de la comunidad, puede haber sido un cestigo ocular del ministerio de Jess. Pero yo sostengo que. al principio, el grupo juinico no se distinguia realmente de otro grupo judio y lo que te otergé su estilo y su diteccién particular fue el catalizador oftecido por la entrada en la comunidad de un grupo de ctistianos judfos de concepciones anti-templo y de sus converses. samaricanos Hech 6-8 sugicre que la misién en Samatia comenzé en Jos tatdios 30; yo le doy més tiempo para que la fusiée juanica pudiera flevar a cabo una cristologia alta que provocase a los judios. Cf. las fechas que sugiere M. E. Boismard en su teconstruc- cién de la tradicién judnica (Apéndice 1) 22 Introducctin fue «escrito», utilizamos un término ambiguo si se afirma la activi- dad de dos: de un evangelista y de un redactor (cf. nota 20, supra), peto el petiodo del afio 90 aproximadamente d.C. seria cuando se escribié la mayor parte del evangelio. La expulsién pasé ya, pero la petsecucién continuaba (16, 2-3}, y quedaron profundas cicateices en fa psrqué judnica respecto a «los judios». La insistencia en una alta cristologia, que se hizo més viva por las Juchas con «los judios», afecté a las relaciones de la comunidad con otros grupos cristianos cuya valoraciéa de Jesiis era inadecuada respecto a los ci- hones juanicos. Los intentos de proclamar la luz de Jests a los gen- tiles pudo asimismo haber encontrado dificultades, y «el mundo» se convirtié en un término genérico que abarcaba a todos los que pteferian la oscuridad a la luz. Esta fase nos informa especialmente del lugat que ocupaba ta comunidad juanica en un mundo plura- lista de creyences y de no cteyentes al final del siglo. La tercera fase comptendia c] modo de vida de las comunidades juanicas divididas en aqucl momento, época en que se escribieron las cartas, probablemente alrededor del afio 100 d.C. A modo de introdueeién, propondré una seccién de transicién que stfale lo que ocurié entre el evangelio y las cartas para provocar el tipo de division que se sefiala en 1 Jn 2, 19. Tendré que manejar la hip6te- sis de que la lucha surgié entre dos grupos de discipulos juanicos que interpretaban el evangelio de modos opuestos, en materia de cristologia, de ética, de escatologia y de pneumatologia, Los temo- res y el pesimismo del autor de las cactas sugieren que los sece- sionistas tuvieron un gran éxito en cuanto al niimero (1 Jn 4, 5), ¥ trata de advercir a los de s@ grupo contra ulteriores incursiones de falsos maestros (2, 27; 2 Jn 10-11), Siente que ha IMegado «la dlti- ma horas (I Jn 2, 18). La cuarta fase vio la disolucién de los dos grupos después que se escribieron las cartas. Los secesionistas, que ya no estaban en comu- nién con el ala més conservadora de la comunidad judnica, pro- bablemente pronto se orientaton en et siglo Il hacia el docetismo, el gnosticismo, el cerintianismo y el montanismno. Esto explica por qué el cuarto evangelio, que ellos llevaron consigo, se halla cirado pordos escritores heterodoxos antes y con mayor frecuencia que por los ortodoxos. El grupo en torno al autor de 1 Jn parece que, en los comienzos del siglo Il. fue gradualmente absorbido por lo que Ig- nacio de Antioquia l!ama «la iglesia catélicas, como muestra la cre- ciente aceptaci6n de ia cristologia juanica de Ja preexistencia del Verbo. Sin embargo, esta aglutinacién debié darse a costa de la aceptacién judnica de la estructura docente y vinculante de la igle- sia, probablemente debido a que su propio principio del Paractito Introducciin 23 como el maestro que lo habia de enscitar todo, no proporcioné su- ficiente defensa contra los secesionistas, Debido a que los sece- sionistas y sus sucesores heterodoxos utilizaron mal el cuarto evan- gelio, éste no fue citado come Escritura por los escritores ortadoxos en la primera mitad del siglo II”. Sin embargo, cl uso de las careas como un medio correcto para tnterpretar el evangelio, conquisté fi- nalmente para Juan un tugar en el canon de la iglesia. La mayor parte de esta concepcién muestra ana comunidad cu- ya valoracién de Jestis fue pertilada por Ja lucha y su clevada apre- ciacién de la divinidad de Jests indujo al antagonisme por fuera y al cisma por dentro. Si el dguila juinica se remontaba por encima de Ia tierta, lo hacia con Jas partas dispuestas para ta lucha: y los ltimos escritos que han Hegado a nosotros muestran a Tas aguiluchos desgartandose entre si por la posesidn del ride, Existen momentos de tranquila contemplacién y de penetmeion inspirada en los esctitos juanicos. pero asimismo reflejan un profuede compromise con la historia cristiana. Al igual que‘Jestis, ba palalia transmitida a la comunidad judnica se hizo carne. 27. Acerca de Ia cautela que hay que tener al empfear los términos eortodoxo» y eheterodoxo», cf. fa nota 31 def capitulo eLuchas intetnas juénicay. Primera fase: Antes del evangelio ORIGENES DE LA COMUNIDAD JUANICA En el Apéndice I del final, cxpondré cinco diferentes recons- trucciones de la historia judnica ofrecidas por los expertos en los d)- timos tres afios. A pesar de la diversidad, existe una coincidencia significativa al menos en dos estadios del desarrollo judnico. En el petiodo primitivo, la comunidad juanica se componia de judios cu- ya fe en Jestis asimilaba una cristologia relativamente baja '. Poste- tiormente surgié una cristologia mas alta que agudiz6 el canflicto con los judios que la consideraban como una blasfemia, y esta fric- cién impulsé al grupo judnico a afirmaciones todavia mas audaces. Estos dos estadios del desarrollo juanico son-asimismo parte de mi reconstruccién de la historia preevangélica, junto a un tercer esta- dio que supone la acogida de gran niimero de gentiles. 1. EL grupo originario y una cristologia mas baja Ya en ¢] primer capitulo. de Juan existen notables diferencias respecto al cuadro sindptico del ministetia de Jess. Los cuatro evangelios muestran respeto por Juan el bautista (de aqui en ade- lante JBap), pero el cuarto evangelio le arribuye un conocimiento de la preexistencia de Jesiis (1, 15.30). Y puesto que la cristologia de la prteexistencia no aparece siquiera en labios de Jestis en los de- 1, En fa cerminologia ccoldgica, ta cristologia ebajas supone Ia aplicacién a Je- siis de titalos derivados del AT o las expectaciones intertestamentales (pot ejemplo, mesias, profeta. sictvo, sefior, hijo de Dios), ritulos que no implican de suyo la di- vinidad. (sHijo de Dios», significando una representacién divina era una designa- céén del rey; cf. 2 Sam 7, 14; esefior» 0 tiene pot qué significat mas que amaestfon). La cristotogia ealtae implica una apreciacién de Jess que le incluye en la esfeta de la divinidad, tal como sc expresa, por ejemplo, en un uso més sublime de Sefior ¢ hijo de Dies, asi como la designacion de «Diose. Al hablar de «elativa- mente baja» ¥ «mas alta» pretendo indicar Ja fhiidez y la falta de demarcaciones exactas. 28 Antes del evangelio mis evangelios, su aparicién en la proclamacién de JBap es sin du- da producto de la ieologia judnica? Una segunda diferencia comprende a los primeros discipulos. Los tres evangelios sinépticos dicen que fueron Pedro, Andrés, Santiago y Juan los primeros lla- mados al ministetio; el teparto de papeles en Jn 1, 35-51 es algo diferente: Andrés, Pedro, Felipe y Natanael. Pero tesalta la dife- rente comprensién de Jesis por parte de los discipulos como indica la gran colecci6n de titulas que le atcibuyen en un perioda de tres dias (rabi, mesias, aquel del que hablaron Ia ley y los profetas, hijo de Dios, rey de Israel). En conttaposicién, en Marcos ningiin se- guidor de Jestis confiesa que é! es el hijo de Dios antics de su-muer- te y, en Mt 16, 16-17, a Pedro sc le designa como cl teceptor de la revelacién divina porque, en medio del ministerio, reconace a Jess como el hijo de Dios. Y mas extrafio, todavia, que el facil acceso a los titulos cristolégicos al principio del ministetio judnico es Ja indi- cacion de que Jestis ve esos titulos como inadecuados y les promete una comprensién mayor: veran que se encuentran en él el cielo y la tietta (1, 50-51). Cuando se lee el cuarto evangelio de un modo autobiogrifico como 1a historia de la comunidad judnica, equé es lo que nos dice ese primer capitulo, de caracter Gnico, acerca de los otfgenes juanicas? a) Descripetin del grupo originario de los cristianos juinicos J. L. Mastyn detecta en 1, 35 que la comunidad juanica comen- 26 entre judios que se acercaron a Jess y que le reconocieron’sin mucha dificultad como el mesias que espcraban. Pienso que tiene toda la raz6n y esto cuestiona todas las reconsteucciones de Ia histo- tia judnica que situarian los origenes entre judios heterodoxos, gen- tiles y gnésticos4, El hecho de que algunos de los primeros discipulos sean los dramatis personae tanto en los sindépticos como en Juan y que los titulos que elles dan a Jesis en Juan los conozca- 2.° Advigrtase que no defiendo que Juan hubiera inventado simplemente dichos acerca de Jesis y que los bubiera puesto cn labios de JBap. En mi comenta- rio de Juan, sugiero un proceso més complicado que supone la reinterpretacién de los dichos wreditionales de JBap. 3. Existe en Juan una'sutil mezcla de historia y de teologia. El cuarto evange- lio es, sin duda, mertos histérico y més ceolégico que los sindpticos al sicuar y2 toda su cristologia af principio del ministerio de Jesds: sin embargo. ¢| cuarto evangelio puede ser mds efectivamente histérico al desctibic a os primetos seguidores de Jesiis como antiguos disefpulos de JBap, y al haberlos llamado en cl valle del Jordén’y no en el lage de Galilea. 4. En cl apéndice 1, éafra. pucden compararse enue si las reconstrucciones de Martyn, Cullman y Langbrandiner Origenes de la comunidad judnica 2 mos a través de los sindépticos, Hechos y Pablo, significa que los origenes judnicos no fueron miuy diferentes de los de otras iglesias judias, especialmente de aqueljas que se asociarian mds tatde en memoria de los doce. Lucas/Hechos insiste particularmente en la importancia de los doce apéstoles en los origenes de la iglesia; y asi €s interesante comparar la afirmacion de Juan (1, 45): «hemos en- contrado a aquel de quien escribieton la ley mosaica y los proferass con la del Jestis pos-resutreccional en Lucas 24, 44: «debe cumplirse todo Io escrito sobre mi en la ley, en los proferas y en los salmos», sf, pues, la comunidad judnica siguié su propio camino alentada por la promesa de Jess de que verian cosas mayores, pero sus origenes no fueron excepcionales. La misma impresiGn se saca de un anélisis de los, relatos mi- lagrosos ( (14, 27), «no os dejaré huérfanos» (14, 18). ¢) Continuidad con ef estadio mas antiguo Un lector avispado puede extrafiarse de que, al destacar la sin- gularidad de la cristologia juanica y de sus corolatios, puedo escar 36. J. Coppens, Le Fils de Vhomme dans f'évangile johannique: ETL 52 (1976) 28-81, esp. 66-68; F. J. Moloney. A johannine Son of man discussion?: Salesianam 39 (1977) 93-102; B. Lindars, The passion in the fourt posneh ‘en J. Jervell-W. A, Me- eks (eds.), God's Christ and his people (N. A. Dab! Feuschrifi), Oslo 1977, 71-86, esp. 75-77; R. Kysar, Joby. the Maverick gospel, Atlanta 1976, 35-40. 57. Comparese la escena con lz del juicto final en Mt 25, 31-33. Origenes de la comunidad juinica a contradiciendo mi afirmacién anterior de que existia una Guna nuidad en el pensamiento judnica desde sus estadios més antigury. y de que los desarrollos catalizados por la presencia de un segueule grupo dentro de la comunidad no fueron una ruptura violenta. Pe: fo me agradaria insistir todavia en este punto y utilizarlo para explicar una de las mayores anomalfas del cuarto evangelio, a sa- ber, que los nuevos puntos de vista se colocan junto a los antiguos, la cristologia alta junto a la baja, la escatologia realizada junto a la escatologia final. et individualismo junto a un énfasis en la comu- nidad, una concepcién sacramental de la realidad * en un evange- lio que muestra relativamente poco interés por la institucién de ca- da uno de los sacramentos, etc. *. Muchos estudiosos han conside- rado estos elementos como contradictotios y han tratado de unifor- mar el pensamiento del cvangelista, atribuyendo todos los pasajes que ofrecen aspectos diferentes a otro escritor distinto “. Esto es un cbstaculo para reconocer que el evangelista (el principal escritor judnico} pensaba sintéticamente y no dialécticamente y que, en el pensamtento juanico, los nuevos puntos de vista reinterpretaban a los antiguos. Esta observacién sigue siendo verdad aun cuando uno afirme la dependencia del evangelista de fuentes ya escritas *. Moody Smith @ resumié muy acertadamente esta situaci6n: En la medida cn que el evangelio de Juan evidencia redaccién ast como tradicién, hay una raz6n més para sospechar que ¢s ct produc to de una iglesia claramente juanica que desempefié una funcidn positiva en su inicio y desarrollo. La redaccién de un documento se- 58. Con esto quiero decir el uso de lo terreno para describir lo celestial: pot ejemplo, el don de vida eterna es descrito como nacimiento (3, 3-5); la catne y la sangre de Jesis que dan vida son descritos como alimento (6, 51-58). 59. Kysar, Maverick gospel, 87-92 enumeta pasajes conflictivos de este tipo: la condenacién futura (12, 48) y la condenacién presente (3, 18; 9, 39); la vida eterna futura (12, 29) y la vida ctetna presente (3, 36: 5, 24); la resurtecei6n futura (6, 39- 40) y Ia resurreccién presente (3, 21.24), 60. Por ejemplo, Bulumann atribuye lz escatologia final al redactor eclestéstico (ccn- sor eclesial). Bultmann populariza la nocién de desmnitologizacién., que implica. no como se pensaba erténeamente. Ia temocién del lenguaje micico. sino ia reinterpretacién del lenguaje mitico més antiguo para hacerlo mis significative. Segin eso, ¢s extrafio que no viera un proceso semejante en la juxraposicion de fa escatologia «tealizadae y «final» del evangelista. Cf. R. Kysar, The eschatology of the fourth Gospel. A correction of Bult- mann’s redactional hypothesis: Perspective 13 (1972) 23-33. 61. RT. Fortna, Christology in the fourth gospel: redaction-critical perspecti- nes: NTS 21 (1974-75) 489-504, ve una considerable continuidad entre la cristologia del cevangelio de los signoss, que él sostiene, y la cristologia del evangelista, 62. Johanne christianity. 235 : 52 Antes del evangelio mejante tiene fugar en una comunidad en la que ese documento es ya valorado y tiene autoridad. Dado que asimismo se evidencia ef origen del cuarto evangelio en una comunidad y en una tradi- Gi6n judnica, es natural ver en las Gltimas redacciones la influencia constante de la comunidad. A. C. Sundberg ha escrito varios articulos © sefialando Ia _pre- sencia entremezclada en Juan de pasajes que presentan a Jesis como igual a Dios y ottos como subordinado a Dios. En 5, 19.30, por ejemplo, se nos dice que el Hijo no puede hacer na- da por si mismo, mientras que en 5, 26, Sundberg veria Ja auto- existencia auténoma del Padre extendida al Hijo *!. Un conteaste clasico se halla entre Jn 10, 30: «cl Padre y yo somos una misma cosa» y 14, 28: «cl Padre es mayor que yor. La permanencia de tales Hitmaciones ctistolégicas mas bajas es lo que muestra que la comunidad juanica no hizo de Jess un Dios rival, peto mues- ta asimismo que la cristologia de Juan sigue estando a mucha distancia de ta cristologia de Nicea donde e! Padre no es mayor que cl Hijo. Otra indicacién que muestra la continuidad que estamos estudiando nos la da la forma en que Juan mantuvo la terminologia de una cristologia mas baja y mas antigua, mientras le atribuye un nuevo significado. R. H. Fuller sefiala que el motive del hijo de Dias que es «enviado» pertenecia origina- tiamente a una cristologia profética que veia en Jesds al profeca de los iiltimos tiempos, en el linaje de los profetas antiguos. En- contramos esto cn la parébola de los vifiadores, donde, después de enviar a los ctiados, ¢l propictario 0 amo envia a su hijo querido (Mc 12, 2-6). Juan mantiene este lenguaje de enviar pe- 63. fos Te Theo: Christology in John 3. 17-30: Biblical Research 35 (1970) 19.31: Christology in the fourth gospel: Biblical Reseatch 21 {1976} 29-37. Sund- berg encuentra mas pasajes de ctistolopia baja que de cristatogia alia ¢efsom 24), y piense que Juan eleva tanto al Hijo que su teologia ¢s binitaria 64, Picnso que Sundberg en parte endurece fa actitud judnica bacicado a la cristologia baja demasiado baja (¢l subordinacionismo ao es la categoria correcta) y la ctistologia alta, demasiado alta, En el dhimo pumo. Juan sicmpre percibe una distincion entre la divinicad del Hijo pre-cxistemte y la'del Padre, Si afiem scl Verbo es Dioss, sigur hablando de la Palabra dirigida a Dios (pros tén Theén), 65. CE asimismo C. K. Barren, The Father is greater than } (Jo. 14. 28) Subsrdinationist christology in the new testament, en J. Gnilka (ed.), Newes Ter vancent und Kirche (R. Schnackenburg Festschrift), Freibutg 1974, 144-159 66. New testament rovis to the «Theotokosy; Marian Studics 29 (1978) 46- 64, Origenes de ta comunidad juénica to ahora el envio al mundo es de un Hijo pre-existente Ore cjemplo mis nos to aporta F. Hahn *, el cual defiende que, at desctubit a Jestis como «la fuente de agua viva», Juan reclabora la imagen corriente de la apocalfptica judeo-cristiana a Ja luz de su propia ctistologia. De una manera similar, Juan no descarta las escenas de una ctistologia mas baja, pero las reinterpreta. En la mas antigua desctip- cién de tos sindpticos se revelé en el bautisme de Jesits que era hijo de Dios, y esto se simboliz6 con e! descenso del Espiritu santo sobre él. (Véase la conexién del Espiritu y de la filiacién divina en Rom 1, 4), Juan evitd la necesidad de tal revelacién por medio del prétogo que nos habla de Jesis como «Dios unigénito que esta en el seno de! Padres (1, 18). Sin embargo, de refilén, Jn 1, 33 conserva el recuer- do del bautismo de Jesés con el Espiritu sanco citando a JBap, que combina este concepto con el de Ia pre-existencia (1, 30). El bautis- mo es ahora precisamente un estadio o un pasa en el envio del Ver- bo pre-existente, Ouro ejemplo se encuentra en las apariciones del Je- sis resucitado. En una cristologia més antigua, estas apariciones reve- laban la victoria de Jests después de la tepulsa y el abandono que suponia la crucifixién. Juan reinterpreté la crucifixion de manera que Jesiis se muestra ya victotioso en la cruz cuando «es elevado> (12, 31- 32; véase infra), Jestis crucificado no ha sido abandonado ni por los creyentes (19, 25-27) ni por su Padre (16, 32). Con todo, Juan no prescinde de las apaticiones del Resucitado si bien modifica su im- portancia (20, 29). Asf, pues, a pesar de los avances de la cristologia Juanica, la comunidad conserva unas imagenes y un vocabulario que puede compartir con otros cristianos. 3. Los gentiles y una perspectiva mas universal La reconstruccién de la historia de la comunidad juanica hasta ahora, ha consistido de un grupo originario de cristianos judios {incluyendo discipulos de JBap) y un grupo posterior de cristianos judios de una concepcién anti-cemplo con sus convertides samarita- nos. Algunas reconstrucciones se contentan con quedarse aqui”, 67. Se encuentra entre Juan y Jus sindpricos Heb 1, 1-4. El autor ve al Hijo en ef linaje de los profetas («Dios habl6 desde antiguo a nuestros padres por Jos profetas pe- 10 en estos Gltimos dias él nos hablé por su Hijo»). Sin embargo, él interpreta al Hijo en el ienguaje de Sabiduria personificada, al subtayar que el Hijo refleja la gloria de Dios y leva el sello de naturaleza divina. 68. Die Worte vom lebendigen Wasser im Johannesevangelium, ea NA. Dahl Festschrift (nota 36. supra), 31-70, csp. 67. 69. OF. las teorias de Martyn y de Richter en el apéndice I, infra. 34 Antes del evangelio pero existen signos claros de un componente gentil entre los recep- tores del evangelio ”. Por ejemplo, el autor se detiene pata explicat términos como «mesias» y «rabie, vétminos que los no judios, inclu- so los que hablaban sélo griego, no padrian entender. El hecho de que tales explicaciones son como un paréntesis, indica que este es- fuerzo, pata que los no-judios comprendieran, s¢ realiz6 en el dlti- mo periodo pre-evangélico de vida judnica. Yo veo una insinuacién de lo que sucedié en 12, 20-23, donde la Ilegada de «algunos gtiegos» sitve a Jess como sefial de que su ministerio babia llegado a su fin. El evangelista entonces deja de reflexionar acerca de la repulsa de Jesiis por parte de los judios, que habian tehusado creer en sus signos, y cita a Isaias cuando dice que Dios cegé sus ojos y nublé sus mentes (12, 37-40), el clasico pasaje del antiguo testa- mento utilizado por los cristianos como una explicacién de la nega- tiva judia a aceptar a Jestis y como la exposicién razonada para vol- verse a los gentiles (Hech 28, 25-28; cf. asisnismo Mt 13, 13-15). Desde e] momento en que Juan asocia este texto con la expulsién de las sinagogas (12, 42), podemos sospechar que fue particular- mente cuando Jos ctistianos judnicos de ascendencia judia fueron techazados por el judaismo y no se consideraban ya a si mismos co- mo «judioss, cuando recibieron 2 buen niimero de gentiles en la comunidad. Algunos han objetade que si entraron gentiles en la comunidad judnica, deberia haber en ef evangelio algunas sefiales de disputa a este eespecto, tal como las vemos en Hechos, en Pablo y en Mateo. Sin embargo, yo trataria de demostrar que el desattollo de la teologia juanica sugeritia precisamente lo contrario. La comunidad juanica dio ya un paso significative fuera del judaismo al aceptar a samatitanos que proclamaban a Jestis como «salvador del mundo» 7? (4, 42) y al promover un culto en Espiritu y en verdad mas bien que en Garizim o en Jerusalén (4, 21-24). La lucha con la sinagoga lievé a los cristianos judnicos a insistir en que la entrada en el reino 70, S. Smalley, John, evangelist and interpreter, Exeter 1978, 68, pone en guardia contra el uso de estas indicaciones de un modo ettdneo: «los tasgos helenis- tas del cuarto evangelio nos dicen mas acerca de su audivacio dltima que acetca del tasfordo de su autor o de su tradicién». TA. Hso leva a Jesés a afirmar: sha leyado la hora en que ¢! Hijo del hombre sca glotificados; y «ta hotas es el término juanico paca designar el retorno de Jesiis a su Padre a través de la pasién, muette y resurteccién (13, 1). 72. Ya he explicada que los cristianos judios anti-templo, que se hallaban implicados en la conversién de los samnaritanos ticnen cierta semejanza con los hele- nistas o judios que hablaban gtiego: Hech 6-8. Es interesante observar que Hech 11, 19-20 indica que los helenistas misionetos fueron los primeros ctistianos que convinieron a gentiles en gran ndmero. Origenes de la comunided juinica no se basaba en descendencia humana (el nacimicnto segdin Ja cu- ne), sino en haber sido engendrados por Dios (3, 3.5) y que reci- ben a Jesis son los verdadetos hijos de Dios (1, 12). Ya hemos vis- to que Juan reinterpreta a «Israel» para consignar con ese término a los ereyentes mas bien que a los que son judios de nacimicnto, Ea una cuidadosa exégesis de 11, 48-52, S. Pancaro 3 ha mostrado que Juan piensa que Caifas profetizé verdaderamente cuando afirmé que Jests deberia motit por el pueblo, pero que Juan cortige la identificacién que Caifas hace del pueblo con la nacién judia: «no por la nacién solamente. sino pata reunir a todos los hijos de Dios que estén dispersos». Todo esto seguro que habria inducido a una aceptacién pacifica y tranquila de los gentiles en las filas judnicas. Asi, cn ningin estadio de Ia historia preevangélica, constato una aguda lucha interna dentro de la comunidad judnica;’ sus ba- tallas fueron contra los de fuera. Esto ayuda a explicar el profundo sentido del «nosotros contra el «ellos» que debemos examinar en el pféximo capitulo, cuando estudiemos las telaciones judnicas coo otfos grupos tn la poca en que fue escrito el evangelio. Eso explica asimismo Ja intensa conmocién y la angustia que se advierte en las cartas cuando aparecié finalmente ta disensién interna. Ahota bien, gsupuso [a apertura a les gentiles un cambio geo- grafico de la comunidad judnica (en todo 0 en’ parte)? Algunos es- pecialistas lo han afirmado con el fin de reconciliar la evidencia de los origenes palestinenses con la tradicién de la composicién del evangelio en Efeso, en Asia menor ™. Puede verse una insinuacién de traslado cn Jn 7, 35, donde «los judios» cavilan si Jestis ira «a la didspora de os gtiegos pata ensefar a los griegos?». Algunos in- térpretes han leido ef genitivo en este versiculo como explicativo: ala diaspora integeada por griegos, es decir, judios que hablaban gtiego». Sin embargo, ¢por qué iban a insinuar los judios de Jerusaléa que JesGs encontraria unos oyentes mas seguros y mejores entre los judios que hablaban otro lenguaje? Una sugerencia mas probable es que él podria evitar los deseos judios por destruitle yendo a los gentiles, leyendo por tanto el genitive como un genitivo de direc- cién: «la diéspora en medio de los griegos», Esta proposicién iréni ca (que, segtin las reglas de la ironia juanica, predice inconsciente- mente lo que va a suceder) habria hecho que Jesiis Ilegara a ser un judio de la diaspora, viviendo entre los gentiles y ensefiandoles 73. People of God, 121-122 _ 74. Acerca de las teorias sobre el tugar de 1a composicion del evangelio, véase mi comentario y la reconstruccién hecha por Boismard en el apéndice |, snjra. 56 Antes del evangelio con éxito. gEs esto asimismo una descripcién de la comunidad juanica? Una apertura hacia los gentiles (con o sin un desplazamicnto geografico) y la necesidad de interpretarles el pensamiento juanico suponia mucho mis que el paréntesis ocasional explicando térmi- nos hebreos o arameos. Sin duda que se necesitaria adaptar el len- Quaje juanico de manera que pudiera tener una repercusién mas amplia. Kysar> nos recuerda que, mientras fraseg como chijo de Dios» y «yo soy» tienen un fondo vetetotestamentario € intertesta- mental, su uso en Juan pude set apreciado por los griegas paganos. Si esto es verdad, la existencia de «paralelos» a la terminologia y al pensamiento judnicos en varias obras de la literatura helenista y pa- gana puede hacerse mas comprensible. Por tanto, no era necesario decit que en este caso Juan tomara algo prestado de otca literatura (o viceversa); mas bien, puede verse ahi una tentativa de Juan de hacer inteligible a Jestis a otra cultura. G. MacRae" apunta en la misma direccién cuando sostiene que Juan puede haber sido singu- larmente universalista al presentar a Jesis en una multitud de tas- gos simbélicos, dirigiéndose a hombres y mujetes de todos los am- bientes de manera que entendieran que Jestis transciende todas las ideologias. Tal apertura habria Ilevado a la comunidad muy lejos de sus antiguos origenes entre los judios, incluyendo a discipulos de JBap. Sin embargo, en la mente judnica, incluso la proclamacién a tos gentiles, seria una continuacion de lo que hizo JBap cuando revelé a Jesiis a Istael (1, 31), tal como «Istael» se entendia en el cuarto evangelio. 75. Maverich gospel, 40, 43 16. the “fourth gospel and Religionsgeschichtes; CBQ 32 (1970) 24: «cl men- saje de Juan es que a Jesis se puede ilegar de muchas maneras, pero sélo se le puede comprender en tétminos cristianos, no judios a gricgos 0 gnésticos» Segunda fase: Cuando se escribié el evangelio RELACIONES JUANICAS CON OTROS GRUPOS Ya he sugerido que el periodo preevangélico de formacién dis- tintiva judnica duré vatias décadas, desde los afios 50 a los 80 (cf. supra), y que el evangelio fue escrito aproximadamente hacia el afio 90 d.C. Este capitulo trata de estudiar Ja petspectiva juanica sobre varios grupos no cteyentes | y creyentes en la época en Ja que fue escrito el evangelio. En esta reconsttuccién de Ja historia juani- ca, Martyn (apéndice 1, mas adelante) propuso que pot lo menos pueden detectarse cuatro grupos diferentes, incluyendo a los mis- Mos cristianos juanicos, representando un funcién en el cuarto evangelio. Me temo que yo he duplicado virtualmente sus hallaz- gos; pero antes de estudiar mi descubrimiento de siete grupos (incluyendo a los cristianos judnicos), permitaseme bacer algan co- mentario acerca del significado de las relaciones juanicas respecto a tantos grupos «extrafios». Al final del capfculo anterior, vimos la probabilidad de que ta entrada de los gentiles en la comunidad juanica supusiera cietta adaptacion del pensamiento judnico de forma que pudiera ser mas ampliamente inteligible y atractivo y cierta apertura a las implica- ciones de lo que la descripcién judnica de Jess pudiera significar pata los que procedian de otros ambientes o sustratos. Ciertamen- te, el universalismo no estd ausente de una teologia que incluye la afirmacién: «porque tanto amé Dios al mundo, que le dio su uni- génito Hijo, para que toda el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna... que e! mundo sea salvo por éls (3, 16-17), Sin embargo, como vemos en los versiculos siguientes (3, 18-21), el dualismo es un importante factor modificador en esta perspectiva universalista. La raza humana est dividida en no creyentes y cre- yentes, en los que prefieren la oscuridad y los que prefieren la 1, eNocreyentess desde ef panto de vista judnico: si uno no cree en Jesés tam- poco cree en Dios (5, 38; 8, 46-47). 60 Cuando se escribié ef evangelio fieren la Juz, en los que estén condenados y en los que poseen ya la vida eterna. Puesto que la comunidad se identifica a si misma con los creventes, no hay que sorprenderse de que la mayoria de los que se hallan fuera de la comunidad sean considerados ensombreci- dos en mayor o menor grado por Jas tinieblas. Ningiin otro evange- lio se presta tanto a un diagndstico de relaciones comunitarias en términos de oposicién. Sin embargo, si este capitulo de mi libro ofrece un inevitable énfasis en la oposicién o un tono un tanto sombrio, el lector no debe olvidar la luz que brilla dentro de la co- munidad judnica de fe y que es el énfasis mas importante del evan- gclio, Advierto esto porque, de lo contratio, uno podria sacar la impresi6n de que la comunidad judnica poseia una auto-identidad negativa ?, Como se advierte en las cartas, los cristianos judnicos tienden a considerarse una comunién (koivowia: 1 Jn 1, 3). Existe un profundo sentido de familia dentto de esta comunién, y la de- nominacién de chermano» (implicando la de chermana») es coman, puesto que todos les miembros son hijos de Dios. La maxima «amaos unos a otros» cs cl principal mandamiento (Jn 13, 34; 15, 12), y este amor aporta alegria y paz a los que comparten fa misma vision de Jesds (15, 11; 14, 27). La ctistologia de exaltacién juanica no es una tentativa abstracta de ortodoxia que no tenga nada que ver con la vida comunitaria. Si ¢s crucial creer que Jesiis es el Verbo preexistente de Dios, que ha yenido de Dios y que es de Dios, lo €s porque asi nosotros sabemos cémo ¢s Dios: él es realmente un Dios de amor que de tal manera amé al mundo que quiso darse a si misma, en su Hijo (3, 16; 1 Jn 4, 8-9), y no se conformé con en- viar a cualquier otro. Y tal comprensién de Dios y de Jestis exige gue el cristiano juanico, que es hijo de Dios, se porte de un modo digno de su Padre y de Jestis. su hermano: «en esto conoceran que sois mis discipulos si os amais unos a otros» (Jn 13, 35). Algunos expettos objetan que este auténtico sentido de amor interno y de oposicién externa habia hecho de la comunidad juani- ca un grupo cetrado hasta tal punto que desarrollé una especie de lenguaje esotética ininteligible para los de fuera. Mecks > afirma: 2. Siento un gran respero por la obra de W. Meeks, pero debe quedar claro que yo atribuyo un matiz difercate a la situacién juanica. Comparto la duda de M de Jonge, Jewish expectations about the ‘Messiah’ according to the fourth gospel: NTS 19 (1973) 264: eno estoy seguro de que Mecks tenga sazén al suponer que ¢s:a identidad social cra ampliamente negativay 3. Man from heaven. 57. Aqui € se adhiere a Hl. Leroy, (Ratsel und Mussver- stindnis, Bonn 1968; cf, mi recension en Bib 51 [1970] 152-154), quien mantiene que el Ienguaje de la comunidad juinica, tal como se ve atestiguado en el cuarto Relaciones juénicas con otros grupos wt «solamente un lector que esté muy familiarizado con todo el evan- gelio o bien versado en ciertos medios no literarios con su simbulis- mo y evolucién tematica... puede probablemente entender su doble significado y sus abruptas transiciones. Para el que estd fucra —incluso para ¢] que est interesado en penetrat a fondo en las cuestiones (como Nicoderno) —el didlogo es opaco». Pienso que es- to exagera la dificultad de los artificios literarios judnicos 4 y que no sittia correctamente al lector (presumiblemente un ctistiano judni- co). Veo un paralelo vulgar en las narraciones de Sherlock Holmes en las que tealmente existen dos partes que tratan de entender al omnisciente Holmes. El es totalmente opaco para el atolondrado Dr. Watson; el lector cs mas espabilado y entiende algunas de las pistas que pasan por alto a Watson; pero el lector se siente todavia provocado por Holmes, el cual es mas penetrante que el lector. Asi también, en la narracién juanica, el lector es mas espabilado que la persona totalmente desorientada que dialoga con Jestis. El que par- ucipa en el didlogo hace patente la experiencia judnica de que hay muchos cuya mirada no puede desprendetse de la tierta y que con- sideran y encuentran a Jess totalmente incomprensible. Este juicio se encuentra en cualquier parte del nuevo testamento (2 Cor 4, 4): y efectivamente, el malentendido judnico y ¢! doble significado tenfan virtualmente el mismo efecto en «los de fueta» que las para- bolas de los sindpticos (Mc 4, 11-12). Pero Juan va més alla que los evangelios sinépticos, porque se supone que el didlogo con Jestis desafia al lector juénico para que entienda mas que Nicodemo o la samaritana. El evangelio no es un manifiesto de un grupo cerrado que exptesa una superioridad sobre los de fuera; su objetivo es pro- vocat a la misma comunidad judnica a entender a Jestis con mayor profundidad (20, 31). Jestis es de Dios y, por eso, est4 por encima de cualquier comprensién. En este sentido, el malentendido in- vade todo el evangelio {y no precisamente unos pocos pasajes litc- ratios) y es parte de la visién judnica de ia rcalidad. Como puntua- liza F. Vouga’, el propésito y objetivo de ese malentendido evangelio, es una forma especial de expresién, un tipo de lenguaje enigmatico, ininteligible para los de fuera y significd una especie de triunfo autogratificame an- te la imposibilidad de que los de fuera lo enendieran 4. Una breve explicacién de los anificios literarios judnicos (isonia, incompren sién, doble significado) se encucntta en mi comentario al evangelio de Juan Buenos ejemplos son 3, 3-5: 4 7-15. La eleccién que hace Mecks de Nicoden realmente no tiene por qué apoyat su punto de vista; a fin de cuentas, Nicodean « hizo un adicto pablico de Jesds (noca 23, infra). 5. Le cadre historique et ‘intention théologique de Jean, Paris 1977. 35-86. Dees un importante capitulo (p. 15-36) a corregir cl concepto de incomprenvion juni a 62 Cuando se escribié el evangelio es «convencer a los creyentes a que se hagan cristianos», para que los lectores se comprendan a si mismos, y pata alejat y desterrar su propia seguridad. Asi, pues, en el cuarto evangelio, ne domina Jo negativo sobre lo positivo. Et objetivo priotitario del evangelio es la relacién de los cceyentes respecto a Dios, a iravés de Jess y en Jestis. Sin embar- go, en este capitulo no nos interesa Ja cuestién que el evangelista dice que intenté responder (20, 31). Investigamos acerca de la rela- cién de los creyentes judnicos con diversos matices de no creyentes y de otros creyentes. Esta es una cuestin a la que el evangelio res- ponde sélo indirectamente a través de indicaciones poco afortuna- das de polémica y de conflicto. 1. Grupos no-creyenies que se pueden detectar en ef evangelio Antes de terminar este capitulo, debemos advettir que Juan considera como no-creyentes a algunos que dicen que creen en Je- sis. Sin embargo, en esta seccién, pienso tratar de tres grupos que no hacen alarde de esta creencia: el mundo, «los judios» y los se- guidores de )Bap. a) El mundo Dado que el versiculo «de tal manera Dios amé al mundo que le entregé su propio Hijo» es muy conocido, la primera impresi6a que se puede sacar es quc la actitud judnica es favorable respecto al mundo. Pero de hecho el término «mundo» es mas comin en Juan referido a aquellos que rechazan la luz, ya que los que la aceptan se encuentran en su mayor parte dentro de le comunidad juanica. Y asi leemos que Ja venida de Jestis es un juicio para el mundo (9, 39; 12, 31), que se halla habitado por hijos de las «- nieblas (12, 35-36); porque el mundo es incompatible con Jesis (16, 20; 17, 14.16; 18, 36) y con su Espiritu (14, 17; 16, 8-11). En una palabra, el mundo odia a Jesiis y a sus seguidores (7, 7; 15, 18-19; 16, 20). Jesas rehtiye orar por el mundo (17, 9): mas bien & vence al mundo (16, 33) y artoja de este mundo al principe de los demonios (12, 31; 14, 30). Algunos han dicho que existe una virtual identidad en Juan entre el mundo y (15, 18-19). En diltimo tér- mino, también para la comunidad judnica, la verdadera casa es el cielo: «en la casa de mi padre hay muchas mansiones... Voy a pre- paratos el lugar. Cuando yo me haya ido y os baya prepatado el 7. Incluye a fos judios y 2 los gentiles sin distinci6n. 8. La idea del Jess juanico como un extrafio ha sido desarrollada por Meeks: Man from heaven, ¥ se halla tecogida en el titulo de ensayos coleccionados por M. de Jonge: Jesus stranger from heaven 64 Cuando se escribié el evangelio lugar. de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros» (14, 2-3; y astmismo 17, 24). La re- pulsa det evangelio juanico por parce de ‘los judios» y per parte del mundo produjo un creciente sentido de alienacién, de forma que ahora la misma comunidad se siente cxtrafia en el mundo. En la €poca en que fue escrito el evangetio, ¢l amor interno ¢s suficiente para proporcionar alegria y paz, como hemos visto. La tragedia real vendra mas tarde cuando se dé una escisién en el seno mismo de la comunidad. gPodemos expresat algo mas acerca de la geografia y la cronologia de! la comunidad judnica partiendo de su oposicién al mundo? Que la comunidad juaniva seria detestada par los ne cre- yentes que se topaban con clla, sin duda podemos sospecharlo. Informaciones posteriores muestran hasta qué punto los paganos se enfurecian ante la intimidad estrecha que revelaban los cris- tianos con su lenguaje de chermanos y hetmanas»°; y la comuni- dad judnica era particularmente vulnerable en este aspecto, Peto, gcondujo esta lucha entre la comunidad y ¢l mundo hasta la per- secuci6n? Anteriormente expuse la posibilidad de que la aniquila- cion de cristianos judnicos por «los judios» (16, 2) realmente supania las denuncias de cristianos ante las autoridades romanas. F. Vouga™ sugiere que el evangelio fue escrito en Asia menor alrededor del 95-100 y que refleja la persecucién bajo Domiciano Y puesto que éste es el periodo mas frecuentemente propuesto para la composici6n del Apocalipsis, en su teorfa, los dos libros se hallarian intimamente relacionados". Sin embargo, ia actitud tes- pecto al emperador y a Pilato en el evangelio ho contiene el tone amargo hacia Roma que encontramos en el Apocalipsis, de forma que una confroncacién masiva con ef imperio no parece probable. A lo suma, pudo haber conflictos locales con los oficiales romanos en asuntos relativos a las luchas entre la iglesia y Ja sinagoga. Lo que yo deduciria de las referencias judnicas al mundo es que, en Ja €poca en que fue escrito ef evangelio, la comunidad judnica habia tenido suficientes conttoversias con los no judios como para comprobat que muchos de ellos no estaban més dispuestos a aceptar a Jess de lo que estaban los judios, de forma que un tér- mino semejante a «cl mundo» era conveniente para abarcat a toda esta oposicién. 9. CEA. Malherbe. Soctaf aijievss uf early christianity, Louisiana Univ. 1975, 40, El cita a Tertuliano. Apolagiz, 39: Minutius Felix, Octavius 9, 2; 31, 8. 10, La cadre historique, W971 IL. Cf. mis observaciones en la nota $ del prefacio. Relaciones judnicas con otros grupos ao Permitaseme un parrafo de comentario acerca de lo que signifi- ca la actitud judnica respecto at mundo pata los cristianos como un ptincipio a largo plazo. (En el préximo capitulo mostraré lo que signified en altimo tétmino para la comunidad juSnica). Por una parte, los textos que reflejan alicnacién de un mundo hostil han confortado a los cristianos que miran hacia adentro, dispuestos a dejat a los de fuera en sus propios planes si no sun atrafdes por Dios hacia la verdad ctistiana. Esto ha producido frecuentemente una mentalidad defensiva. Por otra parte, estos textos han incomo- dado sin duda a algunos cristianos muy conscientes de una misién hacia el mundo, ya fuera de infiltrarse en él o de cambiarlo, ya el desarrollarlo en sus propias potencialidades espitituales, o ganarlo para Cristo. Ciertamente, existen ciettos rasgos de esta postura en la cristiandad de hoy y especialmente en mi propia comunidad romano-catélica después del Vaticano II. Sin embargo, el cuarto evangelio sigue siendo una admonicién contea la ingenuidad. El mundo no es simplemente una tierra baldia que edpera la semilla del cvangelio; no cs simplemente un terreno neuual, Existe un principe de este mundo que es activamente hostil a Jess, de forma que fa maxima Christus contra mundum no carece de verdad. Se puede suponer que Ja comunidad juanica se habia vuelto a los gen- tiles desde «los judios» con una conviccién inicial del amor de Dios por el mundo; y el advertir que los hombres de todas clases preferian las tinieblas a la luz debié llegar después de una amarga experiencia. Los ctistianos, por todos los medios, deben seguir tra- tando de llevar un testimonio de Cristo al mundo, pero no deberian extrafiarse si vuelven a vivir en parte la experiencia judnica. b) Los judios La expulsion de las sinagogas habia tenido lugar algo antes de que el evangclio fuera escrito; peto como cxaminamos anterior- mente, los cristianos judnicos fueron todavia perseguidos, e incluso condenados a muerte por «los judios». Esto significa que, incluso si se habian lanzado (de un modo fisico o teolégico) a un mayor con- tacto con los gentiles, vivian todavia en un lugar donde habia sina- gogas. Vouga 2 sefala que, mientras, ocasianalmente, existen refe- rencias no hostiles a «los judioss en el evangelio, las telativas 2 «los principes de los sacerdotes y a los escribas> son sistematicamente hostiles, Bajo esa ribrica, el escritor juanico fustigaba a las axfori- 12. Le cadre historique, 66-70. 66 Cuando se scribié ef evangelo dades de ja sinagoga que han seguido el liderazge de Jamnia 4 de llevar a cabo ta expulsién de los desviacionistas. Habia muchas re+ giones geograficas con sinagogas de suficiente importancia para explicar esta continua interaccién hostil; pero es interesante obser- var que el Apocalipsis, a p sar de que se interesa sobre todo por la bestia de Roma y por el culto def cmperadot, tiene tiempo para atacar a las sinagogas del Asia menor en Esmina y en Filadelfia {Ap 2, 9: 3, 9). Una vez mis, la localizacién en Efeso de la comu- nidad judnica resulta atractiva. Y puesto que hay tantas referencias a «los judios», algunos 4 han pensado que el cuarto evangelio eta un optsculo misionero que se utilizaba para convertir a los judios y que continuaba de- sartollandose un esfuerzo activo de conversién. Pot mi parte, consi- dero esta postura insostenible, apoydndome en que los que Propo- nen tal tesis confunden la historia pasada de Ja comunidad juanica con la situacién en ta que fue escrito el evangelio. Ciertamente, en el evangelio se pucden rastrear huellas de controversias entre cris- tianos y judios, incluyendo asuntos que conocemos por otcos escti- tos del nuevo testamento y de otros escritos cristianos: por ejemplo, que los cristianos violan el sbado y de esa manera violan la ley da- da por Dios a Moisés (5, 16: 7, 19.22-24); que no hubo resurrec- cién de Jestis (2, 18-22); que la eucaristia es algo increible (6, 52); que Jess no fue un gran maestro (7, 15); y que sélo podia engafiar a los incultos (7, 49). Sin embargo, ésos son slo casos secundarios; la dispura dominante que encuentra eco en el evangelio se refiere a la divinidad de Jestis "*, como hemos visto. Por ello, se ofrecen muchos argumentos de Ia Esctitura para apoyar la postura judnica (5, 39-40.45-47; 6, 31-33; 7, 23; 8, 34-57; 10, 34-36). Sin embar- go, éstos son argumentos que se habian agudizado en las anteriores disputas entre los cristianos judnicos y los jefes de las sinagogas, disputas que llevaron a la expulsién de esas mismas sinagogas . Si 13. Cf. p. supra, Los esctibas etan de ordinariv del partida de los fariseos. y eu Jamnia tos fatiseos sucedicton a ta autoridad que anteriarmente detentaba el sanedtin de Jetusalén daminado por los sacerdotes: 14. K. Botnhiuser, Das Johannesevangelium: eine Missionsscbrift far Israel, Gitersloh 1928: J. A. T. Robinson, The destination and purpose of st pein gor bed: NTS 6 (1959-60) 117-131; W. C. van Unnik, The purpose of st. Joba's gospel, en Studia evangelica |, 282-411 15. S. Pancaro. The law in the fourth gospel, Leiden 1975, muestta que incluso las batallas sobre la ley y ¢] sabado habian legado a ser bataltas cristoldgicas porque fa acti- tud soberana del Jesis judnico procede de que él esté por encima y mis alli de la Jey. 16. Martyn, History, esti muy acettado al sefialar cémo uta interpretacion midrashica de Ja Escricura fue ¢] arma con que se libraron las barailas entre la comu- nidad judnica y la sinagoga. Relaciones juttinicas con vtros grupos son parte del pattimonio judnico, no es porque exista todavia un esfuerzo formal para convertit a «los judios». No quiero decir von ello que los ctistianos juanicos rechazaran a los convertidos proc dentes de los judios incrédulos; lo que yo discuto es si enviaban a las sinagogas misioneros provistos del cuarto evangelio. (Si la co- munidad yuanica vivia cerca de las sinagogas, los estuetzos mistone- tos pudieron realizarse en la direcci6n opuesta: tratando las autori dades de ia sinagoga y los parientes de recuperar a los apéstatas juanicos). La insistencia del Jestis juanico de decir a «los judios» que no es posible llegar a creer, si eso no €s otorgado por Dios (6, 37.39.44.65), es un signo de que, en los citculos judnicos, no existia una esperanza real respecto a tal pueblo. Por mi parte, veo otras razones para la inclusion de los argumentos escrituristicos que se habfan usado en tiempos pasados. En primer lugar, cualquier grupo religioso que se desgaja de otro grupo tratara de consetvar, en su arsenal, argumentos que justifiquen la decisién por ellos to- mada. Dichos atgumentos sirven para la educacién de la nueva ge- neracién pata que no apostaten, ayn cuando no exista esperanza al- guna de que los oponentes vayan a convencerse por los atgumentos !7, En segundo lugar, como veremos mas adelante, segufan existiendo gentes que erefan en Jestis ocultas en las sinago- gas, y el escritor judnico abrigaba el serio deseo de estimularles a confesar a Jess, aun cuando eso significara que serian expulsados de las sinagogas. Los atgumentos del evangelio proporcionaban a los ctistianos judnicos una municién que podian utilizar para per- suadir a los que sabian que eran cripto-ctistianos. Una vez mas he de confesar que tal vez no estaria de mas que incluyera aqui un breve patrafo de reflexién acerca de} significado para hoy de la actitud juinica respecto 2 «los judios». En diferentes areas y en diferentes épocas, en el siglo I, existieron relaciones di- versas y variadas entre los judios que crefan en Jestis y los judios que no creian en él, y esas relaciones no fueron siempre hostiles. En la cristiandad judnica, debido a su peculiar historia, advertimos una de tas relaciones mas hostiles, y hacia el siglo II, esa extrema hostilidad se convirtié en algo normal, situacién ésta que ha conti- nuado a través de los siglos. (Tragicamente, en estos dltimes siglos, la situacién de Jn 16, 2 se trastacé por completa y los cristianos condenaron a los judios a muerte creyendo que asf servian 2 Dios). Y pademos estar agtadecidos de que, 2 mediados del siglo KX, en parte por la revulsi6n que provocé el holocausto, ta situacion ha 17. Los colonos protestantes ingleses llevaron al Nucvo Mundo refuraciones dle) ro manismo que tecordaban, aunque no era de prever que se encontratan alli con calico. 68 Cuando se escribib el evangelio cambiado; y se ha realizado un sincero esfuerzo de comprensién por ambas partes. Sin embargo, tengo la impresién desagradable de que la dificultad basica juanica permanece todavia centre no- sotros. Para los judios melestos por las tentativas cristianas pata convertitlos, vuelve de nuevo la cuestién cristiana, la cuat puede re- sumirse en las palabras de Jn 9, 22: gpor qué admiten ellos unani- memente que el que reconoce a Jestis como el Mesias no puede ser ya parte de la sinagoga? Los cristianos han cedido a esta decision convirtiendo a judios fuera de la sinagoga. Ambas partes, tanto en- tonces como hoy, necesitan esforzatse acerca de la cuestién de creer en Jestis y seguir siendo un judio practicante, una cuesti6n que en tiltimo témmino repercute en la compatibilidad entre el cristianismo y el judaismo. Esta cuestién fue suscitada inicialmente cuando Je- sis hablaba de su propia proclamacién y de su recepcién hostil por patte de los fariseos: enadie echa vino nuevo en cueros viejos, pues el vino romperia los cueros» (Mc 2, 22). ©) Los seguidores de Juan ef Bautista Juan presenta a los primeros seguidores de Jestis como discipulos de JBap y cl mismo movimiento judnico puede haber tenido sus taices entre tales discipulos (especialmente el discipulo amado, ¢f. supra). Por eso, sorprende encontrar en el cuarto evangelio una lista tan larga de proposiciones negativas referentes a JBap. El ao es Ja luz (1, 9); 0 existia antes que Jess (1, 15.30); no es el Mesias ni Elias ni un profeta (1, 19-24; 3, 28); no es el novio (3, 29); él debe decre- cer, mientras que Jestis debe crecer (3, 30): nunca hizo milagros (10, 41). Esto se amolda a una presentacién de todo el ministerio de JBap como de alguien que da test.monio de Jests y que le revela a Israel (1, 29-34; 5, 33, si bien Jess no necesitaba de tal cestimonie huma- no [5, 34]). Todo esto se hace comprensible cuando leemos cn 3, 22-26 que algunos de los discipulos de JBap no siguen a Jesits (com- pitese con 1, 35-37) y con envidia se quejaban del gran gentio que le seguia. Si leemos una vez mas el evangelio, en patte como una autobiogtafia de la comunidad judnica, tegamos a sospechar que los cfistianos judnicos tenian que habérselas con tales discipulos y que esas negaciones significan una apologética contta ellos. G. Baldensperger sugirié esto a finales del siglo pasado y a ve- ces el motivo anti-Bautista ha sido demasiado exagerado en la in- terpretacién del cuarto evangclio !*. Sin embargo, la exageracién 10 deberia conducir a pasar por alto la evidencia. Los evangelios sinép- 18, Como parte de su tendenda 2 ver gnosticismo en todas partes, Bultmann defendi6 que el evangelista habia sido uno de los seguidores gnésticos de JBap- Relaciones juinicas com otros grupos ticos no tienen esa actitud hacia Juan el bautista. Sin embargo, pu- demos comprobar que seguidores de Juan no lo fueron inmediata- mente de Jestis. La escena coman de Mateo (11, 2-16) y Lucas (7, 18-23) en [a que JBap envia a unos discipulos 2 preguntar si Jess es el que tenia que venir. dice mucho acerca de las dificultades sobre Jestis que existian entre los seguidores de JBap °. En Hech 18, 24-19, 7, Lucas nos habla acerca de Apolo y de un gtupo de doce en Efeso (la sede tradicional a la que se atribuye la composi- cién del cuarto evangelic) que habian sido bautizados sélo con el bautismo de JBap. Apolo ya creia en Jesiis, pero los otros necesita- ron ser instruidas (19, 4). En las Recognitiones pseudo-clementinas, una obsa del siglo If] basada en fuentes mas antiguas, se nos dice que pattidasios de JBap pretendian afirmar que su macstro y no Jesiis era el Mesias. Esta evidencia parcial, aunque no probativa, hace al menos posible que la comunidad judnica se enfrentara con no-cristianos seguidores de JBap 24, El hecho de que se !es refute en el evangelio, ao mediante ataques directos contra ellos como no creyentes, sino a través de cuidadosas cortecciones del engrandecimiento equivocado de JBap, puede significar que los cristianos judnicos seguian espetando todavia su conversién, esperanza ésta que la escena de Hechos, ha- ce un momento citada, hatia probable. La escena en Jn 3, 22-26 atribuye a los discipulos no creyentes de JBap la envidia que sentian hacia Jesis y su celo por defender las pretrogativas de su maestro, pero no fos presenta como odiando a Jestis a la manera en que le odiaban elos judfos» y el mundo. Tal vez sus propios origencs en el movimiento de JBap hicieron a Jos cristianos juanicos menos seve- f0S respecto 2 sus anteriores hermanos que no habian preferido fa 19. Para entender por qué los seguidores de JBap encontrasian dificil la acepra- cidn de Jestis, es Gtil discernir entte la predicacién histérica de JBap (que puede no haberse teferido a Jestis direccamente) y la reinterpreracin eristiana de esta predica- cién. Para un breve estudio de esto, cf. mi The birth of the Messiab, Gatden City, N. Y. 1977, 282-285 (ed. cast.: EY nacimiento del Mesias, Madrid 1982). 20. Existen problemas acerca de esta referencia; véase mi comentario al evan- aelio de Juan (Madrid 1979). 21, Purvis, Fourth gospel, 191-198 vincula el grupo de JBap con Samaria y su- giere que ellos eran gndsticos de Dositeo. (Se supone que Dositeo fue un discipulo de Simén Mago de Samaria [Hech 8. 9]}. En cualquier caso, pienso que el grupo de JBap actuaba todavia en ia historia judnica cuando se escribia el evangelio. Las ne- gaciones acctca de JBap no se hallan precisamente en los capiculos iniciales que reflejan los ofigenes primitivas de la comunidad, Juan se aparca de su camino cn 10, 40-42 para retcorraer a JBap al final del ministerin: él es un verdadero testigo de Jess, pero no uno que podia hacer milagros como Jesis. Muchos estudiosos piensan que el prélogo fue una adicién posterior al evangelio; si esto fuera vetdad, incluso en este estadio tatdio. se tenfa precaucién contra las exageraciones acerca de JHap. 70 Cuando se escribié el evangelio oscuridad a la luz, sino que simplemente habian considerado errd- neamente a una lampara como la luz del mundo ®. 2. Otros cristianos que se pueden detectar en el evangelio En la panoramica del cscritor juanico, se advierte claramente que hay algunos que dicen que creen en Jestis, pero que, de hecho, no son ya verdaderos creyentes. Habla explicitamente de «judios que habian creidos, pero a los que Jestis rechaza (8, 31s) y de «discipulos que se separaron de él y ya no le seguian» (6, 66). Otras teferencias mas suaves a cristianos que no tenian la misma concep- ci6n de Jesis que Ja comunidad judnica patece que se hallan impficitas en la caracterizacién de un discipulo como Felipe, el cual habia estado con Jestis durante mucho tiempo y, sin embargo, todavia no habia tlegado a conocerle (14, 9). De tales indicaciones pienso que sébre todo se pueden detectar al menos tres grupos no- juanicos de cristianos que pueden afiadirse a los eres grzpos de no- cteyentes. a) Los eripto-cristianos {cristianos judios dentro de las sinagogas) Jn 12, 42-43 proporciona la mds clata referencia a un grupo de judios que se sentian atraidos por Jestis de forma que se podia decir que creian en él, peto que cemian confesar su fe pUblicamente puesto que podian ser expulsados de la sinagoga. (Véase supra acerca de esta expulsién). Juan los menosprecia, ya que, ¢n su opi nién, prefieren la alabanza de los hombres a Ja gloria de Dios. Cuenta la historia de un ciego en el cap. 9 como un ejemplo de uno que tehtisa cl emprender el camino facil de ocultar su fe en Je- stis y quiere pagar el precio de la expulsion por confesar que Jesiis es de Dios (9, 22-23,33-38), Estc ciego representa la historia de la comunidad juaénica, una comunidad que habria mostrado poca to- lerancia respecto @ otros que rehusaban hacer la dificil eleccion que ella habia tenido que hacer. El comentario negative de Juan acerca de los «udios» que no creen cn Jesiis seria igualmente aplicable a los cripto-cristianos; porque, en opinion de Juan, al no confesar piblicamente a Jestis, mostraban que no creian realmente en él. Al igual que «los judios», los cripto-cristianos habian elegido e] ser co- nocidos como discipulos de Moisés mas que como discipulos de 22. Se tesalta en 1, 8 que JBap no era la luz, ésta es la funcidn privilegiada de Jestis (asimismo 8, 12). Pero 5, 35 presenta a Jess desctibiendo a JBap como la “lampara que arde y alumbras, a cuya luz exultaba fa gente. Relaciones su nicas con otros grupos ' . * Relaciones judnicas con otros grupos 87 literario del cuarto evangelio tefleja la peculiatidad juanica con su simbolismo abstracto (luz, vida, verdad) y con sus técnicas de ma- lentendido (cf. supra). Sin embargo, a pesar de estas tendencias hacia el sectatismo, yo defenderfa que la actitud juanica hacia los cristianos apostélicos (grupo VI: probablemente un amplio grupo en muchas 4reas) prucba que la comunidad judnica, tal como se ve ceflejada en ¢l cuarto evangelio, no se convirtié realmente en una secta. Ellos no siguicton sus tendencias exclusivistas hasta el punto de romper la comunién (o:nonia) con aquellos ctistianos cuyas catactetisticas se encuentran en muchos escritos del nuevo estamento de finales del siglo 1. Si podemos juzgar por la presencia de Simén Pedro y de otros discipulos en la ultima cena, los cristianos judnicos considera- ban a los cristianos apostélicos como pertenecientes a los asuyos» de Jesits, a Jos cuales se veian vinculados por el mandamiento: «amaos unos a otfos como yo os he amados (13, 34). Sus esperanzas para el fututo pueden expresarse por 10, 16, si es que este versiculo es una referencia a los cristianos apostlicos, como afirma J. L. Martyn %: «tengo otras ovejas que no son de este redil. A éstas también debo atraetlas y escucharan mi voz y entonces no habr4 mas que un solo tebafio y un solo pastors. Todavia mas probable es la sugerencia de que en la dltima cena (donde tanto el discipuio amado como Pedro se hallan presentes); cuando Jesiis rog6 por los que habian de creer en él por la palabra de sus discipulos: «que todos sean uno» (17, 20-21), ruega por que sean una misma cosa los cristianos apostéli- cos y los cristianos juanicos. Aqui ta actitud judnica es precisamente lo opuesto al aspecto de una secta. jAh! Se puede objétar que la oraci6n judnica por la unidad con los cristianos apostélicos supone pagar un precio, a saber, que esos otros cristianos tendrian que aceptar la cristologia de exaltacién de la preexisteacia judnica, si es que tenia que formarse un solo reba- fio con un solo pastor. Si esto no ocurtia, se puede atgumentar, log cristianos judnicos cechazatian a los cristianos apostélicos de ia koinoniz, asi como habian rechazado previamente a los judios cris- tianos, Sin embargo, no tenemos por qué discutir esta posibilidad tedrica, porque de hecho la iglesia adopté la cristologta juanica de la preexistencia, como vetemos en el préximo capitulo. Algunos estudiosos pueden considerar la suerte del discipulo amado de que el evangelio de su comunidad no fue reconocido co- mo el tratado sectatio que realmente era. Pero otros, entre ellos 66. Glimpses (infra, en el apéndice 3), 171-172. 88 Cuando se excribié ef evangelio nosotres, verin esto come un reconocimiento por parte de los cris- tianos apostélicos de que el lenguaje judnico no era realmente un enigma y la voz judnica no esa algo extrafio, reconocimiento éste facilitado por corrientes de cristologia de la pre-existencia en medio de comunidades no judnicas 67, Lo que los cristianos judnicos consi- deraban que era una tradici6n que procedia de Jesis parece haber sido adoptado por muchos otros cristtanos como una aceptable va- tiante de la tradicién que elles tenian de Jesis. Tercera fase: Cuando se escribieron las cartas 67. Cf. p. 45-46 supra, acerca de los motives de la preexistencia en Pablo y en Hebreos. LUCHAS INTERNAS JUANICAS La historia de la comunidad del discipulo amado se contin: después del perioda evangélico en las cartas. Permitaseme empeza con una descripcién sumaria de las cartas y de las razones pata si tuarlas cronolégicamente después del evangelio. Las cartas segunda y tetcera de Juan son breves y escritas por la misma persona, que se denomina a $i mismo <«e] presbitero». En 2 Jn, mientras él se asocia a una iglesia (v, 13}', sefiala directrices a otra iglesia (vy. 1: «a la Sefiora electa y a sus hijos») acerea de la exclusi6n de la gente que puede llegar megando que Jesucristo se encatné (v. 7.10-11). En 3 Jn, el presbitero escribe a Gayo alaban- dole por ia hospiralidad que mostré 2 los misioneros itinerantes {v. 1.5.8) y diciéndole que reciba a Demetrio que va a llegar {v. 12). Para el presbitero, la razéa para dirigitse a Gayo es que su carta an- terior a ela iglesia» (v. 9) habia sido ignorada por Diotrefes que de- sea ser un jefe de la iglesia. De hecho, Diowefes rebttsa dar la bienvenida a ningitn misionero y expulsa de Ja iglesia a cuantos lle- gan a ella (v, 10b). En ambas cartas el presbitero Ppromete visitarles onto; pero en 3 Jn, avisa que, si llega, tratara el asunto de la ostilidad de Diourefes hacia él (v. 10a). El autor de 1 Jn nunca se identifica a si mismo, y su escrito es mas un tratado que una nota personal. Su interés dominante es reforzar a los fectores contra un grupo que esta haciendo labor de demonio y de anticristo (2, 18; 4, 1-6), un grupo que se ha apartado de la comunidad (2, 19), pero que sigue tratando de lograr més adictos, Sus ertores son tanto cristolégicos como éticos. Al no reconocer que Jesuctisco vino en ta carne, ellos niegan la im- portancia de Jess (4, 2-3); y aunque pregonan la comunién con 1. El término ciglesias se justifica por el uso en 3 Ja 6, 9.10. 92 Cuando se escribieron fas cartas Dios, no dan ninguna importancia al cumplimiento de los manda- mientos y ptetenden estar libres de culpa y de pecado (1, 6.8; 2, 4). En Particular, no muestran amor a los hermanos (2, 9-11; 3, 10-24; 4, 7-21)% Esta breve descripcién de Jas cartas plantea cnestiones obvias. Es el presbitero de 2 y 3 Ja asimismo el autor de 1 Jn? ¢Cual es el or- den cronolégico de fas cartas y como se relacionan con el evangelio? éCual fue Ja historia de la secesién? Cualquier comentarista debate estos puntos y, en mi préximo comentario a las cattas judnicas 3, daré atgumentos detallados acerca de Jas posturas que yo adopto aqui. Voy a suponer que las tres cartas fueron escritas por un hombre al que yo denominaté indistintamente el autor o el presbitero +, El hecho de que las mismas posturas doctrinales y morales son comba- tidas en 1-2 Jn, y que tanto 2-3 Jn se refieren a la aceptacién de maestros itinerantes, las relaciona entre si y hace probable que esas tres cartas procedan de la misma fase de ta historia judnica +, En cuanto al autor, es razonablemente cierto que no fue el discipulo amado *, «El presbitero» seria una autodesignacién que no cabria esperar del discipulo amado; y dificilmente puede imaginatse a miembros de la comunidad judnica ignorando la figura de su fun- dador hasta el punto de que los secestonistas ignoren al autor de 1 Jn, y Diotrefes ignore las cartas del presbitero. Mientras que existen mayores semejanzas estilisticas y teolégicas entre el evangelio y las caftas, existen asimismo diferencias menores que hacen dudoso que el autor de Jas cartas fuera el evangelisca (es decir, el escritor princi- pal del evangelio). Una tesis mas popular ha sido el identificar al autor con el redactor del evangelio. Obviamente, la prueba pata es- ta tesis depende de qué partes del evangelio se atribuyan al re- 2, La primera carta destaca mucho el amor pata teforzar la adhesién interior de Ja comunidad contra fa conversin por parte de los secesionistas. 3. Volumen 30 en la Anchot Bible (Gatden City, N. Y. 1981) que sigue a los dos voliimenes del comentario a) evangelio ya publicados. Todas las referencias en este capftulo se refieren al comentario del cvangetio de Juan. 4, No afectatia a mi interpretacidn grandemente, si el presbitero de 2-3 jn facta distinco del autor de 1 Jn, pero inimo compaficto dei mismo. 5. Como st vetd bien claro, pienso que 3 Jn fue la dltima que se esctibié. De ordi- nario, se supone que 2 Jn fue escrita a una iglesia que todavia no estaba afectada por los secesionistas que ya habjan dividido la comunidad de 1 Jn. Sin embargo, Langbrande- ner, Wellferner Goit (infra, cn ¢| apéndice 1) piensa que 2 Jn fue esctita cuando aparecian ya las sefiales de disturbios y, luego. 1 Jn, después que se desarrollaron 6. Quiero que se recuerde que no pienso que el discipulo amado escribiera tampoco el evangelio, Thyen, Entuicklungen, identifica al presbitero con el discipulo amado, peto solamente a costa de negar que esce Ultimo fuera cl fundador de ls comunidad 0 un cestigo del ministerio de Jests. Luchas internas juénicas 93 dactot?. En las que se atribuyen con mayor frecuencia (prélogo, cap. 21) yo no encuentro el agudo motivo de conflicto interno que distingue a las cartas *; y por ello yo diria que, si se supone la mis- ma persona, los escritos respectivos se claboraron en diferentes periodas de su vida. Es posible asimismo que el autor de las cartas no fuera ni el evangelista ni el redactor, sino uno de los colaboradores menores del evangelio 0 que no se hallara implicado en modo alguno en la tedaccién del evangelio. Mas adelante desarrollaré ta tesis de una escuela judnica de esctitores que compartian una posicién y un esti- lo teolégicos a la cual pertenecian el evangelista, el redactor y el autor de tas cartas. Una cuestién mas importante para nuestro propésito es la cronologia de! evangelio y de las cartas. Algunos han sefialado la presencia de motivos primitive-cristianos en las cartas, que no son ptominentes en e] evangelio (escatologia final, énfasis en la huma- nidad de Jesiis, valor sacrificial de su muerte, etc.) y defienden una fecha anterior para las cartas. De un modo similar, los rasgos para todo cl complejo, incluyendo las poblaciones provinciales. 15. Eventualmente, él pudo haber enviado copias a las comunidades de las ciudades provinciales cuando se vieron afectadas por la secesin. Lo que se excluye es ta tesis de W. G. Kimmel, Introduction to the new testament, Nashville 1975, 437 (ed. orig. Heidelberg '91978), que afirma que no sc habria dirigido a personas especificas la carta 1 Jn, y que diene haber sido va tratade ditigido a coda la ciis- Uandad. La histotia completa de la comunidad judnica y su literatura apynta 2 una situacién muy especifica, aun cuando los temas teugan una importancia. més amplia, Mas equilibrada es ta concepcion de E. C. Hoskyns, The fourth gospel, London 71947, 55: asf en su interés por un grupo patticular de ctistianos, él enun- cia las verdades definitivas de la relacién entre Dios y el hombre... Es una carta vax télica, aun cuando fuese escrita para ciertos ctistianos grecoparlantese 16. Adviéitase el trato delicado de La otra iglesia judnica: «a la Sehora clepicla y 2 sus hijoss. 17, cAnciano> cs otra traduciéa de presbjteros, un tésmino que significa simplemente bombre vieja 0 mayor, aunque tiene connotaciones de dignidad y de ex- periencia. Probablemente, una designacién intercambiable con presbfteros era epihopos, taducido de diversas maneras como «supervisor, superintendente, obispos. 18. Arestiguado en Hech 14, 23; 20, 17.28-30; 1 Pe 5, 1: Saar 5, 14, 1 Tim 3, 1-7; $, 17-22; Tit 1, 5-11; 1 Clem 44; Did 15. 1 (obispos). Para una desctipciin de fa situacién, cf, mi obra Priest and bishop. Biblical reflections, New York 1970, 34-40.63-73 Luchas internas juénicas 7 pastoral de la comunidad judnica en la ciudad mas importante no explica de uma manera adecuada su autodesignacién como «e/ presbitero» (con articulo), ni su funcién predominante en la batalla contta los secesionistas, ni cémo podia él mezclatse en asuntos de otras iglesias distintas a la suya porpia, que es de suponer que tu- vieran sus propios presbiteros. Se ha intentado responder a estas objeciones canes pe que él eza «ef mas importante presbitero en una ted regional de iglesias» ", Sin embargo, esto presupondria més o menos un modelo de estructura eclesial de «un solo obispo», 0 de un solo arzobispo. Pero no encontramos atestiguado este mo- delo en otras partes del nuevo testamento o antes del siglo Il y yo dudaria en afirmar su desarrollo mas antiguo en una comunidad que, por otra parte, parece prestat muy poca atenciGn a una estruc- tura definida. El hecho de que, como veremos, », fre- cuentemente con la conviccién errénea de que no habia gentiles en la comunidad judnica cuando fue escrito el evangelio. Otros pien- san en un grupo de judios que hablaban griego, cuyas ideas contendrian una mezcolanza de religién filoséfica helenistica 3. Debido a [a mencién de falsos profetas (1 Jn 4, 1) y a la urgencia en la que insiste el autor de discernir los espiritus, otros han pensa- do incluso en una invasi6n de catismaticos itinerantes. No hay mo- do de rechazar tales hipétesis, pero no dejan de set poco mas que sospechas. EJ autor es muy critico respecto a sus oponentes y adver- safios, pero ni siquicra una vez sugiere que existiera alguna influencia exterior sobre clios, un punto polémico éste que dificilmente habria pasado por alto si fueta eso vetdad. Y. pot eso, yo ptefiero dejar a un lado toda explicacién de influencia externa y explicar el pensamiento secesionista completamente desde la reali- dad interna del marco juanico, En mi opinion, la hipdtesis que mejor explica las posturas, tan- to del autor de las cartas como de los secesionistas, es ésta: ambas partes conocian la proclamacién del cristianismo que ha Hegado 4asta nosotros a través del cuarto evangelio, pero ellos la interpreta- von de una manera diferente”, Los adversatios no etan gente ex- 34. Aceteado en este punto es K. Weiss. Orthodoxie und Heterodoxie im 1. Jobannesbrief: ZNW 58 (1967) 247-255, esp. 253-254. 35. J. Painter, john. Witness and theologian, London 1975, 115. 36, Bogart, Orthodox 19, siguiendo a Robinson (nota 10, supra) describe el pensamienta de los secesionistas asi: «deducciones sacadas de la doctrina del cuatto evangelio por un movimiento gnéstico dentto del judaismo de ta didspora que hablaba griego». M. H. Shepherd, The jews in the gospel of Jobn. Another level of meaning: ATR 3 (1974) 95-112, piensa que la oposicién juanica a los judios impli- caba més que las tesis que son clatas en el evangelio mismo, porque los oponentes en 1 Jn eran un grupo fudio de teodencia doceta (como en Colosenses ¢ Ignacio). 37. Lo he expresado con esta frase delibetadamente para evitat la pretensiéa de que las partes opuestas conocian el mismo cuarto evangelia. He sido cauro por la negativa de las cattas a citar a Juan ditectamente y con frecuencia (1 Jn 1, 4; Jn 15, Luchas internas juénicas 103 trafia que pudieran detectarse en la comunidad judnica, sino perso- nas de pensamiento juanico que justificaban su postura por el evangelio judnico y sus implicaciones. No es que yo afirme que, inevitablemente, el evangelio judnico condujera, bien a su postuta, bien a la postura del autor; ni es claro que cualquiera de las dos posturas sea una distorsién total del evangelio judnico. La iglesia posterior, al aceptar 1 Jn en el canon de la Escritura, mostté que aptobaba la intcepretacién del autor en vez de la de sus adversarios y, Por mi parte, como creyente cristiano, acepto este juicio 8, Sin embargo, sospecho que el evangelio judnico, tal como ilegé, tanto al autor como a los secesionistas, era relativamente «neutrals en al- gunos de los puntos que entraban entonces en discusién, es decir, no contenia respuestas directas, porque ésas eran cuestiones nuevas. En fa tradicién habia textos pata una y otta postura y asi cada una de las partes en discordia pretendia mostrat que su interpretacion del evangelio era la correcta », Yo destacaria que esta hipétesis explica no sélo las concepciones y puntos de vista de los secesionistas (como Jo veremos sistemAtica- mente mis adelante), sino también el estilo de argumentacién del autor. Por ejemplo, él no niega Jos principales esléganes de sus oponentes, sino que los cualifica. Si las afirmaciones de los sece- sionistas provienen de la tradicién judnica, son asimismo verdaderas para el autor; y asi él debe traear de mostrar que sus adversarios no viven las implicaciones de esos principios (véase 1 Jn 2, 4. 6. 9, etc.). Por supuesto, esto significa que el autor tiene desventajas en su ar- gumentacién, y sus tefutaciones son curiosamente indirectas ©. Mi hipétesis coincide asimismo con el Mamamiento del autor, casi frustrado, a que se recurta @ fo que era desde ef principio (1, 4; 2, 7, etc.). Sus oponentes pueden creer que conocen el evangelio juani- ¢o, pero a juicio del autor ellos lo distorsionan precisamente por- 11; 1 Jn 3, 11; Jr 15, 12} y asi prefiero contentarme can hablar de su dependencia de Ia cristiandad judnica conocida ahora por nosotros a través de Jusn. Esto es lo que quiero significar en Jas paginas siguicntes cuando bablo del sevangelio judnicor 38. Técnicamente, la intcoduccién en el canon no deja clato si fa docttina ver- dadeta del autor resulta de preservar las implicaciones correctas del evangelio contra la distorsién de sus oponentes o de su propia cotreccién de tendencias peligrosas que se encuentran en €] mismo evangelio. 39. CE. mi articulo The relationship to the fourth gospel shared by the author of 1 John and by bis opponents, cn Text and interpretation (M, Black Festschrift), University of Cambridge 1979, 57-68 40. Es digna de notarse Ia falta de referencia en las cattas a los evangelios si- népticos, aun cuando una cita del contenido ético de esos evangelios habria corro- borado grandemente el argumento del autor. O bien esos evangelios no eran cono- cidos o bien no tenfan autoridad para la comunidad judnica 404 Cuando se escribieron las cartas que ignoran la tradicién que subyace al mismo. Precisamente en los aiios antetiores af cisma, se fue conformando el pensamiento judnico en lucha con los ‘de fueta y particularmente con los hijo de Dios? La carta esti escrita en un contexto, donde, tanto la comunidad a la que iba di- rigida como los oponentes, utilizaban de un modo comin la terminologia «Cristo» ¢ «hijo de Dios»; y el problema sc ccentraba 45, Exa semejanza es intcligible segtin mi hipétesis potque el aucor tenia que petmanecet fiel 2 las formulas que babfan Megado en la teadict6n juénica aun cuan- do otiginariamente no pretendian solucionar el problema con el que ahora se enfrentaba. Para usarlas como argumentos contta sus oponentes, tenfa que rein- terpretarlas Lachas internas juanicas 107 en cémo esta terminologia tendtia que relacionarse con la trayecto- ria tertena de Jesiis. La nueva tesis aqui es: ges importante que el hijo de Dios viviera y murtiera como lo hizo Jestis? El evangelio subtayaba que Jess cs cl Ayo de Dios, mientras que las cartas subrayan que jesés es et hijo de Dios. El tema de la disputa se halla perfectamente exptesado en 4, 2-3“: Todo ef que reconoce que Jesuctisto vino en fa carne refleja el Espititu que pertenece a Dics, mientras que todo el que niega la importancia de Jesis tefleja un Espirica que no pertenece a Dios, Pero, gqué significa «negar la importancia de Jess» o el negar que (asimismo 17, 12). 36. Testament, 26. 37. Smalley, Joon, ctitica a Kasemann a todes luces: smiencras que algunos elementos cn a imagen judnica de Jesds son capaces de una interpretacion doceta si se toman en si mismos, el cfecto total dificilmente pucde verse como una divinidad sin humanidad>. 58. Si uno quiere incurrir en anacronismo al estudiar la situacién juénica en rétminos de posiciones teolégicas desartolladas en un periodo posterior, yo preteritia vet en la descripcién de Jestis por parte de Juan més €! peligro de monofisismo que de docetisno. La humanidad del Jesis juanico no cs ni una falsa apariencia ni tem- poral; sin embargo, no es scmejante 2 la nuestra. El Jesiis judnico no es «uno que €n todos los aspectos fue tentado como nosotros pero sin pecat> o ano «que apren- di6é obediencia por haber suftide, siendo perfecto» (Heb 4, 15; 5, 9-9), De un mo- do més aceptable que Juan, la catta a los hebreos mantuvo en sensiéa una alta cristologia y una plena humanidad. El reconocimiento de que Ja cristologia de Juan no ¢s perfecta, si fa juzgamos por los cénones del concilic de Calcedonia, no provo- ca confliceo, si se entiende de an modo inteligente la inspiracién del cuatto evange- lio: ningtin autor biblico capté el mistetio completo de Jests. La igkesia que habl6 en Calcedonia del verdadero Dios y cl vetdadero hombre, totalmente semejante a nosotros excepto en el pecado, era una iglesia que renfa tanto.a Marcos come a Juan en su canon de Escrinura. 12 Cuando se escribieron las cartas fuanico dice: «ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, anico Dios verdadero, y a wa enviado Jesucriston. Y 17, 8 subtaya: «por- que yo les he comunicade las palabras que ti me diste y cllos aho- fa las tecibieron y conocieron verdaderamente que sali de ti y cteye- ron que tii me has enviado». Tales afitmaciones centran Ja salvaci6n en ef envio por parte de Dios, mis que en cualquier tipo de ac- ciones del Hijo en la tierta. . El autor de 1 Juan ataca especialmente la cristologia de sus opo- nentes en la oscura afirmacién de 5, 6, donde alaba a Jesuctisto: «él cs cl que vino por el agua y por la sangre, Jesuctisto». Generalmen- te se piensa que «por el agua y por la sangre» subraya el bautismo y la muerte de Jesis ”. El autot no subrayaba estos acontecimientos pata probar que Jestis era humano; més bien los utilizaba como marco del ministerio salvifico de Jesis “. Es importante que ¢l Hijo viniera at mundo, pero su venida salvifica suponia astmismo su bautismo y su muerte. St Jos oponentes ponian poco o ningiin én- fasis en el baucismo y en la muerte de Jesits como salvificamence importantes, pueden haber justificado su postura a partir de lo que conocemos de la tradici6n judnica en el cuatto evangelio? De hecho, Juan es el Ginico de los cuato evangelios que no describe e] bautismo de Jesiis. Una referencia indirecta (1, 30-34) hace del bautismo el momento de Ia revelacién de la presencia del Hijo pre-existente de Dios, ya que JBap dice: «detris de mi viene uno que cs anterior a mi, porque cra primero que yo. Yo no Ie conocia, pero pata que él fuese manifestado a Istael he venido yo y bautizo en agua». El bautismo administrado por JBap no es consi- detado ya como un bautismo de arrepentimiento para el perd6n de Jos pecados (Mc 1, 4); ahota sirve para confirmar la revelacién de la preexistencia que encontramos en el himno del prélogo st, la pasion y la muerte en el cuarto evangelio no implican lo mismo que en otros escritos del nuevo testamento ©, Ya sefialaba- mos esto en el capitulo 2 de Ja. Los evangelios sindpticos hacen de la actitud de Jestis respecto al templo la causa de su condenacién a 39. Cualquier referencia a los sactamencos del bautismo y a la eucatistia seria secundaria y mas estrechamente relacionada con 5, 7-8 60. Adviérse cémo se utilizan el bautismo y la muerte en Marcos (1, 11; 15, 397: en el bautisme, Dios scvela al lector quiéa ¢s Jesds (coucretamente, ef hijo, de Dios); en la muctte, se revela 2 uno que participa en la historia evangélica quién es ests, JS) De hecho, en 1, 15 Juan aporta el cestimonio de JBap ala pre-existencia y Jo tefiere al prologo como tn comentatio a «cl Verho se hizo carnes (1, 14), CE infra, p. 145-146. 62. RE, Brown, the passion according t0 John: Worship 49 (1975) 126-134 Luchas internas juénicas NB muerte (Mc 11, 15-18; 14, 55-61), pefo Juan sittia la putificacién del templo al comienzo del ministerio de Jestis y la separa total- mente de la pasién. Para Juan, la escena del templo la relaciona con la resurreccién de Jestis (2, 19.21-22). Esto establece el tono por cl cual la pasién y fa muerte van a ser interpretadas como victoria. No existe victimacién del Jésis judnico en la pasién, puesto que él dice: «porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, soy yo quien la doy de mi_mismo. Tengo poder para darla y poder para volver a tomatla». Esta afi macién de Jesis en 10, 17-18 es totalmente diferente del punto de vista que aparece en Heb 5, 8, segin el cual, Jestis aprendié la obediencia mediante ¢] suftimiento. El Jests juanico no se postta en tierra para suplicar en Getsemani (Mc 14, 35), mis bicn son Jos soldados romanos y la policia judia los que caen a tierra en el huerto cuando él expresa su mayestético «ya soy» (18, 6). En la escena del juicio, el Jesias judnico deja bien claro que Pilato no posee un poder indépendiente sobre é! (19, 11) y se nos dice que el jucz siente miedo ante el que es juzgado (19, 8). En la cruz, Jestis se ve rodeado por un grupo inicial de discipulos (19, 25-27), que son el comienzo de la iglesia. Maa- tiene tal control que solo cuando afirma «todo esta acabado», inclina la cabeza y entrega su espititu (19, 30). Esta soberana afirmacién esta muy lejos del grito de Jestis en Marcos: «Dios mio, Dios mio zpor qué me has abandonado?s (15, 34), un gri- to que habria sido inconcebible en los tabios del Jesus judnico, que proclamé ante el abandono de sus discfpulos: «no estoy solo, porque el Padre esté conmigo» (16, 32). En su muerte en la cruz, el Jestis judnico esté siendo ya «. Ha Cuando se escribieron bas carsas La nocién de sactificio cede a la de tevelacién, como deja bien claro T. Forestell ; «la cruz de Cristo es valorada en Jn ptecisamen- te en términos de revelacién, en armonia con la teologia de codo el evangelio, mas bien que en términos de un sacrificio vicario y ex- piatorio por el pecado». Si Juan destaca el bautismo y la pasién como momentos de la tevelacién, los secesionistas parece que interpretaron esto de un modo exclusiva. El bautisma es ahora Gnicamente un recuerdo ptblico de que ef Hijo vino al mundo. La muerte es solamente el retorno esencial del Hijo al Padre, un paso de este munde a la pre- sencia del Padre y a la gloria que él tcoia ances de que el mundo existiera (13, 1; 17, 4-5). ¢Cémo podrian entender una afirmacién juanica como aquella «yo doy mi vida por esas ovejas» (10, 15)? Presumiblemente, ellos se habrian visto como aquellas ovejas que reconocen la voz de Jess y a las que él conoce (10, 4.14-15). Ellos podrian haber interpretado este exponer su vida por cellos y el hecho de tomarla de nuevo (10, 17) 2 la luz de 14, 2-3: «cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nucvo volveré y os tomaré conmigo, pata que donde yo estoy, estéis también vosotros». Su muerte les mostraba que ellos también pasarian de este mundo al Padre. 2. Refutacién por parte del autor éComo puede el autor de 1 Jn refutar a oponentes que propo- nen una ctistologia que no es una interpretacién imposible del evangelio judnico? Ciertamente, é no puede disentir de una tradi- cién que, tanto para él como pata los secesionistas, constituye «evangelion. Por ejemplo, él ‘no es libre pata negar la preexistencia del hijo de Dios aun cuando los secesionistas pueden haber desta- cado tal concepcién para aminorar la importancia de 1a trayectoria carnal de JesGs, E) autor cree asimismo que «la vida eterna que cs- taba en el Padre se nos manifesté» (1 Jn 1, 2), que «el hijo de Dios aparecié» (3, 8), que «Dios envid al mundo a su unigénito Hijo» 64. The word of the cross: salvation as revelation in the fourth gospel, Roma 1974, 191, Asimismo S. Talavero Tomar, Pastén y resurrecciOn en ef cusrto evange- fio, Salamanca 1976, csp. 173-223: la pasién es una cevelacién de Jesiis como el tey que vino al mundo, prto cuyo rcino no es de este mundo. U. B. Miillec, Die Be- deutung des Kreuzestodes Jem im Johannesevangelium: KD 21 (1975) 49-71: la muerte fisica de Jesis no tiene especial relevancia excepto como usa manifestaci6n de la déxa («gloria») 65. Esta es una afirmacién mas ambigua que la de Mc 10, 45: «el Hijo del hombre vino... a dar su vida por la redencién de muchose. Luchas internas judnicas MS (4, 9.14), que Jestis es uno que vizo (5, 5.20) y que Jesiis cs ever- dadero Dios» (5, 20). Sin embargo, el autor discutira las conclu- siones etréneas que sus oponentes sacaron de esta teologia de la en- catnacién comGnmente admitida, y asi procura introducir afirma- ciones que implican la preexistencia con otras afirmaciones que subrayan la trayectoria dd Verbo hecho carne: un énfasis mas for- mal y explicito del que se encuentra en el cuarto evangelio, Un buen ejemplo del cambio de énfasis puede hallatse compa- rando el prélogo de la primera carta con el prélogo del evangelio. Muchos términos iguales aparecen en_ambos («ptincipio», «pa- labra», «vida»), pero con diferente significado. Mientras que para el evangelio (1, 1) el «principio» es antes de Ja creacién, para la carta (1, 1), «lo que era desde ¢l principio» es paralelo a lo que «hemos visto, oido y sentidos, en otras palabras, el comienzo del ministerio cuando Jestis por primera vez establece una relacién con sus discipulos «7, E] autor de 1 Jn no altera la tradicién judnica al dar tal significado a «comienzo», porque aparece en el evangelio en 2, 11; 6, 64; y en 16, 4. De hecho, un paralelo particularmente adecuado de 1 Jn 1, 1 es Jn 15, 27: «y vosotros daréis también tes- timonio, porque desde el principio estais conmigo». Lo que él hace pata refutat a sus oponentes es dar preferencia a un uso judnico de «comienzo» y asi, contrarresta su exagetado énfasis en el otro, (concretamente, el significado de la creacién anterior y sus implica- ciones pata la preexistencia). En cuanto a los términos «mundo» y «vida», en el ptdlogo del evangelio se nos dice primmeramente (1, 1- 5) que el Verbo estaba en presencia de Dios y que lo que Ilegé a ser en él era la vida (haciéndose eco de Ia historia de Ja creaci6n en Gén 1-3). Sclamente mis tarde, en el ptdlogo del evangelio, tene- mos una referencia a la encarnacién cuando Ja Palabra se hizo carne (1, 14). Pero en el prélogo de la carta (1, 2), el autor subcaya Ja vi- da eterna, no sélo «como existia ea la presencia del Padre», sino también como eila «nos fue revelada a nosotros». De hecho, la pri- mera referencia en la carta a «la palabra de vida» (1, 1) la hace equivalente a «lo que hemos ofdo», «una vide visiblemente revela- da como hemos visto y damos testimonio». Es decir, para el autor 66. En mi opinién, la mejor lectura de este versiculo aplica la designacién de averdadero Dios» a Jestis; cf. mi jesus God and man, New York 1972, 18-19, 67. CEI. de la Pottetie, La notion de ‘commencenent’ dans les écrits joban- niques, eo Schirmann Festschrift. 379-403, esp. 396-402. Esce ¢s asimismo el signi. ficado de ecomienzo» en 1 Jn 2, 7.24; 3. 11; 2 Jn 5, 6. Por supuesto, el autor del epistolario es consciente del trasfonde del Génesis (y de la ercacién) en el que se utiliza ese términe como tal, por ejemply, 1 Ja 3, 8 que puede compararse con Jn 8, 44 como un eco de Gén 2, 17; 3, 19. 16 Cuando se escribieron fas cartas de la carta, 1a epalabra de vida» es el mensaje evangélico de la tra- yectoria de JesGs donadora de vida entce los seres humanos. Final- mente, incluso el énfasis sobre la encarnacién es diferente en los dos prdlogos, como podemos ver si compatamos el comentario del evangelio acetca de] Verbo hecho carne ea 1, 14 c, «hemos visto su gloria», con ef comentario a la carta en 1, 1: «hemos oido y visto con nuestros propios ojos... hemos contemplado y palpado con nuestras manos». El énfasis recae ahora en la cualidad observable y tangible de la proclamacién y de ahi en la trayectoria humana de Jesus *, como asegurada por el testimonio de la escuela judnica. zY c6mo se las arregia el presbitero ante la negativa de los sece- sionistas 2 atribuir un valor salvifico a [a muerte de Jesiis? No cabe duda, como hemos visto, de que el mayor énfasis en el evangelio se da a la muerte como revelacién. Pero diseminadas en el evangelio (6, 51: H1, 51-52; 12, 24; 18, 14), se encuentran algunas referen- cias a la impottancia salvifica de la muerte de Jess que podrian servir a los propésitos del autor *. En particular, podemos recordar que, en Jn 1, 29. {Bap describe a Jestis como «el cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Los secesionistas pueden haber interpretado esto simplemente como si Jestis destruyeta el pecado aportando la luz, pero el autor de 1 Jn veria indudablemente aqui una referencia a la muerte redentora de Jestis, ya pensata en esa imagen como perteneciente al siervo doliente o al cordero pascual ”. Esto confirmaria su ceologia de la expiacién: «la sangre de Jess, su hijo, nos limpia de codo pecado» (1, 7); «él mismo es una expiacién paca nuestros pecados, y no sdlo para nuestros peca- dos, sino para los de todo el mundo» (2, 2; cf. Jn 14, 51-52). La afitmacién de 1 Ja 3, 16: «en esto hemos conocido la caridad, en que él dio su vida pot nosotros», nos muestra cémo el autor comentaria a Jn 10, 15: «doy mi vida por las ovejas», el pasaje exa- minado anceriormente desde el punto de vida secesionista. El autor ve a Jestis entregando la vida no simplemente para retomarla, sino como expiacién: «en esto consiste la catidad, no en que nosotros 68. P. Bonnard, La premibre dpivre de Jean est-elle johannique?. en L'évangile de Jean, 30-305 es excelente en este punto 69. G. Richter, Die Dentung des Kreuzestodes in der Leidensgeichichte des Jobannesevangeliums (Job 13-19}: Bib Leb 9 (1968) 21-36, sostenfa que habia dos interpretaciones de la muerte de Jess en Juan, Aparce de la que va hemos estu- diado (nota 64. supra), habia ora concepeién que consideraba la mucite de Jestis como un ejemplo moral de amor y de humnildad: y la pespectiva de 1 Jn estaba mas préxima a la segunda interpretacién. 70. CE mi comentario al evangclio de Juan para las tres diferentes interpreta- ciones del ecordero de Diose. Luchas internas judnicas ~ Ly hayamos amado a Dios, sino en que él nos amé y envid su hijo, victima expiatoria de nuestros pecados» (1 Jn 4, 10). La importan- cia del detramamiento de sangre en 1a vida de Jestis se halla subra- yada en el pasaje que hemos anotado hace un momento: Jesuctisto «vino por el agua y la sangre, no en agua sélo, sino en el agua y en la sangres (5, 6) 7. El Jestis verdaderamente humano que fue bautizado y que derramé su sangre es a quien el autor caracteriza come «el verdadero Dios y la vida eterna» (5, 21). Con mucha més clatidad, segan eso, que en el} evangelio, el Jestis de 1 Jn es un te- dentor, aun cuando, como verdadero juanico, el autor nunca olvi- da la funcién de Jess como revelador: «Cristo aparecié para destruir el pecados (3, 5). La importancia del tema de la fe es obvia en el cuarto evangelio con la aparicién noventa y ocho veces del verbo pistedein,«cteet», dando un término medio de cinco veces en cada capitulo. Probable- mente, los secesionistas no tenfan dificultad en cteer en Jesis, y asi no hay ninguna raz6n pata que la carta subraye la fe (nueve veces apare- ce el pustetein, 0, aptoximadamente dos veces en cada capitulo). En las cartas, el énfasis se desplaza hacia el homologuein («onfesar), una palabra que no es extrafia al evangelio (tres veces), pero que, prfoporcionalmente, es mucho mis frecuente en las castas (seis veces). El autor y sus oponentes podrian coincidir en que la vida eterna con- siste en conocer a Jesucristo como el enviado por Dios (Jn 17, 3). Pero ef autor trata de purificar a sus oponentes, insistiendo en una confesiéx piblica de que este envio o esta venida ccurrié en carne humana (1 Jn 4, 2; 2 Jn 7). Sia esta modalidad humana, la vida eterna no se nos habria revelado (1, 1-2). b) Bhica Si la cristologia constituyé el principal campo de batalla entre el autor y los secestonistas, hubo también escaramuzas en las implica- ciones de la cristologia en la conducta cristiana. De las condena- ciones de las posturas éticas que el autor de 1 Jn considera como falsas, podemos reconsteuit de una manera refleja tres aspectos del pensamiento de los secesionistas. En primer lugar, los secesionistas 71. Se pensé que este pasaje se refiere a Jn 19, 34, donde del costado de Jestis fluyeron sangre y agua. Los secesionistas podifan haber interpretado al flujo como un simbolo de que la muerte no habria afectado al pader dador de vida de Jestis Sin embargo, 19, 35 ¢s una adicién parenética que subraya el sealismo del inciden- te: y muchos estudiosos piensan que un redactor afiadi6 este paténtesis en armonia con 1 Ja 5, 6. Véase p. 92 s supra, acesca de la telacién entre el redactor y el autor de las cartas. 118 Cuando se escribieron las carta: se vanagloriaban de una intimidad con Dios, hasta el punto de considerarse perfectos sin pecado. Los siguientes puntos de los que se vanagloriaban, y que hallamos citados en 1 Jn, teflejan, al parecer, sus concepciones: Si dijécamos: «que vivimos en comunién con él» (1, 6) Si dijéramos: «que no tenemos pecados (1, 8) Si dijéramos: (ovk éjomen hamartign) y «no hemos pecado» (ouj hémartéhamen). La primera forma de esa pretensién es la més facil de refecir al cuarto evangelio si recordamos que la terminologia «culpable de pecado» y «esclavos de pecados se utiliza alli paca los no creyentes. En Jn 8, 31-34, Jestis se dirige a sus opo- nentes judias como sigue: «en verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es un esclave del pecado», mientras que 7. Como paréntesis, permitaseme advertir que hago estas observa- ciones en parte de acuerdo y en parte en desacuerdo con e] reciente 76. Sobre cl significado, extensién o alcance y gjercicio del poder sobre cl pe- cado que se implica en este texto, cf. mi comentario al evangelio de Juan. 77. Sin embargo, incluso pate los secesionistas, la incapacidad de pecat ptocederia de la creencia en Jesiis. Como veremos mas adelante, un paso siguiente en el camino emptendido por ellos seria el aficmar una impccabilidad ontoldgica que procederia del hecho de Ia iluminacién que vine al mundo como destello divi- 0: y este paso Mevatia a los secesionistas al gnosticismo Luchas internas pudnicas 121 libro de J. Bogart sobre el ema (nota 30, supra). Ambos reconoce- mos las semillas de perfeccionismno en el cuarto evangelio y un de- sarrollo del perfeccionismo de diversas maneras en el auror y en sus oponentes (modos que Bogart denomina ortodoxo y herético). Pero estoy en desacuetdo con una tendencia que puede advertirse en el pensamiento de Bogart que él expresa asi (p. 134): «se halla ef perfeccionismo herético inberente aqui (en e) evangelio de Juan)? Derivé naturalmente de él? No, porque la teologia (esto es, la doctrina de Dios y de 1a creacién), la antropologia y la soteriologia que subyacen en el evangelio de Juan no son gnésticas». Mas ade- lance (p. 135), Bogart expresa de una maneta més explicita su sos- pecha: «en la época en que fue escrita 1 Jn, algunos cristianos juanicos se habian hecho gnésticos... tal vez la comunidad judnica suftia un influjo de gentiles pre-gnésticos que nunca habian acep- tado las docttinas basicas biblicas de Dios y el hombre». Esta supo- sicién es totalmente improbable y, en mi opinién, totalmente in- necesaria. (El realmente incroduce en el periodo entre el evangelio y las cartas un desarrollo que solamente podemos probar en el petiodo postertor a las cartas; lee en e| comicnzo del cisma el desti- no de los secesionistas después del cisma). Pienso asimismo que Bo- gare descuida un camino intermedio entre estas dos alternativas: o e] cuarto evangelio conduce de un modo inherente y natural a} per- feccionismo herético 0 ha habido un influjo exterior que aboga por el perfeccionismo herético. La cuestién real es si el incipiente per- feccionismo del evangelio podria probablemente (aunque errénea- mente) haber sido interpretado de manera aue produjera el perfec- cionismo de los secesionistas. Ya he tratado de demostrar que pudo ocurrir esto, pero asimismo pudo leerse de tal manera que produje- ra el perfeccionismo del autor y asi coincide con Bogart en que no existe una diteccién inherente hacia pensamiento secesionista en el evangelio. 2. El cumplimiento de los mandamientos Otro mode por el que el autor de 1 Jn reta al perfeccionismo de los. oponentes es refiriéndolo al «cumplimiento de los manda- mientos» (2, 3; 3, 22.24; 5, 2-3). Sin mas, llama embustera o men- tirosa a la petsona que pretende «conocer a Dios» sin guardar los mandamientos (2, 4). Pero zqué es lo que quiere decit el no guar- dar los mandamientos en la ética de los secesionistas? Distingamos primeramente entre practica y tcorfa, En la practica, geran los sece- sionistas libectinos, que vivian una vida inmoral? Hay un pasaje en 1 Jo (2, 15-17) donde el autor amonesta contra el espiritu munda- no: sconcupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgu- 122 Cuando se escribieron las cartas Ilo de la vida». Pero es muy dificil asegurat que este pasaje se dirija a los oponentes ”*, puesto que puede set simplemente una amones- tacién pastoral general a sus propios seguidores. Por otra parte, el autor nunca menciona vicios especiales de los secesionistas, y esto, en una €poca en la que en Ia cristiandad existfan catdlogos de vicios que se hallan bien atestiguados, especialmente en los escritos de enfrentamiento ?. Et autor lama a sus oponentes «falsos profetas» (4, 2), la misma acusacién que encontramos en 2 Pe 2, 1 contea los oponentes al autor petrino; pero no hay nada en 1 Jn que se patez~ ca, ni siquiera remotamente, a la oratotia que 2 Pe 2, 13-14 dirige contra Ja conducta de los oponentes: «pues hacen sus delicias de los placeres de cada dia; hombres sucios, cotrompidos, se gozan de sus extravios mientras banquetean con vosotros. Sus ojos estan Ienos de adulterio, son insaciables de pecado, seducen a las almas incons- tantes, tienen el corazén ejercitado en la avaricia, son hijos de mal- dicién». Tal reticencia ju4nica posibilita el que los secesionistas sean culpables principalmente en teoria. Su teoria, evidentemente, puede en iiltimo término ser craducida a la practica y ése puede ser el peligro por el que el autor se lanza con tanta energia contra la teoria, La més probable explicaci6n de la actitud de los secesionistas respecto a los mandamientos es que ellos no atribuian ninguna im- bortancia salvifica a la conducta ética y que esa postuta surgia de su ctistologia. Si ellos no attibufan importancia salvifica a la vida cerrena de Jesiis, a la manera en ja que él viviG y muri6, ¢por qué la vida tetrena del cristiano tendria que ver con la salvaci6n? Des- pués de tado, sno dijo el Jesas juanico: «no sois del mundo porque yo os escogi del mundo» (15, 19) y «ellos no son del mundo, como no soy del mundo yo» (17, 16)? Si la vida eterna consiste en cono- cera Dios y 2 aquel que él envié (17, 3}, se podria tener intimidad con Dios sin subrayar lo que uno puede hacer en el mundo. Nunca he coincidide con Rudolf Bulimann % en que el Jestis judnico es un revelador sin una revelacién. Pero el hecho de que Bultmann pudiera hacer tal imputacién indica hasta qué punto la 78. Los comentaristas generalmente adviercen que ¢l significado de «mundo» en este pasaje [que nosotros diriamos «mundanidads] no es precisamente el mismo significado de 4, 5, donde los oponentes se dice que pertenecen al mundo, es deci, al teino del diablo. 79. Gals, 19-21; 1 Cor 6, 9-11; 2 Cor 12-20; Rom 13, 13; 1 Pe 4, 3. Es pro- bable que taies catalogos fuctan pre-paulinas y patte de la doctrina primitiva cris- dana JBC ar. 79 § 161). : 80. Teologia del nuevo testamento, Salamanca 1981, 484: «él no revel: ningu- na otra cosa, sino que él es el reveladars. Luchas internas juanicas 133 ctistologia domina la proclamaci6n judnica. En una exhaustiva obra acerca del concepto judnico de verdad, I. de ja Pottetie® muestra que el concepto hebreo «construir Ja verdad» (AT, Qumran), que significa practicar fielmente lo que prescribe la ley, fue interpreta- do en [a literatura judnica para referirse a le adhesién a la verdad de Jestis. Los primitivos cristianos discuten acerca de la relacion entre fe y obras (Pablo, Santiago) y esa disputa se resuelve en Jn 6, 28-29 de forma que la fé en Jestis es la Gnica obra de Dios. El cuar- to evangelio es notablemente deficiente en lo que se refiere a una doctrine moral precisa, si s¢ compara con fos evangelios sindpticos. Mateo puede reunir las exigencias éticas de Jesiis en el sermén de la montafia, elaborando asi el cédigo legal escatolégico del Mesias; pero tal coleccién no se encuentra en Juan. En Mt 7, 16, el ctiterio de conducta se hatla destacado: «por sus frutos los conoceréis»; en Jn 15,’5, este lenguaje de dar fruto se traslada a la unidn con Jests: «el que petmanece en mi y yo en él ése produce mucho fruto» #2, En los tres sindpticos el siguimiento se ve caracterizado por el cumplir la voluntad o la palabra de Dios (Mc 3, 35; Mt 12, 50; Lc 8, 21), Ee: pata Jn 8, 31: «si permanecéis en mi palabra, sexéis en verdad discipulos mioss. El énfasis en el arrepentimiento- conversién (meténoia/metanoein) que es una patte importante de la proclamacién sindptica del reino (Mc 1, 4.15; 6,12) no se en- cuentra en Juan ®; Jo que limpia es la palabra pronunciada por Je- sds (15, 3). En Juan no se menciona ningiin tipo de pecados especificos de Ja conducta humana, sino solamente el gran pecado que es rehusar el creer en JesGs (8, 24; 9, 41). Especialmente interesante, si refle- xionamos en sus implicaciones, es la afitrmacién det Jesiis juanico acetca del mundo (15, 22): «si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrian pecado». Segiin eso, es posible que !a falta de interés de [os secesionistas por los mandamientos pudiera haber sido ptovocada por el predominio de la cristologia y por la falta de direcciones éticas especificas en la tradicién juanica. éPero cémo puede el autor de Ja carta refutarlos cuando tam- bién él se halla asociado a esa tradici6n? Es interesante notar que no trata de dar directrices éticas especificas, presumiblemente por- que él no tiene ninguna que pudiera ser aceptada con fuerza de 81. La vérité dans saint Jean 1, 1977, 480-483.516. 82. Juan conoce asimismo la importancia de las buenas y de las malas acciones, pero ¢s0 curiosamente se halla enttemezclado con Ia cristologia (3. 19-21; 9, 3). 83. Ls idea del anrepentimiento o cambio de vida parece que se presupone en 5, 14: 8, 34, 124 Cuando se escribieron fas cartas autoridad “. Mas bien apela al ejemplo general de la vida terrena de Jesis como un modelo para la vida del cristiano, un argumento que cstd en armonia con la diferencia entre su cristologia y la de sus oponentes. No niega ni puede negar la posibilidad de perma- necer en Dios —éste es el evangelio para él asi como pata sus oponentes—, pero hace correlativa a wal inhabitacién la necesidad de evivir como i vivids (1 Jn 2, 6). No niega la esperanza de ver a Dios tal como él es, pero exige que la persona que tiene esa espe- ranza «se purifique como él es puto» (3, 3). La sefial del que no es hijo del diablo es el obrar rectamente «como él es justo» (3, 7). Es- te kathis (sprecisamente comor) érico, aunque ayuda, no deja de ser vago en detalles; y asi aqui tenemos una ilustracién de lo que quiero decir cuando afismo que el autor tenia dificultades para re- futar a sus oponentes, La misma tradicién no refuré claramente las nuevas cuestiones que suscitaron los secesionistas. 3. El amor fratetno * Si los oponentes no hacian hincapié en el aspecto salvifico de los mandamientos, gpodrian justificar realmente su postura a partir del evangelio juanico, puesto que el Jestis judnico hablé de man- damientos a sus discipulos? Sin embargo, tales referencias ea Juan se hallan siernpre vinculadas a la exigencia del amor (13, 34-35; 14, 15.21; 15, 10.12.17). Es como si, para la tradici6n judnica, no existiera mas que un solo mandamienco que resumiera a todos los demis: «ste es mi mandamiento: que os améis como yo os he ama- do» (15, 12}. «En esto os reconacetan como mis discipulos: si os amiis los unos a los otros» (13, 35). Asimismo, el autor de la carta, aunque habla acerca de mandamientos (en plural), esto lo traduce por amor fraterno (3, 22-24; 4, 21-5, 3). El Gnico mandamiento especifico que puede citar es «amémonos mutuamente conforme al mandamiento que nos dios (3, 23); «y nosotros tenemos de él este Precepto: que quien ama a Dios ame también a su hermanos (4, 21). Es el , debido a que sus oponentes ponen de reliew su poses én espec a’ -el Espiritu) °. Adopta esta forma en vez de decit que él mism es un maestro especial guiado por el Esp-ritu Si ene su impo tan ia co- mo maestto, lo es por su inclusién en el . 101 Todos los expertos admicen qui cl E pita se hale impl cado en esta cunciin» © uri-mar fjritma) aunque algunos prensan que lav Gdns at + ye die rectamente al Fspiritu, micnttas que oifos picns.a que se daa través dla palabra de Jestis y que la funcién del Espiutu e ha de encontrar en la inte.tonz on de | palabra Cf J. Michl, Der Geist als Ge mt de rechten Glauben . en Vort Wort des Lebens (M, Meinertz Festschrift) Munver 1251, 142 151 Sa causulae 1 Jn 2 27 esu unci6n os en eftard rodas las cosas , parece el eco deJ 14, 2. . 102 El Gnico que util za el eyo> cn auto idad en la tradici6n u&- ca es lesus, cl «90 soy. Luchas internas judn'cas 135 gaba, porque se exponia a si mismo a la acusacién de blasfemia contra el Espiritu santo (Mc 3, 29 y paralelos). Aunque la iglesia de la Didayé se halla asimismo afligida por falsos profetas y maes tos, el autor de Ja obra se niega a una comprobacién: «no tentés ai juzguéis a ningéin profera que habla en el Espiritu, porque cual- quier pecado se perdonara, pero este pecado no se perdonaris (Did 11, 7) En cualquier caso, la prueba que ofrece cl presbitero judnico es una prueba doctrinal que favorece su propia posicién: «podéis co- nocer el Espiritu de Dios por esto: vod espicitu que confiese que Jesucristo ha venido en carne ¢s de Dios. pero todo espititu que no confiese a Jestis ése no es de Dios» (4, 2-3) Inevitablemente, los oponentes habrian prestado poca atencién a tal criteria que como admite francamente ¢l autor, equivale a estat de acuerdo con él y con su grupo del espectro judanico: «nosotros somus de Dios. El que conoce a Dios nos escucha, el que no es de Dios no nos escuchas (4, 6). Que la prueba del autor fue poco efectiva se ve porque admite que «el mundo» escucha a sus oponentes (4, 5). «El mundos es la ignominia normal con la que Juan se refiere a los no-creyentes, pe- to ahora se desplaza de los «de fuera» que rehtisan creer en Cristo a los secesionistas que rebGsan creer en Cristo tal como es proclama- do por el autor. ! y por el movimiento gnéstico Los adictos al autor habrian aportado su propia contribucion unica a Ja gran iglesia; los secesionsstas habrian aportado su contribuc 6n iuanica al gnos icismo; pero en cada uno de esos casos, la comunidad juan ca habr’a adaptado de tal manera su propio patrimon o heredado en favor de un grupo mas amplio, que la peculiar ident dad de fa -ristiandad judnica, que conocemos por el evangel‘o y las cartas habria dejado de existir. Yo pienso mostrat ordenadamente la evidencia de esta tesis paso a paso; pero. atendiendo a a con en’encia del lector, permitaseme comenzar resu- miendo lo que 2m modo de ver, ocurti6. Si Ja rama de la comunidad ):-4nica de} autor se mezclé gradual- mente con los cristianos apostél os en la gran iglesia. Ilevo consigo la alta cristologia judinca de la preexistencia, ptecisamente porqu’ en su lucha con sos secesion'stas. el autor de las cartas habia salva- guatdado esta cr stologia conta cualquier incterpretacién que pu- 1. Como ya he expl + %o anteriorm mre, tt'lizo este te-mino pata la ighesta d-i igo II que procedia . 05 ct stiano apostéticos del siglo 1 y donde las igiestas se ha laban asociadas ma. \trecham.n . entre si pot una cteciente estructura comun de episcopado y pre b te ado en mutuo reconocimiento. Ignacio. Erm 8, 2 dice adondequieta que ap ¢ ¢ el ob.spo, es ¢ presente la congregacién, lo mismo que donde estd Jesucti-to “: . {a igle ta catolicas (be kathol ke ekblesia, 140 Después de las cartas diera conducir al docetismo © al monofisismo. Sin embargo, el mismo hecho de que una eclesiologia centrada en el Paraclito no habia ofrecido ninguna proteccién real contra los cismaticos, en Glumo término hizo que sus seguidores aceptaran la estructura de autoridad docente de los presbiteros-obispos, la cual, cn cl siglo Il, se convirtié en la estructura dorminante en la gran iglesia, pero que era totalmente exttafia a la tradicién juanica. Los secesionis- tas, ptivados del tipo de influencia moderadora que los adictos al autor podian haber ejercido si no hubiera ocurrido el cisma?, avanzaron en su ctistologfa «ultra-alta» hacia el auténtico docetis- mo. Pensando que la trayectoria terrestre de Jestis no tenia ningu- na importancia salvifica real, cesaron totalmente de pensar en ella cdmo real. Y considerandose a si mismos como hijos de Dios por la fe en Jestis y por cleccién de Dios, comenzaron entonces a ver esa cleccién como algo anterior a sus vidas tettenas y se considera- ton a si mismos originariamente divinos a imitacién de Jesds. Al igual que el Hijo, ellos también vinicron al mundo, pero habian perdido su camino, mientras que él no lo perdié; y ahora su fun- ci6n era mostrarles el camino hacia el cielo. El hecho de que estos secesionistas se levaron consigo el evangelio juanico, ofrecié a los docetistas y a los gadsticos, cuyo pensamiento compattian ahora, una nueva base sobre la cual construir una teologia; cn realidad sirvié de catalizador en el crecimiento de un pensamiento gnéstico ctistiano. La gran iglesia, que habia aceptado elementos de fa tra- dicién juanica cuando aceptd a los cristianos juanicos que compartian las concepciones del autor, se mostré al principio con recelo respecte al cuarte evangelio, debido a que habia dado lugar a errofes y se usaba para apoyar el error. Sin embargo, por fin, habicndo afiadido las cartas al cvangclio como guia para la corrcc- ta interpretacién del mismo, la gran iglesia (ilustrada por Ireneo hacia el aio 180 d.C.} catalogé al evangelio como ortodoxo contra sus intétpretes gnésticos. Permitaseme ahora demostrar el de- sartollo que he resumido hasta e] momento. 1. Historia del cuarto evangelio en el siglo It Nuestra opini6n apunta al hecho de que una amplia acepracion del cuarto evangelio se dio antes entre los cristianos heterodoxos 2. Inevitablemente, la reaccién de los secesionistas a las duras palabras de 1 Jn les habria Nevado todavia més Iejos en la direccién condenada: después de un cis- ma, las posturas Gienden a endurecerse Dusolucién judnica 141 que entre los ortedoxos >, Nuestro comentario mas antiguo conoci- do sobre el evangelio es el del gndstico Heracle6n (160-180 a.C.) 4, Hi evangelio era muy apreciado por Jos gnésticos valentinianos (por ejemplo, por Ptolomeo}, de forma que, en su refutacién, Ireneo tuvo que poner en tela de juicio su exégesis de Juan >. Las Odas de Salomén uenen afinidades con Juan y algunos es- pecialistas piensan que son gnésticas o semi-gnésticas *, Se da gan afinidad con las ideas juanicas en la biblioteca gnéstica, publicada recientemente, de Nag Hammadi. Por ejemplo, existe una cristologia del Verbo (Logos) cn el Tratado tripartite, y una cristologia del «yo soy» en el Segundo apocalipsis de Santiago; asi- mismo en la Protenoia trimérfica (donde va unida a una relacién docética de la muerte de Jesas). Montano (hacia el 170 d.C.), que condujo en Asia menor un movimiento de profecia extatica y llena del Espiritu santo, se consideraba a si mismo como la encarnacién del Pariclito judnico. Por otra parte, es dificil probar una utilizacién ‘clara del cuarto evangelio en los escritos primitivos de la iglesia considerados como ortodoxos. No existe ninguna cita explicita de Juan en Ignacio de Antioquia 7, Mas curiosa es la ausencia de alguna cita en la catta de Policarpo de Esmitna a los filipenses (alrededor del 115-135 d.C.); porque de Policarpo dice Eusebio que oy6 a Juan, y Policarpo, por otta parte, patece conocer unos dieciocho libros del nuevo testa- mento. Cuando mis se acerca Policarpo a los escritos judnicos puede verse en un eco de 1 Jn 4, 2-3 (2 Jn 7): «cualquiera que no confiese que Jesuctisto vino en la carne es un anticristo» (PAi/ 7, 1). Esta elecci6n es totalmente explicable si la carta era considerada co- 3. Usilizada al comienzo del siglo U, esta cerminologia describe 2 los cristia- nos que fueron posteriormente considerados como heterodoxos u_ortodoxos, por cjemplo, segéin los cénones de Iteneo. Bajo el témino chetctodoxe» incluyo a toda Ia variedad de gnésticos, docetas, encratitas y todas los elementos montanis- tas. 4, Exisce un debate sobre si Heracledn era un represencante del gnosticismo va- fentiniano y hasta qué punto. Cf. E. H. Pagels, The fohannine gospel, 17-19 5. Adversus baereses Il, xi. De una manera semejante, en la tradicién ale- jandrina en el siglo III, fue Origenes, quien, en su comentario sobre Juan, mostré que el evangelio cra capaz de ser interpretado de una manera ortodoxa contra He- racleén 6. Sin embargo, cf. J. H. Charlesworth, The Odes of Salomon not gnostic: CBQ 31 (1969) 357-369. 7. BM. Braun; Jean fe shéologien 1, Patis 1959, 270-282, oftece puntos de contacto entre el pensamiento ignaciano y judnico, peto admite.que no hay citas lie terales, Orcos estudiosos, como J. N. Sanders y C. K. Barrett, niegan que Ignacio conocicra el cuarto evangelio. 142 Después de las cartas mo més segura que el evangelio *, Mientras que Justino martic, en Ja mitad det siglo segundo, ciertamente conec o una cristologia del Logos, no es claro que conocieta o utilizara e] cuarto evangelio. Frecuentemente se advierte que Taciano (alrededor del 170 d.C.), un discipulo de Justino, utilizé el cuatto evangelio en su atmon’za- cién de los evangelios, el Diatessaron, pero Taciano era un encrati- ta que desdefiaba el valor de la carne y asi se le debié situar en el lado heterodoxo °, Los pasajes que se encuentran en -| Evangelio secreto de Marcos citado en una carta, recientemente descubierta de Clemente de Alejandria, que puede reflejar un conocimiento de Juan 2 mediados del siglo segundo, probablemente debe situarse en el lado heterodoxe, puesto que el Evangelio secreto ~e refiere en parte a los carpocratianos °°. Sospechas sobre algunos elementos en el corpus judnico de esctitos se reflean en el ataque de Gayo, un presbitero de Roma en telaci6n a la ortodoxia del Apocalipsis y en el referido ataque de los Afogoi (=-«ningiin Logos») sobre el evangelio, atribuyéndolo a Cerinta . El uso ortodoxo mis antiguo del cuarto evangelio que no cabe discutir se encuentra en Teéfilo de Antioquia en su Apologia a Autolico (hacia el 180 d C.). La aceptacion del evange lio en el canon antes del 200 d.C., tal como se halla atestiguado por e] Fragmento Muratoriano, se debié sélo 2 que se aseguraba que tenia origenes apostélicos. También Ireneo se esfuerza en rela- ctonatlo con Juan, ef discipulo del Sefior, y lee cuidadosamente el evangelio a través del prisma de 1 Ja”. Esta curiosa historia del cuarto evangelio se hard més inteligible si admitimos que la parce mayor de la comunidad juanica, los sece- sionistas, se Ilevaron consigo el evangelio en su itineratio intelec tual hacia el docetismo, el gnosticismo y el montanismo, mientras que los adictos al autor Ilevaron consigo el evangelio cuando se mezclaren con la gran iglesia. Esto explicaria por qué aparecen ideas judnucas, pero no citas, en los esctitos més antiguos de la 8. Muy dul en esta historia del cuarto evangelio, es N. K. Bakken, «The gos- pel and epistles of John. A study of their telauonship in the precationical period», New York 1963 (disertacién doctoral ao publicada que tuvo lugar en e! Union Se- minaty). El advierte: cen cuanto que Policarpo toca estas matcrias, sc mucve en | espititu de las cartas de Juan y por el lado de las diferencias que las distinguen del evangelio, pero e5 exreiadamente ddoso que él conocier ls cata 0 s€sirwera ic cllase. 9. R. M. Grant, The heresy of Tatian: JTS 5 (1954) 62-68 10._R. E Brown, The relation of the secret gospel of Mark' to the fourth gas- pel: CBQ 36 (1974) 466-485. HL. Epifanio, Panarion LI (CGS 31, 248 s.). derivando de Hipélico 12 Adver us baereses UI xvi 5, 8 citando al jn 2 18. Disolucion judnica 143 iglesia ptimitiva, debido a que una mayoria de los que proclama- ban el evangelio como suyo propio se hicieron heterodoxos, habria surgido una tepugnancia entre los ortodoxos en citar el evangelio como Escritura . Sin embargo el eemplo de 1 Jn demostr6 que habia un camino ortedoxe de leer el evangelio y ia campafia de la cata contra los secesionistas estimulé en ditimo termino a escrito- res, como Ireneo, a utilizar el evangelio en una po émica contra los gnésticos que eran los descendientes espirituales de los secesionistas 4. Y asi, la dlama contribucién del autor de 1 Jn a fa histosia juanica pudo haber sido el sa:var el cuatto evangelio para Ia iglesia En esta teoria la tradicién de Ireneo acerca de una oposici6n entre Juan y Cetinto (nota 48, cap. anterior) y las tentativas de los estudiosos por idenuficar a los oponentes de Juan como seguidores de Cerinto tienen un aspecto de verdad. De hecho, el patrimonio heredade de! autor de 1 Jn al interpretac a Juan fue utilizado en la polémica, un poco posterior, de las iglesias (antes del afio 120 d.C.) contra Cermto, cayas ideas pueden muy bien haber supuesto una exagefacién o endurecimiento de Jas posturas de los secesionistas ®. El intento de remontar- ej cuarto evangelio desde Irenco pasando por Policarpo al discipulo Juan puede set un modo muy simplificado de afirmar que una lectura orrodoxa de Juan exis- tid en fa iglesia desde el siglo [ para seguir luego en cl siglo I. En resumen, el evangelio no era un escrito hetcrodoxe que se hizo of- todoxo por primera vez a finales del siglo [1], aun cuando habia si- do mal utilizado por los gnésticos durante todo el siglo I, Poseia una linea de ortodoxia que s¢ remon.aba a los Gempos apostélicos, una linea detivada a través de unos descendientes innominados de la comunidad juanica que habian sido leales teolégicamente al autor de i Jn. Partiendo de la evidencia externa acetca del modo en que fue recibido el cuarto evangelio en el sigla II, permitaseme trazar ahora 13. J. N. Sander, The fourth gospel in the early chrurch, University of Cambndge 1943, 31, sugicre que la vaguedad de las referencias de Justina a Juan puede ser explicada pot la posicin insepura det evangelio. 14. Con esto teat de significar que algunos gnésticos estaban influenciados por el modo secesionista de leer et cuarto evangelio. 15. Bakken vio mucho de esto, pero su pretensin de que 1 Jo fucta escriva para hacer aceptable el evangelio a los ortadoxos invierte la propia cfonologia La carta de facto desempefaba esa funcién en la hi toria, peto fue esctita antes de que tavieran lugar las grandes polémicas entre Jos otedoxos y los gndsticos 16, Poco se conoce con cetteza subte Cerinto o Ia fecha on que vivié, aunque se le enumera constantemente entre los pr me o- gndsticos. Cf. G. Batdy, Cérinthe, RB 3 (1921) 344-373. 144 Después de las cartas el posible desarrollo teolégico det grupo secesionista en las diferen- tes formas de heterodoxia del siglo I y luego, el posible desarrollo de los adictos al autor. 2. Los secestonistas y la heterodoxia del sigho IT Cuando yo estudio o examino un posible tazo entre Jos sece- sionistas de 1 Jn y los gnésticos, docetistas, cerintianos y montanis- tas del siglo TI, deseo insistir firmemente en la palabra «posible». Todo lo que se puede mostrar es cémo estos grupos heterodoxos podian haber dertvado algunas de sus ideas de la tradicién judnica que se filtraba a través de la Gptica secesionisea. Permitaseme comenzat con este fenémeno totalmente diverso conocido como gnosticismo ", Una tesis corntin en los sistemas gNOsticos supone la preexistencia de seres humanos en la esfera di- vina antes de su vida en la tierta. En el cuarto evangelio, solamente el hijo de Dios preexiste; ottos se convierten en hijos de Dios por la fe, el agua y el Espiritu, durante su vida terrena. Su status como «no de este mundo» es conferido u otorgado, no es ontolégico. Pe- fo, como observé Wayne Meeks ', existfa un dinamismo en esta concepcién que podria Ilevar a la concepcién gnéstica de una rela- cién preexistente tespecto a Dios. La insistencia y el énfasis jvdnico en la pteexistencia de Jesiis y en su filiacién divina como el modelo pata el sfafus del cristiano como hijo, era la matriz de Ja que podia haber surgido la tesis gnéstica. Segiin Ireneo ¥, el iniciado gnéstico conectaba su propio status con una teologia de la preexistencia: «yo detivo mi set de aquel que es pteexistente y retorno a mi propio lugat de donde salis. Un catalizador particular en un desarrollo ha- cia el gnosticismo pudo haber sido la insistencia judnica acerca de la predestinacién de Jos hijos de la luz *, de maneta que ellos son ya atraidos a Dios antes de que Ilegue Jess y descubra su predispo- sicton (Jn 3, 17-21). Extste un sentido de inevitabilidad acerca de 17. ME, Wiles, The spintual gospel. The interpretation of the fourth gospel in the early church, University of Cambridge 1960, 96-111, enumera cuatro aspec- tos de Juan que setian muy aceptables para los gnésticos: 1) el caracter filoséfico del prdlogo; 2) et dualismo; 3) el descenso de tos cielos y 4) el decetminismo. 18. | Man from heaven, esp. 72: «una vex que ¢l cuarto evangelio habia identi- ficado Cristo-Sabiduria con el Logos masculino y una vez que la dindmica social de ta secta anc-mundo se puso en movimiento, codas las fuerzas estaban presentes para Ja produccién de un mito del modelo valentiniano» 19. Adversus haereses 1, xxi 5. 20. H. M. Schenke, Determination und Ethik im ersten Johannesbrief ZTK 60 (1963) 203-215 defiende que ya en el evangelio existia un'sentido gnéstico de determinacisa. Disolucién judnica 145 los que legan a creer, puesto que ellos han sido ya entregados por Dios a Jestis (3, 27; 6, 44.64; 15, 16). Los gnésticos simplemente habrian tenido que dirigir la orientacién hacia Dios y hacia la luz hasta la preexistencia. De una maneta similar la pretensién de los secesionistas: «no hemos pecado» habria sido entendida, en un am- biente gndstico, como algo que procedia del propio ser de hijos de la luz més bien que de su fe en la palabra de Jestis que santifica. Al igual que el mismo Jesis, el cteyente seria por naturaleza opues- to al pecado. Aunque en la época de la primera carta, los sece- sionistas hablaban como un «nosotros» comunitario, la auténtica se- cesién pudo haber conducido a dar un gran énfasis al indivi- dualismo latente en el pensamiento judnico, de manera que la sal- vacién se convertitia en una cuestién individual (como ocurtia en los gnésticos), sepatada de la idea de pertenecer a un pueblo salvado *!, Volviendo del gnosticismo en general a Cerinto en particular, teflexionemos un poco acerca de su tesis de que Cristo (un poder divino) descendié a Jestis después del bautismo y se aparté de él antes de la crucifixién. En mi opinion, esto va mas alla de la tesis detectable en los secesionistas de 1 Jn, los cuales, al parecer, acep- taban la realidad, pero no el significado salvifico del baucismo y de la muerte. Sin embargo, una vez que se daba una tendencia a res- tat énfasis a los dos acontecimientos, habia elementos en Juan que pudieron haber conducido a la concepcién de Cerinto, Con mucha frecuencia leemos Jn 1, 14: «1 Verbo se hizo carne» a la luz de la nartaciones de la infancia de Mateo y de Lucas y suponemos que cl momento de hacetse carne © encatnarse deberia ser automatica- mente interpretado como la concepcién/nacimiento de JesGs. Hay motivos pata creer que el mismo evangelista consideraba toda la vi- da humana de Jesiis desde su comienzo como la trayectoria del Verbo hecho catne 2, Sin embargo, Reginald Fuller 23 presté un gran servicio al puntualizar que Juan podia ser leido de otra mane- ra. El evangelio nunca menciona clatamente el nacimiento de Je- 21. E, Schweizer. Church order, 122-124 (11g) ve el pensamiento judnice co- mo altamente individualista 22. Adviértase que cl ginesthai (sel legar a set», sex engendeade o nacet} de Jo 1, 4 ¢s utilizado en las descripciones cristolégicas del nacimiento de Jesis en Gal 4, 4; Flp 2, 7; Rom 1, 3. 23. Christmas, epiphany and the johannine prologue. en Spirit and light (E. M, Weer Festsbrifi), New Vork 1976, 6-75. Bl plopone que el desplazemiento del Légos asarkds (Palabra sin carne) al Logos ensarkés (Palabra encarnada) ocatte en re- lacén a JBap (69). Modifica su posura en parte cn el articulo citado en la nora 66 de la primera fase. MG Después de las cartas stis. En el prélogo, antes de que nos diga que la uz vino al mundo (2, 9-10), se menciona a JBap. E inmediatamente después de la re- ferencia al Verbo que se hace carne, existe otto versiculo que se re- fiere a JBap (1, 15). Si se aisl6 el evangelio de Juan y se leyé bajo ef prisma de los docetas, se pudo suponer que el momento de la Negada de Ia luz al mundo y el momento de hacerse carne el Verbo ocuttié sin duda después del bautismo de Jestis, cuando el Espiritu sobrevine sobre él, como dice JBap: «yo no Je conocia; pero el que me envié 2 bautizar en agua me dijo: sobre quien vieres descender el Espirius y posarse sobre él, ése es c] que bautiza en Espiritu san- to. Yo no le conocia, mas para que él fuese manifestado a Israel he venido yo, y bautizo en agua. Y Juan dio testimonio diciendo: yo be visto al Espiritu descender del cielo como paloma y posarse sobre él» (1, 30.32). Tenemos evidencia de que esto ocurrié en el tratado gnéstico de Nag Hammadi, el Testxmonto de la verdad X\ 3 (30, 24-28), que concluye del relato juanico de los acontecimien- tos que fodean el bautismo de Jesiis: «y JBap dio testimonio del (descenso) de Jestis, Porque él ¢s el tinico que vio (el poder) que bajé sobre el rio Jordin». La ona mitad de la cristologia doceta de Cerinto (esto es, la de que la realidad divina abandoné a Jestis antes de la crucifixién) pucde haberse otiginado de una falsa interpretacion del énfasis de Juan en ia crucifixtén como de una cexaltacién» de Jestis (12, 32-33; 3, 14; 8, 28). Juan ve la crucifixién como una marcha de Jestis al Padre; pero Cerinto pudo haber ‘entendido que Juan queria decir que, antes de que muriera Jestis, el elemento divino ya habia ascen- dido al cielo, Recuétdese que, en 13, 1, a/ comienzo de Ya iiltima ce- na, Juan nos dice que habia Hegado para Jess la hora de pasar de este mundo al Padre: y asimismo se hallan frecuentes afitmaciones de la inminente partida en la dltima cena (13, 36; 14, 2.19.28.30.31; 16, 5.7.16 s). Particularmente chocantes en referencia a la postura de Cerinto son estas afirmaciones de fa altima cena: «ahora es glorifica- do el Hijo del hombre» (13, 31); «dejo el mundo y vuelvo al Padre» {16, 28); «yo he vencido al mundo» (16, 2). especialmente cuando lo iiltimo se lee como una imtroduccién a Ia gran oracién del cap. 17, donde Jestis parece suspendido entre el cielo y la tierra. Es en es- ta oracién (17, 11) donde Jesiis dice: «yo ya no estay en el mundo». dEs descabellado suponer que Cerinto tomé esto literalmente? Mas clara todavia es la linea de desarrollo juanica que desembo- ca en Montano. Sabemos que él leyé las promesas judnicas de la ve- nida, de la donacién y det envio del Pardclito (14, 15.26; 15. 26; 16, 7.13) como una prediccion de su propia trayectoria inspirada por el Espiritu. Disolucién judnica 147 El énfasis que ponen los montanistas en la profecia podria ser una continuacién del énfasis de los secesionistas (y por supuesto, de} énfasis del libro del Apocalipsis). Montano se servia de dos pro- fetisas, Prisca y Maximila, las cuales, extticamente, revelaban las palabras del Sefior *. En el apéndice II, llamo la atencién sobre la importancia extraordinaria que da Juan a las mujeres como procla- madoras: la mujer samaritana con sus palabras convierte a todo un pueblo (4, 39); Marta profiere la solemne confesi6n: «td eres el Cristo, el hijo de Dios» (11, 27), que Mt 16, 16 atribuye a Pedro; Maria Magdalena y no Pedro es la primera que ve al Jestis resucita~ do (20, 14) y la primera que prociama la resurreccién (20, 18), Puede afiadirse que fue probablemente la imagen que da Juan de Maria Magdalena la que encendié la chispa para que los evangelios gnésticos hicieran de ella la principal receptora de la revelacién pos-resurreccional y la rival de Pedro *. Ya hemos visto algunas de las posibilidades ¢ incluso probabili- dades de una linea ideolégica que a partir de la interpretacién sece- sionista de la tradicién juanica desemboca en la heterodoxia del siglo I]. Veamos ahora la otra mitad de la comunidad judnica. 3. Los seguidores del autor y la gran iglesia Asi como no existen citas ortodoxas claras del cuarto evangelio antes del altimo cuarto del siglo Il, las ideas judcicas se aceptan mucho antes %, Podemos centrar nuestra atencién cn Ignacio (alre- dedor del 110 d.C.). Al examinar el estado de la comunidad judnica cuando se escribié el evangelic, vimos que los «cristianos judios de fe inadecuada» (Grupo V) que aparecen en el evangelio son mu semejantes de diversas formas a los judios cristianos contra los que 24, Bxiste un ataque a una falsa profecisa y maestta (sJezabel*) en Ap 2, 20- 22, y 2 la figura del falso profeta de Ja bestia del pais en Ap 13, 11-18: 19-20, Montano esperaba la venida de la Jerusalén celeste a la cietta cerca de Pepuza, en Asia menor, una expectacién que queria basar en Ap 21, 2 _, 25, En el Evangeliv de Felipe M 3 (63, 35-64, 5), ella se convittié en la discfpula a la que Jess més amaba; en el Evangelio de Maria BG 85021 (17. 7s), Pedro se mucstta celoso de Maria, asi como se muestra celoso del disdpulo amado en Jn 21, 20-23 26. Dos ptecauciones se han de observar aqui. Yo utilizaré Logos come un sjemplo de una idea judnica cuando se aplica a Jesds, pero tedricamente es posible que un escritor del siglo II que utilizara este término, lo detivara de una fuente cris- tiana desconocida distinta de Juan. Asimismo cuando hablamos de ideas judnicas que son aceptables, se deben hacer probablemente distinciones peograficas. Se ha advertido frecucntemente que, mientras 1a cristologia del Logos fue ganando acep- tacién en oriente en Ja primera mitad del siglo Il, Roma parcce habet sesistido a ella durante mucho tiempo como sospechosa de docetismo. 148 Después de las cartas luché Ignacio veinte aijos mas tarde. Ignacio luché asimismo contra el docetismo y tal vez también contra un gnosticismo que iba emergiendo (por ejemplo, Esemirn. 4, 1). ¢Eran esos dos advetsa- tios, Tos ctistianos judios y los docetistas, los mismos? Mientras que algunos estudiosos responderian afitmativamente 2’, puede advertir- se que Ignacio hichaba en dos frentes y que ambos adversasios su- yos eran heterodoxos, pero situados en extremos opuestos *. Esto estatia muy telacionado con los dos frentes en los que luché la co- munidad judnica: durante et petiodo del evangelio, los cristianos judios se hallaban entre los que eran criticados por el evangelista debido a su ctistologia baja; durante el periodo de la carta, los se- cesionistas eran criticados por su inadecuado énfasis en la humani- dad de Jess. Asi. existe una semejanza ambiental entre los escritos juanicos y las cartas de Ignacio. En Ignacio encontramos elementos de una ctistologia alta simi- lares a los de Juan. En Magy. 8, 2, Ignacio habla de set tinico Dios que se manifesté a cravés de Jesucristo, su hijo». Esto no es muy distinto de lo que dice Jn 17, 3: «que te conozcan a ti, dnico Dios verdadero, y a tu enviado Jesuctisto», combinado con la tesis de 14, 8 de que todo aquel que ve al Hijo ve al Padre. El pasaje de Magnesios contintia desctibiendo al hijo como «palabra de Dios que procede del silencio y que en todas las cosas agradaba a aquel ‘que le envié». Tres elementos patecen ser aqui judnicos ”, concreta- mente, la referencia a JesGs como la «Palabra o el Verbos, la descripcién que hace de é] como enviade por Dios y Ja idea de ha- ber venido, especialmente cuando el precedente capitulo de Mag- nesios (7, 2) deja bien claro que él vino del Padre {cf. Jn 16, 28). Es algo fascinante que, en otra parte (Ef 19, 1), Ignacio muestra we conoce a virginidad de Maria, implicando asi una cristologia de la concepcién virginal, que Juan no nos da a conocer y si lo ha- cent Mateo y Lucas. Esta cristologia mezclada de precxistencia (la Palabra) y de la concepci6n virginal puede resumirse en la elocuen- te frase de Ef 7, 2: «de Maria y de Dios». Una cristologia parecida, donde una figuta preexistente se encarna en el seno de la virgen 27. _E. Molland, Tbe heretics combatted by Ignatius of Antioch: JEH 5 (1954) 1-6; L. W. Barnard, The background of st. Ignatius of Antioch: VC 17 (1963) 193+ 206. Esta era wna concepciéa defendida antes pot Lightfoot y Zahn. 28. V. Corwin, St. Ignatius and christianity in Antioch, New Haven 1960, 59. Esta tesis ha sido defendida nuevamente por P. J. Donahuc. Jewish christianity im the letters of Ignatius of Antioch: VC 32 (1978) 81-93, que sostiene que en Maga. y Filadelf. Ignacio tlevd a cabo la dialéctica paulina contra cristianos judios, pero hunca acus6 a esos opanentes de negat la realidad de la encarnaciGn. 29. Sin embargo, no es judnica la imagen de la procedencia de/ silencio. Disolucion juanica 149 Maria, se ve atestiguada en la primeta mitad del siglo If en la Apologia de Aristides (15, 1) y en la Apologia de Justino (*. 21. 33). Otra combinacién ighaciana de lo no judnico y judnico se hairs en Tral. 9, 2: Jesuctisto «que resucité verdaderamente de entre los muertos... sin e] cual nosotros no tenemos verdadera (alethinds) vi- dav. La tiltima cldusula, con su caractetizacién de la vida eterna co- mo «vetdaderas contra la vida terrena, es auténticamente judnica; pero la idea del Jesits que es resucitado de entre los muertos 3° no es judnica, porque el Jesis judnico retoma su p-opia vida {Jn 10, 17-18). Yo attibuyo importancia a estos modelos unidos en Igna- cio. Cuando estudiaba las relaciones entre los cristianos judnicos y los ctistianos apostélicos, puntualizaba que la oracién de Jestis: «que sean uno» (17, 21) expresaba el deseo de los cristianos judni- cos de la unién con los cristianos apostélicos, si estos Gltimos acep- taban la ctistologia alta de la preexistencia del cuatto evangelio. Ig- nacio y los otros escritores del siglo II citados muestran evidente- mente que la gran iglesia acept6 esta cristclogia y, de hecho, final- mente dio preferencia a la tesis de un Verbo pre-existente, pero s6- lo con el compromiso de no rechazar la concepcién vitginal y otras cristologias mas bajas. Otro posible eco ignaciano de la tradicién judnica seria la refe- rencia a la eucaristia como la carne y la sangre de Jestis (Flade/f. 4, 1) +! especialmente cuando esto se combina con el alto sacramenta- lismo de Ignacio, donde la eucaristia es «medicina de inmortalidad, el antidoto para que no muramos, sino pata que vivamos pata siempre en Jesuctisto» (Ef. 20, 2). Esto se aproxima mucho a Jn 6, 51-58, donde la carne y la sangre de Jesiis son alimento y bebida teales y donde «el hombre que come de este pan viviré para siempre», Asi Juan ¢ Ignacio habrian participado de la misma pers- pectiva en los dos puntos en los que ellos estarian en desacuerdo con las iglesias judeo-cristianas, concretamente, en una alta ctistologia y en una visién sacramental de la eucaristia #, Existen asimismo patalelos ignacianos a los temas que se encuentran en 1 Jn, 30. Acerca de fa excepci6n aparente en Jn 2, 22; 21, 14 véase mi comentario al evangelio de Juan (Madrid 1979). 31. Yo Bablo precisamente de un eco de la «tradiciéns y no det cuarto evange- lio, Aunque en el nuevo testamento solamente este evangelio sc tefiere a la cucatistia como la carne de Jestis, tal tetminologia se temontatia indudablemente a una tradicién semitica antigua que influy6 tanto en Juan como en Ignacio. 32. Si, como he sugerido, Ignacio tuché en dos frentes, él habria luchado asimis- mo contra sus enemigos docetiseas acerca de la realidad de la carne cucaristica: «ellos se abstienen de lz eucaristla y de Ia oracién, porque no confiesan que fa eucaristia es in came de nuestro salvador Jesueristo que subis por nuestros pecados» (Esmir. 7, 1). 150 Después de tas cartas Jos cuales muestran que si Ignacio conocié el pensamiento juanico, habria estado de acuetdo con el énfasis de las cartas mas bien que con el de Jos secesionistas (como podfamos esperar de sus actitudes antidocetas), En Tral. 9, 1; 10, 1, Ignacio pone de relieve la verdadera hu- manidad de Jestis, que nacié, que comia y bebia y que murié real- mente. Ignacio pretende que lo que él sostiene acerca de todo esto se dio desde el principio y se justifica por si mismo. Sin embargo, existe un obstéculo muy setio para la tesis de que el grupo de los cristianos judnicos que estaban al lado del autor de la carta pudicran ajustarse al tipo de iglesias dirigidas por Ignacio y que Hegaran a formar parte de lo que él Mama cla iglesia catélica» (la gran iglesia). Pueden existir semejanzas muy estrechas entre Ignacio y Juan en cuestiones de alta cristologia y de eucatistia, pero ambos son muy diferentes entre si en eclesiologia, especialmente en cues- tiones de estructura eclesial. Ya hemos visto que la comunidad judnica mo parece que tuviera oficiales con autoridad eclesial (presbiteros-obispos) que pudieran controlar la doctrina sélo por la naturaleza de su oficio, y por ello se diferenciaban en este aspecto de las iglesias de Jas que se da testimonio en Lucas/Hechos, en las cartas pastorales y en Mateo 33. La estructura de la iglesia ignaciana ha ido incluso mucho mis all4 con respecto a los oficios eclesiales de autoti- dad, ¢ Ignacio insiste en la funcién del obispo individual (que ahora estaba sobte los presbiteros) casi hasta llegar a la obsesién. La jerarquia esablecida tenia control sobre el bautismo y la eucaristia (Ese, 8, 1-2), y la autoridad humana se habia convertido en el signo visible de la autoridad divina, como sugiete la siguiente cita: Todos vosotros seguid al obispo como Jesuctisto sigue a su Padre y seguid a los que estén en el presbiterado como si fueran los apasto- les: y ceverenciad a los que estan en el diaconado como si tuvierais a este repecto un mandamiento del Sefior (Esmirn: 8, 1). Es bueno conacet a Dios y al obispo. El que honra al obispo es honrado por’ Dios: ef que hace algo sin el conocimiento del obispo sive al diablo (Esmim. 9, 1). . Tengamos cuidado de no oponemos al obispo, de forma que poda- mos estar ‘sujetos a Dios (Ef. 5, 3). Cuando obedecéis a vuestzo obispo como a Jesuctisto, es claro para mi que vivis al modo de] mismo Jesuctisto (Tral. 2, 1). 33. Me 18, 15-20 muestea la existencia de una clara avtotidad en la iglesia de Mateo, incluso ésta de atar y desatar, aunque no se ha ttansmitido ningiin nombre de los que la ejercen. Disolucién judnica 157 ¢Podtian los cristianos judnicos haber aceptado tal eclesiologia en la que al obispo se le atribuyen las prertogativas del Pardclito? Ciertamente, esto podria haberse visto en desarmonia con la tradi- cién juanica, pero pudo haber sido tolerado a tegafiadientes por un bien mayor cuando la dependencia judnica del Paraclito como maestro se mostcé como ineficaz. Si el mundo escuchaba a los opo- nentes, como admite el autor de 1 Jn (4, 5); si el llamamiento a discernir los espititus no tenia éxito para prescrvar a la mayor parte de sus seguidotes de ser convertidos por los «progtesistas» (2 Jn 8, 10); si la mayoria de las iglesias judnicas se orientaban a lo que el autor consideraba como errores cristolégicos y éticos, en ese caso, éno pueden haber reconocido algunos de los adictos al autor que la verdad no podia ser preservada por un simple recurso a la uncién or el Espiritu que ensefia acerca de todas las cosas (1 Jn 2, 27)? La feccién que aprendieron fas igiesias paulinas (como advertimos en las cartas pastorales) puede también haber sido aprendida por algu- nos de fos adictos al autor en las iglesias judnicas, a saber, que los ptesbitetos-obispes como maestros autorizados, eran un baluarte contra aquellos que presentaban una doctrina que «no presta aten- cién a las saludables palabras de Jesucristo y a la doctrina que se ajusta a la piedad» (1 Tim 6, 3). Asi, pues, propongo que, mientras la «iglesia catélicas cuyo ejemplo tenemos en Ignacio, podia haber aceptado la alta cristologia juanica de la preexistencia come una evaluacién valida de Jesiis, especialmente cuando se des- tacaba la vida terrena de JesGs que nos encontramos cn las cartas, los adictos judnicos del autor de las‘cattas es posible que hubieran reconocido a su vez que la jerarquia puesta de relieve por la «iglesia catélica» era un oficio docente valido, en la medida en que ejercia sus funciones en nombre del Pariclito que es el que ensefia todo. Y a través de ese mutuo reconocimiento valorativo de Ia fuerza del otro (lo cual es opuesto al sectarismo), algunos de los ctistianos judnicos y de los cristianos apostélicos pudieron haberse convertido en «un solo tabafio». Signos de ta aceptacién de una autoridad eclesial més rigurosa pueden haberse dado ya en vida del autor de las cartas y probable- mente para su disgusto, porque uno que se aferra tan firmemente a la uadiciOn judrica que venia «desde el principio» no puede ha- ber estado bien dispuesto a aceptar esta desviacién. En 3 Jn, en- conttamos al presbitero enzatzado en lucha con Diotrefes, «que ambiciona la primacia entre ellos», segtin parece, no sobre los te- mas doctrinales que sepataban al autor de fos secesionistas, sino acerca de dos estilos de autoridad. Hace tiempo que se ha sugerido que este Diotrefes fue un obispo que surgid sobre el modelo 152 Después de las cartas ignaciano +, aunque esta sugerencia se ha visto frecuentemente complicada con la attibucién de heterodoxia bien al presbitero 35 bien a Diotrefes. Mas bien podemos ver en ellos a dos personajes que proponen la misma cristologia y ética judnicas que se difcten- ctaban en cémo preservat mejor a los creyentes de las falsas doctrinas *. El presbitero envia a sus emisatios a dar testimonio y piensa que deberian ser recibidos; les actedita el hecho de que el presbitero les envié, porque «tt sabes que nuestto testimonia es verdadero» (3 Jn 5-8.12). Incluso en esa coyuntura, él puede apelar Gnicamente a la calidad, que se aucentifica a si misma, de su testi- monio, y al apoyo implicito de Ia escuela judnica («nuestro testimo- nio»). No puede corregit o deponer a Diotrefes por simple manda- to; s6lo le puede desafiat, «por esto, si voy alla le recordaré las ma- las obras que hace, diciendo desvergonzedamente contra nosotros cosas falsas» (3 Jn 10). Pero existen asimismo falsos maestros y fal- sos emisarios que andan vagando alrededor, como muy bien sabe ef presbiteto; y él piensa que a ellos no se les deberia admitir en nin- guna iglesia doméstica (2Jn 10). Diottefes, como uno que reunia a gente en su iglesia doméstica, puede habetse topado con la dificul- tad practica de distinguir a los maestros-emisarios verdaderos de los falsos, situacién ésta que vemos verificada en Didajé 11; y él puede haber encontrado el discernimiento de los espititus muy poco prac- tico y poco convincente. En ese caso, su decision prudencial habria sido la de excluir a todos los maestros emisarios y sancionar a los que les recibieron (3 Jn 10). Asi, pues, su propia interpretacién acerca de la tradicién se ha convertido, segtin eso, en la autoridad suprema para la iglesia en la que se ha puesto en primer lugar (3 Jn 9). En esta hipotesis, habria sido un jefe semejante a Diotrefes, més bien que el autor de las cartas, que hizo fa transicién a una estructura 0 a una forma de gobierno eclesial que la «iglesia catdli- ca» podria interpreta y aceptar. Buede haber un itltimo pasaje judnico que aporta luz sobre 6. mo algunos de los seguidores de ia docttina del aucor de ta carta llegaton a ser parte de la gran iglesia, Como sefialaba hace unos momentos, fa relacién entre el redactor del evangelio y el autor de las cartas es oscura, precisamente porque no existe coincidencia 34. A. von Harnack, Uber den aritten Johannesbrief: TU 15, § 3 (1897) 3-27. 39. E. Kasemann, Ketzer und Zeuge: Zum johanneischen Verfasserproblem: ZTK 48 (1951) 292-311 36. Pastor, Comunidad, 64-65 tiene taz6n cuando insiste en que la Gnica clara controversiz en 3 Jn es sobre Ia aceptacién de emisatios, una controversia que existe cn 2 Jn. Por desgracia, sin embargo. Pastor no ve las implicaciones para fa estructu- ta eclesial cn esta polémica que va mis alld de los misioneros. Disolucién judnica 153 entre los especialistas acerca de la parte del evangelio actual que debe atribuirse al redactor. ¢Fue la redaccién del evangelio y tas cartas obra de la misma persona y cual aparecié primero? En ge- neral, pata evitar la acusacién de snanipulr el evangelio, he pre. ferido tratarlo como un conjunto que fue anterior a las cartas; y asi implicicamente he actuado con Ia tesis de que incluso la redac- cién final se realizé antes de que se escribiera 1 Jn. Pero si se ad- mite la posibilidad de que el cap. 21 fue escrito por el redactor después del evangelio y, por eso, grosso modo, al mismo tempo que las cartas ”, resultan interesantes ciettas sugerencias recientes de E. Ruckstuhl . Este capitulo ciertamente defiende el recuerdo y el status del discipulo amado, de manera que no se hace traicién al patcimonio juanico. El destino del discipulo amado fue planeado por Jestis; y él no es de menor dignidad que Pedro, aunque no murié méartir como Pedro. Pero el capitulo recomienda asimismo a Pedro a! lector judnico. Ya he insistido en que el resto del cuarto cvangelio no era anti-petrino, aunque deja bien claro que Siméa Pedto (el paradigma de los cristianos apostélicos) no entendia a Jestis con la misma profundidad con la que le enten- did el discipulo amado (el paradigma de los cristianos judnicos), Pero el cap. 21 se desvia de su camino para subrayar la funcién pastoral de Pedro. Ello no le exime del criterio judnicd del amor a Jestas, pero la triple pregunta y la triple afirmacién de amor (21, 15-17) asegura al Sector juanico de que é es un genuino discipulo, y fue sobre esa base como el mismo Jesis le otorgé la autoridad pastoral. Y puesto que al discipulo amado no se le atribuye un papel pastoral similar, podemos ver ahi una descrip- cién simbélica de la diferencia estructural entre dos tipos de igle- sias. Podemos estar seguros de que algunos de los seguidores dei autor de Jas cartas (y tal vez el mismo autor) habrian considerado una aceptacién de la estructura presbitero-episcopal como una ttaicién inadmisible a la tradicién judnica (y de hecho, eso con- 37. Thyen (supra) ve al redactor motivade por un aspecto de la polémica tco- légica tan visible en las cattas. Asimismo Langbrandiner, Wellferner Gott ( infra, en el apéndice 1), 116: edebemos presuponet una polémica teoldgica-dogmatica dentro de la comunidad juanica en [a cual cl redzctor luchaba por una pusicién ba- jo el nombre del discipulo amado y a su amparos 38. Zur Aussage und Rotschaft von Johannes 21, en Schiirmann Fesrschrife, 339-362, esp. 360-361. 39. En estos versiculos, Juan utiliza boskein, «alimentar», y poimainein, «guar- dare, el segundo incluye debercs hacia ef rebaio vomo cl guiutlo, guardatlo y ali- mentatlo, ya sea literalmente (Le 17, 7) 6 figuradamente (Fz 34, 10: Hech 20, 28: 1 Pe 5, 2: los tltimos pasajes asociados con la obra de los presbiteros), Equivalente- mente, puede significar «gobernar, mandate (2 Sam 7, 7: Sal 2, 9: Mt 2. 6). 154 Después de las cartas dujo a que desapareciera esta rarna de la comunidad juanica como un cuerpo distinto de iglesias). En el cap. 21 redaccional, podemos yer una voz mas moderada que persuade a los cristianos juanicos de que la autotidad pastoral practicada en las iglesias apostélicas y en ela iglesia cat6lica» fue instituida por Jestis y que podria aceptarse sin rebajat la categoria que attibuy6 Jestis al discipulo (s) a quien (es) mas amaba, 4. Reflexiin Me imagino que no le sabré mal al inteligente lector si me per- mito hacer unas reflexiones un tanto prolijas acerca de los proble- mas que apatecen en el evangelio y en las cartas juanicas, estable- ciendo un patalelo con los problemas eclesiales de nuestro tiempo. Obviamente, las Juchas entre iglesias de diversas tradiciones y las luchas dentro de iglesias particulates de diversas interpretaciones de la misma ttadicién tienden a seguir, mewtatis mutandis, las mismas lineas durante los siglos, Algo que nos es familiar también es ta an- gustia acerca de los oficios de autoridad eclesial y e! reconocimiento a regafiadientes, incluso en grupos liberados por el Espiritu, de que alguna forma de autoridad ¢s el tinica modo de protegerse contra las pretensiones extravagantes en nombre del mismo Espiritu. Edwyn Hoskyns * expresa muy bien la opinién de que la historia juanica presenta, en microcosmos, las luchas de la iglesia a través de los tiempos: «por eso, el lector moderno no tomar el cuarto evangelio como su autor deseé que se tomase, si concluye que él estaba con- tra el gnosticismo, el docetismno o el ebionismo o incluso contra los judios, y se queda, satisfecho con esa explicacién, sin reconocer, al mismo tiempo, que aquellos antiguos movimientos de religién son todavia factores profundos y destructivos en nuestra vida comin». Lo que deseo reflejar es el resultado para la gran iglesia de la unién de los cristianos juanicos que se le incorporaron, y de la aceptacién de los escritos judnicos en su canon de Escrituta. En va- tias ocasiones, me he referido a la teologia del cuatto evangelio co- mo retadoramente diferente, volatil, peligrosa y como la mas lena de riesgos del nuevo testamento. La historia de los secesionistas juanicos que ptetendian apoyatse en este evangelio explicaria estos adjctivos. Durante siglos, el evangelio de Juan fue campo abonado para muchas formas exéticas de pietismo y de quictismo indivi- dualistas (y asimismo la inspiracion para algunas formas del mas profundo misticismo). La cristologia juanica alimenté un mo- 40. Fourth gospel, 49. Disolucion juinica 155 nofisismo inconsciente ampliamente difundido, popular incluso hoy dia, en el cual Jesiis no es realmente semejante a nosotros en todo excepto en el pecado, sino omnisciente, incapaz de suftit o de ser tentado y que prevefa todo ef futuro, (Al mismo tiempo, la ctistologia fudnica fue el apoyo principal de la gran fe ortodoxa de Nicea). La Gltima prueba, sobre lo que Kysar flama el «maverick gos- pel» *\, fue la decision hermenéutica de la iglesia de situarlo en el mismo canon de Marcos, Mateo y Lucas, evangelios éstos que implicitamente defienden aspectos opuestos a muchas posturas judnicas. Esto significa que la gran iglesia, . Hacia finales de siglo, las principales iglesias estaban mezcladas. GEORG RICHTER G. Richter +, propuso una reconstruccién de ‘a historia judnica cuyo principio conductor es, prima facie, diametralmente opuesto al ptincipio conductor de continuidad dentro de la misma comuni- dad. Richter no traza la historia de una comunidad adaptindola a las citcunstancias cambiantes; porque él encuentra en el cuarto evangelio huellas de concepciones teolégicas de cuatro diferentes comunidades, todas las cuales operaban con y sobre un primitivo escrito juanico basico (Grenaschrift): 1. Cristianos com caricter profético-mosaico. Rechazando la idea de un mesias davidico, un grupo de judios, patecidos a los ebionitas, proclamaban a Jestis como un profeta semejante a Moisés. Expulsados de las sinagogas de la diéspora en el area del norte de Palestina, de Sitia y de Transjordania, este grupo elaboré un Grundschrift, es decit, un escrito, parecido a un evangelio, fun- dacional, al margen-de las tradiciones a las que se tenia acceso (incluyendo una fuente de signos y una telacién no sindptica de la pasion). 3. Pritentische und futurische Eschatologie in 4. Evangelium. en Gegenwart und kommendes Reich (A, Vigtle Schiilergabe), Stuugart 1975, 117-152. Sumario inglés por A. J. Mattill, Johannine cammunuies hebind the fourth gospel. Georg Richter's analysis: TS 38 (1977) 294-315, Existen ciertas semejanzas con el enfoque de Richter en los articulos y tesis de J. Becket. Reconstrucciones recientes de la historia de la comunidad judnica 169 Il. Cristianos del bijo de Dios. Parte de esta comunidad judeo-cristiana desartoll6 una cristologia mas alta de Jesis como preexistente, hijo divine de Dios, y una figura que descendié de los cielos dando comienzo a la salvaci6én. Esta cristologia provocé conflicto con otros miembros de la comunidad que mantenian la primitiva cristologia def grupo. Los cristianos del hijo de Dios se se- pararon de los cristianos con caréeter profético-mosaico y volvieron a escribir el Grandschrift como un medio de su cristologia més al- ta. Por ejemplo, ellos afiadieron el himno al Logos de 1, 1-13 y las afitrnaciones sobre la preexistencia del Jess judnico. El que re- esctibié todo esto puede denominarse ef evangelisca. Wl. Cristianos docetistas. Algunos de Jos cristianos del Hijo de Dios interpretaron la alta cristologia del evangelista de un modo doceta: los origenes divinos de Jestis fueron destacados de tal ma- mera que se convirtié en un ser totalmente divino cuya aparicién terrena fue solamente una ilusién. Los cristianos docetistas judnicos se apartaron de las comunidades del] grupo II, tal como se atestigua en 1 Jn 2, 19, pero continuaron ejerciendo una actividad misionera que provocaba contiendas. El evangelio, tal como fue revisado por el evangelista, sirvid a los docetistas judnicos como su evangelio y no se hizo ninguna nueva revisién docetista, sino Gnicamente una interpretaciOn docetista. TV. Cristianos revisionistas. Un redactor que era decididamen- te antidoccta re-escribié cl Grendschnf?, haciendo algunas adi- ciones (1, 14-18; 19, 34-35) y compuso 1 jn como una defensa apologética de una teologia de Jestis como el hijo de Dios que vino en la carne. El resultado fue que é y su congregacién permane- cieron en parte come un grupo entre los cristianos del grupo I y del grupo 1; porque al rechazar el docetismo del grupo ILI, él retroce- dié a una posicién que era menos aventurera que la del evangelista del grupo IT. Al igual que Martyn, Richter piensa que la comunidad judnica surgié en medio de judios que creian que Jesiis habia cumplido las bien conocidas expectaciones judias, y en un estadio posterior ellos desarrollaron dentro de la comunidad juanica una ctistologia mas alta que fue més alla de las expectaciones judias. Permitaseme ex- poner brevemente mi desacuerdo con Richter. En primer lugar, ba- sandose en 1, 35-51, Martyn tiene razén, contra Richter, al consi- derar las expectativas del grupo originatio como expectativas davidicas mas corrientes. Yo opinaria que la sustitucién de las ex- pectativas mosaicas vino més tarde, después de que se produjo el 170 Apéndice I contacto con los samaritanos. En segundo lugar, Richter probable- mente esta equivocado al defender dos comunidades totalmente di- ferentes (I y II). Como yo sefialaba al estudiar el capitulo 4 de Juan, los discipulos de Jestis aceptaron a Sos nuevos convertidos sa- ‘maritanos sin acrimonia. Tal vez ta posicién correcta se halla encte Martyn y Richter: un grupo bsico fue desarrollandose (asi se da la continuidad); pero parte del desarrollo se atribuye a la entrada de y a una mezcla con un segundo grupo que catalizé la cristologia mas alta. En tercer lugar, mientras que Richter presta un servicio al Ile- vat el desarrollo mas alla del estadio Il (donde Martyn se detuvo por maotivos practicos), no tiene razén al hablar de la lucha entre cristianos docetistas y cristianos revisionistas en e) evangelio. Esta fucha se halla documentada en el periodo de las cartas (después del evangelio). En cuacto lugar, las designaciones de «doceta 0 docetis- ta» y stevisionistas no hacen justicia a la sutileza de Jos temas que se hallaban implicados en la fucha entre el auctor de las carts y los que se sepataron. Oscak CULLMANN Durante mas de treinta afios y en articulos dispersos, Cullmann ha estudiado aspectos de la historia de la comunidad judnica, pero sélo recientemente nos oftecis un cuadro general y detallado del desarrollo tal como é! lo ve. En un parrafo 4, resume su tesis acerca de un circulo judnico que abatca a varios escritores (al menos al evangelista y al cedactor) y una comunidad con una tradicién espe- cial: «asi [legamos a la linea siguiente, retrocediendo en el tiempo: la comunidad judnica —un grupo helenistico especial en la primiti- va comunidad de Jerusalén— un citculo juanico de discipulos —discipulos del Bautista— un judaismo marginal heterodoxo». Es- tos no pueden dividirse netamente en I, I], etc., como ocurre con las reconstrucciones anteriores; pero permitaseme describir la direc- cién de la reconstruccién de Cullmann. En el origen o fuente de Ja vida juanica existe una fuette pero distintiva tradicién histérica y una relacién directa con Jestis. Fi cuarto evangelio, que puede denominarse una vida de Jess, fue obra del discipulo amado (que es por tanto, el autor o el evangelis- ta), un testigo visual del ministetio de Jesés. EJ original (estadio sin redaccién) de Juan fue compuesto «al menos tan pronto como Jos 4. The johannine circle, Phitadelphia 1976, 87. Cf. las recensiones menciona- das en a nota 28 de! capitulo de los origenes. Reconstrucciones rectentes de ta historia de la comunidad puénica 171 evangelios sinépticos y probablemente antes que los mas antiguos de ellos». Las diferencias entre Juan y los sindpticos son explicables, al menos en parte, por el hecho de que Jestis utiliz6 dos diferentes estilos de ensefianza. El movimiento judnico tuvo sus seguidores en personas judias «heteredoxass, incluyendo 2 tes que fueron seguidores de JBap y luego de Jess, y aquellos que estuvieron muy estrechamente rela- cionados 0 eran idénticos con fos helenistas de Hech 6. La comuni- dad que emergié no fue un pequefio grupo que polemizata contra una iglesia m4s amplia sino un grupo con distintos origenes que tenia sus componentes peculiares. Obviamente, en mi propia reconstruccién estoy cetca de Cull- mann en numefosos puntos bien significativos: la importancia del discipulo amado; los origenes en medio de los discipulos de JBap; la impottancia de los samaritanos y de los judios semejante ala de los helenistas; una tradicién histérica sustancial detras del evange- lio. Sin embargo, Cullmann, simplifica cxcesivamente la situacién, de forma que puedo sefalar los siguientes puntos en los que no es- toy de acuerdo con él. En primer lugar, es algo fundamentalmente inadecuado el explicar las diferencias entre Juan y los sindpticos sobre la base de diferentes estilos de hablar procedentes de Jestis; estas diferencias son el producto del desarrollo editorial y teolégico. En segundo lugar, precisamente esas diferencias hacen mas impro- bable fe incluso imposible) que el cuarto cvangelio fuese escrito por un testigo ocular del ministerio de fests; la funcién del discipulo amado no fue, por ello, la del evangelista. En tercer lu- gar, el término «judios heterodoxos» es mas bien un término- sombrilla que abatca bajo la misma cobettura a movimientos que eran muy distintos. Asimismo es impreciso histéricamente desde el momento en que implica la ortodoxia judia en la época de Jestis 5, En cuarto lugar, es preciso decir mas cosas acerca de la configura- cién del pensamiento juanico por las luchas con otros cristianos y por la divisi6n interna. Manrig-EMILE BOISMARD Los honores de la reconstruccién mis elaborada y detallada de la historia literaria juanica corresponden a Boismard, cuyo volumen 5. Si se acepta cl cestimonio de Josefo (Vids 10), en et judaismo anterior al aio 70 d.C.., los fatises, fos saduceos’y Jos esctiios eran todos sectas judias, de ma- era que no existia un judatsmo-madelo hasta que los fatisens echaron fueta a los demas y su teologia se convitié cn ortodoxia 172 Apéndice I acetca de Juan es realmente un comentario sobre cuatro hipotéticos estadios de composici6n 6, Cada estadio se halla intrincadamente envuelro con la vida de la comunidad judnica: 1. Documento C. Este era un evangelio completo que comprendia desde JBap hasta la resurreccién de Jesiis, escrito en arameo en Palestina alrededor del afio 50. Dicho evangelio pudo ser compuesto por el discipulo amado (bien fueta Juan el hijo del Zebedeo o Lazaro), Su cristologia era primitiva, con un Jess al que se describe como a un profeta semejante a Moisés 0 al Hijo del hombre del que habla Daniel. No mantenia ningiin tipo de acti- tud peyorativa hacia los judios. El orden del material en el docu- mento estaba muy ptéximo ai de los evangelios sinépticos, aunque era més arcaico que Marcos. Il. Juan I A, Otro escritor (Juan el presbitero, mencionado por Papias) posteriormente hizo dos ediciones del documento C (y escribié Jas cartas). El era un judio que esctibié esta primera edi- cién en Palestina alrededor de los afios 60-65. En ella afiadié nuevo matetial a C y comenzé a hablar peyorativamente del mundo, y asimismo a mostrar cierta oposicién a los judios, reflejos del carnbio de situaciéa de vida de la comunidad. Ti. Juan WB, Su segunda edicién, realizada alcededor del 90 d.C., cambié dedsticamente el orden del original estableciende el orden del evangelio en gran parte tal como lo conocemos. Conocia en aquel momento los tres evangelios sinépticos y algunas cartas paulinas, y asi tuvo contacto con otros grupos cristianos. El escritor se dirigié a Efeso desde Palestina y su edicién se escribié en griego. La persecucién dejé sus huellas en una fuerte aversién hacia «los judios» y Jess era presentado ahora como una figura preexistente, claramente superior a Moisés, También aparecian los sacramentos. IV. Juan I. Un auevo esctitor todavia, un desconocido cris- tiano judio de la escuela juanica de Efeso, fue ei redactor final al principio del siglo ML. Aunque Ja reconstruccién de Boismard de unos estadios litera- tios tan exactos probablemente no gozaré de una amplia acepta- fn, existen aspectos de importancia real en esta teoria. Al admitir tres esctitores judnicos, refleja muy bien la complejidad de la es- cuela judnica. Sefiala acercadamente un desplazamiento de un fon- do original judio y de una cristologia mas primitiva a un ambiente 6. L'évengile de Jean, en Synopse des quatres évangiles 11, Patis 1977 (han aparecido dos volamenes en castellano en Desclée de Brouwer, Bilbao). Reconstrucciones recientes de la historia de la comunidad juinica 173 gentil y a una ctistologia mas alta; y puede muy bien tener razén al relacionar esto con un desplazamiento geografico (de Palestina a Efeso) por parte del principal escritor y, presumiblemente, por paf- te de algunos de la comunidad ’. WOLFGANG LANGBRANDTNER Otro tipo de reconstrucci6n, sepresentado por este joven especialista *, introduce el gnosticismo en el corazén del desarrollo juanico. Distingue ues estadios de la comunidad: I. Ef Grandschrift (Esctito fundamental). Existié una compo- sicién basica primitiva judnica que organiz6 el material acerca de Jesis de un modo teméatico: Jn 1, 1-13 era una afirmaci6n de ctistologia y sotetiologia; Jn 3 trat6é de antropologia: Jn 4 y 6 tard de la necesidad de la fe, etc. Jestis es presentado en el mundo, pe- ro no conocido por el mundo, y los signos se considetan como algo inrelevante y sin importancia pata la fe. El autor del Grundichrift tenia una perspectiva gnéstica y dualistica, de manera que las ten- tativas de los expertos modernos pata intetpretar el cuartto evange- lio como gnéstico hacen mis justicia a esta obta basica que al evan- gelio final. No fue escrito antes del 80 d.C. y la comunidad juanica que dio expresi6n a su pensamiento en él no se remonta (como una unidad social) mas atras de la guetta judia de los tatdios afios 60. Il. Redacctén. Una completa seelabotacién del Grandschrift, tanto en el material como en el orden, nos dio el evangelio tal co- mo fo conocemos ahora, con los viajes a Jetusalén y el calendatio de fiestas que aparecen en los capitulos 5-10. Aunque el redactor no fue el discipulo amado, él apela al discipulo amado (un hombte entrado en afios de gran ascendencia y portavoz viviente del Pa- raclito), como al garantizador de la tradicién. El redactor necesita- ba de este apoyo precisamente porque reinterpretaba el Grund’sc- Arift de un modo anti-gnéstico y anti-docetista; y una polémica 7. Smailey, fobn, 149-120 presenta una reconstruccién con algunos puntos de semejanza con Boismard: Estadio I Juan hijo del Zebedeo (el discipulo amado) se traslad6 de Palestina a Efeso donde & transmitié oralmente a los discipulos algunas relatos de los hechos y dichos de Jesiis, incluyendo un relato de la muerte y la re- surreccién. Estadio Il. Un discipulo o discfpulos pusieron pot esctico ua primes bo- ceto de estas ttadiciones. Estadio Hi]. Después de la muerte de! discipule amado en Efeso, se hizo una edicién final con adiciones. 8. Weltferaer Gott oder Gott der Liebe. Die Ketzerstreit in der johanneischen Kirche, Frankfurt 1977 174 Apéndice I mayor se iba desarrollando dentro de la comunidad. Esta redacci6n que se realiz6 alrededor del afio 100 d.C. subrayé 4a existencia car- nal y fa resutreccién corporal de Jesiis. la ética, los sacramentos y la escatologia futura. Il. Cartas. Estas fueron escritas en el orden siguiente: II Juan, fl Juan y 1 Juan. El redactor habia reunido a un grupo en torno suyo, inchayendo al presbitero de 2- Jn; y ese «nosotrose les pre- sentaba como los maestros de la comunidad, mientras que los que se oponian al evangelio redactado se habian separado ahora. Aun- que habian pasado relativamente pacos aiios desde que ef evange- lic habia sido redactado, la comunidad del redactor se movia en la ditecci6n del «catolicismo primitives. Algunos, sin embargo, como Diotrefes de 3 Jn, pensaban que la situacién era todavia demasiado ambigua y pedian mas orden ec la iglesia. En mi opinién, en el analisis de Langbrandtner, existen algunas valiosas obsetvaciones, especialmente en cuanto a la diteccién final de la historia judnica. Sin embargo, yo estaria en desacuerdo en los siguientes puntos. Primero, no hace justicia a la situact6n preevan- gélica y a tos lazos que existian entre Jesas y los origenes primitivos juanicos y la cradici6én, ni a la lucha con «los judios». Segundo su teoria depende de su capacidad de reconstruir versiculo por versiculo el Grunaichrift y las afiadiduras del redactor. Ninguna teoria firme puede construirse sobre una base tan discutible, por- que cada experto pods offecer uma diferente asignacién de versiculos al supuesto Grumdichnift. Tercero, €l ha puesto como niicleo del evangelic una disputa intrajudnica que se ve atestiguada claramente sélo en las cartas, y de esa manera descuidé la polémica mayor del evangelio con fos de fuera, ya fueran judios ya cristianos. Cuarto, ha destacado exageradamente las orientaciones gnésticas del cuarto evangelio que él atribuye a su estrato mAs antiguo. La fascinacion de los estudiosos atemanes por Ja orientacién gndstica de Juan produce cieros resultados contradictorios en tér- minos de adjudicar el gnosticismo a diferentes estadios de composi- cién. Bultmann lo atribuia a fa fuente del discurso revelatorio (cosa que pocos estudiosos aceptan hoy); Langbrandiner lo atribuye al Grundschrift; y ambos coinciden en que el principal esctitor del evangelio trataba de corcegir las tendencias gnésticas del material anterior que habia Iegado a él», Otros estudiosos alemanes pien- 9. ULB. Miller, Die Geschichte der Christologic in jobsnneischen Gemeinde, 1975 piensa que Jn 1, 14.16 pestenecia a un estadio primitive de lz ctistalogta juanica, con un Enfasis unilateral sobre la glocia que ef principal escritor juanico modificé introduciendo la nociéa de la muerte de Jesis. Reconstrucciones recientes de la historia de la comunidad judnica 175 san que el principal esctitor judnico eta la fuente gndstica, de ma- nera que él introducia ideas gnésticas en el material que le habia legado; para Kasemann, él era un edocetista ingenuos; pata Luise Schotzrote era mas bien un gnéstico evolucionado 0. Yo defenderia que, mientras que el evangelio podia set leido de un modo gnéstico, fueron los secesionistas judnicos mencionados en 1 Jn los que primero comenzaron a seguir el camino hacia el gnosti- cismo y que, en ningtin periodo documentado ni en el evangelio ni en las cartas, se puede hablar de un gnosticismo judnico real. 10. Der Glaubende und die feindliche Weli, Neukitchen 1970; asimismo M. Lantke, Einbeit im Wort, Minchen 1975, 44-53. Apéndice II FUNCION DE LAS MUJERES EN EL CUARTO EVANGELIO Este apéndice aparecié o1ssinariamente como un articulo en Theological Studies 36 (1975) 688-699, y estoy muy agradecido al editor de esta revista por haberme permitido publicarlo aqui de nuevo. Como se veri por los parrafos introductotios y por la nota 4 de este capitulo, otiginariamente habia sido escrito y planeado co- mo una contribucién a la discusién y al estudio del ministerio de las mujeres en Ja iglesia catélica romana de hoy. Sin embargo, puesto que la actitud judnica respecto a las mujeres era totalmente diferente de la atestiguada en otras iglesias cristianas del siglo 1, pienso que es importante incluir este estudio como parte del cuadro de la comunidad del discipulo amado. El lugar prominente otorgado a las mujeres en el cuarto evangelio refleja la historia, la teologia y los valores de la comunidad judnica. Existen muchas maneras de enfocar la evidencia biblica cortes- pondiente al debate contempordneo acerca del pape! de las mujeres en la iglesia y acetca de Ja posibilidad de ordenar a mujeres en el sacerdocio, Un enfoque puede ser un estudio general de ta eclesiologia del siglo I, tanto en sf misma como en sus implica- ciones hermenéuticas para el presente. éCémo lee uno Ia evidencia del nuevo testamento acerca de la fundacién de la iglesia y fa insti- tucién de fos sactamentos, y hasta qué punto se halla esta evidencia condicionada culturalmente? Siguiendo la doctrina del concilio de Trento, los catdlicos han hablado de la institucién del sacerdocio en ja tiltima cena. ¢Peto significa esto que, en la Gitima cena, Jesis pens6 conscientemente en los sacerdotes? '. Si de hecho é! no pensé 1. En esta cucstién hay que tener cuidado al incerprerar a Trento: «si alguao dijere que con [as palabras: haced esto en memoria mia, Cristo no iusetiuyd sacerdo- tes 4 sus apéstoles... sea anatema» (DS 1752). Los padres de Trento no distinguen entre el Jesis del ministerio histérica y la imagen cristolégica de Jesiis ya desatrolla- da que Se presentaba en los relatos evangélicos del ministetio esctitos treinta 0 se- 180 Apéndice H en ello y si la clara conceptualizacién del sacerdocio vino solamente hacia el siglo II, el hecho de que sélo los hombres sean ordenados, ttefleja una dispensacién divina? ;O nos encontramos ante un fe- némeno cultaral que puede cambiarse? En ottas palabras, goperamos con una eclesiologia fotocopia, donde Jestis 0 el Espiritu santo nos han dado una fotocopia de la estructura de la iglesia en la que virtualmente no pueden hacerse cambios? Mientras que yo considero el estudio de estas cuestiones como de gtandisima importancia, he escrito sobre ellas en otras partes y no tengo que repetir mis observaciones aqui ?. Una segunda aproximacién a la evidencia biblica es el estudiar Jos textos explicitos que se refieren respectivamente a la igualdad y a la subordinacién de las mujeres en la sociedad y en el culto. No estoy convencido de la utilidad'de tal estudio, puesto que en cual- quier texto que apunta en una direccién, existe de ordinario un texto contratio. Si Ef 5, 24 afirma que las mujeres deben estar suje- tas en todo a sus maridos, Ef 5, 21 introduce esta seccién recomen- dando «estar sujetos los unos a los otros». Si 1 Cor 11, 7 dice que el hombre 0 varén (anér) es la imagen y la gloria de Dios mientras que 1a mujer es la gloria del varén, Gén 1. 27 afirma que, tanto el senta afios mas tarde; asi ellos no hablaron simplemente de [ssés. sine de Cristo. Hoy, siendo leales a la afirmacién de 1964 de la Comision biblica pontificia sobre ta historicidad de los evangelios (JBC. art 72, § 35). las catdlicas tendrian que recono- cer que la divinidad de Jesds fue rcconocida después de la tesutreccién y gue, even- tualmente, fue esta apreciacién mas plena de Jesds come el Cristo, el hije de Dios, lo que se constituy6 como parte de los relatos evangélicos del ministerto, Por eso. la institucion de sacerdotes por Cristo. tal como sc ense”é en Trento, que cita palabras, que tefieren Lucas y Pablo (pero no Marcos y Mateo), implica mas de lo que aparecia en la wltima cena histérica. 2. Una de mis conferencias Hoover, dadas en la universidad de Chicago eo enero de 1975, trataban de este tema; ahora se halla publicada en Biblical reflec- tions om erises facing the church, New York 1975, A lo que dije alli debo afiadir Gnicamence algo, para ser més preciso. Se hace a veces la afirmacién de que no habia mujeres sacetdotes en la época del nucvo testamento. Pero pucsto que, en el mismo nuevo testamento, el término se aplica a los cristianos solemente en el sentido amplio del sacerdocio del pueblo (1 Pe 2, 5: Ap 5. 10, es decit, un sa- cerdocio del oftecimiento espititual de la propia vida segiin las exigencias del evan- gelio), parecetia garancizado el afirmar que el témino «sacetdotes era, por ello, tan aplicable 2 las mujeres como 2 los hombres en ciempos del nucvo tcstamento. Si se defiende con més precisién que las mujeres no cclebraban la cucaristia en tiempos del nuevo testamento, hay que decir sencillamente que no existen pruebas de esto, aunque se puede dudar de que fo bicieran. Conocemos muy poco sobre quién presidia 1a eucaristia en ta época det quevo testamenco. Sin embatgo, existe cietta evidencia de que tos profetas la presidian, puesto que se dice de ellos que estaban implicados en la liturgia (/eitourgein en Hech 13, 2) y que daban gracias (eujans- sein en Didajé 10, 7); y no se puede acgar que ciertamente habia mujeres que pro- fetizaban (1 Cot 11, 5; Hech 21, 9). Funcibn de las mujeres en ef cuarto evangelio 181 hombre como la mujer, son la imagen de Dios. Si 1 Cor 14, 34 manda que las mujeres deben guardar silencio en las iglesias >, 1 Cor 11, 5 reconoce la costumbre de que Jas mujeres oren y profeti- cen y la profecia se halla en el rango de los carismas en el segundo lugar después del apostolado (1 Cor 12, 28), hasta e] punto de que 2, 20 supone que la iglesia, la casa de Dios, s¢ haila establecida y fundada sobre apéstoles y profetas. Podria continuar enumerando voces conttatias, pero entonces deberfamos plantearnos la cuestién de cémo evaluat las opiniones que subrayan la subordinacién. Una vez mas, tendriamos que preguntatnos: ges todo eso una cuestién puramente cultural o se trata de revelacién divina? Prefiero seguir aqui un tercer enfoque y considerar el cuadro general de las muje- fes en una sola obra del nuevo testamento, en el cuarco evangelio, y en una sola comunidad, a saber, la comunidad judnica‘. He ele- gido el cuarto evangelio debido al cortectivo que se advierte que oftece el evangelista a algunas actitudes eclesiales de su tiempo: la suya deberia ser uma voz que se oyeta y sobre Ja que se reflextonara cuando discutimos las nuevas funciones para las mujeres en la igle- sia de hoy. Por mi parte, presupongo > que el evangelista era un cristiano desconocido que vivia a finales del siglo ] en una comuni- dad, para la que el discipulo amado, ya muerto, habia sido una gtan autoridad. No pienso que el evangelista fuera ni antisacra- mental (en ut sentido bulemanniano) nt antieclesial. El sabia que otras iglesias de aquella época destacaban tanto la estructura como Jos sacramentos; stn embargo, él fue en contea de algunas de las tendencias inherentes a la situaci6n, escribiendo un evangelio en el cual él trataba de enraizar s6lidamente a los cristianos de su comu- nidad en Jestis. Ellos pueden ser miembros de la iglesia, pero la iglesia no Proporciona la vida de Dios, mienzras que Jesiis, si. Y por ello, con el fin de tener vida, deben vivir unidos a Jesiis Jn 15, 1- 3. Se atguye frecuentemente que 1 Cor 14, 34b-36 no es genuinamente pauli- no. H. Conzelmana, I Corinthians, Philadelphia 1975, 246, afitma: «sc esti de acuerdo en que hay que considerar esta seccién como una interpolaciéns. 4. Este ttabajo es un desattollo de las observaciones preparadas para la sesién de la Pontificia comisién biblica en abril de 1975. Al tratar del evangelio, mientras que se defiende que el evangelista tiene una tradicién acerca del ministerio de Je- sis, yo doy por supuesto que él refiere esa tradici6n a través de la Sptica de su pro- pio tiempo, de forma que nos dice algo acerca de la funcién de las mujeres en «u propia comunidad. Yo utilizaté el nombre de 2. Los secesionistas y la heterodoxia del siglo II 44 3. Los seguidores del autor y la gran iglesia 147 4. Reflexin 154 CUADROS SINTETIZADORES .........0 000. 00cece ence ee ee 157 APENDICE I 163 Reconstrucciones recientes de la historia dela comunidad jua- nica . . wee 165 J. Louis Martyn . 165 Georg Richter .. 168 Oscar Cullmann 170 Marie-Emile Boismard 1m Wolfgang Langbrandrner 173 Este estudio de eclesiologia juanica reconsteu- ye la historia de uaa comunidad cristiana en el siglo primero; una comunidad cuya vida, des- de su inicio hasta altima hora, se refleja en el evangelio y en las cartas de Juan. Es uta co- munidad que tiene que enfrentarse con el mundo, con los judias y con otros cristianos. Finalmente, este enfrentamiento se da tam- bién entre sus propios componentes. Sin duda que esta obra de Brown, que repre- senta veinticinco afios de investigacién, ayuda- tA a comprender los escritos de Juan. Bs le Bi bicos es

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