Es común que planifiquemos el año escolar a partir de lo que pensamos
enseñar sin considerar los intereses y las necesidades de aprendizaje de nuestros
estudiantes; por lo que nuestro diseño no se ajusta a la realidad, siendo los resultados pésimos. Con la planificación a la inversa se busca tomar al estudiante como punto de partida de nuestra planificación tomando en cuenta sus necesidades e intereses de aprendizaje así como sus saberes previos; para que los aprendizajes sean significativos y aplicables en diversas situaciones de la vida. Para ello no hacemos tres preguntas:
¿Qué aprendizajes se espera que desarrollen nuestros estudiantes en
función a las competencias? Se busca identificar a la competencia, capacidad y desempeño, con su respectivo estándar para determinar la complejidad, y su evidencia en el nivel esperado.
¿Qué aprendizajes previos tienen?
Recopilar las evidencias de los aprendizajes de nuestros estudiantes, para hacer un diagnóstico de nuestros estudiantes en función a las evidencias disponibles.
¿En qué nivel se encuentra en función al estándar?
Una vez determinado de cómo se encuentran en función al estándar respectivo. Nos planteamos el propósito de aprendizajes a lograr en un intervalo de tiempo.
Podemos afirmar que al realizar la planificación a la inversa, estamos dando
sentido a nuestra labor docente, ya que conociendo al estudiante podremos apoyarlo y lograr las metas esperadas.