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3 La Educación en la cultura de la Posmodernidad


La postmodernidad educativa en sus diferentes modalidades fue sustituyendo
progresivamente la importancia central del conocimiento por otras habilidades o
competencias. Si las sociedades industriales tenían una continuidad y linealidad que nos
permitía construir nuestra biografía personal y profesional como una narración continua,
esa postmodernidad reconoce la fragmentariedad de los procesos económicos y sociales, de
ahí que los procesos educativos se transformasen en coherencia. La postmodernidad
educativa sustituyó la cultura del esfuerzo por una cultura del juego. Hemos vivido una
época educativa, la postmodernidad, donde todo tenía que ser divertido. Si un contenido o
procedimiento no cumplía ese objetivo, se desdeñaba con argumentos como anacronismo,
falta de actualización pedagógica o incapacidad personal.

Ideal tecnológico y economicista. El desarrollo de las nuevas tecnologías transformó


todos los campos y ámbitos de producción. Lo importante era construir sujetos técnicos que
necesitaba este nuevo capitalismo. El ideal humanista se iba arrinconando en la nueva
cultura tecnologizada: ¿para qué sirven el arte o las humanidades? ¿para qué sirve saber
leer literatura o desarrollar una capacidad crítica filosófica? ¿qué rentabilidad puede
producirnos ese ideal humanista? Demasiadas preguntas que vuelven periódicamente a la
actualidad educativa: comenzó en la postmodernidad educativa.

La sociología y la filosofía reflejó inmediatamente estos cambios que estaban


transformando nuestra vida individual y social. La educación es una parte de un todo,
también hubo una educación postmoderna. Hoy vivimos otro cambio de época: nuestra
sociedad conectada lleva nuestras preguntas que aún están siendo formuladas. El peligro de
los sistemas educativos es evidente: su lentitud para el cambio profundo puede ser su
anacronismo anunciado.

La modernidad se basa en la confianza ciega en La Razón. El ser humano confía en


hacer las cosas por sí mismo, dominar la naturaleza y su propio destino, sin tener que
recurrir a explicaciones irracionales. En efecto, en la modernidad se confía en que los seres
humanos a través de la razón pueden construir formas de convivencia y relación social
basadas en el consenso y la negociación, diferencias de épocas anteriores, en donde el
dogma religioso, el poder aristocrático, la arbitrariedad del privilegio o el peso de la
tradición imponían otras formas de relación humana.

Relativismo, ética y educación para la convivencia


La heterogeneidad y multiculturalidad que caracterizan nuestras sociedades
industrializadas, y que cada vez más lo hará en una sociedad globalizada que evoluciona a
un ritmo vertiginoso (Burbules y Torres, 2005), nos ha de impulsar a la búsqueda, no tanto
de una ética que se base en principios estáticos, sino hacia una ética basada en unos
procedimientos, que posibiliten el dinamismo y la interacción entre la diversidad y
relatividad de principios y valores. es necesario que todos, sujetos y comunidades, seamos
capaces de descentrarnos, de extrañarnos, de mirar al otro que hay en mí. Fomentar
actitudes de acercamiento y corresponsabilidad desde la “otredad” y la “mismidad”.
Actitudes que deben
impregnar desde el diseño de las programaciones y proyectos más formales, hasta todos
nuestros pequeños, y a primera vista insignificantes, actos, actitudes,
hábitos, lenguaje, costumbre de trabajo en el aula y en el centro.
para que todos los miembros de la comunidad educativa participen
realmente en la construcción y desarrollo de un proyecto común es necesario crear nuevos
espacios y ámbitos de relación de padres, profesores y alumnos. Espacios en los que el
clima de confianza y respeto mutuo ayude a poner en crisis los propios esquemas, ideas y
valores.

Conclusión

En la posmodernidad la educación cambio y no para bien, ya que, el modelo


educativo de la modernidad, basado en la razón como herramienta con la que descubrir la
verdad absoluta, ha ido configurando y delimitando los objetivos y contenidos que debían
ser transmitidos en la escuela. En estas escuelas, los alumnos tienden a asimilar las
verdades y contenidos que les son transmitidas. Dichas verdades, por un lado, en su
mayoría resultan asignificativas e inservibles para que el alumnado las conecte y le sirvan
para interpretar racional y críticamente sus experiencias y realidades cotidianas; y, por otro
lado, dichas verdades suelen mostrar una visión sesgada y parcial de la realidad, que, sin
embargo, habitualmente se suele presentar como verdades fundamentales para la vida que
no dejan lugar a otros saberes (Esteve y Vera, 2001).

https://revistas.ucm.es/index.php/RCED/article/view/16093

Revista Complutense de Educación

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