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Sylvia Molloy y Lagmanovich David, “Los naufragios de Álvar Nuñez” en Cedomil, Goic

“Historia y crítica de la literatura hispanoamericana”, Época Colonia. Editorial: Crítica,


1988.

II. El gran hilo conductor de Los naufragios es la imagen o metáfora del viaje (de oriente a
occidente, de la civilización al salvajismo, [cronología]) en contrapunto con una serie de episodios
de autonomía funcional. Este hilo donde dominan los acontecimientos se escinde para permitir la
aparición de la visión personal del cronista.

Es verdad que como punto de partida los Naufragios son el relato de una expedición, pero de esta
crónica participan elementos de la tradición literaria. El presagio, por ejemplo, cuando todavía
está la expedición frente al puerto de la Trinidad, <<comenzó el tiempo a no dar buena señal […]
en esta tempestad y peligro anduvimos toda la noche [...] todas las casas e iglesias se cayeron, y
era necesario que anduviésemos siete u ocho hombres abrazados unos con otros para podernos
amparar que el viento no nos llevas […] oímos toda la noche, especialmente desde el medio de
ella, mucho estruendo y grande ruido de voces, y grande sonido de cascabeles y de flautas y
tamborinos y otros instrumentos […] En estas partes nunca otra cosa tan medrosa se vio >>
prosigue el cronista, es como si, en efecto, las deidades indígenas hubieran convocado a un areito1
infernal, que presagia, en el desastre inmediato, el desastre final de la expedición.

Otro elemento literario con precedente novelesco es el reconocimiento directo o a través de una
prenda u objeto. El primero sucede cuando Álvar Núñez, después de haber quedado totalmente
aislado con posterioridad a la desastrosa permanencia en la isla del Mal Hado otro español lo
reconoce y se espanta porque lo tenían por muerto. El segundo reconocimiento va a anunciar la
proximidad de cristianos a través del clásico motivo de la prenda ajena reconocida en especiales
circunstancias.

A estas formas generales de la concepción lineal –el viaje, el presagio, el reconocimiento- pueden
sumarse, como elementos que hacen mucho por la tensión narrativa, lo que podemos llamar los
mecanismos de inversión: contraste entre indios humanos y cristianos antropófagos (cap. XIV);
españoles como esclavos de los indios (cap. XVIII); total desacostumbramiento a la civilización
producido por dilatadas aventuras (cap. XXXIII).

Las inversiones son estructurales y evolucionan en la visión que el español tiene del indígena, paso
de terror al conocimiento. La vida entre las tribus indígenas de la América del Norte permite luego
a Álvar Núñez formular una larga serie de observaciones objetivas de la realidad del mundo
indígena: desde la creencia en el poder mágico de los sueños, sus condiciones políticas (<<toda es
gente de guerra>>). Hay otro paso a la apología del indio que se produce hacia el final del relato,
como una reacción contra los excesos que Álvar Núñez ve cometer a otros españoles (<<los indios
son monoteístas y ha de ser fácil cristianizarlos>>) aquí culmina esta línea de americanización de la
visión narrativa.

1
Fiesta religiosa donde los indígenas taínos bailaban, cantaban y decían sus poemas. Estas fiestas se
realizaban en un caney.
Sylvia Molloy y Lagmanovich David, “Los naufragios de Álvar Nuñez” en Cedomil, Goic
“Historia y crítica de la literatura hispanoamericana”, Época Colonia. Editorial: Crítica,
1988.
En resumen, la narración lineal, en la obra considerada, se basa en el modelo general del viaje,
heredado de la tradición literaria (que a la vez es un viaje en el espacio, y un viaje en el tiempo, de
la civilización europea del siglo XVI a la Edad de Piedra) y se estructura en lo formal con ayuda de
los recursos literarios del presagio y el reconocimiento. A lo largo de ese viaje, por otra parte, se
producen una serie de inversiones de la realidad, bajo el signo general de una progresiva
identificación del autor con el mundo indígena que había partido para sojuzgar. Entre otras cosas,
los Naufragios son el relato de una conversión.

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