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INMUNOMODULACION

La actividad del sistema inmunitario es crucial en procesos patológicos de


muy diversa naturaleza. Su participación resulta por lo general beneficiosa
puesto que actúa como sistema defensivo, pero en ocasiones su
funcionamiento es perjudicial para el organismo. La importancia de la
actividad del sistema inmunitario en la evolución de muchas enfermedades
ha sustentado el desarrollo de diversas estrategias terapéuticas
farmacológicas encaminadas a modificarla (o, en términos científicos,
modularla). Se entiende por inmunomodulación la inducción
(inmunoestimulación o inmunopotenciación) o la inhibición
(inmunosupresión o inmunodepresión) farmacológica de la actividad del
sistema inmunitario con un objetivo terapéutico o preventivo. Los fármacos
inmunomoduladores son todos aquellos compuestos cuya acción se ejerce de
forma directa sobre algún componente del sistema inmunitario.
En 1798 un médico inglés, Edward Jenner, fue pionero sin saberlo en el uso
de la inmunomodulación. Para protegerles de la viruela, inoculó a individuos
sanos material extraído de lesiones de vacas con mastitis. La similar
antigenicidad entre el virus de la viruela y el virus vacuno causante de la
mastitis permitió a las personas tratadas desarrollar defensas frente a la
viruela. Se llamó a esta técnica vacunación (del latín vacca). Por lo tanto,
además de los inmunomoduladores clásicos, deben incluirse bajo el concepto
de inmunomodulación tratamientos como la vacunación, la
hiposensibilización antialérgica y nuevas modalidades como la
administración de citosinas y de anticuerpos monoclonales. Debe subrayarse
que aunque la respuesta inmunitaria culmina en la int1amación, aquellos
fármacos cuyo objetivo es inhibir el proceso inflamatorio no se catalogan
como fármacos inmunomoduladores, sino como antiinflamatorios.
Por último, existen fármacos que se utilizan como inmunomoduladores pero
cuyo efecto farmacológico e indicación terapéutica principal son otros. Por
ejemplo, ellevarnisol es principalmente un antiparasitario, aunque tiene
propiedades inmunomoduladoras. Para una descripción más detallada de los
mismos se aconseja remitirse a los capítulos correspondientes. En la práctica
clínica veterinaria, salvo las vacunas, es poco frecuente todavía el uso de
fármacos inmunomuduladores. Sin embargo, dado el potencial terapéutico
de estas herramientas farmacológicas en medicina veterinaria frente a
diversidad de enfermedades de importancia clínica y económica, y el
desarrollo de novedosas estrategias terapéuticas inmunomoduladoras de
reciente introducción en medicina humana, conviene conocer los fármacos
más destacados.
Además de abordar la descripción de los principales fármacos
inmunomoduladores, este capítulo se encabeza con una sección en la que se
revisan los componentes celulares y moleculares del sistema inmunitario, el
funcionamiento básico del mismo y, por lo tanto, los elementos del sistema
inmunitario que constituyen las dianas farmacológicas de estos fármacos.

El SISTEMA INMUNITARIO
En su sentido clásico, se entiende por inmunidad el estado en el cual el
organismo se protege de agentes causantes de enfermedad. En un sentido
más amplio, inmunidad es el resultado de la reacción del organismo frente a
la diversidad de agentes, causantes o no de enfermedad. A la sustancia capaz
de inducir inmunidad se le denomina antígeno (Ag). Las células y las
moléculas que confieren inmunidad constituyen el sistema inmunitario, y la
actividad coordinada de estos elementos para generar inmunidad se
denomina respuesta inmunitaria. En este apartado se destacan algunos
aspectos fundamentales de la respuesta inmunitaria, haciéndose especial
referencia a aquellos fenómenos que son objeto de la actividad de los
fármacos inmunomoduladores.

FASES DE LA RESPUESTA INMUNITARIA

El mecanismo por el cual el sistema inmunitario reacciona ante la amplia


gama de antígenos que ingresan al organismo y la manera en que intenta
destruirlos son prácticamente los mismos en todos los vertebrados,
independientemente de su naturaleza, aunque existan variaciones en el tipo
de células y sustancias inmunitarias que predominan en las diferentes fases
de la respuesta. Primero, al ingresar un antígeno induce reacciones del
sistema inmunitario. Esto constituye la inmunidad innata, que se refiere al
ataque contra el agente agresor por una primera línea defensiva con
capacidad destructora, constituida por neutrófilos, macrófagos, células
citolíticas o "asesinas", linfocitos productores de citocinas naturales y
proteínas diversas como las defensinas de sistema del complemento. Estos
elementos se activan y actúan de manera local al detectar la presencia de
invasores químicamente distintos de los componentes normales de los
organismos superiores. Después sobreviene la inmunidad específica, que se
compone de tres fases: un proceso de identificación del antígeno o fase de
reconocimiento, una reacción en cadena de amplificación de la capacidad
defensiva o fase de activación y la destrucción del agresor o fase efectora.
La comunicación entre las células se lleva a cabo a través de los llamados
mediadores del sistema inmunitario, entre los que destacan las citocinas,
moléculas proteínicas con funciones de regulación de la respuesta
inmunitaria y de actividad efectora (proinflarnatoria).

Fase de reconocimiento
Los organismos superiores han desarrollado un excelente sistema de
discriminación entre las estructuras propias del organismo y las ajenas. Este
sistema da una gran especificidad a la respuesta inmunitaria, y por tanto
permite disminuir el daño que el sistema inmunitario causa a los tejidos
propios y lo capacita para elaborar una respuesta que optimiza la destrucción
del antígeno. Este reconocimiento se produce debido a que en el organismo
existen multitud de clones de linfocitos T y B, que disponen de receptores en
su superficie capaces de identificar cientos de millones de determinantes
antigénicos distintos. Los receptores de reconocimiento antigénico son
receptores TCR en los linfocitos T y anticuerpos de superficie (BCR) en los
linfocitos B. Los linfocitos rastrean el organismo y se sitúan en lugares
estratégicos para detectar la presencia de estos determinantes antigénicos.
Los antígenos interactúan con el receptor de alguno de los clones linfocíticos
y los activan; estos antígenos se pueden localizar extracelularmente (para
atacar, p. ej., bacterias extracelulares) e inducir la inmunidad humoral, o estar
dentro de una célula del huésped (virus, bacterias intracelulares) e inducir la
inmunidad celular.
Existen tres poblaciones celulares capaces de reconocer un antígeno: dos de
ellas son linfocitos T o células T (clasificados como C04 y C08), que
participan en la inmunidad celular, y la tercera son los linfocitos B o células
B, que desencadenan la inmunidad humoral.
Fase de activación
Tras el reconocimiento del antígeno se produce la activación linfocítica. La
activación supone la proliferación y diferenciación de uno o varios de los
tres clones de linfocitos específicos. Una característica común a la activación
de cualquier linfocito es que requiere al menos dos señales inductoras: la del
antígeno por un lado y otra que procede predominantemente de los mismos
linfocitos T. Éstos son, por lo tanto, células clave para la activación de
cualquiera de las tres poblaciones de linfocitos específicos, puesto que
también contribuyen a La activación de los linfocitos Te y de los linfocitos
B. Gran parte de esta activación se genera por mensajes a través de las
citocinas, por ejemplo la interleucina 2 (IL-2). Ésta ejerce un efecto
autocrino, pues actúa sobre las propias células productoras e induce su
proliferación y diferenciación. Además, la IL-2 y otras citocinas generadas
por los linfocitos T activados son las responsables de la activación de otras
células T (Te) y de los linfocitos B.
Conviene destacar asimismo al interferón gamma (IFN· y), que participa
también en la activación de linfocitos T y B. Por último, la ll.rl producida
por los macrófagos durante la presentación de antígeno contribuye a la
activación de las células T.

Fase efectora
En la fase efectora, los linfocitos ya diferenciados promueven la destrucción
del antígeno. La eliminación del antígeno se produce mediante diversos
mecanismos en función del tipo de inmunidad (humoral o celular) y del tipo
de célula T activada. Las células plasmáticas producen y liberan anticuerpos
específicos de antigeno (factores humorales) que, junto con la acción de
mediadores inmunitarios, activan su destrucción por los macrófagos y el
sistema del complemento. Las células Te son capaces, por sí solas, de lisar
las células portadoras del antigeno en cuestión. Los linfocitos T, una vez
activados, producen dtocinas que activan a su vez elementos destructores del
antigeno.
BIBLIOGRAFIAS

- Farmacologia Veterinaria – Hector S. Sumano y Luis Ocampo


- Farmacología y terapéutica y terapéutica veterinaria – Luis M.
Botana

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